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2 - Esteban y Soto - Clínica de las psicosis en la obra de Emil Kraepelin

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Clínica de las psicosis en la obra de Emil Kraepelin 
 
Actualidad de la paranoia, demencia precoz y parafrenias1 
 
Florencia Esteban y Soledad Soto 
Introducción 
 
Una pregunta nos orienta: ¿por qué volver a los clásicos de la psiquiatría? ¿Por qué leer a 
Kraepelin? 
 
Se trata de volver hacia los orígenes, a una obra que en el último siglo marcó de modo 
indeleble la conceptualización de las enfermedades mentales, con el fin de encontrar la inspiración 
de reflexiones nuevas y a la altura de nuestra época. 
Retomamos los desarrollos de la clínica psiquiátrica clásica porque allí se aislaron tipos de 
padecimientos mentales que encontramos en la práctica clínica de hoy. La potencia de los 
psiquiatras clásicos radica en la actualidad y vigencia de las entidades clínicas que recortaron, y las 
formas de padecimientos mentales que describieron con tanta fineza y precisión y que son una 
orientación ineludible a la hora de establecer un diagnóstico diferencial. 
Para una justa apreciación de la obra de Kraepelin se requiere establecer el contexto 
histórico del surgimiento de la misma. Por eso nos interesa retomar las controversias que existían 
entre las dos grandes escuelas que constituyeron la clínica psiquiátrica clásica -la escuela alemana y 
la francesa-, los problemas con los que se encontraron, y los conocimientos que acumularon y que 
fueron dando lugar al despliegue de las entidades clínicas que abordaremos en este trabajo. 
No se trata de hacer historia de la psiquiatría como un ejercicio nostálgico ni con un mero 
afán de erudición, acumulando nombres, datos o conceptos fosilizados. Lacan (1975/2007) decía 
que la historia no es el pasado. La historia es el pasado leído o reversionado desde el presente. Es en 
este diálogo entre el hoy y el ayer que se construye una historia viva sobre la psiquiatría, que nos 
orienta e interpela en nuestra clínica. El hacer historia para el presente constituye una necesidad de 
nuestra época. 
Freud y Lacan han citado numerosos conceptos psiquiátricos de la escuela alemana y la 
francesa, dejando de manifiesto la prestancia de la psiquiatría en la clínica de la psicosis, y la 
necesidad de establecer un debate continuo con los psiquiatras de la época para el avance 
conceptual en el campo de la psicopatología. 
 
1 Material para la lectura de docentes y estudiantes de la Cátedra I de Psicopatología, UBA. 
 
2 
 
Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Bercherie afirma que, al no querer conocer la psiquiatría clásica ni hacer sobre ella un 
análisis histórico o epistemológico, “se corre el riesgo de retomar, sin querer o sin darse cuenta, los 
mismos impases que determinaron su relativa declinación” (Bercherie, 1980/2006, pp 7-8). 
Especialmente si tenemos en cuenta que la psiquiatría moderna y sus manuales -más preocupados 
por un “eclecticismo a la moda” (Bercherie, 1980/2006, p. 8)- no transmiten el detalle de la mirada 
de los psiquiatras clásicos. 
En su trabajo acerca de la historia de la clínica psiquiátrica, Lantéri-Laura ubica tres 
paradigmas: el paradigma de la alienación mental, el de las enfermedades mentales y el de las 
grandes estructuras psicopatológicas. Para poner en contexto el surgimiento de la obra de Kraepelin, 
haremos hincapié en los dos primeros paradigmas que, a su vez, se corresponden con lo que 
Bercherie denominó clínica sincrónica y clínica diacrónica, respectivamente. 
 
Paradigma de la alienación mental 
El paradigma de la alienación mental corresponde a un momento fundante en el que se 
produce un pasaje de la noción social de “locura” al concepto médico de “alienación mental”. De 
este modo, la locura se inscribe en el terreno de la medicina, pasando a considerarse una 
enfermedad que requiere de una asistencia médica. 
Se distingue, entonces, por primera vez, entre lo que cultural y socialmente se entiende por 
locura, y aquello que la medicina nombra como alienación mental a partir del examen riguroso y 
metódico de los enfermos. 
Es importante destacar que esta medicalización de la locura está antecedida por una 
representación social de la misma. Es decir, que en cada cultura y en cada sociedad existe cierto 
sentido cristalizado acerca de qué es estar “loco”, incluso en períodos previos al surgimiento de la 
psiquiatría. Con lo cual podemos afirmar que la noción de locura y enfermedad mental dice más 
acerca de la época y del momento socio-cultural en la que ha sido construida que acerca de su 
naturaleza. 
Según Lantéri-Laura (2000), este primer paradigma comienza con la asunción de Pinel 
como director del asilo de Bicêtre, en 1793. Se lo considera a este médico como aquel que, guiado 
por las ideas de la revolución francesa, libera a los locos de las cadenas, ya que los transforma en 
enfermos que requieren de un dispositivo médico, diferenciándolos así de indigentes y delincuentes, 
entre otros, que indistintamente eran acogidos por el dispositivo judicial o policial. 
Tal como menciona Bercherie (1980/2006), Pinel crea una tradición en el plano del método: 
“la de la Clínica, como camino consciente y sistemático” (p. 15). Comparte con los Ideólogos 
franceses del siglo XVIII los principios metodológicos que estarían en la base de un trabajo 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
científico. Considera que la base de todo conocimiento verdaderamente científico es la observación 
empírica de los fenómenos de la realidad, dejando de lado la subjetividad del observador. Sin 
embargo, no se trata de una mera observación intuitiva, sino que a dicha observación se le agrega 
un análisis sistemático; es decir: su clasificación en función de analogías y diferencias, y su 
traducción a un lenguaje preciso o “estructura enunciable” (Bercherie, 1980/2006, p. 16). Esto 
último implica que la clínica se construye a partir de un lenguaje “que evite los deslizamientos de 
sentido de la lengua vulgar” para evocar los fenómenos que se observan. De este modo, “la clínica 
debe devenir progresivamente una lectura”, “un texto escrito” en una lengua específica (Bercherie, 
1980/2006, p. 16). 
Paralelamente a la confianza en la observación, Pinel manifiesta una desconfianza hacia las 
teorías explicativas. Se trata de observar para describir lo real prescindiendo de cualquier 
elucubración teórica. De este modo, se constituye un saber preciso, pragmáticamente eficaz pero 
siempre limitado al campo de los fenómenos observables. 
 Este período de la clínica psiquiátrica se estructura alrededor de una mirada sincrónica; es 
decir: de una mirada que, al momento de la evaluación, pone el acento en el “aquí y ahora” de la 
enfermedad mental, sin tener en consideración los antecedentes ni la evolución. 
Se concibe a la locura como un género homogéneo y sus formas de manifestación no 
constituyen más que variedades de una misma enfermedad. Las cuatro variedades de presentación 
son la manía, la melancolía, la demencia y el idiotismo; para todas ellas se propone el tratamiento 
moral. 
Pinel concibe a la alienación mental como “una perturbación de las funciones intelectuales, 
es decir de las funciones superiores del sistema nervioso (…) sin inflamación, ni lesión de 
estructura ni fiebre” (Bercherie, 1980/2006, p. 17). 
 Ante la imposibilidad de detectar, en la mayoría de los casos, una lesión orgánica, Pinel 
manifiesta una total desconfianza hacia la anatomía patológica. Si hay lesión, la misma es 
contingente, no constituye un elemento causal. 
Esta posición lo ubicará en las antípodas del gran movimiento anatomopatológico 
inaugurado por Bichat y lo distanciará de los avances que había realizado la medicina del siglo 
XIX. Finalmente, esto conducirá al desdibujamiento del paradigma del cual fuere su más fiel 
exponente. 
Sin embargo, la caída de la clínica sincrónica, o del paradigma de la alienación mental, no 
debe privarnos de advertirel camino que abre Pinel: él inaugura la “exploración sistemática de un 
campo y el ordenamiento de los fenómenos que lo constituyen. Este camino ha sido el fundamento 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
sobre el cual se constituyó después el saber realmente positivo de la psiquiatría” (Bercherie, 
1980/2006, p. 16). 
 
Paradigma de las enfermedades mentales 
Durante el siglo XIX, la medicina elabora una semiología y una anatomía patológica que 
proporcionan una clínica objetiva y estandarizada. A partir de este avance es posible distinguir las 
enfermedades entre sí y afirmar un diagnóstico positivo y un diagnóstico diferencial como los dos 
pasos esenciales a toda práctica médica empírica y razonable (Lantéri-Laura, 2000). 
Se comienzan a realizar investigaciones que, a partir de la observación de un sujeto vivo y la 
comparación con su autopsia luego de su muerte, permitirán definir una enfermedad por la lesión de 
un órgano aislado. Es decir: las causas de la enfermedad conducen a lo anatomopatológico, ya sea a 
la localización de un órgano en su totalidad o de uno de sus elementos constitutivos. Por lo tanto, el 
síntoma es concebido como un índice semiológico que remite a una lesión que se espera encontrar 
en la anatomía. 
La semiología psiquiátrica -rama de la medicina que describe y define los signos de las 
enfermedades- se despliega con fuerza en este período, creando “el tesoro semiótico” del que 
hacemos uso todavía. A partir de las confidencias que el paciente comunica sobre su estado, y 
llevando a cabo un inventario correcto de las posibles alteraciones de la experiencia vivida por el 
sujeto es que se logra “localizar en el paciente la presencia o ausencia de elementos pertenecientes a 
ese thesaurus semioticus” (Lantéri-Laura, 2000, p. 173). 
“Hay, ante todo, más de una forma de estar enfermo” (Lantéri-Laura, 2000, p. 141). Es decir 
que ya no se trata de la alienación a secas, sino de tipos de enfermedades mentales, con signos 
característicos y una forma de evolución particular que reenvía a una clasificación diagnóstica, 
descartando otras afecciones más o menos semejantes a la considerada. 
En este período también se produce un pasaje de la mirada sincrónica sobre la enfermedad 
mental hacia una mirada diacrónica. La metáfora de la mirada fotográfica, que recorta el aquí y 
ahora del momento de la observación del paciente, hace un pasaje a la mirada filmográfica, que 
tiene en consideración la sucesión temporal; es decir: el inicio, la evolución y la fase terminal de los 
procesos mórbidos. 
En esta transición a una clínica diacrónica es clave el descubrimiento realizado en 1822 por 
el psiquiatra francés Antoine Bayle. Interesado en encontrar el substrato anatomopatológico de la 
alienación mental, encuentra que una meningitis crónica provoca una enfermedad mental 
acompañada de una parálisis motora que evoluciona en tres fases: a) delirio monomaníaco con un 
estado de exaltación, b) delirio maníaco general con agitación, logorrea, a veces con furor y c) 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
demencia con incoherencia y amnesia. La alienación mental en este caso es síntoma de una 
inflamación de las aracnoides. Esta última es la base lesional que se comprueba mediante la 
anatomía patológica. 
La importancia de su descubrimiento radica en los siguientes puntos: por un lado, la 
posibilidad de realizar un diagnóstico clínico no solo a partir de la consideración de síntomas 
fundamentales sino también de síntomas accesorios, del ciclo evolutivo y de la localización de la 
lesión anatomopatológica subyacente; por otro lado, el cuestionamiento que hace de la unicidad de 
la alienación mental, ya que entre las fases secuenciales de la parálisis general progresiva se 
encuentran tres de las cuatros variedades de la alienación mental descriptas por Pinel. 
Si bien Bayle pertenece al paradigma de la alienación mental, su aporte sienta las bases del 
paradigma siguiente, aquel en el que se pluralizan las enfermedades mentales y su estudio se realiza 
desde una mirada diacrónica. Será Falret quien extraerá las consecuencias de su descubrimiento, 
inaugurando una clínica completamente diferente. 
De este modo, la incorporación de la anatomía patológica en la psiquiatría abre un camino 
que permite delimitar, describir y establecer las características específicas de distintas enfermedades 
mentales. Este trabajo será realizado principalmente por la escuela francesa y la alemana2, y dará 
lugar a la construcción de las primeras nosografías con un criterio diacrónico. 
Stagnaro (1996) afirma lo siguiente: 
Kraepelin pretende aislar enfermedades y -careciendo de bases etiológicas y patogénicas 
precisas, que le permitan una plena aplicación del método anatomoclínico impuesto en Medicina 
por la escuela francesa, pero suponiendo lesiones anatómicas “seguramente existentes”- considera 
que para definir cada “especie natural”, cada “enfermedad”, deberá basarse en el estudio de su 
evolución concluyendo así, que a cada evolución idéntica corresponderá a una causa idéntica (pp xi-
xii). 
 
Emil Kraepelin 
El surgimiento de su obra se da en el momento en que las concepciones del paradigma de las 
enfermedades mentales van sustituyendo al paradigma de la alienación mental. 
Kraepelin nació en Alemania el 15 de febrero de 1856. Realizó sus estudios de medicina en 
Würzburg, y su formación en psiquiatría tuvo lugar en la mencionada tradición organicista y 
neuropatológica de la segunda mitad del siglo XIX. En 1876 asistió en Leipzig a un curso sobre 
 
2 Mientras que la escuela francesa -de la mano de Lasègue, Magnan, Seriéux y Capgras, Ballet, entre otros- se dedicó al 
estudio de los delirios crónicos, la escuela alemana -a través de algunos de sus representantes como Kahlbaum, Hecker, 
Kraepelin- se centró en individualizar ciertas afecciones mentales, y en sistematizarlas en una nosología clínica. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
psicología experimental dictado por Wilhelm Wundt, quien influyó de forma decidida en su 
vocación psiquiátrica. En 1878 presentó su tesis sobre “El lugar de la Psicología en la Psiquiatría” 
ante un tribunal presidido por Bernhard Von Gudden, de quien fue asistente en el asilo psiquiátrico 
de Múnich. Allí se hospitalizaban más de 1000 pacientes por año; todos ellos eran objeto de una 
minuciosa observación que tenía en consideración la presentación inicial como así también su 
evolución. Kraepelin era quien realizaba resúmenes precisos de cada caso. Su trabajo se inscribe en 
la tradición fundada por Bayle, Falret y Kalhbaum, basado en una semiología médica, sin buscar el 
sentido de la enfermedad. Stagnaro (1996) plantea que para Kraepelin “la ignorancia de la lengua 
del enfermo … es en medicina mental una excelente condición de observación” (p. xi). 
También trabajó como voluntario en el Departamento de Enfermedades Nerviosas del 
policlínico de la Universidad de Leipzig, con Wilhelm Erb, y en el laboratorio de Wundt. Estudió 
neuropatología en Leipzig con Paul Flechsig3, de quien fue ayudante en 1882. En 1885 fue 
nombrado jefe del Servicio de Enfermedades Mentales del Hospital general de Dresden. Entre 1886 
y 1890 se desempeñó como profesor de Psiquiatría de la Universidad de Dorpat (Estonia). A partir 
de 1903 y hasta 1922, Kraepelin se encargó de la cátedra de Psiquiatría de la Universidad de 
Múnich. También asumió la dirección de la nueva clínica universitaria, la Königlische 
Psychiatrische Klinik que, bajo su égida, adquirió fama internacional y que, en 1928, gracias a sus 
auspicios, se transformó en el Instituto Alemán de Investigaciones Psiquiátricas. Falleció el 7 de 
octubre de 1926. 
Constituye uno de los principales exponentes del paradigma de las enfermedades mentales y 
pertenece a la escuela alemana. 
Su obra capital es el Tratadode Psiquiatría publicado en ocho ediciones entre 1883 y 1913, 
en el cual se constatan los esfuerzos que consagró a lo largo de 30 años por construir un sólido 
edificio nosográfico. 
Bercherie (1980/2006) señala que la psicología ocupa un lugar en la obra de Kraepelin. Su 
maestro Wundt postulaba que la experiencia podía pensarse como un entramado en el que distintos 
elementos se combinaban a lo largo del tiempo, y que la voluntad otorgaba el enlace de los sucesos 
de consciencia, proporcionándoles su unidad en el devenir temporal. La voluntad como función de 
síntesis es el eje de la psicología de Wundt. Kraepelin se servirá principalmente de este eje -y 
también tendrá en cuenta la afectividad, el juicio, la percepción, la memoria, la orientación en 
tiempo y espacio- de la psicología normal para entender las enfermedades mentales. 
 
3 Célebre psiquiatra que atendió a Paul Schreber. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
En las primeras ediciones nos presenta una clasificación sindromática, y por lo tanto más 
cercana a la clínica sincrónica, y, a su vez, a la clínica diacrónica, en la medida en que establece 
distinciones entre estados agudos, crónicos y degenerativos. 
Más adelante, a partir de su cuarta edición (1893), retoma los tres parámetros que Krafft-
Ebbing estableció como criterio nosológico: la anatomía patológica, la etiología y la clínica4. 
Inspirándose en Kahlbaum y Falret, Kraepelin realiza una modificación esencial en el plano de la 
concepción de la clínica, la cual pasa a ser concebida como entidad clínica-evolutiva, eliminando 
definitivamente de su obra las elaboraciones de los primeros alienistas. 
La sexta edición (1899) constituye un corte en su Tratado; sus concepciones alcanzan una 
gran difusión y logran imponerse en la psiquiatría de su época. Agrupa trece clases nosográficas de 
enfermedades teniendo en cuenta los siguientes criterios: etiológico, clínico-evolutivo y 
psicopatológico-descriptivo. 
Respecto del criterio etiológico, si bien la causa siempre es considerada orgánica, Kraepelin 
distingue las enfermedades mentales de acuerdo a la incidencia de factores exógenos (resultado de 
alteraciones tóxicas, infecciones o traumatismos) o de factores endógenos (producto de una 
condición intrínseca del sistema nervioso). La noción de endogenicidad es el criterio ordenador de 
la nosografía, que sin embargo oculta un desconocimiento de las causas precisas reales de la 
afección mental. Fiel al espíritu positivista, dejó para el futuro investigar en qué consistía el origen 
de las enfermedades mentales. La falta de datos etiopatogénicos certeros en gran parte de los casos 
hizo que el autor apele a la perspectiva clínico-evolutiva, bajo la premisa de que marchas clínicas 
similares permitían inferir causas análogas. 
El criterio clínico-evolutivo considera los índices semiológicos característicos de las 
enfermedades mentales, su distribución secuencial en el tiempo y la forma de terminación. A fin de 
establecer un diagnóstico diferencial, Kraepelin distingue síntomas fundamentales y accesorios. 
Los síntomas fundamentales son propios, específicos, distintivos de cada entidad mórbida y, 
a su vez, son permanentes; es decir: se encuentran presentes a lo largo de toda su evolución y se 
expresan más claramente en la fase terminal. En función de esto último, y sin dejar de privilegiar la 
marcha de la enfermedad Kraepelin otorga especial importancia al estado terminal, ya que el mismo 
puede ser anunciado por los signos del inicio. En este punto se diferencia de Falret, quien da mayor 
relevancia a la secuencia y sucesión de las fases. 
Los síntomas accesorios son manifestaciones más incidentales y transitorias; es decir: no se 
presentan durante todo el curso de la enfermedad, de allí que no se pueda establecer un diagnóstico 
 
4 Consideraba la clínica a la manera de Pinel. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
diferencial a partir de ellos. Son los síntomas que colorean el cuadro; suelen ser los más llamativos 
y permiten distinguir las formas clínicas. 
La caracterización clínico-evolutiva se funda en el análisis de los desórdenes que se 
presentan en las diferentes esferas de la personalidad, convirtiendo al criterio psicopatológico-
descriptivo en uno de los vectores en los que se basa la clasificación. Este criterio es utilizado solo a 
fines descriptivos, teniendo en cuenta las facultades mentales afectadas en cada enfermedad. Vale 
aclarar que lo psicopatológico no se refiere a ninguna hipótesis causal específica. 
A lo largo de las distintas ediciones de su Tratado, su observación detallista y su pasión 
clasificatoria lo llevarán a describir múltiples enfermedades mentales de las cuales abordaremos las 
tres principales: Paranoia, Demencia Precoz y Parafrenia. Estas tres categorías clínicas que 
heredamos de Kraepelin son distintos modos de presentación de lo que, a partir de Freud, se 
nombrará como psicosis, y que encontramos hoy en día en nuestra práctica. 
En la octava edición (1909-1913), Kraepelin propone un ordenamiento de la clasificación de 
los cuadros clínicos mencionados basándose en la escala de los delirios y su evolución terminal. 
Podríamos describir dos extremos y un grupo central. En un extremo, la paranoia en sentido 
estricto: delirio crónico sistematizado sin debilitamiento psíquico; en otro extremo, la demencia 
precoz, con una definición muy restringida, es decir: limitada en su extensión (Stagnaro, 1996, 
p.xv), como un grupo único de procesos demenciales, cuyos síntomas fundamentales son el 
repliegue afectivo, la afección de la voluntad, la perturbación del curso del pensamiento y la pérdida 
de la unidad interior. Es destacable que considera síntomas accesorios a las alucinaciones y a las 
ideas delirantes. Estas últimas son síntomas móviles, polimorfos y fugaces que nunca llegan a 
conformar un delirio. Le otorga un carácter nuclear a la forma hebefrénica, sucedida por la forma 
catatónica y la paranoide. Además, ubica en primer plano a los síntomas corporales y a las 
consecuencias de la perturbación de la voluntad. Entre estos dos extremos encontramos el grupo 
central constituido por las parafrenias, en el que se presentan delirios crónicos donde “hasta los 
últimos períodos de la enfermedad no aparecen ese embotamiento y esa indiferencia que tan 
frecuentemente constituyen los primeros síntomas de la demencia precoz” (Kraepelin, 1909-
1913/1996, p. 131). El grupo está compuesto por cuatro formas: sistemática, expansiva, 
confabulatoria y fantástica. 
 
A continuación, nos serviremos de las traducciones al castellano de las distintas ediciones de 
la obra de Kraepelin para referirnos a la Paranoia, Demencia precoz y Parafrenia. Hemos realizado 
una elaboración; es decir: una lectura y un ordenamiento de los desarrollos fundamentales de este 
autor a los fines de posibilitar una lectura clara y fluida. Nos basaremos en la sexta y en la octava 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
edición y a su vez dejaremos plasmadas las modificaciones más significativas de las ediciones 
precedentes. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Paranoia 
 
Para entender la intención que llevó a Kraepelin a dar una definición precisa y ajustada de la 
paranoia, es importante recuperar las discusiones que surgían en el campo psiquiátrico de la época 
en torno a la misma. 
Antes del trabajo de reducción y definición del concepto de paranoia que Kraepelin 
emprende en la sexta edición de su tratado (1899), muchos psiquiatras alemanes habían agrupado 
bajo el término paranoia a todas aquellas enfermedades mentales funcionales en las cuales el 
trastorno concierne, fundamentalmente, a los campos de la actividad mental. Por lo tanto, la 
presencia de delirios y alucinacioneseran elementos suficientes para diagnosticar la enfermedad. 
La causa de una definición tan vaga debe rastrearse en la historia de sus orígenes. Según la 
teoría del psiquiatra alemán Griesinger, la paranoia era la consecuencia de un trastorno del ánimo; 
es decir: una afección como desenlace o forma secundaria de un trastorno afectivo previo. 
En contraposición a esta idea, Snell, Westphal y Sander arribaron al reconocimiento general 
de una forma de enfermedad en la que la perturbación del pensamiento y el juicio es “primaria”; es 
decir: no antecedida por desórdenes afectivos. Esta forma de enfermedad como afección primaria 
de la mente fue contrapuesta a la manía y a la melancolía, formas de enfermedad en las que los 
trastornos más significativos se dan en el terreno emocional. 
A la locura (Verrücktheit) primaria, Kahlbaum en 1863 la nombra Paranoia. Según 
Bercherie (1980/2006) es la primera vez que se utiliza dicha denominación, recuperando una 
denominación griega que se traduce, en líneas generales, como “razón desviada”. 
Kraepelin hace manifiesta su visión crítica frente a la supuesta oposición entre 
enfermedades de la razón y enfermedades de la afectividad. Asevera que tal oposición es artificial y 
responde a aspectos psicológicos pero de ningún modo clínicos. Además, realiza duras críticas a 
Westphal por sugerir la posibilidad de un curso agudo de paranoia con recuperación. Este último 
autor daba un privilegio excesivo a una forma puramente sintomática de paranoia, que no tiene en 
consideración el curso de la enfermedad y en la que el trastorno de la razón y la presencia de delirio 
o alucinaciones eran elementos suficientes para arribar al diagnóstico. Sin embargo, para Kraepelin 
(1899/2011) “los delirios y las alucinaciones en sí mismos son tan insignificantes para la distinción 
del cuadro clínico como la presencia de depresiones y excitaciones” (p. 104); de este modo 
concluye categóricamente que le parece absurda la categoría de paranoia aguda, puesto que se ven 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
allí obliteradas las características esenciales de la enfermedad (la incurabilidad y la presencia 
permanente de delirios). Prefiere conceptualizar a la paranoia como crónica, de desarrollo continuo 
e irreversible, más allá de las diferencias de grado y de los incidentes particulares que puedan 
encontrarse en los distintos casos. 
Así manifiesta su desacuerdo: 
“Considero totalmente erróneo este desarrollo sobre el problema de la paranoia. El mismo 
representa con total claridad el error fundamental de nuestra clínica psiquiátrica de las últimas 
décadas: la especificación meramente sintomática de las formas patológicas” (Kraepelin, 
1899/2011, p.104). Es decir que Kraepelin rechaza el modo imperante de pensar la paranoia que no 
contemplaba la evolución de la enfermedad y en la que el trastorno de la razón y la presencia de 
delirios y alucinaciones bastaban para definir el diagnóstico. Es justamente este criterio el que 
provocó que entre el 70 y 80% de los casos en los hospitales fueran diagnosticados como paranoia. 
Formas puramente delirantes como otras combinadas con alucinaciones, formas que avanzaban al 
deterioro -como la demencia precoz, la melancolía y hasta la locura alcohólica- podían ser 
diagnosticadas bajo esta rúbrica. 
Es en ese momento de “auge de la paranoia”, que en tanto categoría parecía expandirse al 
campo entero de la psicosis, cuando Kraepelin responderá en su sexta edición con una definición 
restringida y precisa que no se confunde con otros cuadros. 
Para llevar adelante esa tarea se vale de un criterio evolutivo; dice: “No hay medios más 
apropiados para el entendimiento acerca de las características verdaderamente esenciales de un 
proceso patológico que la observación del curso y de la terminación final” (Kraepelin, 1899/2011, 
p. 105). 
 
Primeras ediciones. 
Si bien Kraepelin es exponente de la clínica diacrónica, las primeras ediciones de su Tratado 
se caracterizan más por un criterio sindrómico, propio de la clínica de Pinel. Es en la cuarta edición 
(1893) donde adopta un criterio evolutivo bajo la influencia de Kahlbaum y Falret. Para el 
diagnóstico de las enfermedades acentuará la presencia de síntomas fundamentales y la fase 
terminal del cuadro. Adopta el término Paranoia para la Verrückheit y la separa de los procesos 
mentales degenerativos (Demencia precoz, Catatonía y Demencia Paranoide). 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Según Bercherie (1980/2006), en la quinta edición (1896) se construye el basamento de las 
ediciones restantes. Ubica a la Paranoia dividida en dos grupos: una forma delirante con mecanismo 
interpretativo sin presencia de alucinaciones, y la paranoia fantástica, forma delirante con 
alucinaciones y una gran producción imaginaria, extravagancias, alteraciones del lenguaje y un 
avance tardío a la demencia (esta última forma desaparecerá de la categoría de Paranoia en la sexta 
edición). 
En la sexta edición (1899), Kraepelin agrupa bajo el término Demencia Precoz a la 
hebefrenia, la catatonía y la demencia paranoide. La restricción del campo de la Paranoia a una 
forma delirante sin alucinaciones ni terminación demencial lo obliga a separar a la paranoia 
fantástica e incluirla dentro de las formas paranoides de la demencia precoz. 
A su vez se aproxima al criterio de Snell, Westphal y Sander en la delimitación de una 
forma de afección del pensamiento que es primaria, aunque se aleja de Westphal al no considerar 
una forma de paranoia aguda; Kraepelin pondrá el acento en la cronicidad e incurabilidad de la 
Paranoia, aunque sin llegar nunca a la demencia. Sostiene el criterio evolutivo y rechaza una 
nosografía basada en la agrupación de entidades puramente sintomáticas; sólo así considera posible 
definir a las enfermedades mentales, y no meros síndromes. 
Veamos la definición de la Paranoia de la 6ª edición de su Tratado: 
Sistema delirante inquebrantable y duradero, claramente reconocible desde el principio, se 
desarrolla gradualmente, a la vez que se conserva por completo la presencia del 
entendimiento y el orden del curso del pensamiento. Es para estas formas que quiero 
reservar el nombre de paranoia. Ellas conducen necesariamente al paciente a una 
trascendente transformación de toda su perspectiva de la vida y a un trastorno de su punto de 
vista en relación con las personas y sucesos de su entorno (Kraepelin, 1899/2011, pp 106-
107). 
De esta definición extraemos que el síntoma fundamental de la paranoia, aquel síntoma 
constante que organiza el cuadro mórbido, es el sistema delirante. 
Un sistema es un conjunto de elementos relacionados entre sí de forma organizada que 
funciona como un todo. En el caso de la paranoia, los elementos del sistema son las ideas delirantes, 
que se relacionan entre sí dando por resultado un sistema delirante total, coherente en su 
organización. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Estas ideas delirantes se desarrollan gradualmente por un mecanismo de interpretación 
patológico de experiencias reales. Es decir, el sujeto paranoico interpreta los hechos de la realidad 
de una forma patognomónica. Acontecimientos efectivamente ocurridos, incluso los más triviales, 
tanto del presente como del pasado, son susceptibles de ser significados patológicamente en 
relación con la propia persona. Por ejemplo: 
Alguien silba alguna melodía de manera llamativa para señalar ciertos eventos 
insignificantes de su pasado o para hacerle insinuaciones sobre su comportamiento. En obras 
de teatro y artículos de diario pueden encontrarse referencias particulares a sus acciones; 
desde el púlpito o en una reunión de elecciones, el pastor o el orador hacen alusiones 
inconfundibles a su persona en un «lenguaje metafísico». De pronto, se encuentra con la 
misma persona que aparentemente lo observa y lo sigue como si fuera de casualidad;alguien lo mira, lo observa de reojo, se aclara la garganta, tose por él, escupe ante él o evita 
encontrárselo; en las tabernas, la gente se aleja o se para cuando él aparece, le lanzan 
miradas furtivas y lo critican. Los cocheros, los guardabarreras y los obreros conversan 
acerca de él. En todos lados la atención se vuelve hacia su persona; a pesar de ser extraña, su 
vestimenta es imitada por numerosas personas. Ciertos comentarios que realizó se 
convirtieron inmediatamente en slogans públicos. Uno de mis pacientes caracterizó al 
amarillo como el color del intelecto; al otro día, todo el mundo tenía rosas amarillas para 
hacerle saber que él era inteligente y que debía guardar silencio —siendo la rosa el símbolo 
del silencio—. «Aquél que hace todo esto, se dirige a mí» (Kraepelin, 1899/2011, p. 108). 
Respecto de su desarrollo, el sistema delirante es lento, insidioso, y su comienzo, que suele 
abarcar unos años, consiste en desconfianza, quejas físicas vagas, leves depresiones y aprehensiones 
hipocondríacas. 
El paciente está insatisfecho con su situación; se siente descuidado, quizás cree que ya no es 
amado verdaderamente por sus padres, hermanos y hermanas, que es incomprendido; nadie 
lo entiende. De este modo, se desarrolla entre él y su ambiente una oposición secreta 
gradualmente creciente: las relaciones con su familia son las de un extraño, de alguien 
ajeno; la actitud hacia sus parientes es fría y superficial, forzada y hasta hostil…. En el 
interior del paciente hay un ardiente deseo de algo grande e importante, una pugna secreta 
por acciones osadas, la esperanza tácita de una inmensa felicidad que a veces se contenta 
cuando él imagina en detalle situaciones irreales y construye castillos en el aire ricamente 
coloreados, en los que juega el papel de héroe. La convicción de que él nació para ser 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
alguien «bastante fuera de lo común», diferente de la gran masa, se vuelve cada vez más 
firme. Cree en un «llamado», en una misión que debe cumplir. Ningún fracaso lo 
desanima.… Poco a poco, sus percepciones comienzan a ser afectadas por presentimientos y 
pensamientos mórbidos. Él advierte, en tal o cual ocasión, que las personas con quienes se 
encuentra no son tan amigables como lo eran antes, son más reservadas, intentan evitarlo y, 
como él supone, a pesar de muchas manifestaciones hipócritas de amistad, no quieren tener 
más trato con él. Como consecuencia de esto, su susceptibilidad y desconfianza aumentan; 
comienza a sospechar de ofensas e indicaciones ocultas, de intenciones hostiles en cada 
comentario inofensivo, en cada gesto casual, en cada mirada que percibe. De las 
conversaciones en la mesa deduce que existe una conspiración; en ciertas ocasiones, se usan 
una y otra vez los mismos giros de conversación intencionalmente (Kraepelin, 1899/2011, 
pp 107-108). 
El carácter delirante no tiene que ver con la inverosimilitud, sino con la certeza 
inquebrantable de que algo le está dirigido. El delirio se sostiene a partir de una convicción inmune 
a cualquier prueba o argumento que demuestre lo infundado de las ideas. 
Es importante destacar entonces que no es el contenido más o menos fantasioso del delirio 
lo que revela la enfermedad, sino su inmutabilidad. Sea cual sea el tema delirante, lo central es que 
nunca hay lugar a dudas de que eso le está dirigido, le concierne. 
Una mancha en el vestido, un agujero en la bota no son consecuencia del uso habitual, del 
desgaste, sino de hechos sorprendentes cuyo origen se explica sólo por una circunstancia 
enteramente particular, por maquinaciones hostiles. Una gota de agua en el plato de comida, 
una vibración en los oídos, calor en la cabeza, cólicos prueban con claridad que alguien 
quiere envenenarlo; «sé muy bien lo que es». Encuentra muchas alusiones, especialmente en 
las conversaciones de su entorno y en materiales de lectura. Siempre se trata de «el usual 
lenguaje metafórico», «pensaron que yo no lo entendería». El paciente lee sobre el 
Anticristo e inmediatamente sabe que él está destinado a ser transfigurado en Cristo (…) 
Otro paciente le envió al Primer Ministro de Baden un mapa donde estaban marcadas las 
regiones desocupadas del planeta; inmediatamente después empezó la política colonial 
alemana (Kraepelin, 1899/2011, pp 112-113). 
El paciente significa todas estas experiencias, que en sí mismas pueden parecer naturales y 
fortuitas, en relación con su propia persona. Hay hechos triviales que le están dirigidos; 
experiencias accidentales que finalmente tienen que ver con él y no dejan lugar a dudas de que él es 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
el centro de cierta conspiración que busca su mal, o que él ha sido llamado a cumplir una gran 
misión. De este modo, el delirio cala en lo más hondo del enfermo transformando radicalmente la 
perspectiva del sujeto respecto de los sucesos del mundo y las personas que lo rodean. 
La paranoia se puede desarrollar en dos direcciones: delirio de perjuicio o delirio de 
grandeza. De todos modos, es frecuente encontrar los dos delirios uno junto a otro. 
Dentro del delirio de perjuicio, Kraepelin incluye el delirio de celos y el delirio 
persecutorio. 
En el delirio de celos el paciente es tomado de forma lenta por la sospecha de que su pareja 
lo engaña y, por ello, encuentra todo tipo de observaciones que se lo confirman: él o ella es cada 
vez más frío, distante, la gente realiza insinuaciones, hablan metafóricamente, aluden a la 
infidelidad. 
El delirio persecutorio es muy habitual. Allí el paciente desarrolla la convicción de ser el 
blanco de sistemáticos perjuicios. Suele hacerse las ideas más extrañas en relación al autor y el 
alcance de las persecuciones en su contra. A veces puede provenir de una persona: su ex esposa, un 
amigo y hasta una sociedad secreta. En el complot pueden participar personajes poderosos, jueces, 
la policía, sacerdotes, escritores, etc. 
Sólo el paciente nota con absoluta claridad que todo está ideado con astucia premeditada, 
que tiene que tratar con «accidentes producidos artificialmente», ocultando un asunto 
arreglado con anterioridad, algún ataque intencional. Por cierto, todo el juego es 
ingeniosamente fabricado para engañarlo y frustrar sus posibilidades de defensa eficaz 
contra toda la maldad secreta, todo el sistema de espionaje y observación. Cada vez que él 
llama a alguien y le deja saber francamente que se da cuenta de todo, la persona en cuestión 
adopta un aire de inocencia e inventa toda suerte de excusas; el otro no va directamente al 
objetivo sino que usa un rodeo de palabras para aludir a sus verdaderos propósitos. Se lo 
trata de manera amistosa para engañar su vigilancia, se lo envuelve en conversaciones 
extrañas, se lo despista por medio de pretextos, disimulando las verdaderas intenciones que 
él comprende inmediatamente.… Mediante la continua asimilación prejuiciosa de sus 
experiencias, el paciente se da cuenta de que una gran conspiración está en marcha. Se están 
difundiendo calumnias sobre él, verbigracia, que ha contraído una enfermedad nerviosa a 
consecuencia de excesos, que es sifilítico, adicto a la pedofilia. Su fotografía fue enviada a 
los burdeles para hacer parecer que es un asiduo cliente; se publicaron cuentas falsificadas 
como si diariamente hubiera bebido enormes cantidades de alcohol. Su comida tiene un 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
gusto sospechoso; su vecino en la mesa cayó enfermo después de haber tomado de 
casualidad del vaso que le correspondía al paciente. Alguien está tratando de liquidarlo, de 
eliminarlo por la fuerza, de volverlo loco, de incitarlo a hacer monstruosidades sexuales, a 
practicar el onanismo. Estas intenciones son perseguidas, como él supone, por una sociedad 
que tiene medios sorprendentes a su disposición, incluyendo personas de todas las clases, 
pero también funcionarios,cortes de justicia, periodistas, pastores, escritores que trabajan 
como agentes secretos. La fuerza impulsora proviene de ciertas personas individuales o de 
una sociedad general de francomasones, socialistas que, unidos por un juramento terrible, 
tratan de atraer al paciente bajo su control por razones puntuales (Kraepelin, 1899/2011, pp 
108-110). 
Ahora bien, el delirio persecutorio puede combinarse con un delirio de grandeza, que 
muchas veces no excede el límite de una confianza y autoestima considerablemente elevada. Ya la 
cantidad de los recursos que el paciente considera que son usados en su contra indica una 
sobrestimación de su personalidad. 
En las distintas formas clínicas del delirio de grandeza se manifiestan los principales rumbos 
de la ambición humana. Un primer grupo lo constituyen los inventores delirantes. En este caso, el 
sujeto no se siente a gusto con su dedicación habitual, pasando a ocuparse de ambiciosos proyectos 
que, de a poco, se convierten en el centro de su vida. Pasan a verse a sí mismos como una 
celebridad mundial millonaria por algún invento espectacular. Sin los medios económicos ni los 
saberes previos suficientes se dedican a desarrollar inventos que, muchas veces, ya han sido creados 
por otros. Las más de las veces crean modelos toscos, armatostes de madera, alambre y otros 
materiales sin llegar a crear un objeto funcional. Si no logra el éxito al que dice que está destinado, 
es culpa de la gente que no sabe apreciar su talento, o de la falta de recursos, o también de las 
maquinaciones hostiles en su contra. El rasgo en común de estos inventores delirantes es la fe 
inquebrantable en su buena estrella y futuro prometedor. 
Otra forma del delirio de grandeza es el delirio de alta cuna. El sujeto posee la convicción 
de tener una ascendencia superior y magnífica. Se considera una persona particularmente especial, 
dotada, un genio, un poeta importante, un músico con dotes superiores, un hombre ilustrado; posee 
una exagerada autoestima y se siente convocado a ocupar una posición eminente en el mundo. 
Después de largos años de especulación vaga, con frecuencia aparece repentinamente el 
presentimiento victorioso de que no es hijo legítimo de sus padres sino de cuna mucho más 
alta y noble. Es usual que un evento insignificante suministre el motivo externo para el 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
desarrollo de ese delirio, el que inmediatamente se convierte en una certeza incuestionable 
para el paciente. Durante una pelea, su padre usó una expresión que nunca emplearía con su 
hijo verdadero. El paciente nota que sus padres susurran en el cuarto contiguo, se ponen 
pálidos cuando él entra, lo saludan con particular seriedad; en su presencia, se pronuncia de 
manera «significativa» el nombre de una personalidad eminente; en la calle, en el teatro, una 
dama noble lo mira de una manera extraordinariamente amigable; contemplando el cuadro 
de un conde o príncipe, o un busto de Napoleón, se siente impresionado repentinamente por 
una semejanza sorprendente entre él y la persona en cuestión o, finalmente, recibe una carta 
en la cual se puede leer fácilmente entre líneas el gran secreto. 
Con gran satisfacción, el paciente se da cuenta de que la superioridad de su persona y 
su posición son conocidas por su ambiente de forma más o menos abierta. A donde sea que 
él vaya es tratado con evidente respeto; los extraños lo saludan reverencialmente con sus 
sombreros; la familia real trata de encontrarse con él con la mayor frecuencia posible; la 
música en el desfile o en el teatro comienza a tocar cuando él aparece. En los diarios que el 
mozo coloca frente a él, en los libros que el vendedor de libros le manda, encuentra 
insinuaciones más o menos veladas con respecto a su destino. Los actores en el escenario, el 
cura en el púlpito, le dirigen largas oraciones señalando su nacimiento noble, y personas que 
pasan en la calle lo acompañan con comentarios aprobadores y alusivos (Kraepelin, 
1899/2011, pp 110-111). 
Otra forma del delirio de grandeza es el delirio erotómano. El enfermo observa que una 
persona le quiere bien y le presta una atención que no puede malinterpretarse. A veces, lo que él 
capta es un vistazo, un encuentro casual que le da seguridad sobre ese amor secreto; de cualquier 
modo, con más frecuencia es informado de esto de una manera indirecta, por medio de 
insinuaciones veladas de su entorno, avisos en los diarios, quizá sin haber visto jamás al objeto de 
su interés. 
Muy pronto, los signos de comprensión del secreto aumentan. Cualquier experiencia casual, 
vestimenta, encuentro, material de lectura, conversaciones se refiere a sus aventuras 
imaginadas. Su amor es un secreto a voces y un asunto de atención general: se habla de él en 
todos lados, por cierto, no con términos claros sino sólo a través de sugerencias sutiles, cuyo 
sentido más profundo él comprende, sin embargo, bastante bien. Por supuesto, este amor 
inusual debe permanecer por ahora en secreto; por lo tanto el paciente nunca recibe 
novedades directamente, sino siempre por medio de la intervención de otras personas, por 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
los diarios y bajo la forma de comentarios ocultos; de la misma manera, consigue su 
propósito de establecer relaciones con el objeto de su amor por medio de alusiones 
ocasionales. El vuelo de las palomas, que son la representación simbólica de sí y de su amor, 
le demuestra que él ha sido comprendido, que luego de largas luchas alcanzará finalmente su 
objetivo; alguna persona con la que se encuentra parece ser la elegida, que se ha disfrazado 
para ocultarle al mundo su afecto por él, y un presentimiento secreto le permite, en 
semejante escena, dejar de lado las diferencias más obvias, incluso la de sexo (Kraepelin, 
1899/2011, pp 111-112). 
Este tipo de delirio puede desarrollarse del modo descripto por un tiempo muy largo, sin que 
el comportamiento del paciente presente grandes desórdenes. Usualmente, en el curso posterior se 
agregan alucinaciones de ensueño, la sensación de un beso cuando duerme y fenómenos similares. 
Esta clase de amor posee una coloración fantástica, platónica. A veces, en los momentos de 
ansiedad dichosa o suspenso, hay intervalos de abatimiento, el sentimiento de no merecer a la 
persona idealizada, decepción sobre sus incomprensibles rechazos, vagos delirios de culpabilidad. 
Una cuarta forma son los místicos. Aquí el delirio se orienta a una relación con lo 
sobrenatural. De este modo el sujeto se ve como hijo de Dios, un redentor, un salvador, elegido para 
algo grande como librar una batalla contra el Anticristo o alguna fuerza oscura. 
Los cambios en el clima, el peculiar titilar de las estrellas, el vuelo de los pájaros, la 
vestimenta de las personas con las que se topa, el pedazo de papel que encuentra en la calle, 
todo parece dar cuenta claramente de que Dios lo protege de una manera particular y le da 
signos para su conducta, los que él entiende y sigue escrupulosamente con alegre confianza. 
A consecuencia de todas estas experiencias, se desarrolla una extensa red de misteriosas 
relaciones cuyo centro es el paciente. Él es heredero forzoso, reformador, Príncipe de la Paz, 
emperador y Papa en una persona, Mesías, la Madre de Dios, recibe sus pensamientos de 
Dios, se vuelve instrumento electo del Paraíso, el centro del mundo (Kraepelin, 1899/2011, 
p. 111). 
El delirio es elaborado intelectualmente y en lo esencial es coherente, sin que se presenten 
mayores contradicciones internas. Los sujetos relacionan diferentes experiencias y buscan los 
motivos, las causas y las consecuencias. Las confusiones, improbabilidades o las contradicciones 
son eliminadas a partir de una sistematización equilibrante. 
Los pacientes suelen ser, con frecuencia, muy reticentes. Es decir, ocultan la red de sus 
delirios hasta que un motivo particular, una excitaciónemocional, la deja al descubierto. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Más allá del delirio y de ciertas rarezas en la conducta (por ejemplo, un enfermo se 
comunicaba solamente por escrito, y cuando le era posible, ya que necesitaba tranquilidad y 
comunión con Dios) los enfermos permanecen calmos y lúcidos, guardando indefinidamente un 
comportamiento exterior adaptado. A menudo saben ocuparse en un oficio o profesión sin 
inconvenientes y frecuentemente poseen dotes intelectuales. Suelen ser elocuentes, capaces de 
sostener discursos largos y organizados. Por fuera del delirio, no dan la impresión de ser psicóticos. 
A menudo logran ejercer una fuerte influencia sobre su entorno, tener un cierto reconocimiento y 
hasta convencer a algunas personas de su delirio. 
La memoria no presenta disfunción alguna. Es decir que la capacidad de evocar recuerdos se 
mantiene conservada. Sin embargo, son frecuentes las falsificaciones de recuerdos. O bien se trata 
de re-interpretaciones y transformación de vivencias, o bien de apariciones de acontecimientos 
totalmente inventados en forma de recuerdos. 
El sujeto desfigura las experiencias del pasado y las ilusiones de la memoria nublan su 
visión. Una multitud de pequeños detalles le parecen repentinamente luminosos, plenos de 
significación, mientras que antes no había reparado en absoluto en ello. Su memoria se vuelve 
aguda, según el sujeto, y de forma tan grandiosa que toda su vida pasada queda expuesta ante él 
como un libro abierto. 
El paciente recuerda exactamente cómo, de niño, fue separado de sus padres genuinos en un 
bello castillo, fue arrojado al mundo y finalmente entregado a sus padres falsos. Las 
numerosas declaraciones y acciones de esto últimos, el corte y color de sus ropas, el trato 
que recibió en la escuela, ciertos sueños proféticos, todo evento importante o trivial de su 
vida, desde su juventud más temprana en adelante, le indicaron que nunca había habido un 
ministro con su nombre; sostenía que todos los viejos almanaques oficiales de Hannover 
habían sido destruidos por el odio y fueron reemplazados por otros falsificados para que el 
nombre de su padre fuera destruido. A veces, se puede observar directamente cómo tales 
reminiscencias emergen y se fijan en la mente del paciente. Un paciente dijo que todo lo que 
había pensado antes se hizo realidad después (Kraepelin 1899/2011, pp 113-114). 
El humor suele estar ligado estrechamente al contenido de su delirio. No existen trastornos 
del ánimo de base, pero el delirio puede provocar afectos de muy diferente índole según la temática 
delirante: estados de irritación, intolerancia, alegría desmesurada, malhumor, confianza extrema en 
sí mismo. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Un día encontré a un paciente -por otra parte muy seguro de sí- ansioso y temblando, ya que 
había sacado la conclusión, por un insulto que había oído de casualidad, de que había sido 
acusado de un asesinato sucedido años atrás (Kraepelin, 1899/2011, p.114). 
El curso posterior de la enfermedad es siempre muy lento, estancado durante muchos años en 
la mayoría de los casos. Los pacientes permanecen calmos, razonables, conservan una actitud exterior 
metódica y, de modo frecuente, pueden sostener una actividad mental satisfactoria. 
Por regla general entran tarde en contacto con el médico psiquiatra, si es que eso sucede, y en 
este caso lo hacen cuando han llamado la atención por ocasionar algún escándalo por un acto 
determinado por su delirio. De necesitar una internación, la toleran de mala manera, ya que es vivida 
como una seria injusticia, una artimaña de sus perseguidores. 
Gradualmente se da cuenta de que el sistema oculto de persecución continúa en el hospital. 
Los doctores están contratados para paralizarlo y, si es posible, para convertirlo realmente en 
un enfermo mental, ya que de otra manera no hubieran podido atraparlo.… Sus compañeros 
pacientes no están realmente enfermos sino que son simuladores sobornados o espías de la 
policía que están para evaluarlo por medio de comportamientos y trucos disparatados. Esta 
es la razón por la que él demanda con urgencia que lo retiren de ahí, escribe una carta tras 
otra para lograrlo, formula quejas sobre la privación ilegal de la libertad (Kraepelin, 
1899/2011, p. 116-117). 
No hay lugar para la conciencia de enfermedad, y la meta del tratamiento consiste en 
prevenir, a través de ocupaciones y entretenimientos, que el sujeto sea absorbido por su delirio. 
En la mayoría de los casos la enfermedad se hace manifiesta entre los 25 y los 40 años. 
El desenlace habitual de la paranoia conforma con regularidad un delirio residual. La 
exacerbada tendencia interpretativa tarde o temprano remite, pero el sistema delirante elaborado 
permanece de modo invariable. Con el paso del tiempo suele remitir el tono emocional del delirio y 
la fuerza de su desarrollo. Aunque el sujeto todavía manifieste sus ideas delirantes, ya no le 
preocupan con la misma intensidad de antes y condicionan menos su conducta. Ya no se revela con 
tanta fuerza a las persecuciones ni aspira apasionadamente a metas elevadas, sino que se adapta a su 
destino y sus circunstancias. 
No se desarrolla una demencia, aun cuando la enfermedad dure mucho tiempo, ni tampoco 
si las representaciones delirantes y su justificación parezcan a menudo poco claras y absurdas. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
El entusiasmo juvenil que empuja a los actos va apagándose lentamente. Decepciones y 
obstáculos conducen a la amargura, llevando al sujeto a refugiarse en pequeñas satisfacciones. Poco 
a poco cede la tensión y el pensamiento se congela en el círculo estrecho de la cotidianeidad. 
Teniendo en cuenta el desarrollo lento, la sistematización del delirio, la ausencia de 
alucinaciones, el orden en el curso del pensamiento, en el comportamiento y en la acción, el 
diagnóstico de paranoia no implica ninguna dificultad. Bajo una observación superficial, algunos 
casos de demencia precoz, parálisis, demencia senil y hasta locura maníaco-depresiva pueden 
ofrecer un aspecto similar a la paranoia. Sin embargo, cada una de estas enfermedades presenta 
rasgos distintivos propios. En la paranoia, el delirio es asimilado lógicamente y las objeciones 
pueden ser refutadas con inteligencia. El sujeto es inaccesible a la razón y obstinado por defender 
sus ideas. Distinta es la situación de las ideas delirantes que pueden encontrarse en la demencia 
precoz, las cuales no llegan a constituir un sistema delirante propiamente dicho, además de la 
opacidad emocional que domina a este cuadro. Los delirios seniles y preseniles de daño se 
caracterizan por su rápido desarrollo, por ser extraños, por su labilidad y escasa sistematización, 
mientras que en la locura maníaco-depresiva, además del delirio, siempre hay signos de excitación 
psicomotriz o inhibición. 
Respecto a la ausencia de las alucinaciones en la paranoia, es importante destacar 
nuevamente que es a partir de la sexta edición que Kraepelin despeja a la paranoia como una 
afección en la que no se verifican alucinaciones. En las ediciones anteriores todavía se incluían 
formas alucinatorias de la paranoia (formas delirantes con alucinaciones) que, a partir de la 
discusión con los psiquiatras de la época, enviará al campo de la demencia precoz (ver cuadro 2). 
La causa de la paranoia es interna, es decir, endógena. Para Kraepelin, las circunstancias 
externas no desempeñan ningún papel. 
Por otro lado, en esta misma edición, Kraepelin incluye un subtipo particular de la paranoia: 
el delirio de querulancia. Esta afección está caracterizada por la idea de inferioridad legal y el ansia 
de lucha hasta el extremo contra las injusticias supuestamente sufridas. Como regla, tal idea se 
desprende de un perjuicio realmente sufrido, en la mayoría de los casos, en un litigio (Kraepelin, 
1899/2011, p. 119). 
Apartir de ello el sujeto pone en marcha diversas acciones para alcanzar justicia. Si bien los 
reclamos legales pueden ser legítimos, lo que caracteriza al querulante es la falta de entendimiento 
sobre la justicia, sostenida en la certeza de haber sufrido un perjuicio real y la necesidad imperiosa 
de lograr una reparación. “Busca la ley pero no puede encontrarla" (Kraepelin, 1899/2011, p. 120), 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
dijo un testigo a raíz de una persona querulante en los trámites para gestionar su tutela. El sujeto 
solo pone el énfasis en sus intereses personales y no considera el punto de vista antagónico. 
Presenta total inaccesibilidad a la razón. No hay ninguna prueba que lo mueva de su convicción 
inquebrantable. Por el contrario, su obstinación se incrementa gradualmente aun cuando fracasan 
sus demandas y apelaciones. Inaccesible a los buenos consejos, pone en marcha toda clase de 
recursos legales, solicita un “examen correcto” de las cosas que ya se han establecido, interpone 
apelaciones, sin que los fracasos lo intimiden o logren hacerlo entrar en razón. 
Es característico de estos sujetos un considerable aumento de la excitabilidad emocional que 
no permite una reflexión calma y objetiva del asunto. Si bien no presentan ningún trastorno del 
humor, de manera súbita sufren ataques de excitación pasional al discutir sobre sus pleitos, abruman 
a quienes los escuchan y ante cualquier objeción que se les presente reaccionan con irritación 
embravecida. 
Esta vehemencia e irritación junto con la inaccesibilidad a la razón hacen del querulante un 
sujeto incapaz de encontrar calma, aun cuando se hayan intentado agotar todos los recursos legales 
habituales. Es incapaz de comprender la inutilidad y hasta lo inconveniente de avanzar a cualquier 
costo por su presunto derecho. Pueden escuchar con calma y admitir las explicaciones que se le dan 
pero evaden todo razonamiento lógico y se aferran a su perspectiva, o bien lidian con las objeciones 
mediante contraevidencias para nada concluyentes. Aún si la justicia lo resarce, no se da por 
satisfecho. 
Esta inflexibilidad es lo que le da carácter de delirio a la idea de inferioridad legal. 
Todas las posiciones contrapuestas a la perspectiva del paciente son simplemente 
consideradas falsas o indignas de confianza; los testigos cometen perjurio o han sido 
sobornados. En oposición a esto, el paciente señala un gran número de testigos que él ha 
aportado pero que no han podido declarar, o lo han hecho de modo insignificante y fueron 
desautorizados por no haber testificado correctamente. Usualmente, estos son reemplazados 
por otros testigos quienes, según el paciente, dan información muy importante para 
engañarlo una vez más en sus expectativas (Kraepelin, 1899/2011, p. 120). 
Todos sus intereses y actividades son absorbidos por su impulso patológico de querer lograr 
justicia, aun cuando su hogar y su trabajo puedan ponerse en riesgo. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
La inaccesibilidad a la razón entra en sorprendente oposición con la peculiar credulidad del 
sujeto querulante. Un chisme o rumor pueden ser considerados incuestionables si su contenido está 
en sintonía con sus ideas, así como es susceptible a cualquier calumnia sobre su adversario. 
Al principio, el entendimiento y la memoria aparecen inalterados, incluso es sorprendente la 
precisión que posee para recitar de memoria voluminosos documentos, exámenes judiciales y leyes. 
Sin embargo, bajo una mirada más detenida, suele suceder que el sujeto no entendió el verdadero 
significado de todas sus declaraciones e interpreta las oraciones más claras de un modo extraño, 
incluso las convierte en lo contrario. 
Frecuentemente el sujeto lleva consigo las copias de sus peticiones, las citaciones judiciales 
y los mandatos para desplegarlos cuando haga falta. Sin embargo, al final de la enfermedad suele 
rechazar todo trato con el orden legal. Se niega a aceptar citaciones de la justicia, tiene que ser 
llevado por la fuerza a la corte. Hace justicia por mano propia, toma lo que considera de su 
propiedad, se dirige a la prensa, amenaza a sus enemigos personalmente. 
Con esta apasionada energía y vehemencia, el paciente suele tener éxito convenciendo a 
algunas personas de la legitimidad de sus reclamos. 
Conocí a un hombre querulante de 58 años que en un pueblo distante hizo que varios 
campesinos sacrifiquen importantes sumas de dinero para extraer una pretendida 
indemnización de 50.00 marcos de un burgomaestre. Las peticiones que hicieron, se parecían 
sorprendentemente a las del paciente; uno de los campesinos ya consideraba a este último 
como un bienvenido futuro yerno (Kraepelin, 1899/2011, pp 124-125). 
Son frecuentes las falsificaciones de la memoria. 
Un paciente sostuvo tercamente que yo lo declaré cuerdo antes de la corte y que yo había 
dicho que su enfermedad sólo estallaría en tres o cuatro años. Sostenía constantemente esta 
afirmación a pesar de mi desmentida. Otro paciente alegaba haber sido privado de una suma 
que subió rápidamente de 1200 a 10000 florines; declaraba haber liquidado una deuda mucho 
tiempo atrás, que anteriormente había admitido tener (Kraepelin, 1899/2011, p. 121) 
A simple vista puede parecer que se trata de alguien de conciencia legal particularmente 
sensible, pero lentamente se impone la naturaleza patológica de sus ideas. 
La imposibilidad de recuperar su pretendido derecho prueba al paciente que los testigos son 
villanos que cometen perjurio, los jueces y autoridades una pandilla de ladrones y bribones 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
que se mantienen juntos para eliminarlo y evitar que su propia maldad salga a la luz. “Todos 
lo ayudan”, dijo de un adversario. Los testigos que con seguridad hubieran testificado 
brillantemente a su favor, no son llamados; sus declaraciones son convertidas en lo contrario, 
los documentos y archivos son falsificados, también su firma; las notificaciones le son 
entregadas por carteros falsos, las resoluciones llevan “estampillas como si vinieran de su 
Majestad Real (Kraepelin, 1899/2011, pp 121-122). 
La lucidez no se ve afectada, la claridad y el orden del pensamiento tampoco. Sin embargo, 
se constata una monotonía en el contenido de sus ideas. Cada conversación con un sujeto querulante 
conduce rápidamente a sus ideas de injuria. Desde cualquier punto, la dirección de su pensamiento 
retorna siempre a ese centro. 
Es particularmente notable la confianza en sí mismo considerablemente aumentada. Los 
sujetos se creen honestos y calificados de una manera extraordinaria. Poseen una elevada opinión 
sobre sí mismos, consideran particularmente grave que no se haga justicia con ellos. Por la elevada 
opinión que tiene de sí, el sujeto puede considerar admisible los medios más inmorales para 
derrocar a su adversario, mientras que las formas más leves de coacción legal aplicadas a él son 
consideradas como ataques, violaciones, maltrato despiadado. 
No se presentan trastornos de la voluntad ni del área afectiva. No hay alucinaciones. Es 
decir que comparte con la paranoia la mayoría de los síntomas fundamentales anteriormente 
expuestos. 
En el curso posterior de la enfermedad aparece siempre un aumento de la debilidad mental. 
Las peticiones y discursos del paciente se vuelven cada vez más monótonos e inconsistentes. 
Disminuye la excitabilidad; el paciente se vuelve indiferente e inofensivo, frecuentemente quejoso y 
sentimental cuando se lo provoca tocando su punto débil. A veces niega sus acciones pasadas para 
evitar discusiones; ya no quiere saber más nada con el asunto, es cosa pasada. Sin embargo, sus 
ideas patológicas permanecen incorregibles. El paciente mantiene con convicción su punto de vista 
sólo que ya no posee energía para resistir. 
Es importante ubicar que lo decisivo para el diagnóstico de delirio de querulancia es la 
formaque adopta el conjunto de ideas; es la completa inaccesibilidad a la razón, la gradual 
propagación del delirio de persecución sobre un número de personas cada vez más grande, el inicio 
de todo el desarrollo delirante desde un solo punto que siempre predomina y al cual remiten todas 
las ideas y acciones del paciente. Este es el motivo por el cual el querulante no debe ser confundido 
con las personas pendencieras y obstinadas que viven enemistadas con el mundo. Por el contrario, 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
el querulante es más bien pacífico, aunque frecuentemente son individuos extraños en su vida 
cotidiana. Mientras que las personas cuerdas pero belicosas se desvían de su camino para pelear y 
ofender a otros en las más diversas ocasiones, en el querulante hay una conexión intrínseca entre 
todos los niveles de su lucha; todo el enredo de quejas y procedimientos puede ser reconducido, 
mayormente, a un ímpetu original. Además, cuando sólo se trata de un carácter pendenciero, los 
asuntos llegan finalmente a un acuerdo y los involucrados se calman. El querulante, en cambio, no 
abandona la disputa, sino que ésta se torna cada vez más importante y llega a su término solo 
cuando el sujeto es puesto bajo custodia. 
El tratamiento de estos pacientes está destinado a apartarlos, al menos por un tiempo, del 
ambiente que los excita. Sin embargo, las internaciones son mal toleradas, por lo cual es 
aconsejable externarlos lo más rápido sea posible una vez restablecidos. 
Generalmente la enfermedad comienza entre los 35 y 45 años, a veces más tarde incluso. 
“El pleito debe ser considerado sin duda el factor precipitante, pero no la causa” (Kraepelin, 
1899/2011, p. 127). La diferencia con la paranoia es justamente que allí, para Kraepelin, no hay 
factores desencadenantes y el comienzo del delirio no es fácil de precisar. En cambio, en el delirio 
de querulancia, el inicio del delirio es evidente y responde a una contingencia exterior que pone al 
sujeto en desventaja. De cualquier modo, más allá de los factores precipitantes, la causa de esta 
enfermedad y las otras siempre es interna, es decir, orgánica. 
Octava edición (1909-1913) 
La homogeneidad que Kraepelin postula para la Paranoia en la sexta edición (1899) será 
objeto de críticas, principalmente por parte de los autores franceses Seriéux y Capgras. 
En la sexta edición, para Kraepelin el Delirio de querulancia es un subtipo de la Paranoia, 
una forma clínica que se desprende de ese cuadro. Sin embargo, Seriéux y Capgras sostendrán que 
el delirio de reivindicación (que se corresponde con el delirio de querulancia de Kraepelin), a 
diferencia de la Paranoia, presenta un comienzo preciso y fechable a partir de un acontecimiento 
exterior definido. Mientras que en los casos de Paranoia -ya sea en sus formas megalómanas o de 
perjuicio- no se puede ubicar un evento externo a partir del cual se ponga en marcha el delirio, en el 
delirio de querulancia es notorio el acontecimiento que desencadena el delirio y el ansia de lucha. 
Son los franceses quienes hacen notar ese detalle, el cual será reconocido por Kraepelin y lo moverá 
a rectificarse en la octava edición, separando a la Paranoia de la querulancia. La causa en ambos 
casos es interna, es decir orgánica, pero se diferencian en que en la primera no hay factor 
precipitante, mientras que en la segunda sí. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Demencia precoz 
 
Como hemos desarrollado en la introducción, Kraepelin adhiere a un criterio clínico-
evolutivo para el diagnóstico de las enfermedades mentales; es decir: tiene en cuenta su forma de 
inicio, sus síntomas fundamentales y su modalidad de terminación. Teniendo en cuenta esta 
perspectiva, caracteriza a la demencia precoz como una afección en la que prevalece el 
debilitamiento temprano y progresivo de las distintas áreas de la personalidad. 
Mencionaremos brevemente la evolución de este concepto en la obra de Kraepelin. A partir 
de la cuarta edición (1893), que surge de una revisión de la anterior, aparece una mutación 
fundamental: el grupo de los “Procesos psíquicos degenerativos” que comprende la demencia 
precoz (por primera vez Kraepelin utiliza este término), la catatonía y la demencia paranoide. 
En la quinta edición (1896) este grupo pasa a llamarse “Procesos demenciales”. 
Pero, como hemos señalado, el momento más sólido, por la coherencia interna que obtiene 
la clasificación de nuestro autor, se alcanza en la sexta edición del Tratado (1899) en la cual las 
páginas dedicadas a la demencia precoz se duplican. Esto se debe a que ahora se agregan en esta 
entidad aquellas formas alucinatorias de la paranoia que fueron excluidas a partir de la restricción 
del concepto de paranoia. 
Aparece el grupo llamado “Demencia precoz” caracterizado como “una serie de cuadros 
clínicos cuya característica común consiste en una evolución signada por debilidades peculiares. 
Aunque es probable que esta marcha desfavorable no ocurra en todos los casos sin excepción, es tan 
extremadamente común que, por ahora, preferimos conservar la designación convencional” 
(Kraepelin, 1899/1996, p. 29). 
En este grupo se incluyen las siguientes formas: 1. Hebefrénica (que retoma la descripción 
de Hecker), 2. Catatónica y 3. Paranoide, que a su vez incluye, por un lado, la demencia paranoide 
y, por el otro, las paranoias alucinatorias (delirios sistematizados fantásticos). “La razón de esto es 
que ellas desembocan finalmente en estados terminales muy parecidos (delimitación por el estado 
terminal: cf. Kahlbaum), pero también que se encuentra en ellas nuevamente síntomas 
fundamentales idénticos (reagrupamiento en base a un análisis psicológico)” (Bercherie, 1980/2006, 
p. 113). 
Cabe señalar que el uso que hace Kraepelin del término de demencia difiere del que han 
promovido en la misma época -entre el final del siglo XIX y el comienzo del XX- algunos autores 
germánicos como O. Binswanger, A. Alzheimer, M. Klippeel o A. Marie. Estos autores adoptan un 
procedimiento directamente inspirado en el método anatomoclínico. Ante todo, van a describir un 
síndrome demencial en el que se asocian de forma progresiva y con un proceso de agravamiento 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
inevitable alteraciones de la memoria que afectan al principio a los recuerdos recientes y a las 
adquisiciones actuales; el paciente está desorientado en el tiempo, incapacitado de recordar fechas y 
con una desorientación en el espacio, errores de juicio, una pérdida del sentido de lo absurdo, y a 
veces falsos reconocimientos y una fabulación ante cualquier pregunta, carente de sistematización 
(Lantéri-Laura, 2000, pp 159-160). Por su parte, Kraepelin (1899) considera que la naturaleza 
especial de la demencia precoz implica la afección primaria de la afectividad, la voluntad, el 
razonamiento y en consecuencia la personalidad, mientras que la inteligencia, la memoria y la 
orientación están intactas. 
En la séptima edición (1903-1904) aparece un concepto fundamental: “la pérdida de la 
unidad interior”, como un factor principal para explicar la clínica de la demencia precoz. 
Sin embargo, desde 1900, Kraepelin recibe importantes críticas de la psiquiatría de la época 
que lo llevan a revisar sus contenidos. En efecto, la octava edición constituye una tentativa de 
integrar las críticas recibidas y los aportes, con la intención de lograr una suma universal del 
conocimiento en la especialidad. 
Las discusiones se suscitaron a propósito de la gran síntesis kraepeliniana de la sexta 
edición, y las objeciones están principalmente dirigidas a la demencia precoz y a las paranoias 
alucinatorias (Bercherie, 2004, p. 15). Para Gilbert Ballet, las cuatro formas clínicas de la demencia 
precoz son muy disímiles entre sí como para estar agrupadas en una misma entidad clínica. Este 
autor responde a la excesiva extensión que Kraepelinhabía otorgado a la demencia precoz con la 
creación de la psicosis alucinatoria crónica, en 1911. Seriéux y Capgras objetan la inclusión de los 
delirios crónicos alucinatorios en la demencia precoz. La crítica de Bleuler apunta, por un lado, a la 
nominación de precoz, por considerar que hay casos en los que esta enfermedad aparece en forma 
tardía y, por el otro, a la terminación demencial que, desde su perspectiva, no se verifica en todos 
los enfermos. 
En este contexto, Kraepelin (1909-1913) presenta un reordenamiento de su clasificación 
nosológica en base a sus consideraciones etiológicas, y estas modificaciones impactan en la 
conceptualización de la demencia precoz. En función de este criterio, ordena sus 17 clases de 
enfermedades mentales desde la más exógena, o adquirida, hasta la más endógena o constitucional. 
El grupo intermedio está conformado por las psicosis de causa obscura (probablemente auto-
tóxicas) pero con una parte importante de predisposición, entre las que se encuentran las demencias 
endógenas, “más exactamente: debilitamientos, Verblödung” (Bercherie, 1980/2006, p. 172), que 
sustituyen a la antigua demencia precoz. Este nuevo grupo de las demencias endógenas se encuentra 
compuesto por dos subgrupos: la demencia precoz restringida (en comparación con la edición 
anterior), en la cual los trastornos de la voluntad o la afectividad dominan el cuadro, y las 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
parafrenias, que serán abordadas en el próximo apartado. En efecto, tal como es señalado por 
Stagnaro (1996), se trata de una definición de la demencia precoz limitada en su extensión, puesto 
que, a pesar de que los subtipos de esta enfermedad pasan a ser nueve, solo incluye cuadros en los 
que prevalece una demencia de temprana aparición, a diferencia de la sexta edición en la cual 
sintetizaba cuadros que no evolucionan del mismo modo ni terminan necesariamente en demencia. 
En esta última edición, la demencia precoz es definida como: 
Una serie de estados, cuya característica común es una destrucción peculiar de las 
conexiones internas de la personalidad psíquica. Los efectos de este daño predominan en las 
esferas emocional y volitiva de la vida mental.… representa una forma bien caracterizada de 
enfermedad y se justifica considerar la mayoría, al menos, de los cuadros clínicos que son 
agrupados aquí, como expresión de un proceso mórbido único, aunque a menudo, 
superficialmente divergen mucho uno de otro (Kraepelin, 1909-1913, p. 3). 
 
La demencia precoz es presentada bajo las clásicas formas pueril o hebefrénica, catatónica y 
paranoide (forma grave), y más detalladamente discriminadas en las formas depresivas (simple y 
delirante), las demencias agitadas (circular, periódica y agitada), la demencia paranoide leve y la 
esquizofasia. También aparece en el grupo de la demencia precoz la forma simple, englobando así 
un aporte de Bleuler. 
Con respecto al inicio, el autor destacó que, en la mayoría de los casos, se inicia en los 
períodos más tempranos de la vida, entre la adolescencia y los 25 años. 
El curso clínico de la enfermedad y el estado terminal es crónico, irreversible, con déficit de 
las funciones psíquicas y pérdida de la eficiencia mental y práctica. 
 
Síntomas fundamentales y accesorios 
Teniendo en cuenta el criterio clínico-evolutivo, Kraepelin (1899) diferencia en la demencia 
precoz dos tipos de síntomas. Los síntomas fundamentales, que son aquellos fenómenos propios, 
distintivos, que se presentan a lo largo de todo el curso de la enfermedad y que se manifiestan con 
total claridad en la fase terminal, y los síntomas accesorios, que pueden estar presentes o no; es 
decir: no son específicos de la enfermedad, son transitorios y, cuando se presentan permiten 
especificar el subtipo clínico. 
Kraepelin realiza una descripción precisa de los distintos síntomas de la demencia precoz y 
la acompaña con ilustraciones clínicas. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Delimita los siguientes síntomas fundamentales de la demencia precoz: el repliegue 
afectivo, la afección de la voluntad, la perturbación del curso del pensamiento y la pérdida de la 
unidad interior. 
 
Repliegue afectivo 
La perturbación de la vida afectiva o emocional suele ser el primer y más sorprendente 
síntoma del comienzo de la enfermedad. En todos los casos se encuentra una indiferencia de estos 
pacientes hacia sus vínculos afectivos anteriores, ya sea hacia familiares o amigos y, a su vez, 
pierden la satisfacción que antes le procuraba su trabajo, sus actividades recreativas y placenteras. 
Kraepelin (1909-1913) destaca que estos pacientes no tienen una verdadera alegría de vivir. “Nada 
importa, todo es lo mismo”, no sienten “ni pena ni alegría”. 
Otro fenómeno que da cuenta de esta perturbación es la desaparición de la delicadeza del 
sentimiento: no tienen ninguna consideración por lo que los rodea, son desinhibidos, desprolijos, 
sucios, pierden el sentido de la repugnancia y el sentimiento de vergüenza. 
Además, suelen volverse insensibles a la incomodidad corporal, soportan posiciones 
incómodas, insultos, se lastiman. 
En la fase terminal de la enfermedad son completamente indiferentes hacia todo lo que 
sucede alrededor. 
Si bien el cambio más importante es el embotamiento emocional (es decir, la marcada 
indiferencia, la ausencia de reacción afectiva), puede ocurrir una oscilación repentina del equilibrio 
emocional de extrema violencia. Por otro lado, una característica de esta enfermedad es el estallido 
de risa repentino, inmotivado y frecuente. Todas estas emociones se distinguen por lo repentino del 
comienzo y de su desaparición, y por el cambio de humor súbito. 
Kraepelin señala que en estos pacientes se trata de una ataxia de los sentimientos, una 
pérdida de conexión con otros sucesos mentales. En condiciones terminales, se vuelven irritables, 
presentan estallidos violentos y repentinos, y también excitación, la cual aparece sin causa y de 
forma bastante regular. 
La disposición del ánimo es exactamente contraria al estado verdadero de las cosas. Por 
ejemplo, se ríen mientras cuentan un intento de suicidio o cuando muere un pariente cercano. A 
veces, solo se trata de una falta de relación entre el humor y la expresión, es decir, de paramimia. 
Risas sin sentido y sin alegría, la mezcla del llanto y la risa, entre otras cosas. 
También sucede en los pacientes una completa inversión de sus relaciones emocionales, lo 
cual puede ser el primer signo de que se aproxima la enfermedad. Antiguos sentimientos de cariño 
se transforman en completa aversión. 
 
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Emil Kraepelin - Clínica de las psicosis 
Frecuentemente, los pacientes ya se aislaron de sus familias y de lo que los rodea mucho 
antes de la aparición de síntomas más llamativos. Cuando el desorden llega a estar más elaborado, 
se desarrolla el cuadro de estupor negativista, el cual implica el aislamiento de toda influencia 
externa y se conecta con la supresión de todas las emociones. 
 
Afección de la voluntad 
Junto con los desórdenes de la vida emocional encontramos una serie de perturbaciones de 
la voluntad en el terreno del trabajo y la conducta, que dan un carácter peculiar al cuadro clínico. 
En primer lugar, se observa un debilitamiento general de los impulsos volitivos. Los 
pacientes han perdido toda inclinación a la acción y a la actividad; no se preocupan por nada, no 
van a trabajar, aunque tal vez son capaces de emplearse de un modo razonable si el estímulo 
proviene del exterior. No experimentan el tedio, no tienen necesidad de entretenerse, sino que 
pueden quedarse en la cama sin actividad. En suma, representa un desorden usualmente severo, ya 
que la actividad de la voluntad constituye el cimiento más importante de la personalidad psíquica. 
En estrecha relación con ella se encuentra la susceptibilidad de la voluntad a la influencia,

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