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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/289497549 Semiología y valoración del dolor. Chapter · January 2006 DOI: 10.13140/RG.2.1.2512.9044 CITATIONS 0 READS 28,067 2 authors: Some of the authors of this publication are also working on these related projects: Optimización hemodinámica en la cesárea View project Fisiología general veterinaria View project José Ramón Ortiz-Gómez Complejo Hospitalario de Navarra 170 PUBLICATIONS 593 CITATIONS SEE PROFILE Juan Perez U.S. Food and Drug Administration 421 PUBLICATIONS 6,657 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by José Ramón Ortiz-Gómez on 06 January 2016. 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Ortiz Gómez. Clínica Universitaria. Departamento de Anestesiología, Reanimación, Cuidados Intensivos y Terapia del Dolor. 2 Estructura: 1.- Evaluación médica verbal del paciente con dolor 1.1.- Entrevista clínica 1.2.- Autoinformes 1.2.1. - Instrumentos unidimensionales 1.2.1.1.- Escalas verbales 1.2.1.2.- Escalas numéricas 1.2.1.3.- Escalas analógico-visuales 1.2.1.4.- Escalas gráficas 1.2.1.4.1.- Escala de grises de Luesher 1.2.1.4.2.- Escala luminosa analógica 1.2.1.4.3.- Escala de expresión facial 1.2.1.4.4.- Escala de Andersen 1.2.2. - Instrumentos multidimensionales 1.2.2.1. - Cuestionario de dolor de McGill 1.2.2.2. - Dartmouth Pain Questionnaire 1.2.2.3. - West Haven-Yale Multidimensional Pain Inventory 1.2.2.4. - Test de Lattinen. 1.2.2.5. – Otros cuestionarios 1.3.- Autorregistros 1.3.1.- Diario de dolor 1.3.1.1.- Cartilla de autodescripción diaria del dolor 1.3.1.2.- Escala de Branca-Vaona 1.3.2.- Indicador del patrón de actividad 2.- Evaluación conductual del paciente con dolor 2.1.- Test de relatividad al estrés de Gunter y Hüber 2.2.- GEMAT 3.- Evaluación fisiológica de los pacientes con dolor 3.1.- Estudio de las respuestas autonómicas 3.1.1.- Termografía 3.1.1.1.- Utilidad de la termografía 3.1.1.1.- Interpretaciones de las imágenes termográficas 3.2.- Estudios neurofisiológicos 3.2.1.- Potenciales evocados somatoestésicos 3.2.2.- Electromiografía 3.2.3.- Electroneurografía 3.3.- Estudios bioquímicos 3.4.- Valoración de reflejos o patrones respiratorios 4.- Exploraciones complementarias y diagnósticas 4.1.- Exploración neurológica 4.2.- Analíticas sanguíneas 4.3.- Radiología convencional: 4.4: Tomografía computada (TAC) 4.5.- Resonancia magnética 4.6.- Mielografía 4.7.- Bloqueos nerviosos diagnósticos 4.8.- Gammagrafía ósea 4.9.- Tomografía computerizada por emisión de protones aislados (SPECT) 4.10.- Radioterapia selectiva 3 Debido al gran número de características intrínsecas y extrínsecas que circundan el dolor, la evaluación médica de un paciente aquejado de dolor es a menudo difícil, y obliga a recurrir a diversas técnicas para su evaluación, incluyendo métodos de evaluación verbales, conductuales y fisiológicos. Solo la conjugación de todos los métodos de evaluación disponibles puede ofrecer una visión global del paciente que permita una aproximación terapéutica apropiada. 1.- Evaluación médica verbal del paciente con dolor: 1.1.- Entrevista clínica: Es la forma de evaluación más antigua disponible, pero la que a menudo ofrece más información. Debe incluir una historia clínica completa, estructurada y dirigida, y posteriormente focalizarla en el motivo de consulta, sin olvidar una detallada anamnesis del dolor. Es útil recordar la regla mnemotécnica del A.L.I.C.I.A. del dolor (Aparición, Localización, Intensidad, Características, Irradiación y Agravantes y Atenuantes). La entrevista clínica debe abarcar todas las dimensiones de la experiencia de dolor, explorando cada una de las áreas que presumiblemente pueden estar implicadas en el problema, deteniéndose principalmente en los aspectos que se consideren como más relevantes en cada caso. Es necesario registrar gráficamente donde se refiere el dolor (marcando su distribución en imágenes morfométricas metaméricas), para evaluar las metámeras afectadas y su evolución en el tiempo. Debido a las características especiales de los pacientes recibidos por las Unidades de Terapia del Dolor, es esencial lograr una empatía con el paciente para ganar su confianza y predisponer positivamente su actitud ante las terapias indicadas, y además para evitar la pérdida de información y el falseamiento de los datos. 1.2.- Autoinformes: Son unconjunto de técnicas para la evaluación de las impresiones subjetivas de los pacientes, que intentan obtener resultados cuantitativos de una forma objetiva. La información obtenida es de carácter indirecto, ya que es el paciente el que, de forma oral (entrevista) o escrita (escalas y cuestionarios), suministra los datos sobre su 4 enfermedad, ya sea en lo referente a lo que le sucede como acerca de las relaciones entre los distintos elementos. Este tipo de técnicas trata de obtener datos objetivos a partir de la experiencia subjetiva del paciente. Esto se consigue gracias a un alto nivel de estructuración, tanto en las preguntas que el sujeto responde como en las posibles respuestas. Al ofrecer una información en cierto modo cuantificada, los autoinformes son útiles para obtener una información del paciente rápida y global (idealmente en las primeras consultas) y poder orientar el tratamiento. También pueden utilizarse como medida de control y de comparación una vez que ha finalizado el tratamiento, con el objeto de comprobar si realmente ha sido eficaz o no. Los procedimientos de autoinforme más empleados son: la entrevista clínica (si se realiza de forma dirigida y estructurada, como en el caso de emplear los formatos estandarizados de entrevista como el adjunto al MPQ del Melzack o la elaborada por Turk), las estimaciones cuantitativas y los cuestionarios. Por la dificultad que entraña el seguir una entrevista clínica completamente estructurada para que se considere como un autoinforme, hay autores que la sitúan en una categoría aparte e independiente dentro de las técnicas de evaluación médica verbal del paciente con dolor. A pesar de esto, es recomendable que cada grupo de trabajo elabore su propio protocolo, ya sea de novo o readaptando alguno existente para conseguir que se ajuste del modo más preciso posible a las necesidades reales de cada ámbito clínico. Los autoinformes pueden ser instrumentos unidimensionales o multidimensionales: 1.2.1. - Instrumentos unidimensionales: También se denominan escalas de intensidad o cuantitativas. Se emplean para que el propio paciente realice una valoración global de la intensidad de su dolor. Son escalas de fácil aplicación, bastante fiables, lo cual los convierte en medidas de control muy adecuadas para establecer la efectividad del tratamiento a lo largo de su curso. En su contra tienen que son escalas incompletas, ya que consideran únicamente la intensidad del dolor y no la magnitud multidimensional de éste, y por eso deben asociarse a otros métodos de evaluación. En este grupo se incluyen las escalas verbales, las numéricas, las gráficas y las analógico-visuales. 5 A menudo se combinan diferentes tipos de escalas, sobre todo las numéricas con las verbales, para favorecer el equilibrio entre sensibilidad y facilidad de uso. 1.2.1.1.- Escalas verbales: También se denominan escalas descriptivas simples o de valoración verbal. Introducida en 1948 por Keele. Representa el más básico abordaje para medir el dolor. El sujeto selecciona el adjetivo o adverbio de entre una serie de palabras ordenadas creciente o decrecientemente aquella que más se ajusta a las características de su dolor. Ej.: - ¿Cuál es la intensidad actual de su dolor? Nada - Poco - Bastante - Mucho - ¿Cómo definiría usted la intensidad de su dolor en este momento? Ligero - Moderado - Intenso – Atroz Su desventaja radica en las diferencias de interpretación que pudieran existir entre grupos de población. Como cualquier otro tipo de escala, existe el problema de que aún la misma palabra puede tener diferente significado para distintos pacientes. Las palabras “no dolor, dolor ligero, moderado, intenso e insoportable”, son descripciones relativas y no tienen aceptación universal. Son conceptos que varían de una persona a otra, así como de tiempo en tiempo, incluso para un mismo paciente. Destacan las realizadas por Keele, Morrison y Dundee, Anderson y Melzack. Figura 1: Escalas de Keele y Melzack No dolor Suave Moderado Mucho Insoportable 0 1 2 3 4 Escala de Keele Suave Incómodo Penoso Horrible Agudísimo Escala de Melzack . 6 1.2.1.2.- Escalas numéricas: Fue introducida por Downie en 1978. En ellas, el sujeto debe cuantificar numéricamente su dolor en función de la intensidad que tenga. Suelen cuantificarse en escalas de 0 a 10 ó de 0 a 100, explicándose que 0 es no tener ningún dolor y que 10 (ó 100) es el dolor más fuerte que se pueda imaginar, como por ejemplo quemarse vivo en un incendio. Figura 2: Escala numérica de Downie. 1.2.1.3.- Escalas analógico-visuales: La escala analógica visual (EAV o VAS) fue realizada por Scott Huskinson en 1976. Está formada por una línea de 10 cm, en disposición horizontal, vertical o de forma curva, generalmente acotada en sus 2 extremos, donde el extremo inferior o izquierdo (según la escala se sitúe vertical u horizontalmente) representa la ausencia completa de dolor y la superior (o derecha) el dolor máximo imaginable posible. Figura 3: Escala analógico visual vertical. No dolor Moderado Insoportable 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 Escala de Downie 7 Figura 4: Escala analógico visual horizontal. El paciente debe marcar en la línea el lugar que se corresponde con la intensidad de su dolor. Los modelos con una línea curva se emplean menos, porque son más difíciles de comprender por los pacientes. Figura 5: Marcación en la escala analógica visual. Este test es posiblemente la escala unidimensional más eficaz y empleada ya que es práctica, fiable y de fácil ejecución. La EAV es hoy de uso universal. Refleja la opinión subjetiva del paciente sobre la intensidad de su dolor. Es un método relativamente simple, que ocupa poco tiempo, aun cuando requiere de un cierto grado de comprensión y de colaboración por parte del paciente. Tiene buena correlación con las escalas descriptivas, buena sensibilidad y confiabilidad, es decir, es fácilmente 8 reproducible. La intensidad de dolor puede cuantificarse con facilidad, superponiendo una escala milimetrada, que permite un seguimiento más estrecho, para valorar la efectividad del tratamiento, la evolución temporal del dolor o la realización de estudios estadísticos. El dolor varía de intensidad en el tiempo, de manera que habitualmente se plantea mantener al paciente durante las 24 horas en un rango bajo (ej. menos de 4 en una escala de 0 a10) preestablecido. En los estudios clínicos de dolor, como eso no es siempre posible, se realizan mediciones a horarios fijos marcando la diferencia entre el dolor inicial y el medido, para luego sumar estas diferencias y obtener un puntaje de 24 horas, que indicará más fielmente cuál fue el grado analgesia logrado en el tiempo (SPID= score pain intensity difference). 1.2.1.4.- Escalas gráficas: Estas escalas combinan las ventajas de las EAV con la mayor facilidad de uso de las escalas numéricas y verbales. Se disponen horizontalmente en forma de EAV, pero van acompañadas de marcas que facilitan al paciente la discriminación de la intensidad de su dolor, ya sean numéricas, verbales o gráficas (generalmente rostros con distintas expresiones según el grado de dolor). Ejemplos de estas escalas gráficas son la escala de grises de Luesher o la escala luminosa analógica. 1.2.1.4.1.- Escala de grises de Luesher: Tomando como base la escala visual analógica, añade una escala de color, que empieza con el color blanco, simbolizando la ausencia de dolor o el bienestary que finaliza en el color negro, representando el máximo dolor posible. Se pide igualmente al paciente que sitúe el cursor en la zona que se corresponda a sus sensación subjetiva de la intensidad de su dolor, y posteriormente con una regla milimetrada se realiza la traducción numérica. Después se le pregunta al paciente el color que más le gusta y el que más le disgusta. El blanco es indicativo de confianza, participación, fuerza y colaboración; el negro de pesimismo, pasividad, negación y no colaboración. Los grises claros, 9 representan disminución de la actividad y los oscuros indican pasividad, permitiendo recabar información del estado moral y de los trastornos de personalidad. Figura 6: Escala de grises de Luesher. 1.2.1.4.2.- Escala luminosa analógica: Fue introducida por Nayman, y es una escala en la que aparece un sistema de colores codificado – blanco, amarillo, naranja, rojo, violeta – que se disponen a lo largo de la línea. Cada uno de estos colores dispuestos en la escala es representativo de un determinado nivel de dolor que abarca desde no dolor (color blanco) hasta un dolor insoportable (color violeta). De este modo el paciente marca un determinado color que refleja la magnitud de su dolor apretando el interruptor. 10 Figura 7: Escala luminosa de Nayman. 1.2.1.4.3.- Escala de expresión facial: La escala de expresión facial fue diseñada por Wong, y resulta muy útil para emplearlo en caso de pacientes pediátricos y en personas analfabetas, dado que en ellos es difícil la evaluación del dolor por su incapacidad para describirlo o para comprender las formas de valoración. Figura 8: Escala de expresión facial. En esta escala se muestran seis dibujos de expresiones faciales, cada uno con un valor numérico, que varían desde un rasgo facial feliz, cara sonriente a triste, cara llorosa. Los resultados obtenidos con esta escala los podemos extrapolar a la VAS, multiplicando el valor elegido por dos. Figura 9: escala de expresión facial 11 1.2.1.4.4.- Escala de Andersen: En el caso que no se pueda establecer comunicación con el paciente se considera de utilidad la escala de Andersen, valorándose el dolor por un observador externo. Esta escala valora el dolor desde el punto de vista dinámico: dolor en reposo, con los movimientos ligeros o al toser. Se aplica en casos de dolor agudo, al relacionarlo con la disminución de la actividad física. Tabla 1. Escala de valoración del dolor de Andersen 0 No dolor. 1 No dolor en reposo y ligero a la movilización o tos. 2 Dolor ligero en reposo o moderado a la movilización o tos. 3 Dolor moderado en reposo o intenso a la movilización o tos. 4 Dolor intenso en reposo y extremo a la movilización o tos. 5 Dolor muy intenso en reposo. 1.2.2. - Instrumentos multidimensionales: Son pruebas estandarizadas para la evaluación del dolor. Se han realizado tomando como modelos los cuestionarios aplicados en el campo de la Psicología. La gran limitante de las escalas anteriores es la de concebir el dolor como una experiencia unidimensional, evaluando sólo la intensidad sin explorar sus otras facetas. Estas consideraciones llevaron a Melzack y Casey a sugerir que existen tres dimensiones principales del dolor: sensorial (ej. dolor penetrante, lancinante o punzante), afectiva (ej. dolor sofocante, atemorizante, agotador o cegador) y cognitiva (intensidad del dolor). Los cuestionarios escritos aplicados en la evaluación del dolor crónico se han enfocado en la valoración del dolor (intensidad, frecuencia, duración, localización y caracterización del dolor), en la evaluación de de variables psicológicas implicadas en el dolor y por último en la realización de inventarios de personalidad. 12 Hay varios modelos, aunque los más conocidos y empleados son el McGill Pain Questionnarie o MPQ y el West Haven-Yale Multidimensional Pain Inventory, especialmente el primero. 1.2.2.1. - Cuestionario de dolor de McGill (McGill Pain Questionnaire): El MPQ fue elaborado por Melzack y Casey en 1975 en la Universidad de McGill, para medir las distintas dimensiones del dolor (sensorial, afectiva y cognitiva). Está compuesto por dos partes fundamentales. En la primera, se recoge información de carácter cualitativo y no cuantificada, de igual modo que en una historia clínica habitual: datos personales, antecedentes personales, diagnóstico, tratamientos, características actuales del dolor, etc... En la segunda parte se registra la intensidad del dolor en una escala numérica del 1 al 5, su localización en base a una figura humana y su caracterización. Este último punto, la caracterización del dolor se realiza mediante 78 palabras descriptivas del dolor, agrupadas en 20 apartados, y trata de efectuar una medida diferencial de las tres dimensiones de la experiencia de dolor: la dimensión sensorial (recogida por los 10 primeros apartados), la dimensión afectiva (los 5 siguientes apartados), la cognitivo- evaluativa (1 apartado) y los 4 restantes, en una miscelánea con palabras diversas sobre el dolor. (Figura 10). El paciente marca los términos que mejor describen su dolor, recibiendo una puntuación por cada uno de ellos, los que se suman para obtener una puntuación total. En la versión española (MPQ-VS o McGill Pain Questionnaire- Spanish Version) el test consta de 66 descriptores agrupados en 19 subclases, 15 de las cuales incluyen aspectos sensoriales, 3 emocionales y 1 valorativos. El MPQ-VS obtiene un índice para cada uno de los aspectos valorados, una puntuación total (sumatorio de todas las puntuaciones recogidas), un índice que es la suma del número de descriptores elegidos y otro que es una medida de intensidad del dolor. (Figura 11). Desde su introducción en 1975, el MPQ ha sido usado en numerosos estudios clínicos mostrando gran reproductibilidad, convertiéndose en el método más confiable para la evaluación del dolor crónico. Permite por ejemplo distinguir cuáles aspectos del dolor son modificados por una droga (ej. sensación de quemadura) y cuáles no (ej. sensación de descarga eléctrica). 13 Figura 10. Cuestionario original de McGill. Los términos de descripción del dolor se dividen en cuatro grupos: sensoriales (S. 1-10), afectos (A, 11-15), evaluativos (E,16) y misceláneos (M, 17-20). 14 Figura 11: versión española (MPQ-VS o McGill Pain Questionnaire- Spanish Version) El MPQ es una ayuda en el diagnóstico diferencial de síndromes dolorosos, especialmente entre patología funcional y orgánica, pero tiene limitaciones, como la dificultad del uso del lenguaje (por los problemas semánticos que presenta respecto a su traducción del inglés) y el excesivo tiempo que demanda su evaluación. Por este motivo existen versiones abreviadas del Cuestionario de Dolor de McGill (CDM), que disminuye los grupos de palabras utilizadas, con información comparable a la del original, así como cuestionarios adaptados a distintos idiomas. 1.2.2.2. - Dartmouth Pain Questionnaire: Se trata de una modificación del cuestionario de McGill con dos variables adicionales, como son el “índice de autoestimación de la percepción dolorosa “y el “funcionalismo o actividades que desarrolla el paciente a pesar del dolor”. 1.2.2.3. - West Haven-Yale Multidimensional Pain Inventory: 15 Es otra escala de evaluación (Kerns y col, 1985) que consta de 52 ítems divididos en 3 secciones. La primera sección evalúa la intensidad del dolor, la interferencia que ejerce en su vida cotidiana, su grado de insatisfacción con la situación actual, la dependencia ajena, la percepción de estados de humor negativos y la sensación de control del paciente. La segunda sección evalúa las percepciones de los pacientes acerca de las respuestas de las personas significativas en sus vidas, y la tercera sección mide la frecuenciacon la cual los pacientes se implican con alguna de las 30 actividades diarias recogidas. 1.2.2.4. - Test de Lattinen. Muy usado en nuestro país, debido a su simple lenguaje y fácil comprensión para el paciente. Las valoraciones se obtiene por la suma de la puntuación asignada a cada uno de los 5 grupos de 4 preguntas, pudiendo alcanzar un máximo de 20 puntos, que nos informan sobre aspectos como intensidad subjetiva del dolor, frecuencia de la presentación del dolor, consumo de analgésicos, discapacidad causada por el dolor e influencia del dolor sobre el reposo nocturno (Tabla 2). Tabla 2: test de Lattinen. 1.2.2.5. – Otros cuestionarios: 16 Hay numerosos cuestionarios que tratan de evaluar clínicamente el dolor. Algunos se orientan específicamente a enfocar algún punto en concreto. Así por ejemplo se han descrito: - el Cuestionario de Evaluación Psicológica del Dolor (CEPD) de M.A. Vallejo (1983) - el Cuestionario de Dolor Lumbar de Levitt y Garron (1980); - el Cuestionario de Dolor de Darmouth (Corson y Schneider, 1984); - el Perfil de Dolor de Duncan y cols. (1978); etc. Algunos cuestionarios se han focalizado en la determinación de las variables psicológicas del dolor, sobre todo los aspectos afectivos y emocionales, en la detección fundamental de la ansiedad y la depresión. Destacan entre ellos los siguientes: - el inventario Psicosocial del Dolor (PSPI) de Heaton y cols. (1982) - el Cuestionario sobre Ansiedad Estado-Rasgo (STAI) de Spilberger (1970) - la Escala de Ansiedad de Hamilton (1959). - la escala de Depresión de Beck (BDI) - la Escala de Depresión de Zung (1965). Otros cuestionarios se han dirigido a evaluar los aspectos cognitivos implicados en el dolor crónico. Entre los más destacados están: - el COPE sobre modos de afrontamiento (Carver, Scheier y Weintraub, 1989), - el Inventario sobre el Manejo del Dolor de Vanderbilt - la Escala de Evaluación Cognitiva de Bakal (1982 ). Hay cuestionarios más orientados a valorar la personalidad del paciente con dolor, especialmente el MMPI, cuyo verdadero valor reside en el establecimiento de perfiles de personalidad útiles para descartar o no la presencia de psicopatología en el paciente y además, tener una idea global de la personalidad del mismo. No es válido por tanto en la determinación de la organicidad o psicogeneidad en la etiología del dolor, como a menudo se cree. Es necesario por tanto, recordar que la presencia de rasgos psicopatológicos no implica necesariamente el origen psicogénico del dolor crónico. Entre estos cuestionarios destacan: - el Cuestionario de Personalidad de Eysenck ( EPI) - el MMPI (Minessota Multiphasic Personality Inventory ) de Hathaway y McKinley (1943) - el 16 - PF (16 Personalyty Factors) de Cattell (1950). 17 Por último, el Illness Behaviour Questionnaire evalúa las actitudes y creencias sobre el dolor. 1.3.- Autorregistros: Son métodos que incluyen procedimientos donde se pide al paciente que él mismo registre la aparición de ciertas conductas definidas previamente por el terapeuta inmediatamente o poco después de que este haya ocurrido. Se consigue gracias a la autoobservación y al registro en un cuestionario prediseñado durante varios días. Se anotan la intensidad y frecuencia de los episodios de dolor. A menudo se anotan también las circunstancias que acompañan a la conducta registrada. Los autorregistros sirven para valorar 3 objetivos: - al recoger los hechos tal como suceden permiten la determinación del patrón temporal habitual y con ello del establecimiento de la línea base de la conducta - asimismo, permiten comprobar la eficacia de los tratamientos pautados, medida de control de fácil aplicación, muy sensible a la variación del patrón de la conducta observada. - por último, el paciente al realizar una labor de autoobservación que habitualmente no hace, para poder completar el autorregistro, está realizando cambios conductuales sobre la vivencia del dolor. Los autorregistros comparten con los autoinformes la objetividad de la cuantificación junto al registro de la impresión subjetiva del paciente. Su fiabilidad puede afectarse por factores como la no comprensión de la tarea encomendada, por la baja motivación del paciente o incluso por su falseamiento consciente. Como ejemplo de autorregistros de dolor crónico están el diario de dolor y el patrón de actividad funcional. 1.3.1.- Diario de dolor: Consiste en la recogida de información por parte del propio paciente sobre la intensidad del dolor a lo largo del día, con alguna escala unidimensional de las citadas anteriormente. El sujeto debe recoger la intensidad de dolor experimentada a intervalos predefinido (ej. Al levantarse, a media mañana, a mediodía, a media tarde y al acostarse) y en caso de eventos especiales que supongan un cambio llamativo de la 18 intensidad dolorosa, ya fuera como agravante o como atenuante. Este registro debe ser más exhaustivo en las 2-3 primeras semanas para permitir establecer una línea conductual básica. Hay varios modelos de diarios de dolor, entre los que destacan: 1.3.1.1.- La cartilla de autodescripción diaria del dolor: Detallada por Pozzi et al. en 1979, pretende valorar diariamente, rellenando la cartilla por la noche, al costarse, la intensidad, duración del dolor, consumo de analgésicos (analgésicos no prescritos, automedicados) y horas de sueño, por el propio paciente. Tiene como ventajas que valora rápidamente y a diario la sintomatología del paciente, permite recopilar datos aplicables en la investigación clínica. Además al participar más activamente en su enfermedad el sujeto modifica su conducta frente al dolor, aspecto que se torna muy positivo en caso de existir mejoría clínica. Como desventajas más evidentes, destacar que en ocasiones el paciente puede tener dificultad para rellenar la cartilla (bajo nivel cultural, impedimentos físicos…) y que en caso de empeoramiento existe un refuerzo conductual negativo que hace que la conducta del paciente gire en torno al dolor casi en exclusividad. 1.3.1.2.- La escala de Branca-Vaona: Es un método de medida, basado en la terapia antiálgica. Para ello es necesario rellenar un diagrama compuesto por cuatro segmentos paralelos con una longitud de 10 cm cada uno. Los dos primeros representan la escala de Scott-Huskinson y están separados por un centímetro. Los dos últimos segmentos representan una forma simplificada de la escala de Karnosfky (Performance Status de Karnofsky). (Tabla 3). Sobre los segmentos de la izquierda (escala numérica de 0 a 100 mm) se trasladan los valores relativos al VAS, el VAS inicial (Vi) en el segmento situado más hacia la izquierda y el VAS realizado después del tratamiento antiálgico (Vf) en el segmento situado a la derecha del anterior. En los segmentos de la derecha, se traslada la puntuación de autotomía inicial y la final. Sobre los dos segmentos de la izquierda, con escala numérica de 100 a 0, dividida a intervalos de 10 mm, se traslada la puntuación de autonomía inicial (Ki) y la final (Kf). Uniendo los valores iniciales y finales se obtienen dos líneas transversales, que dan una idea del perfil del caso clínico y 19 de la respuesta terapéutica obtenida. En particular, las dos líneas resultantes dividen el área cuadrangular central (At o área total) en tres sectores: - Área intermedia (área de eficacia analgésica, Ae): representación gráfica de la mejoría efectiva obtenida por el tratamiento, puesto que se halla entre la línea que une los valores iniciales y la que une los valores finales tras el tratamiento. - Área superior: es el área de bienestar físico (Ab) - Área inferior: es el área de sufrimiento residual (Ar). Se puede apreciar que el área de eficacia antiálgica (Ae) en diferentes casos clínicos es parecida a pesar de la diversagravedad del dolor o de las limitaciones funcionales. El método inicialmente propuesto por los autores se corrige mediante una fórmula matemática que permite valorar el índice de eficacia antiálgica I, un valor menos ambiguo. Puesto que; el área de eficacia antiálgica (Ae), siempre se refiere al nivel de gravedad inicial de la sintomatología, dependiente del área de bienestar inicial (Ab), y dado que la suma de Ab, Ae, Ar, corresponde siempre al área total, es necesario un factor de corrección C: C = Ab/Ar x e [ki - (100+Vi)] L donde L=100 mm (longitud de los segmentos en milímetros). Este factor de conversión, calcula la incidencia de bienestar inicial respecto a las otras dos áreas de interés médico, y abstrae los valores Vf y Kf, pudiendo ser calculado en seguida prescindiendo de la terapia. Así corregidos los tres valores de la áreas de Branca - Vaona : A´e = Ae - (Ae x C) A´r = Ar - (Ar x C) A´b = At - (A´e+ A´r) Se pueden calcular el índice absoluto de eficacia antiálgica I, para un deteminado paciente sometido a una particular terapia E = 1+e (-A´b/At); D = L[(Vf+Kf)-(Vi+Ki)] x 1/10 0 El valor I aproximado es un número de signo positivo o negativo. Será negativo si Vi o Kf son menores que Ki, es decir cuando exista un fallo terapéutico, o por el contrario, positivo cuando el Vf es mejor que el Vi, como sucede en tratamientos antiálgicos invasivos. Estos cálculos puede ser obtenidos de manera automatizada, siendo necesario calcular por el médico únicamente los valores de VAS y de Karnofsky, antes y después 20 del tratamiento, y obteniendo el índice I relativo, valorar la eficacia de los resultados y de la metódica en base a este valor numérico. Tabla 3: test de Karnofsky. Figura 12: escala de Branca-Vaona. 21 1.3.2.- Indicador del patrón de actividad: Se utiliza para recoger información sobre las actividades habituales del sujeto que realiza en un periodo determinado. Es un tipo de autorregistro que fue introducido en el estudio del dolor crónico por Fordyce, quien propone un autorregistro de 64 ítems, que deben ser observados y cuantificados, agrupados en torno a 16 categorías de actividades, que van desde el cuidado personal o el cuidado de la casa hasta las actividades sociales y de ocio, pasando por el ejercicio físico, las interacciones o los desplazamientos, es decir, actividades cotidianas que en numerosas ocasiones se ven seriamente afectadas por la presencia de la enfermedad dolorosa. El valor terapéutico del indicador del patrón de actividad es bastante elevado. 2.- Evaluación conductual del paciente con dolor: La conducta y reactividad ante el dolor, así como la intensidad de su percepción, se encuentra modulada en cada sujeto por su medio sociocultural. A su vez, están determinadas por la dimensión psicológico-interpretativa, condicionada por la historia individual de cada persona en su propio contexto. Existe una clara asociación entre problemas de dolor crónico y estados afectivo- emocionales. Todo ello apunta hacia la capacidad real de las variables cognitivas del individuo para inducir la acción de los opioides endógenos. Por este motivo, el dolor debe tratarse no solo interrumpiendo la llegada de mensajes nociceptivos mediante cirugía, fármacos, u otros tratamientos médicos, sino también actuando sobre los factores afectivos, cognitivos, motivacionales y conductuales. La evaluación conductual consta de mediciones y observaciones de conducta dolorosa especialmente útiles para evaluar el dolor crónico y en particular la respuesta al tratamiento empleado. Los índices más utilizados para la evaluación tienen relación con la actividad diaria del paciente, como por ejemplo actividad laboral, patrón de sueño, actividad sexual y alimentación. Entre las observaciones de conducta dolorosa destacan los signos de dolor (gemidos, facies), la limitación funcional y las alteraciones en el ánimo y las relaciones personales. Si bien estas medidas no cuantifican directamente el dolor, proporcionan datos objetivos que son extremadamente útiles para evaluar la respuesta al tratamiento analgésico o la necesidad de drogas coadyuvantes (sedantes o antidepresivos). Así pues, es esencial explorar las posibilidades de la 22 conducta aprendida de dolor, la indefensión generalizada o depresión y la ansiedad condicionada por acontecimientos o por falta de habilidades para enfrentarlos, es decir, asegurarnos que el paciente quiere, puede y sabe colaborar en su curación. En la población infantil los métodos utilizados para la valoración del dolor en los adultos resultan difíciles de aplicar. En la fase preverbal los métodos conductuales son los más apropiados. A partir de los 3 – 7 años pueden utilizarse ciertas escalas coloreadas. Destaca la escala de dolor del Hospital infantil de Notario (CHEPOS) que valora el dolor postoperatorio mediante el registro de parámetros como gritos, expresión facial, expresión verbal, posición de las piernas, posición de las piernas y de la posición de la zona intervenida. La observación conductual, tanto en niños como en adultos, puede realizarse por personas cercanas al paciente, que deben recoger datos sobre la intensidad, duración, frecuencia e incluso la propia conducta del observador después de haberse producido la conducta del paciente. En caso de observar desvíos conductuales, puede ahondarse en el estudio mediante la aplicación de tests psicológicos, entre los que destacan: 2.1.- Test de relatividad al estrés de Gunter y Hüber: Se compone de 54 ítems o preguntas, lo que facilita mucho su comprensión y rápida aplicación. Orienta no solo en que sistema se encuentra más afectado sino también en que sistema se debe usar más generosamente la medicación u otros tratamientos. 2.2.- GEMAT: Representa un instrumento para la identificación de los pacientes que necesitan atención psicológica especializada (Tabla 4). Persigue dos objetivos fundamentales: - Identificar los factores psicológicos que intervienen de forma negativa en el dolor crónico de un paciente en un momento determinado, así como sus áreas conservadas y potencialidades de afrontamiento. - Ofrecer criterios de decisión sobre cuales de los pacientes, están necesitados de atención psicológica especializada. Los contenidos y criterios se expresan en la tabla adjunta. Se considera que necesitan atención psicológica especializada aquellos sujetos en cuyo perfil las 23 puntuaciones de la mayoría de los criterios sobrepasan la mediana. Cuanto más desvíe el perfil respecto de la mediana, mayor es la urgencia con que deberá ser estudiado. Tabla 4: GEMAT. 3.- Evaluación fisiológica de los pacientes con dolor: La medición de un proceso fisiológico que participara en el dolor podría dar evidencias objetivas que permitirían grandes avances en el estudio de este campo. Sin embargo, los resultados no han sido satisfactorios y su uso está restringido a investigación o a pacientes con incapacidad de expresarse (niños). La repuesta fisiológica al dolor se ha intentado medir mediante el estudio de numerosas pruebas diagnósticas entre las que se incluyen el estudio de las manifestaciones somáticas de la activación de sistema nervioso autónomo por el dolor, estudios neurofisiológicos, determinaciones analíticas hormonales o de neuropéptidos. 3.1.- Estudio de las respuestas autonómicas: 24 Las respuestas psicofisiológicas del sistema nervioso autónomo o de la actividad emocional ante el dolor (frecuencia cardiaca, presión arterial, temperatura corporal y conductancia de la piel). Algunas de estas respuestas como la frecuencia cardiaca o la presión arterial son fáciles de registrar. Otras en cambio, como la conductancia o la temperatura cutáneas requieren de aparatos específicos para su medición. 3.1.1.- Termografía: Detecta y midelas variaciones en la emisión de calor desde la superficie corporal. En términos sencillos, si la emisión de calor radiante del cuerpo varía de la simetría normal, es que algo anda mal, y por lo tanto precisa de una interpretación médica. Básicamente hay dos tipos de equipos de termografía, como son la teletermografía y la termografía de contacto. El patrón térmico es específico en alteraciones neurovasculares, circulatorias, del sistema musculoesquelético y de los tejidos blandos. Es una técnica no invasiva y sin riesgo. Puede repetirse tantas veces como sea necesario sin riesgo para el paciente. No desplaza a otros test diagnósticos, sino que ofrece una información diferente, que proporciona al médico una valiosa ayuda en el diagnóstico y control del paciente con dolor crónico. 3.1.1.1.- La termografía ha demostrado su utilidad en: - el diagnóstico diferencial del dolor psicógeno (hasta un 19% de estos pacientes catalogados con diagnóstico de dolor psicógeno presentaban anomalías termográficas consistentes en cuadro de distrofia simpática refleja). - el diagnóstico precoz de la distrofia simpática refleja, ya que los cambios térmicos indicadores de irritabilidad vasomotora pueden verse antes de que las alteraciones tróficas sean manifiestas en los tejidos. - la evaluación pre y postoperatoria de pacientes con síndrome discal cervical o lumbar, así como aquellos que han sido sometidos a simpatectomías. - síndromes dolorosos crónicos que presentan lesiones por desaferenciación debida a trauma o a infección, facilitando el seguimiento y curso de la enfermedad, y la monitorización de la eficacia del tratamiento. - La monitorización periódica para control de la enfermedad parece ser la más eficaz de todas las investigaciones termográficas, ya que el patrón térmico inicial puede 25 ser utilizado como línea de base o partida. Su simplicidad hace que pueda ser usado a intervalos regulares. 3.1.1.1.- Interpretaciones de las imágenes termográficas: - Los desordenes neuropáticos se ven como zonas de hipertermia, sobre todo en la fase aguda, y dan un patrón hipotérmico en la fase crónica. - Los síndromes miofasciales generalmente se caracterizan por zonas de hipertermia de 1–2ºC al contrario que ocurre con los desordenes neuropáticos que generalmente son hipotérmicos en su fase crónica. - Las anomalías articulares y periarticulares se caracterizan durante la fase aguda por un patrón termográfico de hiperemisión. En la fase crónica el patrón articular y periarticular es generalmente de hipoemisión, y puede ser consistente con una distrofia simpática. - El patrón circulatorio se demuestra por hiperemisión sobre la localización de grandes vasos. Una trombosis venosa profunda en su fase aguda se suele ver termográficamente con un aumento difuso y uniforme en la temperatura de la pantorrilla. En la insuficiencia venosa, se ven áreas hipertérmicas parcheadas, a diferencia de la elevación difusa y uniforme de la temperatura que se ve en las trombosis aguda profunda. La termografía no muestra el dolor, pero si correlaciona cambios fisiopatológicos que pueden estar asociados con síndromes dolorosos clínicos. Con una cuidadosa correlación clínica, la termografía en colaboración con otros test objetivos, mejora la capacidad diagnostica del medico y le proporciona un mejor medio de monitorización de la eficacia del tratamiento en paciente con síndromes dolorosos crónicos neuropáticos , circulatorios, musculoesqueléticos y psicógenos. 3.2.- Estudios neurofisiológicos: Los estudios neurofisiológicos aplicados al estudio del dolor son un conjunto de técnicas que tratan de estudiar aspectos del daño de la vía somatoestésica (localización, intensidad…), ya sea como afectación única en la vía sensorial o asociado a un daño de la vía motora, especialmente cuando el daño tisular está en el sistema nervioso periférico. Lógicamente, el abordaje diagnóstico de lesiones nerviosas es más fácil de realizar en caso de lesiones en el sistema nervioso periférico respecto a las lesiones del sistema nervioso central. 26 Es importante destacar que no existe una relación directa entre las lesiones objetivas y la sintomatología subjetiva dolorosa. Estas pruebas se realizan con frecuencia de forma conjunta para ofrecer información más detallada sobre el grado y el nivel de la lesión, como en el caso de lesiones traumáticas de nervios periféricos por ejemplo, aunque también son válidas en el diagnóstico de los procesos múltiples o difusos del sistema nervioso periférico, como en el caso de las polineuropatías. Los más empleados son los estudios de potenciales evocados, la electromiografía y los estudios de velocidad de conducción nerviosa. 3.2.1.- Potenciales evocados somatoestésicos: Explora las vías somatosensoriales de localización central 3.2.2.- Electromiografía: Estudia las modificaciones que se observan en el campo eléctrico del músculo en diversas situaciones fisiológicas (reposo, contracción voluntaria, relajación...) y los patrones anómalos que se obtiene en diversas situaciones patológicas. Son técnicas fisiológicas puramente musculares, y por ello, motoras, pero constituyen el núcleo fundamental de la mayor parte de los estudios neurofisiológicos del SNP. El EMG aun siendo motor y no sensorial, permiten una aplicación practica al diagnóstico y localización de un dolor neurogénico por lesión en el SNP. 3.2.3.- Electroneurografía: También denominada neurografía percutánea o estudio de velocidades de conducción de nervios periféricos. Analiza la transmisión del impulso nervioso producido tras la estimulación supramáxima del nervio periférico. 3.3.- Estudios bioquímicos: Básicamente consisten en la determinación plasmática de catecolaminas, cortisol y hormona antidiurética o de péptidos opioides endógenos en el LCR, que parece ser que disminuyen durante el dolor. 3.4.- Valoración de reflejos o patrones respiratorios: 27 La valoración de los reflejos de flexión o la determinación de patrones respiratorios( sobre todo en el dolor torácico y abdominal alto) se ha empleado también en el estudio fisiológico del dolor. 4.- Exploraciones complementarias y diagnósticas: Una vez realizada la aproximación ante el paciente con un cuadro doloroso desde el punto de vista verbal, conductual y fisiológico, debemos recurrir a pruebas complementarias orientadas al diagnóstico o al tratamiento. 4.1.- Exploración neurológica: Debe ser completa, exhaustiva y reglada, con el fin de diagnosticar las causas neurológicas responsables de una determinada patología dolorosa. Para lograr este objetivo, el médico deberá efectuar una detallada historia clínica y examen neurológico sistematizado (funciones corticales, pares craneales, movilidad, sensibilidad, cerebelo y marcha), así como los estudios complementarios pertinentes para llegar al diagnóstico o exclusión de la causa orgánica neurológica responsable del cuadro clínico del paciente. Las enfermedades neurológicas más comúnmente productoras de dolor son: - Neuropatías (diabética, nutricional). - Neuralgias (trigeminal, factores atípicos, postherpéticas). - Enfermedades del SNC (esclerosis múltiple, síndrome talámico). - Neoplasias. - Secuelas (espasticidad, paraplejías). 4.2.- Analíticas sanguíneas: Se debe solicitar un hemograma y un estudio de la coagulación antes de efectuar procedimientos quirúrgicos o bloqueos nerviosos. 4.3.- Radiología convencional: Útil en caso de diagnóstico de lesiones óseas evidentes, como en las metástasis, fracturas patológicas, artrosis, espondilolistesis… 4.4: Tomografía computada (TAC): Valora selectivamente estructuras óseas y viscerales. 4.5.- Resonancia magnética: Valora selectivamente estructuras nerviosas y musculares. 4.6.- Mielografía:Útil en la valoración de lesiones medulares o de columna. 28 4.7.- Bloqueos nerviosos diagnósticos: Permite establecer la diferenciación entre dolor somático y dolor visceral, definir la localización anatómica del dolor nervioso periférico y establecer una cierta aproximación terapéutica (medicación simpaticolítica, medicación neuropática...). 4.8.- Gammagrafía ósea: Permite detectar las lesiones óseas en los estadios más precoces, cuando aun no existe evidencia radiológica de las mismas. Se administra por vía iv de 2 a 20 mCi del compuesto fosfórico, generalmente metildifosfonato, marcado con Tc-99m, sin necesidad de preparación previa del paciente. La exploración rutinaria del esqueleto se realiza entre las 2-4 horas, efectuando un rastreo de cuerpo total o exploraciones parcelares del esqueleto, mediante una cámara de campo grande con colimador de baja energía y alta resolución. Normalmente hay distribución de la actividad uniformemente simétrica en las dos mitades del esqueleto. Los huesos esponjosos muestran más captación que los compactos y que se produce un incremento de la captación donde existe una actividad ostoeogénica fisiológica más importante. Las zonas más cercanas al detector aparecerán más intensas. Es normal visualizar riñones y vejiga, lo que permite detectar patología renal asociada. En el niño los cartílagos de conjunción van a captar intensamente el material radiactivo, variando el aspecto en función de la edad, pudiendo aparecer diferentes núcleos de osificación. En caso de existir lesiones, pueden observarse zonas de hipercaptación (imágenes calientes) o de hipocaptación (imágenes frías). 4.9.- Tomografía computerizada por emisión de protones aislados (SPECT): Permite mejorar el diagnóstico respecto a la gammagrafía ósea y ofrece una representación topográfica tridimensional. 4.10.- Radioterapia selectiva: Emplea radionúclidos con capacidad de concentración en las lesiones óseas. Ej. Stroncio-89 en el tratamiento de las metástasis óseas de los carcinomas de mama y próstata. 29 Bibliografía recomendada: 1.- Torrubia R, Baños JE. Evaluación clínica del dolor. En Aliaga L, Baños JE, Barutell C et al Editores. Tratamiento del dolor. Teoría y práctica (2ª ed.). Publicaciones Permanyer. Barcelona, 2002: 49-56 2.- Melzack R, Katz J. Pain measurement in persons in pain. In Wall PD, Melzack R Eds. Textbook of pain (4th edition). Churchill Livingstone, Edinburgh 1999; 409-26 3.- Melzack R. The McGill Pain Questionnaire: major propierties and scoring methods. Pain 1975; 1:277-99. 4-. Masedo AI, Esteve R. Some empirical evidence regarding the validity of the Spanish version of the McGill Pain Questionnaire (MPQ-SV). Pain. 2000;85:451-6 5.- Turner J, Romano JM. Self-report screening measures for depression in chronic pain patients. J Clin Psychol. 1984;40:909-13 6.- Kerns RD, Turk DC, Rudy TE. The West Haven-Yale Multidimensional Pain Inventory (WHYMPI). Pain 1985; 23:345-56 7.- Calman K.C. Definitions and dimensions of quality life. En Aaronson ND, Beeckman J, eds. The quality of life of cancer patients. Raven Press, New York 1987: 1-9 8.- Hathaway S., McKinley J. The Minnesota Multiphasic Personality Inventory. Pain 1985; 23: 345-56 9.- Lázaro C., Bosch F., Torrubia R. Et al. The development of a Spanish questionnaire for assessing pain: Preliminary data concerning reliability and validity. Eur J Psychol Assess 1994; 10: 145-51 10.- Naughton M., Wiklund I. A critical review of dimension-specific measures of healthrelated quality of life in cross-cultural research. Quality Life Res 1993; 2: 397- 432. 11.- De C Williams AC. Measures of function and psychology. In Wall PD, Melzack R Eds. Textbook of pain (4th edition). Churchill Livingstone, Edinburgh 1999; 427-44 View publication stats /entrez/query.fcgi?cmd=Retrieve&db=pubmed&dopt=Abstract&list_uids=10781918 https://www.researchgate.net/publication/289497549
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