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Semiología y valoración del dolor.
Chapter · January 2006
DOI: 10.13140/RG.2.1.2512.9044
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 1 
Semiología y valoración del dolor: 
 
Dr. J.R. Ortiz Gómez. 
Clínica Universitaria. 
Departamento de Anestesiología, Reanimación, Cuidados Intensivos y Terapia del 
Dolor. 
 2 
Estructura: 
1.- Evaluación médica verbal del paciente con dolor 
1.1.- Entrevista clínica 
 1.2.- Autoinformes 
 1.2.1. - Instrumentos unidimensionales 
1.2.1.1.- Escalas verbales 
1.2.1.2.- Escalas numéricas 
1.2.1.3.- Escalas analógico-visuales 
1.2.1.4.- Escalas gráficas 
1.2.1.4.1.- Escala de grises de Luesher 
1.2.1.4.2.- Escala luminosa analógica 
1.2.1.4.3.- Escala de expresión facial 
 1.2.1.4.4.- Escala de Andersen 
1.2.2. - Instrumentos multidimensionales 
1.2.2.1. - Cuestionario de dolor de McGill 
1.2.2.2. - Dartmouth Pain Questionnaire 
1.2.2.3. - West Haven-Yale Multidimensional Pain Inventory 
1.2.2.4. - Test de Lattinen. 
1.2.2.5. – Otros cuestionarios 
 1.3.- Autorregistros 
1.3.1.- Diario de dolor 
1.3.1.1.- Cartilla de autodescripción diaria del dolor 
1.3.1.2.- Escala de Branca-Vaona 
1.3.2.- Indicador del patrón de actividad 
2.- Evaluación conductual del paciente con dolor 
2.1.- Test de relatividad al estrés de Gunter y Hüber 
2.2.- GEMAT 
3.- Evaluación fisiológica de los pacientes con dolor 
3.1.- Estudio de las respuestas autonómicas 
3.1.1.- Termografía 
3.1.1.1.- Utilidad de la termografía 
3.1.1.1.- Interpretaciones de las imágenes termográficas 
3.2.- Estudios neurofisiológicos 
3.2.1.- Potenciales evocados somatoestésicos 
3.2.2.- Electromiografía 
3.2.3.- Electroneurografía 
3.3.- Estudios bioquímicos 
3.4.- Valoración de reflejos o patrones respiratorios 
4.- Exploraciones complementarias y diagnósticas 
4.1.- Exploración neurológica 
4.2.- Analíticas sanguíneas 
4.3.- Radiología convencional: 
4.4: Tomografía computada (TAC) 
4.5.- Resonancia magnética 
4.6.- Mielografía 
4.7.- Bloqueos nerviosos diagnósticos 
4.8.- Gammagrafía ósea 
4.9.- Tomografía computerizada por emisión de protones aislados (SPECT) 
4.10.- Radioterapia selectiva 
 3 
Debido al gran número de características intrínsecas y extrínsecas que circundan 
el dolor, la evaluación médica de un paciente aquejado de dolor es a menudo difícil, y 
obliga a recurrir a diversas técnicas para su evaluación, incluyendo métodos de 
evaluación verbales, conductuales y fisiológicos. 
Solo la conjugación de todos los métodos de evaluación disponibles puede 
ofrecer una visión global del paciente que permita una aproximación terapéutica 
apropiada. 
 
1.- Evaluación médica verbal del paciente con dolor: 
 
1.1.- Entrevista clínica: 
Es la forma de evaluación más antigua disponible, pero la que a menudo ofrece 
más información. Debe incluir una historia clínica completa, estructurada y dirigida, y 
posteriormente focalizarla en el motivo de consulta, sin olvidar una detallada anamnesis 
del dolor. Es útil recordar la regla mnemotécnica del A.L.I.C.I.A. del dolor (Aparición, 
Localización, Intensidad, Características, Irradiación y Agravantes y Atenuantes). 
La entrevista clínica debe abarcar todas las dimensiones de la experiencia de 
dolor, explorando cada una de las áreas que presumiblemente pueden estar implicadas 
en el problema, deteniéndose principalmente en los aspectos que se consideren como 
más relevantes en cada caso. 
Es necesario registrar gráficamente donde se refiere el dolor (marcando su 
distribución en imágenes morfométricas metaméricas), para evaluar las metámeras 
afectadas y su evolución en el tiempo. 
Debido a las características especiales de los pacientes recibidos por las 
Unidades de Terapia del Dolor, es esencial lograr una empatía con el paciente para 
ganar su confianza y predisponer positivamente su actitud ante las terapias indicadas, y 
además para evitar la pérdida de información y el falseamiento de los datos. 
 
 1.2.- Autoinformes: 
 Son unconjunto de técnicas para la evaluación de las impresiones subjetivas de 
los pacientes, que intentan obtener resultados cuantitativos de una forma objetiva. 
La información obtenida es de carácter indirecto, ya que es el paciente el que, de forma 
oral (entrevista) o escrita (escalas y cuestionarios), suministra los datos sobre su 
 4 
enfermedad, ya sea en lo referente a lo que le sucede como acerca de las relaciones 
entre los distintos elementos. 
Este tipo de técnicas trata de obtener datos objetivos a partir de la experiencia 
subjetiva del paciente. Esto se consigue gracias a un alto nivel de estructuración, tanto 
en las preguntas que el sujeto responde como en las posibles respuestas. 
Al ofrecer una información en cierto modo cuantificada, los autoinformes son 
útiles para obtener una información del paciente rápida y global (idealmente en las 
primeras consultas) y poder orientar el tratamiento. También pueden utilizarse como 
medida de control y de comparación una vez que ha finalizado el tratamiento, con el 
objeto de comprobar si realmente ha sido eficaz o no. 
Los procedimientos de autoinforme más empleados son: la entrevista clínica (si se 
realiza de forma dirigida y estructurada, como en el caso de emplear los formatos 
estandarizados de entrevista como el adjunto al MPQ del Melzack o la elaborada por 
Turk), las estimaciones cuantitativas y los cuestionarios. 
 Por la dificultad que entraña el seguir una entrevista clínica completamente 
estructurada para que se considere como un autoinforme, hay autores que la sitúan en 
una categoría aparte e independiente dentro de las técnicas de evaluación médica verbal 
del paciente con dolor. A pesar de esto, es recomendable que cada grupo de trabajo 
elabore su propio protocolo, ya sea de novo o readaptando alguno existente para 
conseguir que se ajuste del modo más preciso posible a las necesidades reales de cada 
ámbito clínico. 
 Los autoinformes pueden ser instrumentos unidimensionales o 
multidimensionales: 
 
 1.2.1. - Instrumentos unidimensionales: 
 También se denominan escalas de intensidad o cuantitativas. Se emplean para 
que el propio paciente realice una valoración global de la intensidad de su dolor. Son 
escalas de fácil aplicación, bastante fiables, lo cual los convierte en medidas de control 
muy adecuadas para establecer la efectividad del tratamiento a lo largo de su curso. En 
su contra tienen que son escalas incompletas, ya que consideran únicamente la 
intensidad del dolor y no la magnitud multidimensional de éste, y por eso deben 
asociarse a otros métodos de evaluación. 
En este grupo se incluyen las escalas verbales, las numéricas, las gráficas y las 
analógico-visuales. 
 5 
A menudo se combinan diferentes tipos de escalas, sobre todo las numéricas con 
las verbales, para favorecer el equilibrio entre sensibilidad y facilidad de uso. 
 
1.2.1.1.- Escalas verbales: 
También se denominan escalas descriptivas simples o de valoración verbal. 
Introducida en 1948 por Keele. Representa el más básico abordaje para medir el dolor. 
El sujeto selecciona el adjetivo o adverbio de entre una serie de palabras 
ordenadas creciente o decrecientemente aquella que más se ajusta a las características de 
su dolor. Ej.: 
- ¿Cuál es la intensidad actual de su dolor? 
Nada - Poco - Bastante - Mucho 
 - ¿Cómo definiría usted la intensidad de su dolor en este momento? 
Ligero - Moderado - Intenso – Atroz 
Su desventaja radica en las diferencias de interpretación que pudieran existir 
entre grupos de población. Como cualquier otro tipo de escala, existe el problema de 
que aún la misma palabra puede tener diferente significado para distintos pacientes. Las 
palabras “no dolor, dolor ligero, moderado, intenso e insoportable”, son descripciones 
relativas y no tienen aceptación universal. Son conceptos que varían de una persona a 
otra, así como de tiempo en tiempo, incluso para un mismo paciente. 
 
Destacan las realizadas por Keele, Morrison y Dundee, Anderson y Melzack. 
 
Figura 1: Escalas de Keele y Melzack 
 
 
 
 
No dolor Suave Moderado Mucho Insoportable 
 0 1 2 3 4 
Escala de Keele 
 Suave Incómodo Penoso Horrible Agudísimo 
Escala de Melzack 
. 
 6 
1.2.1.2.- Escalas numéricas: 
Fue introducida por Downie en 1978. En ellas, el sujeto debe cuantificar 
numéricamente su dolor en función de la intensidad que tenga. Suelen cuantificarse en 
escalas de 0 a 10 ó de 0 a 100, explicándose que 0 es no tener ningún dolor y que 10 (ó 
100) es el dolor más fuerte que se pueda imaginar, como por ejemplo quemarse vivo en 
un incendio. 
 
Figura 2: Escala numérica de Downie. 
 
 
1.2.1.3.- Escalas analógico-visuales: 
La escala analógica visual (EAV o VAS) fue realizada por Scott Huskinson en 
1976. 
Está formada por una línea de 10 cm, en disposición horizontal, vertical o de 
forma curva, generalmente acotada en sus 2 extremos, donde el extremo inferior o 
izquierdo (según la escala se sitúe vertical u horizontalmente) representa la ausencia 
completa de dolor y la superior (o derecha) el dolor máximo imaginable posible. 
 
Figura 3: Escala analógico visual vertical. 
 
 
 
 
 
No dolor Moderado Insoportable 
 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 
Escala de Downie 
 7 
Figura 4: Escala analógico visual horizontal. 
 
 
El paciente debe marcar en la línea el lugar que se corresponde con la intensidad 
de su dolor. Los modelos con una línea curva se emplean menos, porque son más 
difíciles de comprender por los pacientes. 
 
Figura 5: Marcación en la escala analógica visual. 
 
 
Este test es posiblemente la escala unidimensional más eficaz y empleada ya que 
es práctica, fiable y de fácil ejecución. La EAV es hoy de uso universal. Refleja la 
opinión subjetiva del paciente sobre la intensidad de su dolor. Es un método 
relativamente simple, que ocupa poco tiempo, aun cuando requiere de un cierto grado 
de comprensión y de colaboración por parte del paciente. Tiene buena correlación con 
las escalas descriptivas, buena sensibilidad y confiabilidad, es decir, es fácilmente 
 8 
reproducible. La intensidad de dolor puede cuantificarse con facilidad, superponiendo 
una escala milimetrada, que permite un seguimiento más estrecho, para valorar la 
efectividad del tratamiento, la evolución temporal del dolor o la realización de estudios 
estadísticos. 
El dolor varía de intensidad en el tiempo, de manera que habitualmente se 
plantea mantener al paciente durante las 24 horas en un rango bajo (ej. menos de 4 en 
una escala de 0 a10) preestablecido. En los estudios clínicos de dolor, como eso no es 
siempre posible, se realizan mediciones a horarios fijos marcando la diferencia entre el 
dolor inicial y el medido, para luego sumar estas diferencias y obtener un puntaje de 24 
horas, que indicará más fielmente cuál fue el grado analgesia logrado en el tiempo 
(SPID= score pain intensity difference). 
 
1.2.1.4.- Escalas gráficas: 
Estas escalas combinan las ventajas de las EAV con la mayor facilidad de uso de 
las escalas numéricas y verbales. Se disponen horizontalmente en forma de EAV, pero 
van acompañadas de marcas que facilitan al paciente la discriminación de la intensidad 
de su dolor, ya sean numéricas, verbales o gráficas (generalmente rostros con distintas 
expresiones según el grado de dolor). 
 
Ejemplos de estas escalas gráficas son la escala de grises de Luesher o la escala 
luminosa analógica. 
 
1.2.1.4.1.- Escala de grises de Luesher: 
Tomando como base la escala visual analógica, añade una escala de color, que 
empieza con el color blanco, simbolizando la ausencia de dolor o el bienestary que 
finaliza en el color negro, representando el máximo dolor posible. 
Se pide igualmente al paciente que sitúe el cursor en la zona que se corresponda 
a sus sensación subjetiva de la intensidad de su dolor, y posteriormente con una regla 
milimetrada se realiza la traducción numérica. 
Después se le pregunta al paciente el color que más le gusta y el que más le 
disgusta. 
El blanco es indicativo de confianza, participación, fuerza y colaboración; el 
negro de pesimismo, pasividad, negación y no colaboración. Los grises claros, 
 9 
representan disminución de la actividad y los oscuros indican pasividad, permitiendo 
recabar información del estado moral y de los trastornos de personalidad. 
Figura 6: Escala de grises de Luesher. 
 
 
1.2.1.4.2.- Escala luminosa analógica: 
Fue introducida por Nayman, y es una escala en la que aparece un sistema de 
colores codificado – blanco, amarillo, naranja, rojo, violeta – que se disponen a lo largo 
de la línea. Cada uno de estos colores dispuestos en la escala es representativo de un 
determinado nivel de dolor que abarca desde no dolor (color blanco) hasta un dolor 
insoportable (color violeta). De este modo el paciente marca un determinado color que 
refleja la magnitud de su dolor apretando el interruptor. 
 10 
Figura 7: Escala luminosa de Nayman. 
 
 
1.2.1.4.3.- Escala de expresión facial: 
La escala de expresión facial fue diseñada por Wong, y resulta muy útil para 
emplearlo en caso de pacientes pediátricos y en personas analfabetas, dado que en ellos 
es difícil la evaluación del dolor por su incapacidad para describirlo o para comprender 
las formas de valoración. 
 
Figura 8: Escala de expresión facial. 
 
 
En esta escala se muestran seis dibujos de expresiones faciales, cada uno con un 
valor numérico, que varían desde un rasgo facial feliz, cara sonriente a triste, cara 
llorosa. Los resultados obtenidos con esta escala los podemos extrapolar a la VAS, 
multiplicando el valor elegido por dos. 
Figura 9: escala de expresión facial 
 
 11 
 
1.2.1.4.4.- Escala de Andersen: 
En el caso que no se pueda establecer comunicación con el paciente se 
considera de utilidad la escala de Andersen, valorándose el dolor por un observador 
externo. 
Esta escala valora el dolor desde el punto de vista dinámico: dolor en reposo, 
con los movimientos ligeros o al toser. Se aplica en casos de dolor agudo, al 
relacionarlo con la disminución de la actividad física. 
 
Tabla 1. 
Escala de valoración del dolor de Andersen 
0 No dolor. 
1 No dolor en reposo y ligero a la movilización o tos. 
2 Dolor ligero en reposo o moderado a la movilización o tos. 
3 Dolor moderado en reposo o intenso a la movilización o tos. 
4 Dolor intenso en reposo y extremo a la movilización o tos. 
5 Dolor muy intenso en reposo. 
 
1.2.2. - Instrumentos multidimensionales: 
Son pruebas estandarizadas para la evaluación del dolor. Se han realizado 
tomando como modelos los cuestionarios aplicados en el campo de la Psicología. 
La gran limitante de las escalas anteriores es la de concebir el dolor como una 
experiencia unidimensional, evaluando sólo la intensidad sin explorar sus otras facetas. 
Estas consideraciones llevaron a Melzack y Casey a sugerir que existen tres 
dimensiones principales del dolor: sensorial (ej. dolor penetrante, lancinante o 
punzante), afectiva (ej. dolor sofocante, atemorizante, agotador o cegador) y cognitiva 
(intensidad del dolor). 
Los cuestionarios escritos aplicados en la evaluación del dolor crónico se han 
enfocado en la valoración del dolor (intensidad, frecuencia, duración, localización y 
caracterización del dolor), en la evaluación de de variables psicológicas implicadas en el 
dolor y por último en la realización de inventarios de personalidad. 
 12 
Hay varios modelos, aunque los más conocidos y empleados son el McGill Pain 
Questionnarie o MPQ y el West Haven-Yale Multidimensional Pain Inventory, 
especialmente el primero. 
1.2.2.1. - Cuestionario de dolor de McGill (McGill Pain Questionnaire): 
El MPQ fue elaborado por Melzack y Casey en 1975 en la Universidad de 
McGill, para medir las distintas dimensiones del dolor (sensorial, afectiva y cognitiva). 
Está compuesto por dos partes fundamentales. 
En la primera, se recoge información de carácter cualitativo y no cuantificada, 
de igual modo que en una historia clínica habitual: datos personales, antecedentes 
personales, diagnóstico, tratamientos, características actuales del dolor, etc... 
En la segunda parte se registra la intensidad del dolor en una escala numérica del 
1 al 5, su localización en base a una figura humana y su caracterización. Este último 
punto, la caracterización del dolor se realiza mediante 78 palabras descriptivas del 
dolor, agrupadas en 20 apartados, y trata de efectuar una medida diferencial de las tres 
dimensiones de la experiencia de dolor: la dimensión sensorial (recogida por los 10 
primeros apartados), la dimensión afectiva (los 5 siguientes apartados), la cognitivo-
evaluativa (1 apartado) y los 4 restantes, en una miscelánea con palabras diversas sobre 
el dolor. (Figura 10). 
El paciente marca los términos que mejor describen su dolor, recibiendo una 
puntuación por cada uno de ellos, los que se suman para obtener una puntuación total. 
En la versión española (MPQ-VS o McGill Pain Questionnaire- Spanish 
Version) el test consta de 66 descriptores agrupados en 19 subclases, 15 de las cuales 
incluyen aspectos sensoriales, 3 emocionales y 1 valorativos. El MPQ-VS obtiene un 
índice para cada uno de los aspectos valorados, una puntuación total (sumatorio de 
todas las puntuaciones recogidas), un índice que es la suma del número de descriptores 
elegidos y otro que es una medida de intensidad del dolor. (Figura 11). 
Desde su introducción en 1975, el MPQ ha sido usado en numerosos estudios 
clínicos mostrando gran reproductibilidad, convertiéndose en el método más confiable 
para la evaluación del dolor crónico. Permite por ejemplo distinguir cuáles aspectos del 
dolor son modificados por una droga (ej. sensación de quemadura) y cuáles no (ej. 
sensación de descarga eléctrica). 
 
 13 
Figura 10. Cuestionario original de McGill. Los términos de descripción del dolor se 
dividen en cuatro grupos: sensoriales (S. 1-10), afectos (A, 11-15), evaluativos (E,16) y 
misceláneos (M, 17-20). 
 
 14 
Figura 11: versión española (MPQ-VS o McGill Pain Questionnaire- Spanish Version) 
 
El MPQ es una ayuda en el diagnóstico diferencial de síndromes dolorosos, 
especialmente entre patología funcional y orgánica, pero tiene limitaciones, como la 
dificultad del uso del lenguaje (por los problemas semánticos que presenta respecto a su 
traducción del inglés) y el excesivo tiempo que demanda su evaluación. Por este motivo 
existen versiones abreviadas del Cuestionario de Dolor de McGill (CDM), que 
disminuye los grupos de palabras utilizadas, con información comparable a la del 
original, así como cuestionarios adaptados a distintos idiomas. 
 
1.2.2.2. - Dartmouth Pain Questionnaire: 
 Se trata de una modificación del cuestionario de McGill con dos variables 
adicionales, como son el “índice de autoestimación de la percepción dolorosa “y el 
“funcionalismo o actividades que desarrolla el paciente a pesar del dolor”. 
 
1.2.2.3. - West Haven-Yale Multidimensional Pain Inventory: 
 15 
Es otra escala de evaluación (Kerns y col, 1985) que consta de 52 ítems 
divididos en 3 secciones. 
La primera sección evalúa la intensidad del dolor, la interferencia que ejerce en 
su vida cotidiana, su grado de insatisfacción con la situación actual, la dependencia 
ajena, la percepción de estados de humor negativos y la sensación de control del 
paciente. La segunda sección evalúa las percepciones de los pacientes acerca de las 
respuestas de las personas significativas en sus vidas, y la tercera sección mide la 
frecuenciacon la cual los pacientes se implican con alguna de las 30 actividades diarias 
recogidas. 
 
1.2.2.4. - Test de Lattinen. 
Muy usado en nuestro país, debido a su simple lenguaje y fácil comprensión 
para el paciente. Las valoraciones se obtiene por la suma de la puntuación asignada a 
cada uno de los 5 grupos de 4 preguntas, pudiendo alcanzar un máximo de 20 puntos, 
que nos informan sobre aspectos como intensidad subjetiva del dolor, frecuencia de la 
presentación del dolor, consumo de analgésicos, discapacidad causada por el dolor e 
influencia del dolor sobre el reposo nocturno (Tabla 2). 
 
Tabla 2: test de Lattinen. 
 
 
1.2.2.5. – Otros cuestionarios: 
 16 
Hay numerosos cuestionarios que tratan de evaluar clínicamente el dolor. 
Algunos se orientan específicamente a enfocar algún punto en concreto. Así por 
ejemplo se han descrito: 
- el Cuestionario de Evaluación Psicológica del Dolor (CEPD) de M.A. Vallejo 
(1983) 
- el Cuestionario de Dolor Lumbar de Levitt y Garron (1980); 
- el Cuestionario de Dolor de Darmouth (Corson y Schneider, 1984); 
- el Perfil de Dolor de Duncan y cols. (1978); etc. 
Algunos cuestionarios se han focalizado en la determinación de las variables 
psicológicas del dolor, sobre todo los aspectos afectivos y emocionales, en la detección 
fundamental de la ansiedad y la depresión. Destacan entre ellos los siguientes: 
- el inventario Psicosocial del Dolor (PSPI) de Heaton y cols. (1982) 
- el Cuestionario sobre Ansiedad Estado-Rasgo (STAI) de Spilberger (1970) 
- la Escala de Ansiedad de Hamilton (1959). 
- la escala de Depresión de Beck (BDI) 
- la Escala de Depresión de Zung (1965). 
Otros cuestionarios se han dirigido a evaluar los aspectos cognitivos implicados 
en el dolor crónico. Entre los más destacados están: 
- el COPE sobre modos de afrontamiento (Carver, Scheier y Weintraub, 1989), 
- el Inventario sobre el Manejo del Dolor de Vanderbilt 
- la Escala de Evaluación Cognitiva de Bakal (1982 ). 
Hay cuestionarios más orientados a valorar la personalidad del paciente con 
dolor, especialmente el MMPI, cuyo verdadero valor reside en el establecimiento de 
perfiles de personalidad útiles para descartar o no la presencia de psicopatología en el 
paciente y además, tener una idea global de la personalidad del mismo. No es válido por 
tanto en la determinación de la organicidad o psicogeneidad en la etiología del dolor, 
como a menudo se cree. Es necesario por tanto, recordar que la presencia de rasgos 
psicopatológicos no implica necesariamente el origen psicogénico del dolor crónico. 
Entre estos cuestionarios destacan: 
- el Cuestionario de Personalidad de Eysenck ( EPI) 
- el MMPI (Minessota Multiphasic Personality Inventory ) de Hathaway y 
McKinley (1943) 
- el 16 - PF (16 Personalyty Factors) de Cattell (1950). 
 17 
 Por último, el Illness Behaviour Questionnaire evalúa las actitudes y creencias 
sobre el dolor. 
 
 1.3.- Autorregistros: 
 Son métodos que incluyen procedimientos donde se pide al paciente que él 
mismo registre la aparición de ciertas conductas definidas previamente por el terapeuta 
inmediatamente o poco después de que este haya ocurrido. Se consigue gracias a la 
autoobservación y al registro en un cuestionario prediseñado durante varios días. Se 
anotan la intensidad y frecuencia de los episodios de dolor. A menudo se anotan 
también las circunstancias que acompañan a la conducta registrada. 
Los autorregistros sirven para valorar 3 objetivos: 
- al recoger los hechos tal como suceden permiten la determinación del patrón 
temporal habitual y con ello del establecimiento de la línea base de la conducta 
- asimismo, permiten comprobar la eficacia de los tratamientos pautados, medida 
de control de fácil aplicación, muy sensible a la variación del patrón de la conducta 
observada. 
- por último, el paciente al realizar una labor de autoobservación que 
habitualmente no hace, para poder completar el autorregistro, está realizando cambios 
conductuales sobre la vivencia del dolor. 
 
Los autorregistros comparten con los autoinformes la objetividad de la 
cuantificación junto al registro de la impresión subjetiva del paciente. 
Su fiabilidad puede afectarse por factores como la no comprensión de la tarea 
encomendada, por la baja motivación del paciente o incluso por su falseamiento 
consciente. 
Como ejemplo de autorregistros de dolor crónico están el diario de dolor y el 
patrón de actividad funcional. 
 
1.3.1.- Diario de dolor: 
Consiste en la recogida de información por parte del propio paciente sobre la 
intensidad del dolor a lo largo del día, con alguna escala unidimensional de las citadas 
anteriormente. El sujeto debe recoger la intensidad de dolor experimentada a intervalos 
predefinido (ej. Al levantarse, a media mañana, a mediodía, a media tarde y al 
acostarse) y en caso de eventos especiales que supongan un cambio llamativo de la 
 18 
intensidad dolorosa, ya fuera como agravante o como atenuante. Este registro debe ser 
más exhaustivo en las 2-3 primeras semanas para permitir establecer una línea 
conductual básica. 
Hay varios modelos de diarios de dolor, entre los que destacan: 
 
1.3.1.1.- La cartilla de autodescripción diaria del dolor: 
Detallada por Pozzi et al. en 1979, pretende valorar diariamente, rellenando la 
cartilla por la noche, al costarse, la intensidad, duración del dolor, consumo de 
analgésicos (analgésicos no prescritos, automedicados) y horas de sueño, por el propio 
paciente. 
Tiene como ventajas que valora rápidamente y a diario la sintomatología del 
paciente, permite recopilar datos aplicables en la investigación clínica. Además al 
participar más activamente en su enfermedad el sujeto modifica su conducta frente al 
dolor, aspecto que se torna muy positivo en caso de existir mejoría clínica. Como 
desventajas más evidentes, destacar que en ocasiones el paciente puede tener dificultad 
para rellenar la cartilla (bajo nivel cultural, impedimentos físicos…) y que en caso de 
empeoramiento existe un refuerzo conductual negativo que hace que la conducta del 
paciente gire en torno al dolor casi en exclusividad. 
 
1.3.1.2.- La escala de Branca-Vaona: 
Es un método de medida, basado en la terapia antiálgica. 
Para ello es necesario rellenar un diagrama compuesto por cuatro segmentos 
paralelos con una longitud de 10 cm cada uno. Los dos primeros representan la escala 
de Scott-Huskinson y están separados por un centímetro. Los dos últimos segmentos 
representan una forma simplificada de la escala de Karnosfky (Performance Status de 
Karnofsky). (Tabla 3). 
Sobre los segmentos de la izquierda (escala numérica de 0 a 100 mm) se 
trasladan los valores relativos al VAS, el VAS inicial (Vi) en el segmento situado más 
hacia la izquierda y el VAS realizado después del tratamiento antiálgico (Vf) en el 
segmento situado a la derecha del anterior. En los segmentos de la derecha, se traslada 
la puntuación de autotomía inicial y la final. Sobre los dos segmentos de la izquierda, 
con escala numérica de 100 a 0, dividida a intervalos de 10 mm, se traslada la 
puntuación de autonomía inicial (Ki) y la final (Kf). Uniendo los valores iniciales y 
finales se obtienen dos líneas transversales, que dan una idea del perfil del caso clínico y 
 19 
de la respuesta terapéutica obtenida. En particular, las dos líneas resultantes dividen el 
área cuadrangular central (At o área total) en tres sectores: 
- Área intermedia (área de eficacia analgésica, Ae): representación gráfica de la 
mejoría efectiva obtenida por el tratamiento, puesto que se halla entre la línea que une 
los valores iniciales y la que une los valores finales tras el tratamiento. 
- Área superior: es el área de bienestar físico (Ab) 
- Área inferior: es el área de sufrimiento residual (Ar). 
Se puede apreciar que el área de eficacia antiálgica (Ae) en diferentes casos 
clínicos es parecida a pesar de la diversagravedad del dolor o de las limitaciones 
funcionales. El método inicialmente propuesto por los autores se corrige mediante una 
fórmula matemática que permite valorar el índice de eficacia antiálgica I, un valor 
menos ambiguo. Puesto que; el área de eficacia antiálgica (Ae), siempre se refiere al 
nivel de gravedad inicial de la sintomatología, dependiente del área de bienestar inicial 
(Ab), y dado que la suma de Ab, Ae, Ar, corresponde siempre al área total, es necesario 
un factor de corrección C: 
C = Ab/Ar x e [ki - (100+Vi)] L 
donde L=100 mm (longitud de los segmentos en milímetros). Este factor de 
conversión, calcula la incidencia de bienestar inicial respecto a las otras dos áreas de 
interés médico, y abstrae los valores Vf y Kf, pudiendo ser calculado en seguida 
prescindiendo de la terapia. Así corregidos los tres valores de la áreas de Branca - 
Vaona : 
A´e = Ae - (Ae x C) 
A´r = Ar - (Ar x C) 
A´b = At - (A´e+ A´r) 
Se pueden calcular el índice absoluto de eficacia antiálgica I, para un 
deteminado paciente sometido a una particular terapia 
E = 1+e (-A´b/At); 
D = L[(Vf+Kf)-(Vi+Ki)] x 1/10 0 
El valor I aproximado es un número de signo positivo o negativo. Será negativo 
si Vi o Kf son menores que Ki, es decir cuando exista un fallo terapéutico, o por el 
contrario, positivo cuando el Vf es mejor que el Vi, como sucede en tratamientos 
antiálgicos invasivos. 
Estos cálculos puede ser obtenidos de manera automatizada, siendo necesario 
calcular por el médico únicamente los valores de VAS y de Karnofsky, antes y después 
 20 
del tratamiento, y obteniendo el índice I relativo, valorar la eficacia de los resultados y 
de la metódica en base a este valor numérico. 
 
Tabla 3: test de Karnofsky. 
 
 
Figura 12: escala de Branca-Vaona. 
 
 21 
 
1.3.2.- Indicador del patrón de actividad: 
Se utiliza para recoger información sobre las actividades habituales del sujeto 
que realiza en un periodo determinado. Es un tipo de autorregistro que fue introducido 
en el estudio del dolor crónico por Fordyce, quien propone un autorregistro de 64 ítems, 
que deben ser observados y cuantificados, agrupados en torno a 16 categorías de 
actividades, que van desde el cuidado personal o el cuidado de la casa hasta las 
actividades sociales y de ocio, pasando por el ejercicio físico, las interacciones o los 
desplazamientos, es decir, actividades cotidianas que en numerosas ocasiones se ven 
seriamente afectadas por la presencia de la enfermedad dolorosa. 
El valor terapéutico del indicador del patrón de actividad es bastante elevado. 
 
2.- Evaluación conductual del paciente con dolor: 
 
La conducta y reactividad ante el dolor, así como la intensidad de su percepción, 
se encuentra modulada en cada sujeto por su medio sociocultural. A su vez, están 
determinadas por la dimensión psicológico-interpretativa, condicionada por la historia 
individual de cada persona en su propio contexto. 
Existe una clara asociación entre problemas de dolor crónico y estados afectivo-
emocionales. Todo ello apunta hacia la capacidad real de las variables cognitivas del 
individuo para inducir la acción de los opioides endógenos. Por este motivo, el dolor 
debe tratarse no solo interrumpiendo la llegada de mensajes nociceptivos mediante 
cirugía, fármacos, u otros tratamientos médicos, sino también actuando sobre los 
factores afectivos, cognitivos, motivacionales y conductuales. 
La evaluación conductual consta de mediciones y observaciones de conducta 
dolorosa especialmente útiles para evaluar el dolor crónico y en particular la respuesta 
al tratamiento empleado. Los índices más utilizados para la evaluación tienen relación 
con la actividad diaria del paciente, como por ejemplo actividad laboral, patrón de 
sueño, actividad sexual y alimentación. Entre las observaciones de conducta dolorosa 
destacan los signos de dolor (gemidos, facies), la limitación funcional y las alteraciones 
en el ánimo y las relaciones personales. Si bien estas medidas no cuantifican 
directamente el dolor, proporcionan datos objetivos que son extremadamente útiles para 
evaluar la respuesta al tratamiento analgésico o la necesidad de drogas coadyuvantes 
(sedantes o antidepresivos). Así pues, es esencial explorar las posibilidades de la 
 22 
conducta aprendida de dolor, la indefensión generalizada o depresión y la ansiedad 
condicionada por acontecimientos o por falta de habilidades para enfrentarlos, es decir, 
asegurarnos que el paciente quiere, puede y sabe colaborar en su curación. 
En la población infantil los métodos utilizados para la valoración del dolor en los 
adultos resultan difíciles de aplicar. En la fase preverbal los métodos conductuales son 
los más apropiados. A partir de los 3 – 7 años pueden utilizarse ciertas escalas 
coloreadas. Destaca la escala de dolor del Hospital infantil de Notario (CHEPOS) que 
valora el dolor postoperatorio mediante el registro de parámetros como gritos, expresión 
facial, expresión verbal, posición de las piernas, posición de las piernas y de la posición 
de la zona intervenida. 
La observación conductual, tanto en niños como en adultos, puede realizarse por 
personas cercanas al paciente, que deben recoger datos sobre la intensidad, duración, 
frecuencia e incluso la propia conducta del observador después de haberse producido la 
conducta del paciente. 
En caso de observar desvíos conductuales, puede ahondarse en el estudio 
mediante la aplicación de tests psicológicos, entre los que destacan: 
 
2.1.- Test de relatividad al estrés de Gunter y Hüber: 
Se compone de 54 ítems o preguntas, lo que facilita mucho su comprensión y 
rápida aplicación. Orienta no solo en que sistema se encuentra más afectado sino 
también en que sistema se debe usar más generosamente la medicación u otros 
tratamientos. 
 
2.2.- GEMAT: 
Representa un instrumento para la identificación de los pacientes que necesitan 
atención psicológica especializada (Tabla 4). Persigue dos objetivos fundamentales: 
- Identificar los factores psicológicos que intervienen de forma negativa en el 
dolor crónico de un paciente en un momento determinado, así como sus áreas 
conservadas y potencialidades de afrontamiento. 
- Ofrecer criterios de decisión sobre cuales de los pacientes, están necesitados de 
atención psicológica especializada. 
Los contenidos y criterios se expresan en la tabla adjunta. Se considera que 
necesitan atención psicológica especializada aquellos sujetos en cuyo perfil las 
 23 
puntuaciones de la mayoría de los criterios sobrepasan la mediana. Cuanto más desvíe el 
perfil respecto de la mediana, mayor es la urgencia con que deberá ser estudiado. 
 
Tabla 4: GEMAT. 
 
 
 
3.- Evaluación fisiológica de los pacientes con dolor: 
La medición de un proceso fisiológico que participara en el dolor podría dar 
evidencias objetivas que permitirían grandes avances en el estudio de este campo. Sin 
embargo, los resultados no han sido satisfactorios y su uso está restringido a 
investigación o a pacientes con incapacidad de expresarse (niños). 
La repuesta fisiológica al dolor se ha intentado medir mediante el estudio de 
numerosas pruebas diagnósticas entre las que se incluyen el estudio de las 
manifestaciones somáticas de la activación de sistema nervioso autónomo por el dolor, 
estudios neurofisiológicos, determinaciones analíticas hormonales o de neuropéptidos. 
 
3.1.- Estudio de las respuestas autonómicas: 
 24 
Las respuestas psicofisiológicas del sistema nervioso autónomo o de la actividad 
emocional ante el dolor (frecuencia cardiaca, presión arterial, temperatura corporal y 
conductancia de la piel). 
Algunas de estas respuestas como la frecuencia cardiaca o la presión arterial son 
fáciles de registrar. Otras en cambio, como la conductancia o la temperatura cutáneas 
requieren de aparatos específicos para su medición. 
 
3.1.1.- Termografía: 
Detecta y midelas variaciones en la emisión de calor desde la superficie 
corporal. En términos sencillos, si la emisión de calor radiante del cuerpo varía de la 
simetría normal, es que algo anda mal, y por lo tanto precisa de una interpretación 
médica. Básicamente hay dos tipos de equipos de termografía, como son la 
teletermografía y la termografía de contacto. 
El patrón térmico es específico en alteraciones neurovasculares, circulatorias, del 
sistema musculoesquelético y de los tejidos blandos. Es una técnica no invasiva y sin 
riesgo. Puede repetirse tantas veces como sea necesario sin riesgo para el paciente. No 
desplaza a otros test diagnósticos, sino que ofrece una información diferente, que 
proporciona al médico una valiosa ayuda en el diagnóstico y control del paciente con 
dolor crónico. 
3.1.1.1.- La termografía ha demostrado su utilidad en: 
- el diagnóstico diferencial del dolor psicógeno (hasta un 19% de estos pacientes 
catalogados con diagnóstico de dolor psicógeno presentaban anomalías termográficas 
consistentes en cuadro de distrofia simpática refleja). 
- el diagnóstico precoz de la distrofia simpática refleja, ya que los cambios 
térmicos indicadores de irritabilidad vasomotora pueden verse antes de que las 
alteraciones tróficas sean manifiestas en los tejidos. 
- la evaluación pre y postoperatoria de pacientes con síndrome discal cervical o 
lumbar, así como aquellos que han sido sometidos a simpatectomías. 
- síndromes dolorosos crónicos que presentan lesiones por desaferenciación 
debida a trauma o a infección, facilitando el seguimiento y curso de la enfermedad, y la 
monitorización de la eficacia del tratamiento. 
- La monitorización periódica para control de la enfermedad parece ser la más 
eficaz de todas las investigaciones termográficas, ya que el patrón térmico inicial puede 
 25 
ser utilizado como línea de base o partida. Su simplicidad hace que pueda ser usado a 
intervalos regulares. 
3.1.1.1.- Interpretaciones de las imágenes termográficas: 
- Los desordenes neuropáticos se ven como zonas de hipertermia, sobre todo 
en la fase aguda, y dan un patrón hipotérmico en la fase crónica. 
- Los síndromes miofasciales generalmente se caracterizan por zonas de 
hipertermia de 1–2ºC al contrario que ocurre con los desordenes neuropáticos que 
generalmente son hipotérmicos en su fase crónica. 
- Las anomalías articulares y periarticulares se caracterizan durante la fase 
aguda por un patrón termográfico de hiperemisión. En la fase crónica el patrón articular 
y periarticular es generalmente de hipoemisión, y puede ser consistente con una 
distrofia simpática. 
- El patrón circulatorio se demuestra por hiperemisión sobre la localización de 
grandes vasos. Una trombosis venosa profunda en su fase aguda se suele ver 
termográficamente con un aumento difuso y uniforme en la temperatura de la 
pantorrilla. En la insuficiencia venosa, se ven áreas hipertérmicas parcheadas, a 
diferencia de la elevación difusa y uniforme de la temperatura que se ve en las 
trombosis aguda profunda. 
 
La termografía no muestra el dolor, pero si correlaciona cambios 
fisiopatológicos que pueden estar asociados con síndromes dolorosos clínicos. Con una 
cuidadosa correlación clínica, la termografía en colaboración con otros test objetivos, 
mejora la capacidad diagnostica del medico y le proporciona un mejor medio de 
monitorización de la eficacia del tratamiento en paciente con síndromes dolorosos 
crónicos neuropáticos , circulatorios, musculoesqueléticos y psicógenos. 
 
3.2.- Estudios neurofisiológicos: 
Los estudios neurofisiológicos aplicados al estudio del dolor son un conjunto de 
técnicas que tratan de estudiar aspectos del daño de la vía somatoestésica (localización, 
intensidad…), ya sea como afectación única en la vía sensorial o asociado a un daño de 
la vía motora, especialmente cuando el daño tisular está en el sistema nervioso 
periférico. Lógicamente, el abordaje diagnóstico de lesiones nerviosas es más fácil de 
realizar en caso de lesiones en el sistema nervioso periférico respecto a las lesiones del 
sistema nervioso central. 
 26 
Es importante destacar que no existe una relación directa entre las lesiones 
objetivas y la sintomatología subjetiva dolorosa. 
Estas pruebas se realizan con frecuencia de forma conjunta para ofrecer 
información más detallada sobre el grado y el nivel de la lesión, como en el caso de 
lesiones traumáticas de nervios periféricos por ejemplo, aunque también son válidas en 
el diagnóstico de los procesos múltiples o difusos del sistema nervioso periférico, como 
en el caso de las polineuropatías. 
Los más empleados son los estudios de potenciales evocados, la electromiografía 
y los estudios de velocidad de conducción nerviosa. 
 
3.2.1.- Potenciales evocados somatoestésicos: 
 Explora las vías somatosensoriales de localización central 
 
3.2.2.- Electromiografía: 
Estudia las modificaciones que se observan en el campo eléctrico del músculo en 
diversas situaciones fisiológicas (reposo, contracción voluntaria, relajación...) y los 
patrones anómalos que se obtiene en diversas situaciones patológicas. Son técnicas 
fisiológicas puramente musculares, y por ello, motoras, pero constituyen el núcleo 
fundamental de la mayor parte de los estudios neurofisiológicos del SNP. 
El EMG aun siendo motor y no sensorial, permiten una aplicación practica al 
diagnóstico y localización de un dolor neurogénico por lesión en el SNP. 
 
3.2.3.- Electroneurografía: 
También denominada neurografía percutánea o estudio de velocidades de 
conducción de nervios periféricos. Analiza la transmisión del impulso nervioso 
producido tras la estimulación supramáxima del nervio periférico. 
 
3.3.- Estudios bioquímicos: 
Básicamente consisten en la determinación plasmática de catecolaminas, cortisol 
y hormona antidiurética o de péptidos opioides endógenos en el LCR, que parece ser 
que disminuyen durante el dolor. 
 
3.4.- Valoración de reflejos o patrones respiratorios: 
 27 
La valoración de los reflejos de flexión o la determinación de patrones 
respiratorios( sobre todo en el dolor torácico y abdominal alto) se ha empleado también 
en el estudio fisiológico del dolor. 
 
4.- Exploraciones complementarias y diagnósticas: 
Una vez realizada la aproximación ante el paciente con un cuadro doloroso 
desde el punto de vista verbal, conductual y fisiológico, debemos recurrir a pruebas 
complementarias orientadas al diagnóstico o al tratamiento. 
4.1.- Exploración neurológica: 
Debe ser completa, exhaustiva y reglada, con el fin de diagnosticar las causas 
neurológicas responsables de una determinada patología dolorosa. Para lograr este 
objetivo, el médico deberá efectuar una detallada historia clínica y examen neurológico 
sistematizado (funciones corticales, pares craneales, movilidad, sensibilidad, cerebelo y 
marcha), así como los estudios complementarios pertinentes para llegar al diagnóstico o 
exclusión de la causa orgánica neurológica responsable del cuadro clínico del paciente. 
Las enfermedades neurológicas más comúnmente productoras de dolor son: 
- Neuropatías (diabética, nutricional). 
- Neuralgias (trigeminal, factores atípicos, postherpéticas). 
- Enfermedades del SNC (esclerosis múltiple, síndrome talámico). 
- Neoplasias. 
- Secuelas (espasticidad, paraplejías). 
4.2.- Analíticas sanguíneas: 
Se debe solicitar un hemograma y un estudio de la coagulación antes de efectuar 
procedimientos quirúrgicos o bloqueos nerviosos. 
4.3.- Radiología convencional: 
Útil en caso de diagnóstico de lesiones óseas evidentes, como en las metástasis, 
fracturas patológicas, artrosis, espondilolistesis… 
4.4: Tomografía computada (TAC): 
Valora selectivamente estructuras óseas y viscerales. 
4.5.- Resonancia magnética: 
Valora selectivamente estructuras nerviosas y musculares. 
4.6.- Mielografía:Útil en la valoración de lesiones medulares o de columna. 
 28 
4.7.- Bloqueos nerviosos diagnósticos: 
Permite establecer la diferenciación entre dolor somático y dolor visceral, definir 
la localización anatómica del dolor nervioso periférico y establecer una cierta 
aproximación terapéutica (medicación simpaticolítica, medicación neuropática...). 
4.8.- Gammagrafía ósea: 
Permite detectar las lesiones óseas en los estadios más precoces, cuando aun no 
existe evidencia radiológica de las mismas. 
Se administra por vía iv de 2 a 20 mCi del compuesto fosfórico, generalmente 
metildifosfonato, marcado con Tc-99m, sin necesidad de preparación previa del 
paciente. La exploración rutinaria del esqueleto se realiza entre las 2-4 horas, 
efectuando un rastreo de cuerpo total o exploraciones parcelares del esqueleto, mediante 
una cámara de campo grande con colimador de baja energía y alta resolución. 
Normalmente hay distribución de la actividad uniformemente simétrica en las dos 
mitades del esqueleto. Los huesos esponjosos muestran más captación que los 
compactos y que se produce un incremento de la captación donde existe una actividad 
ostoeogénica fisiológica más importante. Las zonas más cercanas al detector aparecerán 
más intensas. Es normal visualizar riñones y vejiga, lo que permite detectar patología 
renal asociada. En el niño los cartílagos de conjunción van a captar intensamente el 
material radiactivo, variando el aspecto en función de la edad, pudiendo aparecer 
diferentes núcleos de osificación. 
En caso de existir lesiones, pueden observarse zonas de hipercaptación 
(imágenes calientes) o de hipocaptación (imágenes frías). 
4.9.- Tomografía computerizada por emisión de protones aislados (SPECT): 
 Permite mejorar el diagnóstico respecto a la gammagrafía ósea y ofrece una 
representación topográfica tridimensional. 
4.10.- Radioterapia selectiva: 
Emplea radionúclidos con capacidad de concentración en las lesiones óseas. Ej. 
Stroncio-89 en el tratamiento de las metástasis óseas de los carcinomas de mama y 
próstata. 
 29 
Bibliografía recomendada: 
 
1.- Torrubia R, Baños JE. Evaluación clínica del dolor. En Aliaga L, Baños JE, 
Barutell C et al Editores. Tratamiento del dolor. Teoría y práctica (2ª ed.). 
Publicaciones Permanyer. Barcelona, 2002: 49-56 
2.- Melzack R, Katz J. Pain measurement in persons in pain. In Wall PD, Melzack R 
Eds. Textbook of pain (4th edition). Churchill Livingstone, Edinburgh 1999; 409-26 
3.- Melzack R. The McGill Pain Questionnaire: major propierties and scoring methods. 
Pain 1975; 1:277-99. 
4-. Masedo AI, Esteve R. Some empirical evidence regarding the validity of the Spanish 
version of the McGill Pain Questionnaire (MPQ-SV). Pain. 2000;85:451-6 
5.- Turner J, Romano JM. Self-report screening measures for depression in chronic 
pain patients. J Clin Psychol. 1984;40:909-13 
6.- Kerns RD, Turk DC, Rudy TE. The West Haven-Yale Multidimensional Pain 
Inventory (WHYMPI). Pain 1985; 23:345-56 
7.- Calman K.C. Definitions and dimensions of quality life. En Aaronson ND, 
Beeckman J, eds. The quality of life of cancer patients. Raven Press, New York 1987: 
1-9 
8.- Hathaway S., McKinley J. The Minnesota Multiphasic Personality Inventory. Pain 
1985; 23: 345-56 
9.- Lázaro C., Bosch F., Torrubia R. Et al. The development of a Spanish questionnaire 
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Assess 1994; 10: 145-51 
10.- Naughton M., Wiklund I. A critical review of dimension-specific measures of 
healthrelated quality of life in cross-cultural research. Quality Life Res 1993; 2: 397-
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11.- De C Williams AC. Measures of function and psychology. In Wall PD, Melzack R 
Eds. Textbook of pain (4th edition). Churchill Livingstone, Edinburgh 1999; 427-44 
 
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