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Andi Anderson - Serie Hijos de Afrodita 01 - Un Amor Desmesurado

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A mi amado esposo. Siempre serás mi alma gemela y mejor amigo. Gracias por 
creer en mí. Tú eres mi sueño hecho realidad! 
 
Un gran agradecimiento a mi familia de Silver Publishing y a mi editor, Venus y a 
todos los demás que me han ayudado con este libro. Gracias por todo el apoyo y el 
aliento que me han dado. Estoy muy orgullosa de ser parte de esta increíble compañía 
y estar relacionada con todas las maravillosas personas que la dirigen. 
 
Y para todos los que creen en el amor verdadero... ¡esto es para vosotros! 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3 
 
 
Ó 
 
Eros aterrizó delicadamente sobre sus pequeños pies delante de la puerta de su 
madre. La casa de Afrodita era sin lugar a duda sofisticación y glamour. 
 
Al igual que su madre. 
 
Levantó su arco y sus flechas de oro sobre su hombro, alargando la mano, levantó 
la pesada aldaba negra y golpeó con ella dos veces. Después de unos momentos, la 
gran puerta blanca se abrió y fue recibido por Henry, el mayordomo de su madre. El 
anciano lo miró a través de sus lacrimosos ojos azules y una feliz sonrisa se formó en 
su curtido y arrugado rostro. 
 
—Joven Eros, encantado de verle, señor. 
 
Eros luchó contra el resoplido que amenazaba con escapar al ser llamado joven. El 
era siglos más viejo que Henry, pero ya que nunca envejecía, él siempre se consideraba 
un hombre joven para su amigo. 
 
—Gracias, Henry. ¿Está mi madre aquí? —Le preguntó mientras seguía a Henry 
hacia el gran vestíbulo de la enorme y opulenta mansión. 
 
—Por supuesto, joven Eros. ¿Quiere que le muestre la sala de estar? Voy a ir a 
decirle a la señora que ha llegado. 
 
Eros negó con la cabeza. —Está bien, Henry. Voy a quedarme en la sala de estar, 
así que puedes continuar y decirle que voy a estar esperándola allí. 
 
Henry le sonrió justo antes de que se inclinara. —Muy bien, señor, —dijo justo 
antes de que comenzara a caminar lentamente hasta la gran escalera curvada que 
conducía a las habitaciones de su madre. Vio al anciano subirlos firmemente y suspiró 
para sus adentros. 
 
Maldita sea, Henry se está haciendo viejo. 
 
Entró en la sala y miró a su alrededor. Con sus suelos de mármol y opulentos 
muebles, era un lugar digno de un rey... o por lo menos, una diosa. Miró a la elegante 
decoración, al costoso mobiliario y de delicado aspecto y luego se sentó con cuidado en 
la silla de terciopelo rojo. A pesar de su ligero peso, la silla de terciopelo casi parecía 
demasiado frágil para sostenerlo. Puso su ballesta y flechas en el suelo junto a él y se 
preparó para el torbellino que él llamaba su madre. Mientras los minutos se 
prolongaban, se puso nervioso y su pierna empezó a dar pequeños botes de manera 
 
 
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ansiosa. Respiró hondo varias veces para calmarse y miró a su alrededor sobre las 
elegantes pinturas al óleos que decoraban las desnudas paredes blancas. 
 
Todas eran maravillosas, pero también eran muy impersonales. No había fotos o 
recuerdos de alguno de sus miembros de la familia o de él mismo. Siempre le 
sorprendió lo distante que su madre podía ser cuando quería. 
 
—¡Cariño! ¡Estas Ahí! Ha pasado tiempo desde la última vez que visitaste a tu 
madre. Ven aquí y dame un abrazo, Ángel, — la melódica voz de su madre se ajustaba 
a su ser. Ambas eran encantadoramente bellas y difíciles de ignorar. 
 
Él miró a Afrodita y se inclinó cortésmente a sus pies. Ella se deslizó con gracia 
hacia él con una impresionante sonrisa en su hermoso rostro. Su largo cabello rubio 
colgaba hasta su delicado y pálido cuello, mientras que algunos ingeniosos mechones 
caían por su espalda y hombros en largos y exuberantes rizos. El reluciente blanco e 
inmaculado vestido que llevaba acentuaba su pequeña pero perfectamente formado 
cuerpo. Sus ojos azul-verdosos brillaban mientras le miraban y una hermosa sonrisa se 
formó en sus rosados y carnosos labios. A pesar de que sintió que su corazón dejaba 
de latir con su presencia, Eros no supo si era debido a su felicidad o malicia. 
 
Ella podría ser una tonta entrometida, pero él aún la amaba y no podía dejar de 
ser feliz al verla... incluso si lo hizo atemorizaba mandándole al territorio de Hades1. 
 
—Madre, —dijo Eros mientras daba cautelosamente un paso hacia ella. Su madre 
avanzó los últimos pasos hacia él y prácticamente saltó a sus brazos. Ella lo abrazó con 
fuerza entre sus brazos y lo apretó cerca de ella. 
 
Tal vez ella se alegraba de verlo después de todo. 
 
Ella olía a galletas de chocolate y a amanecer. Sus olores favoritos. Pero, de nuevo 
ella lo sabía. Era una buena maestra en la manipulación y la seducción; haciendo 
pequeñas cosas, Afrodita hacía todo lo posible por ganarse el cariño de los que la 
rodeaban. 
 
—Ahh... la culpa es tuya, querido, por estar lejos tanto tiempo. Tu amorosa madre 
ha estado muy preocupada por su hijo favorito. 
 
Eros luchó contra un segundo bufido que deseaba expulsar en ese mismo instante. 
Su madre amaba a todos y era muy querida por todos. Los dos sabían que no tenía un 
hijo o amante favorito, pero él asintió cortésmente y suavemente se apartó de su 
embriagador abrazo. 
 
Dio un paso atrás y le hizo una seña para que se sentara de nuevo en la frágil 
silla. Él se echó hacia atrás suavemente sobre ella y se sentó con gracia a su lado. —
¿Cómo estás, mamá? ¿Cómo está Adonis? —preguntó Eros cortésmente. Su madre era 
famosa por tener muchos amantes. Tantos, que de hecho, él no estaba seguro de quién 
era realmente su padre. 
 
Ella puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. —Nosotros llevamos tiempo 
separados. He oído que está ahora con una mujer mortal. Ares2 ha vuelto conmigo. Él 
 
1 N de T: Dios griego del Inframundo. 
 
 
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entiende mejor mis necesidades, y su apasionada naturaleza siempre me ha dado el 
mayor placer, —dijo mientras sonreía cariñosamente a su hijo. 
 
¿Por qué no me sorprende? 
 
Su madre levantó una ceja arqueándola elegantemente hacia él, como si hubiera 
leído su mente. Él rápidamente desechó esos pensamientos mientras sonreía 
dulcemente a ella. 
 
—Esa mirada inocente no va a funcionar conmigo, querido. Ahora dime qué te ha 
hecho venir a verme después de tantos meses de ausencia, —dijo ella mientras 
apoyándose delicadamente en la incómoda silla con una sonrisa pícara en su impecable 
cara. 
 
Suspiró y apartó la mirada. Él había dejado preparado lo que quería decirle antes 
de venir aquí, pero ahora que estaba en su presencia, le resultó difícil llegar a cualquier 
palabra coherente. Se sentaron unos instantes en silencio antes de que se las arreglara 
para ordenar sus rebeldes pensamientos y hablar. 
 
—Madre, soy muy feliz. Necesito un descanso de mis obligaciones. Estoy cansado 
de tirar a la gente con mis flechas y hacer que algunas de las personas más 
indeseables encuentren el verdadero amor. ¿Por qué tengo que ayudar a esa gente de 
todos modos? ¿No pueden algunas personas enamorarse por su cuenta? 
 
Realmente estaba desencantado con su trabajo. Desde que había fracasado 
haciéndole ese desastroso favor a su madre, Eros nunca había sido el mismo. Después 
de todo, él había sido víctima de su propia flecha envenenada y tuvo que vivir con su 
desconfiada ex mujer, Psique 3 . Irónicamente, nunca se había sentido atraído por 
mujeres antes del accidentado flechazo, y para ser justos, la amaba, pero él sabía en 
su corazón que no estaban destinados a estar juntos, nunca. Además, siempre había 
preferido la compañía de los hombres, pero una vez que había sido tocado por la flecha 
venenosa y puesto bajo su hechizo, le había costado siglos que los efectos del conjuro 
desaparecieran. Ahora, Psique estaba involucrada con un tipo en Cleveland... así ¿qué 
quién sabía realmente qué futuro depararía al resto? 
 
Su madre suspiró. —Por supuesto que hay muchas personas que se enamoran
por 
su cuenta, querido, pero tú sabes que algunas personas necesitan un impulso extra 
para encontrar el amor y la felicidad con su pareja. ¿Vamos a volver a pasar de nuevo 
por esto? Cariño, has sido creado para actuar de esta manera. Nunca he entendido por 
qué te pones tan rebelde sobre tus funciones. 
 
Miró a su madre por unos momentos antes de que echara la cabeza hacia atrás y 
riera. Su risa sonaba frágil incluso a sus propios oídos. 
 
—Dame un descanso, madre. Ya sabes exactamente por qué tengo problemas con 
lo que hago. Tú, mejor que nadie, sabes que las cosas pueden salir mal y ser 
contraproducente de cómo debería ser. 
 
 
2 N de T: Dios griego de la guerra. 
3
 N de T: Divinidad griega, esposa de Eros. (Ver en la Wikipedia su historia.) 
 
 
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Afrodita entrecerró los ojos ante las palabras de Eros. Psique sería siempre un 
tema delicado entre ellos. Su madre pudo haber reparado las rencillas con su ex 
esposa, pero no había duda que no había amor entre ellos. 
 
—No entres en eso, querido. La amargura no te sienta bien, y francamente, estoy 
cansada del pequeño episodio que te traes cada cien años más o menos. Te haría bien 
a dejar eso atrás y seguir adelante con tu vida. —Afrodita respondió en voz baja con 
una mirada mortal en su hermoso rostro. Eros sabía que estaba muy furiosa desde que 
sucedió ese suceso y estaba tratando desesperadamente de controlar su temperamento 
fogoso. 
 
Eros apartó la mirada de su madre y bajó la cabeza tristemente. Después de unos 
minutos, oyó a su madre dar un largo suspiro y se acercó más a él. Ella envolvió su 
brazo alrededor de él y apoyó la cabeza en su hombro. 
 
—Sabes que no puedo negártelo, querido. A pesar de lo que creas, tú eres mi hijo 
favorito. Pero, sabes que no puedes renunciar a tus derechos por mucho tiempo. El 
mundo necesita amor, y tu magia y tú sois esenciales para hacer que los sueños de 
algunas personas se hagan realidad. 
 
Eros parpadeó para alejar las lágrimas que brotaron de sus ojos y asintió. 
 
Ella alargó la mano y agarró ligeramente la parte inferior de su barbilla y levantó 
su cabeza para mirarla. —Dime la verdadera razón de por qué esto es importante para 
ti. 
 
Al mirar en sus perfectas facciones, notó un atisbo de verdadera preocupación 
destellando en sus ojos verde-azulados. Cerró los ojos para escapar de su conocedora 
mirada y respiró hondo. 
 
—Nunca nadie me ha amado realmente por lo que soy. Sólo he experimentado el 
amor falso, y por una vez, me gustaría que un hombre me mirara, me deseara, y me 
amara por ser yo. —Abrió los ojos y miró al rostro sereno de su madre. 
 
—Me estás diciendo que quieres a un hombre que se enamore realmente de ti y 
crees que has sido engañado en tu búsqueda de míster perfecto,—ella suspiró— . Está 
bien, querido, tienes un mes para encontrar tu verdadero amor y de vivir tu vida como 
mejor te parezca. El trece de febrero, volverás aquí, ya sea con tu alma gemela, o 
solo. Quiero ver a ese hombre que probablemente nunca será digno de mi hermoso 
hijo. Si le amas, te voy a dar mi bendición y un regalo para los dos. De cualquier 
manera, regresarás a tus funciones al día siguiente, y ya no te torturas a ti mismo 
sobre ningún suceso pasado o cualquier otro pensamiento ridículo que quieras 
imaginar. 
 
¿Un mes? ¿Se había vuelto loca? ¿Cómo demonios iba a encontrar el verdadero 
amor en un espacio tan corto de tiempo? 
 
Su madre entrecerró los ojos, una vez más, confirmando sus sospechas de que 
ella realmente podía leer su mente. Se aclaró la garganta y asintió. 
 
—¿Tenemos un trato? 
 
 
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—Sí. 
 
—Bien. Ahora, dame tu ballesta y las flechas. Voy a buscar a tu hermano, Deimos4 
para que ocupe tu puesto mientras estas ausente, —dijo. Alargó la mano y le entregó 
sus herramientas a ella. 
 
—¿Deimos? ¿En serio? —Eros pensó que su hermano menor, Anteros5, era más 
adecuado para su trabajo desde que Deimos fuera conocido por atemorizar los 
sentimientos. Deimos estaba muy lejos de la escala de Richter del amor como 
pretendía aparentar. Tal vez debería replanteárselo después de todo. 
 
Afrodita se echó a reír y le dio una palmada en el brazo. —De hecho, querido, 
Deimos es un hombre incomprendido. Probablemente estará encantado de responder a 
sus obligaciones y pensar en otras cosas por un tiempo. 
 
Eros en serio lo dudaba, pero se encontró asintiendo con la cabeza de todos 
modos. 
 
 Mientras miraba a la cara sonriente de su madre, empezó a preguntarse si no 
estaba esperando de alguna manera esto, en primer lugar, y si las cosas iban a ir 
exactamente como ella había planeado desde el principio. No sabía si sentir pena por 
Deimos o por sí mismo. De cualquier manera, todos eran peones en su juego para 
controlarlos. 
 
Como mínimo sería libre y espero encontraría el verdadero amor... incluso si sólo 
tenía un mes para hacerlo. 
 
4 N de T: Divinidad griega, personificaba el terror. 
5
 N de T: Divinidad griega, personificaba el amor no correspondido. 
 
 
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Í 
 
Keith Seeley miró tristemente a su alrededor en la discoteca. Se sentó en un 
rincón oscuro de la barra y vio bailar a sus cuatro amigos sobre la pista de baile. 
Aunque parecía estar pasando un rato agradable, Keith deseaba poder estar ahora en 
otro sitio en lugar de estar sentado frente a una gran mesa en la discoteca. Solo. 
 
Empezó con una desastrosa mañana y según avanzaba el día, continuó 
empeorando. 
 
En primer lugar, se quedó dormido y llegó tarde al trabajo. Luego, su ordenador se 
averió, causando que perdiera una gran cantidad de datos importantes, mientras su 
jefe estuvo todo el día incordiándole y quejándose sobre la incompetencia de Keith al 
resto de sus empleados. Se sintió aliviado cuando llegó las cinco de la tarde y pudo 
volver a casa. Había estado dando las gracias a su buena estrella de que no fuera hora 
de largarse, sino que también era viernes para cuando salió a la calle, encontrarse no 
con una, sino con dos ruedas pinchadas. Por lo menos, Keith tenía un compresor de 
aire portátil en la parte trasera de su coche, por lo que había sido capaz de poner 
suficiente aire en los neumáticos para poder llevarlo al taller de reparaciones y que se 
las repararan. 
 
Para colmo, hoy era su cuadragésimo cumpleaños y aunque trató de olvidarlo, sus 
amigos inesperadamente llegaron a su casa y lo sacaron a la fuerza llevándolo a un 
buen restaurante, y luego lo obligaron a ir al único bar gay en Fort Smith. 
 
Ahora, estaba sentado en el bar rodeado de hombres jóvenes y sensuales. Los 
cuales no tenían ninguna intención de prestar atención o coquetear con un viejo 
pedorro sentado en un oscuro rincón. Sintió que sus gafas se deslizaban un poco por la 
nariz, y las empujó de nuevo sobre su cara antes de tomar un trago de su ya tibia 
cerveza. 
 
No es que él pudiera culparlos. ¿Qué podrían hacer cualquiera de esos guapos y 
jóvenes hombres con un hombre mayor como él? Después de todo, se solía mirar en el 
espejo todos los días y sabía ya no parecía un hombre joven. Tenía unas pocas arrugas 
en las esquinas de sus ojos color avellana que incluso él no podía ignorar. Mantenía su 
cabello castaño oscuro muy corto en la parte posterior y a los lados, dejando la parte 
superior más larga. Uno de sus compañeros de trabajo una vez dijo que tenía el mismo 
peinado que solía tener Hugh Grant hace años, por lo que se preguntaba si ellos 
pensaban que tenía un aspecto 'anticuado', pero prefirió ignorarlo. 
 
 Pero, por mucho que apreciara tener un pelo denso, estaba empezando ver unas 
cuantas canas que le recordaba cada día que ya no era un hombre joven. 
 
Keith suspiró y se inclinó
más profundamente en el respaldo de su silla. Se paró a 
pensar seriamente en llamar a un taxi para que lo llevara a casa cuando lo vio de pie 
 
 
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en la barra, rodeado de muchos hombres admirándole. 
 
Él era el hombre más hermoso que Keith había visto nunca. 
 
No era un hombre alto, eso era seguro. Todos los hombres alrededor de él eran 
varios centímetros más altos que el chico, pero había algo en su delgado cuerpo y la 
forma en que se comportaba que llamaba la atención de las personas hacia él a pesar 
de ser más bajo que ellos. 
 
Tenía el pelo rubio y largo que caía en brillantes y exuberantes rizos sobre sus 
hombros y su espalda. Llevaba una aparente camisa de seda azul hielo que acentuaba 
su cremosa y pálida tez y su pelo rubio. Los ajustados vaqueros se adaptaban a su 
forma ligeramente curvada y su atrayente trasero. Era un culo al que muchos hombres 
les encantarían rendirle homenaje. 
 
Desde la distancia, Keith no sabía si tenía los ojos azules o verdes, pero él sabía 
que eran preciosos por las adorables expresiones que sus posibles pretendientes tenían 
en sus rostros cuando él les parpadeaba con coquetería. Sus labios eran brillantes, y 
Keith tenía la sospecha de que llevaba un poco de brillo para sobresaltar su 
enfurruñada expresión y su deslumbrante sonrisa cuando él obsequió a uno de los 
miembros de su cautivado público una. 
 
Keith sintió un arrebato de celos cuando vio a un hombre muy atractivo poner su 
mano posesivamente sobre el hombro del seductor chico para tocar su cabello, y luego 
juguetonamente tirar de un largo mechón. 
 
¿Qué diablos? ¿Quién demonios se creía que era para tocar a esa hermosa 
criatura sin su permiso? 
 
Evidentemente, el joven pensaba lo mismo mientras miraba de la mano del 
hombre puesta en su hombro hasta la cara del hombre antes de levantar una ceja 
finamente arqueada. Para alegría de Keith, el hombre pareció darse cuenta y apartó la 
mano, haciendo reír a Keith con el movimiento. 
 
Oh, sí, Mr. Atractivo definitivamente podría congelar el infierno de nuevo con esa 
fría y desinteresada expresión. 
 
Muéstraselo, preciosidad. Nadie puede tocarte sin tu permiso. 
 
 Casi como si lo escuchara, el hombre lo miró y sus ojos se abrieron de golpe 
mientras sus miradas se encontraron. 
 
¡Mierda! Él está mirando hacia aquí. 
 
Keith vio una leve sonrisa en los labios del chico mientras se apartaba de la barra 
y comenzaba a caminar en su dirección. 
 
¡OH... DIOS... MIO! ¿Viene hacia aquí? Por supuesto que no, genio. ¿Crees que iba 
a desear estar con un vejestorio como tú? Espera... ¡Viene hacia aquí! Actúa de manera 
fría y cierre la boca ¡por los clavos de Cristo! 
 
 
 
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Keith chasqueó la boca cerrándola y observó al fascinante hombre caminar hacia 
donde estaba. Los hombres que habían estado alrededor suyo se dispersaron, como si 
se entendieran que no estaba interesado en ninguno de ellos por más tiempo. 
 
Las manos de Keith se movieron ligeramente mientras levantaba su vaso medio 
lleno, tomando un trago de su cerveza aún más caliente. Dejó el vaso sobre la mesa 
justo cuando el atractivo hombre rodeó la mesa y se paró enfrente de él. 
 
Keith miró a los sonrientes ojos del atrayente hombre y parpadeó. Sus ojos no 
eran azules o verdes, tenía uno de cada color haciendo sus desiguales ojos aún más 
singularmente hermosos. 
 
—Hola. Me di cuenta de que me mirabas desde el otro lado de la sala, y me 
preguntaba si podrías estar interesado en conocerme mejor. —Inquirió el chico. Tenía 
una suave y melódica voz que era como música para los oídos de Keith. 
 
La mente de Keith se quedó en blanco por un momento antes de responder. 
 
—Claro. 
 
Él se encogió cuando el hombre ladeó un poco la cabeza hacia un lado, como si 
estuviera tratando de comprender la idiotez de Keith. 
 
—Gracias, —dijo el hombre. Un ligero olor a vainilla inundó los sentidos de Keith 
mientras el joven cogía una silla del lado de la mesa y se sentó con gracia. 
 
Huele tan delicioso como parece. 
 
—Gracias... a ti también, —dijo el hombre, y le sonrió amablemente. 
 
Keith sintió moverse el suelo de debajo de él al darse cuenta de que había hablado 
en voz alta. Sintió que su cara ardía de vergüenza mientras mentalmente se lamentaba 
por ser un chismoso idiota y por supuesto, darle al joven una terrible primera 
impresión. 
 
Keith se aclaró la garganta y deseó que la sangre se drenara de su cara. 
 
El joven le siguió sonriendo mientras se acercaba y cogía la cerveza de Keith. 
 
—¿Te importa si tomo un trago de tu cerveza? Tengo la garganta reseca y 
accidentalmente dejé la mía en el bar, —preguntó mientras movía sus largas y oscuras 
pestañas coquetamente hacia Keith. 
 
El hombre tenía unas pestañas por las que la mayoría de muchas mujeres y 
algunos hombres matarían. Le acentuaban perfectamente sus impresionantes ojos. 
 
—Claro, si no te importa que esté un poco caliente. 
 
Keith miró al joven encogerse de hombros antes de coger el vaso y poner sus 
brillantes labios en él y tomar varios tragos seguidos. En un primer momento, Keith 
pensó que el hombre estaba deliberadamente tratando de evitar beber del mismo lugar 
 
 
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que él había estado bebiendo. Pero, mientras el joven colocaba el vaso en sus labios, 
Keith se dio cuenta de que estaba bebiendo intencionalmente por el mismo lugar que 
había estado bebiendo. 
 
 
Por alguna razón, Keith pensaba que era atractivo como el infierno mientras se 
inquietaba en su asiento y trataba de ajustar con indiferencia su endurecido miembro, 
que estaba empezando a presionar incómodamente contra la bragueta de los 
pantalones. 
 
El joven sonrió agradecido a Keith mientras colocaba el vaso enfrente de él. 
 
Con la necesidad de refrescar su libido, Keith cogió el vaso y bebió otro trago. 
 
La cerveza estaba helada. 
 
¿Qué diablos? 
 
Se miró en el espejo como si le hubiera brotado otra cabeza. ¿Estaba perdiendo la 
cabeza? Podría haber jurado que la cerveza estaba caliente, hasta el punto de que 
había sido prácticamente imposible beberla tan sólo unos momentos antes. 
 
—Entonces, ¿qué hace un hombre tan guapo como tú sentado solo en un rincón 
oscuro? 
 
El excitante joven tenía algo que sonaba como si tuviera acento europeo que Keith 
no podía identificar. 
 
Keith miró a sus desiguales ojos y sonrió. 
 
—Bueno... para acortar la historia, hoy es mi cumpleaños y mis amigos me 
llevaron a celebrarlo. 
 
—Feliz cumpleaños. 
 
—Gracias. —El provocador joven deslizó su silla más cerca de él y le sonrió 
coquetamente. 
 
—Tienes nombre, cumpleañero, —bromeó. 
 
—No. Cuando mis padres estaban vivos solían llamarme ‘oye, tú’ cada vez que me 
hablaban. 
 
Los ojos del joven se abrieron con lo pronunciado y luego echó la cabeza hacia 
atrás y se rió. Su risa era ruidosa y bulliciosa, tan diferente de su lírica y dulce voz y de 
su frágil cuerpo. Keith se vio riendo con el hermoso joven y de repente sintió relajado. 
 
—Bueno, oye, tú, es un placer conocerte, soy Eros, —el joven sonrió mientras 
extendía su delicada mano mirándole. Keith le devolvió la sonrisa y puso su mano 
sobre la elegante mano de Eros. Su mano era cálida y suave, pero el hombre le dio un 
fuerte apretón de manos. 
 
 
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¿No tenía Eros ningún defecto? 
 
—Lo mismo digo, Eros. ¡Qué hermoso nombre... ¿Tienes el mismo nombre que el 
mítico Eros, más conocido como Cupido? —preguntó a regañadientes mientras soltaba 
la mano del joven. 
 
Eros lo estudió por un momento antes de responder. Parecía un poco inseguro de 
sí mismo, algo inusual de lo que había visto en el hombre hasta ahora. Parecía estar 
sopesando sus siguientes palabras antes de hablar. 
 
—Sí. Mi madre es bastante excéntrica... 
 
—Tal vez, pero eso no quiere decir que tu nombre no te convenga, —afirmó. 
 
La sombra de una sonrisa cayó sobre sus labios y se encogió de hombros 
ligeramente.
Su incertidumbre le hizo parecer de pronto mucho más joven y más accesible al 
joven que había estado rodeado de pretendientes adorándole sólo unos minutos antes. 
 
Keith repente se sintió culpable por hacer sentir mal al joven. 
 
—Espero no haberte hecho sentir incómodo, Eros. Discúlpame si lo he hecho. Es 
sólo que... creo que tu nombre es hermoso y único, al igual que el hombre al que le 
pertenece, —dijo en voz baja. Él se acercó y levantó suavemente la mano suave de 
Eros, llevándosela a los labios y apretando los labios con delicadeza en la parte 
posterior de la misma. 
 
Las mejillas de Eros se tornaron de un atractivo color rosa mientras le sonreía 
graciosamente. 
 
—Gracias, oye tú. Sé que no lo has hecho de forma intencionada. Mi madre es un 
tema delicado para mí. Mi tocayo puede ser una maldición a veces. Me alegro de que te 
resulte bonito, aunque... aunque no puedo obligarte a ello también espero que sea de 
tu agrado, y no sólo mi atractivo nombre, —dijo Eros, mientras sostenía con fuerza la 
mano de Keith. 
 
En un primer momento, Keith pensó que había oído mal. Seguramente alguien tan 
divertido, inteligente, joven y dolorosamente atractivo como Eros no creería que un 
aburrido contable cuarentón, como él fuera atractivo. Pero, mientras miraba 
esperanzado la expresión del joven, se dio cuenta que el magnífico joven iba en serio 
con cada palabra que le había dicho. 
 
—Keith. 
 
—¿Perdón? 
 
—Mi nombre es Keith, aunque tengo que decir que he sido llamado oye tú, 
muchas veces antes, —afirmó. Eros le recompensó con una deslumbrante sonrisa y 
apretó suavemente su mano. 
 
 
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—Es un placer conocerte, Keith. 
 
Una ligera sonrisa se formó en el rostro de Keith. Por el rabillo del ojo, vio a dos 
de sus amigos, Gary y Mark caminando de la mano hacia la mesa. 
 
Keith sintió una ola de desilusión al ver a sus amigos acercarse a ellos. Odiaba que 
estuvieran a punto de ser interrumpidos, y tenía miedo de que inconscientemente se 
rompiera el vínculo que parecía estar formándose entre ellos. 
 
—Chico, necesitábamos un respiro. Hace demasiado calor en la pista de baile, — 
dijo Mark, mientras se dejaba caer en el otro asiento. Gary se sentó al otro lado de 
Mark y le indicó a un camarero que trajera algunas bebidas. 
 
—Puedo imaginarlo, —respondió secamente Keith, todavía sofocado por su 
presencia. Mark levantó las cejas ante el tono de Keith y miró a Eros y luego otra vez a 
Keith con una sonrisa maligna en su rostro. 
 
—Bueno... bueno... cumpleañero, ¿vas a presentarnos a tu nuevo amigo? 
 
Keith miró los expectantes rostros de sus amigos y asintió. 
 
—Eros, me gustaría que conocieras a Gary y Mark. Ellos son amigos míos desde 
hace mucho tiempo. 
 
—Encantado de conocerte, Eros —dijo Gary y le tendió la mano para saludar al 
joven. Eros ligeramente apretó la mano de Keith antes de liberarse del saludo y luego 
se inclinó sobre la mesa para darle la mano a Gary y hacer lo mismo. 
 
—Igualmente, —respondió él, mientras estrechaba la mano de Mark directamente 
después de Gary. 
 
—Por lo tanto, Keith, sigues deprimido por tus cuarenta o has decidido finalmente 
que no es tan malo después de todo, —Gary bromeó. Mark golpeó a Gary en la parte 
posterior de su cabeza. 
 
—¡Hey! —Exclamó él y le echó a Mark una mirada asesina. 
 
—Se llama tacto, torpe, —dijo Mark, dándole a Keith una mirada de disculpa. 
 
Keith quería hundirse en su silla. Él había planeado decirle al joven su edad, 
pronto, pero que no esperaba que fuera sacudido de forma inesperada por el bocazas 
de su amigo. Miró a Eros, esperando que estuviera aterrorizado, en cambio, parecía 
imperturbable mientras sonreía con dulzura. Viendo que Eros parecía despreocupado 
por su edad, Keith suspiró aliviado. 
 
 El camarero se acercó y preguntó por las bebidas. Mientras Gary y Mark pedían, 
Eros se inclinó hacia Keith y le susurró: —¿Quieres bailar? 
 
Keith asintió con la cabeza acercándose a Eros y agarró su mano. 
 
 
 
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—Más tarde, chicos. Eros y yo nos vamos a bailar, —dijo, mientras Eros se 
levantaba y lo llevaba hacia el agobio de chicos bailando. 
 
Keith sabía que no era el mejor bailarín del mundo, pero desde luego no era el 
peor. Siguió por detrás a Eros, mientras caminaban hacia el centro de la pista de baile 
llena de gente y se detuvo. Eros se dio la vuelta y miró a Keith. Él deslizó sus manos 
desde el pecho de Keith hasta los hombros y alrededor de la parte posterior de su 
cuello. A pesar de que la estridente música sonaba fuerte en los altavoces, a Eros no 
parecía importarle. En cambio, apretó al pequeño y delgado cuerpo contra el suyo. 
 
Keith envolvió con sus brazos alrededor de la espalda de Eros y se inclinó para 
darle un suave beso en la parte superior de su dorada cabeza. Su pelo era suave, 
limpio y olía a vainilla, que era uno de los aromas favoritos de Keith. 
 
Con un metro ochenta y dos centímetros, Keith se alzaba sobre Eros. Eros en toda 
su longitud apenas llegaba a sus hombros. Pero, a pesar de las diferencias en sus 
alturas, Eros se sintió muy bien mientras se acomodaba en los brazos de Keith sin 
suponerle ningún problema. 
 
Le gustaba todo sobre Eros, e incluso su corta estatura era un atractivo para él. 
 
De repente la estridente música cesó y una lenta canción de amor empezó a 
sonar. La gente alrededor de ellos estaban confundidos por el cambio brusco, pero 
muchos de ellos agarraron a la persona con la que estaban bailando unos momentos 
antes, y comenzaron a bailar lento. 
 
A medida que movían perezosamente sus cuerpos con la música, Keith se 
enamoró del hombre en sus brazos. 
 
Mientras Keith escuchaba la romántica letra de la canción de amor sonando sobre 
los altavoces, Eros le miró con sus destellantes y coloridos ojos. Se sintieron como si se 
hubieran perdido el uno en el otro y no hubiera nadie más alrededor. Keith se inclinó 
mientras Eros estaba ligeramente de puntillas y unieron sus bocas en un apasionado y 
cariñoso beso. 
 
Él se apartó un poco y mordió suavemente el carnoso labio inferior de Eros, 
succionándole delicadamente. Eros gimió y abrió la boca, invitando a Keith a que 
deslizara su lengua en su interior. Eros presionó su irresistible cuerpo más cerca 
mientras sus lenguas se deslizaban contra la otra en un beso sin prisas, explorándose. 
Para sorpresa de Keith, su boca sabía un poco a vainilla también. Keith había besado 
antes, pero él nunca lo había hecho con un hombre que oliera tan bien mientras lo 
saboreaba. Aflojó las manos por la espalda del seductor joven, explorando todos los 
pliegues y curvas de su cuerpo. Le gustaba la suavidad de su largo y rubio pelo contra 
sus dedos, luego deslizó su mano por debajo del cabello de Eros hasta su cuello y 
apretó al pequeño joven aún más cerca de él. 
 
Sintió a Eros pasar sus dedos por el pelo, por sus hombros y por su espalda hasta 
el cuello. Mientras seguían besándose, el miembro de Keith se despertó empujando con 
fuerza contra la cremallera de sus pantalones color caqui. 
 
Evidentemente Eros también lo sintió, ya que empezó a frotarse contra él y sintió 
 
 
15 
el roce del miembro del atractivo hombre contra su muslo. 
 
Keith movió sus manos acariciando el pelo y el cuello del seductor joven y el 
cuello, bajando por la espalda y deteniéndose firmemente en sus nalgas. Él se aseguró 
de que tuviera un buen agarre sobre ellas antes de levantarlo del suelo. Eros gimió y 
prácticamente se arrastró hasta él, envolviendo sus piernas alrededor de las caderas de 
Keith. Sus miembros se enfrentaron mientras sus besos se volvían más apasionados. 
Le encantaba la increíble sensación del miembro de Eros frotándose contra él. 
 
Keith sintió como empezaba a humedecerse la parte delantera de su bóxer de 
algodón con el líquido preseminal mientras se apartaba a regañadientes de la boca de 
Eros, y se abrió camino entre la multitud de hombres
que bailaban en la pista hacia 
una oscura pared al final de la sala. Eros siguió besando y lamiendo su cuello, 
provocando que se estremeciera toda su columna vertebral. Él jadeó mientras su 
miembro empezó a dolerle con la necesidad de terminar. Colocando a Eros contra la 
pared, Keith movió activamente y más rápido su duro sexo contra la erección de Eros. 
Las piernas de Eros se aferraron firmemente detrás de él y jadeó y gimió mientras 
rozaban sus cuerpos. 
 
Keith no podía creer lo que le estaba pasando. Siempre había sido cauteloso 
acerca de las demostraciones públicas de afecto. 
 
Realmente nunca había besado a otro hombre en público y mucho menos 
restregar a Eros contra la pared, Keith se sentía temerario y salvaje. No podía dejar de 
sentirse un poco travieso por restregarse contra el apasionado joven y rozar sus 
miembros. 
 
—Joder... me voy a poner en un aprieto si me vengo en mis pantalones si 
seguimos así, —logró articular Keith. Eros gimió y le mordió su oreja, y luego se dirigió 
a sus labios mientras lamía su labio inferior. Eros deslizó su ardiente lengua en su boca 
y los sentidos de Keith fueron una vez más invadidos por el sabor y el olor de Eros. El 
glorioso sentimiento de un activo Eros, su recio cuerpo contra el suyo hicieron que el 
corazón de Keith latiera rápido en su pecho. Keith nunca antes había sentido tal 
conexión instantánea con ninguno de los hombres con los que había salido, y mucho 
menos con alguien que acaba de conocer. 
 
Mientras sus lenguas se deslizaban y exploraban las profundidades de la boca del 
otro, sintió a Eros descender sobre su cuerpo y enredarse con la hebilla de la correa de 
Keith. Él gimió en la boca de Eros al sentir el primer botón de su pantalón color caqui y 
desabrochar lentamente la cremallera. Se quedó sin aliento cuando la cálida y suave 
mano de Eros mano alcanzó su bóxer y tiró de el a través de su apertura. 
 
¡Qué demonios! ¿Realmente estamos haciendo esto? 
 
Eros apartó su boca de la de Keith y lo miró directamente a los ojos. —Lo estamos 
haciendo, —dijo. Su voz sonaba fuerte con el deseo. 
 
Los ojos de Keith se abrieron ante su respuesta, pero antes de que su boca 
pudiera formar cualquier palabra, Eros una vez más había trabado su boca sobre la 
suya. Mientras besaba a Keith sin compasión, Eros comenzó a bombear su mano arriba 
y abajo sobre el miembro de Keith. Cuando él empezó a prestar especial atención 
 
 
16 
alrededor de su glande y a jugar ligeramente con la yema del dedo sobre su uretra, 
Keith sintió que sus testículos se contraían y sabía que su orgasmo iba a ser sólo en 
cuestión de segundos. 
 
—Cariño, voy a venirme... —jadeó con sus bocas a milímetros de distancia. Su 
cuerpo empezó a temblar mientras su esencia brotaba de su pene y sobre la mano de 
Eros. 
 
—Eso es, mi amor, hazlo para mí. 
 
Eros besó a Keith apasionadamente. Con Eros todavía envuelto alrededor de él, él 
se apoyó pesadamente contra el joven. 
 
Keith esperaba que Eros no se sintiera aplastado al ser presionado con tanta 
fuerza contra la pared, pero se vino con tanta fuerza que Keith apenas podía 
mantenerse en pie. 
 
Con suavidad, apartó su boca de la apetitosa boca de Eros y presionó ligeramente 
la frente contra la del otro hombre. 
 
Miró a los chispeantes y coloridos ojos y lo besó suavemente en sus deliciosos 
labios. Keith podía sentir la intensa presión de la erección del joven contra su ingle y 
tomó la determinación de no dejar al magnífico joven a medias. 
 
Keith bajó lentamente a Eros dejándole de pie y se apresuró tapar su miembro 
colocándose sus pantalones. Eros se apoyó pesadamente contra la pared y se frotó con 
la palma de la mano el considerable bulto que asomaba en sus pantalones vaqueros, 
gimiendo mientras observaba a Keith con los ojos llenos de lujuria. 
 
Keith a regañadientes rompió el contacto visual con el sensual joven y miró a su 
alrededor. La música continuaba zumbando y resonando a través de los altavoces. Todo 
el mundo parecía más preocupado con el baile que en lo que Keith y Eros estaban 
haciendo en un rincón oscuro de la pista de baile. 
 
Keith miró por encima de Eros. Sus blancos y bien formados dientes mordían su 
labio inferior y la cara y el cuello estaban rojos de excitación mientras se frotaba la 
entrepierna más rápido, mirándolo como si Keith fuera el hombre más sexy que jamás 
había visto nunca. 
 
Keith no apartó la mirada de Eros mientras lentamente se arrodillaba en el suelo 
para que él pudiera tomar suavemente y retirar la mano del sugerente chico de la parte 
delantera de sus pantalones vaqueros. Guió los dedos de Eros a su boca, mordiendo y 
jugando con ellos antes de que los lamiera con su lengua. Disfrutando con el sabor 
ligeramente salado de su piel, Keith empezó a mover su boca y succionar con fuerza los 
dedos. No podía dejar de gemir mientras miraba a los ojos de Eros que destellaban de 
lujuria y le oyó jadear mientras él metía y sacaba sus dedos de la boca. 
 
Vio como Eros agarraba la otra mano y la llevaba hacia esa brillante y gustosa 
boca. Eros deslizó su cálida y húmeda lengua en sus dedos y empezó a lamer y chupar 
los restos de las secreciones de Keith. Él sintió que su polla tironeaba y se llenaba de 
nuevo con la erótica vista delante de él. 
 
 
17 
 
Eros apartó los dedos de su boca con un fuerte y húmedo chasquido. —Um... eres 
delicioso, —susurró Eros. 
 
Keith se inclinó y acarició su mejilla y su boca sobre el duro miembro. Pasó la 
lengua por toda su extensión a través de la pesada tela algodonada de los pantalones 
vaqueros de Eros. Él no podía seguir mirando a los ojos de Eros mientras se entretenía 
dándole pequeños mordiscos y lamidas a su oculto miembro. Eros puso sus manos 
sobre sus hombros y lentamente se deslizó hasta su pelo y pasó los dedos a través de 
él. 
 
Con la necesidad de probar al joven, Keith desabrochó los vaqueros y vio la 
cabeza del miembro de Eros asomando por la parte superior de su ropa interior roja. A 
pesar de que estaban en una zona oscura, Keith pudo ver que el miembro de Eros no 
estaba circuncidado, pero la cabeza de color rojizo-púrpura parecía hinchada y se 
asomaba fuera del prepucio, y la punta relucía de pre-cum. No podía luchar contra el 
deseo de probar al delicioso joven por más tiempo, se inclinó y limpió la punta con la 
lengua mientras le liberaba del resto de la ropa, tirando suavemente hacia abajo. 
 
El ligero sabor ligeramente dulce y salado del pre-cum de Eros era como un 
intenso afrodisíaco para la libido de Keith. Una vez más sintió que su sexo se 
presionaba contra la parte delantera de sus pantalones mientras deslizaba su lengua 
alrededor del largo y grueso miembro de Eros. Él acarició suavemente sus testículos y 
les di una cariñosa y suave lamida mientras seguía acariciándolo. Se dio cuenta que 
Eros mantenía su rubio vello púbico pulcramente recortado mientras lamía de nuevo su 
sexo y tiraba suavemente del prepucio. 
 
Keith recorrió su lengua por la piel recién expuesta, provocando que Eros gimiera 
en voz alta. Keith le dio una delicada lamida y volvió a mirar hacia la pasional mirada 
de Eros antes de recorrer lentamente su miembro con la boca. 
 
Había pasado bastante tiempo desde que Keith le había hecho a alguien una 
mamada, pero siempre era algo que le gustaba hacer. Ya que Eros era el hombre más 
sexy que Keith había visto y tocado en su vida, quería agradar al joven tanto como 
fuera posible. 
 
Él acarició suavemente los testículos de Eros con una mano y la base de su pene 
con la otra, mientras lentamente abría la boca entrando y saliendo de su sexo. 
 
Keith sacó su boca y pasó la punta de la lengua por la ranura y alrededor de la 
cabeza antes de que cubriera una vez más el sexo de Eros con su boca y comenzara a 
succionar lentamente. 
 
 Keith se obligó a relajarse al sentir la punta del miembro de Eros llegar hasta el 
final de
su garganta. Se movió un poco hacia adelante, y alineó la punta del miembro 
del joven de forma perfecta con la parte posterior de la garganta. Eros siguió jadeando 
y gimiendo en voz alta mientras Keith continuaba mamando a Eros en el fondo de su 
garganta. Keith comenzó a mover rápidamente su boca succionándola, gimiendo y 
presionando su lengua con más fuerza contra la parte inferior de la misma. 
 
Soltó la base del miembro de Eros, deslizando lentamente su mano derecha 
 
 
18 
debajo de la camisa de Eros y a través de su liso estómago hacia el pecho. 
Encontrándose con un recio pezón y apretándolo fuerte con los dedos. 
 
—Oh Zeus... eso se siente como en la gloria... —oyó jadear a Eros por encima de 
él. 
 
Con las palabras de Eros, Keith empezó a succionar más fuerte, decidido a darle 
tanto placer como fuera posible. Sintió que el excitado miembro se ensanchó 
ligeramente antes de que Keith moviera su boca más cerca del glande y el joven le 
llenara la boca con su esencia. Tragó rápidamente y continuó succionando suavemente 
hasta que supo que Eros había tenido su orgasmo. No podía dejar de sentir una 
sensación de orgullo cuando sintió el cuerpo del joven temblar por la intensidad de su 
liberación mientras Eros continuaba pasando sus dedos a través del pelo de Keith. 
 
Keith le dio a la punta del miembro de Eros una más que afectuosa lamida antes 
de retirarse y delicadamente cubrió sus partes íntimas con su ropa interior roja. Keith 
sujetó la parte delantera de los pantalones vaqueros de Eros y se sentó sobre sus pies. 
Keith miraba como el asombroso joven de pie delante de él, ajustó su pene todavía 
erecto muy dentro de sus pantalones para tener una posición más cómoda. 
 
Eros se acercó y ajustó las gafas de Keith y le sonrió. Él trazó su dedo suavemente 
por el contorno de la nariz de Keith hasta su boca, y recorrió el contorno de los labios 
de Keith con un delicado toque. 
 
El corazón de Keith latía fuertemente contra su pecho mientras sus labios 
hormigueaban debido a las suaves caricias y los cariñosos toques que Eros le daba. 
 
Eros le dedicó una sonrisa deslumbrante y luego se agachó y le dio un dulce beso. 
Se puso de pie de nuevo, le tendió la mano y ayudó a Keith a ponerse en pie. Tan 
pronto como Keith se puso de pie, Eros envolvió sus brazos alrededor de él y lo abrazó 
con fuerza. 
 
Mientras estaban en los brazos del otro, Keith empezó a darse cuenta de su 
entorno. Él se sorprendió de que nadie pareciera prestarles atención a ellos o a lo que 
acababan de hacer. Eso le dio la impresión a Keith de que eran las únicas personas en 
su propio mundo y nadie se preocupaba ni se daba cuenta de lo que acaban de hacer. 
 
Eros miró a Keith y ahuecó sus suaves y ardientes manos sobre sus mejillas. —
Vámonos de aquí. Sé de un restaurante nocturno al que podemos ir y conseguir algo de 
comer a medianoche... ¿Te apetece? —le preguntó. 
 
Keith no pudo detener la sonrisa que se formó en su rostro. Este hermoso hombre 
quería pasar más tiempo con él y Keith sintió una oleada de felicidad fluyendo a través 
de su cuerpo. 
 
—Voy a comentárselo a mis amigos. Me trajeron aquí, así que no tengo mi 
coche... ¿Te parece? 
 
—Por supuesto. Te llevaré a casa más tarde, —respondió Eros. Se agachó, cogió la 
mano de Keith y lo guió a través de la pista de baile. Mientras Keith le seguía, de 
repente supo que su cuadragésimo cumpleaños había resultado ser el mejor que jamás 
 
 
19 
había tenido. 
 
 
 
 
 
 
20 
Í 
 
Eros se aferró a la mano de Keith al salir del bar y se dirigió a su coche. Habían 
tardado solo unos minutos en coger la chaqueta, y Keith decirle a sus amigos se iban 
juntos, como una pareja. Ellos parecían sorprendidos de que Keith se fuera con él, pero 
no dijeron nada al respecto. Eros estaba más que feliz de escapar de ellos y del bar, así 
que podría pasar algún tiempo a solas con Keith sin tener que oír la estridente música 
o lidiar con esa multitud. 
 
Eros cogió la llave del bolsillo del pantalón y abrió las puertas del pequeño Mazda 
MX-5 Miata rojo. Eros acababa de comprarlo hace unos días y le encantaba el pequeño 
coche. Se le ajustaba perfectamente. Caminó con Keith hacia el lado del pasajero y 
abrió la puerta. Keith le recompensó con una sonrisa mientras se sentaba sobre el 
asiento de cuero beige. Tan pronto como Keith se sentó cómodamente en el interior del 
deportivo, Eros cerró la puerta, corrió hacia el lado del conductor y se sentó. 
 
Eros puso en marcha el coche y encendió la calefacción. Se dio cuenta que Keith 
envolvía sus brazos alrededor de su cuerpo temblando por el frío clima de enero. Al no 
poder soportar verlo de esa manera, Eros cerró los ojos y se concentró en un espacio 
cálido y agradable. Cuando abrió los ojos, el coche estaba de pronto caldeado. Keith 
dejó de temblar y puso sus manos en su regazo. 
 
—Wow, estos coches realmente tiene un buen sistema de calefacción. Nunca he 
visto caldearse un coche tan rápido como este, —afirmó Keith cuando cogió el cinturón 
de seguridad y se lo puso. 
 
Mierda. —Esa es una de las ventajas de tener un coche pequeño... se calienta 
rápido. 
 
Keith asintió con la cabeza y sonrió con dulzura. 
 
El hombre era realmente adorable. 
 
Eros siempre se había sentido atraído por los hombres altos y delgados. Sabía que 
Keith tenía que medir por lo menos un metro ochenta y tres centímetros respecto a su 
metro cincuenta y ocho de estatura. No había nada más sexy que mirar para arriba a 
una cara bonita y ser sostenido por unos brazos largos y fuertes. El recuerdo de estar 
dentro del sólido y cálido abrazo de Keith era casi suficiente para hacer que sus dedos 
se retorcieran. 
 
—Tengo una idea. En vez de ir a la cafetería, podríamos ir a mi casa. Preparo un 
buen café y algo de comer, —sugirió Keith mientras ponía su mano en el muslo de Eros 
y le daba un ligero apretón. 
 
Eros miró a Keith y le sonrió. —Creo que es una idea fabulosa. 
 
 
 
21 
Keith le devolvió la sonrisa y le indicó a Eros como llegar a su casa. 
 
Se dirigieron a la casa de Keith en un cómodo silencio, y cuando se detuvo a la 
entrada de la casa de Keith, Eros sintió curiosidad por la casa de Keith y la vida que 
vivía. Se puso detrás de lo que parecía un oscuro Chevrolet Impala estacionado en la 
entrada y aparcó el coche. Eros miró a Keith mientras se desabrochaba el cinturón de 
seguridad y se inclinó sobre el salpicadero hacia él. La mano de Keith se deslizó hasta 
la parte posterior de su cuello y acercó la boca de Eros a la suya dándole un ligero y 
apasionado beso. 
 
—Lo siento, pero no me pude resistir besarte por más tiempo. He querido hacer 
esto desde que nos metimos en el coche, —murmuró Keith mientras acariciaba la nuca 
de Eros con un ligero toque. 
 
Eros sintió que su rostro se ruborizaba de placer con las dulces palabras de Keith. 
 
—Por favor, no te disculpes. Tienes mi permiso para darme un beso cuando lo 
desees, —declaró Eros con una tímida sonrisa. 
 
Keith le besó más apasionadamente antes de que lentamente se apartara y 
abriera la puerta. La luz interior del coche se encendió, lo que los hizo entrecerrar los 
ojos ante la repentina luz brillante. Se bajaron del coche y caminaron por el asfaltado 
camino hasta la puerta principal de la casa de Keith. 
 
Keith abrió la puerta y encendió la luz del vestíbulo al mismo tiempo. 
 
—Bienvenido a mi casa, Eros. 
 
Eros sonrió y pasó junto a él al interior de la casa. Atravesó el vestíbulo hacia la 
sala de estar. Keith encendió la luz y pasó por delante de él mientras se quitaba su 
chaqueta. Eros se quitó su chaqueta y la puso en el brazo de un perchero color bronce 
y echó un vistazo alrededor de la habitación. Las paredes estaban pintadas de beige, y 
varias coloridas alfombras cubrían el oscuro suelo de madera de cerezo. Una mesa de 
café color caoba claro estaba situada a un lado de la habitación
y había varias revistas 
masculinas colocadas en la parte superior de la misma. 
 
Haciendo juego con las mesas de caoba se encontraba a los extremos de la 
habitación unas lámparas estilo Tiffany. Frente al sofá había un gran televisor de 
pantalla plana en el centro de un mueble estilo minimalista. 
 
A pesar de que no había cuadros en la pared, la habitación tenía una sensación 
acogedora, cómoda. Caminó por la sala de estar hacia una cocina bien iluminada y 
observó a Keith echar agua en una cafetera negra. 
 
Al igual que la sala de estar, la cocina parecía impecable. Los viejos 
electrodomésticos y las encimeras de color negro oscuro parecían un poco anticuados, 
pero a Keith parecía serles útiles de alguna manera. Keith abrió la puerta del armario 
encima de la cafetera y sacó dos tazas de café de color azul marino y las puso sobre el 
mostrador. 
 
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Eros mientras observaba a Keith caminar hacia la 
 
 
22 
nevera y comenzar a sacar comida fuera. 
 
Eros no era un gran cocinero, pero se defendía. 
 
Keith colocó los alimentos encima de la encimera de la cocina y negó con la 
cabeza. 
 
—Gracias, pero ya lo tengo todo bajo control. Sería bueno si me acompañas. 
 
Eros asintió con la cabeza y se dirigió hacia el otro lado de la cocina y apoyó la 
espalda contra el gran mostrador. Keith se inclinó y le dio un beso furtivo al pasar a su 
lado. Levantó fácilmente a Eros y lo sentó en la encimera cómodamente antes encender 
el horno. 
 
De alguna manera, Eros estaba acostumbrado a ser maltratado. Era una de las 
cosas por las que depreciaba ser más bajo. A menudo la gente tiraba de él como un 
muñeco de trapo, y con frecuencia se irritaba al ser transportado como un niño 
pequeño. Pero, había algo cuando Keith lo sostuvo en sus brazos que le hizo sentirse 
apreciado en lugar de ser insultado por la forma que Keith lo miraba. 
 
Keith sacó un par de ollas y cogió unas galletas congeladas del congelador. Abrió 
la bolsa, colocó unas cuantas en una bandeja de horno grande y las puso en el horno. 
Abrió un paquete de bacon y comenzó a colocar unas lonchas en una sartén. 
 
—¿Dónde aprendiste a cocinar? —preguntó Eros. 
 
Keith se encogió de hombros. —Cuando has vivido solo todo el tiempo como yo, o 
aprendes a cocinar o comes en la calle todo el tiempo. Dado que no soy un gran fan de 
la comida rápida, aprendí a cocinar. 
 
—¿Alguna vez has vivido con alguien? 
 
—No. He tenido unas cuantas relaciones serias, pero por alguna razón u otra 
nunca funcionaron ni duró lo suficiente para que pudiéramos estar juntos. ¿Y tú? 
 
Mientras Eros escuchaba la explicación de Keith, no podía entender por qué 
ninguna de las anteriores parejas de este buen hombre no habían querido tener la 
oportunidad de establecer una convivencia en común con Keith. Era inteligente, 
divertido, fuerte y muy sexy. Eros no pudo evitar sonreír ante su buena suerte con la 
búsqueda de un hombre tan increíble. 
 
—Um... de hecho no. Estuve casado durante mucho tiempo, pero gracias a Zeus 
ya no estamos juntos. Ella se volvió a casar y es mucho más feliz ahora de lo que 
nunca fue conmigo. 
 
Keith dejó de cascar huevos en el recipiente y se le quedó mirando asombrado con 
la boca abierta. Eros lo miró y levantó una ceja inquisitivamente, y Keith cerró la boca 
y se aclaró la garganta. 
 
—¿Dijiste que estuviste casado hace mucho tiempo? Dios mío, Eros ¿qué edad 
tenías? ¿Dieciséis? 
 
 
23 
 
Eros se rió. —Se puede decir que si. 
 
—¿Cuántos años tienes, Eros? 
 
Eros trató de recordar la edad que su madre le había puesto en su documento de 
identidad. ¿Qué decía? ¿Veintitrés? ¿Veinticuatro? 
 
—¿Cuántos años crees que tengo? —preguntó, tratando de ganar más tiempo. 
 
Los ojos de Keith le miraron y se encogió de hombros. —¿Veintidós? 
 
Además de un par de miles de años. 
 
Eros no pudo evitar sonreír mientras asentía. 
 
—Dios, Eros, eres mucho más joven que yo. ¿Qué demonios estás haciendo con 
un viejo como yo? —se quejó Keith. 
 
Oh, esto no debería ser así. 
 
—Ven aquí, cariño, —le incitó Eros. Abrió los brazos y las piernas, haciendo señas 
a Keith para que se acercara. Keith apagó el fuego y se acercó a Eros. Él alargó la 
mano hacia el otro hombre y tiró de él hacia sus brazos, mirándolo a sus preocupados 
ojos. 
 
—En primer lugar, no eres viejo... 
 
—Estoy comparándome contigo. 
 
—Um, no, no lo eres e incluso si lo fueras, no me importaría. Cuando te miro, no 
veo la edad. Veo a un increíble hombre del que me siento muy privilegiado de estar con 
él. 
 
Keith lo observó durante unos instantes, como si estuviera 
realmente tratando de asegurarse de que Eros estaba siendo completamente honesto. 
Keith se inclinó ligeramente y apretó sus labios contra los de Eros en un suave y dulce 
beso. 
 
—Gracias por decir eso. Siento exactamente lo mismo por ti. 
 
Keith se alejó, volvió a la cocina y se puso a cocinar. 
 
—¿Por qué te casaste? —le preguntó Keith mientras empezaba a batir los huevos. 
 
Esto iba a ser complicado. Cuanto más cerca estuviera Eros de decirle la verdad, 
sería mejor. No quería mentir, pero tampoco creía que Keith estuviera preparado para 
saber la verdad sobre su identidad. Eros sabía que había una profunda atracción entre 
ellos, y había señales de que posiblemente pudiera ser su alma gemela, pero Eros sabía 
que ahora no era el momento de decirle a Keith que era un inmortal que dispara a la 
gente con flechas de oro para que puedan enamorarse. Además, estaba también esa 
 
 
24 
terrible imagen que la gente tenía de él. Podría ser pequeñito, pero no era un querubín 
con alas. 
 
 Eso no sería una buena imagen para que asimilara Keith en estos momentos. 
 
 —Bueno, básicamente estuvo de nuestro control. Para hacer la historia más corta, 
hubo un accidente y pasó un gran malentendido, y tuvimos que lidiar con las 
consecuencias durante un tiempo. Pero, se terminó y los dos estamos felices de estar 
lejos el uno del otro. 
 
—Un accidente... ¿ella se quedó embarazada? 
 
—No. 
 
—¿Qué pasó? 
 
¡Joder! —Bueno, nos vimos atrapados en una situación comprometida, por así 
decirlo, y tuvimos a vivir con las consecuencias durante mucho tiempo. 
 
—Ah, así que papá te cogió con los pantalones bajados. 
 
—Algo así. 
 
Keith asintió con la cabeza. —Siento que pasaras por eso, Eros. ¿Quiere esto decir 
que eres bisexual? —Preguntó, mientras empezaba a emplatar la comida. 
 
Eros negó con la cabeza. —Creo que las mujeres son personas hermosas y 
sensuales. Pero, yo no las deseo, ni quiero pasar el resto de mi vida con ellas. 
 
Las cejas de Keith se levantaron y él asintió. 
 
¿Qué diablos significa eso? Oyó la voz de Keith en su cabeza. 
 
—Sé que esto suena confuso para ti, Keith. Vas a tener que confiar en mí cuando 
digo que soy gay y que no tengo ningún deseo de estar con ninguna mujer. 
 
Keith había dejado una cuchara en los platos y lo miró con una expresión de alivio 
en su rostro. 
 
Gracias, Dios. Eros oyó resonar la profunda voz de Keith en su mente. 
 
Eros saltó del mostrador y caminó detrás de Keith, presionó su cuerpo contra la 
espalda de Keith mientras envolvía sus brazos alrededor de su estómago. —No tienes 
nada que temer, cariño —murmuró mientras pasaba delicadamente las manos por el 
pecho de Keith y le daba un suave beso entre sus omóplatos. 
 
Keith se recostó contra él por un momento y Eros le oyó respirar profundamente. 
—Vamos a comer, cariño. 
 
Eros a regañadientes dejó caer los brazos y dio un paso atrás apartándose del 
cuerpo de Keith. Keith se dio la vuelta y le dio una afectuosa sonrisa. Mientras le 
 
 
25 
pasaba el plato lleno de comida escuchó su estómago gruñir en voz alta y se ambos se 
echaron a reír. 
 
—¡Gracias a Zeus que me estás alimentando, Keith! Como puedes escuchar... me 
muero de hambre, —se rió él. 
 
Keith sonrió mientras le entregaba el plato.
Se acercó a la mesa de la cocina y 
empezó a comer. Hablaron sobre el trabajo de Keith como contable para una conocida 
empresa de aire acondicionado. 
 
Le dijo a Eros que había estado en la compañía durante más de quince años y, 
aunque a él le gustaba trabajar con números, últimamente se había desencantado con 
su trabajo. El bromeó diciendo que él esperaba no estar pasando por una crisis de la 
mediana edad, y Eros no podía dejar de poner los ojos en blanco con esa afirmación. El 
hombre sin duda tenía un problema con entrar en la cuarentena, pero para Eros, Keith 
se veía muy atractivo por su forma de ser. 
 
Después de comer, limpiaron juntos la cocina. Eros no podía dejar de coquetear 
descaradamente con el gran hombre. Se frotó contra él mientras caminaba y cada vez 
que tenía la oportunidad le tocaba o le daba un ligero beso en los deseables labios de 
Keith. 
 
Tomaron el café en la sala y se sentaron juntos en el cómodo sofá. Keith puso su 
brazo alrededor de él y, por primera vez que recordara, Eros se sintió seguro y cuidado 
de manera que se acurrucó y no pararon de hablar. 
 
Antes de que se dieran cuenta, había amanecido y el sol de la mañana comenzó a 
inundar de luz la habitación. Para entonces, Keith estaba acostado sobre el sofá 
mientras Eros yacía cómodamente encima de él. Sus piernas estaban enredadas las 
unas alrededor de las otras y Eros tenía su cabeza en el pecho de Keith. Él estaba 
contento de escuchar el fuerte y constante latido del corazón de su amante, y entre su 
barriga llena y los toques suaves de Keith jugando con su largo pelo, Eros empezó a 
quedarse dormido mientras sus ojos se cerraban. 
 
—¿Cariño? —La vibración del apodo de Keith retumbó contra su mejilla y Eros se 
acurrucó más cerca de él. 
 
—¿Qué? 
 
—Gracias por ser el mejor regalo de cumpleaños que he tenido, —susurró Keith 
mientras continuaba tocando a Eros con sus amorosos dedos. 
 
Eros sintió que su corazón latía más rápido y lágrimas de felicidad brotaron de sus 
ojos. Nunca se había visto afectado tanto por las palabras de otro antes. Él parpadeó 
las lágrimas y besó a Keith justo donde su corazón latía en su pecho antes de que 
mirarlo y sonreírle. 
 
Keith llevó las manos a cada lado de su rostro, inclinó la cabeza hacia adelante y 
le besó suavemente sus labios. 
 
Eros se trasladó por el cuerpo de Keith y deslizó sus manos alrededor de la parte 
 
 
26 
posterior de su cuello mientras continuaban con los dulces y cariñosos besos. 
 
Podría enamorarme de ti. Por favor, no rompas mi corazón. 
 
Eros oyó en su mente susurrar a Keith, y sintió una oleada de alegría desplazarse 
fuertemente a través de su cuerpo. No era sólo que Keith se sentía atraído por él, sino 
que Eros sospechaba que Keith estaba empezando a tener fuertes sentimientos por él. 
 
Por primera vez en la larga vida de Eros, sintió esperanza. 
 
Él se apartó de la boca de Keith y miró a su hermoso rostro. Los ojos de Eros se 
encontraron con los almendrados ojos de Keith, mientras rozaba la cara del otro con 
sus amorosos dedos. Era como si los dos hombres estuvieran decididos a memorizar 
cada curva y cada línea en el rostro del otro hombre. 
 
—Quédate conmigo el resto del fin de semana. Quiero saber todo sobre ti. Vamos 
a acurrucarnos en la cama, descansar un poco y pasar los próximos dos días haciendo 
lo que quieras hacer, —instó Keith, mirando a Eros con unos chispeantes ojos. 
 
Eros le sonrió, besándole en los labios y susurró: —Creí que nunca lo 
preguntarías. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
27 
 
 
Í 
 
Keith sintió algo ligero y sedoso cosquilleándole en la nariz. Abrió los ojos y se 
sintió momentáneamente confundido acerca de por qué había dormido esa noche en la 
sofá de la sala de estar en lugar de su cómoda y agradable cama. 
 
Sintió el peso ligero de alguien encima de él, y de repente los recuerdos de la 
noche anterior aparecieron rápidamente en su mente. 
 
Eros. 
 
Keith suspiró con satisfacción y apretó al hombre más cerca de él. La cabeza de 
Eros yacía sobre el pecho y la parte inferior de su cuerpo se apoyaba entre las piernas 
de Keith. El sedoso, rubio y largo pelo de Eros le cubría, haciéndole sentir a Keith como 
si estuvieran seguros envueltos en sus suaves cabellos. 
 
Keith se acercó y levantó una pequeña mata del rizado pelo de Eros, pasando sus 
dedos a través de él. No podía recordar el haberse enamorado nunca del pelo de nadie 
antes de estar con el hombre que yacía en sus brazos. Esperaba que Eros nunca se lo 
cortara, ya que sería una pena no poder lucir un pelo tan maravilloso. Atrajo los suaves 
cabellos hasta su nariz y aspiró su limpio aroma a vainilla, provocando que se formara 
una sonrisa en su rostro. 
 
Keith amaba despertarse de esta manera. 
 
Estaba cómodo, cálido y no podía dejar de esperar que hubiera muchas mañanas 
más despertándose con Eros. 
 
Estar con el joven la noche anterior había sido todo lo que Keith siempre había 
esperado. Todavía no podía creer que este dulce y maravilloso hombre quisiera pasar 
más tiempo con él. Había aprendido de mala manera que los hombres atractivos y 
glamurosos como Eros, nunca daban ni la hora a mediocres y aburridos contables como 
él. No podía dejar de esperar que cuando Eros despertara todavía quisiera estar con él. 
 
Si no fuera así, trataría de sentirse agradecido de que Eros hubiera considerado 
pasar el tiempo con él. 
 
Cuando Keith se sintió a Eros moverse un poco inquieto por encima de él, no pudo 
evitar una sensación de nervios en el estómago. 
 
¿Se despertaría Eros lamentándose de estar aquí, o le daría a Keith una de sus 
encantadoras sonrisas y estaría satisfecho de quedarse donde estaba? 
 
El corazón de Keith latía fuertemente en su pecho mientras Eros resopló un poco y 
luego se volvió a dormir. Él respiró profundamente y acercó al joven más cerca de él. 
 
Keith intentó volver a dormir, pero entre su mente errante y su vejiga llena, sabía 
 
 
28 
que no podía posponer el levantarse. Keith se movió suavemente hacia fuera de debajo 
del dormido Eros, y dejó escapar un suspiro de alivio cuando él no se despertó. Oyó 
crujir sus huesos cuando se estiró e hizo una mueca al oír el fuerte ruido que hizo. 
 
Maldita sea, se estaba haciendo viejo. 
 
Keith se quedó allí unos instantes y miró al hombre que dormía en el sofá. Una 
cálida y afectuosa sensación se apoderó de él mientras agarraba el suave cojín color 
crema de la parte trasera del sofá, entonces lo colocó suavemente sobre Eros. No pudo 
evitar la sonrisa que se formó en su rostro mientras miraba a su nuevo amante. 
 
Keith deseaba poder quedarse allí más tiempo, pero su vejiga ya no aguantaba 
más. Keith apartó de mala gana la mirada hacia Eros y salió de puntillas de la sala de 
estar al cuarto de baño. Encendió la luz y se vio reflejado en el espejo. 
 
No pudo evitar sonreír ante la imagen que veía. 
 
Su cabello castaño oscuro estaba revuelto en todas direcciones y sus ropas 
estaban arrugadas. Sus grandes ojos color avellana le devolvieron la mirada mientras 
se quitaba sus gafas de montura metálica y limpiaba las lentes manchadas en su 
camisa, colocándoselas de nuevo. Se dio cuenta de que su incipiente barba había 
empezado a oscurecer sus mejillas y su rostro tenía un brillo saludable con la misma. 
Por una vez, no se dio cuenta de las finas líneas que se encontraban en las esquinas de 
sus ojos. Parecía relajado. 
 
Satisfecho. 
 
 Podría acostumbrarme a esta sensación. 
 
 Él se hizo cargo de sus necesidades físicas y luego se lavó la cara y las manos. Se 
cepilló los dientes y echó un vistazo a su reloj. 
 
Ocho y media. 
 
Normalmente, se levantaba a esta hora, pero ya que él y Eros habían estado 
despiertos toda la noche, pensó que podían dormir tanto como quisieran. Realmente no 
estaba tan cansado, pero la idea de acurrucarse
con Eros en su cómoda cama de 
matrimonio parecía un lugar idóneo. 
 
Ahora todo lo que tenía que hacer era convencer al Bello Durmiente que se 
quedara un poco más. 
 
Se dirigió a su dormitorio y sacó el edredón y las sábanas. Él ahuecó las 
almohadas y luego tranquilamente volvió de regreso a la sala donde Eros todavía 
dormía plácidamente en el sofá. 
 
Bueno, ¡ahí voy! 
 
—Hola, cariño —le susurró. 
 
Keith puso su temblorosa mano en el hombro de Eros y le dio un suave apretón. 
 
 
29 
 
Eros abrió lentamente los deslumbrantes ojos y levantó la mirada hacia él. 
 
—Vámonos a la cama. Estaremos más cómodos allí, —dijo con ternura, mientras 
acariciaba suavemente entre el hombro y la espalda de Eros. 
 
Eros gimió y cerró los ojos. 
 
Alguien no era madrugador. 
 
—Vamos, cariño, voy a ayudarte. ¿Necesitas ir al baño antes de acostarte?— 
 
Eros miró un poco aturdido, pero asintió y se sentó. Keith agarró la mano de su 
dormido amante, lo sacó del sofá con cuidado para que no cayera al suelo. Lo llevó al 
cuarto de baño. Eros entró y de inmediato se acercó al lavabo. Mientras se lavaba la 
cara con agua, Keith cogió una toalla del armario de la ropa y la puso en el lavabo 
junto a él. 
 
—Tengo un cepillo de dientes extra que puedes utilizar si lo deseas, y un pijama 
que puedes ponerte para dormir, —dijo Keith, mientras miraba al adorable hombre 
secarse la cara en la toalla. 
 
Los ojos de Eros se reflejaron en el espejo por un momento antes de que una 
maliciosa sonrisa apareciera en su hermoso rostro. 
 
—Duermo desnudo, —dijo Eros. 
 
Gracias, Dios. 
 
—Yo también. 
 
Keith se inclinó y besó la parte superior de la cabeza de Eros. —Te voy a dar un 
poco de intimidad. Iré a apagar las luces y nos veremos en el dormitorio, —le dijo, 
guiñando un ojo al reflejo del joven en el espejo. 
 
Eros le dirigió una tímida sonrisa, asintió y le devolvió el guiño. 
 
Keith dio un largo suspiro de alivio y sonrió. Eros se iba a quedar. 
 
Keith dejó de mala gana a Eros, caminaba por la casa con el fin de asegurarse de 
que todas las puertas estuvieran cerradas y las luces de la casa apagadas. Cuando 
terminó, se dirigió a la habitación y se detuvo en seco cuando vio a un Eros desnudo 
acostado boca arriba en medio de la cama. 
 
Su rubio pelo estaba extendido en torno a él, destacando la riqueza de la suave y 
cremosa piel. A pesar de que Eros era un hombre pequeño y delgado, parecía sano y 
fuerte. Sus brazos y piernas no eran demasiado musculosos, pero sí estaban definidos. 
Tenía marcados unos ligeros abdominales y el pecho le pareció fuerte, definiendo su 
atractivo. 
 
Keith miró a los brillantes ojos azul y verde y vio una consecuente sonrisa en la 
 
 
30 
atractiva cara de Eros. 
 
Está tan deseoso de esto como yo. 
 
—Eres hermoso, —susurró Keith. 
 
Keith se acercó al borde de la cama y comenzó a quitarse poco a poco la ropa. 
Eros observaba todos sus movimientos como si estuviera fascinado con él mientras 
Keith lo estaba con la belleza acostado en su cama. Mientras Keith bajaba la cremallera 
de los pantalones color caqui, observó que los ojos de Eros se oscurecían con el deseo, 
sus manos lentamente se deslizaban por su pecho apretando sus apetecibles pezones 
rosados. 
 
Keith gimió al ver los diminutos pezones endurecerse ante sus ojos. Sabía que 
tenía que tocar y saborear aquella deliciosa piel antes de irse a dormir de nuevo. El 
joven era verdaderamente irresistible. 
 
Mientras Eros seguía apretándose el pezón izquierdo, dejó caer su mano derecha 
hacia su estómago hasta su excitado miembro. Eros envolvió su mano alrededor de él y 
comenzó a acariciarse lentamente a sí mismo mientras seguía mirando a Keith con los 
ojos llenos de pasión. 
 
Keith sintió que su sexo se endurecía bajo la vigilante mirada de Eros. Keith se 
quitó las gafas y las puso sobre la mesita de noche. Rápidamente se quitó sus 
pantalones y calzoncillos dejando al descubierto su miembro completamente excitado. 
Mientras Keith se los quitaba, se las arregló para quitarse los calcetines también sin 
perder el equilibrio. Una sensación nerviosa se agitaba en su estómago mientras 
conscientemente se preguntaba qué pensaría Eros de su cuerpo maduro. Keith respiró 
hondo y dejó caer su cuerpo sobre la cama. Se arrastró hacia arriba y se unió junto a 
Eros y deslizó su mano sobre el firme estómago del otro hombre y pasó ligeramente los 
dedos por delante de su pequeño ombligo hasta llegar al atesorado vello rubio justo 
encima de la ingle. 
 
—Tócame, Keith. Necesito sentir tus manos sobre mí, —Eros susurró con voz 
quebrada. 
 
Keith se inclinó y presionó sus labios contra los suaves de Eros y le dio un tierno 
beso. Eros hizo un pequeño ruido antes de abrir la boca y deslizar su lengua en la boca 
de Keith. 
 
Sus lenguas exploraron las profundidades de la boca del otro, Keith movió 
ligeramente su mano hacia abajo sobre la mano de Eros, y suavemente la apartó de su 
miembro. Eros soltó el firme agarre que tenía sobre él, mientras Keith envolvía sus 
dedos alrededor de su excitado sexo y comenzó a acariciarlo con ligeros y juguetones 
movimientos. 
 
Eros envolvió sus brazos alrededor de Keith y sostuvo al hombre fuerte contra él. 
Keith se acomodó más cerca envolviéndose en el atractivo cuerpo de Eros y siguió 
moviendo su ardiente miembro. Su beso se hizo más intenso con el deseo que tenían el 
uno del otro. 
 
 
 
31 
Keith pasó el pulgar sobre la punta del humedecido miembro de Eros y jugó 
suavemente con la yema de su pulgar. Eros gimió en su boca y sus suaves manos le 
acariciaron suavemente por toda su espalda. 
 
Eros apartó su boca de Keith y presionó su sudorosa frente a la de su amado. 
Keith siguió moviendo su mano arriba y abajo sobre el miembro de Eros mientras 
miraba profundamente a los hermosos ojos del joven. Eros jadeaba y Keith podía oler 
el embriagador aroma de su aliento perfumado de vainilla haciéndole sentir una vez 
más la necesidad de reclamar la boca de Eros con la suya. 
 
El miembro de Keith se apretó contra el costado del joven y no pudo evitar 
presionar su sexo contra él. La fricción era excitante, y cuando Eros colocó su mano 
entre sus cuerpos agarrándolo y acariciándolo con firmeza, se sintió mucho mejor. 
 
Keith sintió que sus testículos se contraían y sabía que su orgasmo era inminente. 
Sacó su boca de la de Eros y se concentró en mover su mano sobre el miembro del 
lascivo hombre. Estaba decidido a llevar al límite a la belleza que estaba acostada a su 
lado justo antes de alcanzar la suya. 
 
Eros se quedó sin aliento y su cuerpo temblaba ligeramente mientras su semilla 
salía disparada de su pene sobre la mano de Keith y por encima del estómago y el 
pecho. Sólo la visión y el delicioso olor de la liberación de Eros le llevó a su inminente 
orgasmo y se oyó a si mismo gemir mientras parte de su semen se disparaba por el 
cuerpo de Eros hasta la barbilla. Era un espectáculo erótico, y Keith no pudo evitar 
inclinarse y lamer su salado y caliente esperma de la dulce y puntiaguda barbilla. 
 
Él continuó a chupando y lamiendo suavemente por el cuello y el pecho de Eros 
mientras saboreaba la combinación de sus semillas. 
 
Keith sintió que unas temblorosas manos acariciaban su cabello con suaves 
caricias cuando terminaba de lamer su esencia, entonces presionó unos cuantos suaves 
y dulces besos de nuevo sobre el cuerpo de Eros hasta llegar a sus carnosos labios. 
 
—Eres increíble, —susurró Eros, mientras rozaba ligeramente con los dedos sobre 
los labios de Keith. Su toque era tan débil que casi les hacía cosquillas. 
 
Keith miró la cara enrojecida del joven, sus soñolientos ojos y sonrió. —No, cariño, 
tú —dijo, mientras yacía sobre su espalda y tiraba de Eros hacia él. 
 
Eros acunó su cabeza en el hombro de Keith y se envolvió en los brazos del otro. 
En poco tiempo se oyó la profunda respiración del
dormido joven, Keith sintió una 
oleada de felicidad fluir dentro de él. 
 
Keith no entendía por qué se sentía unido a Eros tan pronto, pero él tomó la 
decisión de adoptar estos nuevos y florecientes sentimientos de devoción hacia Eros 
en vez de luchar contra ellos. 
 
Keith siempre había soñado secretamente con encontrar a esa persona especial en 
su vida, y estaba empezando a creer que finalmente lo había encontrado. 
 
Mientras el constante ritmo del profundo sueño de Eros le incitaba a dormitar 
 
 
32 
tranquilamente, los últimos pensamientos coherentes de Keith fueron de lo afortunado 
que era encontrar el tesoro que tan cómodamente se acurrucaba en sus brazos. 
 
 
 
33 
 
 
 
Í 
 
Eros lentamente se despertó con la sensación de estar envuelto en un capullo de 
calidez y afecto. Eros había soñado que conoció a este hombre maravilloso que era 
gracioso, inteligente y tan dolorosamente atractivo, y se resistió en abrir los ojos y 
despertar por completo de su sueño. Nunca había sentido una conexión tan fuerte con 
nadie. Ni con cualquiera de sus amantes masculinos anteriores, y ciertamente tampoco 
con Psique. Quería que este sentimiento de alegría y felicidad durara para siempre, y 
Eros sabía que iba a lamentar estas increíbles sensaciones en cuanto abriera los ojos y 
se encontrara una vez más frente a la realidad de su solitaria existencia. 
 
Sintió unas tiernas y cálidas manos frotar ligeramente su espalda en una caricia 
suave. 
 
El corazón de Eros latió más rápido. 
 
Oh. Por. Zeus. 
 
Por favor, dime que no fue un sueño. 
 
Abrió vacilante los ojos y levantó lentamente la cabeza para mirar hacia esos 
cálidos ojos color avellana. 
 
—Eh, Bello Durmiente despierta, —dijo Keith, mientras levantaba un mechón de 
pelo de Eros y envolvía suavemente un rebelde rizo alrededor de su dedo. 
 
Keith se veía tan relajado y tranquilo que parecía diez años más joven de lo que 
realmente era, por lo que Eros le dio una sonrisa dulce y cariñosa. 
 
Eros estaba tan feliz y aliviado de que la noche pasada no fuera un producto de su 
hiperactiva imaginación que sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos. 
 
La sonrisa de Keith desapareció y una mirada de preocupación apareció en su 
hermoso rostro. 
 
—Cariño, ¿estás bien? —preguntó. 
 
Eros parpadeó para alejar las lágrimas que amenazaban con caer y le dedicó una 
vacilante sonrisa. —Sí. Estoy feliz de que seas real y no producto de una ilusión por mi 
parte. 
 
Keith siguió jugando con el pelo y la alegre sonrisa reapareció en su rostro. 
 
—Créeme, precioso, no ha sido un sueño. Me siento exaltado esta mañana. 
Conocerte ha sido el mejor regalo de cumpleaños que he recibido. 
 
 
 
34 
Eros de repente se sintió humillado por las palabras de Keith y más feliz de lo que 
podía recordar haberse sentido en mucho tiempo. 
 
Si lo hubiera estado. 
 
—Gracias, —dijo, mientras se inclinaba ligeramente hacia arriba y le daba un 
suave beso en los cálidos labios de Keith. 
 
—Pensé que podríamos estar en casa todo el día. Podríamos traer algunas cosas 
de tu casa, o te podría dejar unos pantalones de pijama y una camiseta si quieres. —La 
voz de Keith tenía una nota de incertidumbre y una tímida sonrisa se formó en su 
rostro. 
 
—Esa es una idea fabulosa, —sonrió Eros. 
 
La cara de Keith inmediatamente brilló con sus palabras. —¿En serio? Podríamos 
pedir una película o dos por pay-per-view 6 y estar holgazaneando delante de la 
televisión. 
 
Eros no estaba seguro de lo que significaba “holgazanear”, pero tenía la sensación 
de que le gustaría, siempre y cuando estuviera con Keith todo el día. 
 
—Eso suena perfecto. 
 
Keith se inclinó y le dio un rápido beso en los labios. Él se apartó y 
juguetonamente golpeó a Eros en el culo. —Vamos, cariño, vamos a ducharnos y pedir 
unas pizzas. 
 
El trasero de Eros hormigueó con el fogoso golpe y él se rió del alegre estado de 
ánimo de Keith. Él se sintió joven y despreocupado, algo que no había sentido en 
mucho tiempo. Rápidamente se deslizó fuera de Keith y salió fuera de la cama. Los ojos 
de Keith recorrieron ávidamente sobre su cuerpo haciendo que Eros de repente se 
sintiera sexy y un poco travieso. Dándole la espalda a Keith, le guiñó coquetamente un 
ojo por encima de su hombro y sacudió su trasero. 
 
—¡Maldición, cariño! Tal vez tengamos que permanecer en la cama si sigues 
moviéndome ese tentador trasero de esa manera, —gruñó Keith con buen humor 
mientras salía de la cama y se dirigía 
hacia él. Eros chilló de alegría cuando Keith lo llevó en brazos al cuarto de baño. 
 
—Mi héroe, —suspiró y se aferró con fuerza al cuello de Keith. 
 
Keith sonrió y movió sus cejas hacia él y dándole un rápido beso en la nariz. 
 
Él le puso suavemente de pie y tiró a un lado la oscura cortina de ducha verde 
para abrir el agua, dando a Eros la oportunidad de admirar el cuerpo de Keith. Mientras 
miraba por encima de la delgada y atlética silueta de Keith, Eros no podía dejar de 
estar agradecido de haber conocido un hombre tan dulce y sexy. 
 
 
6
 N de T: Pago por visión. 
 
 
35 
Keith se dio la vuelta y agarró la mano de Eros, entonces lo introdujo en la ducha 
con él. El agua caliente se sentía bien contra su piel, pero no era comparable con lo 
maravilloso que era para Keith lavar suavemente el cabello y el cuerpo con sus 
amorosas y suaves manos. 
 
Eros ansiosamente enjabonó sus manos y se permitió adorar las sedosas y 
fuertes curvas de la piel de Keith. Le encantaba la sensación resbaladiza y húmeda de 
ella en sus manos y no pudo evitar sentirse excitado por la manera tan íntima en que 
se tocaban entre sí. 
 
Cuando Eros oyó gruñir fuerte el estómago de Keith y hacer eco en la ducha, 
interrumpiendo el erótico momento, no pudo dejar de reír. 
 
La cara de Keith se puso de un rojo brillante y se rió entre dientes, 
—Um, creo que tenemos que comer pronto, —bromeó. 
 
Eros se rió entre dientes y le dio un rápido abrazo. —Vamos a alimentar un apetito 
antes de satisfacer otro. 
 
 Rápidamente terminó su ducha y se secaron el uno al otro. Keith le dio unos 
pantalones azul marino de franela y una vieja camiseta gris para vestirse. Ambas 
prendas de vestir le venían muy grandes, pero no importaba. Se sentían tan suaves y 
cómodas contra su cuerpo y el hecho de que Keith las hubiera llevado le hizo sentir aún 
más íntimo y acogedor con él. 
 
Mientras Keith pidió una pizza, Eros se sentó cómodamente en el sofá. Después de 
la llamada, Keith se sentó junto a él y pagó por las películas que iban a ver por pay-
per-view. Y como Eros no estaba seguro de qué elegir, optaron por un par de pelis que 
Keith quería ver. Al momento, la pizza llegó y se lo comieron mientras veían una de las 
películas. A Eros le gustaba toda la acción que había en ella y rápidamente se vio 
profundamente implicado en la trama de suspense de la película. 
 
Durante el resto del día, se acurrucaron en el sofá mientras veían una película de 
vez en cuando y hablaban. Cada vez que Keith le preguntaba sobre su pasado, Eros 
lograba despistarle hablándole de sí mismo, o de otra cosa. 
 
Entre sus profundas conversaciones y la cariñosa forma en que se besaban y se 
abrazaban entre sí, Eros supo al final de la noche que Keith era su alma gemela. 
 
 
 
 
 
36 
 
 
 
Í 
 
Eros se quitó los zapatos y tiró las llaves sobre la mesa de café. Se dejó caer 
perezosamente en el sofá rojo y suspiró con satisfacción mientras estiraba sus brazos 
sobre su cabeza. No entendía por qué estaba tan cansado cuando lo único que hizo fue 
holgazanear y amar a Keith durante el largo fin de semana. 
 
Sonrió al pensar en todas las veces que él y Keith habían jugado y se habían 
tocado el uno al otro en los últimos días. Tuvo un fin de semana increíble con Keith, y 
estaba condenadamente triste de ver que llegaba a su fin.

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