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FISIOLOGÍA HUMANA-820

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Pasados el segundo y el tercer años de vida, los reque-
rimientos se hacen comparativamente menores, las infec-
ciones se vuelven menos frecuentes, menos graves y duran
menos, el niño está ya bien instalado en la dieta familiar y
el riesgo de desnutrición disminuye. Los niños desnutridos
que sobreviven del segundo y tercer años de vida crecerán
y se desarrollarán, pero ya con un retraso que será tanto
mayor cuanto más grave y prolongada haya sido su desnu-
trición.
Edad escolar (6 a 10 ó 12 años). Ésta es una etapa de
bajo riesgo de desnutrición, pero por lo contrario en ella
puede iniciarse la larga fase subclínica del proceso que
décadas más tarde llevará a obesidad y otras enfermedades
crónicas por exceso.
Pubertad. Sin edad fija de inicio, pero generalmente
más temprana en el sexo femenino, en la pubertad sobre-
viene una súbita aceleración del crecimiento y una tenden-
cia a una mayor actividad física que elevan los
requerimientos. La maduración reproductiva de la mujer
cuando tal vez no ha terminado de crecer implica, como ya
se anotó, un riesgo especial si es que se embaraza. La
pubertad suele coincidir con el inicio de la adolescencia,
que es un fenómeno psicosocial muy complejo. En esta
etapa de profunda revisión se incluyen los hábitos, entre
ellos los alimentarios, y por ello se requiere vigilarlos cui-
dadosamente, ya que es la oportunidad para reforzar y evi-
tar que se pierdan los que son deseables y para erradicar
los indeseables o prevenir que se adquieran.
Edad adulta. El adulto dirige la economía y la ali-
mentación del hogar y suele reservarse la mejor parte;
como por definición ya no crece y sus requerimientos son
relativamente menores (exceptuando por supuesto la mujer
embarazada y lactante, los enfermos y quienes realizan
actividad física muy intensa), en esta edad el riesgo de des-
nutrición es muy bajo, pero el de desarrollar enfermedades
crónicas relacionadas con excesos y desequilibrios ali-
mentarios es muy alto.
Senectud. Esta etapa no se puede referir a una edad
determinada, porque sigue un patrón individual que resul-
ta del genotipo e historia ambiental de cada persona.
Cuando la ancianidad es obvia, hay serias limitacio-
nes fisiológicas, psicológicas y sociales que elevan el ries-
go de desnutrición. El anciano tiene dificultad para ingerir
alimentos, para masticarlos, deglutirlos y digerirlos, así
como para metabolizar los nutrimentos. Hay ancianos que
viven abandonados y solos y en el mejor de los casos sin
entusiasmo para alimentarse bien; los que se mantienen en
el núcleo familiar dependen económica y físicamente de
otros. La disminución de la vista, del oído y de su coordi-
nación motora los aísla, y la alteración del gusto y el olfa-
to puede deformar su dieta. Las enfermedades de la edad
avanzada pueden afectar a la alimentación por la pérdida
de movilidad y otras restricciones y hasta por necesidades
terapéuticas.
EPÍLOGO
Desde la concepción hasta la muerte y de forma con-
tinua, la nutrición es el sustento de la vida y de la salud. Si
se altera, se ven afectados procesos fisiológicos funda-
mentales, la salud se pierde y la vida se pone en peligro.
La patología de la nutrición se asocia con las princi-
pales causas de muerte en el mundo actual; por otra parte,
la mayoría de las enfermedades de cierta gravedad o dura-
ción altera la nutrición, lo que confunde el diagnóstico,
complica la prevención, el tratamiento y la rehabilitación
y ensombrece el pronóstico. Dado que es posible mejorar
la nutrición por medio de estrategias alimentarias compa-
rativamente simples y económicas, tales estrategias debe-
rán ocupar un lugar cada vez más importante en la
medicina.
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N U T R I C I Ó N 791

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