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Anitra Lynn McLeod - Propiedad 01 - Atado por Placer

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Sólo el placer podía acabar con su dolor... 
Cuando una raza alienígena salva a la humanidad a cambio de unos 
cuantos humanos masculinos sanos, Hunter Wilkes está aterrorizado 
de ser seleccionado. Aquellos que son escogidos no vuelven a ser 
vistos. Peor aún, nadie sabe qué les pasó. Aun así, Hunter se 
compromete a enfrentar su destino como un hombre, pero se 
sorprende cuando se encuentra siendo la propiedad de un aterrador 
alienígena. 
Kian Lachlan podía tener una enfermedad terminal, que lo 
mantenía en constante dolor, pero eso no significaba que creyera los 
rumores que decían que los terrícolas tenían poderes curativos. 
Cuando su padre de todos modos le compra uno, Kian se enfurece y 
se propone demostrar que Hunter es un fraude así como todas las 
otras curas a las que ha estado sometido. 
Lo que ninguno de los dos esperaba, era descubrir una impactante 
afinidad sexual. Los verdaderos roles de maestro y esclavo se 
trasladan perfectamente al dormitorio, pero el padre de Kian no 
compró a Hunter para darle placer a su hijo. Él quiere una cura y no se 
conformara con menos. Si Hunter falla, será vendido. 
 
 
 
 
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Atado por Placer 
 
 
 
Propiedad 1 
 
 
Anitra Lynn Mcleod 
 
 
 
 
 
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Capítulo 1 
 
Hunter Wilkes esperaba que una citación oficial fuera algo 
espectacular. No como una banda marchando ni un espectacular 
desfile, pero algo más grande que esa discreta forma cuando su vida 
terminaba, y él sabía que había terminado. En lugar de fanfarria y 
trompetas, la orden vino en un escueto sobre blanco. Ni siquiera 
estaba adornado con una escritura de lujo. Era sólo un número diez 
absolutamente aburrido envuelto con su nombre, dirección, y 
número de seguro social en el tipo de letra más común del universo. 
Por alguna razón, Hunter hallaba extraño que los Eoeans usaran algo 
tan mundano para su repulsiva lotería. 
No había estampillas en él ya que no utilizaban el servicio postal. 
Hunter creía que no confiaban en que las órdenes serían entregadas. 
O si fueran recibidas a tiempo por el hombre adecuado, que podría 
afirmar que nunca la recibió. Así que enviaban a un funcionario. 
Hunter había visto la furgoneta azul pálida en su barrio antes. Cada 
vez que alguien veía una, todos se detenían, miraban al rededor y 
oraban a cualquier dios en el que creían, para que la furgoneta no 
estuviera yendo a sus casas. 
Hunter esperaba que su madre no hubiera estado en la ventana 
cuando la camioneta había llegado. De lo contrario en cuanto abriera 
la puerta y viera al hombre en el pórtico, de uniforme blanco ajustado 
 
 
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a su color azul claro, ella lo sabría. Todos lo sabrían. Ella confirmaría 
que Hunter Wilkes era su hijo, que vivía en la casa, y que él se 
presentaría de acuerdo a las instrucciones en el sobre que le habían 
entregado. Hunter no tenía que verla realizar esas acciones para 
saber que era exactamente lo que habría hecho. Porque si Hunter 
sabía algo acerca de su madre, era que sabía que ella era una 
ciudadana respetuosa de la ley. 
―Llegó hoy.― Su madre se agarró las manos y las sostuvo contra 
su pecho. Estaba luchando por no llorar. Peor aún, a pesar del hecho 
de que estaba aterrorizada, se obligaba a sonreír. En su 
determinación por parecer positiva, lucía maníaca. Si no la conociera, 
Hunter hubiera pensado que estaba loca. Pero él sí la conocía, y la 
amaba. Se dio cuenta de que estaba desesperada por no verse 
afectada a pesar de que estaba perdiendo a su único hijo. 
―No lo toqué. Quiero decir, lo hice para ponerlo sobre la mesa, 
pero yo no... sólo tú puedes abrirlo. 
En realidad, cualquiera podía abrirlo. De lo que había oído de otros 
chicos, los sobres no eran trampas explosivas ni nada así. Pero nadie 
quería abrirlos. Ni siquiera el hombre a quien la citación realmente 
iba dirigida quería abrir el sobre y leer lo que contenía. Pero el tipo 
siempre lo hacía. Porque ese era el trato. Los Eoeans salvaron la 
Tierra de un virus mortal, y todo lo que pidieron a cambio fueron 
algunos hombres jóvenes. Desesperados, los poderes decidieron que 
era un trato justo. Sin la ayuda de los Eoeans, todo el mundo hubiera 
muerto, por lo que entregarles unos cuantos cientos de hombres 
cada año parecía una ganga. 
Parecía. 
Hunter se preguntó si alguna de esas poderosas personas preguntó 
lo que le sucedía a los jóvenes que fueron sacrificados. Alguien 
 
 
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probablemente lo hizo. Pero los Eoeans no respondieron. Aún ahora, 
después de todos los hombres que habían tomado, nadie sabía lo que 
les ocurría. La única cosa que todos sabían era que una vez que un 
hombre se iba nunca regresaba. No hubo llamadas, e-mails, nada. Era 
casi como si el joven nunca hubiera existido. A excepción de las 
familias destrozadas dejadas atrás. Lástima que no tenían ningún tipo 
de cura para eso. 
Hunter y su madre estaban en la sorprendentemente brillante y 
alegre cocina mirando el sobre. La mesa en la que se sentó era de 
pino viejo, su padre la había teñido marrón oscuro. Tantos 
cumpleaños, fiestas y comidas diarias que hicieron en esa superficie. 
Era como si todas esas veces anteriores le dieran algún tipo de 
fortaleza para lo que estaba en la mesa ahora. 
―Papá ya llegó a casa?― Hunter no sabía por qué preguntó. Ya sea 
que su padre estuviera o no en casa, no tendría nada que ver con lo 
que estaba por ocurrir. Justo la noche pasada Hunter y sus amigos 
estaban hablando de las probabilidades de que uno de ellos obtuviera 
la citación. Hunter pensó que sus posibilidades eran menores que las 
de los otros chicos. Había tenido una fiebre terrible cuando era niño. 
Los médicos pensaron que de seguro era una variante del virus, pero 
estaban equivocados. Erróneamente, Hunter asumió que los Eoeans 
solo querrían a los hombres adultos sanos. Estaba equivocado. 
―Tu padre llegará a casa en una hora.― Su madre se volvió y fingió 
lavar los platos. Él sabía que ella estaba desesperada por tener algo 
que hacer cuando la vio lavar el mismo recipiente varias veces. ―Hay 
sobras en la nevera si tienes hambre. 
―Estoy bien. Gracias.― Normalmente, cuando Hunter llegaba a 
casa de clases estaba totalmente famélico. Averiguar que iba a morir 
eliminaba su apetito. ―Voy a ir a llamar a Dalton. 
 
 
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Ella se apartó de la pileta, derramando agua en el suelo. Los puntos 
parecían lágrimas contra la alfombra azul claro. Qué extraño que 
nunca había notado que la mancha de la alfombra era del mismo 
color que la van de los Eoeans y que su extraña piel alienígena. 
―Dalton?― Preguntó ella, agarrando la taza con tanta fuerza, casi 
como si esa pieza de cerámica pudiera detener lo que estaba 
sucediendo. ―Eso es bueno. Esa es una buena cosa que hacer. 
―Sí.― Hunter se quedó allí en la cocina que había conocido desde 
el día en que empezó a tener recuerdos. Había pasado toda su vida 
viviendo en su casa en Charles Street. Veinticuatro veintiséis Charles. 
Probablemente recordaría la dirección hasta el día que muriera. Tragó 
saliva. Al parecer venía mucho más rápido de lo que consideró. 
Diecinueve años y ni siquiera había terminado su primer año de 
estudios universitarios. Se recordó cumpliendo diecinueve y pensar 
que era muy maduro porque pronto estaría totalmente fuera de la 
adolescencia. Veinte le parecía muy adulto. 
Parecía. 
Hasta que estuvo mirando el túnel a lo largo de su vida y se dio 
cuenta de que apenas era un adulto. En términos legales lo era, pero 
en las experiencias de vida en realidad no lo era. Demonios, ni 
siquiera podía comprar alcohol todavía. 
―Hunter?― Su madre lo llamó por su nombre sin darse la vuelta. 
Había estado lavando el mismo plato todo el tiempo que había estado 
allí de pie. 
―Estoy bien. De verdad. Iré a llamar a Dalton. Le haré saber. Le 
haré saber que yo... sí.― En lugar de concentrarse en su propio 
miedo, él quería decirle algo a su madre. Puede que sólo tuviera 
diecinueve años, pero iba a actuar como un condenado adulto. 
Hunterpodría haberse sentido más hombre si no estuviera viviendo 
 
 
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todavía en casa, pero eso no importaba ahora. Lo que lo hacía un 
hombre eran sus acciones. No iba a llorar, y no iba a evadir su 
responsabilidad. Él iría a donde le dijeran y haría lo que dijeran para 
que todos en la Tierra pudieran continuar viviendo sus vidas. Era lo 
correcto. Él por todos los demás? Parecía un intercambio justo. 
Hunter se quedó allí, atormentado por la indecisión. Cómo diablos 
podía confortar a su madre cuando él mismo se estaba 
desmoronando por dentro? En lugar de hacer su tentativa de control 
aún peor, Hunter se apartó de la cocina y subió rápidamente por las 
escaleras hasta su dormitorio. Una vez allí, cerró la puerta y se echó 
sobre su cama. Las paredes eran del mismo celeste que habían tenido 
desde que era pequeño. El cuadro de vaquero alrededor de la línea 
central de las paredes había desaparecido, pero el polvo azul pálido 
permaneció. 
―¿Por qué demonios todo en esta casa era azul Eoean?― En 
realidad, una mejor pregunta era por qué no lo había notado hasta 
ahora? Una buena parte de la decoración de su casa suburbana era 
azul. ―Tal vez por eso me llamaron. Cualquier persona que crece en 
torno a ese tono en particular está destinado a convertirse en un 
esclavo de los Eoeans. 
O no. Nadie sabía lo que pasaba con los seres humanos. Los Eoeans 
podría haberlos esclavizado. O podrían habérselos comido. Para lo 
que se sabía podían desollarlos vivos y luego convertirlos en 
cobertores de lámparas. 
Hunter metió la mano en el bolsillo delantero de su pantalón, sacó 
su teléfono, y llamó a Dalton. Contestó antes de que incluso sonara 
una vez. 
―Hola? 
―Dalton? 
 
 
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―Sí. Whoa, hablando de cosas raras, pero ni siquiera timbró. 
―Porque te estaba llamando― dijo Hunter. Dalton Boyd había sido 
el mejor amigo de Hunter desde que la familia de Dalton se había 
mudado al vecindario hace casi catorce años. 
―Te estaba llamando. 
―Estamos tan conectados que da miedo.― Hunter cerró los ojos, 
sin saber cómo decirle a Dalton lo que le había sucedido hoy. Jugó 
con la idea de no decirle, pero al final se decidió por lo contrario. 
Tenían una relación que iba más allá de una simple amistad. Todo lo 
que se necesitó fue una noche de lenguas sueltas por un poco de 
alcohol. Dalton le dijo a Hunter su secreto más oscuro. A cambio, 
Hunter le dijo a Dalton el suyo. Fue un momento de perfecta y 
completa sincronía. Y entonces llevaron su interés mutuo 
lógicamente al siguiente nivel. 
―Hablando de aterrador― dijo Dalton. ―Recibí una carta hoy. 
Hunter se incorporó tan rápido que casi se catapultó a sí mismo de 
su cama. 
―¿Tú también? 
―¿También? ¿Quieres decir que tienes una?― Dalton sonaba tan 
aturdido como Hunter se sintió. 
―Sí. Sobre blanco con mi nombre, dirección, y... 
―Número de seguro social.― Dalton terminó la letanía con una 
especie de jocosidad tranquila. ―Estuvimos hablando sobre esto. 
―Lo sé. 
Ayer por la noche se habían reunido en torno a una mesa en 
Mario´s para devorar pizzas y hablar acerca de la escuela, las niñas y 
lo que Dalton denominó La Lotería Perdedora. Dalton lo llamó así 
porque el ser el destinatario de una carta así seguro que no 
significaba que el pobre diablo fuera un ganador. ―No es como que 
 
 
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estén tomando chicos para ponerles una corona en la cabeza y arrojar 
súbditos a sus pies!― Dalton había estado un poco borracho. 
¿Cómo se las había arreglado para conseguir el alcohol era un 
misterio, pero Dalton parecía tener una mochila mágica. Cada vez que 
necesitaba algo, casi siempre podía hallarlo en la maltratada mochila 
de Dalton. 
Hubo un largo silencio en el teléfono, pero Hunter sabía que Dalton 
todavía estaba ahí. Podía oír su respiración entrecortada de fondo. 
―¿Crees que es porque lo saben?― Preguntó Hunter. 
―¿Cómo podrían saberlo? De seguro como la mierda que yo no le 
dije a nadie. ¿Y tú?― La voz de Dalton sonó un poco dura, pero sólo 
porque esa era la forma en que siempre era. Si había algo que decir, 
lo hacía sin tirar golpes. A Dalton no le gustaba andar de puntillas 
alrededor. 
―No lo sé. Pero ¿no crees que es extraño que ambos fuéramos 
citados al mismo tiempo? 
―Es una coincidencia. 
―¿Smitty no calculó las probabilidades de que un chico de nuestro 
grupo consiguiera la citación como un millón a uno? 
―Smitty estaba volando y no es tan bueno en estadísticas como él 
cree que es. 
―No insultes a Smith. Ya sabes lo que te hará...― Hunter se detuvo 
porque ninguno de los dos iba a ver a Smitty de nuevo. ―Yo ni 
siquiera he abierto la mía. 
―Cobarde. 
―Sí, lo sé.― Hunter se rió de sí mismo y tal vez un poco de Dalton. 
Él tenía una forma para sacarlo de su mierda que nadie podía igualar. 
―Debería ir allí y golpear tu culo. 
 
 
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―Eso probablemente es lo que nos metió en problemas en primer 
lugar. 
―Tengo serias dudas de que los Eoeans estén escogiendo a los 
chicos porque les guste jugar rudo entre ellos. 
Jugar rudo era como Dalton llamaba a sus intercambios 
ocasionales. Hunter los llamaba el alivio del último estrés. Pero así 
como diría Shakespeare, una rosa con cualquier otro nombre sigue 
siendo una rosa. Como sea que llamaran a sus tiempos juntos, cada 
uno de ellos había conseguido exactamente lo que necesitaba sin 
ninguna vergüenza o culpabilidad en la cabeza. No era sexo. Al menos 
no era sexo en el sentido clásico. Era un intercambio de poder 
increíblemente satisfactorio. Cualquiera podía vencer a Hunter en el 
sentido físico, pero hasta ahora, Dalton era el único que podía 
sacudirlo en el sentido físico y mental. Con Dalton, Hunter había 
experimentado su primer orgasmo en toda regla. Había eyaculado un 
montón, pero lo que Dalton hizo por él fue único, ya que fue cuerpo y 
cerebro y probablemente una parte de su espíritu también. 
―Yo podría utilizar algún alivio del estrés justo ahora.― Sólo 
pensar en ser atado estaba encendiendo a Hunter. 
―Yo igual. Pero apuesto a que si cualquiera de nosotros trata de 
salir de nuestras casas un montón de furgonetas azul pálidas bajarían. 
―Sí. Probablemente. ―Hunter miró por la ventana de su 
dormitorio. ―¿Cómo puede el mundo verse tan jodidamente normal? 
―Debido a que esta es la nueva normalidad. 
―¿Por qué aquí, por qué ahora, por qué nosotros? 
―Porque somos especímenes de primera.― Dalton sonaba 
excesivamente satisfecho con él mismo. 
―Dejémoselo a ti y a tu ego inflado para que de algún modo le den 
un giro positivo a esto. 
 
 
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―Qué alíen no me querría? 
Hunter no tenía que ver a Dalton para saber que estaba 
flexionando su cuerpo grande y musculoso. 
―Bueno, eso explica por qué tú, pero qué hay de mí?― Hunter se 
apartó de la ventana y se miró en el espejo que estaba sobre su 
cómoda. Él no era demasiado alto o bajo. Seis con dos, y 
aproximadamente uno noventa, supuso. Había sido hace mucho 
desde que se pesó. Tenía el pelo castaño bastante largo, su madre 
insistía en que necesitaba un corte y ojos marrones aburridos. Hoy 
llevaba pantalones vaqueros y... ―Mierda. 
―¿Qué? 
―Estoy usando una maldita camiseta azul claro. 
―Podrías ser más gay? 
―Vete a la mierda.― Hunter dejó caer el teléfono en su cama, 
arrancándose la camisa y arrojándola a un lado, luego cogió el 
teléfono de regreso. ―Ya está. Ahora se ha ido. Demasiado azul. 
―Te lo digo, es porque eres un marica. 
―Solo contigo. 
El comentario colgaba entre ellos. Hasta el momento, el único con 
el que Hunter había hecho algo era Dalton. Él nunca había 
preguntado si era lo mismo en la otra dirección porque estaba 
bastante seguro de que no lo era. A lo largo de la escuela secundaria y 
en la universidad, Dalton siempre había tenido chicas colgando de sus 
enormes hombros. A Dalton le gustaba decir que era un semental con 
una gran polla. O él lo había dicho mucho en la escuela. Se detuvo en 
la secundaria. En algún lugar a mitad de esa línea de tiempo Hunter 
supuso que todos ellos habían crecido. 
―No me malinterpretes― dijo Dalton.―Pero te voy a echar de 
menos. 
 
 
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―¿Cómo podría malinterpretar eso, niña?― Hunter le dio mierda a 
Dalton de nuevo, ganándose una risa que recordaría por siempre. 
Nadie se rió tanto como Dalton lo hizo. Era profunda y estridente 
como cuando las rocas caen lentamente a través de un arroyo. 
―Me gustaría que pudiéramos ir juntos. 
―Dios, ¿no sería genial?― Hunter no estaría tan asustado si 
pudiera ir con Dalton. 
―¿A qué hora dice tu carta que van a venir por ti? 
―Recuerda, no la he abierto. 
―Cierto―. Dalton se quedó en silencio por un momento. ―Bueno, 
ve a buscarlo. 
Hunter mantuvo el teléfono en la oreja mientras corría por las 
escaleras. Su madre todavía estaba en el fregadero y seguía lavando 
el mismo recipiente. Él tomó la carta de la mesa y se alejó 
precipitadamente. Había algo diferente en ella esta vez. Como su 
madre pensaba que estaba sola, se había permitido llorar. Hunter vio 
las marcas de su dolor a través de su reflejo en la ventana. En lugar de 
molestarla, pensó que era mejor simplemente dejarla ser. Su padre 
estaría en casa pronto, y él sabría qué decirle. Hunter ciertamente no. 
―¿Lo tienes? 
―Sí. 
―¿Y bien? 
―Dame un segundo, ¿de acuerdo?― Hunter cerró la puerta de su 
dormitorio, pero no abrió el sobre. Él no quería. De alguna manera, si 
nunca miraba en su interior no sería real. Aún podía volver el tiempo 
atrás justo al momento antes de que entrara en la cocina. Si pudiera 
hacer esa parte otra vez, podía entrar y no habría nada en la mesa de 
pino viejo, excepto la pieza central que su madre cambiaba en base a 
las estaciones o vacaciones. Y ya que Acción de Gracias se acercaba 
 
 
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había puesto el cuerno de la abundancia con la fruta y las verduras 
falsas. Hunter se dio cuenta de que no iba a llegar a comer la gran 
cena con sus amigos y un puñado de diversos parientes. Este año, él 
no tendría que luchar en decir algo que agradeciera. No era como que 
no tuviera mucho de lo que estar agradecido, porque lo estaba, él 
sólo no era muy bueno en poner todo en palabras. Y entonces pensó 
en lo que Dalton le había dado. Se imaginó como se verían sus rostros 
si confesaba que estaba profundamente agradecido de aprender 
sobre BDSM. Poco después de que ese pensamiento le hiciera sonreír 
otro le hizo fruncir el ceño. Sus padres tendrían que cavar profundo 
para encontrar algo a lo que dar gracias por este año. La pérdida de 
su único niño por una lotería alienígena enferma iba sin lugar a dudas 
a arruinar las vacaciones. 
―Caray, amigo. Yo podría haber colgado para ahora. 
―Eso es sólo porque eres Tiro Rápido McGraw. 
―No he oído ninguna queja. 
―Eso es sólo porque pones una bola como mordaza en la boca de 
tu pareja. 
―O un par de calcetines. 
―Sí.― Hunter había deseado tener todo el equipo para actuar 
realmente esa fantasía. La mochila de Dalton que aparentemente era 
un pozo sin fondo tenía un montón de cosas, pero no verdaderas 
cosas de BDSM. ―Daría cualquier cosa por hacer eso una vez más. 
―Yo también.― La sinceridad torció la voz de Dalton hasta que fue 
casi amorosa. ―Fuiste un buen compañero. 
―Tú también lo fuiste.― Ellos se habían dado entre sí exactamente 
lo que necesitaban para liberar el estrés y la tensión de la 
universidad, notas, expectativas familiares, todo eso. ―Pareciera una 
estafa que después de todo lo que agonizamos con eso no tengamos 
 
 
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que preocuparnos realmente sobre conseguir trabajo, mantenernos a 
nosotros mismos, o incluso convertirnos en adultos. 
―Sí. Si lo hubiera sabido, la habría jodido mucho más. 
―¿Lo sé, cierto? Yo habría hecho todo tipo de cosas. 
―Creo que ese es el truco de la vida.― Dalton suspiró con 
suficiente fuerza para hacer que su respiración silbara a través de la 
placa frontal de su teléfono. ―Uno nunca sabe. 
―Y ahora es demasiado tarde. 
―Sí.― Dalton hizo una pausa. ―Entonces, ¿qué dice el tuyo? 
Hunter se dio cuenta de que posponer la apertura del sobre no 
cambiaría nada. Lo único que estaba haciendo era aumentar su 
propio miedo. Se dio cuenta de que no estaba pegado todo el borde, 
sólo el punto que tocaba la parte trasera del envoltorio. Un jalón de 
su dedo central rompió el sello. Sintiendo el miedo, pero siguiendo 
adelante de todas formas, sacó la solitaria hoja de papel y la 
desdobló. 
―¿Y bien? 
―Sólo dice ocho p.m. 
―Eso es lo que dice la mía, también. 
―¿Pero qué significa eso? 
―Supongo que lo averiguaremos a las ocho de esta noche. 
―O mañana. ¿Quién puede decir que significa esta 
noche?―Hunter estaba furioso de que no hubiera más. No sabía qué 
esperar, pero algo más que una maldita hora que parecía estar 
centrada perfectamente en la página. 
―Amigo, es esta noche. No es como si nos fueran a dar tiempo 
para escapar. 
―Podemos intentarlo. 
―¿A dónde iríamos? 
 
 
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―No sé.― Hunter quería ir a cualquier parte que no fuera aquí. 
―Mazatlán. 
―¿Qué? ¿México? 
―Sí. 
―¿Por qué? 
―A mí me gusta como suena. Así que vamos a Mazatlán, y puedes 
atarme en la playa, mientras que todos los turistas miren. 
―Mierda. Eso sería bueno. Me encantaría hacer lo mío en público. 
Es el exhibicionista en mí. 
―Sí.― Hunter disfrutaría de estar expuesto para las manos de 
Dalton. Dejó caerse sobre su espalda en la cama y cerró los ojos. ―Y 
en mi fantasía tendríamos todo lo que necesitáramos. 
―Todo lo que realmente necesito es una mordaza de bola y mi 
mano.― Hubo un sonido de carne golpeando carne, por lo que 
Hunter pensó que Dalton se aplaudió o abofeteó el muslo. Si había 
una cosa que a Dalton le encantaba hacer más que cualquier otra 
cosa, era azotar un culo. ―Y tal vez un buen flogger. Yo siempre he 
querido aprender a utilizar uno. 
―Pero quiero la cosa completa.― Hunter había amado los 
elementos improvisados que Dalton había utilizado para atarlo y 
silenciarlo. Pero lo que realmente lo había vuelto completamente 
loco era la manera en que Dalton le hablaba. No gritaba o vociferaba 
pero hablaba en una sedosa voz baja que estremecía a Hunter hasta 
los dedos de los pies. Ese tono de voz, la forma en que hablaba 
directamente en el oído de Hunter y llenaba su cabeza con palabras 
sucias y situaciones lascivas... Dios. Dalton era un maestro en esa 
clase de juegos. Hunter se percató de que estaba poniéndose duro a 
pesar de su miedo. 
 
 
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―Te ves tan bien en cuero negro. Tu perfecta piel pálida refleja 
cada marca no importa cuán leve sea. 
―Y de cromo. No olvides las cadenas. 
―Sería caluroso en la playa. 
―En la realidad, claro, pero esto es fantasía, bebé. En mi país de los 
sueños, es la temporada perfecta para algo de bondage en la playa. 
―Y nalgadas. No te olvides de las nalgadas. Maldita sea, tu puto 
culo hace los chasquidos más bonitos. 
―Por la grasa? 
―¿Qué mierda, tío? ¿En serio? Tu culo es todo maldito músculo. 
―¿Estás palmeando tu polla?― Hunter sólo preguntó porque él lo 
estaba. Quizás ellos podían consolarse mutuamente por última vez. 
―Diablos no. La estoy empuñando. 
Hunter se echó a reír. 
―No te atrevas a reírte de mi polla.― La voz de Dalton cayó casi 
toda una octava y tomó ese tono mandón malvado. ―Si yo estuviera 
en tu habitación, me gustaría hacerte caer de rodillas y adorar mis 
pies. 
―Sabes que lo haría.― Hunter lo haría con entusiasmo. Estaba a 
punto de decirle a Dalton que podrían representar una escena a 
través del teléfono cuando escuchó a su madre gritar. Su erección se 
desinfló tan rápido que fue casi cómico. 
―¿Qué demonios fue eso?― Preguntó Dalton. 
―Mi mamá.― Hunter estaba en marcha por las escaleras, 
balbuceándole a Dalton que él no sabía lo que estaba pasando. 
Cuando entró en la cocina, su madre estaba mirando a la mesa. Ella 
miró hacia él y sonrió. Esta vez, era genuina. El alivio limpió todas las 
líneas de dolor que se habían grabado tan profundamente en su piel. 
―Fue un error. Ya no está la carta. No tienes que ir. 
 
 
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Hunter se dio cuenta de lo que había sucedido. Cuando se había 
colado abajo antes y llevado la carta, ella no lo habíaoído. Al darse la 
vuelta y encontrado que había desaparecido debe haberla hecho 
gritar literalmente de alegría. Se sentía como un culo total por tener 
que aplastar su renovado espíritu. 
―Lo tomé para arriba. 
―Oh.― Su rostro se cayó y se volvió hacia el fregadero. Ella abrió la 
boca para decir algo, o tal vez preguntar lo que había en la carta, pero 
no salió nada. 
Tragó saliva, cogió una taza de café, y comenzó a arrastrar la 
esponja alrededor del borde. Su padre se había ofrecido al menos un 
centenar de veces para comprarle un lavavajillas, pero ella prefería 
lavar los platos a mano por lo que podía disfrutar de la vista desde la 
ventana. Pikes Peak estaba casi perfectamente centrado y nunca se 
veía igual dos veces, debido a la forma en que la luz jugaba sobre sus 
características. Fue esa visión la que llevó a su madre a convencer a 
su padre para que compraran esta casa. A ella le gustaba decir que 
tenía la mejor vista en Colorado Springs. 
Con lágrimas corriendo por su rostro, Hunter caminó pesaroso de 
regreso a las escaleras y a su habitación. 
―Lo siento. 
―Sí.― Hunter no sabía qué más decir. Ni siquiera tuvo que 
preguntar cómo Dalton supo que estaba llorando. Habían sido amigos 
desde hace mucho tiempo. Casi quince años. Ellos se conocían muy 
bien. Hunter cogió la camisa azul que había tirado, la usó para secarse 
la cara y luego la tiró de nuevo al piso. Le dio una buena patada a 
pesar de que no veía cómo abusar de una camisa iba a perjudicar a 
los Eoeans de alguna manera. 
 
 
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―Sé que nos damos un montón de mierda el uno al otro, pero 
sinceramente te voy a extrañar. 
―Te echaré de menos.― Hunter había jugado con la idea de tener 
algo más con Dalton, y Dalton probablemente lo hizo con él, también, 
pero en última instancia, habían decidido simplemente hacer escenas. 
Llevar el sexo a su juego lo habría arruinado. Durante sus escenas 
cada uno de ellos se corrió, pero lo hicieron por su propia mano. 
Dalton dijo que era la única manera de que pudiera mantener 
cierta perspectiva y Hunter estuvo de acuerdo. Lo qué Hunter 
lamentaba era que nunca trató de encontrar un hombre con el que 
pudiera tener todo. Amistad, sexo, amor, y tal vez incluso un poco de 
juego áspero. El hecho de que Dalton no era el hombre adecuado 
para todo eso no significaba que el hombre adecuado no estuviera 
por ahí en alguna parte. Pero ahora era demasiado tarde. Aun así, él 
siempre se preguntó por qué Dalton se contuvo. Hunter no había 
querido ir más profundo con Dalton porque no quería perder su 
amistad, pero Hunter sospechaba que había algo oscuro en el lado de 
Dalton en esa historia así que nunca se lo preguntó. Pero ahora que 
nunca se verían de nuevo, si quería saber la verdad, ésta era su última 
oportunidad. 
―A veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiéramos ido más 
lejos.― Era una manera poco convincente de preguntar por qué ellos 
nunca habían tomado el siguiente paso lógico, pero era la única 
manera que a Hunter se le ocurrió para preguntar por qué Dalton 
nunca había intentado ninguna cosa. Dalton le había dado varias 
razones cuando estaban preparando los límites de su juego, pero 
nunca respondió directamente. Hunter había asumido que Dalton no 
estaba realmente interesado en estar con un chico de la misma forma 
en que lo estaba con una chica. 
 
 
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―No habría ido más allá de donde lo hicimos. 
―¿No?― Preguntó Hunter. 
―No. Yo no creo que podría haberte cogido incluso si tú lo 
quisieras. 
―Me habrías hecho el amor?― Preguntó Hunter en broma. 
―Vete a la mierda!― Dalton se rió y luego se puso serio. ―Eso es 
probablemente de lo que me arrepiento. Nunca tuve las agallas de 
intentarlo. 
―Pensé que no querías- 
―No contigo. Lo siento, pero siempre hemos sido mejor como 
amigos y yo seguro como la mierda no quería arruinar eso. Quise 
decir con nadie. 
―Tú nunca...― Hunter no podía terminar la pregunta. Él siempre 
había pensado que Dalton echaba polvos a izquierda y derecha. 
―Pensé que... ah, por qué importa ahora? 
―Es importante para mí.― Hunter quería saber. Dalton nunca ni 
siquiera lo había besado. ―¿Qué es lo que no te atrae de mí? 
―No, no era eso. Eres jodidamente caliente, Hunter. Confía en mí 
en eso. Eres más guapo de lo que crees que eres. 
Hunter se sentó en la cama al otro lado del espejo. No vio nada en 
absoluto. Se parecía a un millón de otros chicos. Simplemente no 
había nada especial en él. Nada de lo que él pudiera ver, en todo 
caso. 
―Supongo que simplemente no tenía las pelotas. 
―Tienes un montón de bolas.― Hunter lo sabía a ciencia cierta, ya 
que las había visto más veces de las que podía contar. ―Puedo dar fe, 
literalmente, a ese hecho en un Tribunal de Justicia. 
―Deja de hacerme reír. Mi compañero de piso va a pensar que 
enloquecí. 
 
 
21 
 
―¿Qué dijo cuando llegó la carta?― Dalton había elegido vivir en 
dormitorios en lugar de en casa. 
―Estaba malditamente asustado hasta que se dio cuenta de que el 
sobre no tenía su nombre en él. Te juro que cuando lo vi en la puerta, 
pensé que era para él. Casi me cago cuando me di cuenta de que era 
mi nombre. 
―Lo dejaron en el clip de la puerta?― Cada habitación de la 
residencia era compartida por dos chicos y cada habitación tenía un 
gran clip en la parte exterior de la puerta para las notas e información 
importante. ―No puedo creer que lo dejaran allí así como así. 
―No lo hicieron. El tipo de la camioneta azul de la fatalidad se lo 
dio al asesor residente, y él lo puso allí. Estaba demasiado asustado 
para tenerlo en su habitación, y sabía que nadie iba a tocarlo. Cuando 
llegué a casa, había un semicírculo de chicos alrededor de mi puerta 
mirándola.―Dalton hizo una pausa. ―¿Tu mamá está bien? 
―No. Lavó el mismo recipiente lo suficiente como para frotar las 
pequeñas flores fuera de él.―Hunter tenía la sensación de que ahora 
estaba haciendo lo mismo con la taza de café. 
El silencio se extendió alrededor de ellos, pero era extrañamente 
cómodo. Hunter se alegraba sólo con saber que Dalton estaba allí en 
el otro extremo. Ellos no tenían que estar en la misma habitación o 
incluso hablando entre ellos para consolar al otro. Pero finalmente, 
Hunter no podía soportarlo más. 
―¿Qué crees que va a pasar con nosotros?― La curiosidad mató al 
gato, y aparentemente estaba destinado a enloquecer a Hunter. Él 
siempre se había preguntado lo que los Eoeans hacían con los 
hombres que tomaban. Parecía apropiado de alguna manera el que lo 
fuera a averiguar, pero trágico que no sería capaz de decirle a nadie 
más. 
 
 
22 
 
Sabiendo que calmaría su curiosidad pero ser capaz de compartir 
esa información con el mundo lo convertiría en una clase de héroe. 
―No sé lo que va a pasar con nosotros. Es como el misterio más 
grande en la Tierra ahora. 
―La idea de Smitty parece ser una buena idea. 
―Buena?― Preguntó sarcásticamente Dalton. ―¿Quieres ser 
utilizado para experimentos? 
―Bueno, no, pero parece que eso es para lo que nos querrían.― 
Sólo mencionar esa idea amplificaba la ansiedad de Hunter. 
―Hablas de un retroceso. 
―¿Retroceso? 
―A los oscuros días del pasado.― Dalton rió. ―La idea de los 
Eoeans queriéndonos para experimentar me recuerda a los chicos en 
los años noventa que juraban y perjuraban que habían sido abducidos 
y examinados, pero lo más probable es que sólo trataran de encubrir 
el hecho de que estuvieron jodiendo toda la noche. 
―Tal vez eso es lo que quieren de nosotros. 
―Jodernos? 
―Bueno, eso tiene tanto sentido como todo lo que los demás 
chicos sugirieron la otra noche.―Hunter volvió a preguntarse si él y 
Dalton fueron seleccionados porque habían estado jugando con la 
idea de ser seleccionados. Le parecía demasiada coincidencia. 
―Todavía creo que es algo totalmente estúpido. Te lo digo, vamos 
a terminar como las mascotas de algún súper poderoso alienígena. 
Nos limpiarán y alimentarán y nos verán tener erecciones y luego nos 
arreglarán cuando no podamos dejar de follar los muebles. 
―Realmenteespero que estés equivocado. 
―Yo también. 
 
 
23 
 
―Espero que sea algo maravilloso. Tal vez vamos a ser llevados a 
algún lugar extraño y exótico. La gente de allí nos adorará como 
dioses. 
―Eso estaría bien. 
―Sí. 
―Pero no es muy probable. 
―Lo sé. Pero es una buena idea. 
―Lo es.― Dalton suspiró. ―Son casi las ocho. 
―¿Qué?― Hunter se incorporó tan rápido que se tensó un músculo 
de su cintura. ―Me estas jodiendo! No son ni siquiera las seis. 
―Sólo quería ver lo que harías. 
―Casi me mojé los pantalones.― Hunter se lanzó a sí mismo en la 
cama. ―¿Entonces por qué nunca lo hiciste todo el camino con 
alguien? 
―Ir hasta el final. ¡Cristo! ¿Seguro que no eres una chica? 
―Positivo. Me cogí a tu mamá. 
―Sabes, que esas bromas sobre mamás solamente funcionan si 
realmente me preocupara por mi madre―Dalton señaló. ―Yo 
cogiendo con tu mamá es gracioso porque ella te gusta. Tu cogiendo 
con mi madre no sería una sorpresa ya que al parecer lo hace con 
cualquiera. Bueno, cualquiera excepto mi padre. 
Hunter sabía que la horrible situación con sus padres era lo que 
había impulsado a Dalton a mudarse fuera de la casa de sus padres, 
hacia los dormitorios tan pronto como le fue posible. Dalton juró que 
preferiría vivir en una caja de cartón que pasar un día más en su casa. 
Sus padres peleaban sin parar y se engañaban constantemente el uno 
al otro, pero se negaron a divorciarse. Había algo en su relación a lo 
que se aferraban. Por su vida, Dalton dijo que no podía entenderlo y 
ya había renunciado a intentarlo. 
 
 
24 
 
―Es por eso que nunca tuve las agallas, sabes. 
―Espera, qué? Tus jodidos padres son el por qué no pudiste ir 
hasta el final con nadie? 
―Sí. Estúpido, ¿verdad? 
―No. En realidad no.―Cuanto más Hunter pensaba en esa 
motivación en particular, más sentido tenía. 
―Imagino que mis relaciones se convertirán en lo que mis padres 
tienen. No importa lo que haga, voy a terminar con alguien que amo 
odiar.―Dalton se rió entre dientes un poco. ―Estoy tan contento de 
que no te volveré a ver ni a los chicos de nuevo después de esa 
confesión. El semental con la gran verga es un maldito virgen. 
―Eres demasiado duro contigo mismo. 
―Lo sé. Creo que por eso me gusta estar en esa posición de poder 
en una escena. Me sentía tan jodidamente poderoso todo el tiempo 
que estaba a cargo de ti... sí. Me bajoneó en un millón de maneras 
que no fuera sexual. 
―Igual aquí. Pero a la inversa. Siento que todo aquí depende de mí, 
y no quiero tomar el control, por lo que estar en un lugar donde no 
tengo que tomar una sola decisión es el maldito cielo. 
Una vez más, cayeron en amigable silencio. Había tantas cosas que 
Hunter quería decir, pero no hubo palabras. Además, Dalton lo 
conocía. No había nada que pudiera decirle ahora que él no supiera 
ya. 
Los amigos de toda la vida eran así. En muchos sentidos, Hunter 
probablemente conocía a Dalton mejor que él mismo, y viceversa. 
―Mi teléfono está muriendo. 
―Entonces conéctalo a la maldita pared― dijo Hunter. 
―Yo no-― Cuando las lágrimas llegaron trató de echarlas abajo, 
pero fracasó miserablemente. 
 
 
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―Estoy aquí, hombre. Estoy aquí.― Dalton parecía a punto de 
perder el control que tenía. Por alguna razón, Hunter pensó en su 
madre y su determinación de verse feliz a pesar de su dolor. Dalton 
siempre se las arreglaba para lucir indiferente, incluso cuando estaba 
siendo comido por dentro. Hunter mostraba todo lo que estaba 
sintiendo. Había tratado de aprender algún tipo de máscara que lo 
haría evitar que todo el mundo supiera sus sentimientos, pero nunca 
había resultado. Lo que sentía, lo reflejaba. No importa lo que había 
tratado el hombre, él era una especie sensible, y nunca iba a cambiar. 
―No quiero que todo termine.― Hunter apenas logró pronunciar 
las palabras antes de que casi se ahogara a sí mismo en su agonía. 
―No lo hará― Dalton lo tranquilizó. ―No sabemos qué va a pasar. 
Tal vez estamos todos mal y es algo increíble. 
Hunter quería creerle con una desesperación que era casi dolorosa. 
En todas sus reflexiones, nadie se acercó con un escenario que fuera 
agradable. 
Los seres humanos siempre fueron tomados por motivos nefastos. 
Como experimentos, mascotas, esclavos, situaciones feas y horribles 
de órganos les esperaban. Como Smitty había señalado, ¿por qué los 
Eoeans guardarían silencio sobre todo si los seres humanos tomados 
fueran a una experiencia agradable? Lo que hizo la situación 
intolerable era no saber. La ignorancia se suponía que era la felicidad, 
pero en esta situación, era una piedra fría y aterradora. 
 
 
 
26 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 2 
 
―¿Qué esperas que haga con un terrícola?― Kian Lachlan no 
estaba teniendo un buen día. Todo su cuerpo se sentía como si 
estuviera en llamas. Su agonía era normal, pero eso no significaba 
que había llegado a aceptar o disfrutar de su estado de tormento 
perpetuo. En lugar de responderle de nuevo, su padre se alejó 
dejando a Kian de pie en medio del enorme patio. 
Kian no lo culpaba por abandonar la conversación. Nadie quería 
lidiar con Kian por mucho tiempo. Incluso su madre, que lo amaba 
más que a la vida misma, se había vuelto cada vez más cansada de su 
mal humor. En lugar de gastar más tiempo en su presencia, ella había 
ido a Cadolia y llevado a sus hermanos con ella. El padre de Kian 
solamente había permanecido el tiempo suficiente para decirle que 
se dirigía a Cadolia, también. Kian tendría el mando de la casa, los 
jardines, y todo el personal. Sería como si el palacio fuera suyo, 
aunque sólo temporalmente. 
―Yo no creo en ellos!― Kian gritó, pero su padre, si lo escuchó, no 
se detuvo o incluso redujo la velocidad. Su padre había dicho lo que 
tenía que decir y ese fue el final de eso. En cuestión de segundos, el 
coche aéreo se había elevado e ido. 
Kian estaba solo. 
 
 
27 
 
Se quedó en el patio y vio como los soles gemelos aparecían, 
tornando la tierra en tonalidades carmesí y naranja. Por un momento, 
se dio cuenta de lo hermoso que su planeta natal era, y estaba 
agradecido de que a diferencia de la mayoría de los afectados por 
dwicia, él todavía tenía su visión. Su gratitud fue de corta duración. El 
dolor se estrelló contra él con una violencia que le hizo caer de 
rodillas. Sin la cobertura protectora, habría roto sus huesos, pero 
había crecido tan cansado de las lesiones que llevaba un traje 
protector casi todo el tiempo. Dormir y bañarse eran las únicas dos 
actividades que realizaba sin su armadura, pero con ellas no tenía que 
preocuparse. 
Su cama era enorme y establecida en el suelo. Su zona de baño era 
igual, y siempre había un asistente cercano para sacarlo del agua si 
empezaba a ahogarse. 
Kian había intentado todo tipo de terapias que su especie tenía que 
ofrecer desde la última tecnología avanzada a lo verdaderamente 
extraño. Nada de esto hizo otra cosa que subir sus esperanzas y bajar 
sus fondos. Su familia estaba desesperada, por lo tanto, su padre le 
compró un terrícola. Kian negó con la cabeza. Los terrícolas eran 
como una especie curativa. Esa idea era igual a la idea de que comer 
el raro cuerno de Aderamma le daría a un hombre una erección casi 
permanente. 
Otra ola de dolor se desató en la parte superior de su cuerpo, 
derribándolo totalmente en el frío, suelo azulado del patio. Desde 
que su padre había querido reprenderlo en privado, ninguno de los 
sirvientes estaban lo suficientemente cerca para correr a su lado. En 
cierto sentido, su soledad fue un alivio. No había nada que pudieran 
hacer. Eventualmente, el dolor amainó, y Kian recuperó su postura 
orgullosa. Eso era algo que se había negado a perder. Él podría estar 
 
 
28 
 
en agonía casi constantemente. Puede que no tuviera ningún control 
sobre los ataques en su cuerpo, pero sin nada más, Kian se aferró a su 
orgullo. 
Nada, ni siquiera la enfermedad más rara y temida en toda la 
galaxia, iba a robarle su autoestima. La mayoría pensaba que era 
altivo y presumido, peroa Kian no le importaba. Ellos no lo conocían. 
Sólo su familia sabía lo que sufría. Para el mundo exterior, era el 
arrogante y excéntrico hijo del emperador. No serviría de nada que 
los habitantes del imperio supieran que el único hijo de su 
gobernante, el destinado a gobernar, estaba siendo afligido con una 
enfermedad que lo destruiría. 
Lo que hacía a la dwicia intolerable era el hecho de que no había 
nada que pudiera mitigar los síntomas. El dolor llegaba, y el dolor se 
iba. Nada precipitaba la agonía, y nada podría disminuir la misma. 
Alivio aparecía de la nada y se extendía en cualquier lugar desde un 
breve momento a varios amaneceres. Incluso hubo un tiempo en que 
Kian pensó que tenía una remisión completa debido a que la brutal 
tortura disminuyó casi un ciclo completo. 
A pesar de que se regocijó, había algo en la parte posterior de su 
cabeza que le decía que su aflicción no había terminado. Nunca 
terminaría. Cada ser que contrajo dwicia murió de la misma manera. 
A la larga, no controlaban bien la agonía atroz e implacable y se 
suicidaron. Ese hecho fue lo que desesperó a su padre. También fue la 
razón por la que Kian se aferró a su orgullo tan ferozmente. 
Él sería el único sobreviviente. No importa si tenía que llorar hasta 
dormirse todas las noches durante el resto de su existencia, no 
dejaría que su enfermedad dictara su vida o su muerte. Él podía no 
vencer la dwicia, pero podía desafiarla y seguir adelante a pesar de 
ello. 
 
 
29 
 
―Yo soy mejor que eso. 
Para mostrarle a su enfermedad que no temía a lo que fuera a 
hacer, había llegado a encontrar otras maneras de aumentar su 
resistencia al dolor. El personal médico le dijo a su padre que era una 
especie de tratamiento perverso, algo sobre usar el dolor para luchar 
contra el dolor, pero eso era justo lo que Kian les dijo que le dijeran a 
su padre, Tan enojado como estaba por la necesidad de mantener las 
apariencias, Kian amaba a su padre más de lo que alguna vez estaría 
cómodo diciéndole. 
Curiosamente, mientras más Kian abrazaba su dolor, hicieron una 
especie de tregua más cautelosa. Antes de su armisticio, la muerte le 
había parecido tan maravillosamente convincente. 
Poner fin a su vida terminaría con el dolor. Intelectualmente, Kian 
entendía que era por lo cual los enfermos de dwicia elegían esa 
opción. Pero Kian nunca había huido de nada. Ver a la muerte desde 
una postura estrictamente intelectual le dio una claridad que la 
mayoría de los seres probablemente nunca tuvieron. Kian vio más allá 
de la fascinante fachada. La muerte significaba que todo se detendría, 
no sólo el dolor. Por eso él simplemente no podía tomar esa opción. 
No más dolor sería una bendición, pero no habría más placer o 
cualquier otra cosa, parecía muchísimo a renunciar por sólo una cosa. 
Si pudiera encontrar una manera de acabar con el dolor, sería… no él 
mismo. Kian casi se echó a reír. Sin su compañía constante, no sería 
Kian Lachlan. Sería otro Koroniano que tendría amigos y haría todo 
tipo de cosas interesantes. Tal vez sería el que pudiera refutar los 
cuentos sobre los terrícolas. 
―Yo no creo en ellos.― Kian susurró las palabras para sí mismo. Su 
padre había gastado una fortuna para comprar un terrícola, pero todo 
lo que Kian tenía que hacer era mirar en los ojos de su padre, y él 
 
 
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sabría que no creía en ellos más de lo Kian mismo lo hacía. Había más 
mitos sobre los terrícolas que sobre todas las demás especies 
combinadas. Sin duda todo era una tontería. Para su sorpresa, un 
pequeño haz de esperanza se instaló en su cabeza y se aferró a su 
cerebro. No importa cómo valientemente trató de librarse de ese 
sentimiento, se mantuvo. Tan pequeño como era, todavía estaba allí, 
y si él no formulaba un plan de acción, crecería hasta que empezaría a 
creer sólo para que sus esperanzas fueran destrozadas. Kian había 
mantenido su orgullo, pero no creía poder tomar muchas más falsas 
esperanzas. Ya que Kian no podía rechazar a su terrícola, decidió 
probar que era tan falso como cualquier otro remedio que le habían 
ofrecido. 
―Le voy a humillar por su arrogancia, y luego lo enviaré de vuelta a 
su mundo con su rabo entre las piernas. 
 
 
 
 
31 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 3 
 
―Una puerta?― Hunter se quedó mirando a la inofensiva puerta. 
Precisamente a las 08:00 pm la puerta había aparecido en la sala de 
estar. Estaba sentado en el sofá con sus padres, mientras que su 
teléfono estaba todavía conectado con Dalton. Nadie estaba 
hablando. La carta estaba asentada en la mesa de café. Cada pocos 
segundos uno de ellos le daba una mirada y luego la alejaba. Era 
como un choque de trenes con restos de cuerpos rotos y maltratados 
por todas partes. Hunter sabía que la vista se enterraría en su cerebro 
y aparecería en sus pesadillas, pero él simplemente no podía dejar de 
mirar. Había una macabra fascinación curiosa en los seres humanos. 
Internamente, Hunter se preguntó si los Eoeans eran de la misma 
manera. ¿Se sentirían obligados a mirar a lugares horribles en contra 
de su mejor juicio? 
―Eso es lo que yo veo, también.― La voz de Dalton sonó del 
teléfono con una claridad que era un poco inquietante. Fue casi como 
si estuviera de pie detrás de Hunter. 
―Es jodidamente azul.― Hunter no podía creer que al igual que 
todo lo que los Eoeans habían creado, la maldita cosa era de color 
azul claro. 
―¿Cambiaste tu camisa? 
 
 
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―Sí.― Hunter se había puesto una camiseta roja y una sudadera 
con capucha gris y sus jeans descoloridos favoritos. Sin saber lo que 
podía pasar, empacó una mochila con una colección de artículos al 
azar y luego pensó que podrían quitarle eso, por lo que también 
relleno sus bolsillos. Dado que la carta no dijo lo que era o no era 
permitido, tomó todo lo que se le ocurrió, desde necesidades básicas 
como cepillo de dientes, pasta de dientes, peine y una navajilla de 
afeitar, hasta papel y lápiz en caso que necesitara escribir una nota. 
Dalton fue el que le había dicho que probablemente todo le sería 
quitado, pero a Hunter no le importaba. Prefería tratar que no hacer 
nada. ―¿Qué pasa si llevas algo por lo que te matan? 
―Tengo serias dudas de que mi barata navajilla vaya a hacer que 
me ejecuten. 
―Nunca se sabe―. Dalton se rió de repente. ―Además, los dos 
sabemos que sólo te afeitas para sentirte como un hombre. No es 
como si realmente lo necesitaras. 
―Jódete. 
―Lo desearía, hermano. Realmente desearía hacerlo. 
Después de caer en silencio, trataron de correrse a través de la 
llamada, pero el deseo simplemente no estaba allí. Dalton se había 
reído que había estado más o menos duro todo el tiempo desde la 
pubertad, pero finalmente había encontrado una manera de calmar 
sus hormonas en ebullición. 
No hay nada como la muerte para poner un freno a la lujuria. 
Finalmente, el padre de Hunter había llegado a casa y Hunter había 
bajado. Todos habían estado sentados en el sofá sin hablar desde 
entonces. Curiosamente, a sus padres no les importaba que Dalton 
estuviera en el teléfono, simbólicamente sentado allí con ellos. Él 
siempre había cenado con ellos en Acción de Gracias porque sus 
 
 
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padres siempre se olvidaron o estaban peleando. Dalton era como 
una parte de la familia, lo que hizo doblemente trágico que tuviera 
que irse lejos también. Ya era bastante malo para ellos perder a su 
único hijo, pero perder a su pseudo-hijo así, parecía increíblemente 
cruel. 
―Yo digo que vayamos a través de las puertas al mismo tiempo.― 
Dalton hizo un ruido que hizo a Hunter pensar que se había puesto de 
pie, por lo que Hunter se levantó. 
―Ok. 
―En tres? 
―Sólo… Los amo, mamá y papá. 
Se levantaron y lo abrazaron. Su madre no lo soltó hasta que su 
padre la alejó. No había palabras. Todos ellos sabían que esto era el 
final. Él no podía llamar o enviar mensajes. No podía hacer otra cosa 
que apartarse para que no lo vieran llorar. Mientras Hunter se 
acercaba a la puerta, apretó el teléfono bien a su oído y le susurró,―Te amo, Dalton. 
―Te amo- 
Y luego Hunter abrió la puerta y pasó a través antes de que 
perdiera sus nervios. Instintivamente, cerró los ojos, pero luego casi 
de inmediato los abrió de nuevo. Por alguna razón estaba esperando 
un vórtice de viento, luz y caos, pero parecía como si no se hubiera 
movido en el tiempo o en el espacio. Con un gran paso, pasó de la 
sala de estar de sus padres a un área enorme con baldosas de piedra 
azul profundo. Por fin, un azul que no era el azul arenoso favorito de 
los Eoeans. 
Mientras Hunter miraba a su alrededor, desesperado por 
orientarse, se dio cuenta que no estaba en la tierra. No cuando él 
estaba proyectando dos sombras. Cuando se volvió, recibió una 
 
 
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ráfaga de luz solar de dos soles que eran tan fuertes que casi lo hizo 
caer de rodillas. Girando alrededor, se dio cuenta de que aún sostenía 
el teléfono. 
―Dalton?― Hunter no estaba seguro de lo que esperaba oír, pero 
no se sorprendió cuando lo único que obtuvo fue silencio. Cuando 
alejó el teléfono de su cabeza y miró la pantalla, se dio cuenta de que 
la batería estaba muerta. Lo que sea que había atravesado había 
chupado el resto de la potencia fuera de él. Él casi se echó a reír 
cuando se dio cuenta que había traído el cargador. La probabilidad de 
que este lugar tuviera salidas compatibles era prácticamente nulas. 
―Soy Kian Lachlan. 
Hunter se giró a la otra dirección y vio a un hombre de metal de por 
lo menos siete pies de altura y tres pies de ancho. Él brillaba a la luz 
del sol, causando que Hunter levantara su mano para bloquear el 
resplandor. Recordando los modales que habían sido inculcados en él 
desde que era un muchacho, le ofreció, 
―Soy Hunter Wilkes. 
―No te molestes en decirme quién eres. No me importa. 
Su voz era más baja que la de Dalton y aún más imponente. Hunter 
tragó saliva y asintió. 
―Dónde… 
―Vas a hablar cuando yo te lo diga. 
Hunter cerró la boca tan rápido que los dientes hicieron clic juntos. 
Tragando saliva, intentó no temblar, pero lo hizo de todos modos. No 
importaba cuántas veces se le dijo que se parara en alto y ocupara el 
espacio que se merecía, Hunter tenía una necesidad innata de 
hacerse tan pequeño como fuera posible. Encorvando los hombros le 
daba una postura sumisa, pero no le importaba. No quería que este 
 
 
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chico o robot o lo que fuera lo considerara ni remotamente una 
amenaza. 
―Dame eso.― Kian le tendió la mano. 
Sin saber lo que quería, Hunter le ofreció su teléfono, el cual el 
chico tomó, pero siguió con su mochila. En lugar de echarle un 
vistazo, lo colocó en el suelo junto a sus pies. Mientras estaba allí, 
aterrorizado, Hunter trató de ver alrededor sin ser muy obvio sobre lo 
que estaba haciendo. Todo era tan brillante que quería meter la 
mano en la mochila y ponerse sus gafas de sol, pero se figuraba que 
cualquier movimiento que hiciera podría enfadar a este tipo quién 
quiera que fuera. 
―Increíble. Esta es tu computadora? 
―No. Bueno, sí. Es… 
―La respuesta no puede ser sí y no a la vez.― Kian dio un paso 
hacia él, y Hunter casi se mea encima. Esta cosa, lo que fuera, era 
jodidamente enorme y claramente estaba enojado. ―Trata de pensar 
antes de hablar. 
Hunter sintió a su ansiedad golpear a un nivel que nunca había 
sentido antes. Estaba temblando tan mal que estaba prácticamente 
vibrando. 
―¡Habla!― Kian dio otro paso hacia él. 
Aterrorizado de que iba a ser golpeado y muerto, Hunter soltó: 
―Es mi teléfono. 
―¿Teléfono? 
―Para hablar con la gente. Comunicarse. 
―Es arcaico.― Kian sostuvo el dispositivo hacia arriba y luego lo 
aplastó con su puño metálico. 
Hunter casi se echó a llorar. Había cortado el césped durante todo 
un verano para ganar el dinero para ese smartphone. Incluso si no 
 
 
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funcionara aquí, quería mantenerlo porque representaba todo lo que 
había dejado atrás. De alguna manera, observar a este monstruo 
destruir su único vínculo con su vida anterior le dijo más claramente 
que ninguna otra palabra que jamás podría volver a casa. 
―No vas a tener nada más que lo que yo te doy.― Después de 
convertir el teléfono de ochocientos dólares en una pila de cincuenta 
centavos de basura, Kian arrojó el lío destrozado en el suelo. Iba a 
alcanzar la mochila, pero Hunter la tomó y retrocedió. 
A pesar del hecho de que tenía un escudo metálico en su rostro, 
Hunter todavía vio claramente la sorpresa de Kian en su desafío. Al 
parecer, no era una máquina, pero él esperaba ser obedecido en 
todas las cosas en todo momento. La actitud de Kian hizo a Hunter 
creer que se suponía que era el esclavo de esta criatura. Qué irónico 
que la suposición de Dalton resultó ser correcta. 
―Dame eso. 
―No.― Hunter dio otro paso hacia atrás. Desesperado por escapar, 
deslizó su mirada en todas partes, pero lo único que veía eran 
edificios con formas extrañas que rodeaba la zona de azulejos azules. 
Lo mejor que podía imaginar era que estaban en el patio de algún 
enorme complejo. 
―¿Te atreves a desafiarme?― El tono de Kian era tan similar a la 
voz de Dalton cuando estaba en el papel de maestro brutal que 
Hunter inmediatamente quería obedecer todas y cada comando que 
pudiera dar. 
―No.― Sin embargo, Hunter se aferró a la mochila. Todo lo que le 
quedaba estaba dentro. Él no quería estar allí y ver a esta- esto- lo 
que fuera destruir las pocas posesiones que había conseguido llevar 
con él. 
 
 
37 
 
―Dame eso. No voy a preguntar de nuevo.― Kian le tendió la 
mano. 
―¿Eres mi dueño?― Hunter pensó que si podía conseguir algo de 
información sobre su relación podría ser capaz de averiguar qué 
hacer. Ya que los malditos Eoeans no le habían dado ninguna pista en 
absoluto, estaba luchando para determinar su papel en este lugar y 
con este ser. 
―Yo soy tu Dios. 
Hunter sintió un impulso loco a reír. Lo que Kian había dicho era tan 
similar a algo que Dalton pudiera haber dicho que se vio obligado a 
reír, lo llaman una carga, y luego le diría a la mierda. 
Afortunadamente, su sentido común lo pateó antes de que pudiera 
decir algo que lograría completamente que lo aniquilaran. 
A diferencia de Dalton, este chico no tenía sentido del humor. Lo 
que él tenía, sin embargo, era un infierno de gran ego. De la forma en 
que estaba de pie y su demanda de obediencia completa e 
incuestionable, era bastante claro que Kian pensaba que él lo poseía. 
Pero Hunter sabía algo que este chico no sabía. Él sabía exactamente 
quién era y que nadie podría hacerle sentir como basura a menos que 
él lo permitiera. Las palabras que Dalton le había enseñado vinieron a 
su mente. 
Esas mismas palabras salieron directamente de su boca antes de 
que Hunter pudiera vacilar. 
―Puedo ser sumiso, pero eso no quiere decir que soy un felpudo. 
La cabeza grande de metal de Kian se inclinó ligeramente hacia un 
lado. Era un gesto humano que Hunter encontró extrañamente 
tranquilizador. En algún lugar debajo de todo ese metal había otro ser 
humano. Se sentía tan seguro de ello, que sonrió. 
 
 
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―Esto es una broma, ¿verdad? Una especie de broma elaborada 
que los Eoeans juegan con inocentes seres humanos?―Hunter sentía 
la tensión filtrarse fuera de sus hombros tan rápido que 
prácticamente se hundía en el suelo. ―¿Cómo demonios conseguiste 
para que todo pareciera tan real? Me refiero a la cosa del sol dual y 
esta roca.―Él tocó con el pie los adoquines azules de piedra oscura. 
―Nunca he visto este color. Debe ser algo del planeta de origen de 
los Eoeans. 
―¿Crees que soy una broma?― Kian dio dos pasos hacia él con una 
lentitud que era casi hipnótica. 
Hunter tenía que estirar la cabeza hacia atrás para seguir mirar 
hacia arriba. De repente se dio cuenta de que al tratar de mirar a Kian 
directamente a los ojos, a pesar de que su mirada estaba escondida 
detrás de un escudo, él estaba mostrando inadvertidamente su 
agresión. Esta no era una broma. Y lo que estaba detrás de la placa 
frontal brillante no era humano. 
Antes de que pudiera abrir la boca y balbucearuna disculpa, Kian 
agarró a Hunter por el cuello. No apretaba, sólo colocó su enorme 
mano allí, dejando a Hunter saber que todo lo que Kian tenía que 
hacer era acercar sus dedos con el pulgar y él podría destrozar su 
cuello aún más fácil de lo que había destruido su smartphone. 
―Me perteneces. 
Desde que estaba demasiado asustado para hablar, Hunter asintió. 
Su progreso hacia arriba y abajo fue impedido por el agarre de Kian, 
pero estaba bastante seguro de que recibió el mensaje. 
―Vas a hacer lo que diga. 
Una vez más, Hunter asintió muy ligeramente. 
―En caso de que me enojes, te voy a matar. 
 
 
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Hunter estaba tan aterrado que ni siquiera pudo asentir. Y 
entonces, la peor cosa que podría suceder pasó. Para su completa 
sorpresa, se puso duro. Él no podía creer que su cuerpo estaba 
reaccionando al control de Kian de la manera exacta que siempre 
tuvo con Dalton. La diferencia era que no se trataba de un interludio 
áspero o una escena para aliviar el estrés. Esta era una situación de 
vida o muerte en la que Hunter se dio cuenta no tenía absolutamente 
ningún control. Pero su cuerpo no vio la diferencia. Su cuerpo se 
rindió bajo el poder y el control, y Kian emanaba ambas cosas 
abundantemente. De alguna manera, la idea de que podría matarlo 
sin ningún esfuerzo resultó encender alguna parte retorcida de 
Hunter. Parecía que entre más Kian restringía su movimiento y 
capacidad de respirar, más excitado se ponía. Estaba tan 
escandalosamente estimulado que pensó que iba a llegar al clímax si 
Kian no lo liberaba. 
Como Hunter se quedó muy quieto, tratando desesperadamente de 
no hacer nada que aumentara su extraña y totalmente inapropiada 
emoción, se dio cuenta que estaba goteando líquido preseminal como 
loco. Podía sentir el líquido resbaladizo mojando sus calzoncillos. 
Pronto, habría una mancha de humedad en la parte delantera de 
sus pantalones vaqueros. Dalton siempre lo molestaba diciendo que 
parecía tener suficiente líquido preseminal por seis chicos. Pero 
mientras Dalton bromeaba con las palabras y el poder de un sondeo 
de dedo, Hunter no tenía idea de la reacción que Kian tendría. 
Supo el instante preciso en que Kian lo notó porque su cabeza se 
inclinó de lado en ese gesto familiar y completamente humano. 
―Te mojaste a ti mismo. 
Hunter negó con la cabeza, pero no pudo obtener suficiente aire 
para explicar. Para su completa conmoción y alegría, Kian inspeccionó 
 
 
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abajo con la otra mano, ahuecó el abultamiento de Hunter, y apretó 
con la fuerza suficiente para empujarlo sobre el borde y hacerle llegar 
al clímax. 
 
 
 
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Capítulo 4 
 
Kian nunca había pensado que iba a disfrutar de tener el mando de 
otro ser, pero había algo en Hunter que inmediatamente lo llamó. 
Cuando Hunter se rió y pensó que la situación era una broma, la 
furia se desató tan fuertemente dentro de Kian que su dolor se 
calmó. Algo sobre esta criatura, esta criatura de piel pálida y 
extrañamente hermosa, lo enganchó tanto que olvidó todo acerca de 
su enfermedad. La falta de temor de Hunter había incitado a Kian a 
aterrorizarlo, y para su sorpresa, se encontró con que la sensación era 
placentera. Él no quería hacerle daño, no gravemente, pero quería 
dejar claro quién era el amo y quién el esclavo. 
Cuando pensó que había ido demasiado lejos al hacer a Hunter 
mojarse a sí mismo, se dio cuenta cuando tomó con la mano los 
genitales de Hunter que en vez de que el miedo le causara orinarse, él 
encendió al terrícola hasta el punto de llegar al clímax. 
Aturdido por el giro de los acontecimientos, Kian mantuvo su mano 
alrededor del cuello de Hunter y la otra contra su polla temblorosa 
hasta que terminó su liberación. Jadeando, Hunter mantuvo su 
cabeza hacia arriba, dejando al descubierto su cuello, pero sus ojos 
estaban cerrados. Pestañas marrones largas descansaron contra sus 
mejillas, haciéndolo lucir vulnerable. Sin embargo, por su misma 
posición, la cabeza erguida, el cuello totalmente extendido, mostró 
 
 
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una curiosa especie de fortaleza. Hunter parecía confiar de forma 
innata que Kian no lo haría ir demasiado lejos. Tras ser testigo de lo 
que había hecho a la computadora de mano, Hunter no debería 
querer la poderosa mano de Kian en cualquier lugar cerca de su 
tierno cuello, sin embargo, no había luchado en absoluto. En lugar de 
ello, se había sometido y encontró placer haciéndolo. 
Lo que hizo al encuentro aún más sorprendente fue el hecho de 
que Kian encontró su polla presionando con fuerza contra el metal 
implacable de su traje protector. Había conseguido excitarse antes, 
pero rara vez tenía la oportunidad de disfrutar de su miembro duro. 
El dolor siempre venía y terminaba con la sensación antes de que 
pudiera culminar. Incluso cuando tuvo el largo ciclo libre de agonía no 
había sido capaz de llevar su excitación a una conclusión natural 
porque temía que el dolor volviera directamente en el momento de la 
liberación. Pero ahora, Kian estaba de pie en agonía aguda, duro y 
listo para tener su primera liberación. 
―Ahora me satisfaces.― Kian liberó a Hunter de su agarre y deslizó 
el panel frontal de su traje. El dispositivo era para hacer que el 
proceso de orinar fuera más fácil, pero ahora se utilizaría para que 
pudiera experimentar su primer clímax. En lugar de decirle a Hunter 
lo que él quería hacer, Kian simplemente agarró su mano y ahuecó 
sus dedos alrededor de su eje. Le tomó toda su voluntad no lanzar un 
grito de alivio. El dolor seguía latiendo a través de su cuerpo, pero 
donde Hunter le tocaba estaba milagrosamente libre de agonía. La 
única sensación que tenía en su polla era una de placer. 
Sin preguntar, Hunter acarició arriba y abajo, girando el puño 
alrededor de la base y luego la corona. Parecía saber intuitivamente 
cómo complacer. 
 
 
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Tal vez la información que había recibido estaba mal y los terrícolas 
estaban constituidos muy similares a los Koronians. O había algo 
sobre el rumor de los Terrícolas siendo intuitivos. 
Independientemente, Kian dejó que todas sus preocupaciones se 
evaporaran. Todo lo que quería era su liberación. El dolor estaba allí, 
al igual que lo estuvo siempre, pero de alguna manera, el tacto de 
Hunter transformaba su agonía en felicidad. 
El puño de Hunter se movía más rápido y más fuerte a lo largo de 
su polla. Kian oía emocionado la respiración jadeante de Hunter. 
Sintió su calor. Podía oler el penetrante olor del miedo de Hunter y 
luego el rico almizcle de su placer. Cada trazo lo trajo más alto. 
Desesperado por continuar el momento, Kian agarró a Hunter, lo 
atrajo hacia sí, y lo abrazó contra su cuerpo. Daría lo que fuera por 
poder tener su traje fuera del camino para que pudiera sentir su 
carne presionándolos juntos. Puesto que nadie podía saber acerca de 
su enfermedad, Kian había asumido que nunca sería íntimo con nadie. 
Pero ahora, a través de alguna vena cruel en su propia psique 
retorcida, había encontrado su pareja perfecta. 
Una vez más, se preguntó si los rumores podrían tener una verdad 
oculta. Había tan pocos terrícolas en el universo que tenía sentido 
que los cuentos sobre ellos fueran exagerados. Cualquier cosa rara se 
consideraba valiosa. Kian había que todo eran grandes cuentos, una 
forma para que los Eoeans aumentaran el precio que recibían por su 
provisión más inusual. Pero ahora que había encontrado algo con 
Hunter que nunca había tenido siquiera un indicio con nadie más, 
Kian sospechaba que los rumores habían oscurecido la verdad. 
―¿Puedes retirar el escudo de tu rostro?― La voz de Hunter era 
lastimera. Si hubiera sido grosero o exigente, Kian automáticamente 
 
 
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le habría dicho que no. Pero él no lo fue. Hunter sonaba... 
hambriento. 
―¿Por qué iba a hacer eso?― Kian era receloso sobre quitar 
totalmente su máscara ante el terrícola. ¿Y si su comportamiento, la 
sumisión, la buena voluntad, incluso la súbita eyaculación, todo era 
parte de algún elaborado plan paraconseguir que Kian bajara su 
guardia con lo que el ser humano podría aprovecharse de él de 
alguna manera? 
―Así podría darte un beso.― Le tomó un momento a Kian captar el 
significado completo de la palabra. Sus padres no eran demostrativos. 
La mayoría de los Koronians solamente eran afectuosos a puerta 
cerrada, por lo que no era de extrañar que Kian tuviera un 
conocimiento limitado sobre el tema sexual. Curioso en cuanto a lo 
que se siente besar, Kian bajó el escudo. 
Hunter se quedó sin aliento. 
Por un momento, Kian pensó que Hunter lo rechazaría por su 
aspecto. Desde que él rara vez estaba en torno a otros seres, no tenía 
ni idea de si era guapo o no. 
La ira rápidamente lo inundó. Su furia permitió que su percepción 
del dolor se alterara. La agonía se estrelló contra él, pero antes de 
que pudiera caer de rodillas, Hunter lo agarró y se apoyó en él. Si su 
nueva y extraña posesión se revelara verdaderamente, no desearía 
continuar su enlace. 
Complacido, Kian bajó la cabeza y besó en la boca a su terrícola. Sus 
labios eran suaves. Cuando llegó el contacto, Hunter hizo un sonido 
de necesidad que excavó directamente en el cuerpo de Kian. Él había 
sufrido sueños curiosos que no entendía. Ahora ese escalofrío 
extraño en sí al despertar tenía sentido. Él quería follar. Incapaz de 
 
 
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controlarse a sí mismo, él empujó a ciegas, se emocionó cuando 
Hunter utilizó ambas manos para proporcionar un canal para su polla. 
Y entonces con mayor curiosidad el alienígena abrió la boca. 
Sabor explotó a través de todas las superficies de la boca de Kian. 
Para su sorpresa, Hunter tenía una sola lengua. La curiosidad de la 
diferencia lo excitaba. Mientras las lenguas duales de Kian 
engancharon y rápidamente sometieron la de Hunter, él encendió sus 
fosas nasales para tomar más de la esencia única de Hunter. En algún 
lugar, enterrado en el sentido más básico, había algo familiar. Kian no 
pudo precisar qué, pero lo llamó. Cada vez que respiraba más del olor 
de Hunter, sintió que su excitación subía más y empujaba el dolor a 
un lado. Todavía estaba allí, quemando sus nervios, pero se 
transformaba en algo nuevo. 
Cuando su clímax golpeó, Kian no estaba preparado para el 
profundo placer que lo envolvió. Sostuvo al terrícola tan apretado 
que Hunter lanzó un grito en su boca que Kian aplastó con la suya, 
profundizando el beso hasta que él temía que de alguna manera se 
tragaría totalmente a su compañero. Rompiendo el beso, Kian jadeó 
mientras su cuerpo sentía la primera inmersión total de placer. Por 
ese breve y brillante momento, no le dolió en ningún lugar. Cada 
parte de él estaba vivo con la sensación, y todo ello, incluso el área 
sensible en la rodilla desde donde había caído antes fue sacudido con 
la dicha. 
Kian dejó caer su cabeza hacia atrás y un grito de triunfo emergió. 
Había encontrado una manera de vencer la dwicia. Los Terrícolas eran 
criaturas mágicas. De este momento en adelante, Kian sería capaz de 
tener una vida. Él sería capaz de ir a lugares y hacer cosas y conocer 
gente y algún día gobernaría… 
Agonía al rojo vivo lo cubrió a lo largo de sus nervios. 
 
 
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―No.― Kian empujó a Hunter lejos. 
―¿Qué pasa?― La cara de Hunter se retorció con preocupación, 
pero Kian no se dejaría engañar. 
―Es una ilusión.― Más dolor se envolvió alrededor de sus nervios, 
casi como si el placer y el dolor combatieran. Mientras que el placer 
había ganado por un momento, la victoria fue de corta duración. El 
dolor siempre sería el verdadero vencedor en el mundo de Kian. La 
única verdad sobre los terrícolas era que eran muy buenos 
manipuladores mentales. Su padre había gastado una fortuna en lo 
que equivalía a un engaño. 
 
 
 
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Capítulo 5 
 
Hunter seguía temblando por su propia liberación cuando Kian lo 
empujó. Para su asombro, Hunter sintió el placer de Kian irradiar 
hacia él. Habría jurado que llegó al clímax por segunda vez, pero no 
creía que fuera humanamente posible. 
Aunque, teniendo en cuenta que estaba con un alienígena, tal vez 
había algo en Kian que le permitió compartir el placer. Pero mientras 
Hunter disfrutaba del resplandor, algo cambió en el comportamiento 
de Kian. Al estar presionado contra el traje de metal Hunter no podía 
sentirlo de forma directa, pero no lo necesitaba para saber 
literalmente que su postura se tensaba. Algo había cambiado en los 
segundos entre la liberación y la realidad. Hunter sabía que con 
Dalton, el final de la escena era una especie de bajonazo. Era como 
estar en la cima del mundo y de pronto ser echado en un pozo. 
Dalton dijo que era normal. Y le daba a Hunter lo que llamaba la 
atención posterior, y luego de unas horas, Hunter se sentía volver a la 
normalidad. Tan áspero como el descenso era, Hunter no tenía 
ningún deseo de dejar esas sesiones. La breve incursión en el cielo 
hacía que el tiempo en el infierno valiera la pena. 
Kian se alejó de él tan bruscamente que Hunter casi cayó al suelo. 
Después de tropezar, se enderezó. 
 
 
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―¿Hice algo mal?― Hunter sólo podía preguntarse qué cuando 
Kian se alejó. Cuando se dio la vuelta, su máscara y el panel de la ingle 
estaban de vuelta en su lugar. En muchos sentidos, era como si los 
últimos minutos nunca hubieran ocurrido. 
Si su perfectamente clara eyaculación no hubiera oscurecido la 
manga de gris de su sudadera con capucha, podría haber creído que 
había imaginado todo el asunto, pero esa marca era un indicador 
obvio de que su amo alienígena acababa de satisfacerlo. 
―Eres una mentira. 
Las palabras no tenían sentido. Hunter apenas había dicho una 
docena de palabras a Kian, pero nada de lo que había dicho era una 
mentira. Entonces oyó exactamente lo que había dicho. Kian había 
dicho que Hunter era una mentira, no que le había dicho una. 
―No comprendo. ¿Cómo soy una mentira? 
―Todo ese dinero desperdiciado en una ilusión.― Kian negó con la 
cabeza. De nuevo, Hunter encontró el gesto extrañamente humano, 
pero después de ver la cara de Kian, estaba claro que no era de la 
Tierra. 
―Por favor, dime de lo que estás hablando. 
―No te debo nada. 
Desconcertado, Hunter sólo podía ponerse de pie y tratar de poner 
todas las piezas juntas. Él todavía no sabía dónde estaba ni qué clase 
de criatura era Kian. Sabía que no era un Eoean. También sabía que 
no era humano. Cuando había bajado su escudo, Hunter jadeó 
porque Kian era extrañamente hermoso. Sus características eran 
humanoides, pero lo suficientemente diferente para darle un aspecto 
exótico. De alguna manera, era como si los rasgos de Kian mezclaran 
todas las diferencias de los terrícolas y luego las suavizaran. Ojos 
grandes, pómulos altos y anchos, una esbelta nariz elevada sólo un 
 
 
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poco en la punta, todo culminaba con labios carnosos. Pero lo que 
realmente hizo jadear a Hunter fue que su piel era verde. No un feo 
verde enfermizo sino un impresionante color verde fluorescente. Y 
brillaba. Hunter no estaba seguro de si brillaba por algo dentro o tal 
vez sólo como un reflejo del sol, pero lo que sea que causara la 
luminiscencia, hizo a Kian único y fascinante. 
Pero eso fue antes de que Hunter le diera un beso. Una oleada de 
lujuria aumentaba la conciencia de su cuerpo al recordar las lenguas 
duales de Kian. Al igual que su voz magistral, las lenguas de Kian 
tenían completamente subyugado a Hunter. Fue un beso que ningún 
ser humano jamás podría darle. Sintiéndose obligado por la extrañeza 
de su amo, Hunter se había rendido. Había explorado la boca de Kian 
y su polla extrañamente suave con una combinación de lujuria y un 
fuerte deseo de agradar. 
A diferencia de sus interludios con Dalton, esto era más sobre la 
intimidad que sobre juegos de cambios de poder. No es que Kian no 
había tomado el mando, porque él lo hizo, pero había un motivo 
diferente para sus acciones. A pesar de su clara autoridad, Kian había 
estado desesperado. ¿Pero para qué? Casi tan pronto como los 
temblores habían terminado,Kian parecía volver a una rabia que 
apuntaba a Hunter. A pesar de que Hunter nunca le había conocido 
hasta hoy, Kian claramente tenía fuertes expectativas que Hunter 
había fracasado. 
―¿Qué esperabas que hiciera?― Hunter pensó que había hecho 
exactamente lo que Kian había querido, pero tal vez se supone que 
tenía que resistirse o fingir desinterés solamente para dejarse llevar 
en última instancia por la apelación de Kian. Hunter no se oponía a 
actuar en la fantasía de Kian, incluso si era una fantasía de violación, 
pero él tenía que decirle lo que quería ya que Hunter no era un lector 
 
 
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de mentes. ―Voy a hacer lo que quieras, pero tienes que decirme 
honestamente lo que es. 
Kian sobresaltó a su espalda. Fue un ligero movimiento que podría 
haber sido imperceptible, por el hecho de que llevaba puesto ese 
traje reluciente. Seguir sus sutiles cambios corporales era más fácil 
cuando todo lo que Hunter tenía que hacer era prestar atención a la 
poderosa luz alrededor de la forma de Kian. Dado que los soles duales 
hacían todo casi dos veces más brillante, de lo que sería en la Tierra, 
Hunter tuvo que entrecerrar los ojos, lo que le hizo estar mucho más 
atento a los cambios en los patrones de luz. 
―Me gustó lo que hicimos.― Hunter mantuvo su voz lo mejor que 
pudo. No quería ser demasiado sumiso o demasiado exigente. No ser 
ni un felpudo, ni un martillo, Dalton había dicho una vez. Al menos no 
hasta que llegaran a un acuerdo. Hunter sentía que él y Kian estaban 
muy lejos de tener cualquier tipo acuerdo mental. ―Me gusta ser 
indefenso, y está más que claro que te gusta estar en control. Todo lo 
que tenemos que hacer es establecer algunos límites. 
―Límites?― Kian avanzó hacia él. ―Te diré lo que vas a hacer, 
terrícola sin valor. 
―Sin valor?― Hunter no tenía idea de qué demonios estaba 
pasando con este chico, pero él tenía la sensación de que si no ponía 
fin a esta mierda sólo iba a empeorar. A diferencia de la última vez, 
Hunter no miró hacia otro lado. Miró directamente a la careta donde 
sabía que los ojos negros de Kian estaban. ―Estás confundiendo un 
interludio sexual con lo que soy como persona. 
―No eres nada para mí. 
―Mentiroso.― Hunter se movió un poco más cerca. ―No se puede 
besar a alguien así cuando piensas que no son nada. 
―Te mataré. 
 
 
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Ahora fue Hunter quien retrocedió. Obviamente, este no era un 
juego kinky sexual del alíen, a instancias de los Eoeans. Hunter había 
empezado a pensar que él fue elegido por una extraña lotería basada 
en lo que le gustaba hacer con Dalton. Cómo los alienígenas se habían 
enterado no entraba en su explicación, pero luego se dio cuenta, ¿por 
qué querrían tomarlo para placer? Esto no era sobre él y lo que 
disfrutaba. Todo esto era sobre el alienígena a quien los Eoeans 
aparentemente lo habían vendido. No es de extrañar que Kian tuviera 
todas estas expectativas que Hunter no pudo cumplir! ¿Quién sabía lo 
que los Eoeans habían dicho para conseguir que este chico le 
comprara? 
―Los Eoeans no me dijeron nada.― Hunter se alejó otro medio 
paso. Su mochila fue abandonada en los adoquines azules. Antes de 
ese momento, se había sentido excesivamente preocupado por 
retener el contenido, pero ahora ya no importaba. ―Todo lo que sé 
es que me eligieron para venir aquí. Pero yo no sé cómo, ni por qué, o 
incluso lo que ellos o tú esperen que haga una vez que llegué aquí. 
Lo último que Hunter estaba esperando era que Kian girara y se 
alejara. A pesar de su traje que parecía ser de metal, no hizo tintineo 
mientras caminaba a lo largo de las piedras. No había ni siquiera el 
susurro de hidráulica. Lo único que Hunter podía oír era su inestable 
respiración. Sin saber qué hacer, Hunter agarró su mochila, la deslizó 
sobre su hombro, y luego siguió detrás de su amo alienígena. 
Con el tiempo, entendería lo que estaba haciendo aquí y lo que se 
esperaba de él. Las probabilidades de que consiguiera la información 
de Kian no eran buenas. Al menos no por ahora. El único hecho que 
Hunter sabía en este momento era que Kian había esperado algo 
fenomenal de él, y Hunter lo había defraudado completamente. Sin 
embargo, se negó a menospreciarse a sí mismo sobre eso. Las 
 
 
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expectativas de Kian eran su maldito asunto. Hunter simplemente 
había ido con la corriente. Además, sabía que había sido comprado, lo 
que finalmente le dio una respuesta sobre lo que los Eoeans estaban 
recibiendo a cambio. 
Los terrícolas obtuvieron la vacuna, y los Eoeans esclavos valiosos 
para comercializar a través de la galaxia. Irónicamente, fue Dalton 
quien sospechaba que estaban recogiendo hombres jóvenes para 
vender como esclavos. 
―Oh Dios. Dalton.―Hunter se detuvo en seco. ¿Qué pasaría con 
Dalton si fuera obligado a ser sumiso? Él nunca estaría de acuerdo 
con eso. Dalton lucharía, y si él fue enviado a alguien tan inestable 
como Kian parecía ser, Dalton probablemente sería asesinado. Una 
parte del corazón de Hunter se quebró. Era bastante malo con que 
hubiera tenido que renunciar a todo en su vida, pero ahora ni siquiera 
podía disfrutar de la fantasía de que Dalton podría haber encontrado 
una manera de mejorar su situación. Alejarse de sus padres tóxicos 
fue probablemente una buena cosa, pero ser el chico juguete de 
algún alienígena era casi la peor cosa que le podía pasar a Dalton. A 
Hunter no le importaría mucho ese escenario, mientras fuera tratado 
decentemente fuera del dormitorio. Tenía que encontrar una manera 
de dejárselo claro a Kian. 
Cuando Hunter alzó la vista, se dio cuenta de hasta qué punto Kian 
se había adelantado y se apresuró a alcanzarlo. Lo último que quería 
hacer era molestar a esta chico más de lo que al parecer ya había 
hecho. A pesar de que fue por causas ajenas a él, Hunter no podía ver 
a Kian captando la lógica de eso. Kian iba a culparlo por su decepción 
le gustara o no. Hunter no pudo reprimir una pequeña sonrisa. 
―Lo que él no sabe es que probablemente me guste tomar su 
abuso, dependiendo de cómo decida hacerlo. 
 
 
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Le había gustado lo que Kian le había hecho antes. Tal vez sólo 
necesitaba un poco de ayuda para convertir su maldad natural, y 
convertirse en un Dom en toda regla. La sonrisa de Hunter se apagó. 
Tal vez se había enfurecido tanto por la incapacidad de Hunter a 
hacer lo que él esperaba que Kian lo mataría. Eso no sería bueno. 
Hunter preferiría encontrar una manera para que cada uno obtuviera 
lo que necesitaba. De todas formas, Hunter se dio cuenta de que 
tenía muy poco control sobre la situación. El bondage para una 
escena era muy diferente de ser cautivo de por vida. Si él iba a 
sobrevivir, tenía que averiguar lo que Kian quería como prioridad 
número uno. 
En lugar de entrar en el edificio más cercano, Kian se acercó al más 
alejado y luego pasó directo a través de lo que parecía ser una pared. 
Fue sólo cuando él estaba mirando para entrar en los edificios que 
Hunter se dio cuenta de que ahí no había puertas. Al menos no en el 
sentido clásico. Por lo que sabía podían en realidad no ser edificios. O 
tal vez ni siquiera estaban allí realmente. Estaba haciendo todo lo 
posible para procesar la información visual en el contexto de su 
propia versión de la realidad. 
Hunter siguió avanzando, pero en lugar de confiar en que la curiosa 
puerta se abriría para él, extendió la mano. Cuando su mano lo 
atravesó sin esfuerzo, continúo. Lo mejor que podía imaginar era que 
se trataba de algún tipo de puerta electrónica o tal vez holográfica. 
Abrió la boca para preguntar a Kian, pero luego su boca cayó al 
menos una pulgada más una vez que echó un vistazo adentro. 
Todo el interior del edificio era impresionante. Dentro de la 
estructura masiva, las rocas ásperas que había en los azulejos del 
exterior ahora eran lisas y pulidas con un alto brillo. Ese pequeño 
cambio ofreció una gran transformación en la que podía ver ahora 
 
 
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sutiles hilos de oro, púrpura, y el mismo color verde fluorescente del 
tono de

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