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Copia de 18 - Psicosis alucinatoria cronica Ballet

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la psicosis alucinatoria crónica* 
(1911) 
Gilbert Ballet 
Gilbert Louis Simeón Ballet (1853-1916) file alumno de f. M. Charcot y uno de sus herederos en la Cátedra de Enfermeda-des Mentales y del Encéfrzlo del Hospital Sainte Anne de París, 
en la atal sucedió a A. foffroy en 1909. A lo largo de su brillante ca-
rrera de especialista incursionó en el ámbito de la Neurología, de la 
Psiquiatría y de la Historia de la Medicina. 
Entre sus principales obras figuran "El lenguaje interior y las for-
mas clínicas de la afasia (Le langage interieur et les formes clini-
ques de l'aphasie, 1888), "La higiene del neurasténico (Vhygiene 
du neurasthénique, 1897), "Lecciones de clínica médica. Psicosis y 
afecciones nerviosas (Ler;ons de clinique rnédicale. Psychoses et 
affections nerveuses, 1897), "Swedenborg, historia de un visiona-
rio" (Swedenborg, histoire d'un visionnaire, 1899), estudios so-
bre Leonardo da Vind y sobre María Leczinska y sobre todo el gran 
"Tratado de patología mental" (Traité de pathologie mentale, 
1903), escrito bajo su dirección, en colaboración con otros maestros 
de la época pertenecientes al gmpo de la Salpetriere, que constit:üyó 
con sus 1600 páginas, una obra de referencia durante mucho tiem-
po. Primero como Jefe de Servicio en el Hospital SaintAntoine y des-
pués en el Hotel Dieu, Ballet file el precursor de los modernos Servi-
cios de Psicopatología en los Hospitales Generales. 
Su trabajo spbre la qúe él llamó "psicosis alucinatoria crónica", 
que se reproduce a continuación, data de 1911 y ha permanecido co-
mo un concepto propio de la clínica psiquiátJica francesa siendo re-
chazado en otras latitudes. Dicha entidad, aislada previamente por 
J. Séglas, E. Dupré, L. Cotard y algunos otros, fite consagrada por Ba-
llet en un momento histórico partiallar de las relaciones políticas en-
* L'Encéphale, 1911, 8, Nº 6, p. 501-508 (De la Lección transcripta por e!Jefe de 
Clínica, Dr. Barbé) 
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GILBERT BALLET 
tre Francia y Alemania que coincidió en el plano interno con un pe-
ríodo de enfrentamiento sostenido entre los alienistas franceses del 
grupo de la Salpetriere y los defensores de las enseñanzas que había 
dejado Magnan. Efectivamente, Ballet rechaza la distinción que ha-
ce este último entre el 11 delirio de los degenerados" y el 11 delirio de evo-
lución sistemática 111 y extiende el campo de la patología, que recubre 
su psicosis alucinatoria crónica, hasta englobar ciertas fonnas cleli~ 
rantes de la demencia precoz. 
Kraepelin, tomando nota de estCI; conceptuación creará la categoría 
ele parafrenias, separándolas de la demencia precoz. Otros autores, 
sin embargo, rechazan la hipótesis ae esta mutua influencia de las 
nosografías de los delirios crónicos, sosteniendo que a ambos lados 
del Rin la evolución de las clasificaciones obedeció a razones .intrín-
secas de cada escuela y por lo tanto heterogéneas entre sí. 
Como sea, ambas aludirían a la supuesta existencia de fonnas de 
evolución crónica alucinatoria sin franca evolución demencial. 
La psicosis alucinatoria crónica sigue siendo reconocida en 
Francia, como lo prueban encuestas y textos, mientras que esos 
mismos cuadros son diagnosticados como esquizofrénicos en el 
espacio anglosajón. 
S 
eñores, en las lecciones anteriores les mostré cierto núme-
ro de enfermos afectados todos, como recordarán, por ideas 
de persecución con alucinaciones. En la mayoría, a las ideas de 
persecución se le asociaban ideas ambiciosas. Hice un estudio 
analítico de estos enfermos. Hoy mi objetivo es mostrarles que 
deben asociarse unas con otras y que, a pesar de las diferencias 
de detalles, diferencias relativas al relieve de los grupos de sin-
tomas, al modo de sucesión, a su desenlace, estos diversos casos 
se pueden considerar, al menos hasta nueva orden, como mo-
dalidades distintas de una misma afección a la que me parece 
conveniente llamar psicosis alucinatoria crónica. 
En medicina mental siempre es riesgoso tratar de constituir 
individualidades nosológicas y les pido que consideren ésta 
que les propongo sólo como un intento de agrupamiento legí-
timo de hechos que ya hemos visto. 
Después de estudiar estos hechos de manera aislada, debemos 
resolvernos a disociarlos unos de otros o a asociarlos. Ahora bien, 
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La psicosis alucinatoria crónica 
personalmente creo que su asociación corresponde más a la rea-
lidad que la disociación, y espero convencerlos de ello. 
En patología hay personalidades clínicas bien determina-
das, son las que, como la fiebre tifoidea por ejemplo, descan-
san en una cuádruple base etiológica, patogénica, anatomo-
patológica y sintomática: en efecto, sabemos que esta enfer-
medad se debe a un agente microbiano, el bacilo de Eberth; 
conocemos las principales condiciones en las que se desarro-
lla y se transmite este bacilo, su modo de acción en el organis-
mo y las reacciones del mismo frente a este microbio, las lesio-
nes que determina y lm. síntomas de estas lesiones. Las perso-
nalidades clínicas de este orden no son comunes en psiquia-
tría: está sin duda la parálisis general de la que conocemos al 
menos la causa, las lesiones, los síntomas, si bien ignoramos 
la p~toge:iia. Pero cuando abordamos el grupo de las psicosis, 
la et1ologia se hace indecisa o banal, por ende, la patogenia se 
torna oscura, y la anatomía patológica, casi nula. Nuestros 
únicos recursos para establecer entidades mórbidas residen en 
la sintomatología y en la evolución de los trastornos: aun así 
la noción de evolución está a veces sujeta a caución, ya que 
una misma entidad puede tener un desarrollo y un desenlace 
variables. Por ello, Señores, las individualidades clínicas que 
admitimos deben ser consideradas provisorias, ya sea porque 
ciertos caracteres sintomáticos o evolutivos que valoramos 
hoy día mañana pueden perder dicho valor, ya sea porque 
otros, que aparecerán tal vez más tarde, nos llevarán a intro-
ducir divisiones en agrupamientos de hechos que habíamos 
estimado homogéneos. 
Con estas reservas es que hoy voy a describir la psicosis alu-
cinatoria crónica. 
Los hechos que reúno con este nombre, por analogías que 
presentan entre sí, no son nuevos, pero hasta ahora fueron 
agrupados y clasificaoos de otra manera. Los marcos en donde 
se los ubicó me parecen insuficientes en la actualidad, y les diré 
porqué. Si es así, hay que modificar estos marcos. 
Los hechos en cuestión son los que ya les he presentado. Re-
cuerden cómo se caracterizan: lo repetiré brevemente, pues de-
bo volver sobre este punto en un instante. 
En todos ellos hallamos originariamente un estado cenesté-
sico penoso, hecho de vaga inquietud. Este estado cenestésico 
lleva muy rápidamente, rápida o lentamente, a ideas explicati-
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GILBERT BALLET 
vas de persecución y de ambición. Estas ideas se yuxtaponen, se 
suceden o se reemplazan con rapidez o lentitud. Siempre se aso-
cian a alucinaciones de los distintos sentidos que, por su cons-
tancia, parecen condicionarlas. 
Los casos en cuestión, abordados desde un punto de vista pu-
ramente sintomático y abstracción hecha de su evolución, co-
rresponden a los que Lasegue describió en 1852, en su memora-
ble trabajo sobre el Delirio de persecución. Pero Lasegue sólo ha-
bía resaltado los síntomas dominantes: las ideas de persecución 
con las alucinaciones que los acompañan; no había llamado la 
atención sobre las ideas ambiciosas que son como su corolario. 
La posible asociación o sucesión de las ideas ambiciosas y de 
las de persecución fue evidenciada más tarde por Morel, sobre 
todo por Foville y también por Falret, Schüle y Krafft-Ebing. 
Esta noción sirvió de base para la concepción de Magnan que 
sus alumnos sostuvieron y popularizaron junto a él (Gérente, 
Paul Garnier, etc.); 
Ustedes conocen esta concepción: no obstante, permítanme 
recordarla. Según Magnan, los delirios de persecución (con alu-
cinaciones) se dividen en dos grupos totalmente distintos: 
unos pertenecen al delirio crónico, otros, a los delirios de los dege-nerados. 
El delirio crónico fue llamado delirio crónico de evolución siste-
mática, psicosis sistemática progresiva (P. Garnier), delirio sistema-
tizado progresivo (Cullerre). Yo mismo lo llamé delirio de persecu-
ción de evolución sistemática: denominación incorrecta, ya que 
el delirio no es sólo un delirio de persecución, sino también un 
delirio ambicioso. Si había que seguir con~iderándolo un tipo 
autónomo, preferiría la expresión psicosis sistemática progresiva, 
que antes le había sugerido a P. Garnier. 
El delirio crónico se caracterizaría nosológicamente por su 
etiología especial y su evolución lenta, progresiva y regular. 
Desde el punto de vista etiológico, aparecería por lo general de 
manera ba.stante tardía, en individuos con herencia psicopáti-
ca poco importante, y normales hasta la aparición de los prime-
ros signos de la afección; desde el punto de vista evolutivo, re-
correría sucesivamente cuatro períodos perfectamente distin-
tos unos de otros: el período de inquietud o de interpretación 
delirante, el de las ideas de persecución con alucinaciones, el de 
las ideas ambiciosas y por fin el de la demencia. 
Los delirios de los degenerados tendrían causas, una fisiono-
42 
La psicosis alucínatoria crónica 
mía y una marcha completamente distintas: aparecerían, a me-
nudo precozmente, en individuos con herencia psicopática im-
portante, que ya han presentado signos de desequilibrio men-
tal o de debilidad¡ evolucionarían sin períodos regulares, y fi-
nalmente se caracterizarían por su polimorfismo. 
Señores, ¿qué hay que pensar de esta concepción que debe 
haber tenido, hay que reconocerlo, al menos un mérito, el de 
provocar discusiones que llevaron a observar los hechos de más 
cerca? Mi sentimiento es que no podemos conservarla, al me-
nos con el rigor nosológico que se le atribuyó. Para compren-
dernos, es menester eliminar hechos que yo intento agrupar, 
los delirios (de persecución o ambicioso) que no se acompañan 
claramente de alucinaciones; son los que les describiré a conti-
nuación bajo el nombre de delirios de interpretación. Estos de-
lirios no alucinatorios fueron bien estudiados sobre todo en es-
tos últimos tiempos, como ya verán, y es importante no con-
fundirlos con los delirios alucinatorios si se quiere llegar a un 
acuerdo sobre una clasificación lógica de estos últimos. 
Hecha esta salvedad, debemos preguntarnos: ¿existen los ti-
pos descriptos con los nombres de delirio crónico y de delirio 
de los degenerados? Hablemos primero del delirio crónico. Su 
realidad no deja dudas y no se puede suponer que sobre una 
cuestión de hecho un observador tan atento y sagaz como M. 
Magnan se pueda confundir. Pero hay que reconocer que es 
muy raro: es una especie de esquema de los delirios alucinato-
rios crónicos, que representan la forma más perfecta de estos 
delirios; excepcional por consiguiente, como lo son los esque-
mas y las formas perfectas en clínica. Tenemos el derecho de 
preguntarnos si, cuando lo encontramos, el tipo es tan neto, 
tan puro como pensábamos. Esto ha sido legítimamente discu-
tido haciendo notar en especial que en el tercer período hay 
más bien asociación de las ideas ambiciosas a las ideas de perse-
cución que substitución de las primeras por las segundas. Por 
otra parte, no se ha demostrado que la cuarta fase, la de la de-
mencia, sea constante: Falret negaba su realidad, de manera 
quizás demasiado absoluta. 
En cuanto a la etiología más bien negativa admitida por 
Magnan y por otros autores m~s tarde, no la creo fundada y só-
lo puedo repetir lo que ya he dicho y que siempre expresa mi 
opinión. La herencia tiene aquí, como en la etiología de la ma-
yoría de las psicosis, un lugar preponderante entre las causas de 
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GILBERT BALLET 
predisposición. En los ascendientes hallamos enfermos, neuro-
sis (histeria, epilepsia), o bien la manía y la melancolía, o el de-
lirio crónico mismo, más raramente el desequilibrio mental o 
alcoholismo. No me parece que podamos decir que la herencia 
de los perseguidos de evolución (crónica) sea en general menos 
importante que la de los perseguidos llamados degenerados: lo 
que parece diferir en ambos casos es menos la tara hereditaria 
en sí que la forma con la que se transmite a la descendencia. 
Mientras que en los degenerados, antes del delirio se ve que hay 
debilidad intelectual, o bien un estado de desequilibrio que ex-
presan que el sistema nervioso se ha desarrollado mal, en los 
perseguidos que nos atañen no solemos hallar estigmas de de-
generación. En este punto, mi manera de ver se emparenta con 
la de Magnan. Sin embargo, el hecho no es constante y cierto 
número de observaciones, las de Séglas en particular, prueban 
que las taras llamadas degenerativas pueden coexistir con el de-
lirio P.e evolución sistemática. 
Llego ahora, Señores, a los delirios alucinatorios llamados 
delirios de los degenerados. Aquí responderé como lo hice para 
el delirio crónico: sí, sin duda, estos delirios existen con las ca-
racterísticas que se les asignó: delirios sin evolución regular, 
que aparecen en sujetos de importante herencia psicopática, 
débiles o desequilibrados desde siempre. Así y todo, quiero pre-
sentarles algunos comentarios sobre el polimorfismo, que se 
supone es una característica de los delirios degenerativos. Hay 
dos órdenes de polimorfismo, el que podríamos llamar poli-
morfismo en el tiempo o sucesivo, y el que podríamos decir que 
es un polimorfismo simultáneo. El primero se tn~duce en una 
sucesión de estados diversos, agitación o depresión e ideas deli-
rantes variadas, sin esbozo de sistematización: cuando este po-
limorfismo no es la expresión de un estado de confusión men-
tal (de origen toxicoinfeccioso), es en general la manifestación 
de la hebefrenia. En cuanto al polimorfismo simultáneo, que se 
manifiesta por la multiplicidad de las ideas delirantes es más 
aparente que real: así es, tomen uno de esos delirios U
1
amados 
polimorfos porque se ve asociado en una sistematización vaga 
de las ideas, en apariencia muy diferentes, de persecución, de 
celos, hipocondríacas, místicas, eróticas megalomaníacas y 
será sencillo darse cuenta de que en el fondo estas concepcio~es 
de apariencia tan diversa no son más que distintos aspectos de 
dos formas de ideas delirantes: las ideas de persecución y las 
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La psicosis alucinatoria crónica 
ideas ambiciosas; un perseguido, según la orientación que da a 
sus ideas de persecución, puede traducirlas en ideas celosas, 
eróticas, místicas o incluso hipocondríacas; asimismo, las ideas 
eróticas y místicas pueden no ser más que el revestimiento de 
las ideas ambiciosas. El polimorfismo no tiene así, en mi opi-
nión, la importancia que se le dio: cuando no tiene que ver con 
la confusión o la hebefrenia, disimula más o menos mal ciertas 
ideas de persecución o ideas ambiciosas, .en general asociadas y 
no separadas. 
Sea como fuere, Señores, la separación que se quiso estable-
cer de los delirios alucinatorios en dos grupos netamente dis-
tintos desde el punto de vista etiológico, sintomático, evoluti-
vo y pronóstico no me parece fundada. La había aceptado an-
tes: hoy estimo que no hay distancia entre estos dos grupos; se 
asocian entre sí a través de los casos de transición tan numero-
sos que su fusión nosológica me parece evidente. Desde luego, 
hay diferencias sintomáticas y evolutivas entre los términos ex-
tremos de la serie: en la base, la sistematización delirante sólo 
está esbozada, en la cúspide, es más perfecta: el terreno en el 
que la afección se desarrolla varía según los casos, como para la 
psicosis periódica: los individuos que la sufren pueden ser débi-
les mentales o simples desequilibrados, o gozar, hasta el día en 
que aparece la psicosis, de una mentalidad aparentemente nor-
mal, y estas diferencias de terreno bastan para imprimirle a es-
ta psicosis modificaciones en su fisionomía y su apariencia. Pe-
ro no es esto una razón suficiente para recortar esta última: y la 
prueba de que suescisión no es legítima, es que sus partidarios 
a menudo tienen dificultades para ubicar un caso determinado 
en uno u otro grupo y que a veces la imprecisión de las caracte-
rísticas diferenciales los llevan a ubicar el mismo enfermo en 
uno y otro grupo alternativamente. 
Luego de los trabajos de Kraepelin, los casos que ubico en la 
psicosis alucinatoria crónica fueron encarados de otra manera, 
Considerando, erróneamente, que todos estos casos llegan a la 
demencia, Kraepelin los asoció a las psicosis hebefrénicas y ca-
tatónicas y los reunió con los que atañen a estas enfermedades, 
con una misma etiqueta, la demenda precoz, de la que serían una 
forma simple: la demencia paranoide. El año pasado discutí esta 
concepción: permítanme recordarles las objeciones que se le 
pueden hacer. En primer lugar, en las formas de psicosis aluci-
natoria mejor sistematizadas, las que corresponden al delirio 
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GILBERT BALLET 
crónico de Magnan, la demencia es de aparición tardía; ahora 
bien, como ustedes saben, el que dice demencia precoz dice de-
mencia que se afirma desde el inicio del desorden mental. Por 
lo tanto es ilógico asociar a esta afección una psicosis durante la 
cual el debilitamiento mental sólo se manifiesta muy tarde, si 
se manifiesta, pues ya les he demostrado con ejemplos que, 
conforme a lo que había planteado Palret, este debilitamiento 
puede no estar presente. 
Por otro lado, aun cuando la demencia sería constante en la 
psicosis alucinatoria crónica y precoz, esto no bastaría para per-
mitirnos asociar nosológicamente a la hebefrenia y a la catato-
nía la demencia llamada paranoide. ¿,Un mismo trastorno no 
puede acaso ser el desenlace de procesos muy diversos? Porque 
una hemiplejía puede ser la consecuencia de una hemorrágia 
cerebral, de un reblandecimiento o de un tumor, ¿podríamos 
confundir en un mismo grupo tumores, reblandecimiento y 
hemorragias? Sé bien que se le ha pedido a la etiología y a la 
anatomía patológica la legitimación de una asociación para la 
cual la sintomatología y la evolución no dan suficiente asidero. 
Se dijo que, como la hebefrenia, como la catatonía, la demen-
cia paranoide, es decir nuestra psicosis alucinatoria crónica, es 
una afección accidental, adquirida, que se opuso a las psicosis 
constitucionales. Pero dudo que esta aserción sea algo·estable-
cido; es un punto sobre el cual el año pasado me detuve, prue-
bas clínicas en mano. 
Recordarán también que he estudiado y discutido el signifi-
cado de las lesiones descriptas en la demencia precoz por Klip-
pel y Lhermitte y mantuve reservas sobre la interpretación que 
se dio de estas lesiones; en todo caso, me ha sidó imposible juz-
gar que éstas permitan afirmar el estrecho parentesco que se su-
pone hay entre la demencia paranoide, la catatonía y la hebe-
frenia. 
En suma, Señores, me parece que Magnan y sus alumnos han 
disociado demasiado, separando en dos grupos netamente dis-
tintos hechos que no me parecen nosológicamente separables, 
y que por el contrario, Kraepelin y sus seguidores sintetizaron 
demasiado, fusionando la demencia paranoide con la hebefre-
nia y la catatonía. 
Al buscar lo que acerca y lo que separa los casos que hemos 
visto en las últimas lecciones, éstos me parecen constituir un 
grupo autónomo. Se vinculan entre sí por analogías sintomáti-
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La psicosis alucinatoria crónica 
cas y pronósticos evidentes. Las diferencias de evolución y de fi-
nalización, que son reales, no bastan para permitir la disocia-
ción de este grupo. 
Las variedades de terreno (pues el terreno en el cual la psico-
sis evoluciona no siempre es el mismo) explican las variaciones 
que se observan en la marcha y desenlaces de una afección cu-
ya gravedad es constante y cuya cronicidad es fatal, bajo aspec-
tos un poco diferentes. 
Agrupemos entonces con el nombre de psicosis alucinatoria 
crónica los casos que hemos visto antes y !esumamos las carac-
terísticas de esta psicosis. 
Desde el punto de vista etiológico, hemos visto que el terreno 
en el que se desarrolla está a menudo y quizás siempre, prepara-
do por la herencia. Hemos encontrado en nuestros casos ante-
cedentes familiares como estos: abuelo bígamo y violento, pa-
dre alcohólico, hermanos o hermanas melancólicos o bizarros. 
De ochenta casos que fui depurando (14 hombres y 10 muje-
res), encontré una herencia psicopática neta en la mitad (7 
hombres y 5 mujeres); observen que en los doce casos negati-
vos, la información, como suele suceder en el hospital, era su-
maria y en algunos totalmente insuficiente, y que en varios de 
estos últimos encontramos en los enfermos varios trastornos 
del carácter de los que hablaré más tarde, los cuales bastan por 
sí solos para presumir una herencia defectuosa. 
En efecto, estos trastornos del carácter, anteriores al desarro-
llo del delirio, se hallan en un gran número de casos. Recorda-
rán los casos señalados en las observaciones: carácter triste, tí-
mido, emotivo, inquieto, sombrío, altivo, celoso, vanidoso, or-
gulloso. son las expresiones de las que se valieron espontánea-
mente las familias para indicar ciertas defectuosidades del hu-
mor y tendencias tanto más significativas cuanto hay que supo-
ner que eran muy notorias como para haber sido percibidas por 
gente poco habituada a una observación psicológica fina. No-
ten que dichas defectuosidades del carácter son señaladas en 
diez y nueve casos de los veinticuatro. 
Es conveniente destacar que la debilidad mental se ve rara-
mente en los enfermos que nos ocupan. 
Pasemos al estudio de los síntomas tales como se presenta-
ron en los casos examinados. Hemos hallado síntomas constan-
tes que se dan en todos los casos y otros inconstantes que encon-
tramos en cierto número de enfermos. 
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GILBERT BALLET 
En la primera línea de los síntomas constantes, hay que seña-
lar el estado cenestésico penoso, la inquietud que precede o al.me-
nos acompaña a las primeras manifestaciones. Se ha dicho que 
el delirio, en los casos que hemos visto, era primitivo y se lo 
opuso al delirio melancólico legítimamente considerado como 
un delirio siempre secundario a la tristeza, a la abulia, a la an-
gustia. Esta manera de ver no me parece exacta. Como en la me-
lancolía, en la psicosis alucinatoria crónica, el trastorno inte-
lectual está condicionado por un trastorno de la cenestesia. Só-
lo que aquí el trastorno difiere de lo que es en los melancólicos: 
no se trata ya de un sentimiento de abulia, de impotencia men-
tal, con la tristeza profunda que lo acompaña, se trata de un 
sentimiento vago de inquietud que asombra y sorprende al en-
fermo más de lo que lo entristece en realidad. Inquietud "pura-
mente intelectual, ha dicho M. Séglas, como la de un inventor 
en busca de un sistema". Hay una parte de verdad en esta aser-
ción, con una importante salvedad, y es que la inquietud no 
puede ser considerada como un fenómeno puramente intelec-
tual; siempre es de orden afectivo; el enfermo que la sufre no es 
simplemente un sujeto pensante, es un sujeto sufriente; sus erro-
res de juicio los relacionará con este sujeto: no son los otros, es 
él quien va a sentirse perseguido o a quien le atribuirá honores 
y fortuna. 
Este trastorno cenestésico se asocia pronto, a veces desde el 
principio, con las ideas de persecución y con alucinaciones de los 
distintos sentidos, entre las que las alucinaciones auditivas tie-
nen casi siempre el papel protagónico. 
A estos síntomas constantes a menudo se les agrega otro o 
son substituidos por otro, que, en su forma, caraéterizada al me-
nos, no participa necesariamente en el cuadro clínico: se trata 
de la idea ambiciosa, de fortuna, de grandeza. Mucho se ha dis-
cutido sobre la génesis de las ideas de este orden. Se destacó que 
aparecían en general con una alucinación, un sueño, una lectu-
ra; estas son las circunstancias de su aparición, no la explica-
ción de su razón de ser. Foville piensa que éstas eran como una 
deducción lógica de las ideas de persecución: los enfermos, que 
sesienten presa de una insólita hostilidad, se la explicarían 
atribuyéndose importancia, un rol, una situación que la justifi-
carían. Esta manera de ver no me parece de acuerdo con la rea-
lidad: supone que el perseguido tiene un razonamiento y una 
lógica que, en general, no posee. Este siente, cree1 más que razo-
48 
La psicosis alucinatoria crónica 
na. Si las ideas de persecución y las ideas ambiciosas se asocian 
o se suceden tan seguido, es que son manifestaciones de un 
mismo giro mental, hecho a la vez de desconfianza y de vani-
dad, de autofilía según el término de Ball. ªCreerse perseguido, 
ha dicho Séglas con toda razón, considerarse como el objeto de 
la atención universal, no puede ser más que el hecho de un or-
gulloso". 
La evolución de la psicosis alucinatoria crónica varia según 
los casos: excepcionalmente, se produce con cierta regularidad 
y se llega entonces a discernir, más o menos netamente separa-
das unas de otras, las cuatro fases de inquietud, de ideas de per-
secución, de ideas ambiciosas y de demencia, consideradas co-
mo características de lo que llamábamos delirio crónico¡ con 
mayor frecuencia la evolución es menos regular, las ideas de 
persecución y las ideas ambiciosas se asocian; la afección pare-
ce proceder a veces por sobresaltos con fases de remisión y de 
calma, quizás en realidad más aparentes que reales, pero, aun 
en estos casos, el proceso evoluciona con cierta lentitud al prin-
cipio, el período de inquietud precede por un tiempo más o me-
nos largo a aquél donde se afirman las alucinaciones con las 
ideas delirantes que las acompañan. Así y todo, hay casos don-
de la instalación de los trastornos delirantes y de los fenómenos 
alucinatorios se produce con rapidez. 
¿Estas diferencias de evolución, de las que he dado ejemplos, 
bastan acaso para legitimar distinciones nosológicas? No lo 
creo; creo que en la mayoría de los casos están subordinadas al 
estado mental subyacente, anterior al desarrollo de la psicosis 
alucinatoria. Las cosas suceden aquí como las vimos compor-
tarse en la psicosis periódica. 
Sea como fuere, el pronóstico de esta psicosis alucinatoria 
siempre es grave: ora prosigue, acentuándose y sin atenuarse 
durante muchos años hasta el debilitamiento intelectual; ora el 
delirio parece atenuarse, después de remisiones o sin remisio-
nes aparentes, y el enfermo se estereotipa en un estado donde 
persisten las ideas de persecución o ambiciosas, como las aluci-
naciones, pero de forma desdibujada¡ ora por fin, en ciertos ca-
sos, alucinaciones y delirio se atenúan más aún y son reempla-
zados por un estado de acusada declinación intelectual. 
Hablamos de curas, y antaño la cantidad de casos que con-
cernían a la psicosis alucinatoria crónica eran clasificados entre 
las "bouffées délirantes de los degenerados"¡ las remisiones y 
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GILBERT BALLET 
también la demencia que substituye al delirio, en el caso en que 
ésta se instala rápidamente y es acusada, explican que a menu-
do se haya tornado por episodios accidentales y pasajeros los 
paroxismos de una enfermedad contii:ua. ~o niego_ que ci':rtos 
desequilibrados o débiles mentales, ba¡o la mfluencia por e1em-
plo de excitantes tóxicos o incluso simple~ente m~r~les, no 
sean susceptibles de sufrir accesos temporarios de delmos, alu-
cinatorios o no; pero considero que estos accesos, que antes 
eran moneda corriente en la clínica psiquiátrica, son en reali-
dad muy raros y que un gran número de los casos que se consi-
deraban como tales no eran en el fonda más que casos de hebe-
frenia o de psicosis periódica, de fisionomía un tanto burda, o 
de psicosis alucinatoria crónica con atenuaciones temporarias. 
Señores si esta lección resume la enseñanza que se despren-
de de los ~uchos enfermos que les he mostrado en nuestras úl-
timas reuniones, la psicosis alucinatoria crónica aparece ante 
nosotros con una autonomía clínica real, a pesar de las diferen-
cias de detalle según los casos. Ella sintetiza un conjunto de he-
chos que me parece, hasta nueva orden, que deben ubicarse en 
el mismo grupo. Esta síntesis, provisoria tal vez, tiene al menos 
el mérito de no descansar en ninguna hipótesis. 
La hallo más conforme a la realidad clínica que la manera de 
ver de Magnan, quien opone el delirio crónico a los delfri9s de 
los degenerados, y también que la de Kraepelin, quien asoció 
estrecha y quizá arbitrariamente, los hechos que estudiamos a 
la catatonía y a la hebefrenia, con las que no se ha podido pro-
bar que la demencia paranoide-que no siempre es una demen-
cia precoz, que no siempre es una demencia siqui.era- tenga los 
estrechos lazos de parentesco que se le atribuyeran. 
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Alucinaciones psíquicas y pseudo 
alucinaciones verbales* 
(1914) 
Ju/es Séglas 
L ouis fules Emest Séglas (185 6-19 39) fonnó, como su gran ami-go P. Chaslin, parte del rnerpo de los alienistas de los hospita-les de París que confonnó el grupo de la Salpetriere identificado 
por su oposición más o menos radical a la ensefianzas del influyente 
V. Magnan, por inscribirse en la estela de J. M. Charcoty por que pro-
fesando la psiquiatría en las Salas del viejo hospital -Séglas lo hizo 
durante varias décadas- contribuyó con sus escritos a la confección 
del Tratado de Patología Mental de 1904 dirigi.do por G. Ballet. 
Al igual que Chaslin, Séglas se interesó en primer término por la 
semiología. La mayoría de las producciones de su grupo, tales como 
la descripción de la confusión mental realizada por Chaslin, asíco-
mo las elaboraciones sobre los delirios hechas por Cotard y Ballet, 
fueron retomadas y perfeccionadas por Séglas¡ "el clínico más fino 
que haya producido la escuela francesa", según opinión de P. Berche-
rie. 
En efecto, la descripción detallada y el análisis exhaustivo de los 
síntomas, uno de cuyos pasajes más acabados se puede apreciar en el 
texto de la conferencia del 30 de marzo de 1914 sobre las alucinacio-
nes psíquicas y las pseudoalucinadones verbales, fue el campo en el 
que se destacó con mayor brillo. 
En 1805 publicó sus "Lecciones clínicas sobre las enfermedades 
mentales y neTViosas" (Lec;ons cliniques sur les maladies mentales 
et nerveuses), el más completo ejemplo de lo que fite su extensa obra, 
en el que resume las ideas presentes en ot:ros t:rabajos muy conocidos 
como los dedicados a "La paranoia" (La paranoYa, 1887), "La Cata-
tonía" (La catatonie, en colaboración con P. Chaslin, 1888) y "Los 
t:rastornos del lenguaje en los alienados" (Les troubles du langage 
* Conferencía del 30 de marzo de 1914. foumal dePsychologie, 1914, p. 289-315. 
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