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5 - Armados y peligrosos

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ARMADOS	Y	PELIGROSOS
Cut	and	run	5
Abigail	Roux
ARGUMENTO
Solo	 en	 la	 ciudad	 de	 Baltimore,	 tras	 la	 espantada	 de	 su	 amante,	 el	 agente	 federal	 Zane	 Garrett
descarga	su	frustración	sobre	 todo	el	que	se	cruza	en	su	camino	hasta	que	recibe	 la	orden	de	viajar	a
Chicago	 para	 unirse	 a	 un	 agente	 secreto.	 Una	 vez	 allí,	 se	 encuentra	 cara	 a	 cara	 con	 su	 rebelde
compañero,	el	agente	Ty	Grady.	Tienen	que	resolver	la	incertidumbre	que	viven	en	ese	momento	como
pareja	mientras	 trabajan	para	 recuperar	 a	 su	objetivo,	un	 sicario	 retirado	y	 agente	de	 la	CIA	 llamado
Julian	Cross.	Ty,	antiguo	Marine	y	agente	estrella	del	FBI,	suele	actuar	de	forma	impredecible,	como
bien	sabe	Zane.	Zane	solía	vivir	para	su	trabajo	pero	ha	terminado	por	darse	cuenta	de	que	su	doloroso
pasado	 no	 tiene	 por	 qué	 ensombrecer	 su	 futuro.	 Son	 compañeros,	 amigos,	 amantes,	 y	 el	 equipo	 de
referencia	del	FBI	para	los	casos	más	inusuales.	Con	Cross	y	su	inofensivo	novio,	Cameron	Jacobs,	que
los	acompaña,	Ty	y	Zane	tendrán	que	vérselas	con	un	trayecto	a	través	de	buena	parte	del	país,	registros
de	la	guardia	aeroportuaria,	tormentas	de	nieve,	las	tretas	de	sus	prisioneros,	varios	equipos	de	asesinos
de	la	CIA,	una	desesperante	falta	de	sueño	y	cafeína,	y	el	uno	con	el	otro.	Ty	y	Zane	están	decididos	a
llevar	a	Julian	Cross	a	Washington	DC	de	una	pieza,	pero	con	todo	en	su	contra,	puede	ser	lo	último	que
hagan.
Capítulo	1
El	 roce	 de	 la	 pluma	Montblanc	 susurró	 en	 la	 tranquila	 oficina	 bien	 equipada.	Gruesos	muros	 de
piedra	y	cristal	blindado	de	doble	cristal	trabajaban	para	amortiguar	el	ruido	del	tráfico	de	la	ciudad	de
Washington,	DC,	y	la	alfombra	suntuosa	y	la	insonorización	en	las	paredes	mantenían	la	oficina	en	un
refugio	de	soledad	en	medio	de	una	de	las	ciudades	más	activas	del	mundo.
Richard	Burns,	director	adjunto	de	 la	División	de	Investigación	Criminal	de	 la	Oficina	Federal	de
Investigaciones,	 hojeó	 una	 página	 tras	 otra,	 escribió	 sus	 iniciales	 y	 firmó.	 La	 Oficina	 podría	 haber
pasado	a	la	era	digital,	pero	el	papeleo	todavía	hacía	que	los	engranajes	giraran.	Con	un	resoplido,	cerró
la	carpeta	y	la	lanzó	al	buzón	de	salida	para	que	su	ayudante	la	recogiera.	Al	menos	no	tenía	que	escribir
su	nombre	completo	cada	vez.
Estaba	estirándose	para	meter	la	pluma	en	su	caja	cuando	el	timbre	de	su	teléfono	lo	interrumpió.
—¿Señor?
—¿Sí,	Nancy?
—Seguridad	acaba	de	llamar,	señor.	Tiene	una	visita	—anunció	la	voz	metálica	de	su	asistente	por	el
altavoz.
—¿Quién	es?	No	tengo	ninguna	cita	hasta	las	dos.
—La	identificación	facilitada	es	de	un	tal	señor	Randall	Jonas.	Agencia	Central	de	Inteligencia.
Burns	miró	el	teléfono	sorprendido.
—Hazlo	pasar	—dijo	mientras	se	levantaba	y	comenzó	enderezar	su	corbata	y	chaqueta.
Fueron	necesarios	cinco	minutos,	más	o	menos,	y	el	timbre	sonó	de	nuevo.
—Señor,	el	escolta	está	aquí	con	el	Sr.	Jonas.
Burns	rodeó	el	escritorio	para	saludar	a	su	viejo	amigo	cuando	entró	por	 la	puerta.	Randall	Jonas
había	sido	uno	de	los	tres	hombres	del	escuadrón	original	del	Cuerpo	de	Marines	de	Burns	que	habían
regresado	de	Vietnam.	Earl	Grady	era	el	otro.	Eran	como	sus	hermanos,	y	Burns	nunca	rechazaría	una
visita	sorpresa	de	uno	de	ellos.	Pero	cuando	se	abrió	la	puerta	y	Jonas	entró	en	su	despacho,	Burns	se
dio	cuenta	inmediatamente	de	que	algo	andaba	mal.
—Te	 ves	 como	 el	 infierno	—dijo	 antes	 de	 que	 pudiera	 pensar	 en	 una	 forma	 más	 adecuada	 de
decirlo.
Jonas	asintió.
—Por	una	buena	razón.
Jonas	no	se	veía	para	nada	como	el	agudo	jefe	de	sección	de	la	CIA	que	Burns	veía	para	tomar	una
copa	en	algún	bar	de	DC.	Jonas	parecía	agotado,	exhausto,	con	ojeras.	Era	un	hombre	grande,	con	una
mandíbula	 cuadrada,	 con	 tendencia	 hacia	 el	 aumento	 de	 peso	 en	 los	 últimos	 años,	 con	 el	 pelo	 gris
metálico	 y	 los	 ojos	 castaños.	 Por	 lo	 general	 estaba	 lleno	 de	 buen	 humor	 y	 encanto,	 más	 un	 gnomo
travieso	que	un	fantasma.	Ahora,	sin	embargo,	parecía	un	oso	perseguido	por	el	bosque	por	un	bigfoot.
Burns	le	ofreció	una	mano	para	estrechar	y	luego	hizo	un	gesto	hacia	el	sofá	de	cuero	en	la	esquina
de	su	oficina.
—Perdóname	por	saltarme	las	cortesías,	pero	parece	que	es	posible	que	desees	que	lo	haga.	¿Qué	ha
pasado?
Jonas	se	pasó	una	mano	por	el	pelo.
—Me	metí	en	algo	desagradable,	Dick.	He	estado	a	cinco	minutos	de	ser	detenido	en	Langley	—
dijo	mientras	se	dejaba	caer	en	el	sofá	y	tiraba	del	nudo	de	la	corbata.
—¿Qué?	—Burns	se	sentó	frente	a	él.
—Me	 encontré	 con	 algo	 que	 no	 estaba	 destinado	 a	 ver.	 Una	 larga	 historia,	 alguien	 dentro	 de	 la
compañía	 ha	 estado	 utilizando	 los	 activos	 del	 gobierno	 para	 hacer	 trabajos	 personales	 con	 fines	 de
lucro,	y	luego	cargándose	a	los	activos	cuando	saben	demasiado.	Han	convertido	a	la	CIA	en	un	servicio
de	asesinos.
—¿Qué?
—Hubo	 unos	 papeles	 que	me	 hicieron	 sospechar,	 así	 que	 empecé	 a	 husmear.	 Y	 cuando	 seguí	 el
rastro,	ese	hijo	de	puta	lo	llevó	de	vuelta	a	mí.
Burns	parpadeó.
—¿Qué?
—Richard,	se	centran	en	mí.	Alguien	me	está	 tendiendo	una	 trampa	para	hacerme	responsable	de
ordenar	golpes	privados.	Lo	averigüé	antes	de	que	 lo	 tuvieran	 todo	en	su	 lugar.	Así	que	recogí	y	salí
corriendo.	—Jonas	 hizo	un	gesto	 con	 la	mano,	 descartando	 cualquier	 detalle	 adicional	 de	 su	 fuga	de
Langley.
Burns	asintió,	frunciendo	el	ceño.	El	abuso	de	poder	ocurría	en	las	agencias	del	alfabeto	al	igual	que
en	cualquier	otro	lugar.	Sólo	que	por	lo	general	terminaba	con	la	muerte	y	la	destrucción	en	lugar	de	la
quiebra,	los	rescates,	o	mover	una	fábrica	a	China.
—Alguien	dentro	de	la	CIA	se	está	aprovechando.	Y	tú	eres	el	chivo	expiatorio.	Deduzco	que	seguir
el	rastro	a	la	inversa	no	puede	demostrar	tu	inocencia.
—No,	 sólo	 están	 las	 notas	 de	 un	 lacayo	 a	 otro,	 dando	 órdenes	—dijo	 Jonas,	 inclinándose	 hacia
delante	y	apoyando	los	codos	en	las	rodillas—.	Es	malo,	Dick.	Estoy	siendo	incriminado	por	el	mal	uso
de	los	recursos	dirigiendo	operaciones,	por	eliminaciones	no	autorizadas	de	personal,	y	si	realmente	va
mal,	 traición.	Sin	duda	 iría	 a	 la	 cárcel	 el	 resto	de	mi	vida	natural.	Eso	 es	 si	 quien	 es	 responsable	no
viene	tras	de	mí	también.	Están	limpiando.	La	gente	está	perdiendo	sus	vidas.
—Jesús,	Randy.
—Necesito	un	poco	de	ayuda,	y	tú	eres	el	único	en	quien	confío	en	estos	momentos.
Burns	se	dio	cuenta	de	que	le	estaba	mirando	y	asintió	secamente.	Conocía	a	este	tipo,	le	conocía
desde	hace	más	de	cuarenta	años,	y	sabía	que	si	Jonas	 lo	decía,	era	verdad.	Incluso	si	era	un	maldito
fantasma.
—¿Qué	necesitas?
—Necesito	un	contacto	dentro.
—¿Un	contacto?
—Por	los	detalles	que	fui	capaz	de	reunir	antes	de	huir,	sólo	hay	un	tipo	todavía	vivo	que	tiene	la
información	necesaria	para	apuntar	al	bastardo	a	cargo	de	todo	esto.	Trataron	de	eliminarlo	hace	un	año,
pero	escapó.	—Jonas	sacudió	la	cabeza—.	Han	estado	eliminando	agentes,	Dick.	Equipos	de	agente	y
de	controladores	eliminados	o	desaparecidos,	desde	hace	un	par	de	años.	Poco	a	poco,	casi	al	azar,	y	no
puedo	decir	que	lo	hubiera	sabido	sin	toparme	con	ese	archivo	y	sospechar.
Jonas	asintió	mientras	se	sentaba	y	luego	se	echó	hacia	atrás,	con	aspecto	realmente	miserable.
—Me	he	dejado	el	culo	para	la	Compañía,	Dick.	No	voy	a	dejar	que	todo	se	vaya	al	garete	de	este
modo.	Hay	una	célula	dentro,	una	que	no	está	sancionada	ni	supervisada.	No	estoy	seguro	de	lo	alto	que
llegan,	aparte	de	que	llegan	alto	si	me	están	apuntando.
—¿Tienes	las	estadísticas	de	este	contacto?	¿El	de	la	información?
—Más	o	menos.	Pasó	a	la	clandestinidad	hace	un	año.	He	estado	en	contacto	con	su	ex	controlador.
—Bien.	 Enviaremos	 a	 un	 agente	 a	 por	 él	 y	 lo	 atraparemos.	 Se	 lo	 daremos	 a	 alguien	 en	 quien
podamos	confiar.
—No	puedes	enviar	recursos	del	FBI,	Dick.	Van	a	estar	monitoreando	todo.
Burns	levantó	una	ceja	ante	la	paranoia,	pero	eso	era	un	fantasma	para	ti.
—Mira,	Richard,	no	sé	mucho	acerca	de	tus	operaciones,	con	excepción	de	que	la	CIA	te	usa	a	ti	y	a
los	recursos	quehas	cultivado	para	determinados	trabajos.	Sé	que	tienes	los	medios	para	hacerlo	fuera
del	tablero.
Burns	frunció	los	labios	y	se	rascó	la	nariz,	tratando	de	ocultar	la	incomodidad.
—Podría	conocer	a	alguien.	Le	movilizaré.	Y	hasta	que	podamos	atrapar	a	ese	activo	misterio	tuyo,
te	quedarás	aquí.	Ni	siquiera	la	CIA	va	a	asaltar	la	sede	del	FBI	para	llegar	a	ti.	¿Quién	es	el	contacto?
—Es	un	extranjero	 llamado	Julian	Cross.	Los	registros	dicen	que	 le	habían	eliminado,	pero	 luego
saltó	de	nuevo	en	el	radar	y	los	rumores	son	que	está	todavía	vivo.	Cuando	hablé	con	Blake	Nichols,	su
ex	controlador,	confirmó	que	Cross	está	vivo.	Por	ahora.	Pero	no	puede	llegar	a	él.	—Jonas	tamborileó
con	 los	 dedos	 sobre	 el	 brazo	 del	 sofá,	 visiblemente	 agitado—.	 Tengo	 una	 dirección,	 y	 sólo	 puedo
esperar	que	este	tipo	tenga	la	información	que	necesito.	Es	el	único	que	podría	tenerla.	Todos	los	demás
están	muertos.
—Julian	Cross	—murmuró	Burns	mientras	se	rascaba	la	barbilla—.	¿Por	qué	ese	nombre	me	suena
familiar?
Jonas	se	encogió	de	hombros.
Burns	se	levantó	y	fue	a	su	escritorio,	activando	su	ordenador	para	escribir	una	búsqueda.	No	salió
nada.	Pero	conocía	ese	nombre.	Tecleó	un	código	y	buscó	de	nuevo.	Esta	vez,	el	equipo	buscó	a	través
de	una	caché	de	archivos	ocultos,	y	apareció	un	archivo.
Burns	resopló	mientras	revisaba	la	información	contenida	en	el	archivo.	París.	Por	supuesto.	Miró	a
Jonas.
—Dame	toda	la	información	que	tengas.	Pondré	a	mi	mejor	hombre	en	ello	—dijo	mientras	sacaba
un	teléfono	móvil	de	un	cajón	cerrado	con	llave.
—Si	Cross	no	sabe	quien	estaba	dando	las	órdenes	de	matar,	nadie	lo	sabe.	Pero	tengo	la	sensación
de	que	él	lo	juntó	todo	y	cree	que	fue	la	CIA	tratando	de	matarlo.	Es	por	eso	que	ha	salido	del	radar.	No
será	fácil	traerlo.	-Dijo	Jonas	mientras	se	acercaba	a	la	mesa,	sacando	un	trozo	de	papel	doblado	de	su
bolsillo—.	Esto	es	 todo.	Nombre,	contactos,	direcciones.	Y	 tu	hombre	debería	 saber	que	Cross	es	un
agente	 federal	 de	 alto	 nivel	 que	 trabaja	 en	 operaciones	 encubiertas,	 considerado	 armado	 y
extremadamente	peligroso.	Es…	muy	capaz…
Burns	asintió	mientras	marcaba	y	no	pudo	evitar	sonreír.
—Se	van	a	llevar	a	las	mil	maravillas.
* *
Lo	siento.	Las	paredes	se	están	cerrando	y	me	tengo	que	ir.
	
Te	amo.
	
	
	
Zane	se	enderezó	en	la	cama,	empapado	en	sudor,	con	los	oídos	zumbando	mientras	el	nombre	de	su
amante	resonaba	en	las	paredes.	Había	estado	soñando,	la	mente	llevándolo	de	nuevo	a	la	sala	de	estar
de	Ty	y	al	baile	que	habían	compartido.	El	nombre	de	Ty	todavía	estaba	en	sus	labios.	Todavía	podía
olerle	y	sentir	sus	brazos	a	su	alrededor	mientras	se	balanceaban	juntos.	Pero	eso	había	sido	hacía	más
de	una	semana.
Parecía	que	todavía	podía	oír	la	música.
Zane	 se	 estremeció	 y	 se	 inclinó	 para	 agarrar	 su	 teléfono.	 Rozó	 la	 pantalla	 para	 responder	 a	 la
llamada,	interrumpiendo	el	tono.
—Ga-Garrett.
—Zane.
La	voz	suave	le	golpeó	lo	bastante	fuerte	para	caer	sobre	un	codo,	tratando	de	tragar	las	mariposas.
Estaba	demasiado	atrapado	en	el	sueño.	No	estaba	seguro	de	estar	despierto	del	todo.
—¿Ty?	—Dijo	después	de	una	pausa	muy	larga.	Sonó	quejumbroso.	Se	pasó	la	mano	por	la	cara.
—Suenas	horrible.	¿Estás	bien?
Zane	 sacudió	 la	 cabeza,	y	 su	mirada	 se	posó	en	el	 haz	de	 luz	de	 luna	que	pintaba	 la	pared	de	 la
habitación.	 Trató	 de	 enfocar	 sus	 ojos.	 Era	 suficiente	 para	 proporcionar	 un	 resplandor	 azul	 suave	 al
dormitorio.	Se	pasó	una	mano	por	la	frente.	La	apartó	húmeda.
—Yo…	¿dónde	coño	has	estado?
—Cálmate	y	te	lo	diré.
Zane	gruñó.	Se	inclinó	y	buscó	a	tientas	la	botella	casi	vacía	de	agua	en	la	mesita	de	noche.	Estaba
tibia,	pero	se	tomó	unos	tragos	de	todos	modos.
—Cálmate,	mi	culo.	¿Dónde	estás?
—Bueno	—dijo	Ty,	la	palabra	eterna.	Zane	reconoció	el	tono	de	voz	que	Ty	utilizaba	cuando	estaba
tratando	de	encontrar	la	manera	de	explicar	algo	que	no	le	sucedía	a	la	gente	normal—.	Me	han	dicho
que	estoy	en	Tennessee.	O	Kentucky.	En	realidad	no	está	claro.	No	es	por	eso	que	te	llamo.
—¿Estás	de	una	sola	pieza?	—preguntó	Zane.	Curvó	la	mano	libre	en	la	sábana.
—De	momento.	Pero	escucha,	Zane,	no	tengo	mucho	tiempo.	Recibí	una	llamada	de	Burns.
Zane	se	estremeció	y	se	movió	hacia	atrás	para	apoyarse	contra	el	cabecero.	Eso	significaba	que	Ty
no	 volvería	 a	 casa	 a	 corto	 plazo,	 estaba	 seguro	 de	 ello.	Cuando	 habló,	 su	 voz	 era	 sombría	 y	 apenas
controlada.
—Estoy	escuchando.
Ty	se	quedó	en	silencio	un	momento.
—Te	echo	de	menos	—dijo.	Parecía	destrozado,	lo	cual	no	ayudó	a	que	Zane	se	sintiera	mejor—.
Pero	tengo	que	ir	a	la	clandestinidad.	No	me	dio	opción	esta	vez.
Zane	tenía	en	la	punta	de	la	lengua	pedir	explicaciones,	pero	el	pesar	en	la	voz	de	Ty	le	detuvo.	Con
cualquier	otra	persona,	esta	conversación	habría	sido	absurda.	Zane	se	frotó	los	ojos.	Se	había	ido	a	la
cama	hacía	un	par	de	horas,	y	mucho	antes	de	lo	normal.	Ty	no	habría	esperado	despertarle.
—Me	asustaste,	Ty.
—Lo	 sé	—dijo	 Ty,	 y	 aunque	 sonaba	 con	 compasión,	 no	 necesariamente	 sonaba	 contrito—.	 Pero
tenía	que	irme.	Yo	no…
Zane	había	sabido	que	Ty	no	era	el	mismo	después	de	esas	dos	semanas	infernales.	Lo	había	sabido
y	 había	 esperado	 tener	 la	 oportunidad	 de	 ayudar	 una	 vez	 que	 ambos	 recuperaran	 el	 aliento.	 Pero	 la
salida	 a	 medianoche	 de	 Ty	 había	 alterado	 ese	 plan.	 La	 frustración	 y	 la	 ira	 le	 inundaron	 otra	 vez,
ahogando	su	breve	sensación	de	alivio.
—¿Sabes	lo	que	pensé	cuando	me	desperté	sin	ti?
—¿Qué	 con	 suerte	 no	 podías	 esperar	 para	 verme	 otra	 vez?	 Te	 dejé	 una	 nota	—dijo	 Ty,	 su	 voz
esperanzada.
—Sí,	 y	 ¿sabes	 qué?	 ¡No	 sirvió	 de	 nada!	 —Dijo	 Zane,	 dándose	 por	 vencido	 en	 tratar	 de	 ser
comprensivo—.	Eso	no	es	algo	que	deseas	encontrar	cuando	te	despiertas	a	lo	que	se	supone	que	es	¡el
primer	día	del	resto	de	tu	vida!
—¿El	qué,	ahora?
Zane	gimió,	se	puso	de	lado	y	se	dejó	caer	sobre	su	costado.	Se	puso	una	almohada	sobre	la	cabeza
y	luego	habló	de	todos	modos.	Sus	palabras	salieron	sordas	y	amortiguadas.
—Beaumont.	Tyler.	Grady.
—Espera,	espera,	¿nombres	completos?	¿Qué	demonios,	Garrett?
—Te	dije	que	te	amaba,	y	al	día	siguiente	te	fuiste.
Ty	se	quedó	en	silencio,	pero	Zane	podía	escuchar	su	respiración.	Cuando	finalmente	habló,	su	voz
era	baja	y	ronca.
—Lo	siento.	No	pensé	en	eso.
—¿Pensaste	en	algo?
—Zane.
—¡Estúpido!
—Te	amo,	Zane.	Lo	hago	y	lo	sabes.	Y	cuando	vuelva	a	casa,	vamos	a	sentarnos	y	hablar	de	esto.
Lo	prometo.
—Te	dije	que	te	amaba.
—Y	me	gustó.
Zane	alejó	la	almohada	y	rodó	sobre	su	espalda	para	mirar	a	través	de	la	oscuridad	hacia	el	techo.
—Te	lo	dije	dos	veces.
—Zane.
—¿Qué	diablos	quiere	Burns	ahora?	Se	supone	que	estas	en	excedencia.
Ty	no	respondió	durante	mucho	tiempo,	lo	suficiente	para	que	Zane	mirara	la	pantalla	de	su	teléfono
para	asegurarse	de	que	la	llamada	seguía	conectada.	Entonces	oyó	el	resoplido	de	Ty.
—Dios,	me	encanta	cuando	te	pones	de	tan	mal	humor.	Promete	seguir	cabreado	cuando	vuelva	a
casa,	¿de	acuerdo?
—No	creo	que	eso	vaya	a	ser	un	problema.
Ty	 se	 rió	 cariñosamente,	 y	 el	 cuerpo	 de	 Zane	 respondió	 al	 sonido	 a	 pesar	 de	 la	 ira	 que	 seguía
inundándole.	Gruñó.	No	se	podía	negar	que	su	exasperante	amante	sería	capaz	de	salir	de	esto	con	su
encanto.	Maldito	 fuera.	 Pero	 Zane	 estaba,	 con	 mucho,	 demasiado	 enojado	 como	 para	 dejarlo	 ir	 tan
fácilmente.
—¿Estás	diciendo	que	sabías	que	te	amaba	antes	de	que	te	lo	dijera?
—Vamos,	 Zane.	 Soy	 un	 realizador	 de	 perfiles	 entrenado.	 ¿De	 verdad	 crees	 que	 no	 puedo	 decir
cuando	alguien	está	perdidamente	enamorado?	Estabas	haciendo	números.
—La	primera	vez	que	te	lo	dije…
—Estabas	muerto	de	miedo.
Zane	se	quedó	en	silencio.	Quería	negarlo,	pero	Ty	tenía	razón.	Ese	día	Ty	había	bailado	con	él	en
su	 sala	 de	 estar,	 le	 había	 dicho	 que	 le	 amaba	 incluso	 antes	 de	 darse	 cuenta	 de	 que	 las	 palabras	 se
deslizaban	hacia	fuera.
—Te	aterrorizaste	tan	pronto	como	salió,	¿no	es	así?	—Preguntó	Ty.
—Sí.
—Si	no	te	hubiera	dadouna	salida,	¿qué	habrías	hecho?
Zane	cerró	los	ojos.
—Te	habrías	asustado.	Y	ya	te	estabas	volviendo	loco	de	todos	modos.	¿Sabes	lo	mucho	que	dolió
descartarlo?	Pero	tú	no	estabas	preparado.	Y	necesitaba	que	lo	dijeras	por	ti.	No	por	mí.
Zane	bufó,	sintiéndose	un	tanto	apaciguado.
—Jesús,	Ty.	Me	conoces	demasiado	bien.
—Ni	que	lo	digas.
—Todo	al	revés,	¿no?	-Zane	torció	los	labios	en	una	sonrisa	muy	reacia	y	los	frotó,	luego	llevó	los
dedos	a	 la	barba	oscura	que	 se	había	dejado	crecer	durante	 las	últimas	 semanas	cuando	había	estado
ciego.	Todavía	estaba	enojado,	pero	lo	aplastó	por	el	momento,	sólo	aliviado	al	oír	la	voz	de	Ty—.	¿Qué
más	sabes	de	mí?
Ty	tarareó.
—Sé	que	estás	durmiendo	en	mi	cama	ahora	mismo.
Zane	miró	a	su	alrededor,	la	habitación	de	Ty	y	suspiró.	Maldita	sea.
—Todavía	 estoy	 molesto	—murmuró,	 sin	 admitir	 nada—.	 Entiendo	 que	 estabas	 hasta	 el	 cuello,
pero,	maldita	sea,	Ty.	Podrías	haber	dicho	algo,	podrías	haber	hablado	conmigo	sobre	eso	en	lugar	de
sólo…
—No	tengo	ninguna	excusa.	A	veces	soy	un	imbécil	egoísta.
Zane	todavía	tenía	vestigios	del	susto,	los	bastantes	para	no	querer	dejarlo	ir,	pero	sabía	que	no	iba	a
resolver	nada	al	insistir	a	Ty	por	teléfono.	Suspiró.
—¿Qué	quería	Burns?	—Preguntó	en	un	tono	más	tranquilo,	sabiendo	que	era	una	pregunta	que	no
le	habría	hecho	hace	una	semana.
—Lo	siento,	Zane	—dijo	Ty,	negándose	a	contestar.
Zane	apretó	la	mandíbula.	Para	bien	o	para	mal,	conocía	la	rutina.
—¿Te	ordenaron	ir	a	la	clandestinidad?
—Sí.
—Significa	despliegue	inmediato	fuera	del	radar,	nada	de	contacto	con	los	no	combatientes,	ningún
rastro	que	rastrear,	ni	idea	de	cuándo	volverás.
—Tenía	que	llamarte.
Zane	 tragó	 saliva	 mientras	 se	 hundía	 en	 la	 cama.	 Con	 esta	 llamada,	 Ty	 estaba	 rompiendo	 el
protocolo	y	desobedeciendo	una	orden	directa,	algo	que	sabía	que	no	se	tomaba	a	la	ligera.	Todo	tipo	de
respuestas	le	llenaron	la	lengua	antes	de	que	una	observación	irónica	ganara.
—Espero	que	no	haya	rastro	en	tu	teléfono	o	estaremos	seriamente	acabados.
—Francamente,	Zane,	no	me	importa	—dijo	Ty	con	convicción—.	Ya	no.
—Grady	—dijo	Zane,	con	la	garganta	dolorida—.	Haz	lo	que	tengas	que	hacer	y	luego	trae	tu	culo	a
casa.
—Lo	siento,	Zane.	Haré	esto	por	ti.
—Mejor	que	haya	humillación	involucrada	—murmuró	Zane.
—Duerme	bien.
La	llamada	se	desconectó.	Zane	se	quedó	con	el	silencio	y	una	abrumadora	sensación	repentina	de
impotencia	y	preocupación.	Ty	estaba	allí	 trabajando	sólo	y	ahora	no	sabía	más	de	 lo	que	sabía	ayer.
Tragó	saliva	y	dejó	que	la	mano	que	sostenía	el	teléfono	cayera	al	lado.	Después	de	varios	minutos	de
centrarse	en	tratar	de	resolver	el	malestar	de	la	ira	persistente	y	no	tener	mucha	suerte,	se	levantó	de	la
cama,	sacó	las	sábanas	sudadas	del	colchón,	y	se	dirigió	al	sótano	para	meterlas	en	la	lavadora.
Necesitaba	una	ducha	y	un	poco	de	té	helado,	preferiblemente	de	Long	Island,	pero	eso	no	era	una
buena	idea,	así	que	la	mezcla	instantánea	funcionaría.	Sólo	esperaba	poder	encontrar	suficiente	trabajo
para	mantenese	distraído	hasta	que	Ty	volviera	y	pudiera	patearle	el	culo.
* *
Randall	Jonas	estaba	sentado	en	el	sofá	de	Dick	Burns	con	la	cabeza	entre	las	manos.	Había	un	catre
en	 la	 esquina	 con	 almohadas	 y	 mantas	 dobladas	 donde	 había	 estado	 durmiendo,	 y	 había	 rumores
circulando	en	la	oficina	sobre	por	qué	Burns	no	organizaba	reuniones.
Cuando	el	teléfono	móvil	en	el	bolsillo	sonó,	Jonas	casi	saltó	fuera	de	su	piel.	Burns	se	mordió	el
labio	para	no	sonreír.	Su	viejo	amigo	había	estado	fuera	de	juego	demasiado	tiempo	para	esta	cosa	de
capa	y	espada.
Burns	 le	miró	 desde	 donde	 estaba	 sentado	 ante	 su	 escritorio.	 El	 teléfono	 era	 uno	 de	 prepago,	 el
número	sólo	lo	conocían	dos	personas:	Burns	y	Blake	Nichols,	el	ex	controlador	de	Julian	Cross.
Jonas	encendió	el	altavoz	con	una	evidente	sensación	de	alivio.
—Nichols	—dijo	con	voz	grave
—Hola,	señor.
—Dime.
—Tuve	la	oportunidad	de	ponerme	en	contacto	con	Julian	Cross,	señor.	Entiende	la	situación.
—Gracias	a	Dios.
—Pero	no	quiere	tomar	parte	en	ella.
—¿Discúlpame?
—Me	dijo	que	está	fuera	y	tiene	la	intención	de	permanecer	fuera,	señor.	No	quiere	saber	nada	de
nada	de	eso.	Dijo	que	si	alguien	es	enviado	a	recogerlo,	volverá	en	una	bolsa	para	cadáveres.	Puesto	que
usted	sabe	dónde	está,	está	empacando	en	este	momento	y	se	prepara	para	largarse.
Jonas	cerró	los	ojos.	Burns	deslizó	su	palma	a	través	de	la	boca.
—Cross	es	mi	amigo,	señor	—dijo	la	voz	de	Nichols	en	el	altavoz—.	No	quiero	hacerle	daño.	Pero
también	sé	que	si	esto	no	acaba,	él	va	a	ser	un	objetivo	durante	el	resto	de	su	vida.
—¿Qué	quieres	decir?
—Quiero	garantías	de	que	cuando	esto	termine,	le	dejarán	en	paz.
—¿Garantías?
—Su	palabra	es	suficiente.
Jonas	se	encontró	con	los	ojos	de	Burns	a	través	de	la	oficina.
—Sacaré	la	cara	por	él.
—Supongo	que	eso	valdrá.	No	va	a	ser	fácil	de	detener,	pero	puede	haber	un	modo.
—¿Qué	propones?
—Puedo	 arreglar	 que	 su	novio	 esté	 en	 casa	 a	 una	hora	determinada.	Si	 llama	 a	 Julian,	 este	 irá	 y
posiblemente,	podría	ser	detenido.	Pero	tiene	que	ser	hoy.
—Se	puede	hacer.
—Julian	no	será	fácil.
—Somos	conscientes	de	ese	hecho.
—Aún	así.	Si	yo	fuera	usted,	señor,	me	aseguraría	de	enviar	más	de	un	tipo.
* *
Los	 fuertes	 golpes	 de	 puños	 envueltos	 golpeando	 un	 saco	 de	 boxeo	 resonaron	 en	 las	 paredes	 de
bloques	 de	 cemento,	 como	 lo	 hacían	 los	 suaves	 gruñidos	 de	 esfuerzo	 que	 venían	 del	 hombre	 que	 lo
estaba	usando.	El	gimnasio	de	la	oficina	del	FBI	de	Baltimore	estaba	casi	vacío	tan	temprano.	Eso	sólo
significaba	el	agente	especial	Zane	Garrett	no	tenía	que	tratar	con	gente	mirándole	derrotar	al	relleno	de
una	bolsa.
Una	vez	más.
Se	 centró	 en	 su	 objetivo,	 utilizando	 las	 manos,	 los	 pies,	 los	 brazos,	 las	 piernas,	 cualquier
combinación	 que	 funcionara	 mientras	 dejaba	 que	 su	 cuerpo	 atacara	 y	 su	 mente	 se	 vaciara.	 Luego,
después	 de	 una	 tremenda	 patada,	 el	 saco	 se	 balanceó	 hacia	 atrás	 y	 un	 duro	 golpe	 interrumpió	 la
concentración	de	Zane.
—Garrett,	 ¿qué	 pasa,	 tío?	 -El	 agente	 especial	 Fred	 Perrimore	 murmuró	 con	 ironía	 desde	 donde
estaba	tendido	de	culo	en	la	colchoneta	detrás	del	saco	de	boxeo	que	había	estado	conteniendo.
Zane	bajó	los	puños	y	se	secó	el	sudor	de	la	frente	con	el	dorso	de	su	antebrazo.
—Lo	siento,	Freddy.	Imaginé	que	estabas	prestando	atención.
—Lo	estaba	-dijo	el	grueso	y	musculoso	hombre	negro	desde	el	suelo.
Zane	le	ofreció	una	sonrisa	y	una	mano,	le	ayudó	a	ponerse	de	pie.
—¿Necesitamos	 hablar	 de	 la	 cosa	 espinosa	 que	 se	 arrastró	 por	 tu	 culo	 y	 murió?	 —preguntó
Perrimore,	frotándose	la	cadera	con	una	mano.
—¿Qué	quieres	decir?	—preguntó	Zane	mientras	caminaba	hacia	el	banco	cercano	y	cogió	su	toalla.
—Has	estado	cabreado	durante	días,	Garrett.	Uno	pensaría	que	tus	quince	minutos	de	fama	te	harían
más	amable,	pero	no.
—No	 hables	 de	 publicidad	 conmigo.	—Zane	 no	 había	 disfrutado	 de	 la	 continua	 atención	 de	 los
medios	 después	 de	 su	 carrera	 de	 touchdown	 con	 una	 bomba	 por	 el	 cementerio	 de	 Green	Mount	 la
semana	pasada.	A	su	compañero	le	habían	concedido	un	indulto,	tres	días	libres	para	hacer	frente	a	las
secuelas	mentales.	Pero	no	a	Zane,	no,	porque	había	agotado	el	tiempo	de	compensación	estando	ciego
e	indefenso.
—Estoy	contento	de	que	Grady	no	esté	aquí.	Vosotros	dos	os	estaríais	desmontando	en	el	ring	-dijo
Perrimore	con	un	guiño	al	ring	de	boxeo	en	el	centro	del	gimnasio.	Se	roció	el	rostro	con	su	botella	de
agua—.	¿Cómo	demonios	tiene	tanto	tiempo	libre,	de	todos	modos?	¿Está	en	evaluación	psicológica	de
nuevo?
Zane	se	encogió	de	hombros.	Había	estado	un	poco	nervioso	desde	que	se	despertó	y	se	encontró
una	carta	de	despedida	en	la	cama	junto	a	él	en	lugar	de	a	su	amante.	Ni	siquiera	sabía	si	el	viajecito	de
salud	mental	de	Ty	le	había	ayudado.	Esa	llamada	telefónica	había	sido	hacía	dos	días,	y	ni	señal	de	Ty.
—Necesitaba	algo	de	tiempo	después	de	que	el	edificio	cayera	sobre	nosotros	—murmuró	Zane.—Joder,	Zane,	no	lo	dudo.	Me	sorprendería	si	estuviera	aquí.	De	hecho,	estoy	sorprendido	de	que	tú
estés	aquí.	—Perrimore	se	cruzó	de	brazos	y	centró	su	desaprobación	sobre	Zane—.	Estuviste	ciego	una
semana.	 ¿Y	 estar	 dentro	 de	 ese	 edificio	 cuando	 se	 vino	 abajo	 sobre	 vosotros	 dos?	 Deberías	 haberte
tomado	tiempo	también.	El	médico	habría	firmado	el	permiso,	sin	preguntar.
Zane	alzó	un	hombro	mientras	golpeaba	con	poco	entusiasmo	el	saco,	viéndolo	balancearse.
—Tuve	un	montón	de	tiempo	para	sentarme	y	pensar	cuando	no	podía	ver.	Tengo	que	estar	haciendo
algo,	incluso	si	es	sólo	papeleo.	Mac	no	me	deja	ir	al	campo,	de	todas	formas.
—Sí	—dijo	Perrimore	con	un	 firme	asentimiento—.	Porque	eres	malo.	No	puede	arriesgarse	 a	 la
pesadilla	de	las	relaciones	públicas	si	estuvieras	en	las	calles.
Zane	no	creía	que	su	comportamiento	hubiera	sido	tan	malo.
—Estás	exagerando.
—Le	dijiste	a	Clancy	que	cogiera	sus	pompones	y	se	fuera	a	casa.
Zane	frunció	la	nariz.
—Ella	seguía	con	lo	genial	que	es	cómo-se-llame	de	Delitos	Financieros.
—Sí,	bueno,	probablemente	deberías	pedir	disculpas.
—No	voy	a	disculparme	cuando	ella	está	saliendo	con	el	chico.	-El	teléfono	de	Zane,	sobre	el	banco
con	su	toalla,	comenzó	a	sonar.	Se	volvió	para	recogerlo.
—¿Conectaron?	¿Michelle	y	como-se-llame?
—Sí.	 Aunque	 lo	 llevan	 en	 secreto,	 así	 mantén	 la	 boca	 cerrada	—dijo	 Zane	 mientras	 miraba	 la
pantalla	de	su	teléfono.	Era	un	número	de	Washington,	DC,	que	no	conocía.
—¿Por	 qué	 está	 saliendo	 con	 un	 chico	 de	 Delitos	 Financieros?	 —preguntó	 Perrimore.	 Sonaba
exasperado.
Zane	se	encogió	de	hombros	y	apretó	el	botón	para	contestar	la	llamada.
—Agente	especial	Zane	Garrett.
—Garrett,	aquí	Burns	—dijo	quien	llamaba.	No	ofreció	su	título,	a	pesar	de	que	era	impresionante.
Ni	siquiera	saludó—.	Te	necesito	en	un	avión	en	menos	de	dos	horas.
Zane	pensó	que	debió	parecer	sorprendido,	porque	Perrimore	frunció	el	ceño	y	señaló	el	 teléfono,
murmurando.
—¿Quién	es?
Zane	negó	con	la	cabeza.
—¿Un	avión	a	dónde?
—Chicago,	pero	no	tengo	tiempo	de	explicarlo	con	más	detalle.	Habrá	información	en	tu	taquilla	—
dijo	Burns,	sonando	apresurado	e	impaciente.
Zane	miró	el	alto	reloj	de	la	pared.	Eran	casi	las	cinco	de	la	mañana.	Normalmente	una	llamada	en
este	momento	le	habría	cogido	todavía	en	la	cama.
—Supongo	que	es	algo	bueno	que	esté	en	la	oficina.
—¿Debo	 contactar	 a	 alguien	 más	 para	 esto,	 Agente	 Garrett?	 —preguntó	 Burns,	 su	 compostura
habitual	faltando	de	alguna	manera—.	Porque	tengo	menos	de	quince	minutos	para	encontrarle	respaldo
a	mi	hombre,	y	recuerdo	que	solías	ser	menos	hablador.
Zane	frunció	el	ceño.	Había	algo	extraño	en	esto.
—No,	señor.	Puedo	salir	de	inmediato.
—Hazlo,	 entonces.	Aprende	 la	 lección	de	 tu	compañero,	Zane.	Cada	minuto	que	pasas	 siendo	un
listillo	es	un	minuto	que	no	estás	ahí	para	alguien	que	está	contando	contigo.	—Terminó	la	llamada	sin
esperar	la	respuesta	de	Zane.
Zane	se	apartó	el	teléfono	de	su	oreja	y	lo	miró	como	si	fuera	a	lanzarse	y	cortarle	la	cabeza.
—¿Qué	demonios?	—Lo	que	fuera	que	había	sucedido	había	irritado	a	Burns	más	de	lo	que	Zane	le
había	escuchado	nunca.	Miró	a	Perrimore—.	Me	tengo	que	ir.	—Agarró	su	toalla	y	se	fue	corriendo	a
los	vestuarios.
—Hey,	¿qué	está	pasando?	¡Garrett!	-gritó	Perrimore.
Zane	no	se	detuvo	a	contestar.	Podría	estar	duchado	y	vestido,	y	en	su	camioneta	en	diez	minutos.	El
aeropuerto	de	Baltimore	no	estaba	muy	lejos.
Capítulo	2
Había	sido	un	torbellino	de	unas	horas.	Una	simple	tarjeta	de	información	con	la	compañía	aérea	y
la	 hora	 de	 salida	 del	 vuelo,	 una	 hora	 y	 un	 lugar	 en	 Chicago,	 había	 estado	 esperando	 en	 el	 estante
superior	de	la	taquilla	de	Zane,	junto	con	un	billete	para	O’Hare	sin	escalas.
En	ocasiones,	había	 trabajado	con	menos	 información.	Y	sabía	 lo	suficiente	sobre	cómo	trabajaba
Burns	para	no	molestarse	por	sus	métodos.
Había	llegado	al	aeropuerto	de	Baltimore	con	apenas	tiempo	suficiente	para	cambiarse	el	traje	que
tenía	en	el	coche.	Se	había	tomado	el	tiempo	durante	los	últimos	dos	días	de	volver	embalar	la	pequeña
bolsa	de	lona	que	guardaba	en	el	coche	para	cuando	necesitaba	un	cambio	de	ropa	y	apenas	un	par	de
cargadores	de	repuesto	para	su	Glock.	Había	sido	capaz	de	verificar	la	bolsa,	junto	su	arsenal.
Entendía	 que	 tenía	 prisa	 para	 que	 sirviera	 como	 respaldo	 al	 otro	 agente.	 Por	 qué	 todo	 esto	 se
traducía	 en	 que	 Burns	 estuviera	 tan	 tenso,	 no	 tenía	 ni	 idea.	 En	 realidad,	 era	 algo	más	 que	 un	 poco
desconcertante,	 ya	 que	 le	 traía	 recuerdos	 de	 misiones	 clandestinas	 que	 había	 pensado	 que	 había
enterrado.	Eso	le	hizo	preguntarse	que	andaba	haciendo	Ty	por	Burns	para	que	este	necesitara	llamarle
para	un	trabajo.	Esta	no	era	la	primera	vez	que	Zane	trabajaba	para	el	director	adjunto	en	base	a	una	sola
llamada	telefónica.	Era	simplemente	la	primera	vez	que	lo	había	hecho	desde	que	estaba	sobrio.
Zane	 intentó	despejar	 su	mente	mientras	esperaba	a	que	el	 avión	aterrizara	y	al	 taxi	en	 la	puerta.
Tras	el	visto	bueno,	se	puso	su	abrigo	de	lana	y	se	dirigió	hacia	la	puerta	de	embarque.	Su	avión	llegaba
puntual,	 no	 demasiado	 sorprendente	 para	 un	 vuelo	 temprano	 por	 la	 mañana,	 y	 se	 suponía	 que	 su
contacto	 le	 esperaba	 en	 el	 punto	 de	 seguridad	 donde	 la	 puerta	 daba	 al	 vestíbulo,	 cerca	 de	 donde	 se
recogían	los	equipajes.
A	las	seis	cuarenta	y	cinco	minutos,	O'Hare	era	un	hervidero,	y	ayudó	a	Zane	a	ignorar	los	últimos
restos	 de	 inquietud	 por	 el	 vuelo.	 Tuvo	 que	 caminar	 por	 lo	 menos	 medio	 kilómetro	 a	 través	 de	 las
terminales,	maniobrando	entre	una	multitud	de	personas,	mientras	trataba	de	salir,	pero	llegó	al	punto	de
seguridad	en	menos	de	quince	minutos.	Justo	a	tiempo.	Ahora	sólo	tenía	que	encontrar	a	su	contacto.
Se	quedó	atascado	detrás	de	un	grupo	de	universitarios,	 algún	 tipo	de	 equipo	deportivo,	mientras
salía	de	 la	 terminal.	Se	detuvo	para	 tratar	de	mirar	a	su	alrededor	y	por	encima	de	ellos,	en	busca	de
cualquier	cosa	que	le	pudiera	dar	una	pista	sobre	con	quien	se	reuniría.
Traje	y	corbata,	supuso.
Varias	 personas	 encajaban	 mientras	 observaba	 a	 la	 multitud.	 Un	 hombre	 con	 un	 traje	 caro	 sin
equipaje	aparte	de	un	maletín	estaba	leyendo	un	periódico.	Una	mujer	con	un	traje	pantalón	y	el	pelo
recogido	en	un	moño	tenso	estaba	de	pie	cerca	de	la	entrada	a	un	café,	mirando	el	reloj.	Zane	le	dio	una
segunda	mirada	antes	de	que	su	mirada	se	deslizara	a	un	hombre	fornido	inclinado	sobre	en	una	caja	de
bebidas	 frías,	 vistiendo	 una	 gabardina	 cara	 con	 camiseta	 y	 vaqueros.	 El	 conjunto	 de	 camiseta	 y	 la
gabardina	no	se	veía	a	menudo.
Sonrió	cuando	le	hizo	pensar	en	Ty.	La	punzada	de	dolor	que	se	había	alojado	en	su	pecho	hacía	un
par	de	días	le	dio	una	pinchazo	y	se	frotó,	ignorando	la	irritación	que	le	siguió.	Ty	se	pondría	algo	así.
Probablemente	vendría	a	Chicago,	pensaría,	Maldita	sea,	hace	frío,	y	luego	iría	directo	a	comprarse	una
gabardina	cara	para	llevar	con	pantalones	vaqueros	y	una	camiseta,	porque	sería	capaz	de	usarlo	en	el
trabajo	cuando	volviera	a	casa,	y	¿a	quién	le	preocupaba	lo	que	pareciera	mientras	tanto?	Se	echó	a	reír
a	pesar	de	la	frustración	y	la	persistente	sensación	de	pérdida.	Tendría	sentido	para	Ty,	de	todos	modos.
Echó	la	cabeza	hacia	un	lado	para	tratar	de	ver	lo	que	decía	la	camiseta.	El	hombre	se	enderezó	y
apareció	a	la	vista	el	rostro	del	agente	especial	B.	Tyler	Grady.
Zane	miró	dos	veces	de	manera	literal,	sin	poder	creer	a	quien	estaba	viendo.
Ty.
Ty	 levantó	 la	 vista	 y	 se	 encontró	 con	 los	 ojos	 de	Zane	 través	 de	 la	 terminal	 llena	 de	 gente,	 y	 la
conmoción	se	registró	en	su	guapo	rostro.	Llevaba	un	par	de	pantalones	vaqueros	con	los	que	Zane	tenía
un	profundo	conocimiento	y	una	camiseta	que	nunca	había	visto	antes.	Era	rosa	de	aspecto	vintage	con
medio	círculo	naranja.	Había	dos	personajes	de	dibujos	animados	delante	del	círculo,	un	caimán	y	un
cocodrilo,	uno	decía,	"Hasta	luego",	y	el	otro	respondía,"Después	de	un	rato."	No	se	había	afeitado	en
un	día	o	dos	y	presentaba	un	toque	acosado,	pero	también	parecía	más	saludable	que	la	última	vez	que
lo	había	visto,	menos	agotado	y	más	en	paz	con	el	mundo.	Mientras	se	acercaba,	vio	que	los	ojos	color
avellana	de	Ty	eran	los	mismos	que	recordaba:	iluminados	por	la	vida	y	el	humor.
—¡Zane!	¿Qué	estás	haciendo	aquí?
Zane	 se	 debatía	 entre	 un	 impulso	 casi	 irresistible	 de	 tirar	 a	 Ty	 a	 sus	 brazos	 y	 la	 necesidad	 de
sacudirle	tontamente.	Curvó	las	manos	en	puños,	demasiado	consciente	de	la	gente	a	su	alrededor.
—Burns	me	envía.
Ty	volvió	la	barbilla.
—¿Eres	mi	respaldo?	—preguntó,	formando	una	sonrisa	a	medida	que	hablaba.	Sus	ojos	brillaban,	y
las	 líneas	 de	 expresión	 alrededor	 de	 ellos	 aparecieron	 antes	 de	 que	 diera	 un	 impulsivo	 paso	 hacia
adelante	y	abrazara	a	Zane.	Luego	 lo	besó,	sin	prestar	atención	a	 las	multitudes	que	pululaban	por	 la
terminal.
Zane	se	aferró	a	 los	brazos	de	Ty	con	sorpresa,	pero	el	calor	de	sus	 labios	derritió	 la	 sorpresa	en
cuestión	de	segundos,	y	cerró	los	ojos	para	que	todo	lo	demás	se	desvaneciera.
Pareció	que	pasaba	una	eternidad	antes	de	que	Ty	rompiera	el	beso	y	tomara	el	rostro	de	Zane	entre
sus	manos	para	mirarlo.
—Pensaba	que	pasarían	días	antes	de	poder	verte.
Zane	volvió	la	cabeza	lo	suficiente	para	presionar	sus	labios	en	la	palma	de	Ty	antes	de	fruncir	el
ceño.	La	oleada	de	absoluto	alivio	y	 ridícula	 felicidad	no	 tenía	ninguna	posibilidad	contra	 la	 ira	y	 la
frustración	almacenadas.	Se	echó	hacia	atrás	y	 tomó	a	Ty	por	 los	hombros,	sacudiéndolo	como	había
querido	hacer.
—¿En	qué	estabas	pensando?
Ty	se	rió	y	lo	agarró.
—¡Para!	¡Vale!
—Debería	sacudirte	hasta	que	te	castañetearan	los	dientes	-dijo	Zane	mientras	le	soltaba.
Ty	 asintió	mientras	 su	 sonrisa	 se	 desvanecía.	 Sus	manos	 cayeron	 del	 rostro	 de	Zane,	 arrastró	 los
dedos	por	su	piel.
Zane	 tenía	 casi	 una	 semana	 de	 frustración	 acumulada,	 y	 no	 estaba	 dispuesto	 a	 dejarlo	 ir	 tan
fácilmente,	aunque	Ty	parecía	un	perrito	apaleado	porque	Zane	quería	matarlo.	Cuando	volvió	a	hablar,
se	sorprendió	de	que	saliera	un	gruñido.
—¿Dónde	demonios	has	estado?
Ty	se	encogió	de	hombros,	mirando	a	la	multitud	cada	vez	menor.
—Aquí	y	allá.	En	teoría,	Tennessee	estuvo	involucrado.	O	Kentucky.	Todavía	no	estoy	seguro.	—
Volvió	a	mirar	a	Zane—.	¿Cuál	tiene	pasto	azul	y	cual	hierba	azul?
Zane	 apenas	 resistió	 el	 impulso	 de	 sacudirle	 de	 nuevo.	 No	 ayudaría,	 pero	 podría	 hacer	 que	 se
sintiera	mejor.
—No	estoy	preguntando	donde	te	dijo	Burns	que	estabas.
Ty	asintió,	negándose	a	comentar	eso.
Zane	 negó	 con	 la	 cabeza	 y	 luego	miró	 hacia	 el	 techo	 antes	 de	 encontrarse	 con	 la	mirada	 de	 su
amante	de	nuevo.
—Te	fuiste	—dijo	Zane,	y	no	hizo	ningún	esfuerzo	por	ocultar	su	malestar.
Ty	miró	por	la	terminal,	luego	volvió	a	mirar	a	Zane	y	dejó	caer	sus	manos.
—Tuve	que	 hacerlo.	No	 sé	 cómo	 explicarlo;	 es	 sólo	 que	 a	 veces	 se	 siente	 como	 si…	como	 si	 el
mundo	se	estuviera	reduciendo	a	mi	alrededor.	Como	que	si	no	me	voy	lejos	me	atrapará	y	me	aplastará.
Sé	que	 suena	 estúpido,	 pero	 es	 un	 sentimiento	 real	 y	me	 entra	 el	 pánico.	Me	desperté	 esa	mañana	y
simplemente	tenía	que	irme.	—Se	acercó	y	apoyó	la	mano	contra	la	mejilla	de	Zane	de	nuevo.	Era	como
si	no	pudiera	evitarlo—.	Traté	de	despertarte,	realmente	lo	intenté.	¡Incluso	te	sacudí!
—Me	sacudiste.
—Bueno…	te	pinché.
—¡Ty!
—¡Lo	sé!	Estabas	durmiendo	tan	profundamente	y…,	te	veías	feliz	y	seguro,	así	que	te	dejé	dormir.
—Lo	 estaba	—dijo	Zane,	 demasiado	 alto	 y	Ty	miró	 a	 su	 alrededor.	 Zane	 se	 detuvo	 y	 apretó	 los
dientes	antes	de	continuar,	su	voz	baja	de	nuevo—,	lo	estaba.	Y	entonces	me	desperté.
Ty	 le	 miró	 a	 los	 ojos	 con	 dificultad.	 Incluso	 con	 el	 temor	 que	 Zane	 podía	 ver,	 Ty	 estaba	 más
descansado	 y	 compuesto	 de	 lo	 que	 había	 estado	 hacía	 cinco	 días,	 cuando	 había	 parecido	 un	 tren
descarrilado.	Se	veía	mucho	más	como	él.	Zane	reconocía	lo	estresado	que	Ty	debía	haber	estado	antes
de	largarse	y	podía	ver	que	donde	quiera	que	hubiera	estado,	había	ayudado.
—Cuando	me	fui	esa	mañana	tenía	la	intención	de	estar	de	vuelta	por	la	noche.	O	por	lo	menos,	a	la
mañana	siguiente.	Te	lo	juro,	Zane,	si	hubiera	sabido	que	me	iba	durante	tanto	tiempo,	habría	tratado	de
aguantar	hasta	el	final.	—Ty	esperó	un	par	de	respiraciones	y	luego	agregó—:	Lo	siento.
No	 ayudaba	 que	 Zane	 se	 sintiera	 mejor	 acerca	 de	 la	 situación,	 sobre	 todo	 cuando	 el	 sincero
remordimiento	 de	 Ty	 destacaba	 la	 forma	 en	 que	 estaba	 actuando	 como	 el	 estereotipo	 de	 un	 amante
despechado.	Celoso,	exigente,	irritable.	Zane	hizo	una	mueca.	Simplemente	no	era	justo	que	él	hubiera
sido	dejado	atrás	y	sin	embargo,	todavía	se	viera	como	el	gilipollas.
—No	hay	manera	de	que	vaya	salir	de	esto	con	buen	aspecto.
Ty	le	agarró	del	brazo	cuando	Zane	se	dio	la	vuelta,	dando	un	paso	delante	de	él	para	mirarlo.
—¿Qué	te	 importa	si	sales	con	buen	aspecto?	La	única	persona	que	te	ve	soy	yo,	y	sé	que	lo	que
hice	fue	una	mierda.	¿Qué	te	importa	si	nos	peleamos	delante	de	un	grupo	de	desconocidos	a	los	que
nunca	veremos	de	nuevo?	Sé	que	estás	enojado,	Zane.	Muéstralo.	Sólo	sácalo	para	que	no	se	asiente
dentro	de	ti	y	explote	después.
Zane	le	miró	a	los	ojos	y	vio	la	casi	desesperación,	de	repente	pudo	ver	el	núcleo	de	lo	que	había
estado	molestando	a	Ty.	Ninguno	de	ellos	se	había	sentido	cómodo	mostrando	lo	que	estaban	sintiendo.
Por	primera	vez,	Zane	podía	ver	cuánto	necesitaba	esto	Ty.	Pero	él	estaba	demasiado	cerca	de	perder	los
estribos	mientras	estaba	allí	y	le	miró	a	los	ojos.
—¿Qué	quieres	que	diga?	—Las	palabras	salieron	roncas	y	bruscas.
Ty	levantó	las	dos	manos	con	las	palmas	hacia	arriba.
—No	 lo	 sé,	 ¿pelea	 conmigo?	 ¿Dime	 que	 está	 bien?	 Di	 algo.	 Estoy	 malditamente	 cerca	 de	 ser
rastrero,	Zane.
—Me	asustaste,	Ty.	Me	asustaste	-espetó	Zane,	lo	suficientemente	fuerte	para	que	la	gente	empezara
a	mirarlos.
—Lo	sé	—dijo	Ty,	 todavía	tranquilo—.	Siento	haberte	asustado.	Siento	haber	salido	corriendo	sin
decir	 nada.	 Siento	 haberte	 dejado	 cuando	 me	 necesitabas.	 Si	 pudiera	 volver	 atrás,	 lo	 haría	 de	 otra
manera.	Pero	no	me	arrepiento	de	irme.	Tú	y	yo	sabemos	que	lo	necesitaba.	Y	en	algún	lugar,	sabes	que
tenía	que	hacerlo	solo.
—No	te	habría	detenido	—dijo	Zane	en	un	tono	más	controlado.
—Lo	sé,	Zane.
—¿Entonces	por	qué	diablos	no	me	despertaste?
—Tenía	miedo…	Tenía	miedo	de	que	si	te	despertaba	y	te	miraba	a	los	ojos	no	fuera	capaz	de	irme.
Y	tenía	que	irme,	Zane,	tenía	que	hacerlo.
Zane	 suspiró.	 La	 ira	 se	 estaba	 derritiendo,	 incluso	 después	 de	 casi	 una	 semana	 de	 acumularse.
Quería	seguir	resentido	con	Ty	por	ser	tan	fácil	de	perdonar.	Había	esperado	ser	golpeado	con	el	encanto
de	Ty,	no	con	esta	sinceridad	desarmante.	A	pesar	de	que	el	miedo	y	la	preocupación	persistían,	estaban
debilitadas	 por	 la	 parte	 desesperadamente	 feliz	 que	 sólo	 quería	 a	Ty	 con	 él,	 sin	 importar	 nada.	Y	 se
alegraba	de	verle	con	aspecto	saludable	de	nuevo.
Este	asintió.
—Es	comprensible	que	estés	cabreado.
—Tienes	toda	la	razón	en	que	lo	estoy.
—¿Por	qué	no	vamos	a	recoger	tus	maletas,	tomar	un	taxi	a	mi	hotel	y	te	desquitas	conmigo?
—¿Desquitarme	 contigo?	 ¿A	 diferencia	 de	 que,	 el	mundo?	—preguntó	 Zane	mientras	 se	 daba	 la
vuelta	y	comenzaba	a	caminar	por	el	pasillo.
Zane	oyó	suspirar	a	su	compañero	pero	Ty	mantuvo	la	boca	cerrada	mientras	caminaban.
Zane	sospechaba	que	estaba	exagerando,	y	trató	de	tragarse	la	 ira.	No	era	así	como	había	querido
ver	a	Ty	de	nuevo.	Se	suponía	que	no	iba	a	estar	enojado	y	herido	y	que	Ty	sería	todo	entendimiento	y
disculpas,	haciéndole	sentir	como	un	cavernícola	por	estar	molesto.
Después	de	comprobar	las	pantallas,	Zane	encontró	la	cinta	transportadora	de	equipaje	para	su	vuelo
y	 se	 quedó	 esperando	 su	 bolsa	 de	 cuero	 negro.	Ty	 estaba	 a	 su	 lado,	 en	 silencio	 y	 cerca.	Zane	 podía
sentirle.	Tomó	aire	y	se	volvióa	mirar	a	Ty.
Le	estaba	observando,	con	cejas	levantadas.
Zane	bufó	con	fastidio.
—Todavía	molesto	—murmuró,	las	palabras	casi	perdidas	bajo	el	sonido	de	gente	moviéndose	a	su
alrededor.	Pero	suspiró	y	se	relajó	un	poco;	ser	capaz	de	ver	a	Ty	y	sentir	el	montón	de	energía	que	era
su	compañero	se	lo	permitió.
Ty	le	dirigió	otra	divertida	y	serena	sonrisa.	Echó	un	vistazo	por	encima	del	hombro,	y	luego	dio	un
paso	 hacia	 adelante	 y	 tomó	 el	 codo	 de	 Zane.	 Antes	 de	 que	 este	 pudiera	 hacer	 otra	 cosa	 que	 tomar
aliento,	Ty	lo	besó	otra	vez,	allí	mismo,	en	medio	de	la	recogida	de	equipajes.
Zane	le	agarró	de	los	codos,	sujetándolo	para	poder	profundizar	el	beso.	Al	diablo	con	quienquiera
que	estuviera	mirando.	Ty	se	sentía	bien	en	sus	brazos,	olía	como	a	sándalo,	de	todas	las	cosas.	No	le
importaba	qué	Ty	estuviera	repentinamente	tan	cómodo	con	las	demostraciones	públicas	de	afecto.	Iba	a
aprovecharse	mientras	pudiera.
—¿Te	 hace	 sentir	 mejor	 saber	 que	 te	 he	 echado	 mucho	 de	 menos?	 —Susurró	 Ty,	 los	 labios
moviéndose	contra	los	de	Zane—.	Y	espero	que	todavía	estés	un	poco	enfadado	cuando	lleguemos	a	mi
habitación	del	hotel.
Zane	dejó	escapar	un	suspiro	tembloroso.
—Va	a	ser	algo	más	que	un	poco.
Ty	zumbó,	el	sonido	profundo	y	de	anticipación.	Era	casi	un	ronroneo.
—¿Me	lo	prometes?
Zane	le	agarró	los	brazos	con	fuerza.
—Por	supuesto.
Ty	sonrió	con	desenfado,	maldita	sea,	y	dio	un	paso	atrás,	mirando	a	Zane	de	arriba	abajo	antes	de
asentir	a	la	cinta	transportadora.
—Ahí	iba	tu	bolsa.
Zane	 miró	 y	 tuvo	 que	 lanzarse	 tras	 su	 bolsa.	 Cuando	 la	 sacó	 de	 la	 cinta	 y	 miró	 a	 Ty	 con
exasperación,	este	seguía	sonriendo.
—Venga.	 Te	mostraré	 el	 hotel	 que	Dick	 está	 pagando	 -dijo	 Ty	mientras	 se	 giraba	 dirección	 a	 la
salida.
—¿De	verdad	tienes	un	hotel?	¿Pero	cuando	nos	movemos?
—No	lo	sé.
Zane	se	colgó	la	bolsa	pequeña	del	hombro	y	trotó	tras	Ty.
—¿Por	 qué	 Burns	 tenía	 tanta	 prisa	 por	 tenerme	 aquí	 esta	 mañana	 si	 el	 encuentro	 no	 se	 ha
establecido?
—Probablemente	porque	sabía	que	yo	estaba	aquí	solo,	sin	nada	que	hacer,	excepto	algo	estúpido.
He	 estado	 acechando	 a	 este	 chico	 desde	 hace	 dos	 días	 -dijo	 Ty	 mientras	 hurgaba	 en	 los	 bolsillos,
quejándose	de	 la	gabardina	que	 llevaba—.	Me	 llevó	un	día	entero	 localizarle.	Burns	necesitaba	darte
tiempo	para	meterte.	Será	esta	noche	y	 tendremos	 tiempo	para	comprarte	 ropa	nueva,	 te	dará	 tiempo
para	ensuciarte.	Tal	vez	me	dará	tiempo	para	ensuciarte.
—¿Qué	quieres	decir	ensuciarme?
—Me	refiero	a	darte	un	revolcón	contra	una	pared	—dijo	Ty,	agitando	la	mano	hacia	arriba	y	abajo.
Zane	se	rió,	sorprendido.	Esa	idea	sonaba	bastante	bien.
—Y	te	ves	como	un	federal.	Se	supone	que	no	debemos	parecer	gente	del	gobierno	en	este	caso,	por
lo	que	tendremos	que	encontrarte	algo	de	ropa	nueva.
—Si	tú	lo	dices.	Todo	lo	que	sé	es	que	soy	el	respaldo.	Y	mucho	más	feliz	de	estar	aquí	de	lo	que
estaba	hace	treinta	minutos.
La	mano	de	Ty	serpenteó	alrededor	de	la	cintura	de	Zane	y	lo	atrajo	hacia	sí	mientras	caminaban.
—Burns	no	me	dio	nada	excepto	la	ciudad	y	“de	prisa”,	y	que	me	llamaría	para	darme	una	dirección
más	 tarde.	 Entonces	 me	 senté	 aquí	 congelándome	 el	 culo	 durante	 dos	 días	 porque	 decidió	 que
necesitaba	 refuerzos.	Ni	siquiera	 tuve	 la	oportunidad	de	correr	 tras	ese	 tío,	que	al	parecer	es	bastante
bueno	en	no	ser	encontrado.
—¿Quién	es?
—No	 lo	 sé.	 ¿De	 verdad	 quieres	 hablar	 de	 un	 caso	 que	 estaremos	manejando	 en	menos	 de	 doce
horas,	o	quieres	ir	a	ver	a	mi	fantástica	habitación	de	hotel	y	hablar	de	tus	sentimientos?
—¿Me	estás	preguntando	eso	en	serio	en	este	momento?	—dijo	Zane	mientras	se	cambiaba	la	bolsa
de	hombro	para	que	no	colgara	entre	ellos.
—¿Eso	es	un	no,	entonces?
Zane	le	clavó	los	dedos	en	las	costillas,	sonriendo	cuando	Ty	se	retorció	para	escapar.
—Podrías	llegar	hasta	allí	sin	ser	mutilado	en	la	parte	posterior	de	un	taxi,	pero	no	hago	promesas.
—Es	 justo.	 Entonces,	 ¿cómo	 fue	 tu	 semana?	—Preguntó	 Ty,	 pasando	 a	 través	 de	 las	 puertas	 de
cristal	hacia	la	fría	mañana	de	marzo	en	Chicago.	Empezó	a	buscar	en	los	bolsillos	de	nuevo,	sin	mirar
por	dónde	iba.
Zane	 detuvo	 su	 avance	 hacia	 la	 acera	 después	 de	 que	 Ty	 casi	 atropellara	 a	 un	 par	 monjas	 que
arrastraban	dos	maletas	fosforitas.
—¿Qué	estás	buscando?
—Tengo	algo	para	ti	—dijo	Ty	mientras	levantaba	un	lado	de	la	gabardina	y	miraba	debajo—.	Esta
maldita	cosa	tiene	tantos	escondites	que	no	puedo	recordar	donde	lo	puse.
Zane	no	pudo	evitar	reír.
—¿Tienes	algo	para	mí?
Ty	levantó	la	vista,	sus	ojos	muy	abiertos	y	sinceros	mientras	asentía	con	la	cabeza.	Dios,	era	guapo.
Tuvo	que	sacudirse	las	ganas	de	besarlo	otra	vez,	y	dejó	que	el	calor	en	su	pecho	se	extendiera	cuando
se	encontró	con	sus	ojos.	Ty,	como	siempre,	se	mantenía	aparentemente	ajeno	al	efecto	que	a	menudo
tenía	en	él.
—He	estado	aquí	una	hora	más	o	menos.	Entré	en	 la	 tienda	de	 regalos.	—Dejó	caer	 las	manos	y
abandonó	la	búsqueda—.	Ya	aparecerá	—murmuró	mientras	se	alisaba	la	parte	delantera	de	su	abrigo.
Definitivamente	lo	había	comprado	por	la	razón	exacta	que	había	pensado.
—No	tenías	que	traer	nada	a	casa	excepto	tú	mismo	-dijo	Zane,	suspirando	mientras	tomaba	el	brazo
de	Ty	y	lo	ponía	de	nuevo	en	marcha,	siguiendo	las	indicaciones	de	transporte	terrestre	hacia	la	cola	del
taxi.	 Era	 el	mismo	 Ty	Grady	 que	 conocía	 y	 amaba.	 Realmente	 le	 amaba.	 ¿Y	 no	 era	 ese	 todavía	 un
pensamiento	extraño?
—No	sabía	cuando	volvería	a	casa	después	de	esto	—dijo	Ty	con	un	gesto	de	la	mano—.	No	podía
llamarte.	Estaba	bastante	seguro	de	que	ibas	a	echar	espuma	en	la	boca,	así	que	tenía	que	tener	un	plan
B	en	caso	de	que	una	disculpa	sincera	y	la	humillación	no	funcionaran.
—No	estaba	echando	espuma	por	la	boca.
Ty	carraspeó	y	miró	a	Zane	con	una	mirada	de	complicidad.
Zane	se	metió	las	manos	en	los	bolsillos	de	su	abrigo	largo	y	trató	de	ignorarlo,	pero	podía	sentirle
observando	y	esperando.
—Está	bien,	estaba	un	poco	molesto.	—Se	encogió	de	hombros	mientras	miraba	a	su	compañero.
Ty	asintió	mientras	se	acercaban	al	taxi	delantero	de	la	fila	que	esperaba	pasajeros.	Abrió	la	puerta	y
ambos	subieron	a	 la	parte	 trasera	del	coche,	Zane	escondió	 la	bolsa	entre	 sus	pies.	Ty	 le	dijo	algo	al
taxista	que	no	pudo	distinguir	sobre	el	ruido	del	tráfico,	y	el	coche	se	movió	unos	momentos	después.
—Siento	 haberme	marchado	 así	—dijo	 Ty	 tan	 pronto	 estuvieron	 sentados	 uno	 junto	 al	 otro,	 una
cuidadosa	distancia	de	medio	metro	entre	ellos.
Las	estructuras	que	pasaban	zumbando	proyectaban	sombras	extrañas	en	el	taxi,	pero	Zane	conocía
los	rasgos	de	la	cara	de	Ty	sin	tener	que	verlos,	y	una	breve	mirada	a	la	luz	del	sol	le	mostró	que	Ty	le
estaba	mirando	fijamente.
—Siento	que	sintieras	que	tenías	que	hacerlo
Ty	le	dio	un	elegante	encogimiento	de	hombros	y	sonrió.
—La	mierda	sucede	—dijo	mientras	apartaba	la	mirada.
—Por	lo	general,	porque	estás	lleno	de	ella	—murmuró	Zane,	reclinándose	en	el	asiento	para	tomar
la	primera	inhalación	fácil	que	había	sido	capaz	de	respirar	en	días.	Echó	un	vistazo	a	Ty	y	sintió	que
más	la	presión	en	su	pecho	se	aflojaba.
Ty	apoyó	la	cabeza	en	el	asiento	y	se	volvió	para	mirar	a	Zane.
—Bonito	traje.
Zane	 se	 miró.	 Era	 un	 traje	 negro	 con	 líneas	 nítidas	 y	 diminutas	 rayitas	 grises,	 comprado	 para
sustituir	 el	 traje	 arruinado	 la	 semana	pasada	en	el	 funeral	de	Lydia	Reeves	y	 recogido	de	 la	 sastrería
ayer.	La	chaqueta	había	sido	cortada	un	poco	más	amplia	para	permitirle	llevar	la	funda	de	la	pistola,	y
las	mangas	un	poco	más	largas	para	tapar	sus	cuchillos.
—Burns	me	pilló	en	el	gimnasio.	Esto	era	 lo	que	 tenía	para	el	 trabajo,	ya	que	no	 tuve	 tiempo	de
correr	a	casa.
Ty	todavía	le	estaba	mirando,	con	la	cabeza	gacha,	los	labios	retorciéndose	mientras	luchaba	contra
una	sonrisa.
—No,	Zane	—dijo	en	voz	baja	y	con	un	tono	completamente	diferente	a	las	palabras—.	Me	refería	a
buen	traje.
A	Zane	se	le	secó	la	boca	mientras	el	tonosuave	como	la	miel	de	la	seductora	voz	de	Ty	se	filtró	en
él.	 Un	 rayo	 de	 luz	 quedó	 atrapado	 en	 los	 ojos	 de	 Ty,	 brillaban	 verdes	 con	 motas	 de	 oro	 y	 estaban
centrados	en	él.	Zane	sintió	sus	mejillas	sonrojarse.
—Bueno.	Yo…	eh.
Ty	 no	 respondió.	 Siguió	 mirándole	 mientras	 la	 ciudad	 pasaba	 por	 las	 ventanillas	 del	 taxi.	 Zane
levantó	una	ceja,	y	Ty	sonrió.	Zane	conocía	esa	mirada.	La	conocía	muy	bien	y	el	 taxi	no	podía	 ir	al
hotel	con	la	suficiente	rapidez.
* *
Ty	 guió	 a	 Zane	 a	 través	 del	 vestíbulo	 del	 hotel	 donde	 Dick	 los	 había	 metido,	 sin	 pasar	 por	 el
mostrador	de	recepción	a	favor	de	los	ascensores.	Técnicamente,	tenían	dos	habitaciones	para	el	día.	No
necesitarían	ambas.
Ty	 tuvo	 que	 admitir	 que	 estaba	 nervioso.	 Había	 estado	 nervioso	 desde	 que	 esa	 mañana	 Richard
Burns	 le	 había	 llamado	y	 se	 había	 dado	 cuenta	 que	 no	 sería	 capaz	 de	 volver	 con	Zane	 antes	 de	 que
enloqueciera	completamente.	Tan	pronto	como	las	puertas	del	ascensor	se	cerraron,	Ty	miró	a	Zane	y
respiró	profundamente	para	calmarse.
Zane	se	volvió	para	apoyarse	en	la	pared	lateral,	frente	a	Ty,	observándolo.	Sus	ojos	oscuros	no	se
desviaron,	no	es	que	Ty	tuviera	algún	sitio	donde	ocultarse.
—¿Estás	enfadado?	—Preguntó	Ty,	retorciendo	los	labios	mientras	luchaba	contra	una	sonrisa.
Zane	entrecerró	los	ojos	y	la	fachada	tranquila	se	fundió	en	algo	que	parecía	un	poco	más	peligroso.
Un	estremecimiento	recorrió	el	cuerpo	de	Ty	y	no	pudo	reprimir	el	escalofrío.
—¿Quieres	hablar?
—¿Hay	 algo	 más	 que	 decir?	 —Preguntó	 Zane.	 Su	 voz	 tenía	 un	 tono	 cauteloso—.	 Yo	 estoy
enfadado,	tú	lo	sientes.
—¿En	serio?	—Dijo	Ty,	perdiendo	la	nota	burlona—.	Creo	que	tenemos	una	tonelada	de	cosas	de
mierda	de	las	que	hablar.
Zane	frunció	el	ceño,	con	aspecto	dolorido.	Pero	asintió.
El	ascensor	se	sacudió	cuando	llegaron	a	su	piso.	Ty	esperó	a	que	se	abrieran	las	puertas	antes	de
acercarse	y	tomar	la	mano	de	Zane.
Este	entrelazó	sus	dedos	con	los	suyos	y	el	ceño	se	desvaneció,	reemplazado	por	una	vulnerabilidad
inusual.
—Esto	no	va	a	hacer	que	siga	enojado.
—Sí,	eso	es	exactamente	mi	plan	—susurró	Ty	mientras	guiaba	a	Zane	por	el	pasillo.	Pasaron	ante
un	par	de	personas	que	se	dirigían	a	sus	puertas,	pero	nunca	soltó	la	mano	de	Zane.	No	la	soltó	mientras
buscaba	la	llave	en	uno	de	sus	muchos	bolsillos	y	abría	la	puerta,	y	una	vez	que	estuvieron	dentro,	no	la
soltó	después	de	que	Zane	dejara	caer	su	bolsa.	En	su	lugar,	atrajo	a	Zane	más	cerca	para	besarlo.
Zane	metió	la	mano	libre	bajo	la	gabardina	de	Ty	para	deslizarla	alrededor	de	su	cintura,	tirando	de
él	cuando	sus	labios	se	encontraron.
Ty	cerró	los	ojos	y	toda	la	tensión	le	abandonó	mientras	se	envolvía	alrededor	de	su	amante.	Zane
era	 tan	 cálido,	 su	 olor	 familiar	 se	 filtró	 en	 su	 interior	 apartando	 todas	 las	 preocupaciones	 que	 había
estado	albergando.	Extendió	la	mano	y	la	deslizó	por	la	cintura	de	Zane,	tirando	de	su	camisa.
—Te	amo,	Zane.
Este	suspiró,	inclinándose	para	colocar	un	suave	beso	en	la	sien	de	Ty.
—Lo	sé.
Ty	volvió	la	cabeza	para	instigar	a	otro	beso,	profundizando	en	ello	con	más	calor.
—He	estado	esperando	esto	durante	días.
Zane	se	aferró	a	él,	el	calor	y	anticipación	creciendo	entre	ellos,	y	Ty	oyó	un	suave	gemido	escapar
de	Zane	cuando	el	beso	continuó.	El	sonido	le	atravesó	y	sus	manos	comenzaron	a	tirar	de	la	camisa	de
Zane,	desabrochando	botones,	tirando	de	su	cinturón,	mientras	se	adentraban	en	la	habitación.	Ty	se	vio
obligado	a	dar	un	paso	atrás	para	mantener	el	equilibrio.	Se	encontró	a	sí	mismo	contra	el	lado	del	bar	y
tuvo	que	reírse	y	apoyarse	en	el	borde	del	mostrador.	Zane	apartó	la	gabardina	de	los	hombros	de	Ty	y
tiró	de	su	camiseta.
—Ha	pasado	demasiado	tiempo	—dijo	Zane	antes	de	reclamar	otro	beso.
Ty	asintió,	sin	poder	decir	nada	en	respuesta.	Se	puso	de	puntillas	y	se	sentó	sobre	el	mostrador	de
mármol	para	poder	deslizar	las	rodillas	contra	las	caderas	de	Zane	y	acercarlo	más.	Zane	encajó	dentro,
obviamente	decidido	a	tener	contacto	de	piel	con	piel	más	pronto	que	tarde.
Ty	se	echó	a	reír	de	nuevo,	apartando	la	camisa	de	Zane	y	arrastrando	las	manos	por	sus	hombros.
Se	inclinó	para	conseguir	otro	beso,	pero	justo	cuando	sus	labios	se	tocaron,	abrió	la	boca	para	decir	una
última	cosa	antes	de	olvidarse	y	dejar	pasar	demasiado	tiempo.	Zane	habló	primero.
—Ty	—dijo	Zane	entre	besos,	 sus	manos	 firmes	 sobre	 su	cuerpo—.	Se	mío,	 sólo	por	ahora.	Hay
tiempo.
Ty	cogió	el	rostro	de	Zane,	mirándolo	a	los	ojos.
—Siempre	fui	tuyo	—dijo	con	dificultad.
Zane	apretó	los	dedos	sobre	los	labios	de	Ty.
—¿Por	qué?
Ty	sacudió	la	cabeza,	en	busca	de	la	respuesta.	Su	pecho	se	le	tensó	y	respirar	se	hizo	difícil,	pero
encontró	 las	 palabras	 que	 necesitaba.	 Se	 encontró	 con	 los	 ojos	 oscuros	 de	Zane	 y	 se	 dio	 cuenta	 que
estaba	sintiéndose	mareado	mientras	respondía.
—Porque…	me	haces	el	tipo	de	persona	que	siempre	he	deseado	ser.
Zane	se	quedó	en	silencio,	trazando	con	la	mirada	la	cara	de	Ty.	Este	contuvo	la	respiración	hasta
que	Zane	habló.
—Siempre	te	he	deseado	justo	como	eres.	Por	mucho	que	me	enfurezcas,	eres	quien	quiera	que	seas.
Ty	no	podía	poner	el	dedo	en	lo	que	esas	palabras	le	hacían	sentir.	Era	algo	entre	el	alivio	y	el	júbilo.
No	 tenía	 nada	más	que	pudiera	 decir,	 por	 lo	 que	 sólo	 se	 inclinó	hacia	 delante	 y	 besó	 a	Zane	nuevo,
enganchando	los	pies	detrás	de	sus	muslos	para	que	no	pudiera	escapar.
Con	un	gemido,	Zane	empezó	a	tirar	de	la	camiseta	de	Ty	para	tirarla	por	encima	de	su	cabeza.
—¡No	 la	 rompas!	 Es	 nueva	—dijo	 Ty	 con	 una	 sonrisa	 mientras	 levantaba	 los	 brazos	 para	 que
pudiera	 quitársela.	 Cayó	 al	 suelo	 y	 Zane	 extendió	 las	 manos	 sobre	 el	 pecho	 y	 las	 costillas	 de	 Ty
mientras	se	aferraba	a	su	cuello.	Ty	gimió	y	dejó	caer	la	cabeza	hacia	atrás,	maldiciendo	cuando	golpeó
contra	el	armario	de	espejos	encima	de	la	zona	del	bar.
Zane	se	puso	de	rodillas,	tirando	de	Ty	sobre	el	mostrador,	con	la	boca	todavía	en	el	cuerpo	de	Ty,
su	barba	dejando	un	rastro	de	roces.	Deslizó	las	manos	en	los	vaqueros	de	Ty	y	se	los	bajó	mientras	se
movía.
—Zane	—dijo	Ty,	sin	aliento	mientras	le	observaba	de	rodillas.	Puso	la	mano	sobre	su	cabeza	y	tiró
de	su	pelo	rizado.
Zane	pasó	la	lengua	por	el	sendero	oscuro	de	vello	a	lo	largo	del	abdomen	de	Ty	antes	de	que	echar
la	cabeza	hacia	atrás	para	mirarle.
—¿Es	un	mal	momento	para	decirte	que	odio	esa	barba?	—Preguntó	Ty.
—Te	aguantarás	—dijo	Zane,	esa	chispa	regresó	a	sus	ojos	casi	negros.
Ty	rió,	con	la	mano	apretando	el	cabello	de	Zane.	Este	se	vengó	arrastrando	la	mejilla	por	la	cadera
de	Ty.	Le	tiró	del	pelo	más	fuerte.
—Vuelve	aquí.
Zane	 se	 puso	 de	 pie	 con	 un	 movimiento	 fluido	 y	 levantó	 una	 mano	 para	 acunar	 la	 nuca	 de	 Ty
mientras	tiraba	de	él	para	un	beso	voraz.
Algo	dentro	de	Ty	dio	un	vuelco	y	clavó	los	dedos	en	Zane	con	un	gemido	agradecido.	Algo	en	el
toque	de	Zane	se	sentía	diferente.	Había	más	confianza	en	él,	algo	más	firme	que	sólo	los	músculos	de
su	espalda	en	los	que	estaba	clavando	los	dedos.	Algo	más	seguro.
Zane	lo	atrajo	hacia	él	y	lo	apretó	con	fuerza,	luego	se	agachó	para	deslizar	las	manos	bajo	el	culo
de	Ty	y	levantarlo	con	un	gruñido.	Ty	se	envolvió	alrededor	de	él	para	no	caerse	y	Zane	se	dio	la	vuelta
y	dio	los	tres	pasos	a	la	cama	antes	de	lanzar	Ty	al	colchón.
Ty	 todavía	 estaba	 rebotando	 cuando	Zane	 se	 arrastró	 sobre	 él	 para	 besarlo	 de	 nuevo.	Recordó	 la
primera	vez	que	habían	intentado	esto:	Zane	le	había	levantado	de	esa	manera,	en	el	baño	de	ese	maldito
Holiday	 Inn	 en	Nueva	York.	Si	 le	 dijera	que	 le	gustaba,	 le	 estaría	 arrojando	por	 todas	partes	 todo	 el
tiempo.	Probablemente	acabaría	con	un	brazo	roto	o	algo	así.	O	se	arruinaría	su	espalda.
Ty	dejó	que	Zane	asumiera	el	control,	dejando	que	el	toque	de	su	amante	alejara	todo	el	estrés	y	la
preocupación	 de	 los	 últimos	 meses,	 permitiéndose	 olvidar	 todo	 lo	 que	 había	 estado	 guardándose,
dejando	que	Zane	hiciera	borrón	y	cuentanueva.	Enredó	las	manos	en	su	pelo	y	lo	besó	como	si	fuera
su	primera	vez.
Cuando	sus	bocas	se	separaron,	ambos	jadeando,	Zane	apoyó	la	frente	contra	la	de	Ty	y	deslizó	la
mano	 por	 su	 pelo	 alborotado.	 Su	 cuerpo	 era	 pesado	 contra	 Ty,	 el	 corazón	 acelerado,	 la	 calidez	 y	 la
anticipación	fluyendo	entre	ellos.
—Esto	se	siente	diferente	—dijo	Ty,	sin	aliento.
—Sí.	—Zane	se	movió	para	apoyarse	en	un	codo,	apoyando	 todo	el	peso	sobre	Ty	y	presionando
más	cerca,	acariciándole	el	mentón	y	la	mejilla	con	nariz.
Ty	abrió	más	las	piernas,	dejando	que	Zane	se	acomodara	entre	ellas.	Había	necesitado	meses	pero
por	fin,	se	había	sentido	cómodo	con	lo	mucho	que	disfrutaba	al	tener	a	Zane	encima	de	él.	Lo	había
aprendido	en	ese	trabajo	en	el	crucero	en	Navidad.
Alzó	la	mano	para	deslizar	 los	dedos	en	el	pelo	de	Zane,	 le	miró	a	los	ojos	y	levantó	las	caderas,
haciendo	que	Zane	contuviera	el	aliento.
—Ty	-dijo	Zane,	un	escalofrío	le	recorrió—.	Me	vuelves	loco	de	deseo.
—Así	 es	 como	me	gustas	 -respondió	Ty	mientras	 arrastraba	 sus	dedos	por	 la	 espaldad	e	Zane—.
Vamos,	tenemos	tiempo.
Zane	se	movió	y	se	balanceó	contra	el	muslo	de	Ty.
—Bueno.	Tengo	la	intención	de	volverte	tan	loco	como	estoy	yo	-dijo	a	su	oído	antes	de	levantarse
y	ponerse	de	rodillas—.	Y	creo	que	me	has	invitado	a	trabajar	para	pagar	una	pequeña	provocación.
—Menos	charla,	Zane	—dijo	Ty	con	una	sonrisa	que	sabía	que	le	irritaría	aún	más.
Zane	le	dio	esa	mirada	con	los	ojos	entrecerrados	y	salió	de	la	cama.
—Quítate	esos	vaqueros	si	quieres	volver	a	usarlos	-dijo	mientras	se	despojaba	del	resto	de	su	ropa.
Ty	 lo	 hizo	 sin	 apartar	 la	 mirada	 de	 Zane,	 viendo	 a	 su	 amante	 desvestirse	 con	 un	 escalofrío	 de
anticipación.	Luego	se	tumbó	y	estiró	los	brazos	por	encima	de	su	cabeza.	Se	encontró	con	los	ojos	de
Zane,	 tumbando	 su	 cuerpo	 como	 una	 ofrenda.	 Si	 Zane	 se	 merecía	 algo	 de	 él,	 había	 la	 suficiente
confianza	para	dárselo.
Zane	gruñó	bajo	y	arrastró	el	cuerpo	otra	vez	sobre	el	de	Ty,	frotando	el	pecho	y	la	polla	por	toda	la
piel	que	podía	mientras	se	abría	camino,	lamiendo…	y	esa	maldita	barba.	Ty	desestimó	esa	obscenidad
para	quejarse	más	tarde,	empujando	el	cuerpo	contra	el	de	Zane,	obligando	a	sus	manos	a	mantenerse
por	encima	de	la	cabeza	en	vez	de	tocarle	como	quería	hacer.
—¿Cómo	quieres	que	te	toque?	—preguntó	Zane	con	una	voz	que	raspó	contra	la	piel	de	Ty.
—Sólo	te	deseo	a	ti.
Zane	se	frotó	contra	él	con	más	insistencia	mientras	se	besaban,	duro,	largo	y	mojado.	Sus	manos
apretaron	y	acariciaron	hasta	que	una	siguió	 las	 líneas	del	brazo	musculoso	de	Ty	para	cerrarse	sobre
sus	muñecas	cruzadas,	sujetándolas.
—Pensaba	que	no	eras	un	pervertido.
—No	soy	un	pervertido.
Zane	tarareó.
—¿Quieres	que	te	sujete	mientras	te	follo	hasta	la	inconsciencia?	¿Es	por	eso	que	tienes	las	manos
así?
—Sí.	—Ty	apenas	podía	decir	las	palabras	mientras	miraba	fijamente	a	sus	ojos.
—Ciertamente	 puedo	 acceder	—dijo	 Zane,	 con	 voz	 ronca	 y	 oscura.	 Apretó	 las	 muñecas	 de	 Ty
mientras	mecía	las	caderas.
Ty	gimió	al	oír	el	tono	de	la	voz	de	Zane	y	la	promesa	que	contenía.
—Debería	hacer	esto	por	ti	más	a	menudo	—dijo	con	voz	torturada.
—¿Hacer	qué?
—Darte	todo	lo	que	tengo.
Sus	ojos	se	encontraron	en	el	silencio	sin	aliento.	Ty	podía	sentir	el	corazón	de	Zane	latiendo	rápido
contra	su	pecho.	Finalmente	este	le	dio	un	beso	violento	y	luego	empujó	hacia	arriba	y	lejos	de	él.
—Quédate	ahí	y	extiende	las	rodillas.	Quiero	verte.
Cuando	 Zane	 salió	 de	 la	 cama	 y	 desapareció	 en	 el	 cuarto	 de	 baño,	 Ty	 hizo	 lo	 que	 le	 ordenó,
poniendo	los	pies	en	el	colchón	y	dejando	que	las	rodillas	cayeran	a	los	lados.	Zane	sin	duda	se	estaba
volviendo	cómodo	con	su	alfa	interior.	Antes	de	que	Ty	pudiera	formar	otro	pensamiento,	Zane	estaba
de	vuelta,	en	la	cama,	entre	las	piernas	de	Ty	y	lamiendo	la	parte	interior	del	muslo	de	Ty	hasta	su	polla.
Ty	suspiró,	una	liberación	casi	inaudible	de	aire.	La	mirada	en	los	ojos	de	Zane	era	algo	que	nunca
había	visto.	Era	 intenso	y	caliente,	posesiva,	 lleno	de	emoción	que	hacía	que	el	pecho	 le	doliera	otra
vez,	como	la	primera	vez	que	había	mirado	en	ese	fuego	en	esos	ojos	y	había	sabido	que	no	habría	nadie
más	en	el	mundo	para	él.
Zane	siguió	subiendo	por	su	cuerpo	antes	de	decir:
—Te	amo,	Ty.
Ty	no	tuvo	tiempo	de	responder	antes	de	que	Zane	le	estuviera	besando,	labios	y	lengua	exigentes
sobre	los	de	Ty,	su	cuerpo	presionando	hacia	abajo,	insinuándose	entre	las	piernas	abiertas.
Con	una	mano	le	agarró	ambas	muñecas	mientras	apoyaba	el	codo	sobre	la	cama	cerca	de	la	cabeza
de	Ty.	La	otra	mano	buscó	a	tientas	su	camino	por	el	cuerpo	de	Ty,	una	exploración	lánguida	e	íntima
del	espacio	entre	ellos.	Ty	cerró	los	ojos	cuando	el	calor	y	la	presión	se	propagaron	por	su	cuerpo.	Sintió
los	dedos	largos	de	Zane,	resbaladizos	con	el	frío	lubricante,	deslizarse	bajo	sus	pelotas	para	frotar.
—Joder,	sí.	-Arqueó	la	espalda	y	estiró	los	dedos	en	busca	de	algo	a	lo	que	agarrarse	mientras	Zane
le	mantenía	sujeto.	Pasó	una	pierna	sobre	la	cadera	de	Zane	y	gimió	en	el	beso.	Podía	sentir	su	polla,
dura	y	exigente	contra	él,	y	cada	centímetro	del	cuerpo	de	Zane	estaba	tenso	donde	le	tocaba.
—Zane	—susurró	Ty	con	voz	temblorosa.
—Ha	pasado	demasiado	tiempo	desde	que	hice	esto	—dijo	Zane,	con	voz	áspera	y	dura.	La	punta	de
su	polla	empujó	contra	Ty,	y	este	levantó	la	pierna	más	arriba	para	ayudar	a	la	entrada.
—Todo	lo	que	tienes	que	hacer	es	pedirlo	-dijo	Ty,	incapaz	de	recuperar	el	aliento	sobre	el	rápido
latido	de	su	corazón.
Zane	 asintió	 cuando	 giró	 la	 cabeza	 y	 profundizó	 el	 beso.	 Ty	 se	 perdió	 en	 las	 sensaciones,
sumergiéndose	 en	 el	 aroma	 familiar	 de	 su	 amante	 y	 la	 alegría	 absoluta	 de	 ser	 tocado	 y	 tomado	 así.
Entonces	la	punta	de	la	polla	de	Zane	empujó	contra	él	con	una	lenta	oscilación	de	sus	caderas	que	le
forzó	a	entrar,	poco	a	poco.
—Jesús,	Zane.	—Ty	tiró	de	sus	manos	mientras	el	dolor	ardiente	le	atravesaba,	desesperado	por	ser
capaz	de	arrastrar	los	dedos	por	la	espalda	de	Zane,	pero	Zane	se	mantuvo	firme.	Su	otra	mano	se	posó
sobre	 el	muslo	de	Ty,	 le	 clavó	 los	dedos	y	 tiró	de	 la	pierna	de	Ty	mientras	 le	penetraba	 con	 infinito
cuidado.
Ty	levantó	más	las	rodillas	mientras	el	dolor	disminuía	a	algo	sordo	y	pulsátil,	dejando	que	Zane	le
extendiera	más	y	empujara	más	profundamente.	Adoraba	la	sensación	de	las	caderas	de	Zane,	cálidas
contra	la	parte	interior	de	sus	muslos	y	presionando	contra	él.	Adoraba	la	sensación	del	eje	de	la	polla
de	Zane	deslizándose	contra	los	músculos	tensos,	de	ser	empujado	cuando	estaba	sujeto.
Gruñendo	cuando	se	estiró	 sobre	el	 cuerpo	de	Ty,	Zane	 flexionó	 las	caderas	hasta	que	estuvo	 tan
profundamente	dentro	de	Ty	como	podía.	Un	suave	gemido	escapó	de	él,	y	después	de	besarle	de	nuevo,
comenzó	 a	moverse,	 un	 lento	movimiento	 de	 balanceo	 hasta	 que	 cogió	 el	 ritmo.	 El	 primer	 impulso
verdadero	provocó	un	suspiro	involuntario	de	Ty,	y	empujó	sus	caderas	contra	cada	uno	que	le	siguió.
Eso	estimuló	a	Zane,	sus	movimientos	empujaban	los	hombros	de	Ty	contra	las	caras	sábanas,	la	mayor
parte	de	su	peso	sobre	una	mano	forzando	a	las	muñecas	de	Ty	a	hundirse	en	el	colchón.
Ty	no	podía	describir	cómo	se	sentía	al	estar	atrapado	bajo	Zane	y	tomado	de	una	manera	tan	íntima
y	contundente.	El	sexo	con	Zane	de	cualquier	forma	era	siempre	agradable,	pero	esto	era	algo	diferente,
algo	más	de	lo	que	había	dado	a	nadie.
Envolvió	las	piernas	alrededor	de	las	caderas	de	Zane,	curvando	la	espalda	para	salir	al	encuentro	de
los	empujes	de	Zane.	Un	gemido	o	un	 tartamudeo	desesperado	salió	de	 sus	 labios,	y	 ladeó	 la	cabeza
mientras	Zane	empujaba.	La	mano	libre	de	este	subió	para	aferrarse	al	cabello	de	Ty,	tirando	de	su	cara
para	que	tuviera	que	mirarle.	Era	una	sensación	extraña,	mirar	a	los	ojos	del	hombre	que	se	movía	en	su
interior.	No	era	incómodo,	sin	embargo.	Lejos	de	ello.
Zane	flexionó	las	caderas	mientras	le	mordía	el	labio.
—Bésame	—dijo,	con	voz	ronca	y	exigente.
Ty	 casi	 gimió.Movió	 las	 manos	 para	 alcanzar	 a	 su	 amante,	 pero	 la	 restricción	 de	 Zane	 en	 sus
muñecas	 le	 detuvo.	 Jadeó	 y	 rodó	 las	 caderas,	 luego	 empujó	 con	 los	 hombros	 para	 levantarse	 lo
suficiente	para	presionar	sus	labios	contra	los	de	Zane.
Zane	 aplastó	 sus	 bocas,	 la	 pasión	 ardió	 fuera	 de	 control	mientras	 se	 hundía	 profundamente.	 Los
oídos	 de	 Ty	 se	 llenaron	 con	 los	 golpes	 de	 sus	 cuerpos,	 jadeando	 apenas,	 los	 gruñidos	 de	 Zane	 de
esfuerzo	 y	 de	 placer	 contra	 su	 cuello.	 Se	 curvó	 para	 combatir	 el	 golpeteo	 brutal,	 un	 grito	 escapó
mientras	extendía	 los	dedos.	Zane	apoyó	más	de	su	peso	sobre	 las	manos	de	Ty,	empujando	antes	de
retroceder,	sólo	para	empujar	de	nuevo.
Ty	 se	 retorcía	 y	 dejó	 escapar	 un	 gemido	 desvergonzado,	 luego	 se	movió	 de	 nuevo	 para	 unir	 los
tobillos	a	la	espalda	de	Zane	a	falta	de	alguna	otra	manera	a	la	que	aferrarse	a	él.	Zane	gimió	cuando	el
ángulo	de	 su	 entrada	 cambió,	 y	 el	 suave	 sonido	disparó	 el	 calor	 dentro	de	Ty,	 el	 placer	 creció	 en	 su
ingle.	Zane	siseó	antes	de	cambiar	para	empujar	con	más	fuerza,	las	caderas	embistiendo	contra	el	culo
de	Ty.	Seguía	y	seguía,	Ty	gritó,	y	los	sonidos	roncos	no	eran	palabras.
Se	 retorció	 mientras	 Zane	 embestía	 contra	 él,	 incapaz	 de	 hacer	 otra	 cosa	 que	 abrirse	 a	 la
vulnerabilidad	del	placer.	Respirando	con	dificultad,	Zane	empezó	a	reducir	la	velocidad,	cambiando	los
empujes	duros	por	largos	y	suaves.	Bajó	para	descansar	contra	Ty,	tiró	de	sus	muñecas	para	abajo.	Le
besó,	lento	y	seguro.	Ty	gimió	y	abrió	las	manos	cautivas,	dejando	que	los	dedos	de	Zane	se	enroscaran
con	los	suyos,	sintiéndose	impotente	en	las	manos	de	Zane	pero	adorando	poder	confiar	en	él	con	ese
sentimiento.	Ni	una	sola	vez	se	le	cruzó	por	en	su	mente	asustarse	o	tratar	de	escapar	de	la	sujeción.	En
ese	momento,	era	totalmente	de	Zane.
—Me	gusta	verte	así	—susurró	Zane	contra	su	oreja,	provocando	un	estremecimiento	por	el	cuerpo
de	Ty—.	Tan	jodidamente	perfecto.
Zane	debió	sentir	la	reacción	de	Ty,	porque	él	abrió	la	boca	y	soltó	sus	caderas	con	fuerza	y	luego
volvió	a	subir	de	 rodillas.	Soltó	una	de	 las	manos	de	Ty,	 luego	se	agachó	para	deslizar	 la	mano	 libre
sobre	 su	 cadera,	 agarrándolo.	 Ty	 se	 arqueó	 ante	 su	 toque,	 estirando	 los	 dedos	 sobre	 el	 hombro	 y	 el
pecho	 de	 Zane.	 Respiraciones	 cortas	 y	 torturadas	 escaparon	 de	 sus	 labios	 entreabiertos.	 No	 podía
obligarse	a	abrir	los	ojos,	cuando	Zane	empezó	a	moverse	dentro	de	él	otra	vez.
—Ty	—dijo	Zane	mientras	soltaba	la	otra	muñeca	de	Ty	y	movía	la	mano	para	abrir	la	palma	sobre
el	pecho	de	Ty—.	Mírame.	Abre	los	ojos,	cariño.
Ty	gimió	con	las	palabras,	casi	un	grito	de	dolor	mientras	se	obligaba	a	abrir	los	ojos.
Zane	tragó	saliva	mientras	soltaba	un	suspiro	tembloroso.
—¿Sientes	esto	también?	—preguntó,	sin	aliento	mientras	rodaba	sus	caderas	contra	Ty.
Este	 le	miró	a	 los	ojos	por	un	breve	momento	antes	de	que	el	placer	y	 la	proximidad	 le	hicieran
cerrar	los	ojos	una	vez	más	y	su	cuerpo	se	tensara	para	aferrarse	al	cuello	de	Zane	y	atraerlo.	Los	dedos
de	Zane	se	tensaron	en	su	pelo,	sujetándolo.
—Sí	—respondió	 Ty,	 sorprendido	 de	 lo	 desesperada	 que	 sonaba	 la	 respuesta	 honesta.	 Gimió,	 se
lamió	los	labios	mientras	trataba	de	procesar	a	través	de	la	neblina,	y	luego	presionó	su	boca	al	oído	de
Zane.	La	llamarada	de	calor	hacía	latir	su	sangre	con	tanta	fuerza	que	al	principio	no	pudo	estar	seguro
de	que	las	palabras	salieran.	No	podía	oír	nada	excepto	el	latido	del	corazón.
—Siempre	seré	tuyo,	cariño.
Zane	se	estremeció	contra	él,	logrando	dar	una	docena	de	golpes	antes	de	tensarse.	Gritó	cuando	se
corrió,	y	 sus	 caderas	 temblaron	con	cada	embestida	mientras	gemía	el	nombre	de	Ty.	A	 través	de	 su
clímax,	Zane	continuó	rodando	las	caderas,	proporcionando	a	Ty	la	fricción	necesaria,	y	fue	suficiente
para	 empujarle	 sobre	 el	 borde.	Se	 agarraron	 con	 fuerza	 el	 uno	 al	 otro	mientras	 compartían	 el	 placer,
dejando	que	el	mundo	girara	fuera	de	control	durante	unos	breves	momentos.
Capítulo	3
Zane	 estaba	 en	 el	 umbral	 de	baño,	mirando	 a	 la	 habitación	del	 hotel	 en	 sombras,	 al	 hombre	que
había	dejado	tendido	sobre	la	cama	en	un	lío	de	sábanas	y	sudor.	La	luz	brillante	detrás	de	él	iluminaba
la	cara	de	Ty,	destacando	las	largas	pestañas	que	reposaban	contra	las	mejillas	sonrosadas	y	labios	que
podía	decir	que	estaban	hinchados.
Sonrió	y	 le	dio	vueltas	una	y	otra	vez	a	 la	 caja	pequeña	en	 su	mano.	La	había	descubierto	 en	 su
bolsa	de	lona,	enredada	en	una	camiseta	limpia	del	cajón	donde	la	había	escondido.
Era	como	si	el	destino	hubiera	intervenido	y	la	hubiera	lanzado	a	su	bolsa	cuando	no	miraba.
Quería	estar	enojado	con	Ty,	de	verdad	que	quería.	Pero	maldita	sea,	simplemente	no	podía.	Estaba
enamorado	 de	 un	 hombre	 que	 era	 frívolo,	 espontáneo	 y	 testarudo	 todo	 envuelto	 en	 un	 magnífico
paquete	divertido	y	frustrante.	Ty	era	un	peligro	emocional	andante	y	lo	había	sabido	desde	el	principio.
Resopló	 y	 se	 apoyó	 contra	 el	 marco	 de	 la	 puerta,	 queriendo	 grabar	 en	 su	memoria	 la	 visión	 de	 Ty
acostado	allí	después	de	ser	follado	a	fondo.
Ty	se	estiró,	y	la	maraña	de	sábanas	amortiguó	su	bajo	murmullo.	No	miró	a	Zane,	pero	volvió	la
cabeza.
—Me	estás	acechando.
—Admirando	—dijo	Zane	mientras	se	tomaba	su	tiempo	para	mirarle	de	arriba	abajo.
—Bien.	Sigue,	entonces.
Zane	se	permitió	una	pequeña	sonrisa.
—Esperaba	estar	enojado	contigo	más	tiempo	—dijo	mientras	se	acercaba	a	la	cama	y	se	sentaba	a
su	lado.
Ty	se	estiró	de	nuevo,	tensando	los	músculos	y	flexionando	el	cuerpo	como	un	gran	gato	al	sol.	Le
sonrió	con	los	ojos	brillantes.
—¿Pero?
A	pesar	del	hecho	de	que	acaba	de	follar	a	Ty	hasta	el	olvido	menos	de	quince	minutos	antes,	un
golpe	 de	 calor	 azotó	 a	Zane	mientras	 observaba	 el	 juego	 de	 los	músculos	 de	Ty,	 y	 puso	 los	 ojos	 en
blanco	con	resignación.
—Estoy	demasiado	feliz	de	verte.
Ty	se	acercó	a	deslizar	la	punta	de	los	dedos	por	la	mejilla	de	Zane.	Se	acercó	más	hasta	que	pudo
presionar	la	nariz	de	Zane	con	la	suya	y	pasó	una	pierna	sobre	su	cadera.
—Te	he	echado	de	menos.	Y	lo	siento.
Zane	asintió	mientras	deslizaba	la	mano	por	la	cadera	de	Ty	y	lo	atraía	hacia	él.	Sabía	que	tenía	que
dejar	que	la	ira	desapareciera,	no	cambiaría	lo	que	Ty	había	hecho.
—¿Te	dolió	mucho?
La	expresión	de	Ty	se	suavizó	en	tristeza,	pero	pasó	tan	rápido	que	Zane	podría	haberlo	imaginado.
—A	veces	yo…	sólo	necesito	un	descanso.	Aquí	—dijo,	tocando	su	frente—.	Tengo	que	ir	a	algún
sitio	solo	para	dejar	que	la	vida	me	golpee.	Si	no	lo	hago,	se	acumulan	muchas	cosas	y…	termino	por
no	ser	capaz	de	hacerle	frente.	Simplemente	a	veces	tengo	que	irme.
Zane	no	entendía;	no	estaba	seguro	de	poder	hacerlo	sin	haber	visto	las	cosas	que	Ty	había	visto	o
vivido.	Suponía	que	cuando	tenía	que	tomar	algo	y	separarlo	para	analizarlo	desde	todos	los	lados,	era
su	manera	de	hacer	frente	a	un	problema	que	de	otro	modo	sería	demasiado	grande.	La	manera	de	Ty
era	caminar	por	un	espacio	abierto,	ya	sea	en	sentido	figurado	o	físicamente,	y	dejar	que	el	problema	le
golpeara	 con	 toda	 su	 fuerza.	 Era	 una	 de	 las	maneras	 en	 que	 Ty	 y	 él	 estaban	 conectados	 de	manera
diferente.
Ty	suspiró	y	rodó	sobre	su	espalda	de	nuevo.
—Correr	por	unos	días	es	mejor	que	la	alternativa.
—Colapso.
—Sí.	Ha	pasado	antes,	y	no	es	bonito.	Largarme	me	da	tiempo	para	pensar,	me	da	claridad.
Zane	 lo	 creía	 totalmente.	 No	 podía	 imaginar	 que	 vivir	 en	 la	 cabeza	 de	 Ty	 fuera	 fácil.	 Apoyó	 la
mejilla	 contra	 el	 pecho	de	Ty,	 escuchando	el	 latido	 constante,	mientras	 trataba	de	 convencerse	de	no
cavilar	sobre	ello.	Su	mano	se	cerró	sobre	la	pequeña	caja	que	aún	sostenía.
Ty	le	rodeó	con	un	brazo,	tirando	de	él	más	cerca.	Zane	se	movió	y	apoyó	la	cabeza	en	el	hombro	de
Ty.
—¿Zane?
Este	se	dio	cuenta	de	que	había	estado	mirando	a	la	cabecera	de	la	cama	sin	ver	nada,	y	parpadeó
para	 enfocar	 la	 mirada	 en	 Ty	 mientras	 descansabala	 barbilla	 sobre	 su	 pecho.	 Ty	 cerró	 los	 dedos
alrededor	de	un	mechón	de	pelo	de	Zane	para	jugar	con	él.
—La	próxima	vez…	la	próxima	vez	que	tenga	que	irme,	¿querrás	venir	conmigo?
Los	 restos	de	 la	 ira	que	aún	permanecía	no	 tuvieron	ninguna	oportunidad	contra	una	petición	así.
Zane	habría	jurado	que	sentía	cómo	se	desvanecían	lo	que	quedaba	de	ese	duro	nudo	que	había	llevado
en	el	pecho	en	los	últimos	días.
—Sí	—dijo,	alzando	los	dedos	para	pasarlos	por	la	mejilla	de	Ty.
Ty	agarró	su	mano	y	sonrió,	aliviado.
—¿Incluso	si	se	trata	de	la	naturaleza?
Zane	no	podía	dejar	de	reír.
—Incluso	si	se	trata	de	la	naturaleza.
Ty	lo	abrazó	con	fuerza	y	dejó	escapar	el	aliento	que	había	estado	conteniendo.
—Te	amo.	Siempre	seré	tuyo,	Zane,	no	importa	dónde	esté	o	dónde	me	encuentre.	Te	lo	prometo	-
dijo,	las	palabras	tan	graves	como	Zane	nunca	le	había	oído.
Zane	se	sintió	sonrojarse	por	todas	partes,	mareado	y	más	que	un	poco	descentrado.	Lo	que	Ty	había
prometido…	 era	 más	 de	 lo	 que	 había	 esperado	 querer	 de	 nadie	 nunca	 más.	 Pero	 quería	 eso	 de	 Ty,
desesperadamente.	Tomó	aire	para	hablar,	pero	lo	retuvo	y	tuvo	que	intentarlo	de	nuevo	antes	de	poder
decir	algo.
—Tú…	tú	te	humillas	muy	muy	bien.
—Lo	hago	todo	bien.
—¡Ja!
—Mira,	 eso	 es	 algo	 en	 lo	 que	 pensé	 mucho	 cuando	 me	 fui	 -dijo	 Ty	 mientras	 ponía	 a	 Zane	 de
espaldas	y	le	daba	un	rápido	beso.
—¿En	humillarte?
—No.
—¿En	ser	impresionante?
—No,	Zane,	cállate	y	déjame	hablar.
Zane	 se	 mordió	 el	 labio	 para	 no	 sonreír.	 Miró	 a	 los	 ojos	 color	 avellana	 de	 Ty	 y	 se	 encontró
perdiéndose	en	ellos	cuando	habló.
—Mira…	no	hay	razón	para	no	supieras	exactamente	lo	que	siento	por	ti.	O	lo	que	pienso	sobre	los
panecillos	o	los	mocasines	o	el	color	azul.
—¿Panecillos?
—Sí.	No	hay	nada	que	tengamos	que	ocultarnos	el	uno	del	otro.	Sé	que	va	a	ser	difícil	para	los	dos,
y	es	posible	que	necesitemos	compartir	algunas	cosas	poco	a	poco,	pero	creo	que	deberíamos	darle	una
oportunidad.
Zane	se	acomodó,	curvando	los	brazos	alrededor	de	la	cintura	de	Ty,	su	mirada	todavía	clavada	en
él.
—Creo	que	suena	bastante	bien	—dijo,	sabiendo	que	eso	ayudaría	a	mantener	la	inseguridad	y	los
celos	a	raya.	Deslizó	una	mano	sobre	la	cadera	de	Ty	por	su	costado—.	¿Cómo	te	sientes	acerca	de	los
panecillos?
—Zane.
Este	sonrió	y	pasó	la	mano	por	el	brazo	de	Ty.
—Pero	eso	significa	que	tienes	que	hacer	lo	mismo	por	mí	—continuó	Ty—.	No	más	esconderse	de
mí.
—No	me	escondo.
—Sí,	lo	haces.
Zane	le	miró	a	los	ojos,	preguntándose	cómo	había	encontrado	a	un	hombre	que	lo	conocía	tan	bien
dentro	y	por	fuera.
—Sabes,	una	vez	que	me	decido	por	algo…
—Lo	sé.
Zane	asintió.
—Te	amo.	—Luego	levantó	la	cabeza	lo	suficiente	para	darle	un	beso	en	los	labios.
—Lo	sé	—dijo	Ty	con	una	sonrisa	mientras	le	atraía	más	cerca—.	¿Y	qué	demonios	es	eso	que	me
está	pinchando?
La	mano	con	la	caja	estaba	presionada	contra	la	parte	baja	de	la	espalda	de	Ty,	y	Zane	se	movió	lo
suficiente	 para	 liberar	 el	 brazo,	 apoyándose	 sobre	 un	 codo	 mientras	 Ty	 se	 echaba	 hacia	 atrás	 y	 le
miraba.
—¿Sabes	cómo	paso	todo	el	tiempo…	haciendo	números?	—preguntó	cuando	una	extraña	calma	se
apoderó	de	él.
—Era	consciente,	sí.	¿Por	qué?
Zane	 sonrió	 y	 luego	 colocó	 la	 pequeña	 caja	 envuelta	 sobre	 el	 estómago	 de	 Ty.	 Había	 estado
imaginando	 este	 momento	 durante	 meses.	 En	 todas	 las	 variantes	 de	 su	 imaginación,	 habían	 estado
usando	más	ropa.
Ty	tuvo	que	agachar	la	barbilla	para	ver	lo	que	era	y	miró	a	Zane	con	curiosidad	cuando	la	agarró.
—¿Qué	es?
—Lo	compré	para	ti	mientras	estábamos	en	el	crucero.
—Y	todo	lo	que	yo	tenía	para	ti	era	esa	estúpida	camiseta	—Ty	dijo	mientras	levantaba	la	cinta	en
un	extremo	de	la	caja.
—No	lo	estropees	—le	dio	un	codazo	en	las	costillas.	Ty	gruñó	y	se	apartó	bruscamente,	recordando
a	Zane	que	probablemente	todavía	estaba	dolorido	por	su	colisión	con	un	gran	bombero	en	el	plato	de
home	un	par	de	semanas	atrás.
Ty	miró	y	abrió	la	caja	como	que	si	pudiera	explotar.	Dejó	la	tapa	a	un	lado	y	abrió	la	caja.
Acomodado	 sobre	 terciopelo	 gris	 y	 todavía	 reluciente	 después	 de	 todos	 esos	 meses	 había	 un
elegante	y	pulido	colgante	de	oro	blanco,	colgado	de	un	 trozo	de	cuerda	negra.	Tenía	el	 tamaño	y	 la
forma	 de	 una	 moneda,	 incrustado	 había	 una	 brújula	 de	 dos	 tonos.	 Cada	 una	 de	 las	 ocho	 puntas
terminaba	en	un	diminuto	diamante	hasta	rodearla.
Ty	la	miró	fijamente,	sin	habla	mientras	admiraba	el	complejo	y	desigual	detalle	de	la	pieza	hecha	a
mano.	Las	imperfecciones	reflejaban	que	era	único	en	su	clase.	Como	Ty.
—Zane	 —logró	 decir	 finalmente.	 Se	 enderezó,	 al	 parecer	 sin	 darse	 cuenta	 de	 que	 le	 había
desequilibrado,	y	le	miró,	boquiabierto.
Zane	 esperó,	 sintiendo	 un	 ligero	 temor	 irritante	 mientras	 trataba	 de	 decidir	 que	 significaba	 la
reacción.
—Esto	 te	 habrá	 costado	 una	 fortuna	—dijo	Ty,	 horrorizado,	mientras	 levantaba	 el	 colgante	 de	 la
almohadilla.
Zane	subió	un	hombro	en	un	pequeño	encogimiento.	Ni	siquiera	había	mirado	la	etiqueta	del	precio.
Lo	había	visto	y	sabido	que	tenía	que	conseguirlo.	Y	ver	el	asombro	en	la	cara	de	Ty	hacía	un	momento
valía	cada	centavo.
Ty	 se	 limitó	 a	 mirarlo,	 sus	 ojos	 color	 avellana	 clavándose	 en	 el	 alma	 de	 Zane.	 A	 veces	 este	 se
encontraba	preguntándose	qué	veía	Ty	cuando	le	miraba	de	esa	manera.
—Gracias,	Zane.
—De	nada	—dijo	Zane,	tragando	saliva	mientras	se	sentaba—.	¿Quieres	ver	cómo	se	ve?
Porque	él	sí.	Desesperadamente.	Lo	había	visualizado	incontables	veces.
Ty	le	dio	una	sonrisa	torcida	y	le	entregó	el	collar.	Se	sentó	para	que	pudiera	atárselo	alrededor	del
cuello.	Zane	desenrolló	la	cuerda	de	cuero	y	desabrochó	el	broche	antes	de	moverlo	para	acomodarlo
alrededor	de	la	garganta	de	Ty.	Necesitó	unos	segundos	para	cerrar	el	broche,	la	mirada	de	Ty	sobre	él	le
distraía	 demasiado	 para	 hacer	 que	 sus	 dedos	 funcionaran,	 por	 fin	 dejó	 colgar	 el	 colgante	 como	 se
suponía	que	tenía	que	caer.
Ty	seguía	observándolo.	Zane	tocó	la	brújula	que	caía	por	debajo	del	hueco	de	la	garganta	de	Ty.
—Se	ve	muy	bien	—dijo	Zane,	empezando	a	sentirse	un	poco	cohibido	ante	la	mirada	firme	de	Ty.
—¿Por	qué	una	brújula?	—preguntó	Ty.	No	había	apartado	los	ojos	de	Zane	todavía.
Zane	sonrió	y	pasó	el	pulgar	por	el	colgante.
—Porque	me	diste	la	dirección	cuando	estaba	perdido.	Me	mostraste	el	camino.	—Levantó	la	vista
para	encontrarse	con	los	ojos	de	Ty—.	Eres	como	mi	propia	brújula.
—Zane.
—Lo	sé,	lo	sé.	Soy	un	gilipollas.
—Quizás.	Pero	eres	mi	gilipollas	—dijo	Ty	con	cariño.	Alargó	la	mano	hacia	Zane	y	se	inclinó	para
darle	un	beso.
Zane	se	rió	contra	los	labios	de	Ty.
—Esto	del	hombre	que	me	pidió	que	bailar	 lento	en	 su	 sala	de	estar.	Creo	que	 todavía	me	 tienes
bailando.
—Te	encantó.
—Sí.	—Zane	tocó	la	brújula	de	nuevo—.	Espero	que	lo	uses	a	veces	—dijo,	arrastrando	los	dedos	a
lo	largo	del	cordón	de	cuero.
Ty	se	acercó	y	apretó	la	mano	de	Zane,	mirándolo	a	los	ojos.	Zane	le	miró;	no	podía	creer	lo	guapo
que	era.
—Gracias.
Zane	se	permitió	un	momento	para	sumergirse	en	esa	sonrisa	y	esos	ojos	brillantes	antes	de	tirar	de
Ty	para	otro	beso	lento.	No	quería	a	cavilar	sobre	el	futuro	o	sentirse	avergonzado	por	el	pasado.	Estaba
aprendiendo	de	la	experiencia	de	Ty	concentrándose	en	el	ahora.	Y	ahora	mismo,	lo	único	que	quería
era	a	Ty.
Se	echó	a	reír	cuando	Ty	le	envolvió	con	los	brazos	y	lo	empujó	a	la	cama,	luego	se	subió	encima	a
horcajadas	y	lo	sujetó.	Zane	le	agarró	las	caderas,	más	que	dispuesto	a	ver	si	Ty	le	montaba	usando	nada
más	que	ese	collar.
—Ahora	—dijo	Ty	con	una	nota	sombría	en	su	voz—.	Sobre	esta	barba	que	tienes.
* *
Después	 de	 ser	 convencido	 de	 que	 la	 barba	 y	 el	 bigote	 se	 prestaba	 a	 la	 imagen	 de	 que	 no	 eran
federales,	Ty	insistió	en	que	el	mejor	lugar	donde	Zane	encontraría	algo	que	vestir	para	el	trabajo	era	la
Milla	Magnífica.	Más	 tarde,	 salieron	del	 taxi	 lejos	de	 las	 tiendas	para	pasear,	porque	 tenían	 tiempo	y
¿por	qué	demonios	no?

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