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Eli Easton - Sexo en seattle - 01 el problema con tony

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SEXO EN SEATTLE 
 
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Título Original: The Trouble with Tony (Sex in Seattle 1) 
Traducción: Zury 
Corrección: Yayaluna 
Formato y Portada: Rub 
Epub: Mara 
© 2018 Publicado LLLE. 
Libro de distribución gratuita, sin fines comerciales y/o lucro. 
 
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RESUMEN 
 
 
omo parte de la investigación sobre el asesinato de una joven 
mujer, el detective de Seattle Tony DeMarco posa como paciente 
del Dr. Jack Halloran, el terapeuta que trató a la víctima en una 
clínica de sexo de Seattle. Esta no es la primera vez que Tony se infiltra, pero es 
la primera vez que quiere esconderse con uno de sus sospechosos. No puede 
evitarlo: Jack Halloran es el tipo de héroe de ojos acerados que Tony busca. Pero 
tendrá que demostrar la inocencia de Halloran y evitar que el médico descubra 
su artimaña antes de poder jugar a Romeo. 
El Dr. Halloran tiene sus propios problemas, incluyendo un brazo derecho 
dañado en el cumplimiento de su deber como cirujano de combate en Irak y el 
trastorno de estrés postraumático posterior. Está confundido al verse atraído 
por un nuevo paciente, el italiano grande y divertido con los ojos de cachorro, y 
el humor de Tony se desliza traspasando las defensas de Jack, haciéndole sentir 
cosas que creía haber enterrado durante mucho tiempo. ¿Pero, pueden el 
doctor y el detective encontrar el camino del romance a pesar de los secretos 
entre ellos? 
 
. 
C 
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~1~ 
 
 
arilyn White estaba muerta. Ella había sido la reina de fin 
de curso, secretaria de la escuela primaria, fabricante de 
pastelillos de arándanos, y campeona de Yahtzee1. En su 
hogar desde los 8 años. Y ahora ella tenía una lápida y un archivo cerrado con la 
policía de Seattle. 
A Tony DeMarco le gustaba saber estas cosas de sus almas perdidas. Dolía 
más, lo hacía más personal. Pero también le permitía ver en el círculo de sus 
amigos y familiares un poco más claro. Si había una serpiente en el césped, él 
quería dar un paso directo hacia el infierno. 
—Llegas tarde, —Detective Mark Woodson se quejaba mientras Tony se 
deslizaba en una cabina. 
—¿Hey, yo estoy comprando el almuerzo, verdad? Deja de quejarte o vas 
a terminar con un vaso de jugo de tomate y unas galletas saladas. 
Dispararon la mierda hasta que llegaron las hamburguesas. Tony se puso 
al día con la novela machista que era el Departamento de Policía de Seattle. Les 
había dado cinco buenos años hasta que una bala en la pierna le hizo 
replantearse sus prioridades. 
Él no había estado exactamente en el closet cuando había estado en la 
fuerza aérea, pero tampoco lo había anunciado. 
 
1 N. del T.: Juego de dados manteniendo puntos. 
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Agrégale ser naturalmente torpe y encima gay, y Tony nunca iba a ser el 
policía del año. 
Como un ojo privado, él trabajaba solo, y podía escoger sus casos 
dependiendo de lo mucho que intuía que iba a arriesgar sus bolas en un 
momento dado. 
El usualmente no trabajaba en asesinatos, pero él no había podido 
resistirse a la foto de Marilyn White, con su largo cabello color café, brillantes 
pecas y una risa de un millón de dólares. Y él no había podido decir que no a la 
cara de pena de sus padres cuando le pidieron que aceptara el caso. 
—Así que… Marilyn White. —Mark sacudió su cabeza calva, fastidiado. 
—Entre tú y yo, me alegro de que alguien haya tomado asunto en eso. 
—¿Tú no te crees la decisión del forense de sobredosis accidental? 
—No hay historial de abuso de drogas. ¿Qué Tan tonto puedes ser para 
llegar a tomarte un frasco de anti depresivos de una sola vez? 
Mark bufo burlonamente en su taza de café. —Te los estoy diciendo Tony, 
esto es lo que está mal con el mundo ahora—. Todo el mundo a lo mínimo, toma 
una decisión fácil. Nadie parece molestarse en planteárselo por dos segundos y 
realmente jodidamente considerarlo. —La oficina del forense no es tan 
diferente. 
Esto era sorprendente filosófico viniendo de Mark. Tony sintió una oleada 
de admiración que duró casi cinco segundos. Entonces Mark saco un eructo 
retumbante. Golpeo su pecho con un puno. —Discúlpame. Acidez. 
—¿Así que, quien piensas que lo hizo? —Tony preguntó, —¿El esposo? 
Mark gruño. —¿No es ese tu trabajo? 
—¿Qué acabo de estar diciendo acerca de ser perezoso, estúpido? 
—Sí, sí. Solo preguntaba tu opinión. Porque, tú sabes, eres mi héroe. 
Quiero tener tus bebes. 
 
 
 
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Mark bufo. —Ponte en la línea. —Vio hacia alrededor, como si se 
asegurara de que no se les escuchara. Bajo la voz. —El esposo está fuera, él tiene 
una coartada. ¿Pero si el jefe no nos hubiera hecho dejar el caso, yo hubiera 
estado cerca y encima de todo? 
—No Mark, ¿es por eso que estaba preguntando? 
—Cállate. Nosotros encontramos en los expedientes de Marilyn que unos 
meses antes de su muerte había empezado a ir a una clínica de sexo. —Susurro 
esto último apenas moviendo sus labios, como si un lector de labios estuviera 
en los alrededores. 
—¿Qué? 
—Sí. Un lugar llamado Horizon Expanded on Pike. Es legal. Ya sabes, ellos 
tratan la frigidez, problemas eréctiles y todo ese tipo de cosas. Mark golpeo en 
la mesa de madera. —Dios no lo permita. 
Tony sintió una descarga de vergüenza y un dolor punzante en las 
palabras. 
Con esfuerzo, lo hizo a un lado. Esto era acerca de Marilyn no de él. Tony 
la imaginaba como había estado en sus fotos —No de treinta todavía, esbelta y 
bella. —¿Porque, Marilyn tendría que ir a una clínica de sexo? 
Mark rió fuerte. —No tengo una maldita idea. Naturalmente, yo fui, hey 
entrevisté al doctor, un tipo llamado Jack Halloran. 
Pero todo lo que saque de él fue un escalofrió del tamaño de Alaska. 
‘Confidencialidad Doctor Paciente fue lo que dijo’. 
‘Los temas sexuales son extremadamente delicados, fue lo que dijo.’ No 
importa si ella está muerta, sus deseos de privacidad deben de ser respetados. 
Él dijo. Bla, bla bla. 
Te lo estoy diciendo, el tipo tiene bolas de acero. Trate de todo. _ Policía 
bueno, policía malo, amenazas vagas, una paleta...el tipo ni parpadeo. 
 
 
 
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—Pero escucha esto, Mark continuó inclinándose hacia adelante con un 
brillo en sus ojos. —En esta clínica de sexo, no solo hacen Psicoterapia, ellos 
hacen subrogación sexual. Tú sabes un poco de sanación sexual entre las 
sabanas. Así que me imagino que este Halloran, tal vez su relación con Marilyn 
fue un poco más profunda de lo que debería. Pun, intencionalmente. 
—No hay manera, —Tony dijo— ¿Ellos tienen sexo con los pacientes?, ¿no 
es eso ilegal? 
Mark se encogió de hombros. —Adultos que consienten, terapia médica, 
nah no es ilegal. Ellos realmente tienen una licencia para esa mierda. 
Tony se hizo hacia atrás en su puesto, mordiéndose el labio. No le gustaba 
el sonido de eso. Un claro sospechoso hizo su vida más fácil. —¿Por qué no 
conseguiste una orden para su historial médico? 
Mark parecía disgustado. Yo trate, pero entonces llegó la decisión del 
forense y el caso entró en el depósito. Ya sabes cómo va. Como cualquier idiota 
en esta ciudad, tenemos demasiada mierda por hacer y poco tiempo para 
hacerla. 
Si, Tony lo sabía muy bien. El departamento de homicidios, eligió muertes 
sospechosas en el momento en que el cuerpo fue encontrado, pero era lo mejor 
no apegarse demasiado. Un caso se cerraría en un santiamén si el forense no 
dictaminara homicidio. No podían tener un departamento de la ciudad pagando 
por el trabajo, mientras otro departamento decía que no era necesario. Era una 
vergüenza, pero le daba a Tony mucho trabajo si él lo quería, ayudando familias 
como Marilyn cuando la policía no lo haría. 
—¿Conseguistealgo sobre Halloran después de todo? —Tony preguntó. 
Mark suspiro. Investigue por allí. Licenciado en medicina de la 
universidad. El mejor de su clase. Escucha esto. 
 
 
 
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 Fue cirujano de combate en Irak hasta hace 18 meses. Herido y enviado 
a casa. El tipo es un maldito súper héroe, o es una maldita bomba de tiempo que 
camina. 
—Puedes decidir por ti mismo acerca de esa. —Tony levantó una ceja 
hacia 
Mark: ¿y qué piensas tú? 
—Ka-boon. —Mark dijo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
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~2~ 
 
A—BOON 
Las bombas estallan en todas partes. El ruido infernal y la 
conmoción de las ondas del shock golpeo el cuerpo de Jack y 
perforó sus tímpanos. Estaba corriendo tan rápido como podía, pero era difícil 
con los brazos retorcidos detrás de él y el peso pesado de una camilla en sus 
manos. En algún lugar allá atrás, Smith un enfermero del hospital, se aferraba al 
otro extremo de la camilla. Y entre ellos había una masa de carne sangrante que 
una vez había sido un joven robusto y ahora era un chico moribundo. Ese chico 
lo lograría o no, dependiendo de lo rápido que Jack pudiera alejarlo de los 
escombros retorcidos y de regreso al bus. Muévanse, muévanse, muévanse, 
muévanse. 
Hubo una explosión cegadora y todo se puso negro. No había dolor, solo 
una profunda conmoción y entumecimiento Jack pensó que había muerto. 
Aterrizó en el suelo junto a su cama. El dolor de golpear su pierna con la 
jarra que resbalo lo despertó incluso cuando el grito le salió de la garganta. 
—¡No! —gritó a la oscuridad sin culpa. 
Jack se sirvió una taza de café en la pequeña cocina del personal en 
Expanded Horizons. 
El temblor en su mano derecha estaba peor de lo que había estado en 
semanas, gracias a la pesadilla, y hacia una simple tarea difícil. No había tenido 
una pesadilla así en exactamente catorce días, según el registro que tenía su 
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terapeuta y lo había instado a guardarlo. El tiempo entre ellas fue creciendo 
lentamente, pero eso no lo hacía menos devastador cuando ocurrían. 
Jack hizo una mueca y mentalmente deletreo los pasos para sí mismo, tal 
como le habían enseñado. Coloque firmemente el fondo de la taza en el 
mostrador, suéltala, vertió cuidadosamente con su mano izquierda pon la 
cafetera de regreso. Había tomado un tiempo, pero por ahora, era un hábito —
siempre, siempre, sostén la bebida en tu mano izquierda. 
Las esquirlas de la explosión habían rebanado y cortado en cubos su brazo 
derecho como si se hubiera topado con una tormenta de granizo de cuchillos 
Ginsu. Tuvo suerte de no haberlo perdido del todo, pero sus amigos de la base 
habían sacado todas las paradas. Jack todavía tenía el brazo, pero había daños 
en el nervio. En otras palabras, nunca sería bueno con los palillos, su amigo y su 
co-doctor Coronel Rick Mayberry, se había burlado. Rick no había agregado 
nada, o hecho cirugía otra vez. 
Mayor Jack Halloran. A sus treinta seis años él era una bombilla en una 
cueva prehistórica, lo mejor de sus habilidades ahora inútiles. 
Había intentado. Una vez que lo peor de su terapia física término, se había 
empujado a sí mismo y había encontrado un trabajo en una sala de urgencias de 
Seattle. Pero una noche habían transportado a una víctima de accidente de 
motocicleta y la sangre y el traumatismo lo habían detonado. Cuando regreso a 
sí mismo, estaba acurrucado en la esquina de un armario de suministros, su cara 
mojada de lágrimas. El hospital no discutió cuando presentó su renuncia. 
Bombilla. Cueva. 
Así es como había terminado en Expanded Horizons. Sam, un viejo amigo 
de una escuela médica, estaba casado con la dueña de la clínica, Trudy. Ella era 
una mujer muy lista. Se ofreció a darle una oportunidad a Jack si asistía a un 
curso intensivo de formación y consejería sexual. Él lo hizo, Ella lo hizo. 
 
 
 
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Jack suponía que era bueno en eso. Era irónico. Siempre había sido un gay 
Lothario,2 descarado, caliente, y un coqueto impertinente. En el ejército, los 
doctores y enfermeras lo habían llamado el poderoso Jack Halloran. Era un golpe 
un poco afectuoso a su modesta estatura, al menos lo asumía así, pero sobre 
todo se trataba de su habilidad para entrar a cualquier bar y tomar un hombre. 
Había sido el tipo de hombre que se levantaba y bailaba en la barra si hubiera 
tenido algunos. Ni una pizca de timidez. Desde entonces, nunca había pensado 
dos veces en el sexo como una función biológica que podía fallar. Era solo placer, 
una liberación muy agradable que podía ayudarle a olvidar el estrés y la sangre 
por un tiempo. Ahora aquí estaba el, cuidando la libido de otras personas para 
ganarse la vida. E incluso mientras daba conferencias a sus pacientes sobre 
cómo todos necesitaban —y merecían —contacto humano, su propia vida 
sexual nunca había sido peor. 
La vida tenía un puto retorcido sentido del humor. Vigoroso fuerte, fuerte. 
—Su agenda, Dr. Halloran, —Loretta dijo con voz alegre. 
Jack puso su taza de café cuidadosamente en el mostrador y se volvió 
hacia ella con una sonrisa profesional. —Buenos días, Loretta. 
Le dio el itinerario del día generado por una computadora en una hoja de 
papel. 
—Pareces un gato que alguien golpeo con un camión, —Loretta dijo, 
mirándole fijamente a la cara. 
—Lo mismo para ti, —Jack dijo educadamente. Puso su itinerario en el 
mostrador, y su mano buena fue hacia su cabello inconscientemente para 
alisarlo. 
—No, los ojos, Loretta dijo. —Federal Express.3 
 
2 Nota del Traductor: Un hombre que se comporta de manera egoísta e irresponsable en sus relaciones 
sexuales. 
3 N. del T.: Empresa de correo privada. 
 
 
 
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—Tu honestidad es tan refrescante. 
Jack escaneo sus citas para el día. Había un Sr. Federman, un hombre con 
profundas inseguridades sexuales. La señora Kendle, de ochenta y seis años que 
se negaba a abandonar su vida sexual, y el señor Rose, con disfunción eréctil 
relacionada con la diabetes. Había un nuevo nombre, aunque, a las diez 
empunto. 
—¿Merecía ella la pena? —Loretta pregunto. Jack vio hacia arriba para ver 
su sonrisa forzada y el revoloteo nervioso de sus párpados. 
—Loretta, —Jack dijo pacientemente. —Como te he dicho antes, soy gay. 
No hubo asignaciones calientes anoche, mas es la pena. Y si lo hubiera habido, 
habría sido con un él. 
—Seguro, —Loretta dijo con un pequeño, y doloroso encogimiento de 
hombros. —Yo entiendo. 
Jack mentalmente rodo sus ojos. La recepcionista de la clínica era una 
pelirroja con proporciones tan generosas que bordeaban lo filantrópico. Ella 
tenía treinta y ocho años yendo a veinte, y por alguna razón, ella estaba bastante 
enamorada de Jack. 
—En serio, —Jack se lo dijo con su mirada de no son tonterías. —Gay. 
—Lo entiendo, —Loretta le dio un vistazo, que decía que no le creía ni una 
palabra. 
Jack suspiro y echo un vistazo a su agenda. Loretta había marcado el 
almuerzo en la oficina de Trudy. Eso solo ocurriría si su jefe quería hablar con él 
sobre algo. Sintió un poco de preocupación pero la hizo hacia un lado. 
Pronto averiguaría de qué se trataba. 
—¿Quién es Tony DeMarco, diez en punto? 
 
 
 
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—Hombre, treinta. El pregunto especialmente por ti. No quiso discutir su 
problema por teléfono así que supongo que tendrás que sorprenderte, —Jack 
frunció el ceño. No le gustaban las sorpresas. 
 
 
 
 
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ony tropezó cuando entró en la oficina de Halloran, trastabilló por 
la sorpresa. Por alguna razón. Tal vez porque era tan heterosexual 
como la aguja espacial, Mark había olvidado mencionar que el Dr. 
Jack Halloran era atractivo. Atractivo como en, oh Dios mío. 
Halloran le dio la vuelta a su escritorio para darle la mano a Tony, 
presentándose de una manera tan directa era casi un enfrentamiento. 
—Hola,soy el Dr. Halloran. Encantado de conocerte, Sr. DeMarco. 
Era bajito, pequeño, y dulce. Parecía estar entre mediados o finales de sus 
treinta, y de pie media un metro setenta y cinco, por lo menos unos cinco 
centímetros más bajo que el metro ochenta de Tony. Su cabello rubio arenoso, 
crecía de un corte impecable, y tenía un recorte, un cuerpo robusto debajo de 
una camisa de botones Oxford azul y pantalones sport. Su cara era todo un chico 
americano, cálido, inteligente, y simpático, a pesar de las ojeras debajo de sus 
ojos. Y esos ojos… 
Incluso mirando por detrás un par de lentes de carey de lectura, eran 
azules. Azul, azul, azul. Los iris eran de color aciano, que combinaban con su 
camisa azul, y estaban rodeados por una banda azul marino. 
Tony noto estas cosas intelectualmente, añadiendo puntos a su archivo 
mental sobre Jack Halloran. 
Pero él no era el tipo de hombre guiado por su polla gracias a una cara 
bonita. No. Desafortunadamente, Tony estaba por encima de todo eso. O debajo 
de él. 
T 
 
 
 
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—Toma asiento. —Halloran moviéndose a la silla tapizada delante de su 
escritorio. —¿Prefieres, Tony, o Señor DeMarco? 
—Hola, Tony está bien, no hay problema. —Tony hablaba bruscamente 
para ocultar su timidez natural. Parecía salir a relucir por la confianza de 
Halloran. 
Dr. Halloran volvió a su escritorio y se sentó. Tomo un lápiz y lo movió un 
poco entre sus dedos, viendo a Tony con atención. —Está bien, Tony. ¿Porque 
no me dices porque estás aquí? 
Tony sonrió inocentemente. Había buscado el sitio web de la clínica y 
reviso la lista de trastornos que ellos trataban. Tenía su historia de entrada lista 
para seguirla. 
—Es así, Doc. Soy un adicto al sexo. 
—Oh, Halloran parecía un poco sorprendido. 
—Sí, y está empezando a afectar mi trabajo y todo lo demás, así que, tu 
sabes, pensé que necesitaba ayuda. Tony puso una mirada angustiada. No se 
llamaría a sí mismo, material de hombre líder, pero era un mentiroso desde hace 
mucho tiempo. 
Tenías que estar con una madre como la suya. Mamá parecía saber por 
osmosis, si se había cortado las uñas de los pies, o si se había masturbado esa 
mañana, y se aseguraría de contarlo en el desayuno para que los cuatro de sus 
hermanos y su padre pudieran estar al tanto. 
—¿Qué clase de trabajo haces? —Halloran preguntó. 
—Investigaciones de seguros, —Tony evadió. Tiene un hilo de verdad en 
él. Si entrecerraste los ojos. 
—Ya veo. 
El Dr. Halloran no dijo nada por un largo minuto, solo lo estudio. ¿No 
debería estar haciendo sonidos simpáticos? Haciendo preguntas. ¿Ofreciendo 
 
 
 
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consejos útiles? Tony se movió en su asiento, sintiéndose como un insecto bajo 
la lupa. 
—¿Con qué frecuencia te masturbas? —Halloran preguntó. 
Tony se atraganto un poco, pero se las arregló para que pareciera un 
cosquilleo en la garganta. —Uh...dos, tres veces al día. —Forzó una sonrisa 
descarada. —Y eso es en mis días libres. 
Halloran levanto el lápiz y se golpeó pensativamente en la barbilla, esos 
ojos azules y firmes de acero. —¿Y tienes compañeros también? 
—¡OH, diablos sí! Muchos. 
—¿Femeninos? ¿Masculinos? 
Tony se encogió de hombros. —Doc, tomaré cualquier cosa. Te lo dije. Soy 
adicto. 
Los ojos de Halloran se entrecerraron. Chupo ligeramente el extremo del 
lápiz. 
Todavía, su mirada penetrante nunca vacilo. ¿Cuál era su problema? 
Fuera lo que fuera, Tony estaba sintiendo la presión. Le recordó a estar en la 
clase de álgebra de la Hermana Mary Frances. Esa monja tenía ojos que eran 
como malditos agujeros en el espacio del tiempo. 
—¿Ves pornografía?—Halloran pregunto calmado. 
Tony se congelo. ¿Cuál era la respuesta correcta aquí? Pero tenía que 
seguir con la historia que ya había estado construyendo. Resopló e hizo un gesto 
de —vamos. 
—¿Porque necesitaría ver pornografía cuando tengo sexo todo el tiempo? 
En un instante, Halloran estaba fuera de su asiento, alrededor del 
escritorio, en el espacio de Tony. Tony jadeo en shock mientras Halloran se 
inclinaba hacia abajo, rápido como una serpiente, y agarró su entrepierna. 
 
 
 
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Y allí estaban, Tony sentado en la silla, y Halloran inclinándose sobre él, su 
mano agarrando la polla de Tony a través de sus pantalones. Los ojos azules de 
acero de Halloran eran demasiado agudos. ¿Porque Tony había pensado que 
eran acianos? Cielos, eran de un azul frío, como acero, como hielo, centímetros 
de distancia de la suya. Esos ojos estaban fijos en él como un sistema de armas. 
Y la polla de Tony, que había estado suave en primer lugar, ahora trataba 
de arrastrarse de vuelta a su cuerpo como el ejército de Napoleón retirándose 
de Moscú. Estupendo. Gracias, maldito cobarde. 
Halloran le sonrío fríamente y hablo, bajo y mortal. —Tú, estas, 
mintiendo. —Y con eso se soltó y se enderezo. 
Jack estaba enojado. Si había una cosa que odiaba, era los mentirosos, y 
este tipo ni siquiera era un buen mentiroso. Al menos podría haber hecho la 
tarea sobre las adicciones al sexo. Debía pensar que Jack era un idiota. Era 
totalmente irrespetuoso. 
Una alarma había sonado en la cabeza de Jack desde el momento en que 
Tony DeMarco entró en su oficina. Era todo un hombre —uno alto, de hombros 
anchos, un italiano magnífico de hombros largos. Pelo castaño oscuro y ojos 
grandes de cachorrito. Tenía un aire arrogante, en la manera de los Italianos de 
Brooklyn que Jack había conocido en el ejército, pero había algo intrínsecamente 
incómodo acerca de él. Incomodo o no, no era el tipo de paciente que 
normalmente venía a Expanded Horizons. Jack supo de inmediato que algo 
andaba mal. Pero su apuesta sobre lo que era estaba equivocada. 
Jack había sido médico el tiempo suficiente para saber que los pacientes 
se inventarían casi cualquier cosa para obtener drogas o atención. No era poco 
común para los hombres sanos decir que tenían impotencia para obtener una 
receta de viagra con la esperanza de convertirse en Superhombre. 
 
 
 
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 Pero ni siquiera Tony podría ser lo suficientemente tonto para pensar que 
repartiría viagra a un adicto al sexo. Así que eso dejo la atención. Tony no parecía 
ser el tipo, pero tal vez tenía un fetiche. ¿Se excito hablando con un médico 
sobre su supuestamente libido indomable? De ser así, se podía encontrar a otro 
imbécil. Escuchar a un paciente mentir sobre su vida sexual no lo hacía por Jack. 
Jack se sentó contra el frente de su escritorio y cruzó sus brazos. —No me 
gusta que la gente me haga perder el tiempo, Sr. DeMarco. 
—Umm… 
—Así que a menos que tengas una razón legítima para estar aquí, la 
puerta está por allí. —Jack lo señalo con una punzada de ira. 
Tony le dio lo que bien podría ser su expresión genuina hasta ahora, una 
perturbada y desconcertante mirada. Su boca se cerró de golpe, luego se abrió, 
y luego se cerró de nuevo. Parecía un cachorrito. Está bien, yo, uh, lo admito. 
Me puse nervioso y lo invente. 
—Enserio, —Jack dijo secamente. 
—Sí. Ese no es realmente mi problema. —Los ojos de Tony se posaron en 
su regazo. Parecía entablar algún tipo de debate interno. Fuera lo que fuera, 
parecía intenso. Una mancha comenzó a aparecer, un enrojecimiento primero 
en el cuello de Tony, que trepó por su mandíbula como una enredadera de 
Virginia. Cuando llego a sus oídos, se volvieron de un rosa brillante, un tono de 
fucsia realmente espectacular. 
 Esto era interesante. 
—Estoy escuchando, —Jack dijo, más gentil. 
—Yo. 
Jack espero. 
—Yo. 
 
 
 
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—Tony, puedes decirme cualquier cosa. —Te prometo que no saldrá de 
esta habitación. 
—Yo… 
Jack le puso una mano en la frente y froto suavemente. El gran italiano 
estaba empezando a darle un dolor de cabeza. —Si no estás listo para hablar de 
ello, podemos programar una cita para más tarde, cuando… 
—Tengo una polla quisquillosa, —Tony murmuroen voz baja. 
Jack parpadeo y apenas se abstuvo de revisar sus oídos en busca de cera. 
—¿Qué fue eso? 
—¡Dije que tengo una polla quisquillosa!—Tony dijo ahora en voz alta. 
Levantó sus ojos y se encontró con los de Jack desafiantes. Su cara estaba 
carmesí con vergüenza, pero apoyó sus manos en los brazos de la silla y vio a los 
ojos a Jack como diciendo, buenos vamos, Genio. ¡Arréglalo! 
Jack se las arregló para mantener una cara impasible mientras decía, —Ya 
veo. ¿Puedes definir lo que quieres decir con una polla quisquillosa? 
—Sí, —Tony dijo con un resoplido de disgusto. —Como Kate Moss en un 
restaurante de hamburguesas. Se hace el difícil de conseguir. Si decide que le 
gusta alguien, es una locura para pasar del amanecer al anochecer. Pero si 
decide que no quiere jugar a la pelota, entonces no juega a la pelota, no importa 
cuanto lo quiera, o que la otra persona lo haga. ¿Entiendes lo que digo? 
—¿Quieres decir que no siempre puedes tener una erección cuando 
quieres? 
Jack sugirió en su mejor voz de médico. 
—Ni un maldito movimiento, —Tony acepto amargamente. 
—¿Y con qué frecuencia ocurre este problema? 
Tony se frotó los ojos con ambas manos. —Digamos que ha habido 
muchas veces cuando la gente se presentó a la fiesta y el barril estaba seco. 
 
 
 
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—Ya veo. 
—Hasta el punto en donde no me molesto en enviar la invitación, si sabes 
a lo que me refiero. 
—¿Tienes miedo de tener citas porque estas preocupado porque podrías 
meterte en una situación sexual y no ser capaz de tener una erección? 
Tony lo miró fijamente. —Hay una razón por la que inventaron los 
eufemismos, ya sabes. 
Jack se permitió una pequeña risita. —Si voy a tratarte necesito entender 
la situación claramente, y solo tome dos semestres de eufemismos en la 
universidad. 
La cara de Tony tenía una mirada contraída y esperanzada. —¿Puedes 
realmente curarlo? 
Porque no es malditamente divertido, puedo decírtelo. 
Jack puso una mano en el hombro de Tony, alentadoramente. —No puedo 
darte un diagnostico sin mucha más información, pero puedo decirte que 
deberíamos de ser capaces de mejorar las cosas para ti. Sí. Pero primero, 
necesito que me digas más acerca de las veces que el sexo ha funcionado para 
ti. —Jack soltó el hombre de Tony y volvió a su escritorio. Tomo su libreta para 
tomar notas y le dio a Tony una mirada alentadora. 
Tony no podía creer que estuviera haciendo esto. De verdad le estaba 
contando a Halloran su pequeño sucio secreto, algo que nunca antes le había 
confiado a nadie. Algo que podría haber jurado que estaría demasiado 
mortificado para mencionarlo, incluso al Papa, o a Richard Simmons. Demonios, 
incluso a dios. 
Pero cuando Halloran le había dicho que se fuera, había entrado en 
pánico. Necesitaba estas sesiones de terapia, para ponerse al tanto de Halloran 
y la clínica. 
 
 
 
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Pero Halloran había visto a través de sus mentiras. No había sido capaz de 
pensar en nada más que decir, excepto la verdad. 
Cuando había buscado acerca de Expanded Horizons, se preguntaba si 
alguna vez habían visto un caso como el suyo. 
Había sido un pensamiento ocioso, y realmente no tenía intención de 
mencionarlo pero… ¿Porque no? Expanded Horizons tenía una reputación como 
excelente clínica, y los Whites pagaban por estas sesiones de terapia. ¿Porque 
no aprovecharlo? El doctor Halloran no había estado dispuesto a decirle a la 
policía una cosa sobre el caso de Marilyn. Así que Tony creía que nadie nunca 
sabría lo que discutió con el doctor. Y aunque saliera a la luz, siempre podría 
decir que lo había inventado para una historia de portada. Fue humillante hablar 
de ello, sí, pero… ¿que si Halloran podía ayudar? Tony haría cualquier cosa para 
ser normal. Estaba cansado de vivir solo, dormir solo, estar solo. 
Así que se lo dijo a Halloran, de manera vacilante, sobre los hombres que 
él pensaba que eran —Los fabulosos cuatro, —En toda la vida de Tony, solo 
habían cuatro tipos que le habían hecho sentir la magia. El primero había sido 
Derry, un chico de su equipo de lucha libre en el instituto. Y entonces estaba 
Martín, su mejor amigo en la universidad. Tony había seguido a Martín a través 
del país para que pudieran ir juntos a la Academia de Policía de Seatle juntos, 
solo porque Martín se lo había pedido. Ambos Derry y Martín habían sido 
heterosexuales, pero; la polla de Tony era demasiado estúpida para saber eso. 
Los deseaba a ellos como si fueran el único trozo de salami en la carnicería. 
Nunca se los había dicho a ninguno de los dos. 
Tony se había casado con Marsha cuando tenía veintidós. Para entonces 
estaba tan malditamente confundido, no sabía lo que era o lo que no era. 
Deseaba a Derry y a Martin, seguro, pero cuando intento un par de encuentros 
en un bar gay. Su cuerpo había votado un linfático no. Marsha era divertido y 
 
 
 
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cálido y un buen amigo. Durante los primeros seis meses de su matrimonio, Tony 
había sido capaz de actuar en la cama solo con fantasías desenfrenadas de Derry 
o Martin corriendo por su cabeza. Pero pronto ni siquiera eso aceleraría el acto. 
Marsha y él se habían separado amistosamente después de un año. 
Después de su divorcio, Tony conoció a Jason, paramédico. La polla de 
Tony estaba loca por Jason, y Jason le gustaba el pequeño grandote a cambio. 
Por primera vez en su vida, Tony tenía una erección por alguien que podría hacer 
algo al respecto. ¡Y el chico lo hizo! Había tenido sexo como si estuviera en venta 
a granel en Cotsco’s4, pero Jason era un coqueto, y se hartó de los modos 
posesivos de Tony. Se separaron. Dos años después, Tony conoció a Aaron un 
abogado rubio, y era momento de bingo una vez más. Pero Aaron solo duró seis 
meses antes de que rompieran la noticia de que se mudaba a LA para trabajar 
con los ricos y famosos. Se fue con visiones de Brad Pitt y Robert Pattinson 
bailando en su cabeza. 
Derry, Martin, Jason y Aaron. Era una lista patéticamente corta de turnos 
para un hombre de treinta. 
—Así que la última vez que pudiste tener sexo con una pareja fue con 
Aaron, u ¿eso fue hace dos años? Halloran pregunto. 
—¿Triste, no es así? Ya he pedido la lápida para mi pene en Everlasting 
Hills5, —Tony aceptó malhumorado. 
—¿Que hay acerca de la masturbación? 
Tony gimió. —¡Doc! Me estas matando. ¿Podrías llamarlo de otra 
manera? ¿Cómo ablandando el filete? Me sentiré mejor. 
 
4 N. del T.: Tienda al por mayor de Estados Unidos. 
5 N. del T.: Cementerio. 
 
 
 
ELI EASTON 
 
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Jack sonrió. Toda su cara cambiaba cuando sonreía. Paso de estar 
demasiado serio, adulto frio a un niño descarado. Fue...agradable le dio a Tony 
una sensación de calidez. 
—Te das cuenta de que esto es una clínica de sexo, —Jack dijo. —Usamos 
lenguaje de chicos grandes aquí. 
—Y yo tengo una mama italiana. Dices esas cosas, y quiero darte una 
bofetada y luego lavarte la boca, —Tony se quejó. 
Jack se rió. —Está bien, déjame decirlo de otra manera. ¿Qué tal, 
azotando al mono? ¿Puedes disfrutar eso? 
—Si, en eso, soy un profesional. 
—¿Con qué frecuencia, eh, con qué frecuencia sacas a dar una vuelta al 
mono? 
Tony sintió su cara aún más caliente, si eso era posible. —Dios, esto es 
embarazoso. Pongámoslo de esta manera —dicen que una vez al día es bueno 
para tu próstata, así que mi próstata debería estar bien. Pero tengo que pensar 
en algo específico para, ya sabes, para empezar. 
—¿Derry, Martin, Jason o Aaron? —Jack adivinó. 
Tony asintió con tristeza. —A mi polla ni siquiera le gusta la pornografía. 
Nunca lo ha hecho. Cristo. ¿Que está mal conmigo? —¿Habías pasado por esto 
antes? 
Jack se inclinó hacia adelante, colocando sus codos en su escritorio. —
¿Tony, tu sabes que está bien si no te sientes cómodo con citas anónimas? 
Tony gruñó su opinión acerca de eso. —Correcto.¿Aunque agradable en 
teoría? La realidad es, es que es demasiado difícil encontrar al tipo correcto. He 
tenido cuatro casos de Sr. correctos. Dos eran heterosexuales y los otros dos se 
separaron. Así que el Sr. correcto- este segundo me haría bien. ¿No puedes 
 
 
 
SEXO EN SEATTLE 
 
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ayudarme solo… a ser más normal? Quiero decir, ser una puta es el derecho 
dado por Dios a todo hombre. —¿Estoy equivocado? 
Halloran se rió entre dientes. —No estoy seguro de que lo diría de esta 
manera. Pero respondiendo a tu pregunta. Si, podemos ayudarte. 
Jesús, el tipo tenía manera de tener el lado de su cama fría. E inspiraba 
todo tipo de sentimientos cálidos y confusos de simpatía y confianza, al menos 
lo hizo cuando no estaba agarrando la entrepierna de Tony y llamándolo 
mentiroso. 
—Así es como funciona nuestra terapia, —Halloran dijo. —Primero, 
necesitare hacer un chequeo médico. A veces estas cosas pueden tener causas 
físicas, así que tenemos que descartarlo. Luego tendremos sesiones semanales 
de consejería para discutir tus metas y sentimientos. 
—¿Sentimientos, y metas? —Tony dijo con horror. —¿No es eso lo que 
acabamos de hacer? ¿Necesitas que hable de ello un poco más? 
—Bueno, puede que necesite indagar un poco más profundo, —Halloran 
dijo. Había divertidas arrugas alrededor de sus ojos. 
El comentario sobre indagar más profundo de repente devolvió a Tony a 
lo que estaba haciendo aquí en realidad. Marilyn White. Parpadeó 
inocentemente. —Pero ustedes hacen cosas de subrogación sexual. ¿Verdad? 
—Cuando es parte útil del tratamiento de un paciente, si—Jack dijo 
cuidadosamente. —A menudo es valioso que un paciente se sienta más cómodo 
con el sexo en un entorno seguro, con un profesional que entiende sus desafíos 
y no juzga a nadie. 
—Debe ser duro, —Tony dijo en un tono burlón. —¿Supongo que no te 
importa hacer ese tipo de cosas con tus pacientes femeninas, especialmente si 
son jóvenes y atractivas, hah, doctor? 
 
 
 
ELI EASTON 
 
24 
Estaba pescando. Tenía que hacerlo. Pero Halloran se puso a la defensiva 
otra vez. Tony podía ver el calor en su cara apagarse como si alguien, en concreto 
Tony, había volteado el —Interruptor de imbécil. 
—De hecho en realidad, no hago trabajo de subrogación. Trabajo con mis 
pacientes a través de consejería y diagnóstico. Si su caso lo amerita, puedo 
recomendarle a uno de nuestros excelentes sustitutos. 
Esto era interesante. ¿Así que Jack Halloran no se acostaba 
personalmente con sus pacientes? ¿Significaba que no había tenido relaciones 
íntimas con Marilyn White? ¿O solo significaba que no debía hacerlo? 
—Y en interés de la divulgación, Tony, puedo decirte que yo mismo, soy 
gay. Así que, incluso si hiciera trabajo de subrogación, no sería con mis pacientes 
femeninas. 
Su voz era fría, pero Tony no podía evitar sentirse un poco feliz de 
escuchar eso. Se dijo a si mismo que era solo porque un médico gay tenía más 
probabilidades de entender su problema. —No quise ofender, Doc, solo estaba 
tratando de conocer el terreno. —Jack no dijo nada, y tampoco cambio a su 
postura defensiva. 
Tony se rio entre dientes, —Tu eres un tipo muy duro, ¿lo sabes verdad, 
Dr. Halloran?—Y dios lo era. Por un momento, mirando a esos ojos de acero, 
Tony lo encontró un poco sexy. 
Jack se relajó un poco. —Me lo han dicho, —dijo secamente, pero había 
un destello en sus ojos. Miro su reloj. Nos quedan quince minutos. 
Loretta te dará una receta cuando salgas para que te hagan el análisis de 
sangre al final de la calle. —Pero podemos quitar el examen físico del camino 
ahora, si no te importa. De esa manera podemos empezar consejería la semana 
que viene. 
—¿Examen? —Tony dijo, su voz saliendo como un chillido. 
 
 
 
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Jack se paró y fue a la puerta de su oficina, donde el abrigo blanco de 
doctor colgaba de un gancho. Empezó a ponérselo. —Como mencione, antes de 
que podamos empezar el tratamiento, necesito hacer un examen. Tengo que 
descartar cualquier problema físico obvio primero. 
—Puedo asegurarte, doc, que la cañería está bien allí abajo, —Tony dijo, 
ahora definitivamente entrando en pánico. ——Oh ¿Cuando fue tu último 
examen físico? 
Tony trato de bromear. —Yo, yo soy italiano, soy hombre, y tengo menos 
de cincuenta años. No iría a un doctor a menos que mi globo ocular estuviera 
colgando, hasta ahora podría usarlo como hilo dental, o si mi orina fuera color 
limonada rosa, o incluso una mezcla de bloody mary. 
Jack se volvió hacia él con una ceja levantada, bloqueando la puerta y 
doblando los brazos, sus pies ligeramente separados. 
—Ah, hah. Eso es lo que pensaba. ¿Quieres que te trate sí o no, Señor 
DeMarco? Porque si no vas en serio con esto, prefiero que no nos hicieras perder 
nuestro tiempo. 
Su postura, su voz...Tony tenía una extraña sensación de déjà vu. Era 
como si su madre hubiera habitado repentinamente el cuerpo de un médico 
rubio delgado. 
—Yo...Yo hablo en serio, Doc, pero,… 
Halloran apunto a una mesa de examen que estaba contra la pared trasera 
de la oficina. Su voz tan fría que habría podido hundir el Titanic. —Entonces ve 
a esa mesa de examen y déjalos caer. 
Tony intento pensar en una salida, pero la cara de Halloran tenía puesta 
la máscara en modo —soldado dame diez—que haría llorar a los bebes, además 
estaba bloqueando la puerta. Tony pensó que podía pasar por encima de él si 
tenía que hacerlo. Bueno, tal vez. Halloran era obviamente más duro de lo que 
 
 
 
ELI EASTON 
 
26 
parecía. ¿Cuánto de entrenamiento militar les daban a los médicos de combate, 
de todos modos? Pero incluso si el pudiera forzar su salida, Halloran habría 
terminado de tratarlo, y Tony no podría entrar a la clínica. 
¿Además, y si Halloran pudiera ayudarlo con su pequeño problema? 
Cinco minutos, y se acabara. Cinco minutos y se acabara. Su cara ardiendo 
de vergüenza, Tony se levantó y deslizo hacia la mesa de examen como si él 
fuera a su condena. Dios, por favor déjame morir, rápidamente y sin dolor. En 
los próximos diez segundos estaría bien. 
—¿Cómo quieres que me ponga…? —Tony empezó de mala gana. 
—Puedes solo apoyarte contra la mesa y quitarte los pantalones y ropa 
interior, por favor. Es mejor si estas de pie. 
Halloran fue a un armario y le dio la espalda. Se lavó las manos y empezó 
a sacar algunos suministros, dándole a Tony un momento de privacidad. Tony 
desabrocho su cinturón y empujo sus pantalones negros y calzoncillos hasta sus 
muslos. Se apoyó contra la mesa, agradecido por el apoyo. 
Afortunadamente, las colas de su camisa le daban un poco de modestia. 
Cinco minutos y acabara. Cinco minutos y acabara. 
Sí, pero durante esos cinco minutos un sospechoso de asesinato estará 
mirando mi polla. ¿Cómo paso eso? 
Jack se acercó. Mientras se acercaba, Tony sintió un aleteo nauseabundo 
en su estómago. Cerró sus ojos. —Está bien, Tony. Cierra tus ojos y relájate—. 
Sonaba sospechosamente como algo que un asesino en serie diría. Tony 
mordió sus labios mientras sentía que las manos desabrochaban los botones 
inferiores de su camisa y plegaba los extremos a cada lado. Una brisa refrescante 
sobre su polla le dejó saber que estaba expuesto. Agradable. 
Hubo silencio absoluto por un momento y entonces Jack se rió entre 
dientes. 
 
 
 
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—Vas a hacer que el labio sangre. No es tan malo después de todo, ¿lo 
es? ¿No jugaste deportes en la escuela? 
Una mano caliente y cubierta de látex descanso en su muslo izquierdo 
mientras otra suavemente, pero con confianza, levanto su carne flácida. Sintió 
que Halloran revisaba su ranura cuidadosamente con el toque de la yema de un 
dedo, probablemente buscando flujo. 
—Lucha libre, —Tony dijo con una fuerte exhalación. Apretó los ojos 
fuertemente. 
—¿Sí? ¿Lucha libre de estilo libre en el instituto? —Los suaves dedos de 
Halloran empujando a lo largo de su pene, lo sintió alrededor dela base de él, 
luego palpo a lo largo de la parte superior de su ingle. Una mano lo empujo a 
abrirse más. 
—Sí, —Tony se las arregló con una voz estrangulada. —De primer año 
hasta el último año. Abrigo de cuero y todo. 
—¿Es eso cierto? ¿Ganaste muchos encuentros? 
Una suave mano lo cubrió y la sintió cuidadosamente alrededor de su 
escroto y el espacio debajo de él, presionando con seguridad, dedos confiados, 
y clínicos. 
—Mejor que el promedio, —Tony se las ingenio. —Mi rango era de 80.90. 
Tony sabía que Halloran estaba tratando de distraerlo, pero estaba 
agradecido de tener una razón para pensar en algo, cualquier, otra cosa. —Corre 
en la familia. Tengo cuatro hermanos mayores y todos lucharon. Supongo que 
nos impidió matarnos el uno al otro. Cuando estábamos en una pelea, mi padre 
nos hacía luchar en el suelo del salón, reglas universitarias. 
Las manos desaparecieron. Por un momento, Tony se sintió alegremente 
aliviado. Había sobrevivido. 
 
 
 
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—Date la vuelta, por favor. —Halloran dijo. Los ojos de Tony se abrieron 
de golpe. —¡Oh, diablos no! por favor, Doc. Dime que estas bromeando. 
Halloran se las arregló para no sonreír. Mucho. Pero sus ojos bailaban 
como si fuesen unas jodidas vacaciones alegres. —No seas un bebé DeMarco. 
Se acabara antes de que te des cuenta. Piensa que es un combate de lucha libre. 
—Te odio, —Tony digo sinceramente. Pero se dio la vuelta. Se sentía como 
un tonto con los pantalones alrededor de las rodillas y su trasero desnudo al 
aire. 
—Inclínate hacia adelante, —Jack dijo suavemente. Puso una mano en 
medio de la espalda de Tony, y le urgió levemente a bajar sobre la mesa. Tony 
lo hizo. 
Halloran empujo la cola de su camisa hasta el centro de su espalda. 
Entonces Tony lo escuchó exprimir algo, sin duda alguna lubricación médica, en 
su mano. 
El borde del muslo de Halloran presiono su pierna izquierda, y una mano 
volvió a su espalda como si lo sostuviera firme. 
Y allí fue cuando ocurrió. Tony sintió una corriente caliente explotar desde 
todos los lugares donde Halloran lo estaba tocando, a lo largo de la pierna que 
lo inmovilizó a él y a la mano cubierta de látex que ahuecaba la parte baja de su 
espalda. Un aluvión de lujuria corrió por su cuerpo como un tren exprés. Su polla 
paso de cero a sesenta en unos tres segundos, y empujo, duro y pesado, contra 
el borde de la mesa del examen. Y justo a tiempo Tony, en estado de shock total, 
había registrado lo que estaba pasando, Halloran entró a matar. 
La mano en la espalda de Tony se deslizó hacia abajo para abrir un poco 
la mejilla y luego el dedo de Halloran, cubierto de látex y lubricante se deslizó a 
casa. 
—¡Mierda! —Tony maldijo, alto y largo. 
 
 
 
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Halloran retorcido un poco su dedo, como si lo aflojara. La mano que no 
estaba ocupada excavando en el trasero de Tony se deslizó hacia atrás y se 
extendió por el centro de su espalda. Quizás se suponía que eso debía ser 
reconfortante, pero lo golpeo el ser sujetado para ser follado y, maldición, Tony 
de repente quería eso. Eso. Más de lo que él quería una chaqueta de Cristian 
Martin para navidad a la edad de doce o que Aaron dijera que estaba 
bromeando la noche que anunció su mudanza a Los Ángeles. 
—Relájate, —Halloran dijo tranquilamente. —Se acabara en un momento. 
¿Así que 80.90 alto? ¿Qué tan bueno eras, DeMarco?—Era su índice, Tony podía 
sentir esto ahora; sentir la palma de la mano de Halloran presionando contra él 
mientras ese dedo acariciaba y empujaba por… 
—¡Oh maldito infierno! —Tony maldijo otra vez, su cuerpo temblando. 
—Solo unos segundos más. Resiste, —Halloran dijo suavemente. Su voz 
sonaba preocupada y clínica. Cristo, no tenía idea de lo que le estaba haciendo 
a Tony. Tomo todo lo que Tony no tenía para no moverse contra él, para no 
rogarle que sustituyera ese dedo por algo más. Quería atravesar por su cuerpo 
con la rabia petulante de la rutina negada. Su polla presionada contra la mesa 
del examen despiadadamente mientras Halloran le pinchaba suavemente la 
próstata. 
—Listo, —Halloran dijo, sacando su dedo. —Todo parece estar bien. 
Puedes vestirte—. Tony, jadeando, escuchó el chasquido del látex. Halloran le 
dio unas toallas de papel, que Tony tomo sin darse la vuelta. Entonces Halloran 
estaba cruzando la habitación. Tony se atrevió a mirar por encima su hombro. El 
doctor volvió al mostrador, dándole la espalda mientras tiraba los guantes y 
dejaba correr el agua en el fregadero. Actuaba perfectamente relajado, como si 
esto fuera rutina, como si el mundo no acabara de cambiar. 
 
 
 
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Tony rápidamente se limpió un poco de lubricante del trasero, sacudió 
todo y se subió los pantalones. Dejó su camisa estratégicamente desarreglada y 
se dirigió hacia la puerta. Al sonido de la apertura, Halloran vio alrededor, el 
ceño fruncido confundido entre los ojos. 
—Voy tarde, Doc. Así que, el próximo martes, ¿verdad? Pediré una cita. 
Encantado de conocerte. —Antes de que Halloran pudiera decir algo, Tony huyo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
31 
 
 
~4~ 
 
 solas en su auto, Tony miró hacia abajo a la furiosa e 
insoportable tensión en sus pantalones y le grito. 
 —¡Ahora no, maldito lunático! No este. La polla de Tony pulso 
rebeldemente. 
Oh Dios, eso se sintió jodidamente fantástico. No podía recordar la última 
vez que había estado tan caliente. 
Tony miró alrededor del estacionamiento en un breve momento de 
tentación, pero no. Probablemente había cámaras y era a plena luz del día...no. 
Apretó los dientes y arranco el auto. 
Simplemente no podría ser. La polla quisquillosa de Tony, que usualmente 
se negaba a ser excitado por una legua o una cola, no podía haberse enganchado 
al Dr. Jack Halloran como objeto de lujuria. El tipo era un sospechoso, por el 
amor de Dios. Y su doctor. 
Y luego estaba todo el asunto de yo, no, puedo, conseguirlo, para lo que 
Halloran se suponía que debía tratarlo, y el cual, por supuesto, su polla iba a 
desmentir por completo saludando cada vez que Halloran se acercara a él. 
Era algo así como cuando llevabas tu auto al mecánico porque estaba 
haciendo ese ruido, solo que cuando lo llevabas allí, ronroneaba como un gatito 
durmiente. 
Estaba jodido. 
A 
 
 
 
ELI EASTON 
 
32 
Pero quizás esto era una aberración temporal, provocado por el examen 
bastante grosero. Tal vez no se trataba de Halloran después de todo. 
Su polla latía esperanzada. 
Entonces otra vez, Halloran era el tipo de hombre al que Tony podía ir por 
un examen físico. Y en la forma que ese culo tan duro y ojos de acero, era 
caliente. Como Marc había dicho, el tipo tenía unos cojones importantes. Había 
sido cirujano de combate. Maldición. Tony no podía imaginar las agallas que 
tomaba, ni la compasión. 
Demonios. Estaba en problemas. 
Por el lado bueno, Tony pensó que las probabilidades eran bajas de que 
Halloran hubiera matado realmente a Marilyn White. 
Parecía un buen médico, firme pero compasivo. Y si lo que dijo sobre ser 
gay era verdad. Por favor Dios, que sea verdad. No había tenido ninguna 
intimidad con Marilyn y ninguna razón para estar particularmente celoso o lo 
suficientemente apasionado sobre ella para volverse homicida. 
Pero la terapia sexual tenía que encajar de alguna manera. Era algo muy 
inusual que ocurriera casualmente meses antes de la muerte de Marilyn. Tony 
tenía que averiguar exactamente porque estaba siendo tratada, si estaba viendo 
a alguien más en la clínica, como a un sustituto, y quien sabia de eso. 
Pero primero tenía que ocuparse de la bestia rugiente en sus pantalones. 
Tony manejo de regreso a su condominio en el Capitol Hill y se limitó a 
disfrutar de una libido completamente cargada por primera vez en demasiado 
tiempo. Se acostó en su cama y volvió a mirar los ojos de acero de Halloran, la 
manera en que desafío a Tony, la forma en que sucara cambio cuando sonrió. 
Revivió cada momento de las manos del doctor sobre él, desde el primer toque 
cálido en su muslo hasta el suave, sondeo de los dedos de látex a lo largo de su 
longitud, al suave y liso empuje de su dedo. Una y otra vez. Fue tan 
 
 
 
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increíblemente excitante que se corrió tan duro tres veces, antes de que su polla 
cediera y se quedara abajo. Para ese momento ya era un desastre jadeante, y 
sabía con certeza. 
Derri, Martin, Jason, Aaron, Jack. Dr. Jack Halloran era el número 5 de su 
polla. 
Y era un poco posible que hubiera escogido un pervertido médico para 
acompañarlo. 
Feliz Jodida Navidad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
34 
 
~5~ 
 
 
ólo quería ponerme al día, Jack—. Dr. Trudy Kaplan sostenía una 
papa frita roja goteando delante de su cara y lo miraba 
significativamente. 
—Ja, ja, ja, ja, —Jack sonrió. —Tú sabes, deberías ser un comediante. 
—¿Qué, y renunciar a mi trabajo diario?—Trudy le dio un guiño amistoso. 
Trudy tenía cuarenta y un años y una buena figura. Tenía el pelo castaño 
súper liso cortado sin delicadeza sobre sus hombros con un poco de flequillo 
delgado para suavizar su rostro fuerte. Llevaba muy poco maquillaje y, 
usualmente, una sonrisa. 
Ella era un completo uno ochenta, de los tipos de supervisores que Jack 
había tenido en el ejército, de temperamento suave y algo desorganizada, pero 
se llevaban bien. O eso pensaba Jack. 
Jugaba con su pavo y mostaza en centeno y miro a su jefe a los ojos. —
¿Querías ponerte al día con los casos durante el almuerzo?—Eso no tenía mucho 
sentido para Jack. Para eso eran las reuniones del personal. 
—No, solo charlar. 
—¿Cómo estás tú?—El tono de Trudy se volvió directo. —No pareces muy 
feliz. —Jack se movió incómodo en su silla. —¿Alguien se ha quejado? 
—No, —Trudy dijo firmemente, sacudiendo la cabeza. —No quise decir 
eso para nada. Pero tengo ojos. Luces cansado. ¿Sigues teniendo pesadillas? 
S 
 
 
 
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—No lo sé, tiendo a adormir a través de ellas, —Jack bromeo con una 
sonrisa apretada. 
Parpadeo ante él y se quedó en silencio durante un momento. —Tú sabes, 
que puedes hablar conmigo, Jack, ya sea como amiga o como consejera. 
Considéralo una ventaja laboral. 
Jack tomó un bocado de su sándwich y mastico lentamente. Fingió que 
pensaba en ello. He estado allí, hecho eso. —El ejército me asigno un terapeuta. 
Conozco las herramientas. Solo necesito tiempo. 
Ella asintió. —Las distracciones ayudan. ¿Cómo está tu vida social?—La 
verdad la preocuparía, así que Jack se encogió de hombros. 
—Lo he pensado mucho. No lo entiendo, Jack. ¿Creciste en Seattle, no es 
así? ¿No tienes amigos en el área? ¿Familia? 
—Mis padres están retirados y se mudaron de la Tierra de la Perpetua 
Lluvia mientras yo estaba en Iraq. Ahora viven en San Diego. Y si, conozco gente 
en el área, pero gente de mi edad tiene una vida, niños. Si son médicos como 
yo, están hasta los oídos de trabajo. 
—¿Y tú sabes esto porque en realidad haces un esfuerzo por reunirte con 
ellos?—Trudy levanto sus cejas en una demostración casi cómica de la palabra 
—Escéptico. 
Jack quería gruñir de irritación, pero esta mujer pagaba su salario. 
—Me he esforzado un poco, —Dijo neutralmente. 
A decir verdad, la mayor parte del tiempo no contestaba el teléfono 
cuando veía que quien llamaba era un viejo amigo. Había asistido a una 
barbacoa en el patio trasero con un montón de presumidos médicos 
profesionales poco después de salir del hospital de veteranos. 
Le habían hecho preguntas sobre la guerra y hablaron sobre los motivos 
del petróleo y el etilismo global, y eso fue suficiente para decirle a Jack que ya 
 
 
 
ELI EASTON 
 
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no pertenecía a esa gente. Esa gente nunca entenderían al joven que se había 
desangrado bajo sus dedos, y porque quería estar allí para ellos. La política no 
tenía nada que ver con eso. 
Trudy tomo de una botella de agua con vitaminas y lo miró con ojos 
críticos. 
—¿Qué hay del sexo? 
—¿Qué estás tratando de pescar ahora Loretta? 
Trudy sonrió. —No. Loretta pesca bastante bien por su cuenta. 
Jack dudó. Entonces, qué demonios, hizo un gran —cero—gordo con el 
pulgar y el índice. —Eso no es un anillo de polla, por cierto. Es una gran nada. 
—Y no es nada travieso, supongo. —Trudy se rió. 
 —Eso sería correcto. 
Ella lo miró severamente. —Jack... eres un hombre sano de 36 años... 
 —¿Saludable? Debatible. 
 —... y atractivo. 
 —También discutible. 
Trudy suspiró. —No, no es discutible. Eres un hombre atractivo. Sam me 
dijo que eras el alma de la fiesta en su día. 
Jack sabía que quería animarlo, pero el recordatorio le dolió. Habló con 
voz cerrada. —Mi brazo derecho está gravemente cicatrizado de muñeca a 
hombro. Tengo temblores intermitentes y pesadillas agitadas. Ya no soy 
exactamente el sueño húmedo de un hombre gay, ya no. 
Trudy lo escudriñó durante un largo momento. —Dime algo, Jack. Si uno 
de tus pacientes te dijera eso, lo que acabas de decir, ¿qué les dirías? 
Jack vaciló, frunciendo los labios obstinadamente. 
—Vamos, Jack. ¿Qué les dirías? 
 
 
 
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 —¿Tómate todo el tiempo que necesites para reajustarte?—Dijo Jack con 
cara recta. 
Trudy se rió. —Eres un mentiroso. Les dirías que el sexo y la intimidad no 
son para ser físicamente perfectos. 
 —Sí, pero creo que el tipo de hombres que andan en clubes gay se 
perdieron ese memorándum. 
—¿Quién dijo algo sobre los clubes gay? 
—¿Has considerado las citas en línea?—Jack Winced. —Mira, Trudy, 
aprecio tu... 
 —¿Entrometiéndose e interfiriendo? 
—... queriendo ayudar. Y entiendo el mensaje, lo entiendo. Pero... estoy 
bien. Realmente. —Jack dijo la última palabra más fuerte de lo necesario y con 
una mirada fija. 
Trudy no se sintió intimidada. Se inclinó hacia delante, sus ojos suaves. —
Jack, fundé una clínica de sexo. Creo que tener una vida sexual sana es un 
componente clave en una vida que vale la pena vivir. 
—Enredarme en la vida amorosa de los demás no es sólo mi trabajo, es 
mi pasión. —Ella dijo esto con una sonrisa entrecortada, bromeando, pero Jack 
sabía que cada palabra era cierta. Trudy Kaplan era una buena doctora, y 
realmente creía en el elixir milagroso que estaba vendiendo. No era que Jack no 
creyera en ello. Era sólo que sabía que la vida no era tan simple. 
 —Cuando consiga un amante, serás la primera en saberlo, —prometió 
Jack. —Incluso compartiré algunos detalles atrevidos. 
—Te sostendré a eso, —dijo Trudy con las cejas temblando. 
Comieron en silencio durante unos minutos. Entonces Trudy se puso seria 
y jugó con su bebida. —Sólo quiero que sepas, Jack... 
 
 
 
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—Sé que lo que hacemos aquí no es cirugía del corazón, y no es un 
hospital de combate. Pero eres un maldito buen terapeuta. Haces una verdadera 
diferencia en la vida de las personas. Me alegro de que estés aquí—. Jack sintió 
un doloroso giro de emoción en su pecho. Sabía dónde debía estar, dónde lo 
necesitaban y no estaba aquí. Este era su campo de diente de león esponjoso. 
Algunos días irritaban más que otros. 
 —Gracias, —se las arregló para decir. —Es bueno oír eso. 
 
 
 
 
39 
 
~6~ 
 
ran más de las ocho de la noche antes de que Jack pudiera salir 
de la clínica. Su última cita había sido a las cinco, pero tuvo que 
ponerse al día con las notas del caso y luego había investigado un 
poco en los libros de texto que cubrían una pared de su oficina. 
Tony DeMarco era un caso interesante. Jack no tenía dudas de que su 
problema era tal como lo había descrito. Se había sentido demasiado 
avergonzado como para que fuera cualquier cosa menos la verdad. 
El examen físico no había mostrado ningún problema obvio. Excepto que 
uno mira a esos muslos musculosos con su pelo suave y oscuro, y esa polla 
grande, gruesa y sin cortar, incluso completamente flácida, tenía pensamientos 
agitadosque Jack rara vez tenía por sus pacientes. 
Era verdad que era exactamente el tipo de polla por la que un Jack más 
joven, más despreocupado y divertido se pondría de rodillas con un gemido en 
acción de gracias. Pero ya no era ese hombre, y había hecho suficientes 
exámenes en el ejército para saber cómo distanciarse. Se mantuvo objetivo 
acerca de sus pacientes, incluso los italianos graciosos, tímidos y hermosos. 
Pero había habido un olor que se había desviado de la recién desnuda 
entrepierna de DeMarco, ligeramente sudorosa, cálida, con tenues indirectas, 
honrada con el Dios, de ajo y una marinara celestial. El recuerdo hizo que Jack 
se estremeciera en sus caquis. 
E 
 
 
 
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Demonios. Tal vez Trudy tenía razón, y necesitaba hacer más esfuerzo por 
salir, conocer hombres. Si tenía pensamientos como este sobre un paciente, 
obviamente estaba listo. 
Lástima que Jack no hubiera conocido a Tony en otra parte. Un bar, quizás. 
Pero con los problemas de Tony, eso probablemente no habría ido a ninguna 
parte. Otra razón estelar más por la que un terapeuta sexual debe evitar hacerse 
ideas acerca de un paciente. Camino al infierno y todo eso. Y eso estaba encima 
de la pura ética del asunto. 
Asegurándose de que tenía la cabeza en orden, Jack decidió irse a dormir. 
Fue el último en salir de la clínica y encontró la puerta principal abierta. 
Frunció el ceño, enfadado. Tendría que volver a hablar con Loretta. Por 
supuesto, ella sabía que él aún estaba en la oficina, pero él prefería que la 
encerrara cuando se marchaba. Al soldado no le gustaba que la puerta estuviera 
abierta mientras estaba solo. Golpeó una espalda sin protección. E incluso 
algunas veces se olvidó de cerrarlo después de que todos se habían ido, y la 
clínica había estado abierta toda la noche. Inaceptable, Jack murmuró mientras 
se dirigía al estacionamiento. 
El lote de empleados estaba detrás del edificio y estaba rodeado por 
paredes de ladrillo. Se hacía tarde y estaba oscuro. Jack sintió como la piel de su 
nuca se levantaba mientras caminaba hacia su auto. 
Se detuvo a unos metros de su vehículo e hizo un reconocimiento rápido. 
Parecía que no estaba perturbado. Se movió rápidamente hacia un lado y, 
usándolo como una cubierta parcial, escaneó el área, buscando cualquier cosa. 
Allí. Una sombra, por la salida a la calle. La mancha se formó en la sombra 
de un hombre al cruzar el camino de una farola. Jack le dio caza. Pero para 
cuando llegó a la calle Pike, había demasiada gente alrededor, y no vio a nadie 
corriendo, nadie sospechoso. 
 
 
 
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Era sólo un niño teniendo un porro o un vagabundo al que asustaste. No 
fue nada. 
Pero Jack Halloran confiaba en su instinto y no lo creía. Alguien lo había 
estado observando. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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~7~ 
 
l viernes en la noche, Tony se sentó en su coche frente a Stanley's 
en Union City, vigilando la puerta. Toda la semana había seguido 
a Brent White, el marido de Marilyn, intentando captarlo. Y se 
había sentido bien. Brent White era un snob arrogante y malhumorado. 
Brent trabajó en un bufete de abogados de Seattle como abogado 
corporativo. No era muy querido allí, si la recepcionista Tony había charlado 
durante el café que sabía sus chismes corporativos. Con su escote, Tony estaba 
apostando que sí. Después del trabajo, Brent había ido a una clase de tai chi. 
Llevaba su vestimenta de tai chi con un chip en el hombro y un palo en el culo. 
Después de ducharse y cambiarse en casa, Brent volvió a salir. Ahora 
estaba bebiendo en Stanley. 
Llevaba dentro treinta minutos. 
La puerta de Stanley se abrió y Brent salió. Tenía una mujer aferrada a su 
brazo, falda corta tacones altos, pelo rubio largo y blusa corta. Se las arregló para 
pasar una delgada línea entre puta y engreída. Tony levantó su cámara, con su 
largo lente, y sacó una docena de fotogramas mientras los dos se besaban en la 
calle y luego se subían al coche de Brent. Parecía borracha. 
Brent se retiró y Tony lo siguió. Siguió al BMW hasta la casa de Brent y 
Marilyn. Brent era discreto: metió su coche en el garaje. Los vecinos no verían a 
su rubia, aunque miraran por la ventana. Tony aparcó al final de la cuadra y 
esperó. 
E 
 
 
 
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No podía ver nada a través de las persianas, pero no tenía que hacerlo. 
Obviamente, Brent no había traído a la dama a casa para jugar a las cartas u 
hornear pan de banana. Al menos no con plátanos de verdad. 
Casi exactamente una hora después, el coche de Brent volvió a aparecer. 
Tony lo siguió de nuevo mientras Brent dejaba a su amiga en el bar y luego volvía 
a casa y se quedaba allí. 
Bien hecho, Brent, Tony pensó con un sabor amargo en la boca. Marilyn 
llevaba muerta sólo seis semanas. Tony pudo haber desenterrado algo de 
simpatía, pudo haber estado dispuesto a asumir que la conexión era el acto de 
un hombre desesperado y afligido, si no fuera por el hecho de que la maldita 
expresión de sal de mi camino que parecía vivir en la cara de Brent veinticuatro-
cuatro-siete. 
Se alegró de haber encontrado a Brent sospechoso. Mark había dicho que 
Brent tenía una coartada, pero las coartadas no siempre funcionaban. Si Tony 
podía culpar a Brent, eso dejaría a la clínica y al Dr. Halloran limpios. Y Tony 
quería mucho al buen doctor limpio. 
Con la sola idea de Jack Halloran, un lento y dulce calor se acumuló en la 
ingle de Tony, levantando su polla como si estuviera pegada a una grúa de 
construcción. Maldita sea. Se había masturbado tanto en los últimos días que se 
estaba quemando la carne. ¡Basta ya! le dijo a su entrepierna. ¡Lo digo en serio! 
Su celular sonó y Tony lo miró. Era su madre. Casi no contestaba, pero 
estaba bastante seguro de que Brent pasaba la noche allí, y si algo podía 
desinflar su recién enamorado pene, era hablar con su madre. Pequeñas 
bendiciones. Contestó el teléfono. —¿Hola, mamá? ¿Cómo estás? 
 —¡Tony! Por una vez contestaste el teléfono. ¿Qué estás, sentado en la 
sala de espera de un dentista? 
 
 
 
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Tony cerró los ojos y suspiró. Lo suficientemente cerca. —No, mamá. Sólo 
estoy descansando. Otra vez: ¿Cómo estás? 
—¿Quién, yo? Soy invencible, lo sabes. Bueno, aparte de la artritis en mis 
dedos que hace que la masa rodante sea cosa del pasado. Y mi rodilla izquierda. 
¿Recuerdas el codo derecho de tu abuela? 
Tony escuchó la historia médica de sus ancestros, ambos bandos, durante 
diez minutos, gruñendo cuando era apropiado. Es curioso cómo las dos cosas 
que podrían haber sido realmente relevantes siendo gay y teniendo una polla 
quisquillosa, al parecer, no le había ocurrido a nadie más en la larga lista de bajas 
familiares. Odiaba ser especial. 
—¿Y tú, Tony? —Preguntó su madre— ¿Te sientes bien? ¿Sin resfriados? 
—Estoy bien, mamá. Sano como un caballo. Fue todo ese ajo que me diste 
en el útero—. Su madre se rió. —Te burlas, pero es verdad. ¡Lo juro! ¿Cómo 
están tus movimientos? 
—Ma, —advirtió Tony. 
 —¿Vas todos los días? Porque debería ser a diario. 
Tony se golpeó la frente contra el volante con un sonido sordo. Estaba 
muy, muy contento de estar solo en un auto estacionado en una calle oscura, y 
que no había razón para que nadie le pusiera micrófonos a su auto. —Mamá, no 
quiero hablar contigo sobre mis evacuaciones intestinales, —¿de acuerdo? 
 —¿Qué tengo, tres años? 
—Sabes lo que tu tío Harvey siempre decía:' Lo que sale muestra la calidad 
de lo que entró'. 
—Mamá, el tío Harvey tenía demencia. Eso es lo que viene de 
obsesionarse con los movimientos. 
—¡No seas tan engreído! Soy tu madre, y tengo derecho a saber estas 
cosas. 
 
 
 
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—Mis movimientos están bien, ¿vale? ¡Hermoso! Diariamente y... bien. 
—¿No muy fuerte? 
—¡Ma! 
—Si se ponen muy duros, no comes suficiente fibra. ¿Estás comiendo 
muchas verduras? Y pan. Pero no esa mierda blanca, como yo hago.Deberías 
encontrar una buena panadería italiana. 
 —¿Cómo están los nietos?—Preguntó Tony en un intento desesperado 
de desviar la conversación de sus ofrendas diarias a los dioses de la porcelana. 
Su madre se rió entre dientes. —Oh, no te preocupes. Tengo una lista. 
Llegaremos a eso en un minuto, pero primero quiero saber de ti. 
La cabeza de Tony cayó sobre el reposacabezas del conductor. Intento de 
redirección número dos. 
—El trabajo es bueno. Estoy trabajando en un nuevo caso. Hay una joven 
que murió, y sus padres sospechan de un juego sucio. 
—Estás persiguiendo a un asesino, —dijo su madre en voz baja. 
 —Te habría gustado, mamá, —dijo Tony en voz baja—. Su nombre era 
Marilyn. Tenía 27 años—. Su madre se quedó callada durante un buen rato. Tony 
prácticamente podía oír los engranajes girando en su cabeza. 
¿Encontrar al asesino de una mujer joven? Bien. ¿Ir tras un asesino que 
podría ser peligroso? Malo. Al menos la había calmado. 
—Me dijiste que tu trabajo era un noventa y cinco por ciento de rastro de 
papel, —dijo, una acusación blanda y lastimada. —Lo es, mamá. Honestamente. 
 Y no planeas enfrentarte a este asesino cuando lo encuentres, ¿verdad? 
—Entrega su nombre a la policía, e finito. 
—Básicamente, sí. 
 
 
 
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—Por supuesto, me dijiste que también que estabas bien, justo antes de 
que te dispararan en la pierna y pudieras haber muerto. —Su voz echó la culpa 
de ese fiasco directo a su puerta. 
Sí, mamá, ¿qué demonios estaba pensando? 
 —Dejé la policía, —dijo Tony cansado—. Resulta que me gusta vivir. 
 —Bien. Tú atrapas al hombre que lastimó a esta Marilyn, —dijo ella con 
más que un poco de orgullo en su voz. —Estoy segura de que sus padres deben 
estar locos. No puedo imaginarlo. Dios no lo quiera. 
 —Sí, —dijo Tony, recordando la cara de la Sra. White. 
 —Hablando de chicas lindas que tienen 27 años, ¿estás saliendo con 
alguien? 
Tony gimió internamente. Su madre podía convertir cualquier 
conversación a las chicas con las que debería estar saliendo en dos turnos 
consecutivos o menos. Era como todo eso de los grados de separación. 
¿Movimientos intestinales? Área genital, mujeres. ¿Transbordador de la NASA? 
Espacio profundo, el futuro de la especie, las mujeres. ¿Vampiros? Chupar el 
cuello, mujeres. Era un don genético. 
 —No, mamá. No estoy saliendo con nadie ahora mismo. 
 —¿Tienes el ojo puesto en alguien, tal vez? —Su interrogatorio era 
esperanzador. 
Tony abrió la boca para contestar que no, pero una respuesta diferente 
salió. —Uh... tal vez. 
 —¿Oh? —¿Háblame de ella? —La voz de mamá estaba tan ansiosa como 
un sabueso infernal que había captado el olor de una virgen. 
Mierda. —¿Por qué, en nombre de todo lo sagrado, había dicho eso? 
Ahora se enteraría hasta que cumpliera los setenta años. ¿Recuerdas aquella vez 
 
 
 
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que dijiste que podría haber alguien? Era el 10 de agosto de 2012. —
¿Recuerdas? 
Pero descubrió que no estaba enfadado, no realmente. Simplemente no 
quería arruinarlo. 
 —Ahora no, mamá, —dijo suavemente. —Probablemente no vaya a 
ninguna parte. 
 —¿Por qué? ¿Está casada? 
 —No. Yo no haría eso. 
 —Bueno, a veces el corazón quiere lo que el corazón quiere. —Tony dijo 
con un suspiro. 
 —Y tú necesitas darle una bofetada en la cabeza para que lo sepa mejor. 
¿Por qué no va a ninguna parte? ¿Está ciega? ¡Mi hijo es precioso! 
—Mira, aún no la conozco muy bien, —¿vale? —Si llega a alguna parte, 
serás la primera en saberlo—. Su madre suspiró. —Tengo diez chicas hermosas, 
lindas e italianas con las que podría emparejarte, pero no puedo. ¿Sabes por 
qué? 
—¿Porque no estoy en Brooklyn? 
—¡Correcto! Tú no estás aquí. Tony, cariño, ¿pensarás en volver a casa? 
Llevas ocho años en Seattle, eso es suficiente, —¿no? —Somos tu familia, te 
amamos y te queremos aquí. Te estás perdiendo a todas tus sobrinas y sobrinos 
creciendo. Eso nunca volverá a suceder, Tony. 
La voz de su madre era triste. Pensó en su gran familia italiana, las cenas 
semanales con sus cuatro hermanos y sus esposas e hijos, sus tíos y tías. Podía 
imaginarse a sus cuatro hermanos tan fácilmente, con su sencilla e indolora 
heterosexualidad, y la prueba de que su testosterona corría por toda la casa 
gritando. Los echaba de menos, pero no era como eran, y nunca entenderían 
quién era realmente. Después de tantos años, todavía dolía. 
 
 
 
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Escuchó una voz gritando en el fondo. —¡Díselo tú, mamá! ¡Dile a ese 
inútil que no se lleve su trasero de vuelta a Brooklyn! 
—¿Es ese Federico? Pásamelo—. Dijo Tony, sintiendo una ola de 
sentimientos fraternos. Su madre hizo que Federico atendiera el teléfono. —
¡Tony! 
—¿Cómo va el negocio de la polla privada? 
—Bien. ¿Cómo va el negocio de la cabeza caliente? 
—Caliente, —dijo Federico. —Ayer tuvimos un incendio en el almacén que 
duró todo el puto día. ¿Vienes a casa para Acción de Gracias? 
 —Navidad, —¿está bien?— Entonces iré por un par de semanas. Ya sabes 
lo caras que son los boletos. 
—Bueno, nadie te dijo que vivieras al otro lado del maldito continente, 
Cerebrito. 
—Sí, sí, sí. Oye, tengo una pregunta. Sé que esto es tonto, porque es como 
preguntar si conoces a alguien en Nueva York, pero estoy investigando a un tipo 
que era cirujano de combate en Irak. Su nombre es Dr. Jack Halloran. 
—¿Has oído hablar de él? 
—No. Pero estoy en una lista de correo electrónico con un montón de tíos 
iraquíes, algunos de ellos siguen ahí. ¿Quieres que pregunte? 
—Sí, pero no digas quién quiere saberlo. 
 —Claro. Me veré como un idiota. Gracias. 
 —Vamos. 
 —Está bien, está bien. Me tengo que ir. Oye, te extraño, Tony. —La voz 
de Federico era cálida. 
Tony sintió un nudo en la garganta. —Yo también, perdedor. 
Federico devolvió el teléfono a su madre. —¿Sigues ahí? 
 
 
 
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—¿Listo para la lista?—Sí, Tony suspiró. —Vamos, mamá. Déjame saber 
cómo está todo el mundo. 
 
 
UNA HORA después, Tony volvió a estacionarse en casa de Stanley y entró. 
Tomó unas cuantas copas, y más que algunos consejos grandes, pero consiguió 
que el joven camarero hablara con él. Le mostró una foto que había tomado en 
su teléfono de Brent White. 
 —Conozco al tipo —dijo el camarero—. Estuvo en casa esta noche. 
 —Eso es correcto. —Entonces— ¿este tipo te mencionó a su esposa 
alguna vez, por casualidad? —Tony puso su acento de Sylvester Stallone. Por 
alguna razón, West Coasters se divirtió mucho. Probablemente fue por ver 
demasiados episodios de Los Sopranos. 
El camarero, un latino llamado Ricardo, se deslizó fácilmente en el papel 
de informante. Se apoyó en el bar. —¿Eres policía? 
—¿Yo? Nah. Investigaciones privadas. Ya sabes. 
Ricardo asintió con sagacidad. —¿Tienes una cuenta de gastos para eso? 
—Sí. —¿Te mereces un poco? 
Ricardo miró a su alrededor, pero nadie parecía prestar atención. —Una 
vez habló de su esposa. —Miró a Tony de forma significativa. 
Tony abrió su billetera, sacó unos cien dólares y se los puso en la barra. 
Era el dinero de los White. Si la información fuera buena, no les importaría. 
Ricardo tomó el dinero. Parecía un poco culpable. —Mira, normalmente 
no repetiría lo que la gente me dice por dinero. No creerías la mierda que la 
gente le dice a un camarero, es una locura 
—¿Pero este gringo? Es un imbécil de primer nivel. 
 
 
 
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—Cuéntamelo todo, —Tony estuvo de acuerdo, como si lo supiera todo. 
No lo hizo, pero se alegró de que su primera impresión no estuviera mal. 
Ricardo asintió. —Así que una noche estuvo aquí y estaba bastante 
tranquilo, y se estaba culpando. Me preguntó qué pensaría si mi esposa se 
convirtiera de repente de un cordero a un león en la cama. 
Los pelos en la nuca de Tony se levantaron. Esto estuvo bien. —¿Cuándo 
fue esto? —Ricardo se encogió de hombros. —¿Quizás... hace dos meses? 
—¿Da o quita unas semanas? 
Eso habría sidoen la época de la muerte de Marilyn. —De acuerdo. ¿Y 
dijiste...?—Tony me lo pidió. 
Ricardo se frotó con el pulgar en un lugar de la barra. —Dije que pensé 
que quizás estaba tomando clases en otro lugar. 
—Y dijo. 
—Él dijo que sí, eso es lo que él también pensaba. —Ricardo se lamió los 
labios y miró a Tony. —¿Ella está bien? —¿Su esposa? 
—¿Esto es como un divorcio? 
Tony deseaba que lo fuera. —Ella está muerta, —dijo simplemente. 
Ricardo parecía sorprendido. —Carajo, viejo. ¡Mierda!—Se puso un poco 
verde. 
—Si tenemos suficiente información sobre este tipo para hacer algo, 
¿estarías dispuesto a decirle a un tribunal lo que me acabas de decir? 
Ricardo no dudó. Es la verdad, —¿no? No miento por nadie. 
Particularmente no para ese tipo. 
—Bien. —Tony se levantó para irse. 
—Espera, toma el dinero. —Ricardo lo sacó de su billetera y lo empujó a 
través del bar. —No lo quiero. No por eso. 
 
 
 
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Tony entendió lo que vio en los ojos del chico. Asintió. —Gracias—. Se 
llevó el dinero. —Sabes, incluso si este tipo lo hizo, no tuvo nada que ver con lo 
que dijiste. 
Ricardo asintió bruscamente, pero no parecía que lo creyera. 
Cuando Tony dejó el bar, sólo había una cosa en su mente: Si las —
lecciones—de Marilyn no habían llegado de Halloran, —¿entonces quién?—
¿Quién había convertido a Marilyn White en un león en la cama? 
 
 
 
 
 
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~8~ 
 
 
ony tuvo otra sesión con Jack Halloran el martes por la mañana. 
Estaba un poco nervioso por ello, con la esperanza de que pudiera 
evitar regalar el nuevo hidrante de incendios, siempre listo, que 
se hacía pasar por sus genitales. Su corazón se saltó un latido cuando entró en 
la oficina de Halloran. 
—Buenos días, Tony, —dijo Halloran, reconociéndolo con una sonrisa 
educada. —Sólo déjame terminar algunas notas. —Volvió a escribir en una 
carpeta de su escritorio. 
 —No hay problema. —Tony estaba igualmente contento de tener un 
momento para pasar el rato junto a la puerta y orientarse. Después de que la 
polla de Tony había posado la última vez que estuvo aquí, no se había quedado 
el tiempo suficiente para reevaluar al hombre responsable. Ahora tenía la 
oportunidad. 
Halloran llevaba gafas con caparazón de tortuga. No parecía que los 
necesitara; parecía uno de esos —soy médico y esto me hará parecer más 
inteligente y digno de la verdad, —pero en realidad, lo hacían parecer un 
bibliotecario que necesitaba mucho sexo. Era compacto y sólido con un aire de 
confianza y fuerza. En la luz que entraba por la ventana, su cara afeitada limpia 
era apenas un poco áspera con lo que pudo haber sido un caso leve del acné de 
la niñez o varicela. La firmeza de su boca mientras escribía y el aire general de 
firmeza severa del hombre. Contrastaban con su aspecto rubio casi dulce, de 
T 
 
 
 
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ojos azules. Algo acerca de esa dicotomía hizo que Tony quisiera arrancarle la 
ropa y encontrar la dulzura masticable debajo de la dura concha. 
Parado cerca de la puerta, Tony casi se vino en los pantalones, sólo por 
mirar al tipo. Mierda. Sí. Si necesitaba más confirmación, más allá de las 
fantasías que habían estado en su cabeza toda la semana, acababa de recibirla. 
Halloran fue favorecido por sus pelotas, de acuerdo. 
¿Por qué? —¿Por qué le gustaba esto y no eso? Ni siquiera conocía a 
Halloran, no realmente. Sin embargo, su nombre por sí solo podría poner a Tony 
duro, mientras que otro tipo perfectamente caliente podría chuparle la polla e 
inspirar nada más que el deseo de limpiar la saliva. Tony deseaba tener una 
maldita pista de lo que le pasaba. Pero de nuevo, ese era el punto. 
Tony llevaba pantalones sueltos y una chaqueta de cuero larga para la 
sesión, por si acaso. Aun así, no necesitaba babear cuando hablaba con el 
hombre. Se apartó de Halloran y miró alrededor de la oficina, intentando bajar 
su libido desde tercero Había un grupo de certificados enmarcados en la pared. 
Tony vagó por allí. El grupo incluía el título médico de Halloran de la Universidad 
de Washington, una licencia médica del estado de Washington, un certificado 
de terapeuta sexual, y uno del Departamento Médico del Ejército de los Estados 
Unidos, para el servicio realizado por encima y más allá del alcance del Mayor 
Jack Halloran, MD. 
Mirando esas credenciales, Tony no pudo evitar sentirse un poco 
intimidado. —¿Cómo un tipo como Halloran terminó haciendo terapia sexual en 
Pike Street en Seattle? 
Tony oyó a Halloran cerrar su carpeta y volver a sentarse en su silla. 
 —Lo siento por eso. Ven, siéntate, —dijo Halloran. 
Tony se giró. 
 
 
 
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—Oye —¿estuviste en el ejército?—preguntó Tony, como si no tuviera ni 
idea. Le echó una mano al certificado. 
—Sí. —Halloran sonrió con fuerza. 
—¿Por cuánto tiempo? 
—Ocho años. —Halloran cerró los ojos brevemente como si no quisiera 
hablar de ello. 
Tony fingió no entender el mensaje. —¿No me digas? Mi hermano mayor, 
Federico, estuvo en Irak durante tres años. Algunos de mis otros hermanos 
también querían ir, pero mamá armó tanto alboroto por tener un hijo en peligro 
que lo abandonaron. Y cuando digo “alboroto,” me refiero a cinco alarmas, 
apuñalarte a ti mismo con el cuchillo hasta escapar, haciendo que te sientas 
culpable. 
Halloran se rió entre dientes. —No puedo decir que nunca he estado en 
el lado receptor de eso. 
—¿Qué hay de tus padres? 
—¿No les importaba? 
—Ambos eran médicos, y esperaban que yo tuviera una carrera más 
tradicional. Pero no podían decir mucho. —Halloran vaciló, luego miró a Tony a 
los ojos. —Me alisté justo después del 11 de septiembre. 
Encajo en su lugar para Tony con un chasquido. —Ahí fue cuando Federico 
se alistó, —dijo en voz baja. —Oye, debiste ser joven. 
—Veinticuatro. Acababa de terminar mi título médico. Me buscaron para 
hacer una residencia en Atlanta. Lo hice en el ejército. —Halloran agitó la 
cabeza, como si no fuera importante, pero Tony lo sabía. 
—¿Estuviste en Iraq todo el tiempo? 
—No. Hice seis giras, y en medio enseñé en el Hospital Corps de Texas, 
entre otras cosas. —Los ojos de Halloran tienen una mirada lejana. —Mi última 
 
 
 
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visita fue como cirujano de batallón. Alguien en la cima finalmente escuchó 
nuestras quejas de que tener el hospital retrasado del frente de batalla 
significaba que muchos chicos estaban muriendo en el viaje. Así que instalamos 
una unidad hospitalaria portátil llamada BAS, cerca de la acción. 
 —Incluso teníamos portaaviones blindados para ambulancias. A veces, si 
recibíamos una llamada por algo realmente urgente, como una lesión en la 
columna vertebral o una herida en el pecho, yo iba para recoger a los heridos 
justo en medio de la acción. Así podría empezar a tratarlos de inmediato. 
Tony silbó. —Eso requiere muchas pelotas, Doc, —dijo con voz ronca. 
Deseaba tener las palabras para decir algo más inteligente que eso, algo acerca 
de cómo realmente lo hacía sentir, como si yo supiera que no podría saberlo, 
pero lo sé. Y, Jesucristo y sus doce apóstoles, pero te admiro. 
—Halloran parpadeó, volviendo a la habitación. 
—Lo siento. No suelo hablar de eso. 
—Me gustaría oír más al respecto. 
Pero Halloran agitó su cabeza con determinación. —Oh Dios, no. 
Volvamos a ti, Tony. Ya que mencionaste a tus hermanos, —¿por qué no 
empezamos con eso? 
Tony quería saber más sobre la carrera militar de Halloran. Como lo pensó 
cuando llegó allí, cómo había sido, qué pensaba ahora, cómo y dónde estaba 
herido, y cómo había aterrizado aquí. Pero la expresión de Halloran le dijo que 
no sería bienvenido seguir investigando. Suspiró. 
 —¿Qué puedo decirte? Soy el menor de cinco hermanos. Si crees que eso 
podría haber sido un reto, tienes razón. Era como apurar una fraternidad desde 
el nacimiento. —¿Y en nuestra casa en Brooklyn? Había tantas toallas y 
suspensores tirados por ahí que podríamos haber

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