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ARMADOS Y PELIGROSOS Cut and run 5 Abigail Roux ARGUMENTO Solo en la ciudad de Baltimore, tras la espantada de su amante, el agente federal Zane Garrett descarga su frustración sobre todo el que se cruza en su camino hasta que recibe la orden de viajar a Chicago para unirse a un agente secreto. Una vez allí, se encuentra cara a cara con su rebelde compañero, el agente Ty Grady. Tienen que resolver la incertidumbre que viven en ese momento como pareja mientras trabajan para recuperar a su objetivo, un sicario retirado y agente de la CIA llamado Julian Cross. Ty, antiguo Marine y agente estrella del FBI, suele actuar de forma impredecible, como bien sabe Zane. Zane solía vivir para su trabajo pero ha terminado por darse cuenta de que su doloroso pasado no tiene por qué ensombrecer su futuro. Son compañeros, amigos, amantes, y el equipo de referencia del FBI para los casos más inusuales. Con Cross y su inofensivo novio, Cameron Jacobs, que los acompaña, Ty y Zane tendrán que vérselas con un trayecto a través de buena parte del país, registros de la guardia aeroportuaria, tormentas de nieve, las tretas de sus prisioneros, varios equipos de asesinos de la CIA, una desesperante falta de sueño y cafeína, y el uno con el otro. Ty y Zane están decididos a llevar a Julian Cross a Washington DC de una pieza, pero con todo en su contra, puede ser lo último que hagan. Capítulo 1 El roce de la pluma Montblanc susurró en la tranquila oficina bien equipada. Gruesos muros de piedra y cristal blindado de doble cristal trabajaban para amortiguar el ruido del tráfico de la ciudad de Washington, DC, y la alfombra suntuosa y la insonorización en las paredes mantenían la oficina en un refugio de soledad en medio de una de las ciudades más activas del mundo. Richard Burns, director adjunto de la División de Investigación Criminal de la Oficina Federal de Investigaciones, hojeó una página tras otra, escribió sus iniciales y firmó. La Oficina podría haber pasado a la era digital, pero el papeleo todavía hacía que los engranajes giraran. Con un resoplido, cerró la carpeta y la lanzó al buzón de salida para que su ayudante la recogiera. Al menos no tenía que escribir su nombre completo cada vez. Estaba estirándose para meter la pluma en su caja cuando el timbre de su teléfono lo interrumpió. —¿Señor? —¿Sí, Nancy? —Seguridad acaba de llamar, señor. Tiene una visita —anunció la voz metálica de su asistente por el altavoz. —¿Quién es? No tengo ninguna cita hasta las dos. —La identificación facilitada es de un tal señor Randall Jonas. Agencia Central de Inteligencia. Burns miró el teléfono sorprendido. —Hazlo pasar —dijo mientras se levantaba y comenzó enderezar su corbata y chaqueta. Fueron necesarios cinco minutos, más o menos, y el timbre sonó de nuevo. —Señor, el escolta está aquí con el Sr. Jonas. Burns rodeó el escritorio para saludar a su viejo amigo cuando entró por la puerta. Randall Jonas había sido uno de los tres hombres del escuadrón original del Cuerpo de Marines de Burns que habían regresado de Vietnam. Earl Grady era el otro. Eran como sus hermanos, y Burns nunca rechazaría una visita sorpresa de uno de ellos. Pero cuando se abrió la puerta y Jonas entró en su despacho, Burns se dio cuenta inmediatamente de que algo andaba mal. —Te ves como el infierno —dijo antes de que pudiera pensar en una forma más adecuada de decirlo. Jonas asintió. —Por una buena razón. Jonas no se veía para nada como el agudo jefe de sección de la CIA que Burns veía para tomar una copa en algún bar de DC. Jonas parecía agotado, exhausto, con ojeras. Era un hombre grande, con una mandíbula cuadrada, con tendencia hacia el aumento de peso en los últimos años, con el pelo gris metálico y los ojos castaños. Por lo general estaba lleno de buen humor y encanto, más un gnomo travieso que un fantasma. Ahora, sin embargo, parecía un oso perseguido por el bosque por un bigfoot. Burns le ofreció una mano para estrechar y luego hizo un gesto hacia el sofá de cuero en la esquina de su oficina. —Perdóname por saltarme las cortesías, pero parece que es posible que desees que lo haga. ¿Qué ha pasado? Jonas se pasó una mano por el pelo. —Me metí en algo desagradable, Dick. He estado a cinco minutos de ser detenido en Langley — dijo mientras se dejaba caer en el sofá y tiraba del nudo de la corbata. —¿Qué? —Burns se sentó frente a él. —Me encontré con algo que no estaba destinado a ver. Una larga historia, alguien dentro de la compañía ha estado utilizando los activos del gobierno para hacer trabajos personales con fines de lucro, y luego cargándose a los activos cuando saben demasiado. Han convertido a la CIA en un servicio de asesinos. —¿Qué? —Hubo unos papeles que me hicieron sospechar, así que empecé a husmear. Y cuando seguí el rastro, ese hijo de puta lo llevó de vuelta a mí. Burns parpadeó. —¿Qué? —Richard, se centran en mí. Alguien me está tendiendo una trampa para hacerme responsable de ordenar golpes privados. Lo averigüé antes de que lo tuvieran todo en su lugar. Así que recogí y salí corriendo. —Jonas hizo un gesto con la mano, descartando cualquier detalle adicional de su fuga de Langley. Burns asintió, frunciendo el ceño. El abuso de poder ocurría en las agencias del alfabeto al igual que en cualquier otro lugar. Sólo que por lo general terminaba con la muerte y la destrucción en lugar de la quiebra, los rescates, o mover una fábrica a China. —Alguien dentro de la CIA se está aprovechando. Y tú eres el chivo expiatorio. Deduzco que seguir el rastro a la inversa no puede demostrar tu inocencia. —No, sólo están las notas de un lacayo a otro, dando órdenes —dijo Jonas, inclinándose hacia delante y apoyando los codos en las rodillas—. Es malo, Dick. Estoy siendo incriminado por el mal uso de los recursos dirigiendo operaciones, por eliminaciones no autorizadas de personal, y si realmente va mal, traición. Sin duda iría a la cárcel el resto de mi vida natural. Eso es si quien es responsable no viene tras de mí también. Están limpiando. La gente está perdiendo sus vidas. —Jesús, Randy. —Necesito un poco de ayuda, y tú eres el único en quien confío en estos momentos. Burns se dio cuenta de que le estaba mirando y asintió secamente. Conocía a este tipo, le conocía desde hace más de cuarenta años, y sabía que si Jonas lo decía, era verdad. Incluso si era un maldito fantasma. —¿Qué necesitas? —Necesito un contacto dentro. —¿Un contacto? —Por los detalles que fui capaz de reunir antes de huir, sólo hay un tipo todavía vivo que tiene la información necesaria para apuntar al bastardo a cargo de todo esto. Trataron de eliminarlo hace un año, pero escapó. —Jonas sacudió la cabeza—. Han estado eliminando agentes, Dick. Equipos de agente y de controladores eliminados o desaparecidos, desde hace un par de años. Poco a poco, casi al azar, y no puedo decir que lo hubiera sabido sin toparme con ese archivo y sospechar. Jonas asintió mientras se sentaba y luego se echó hacia atrás, con aspecto realmente miserable. —Me he dejado el culo para la Compañía, Dick. No voy a dejar que todo se vaya al garete de este modo. Hay una célula dentro, una que no está sancionada ni supervisada. No estoy seguro de lo alto que llegan, aparte de que llegan alto si me están apuntando. —¿Tienes las estadísticas de este contacto? ¿El de la información? —Más o menos. Pasó a la clandestinidad hace un año. He estado en contacto con su ex controlador. —Bien. Enviaremos a un agente a por él y lo atraparemos. Se lo daremos a alguien en quien podamos confiar. —No puedes enviar recursos del FBI, Dick. Van a estar monitoreando todo. Burns levantó una ceja ante la paranoia, pero eso era un fantasma para ti. —Mira, Richard, no sé mucho acerca de tus operaciones, con excepción de que la CIA te usa a ti y a los recursos quehas cultivado para determinados trabajos. Sé que tienes los medios para hacerlo fuera del tablero. Burns frunció los labios y se rascó la nariz, tratando de ocultar la incomodidad. —Podría conocer a alguien. Le movilizaré. Y hasta que podamos atrapar a ese activo misterio tuyo, te quedarás aquí. Ni siquiera la CIA va a asaltar la sede del FBI para llegar a ti. ¿Quién es el contacto? —Es un extranjero llamado Julian Cross. Los registros dicen que le habían eliminado, pero luego saltó de nuevo en el radar y los rumores son que está todavía vivo. Cuando hablé con Blake Nichols, su ex controlador, confirmó que Cross está vivo. Por ahora. Pero no puede llegar a él. —Jonas tamborileó con los dedos sobre el brazo del sofá, visiblemente agitado—. Tengo una dirección, y sólo puedo esperar que este tipo tenga la información que necesito. Es el único que podría tenerla. Todos los demás están muertos. —Julian Cross —murmuró Burns mientras se rascaba la barbilla—. ¿Por qué ese nombre me suena familiar? Jonas se encogió de hombros. Burns se levantó y fue a su escritorio, activando su ordenador para escribir una búsqueda. No salió nada. Pero conocía ese nombre. Tecleó un código y buscó de nuevo. Esta vez, el equipo buscó a través de una caché de archivos ocultos, y apareció un archivo. Burns resopló mientras revisaba la información contenida en el archivo. París. Por supuesto. Miró a Jonas. —Dame toda la información que tengas. Pondré a mi mejor hombre en ello —dijo mientras sacaba un teléfono móvil de un cajón cerrado con llave. —Si Cross no sabe quien estaba dando las órdenes de matar, nadie lo sabe. Pero tengo la sensación de que él lo juntó todo y cree que fue la CIA tratando de matarlo. Es por eso que ha salido del radar. No será fácil traerlo. -Dijo Jonas mientras se acercaba a la mesa, sacando un trozo de papel doblado de su bolsillo—. Esto es todo. Nombre, contactos, direcciones. Y tu hombre debería saber que Cross es un agente federal de alto nivel que trabaja en operaciones encubiertas, considerado armado y extremadamente peligroso. Es… muy capaz… Burns asintió mientras marcaba y no pudo evitar sonreír. —Se van a llevar a las mil maravillas. * * Lo siento. Las paredes se están cerrando y me tengo que ir. Te amo. Zane se enderezó en la cama, empapado en sudor, con los oídos zumbando mientras el nombre de su amante resonaba en las paredes. Había estado soñando, la mente llevándolo de nuevo a la sala de estar de Ty y al baile que habían compartido. El nombre de Ty todavía estaba en sus labios. Todavía podía olerle y sentir sus brazos a su alrededor mientras se balanceaban juntos. Pero eso había sido hacía más de una semana. Parecía que todavía podía oír la música. Zane se estremeció y se inclinó para agarrar su teléfono. Rozó la pantalla para responder a la llamada, interrumpiendo el tono. —Ga-Garrett. —Zane. La voz suave le golpeó lo bastante fuerte para caer sobre un codo, tratando de tragar las mariposas. Estaba demasiado atrapado en el sueño. No estaba seguro de estar despierto del todo. —¿Ty? —Dijo después de una pausa muy larga. Sonó quejumbroso. Se pasó la mano por la cara. —Suenas horrible. ¿Estás bien? Zane sacudió la cabeza, y su mirada se posó en el haz de luz de luna que pintaba la pared de la habitación. Trató de enfocar sus ojos. Era suficiente para proporcionar un resplandor azul suave al dormitorio. Se pasó una mano por la frente. La apartó húmeda. —Yo… ¿dónde coño has estado? —Cálmate y te lo diré. Zane gruñó. Se inclinó y buscó a tientas la botella casi vacía de agua en la mesita de noche. Estaba tibia, pero se tomó unos tragos de todos modos. —Cálmate, mi culo. ¿Dónde estás? —Bueno —dijo Ty, la palabra eterna. Zane reconoció el tono de voz que Ty utilizaba cuando estaba tratando de encontrar la manera de explicar algo que no le sucedía a la gente normal—. Me han dicho que estoy en Tennessee. O Kentucky. En realidad no está claro. No es por eso que te llamo. —¿Estás de una sola pieza? —preguntó Zane. Curvó la mano libre en la sábana. —De momento. Pero escucha, Zane, no tengo mucho tiempo. Recibí una llamada de Burns. Zane se estremeció y se movió hacia atrás para apoyarse contra el cabecero. Eso significaba que Ty no volvería a casa a corto plazo, estaba seguro de ello. Cuando habló, su voz era sombría y apenas controlada. —Estoy escuchando. Ty se quedó en silencio un momento. —Te echo de menos —dijo. Parecía destrozado, lo cual no ayudó a que Zane se sintiera mejor—. Pero tengo que ir a la clandestinidad. No me dio opción esta vez. Zane tenía en la punta de la lengua pedir explicaciones, pero el pesar en la voz de Ty le detuvo. Con cualquier otra persona, esta conversación habría sido absurda. Zane se frotó los ojos. Se había ido a la cama hacía un par de horas, y mucho antes de lo normal. Ty no habría esperado despertarle. —Me asustaste, Ty. —Lo sé —dijo Ty, y aunque sonaba con compasión, no necesariamente sonaba contrito—. Pero tenía que irme. Yo no… Zane había sabido que Ty no era el mismo después de esas dos semanas infernales. Lo había sabido y había esperado tener la oportunidad de ayudar una vez que ambos recuperaran el aliento. Pero la salida a medianoche de Ty había alterado ese plan. La frustración y la ira le inundaron otra vez, ahogando su breve sensación de alivio. —¿Sabes lo que pensé cuando me desperté sin ti? —¿Qué con suerte no podías esperar para verme otra vez? Te dejé una nota —dijo Ty, su voz esperanzada. —Sí, y ¿sabes qué? ¡No sirvió de nada! —Dijo Zane, dándose por vencido en tratar de ser comprensivo—. Eso no es algo que deseas encontrar cuando te despiertas a lo que se supone que es ¡el primer día del resto de tu vida! —¿El qué, ahora? Zane gimió, se puso de lado y se dejó caer sobre su costado. Se puso una almohada sobre la cabeza y luego habló de todos modos. Sus palabras salieron sordas y amortiguadas. —Beaumont. Tyler. Grady. —Espera, espera, ¿nombres completos? ¿Qué demonios, Garrett? —Te dije que te amaba, y al día siguiente te fuiste. Ty se quedó en silencio, pero Zane podía escuchar su respiración. Cuando finalmente habló, su voz era baja y ronca. —Lo siento. No pensé en eso. —¿Pensaste en algo? —Zane. —¡Estúpido! —Te amo, Zane. Lo hago y lo sabes. Y cuando vuelva a casa, vamos a sentarnos y hablar de esto. Lo prometo. —Te dije que te amaba. —Y me gustó. Zane alejó la almohada y rodó sobre su espalda para mirar a través de la oscuridad hacia el techo. —Te lo dije dos veces. —Zane. —¿Qué diablos quiere Burns ahora? Se supone que estas en excedencia. Ty no respondió durante mucho tiempo, lo suficiente para que Zane mirara la pantalla de su teléfono para asegurarse de que la llamada seguía conectada. Entonces oyó el resoplido de Ty. —Dios, me encanta cuando te pones de tan mal humor. Promete seguir cabreado cuando vuelva a casa, ¿de acuerdo? —No creo que eso vaya a ser un problema. Ty se rió cariñosamente, y el cuerpo de Zane respondió al sonido a pesar de la ira que seguía inundándole. Gruñó. No se podía negar que su exasperante amante sería capaz de salir de esto con su encanto. Maldito fuera. Pero Zane estaba, con mucho, demasiado enojado como para dejarlo ir tan fácilmente. —¿Estás diciendo que sabías que te amaba antes de que te lo dijera? —Vamos, Zane. Soy un realizador de perfiles entrenado. ¿De verdad crees que no puedo decir cuando alguien está perdidamente enamorado? Estabas haciendo números. —La primera vez que te lo dije… —Estabas muerto de miedo. Zane se quedó en silencio. Quería negarlo, pero Ty tenía razón. Ese día Ty había bailado con él en su sala de estar, le había dicho que le amaba incluso antes de darse cuenta de que las palabras se deslizaban hacia fuera. —Te aterrorizaste tan pronto como salió, ¿no es así? —Preguntó Ty. —Sí. —Si no te hubiera dadouna salida, ¿qué habrías hecho? Zane cerró los ojos. —Te habrías asustado. Y ya te estabas volviendo loco de todos modos. ¿Sabes lo mucho que dolió descartarlo? Pero tú no estabas preparado. Y necesitaba que lo dijeras por ti. No por mí. Zane bufó, sintiéndose un tanto apaciguado. —Jesús, Ty. Me conoces demasiado bien. —Ni que lo digas. —Todo al revés, ¿no? -Zane torció los labios en una sonrisa muy reacia y los frotó, luego llevó los dedos a la barba oscura que se había dejado crecer durante las últimas semanas cuando había estado ciego. Todavía estaba enojado, pero lo aplastó por el momento, sólo aliviado al oír la voz de Ty—. ¿Qué más sabes de mí? Ty tarareó. —Sé que estás durmiendo en mi cama ahora mismo. Zane miró a su alrededor, la habitación de Ty y suspiró. Maldita sea. —Todavía estoy molesto —murmuró, sin admitir nada—. Entiendo que estabas hasta el cuello, pero, maldita sea, Ty. Podrías haber dicho algo, podrías haber hablado conmigo sobre eso en lugar de sólo… —No tengo ninguna excusa. A veces soy un imbécil egoísta. Zane todavía tenía vestigios del susto, los bastantes para no querer dejarlo ir, pero sabía que no iba a resolver nada al insistir a Ty por teléfono. Suspiró. —¿Qué quería Burns? —Preguntó en un tono más tranquilo, sabiendo que era una pregunta que no le habría hecho hace una semana. —Lo siento, Zane —dijo Ty, negándose a contestar. Zane apretó la mandíbula. Para bien o para mal, conocía la rutina. —¿Te ordenaron ir a la clandestinidad? —Sí. —Significa despliegue inmediato fuera del radar, nada de contacto con los no combatientes, ningún rastro que rastrear, ni idea de cuándo volverás. —Tenía que llamarte. Zane tragó saliva mientras se hundía en la cama. Con esta llamada, Ty estaba rompiendo el protocolo y desobedeciendo una orden directa, algo que sabía que no se tomaba a la ligera. Todo tipo de respuestas le llenaron la lengua antes de que una observación irónica ganara. —Espero que no haya rastro en tu teléfono o estaremos seriamente acabados. —Francamente, Zane, no me importa —dijo Ty con convicción—. Ya no. —Grady —dijo Zane, con la garganta dolorida—. Haz lo que tengas que hacer y luego trae tu culo a casa. —Lo siento, Zane. Haré esto por ti. —Mejor que haya humillación involucrada —murmuró Zane. —Duerme bien. La llamada se desconectó. Zane se quedó con el silencio y una abrumadora sensación repentina de impotencia y preocupación. Ty estaba allí trabajando sólo y ahora no sabía más de lo que sabía ayer. Tragó saliva y dejó que la mano que sostenía el teléfono cayera al lado. Después de varios minutos de centrarse en tratar de resolver el malestar de la ira persistente y no tener mucha suerte, se levantó de la cama, sacó las sábanas sudadas del colchón, y se dirigió al sótano para meterlas en la lavadora. Necesitaba una ducha y un poco de té helado, preferiblemente de Long Island, pero eso no era una buena idea, así que la mezcla instantánea funcionaría. Sólo esperaba poder encontrar suficiente trabajo para mantenese distraído hasta que Ty volviera y pudiera patearle el culo. * * Randall Jonas estaba sentado en el sofá de Dick Burns con la cabeza entre las manos. Había un catre en la esquina con almohadas y mantas dobladas donde había estado durmiendo, y había rumores circulando en la oficina sobre por qué Burns no organizaba reuniones. Cuando el teléfono móvil en el bolsillo sonó, Jonas casi saltó fuera de su piel. Burns se mordió el labio para no sonreír. Su viejo amigo había estado fuera de juego demasiado tiempo para esta cosa de capa y espada. Burns le miró desde donde estaba sentado ante su escritorio. El teléfono era uno de prepago, el número sólo lo conocían dos personas: Burns y Blake Nichols, el ex controlador de Julian Cross. Jonas encendió el altavoz con una evidente sensación de alivio. —Nichols —dijo con voz grave —Hola, señor. —Dime. —Tuve la oportunidad de ponerme en contacto con Julian Cross, señor. Entiende la situación. —Gracias a Dios. —Pero no quiere tomar parte en ella. —¿Discúlpame? —Me dijo que está fuera y tiene la intención de permanecer fuera, señor. No quiere saber nada de nada de eso. Dijo que si alguien es enviado a recogerlo, volverá en una bolsa para cadáveres. Puesto que usted sabe dónde está, está empacando en este momento y se prepara para largarse. Jonas cerró los ojos. Burns deslizó su palma a través de la boca. —Cross es mi amigo, señor —dijo la voz de Nichols en el altavoz—. No quiero hacerle daño. Pero también sé que si esto no acaba, él va a ser un objetivo durante el resto de su vida. —¿Qué quieres decir? —Quiero garantías de que cuando esto termine, le dejarán en paz. —¿Garantías? —Su palabra es suficiente. Jonas se encontró con los ojos de Burns a través de la oficina. —Sacaré la cara por él. —Supongo que eso valdrá. No va a ser fácil de detener, pero puede haber un modo. —¿Qué propones? —Puedo arreglar que su novio esté en casa a una hora determinada. Si llama a Julian, este irá y posiblemente, podría ser detenido. Pero tiene que ser hoy. —Se puede hacer. —Julian no será fácil. —Somos conscientes de ese hecho. —Aún así. Si yo fuera usted, señor, me aseguraría de enviar más de un tipo. * * Los fuertes golpes de puños envueltos golpeando un saco de boxeo resonaron en las paredes de bloques de cemento, como lo hacían los suaves gruñidos de esfuerzo que venían del hombre que lo estaba usando. El gimnasio de la oficina del FBI de Baltimore estaba casi vacío tan temprano. Eso sólo significaba el agente especial Zane Garrett no tenía que tratar con gente mirándole derrotar al relleno de una bolsa. Una vez más. Se centró en su objetivo, utilizando las manos, los pies, los brazos, las piernas, cualquier combinación que funcionara mientras dejaba que su cuerpo atacara y su mente se vaciara. Luego, después de una tremenda patada, el saco se balanceó hacia atrás y un duro golpe interrumpió la concentración de Zane. —Garrett, ¿qué pasa, tío? -El agente especial Fred Perrimore murmuró con ironía desde donde estaba tendido de culo en la colchoneta detrás del saco de boxeo que había estado conteniendo. Zane bajó los puños y se secó el sudor de la frente con el dorso de su antebrazo. —Lo siento, Freddy. Imaginé que estabas prestando atención. —Lo estaba -dijo el grueso y musculoso hombre negro desde el suelo. Zane le ofreció una sonrisa y una mano, le ayudó a ponerse de pie. —¿Necesitamos hablar de la cosa espinosa que se arrastró por tu culo y murió? —preguntó Perrimore, frotándose la cadera con una mano. —¿Qué quieres decir? —preguntó Zane mientras caminaba hacia el banco cercano y cogió su toalla. —Has estado cabreado durante días, Garrett. Uno pensaría que tus quince minutos de fama te harían más amable, pero no. —No hables de publicidad conmigo. —Zane no había disfrutado de la continua atención de los medios después de su carrera de touchdown con una bomba por el cementerio de Green Mount la semana pasada. A su compañero le habían concedido un indulto, tres días libres para hacer frente a las secuelas mentales. Pero no a Zane, no, porque había agotado el tiempo de compensación estando ciego e indefenso. —Estoy contento de que Grady no esté aquí. Vosotros dos os estaríais desmontando en el ring -dijo Perrimore con un guiño al ring de boxeo en el centro del gimnasio. Se roció el rostro con su botella de agua—. ¿Cómo demonios tiene tanto tiempo libre, de todos modos? ¿Está en evaluación psicológica de nuevo? Zane se encogió de hombros. Había estado un poco nervioso desde que se despertó y se encontró una carta de despedida en la cama junto a él en lugar de a su amante. Ni siquiera sabía si el viajecito de salud mental de Ty le había ayudado. Esa llamada telefónica había sido hacía dos días, y ni señal de Ty. —Necesitaba algo de tiempo después de que el edificio cayera sobre nosotros —murmuró Zane.—Joder, Zane, no lo dudo. Me sorprendería si estuviera aquí. De hecho, estoy sorprendido de que tú estés aquí. —Perrimore se cruzó de brazos y centró su desaprobación sobre Zane—. Estuviste ciego una semana. ¿Y estar dentro de ese edificio cuando se vino abajo sobre vosotros dos? Deberías haberte tomado tiempo también. El médico habría firmado el permiso, sin preguntar. Zane alzó un hombro mientras golpeaba con poco entusiasmo el saco, viéndolo balancearse. —Tuve un montón de tiempo para sentarme y pensar cuando no podía ver. Tengo que estar haciendo algo, incluso si es sólo papeleo. Mac no me deja ir al campo, de todas formas. —Sí —dijo Perrimore con un firme asentimiento—. Porque eres malo. No puede arriesgarse a la pesadilla de las relaciones públicas si estuvieras en las calles. Zane no creía que su comportamiento hubiera sido tan malo. —Estás exagerando. —Le dijiste a Clancy que cogiera sus pompones y se fuera a casa. Zane frunció la nariz. —Ella seguía con lo genial que es cómo-se-llame de Delitos Financieros. —Sí, bueno, probablemente deberías pedir disculpas. —No voy a disculparme cuando ella está saliendo con el chico. -El teléfono de Zane, sobre el banco con su toalla, comenzó a sonar. Se volvió para recogerlo. —¿Conectaron? ¿Michelle y como-se-llame? —Sí. Aunque lo llevan en secreto, así mantén la boca cerrada —dijo Zane mientras miraba la pantalla de su teléfono. Era un número de Washington, DC, que no conocía. —¿Por qué está saliendo con un chico de Delitos Financieros? —preguntó Perrimore. Sonaba exasperado. Zane se encogió de hombros y apretó el botón para contestar la llamada. —Agente especial Zane Garrett. —Garrett, aquí Burns —dijo quien llamaba. No ofreció su título, a pesar de que era impresionante. Ni siquiera saludó—. Te necesito en un avión en menos de dos horas. Zane pensó que debió parecer sorprendido, porque Perrimore frunció el ceño y señaló el teléfono, murmurando. —¿Quién es? Zane negó con la cabeza. —¿Un avión a dónde? —Chicago, pero no tengo tiempo de explicarlo con más detalle. Habrá información en tu taquilla — dijo Burns, sonando apresurado e impaciente. Zane miró el alto reloj de la pared. Eran casi las cinco de la mañana. Normalmente una llamada en este momento le habría cogido todavía en la cama. —Supongo que es algo bueno que esté en la oficina. —¿Debo contactar a alguien más para esto, Agente Garrett? —preguntó Burns, su compostura habitual faltando de alguna manera—. Porque tengo menos de quince minutos para encontrarle respaldo a mi hombre, y recuerdo que solías ser menos hablador. Zane frunció el ceño. Había algo extraño en esto. —No, señor. Puedo salir de inmediato. —Hazlo, entonces. Aprende la lección de tu compañero, Zane. Cada minuto que pasas siendo un listillo es un minuto que no estás ahí para alguien que está contando contigo. —Terminó la llamada sin esperar la respuesta de Zane. Zane se apartó el teléfono de su oreja y lo miró como si fuera a lanzarse y cortarle la cabeza. —¿Qué demonios? —Lo que fuera que había sucedido había irritado a Burns más de lo que Zane le había escuchado nunca. Miró a Perrimore—. Me tengo que ir. —Agarró su toalla y se fue corriendo a los vestuarios. —Hey, ¿qué está pasando? ¡Garrett! -gritó Perrimore. Zane no se detuvo a contestar. Podría estar duchado y vestido, y en su camioneta en diez minutos. El aeropuerto de Baltimore no estaba muy lejos. Capítulo 2 Había sido un torbellino de unas horas. Una simple tarjeta de información con la compañía aérea y la hora de salida del vuelo, una hora y un lugar en Chicago, había estado esperando en el estante superior de la taquilla de Zane, junto con un billete para O’Hare sin escalas. En ocasiones, había trabajado con menos información. Y sabía lo suficiente sobre cómo trabajaba Burns para no molestarse por sus métodos. Había llegado al aeropuerto de Baltimore con apenas tiempo suficiente para cambiarse el traje que tenía en el coche. Se había tomado el tiempo durante los últimos dos días de volver embalar la pequeña bolsa de lona que guardaba en el coche para cuando necesitaba un cambio de ropa y apenas un par de cargadores de repuesto para su Glock. Había sido capaz de verificar la bolsa, junto su arsenal. Entendía que tenía prisa para que sirviera como respaldo al otro agente. Por qué todo esto se traducía en que Burns estuviera tan tenso, no tenía ni idea. En realidad, era algo más que un poco desconcertante, ya que le traía recuerdos de misiones clandestinas que había pensado que había enterrado. Eso le hizo preguntarse que andaba haciendo Ty por Burns para que este necesitara llamarle para un trabajo. Esta no era la primera vez que Zane trabajaba para el director adjunto en base a una sola llamada telefónica. Era simplemente la primera vez que lo había hecho desde que estaba sobrio. Zane intentó despejar su mente mientras esperaba a que el avión aterrizara y al taxi en la puerta. Tras el visto bueno, se puso su abrigo de lana y se dirigió hacia la puerta de embarque. Su avión llegaba puntual, no demasiado sorprendente para un vuelo temprano por la mañana, y se suponía que su contacto le esperaba en el punto de seguridad donde la puerta daba al vestíbulo, cerca de donde se recogían los equipajes. A las seis cuarenta y cinco minutos, O'Hare era un hervidero, y ayudó a Zane a ignorar los últimos restos de inquietud por el vuelo. Tuvo que caminar por lo menos medio kilómetro a través de las terminales, maniobrando entre una multitud de personas, mientras trataba de salir, pero llegó al punto de seguridad en menos de quince minutos. Justo a tiempo. Ahora sólo tenía que encontrar a su contacto. Se quedó atascado detrás de un grupo de universitarios, algún tipo de equipo deportivo, mientras salía de la terminal. Se detuvo para tratar de mirar a su alrededor y por encima de ellos, en busca de cualquier cosa que le pudiera dar una pista sobre con quien se reuniría. Traje y corbata, supuso. Varias personas encajaban mientras observaba a la multitud. Un hombre con un traje caro sin equipaje aparte de un maletín estaba leyendo un periódico. Una mujer con un traje pantalón y el pelo recogido en un moño tenso estaba de pie cerca de la entrada a un café, mirando el reloj. Zane le dio una segunda mirada antes de que su mirada se deslizara a un hombre fornido inclinado sobre en una caja de bebidas frías, vistiendo una gabardina cara con camiseta y vaqueros. El conjunto de camiseta y la gabardina no se veía a menudo. Sonrió cuando le hizo pensar en Ty. La punzada de dolor que se había alojado en su pecho hacía un par de días le dio una pinchazo y se frotó, ignorando la irritación que le siguió. Ty se pondría algo así. Probablemente vendría a Chicago, pensaría, Maldita sea, hace frío, y luego iría directo a comprarse una gabardina cara para llevar con pantalones vaqueros y una camiseta, porque sería capaz de usarlo en el trabajo cuando volviera a casa, y ¿a quién le preocupaba lo que pareciera mientras tanto? Se echó a reír a pesar de la frustración y la persistente sensación de pérdida. Tendría sentido para Ty, de todos modos. Echó la cabeza hacia un lado para tratar de ver lo que decía la camiseta. El hombre se enderezó y apareció a la vista el rostro del agente especial B. Tyler Grady. Zane miró dos veces de manera literal, sin poder creer a quien estaba viendo. Ty. Ty levantó la vista y se encontró con los ojos de Zane través de la terminal llena de gente, y la conmoción se registró en su guapo rostro. Llevaba un par de pantalones vaqueros con los que Zane tenía un profundo conocimiento y una camiseta que nunca había visto antes. Era rosa de aspecto vintage con medio círculo naranja. Había dos personajes de dibujos animados delante del círculo, un caimán y un cocodrilo, uno decía, "Hasta luego", y el otro respondía,"Después de un rato." No se había afeitado en un día o dos y presentaba un toque acosado, pero también parecía más saludable que la última vez que lo había visto, menos agotado y más en paz con el mundo. Mientras se acercaba, vio que los ojos color avellana de Ty eran los mismos que recordaba: iluminados por la vida y el humor. —¡Zane! ¿Qué estás haciendo aquí? Zane se debatía entre un impulso casi irresistible de tirar a Ty a sus brazos y la necesidad de sacudirle tontamente. Curvó las manos en puños, demasiado consciente de la gente a su alrededor. —Burns me envía. Ty volvió la barbilla. —¿Eres mi respaldo? —preguntó, formando una sonrisa a medida que hablaba. Sus ojos brillaban, y las líneas de expresión alrededor de ellos aparecieron antes de que diera un impulsivo paso hacia adelante y abrazara a Zane. Luego lo besó, sin prestar atención a las multitudes que pululaban por la terminal. Zane se aferró a los brazos de Ty con sorpresa, pero el calor de sus labios derritió la sorpresa en cuestión de segundos, y cerró los ojos para que todo lo demás se desvaneciera. Pareció que pasaba una eternidad antes de que Ty rompiera el beso y tomara el rostro de Zane entre sus manos para mirarlo. —Pensaba que pasarían días antes de poder verte. Zane volvió la cabeza lo suficiente para presionar sus labios en la palma de Ty antes de fruncir el ceño. La oleada de absoluto alivio y ridícula felicidad no tenía ninguna posibilidad contra la ira y la frustración almacenadas. Se echó hacia atrás y tomó a Ty por los hombros, sacudiéndolo como había querido hacer. —¿En qué estabas pensando? Ty se rió y lo agarró. —¡Para! ¡Vale! —Debería sacudirte hasta que te castañetearan los dientes -dijo Zane mientras le soltaba. Ty asintió mientras su sonrisa se desvanecía. Sus manos cayeron del rostro de Zane, arrastró los dedos por su piel. Zane tenía casi una semana de frustración acumulada, y no estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácilmente, aunque Ty parecía un perrito apaleado porque Zane quería matarlo. Cuando volvió a hablar, se sorprendió de que saliera un gruñido. —¿Dónde demonios has estado? Ty se encogió de hombros, mirando a la multitud cada vez menor. —Aquí y allá. En teoría, Tennessee estuvo involucrado. O Kentucky. Todavía no estoy seguro. — Volvió a mirar a Zane—. ¿Cuál tiene pasto azul y cual hierba azul? Zane apenas resistió el impulso de sacudirle de nuevo. No ayudaría, pero podría hacer que se sintiera mejor. —No estoy preguntando donde te dijo Burns que estabas. Ty asintió, negándose a comentar eso. Zane negó con la cabeza y luego miró hacia el techo antes de encontrarse con la mirada de su amante de nuevo. —Te fuiste —dijo Zane, y no hizo ningún esfuerzo por ocultar su malestar. Ty miró por la terminal, luego volvió a mirar a Zane y dejó caer sus manos. —Tuve que hacerlo. No sé cómo explicarlo; es sólo que a veces se siente como si… como si el mundo se estuviera reduciendo a mi alrededor. Como que si no me voy lejos me atrapará y me aplastará. Sé que suena estúpido, pero es un sentimiento real y me entra el pánico. Me desperté esa mañana y simplemente tenía que irme. —Se acercó y apoyó la mano contra la mejilla de Zane de nuevo. Era como si no pudiera evitarlo—. Traté de despertarte, realmente lo intenté. ¡Incluso te sacudí! —Me sacudiste. —Bueno… te pinché. —¡Ty! —¡Lo sé! Estabas durmiendo tan profundamente y…, te veías feliz y seguro, así que te dejé dormir. —Lo estaba —dijo Zane, demasiado alto y Ty miró a su alrededor. Zane se detuvo y apretó los dientes antes de continuar, su voz baja de nuevo—, lo estaba. Y entonces me desperté. Ty le miró a los ojos con dificultad. Incluso con el temor que Zane podía ver, Ty estaba más descansado y compuesto de lo que había estado hacía cinco días, cuando había parecido un tren descarrilado. Se veía mucho más como él. Zane reconocía lo estresado que Ty debía haber estado antes de largarse y podía ver que donde quiera que hubiera estado, había ayudado. —Cuando me fui esa mañana tenía la intención de estar de vuelta por la noche. O por lo menos, a la mañana siguiente. Te lo juro, Zane, si hubiera sabido que me iba durante tanto tiempo, habría tratado de aguantar hasta el final. —Ty esperó un par de respiraciones y luego agregó—: Lo siento. No ayudaba que Zane se sintiera mejor acerca de la situación, sobre todo cuando el sincero remordimiento de Ty destacaba la forma en que estaba actuando como el estereotipo de un amante despechado. Celoso, exigente, irritable. Zane hizo una mueca. Simplemente no era justo que él hubiera sido dejado atrás y sin embargo, todavía se viera como el gilipollas. —No hay manera de que vaya salir de esto con buen aspecto. Ty le agarró del brazo cuando Zane se dio la vuelta, dando un paso delante de él para mirarlo. —¿Qué te importa si sales con buen aspecto? La única persona que te ve soy yo, y sé que lo que hice fue una mierda. ¿Qué te importa si nos peleamos delante de un grupo de desconocidos a los que nunca veremos de nuevo? Sé que estás enojado, Zane. Muéstralo. Sólo sácalo para que no se asiente dentro de ti y explote después. Zane le miró a los ojos y vio la casi desesperación, de repente pudo ver el núcleo de lo que había estado molestando a Ty. Ninguno de ellos se había sentido cómodo mostrando lo que estaban sintiendo. Por primera vez, Zane podía ver cuánto necesitaba esto Ty. Pero él estaba demasiado cerca de perder los estribos mientras estaba allí y le miró a los ojos. —¿Qué quieres que diga? —Las palabras salieron roncas y bruscas. Ty levantó las dos manos con las palmas hacia arriba. —No lo sé, ¿pelea conmigo? ¿Dime que está bien? Di algo. Estoy malditamente cerca de ser rastrero, Zane. —Me asustaste, Ty. Me asustaste -espetó Zane, lo suficientemente fuerte para que la gente empezara a mirarlos. —Lo sé —dijo Ty, todavía tranquilo—. Siento haberte asustado. Siento haber salido corriendo sin decir nada. Siento haberte dejado cuando me necesitabas. Si pudiera volver atrás, lo haría de otra manera. Pero no me arrepiento de irme. Tú y yo sabemos que lo necesitaba. Y en algún lugar, sabes que tenía que hacerlo solo. —No te habría detenido —dijo Zane en un tono más controlado. —Lo sé, Zane. —¿Entonces por qué diablos no me despertaste? —Tenía miedo… Tenía miedo de que si te despertaba y te miraba a los ojos no fuera capaz de irme. Y tenía que irme, Zane, tenía que hacerlo. Zane suspiró. La ira se estaba derritiendo, incluso después de casi una semana de acumularse. Quería seguir resentido con Ty por ser tan fácil de perdonar. Había esperado ser golpeado con el encanto de Ty, no con esta sinceridad desarmante. A pesar de que el miedo y la preocupación persistían, estaban debilitadas por la parte desesperadamente feliz que sólo quería a Ty con él, sin importar nada. Y se alegraba de verle con aspecto saludable de nuevo. Este asintió. —Es comprensible que estés cabreado. —Tienes toda la razón en que lo estoy. —¿Por qué no vamos a recoger tus maletas, tomar un taxi a mi hotel y te desquitas conmigo? —¿Desquitarme contigo? ¿A diferencia de que, el mundo? —preguntó Zane mientras se daba la vuelta y comenzaba a caminar por el pasillo. Zane oyó suspirar a su compañero pero Ty mantuvo la boca cerrada mientras caminaban. Zane sospechaba que estaba exagerando, y trató de tragarse la ira. No era así como había querido ver a Ty de nuevo. Se suponía que no iba a estar enojado y herido y que Ty sería todo entendimiento y disculpas, haciéndole sentir como un cavernícola por estar molesto. Después de comprobar las pantallas, Zane encontró la cinta transportadora de equipaje para su vuelo y se quedó esperando su bolsa de cuero negro. Ty estaba a su lado, en silencio y cerca. Zane podía sentirle. Tomó aire y se volvióa mirar a Ty. Le estaba observando, con cejas levantadas. Zane bufó con fastidio. —Todavía molesto —murmuró, las palabras casi perdidas bajo el sonido de gente moviéndose a su alrededor. Pero suspiró y se relajó un poco; ser capaz de ver a Ty y sentir el montón de energía que era su compañero se lo permitió. Ty le dirigió otra divertida y serena sonrisa. Echó un vistazo por encima del hombro, y luego dio un paso hacia adelante y tomó el codo de Zane. Antes de que este pudiera hacer otra cosa que tomar aliento, Ty lo besó otra vez, allí mismo, en medio de la recogida de equipajes. Zane le agarró de los codos, sujetándolo para poder profundizar el beso. Al diablo con quienquiera que estuviera mirando. Ty se sentía bien en sus brazos, olía como a sándalo, de todas las cosas. No le importaba qué Ty estuviera repentinamente tan cómodo con las demostraciones públicas de afecto. Iba a aprovecharse mientras pudiera. —¿Te hace sentir mejor saber que te he echado mucho de menos? —Susurró Ty, los labios moviéndose contra los de Zane—. Y espero que todavía estés un poco enfadado cuando lleguemos a mi habitación del hotel. Zane dejó escapar un suspiro tembloroso. —Va a ser algo más que un poco. Ty zumbó, el sonido profundo y de anticipación. Era casi un ronroneo. —¿Me lo prometes? Zane le agarró los brazos con fuerza. —Por supuesto. Ty sonrió con desenfado, maldita sea, y dio un paso atrás, mirando a Zane de arriba abajo antes de asentir a la cinta transportadora. —Ahí iba tu bolsa. Zane miró y tuvo que lanzarse tras su bolsa. Cuando la sacó de la cinta y miró a Ty con exasperación, este seguía sonriendo. —Venga. Te mostraré el hotel que Dick está pagando -dijo Ty mientras se giraba dirección a la salida. —¿De verdad tienes un hotel? ¿Pero cuando nos movemos? —No lo sé. Zane se colgó la bolsa pequeña del hombro y trotó tras Ty. —¿Por qué Burns tenía tanta prisa por tenerme aquí esta mañana si el encuentro no se ha establecido? —Probablemente porque sabía que yo estaba aquí solo, sin nada que hacer, excepto algo estúpido. He estado acechando a este chico desde hace dos días -dijo Ty mientras hurgaba en los bolsillos, quejándose de la gabardina que llevaba—. Me llevó un día entero localizarle. Burns necesitaba darte tiempo para meterte. Será esta noche y tendremos tiempo para comprarte ropa nueva, te dará tiempo para ensuciarte. Tal vez me dará tiempo para ensuciarte. —¿Qué quieres decir ensuciarme? —Me refiero a darte un revolcón contra una pared —dijo Ty, agitando la mano hacia arriba y abajo. Zane se rió, sorprendido. Esa idea sonaba bastante bien. —Y te ves como un federal. Se supone que no debemos parecer gente del gobierno en este caso, por lo que tendremos que encontrarte algo de ropa nueva. —Si tú lo dices. Todo lo que sé es que soy el respaldo. Y mucho más feliz de estar aquí de lo que estaba hace treinta minutos. La mano de Ty serpenteó alrededor de la cintura de Zane y lo atrajo hacia sí mientras caminaban. —Burns no me dio nada excepto la ciudad y “de prisa”, y que me llamaría para darme una dirección más tarde. Entonces me senté aquí congelándome el culo durante dos días porque decidió que necesitaba refuerzos. Ni siquiera tuve la oportunidad de correr tras ese tío, que al parecer es bastante bueno en no ser encontrado. —¿Quién es? —No lo sé. ¿De verdad quieres hablar de un caso que estaremos manejando en menos de doce horas, o quieres ir a ver a mi fantástica habitación de hotel y hablar de tus sentimientos? —¿Me estás preguntando eso en serio en este momento? —dijo Zane mientras se cambiaba la bolsa de hombro para que no colgara entre ellos. —¿Eso es un no, entonces? Zane le clavó los dedos en las costillas, sonriendo cuando Ty se retorció para escapar. —Podrías llegar hasta allí sin ser mutilado en la parte posterior de un taxi, pero no hago promesas. —Es justo. Entonces, ¿cómo fue tu semana? —Preguntó Ty, pasando a través de las puertas de cristal hacia la fría mañana de marzo en Chicago. Empezó a buscar en los bolsillos de nuevo, sin mirar por dónde iba. Zane detuvo su avance hacia la acera después de que Ty casi atropellara a un par monjas que arrastraban dos maletas fosforitas. —¿Qué estás buscando? —Tengo algo para ti —dijo Ty mientras levantaba un lado de la gabardina y miraba debajo—. Esta maldita cosa tiene tantos escondites que no puedo recordar donde lo puse. Zane no pudo evitar reír. —¿Tienes algo para mí? Ty levantó la vista, sus ojos muy abiertos y sinceros mientras asentía con la cabeza. Dios, era guapo. Tuvo que sacudirse las ganas de besarlo otra vez, y dejó que el calor en su pecho se extendiera cuando se encontró con sus ojos. Ty, como siempre, se mantenía aparentemente ajeno al efecto que a menudo tenía en él. —He estado aquí una hora más o menos. Entré en la tienda de regalos. —Dejó caer las manos y abandonó la búsqueda—. Ya aparecerá —murmuró mientras se alisaba la parte delantera de su abrigo. Definitivamente lo había comprado por la razón exacta que había pensado. —No tenías que traer nada a casa excepto tú mismo -dijo Zane, suspirando mientras tomaba el brazo de Ty y lo ponía de nuevo en marcha, siguiendo las indicaciones de transporte terrestre hacia la cola del taxi. Era el mismo Ty Grady que conocía y amaba. Realmente le amaba. ¿Y no era ese todavía un pensamiento extraño? —No sabía cuando volvería a casa después de esto —dijo Ty con un gesto de la mano—. No podía llamarte. Estaba bastante seguro de que ibas a echar espuma en la boca, así que tenía que tener un plan B en caso de que una disculpa sincera y la humillación no funcionaran. —No estaba echando espuma por la boca. Ty carraspeó y miró a Zane con una mirada de complicidad. Zane se metió las manos en los bolsillos de su abrigo largo y trató de ignorarlo, pero podía sentirle observando y esperando. —Está bien, estaba un poco molesto. —Se encogió de hombros mientras miraba a su compañero. Ty asintió mientras se acercaban al taxi delantero de la fila que esperaba pasajeros. Abrió la puerta y ambos subieron a la parte trasera del coche, Zane escondió la bolsa entre sus pies. Ty le dijo algo al taxista que no pudo distinguir sobre el ruido del tráfico, y el coche se movió unos momentos después. —Siento haberme marchado así —dijo Ty tan pronto estuvieron sentados uno junto al otro, una cuidadosa distancia de medio metro entre ellos. Las estructuras que pasaban zumbando proyectaban sombras extrañas en el taxi, pero Zane conocía los rasgos de la cara de Ty sin tener que verlos, y una breve mirada a la luz del sol le mostró que Ty le estaba mirando fijamente. —Siento que sintieras que tenías que hacerlo Ty le dio un elegante encogimiento de hombros y sonrió. —La mierda sucede —dijo mientras apartaba la mirada. —Por lo general, porque estás lleno de ella —murmuró Zane, reclinándose en el asiento para tomar la primera inhalación fácil que había sido capaz de respirar en días. Echó un vistazo a Ty y sintió que más la presión en su pecho se aflojaba. Ty apoyó la cabeza en el asiento y se volvió para mirar a Zane. —Bonito traje. Zane se miró. Era un traje negro con líneas nítidas y diminutas rayitas grises, comprado para sustituir el traje arruinado la semana pasada en el funeral de Lydia Reeves y recogido de la sastrería ayer. La chaqueta había sido cortada un poco más amplia para permitirle llevar la funda de la pistola, y las mangas un poco más largas para tapar sus cuchillos. —Burns me pilló en el gimnasio. Esto era lo que tenía para el trabajo, ya que no tuve tiempo de correr a casa. Ty todavía le estaba mirando, con la cabeza gacha, los labios retorciéndose mientras luchaba contra una sonrisa. —No, Zane —dijo en voz baja y con un tono completamente diferente a las palabras—. Me refería a buen traje. A Zane se le secó la boca mientras el tonosuave como la miel de la seductora voz de Ty se filtró en él. Un rayo de luz quedó atrapado en los ojos de Ty, brillaban verdes con motas de oro y estaban centrados en él. Zane sintió sus mejillas sonrojarse. —Bueno. Yo… eh. Ty no respondió. Siguió mirándole mientras la ciudad pasaba por las ventanillas del taxi. Zane levantó una ceja, y Ty sonrió. Zane conocía esa mirada. La conocía muy bien y el taxi no podía ir al hotel con la suficiente rapidez. * * Ty guió a Zane a través del vestíbulo del hotel donde Dick los había metido, sin pasar por el mostrador de recepción a favor de los ascensores. Técnicamente, tenían dos habitaciones para el día. No necesitarían ambas. Ty tuvo que admitir que estaba nervioso. Había estado nervioso desde que esa mañana Richard Burns le había llamado y se había dado cuenta que no sería capaz de volver con Zane antes de que enloqueciera completamente. Tan pronto como las puertas del ascensor se cerraron, Ty miró a Zane y respiró profundamente para calmarse. Zane se volvió para apoyarse en la pared lateral, frente a Ty, observándolo. Sus ojos oscuros no se desviaron, no es que Ty tuviera algún sitio donde ocultarse. —¿Estás enfadado? —Preguntó Ty, retorciendo los labios mientras luchaba contra una sonrisa. Zane entrecerró los ojos y la fachada tranquila se fundió en algo que parecía un poco más peligroso. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Ty y no pudo reprimir el escalofrío. —¿Quieres hablar? —¿Hay algo más que decir? —Preguntó Zane. Su voz tenía un tono cauteloso—. Yo estoy enfadado, tú lo sientes. —¿En serio? —Dijo Ty, perdiendo la nota burlona—. Creo que tenemos una tonelada de cosas de mierda de las que hablar. Zane frunció el ceño, con aspecto dolorido. Pero asintió. El ascensor se sacudió cuando llegaron a su piso. Ty esperó a que se abrieran las puertas antes de acercarse y tomar la mano de Zane. Este entrelazó sus dedos con los suyos y el ceño se desvaneció, reemplazado por una vulnerabilidad inusual. —Esto no va a hacer que siga enojado. —Sí, eso es exactamente mi plan —susurró Ty mientras guiaba a Zane por el pasillo. Pasaron ante un par de personas que se dirigían a sus puertas, pero nunca soltó la mano de Zane. No la soltó mientras buscaba la llave en uno de sus muchos bolsillos y abría la puerta, y una vez que estuvieron dentro, no la soltó después de que Zane dejara caer su bolsa. En su lugar, atrajo a Zane más cerca para besarlo. Zane metió la mano libre bajo la gabardina de Ty para deslizarla alrededor de su cintura, tirando de él cuando sus labios se encontraron. Ty cerró los ojos y toda la tensión le abandonó mientras se envolvía alrededor de su amante. Zane era tan cálido, su olor familiar se filtró en su interior apartando todas las preocupaciones que había estado albergando. Extendió la mano y la deslizó por la cintura de Zane, tirando de su camisa. —Te amo, Zane. Este suspiró, inclinándose para colocar un suave beso en la sien de Ty. —Lo sé. Ty volvió la cabeza para instigar a otro beso, profundizando en ello con más calor. —He estado esperando esto durante días. Zane se aferró a él, el calor y anticipación creciendo entre ellos, y Ty oyó un suave gemido escapar de Zane cuando el beso continuó. El sonido le atravesó y sus manos comenzaron a tirar de la camisa de Zane, desabrochando botones, tirando de su cinturón, mientras se adentraban en la habitación. Ty se vio obligado a dar un paso atrás para mantener el equilibrio. Se encontró a sí mismo contra el lado del bar y tuvo que reírse y apoyarse en el borde del mostrador. Zane apartó la gabardina de los hombros de Ty y tiró de su camiseta. —Ha pasado demasiado tiempo —dijo Zane antes de reclamar otro beso. Ty asintió, sin poder decir nada en respuesta. Se puso de puntillas y se sentó sobre el mostrador de mármol para poder deslizar las rodillas contra las caderas de Zane y acercarlo más. Zane encajó dentro, obviamente decidido a tener contacto de piel con piel más pronto que tarde. Ty se echó a reír de nuevo, apartando la camisa de Zane y arrastrando las manos por sus hombros. Se inclinó para conseguir otro beso, pero justo cuando sus labios se tocaron, abrió la boca para decir una última cosa antes de olvidarse y dejar pasar demasiado tiempo. Zane habló primero. —Ty —dijo Zane entre besos, sus manos firmes sobre su cuerpo—. Se mío, sólo por ahora. Hay tiempo. Ty cogió el rostro de Zane, mirándolo a los ojos. —Siempre fui tuyo —dijo con dificultad. Zane apretó los dedos sobre los labios de Ty. —¿Por qué? Ty sacudió la cabeza, en busca de la respuesta. Su pecho se le tensó y respirar se hizo difícil, pero encontró las palabras que necesitaba. Se encontró con los ojos oscuros de Zane y se dio cuenta que estaba sintiéndose mareado mientras respondía. —Porque… me haces el tipo de persona que siempre he deseado ser. Zane se quedó en silencio, trazando con la mirada la cara de Ty. Este contuvo la respiración hasta que Zane habló. —Siempre te he deseado justo como eres. Por mucho que me enfurezcas, eres quien quiera que seas. Ty no podía poner el dedo en lo que esas palabras le hacían sentir. Era algo entre el alivio y el júbilo. No tenía nada más que pudiera decir, por lo que sólo se inclinó hacia delante y besó a Zane nuevo, enganchando los pies detrás de sus muslos para que no pudiera escapar. Con un gemido, Zane empezó a tirar de la camiseta de Ty para tirarla por encima de su cabeza. —¡No la rompas! Es nueva —dijo Ty con una sonrisa mientras levantaba los brazos para que pudiera quitársela. Cayó al suelo y Zane extendió las manos sobre el pecho y las costillas de Ty mientras se aferraba a su cuello. Ty gimió y dejó caer la cabeza hacia atrás, maldiciendo cuando golpeó contra el armario de espejos encima de la zona del bar. Zane se puso de rodillas, tirando de Ty sobre el mostrador, con la boca todavía en el cuerpo de Ty, su barba dejando un rastro de roces. Deslizó las manos en los vaqueros de Ty y se los bajó mientras se movía. —Zane —dijo Ty, sin aliento mientras le observaba de rodillas. Puso la mano sobre su cabeza y tiró de su pelo rizado. Zane pasó la lengua por el sendero oscuro de vello a lo largo del abdomen de Ty antes de que echar la cabeza hacia atrás para mirarle. —¿Es un mal momento para decirte que odio esa barba? —Preguntó Ty. —Te aguantarás —dijo Zane, esa chispa regresó a sus ojos casi negros. Ty rió, con la mano apretando el cabello de Zane. Este se vengó arrastrando la mejilla por la cadera de Ty. Le tiró del pelo más fuerte. —Vuelve aquí. Zane se puso de pie con un movimiento fluido y levantó una mano para acunar la nuca de Ty mientras tiraba de él para un beso voraz. Algo dentro de Ty dio un vuelco y clavó los dedos en Zane con un gemido agradecido. Algo en el toque de Zane se sentía diferente. Había más confianza en él, algo más firme que sólo los músculos de su espalda en los que estaba clavando los dedos. Algo más seguro. Zane lo atrajo hacia él y lo apretó con fuerza, luego se agachó para deslizar las manos bajo el culo de Ty y levantarlo con un gruñido. Ty se envolvió alrededor de él para no caerse y Zane se dio la vuelta y dio los tres pasos a la cama antes de lanzar Ty al colchón. Ty todavía estaba rebotando cuando Zane se arrastró sobre él para besarlo de nuevo. Recordó la primera vez que habían intentado esto: Zane le había levantado de esa manera, en el baño de ese maldito Holiday Inn en Nueva York. Si le dijera que le gustaba, le estaría arrojando por todas partes todo el tiempo. Probablemente acabaría con un brazo roto o algo así. O se arruinaría su espalda. Ty dejó que Zane asumiera el control, dejando que el toque de su amante alejara todo el estrés y la preocupación de los últimos meses, permitiéndose olvidar todo lo que había estado guardándose, dejando que Zane hiciera borrón y cuentanueva. Enredó las manos en su pelo y lo besó como si fuera su primera vez. Cuando sus bocas se separaron, ambos jadeando, Zane apoyó la frente contra la de Ty y deslizó la mano por su pelo alborotado. Su cuerpo era pesado contra Ty, el corazón acelerado, la calidez y la anticipación fluyendo entre ellos. —Esto se siente diferente —dijo Ty, sin aliento. —Sí. —Zane se movió para apoyarse en un codo, apoyando todo el peso sobre Ty y presionando más cerca, acariciándole el mentón y la mejilla con nariz. Ty abrió más las piernas, dejando que Zane se acomodara entre ellas. Había necesitado meses pero por fin, se había sentido cómodo con lo mucho que disfrutaba al tener a Zane encima de él. Lo había aprendido en ese trabajo en el crucero en Navidad. Alzó la mano para deslizar los dedos en el pelo de Zane, le miró a los ojos y levantó las caderas, haciendo que Zane contuviera el aliento. —Ty -dijo Zane, un escalofrío le recorrió—. Me vuelves loco de deseo. —Así es como me gustas -respondió Ty mientras arrastraba sus dedos por la espaldad e Zane—. Vamos, tenemos tiempo. Zane se movió y se balanceó contra el muslo de Ty. —Bueno. Tengo la intención de volverte tan loco como estoy yo -dijo a su oído antes de levantarse y ponerse de rodillas—. Y creo que me has invitado a trabajar para pagar una pequeña provocación. —Menos charla, Zane —dijo Ty con una sonrisa que sabía que le irritaría aún más. Zane le dio esa mirada con los ojos entrecerrados y salió de la cama. —Quítate esos vaqueros si quieres volver a usarlos -dijo mientras se despojaba del resto de su ropa. Ty lo hizo sin apartar la mirada de Zane, viendo a su amante desvestirse con un escalofrío de anticipación. Luego se tumbó y estiró los brazos por encima de su cabeza. Se encontró con los ojos de Zane, tumbando su cuerpo como una ofrenda. Si Zane se merecía algo de él, había la suficiente confianza para dárselo. Zane gruñó bajo y arrastró el cuerpo otra vez sobre el de Ty, frotando el pecho y la polla por toda la piel que podía mientras se abría camino, lamiendo… y esa maldita barba. Ty desestimó esa obscenidad para quejarse más tarde, empujando el cuerpo contra el de Zane, obligando a sus manos a mantenerse por encima de la cabeza en vez de tocarle como quería hacer. —¿Cómo quieres que te toque? —preguntó Zane con una voz que raspó contra la piel de Ty. —Sólo te deseo a ti. Zane se frotó contra él con más insistencia mientras se besaban, duro, largo y mojado. Sus manos apretaron y acariciaron hasta que una siguió las líneas del brazo musculoso de Ty para cerrarse sobre sus muñecas cruzadas, sujetándolas. —Pensaba que no eras un pervertido. —No soy un pervertido. Zane tarareó. —¿Quieres que te sujete mientras te follo hasta la inconsciencia? ¿Es por eso que tienes las manos así? —Sí. —Ty apenas podía decir las palabras mientras miraba fijamente a sus ojos. —Ciertamente puedo acceder —dijo Zane, con voz ronca y oscura. Apretó las muñecas de Ty mientras mecía las caderas. Ty gimió al oír el tono de la voz de Zane y la promesa que contenía. —Debería hacer esto por ti más a menudo —dijo con voz torturada. —¿Hacer qué? —Darte todo lo que tengo. Sus ojos se encontraron en el silencio sin aliento. Ty podía sentir el corazón de Zane latiendo rápido contra su pecho. Finalmente este le dio un beso violento y luego empujó hacia arriba y lejos de él. —Quédate ahí y extiende las rodillas. Quiero verte. Cuando Zane salió de la cama y desapareció en el cuarto de baño, Ty hizo lo que le ordenó, poniendo los pies en el colchón y dejando que las rodillas cayeran a los lados. Zane sin duda se estaba volviendo cómodo con su alfa interior. Antes de que Ty pudiera formar otro pensamiento, Zane estaba de vuelta, en la cama, entre las piernas de Ty y lamiendo la parte interior del muslo de Ty hasta su polla. Ty suspiró, una liberación casi inaudible de aire. La mirada en los ojos de Zane era algo que nunca había visto. Era intenso y caliente, posesiva, lleno de emoción que hacía que el pecho le doliera otra vez, como la primera vez que había mirado en ese fuego en esos ojos y había sabido que no habría nadie más en el mundo para él. Zane siguió subiendo por su cuerpo antes de decir: —Te amo, Ty. Ty no tuvo tiempo de responder antes de que Zane le estuviera besando, labios y lengua exigentes sobre los de Ty, su cuerpo presionando hacia abajo, insinuándose entre las piernas abiertas. Con una mano le agarró ambas muñecas mientras apoyaba el codo sobre la cama cerca de la cabeza de Ty. La otra mano buscó a tientas su camino por el cuerpo de Ty, una exploración lánguida e íntima del espacio entre ellos. Ty cerró los ojos cuando el calor y la presión se propagaron por su cuerpo. Sintió los dedos largos de Zane, resbaladizos con el frío lubricante, deslizarse bajo sus pelotas para frotar. —Joder, sí. -Arqueó la espalda y estiró los dedos en busca de algo a lo que agarrarse mientras Zane le mantenía sujeto. Pasó una pierna sobre la cadera de Zane y gimió en el beso. Podía sentir su polla, dura y exigente contra él, y cada centímetro del cuerpo de Zane estaba tenso donde le tocaba. —Zane —susurró Ty con voz temblorosa. —Ha pasado demasiado tiempo desde que hice esto —dijo Zane, con voz áspera y dura. La punta de su polla empujó contra Ty, y este levantó la pierna más arriba para ayudar a la entrada. —Todo lo que tienes que hacer es pedirlo -dijo Ty, incapaz de recuperar el aliento sobre el rápido latido de su corazón. Zane asintió cuando giró la cabeza y profundizó el beso. Ty se perdió en las sensaciones, sumergiéndose en el aroma familiar de su amante y la alegría absoluta de ser tocado y tomado así. Entonces la punta de la polla de Zane empujó contra él con una lenta oscilación de sus caderas que le forzó a entrar, poco a poco. —Jesús, Zane. —Ty tiró de sus manos mientras el dolor ardiente le atravesaba, desesperado por ser capaz de arrastrar los dedos por la espalda de Zane, pero Zane se mantuvo firme. Su otra mano se posó sobre el muslo de Ty, le clavó los dedos y tiró de la pierna de Ty mientras le penetraba con infinito cuidado. Ty levantó más las rodillas mientras el dolor disminuía a algo sordo y pulsátil, dejando que Zane le extendiera más y empujara más profundamente. Adoraba la sensación de las caderas de Zane, cálidas contra la parte interior de sus muslos y presionando contra él. Adoraba la sensación del eje de la polla de Zane deslizándose contra los músculos tensos, de ser empujado cuando estaba sujeto. Gruñendo cuando se estiró sobre el cuerpo de Ty, Zane flexionó las caderas hasta que estuvo tan profundamente dentro de Ty como podía. Un suave gemido escapó de él, y después de besarle de nuevo, comenzó a moverse, un lento movimiento de balanceo hasta que cogió el ritmo. El primer impulso verdadero provocó un suspiro involuntario de Ty, y empujó sus caderas contra cada uno que le siguió. Eso estimuló a Zane, sus movimientos empujaban los hombros de Ty contra las caras sábanas, la mayor parte de su peso sobre una mano forzando a las muñecas de Ty a hundirse en el colchón. Ty no podía describir cómo se sentía al estar atrapado bajo Zane y tomado de una manera tan íntima y contundente. El sexo con Zane de cualquier forma era siempre agradable, pero esto era algo diferente, algo más de lo que había dado a nadie. Envolvió las piernas alrededor de las caderas de Zane, curvando la espalda para salir al encuentro de los empujes de Zane. Un gemido o un tartamudeo desesperado salió de sus labios, y ladeó la cabeza mientras Zane empujaba. La mano libre de este subió para aferrarse al cabello de Ty, tirando de su cara para que tuviera que mirarle. Era una sensación extraña, mirar a los ojos del hombre que se movía en su interior. No era incómodo, sin embargo. Lejos de ello. Zane flexionó las caderas mientras le mordía el labio. —Bésame —dijo, con voz ronca y exigente. Ty casi gimió.Movió las manos para alcanzar a su amante, pero la restricción de Zane en sus muñecas le detuvo. Jadeó y rodó las caderas, luego empujó con los hombros para levantarse lo suficiente para presionar sus labios contra los de Zane. Zane aplastó sus bocas, la pasión ardió fuera de control mientras se hundía profundamente. Los oídos de Ty se llenaron con los golpes de sus cuerpos, jadeando apenas, los gruñidos de Zane de esfuerzo y de placer contra su cuello. Se curvó para combatir el golpeteo brutal, un grito escapó mientras extendía los dedos. Zane apoyó más de su peso sobre las manos de Ty, empujando antes de retroceder, sólo para empujar de nuevo. Ty se retorcía y dejó escapar un gemido desvergonzado, luego se movió de nuevo para unir los tobillos a la espalda de Zane a falta de alguna otra manera a la que aferrarse a él. Zane gimió cuando el ángulo de su entrada cambió, y el suave sonido disparó el calor dentro de Ty, el placer creció en su ingle. Zane siseó antes de cambiar para empujar con más fuerza, las caderas embistiendo contra el culo de Ty. Seguía y seguía, Ty gritó, y los sonidos roncos no eran palabras. Se retorció mientras Zane embestía contra él, incapaz de hacer otra cosa que abrirse a la vulnerabilidad del placer. Respirando con dificultad, Zane empezó a reducir la velocidad, cambiando los empujes duros por largos y suaves. Bajó para descansar contra Ty, tiró de sus muñecas para abajo. Le besó, lento y seguro. Ty gimió y abrió las manos cautivas, dejando que los dedos de Zane se enroscaran con los suyos, sintiéndose impotente en las manos de Zane pero adorando poder confiar en él con ese sentimiento. Ni una sola vez se le cruzó por en su mente asustarse o tratar de escapar de la sujeción. En ese momento, era totalmente de Zane. —Me gusta verte así —susurró Zane contra su oreja, provocando un estremecimiento por el cuerpo de Ty—. Tan jodidamente perfecto. Zane debió sentir la reacción de Ty, porque él abrió la boca y soltó sus caderas con fuerza y luego volvió a subir de rodillas. Soltó una de las manos de Ty, luego se agachó para deslizar la mano libre sobre su cadera, agarrándolo. Ty se arqueó ante su toque, estirando los dedos sobre el hombro y el pecho de Zane. Respiraciones cortas y torturadas escaparon de sus labios entreabiertos. No podía obligarse a abrir los ojos, cuando Zane empezó a moverse dentro de él otra vez. —Ty —dijo Zane mientras soltaba la otra muñeca de Ty y movía la mano para abrir la palma sobre el pecho de Ty—. Mírame. Abre los ojos, cariño. Ty gimió con las palabras, casi un grito de dolor mientras se obligaba a abrir los ojos. Zane tragó saliva mientras soltaba un suspiro tembloroso. —¿Sientes esto también? —preguntó, sin aliento mientras rodaba sus caderas contra Ty. Este le miró a los ojos por un breve momento antes de que el placer y la proximidad le hicieran cerrar los ojos una vez más y su cuerpo se tensara para aferrarse al cuello de Zane y atraerlo. Los dedos de Zane se tensaron en su pelo, sujetándolo. —Sí —respondió Ty, sorprendido de lo desesperada que sonaba la respuesta honesta. Gimió, se lamió los labios mientras trataba de procesar a través de la neblina, y luego presionó su boca al oído de Zane. La llamarada de calor hacía latir su sangre con tanta fuerza que al principio no pudo estar seguro de que las palabras salieran. No podía oír nada excepto el latido del corazón. —Siempre seré tuyo, cariño. Zane se estremeció contra él, logrando dar una docena de golpes antes de tensarse. Gritó cuando se corrió, y sus caderas temblaron con cada embestida mientras gemía el nombre de Ty. A través de su clímax, Zane continuó rodando las caderas, proporcionando a Ty la fricción necesaria, y fue suficiente para empujarle sobre el borde. Se agarraron con fuerza el uno al otro mientras compartían el placer, dejando que el mundo girara fuera de control durante unos breves momentos. Capítulo 3 Zane estaba en el umbral de baño, mirando a la habitación del hotel en sombras, al hombre que había dejado tendido sobre la cama en un lío de sábanas y sudor. La luz brillante detrás de él iluminaba la cara de Ty, destacando las largas pestañas que reposaban contra las mejillas sonrosadas y labios que podía decir que estaban hinchados. Sonrió y le dio vueltas una y otra vez a la caja pequeña en su mano. La había descubierto en su bolsa de lona, enredada en una camiseta limpia del cajón donde la había escondido. Era como si el destino hubiera intervenido y la hubiera lanzado a su bolsa cuando no miraba. Quería estar enojado con Ty, de verdad que quería. Pero maldita sea, simplemente no podía. Estaba enamorado de un hombre que era frívolo, espontáneo y testarudo todo envuelto en un magnífico paquete divertido y frustrante. Ty era un peligro emocional andante y lo había sabido desde el principio. Resopló y se apoyó contra el marco de la puerta, queriendo grabar en su memoria la visión de Ty acostado allí después de ser follado a fondo. Ty se estiró, y la maraña de sábanas amortiguó su bajo murmullo. No miró a Zane, pero volvió la cabeza. —Me estás acechando. —Admirando —dijo Zane mientras se tomaba su tiempo para mirarle de arriba abajo. —Bien. Sigue, entonces. Zane se permitió una pequeña sonrisa. —Esperaba estar enojado contigo más tiempo —dijo mientras se acercaba a la cama y se sentaba a su lado. Ty se estiró de nuevo, tensando los músculos y flexionando el cuerpo como un gran gato al sol. Le sonrió con los ojos brillantes. —¿Pero? A pesar del hecho de que acaba de follar a Ty hasta el olvido menos de quince minutos antes, un golpe de calor azotó a Zane mientras observaba el juego de los músculos de Ty, y puso los ojos en blanco con resignación. —Estoy demasiado feliz de verte. Ty se acercó a deslizar la punta de los dedos por la mejilla de Zane. Se acercó más hasta que pudo presionar la nariz de Zane con la suya y pasó una pierna sobre su cadera. —Te he echado de menos. Y lo siento. Zane asintió mientras deslizaba la mano por la cadera de Ty y lo atraía hacia él. Sabía que tenía que dejar que la ira desapareciera, no cambiaría lo que Ty había hecho. —¿Te dolió mucho? La expresión de Ty se suavizó en tristeza, pero pasó tan rápido que Zane podría haberlo imaginado. —A veces yo… sólo necesito un descanso. Aquí —dijo, tocando su frente—. Tengo que ir a algún sitio solo para dejar que la vida me golpee. Si no lo hago, se acumulan muchas cosas y… termino por no ser capaz de hacerle frente. Simplemente a veces tengo que irme. Zane no entendía; no estaba seguro de poder hacerlo sin haber visto las cosas que Ty había visto o vivido. Suponía que cuando tenía que tomar algo y separarlo para analizarlo desde todos los lados, era su manera de hacer frente a un problema que de otro modo sería demasiado grande. La manera de Ty era caminar por un espacio abierto, ya sea en sentido figurado o físicamente, y dejar que el problema le golpeara con toda su fuerza. Era una de las maneras en que Ty y él estaban conectados de manera diferente. Ty suspiró y rodó sobre su espalda de nuevo. —Correr por unos días es mejor que la alternativa. —Colapso. —Sí. Ha pasado antes, y no es bonito. Largarme me da tiempo para pensar, me da claridad. Zane lo creía totalmente. No podía imaginar que vivir en la cabeza de Ty fuera fácil. Apoyó la mejilla contra el pecho de Ty, escuchando el latido constante, mientras trataba de convencerse de no cavilar sobre ello. Su mano se cerró sobre la pequeña caja que aún sostenía. Ty le rodeó con un brazo, tirando de él más cerca. Zane se movió y apoyó la cabeza en el hombro de Ty. —¿Zane? Este se dio cuenta de que había estado mirando a la cabecera de la cama sin ver nada, y parpadeó para enfocar la mirada en Ty mientras descansabala barbilla sobre su pecho. Ty cerró los dedos alrededor de un mechón de pelo de Zane para jugar con él. —La próxima vez… la próxima vez que tenga que irme, ¿querrás venir conmigo? Los restos de la ira que aún permanecía no tuvieron ninguna oportunidad contra una petición así. Zane habría jurado que sentía cómo se desvanecían lo que quedaba de ese duro nudo que había llevado en el pecho en los últimos días. —Sí —dijo, alzando los dedos para pasarlos por la mejilla de Ty. Ty agarró su mano y sonrió, aliviado. —¿Incluso si se trata de la naturaleza? Zane no podía dejar de reír. —Incluso si se trata de la naturaleza. Ty lo abrazó con fuerza y dejó escapar el aliento que había estado conteniendo. —Te amo. Siempre seré tuyo, Zane, no importa dónde esté o dónde me encuentre. Te lo prometo - dijo, las palabras tan graves como Zane nunca le había oído. Zane se sintió sonrojarse por todas partes, mareado y más que un poco descentrado. Lo que Ty había prometido… era más de lo que había esperado querer de nadie nunca más. Pero quería eso de Ty, desesperadamente. Tomó aire para hablar, pero lo retuvo y tuvo que intentarlo de nuevo antes de poder decir algo. —Tú… tú te humillas muy muy bien. —Lo hago todo bien. —¡Ja! —Mira, eso es algo en lo que pensé mucho cuando me fui -dijo Ty mientras ponía a Zane de espaldas y le daba un rápido beso. —¿En humillarte? —No. —¿En ser impresionante? —No, Zane, cállate y déjame hablar. Zane se mordió el labio para no sonreír. Miró a los ojos color avellana de Ty y se encontró perdiéndose en ellos cuando habló. —Mira… no hay razón para no supieras exactamente lo que siento por ti. O lo que pienso sobre los panecillos o los mocasines o el color azul. —¿Panecillos? —Sí. No hay nada que tengamos que ocultarnos el uno del otro. Sé que va a ser difícil para los dos, y es posible que necesitemos compartir algunas cosas poco a poco, pero creo que deberíamos darle una oportunidad. Zane se acomodó, curvando los brazos alrededor de la cintura de Ty, su mirada todavía clavada en él. —Creo que suena bastante bien —dijo, sabiendo que eso ayudaría a mantener la inseguridad y los celos a raya. Deslizó una mano sobre la cadera de Ty por su costado—. ¿Cómo te sientes acerca de los panecillos? —Zane. Este sonrió y pasó la mano por el brazo de Ty. —Pero eso significa que tienes que hacer lo mismo por mí —continuó Ty—. No más esconderse de mí. —No me escondo. —Sí, lo haces. Zane le miró a los ojos, preguntándose cómo había encontrado a un hombre que lo conocía tan bien dentro y por fuera. —Sabes, una vez que me decido por algo… —Lo sé. Zane asintió. —Te amo. —Luego levantó la cabeza lo suficiente para darle un beso en los labios. —Lo sé —dijo Ty con una sonrisa mientras le atraía más cerca—. ¿Y qué demonios es eso que me está pinchando? La mano con la caja estaba presionada contra la parte baja de la espalda de Ty, y Zane se movió lo suficiente para liberar el brazo, apoyándose sobre un codo mientras Ty se echaba hacia atrás y le miraba. —¿Sabes cómo paso todo el tiempo… haciendo números? —preguntó cuando una extraña calma se apoderó de él. —Era consciente, sí. ¿Por qué? Zane sonrió y luego colocó la pequeña caja envuelta sobre el estómago de Ty. Había estado imaginando este momento durante meses. En todas las variantes de su imaginación, habían estado usando más ropa. Ty tuvo que agachar la barbilla para ver lo que era y miró a Zane con curiosidad cuando la agarró. —¿Qué es? —Lo compré para ti mientras estábamos en el crucero. —Y todo lo que yo tenía para ti era esa estúpida camiseta —Ty dijo mientras levantaba la cinta en un extremo de la caja. —No lo estropees —le dio un codazo en las costillas. Ty gruñó y se apartó bruscamente, recordando a Zane que probablemente todavía estaba dolorido por su colisión con un gran bombero en el plato de home un par de semanas atrás. Ty miró y abrió la caja como que si pudiera explotar. Dejó la tapa a un lado y abrió la caja. Acomodado sobre terciopelo gris y todavía reluciente después de todos esos meses había un elegante y pulido colgante de oro blanco, colgado de un trozo de cuerda negra. Tenía el tamaño y la forma de una moneda, incrustado había una brújula de dos tonos. Cada una de las ocho puntas terminaba en un diminuto diamante hasta rodearla. Ty la miró fijamente, sin habla mientras admiraba el complejo y desigual detalle de la pieza hecha a mano. Las imperfecciones reflejaban que era único en su clase. Como Ty. —Zane —logró decir finalmente. Se enderezó, al parecer sin darse cuenta de que le había desequilibrado, y le miró, boquiabierto. Zane esperó, sintiendo un ligero temor irritante mientras trataba de decidir que significaba la reacción. —Esto te habrá costado una fortuna —dijo Ty, horrorizado, mientras levantaba el colgante de la almohadilla. Zane subió un hombro en un pequeño encogimiento. Ni siquiera había mirado la etiqueta del precio. Lo había visto y sabido que tenía que conseguirlo. Y ver el asombro en la cara de Ty hacía un momento valía cada centavo. Ty se limitó a mirarlo, sus ojos color avellana clavándose en el alma de Zane. A veces este se encontraba preguntándose qué veía Ty cuando le miraba de esa manera. —Gracias, Zane. —De nada —dijo Zane, tragando saliva mientras se sentaba—. ¿Quieres ver cómo se ve? Porque él sí. Desesperadamente. Lo había visualizado incontables veces. Ty le dio una sonrisa torcida y le entregó el collar. Se sentó para que pudiera atárselo alrededor del cuello. Zane desenrolló la cuerda de cuero y desabrochó el broche antes de moverlo para acomodarlo alrededor de la garganta de Ty. Necesitó unos segundos para cerrar el broche, la mirada de Ty sobre él le distraía demasiado para hacer que sus dedos funcionaran, por fin dejó colgar el colgante como se suponía que tenía que caer. Ty seguía observándolo. Zane tocó la brújula que caía por debajo del hueco de la garganta de Ty. —Se ve muy bien —dijo Zane, empezando a sentirse un poco cohibido ante la mirada firme de Ty. —¿Por qué una brújula? —preguntó Ty. No había apartado los ojos de Zane todavía. Zane sonrió y pasó el pulgar por el colgante. —Porque me diste la dirección cuando estaba perdido. Me mostraste el camino. —Levantó la vista para encontrarse con los ojos de Ty—. Eres como mi propia brújula. —Zane. —Lo sé, lo sé. Soy un gilipollas. —Quizás. Pero eres mi gilipollas —dijo Ty con cariño. Alargó la mano hacia Zane y se inclinó para darle un beso. Zane se rió contra los labios de Ty. —Esto del hombre que me pidió que bailar lento en su sala de estar. Creo que todavía me tienes bailando. —Te encantó. —Sí. —Zane tocó la brújula de nuevo—. Espero que lo uses a veces —dijo, arrastrando los dedos a lo largo del cordón de cuero. Ty se acercó y apretó la mano de Zane, mirándolo a los ojos. Zane le miró; no podía creer lo guapo que era. —Gracias. Zane se permitió un momento para sumergirse en esa sonrisa y esos ojos brillantes antes de tirar de Ty para otro beso lento. No quería a cavilar sobre el futuro o sentirse avergonzado por el pasado. Estaba aprendiendo de la experiencia de Ty concentrándose en el ahora. Y ahora mismo, lo único que quería era a Ty. Se echó a reír cuando Ty le envolvió con los brazos y lo empujó a la cama, luego se subió encima a horcajadas y lo sujetó. Zane le agarró las caderas, más que dispuesto a ver si Ty le montaba usando nada más que ese collar. —Ahora —dijo Ty con una nota sombría en su voz—. Sobre esta barba que tienes. * * Después de ser convencido de que la barba y el bigote se prestaba a la imagen de que no eran federales, Ty insistió en que el mejor lugar donde Zane encontraría algo que vestir para el trabajo era la Milla Magnífica. Más tarde, salieron del taxi lejos de las tiendas para pasear, porque tenían tiempo y ¿por qué demonios no?
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