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SEXO EN SEATTLE 1 1 1 Título Original: The Trouble with Tony (Sex in Seattle 1) Traducción: Zury Corrección: Yayaluna Formato y Portada: Rub Epub: Mara © 2018 Publicado LLLE. Libro de distribución gratuita, sin fines comerciales y/o lucro. 2 RESUMEN omo parte de la investigación sobre el asesinato de una joven mujer, el detective de Seattle Tony DeMarco posa como paciente del Dr. Jack Halloran, el terapeuta que trató a la víctima en una clínica de sexo de Seattle. Esta no es la primera vez que Tony se infiltra, pero es la primera vez que quiere esconderse con uno de sus sospechosos. No puede evitarlo: Jack Halloran es el tipo de héroe de ojos acerados que Tony busca. Pero tendrá que demostrar la inocencia de Halloran y evitar que el médico descubra su artimaña antes de poder jugar a Romeo. El Dr. Halloran tiene sus propios problemas, incluyendo un brazo derecho dañado en el cumplimiento de su deber como cirujano de combate en Irak y el trastorno de estrés postraumático posterior. Está confundido al verse atraído por un nuevo paciente, el italiano grande y divertido con los ojos de cachorro, y el humor de Tony se desliza traspasando las defensas de Jack, haciéndole sentir cosas que creía haber enterrado durante mucho tiempo. ¿Pero, pueden el doctor y el detective encontrar el camino del romance a pesar de los secretos entre ellos? . C 3 ~1~ arilyn White estaba muerta. Ella había sido la reina de fin de curso, secretaria de la escuela primaria, fabricante de pastelillos de arándanos, y campeona de Yahtzee1. En su hogar desde los 8 años. Y ahora ella tenía una lápida y un archivo cerrado con la policía de Seattle. A Tony DeMarco le gustaba saber estas cosas de sus almas perdidas. Dolía más, lo hacía más personal. Pero también le permitía ver en el círculo de sus amigos y familiares un poco más claro. Si había una serpiente en el césped, él quería dar un paso directo hacia el infierno. —Llegas tarde, —Detective Mark Woodson se quejaba mientras Tony se deslizaba en una cabina. —¿Hey, yo estoy comprando el almuerzo, verdad? Deja de quejarte o vas a terminar con un vaso de jugo de tomate y unas galletas saladas. Dispararon la mierda hasta que llegaron las hamburguesas. Tony se puso al día con la novela machista que era el Departamento de Policía de Seattle. Les había dado cinco buenos años hasta que una bala en la pierna le hizo replantearse sus prioridades. Él no había estado exactamente en el closet cuando había estado en la fuerza aérea, pero tampoco lo había anunciado. 1 N. del T.: Juego de dados manteniendo puntos. M ELI EASTON 4 Agrégale ser naturalmente torpe y encima gay, y Tony nunca iba a ser el policía del año. Como un ojo privado, él trabajaba solo, y podía escoger sus casos dependiendo de lo mucho que intuía que iba a arriesgar sus bolas en un momento dado. El usualmente no trabajaba en asesinatos, pero él no había podido resistirse a la foto de Marilyn White, con su largo cabello color café, brillantes pecas y una risa de un millón de dólares. Y él no había podido decir que no a la cara de pena de sus padres cuando le pidieron que aceptara el caso. —Así que… Marilyn White. —Mark sacudió su cabeza calva, fastidiado. —Entre tú y yo, me alegro de que alguien haya tomado asunto en eso. —¿Tú no te crees la decisión del forense de sobredosis accidental? —No hay historial de abuso de drogas. ¿Qué Tan tonto puedes ser para llegar a tomarte un frasco de anti depresivos de una sola vez? Mark bufo burlonamente en su taza de café. —Te los estoy diciendo Tony, esto es lo que está mal con el mundo ahora—. Todo el mundo a lo mínimo, toma una decisión fácil. Nadie parece molestarse en planteárselo por dos segundos y realmente jodidamente considerarlo. —La oficina del forense no es tan diferente. Esto era sorprendente filosófico viniendo de Mark. Tony sintió una oleada de admiración que duró casi cinco segundos. Entonces Mark saco un eructo retumbante. Golpeo su pecho con un puno. —Discúlpame. Acidez. —¿Así que, quien piensas que lo hizo? —Tony preguntó, —¿El esposo? Mark gruño. —¿No es ese tu trabajo? —¿Qué acabo de estar diciendo acerca de ser perezoso, estúpido? —Sí, sí. Solo preguntaba tu opinión. Porque, tú sabes, eres mi héroe. Quiero tener tus bebes. SEXO EN SEATTLE 5 Mark bufo. —Ponte en la línea. —Vio hacia alrededor, como si se asegurara de que no se les escuchara. Bajo la voz. —El esposo está fuera, él tiene una coartada. ¿Pero si el jefe no nos hubiera hecho dejar el caso, yo hubiera estado cerca y encima de todo? —No Mark, ¿es por eso que estaba preguntando? —Cállate. Nosotros encontramos en los expedientes de Marilyn que unos meses antes de su muerte había empezado a ir a una clínica de sexo. —Susurro esto último apenas moviendo sus labios, como si un lector de labios estuviera en los alrededores. —¿Qué? —Sí. Un lugar llamado Horizon Expanded on Pike. Es legal. Ya sabes, ellos tratan la frigidez, problemas eréctiles y todo ese tipo de cosas. Mark golpeo en la mesa de madera. —Dios no lo permita. Tony sintió una descarga de vergüenza y un dolor punzante en las palabras. Con esfuerzo, lo hizo a un lado. Esto era acerca de Marilyn no de él. Tony la imaginaba como había estado en sus fotos —No de treinta todavía, esbelta y bella. —¿Porque, Marilyn tendría que ir a una clínica de sexo? Mark rió fuerte. —No tengo una maldita idea. Naturalmente, yo fui, hey entrevisté al doctor, un tipo llamado Jack Halloran. Pero todo lo que saque de él fue un escalofrió del tamaño de Alaska. ‘Confidencialidad Doctor Paciente fue lo que dijo’. ‘Los temas sexuales son extremadamente delicados, fue lo que dijo.’ No importa si ella está muerta, sus deseos de privacidad deben de ser respetados. Él dijo. Bla, bla bla. Te lo estoy diciendo, el tipo tiene bolas de acero. Trate de todo. _ Policía bueno, policía malo, amenazas vagas, una paleta...el tipo ni parpadeo. ELI EASTON 6 —Pero escucha esto, Mark continuó inclinándose hacia adelante con un brillo en sus ojos. —En esta clínica de sexo, no solo hacen Psicoterapia, ellos hacen subrogación sexual. Tú sabes un poco de sanación sexual entre las sabanas. Así que me imagino que este Halloran, tal vez su relación con Marilyn fue un poco más profunda de lo que debería. Pun, intencionalmente. —No hay manera, —Tony dijo— ¿Ellos tienen sexo con los pacientes?, ¿no es eso ilegal? Mark se encogió de hombros. —Adultos que consienten, terapia médica, nah no es ilegal. Ellos realmente tienen una licencia para esa mierda. Tony se hizo hacia atrás en su puesto, mordiéndose el labio. No le gustaba el sonido de eso. Un claro sospechoso hizo su vida más fácil. —¿Por qué no conseguiste una orden para su historial médico? Mark parecía disgustado. Yo trate, pero entonces llegó la decisión del forense y el caso entró en el depósito. Ya sabes cómo va. Como cualquier idiota en esta ciudad, tenemos demasiada mierda por hacer y poco tiempo para hacerla. Si, Tony lo sabía muy bien. El departamento de homicidios, eligió muertes sospechosas en el momento en que el cuerpo fue encontrado, pero era lo mejor no apegarse demasiado. Un caso se cerraría en un santiamén si el forense no dictaminara homicidio. No podían tener un departamento de la ciudad pagando por el trabajo, mientras otro departamento decía que no era necesario. Era una vergüenza, pero le daba a Tony mucho trabajo si él lo quería, ayudando familias como Marilyn cuando la policía no lo haría. —¿Conseguistealgo sobre Halloran después de todo? —Tony preguntó. Mark suspiro. Investigue por allí. Licenciado en medicina de la universidad. El mejor de su clase. Escucha esto. SEXO EN SEATTLE 7 Fue cirujano de combate en Irak hasta hace 18 meses. Herido y enviado a casa. El tipo es un maldito súper héroe, o es una maldita bomba de tiempo que camina. —Puedes decidir por ti mismo acerca de esa. —Tony levantó una ceja hacia Mark: ¿y qué piensas tú? —Ka-boon. —Mark dijo. 8 ~2~ A—BOON Las bombas estallan en todas partes. El ruido infernal y la conmoción de las ondas del shock golpeo el cuerpo de Jack y perforó sus tímpanos. Estaba corriendo tan rápido como podía, pero era difícil con los brazos retorcidos detrás de él y el peso pesado de una camilla en sus manos. En algún lugar allá atrás, Smith un enfermero del hospital, se aferraba al otro extremo de la camilla. Y entre ellos había una masa de carne sangrante que una vez había sido un joven robusto y ahora era un chico moribundo. Ese chico lo lograría o no, dependiendo de lo rápido que Jack pudiera alejarlo de los escombros retorcidos y de regreso al bus. Muévanse, muévanse, muévanse, muévanse. Hubo una explosión cegadora y todo se puso negro. No había dolor, solo una profunda conmoción y entumecimiento Jack pensó que había muerto. Aterrizó en el suelo junto a su cama. El dolor de golpear su pierna con la jarra que resbalo lo despertó incluso cuando el grito le salió de la garganta. —¡No! —gritó a la oscuridad sin culpa. Jack se sirvió una taza de café en la pequeña cocina del personal en Expanded Horizons. El temblor en su mano derecha estaba peor de lo que había estado en semanas, gracias a la pesadilla, y hacia una simple tarea difícil. No había tenido una pesadilla así en exactamente catorce días, según el registro que tenía su K SEXO EN SEATTLE 9 terapeuta y lo había instado a guardarlo. El tiempo entre ellas fue creciendo lentamente, pero eso no lo hacía menos devastador cuando ocurrían. Jack hizo una mueca y mentalmente deletreo los pasos para sí mismo, tal como le habían enseñado. Coloque firmemente el fondo de la taza en el mostrador, suéltala, vertió cuidadosamente con su mano izquierda pon la cafetera de regreso. Había tomado un tiempo, pero por ahora, era un hábito — siempre, siempre, sostén la bebida en tu mano izquierda. Las esquirlas de la explosión habían rebanado y cortado en cubos su brazo derecho como si se hubiera topado con una tormenta de granizo de cuchillos Ginsu. Tuvo suerte de no haberlo perdido del todo, pero sus amigos de la base habían sacado todas las paradas. Jack todavía tenía el brazo, pero había daños en el nervio. En otras palabras, nunca sería bueno con los palillos, su amigo y su co-doctor Coronel Rick Mayberry, se había burlado. Rick no había agregado nada, o hecho cirugía otra vez. Mayor Jack Halloran. A sus treinta seis años él era una bombilla en una cueva prehistórica, lo mejor de sus habilidades ahora inútiles. Había intentado. Una vez que lo peor de su terapia física término, se había empujado a sí mismo y había encontrado un trabajo en una sala de urgencias de Seattle. Pero una noche habían transportado a una víctima de accidente de motocicleta y la sangre y el traumatismo lo habían detonado. Cuando regreso a sí mismo, estaba acurrucado en la esquina de un armario de suministros, su cara mojada de lágrimas. El hospital no discutió cuando presentó su renuncia. Bombilla. Cueva. Así es como había terminado en Expanded Horizons. Sam, un viejo amigo de una escuela médica, estaba casado con la dueña de la clínica, Trudy. Ella era una mujer muy lista. Se ofreció a darle una oportunidad a Jack si asistía a un curso intensivo de formación y consejería sexual. Él lo hizo, Ella lo hizo. ELI EASTON 10 Jack suponía que era bueno en eso. Era irónico. Siempre había sido un gay Lothario,2 descarado, caliente, y un coqueto impertinente. En el ejército, los doctores y enfermeras lo habían llamado el poderoso Jack Halloran. Era un golpe un poco afectuoso a su modesta estatura, al menos lo asumía así, pero sobre todo se trataba de su habilidad para entrar a cualquier bar y tomar un hombre. Había sido el tipo de hombre que se levantaba y bailaba en la barra si hubiera tenido algunos. Ni una pizca de timidez. Desde entonces, nunca había pensado dos veces en el sexo como una función biológica que podía fallar. Era solo placer, una liberación muy agradable que podía ayudarle a olvidar el estrés y la sangre por un tiempo. Ahora aquí estaba el, cuidando la libido de otras personas para ganarse la vida. E incluso mientras daba conferencias a sus pacientes sobre cómo todos necesitaban —y merecían —contacto humano, su propia vida sexual nunca había sido peor. La vida tenía un puto retorcido sentido del humor. Vigoroso fuerte, fuerte. —Su agenda, Dr. Halloran, —Loretta dijo con voz alegre. Jack puso su taza de café cuidadosamente en el mostrador y se volvió hacia ella con una sonrisa profesional. —Buenos días, Loretta. Le dio el itinerario del día generado por una computadora en una hoja de papel. —Pareces un gato que alguien golpeo con un camión, —Loretta dijo, mirándole fijamente a la cara. —Lo mismo para ti, —Jack dijo educadamente. Puso su itinerario en el mostrador, y su mano buena fue hacia su cabello inconscientemente para alisarlo. —No, los ojos, Loretta dijo. —Federal Express.3 2 Nota del Traductor: Un hombre que se comporta de manera egoísta e irresponsable en sus relaciones sexuales. 3 N. del T.: Empresa de correo privada. SEXO EN SEATTLE 11 —Tu honestidad es tan refrescante. Jack escaneo sus citas para el día. Había un Sr. Federman, un hombre con profundas inseguridades sexuales. La señora Kendle, de ochenta y seis años que se negaba a abandonar su vida sexual, y el señor Rose, con disfunción eréctil relacionada con la diabetes. Había un nuevo nombre, aunque, a las diez empunto. —¿Merecía ella la pena? —Loretta pregunto. Jack vio hacia arriba para ver su sonrisa forzada y el revoloteo nervioso de sus párpados. —Loretta, —Jack dijo pacientemente. —Como te he dicho antes, soy gay. No hubo asignaciones calientes anoche, mas es la pena. Y si lo hubiera habido, habría sido con un él. —Seguro, —Loretta dijo con un pequeño, y doloroso encogimiento de hombros. —Yo entiendo. Jack mentalmente rodo sus ojos. La recepcionista de la clínica era una pelirroja con proporciones tan generosas que bordeaban lo filantrópico. Ella tenía treinta y ocho años yendo a veinte, y por alguna razón, ella estaba bastante enamorada de Jack. —En serio, —Jack se lo dijo con su mirada de no son tonterías. —Gay. —Lo entiendo, —Loretta le dio un vistazo, que decía que no le creía ni una palabra. Jack suspiro y echo un vistazo a su agenda. Loretta había marcado el almuerzo en la oficina de Trudy. Eso solo ocurriría si su jefe quería hablar con él sobre algo. Sintió un poco de preocupación pero la hizo hacia un lado. Pronto averiguaría de qué se trataba. —¿Quién es Tony DeMarco, diez en punto? ELI EASTON 12 —Hombre, treinta. El pregunto especialmente por ti. No quiso discutir su problema por teléfono así que supongo que tendrás que sorprenderte, —Jack frunció el ceño. No le gustaban las sorpresas. 13 ~3~ ony tropezó cuando entró en la oficina de Halloran, trastabilló por la sorpresa. Por alguna razón. Tal vez porque era tan heterosexual como la aguja espacial, Mark había olvidado mencionar que el Dr. Jack Halloran era atractivo. Atractivo como en, oh Dios mío. Halloran le dio la vuelta a su escritorio para darle la mano a Tony, presentándose de una manera tan directa era casi un enfrentamiento. —Hola,soy el Dr. Halloran. Encantado de conocerte, Sr. DeMarco. Era bajito, pequeño, y dulce. Parecía estar entre mediados o finales de sus treinta, y de pie media un metro setenta y cinco, por lo menos unos cinco centímetros más bajo que el metro ochenta de Tony. Su cabello rubio arenoso, crecía de un corte impecable, y tenía un recorte, un cuerpo robusto debajo de una camisa de botones Oxford azul y pantalones sport. Su cara era todo un chico americano, cálido, inteligente, y simpático, a pesar de las ojeras debajo de sus ojos. Y esos ojos… Incluso mirando por detrás un par de lentes de carey de lectura, eran azules. Azul, azul, azul. Los iris eran de color aciano, que combinaban con su camisa azul, y estaban rodeados por una banda azul marino. Tony noto estas cosas intelectualmente, añadiendo puntos a su archivo mental sobre Jack Halloran. Pero él no era el tipo de hombre guiado por su polla gracias a una cara bonita. No. Desafortunadamente, Tony estaba por encima de todo eso. O debajo de él. T ELI EASTON 14 —Toma asiento. —Halloran moviéndose a la silla tapizada delante de su escritorio. —¿Prefieres, Tony, o Señor DeMarco? —Hola, Tony está bien, no hay problema. —Tony hablaba bruscamente para ocultar su timidez natural. Parecía salir a relucir por la confianza de Halloran. Dr. Halloran volvió a su escritorio y se sentó. Tomo un lápiz y lo movió un poco entre sus dedos, viendo a Tony con atención. —Está bien, Tony. ¿Porque no me dices porque estás aquí? Tony sonrió inocentemente. Había buscado el sitio web de la clínica y reviso la lista de trastornos que ellos trataban. Tenía su historia de entrada lista para seguirla. —Es así, Doc. Soy un adicto al sexo. —Oh, Halloran parecía un poco sorprendido. —Sí, y está empezando a afectar mi trabajo y todo lo demás, así que, tu sabes, pensé que necesitaba ayuda. Tony puso una mirada angustiada. No se llamaría a sí mismo, material de hombre líder, pero era un mentiroso desde hace mucho tiempo. Tenías que estar con una madre como la suya. Mamá parecía saber por osmosis, si se había cortado las uñas de los pies, o si se había masturbado esa mañana, y se aseguraría de contarlo en el desayuno para que los cuatro de sus hermanos y su padre pudieran estar al tanto. —¿Qué clase de trabajo haces? —Halloran preguntó. —Investigaciones de seguros, —Tony evadió. Tiene un hilo de verdad en él. Si entrecerraste los ojos. —Ya veo. El Dr. Halloran no dijo nada por un largo minuto, solo lo estudio. ¿No debería estar haciendo sonidos simpáticos? Haciendo preguntas. ¿Ofreciendo SEXO EN SEATTLE 15 consejos útiles? Tony se movió en su asiento, sintiéndose como un insecto bajo la lupa. —¿Con qué frecuencia te masturbas? —Halloran preguntó. Tony se atraganto un poco, pero se las arregló para que pareciera un cosquilleo en la garganta. —Uh...dos, tres veces al día. —Forzó una sonrisa descarada. —Y eso es en mis días libres. Halloran levanto el lápiz y se golpeó pensativamente en la barbilla, esos ojos azules y firmes de acero. —¿Y tienes compañeros también? —¡OH, diablos sí! Muchos. —¿Femeninos? ¿Masculinos? Tony se encogió de hombros. —Doc, tomaré cualquier cosa. Te lo dije. Soy adicto. Los ojos de Halloran se entrecerraron. Chupo ligeramente el extremo del lápiz. Todavía, su mirada penetrante nunca vacilo. ¿Cuál era su problema? Fuera lo que fuera, Tony estaba sintiendo la presión. Le recordó a estar en la clase de álgebra de la Hermana Mary Frances. Esa monja tenía ojos que eran como malditos agujeros en el espacio del tiempo. —¿Ves pornografía?—Halloran pregunto calmado. Tony se congelo. ¿Cuál era la respuesta correcta aquí? Pero tenía que seguir con la historia que ya había estado construyendo. Resopló e hizo un gesto de —vamos. —¿Porque necesitaría ver pornografía cuando tengo sexo todo el tiempo? En un instante, Halloran estaba fuera de su asiento, alrededor del escritorio, en el espacio de Tony. Tony jadeo en shock mientras Halloran se inclinaba hacia abajo, rápido como una serpiente, y agarró su entrepierna. ELI EASTON 16 Y allí estaban, Tony sentado en la silla, y Halloran inclinándose sobre él, su mano agarrando la polla de Tony a través de sus pantalones. Los ojos azules de acero de Halloran eran demasiado agudos. ¿Porque Tony había pensado que eran acianos? Cielos, eran de un azul frío, como acero, como hielo, centímetros de distancia de la suya. Esos ojos estaban fijos en él como un sistema de armas. Y la polla de Tony, que había estado suave en primer lugar, ahora trataba de arrastrarse de vuelta a su cuerpo como el ejército de Napoleón retirándose de Moscú. Estupendo. Gracias, maldito cobarde. Halloran le sonrío fríamente y hablo, bajo y mortal. —Tú, estas, mintiendo. —Y con eso se soltó y se enderezo. Jack estaba enojado. Si había una cosa que odiaba, era los mentirosos, y este tipo ni siquiera era un buen mentiroso. Al menos podría haber hecho la tarea sobre las adicciones al sexo. Debía pensar que Jack era un idiota. Era totalmente irrespetuoso. Una alarma había sonado en la cabeza de Jack desde el momento en que Tony DeMarco entró en su oficina. Era todo un hombre —uno alto, de hombros anchos, un italiano magnífico de hombros largos. Pelo castaño oscuro y ojos grandes de cachorrito. Tenía un aire arrogante, en la manera de los Italianos de Brooklyn que Jack había conocido en el ejército, pero había algo intrínsecamente incómodo acerca de él. Incomodo o no, no era el tipo de paciente que normalmente venía a Expanded Horizons. Jack supo de inmediato que algo andaba mal. Pero su apuesta sobre lo que era estaba equivocada. Jack había sido médico el tiempo suficiente para saber que los pacientes se inventarían casi cualquier cosa para obtener drogas o atención. No era poco común para los hombres sanos decir que tenían impotencia para obtener una receta de viagra con la esperanza de convertirse en Superhombre. SEXO EN SEATTLE 17 Pero ni siquiera Tony podría ser lo suficientemente tonto para pensar que repartiría viagra a un adicto al sexo. Así que eso dejo la atención. Tony no parecía ser el tipo, pero tal vez tenía un fetiche. ¿Se excito hablando con un médico sobre su supuestamente libido indomable? De ser así, se podía encontrar a otro imbécil. Escuchar a un paciente mentir sobre su vida sexual no lo hacía por Jack. Jack se sentó contra el frente de su escritorio y cruzó sus brazos. —No me gusta que la gente me haga perder el tiempo, Sr. DeMarco. —Umm… —Así que a menos que tengas una razón legítima para estar aquí, la puerta está por allí. —Jack lo señalo con una punzada de ira. Tony le dio lo que bien podría ser su expresión genuina hasta ahora, una perturbada y desconcertante mirada. Su boca se cerró de golpe, luego se abrió, y luego se cerró de nuevo. Parecía un cachorrito. Está bien, yo, uh, lo admito. Me puse nervioso y lo invente. —Enserio, —Jack dijo secamente. —Sí. Ese no es realmente mi problema. —Los ojos de Tony se posaron en su regazo. Parecía entablar algún tipo de debate interno. Fuera lo que fuera, parecía intenso. Una mancha comenzó a aparecer, un enrojecimiento primero en el cuello de Tony, que trepó por su mandíbula como una enredadera de Virginia. Cuando llego a sus oídos, se volvieron de un rosa brillante, un tono de fucsia realmente espectacular. Esto era interesante. —Estoy escuchando, —Jack dijo, más gentil. —Yo. Jack espero. —Yo. ELI EASTON 18 —Tony, puedes decirme cualquier cosa. —Te prometo que no saldrá de esta habitación. —Yo… Jack le puso una mano en la frente y froto suavemente. El gran italiano estaba empezando a darle un dolor de cabeza. —Si no estás listo para hablar de ello, podemos programar una cita para más tarde, cuando… —Tengo una polla quisquillosa, —Tony murmuroen voz baja. Jack parpadeo y apenas se abstuvo de revisar sus oídos en busca de cera. —¿Qué fue eso? —¡Dije que tengo una polla quisquillosa!—Tony dijo ahora en voz alta. Levantó sus ojos y se encontró con los de Jack desafiantes. Su cara estaba carmesí con vergüenza, pero apoyó sus manos en los brazos de la silla y vio a los ojos a Jack como diciendo, buenos vamos, Genio. ¡Arréglalo! Jack se las arregló para mantener una cara impasible mientras decía, —Ya veo. ¿Puedes definir lo que quieres decir con una polla quisquillosa? —Sí, —Tony dijo con un resoplido de disgusto. —Como Kate Moss en un restaurante de hamburguesas. Se hace el difícil de conseguir. Si decide que le gusta alguien, es una locura para pasar del amanecer al anochecer. Pero si decide que no quiere jugar a la pelota, entonces no juega a la pelota, no importa cuanto lo quiera, o que la otra persona lo haga. ¿Entiendes lo que digo? —¿Quieres decir que no siempre puedes tener una erección cuando quieres? Jack sugirió en su mejor voz de médico. —Ni un maldito movimiento, —Tony acepto amargamente. —¿Y con qué frecuencia ocurre este problema? Tony se frotó los ojos con ambas manos. —Digamos que ha habido muchas veces cuando la gente se presentó a la fiesta y el barril estaba seco. SEXO EN SEATTLE 19 —Ya veo. —Hasta el punto en donde no me molesto en enviar la invitación, si sabes a lo que me refiero. —¿Tienes miedo de tener citas porque estas preocupado porque podrías meterte en una situación sexual y no ser capaz de tener una erección? Tony lo miró fijamente. —Hay una razón por la que inventaron los eufemismos, ya sabes. Jack se permitió una pequeña risita. —Si voy a tratarte necesito entender la situación claramente, y solo tome dos semestres de eufemismos en la universidad. La cara de Tony tenía una mirada contraída y esperanzada. —¿Puedes realmente curarlo? Porque no es malditamente divertido, puedo decírtelo. Jack puso una mano en el hombro de Tony, alentadoramente. —No puedo darte un diagnostico sin mucha más información, pero puedo decirte que deberíamos de ser capaces de mejorar las cosas para ti. Sí. Pero primero, necesito que me digas más acerca de las veces que el sexo ha funcionado para ti. —Jack soltó el hombre de Tony y volvió a su escritorio. Tomo su libreta para tomar notas y le dio a Tony una mirada alentadora. Tony no podía creer que estuviera haciendo esto. De verdad le estaba contando a Halloran su pequeño sucio secreto, algo que nunca antes le había confiado a nadie. Algo que podría haber jurado que estaría demasiado mortificado para mencionarlo, incluso al Papa, o a Richard Simmons. Demonios, incluso a dios. Pero cuando Halloran le había dicho que se fuera, había entrado en pánico. Necesitaba estas sesiones de terapia, para ponerse al tanto de Halloran y la clínica. ELI EASTON 20 Pero Halloran había visto a través de sus mentiras. No había sido capaz de pensar en nada más que decir, excepto la verdad. Cuando había buscado acerca de Expanded Horizons, se preguntaba si alguna vez habían visto un caso como el suyo. Había sido un pensamiento ocioso, y realmente no tenía intención de mencionarlo pero… ¿Porque no? Expanded Horizons tenía una reputación como excelente clínica, y los Whites pagaban por estas sesiones de terapia. ¿Porque no aprovecharlo? El doctor Halloran no había estado dispuesto a decirle a la policía una cosa sobre el caso de Marilyn. Así que Tony creía que nadie nunca sabría lo que discutió con el doctor. Y aunque saliera a la luz, siempre podría decir que lo había inventado para una historia de portada. Fue humillante hablar de ello, sí, pero… ¿que si Halloran podía ayudar? Tony haría cualquier cosa para ser normal. Estaba cansado de vivir solo, dormir solo, estar solo. Así que se lo dijo a Halloran, de manera vacilante, sobre los hombres que él pensaba que eran —Los fabulosos cuatro, —En toda la vida de Tony, solo habían cuatro tipos que le habían hecho sentir la magia. El primero había sido Derry, un chico de su equipo de lucha libre en el instituto. Y entonces estaba Martín, su mejor amigo en la universidad. Tony había seguido a Martín a través del país para que pudieran ir juntos a la Academia de Policía de Seatle juntos, solo porque Martín se lo había pedido. Ambos Derry y Martín habían sido heterosexuales, pero; la polla de Tony era demasiado estúpida para saber eso. Los deseaba a ellos como si fueran el único trozo de salami en la carnicería. Nunca se los había dicho a ninguno de los dos. Tony se había casado con Marsha cuando tenía veintidós. Para entonces estaba tan malditamente confundido, no sabía lo que era o lo que no era. Deseaba a Derry y a Martin, seguro, pero cuando intento un par de encuentros en un bar gay. Su cuerpo había votado un linfático no. Marsha era divertido y SEXO EN SEATTLE 21 cálido y un buen amigo. Durante los primeros seis meses de su matrimonio, Tony había sido capaz de actuar en la cama solo con fantasías desenfrenadas de Derry o Martin corriendo por su cabeza. Pero pronto ni siquiera eso aceleraría el acto. Marsha y él se habían separado amistosamente después de un año. Después de su divorcio, Tony conoció a Jason, paramédico. La polla de Tony estaba loca por Jason, y Jason le gustaba el pequeño grandote a cambio. Por primera vez en su vida, Tony tenía una erección por alguien que podría hacer algo al respecto. ¡Y el chico lo hizo! Había tenido sexo como si estuviera en venta a granel en Cotsco’s4, pero Jason era un coqueto, y se hartó de los modos posesivos de Tony. Se separaron. Dos años después, Tony conoció a Aaron un abogado rubio, y era momento de bingo una vez más. Pero Aaron solo duró seis meses antes de que rompieran la noticia de que se mudaba a LA para trabajar con los ricos y famosos. Se fue con visiones de Brad Pitt y Robert Pattinson bailando en su cabeza. Derry, Martin, Jason y Aaron. Era una lista patéticamente corta de turnos para un hombre de treinta. —Así que la última vez que pudiste tener sexo con una pareja fue con Aaron, u ¿eso fue hace dos años? Halloran pregunto. —¿Triste, no es así? Ya he pedido la lápida para mi pene en Everlasting Hills5, —Tony aceptó malhumorado. —¿Que hay acerca de la masturbación? Tony gimió. —¡Doc! Me estas matando. ¿Podrías llamarlo de otra manera? ¿Cómo ablandando el filete? Me sentiré mejor. 4 N. del T.: Tienda al por mayor de Estados Unidos. 5 N. del T.: Cementerio. ELI EASTON 22 Jack sonrió. Toda su cara cambiaba cuando sonreía. Paso de estar demasiado serio, adulto frio a un niño descarado. Fue...agradable le dio a Tony una sensación de calidez. —Te das cuenta de que esto es una clínica de sexo, —Jack dijo. —Usamos lenguaje de chicos grandes aquí. —Y yo tengo una mama italiana. Dices esas cosas, y quiero darte una bofetada y luego lavarte la boca, —Tony se quejó. Jack se rió. —Está bien, déjame decirlo de otra manera. ¿Qué tal, azotando al mono? ¿Puedes disfrutar eso? —Si, en eso, soy un profesional. —¿Con qué frecuencia, eh, con qué frecuencia sacas a dar una vuelta al mono? Tony sintió su cara aún más caliente, si eso era posible. —Dios, esto es embarazoso. Pongámoslo de esta manera —dicen que una vez al día es bueno para tu próstata, así que mi próstata debería estar bien. Pero tengo que pensar en algo específico para, ya sabes, para empezar. —¿Derry, Martin, Jason o Aaron? —Jack adivinó. Tony asintió con tristeza. —A mi polla ni siquiera le gusta la pornografía. Nunca lo ha hecho. Cristo. ¿Que está mal conmigo? —¿Habías pasado por esto antes? Jack se inclinó hacia adelante, colocando sus codos en su escritorio. — ¿Tony, tu sabes que está bien si no te sientes cómodo con citas anónimas? Tony gruñó su opinión acerca de eso. —Correcto.¿Aunque agradable en teoría? La realidad es, es que es demasiado difícil encontrar al tipo correcto. He tenido cuatro casos de Sr. correctos. Dos eran heterosexuales y los otros dos se separaron. Así que el Sr. correcto- este segundo me haría bien. ¿No puedes SEXO EN SEATTLE 23 ayudarme solo… a ser más normal? Quiero decir, ser una puta es el derecho dado por Dios a todo hombre. —¿Estoy equivocado? Halloran se rió entre dientes. —No estoy seguro de que lo diría de esta manera. Pero respondiendo a tu pregunta. Si, podemos ayudarte. Jesús, el tipo tenía manera de tener el lado de su cama fría. E inspiraba todo tipo de sentimientos cálidos y confusos de simpatía y confianza, al menos lo hizo cuando no estaba agarrando la entrepierna de Tony y llamándolo mentiroso. —Así es como funciona nuestra terapia, —Halloran dijo. —Primero, necesitare hacer un chequeo médico. A veces estas cosas pueden tener causas físicas, así que tenemos que descartarlo. Luego tendremos sesiones semanales de consejería para discutir tus metas y sentimientos. —¿Sentimientos, y metas? —Tony dijo con horror. —¿No es eso lo que acabamos de hacer? ¿Necesitas que hable de ello un poco más? —Bueno, puede que necesite indagar un poco más profundo, —Halloran dijo. Había divertidas arrugas alrededor de sus ojos. El comentario sobre indagar más profundo de repente devolvió a Tony a lo que estaba haciendo aquí en realidad. Marilyn White. Parpadeó inocentemente. —Pero ustedes hacen cosas de subrogación sexual. ¿Verdad? —Cuando es parte útil del tratamiento de un paciente, si—Jack dijo cuidadosamente. —A menudo es valioso que un paciente se sienta más cómodo con el sexo en un entorno seguro, con un profesional que entiende sus desafíos y no juzga a nadie. —Debe ser duro, —Tony dijo en un tono burlón. —¿Supongo que no te importa hacer ese tipo de cosas con tus pacientes femeninas, especialmente si son jóvenes y atractivas, hah, doctor? ELI EASTON 24 Estaba pescando. Tenía que hacerlo. Pero Halloran se puso a la defensiva otra vez. Tony podía ver el calor en su cara apagarse como si alguien, en concreto Tony, había volteado el —Interruptor de imbécil. —De hecho en realidad, no hago trabajo de subrogación. Trabajo con mis pacientes a través de consejería y diagnóstico. Si su caso lo amerita, puedo recomendarle a uno de nuestros excelentes sustitutos. Esto era interesante. ¿Así que Jack Halloran no se acostaba personalmente con sus pacientes? ¿Significaba que no había tenido relaciones íntimas con Marilyn White? ¿O solo significaba que no debía hacerlo? —Y en interés de la divulgación, Tony, puedo decirte que yo mismo, soy gay. Así que, incluso si hiciera trabajo de subrogación, no sería con mis pacientes femeninas. Su voz era fría, pero Tony no podía evitar sentirse un poco feliz de escuchar eso. Se dijo a si mismo que era solo porque un médico gay tenía más probabilidades de entender su problema. —No quise ofender, Doc, solo estaba tratando de conocer el terreno. —Jack no dijo nada, y tampoco cambio a su postura defensiva. Tony se rio entre dientes, —Tu eres un tipo muy duro, ¿lo sabes verdad, Dr. Halloran?—Y dios lo era. Por un momento, mirando a esos ojos de acero, Tony lo encontró un poco sexy. Jack se relajó un poco. —Me lo han dicho, —dijo secamente, pero había un destello en sus ojos. Miro su reloj. Nos quedan quince minutos. Loretta te dará una receta cuando salgas para que te hagan el análisis de sangre al final de la calle. —Pero podemos quitar el examen físico del camino ahora, si no te importa. De esa manera podemos empezar consejería la semana que viene. —¿Examen? —Tony dijo, su voz saliendo como un chillido. SEXO EN SEATTLE 25 Jack se paró y fue a la puerta de su oficina, donde el abrigo blanco de doctor colgaba de un gancho. Empezó a ponérselo. —Como mencione, antes de que podamos empezar el tratamiento, necesito hacer un examen. Tengo que descartar cualquier problema físico obvio primero. —Puedo asegurarte, doc, que la cañería está bien allí abajo, —Tony dijo, ahora definitivamente entrando en pánico. ——Oh ¿Cuando fue tu último examen físico? Tony trato de bromear. —Yo, yo soy italiano, soy hombre, y tengo menos de cincuenta años. No iría a un doctor a menos que mi globo ocular estuviera colgando, hasta ahora podría usarlo como hilo dental, o si mi orina fuera color limonada rosa, o incluso una mezcla de bloody mary. Jack se volvió hacia él con una ceja levantada, bloqueando la puerta y doblando los brazos, sus pies ligeramente separados. —Ah, hah. Eso es lo que pensaba. ¿Quieres que te trate sí o no, Señor DeMarco? Porque si no vas en serio con esto, prefiero que no nos hicieras perder nuestro tiempo. Su postura, su voz...Tony tenía una extraña sensación de déjà vu. Era como si su madre hubiera habitado repentinamente el cuerpo de un médico rubio delgado. —Yo...Yo hablo en serio, Doc, pero,… Halloran apunto a una mesa de examen que estaba contra la pared trasera de la oficina. Su voz tan fría que habría podido hundir el Titanic. —Entonces ve a esa mesa de examen y déjalos caer. Tony intento pensar en una salida, pero la cara de Halloran tenía puesta la máscara en modo —soldado dame diez—que haría llorar a los bebes, además estaba bloqueando la puerta. Tony pensó que podía pasar por encima de él si tenía que hacerlo. Bueno, tal vez. Halloran era obviamente más duro de lo que ELI EASTON 26 parecía. ¿Cuánto de entrenamiento militar les daban a los médicos de combate, de todos modos? Pero incluso si el pudiera forzar su salida, Halloran habría terminado de tratarlo, y Tony no podría entrar a la clínica. ¿Además, y si Halloran pudiera ayudarlo con su pequeño problema? Cinco minutos, y se acabara. Cinco minutos y se acabara. Su cara ardiendo de vergüenza, Tony se levantó y deslizo hacia la mesa de examen como si él fuera a su condena. Dios, por favor déjame morir, rápidamente y sin dolor. En los próximos diez segundos estaría bien. —¿Cómo quieres que me ponga…? —Tony empezó de mala gana. —Puedes solo apoyarte contra la mesa y quitarte los pantalones y ropa interior, por favor. Es mejor si estas de pie. Halloran fue a un armario y le dio la espalda. Se lavó las manos y empezó a sacar algunos suministros, dándole a Tony un momento de privacidad. Tony desabrocho su cinturón y empujo sus pantalones negros y calzoncillos hasta sus muslos. Se apoyó contra la mesa, agradecido por el apoyo. Afortunadamente, las colas de su camisa le daban un poco de modestia. Cinco minutos y acabara. Cinco minutos y acabara. Sí, pero durante esos cinco minutos un sospechoso de asesinato estará mirando mi polla. ¿Cómo paso eso? Jack se acercó. Mientras se acercaba, Tony sintió un aleteo nauseabundo en su estómago. Cerró sus ojos. —Está bien, Tony. Cierra tus ojos y relájate—. Sonaba sospechosamente como algo que un asesino en serie diría. Tony mordió sus labios mientras sentía que las manos desabrochaban los botones inferiores de su camisa y plegaba los extremos a cada lado. Una brisa refrescante sobre su polla le dejó saber que estaba expuesto. Agradable. Hubo silencio absoluto por un momento y entonces Jack se rió entre dientes. SEXO EN SEATTLE 27 —Vas a hacer que el labio sangre. No es tan malo después de todo, ¿lo es? ¿No jugaste deportes en la escuela? Una mano caliente y cubierta de látex descanso en su muslo izquierdo mientras otra suavemente, pero con confianza, levanto su carne flácida. Sintió que Halloran revisaba su ranura cuidadosamente con el toque de la yema de un dedo, probablemente buscando flujo. —Lucha libre, —Tony dijo con una fuerte exhalación. Apretó los ojos fuertemente. —¿Sí? ¿Lucha libre de estilo libre en el instituto? —Los suaves dedos de Halloran empujando a lo largo de su pene, lo sintió alrededor dela base de él, luego palpo a lo largo de la parte superior de su ingle. Una mano lo empujo a abrirse más. —Sí, —Tony se las arregló con una voz estrangulada. —De primer año hasta el último año. Abrigo de cuero y todo. —¿Es eso cierto? ¿Ganaste muchos encuentros? Una suave mano lo cubrió y la sintió cuidadosamente alrededor de su escroto y el espacio debajo de él, presionando con seguridad, dedos confiados, y clínicos. —Mejor que el promedio, —Tony se las ingenio. —Mi rango era de 80.90. Tony sabía que Halloran estaba tratando de distraerlo, pero estaba agradecido de tener una razón para pensar en algo, cualquier, otra cosa. —Corre en la familia. Tengo cuatro hermanos mayores y todos lucharon. Supongo que nos impidió matarnos el uno al otro. Cuando estábamos en una pelea, mi padre nos hacía luchar en el suelo del salón, reglas universitarias. Las manos desaparecieron. Por un momento, Tony se sintió alegremente aliviado. Había sobrevivido. ELI EASTON 28 —Date la vuelta, por favor. —Halloran dijo. Los ojos de Tony se abrieron de golpe. —¡Oh, diablos no! por favor, Doc. Dime que estas bromeando. Halloran se las arregló para no sonreír. Mucho. Pero sus ojos bailaban como si fuesen unas jodidas vacaciones alegres. —No seas un bebé DeMarco. Se acabara antes de que te des cuenta. Piensa que es un combate de lucha libre. —Te odio, —Tony digo sinceramente. Pero se dio la vuelta. Se sentía como un tonto con los pantalones alrededor de las rodillas y su trasero desnudo al aire. —Inclínate hacia adelante, —Jack dijo suavemente. Puso una mano en medio de la espalda de Tony, y le urgió levemente a bajar sobre la mesa. Tony lo hizo. Halloran empujo la cola de su camisa hasta el centro de su espalda. Entonces Tony lo escuchó exprimir algo, sin duda alguna lubricación médica, en su mano. El borde del muslo de Halloran presiono su pierna izquierda, y una mano volvió a su espalda como si lo sostuviera firme. Y allí fue cuando ocurrió. Tony sintió una corriente caliente explotar desde todos los lugares donde Halloran lo estaba tocando, a lo largo de la pierna que lo inmovilizó a él y a la mano cubierta de látex que ahuecaba la parte baja de su espalda. Un aluvión de lujuria corrió por su cuerpo como un tren exprés. Su polla paso de cero a sesenta en unos tres segundos, y empujo, duro y pesado, contra el borde de la mesa del examen. Y justo a tiempo Tony, en estado de shock total, había registrado lo que estaba pasando, Halloran entró a matar. La mano en la espalda de Tony se deslizó hacia abajo para abrir un poco la mejilla y luego el dedo de Halloran, cubierto de látex y lubricante se deslizó a casa. —¡Mierda! —Tony maldijo, alto y largo. SEXO EN SEATTLE 29 Halloran retorcido un poco su dedo, como si lo aflojara. La mano que no estaba ocupada excavando en el trasero de Tony se deslizó hacia atrás y se extendió por el centro de su espalda. Quizás se suponía que eso debía ser reconfortante, pero lo golpeo el ser sujetado para ser follado y, maldición, Tony de repente quería eso. Eso. Más de lo que él quería una chaqueta de Cristian Martin para navidad a la edad de doce o que Aaron dijera que estaba bromeando la noche que anunció su mudanza a Los Ángeles. —Relájate, —Halloran dijo tranquilamente. —Se acabara en un momento. ¿Así que 80.90 alto? ¿Qué tan bueno eras, DeMarco?—Era su índice, Tony podía sentir esto ahora; sentir la palma de la mano de Halloran presionando contra él mientras ese dedo acariciaba y empujaba por… —¡Oh maldito infierno! —Tony maldijo otra vez, su cuerpo temblando. —Solo unos segundos más. Resiste, —Halloran dijo suavemente. Su voz sonaba preocupada y clínica. Cristo, no tenía idea de lo que le estaba haciendo a Tony. Tomo todo lo que Tony no tenía para no moverse contra él, para no rogarle que sustituyera ese dedo por algo más. Quería atravesar por su cuerpo con la rabia petulante de la rutina negada. Su polla presionada contra la mesa del examen despiadadamente mientras Halloran le pinchaba suavemente la próstata. —Listo, —Halloran dijo, sacando su dedo. —Todo parece estar bien. Puedes vestirte—. Tony, jadeando, escuchó el chasquido del látex. Halloran le dio unas toallas de papel, que Tony tomo sin darse la vuelta. Entonces Halloran estaba cruzando la habitación. Tony se atrevió a mirar por encima su hombro. El doctor volvió al mostrador, dándole la espalda mientras tiraba los guantes y dejaba correr el agua en el fregadero. Actuaba perfectamente relajado, como si esto fuera rutina, como si el mundo no acabara de cambiar. ELI EASTON 30 Tony rápidamente se limpió un poco de lubricante del trasero, sacudió todo y se subió los pantalones. Dejó su camisa estratégicamente desarreglada y se dirigió hacia la puerta. Al sonido de la apertura, Halloran vio alrededor, el ceño fruncido confundido entre los ojos. —Voy tarde, Doc. Así que, el próximo martes, ¿verdad? Pediré una cita. Encantado de conocerte. —Antes de que Halloran pudiera decir algo, Tony huyo. 31 ~4~ solas en su auto, Tony miró hacia abajo a la furiosa e insoportable tensión en sus pantalones y le grito. —¡Ahora no, maldito lunático! No este. La polla de Tony pulso rebeldemente. Oh Dios, eso se sintió jodidamente fantástico. No podía recordar la última vez que había estado tan caliente. Tony miró alrededor del estacionamiento en un breve momento de tentación, pero no. Probablemente había cámaras y era a plena luz del día...no. Apretó los dientes y arranco el auto. Simplemente no podría ser. La polla quisquillosa de Tony, que usualmente se negaba a ser excitado por una legua o una cola, no podía haberse enganchado al Dr. Jack Halloran como objeto de lujuria. El tipo era un sospechoso, por el amor de Dios. Y su doctor. Y luego estaba todo el asunto de yo, no, puedo, conseguirlo, para lo que Halloran se suponía que debía tratarlo, y el cual, por supuesto, su polla iba a desmentir por completo saludando cada vez que Halloran se acercara a él. Era algo así como cuando llevabas tu auto al mecánico porque estaba haciendo ese ruido, solo que cuando lo llevabas allí, ronroneaba como un gatito durmiente. Estaba jodido. A ELI EASTON 32 Pero quizás esto era una aberración temporal, provocado por el examen bastante grosero. Tal vez no se trataba de Halloran después de todo. Su polla latía esperanzada. Entonces otra vez, Halloran era el tipo de hombre al que Tony podía ir por un examen físico. Y en la forma que ese culo tan duro y ojos de acero, era caliente. Como Marc había dicho, el tipo tenía unos cojones importantes. Había sido cirujano de combate. Maldición. Tony no podía imaginar las agallas que tomaba, ni la compasión. Demonios. Estaba en problemas. Por el lado bueno, Tony pensó que las probabilidades eran bajas de que Halloran hubiera matado realmente a Marilyn White. Parecía un buen médico, firme pero compasivo. Y si lo que dijo sobre ser gay era verdad. Por favor Dios, que sea verdad. No había tenido ninguna intimidad con Marilyn y ninguna razón para estar particularmente celoso o lo suficientemente apasionado sobre ella para volverse homicida. Pero la terapia sexual tenía que encajar de alguna manera. Era algo muy inusual que ocurriera casualmente meses antes de la muerte de Marilyn. Tony tenía que averiguar exactamente porque estaba siendo tratada, si estaba viendo a alguien más en la clínica, como a un sustituto, y quien sabia de eso. Pero primero tenía que ocuparse de la bestia rugiente en sus pantalones. Tony manejo de regreso a su condominio en el Capitol Hill y se limitó a disfrutar de una libido completamente cargada por primera vez en demasiado tiempo. Se acostó en su cama y volvió a mirar los ojos de acero de Halloran, la manera en que desafío a Tony, la forma en que sucara cambio cuando sonrió. Revivió cada momento de las manos del doctor sobre él, desde el primer toque cálido en su muslo hasta el suave, sondeo de los dedos de látex a lo largo de su longitud, al suave y liso empuje de su dedo. Una y otra vez. Fue tan SEXO EN SEATTLE 33 increíblemente excitante que se corrió tan duro tres veces, antes de que su polla cediera y se quedara abajo. Para ese momento ya era un desastre jadeante, y sabía con certeza. Derri, Martin, Jason, Aaron, Jack. Dr. Jack Halloran era el número 5 de su polla. Y era un poco posible que hubiera escogido un pervertido médico para acompañarlo. Feliz Jodida Navidad. 34 ~5~ ólo quería ponerme al día, Jack—. Dr. Trudy Kaplan sostenía una papa frita roja goteando delante de su cara y lo miraba significativamente. —Ja, ja, ja, ja, —Jack sonrió. —Tú sabes, deberías ser un comediante. —¿Qué, y renunciar a mi trabajo diario?—Trudy le dio un guiño amistoso. Trudy tenía cuarenta y un años y una buena figura. Tenía el pelo castaño súper liso cortado sin delicadeza sobre sus hombros con un poco de flequillo delgado para suavizar su rostro fuerte. Llevaba muy poco maquillaje y, usualmente, una sonrisa. Ella era un completo uno ochenta, de los tipos de supervisores que Jack había tenido en el ejército, de temperamento suave y algo desorganizada, pero se llevaban bien. O eso pensaba Jack. Jugaba con su pavo y mostaza en centeno y miro a su jefe a los ojos. — ¿Querías ponerte al día con los casos durante el almuerzo?—Eso no tenía mucho sentido para Jack. Para eso eran las reuniones del personal. —No, solo charlar. —¿Cómo estás tú?—El tono de Trudy se volvió directo. —No pareces muy feliz. —Jack se movió incómodo en su silla. —¿Alguien se ha quejado? —No, —Trudy dijo firmemente, sacudiendo la cabeza. —No quise decir eso para nada. Pero tengo ojos. Luces cansado. ¿Sigues teniendo pesadillas? S SEXO EN SEATTLE 35 —No lo sé, tiendo a adormir a través de ellas, —Jack bromeo con una sonrisa apretada. Parpadeo ante él y se quedó en silencio durante un momento. —Tú sabes, que puedes hablar conmigo, Jack, ya sea como amiga o como consejera. Considéralo una ventaja laboral. Jack tomó un bocado de su sándwich y mastico lentamente. Fingió que pensaba en ello. He estado allí, hecho eso. —El ejército me asigno un terapeuta. Conozco las herramientas. Solo necesito tiempo. Ella asintió. —Las distracciones ayudan. ¿Cómo está tu vida social?—La verdad la preocuparía, así que Jack se encogió de hombros. —Lo he pensado mucho. No lo entiendo, Jack. ¿Creciste en Seattle, no es así? ¿No tienes amigos en el área? ¿Familia? —Mis padres están retirados y se mudaron de la Tierra de la Perpetua Lluvia mientras yo estaba en Iraq. Ahora viven en San Diego. Y si, conozco gente en el área, pero gente de mi edad tiene una vida, niños. Si son médicos como yo, están hasta los oídos de trabajo. —¿Y tú sabes esto porque en realidad haces un esfuerzo por reunirte con ellos?—Trudy levanto sus cejas en una demostración casi cómica de la palabra —Escéptico. Jack quería gruñir de irritación, pero esta mujer pagaba su salario. —Me he esforzado un poco, —Dijo neutralmente. A decir verdad, la mayor parte del tiempo no contestaba el teléfono cuando veía que quien llamaba era un viejo amigo. Había asistido a una barbacoa en el patio trasero con un montón de presumidos médicos profesionales poco después de salir del hospital de veteranos. Le habían hecho preguntas sobre la guerra y hablaron sobre los motivos del petróleo y el etilismo global, y eso fue suficiente para decirle a Jack que ya ELI EASTON 36 no pertenecía a esa gente. Esa gente nunca entenderían al joven que se había desangrado bajo sus dedos, y porque quería estar allí para ellos. La política no tenía nada que ver con eso. Trudy tomo de una botella de agua con vitaminas y lo miró con ojos críticos. —¿Qué hay del sexo? —¿Qué estás tratando de pescar ahora Loretta? Trudy sonrió. —No. Loretta pesca bastante bien por su cuenta. Jack dudó. Entonces, qué demonios, hizo un gran —cero—gordo con el pulgar y el índice. —Eso no es un anillo de polla, por cierto. Es una gran nada. —Y no es nada travieso, supongo. —Trudy se rió. —Eso sería correcto. Ella lo miró severamente. —Jack... eres un hombre sano de 36 años... —¿Saludable? Debatible. —... y atractivo. —También discutible. Trudy suspiró. —No, no es discutible. Eres un hombre atractivo. Sam me dijo que eras el alma de la fiesta en su día. Jack sabía que quería animarlo, pero el recordatorio le dolió. Habló con voz cerrada. —Mi brazo derecho está gravemente cicatrizado de muñeca a hombro. Tengo temblores intermitentes y pesadillas agitadas. Ya no soy exactamente el sueño húmedo de un hombre gay, ya no. Trudy lo escudriñó durante un largo momento. —Dime algo, Jack. Si uno de tus pacientes te dijera eso, lo que acabas de decir, ¿qué les dirías? Jack vaciló, frunciendo los labios obstinadamente. —Vamos, Jack. ¿Qué les dirías? SEXO EN SEATTLE 37 —¿Tómate todo el tiempo que necesites para reajustarte?—Dijo Jack con cara recta. Trudy se rió. —Eres un mentiroso. Les dirías que el sexo y la intimidad no son para ser físicamente perfectos. —Sí, pero creo que el tipo de hombres que andan en clubes gay se perdieron ese memorándum. —¿Quién dijo algo sobre los clubes gay? —¿Has considerado las citas en línea?—Jack Winced. —Mira, Trudy, aprecio tu... —¿Entrometiéndose e interfiriendo? —... queriendo ayudar. Y entiendo el mensaje, lo entiendo. Pero... estoy bien. Realmente. —Jack dijo la última palabra más fuerte de lo necesario y con una mirada fija. Trudy no se sintió intimidada. Se inclinó hacia delante, sus ojos suaves. — Jack, fundé una clínica de sexo. Creo que tener una vida sexual sana es un componente clave en una vida que vale la pena vivir. —Enredarme en la vida amorosa de los demás no es sólo mi trabajo, es mi pasión. —Ella dijo esto con una sonrisa entrecortada, bromeando, pero Jack sabía que cada palabra era cierta. Trudy Kaplan era una buena doctora, y realmente creía en el elixir milagroso que estaba vendiendo. No era que Jack no creyera en ello. Era sólo que sabía que la vida no era tan simple. —Cuando consiga un amante, serás la primera en saberlo, —prometió Jack. —Incluso compartiré algunos detalles atrevidos. —Te sostendré a eso, —dijo Trudy con las cejas temblando. Comieron en silencio durante unos minutos. Entonces Trudy se puso seria y jugó con su bebida. —Sólo quiero que sepas, Jack... ELI EASTON 38 —Sé que lo que hacemos aquí no es cirugía del corazón, y no es un hospital de combate. Pero eres un maldito buen terapeuta. Haces una verdadera diferencia en la vida de las personas. Me alegro de que estés aquí—. Jack sintió un doloroso giro de emoción en su pecho. Sabía dónde debía estar, dónde lo necesitaban y no estaba aquí. Este era su campo de diente de león esponjoso. Algunos días irritaban más que otros. —Gracias, —se las arregló para decir. —Es bueno oír eso. 39 ~6~ ran más de las ocho de la noche antes de que Jack pudiera salir de la clínica. Su última cita había sido a las cinco, pero tuvo que ponerse al día con las notas del caso y luego había investigado un poco en los libros de texto que cubrían una pared de su oficina. Tony DeMarco era un caso interesante. Jack no tenía dudas de que su problema era tal como lo había descrito. Se había sentido demasiado avergonzado como para que fuera cualquier cosa menos la verdad. El examen físico no había mostrado ningún problema obvio. Excepto que uno mira a esos muslos musculosos con su pelo suave y oscuro, y esa polla grande, gruesa y sin cortar, incluso completamente flácida, tenía pensamientos agitadosque Jack rara vez tenía por sus pacientes. Era verdad que era exactamente el tipo de polla por la que un Jack más joven, más despreocupado y divertido se pondría de rodillas con un gemido en acción de gracias. Pero ya no era ese hombre, y había hecho suficientes exámenes en el ejército para saber cómo distanciarse. Se mantuvo objetivo acerca de sus pacientes, incluso los italianos graciosos, tímidos y hermosos. Pero había habido un olor que se había desviado de la recién desnuda entrepierna de DeMarco, ligeramente sudorosa, cálida, con tenues indirectas, honrada con el Dios, de ajo y una marinara celestial. El recuerdo hizo que Jack se estremeciera en sus caquis. E ELI EASTON 40 Demonios. Tal vez Trudy tenía razón, y necesitaba hacer más esfuerzo por salir, conocer hombres. Si tenía pensamientos como este sobre un paciente, obviamente estaba listo. Lástima que Jack no hubiera conocido a Tony en otra parte. Un bar, quizás. Pero con los problemas de Tony, eso probablemente no habría ido a ninguna parte. Otra razón estelar más por la que un terapeuta sexual debe evitar hacerse ideas acerca de un paciente. Camino al infierno y todo eso. Y eso estaba encima de la pura ética del asunto. Asegurándose de que tenía la cabeza en orden, Jack decidió irse a dormir. Fue el último en salir de la clínica y encontró la puerta principal abierta. Frunció el ceño, enfadado. Tendría que volver a hablar con Loretta. Por supuesto, ella sabía que él aún estaba en la oficina, pero él prefería que la encerrara cuando se marchaba. Al soldado no le gustaba que la puerta estuviera abierta mientras estaba solo. Golpeó una espalda sin protección. E incluso algunas veces se olvidó de cerrarlo después de que todos se habían ido, y la clínica había estado abierta toda la noche. Inaceptable, Jack murmuró mientras se dirigía al estacionamiento. El lote de empleados estaba detrás del edificio y estaba rodeado por paredes de ladrillo. Se hacía tarde y estaba oscuro. Jack sintió como la piel de su nuca se levantaba mientras caminaba hacia su auto. Se detuvo a unos metros de su vehículo e hizo un reconocimiento rápido. Parecía que no estaba perturbado. Se movió rápidamente hacia un lado y, usándolo como una cubierta parcial, escaneó el área, buscando cualquier cosa. Allí. Una sombra, por la salida a la calle. La mancha se formó en la sombra de un hombre al cruzar el camino de una farola. Jack le dio caza. Pero para cuando llegó a la calle Pike, había demasiada gente alrededor, y no vio a nadie corriendo, nadie sospechoso. SEXO EN SEATTLE 41 Era sólo un niño teniendo un porro o un vagabundo al que asustaste. No fue nada. Pero Jack Halloran confiaba en su instinto y no lo creía. Alguien lo había estado observando. 42 ~7~ l viernes en la noche, Tony se sentó en su coche frente a Stanley's en Union City, vigilando la puerta. Toda la semana había seguido a Brent White, el marido de Marilyn, intentando captarlo. Y se había sentido bien. Brent White era un snob arrogante y malhumorado. Brent trabajó en un bufete de abogados de Seattle como abogado corporativo. No era muy querido allí, si la recepcionista Tony había charlado durante el café que sabía sus chismes corporativos. Con su escote, Tony estaba apostando que sí. Después del trabajo, Brent había ido a una clase de tai chi. Llevaba su vestimenta de tai chi con un chip en el hombro y un palo en el culo. Después de ducharse y cambiarse en casa, Brent volvió a salir. Ahora estaba bebiendo en Stanley. Llevaba dentro treinta minutos. La puerta de Stanley se abrió y Brent salió. Tenía una mujer aferrada a su brazo, falda corta tacones altos, pelo rubio largo y blusa corta. Se las arregló para pasar una delgada línea entre puta y engreída. Tony levantó su cámara, con su largo lente, y sacó una docena de fotogramas mientras los dos se besaban en la calle y luego se subían al coche de Brent. Parecía borracha. Brent se retiró y Tony lo siguió. Siguió al BMW hasta la casa de Brent y Marilyn. Brent era discreto: metió su coche en el garaje. Los vecinos no verían a su rubia, aunque miraran por la ventana. Tony aparcó al final de la cuadra y esperó. E SEXO EN SEATTLE 43 No podía ver nada a través de las persianas, pero no tenía que hacerlo. Obviamente, Brent no había traído a la dama a casa para jugar a las cartas u hornear pan de banana. Al menos no con plátanos de verdad. Casi exactamente una hora después, el coche de Brent volvió a aparecer. Tony lo siguió de nuevo mientras Brent dejaba a su amiga en el bar y luego volvía a casa y se quedaba allí. Bien hecho, Brent, Tony pensó con un sabor amargo en la boca. Marilyn llevaba muerta sólo seis semanas. Tony pudo haber desenterrado algo de simpatía, pudo haber estado dispuesto a asumir que la conexión era el acto de un hombre desesperado y afligido, si no fuera por el hecho de que la maldita expresión de sal de mi camino que parecía vivir en la cara de Brent veinticuatro- cuatro-siete. Se alegró de haber encontrado a Brent sospechoso. Mark había dicho que Brent tenía una coartada, pero las coartadas no siempre funcionaban. Si Tony podía culpar a Brent, eso dejaría a la clínica y al Dr. Halloran limpios. Y Tony quería mucho al buen doctor limpio. Con la sola idea de Jack Halloran, un lento y dulce calor se acumuló en la ingle de Tony, levantando su polla como si estuviera pegada a una grúa de construcción. Maldita sea. Se había masturbado tanto en los últimos días que se estaba quemando la carne. ¡Basta ya! le dijo a su entrepierna. ¡Lo digo en serio! Su celular sonó y Tony lo miró. Era su madre. Casi no contestaba, pero estaba bastante seguro de que Brent pasaba la noche allí, y si algo podía desinflar su recién enamorado pene, era hablar con su madre. Pequeñas bendiciones. Contestó el teléfono. —¿Hola, mamá? ¿Cómo estás? —¡Tony! Por una vez contestaste el teléfono. ¿Qué estás, sentado en la sala de espera de un dentista? ELI EASTON 44 Tony cerró los ojos y suspiró. Lo suficientemente cerca. —No, mamá. Sólo estoy descansando. Otra vez: ¿Cómo estás? —¿Quién, yo? Soy invencible, lo sabes. Bueno, aparte de la artritis en mis dedos que hace que la masa rodante sea cosa del pasado. Y mi rodilla izquierda. ¿Recuerdas el codo derecho de tu abuela? Tony escuchó la historia médica de sus ancestros, ambos bandos, durante diez minutos, gruñendo cuando era apropiado. Es curioso cómo las dos cosas que podrían haber sido realmente relevantes siendo gay y teniendo una polla quisquillosa, al parecer, no le había ocurrido a nadie más en la larga lista de bajas familiares. Odiaba ser especial. —¿Y tú, Tony? —Preguntó su madre— ¿Te sientes bien? ¿Sin resfriados? —Estoy bien, mamá. Sano como un caballo. Fue todo ese ajo que me diste en el útero—. Su madre se rió. —Te burlas, pero es verdad. ¡Lo juro! ¿Cómo están tus movimientos? —Ma, —advirtió Tony. —¿Vas todos los días? Porque debería ser a diario. Tony se golpeó la frente contra el volante con un sonido sordo. Estaba muy, muy contento de estar solo en un auto estacionado en una calle oscura, y que no había razón para que nadie le pusiera micrófonos a su auto. —Mamá, no quiero hablar contigo sobre mis evacuaciones intestinales, —¿de acuerdo? —¿Qué tengo, tres años? —Sabes lo que tu tío Harvey siempre decía:' Lo que sale muestra la calidad de lo que entró'. —Mamá, el tío Harvey tenía demencia. Eso es lo que viene de obsesionarse con los movimientos. —¡No seas tan engreído! Soy tu madre, y tengo derecho a saber estas cosas. SEXO EN SEATTLE 45 —Mis movimientos están bien, ¿vale? ¡Hermoso! Diariamente y... bien. —¿No muy fuerte? —¡Ma! —Si se ponen muy duros, no comes suficiente fibra. ¿Estás comiendo muchas verduras? Y pan. Pero no esa mierda blanca, como yo hago.Deberías encontrar una buena panadería italiana. —¿Cómo están los nietos?—Preguntó Tony en un intento desesperado de desviar la conversación de sus ofrendas diarias a los dioses de la porcelana. Su madre se rió entre dientes. —Oh, no te preocupes. Tengo una lista. Llegaremos a eso en un minuto, pero primero quiero saber de ti. La cabeza de Tony cayó sobre el reposacabezas del conductor. Intento de redirección número dos. —El trabajo es bueno. Estoy trabajando en un nuevo caso. Hay una joven que murió, y sus padres sospechan de un juego sucio. —Estás persiguiendo a un asesino, —dijo su madre en voz baja. —Te habría gustado, mamá, —dijo Tony en voz baja—. Su nombre era Marilyn. Tenía 27 años—. Su madre se quedó callada durante un buen rato. Tony prácticamente podía oír los engranajes girando en su cabeza. ¿Encontrar al asesino de una mujer joven? Bien. ¿Ir tras un asesino que podría ser peligroso? Malo. Al menos la había calmado. —Me dijiste que tu trabajo era un noventa y cinco por ciento de rastro de papel, —dijo, una acusación blanda y lastimada. —Lo es, mamá. Honestamente. Y no planeas enfrentarte a este asesino cuando lo encuentres, ¿verdad? —Entrega su nombre a la policía, e finito. —Básicamente, sí. ELI EASTON 46 —Por supuesto, me dijiste que también que estabas bien, justo antes de que te dispararan en la pierna y pudieras haber muerto. —Su voz echó la culpa de ese fiasco directo a su puerta. Sí, mamá, ¿qué demonios estaba pensando? —Dejé la policía, —dijo Tony cansado—. Resulta que me gusta vivir. —Bien. Tú atrapas al hombre que lastimó a esta Marilyn, —dijo ella con más que un poco de orgullo en su voz. —Estoy segura de que sus padres deben estar locos. No puedo imaginarlo. Dios no lo quiera. —Sí, —dijo Tony, recordando la cara de la Sra. White. —Hablando de chicas lindas que tienen 27 años, ¿estás saliendo con alguien? Tony gimió internamente. Su madre podía convertir cualquier conversación a las chicas con las que debería estar saliendo en dos turnos consecutivos o menos. Era como todo eso de los grados de separación. ¿Movimientos intestinales? Área genital, mujeres. ¿Transbordador de la NASA? Espacio profundo, el futuro de la especie, las mujeres. ¿Vampiros? Chupar el cuello, mujeres. Era un don genético. —No, mamá. No estoy saliendo con nadie ahora mismo. —¿Tienes el ojo puesto en alguien, tal vez? —Su interrogatorio era esperanzador. Tony abrió la boca para contestar que no, pero una respuesta diferente salió. —Uh... tal vez. —¿Oh? —¿Háblame de ella? —La voz de mamá estaba tan ansiosa como un sabueso infernal que había captado el olor de una virgen. Mierda. —¿Por qué, en nombre de todo lo sagrado, había dicho eso? Ahora se enteraría hasta que cumpliera los setenta años. ¿Recuerdas aquella vez SEXO EN SEATTLE 47 que dijiste que podría haber alguien? Era el 10 de agosto de 2012. — ¿Recuerdas? Pero descubrió que no estaba enfadado, no realmente. Simplemente no quería arruinarlo. —Ahora no, mamá, —dijo suavemente. —Probablemente no vaya a ninguna parte. —¿Por qué? ¿Está casada? —No. Yo no haría eso. —Bueno, a veces el corazón quiere lo que el corazón quiere. —Tony dijo con un suspiro. —Y tú necesitas darle una bofetada en la cabeza para que lo sepa mejor. ¿Por qué no va a ninguna parte? ¿Está ciega? ¡Mi hijo es precioso! —Mira, aún no la conozco muy bien, —¿vale? —Si llega a alguna parte, serás la primera en saberlo—. Su madre suspiró. —Tengo diez chicas hermosas, lindas e italianas con las que podría emparejarte, pero no puedo. ¿Sabes por qué? —¿Porque no estoy en Brooklyn? —¡Correcto! Tú no estás aquí. Tony, cariño, ¿pensarás en volver a casa? Llevas ocho años en Seattle, eso es suficiente, —¿no? —Somos tu familia, te amamos y te queremos aquí. Te estás perdiendo a todas tus sobrinas y sobrinos creciendo. Eso nunca volverá a suceder, Tony. La voz de su madre era triste. Pensó en su gran familia italiana, las cenas semanales con sus cuatro hermanos y sus esposas e hijos, sus tíos y tías. Podía imaginarse a sus cuatro hermanos tan fácilmente, con su sencilla e indolora heterosexualidad, y la prueba de que su testosterona corría por toda la casa gritando. Los echaba de menos, pero no era como eran, y nunca entenderían quién era realmente. Después de tantos años, todavía dolía. ELI EASTON 48 Escuchó una voz gritando en el fondo. —¡Díselo tú, mamá! ¡Dile a ese inútil que no se lleve su trasero de vuelta a Brooklyn! —¿Es ese Federico? Pásamelo—. Dijo Tony, sintiendo una ola de sentimientos fraternos. Su madre hizo que Federico atendiera el teléfono. — ¡Tony! —¿Cómo va el negocio de la polla privada? —Bien. ¿Cómo va el negocio de la cabeza caliente? —Caliente, —dijo Federico. —Ayer tuvimos un incendio en el almacén que duró todo el puto día. ¿Vienes a casa para Acción de Gracias? —Navidad, —¿está bien?— Entonces iré por un par de semanas. Ya sabes lo caras que son los boletos. —Bueno, nadie te dijo que vivieras al otro lado del maldito continente, Cerebrito. —Sí, sí, sí. Oye, tengo una pregunta. Sé que esto es tonto, porque es como preguntar si conoces a alguien en Nueva York, pero estoy investigando a un tipo que era cirujano de combate en Irak. Su nombre es Dr. Jack Halloran. —¿Has oído hablar de él? —No. Pero estoy en una lista de correo electrónico con un montón de tíos iraquíes, algunos de ellos siguen ahí. ¿Quieres que pregunte? —Sí, pero no digas quién quiere saberlo. —Claro. Me veré como un idiota. Gracias. —Vamos. —Está bien, está bien. Me tengo que ir. Oye, te extraño, Tony. —La voz de Federico era cálida. Tony sintió un nudo en la garganta. —Yo también, perdedor. Federico devolvió el teléfono a su madre. —¿Sigues ahí? SEXO EN SEATTLE 49 —¿Listo para la lista?—Sí, Tony suspiró. —Vamos, mamá. Déjame saber cómo está todo el mundo. UNA HORA después, Tony volvió a estacionarse en casa de Stanley y entró. Tomó unas cuantas copas, y más que algunos consejos grandes, pero consiguió que el joven camarero hablara con él. Le mostró una foto que había tomado en su teléfono de Brent White. —Conozco al tipo —dijo el camarero—. Estuvo en casa esta noche. —Eso es correcto. —Entonces— ¿este tipo te mencionó a su esposa alguna vez, por casualidad? —Tony puso su acento de Sylvester Stallone. Por alguna razón, West Coasters se divirtió mucho. Probablemente fue por ver demasiados episodios de Los Sopranos. El camarero, un latino llamado Ricardo, se deslizó fácilmente en el papel de informante. Se apoyó en el bar. —¿Eres policía? —¿Yo? Nah. Investigaciones privadas. Ya sabes. Ricardo asintió con sagacidad. —¿Tienes una cuenta de gastos para eso? —Sí. —¿Te mereces un poco? Ricardo miró a su alrededor, pero nadie parecía prestar atención. —Una vez habló de su esposa. —Miró a Tony de forma significativa. Tony abrió su billetera, sacó unos cien dólares y se los puso en la barra. Era el dinero de los White. Si la información fuera buena, no les importaría. Ricardo tomó el dinero. Parecía un poco culpable. —Mira, normalmente no repetiría lo que la gente me dice por dinero. No creerías la mierda que la gente le dice a un camarero, es una locura —¿Pero este gringo? Es un imbécil de primer nivel. ELI EASTON 50 —Cuéntamelo todo, —Tony estuvo de acuerdo, como si lo supiera todo. No lo hizo, pero se alegró de que su primera impresión no estuviera mal. Ricardo asintió. —Así que una noche estuvo aquí y estaba bastante tranquilo, y se estaba culpando. Me preguntó qué pensaría si mi esposa se convirtiera de repente de un cordero a un león en la cama. Los pelos en la nuca de Tony se levantaron. Esto estuvo bien. —¿Cuándo fue esto? —Ricardo se encogió de hombros. —¿Quizás... hace dos meses? —¿Da o quita unas semanas? Eso habría sidoen la época de la muerte de Marilyn. —De acuerdo. ¿Y dijiste...?—Tony me lo pidió. Ricardo se frotó con el pulgar en un lugar de la barra. —Dije que pensé que quizás estaba tomando clases en otro lugar. —Y dijo. —Él dijo que sí, eso es lo que él también pensaba. —Ricardo se lamió los labios y miró a Tony. —¿Ella está bien? —¿Su esposa? —¿Esto es como un divorcio? Tony deseaba que lo fuera. —Ella está muerta, —dijo simplemente. Ricardo parecía sorprendido. —Carajo, viejo. ¡Mierda!—Se puso un poco verde. —Si tenemos suficiente información sobre este tipo para hacer algo, ¿estarías dispuesto a decirle a un tribunal lo que me acabas de decir? Ricardo no dudó. Es la verdad, —¿no? No miento por nadie. Particularmente no para ese tipo. —Bien. —Tony se levantó para irse. —Espera, toma el dinero. —Ricardo lo sacó de su billetera y lo empujó a través del bar. —No lo quiero. No por eso. SEXO EN SEATTLE 51 Tony entendió lo que vio en los ojos del chico. Asintió. —Gracias—. Se llevó el dinero. —Sabes, incluso si este tipo lo hizo, no tuvo nada que ver con lo que dijiste. Ricardo asintió bruscamente, pero no parecía que lo creyera. Cuando Tony dejó el bar, sólo había una cosa en su mente: Si las — lecciones—de Marilyn no habían llegado de Halloran, —¿entonces quién?— ¿Quién había convertido a Marilyn White en un león en la cama? 52 ~8~ ony tuvo otra sesión con Jack Halloran el martes por la mañana. Estaba un poco nervioso por ello, con la esperanza de que pudiera evitar regalar el nuevo hidrante de incendios, siempre listo, que se hacía pasar por sus genitales. Su corazón se saltó un latido cuando entró en la oficina de Halloran. —Buenos días, Tony, —dijo Halloran, reconociéndolo con una sonrisa educada. —Sólo déjame terminar algunas notas. —Volvió a escribir en una carpeta de su escritorio. —No hay problema. —Tony estaba igualmente contento de tener un momento para pasar el rato junto a la puerta y orientarse. Después de que la polla de Tony había posado la última vez que estuvo aquí, no se había quedado el tiempo suficiente para reevaluar al hombre responsable. Ahora tenía la oportunidad. Halloran llevaba gafas con caparazón de tortuga. No parecía que los necesitara; parecía uno de esos —soy médico y esto me hará parecer más inteligente y digno de la verdad, —pero en realidad, lo hacían parecer un bibliotecario que necesitaba mucho sexo. Era compacto y sólido con un aire de confianza y fuerza. En la luz que entraba por la ventana, su cara afeitada limpia era apenas un poco áspera con lo que pudo haber sido un caso leve del acné de la niñez o varicela. La firmeza de su boca mientras escribía y el aire general de firmeza severa del hombre. Contrastaban con su aspecto rubio casi dulce, de T SEXO EN SEATTLE 53 ojos azules. Algo acerca de esa dicotomía hizo que Tony quisiera arrancarle la ropa y encontrar la dulzura masticable debajo de la dura concha. Parado cerca de la puerta, Tony casi se vino en los pantalones, sólo por mirar al tipo. Mierda. Sí. Si necesitaba más confirmación, más allá de las fantasías que habían estado en su cabeza toda la semana, acababa de recibirla. Halloran fue favorecido por sus pelotas, de acuerdo. ¿Por qué? —¿Por qué le gustaba esto y no eso? Ni siquiera conocía a Halloran, no realmente. Sin embargo, su nombre por sí solo podría poner a Tony duro, mientras que otro tipo perfectamente caliente podría chuparle la polla e inspirar nada más que el deseo de limpiar la saliva. Tony deseaba tener una maldita pista de lo que le pasaba. Pero de nuevo, ese era el punto. Tony llevaba pantalones sueltos y una chaqueta de cuero larga para la sesión, por si acaso. Aun así, no necesitaba babear cuando hablaba con el hombre. Se apartó de Halloran y miró alrededor de la oficina, intentando bajar su libido desde tercero Había un grupo de certificados enmarcados en la pared. Tony vagó por allí. El grupo incluía el título médico de Halloran de la Universidad de Washington, una licencia médica del estado de Washington, un certificado de terapeuta sexual, y uno del Departamento Médico del Ejército de los Estados Unidos, para el servicio realizado por encima y más allá del alcance del Mayor Jack Halloran, MD. Mirando esas credenciales, Tony no pudo evitar sentirse un poco intimidado. —¿Cómo un tipo como Halloran terminó haciendo terapia sexual en Pike Street en Seattle? Tony oyó a Halloran cerrar su carpeta y volver a sentarse en su silla. —Lo siento por eso. Ven, siéntate, —dijo Halloran. Tony se giró. ELI EASTON 54 —Oye —¿estuviste en el ejército?—preguntó Tony, como si no tuviera ni idea. Le echó una mano al certificado. —Sí. —Halloran sonrió con fuerza. —¿Por cuánto tiempo? —Ocho años. —Halloran cerró los ojos brevemente como si no quisiera hablar de ello. Tony fingió no entender el mensaje. —¿No me digas? Mi hermano mayor, Federico, estuvo en Irak durante tres años. Algunos de mis otros hermanos también querían ir, pero mamá armó tanto alboroto por tener un hijo en peligro que lo abandonaron. Y cuando digo “alboroto,” me refiero a cinco alarmas, apuñalarte a ti mismo con el cuchillo hasta escapar, haciendo que te sientas culpable. Halloran se rió entre dientes. —No puedo decir que nunca he estado en el lado receptor de eso. —¿Qué hay de tus padres? —¿No les importaba? —Ambos eran médicos, y esperaban que yo tuviera una carrera más tradicional. Pero no podían decir mucho. —Halloran vaciló, luego miró a Tony a los ojos. —Me alisté justo después del 11 de septiembre. Encajo en su lugar para Tony con un chasquido. —Ahí fue cuando Federico se alistó, —dijo en voz baja. —Oye, debiste ser joven. —Veinticuatro. Acababa de terminar mi título médico. Me buscaron para hacer una residencia en Atlanta. Lo hice en el ejército. —Halloran agitó la cabeza, como si no fuera importante, pero Tony lo sabía. —¿Estuviste en Iraq todo el tiempo? —No. Hice seis giras, y en medio enseñé en el Hospital Corps de Texas, entre otras cosas. —Los ojos de Halloran tienen una mirada lejana. —Mi última SEXO EN SEATTLE 55 visita fue como cirujano de batallón. Alguien en la cima finalmente escuchó nuestras quejas de que tener el hospital retrasado del frente de batalla significaba que muchos chicos estaban muriendo en el viaje. Así que instalamos una unidad hospitalaria portátil llamada BAS, cerca de la acción. —Incluso teníamos portaaviones blindados para ambulancias. A veces, si recibíamos una llamada por algo realmente urgente, como una lesión en la columna vertebral o una herida en el pecho, yo iba para recoger a los heridos justo en medio de la acción. Así podría empezar a tratarlos de inmediato. Tony silbó. —Eso requiere muchas pelotas, Doc, —dijo con voz ronca. Deseaba tener las palabras para decir algo más inteligente que eso, algo acerca de cómo realmente lo hacía sentir, como si yo supiera que no podría saberlo, pero lo sé. Y, Jesucristo y sus doce apóstoles, pero te admiro. —Halloran parpadeó, volviendo a la habitación. —Lo siento. No suelo hablar de eso. —Me gustaría oír más al respecto. Pero Halloran agitó su cabeza con determinación. —Oh Dios, no. Volvamos a ti, Tony. Ya que mencionaste a tus hermanos, —¿por qué no empezamos con eso? Tony quería saber más sobre la carrera militar de Halloran. Como lo pensó cuando llegó allí, cómo había sido, qué pensaba ahora, cómo y dónde estaba herido, y cómo había aterrizado aquí. Pero la expresión de Halloran le dijo que no sería bienvenido seguir investigando. Suspiró. —¿Qué puedo decirte? Soy el menor de cinco hermanos. Si crees que eso podría haber sido un reto, tienes razón. Era como apurar una fraternidad desde el nacimiento. —¿Y en nuestra casa en Brooklyn? Había tantas toallas y suspensores tirados por ahí que podríamos haber
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