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El deseo. Nueva cátedra Psicopatología 1. Dr. Prof. Fabián Naparstek. 3 de octubre del 2011. Teórico 17. Buenas noches. Con la profesora adjunta Andrea Berger estuvieron viendo el deseo en la neurosis obsesiva. Durante la primera mitad de la clase abordaremos este tema desde otra perspectiva y, la segunda mitad, será dedicada a un repaso ya que éste será el último teórico antes del parcial. El que viene es feriado y ya el otro es el parcial. De alguna manera, lo que venimos viendo es que el acento de Freud estaba puesto en el síntoma y esta primera época, de Lacan, está centrada en al menos cuatro ejes: uno es la pregunta, otro es la identificación, el deseo y, finalmente, la cuestión del padre. Respecto de la histeria, la pregunta es por la feminidad. En cuanto a la identificación, vimos los tipos de identificación propiamente histérica, el deseo como deseo insatisfecho y la figura del padre como impotente. Luego tenemos, en la neurosis obsesiva, la pregunta por la muerte (cuestión que también destaca Freud), el deseo como imposible y la cuestión del padre como padre muerto, que se ve muy bien en el historial del Hombre de las Ratas; lo deben haber estado trabajando también en las comisiones. Independientemente del tipo de identificación que hemos visto en la histeria, con sus formas, siempre en el horizonte está la impotencia. La identificación está ligada a la forma en que aparece el padre en cada una de estas entidades clínicas. En la neurosis obsesiva la identificación está claramente ligada, también, a la cuestión de la forma en que aparece el padre en la neurosis obsesiva. Creo que algo de eso estuvimos charlando la vez pasada, sobre el padre muerto. Pero me interesaba este cuadrito, más allá de lo esquemático, para tener una imagen de cómo la perspectiva de Freud y Lacan no es la misma. Hay que tener presente que Freud tenía la idea de que el obsesivo/a siempre busca temas que sean indefinibles, lo cual lo lleva a mantenerse todo el tiempo en la práctica de un pensamiento que no frena. Respecto del deseo -las dos formas, deseo insatisfecho y deseo imposible-, es una manera de resaltar un aspecto del deseo, porque nosotros partimos de la idea de que estructuralmente, no hay manera de satisfacer totalmente el deseo. Recuerdan que hemos visto un pequeño esquemita que planteaba la diferencia entre necesidad, demanda y deseo. La idea de Lacan es, si partimos de una supuesta necesidad - que sería la necesidad fisiológica- y nos encontramos con el lenguaje, lo que Lacan llama en un primer tiempo el tesoro del lenguaje, el Otro aun sin barrar; lo que dice Lacan es que esa necesidad queda transformada en demanda. Es decir, la madre sanciona eso a través del lenguaje de alguna manera. A eso llamamos demanda. Lo digo de otra manera: el niño llora, y la madre dice “es tal cosa”. Ya eso implica transformar la supuesta necesidad en demanda y poco importa lo que era. Creo que hemos charlado esta idea de que “el que no llora no mama”, es decir que hay que pasar por el Otro, que es el Otro del lenguaje, y eso implica que la necesidad queda transformada en demanda; no hay vuelta que dar. Cada vez que alguien llora, eso repercute en el campo del lenguaje como demanda, es decir “quiere tal cosa”, “le pasa tal cosa”, “le duele la panza”; todo lo que se le pueda ocurrir a una madre, que no son tantas cosas en general. Yo digo el llanto, pero podría ser todo lo contrario. Por ejemplo, que el bebé no haga nada; y ahí “ese bebé no hace nada” y ese “no hace nada” también se transforma en una demanda: “¿no será que tal cosa?”. No hay manera de que eso no se transforme en demanda. La idea de lacan es que no toda la necesidad queda incluida dentro de la demanda. Un modo de decirlo de otra manera: no todas las palabras alcanzan para sancionar eso. Lo digo así pero jamás Lacan lo escribió así: la necesidad menos la demanda, es decir, aquello que excede a la demanda, es la causa del deseo. Necesidad – Demanda = causa del deseo. Quiero decir, si la madre dice “quiere esto” y fuera verdaderamente eso, se acabaría el asunto. Como hay algo más, es porque se desea. En efecto, es cosa de todos los días esto. Por ejemplo, un hijo le dice a la madre: “déjame a mí, no me digas antes de lo que yo quiero hacer lo que voy a hacer o lo que tengo que hacer”. Es un reclamo habitual, en principio no patológico. Es un reclamo humano para tener algún lugar donde desear, porque si la madre lo único que hace es todo el tiempo no bancarse que lo que ella dice no alcanza, lo que hace es taparle la boca a ese niño. No estoy diciendo ninguna genialidad con esto, es algo de todos los días, y eso es el deseo. Un hijo que le pide a la madre un lugar, un resquicio, donde la madre no se meta, para tener un poco de deseo. El deseo, en este momento para Lacan, es casi equivalente a la vida. Como cuando uno dice: “quiero respirar un poco”. Creo que lo hemos trabajado, cómo Lacan interpreta lo que ya se estudiaba hace tiempo con esos fenómenos de hospitalismo, o marasmo. Es el bebé que se muere, que no quiere comer y se deja de alimentar. Lacan lo interpreta como un Otro que, cada vez que el niño abre la boca, le mete la papilla. Entonces el niño cierra la boca con tal de que ese Otro esté barrado, con tal de que haya un deseo. Se transforma el bebé mismo en lo que le falta a ese Otro y hace que la madre se rompa un poco la cabeza pensando “¿no será tal cosa?, ¿no será tal otra?”. Tiene algo vivificante eso, que la madre no esté totalmente convencida de qué se trata. Esa es a veces la gran dificultad que tienen algunos bebés con madres psicóticas, que tienen la certeza de lo que ese niño quiere. Entonces: la demanda no es el deseo. Lo digo de otra manera (estoy diciendo todo el tiempo lo mismo, pero busco formas diferentes). Como no todo se puede decir, entonces hay deseo. No es una idea ni inicialmente freudiana, ni inicialmente lacaniana, sino que está en la historia del pensamiento Si la demanda alcanzara a nombrar toda la necesidad, no habría falta. Entonces, se ve que el deseo por estructura no puede ser totalmente satisfecho porque, si pudiera ser totalmente satisfecho, dejaría de ser deseo, sería la muerte del deseo. Esto por estructura, no interesa si es neurosis, si es histeria, obsesión o fobia; es por estructura. Cuando digo “por estructura”, estoy diciendo que es para aquellos que están dentro del lenguaje. Cuando nosotros damos un paso más y decimos “deseo insatisfecho” y “deseo imposible”, son la forma que subraya una estructura subjetiva o la otra para tramitar este aspecto del deseo. ¿Se entiende la cuestión? La histeria tiene la ilusión, a través de subrayar la insatisfacción del deseo, de que eso podría satisfacerse en algún lugar, especialmente en la Otra, en la Otra mujer. En cambio, la neurosis obsesiva tiene la ilusión de que eso se va a realizar cuando el padre muera. Lo paradójico del asunto y lo interesante en el Hombre de las Ratas173 es que el padre ya está muerto, y todavía sigue esperando que se muera. A la noche lo espera al padre muerto, todavía. Son versiones diferentes, no es exactamente lo mismo que el deseo insatisfecho, porque la histeria va a la búsqueda del deseo y todo el tiempo lo hace revivir; mientras que la obsesión lo posterga todo el tiempo para adelante, por 173 - Freud, S. (1909). A propósito de un caso de neurosis obsesiva. Obras Completas, tomo X. Op. Cit. eso imposible. El sujeto histérico está todo el día trabajando para mantener el fuego vivo del deseo y que no se caiga del todo, es decir que cuando el fuego se está apagando, le echa un leño más. E insisto, cuando digo el deseo, no es el deseo de ella, sino que es el deseo de toda la escena: que el hombre en cuestión siga deseando. Ese es el problema que hemos visto con el Sr. K, que cuando le dijo “yo no deseo más a esa otra mujer”, ahí se veel pecado mortal que es para ese hombre, que hace de testaferro, decir “no deseo más”. “No deseas más, no me servís más”, y es la cachetada que le da Dora al Sr. K. En cambio, la neurosis obsesiva todo el tiempo posterga y ubica en el horizonte un momento en el que eso se va a realizar, por ejemplo, cuando se muera el padre. Hay cierta ligazón entre el padre muerto y la imposibilidad del deseo, y cierta ligazón entre la impotencia del padre y el deseo insatisfecho. Porque, finalmente, la impotencia supone la posibilidad de que en algún momento se pueda satisfacer el deseo. Lo digo de otra manera: en algún momento se le va a parar. Pero mientras tanto se mantiene insatisfecho. Finalmente, cuando se le pare, no va a ser lo que se esperaba: va a ser poco tiempo, etc. Pero el asunto es que la impotencia va muy ligada con la insatisfacción. Hay que agregar que la impotencia no sólo está ligada al campo estrictamente sexual sino que, también, es que no gana el suficiente dinero, etc. Del lado de la obsesión, el suponer que después de la muerte eso se va a realizar mortifica el deseo mismo, mientras tanto, porque anula al deseo en tanto tal. Es algo bastante habitual encontrar en la clínica obsesivos totalmente desvitalizados, mecanizados; son esas obsesiones que ustedes estuvieron viendo: las cuentas, las idas y vueltas, que lo mecanizan totalmente y eso deja por fuera al deseo, cumpliendo todo el tiempo lo que hay que cumplir, pero por fuera del deseo. Toda la pregunta que se hace Freud a lo largo de su obra (recuerden la regresión a la analidad). La pregunta de Freud es si se regresa efectivamente o si es un dialecto, anal. La primera explicación que hay que tener presente, y después vamos a leer unos párrafos en Lacan, es que la analidad está ligada directamente con la demanda y no con el deseo. Está dentro del campo de la demanda; es la madre que le pide (cuando digo la madre no tiene por qué ser la de carne y hueso, sino quien encarne ese lugar) que haga en tiempo y forma. Eso será festejado si se hizo en tiempo y forma, o será una mierda literalmente, si no fue en tiempo y forma. Pues la demanda siempre implica “yo te pido algo, vos me das algo”. Es una relación, dice Lacan, de dones: “tú me das, yo te doy”. Si el niño hizo en tiempo y forma, está el regalito para dárselo, lo cual hace pensar para el niño que eso que hace en tiempo y forma, es un regalito para la madre. Ahora, cuando tenemos la duda en la neurosis obsesiva, entre significante uno y significante dos, S1 y S2 en términos de Lacan; “¿se lo devuelvo a tal o se lo devuelvo a tal otro?”, “¿me bajo en Pacifico o me bajo en Palermo?”, por ejemplo, para hacerlo más local al trencito. Pero es interesante la idea del trencito y las estaciones, porque es la cadena significante finalmente; y está viendo en qué estación se baja. Por ejemplo, yo siempre cuento el caso de un paciente que decía “¿encaro o no encaro?”, y cuenta una escena que sucedía en una cuadra -esto era algo que le sucedía de manera sistemática-; que ahora no recuerdo las calles pero, finalmente, estaba yendo entre dos esquinas. Entonces, iba entre una esquina y otra pensando: ir a una esquina era ir a tocarle el timbre a una mujer. Cuando se acercaba decía: “no, cómo voy a caer así sin avisar... olvídalo”. Y después decía: “no, soy un cagón” y volvía. Y, finalmente, estaba yendo y viniendo entre uno y otro. Es decir que el lugar de la obsesión por excelencia es ir y venir entre uno y otro. Aquello que Freud llama dialecto obsesivo, en algún sentido, es el intento de la neurosis obsesiva de tapar la hiancia entre un significante y el otro, de ocupar esa hiancia para que no se produzca el agujero que hay entre un significante y el otro. ¿Por qué? Porque el agujero entre un significante y el otro es donde está el deseo. Porque la demanda hace creer que uno es uno, y que dos es dos. El falso enlace (no lo dice así Freud) en la obsesión son falsas disyuntivas, es algo que a veces se utiliza en publicidad. En un momento me había interesado sobre la publicidad en política, tomado una que era un graffiti que hacían los nazis en la preguerra; escribían en las paredes: “a los judíos y a los ciclistas hay que matarlos a todos”. Entonces la primera pregunta que surgía es “¿y a los ciclistas?”, dándose por sentado que a los judíos había que matarlos. ¿Se sigue la lógica? Es una lógica obsesiva de generar falsas disyuntivas. En política se usa mucho: se genera una disyuntiva para que todo el mundo se esté debatiendo de algo para no plantear las cuestiones que habría que plantear. Son modos obsesivos de plantear disyuntivas y uno queda poniendo en la balanza: “ciclistas o judíos”. Entra en una disyuntiva en que se pierde la cuestión y, la cuestión que se pierde para la neurosis obsesiva, es el deseo. Acá, en este caso, está planteado en términos de “soy cagón o me la banco”, cuando la cuestión es: “¿te gusta o no te gusta esa persona?”, por ejemplo. “¿Te interesa o no te interesa?”. ¿Se entiende la cuestión, cómo cambia la problemática? De ahí, la modalidad obsesiva de hablar que en sí misma esquiva el deseo. Lo voy a decir ahora de otra manera: no es que el deseo sea imposible, sino que la neurosis obsesiva le hace la vida imposible al deseo; no da lugar para que surja el deseo, para que viva el deseo. Hay algo bastante habitual, cuando viene un sujeto obsesivo a análisis, que puede decir: “tengo dos cosas para contar. Cuento la primera rápido y después me meto con la segunda”. Es muy habitual eso. No les quepa la menor duda que, en esa rápida que quieren contar, hay allí algo más interesante que en la otra. Además, como las sesiones son cortas entre los lacanianos, pasa rápido… Y así pasa listas de eso. Gran parte de la estrategia de pensar sesiones cortas estuvo muy ligada a la neurosis obsesiva, sumamente ligada. Un sujeto obsesivo, si uno lo deja hablar, nos puede dar conferencias, conferencias enteras, de temas interesantísimos, porque no quiere decir que eso sea estúpido, puede ser muy interesante… p ero una cosa es la conferencia y otra cosa es analizarse. Puede sentarse y uno, al rato que está escuchando, no entiende cómo llegó a ese tema, de donde partió, cómo llegaron a estar hablando de eso. Son esas maneras falsas de plantear disyuntivas. No porque uno decida qué es lo falso y qué es lo verdadero, sino que se trata del deseo. Es decir, se trata de cómo ubicar el deseo. Uno, como analista, por supuesto que no lo sabe de antemano; se verá con el decir del sujeto. Entonces, les leo dos párrafos acerca de cómo lo dice Lacan en el Seminario 10, donde retoma la problemática que yo he señalado en otras ocasiones, de la regresión en Freud. Se acuerdan de que uno de los problemas en “Inhibición, síntoma y angustia”174, era que Freud decía que, a partir de la regresión, todo cambia; y las tres defensas que menciona allí: regresión, represión y formaciones reactivas, y si eso se debía a una desmezcla pulsional, todo ese asunto bien al estilo freudiano. Lacan lo pone en estos términos: “para decirlo todo, el obsesivo, como todo neurótico, ya ha accedido al estadio fálico”175. Recuerdan cuál era el problema: que si no se accede al estadio fálico no estamos en el campo de la castración. Así dice: “como todo neurótico, ya ha accedido al estadio fálico”, no hay vuelta que darle, “pero dada la imposibilidad en que se encuentra de satisfacer en el nivel de este estadio”, (cuando dice 174 - Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas, tomo XX. Op. Cit. 175 - Lacan, J. (1962-63). El Seminario, Libro X: “La angustia”. Buenos Aires: Paidós, 2006. p.346 dicho estadio, el fálico, está hablando del deseo también) “llega su objeto, el suyo, el a excremencial, el a causa del deseo de retener. Si quisiera verdaderamente conjugar su función con todo lo que he dicho de las relaciones del deseocon la inhibición, este a, lo llamaría más bien el tapón. Respecto a esta función adquirirá ese objeto los valores que podría llamar desarrollados”.176 Olvidémonos un poquito de lo que es el objeto a y todo eso porque no he dado ninguna explicación del asunto pero, en principio, la idea de Lacan es que el sujeto obsesivo pone ese objeto, que es el objeto de la demanda y que él lo llama acá “excremencial”, como un tapón. ¿Tapón de qué? Del deseo. A esto Lacan lo llama fantasma de oblatividad. ¿Qué significa el fantasma de oblatividad? Es transformar las relaciones en términos de dones. “Yo te doy, vos me das”. Son buenos negocios. Si lo que vos me das se compensa con lo que yo te doy, nos damos la mano y estamos todos de acuerdo; a nadie le sobra nada ni le falta nada. Agrega Lacan: “Todo el mundo, por supuesto, estaría encantado con que la unión genital fuese un don –yo me doy, tú te das, nosotros nos damos- Desgraciadamente, no hay huella de don en un acto genital, copulatorio, por muy logrado que lo puedan ustedes imaginar. Precisamente, no hay don sino allí donde siempre se lo ha situado, en el nivel anal. En el nivel genital algo se perfila, se alza, que detiene al sujeto en la realización de la hiancia, del agujero central, e impide aprehender aquello, sea lo que sea, que pueda funcionar como objeto del don, objeto destinado a satisfacer”.177 Intento decirlo en un ejemplo vivo: al sujeto obsesivo, la relación sexual que mejor le podría venir, es con una prostituta. ¿Por qué? Porque la prostituta da su cuerpo y él le paga. No hay reclamos porque nos pusimos de acuerdo en el precio. No hay reclamos, todo eso es previo: si pide rebaja, si quiere menos, si quiere más, lo que sea. Pero una vez que se pusieron de acuerdo, ella entregó esto y él entregó esto. Terminó la relación donde cada uno dio lo suyo, cada uno recibió lo que le tocaba, y se transformó en una relación de dones. Es una manera de transformar la relación sexual en algo que se puede dar y que se puede recibir; cuando lo que muestra cualquier relación sexual es que no se sabe lo que se da, ni se sabe lo que se recibe. Siempre hay de más o de menos, siempre hay un poquito más o un poquito menos. Se da en términos temporales, si ustedes quieren, porque la relación con la prostituta hasta tiene eso: se regula hasta el tiempo. Puede haber una lista de cosas que se regulan ahí pero, en general, el desfasaje temporal es una de las maneras en que aparece por excelencia el desencuentro sexual, pero no es la única. El desfasaje en el campo sexual es siempre temporal, al menos. Siempre se dura más o menos. Después puede tener nombre eso; puede tener nombre de eyaculación precoz o de frigidez pero, finalmente, ¿quién es, quién tiene la medida exacta de la duración de un acto sexual? Se entiende. ¿Cuándo se sanciona algo como eyaculación precoz? Por supuesto que hay situaciones que uno reconoce como tales, pero cuando se sanciona, se supone que eso debería durar algo. Es decir, que eso tiene tiempo y siempre hay allí algún desfasaje. Más allá de que pueda ser placentera, más allá de que ambas personas luego de ese encuentro -lo digo rápidamente- estén felices y contentas. Eso no equivale a que se sepa efectivamente qué se dio y qué se recibió. Finalmente, el sujeto obsesivo lo que quiere es tener las cuentas claras y, por más que la relación haya sido muy satisfactoria, al obsesivo no le cierran las cuentas. Al sujeto obsesivo no le cierran las cuentas, porque le interesan las cuentas, y no quiere decir que al sujeto histérico le cierre. 176 - Ibidem, p.346. 177 - Ibidem, p. 346. La histeria, por más satisfactoria que haya sido la relación, estará pensando que en la Otra hay algo más, sin peros. La histeria es la que siempre tiene un pero en la punta de la lengua: “es genial esto, pero…”. Lo trato de transmitir de la manera más habitual en que aparece en la clínica. Porque el “pero”, si ustedes quieren, es una manera de dar insatisfacción. Es decir, si alguien dice “estuvo genial”, ya con el “pero…” aparece algo de la insatisfacción. La histeria encuentra cierta satisfacción a condición de que haya un “pero”, que no sea total. E insisto, teniendo presente que la insatisfacción es por estructura. Y por eso me interesa que distingamos el imposible, cómo lo entendemos, porque si hay algo que destaca muy bien Lacan es la diferencia entre la impotencia y la imposibilidad; la imposibilidad en términos matemáticos. Lo vimos cuando trabajamos los tres registros. Para los matemáticos la imposibilidad se demuestra, por ejemplo, a través de un teorema; hay que demostrarlo. Es algo que los matemáticos sitúan con mucha claridad: un imposible, no es imposible hasta que no sea demostrado que es imposible. Entonces, la impotencia, no es exactamente lo imposible. Y, en general, la impotencia es siempre la versión neurótica de los imposibles. El neurótico cree, por ejemplo, que tiene cierta impotencia para nombrar todo, cuando en realidad es imposible. Ahora, esta imposibilidad del deseo no es el imposible matemático del que estábamos hablando, es más hacerle la vida imposible al deseo, es más no darle lugar al deseo. La neurosis obsesiva trata de saltar de un significante al otro, lo más rápido posible, para que no se le produzca un vacío en el medio. Trata de transformar la relación sexual en una relación de oblatividad para que no haya un vacío. Trata de transformar la relación transferencial con el analista, también, en una relación de dones; y entonces se queja, si corresponde la cantidad de minutos que le dio el analista en sesión con la cantidad de dinero que tiene que pagar. Todo eso lleva las cosas al campo de la demanda y no del deseo. En vez de preguntarse por qué hubo un corte de sesión, en ese punto, está haciendo el cálculo de cuánto le sale la sesión por minuto: “Si pagué tanto y tuve tantos minutos…”. Divide y dice “me está saliendo caro”. Es la relación con el Otro en donde trata de hacer siempre, de esa relación, una relación contable. En algún sentido esto muestra por qué a veces es más entretenido el discurso histérico que la obsesión. El discurso histérico intenta sostener el deseo y armar deseo donde no lo hay y, el sujeto obsesivo, intenta hacerle la vida imposible al deseo. Es algo que cada vez más se da en la vida actual; la cultura actual empuja hacia ese aspecto obsesivo. La fascinación que hay en la época actual por las cifras, por hacer todo contable. Hace poco me llamó la atención que uno anda caminando por Nueva York y se puede ver la deuda externa de EE. UU. en un cartel que dice “deuda externa tal número de millones”, y va cambiando. Es un cartel enorme, luminoso, en el medio de carteles de Coca- Cola y otras marcas: deuda externa tantos millones; o el calentamiento planetario, otra cifra de cuánto se está calentando el planeta. ¡En qué me cambia a mí si son 15 millones o 30 millones! Es la fascinación por la cifra. Por más que sea muy noble y humano hablar del calentamiento global y concientizar a la gente, ahí lo que me están mostrando en letras fosforescentes es la cifra. Esto tiene cierta relación con el modo obsesivo de la época y con el aplanamiento del deseo. En la neurosis obsesiva se le hace la vida imposible al deseo y en la histeria se vivifica el deseo como insatisfecho. Por eso la histeria ha sido central para el psicoanálisis, porque el psicoanálisis vive del deseo y el sujeto histérico es un trabajador por el deseo. Entonces, se ve muy bien la relación estrecha que hay entre el psicoanálisis y la histeria. El psicoanálisis surge a partir de las histéricas. Porque las histéricas iban al médico a decirle “usted es impotente con mi síntoma”, iban con el brazo paralizado a los mejores médicos de la época y les iban a mostrar que ellos no podían con su síntoma histérico. Que es lo mismo que vienen a hacer a análisis, vienen amostrarle al analista que no pueden con eso. Pero, mientras tanto, con ese deseo se puede hacer un análisis. A la par uno puede tomar eso, si soporta un poco esa impotencia, y se puede a partir de eso decir “está bien, no puedo hacer nada, pero analicémoslo”. Finalmente, la pregunta por la muerte es una pregunta para seguir saltando de un significante al otro, casi como Tarzán que anda en la selva de los significantes, yendo de un significante al otro, sin dejar ningún espacio en blanco. Tarzán es un buen ejemplo, que anda de liana en liana, pero nunca se sabe dónde va. ¿Se preguntaron alguna vez dónde va Tarzán? La pregunta por la muerte está al servicio de eso. Finalmente, lo que evita el sujeto obsesivo son las puntuaciones, porque cuando uno puntúa algo, un fallido -uno viene hablando y, en vez de decir A dice B-, eso cobra un sentido nuevo. Uno viene hablando que mi mujer, que se llama Juana, y dice Ana. Ya al decir eso, todo lo que dijo va a parar a otro lugar y cobra un sentido nuevo; y ahí surge algo del deseo. Ya en ese fallido hay una puntuación diferente, que es lo que evita el sujeto obsesivo. Digo, Tarzán, ya que da vueltas por la selva y no se sabe ni de dónde salió ni a dónde está yendo. El sujeto obsesivo anda como Tarzán por la selva significante. Va pasando de uno en otro. Entonces, si hay un fallido, eso marca de dónde parte y a dónde está yendo, porque es una puntuación en esa selva significante y ahí aparece algo del deseo como orientación. Por eso la necesidad del corte de sesión, porque si uno no lo corta puede quedar toda la vida hablando, que es lo que le pasó a Tarzán, que quedó toda la vida dando vueltas en la selva. Si uno toma un obsesivo u obsesiva en análisis podría estar toda la vida dando vueltas en la selva… Entonces, como a veces no se produce el fallido, el analista le corta en algún lugar para que aparezca algo del deseo. El asunto es cortar, no tanto en un significante, sino entre uno y otro. No es tan importante qué él va a develar a partir de que dijo Ana, y no Juana, sino que se corte ahí. Es decir que -yo siempre digo- el fallido es como un olvido en cámara rápida. Un olvido sucede cuando uno viene hablando y, recuerden Signorelli, Freud viene hablando y viene hablando y, de pronto, puntos suspensivos. Allí el significante que debía venir, quedó abajo, olvidado, y después de un tiempito viene otro. Y ahí se acuerda de Signorelli. En el fallido, esto de un significante que cae y otro que viene en su lugar se da inmediatamente. Por eso digo, el olvido es un fallido en cámara lenta o al revés. Pero este movimiento entre dos significantes es lo que interesa, porque en esa sustitución hay algo del deseo. Y por eso no sé si es tan interesante todo lo que después viene, todo lo que cuenta Freud de Signorelli, Boltraffio y todo ese texto enorme o, efectivamente, el vacío entre uno y otro significante. Entonces, hay algo del dialecto obsesivo que está por un lado muy ligado a la muerte, por otro, a la demanda y, por otro lado, a hacerle la vida imposible al deseo. Finalmente, eso mortifica porque es un sujeto sin deseo. Cuando alguien está en el campo de la demanda, lo único que hace es cumplir. “Quiere esto, le doy esto” y si el Otro no dice lo que quiere, el sujeto obsesivo se las arregla para pensar que lo que dijo lo quiere. La histeria, que mira en la vidriera y dice “¡qué linda remera!” y, si el sujeto obsesivo tiene el dinero ahí, va y la compra; y la histeria, que quiere mantener el deseo insatisfecho, dice “¡ay qué linda… pero para no tenerla!”. Es decir, para mantenerlo en la vidriera, para que no sea mío. Son las peleas que uno escucha en el consultorio y en la vida cotidiana del sujeto obsesivo, que le hace el racconto, el listado. La histeria le dice “no me siento tenida en cuenta” y la obsesión, dice: “lunes cuatro flores, martes te invité a cenar…” y hace el listado; eso corresponde al campo de la demanda, al campo de los dones, como si querer o amar a alguien pudiera ser transformado en términos de dones. Más bien, lo que termina diciendo Lacan en este Seminario 10, es que amar es dar lo que no se tiene. Por eso el reclamo femenino de hablar, porque cuando uno habla da lo que no tiene; es decir no puedo decir todo, no puedo definir todo. Finalmente, cuando uno habla, está dando algo de falta. Si hay un problema en la obsesión con el deseo, hay un problema también con el amor, con las cuentas de amor fundamentalmente. A partir de este esquema, en esta época de Lacan las cosas se arman en otros términos (deseo, pregunta, identificación, etc.) y, prácticamente, el síntoma queda afuera de todo esto. El síntoma no aparece con la claridad que aparece en Freud, donde todo en este Lacan está articulado a la cuestión de lo simbólico por excelencia. Pregunta de alumna. En la neurosis obsesiva la identificación es al padre muerto y, en la histeria, es al padre como impotente. Pero me interesa destacar la lógica de estas cuestiones. No son cuestiones separadas entre sí. Es importante, también en este punto, poder distinguir -y es de mi interés que lo podamos hacer- lo que plantea Freud y lo que plantea Lacan, porque no es exactamente lo mismo. Por más que Lacan diga que es una relectura de Freud. Por más que lo diga, es una relectura de Freud, pero hacer una relectura no quiere decir la versión oficial. Ha habido un movimiento de unos psicoanalistas, llamados “freudianos ortodoxos”, que supuestamente eran los que seguían al pie de la letra a Freud. A mi gusto, no hay quien más ha seguido al pie de la letra a Freud que Lacan. Ahora, al pie de la letra, no significa decir exactamente lo mismo. Cada vez que uno hace una lectura, es eso: hace una lectura. Entonces a partir de ahí hay que ver cuál es la lectura del caso Dora, que cambia de pe a pa. Que cambie no es sin consecuencias. Una cosa es decirle a Dora: “vos tenés un deseo homosexual con la Sra. K” y, otra cosa, es que se le plantee la pregunta por la feminidad. Son dos cuestiones diferentes, que orientan la clínica de manera diferente y hacen pensar a la estructura histérica de manera diferente. Eso no implica barrer con lo que decía Freud pero, en un punto, hay algo diferente y es de interés que ustedes puedan ubicar esas diferencias. Si uno pregunta cuál es la interpretación de Freud sobre la escena del lago, que ustedes puedan responder qué interpreta Freud de la escena del lago. No ni la Otra mujer ni todo eso… Que puedan distinguir una cosa de la otra. Ahora, si después, además, se les pregunta cuál es la contrapartida de la interpretación en Lacan, dirán la de Lacan. Que es un poco más entretenida la de Lacan, puede ser, pero que ustedes puedan distinguir una cosa de la otra y de dónde surge, además. Que esa misma frase: “Mi mujer no es nada para mí”, Freud la interpreta de una manera y Lacan de otra manera. Digo en la histeria como puede ser en la neurosis obsesiva. Por eso traía estos párrafos del Seminario 10, donde Lacan resuelve el tema de la regresión, sin tantos embrollos: que la metapsicología, que la desmezcla de las pulsiones y piripipí… es el embrollo freudiano y que Lacan resuelve de esta manera. Plantea que eso tapona el deseo, es un fantasma al servicio de tapar al deseo, de hacerle la vida imposible al deseo, lo tapa. Por eso me interesa la imagen del tapón. Siempre que hay un tapón, a la vez de tapar algo, esconder, a la vez, lo está mostrando. Siempre que hay un tapón, es porque ahí hay un vacío, un agujero. Y es una advertencia clínica porque, si hay tapón, hay agujero; y no sabemos de qué se trata ese agujero, pero nos orienta. Desgrabación: Soledad Soto.
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