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UNIVERSIDAD DEL CEMA 
Buenos Aires 
Argentina 
 
 
 
 
 
 
Serie 
DOCUMENTOS DE TRABAJO 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Área: Ciencia Política 
 
 
LA RENUENCIA DE LAS MASAS: 
EL PARTIDO COMUNISTA ANTE 
EL PERONISMO, 1945-1955 
 
Samuel Amaral 
 
 
Septiembre 2008 
Nro. 379 
 
 
 
 
 
ISBN 978-987-1062-36-2 
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 
Copyright – UNIVERSIDAD DEL CEMA 
 
 
www.cema.edu.ar/publicaciones/doc_trabajo.html 
UCEMA: Av. Córdoba 374, C1054AAP Buenos Aires, Argentina 
ISSN 1668-4575 (impreso), ISSN 1668-4583 (en línea) 
Editor: Jorge M. Streb; asistente editorial: Valeria Dowding <jae@cema.edu.ar> 
 
Amaral, Samuel 
 La renuencia de las masas : el partido comunista ante el peronismo 1945-1955. - 1a ed. - Buenos Aires : 
Univ. del CEMA, 2008. 
 47 p. ; 22x15 cm. 
 
 ISBN 978-987-1062-36-2 
 
 1. Ciencias Políticas. I. Título 
 CDD 320.5 
 
 
 
Fecha de catalogación: 23/09/2008 
 
 
 1 
La renuencia de las masas: el Partido Comunista ante el peronismo, 1945-1955. 
Samuel Amaral∗∗∗∗ 
 
 
Abstract 
The emergence of Peronism meant a quantitative problem for all political parties, for 
the potential loss of electoral support. For the Argentine Communist Party (ACP), it 
was a theoretical problem as well – the working class, the subject of History for 
Marxists, was deviating from its historical mission. Moreover, as a member of the 
international Communist movement guided by the Soviet Union and because of the 
priority it was giving to the anti-Fascist struggle, the ACP found itself confronting 
“Nazi-Peronism” – a mass movement stemming from a Fascist-like military 
dictatorship. After Perón´s victory in the February 1946 presidential election, the ACP 
had to adjust its interpretation of Peronism in order to carry on its political activities 
aimed at attracting the elusive masses. This article reviews those interpretacions and 
accounts for the political dilemmas posed to the ACP by Peronism from its emergence 
in 1945 to Perón’s overthrow in 1955. 
 
 
El surgimiento del peronismo presentó problemas a todas las fuerzas políticas. 
Para radicales, conservadores y socialistas fue un problema práctico: la pérdida de 
dirigentes y de votantes potenciales. Para el Partido Comunista también fue un 
problema teórico: el proletariado, el sujeto de la historia, entraba en la liza política 
bajo banderas distintas de las rojas del partido de clase. En esa hora crucial, las masas 
y su partido tomaron rumbos divergentes: aquellas con Perón; éste con la coalición 
antiperonista. Ese desencuentro se produjo, en parte, por la rapidez del fenómeno, 
pero, sobre todo, por lo que el partido era y por su historia reciente. 
El peronismo nació de manera abrupta, pero antes había nacido el 
antiperonismo. Desde mediados de 1944, la oposición a la dictadura militar instaurada 
mediante un golpe de estado a mediados del año anterior reclamaba, en coincidencia 
con la derrota del fascismo en Europa, el retorno al orden político de la constitución 
 
∗ Agradezco a Guillermo Gasió por el material que puso a mi disposición. Los puntos de vistas 
expresados en este documento son personales y no representan necesariamente la posición de la 
Universidad del Cema. 
 2 
nacional. La principal figura de esa dictadura, mucho antes de ser el líder de las 
masas, era el vicepresidente, ministro de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión, 
el coronel Perón. Contra él se dirigieron los ataques de la oposición democrática 
desde mucho antes que pudiera confesar públicamente lo que ella sospechaba: su 
ambición de ser el sucesor legal de la dictadura. Cuando ya nada parecía poder 
salvarla de un desdoroso ocaso, un incidente menor reveló la popularidad de su 
estrella política. A mediados de octubre de 1945, tras diez días en los que la oposición 
creyó, no sin razón, haber triunfado, Perón pudo lanzarse en pos de su objetivo. 
Recién entonces comenzaron a nacer los agrupamientos que conformaron el 
peronismo. Uno de ellos, el Partido Laborista, expresión de los sindicatos, canalizó el 
apoyo de los trabajadores al heredero de la dictadura militar. 
El PC participó de la coalición antiperonista como resultado de la línea 
establecida en el VII Congreso de la Internacional Comunista, llevado a cabo en 1935, 
que privilegiaba la formación de frentes populares para enfrentar al fascismo. El 
frente popular en la Argentina era la Unión Democrática. En ella se habían reunido 
los partidos antifascistas, detrás de un programa con el que los dirigentes comunistas 
se vanagloriaban de haber contribuido, para enfrentar al candidato de la dictadura. 
Pero la Unión Democrática tuvo problemas: por un lado, la lucha entre los diversos 
partidos que la integraban (y entre sus facciones internas) impidió la formación de las 
listas comunes, reclamadas por los comunistas, y conspiró contra el éxito de la 
campaña electoral; pero por otro, el candidato de la dictadura era apoyado por el 
Partido Laborista. ¿Cómo explicó el PC la presencia obrera en la coalición peronista y 
no en el frente popular antifascista? 
La explicación dada por el PC antes de la elección no admitía la posibilidad de 
que la clase obrera diese la espalda al frente antifascista. Ante la evidencia de que el 
 3 
triunfo de Perón, sin embargo, se había debido en buena medida al apoyo de los 
obreros, el PC debió reelaborar su posición. La tarea se veía dificultada por la política 
social desarrollada por el gobierno de quien había caracterizado como fascista. ¿Cómo 
justificaba el apoyo de los obreros a un gobierno que los favorecía pero que no 
respondía a sus intereses de clase? ¿Cómo llevaría adelante una acción política que no 
condujera a un enfrentamiento con las masas? 
 Este trabajo estudia el modo como el PC dio respuesta a esas preguntas 
mediante el examen de los principales documentos difundidos entre 1945 y 1955. 
Esos documentos fueron publicados bajo el nombre de Victorio Codovilla, 
considerado en 1945 como “el líder” del partido.1 Puede pensarse que, a veces, las 
palabras de moda logran filtrarse en lugares inesperados, como el lenguaje del PC, 
pero efectivamente, aunque Codovilla no ejercía el cargo de secretario general, era el 
dirigente más importante del partido. Había nacido en Italia en 1894 y llegado a la 
Argentina en 1912. Poco después ya militaba ya en el Partido Socialista y en enero de 
1918 fue uno de los fundadores del Partido Socialista Internacional, predecesor del 
PC. Fue uno de sus principales dirigentes durante la década de 1920 y como tal, pero 
también por sus vínculos con la Internacional Comunista, participó en la Conferencia 
de Partidos Comunistas Latinoamericanos, en Buenos Aires, en junio de 1929.2 Tras 
el golpe del 6 de septiembre de 1930, por razones de seguridad, salió del país. Entre 
1932 y 1937 estuvo en España, manejando el Partido Comunista de ese país, y entre 
1937 y 1939 en París, coordinando los esfuerzos de ayuda a ese partido. Tras la 
derrota de los republicanos salió de Francia rumbo a Estados Unidos, México, Chile 
y, finalmente, la Argentina, a la que regresó a comienzos de 1941, después de más de 
 
1 La definición de Codovilla como “líder” del PC está en la introducción de la Editorial Anteo, en 
Codovilla (1946), 9-14. Una descripción física de Codovilla, en Ravines (1977), 85 y 94. Una 
descripción de su carácter y modo de operar, en Neruda (2005), 372-374. Para su biografía oficial, cf. 
Goncharov (1981). 
2 Goncharov (1981), 32-65. 
 4 
diez años de ausencia.3 Desde su retorno, Codovilla se transformó en el principal 
vocero del partido. Este trabajo, por lo tanto, se basa en sus escritos. 
 La primera sección estudia la interpretación del peronismo por el PC desde la 
formación de la coalición antiperonista, a fines de 1945, hastael XI Congreso, 
realizado en agosto de 1946. El triunfo del peronismo en la elección de febrero y el 
innegable apoyo que recibió de las masas obligó a la dirección del PC a cambiar su 
línea política. Esos cambios, consolidados en el XI Congreso, se analizan en la 
segunda sección. En la tercera sección se presta atención a la evolución de la 
implementación de la nueva línea política y de la caracterización del gobierno 
peronista, entre 1947 y 1952. Las dificultades en la implementación de esa línea llevó 
a una de las mayores crisis del PC, el “caso Real”, que se estudia en la cuarta sección. 
La quinta sección, finalmente, considera la posición del PC ante la crisis terminal del 
gobierno de Perón. 
 
1. El surgimiento del peronismo 
 La posición del PC frente al peronismo estuvo determinada por lo que era: la 
manifestación en la Argentina del partido revolucionario mundial. Aunque en 1945 la 
Internacional Comunista ya no existía, aquella visión no había variado, como tampoco 
lo había hecho la línea política que se derivaba de ella.4 Como parte de ese partido 
mundial, la misión del PC no era llevar cabo la revolución socialista en la Argentina, 
sino promover en el marco nacional la política más beneficiosa para la revolución 
proletaria mundial: el primer objetivo era consolidar la construcción del socialismo en 
la Unión Soviética; el segundo, promover la revolución en los países capitalistas 
avanzados; y el tercero, contribuir a la revolución democrático-burguesa en los países 
 
3 Goncharov (1981), 67-83. Sobre las actividades de Codovilla en España entre 1932 y 1937, véase 
Elorza y Bizcarrondo (1999). 
4 Sobre la disolución de la Internacional Comunista, véase Claudín (1977), 3-24. 
 5 
coloniales y semicoloniales, que permitiera completar su desarrollo capitalista. Este 
tercer objetivo se había entendido de dos maneras: hasta el VII Congreso de la 
Internacional Comunista la misión de los partidos comunistas en esos países era 
promover la lucha antiimperialista; desde ese congreso, la lucha antifascista (excepto 
entre agosto de 1939 y junio de 1941, debido al pacto entre Hitler y Stalin). Para 
contener la expansión del fascismo, cuya derrota se consideraba como un paso previo 
a las tareas propiamente revolucionarias, los partidos comunistas daban prioridad a 
una alianza policlasista, el frente popular, que incluía a los partidos socialdemócratas 
y “burgueses”. La misión de los partidos comunistas en los países coloniales y 
semicoloniales estaba determinada, además, por el grado de desarrollo de cada país y 
las tareas pendientes de la revolución democrático burguesa, a la que también se 
designaba como agraria y antiimperialista, para subrayar dos aspectos considerados 
clave: la reforma agraria, que terminaría con una estructura que se caracterizaba como 
semifeudal, y la ruptura con el imperialismo, que permitiría un desarrollo económico 
y político autónomo.5 Esas tareas económicas y sociales se completaban en el plano 
político con el fortalecimiento de la democracia, en el sentido de un gobierno 
representativo y limitado, que al asegurar el respeto por las libertades públicas 
permitiría el cumplimiento de las tareas revolucionarias del partido de clase. 
 El PC percibió al naciente peronismo desde esa perspectiva. Era el año del fin 
de la guerra: la derrota del fascismo había sido posible por la alianza de la Unión 
Soviética con las potencias occidentales, Gran Bretaña y Estados Unidos. A esa 
alianza se había sacrificado la Internacional Comunista y a ella se debía la elaboración 
de una teoría justificativa de la colaboración de clases en la lucha contra el fascismo, 
 
 
5 La definición del carácter de la revolución a realizarse en la Argentina como agraria y antiimperialista 
tuvo lugar en el VIII Congreso del PC, que se reunió el 1° de noviembre de 1928. Cf. Codovilla (1964), 
203-205. 
 6 
que encontró su mayor expresión en la posición del secretario general del Partido 
Comunista de Estados Unidos, Earl Browder. Esa línea, llamada por eso 
browderismo, había sido adoptada por los partidos comunistas latinoamericanos y 
todavía prevalecía en la inmediata posguerra, en los momentos iniciales del 
peronismo.6 
 El PC estaba haciendo esfuerzos desde 1941, al menos, para conformar el 
frente popular antifascista en la Argentina bajo la denominación de Unión 
Democrática y en 1945 logró organizarlo, no sin dificultades, alrededor del 
radicalismo.7 El apoyo popular a Perón, expresado tanto en la concentración del 17 de 
octubre y la huelga general del día siguiente como en los actos posteriores de su 
campaña, presentó el primer desafío al PC. Era necesario explicar quiénes seguían a 
Perón y por qué lo seguían. 
 Esa tarea estuvo a cargo de Codovilla en un informe presentado en la IV 
Conferencia Nacional del PC, realizada en Buenos Aires el 22 de diciembre de 1945. 
Ese informe fue publicado el 10 de febrero de 1946, dos semanas antes de la elección 
presidencial, con el título de Batir al nazi-peronismo para abrir una era de libertad y 
progreso.8 Para Codovilla, el peronismo era la “variante nacional” del fascismo 
recientemente derrotado en el resto del mundo, con distinta forma pero el mismo 
contenido que el “clásico”.9 Como el fascismo era, según Georgi Dimitrov, el último 
secretario de la Internacional Comunista, “el poder del capital financiero… la 
organización de la represión terrorista contra la clase obrera”, Codovilla debía 
 
6 Sobre el browderismo en América Latina, véase Caballero (1987), 195-213. 
7 Las dificultades de la Unión Democrática, según el PC, en Codovilla (1946). Sobre el PC entre 1939 
y 1945, véase Barrio de Villanueva (2002). Las tareas frentistas del PC habían sido fijadas en el 
informe de Van Min sobre la táctica de los partidos comunistas en los países coloniales, presentado en 
el VII Congreso de la Internacional Comunista. Cf. Van Min (1984), 273. 
8 Codovilla (1946). 
9 Ibíd., 73 y 97. 
 7 
explicar a qué se debía el ya inocultable apoyo de los trabajadores al fascismo local.10 
Esa anomalía era justificada al definir a los integrantes de una y otra coalición: en el 
campo democrático revistaba “la parte más consciente y más combativa del 
movimiento obrero y del campesinado”; en el nazi-peronista, “los elementos menos 
politizados de la clase obrera de la ciudad y del campo y de los empleados públicos y 
particulares que se han dejado influenciar o engañar por la Secretaría de Trabajo y 
Previsión y por los tránsfugas del movimiento sindical, que dirigen la sedicente 
Confederación General del Trabajo”.11 Esta diferenciación plantea el problema de por 
qué había elementos más conscientes y más combativos y otros menos politizados en 
el seno de la clase obrera. La respuesta es que “la demagogia social del nazi-
peronismo” había ganado terreno “en ciertos sectores de la población laboriosa”, entre 
otros motivos, porque en los últimos años, “grandes masas de trabajadores 
desorganizados y poco politizados, en gran parte de procedencia campesina, han 
ingresado a las industrias...”12 El comportamiento anómalo de la clase obrera se debía 
entonces a la diferencia en el comportamiento entre obreros viejos y nuevos.13 
 Esta interpretación no habría requerido retoques, quizás, si hubiese triunfado 
la Unión Democrática. Pero ganó Perón, de modo que, independientemente de la 
mayor o menor capacidad explicativa de esa hipótesis, era necesario para el PC 
encontrar un modo de actuar ante el futuro gobierno y una respuesta política al hecho 
de que considerables sectores de la clase obrera se habían ido detrás de consignas y 
políticas ajenas a su partido de vanguardia. 
 
10 Dimítrov (1984), 155.11 Ibíd., 77 y 84. 
12 Ibíd., 141. 
13 Diez años más tarde, Gino Germani apeló a la misma diferenciación entre obreros nuevos y viejos 
para explicar los orígenes del peronismo aunque, ciertamente, de una manera más elaborada que la de 
Codovilla. Cf. Germani (1955), 247 y ss.; y Germani (1956). 
 8 
 La primera reacción del PC ante el triunfo de Perón fue abandonar el concepto 
de “nazi-peronismo”. Ese cambio se nota muy pronto en la prensa partidaria y de 
manera más precisa en un discurso pronunciado por Codovilla el 1° de junio de 1946, 
tres días antes de la asunción de Perón.14 En él avanzó una explicación, parcial 
todavía, de la derrota electoral de febrero. La conformación de la Unión Democrática 
no había sido un error, señaló, ya que su triunfo habría garantizado la obtención de 
“amplias libertades democráticas” por el pueblo, “para poder luchar con éxito por sus 
intereses inmediatos de carácter económico, político, social y cultural, y para impulsar 
a nuestro país por la senda del progreso, la libertad, el bienestar social y la 
independencia nacional”. El triunfo de Perón se había debido a que lo habían votado 
“sectores importantes de obreros, campesinos y de las masas laboriosas... en la 
creencia de que éste era el camino más fácil y más corto para conseguir aumentos de 
salarios y sueldos, mejores condiciones de vida y de trabajo y la entrega de tierras”. 
Al votar de esa manera, sin embargo, habían incurrido en un “grave error”.15 La 
justificación de la derrota por el error de las masas fue un error en el que Codovilla no 
persistió demasiado tiempo, pero era una señal de que el PC estaba en busca de una 
explicación que le permitiera desarrollar su actividad en el nuevo marco político. 
Con ese fin, en ese mismo discurso, Codovilla invitó a todos quienes 
estuviesen de acuerdo “con un programa de justicia social y de prosperidad nacional”, 
fuesen miembros de los partidos de la Unión Democrática o de los “que apoyaron la 
candidatura del Presidente electo, a integrar ”el “Frente de Liberación Nacional y 
Social” para completar las tareas de la revolución agraria y antiimperialista.16 Esta 
apertura hacia quienes habían apoyado al peronismo en las recientes elecciones, 
 
14 Sobre el abandono del concepto de “nazi-peronismo”, véase Altamirano (2001), 18. El discurso del 
1° de junio de 1946, en Codovilla (1948), 11-62, esp. 58-62. 
15 Ibíd., 52. Una crítica de esta explicación, en Ramos (1962), 187. 
16 Codovilla (1948), 62. 
 9 
aunque no era justificada plenamente desde una perspectiva teórica, tenía sus razones: 
“la historia enseña”, decía Codovilla, “que antes de encontrar el justo camino que 
lleve a su liberación nacional y social, los obreros, los campesinos, la población 
laboriosa de cada país, lo que se ha dado en llamar ‘la gente sencilla’, tienen que 
hacer su propia experiencia, dolorosa a veces”.17 Ellos tendrían la oportunidad de 
redimirse de su error, de encontrar su justo camino, en el frente propuesto por el PC. 
 Codovilla también indicó cuál sería la posición del PC frente al nuevo 
gobierno: desarrollaría sus actividades dentro de la constitución y de las leyes, 
luchando contra todo lo que tendiera a vaciarlas de su contenido “democrático y 
progresista” y a sustituirlas “por un régimen de tipo corporativo o totalitario”, aunque 
se pretendiera hacerlo “en nombre de una sedicente democracia ‘funcional’ u 
‘orgánica’”.18 Al mismo tiempo, denunció que medidas ya adoptadas (la implantación 
del Estatuto de los Partidos Políticos, “que tiende a destruir a todos los partidos de 
oposición... con el propósito de crear un partido único gubernamental, monopolizador 
de la vida política del país”; la tendencia del gobierno “a adueñarse del control de la 
vida económica, social e intelectual del país, mediante el reconocimiento exclusivo de 
los sindicatos obreros que se sometan al control estatal, mediante la intervención de 
las entidades patronales y de las Universidades”) estaban encaminadas a crear “un 
Estado de tipo corporativo”.19 La actitud del PC frente al gobierno se basaba en sus 
objetivos para la etapa de la revolución en que ubicaba a la Argentina y la posición de 
ésta en el marco de la revolución mundial; y la denuncia apuntaba a subrayar los 
obstáculos que se presentaban para el cumplimiento de esos objetivos dentro del 
nuevo contexto político. Faltaba, sin embargo, una explicación del error cometido por 
 
17 Ibíd., 60. 
18 Codovilla (1948), 53. 
19 Ibíd. 
 10 
las masas y la adopción de la línea política destinada a corregirlo. Esta tarea se llevó a 
cabo dos meses después en el XI Congreso del PC. 
 
2. La tesis del XI Congreso 
 El XI Congreso del PC tuvo lugar entre los días 14 y 17 de agosto de 1946. En 
él se aprobó el proyecto de tesis elaborado por el Comité Central sobre la base de un 
documento interno que había sido discutido en el seno del partido en los meses 
anteriores.20 Esa tesis fue el pilar sobre el que el PC apoyó en los años siguientes su 
interpretación del peronismo y su acción política, pero también se encuentra en ella 
una justificación de su política frente al peronismo hasta la elección de febrero. 
 El centro de la actividad del PC, decía la tesis, era la “lucha por las 
reivindicaciones inmediatas de carácter económico político y social de la clase obrera, 
de los campesinos y de las masas laboriosas en general, la lucha por la revolución 
agraria y antiimperialista”. Al desencadenarse la guerra, el partido había creído que el 
desarrollo político, económico y social de la Argentina (es decir, la realización de la 
revolución agraria y antiimperialista) dependía de la destrucción del enemigo 
principal, los “nazis-nipo-fascistas”. Por eso había luchado “a la vanguardia del 
pueblo argentino contra las fuerzas fascistas dentro de nuestro país”. En consecuencia, 
luchó contra “la ‘neutralidad’ pro-fascista del Gobierno de Castillo y contra los 
Gobiernos surgidos del Golpe de estado del 4 de junio, que se inclinaron del lado de 
las potencias del Eje”. Con ese fin, el partido se había esforzado por reunir en un solo 
frente “a todos los sectores sociales y políticos partidarios de las Naciones Unidas, sin 
distinción de ideología y de condición social”, para, entre otros objetivos, “impedir 
que los elementos pro-fascistas, civiles y militares –predominantes en los Gobiernos 
 
20 PCA (1948), 127. La tesis está en 11° Congreso, 28 de junio de 1946, N° 1. 
 11 
que se sucedieron en el poder después del 4 de junio– consiguieran su propósito de 
embanderar completamente a nuestro país con las potencias del Eje, y obligarles, 
finalmente, bajo la presión de las masas populares, a romper relaciones con esas 
potencias”. 
 En esa tarea, sin embargo, el partido había cometido errores. Había debilitado 
su “vigilancia revolucionaria sobre la oligarquía reaccionaria y sobre los monopolios 
imperialistas durante el transcurso de la guerra y, como consecuencia de eso, no 
reaccionó con suficiente energía y rapidez ante las maniobras de toda índole que los 
sectores imperialistas norteamericanos e ingleses, y sus servidores nacionales, 
realizaron después de terminada la guerra, con el fin de reforzar su control sobre la 
vida económica y política de nuestro país”. Por lo tanto, por privilegiar la lucha 
antifascista se había descuidado la lucha por las reivindicaciones inmediatas de los 
trabajadores y, por ese motivo, muchos de ellos habían seguido a Perón.21 
 Ese descuido había sido facilitado “por desviaciones de carácter sectario 
oportunista que tuvieron lugar en la aplicación de la línea general del Partido, 
desviaciones coincidentes en ciertos aspectos con el browderismo con respecto a la 
posibilidad de una colaboración pacífica indefinidaentre los grandes países del 
capitalismo y el gran país del socialismo”. El destinatario de esta crítica no podía ser 
otro que Codovilla, quien había publicado un folleto titulado “En marcha hacia un 
mundo mejor”, en el que sostenía la posibilidad de esa colaboración.22 Pero él no era 
el único responsable de esa desviación, sino todo el Comité Central. El hecho de que 
 
 
21 Según Puiggrós, eso fue lo que sucedió en los frigoríficos y la consecuencia fue la decadencia de la 
Federación Obrera de la Industria de la Carne, controlada por los comunistas. Cf. Puiggrós (1969), 29-
50. También se refiere a este episodio Peña (1971), 70. 
22 Este escrito, que habría sido publicado en 1945, es mencionado por Buezas (1956), 115, a quien cita 
Ramos (1962), 160. No hay rastros identificados del mismo en las recopilaciones de los escritos de 
Codovilla publicadas en su 60° y 70° aniversario. Cf. Codovilla (1954) y Codovilla (1964). 
 12 
no fuera apartado de la dirección y continuara siendo el principal dirigente del PC 
indica que su opinión era algo más que una opinión personal. 
Además de la suposición de que continuaría indefinidamente la colaboración 
pacífica entre las potencias capitalistas y la socialista, otro factor que había 
contribuido al descuido había sido la lucha electoral “y la necesidad de favorecer la 
formación de un amplio frente de todas las fuerzas interesadas en el restablecimiento 
de la normalidad constitucional y en la formación de un Gobierno democrático y 
progresista que desarticulara los restos del fascismo y cerrara el ciclo de los Golpes de 
estado liquidando las principales causas de los mismos: oligarquía terrateniente, 
monopolios imperialistas, militarismo”. En consecuencia, el PC había participado en 
la Unión Democrática no solamente debido a sus objetivos de política internacional, 
la lucha antifascista, sino también a los de política nacional, la lucha por restablecer 
las condiciones propicias para la revolución agraria y antiimperialista; pero el error 
había consistido en no mantener al mismo tiempo la “vigilancia revolucionaria”, es 
decir, la armonía entre ambos objetivos. Esta interpretación permitía exculpar a las 
masas del error que Codovilla les había atribuido en su discurso del 1° de junio. 
Las masas, por supuesto, no se habían equivocado: tanto las que votaron por la 
Unión Democrática como las que votaron por Perón, señaló Codovilla, “lo hicieron 
bajo el signo de la lucha de la revolución agraria y antiimperialista”. Las primeras, lo 
habían hecho llevadas por el programa de la Unión Democrática, que no contenía 
todos los objetivos de esa revolución pero sí “reivindicaciones de gran importancia”; 
las segundas, por la propaganda del peronismo, que apuntaba también hacia los 
objetivos de esa revolución, cuyas consignas habían adquirido un tono combativo por 
su “demagogia anti-oligárquica y antiimperialista” que había dado “a ciertos sectores 
 13 
populares” la sensación de que “Perón realizaría la revolución desde el poder”.23 De 
esta manera, “en el fondo, tanto en uno como en otro campo, las masas votaron para 
que los candidatos que resultaran triunfantes realizaran desde el Gobierno 
transformaciones de contenido revolucionario”. Por su naturaleza, las masas no 
podían querer nada distinto. 
Si los objetivos de las masas eran los mismos, faltaba entonces explicar por 
qué distintos sectores de ellas habían apoyado a diferentes candidatos. En su 
presentación de la tesis ante el congreso, Codovilla dio esa explicación: “los que 
votaron por la coalición peronista, lo hicieron en la creencia de que ese era el camino 
más fácil para conseguir sus objetivos; los que votaron por la coalición de la Unión 
Democrática lo hicieron en la creencia de que ese era el camino más seguro para 
conseguir sus objetivos”.24 Ya no se trataba de obreros sin conciencia de clase, sino de 
masas que en pos de un mismo objetivo, las grandes transformaciones de carácter 
económico y social, habían optado por dos caminos distintos. La única diferencia 
entre las masas que habían votado en un sentido o en otro era, por lo tanto, su 
preferencia por la facilidad o la seguridad. Ya no se trataba de un error de las masas, 
como había señalado Codovilla en junio, ni de los efectos sobre ellas de la demagogia 
de Perón, como sugería la tesis, sino apenas de una cuestión de preferencias. 
Como que las masas erraran o eligieran libremente de acuerdo con la función 
de utilidad de cada uno de sus integrantes era una opción que no encajaba en la 
teleología comunista, la falta de conciencia de clase, a la que Codovilla había aludido 
en Batir al nazi-peronismo, terminaba siendo la explicación de un resultado electoral, 
pero, a su vez, ella misma requería ser explicada. Y en tren de explicarla, era 
imposible eludir la responsabilidad del PC. El examen de su responsabilidad en la 
 
 
23 11° Congreso, 28 de junio de 1946, N° 1, p. 11. 
24 Codovilla (1948), 104. 
 14 
creación de una conciencia de clase, que no significaba otra cosa que el 
reconocimiento por la clase obrera de su función dirigente, llevaba a la autocrítica. La 
palabra “autocrítica” estaba ausente, pero otras palabras la denotaban 
inequívocamente: “En nuestro Partido, particularmente en algunas direcciones, se ha 
manifestado con motivo de las últimas elecciones, un agudo espíritu de auto-
suficiencia, rayano en la fanfarronería”. La crítica, sin embargo, no se detenía allí: los 
errores y debilidades del partido se debían, según lo había revelado la discusión que 
precedió al congreso, a “la falta de estudio metódico y de asimilación de los 
elementos esenciales de la teoría marxista-leninista-stalinista”; “la falta de realización 
de un esfuerzo serio para aplicarla en las condiciones peculiares de nuestro país”; “la 
falta de hábito de defender con firmeza la línea política y táctica del partido y la 
tendencia a improvisar la línea táctica sin tener en cuenta la línea política general del 
Partido”; “la falta de hábito para pulsar y tener en cuenta la opinión de los afiliados de 
base del partido y, en general, de escuchar y tener en cuenta el sentir de las masas”; 
“la falta de vigilancia revolucionaria en el control de la aplicación de la línea del 
Partido por parte de las organizaciones correspondientes; y, en general... la falta de 
vigilancia de la actividad abierta o encubierta que tratan de realizar elementos 
enemigos del Partido en el seno del mismo, con el fin de hacer pasar su contrabando 
político e ideológico y tratar de paralizar su acción”. ¿De quién era la culpa, entonces, 
de los errores y debilidades del partido? No de la dirección ciertamente, sino de los 
militantes de base y de los enemigos internos. Aquéllos no habían sabido vincular el 
partido a las masas; éstos habían sembrado dudas que habían perjudicado el trabajo en 
el seno de ellas. La dirección reservaba para sí una leve admonición. Era cierto que el 
partido había participado del excesivo optimismo general con respecto al resultado 
electoral, sin embargo, “nunca se dejó llevar por la fiebre electoralista, ni dejó de 
 15 
tener presente que las elecciones de febrero, aunque eran de una importancia 
trascendental, no representaban ni representan el acto final de la lucha en que están 
empeñados la clase obrera y el pueblo, sino sólo una batalla en el proceso general de 
esa lucha”. Los comunistas, continuaba el documento, “sabían que la lucha por 
mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera y del pueblo y por la 
realización de la revolución agraria y antiimperialista, continuaría cualesquiera fueran 
las condiciones que crearían el triunfo de una u otra fuerza contendiente. Los 
comunistas sabían de antemano que, en cualquier condición, la lucha y la misión del 
Partido seguiría siendola misma en su esencia”.25 Pero si la lucha del partido era la 
misma, ¿cómo llevarla a cabo en las circunstancias creadas por el triunfo del 
candidato que el partido no había apoyado, pero que sí había sido apoyado por 
importantes sectores de las masas? 
La tarea del partido, según la tesis, no era realizar una “oposición sistemática” 
sino impulsar la conformación de un “frente de liberación nacional y social” (también 
llamado en documentos posteriores “frente democrático y antiimperialista” y “frente 
democrático nacional”), que debía incluir tanto a quienes habían votado por 
Tamborini como a los que lo habían hecho por Perón, siempre que estuvieran 
dispuestos a acompañar al partido en su lucha por las tareas de la revolución agraria y 
antiimperialista. Poco importaba para el curso de las luchas futuras a quién había 
votado un potencial recluta o aliado; pero sí importaba si estaba dispuesto a 
acompañar al partido o no lo estaba. 
 Esas luchas futuras estarían determinadas por la orientación del nuevo 
gobierno. La tesis señalaba dos “perspectivas” de desarrollo de la situación económica 
y política argentina: la primera, bajo la hegemonía del proletariado, llevaría a “la 
 
 
25 11° Congreso, 28 de junio de 1946, N° 1, p. 21. 
 16 
realización plena de la revolución agraria y antiimperialista”; la segunda, bajo la 
hegemonía de la burguesía, llevaría a “un compromiso con la oligarquía terrateniente 
y los monopolios imperialistas y a la derrota de la revolución democrático burguesa”. 
La primera perspectiva tendría éxito si la clase obrera establecía una estrecha alianza 
con las masas campesinas y con los sectores progresistas de la burguesía para, en el 
transcurso de la lucha, conseguir la hegemonía dentro de esa alianza. La segunda 
perspectiva se daría si los obreros y las masas campesinas “solo confían en el 
gobierno actual y no en su propia fuerza para impulsar el desarrollo de la revolución”. 
La concreción de esta segunda perspectiva equivaldría a “entregarse ciegamente a la 
dirección política de fuerzas que, pese a su demagogia social representan en lo 
esencial los intereses de la burguesía industrial, financiera, agraria y comercial, y por 
consiguiente, son contrarias al desarrollo de la revolución agraria y antiimperialista, y 
al creciente bienestar de las masas populares”.26 Es decir que si los obreros y 
campesinos sólo confiaban en el gobierno, no se produciría la revolución agraria y 
antiimperialista. Aunque esta manera de ver el desarrollo de la relación con el 
gobierno en el futuro parezca demasiado simple, esa doble perspectiva se transformó 
en un marco de referencia de los análisis efectuados en documentos de los años 
posteriores. 
 El PC no abandonaba a la decisión de otras fuerzas políticas la posibilidad de 
concreción de una u otra perspectiva, sino que se asignaba a sí mismo una tarea 
unitaria, a través de la divisoria de aguas peronista-antiperonista y en el marco de su 
misión histórica nacional e internacional, enfocando el conflicto político desde una 
perspectiva de clase y no desde una puramente política o emocional. Esa tarea unitaria 
con vistas a la conformación del frente de liberación nacional y social, sin embargo, 
 
 
 
26 Codovilla (1948), 195-196; 11° Congreso, 28 de junio de 1946, N° 1, pp. 12-14. 
 17 
no debía afectar, subrayaba Codovilla, la independencia política del partido. Esto, 
traducido al plano de la acción política, significaba que el partido apoyaría las 
medidas de gobierno que “beneficien los intereses de la clase obrera y las masas 
populares o que tienda a reforzar la independencia nacional”, y criticaría todas las que 
“representen una concesión a los elementos reaccionarios y pro-fascistas y a los 
monopolios imperialistas y sus agentes”.27 La diferenciación entre las acciones buenas 
y malas del gobierno, entre sus sectores progresistas y pro-fascistas, era posible 
porque, según Codovilla, se había producido un cambio en Perón: antes había sido “el 
integrante y portavoz del programa pro-fascista del GOU”; pero “bajo la presión de 
los acontecimientos internacionales y la acción de las masas en el orden nacional”, se 
había declarado “partidario del gobierno constitucional, de la democracia y del 
bienestar social”. La distinción entre un antes y un después, y entre diferentes sectores 
dentro del gobierno permitía establecer esa línea política unitaria, cuyo objeto era 
mantener al PC próximo a las masas. Esa línea requería tareas que, sencillas en 
apariencia, presentarían problemas de implementación. Uno de ellos, pero 
suficientemente ilustrativo, era la decisión de luchar al mismo tiempo por la unidad 
del movimiento sindical, lo que significaba aceptar al sindicalismo peronista, pero al 
mismo tiempo hacerlo por la independencia del movimiento sindical, lo que llevaba al 
enfrentamiento con ese sindicalismo.28 No puede decirse, sin embargo, que la 
dirección del PC ignorara esas dificultades, pero ante el hecho de que las masas 
estaban en el peronismo no tenía demasiadas opciones si se proponía realizar un 
trabajo político dirigido a devolverlas a su cauce. 
 
27 Codovilla (1948), 101. 
28 La línea de unidad e independencia del movimiento sindical es sostenida en el informe de Codovilla 
sobre el proyecto de tesis del XI Congreso y en la tesis misma. Ibíd., 107-114; y 11° Congreso, 28 de 
junio de 1946, N° 1, p. 17. 
 18 
El peronismo quedaba así en un paréntesis teórico. Las masas que lo apoyaban 
habían seguido un camino cuya elección se había debido a preferencias 
circunstanciales, pero ella no cambiaba ni su naturaleza ni sus objetivos. El trabajo del 
partido debía desarrollarse, por lo tanto, junto a las masas, aun cuando éstas adhirieran 
al peronismo. Esa adhesión no podía ser sino transitoria, ya que las masas, también 
por definición, tenían un destino histórico, la revolución socialista (en la Argentina 
primero deberían contribuir a la realización de la revolución agraria y antiimperialista 
que necesariamente debía antecederla), y una vanguardia, el PC. Para que las masas 
retornaran al cauce de su destino, que necesariamente pasaría por el PC, parecía bastar 
que éste se mantuviera cerca de ellas, practicando un trabajo unitario, que alentase los 
aspectos positivos y criticase los negativos del gobierno, esperando la crisis del 
peronismo. Dos factores, sin embargo, complicaron ese trabajo: por un lado, esa línea 
unitaria era difícil de llevar a la práctica; por otro, la realidad, es decir, la política del 
gobierno peronista, cambiaba, y no precisamente en el sentido de la primera 
perspectiva definida por la tesis del Congreso. 
 
3. La implementación de la línea del XI Congreso 
 Tras el XI Congreso, la política del PC frente al peronismo estuvo basada en la 
tesis allí aprobada. Ella establecía una diferenciación entre el gobierno y las masas: el 
apoyo de las masas al gobierno no afectaba el carácter de clase de éste ni el papel 
político de aquéllas. Esa diferencia permitía que el PC variara la definición del 
gobierno mientras mantenía inalterable el trabajo unitario con las masas 
“influenciadas” por el peronismo. Más aún, la correcta caracterización del gobierno, 
según evolucionaran las dos perspectivas expresadas en la tesis, era un requisito para 
el correcto trabajo de masas. Por este motivo, en los años siguientes al congreso, el 
 19 
PC mantuvo su línea de trabajo junto a esas masas, pero cambió su caracterización del 
gobierno peronista. Al mismo tiempo, la conducción del PC ajustó cuentas con el 
pasado inmediato, reinterpretándolo a la luz de la experiencia nacional e 
internacional, aquella signada por la influencia del peronismo en las masas, ésta por el 
albor de la guerra fría. 
Los primeroscambios en la caracterización del gobierno peronista fueron 
introducidos pocos meses después de la realización del XI Congreso. La tesis en él 
aprobada había señalado que con el triunfo del peronismo se abrían dos perspectivas 
en cuanto al rumbo del gobierno, que eran al mismo tiempo dos tendencias en pugna: 
una, democrática y progresista, y otra, reaccionaria y profascista. Esa confrontación, 
tal como la presentaba esa tesis, se daba en el plano político, dentro del gobierno. En 
abril de 1947, sin embargo, Codovilla subrayó el conflicto entre la demagogia social, 
un concepto que ya estaba presente en Batir al nazi-peronismo, y la política social. 
Las consignas demagógicas de “los jefes peronistas”, decía Codovilla, tales como 
“terminar con la explotación del hombre por el hombre”, “la tierra para quienes la 
trabajan”, o “menos ricos y menos pobres”, habían “calado hondo en el corazón de las 
masas y van trabajando de más en más en sus cerebros”.29 Como el gobierno peronista 
no podría transformar esas consignas en realidad, la rebelión de las masas peronistas 
era inevitable. El conflicto entre la demagogia social y la política social no era ya una 
lucha de tendencias en el seno del gobierno, sino un enfrentamiento del gobierno con 
las masas, de las promesas de aquél con los reclamos de éstas. Sólo el PC, entonces, 
podía garantizar el cumplimiento de aquellas consignas, trabajando junto a esas masas 
temporalmente “influenciadas” por el peronismo. La acción de los comunistas no 
estaba ya dirigida a lograr que prevaleciera la corriente progresista del gobierno, sino 
 
 
29 Codovilla (1948), 252-254. 
 20 
a que se llevara a la práctica una política social prometida por el gobierno a las 
masas.30 
Codovilla también introdujo entonces un nuevo matiz en la interpretación de 
la derrota electoral. Perón no había presentado un programa concreto, pero había 
sabido explotar hábilmente “los sentimientos antiimperialistas de nuestro pueblo”, y 
con ello llevó a las masas a creer que si ganaba la elección, “desde el poder daría 
plena satisfacción a sus aspiraciones de justicia social y defendería la independencia 
nacional”. La acción de Perón no se había limitado a realizar promesas para asegurar 
su triunfo, sino que también, casi en vísperas de las elecciones, había dado 
satisfacción a algunas de las antiguas reclamaciones de los trabajadores a través de 
una “utilización descarada del aparato estatal”. La derrota de la coalición 
antiperonista, señalaba, sin embargo, también se debía a sus propios errores. El había 
advertido en Batir al nazi-peronismo (título ya olvidado) que para asegurar el triunfo 
era necesario una organización sólida y una dirección única, pero no había sido 
escuchado por los dirigentes de los otros partidos. Peor aún, algunos sectores de ellos 
habían contribuido a la derrota con su “falta de calor revolucionario” y con sus 
críticas al PC y a otros aliados.31 En suma, el triunfo de Perón se debía tanto a sus 
acciones como a errores de sus adversarios, pero ya no a errores de las masas ni del 
PC. 
Esa explicación de la derrota electoral, dado el camino tomado por las masas, 
no fue suficiente. También se hizo necesario justificar la participación del PC en la 
Unión Democrática. Esto se llevó a cabo en dos momentos, uno a fines de 1947 y el 
otro a mediados del año siguiente. En la primera oportunidad, Codovilla puso el 
acento en la situación internacional. Señaló que en aquel momento el “enemigo 
 
30 Ibíd., 252-253. 
31 Ibíd., 124. 
 21 
principal” era otro, “el imperialismo germano-fascista-nipón”, mientras que por 
entonces lo era “el imperialismo anglo-yanqui, y el imperialismo yanqui en 
particular...”32 Esa explicación estaba ya esbozada en la tesis del XI Congreso, aunque 
con un matiz diferente. Algunos disidentes habían criticado a Codovilla por su 
browderismo (la creencia, alentada por el mismo Stalin, de que la colaboración entre 
las potencias capitalistas y la socialista para enfrentar al fascismo se mantendría en la 
posguerra), expresado en su escrito “En marcha hacia un mundo mejor”.33 Ellos 
reclamaban el retorno a la lucha antiimperialista, ya que la guerra contra el fascismo 
había terminado, pero la tesis del XI Congreso se limitaba a denunciar a los “sectores 
imperialistas” de Estados Unidos y Gran Bretaña, que habían llevado al abandono de 
la política de cooperación establecida por los “Tres Grandes” en las conferencias de 
Teheran, Yalta y Potsdam.34 Una situación internacional en la que prevalecía la 
necesidad de combatir al fascismo justificaba, por lo tanto, que el PC se hubiera 
opuesto al candidato que daría continuidad a la dictadura militar que había 
caracterizado como fascista. En la segunda oportunidad, a mediados de 1948, 
Codovilla puso el énfasis en la situación nacional. Después de la elección 
presidencial, señaló, se había producido un “desplazamiento de fuerzas sociales y 
políticas del campo de la ex Unión Democrática al campo del peronismo”. De esta 
manera la participación en la coalición antiperonista quedaba explicada por factores 
tanto internacionales como nacionales, ambos cambiando aceleradamente. 
Ante esos cambios en la situación internacional y nacional, el PC había tenido 
que ajustar sus objetivos. Codovilla diferenciaba entre los objetivos estratégicos, 
invariables, como era la lucha por la revolución agraria y antiimperialista, y los 
objetivos tácticos, variables, como eran las alianzas que debían realizarse en cada 
 
32 PCA (1948), 143-144. 
33 Sobre los disidentes, luego expulsados, véase Amaral (2000). 
34 Las referencias a “los sectores imperialistas”, en 11° Congreso, 28 de junio de 1946, N° 1, pp. 1-3. 
 22 
momento particular. Por esos motivos, explicaba, antes el PC había buscado aliados 
en “todos los sectores políticos y sociales nacionales interesados en la derrota de los 
imperialistas germanofascistas y nipones y dispuestos a luchar contra las fuerzas 
nacionales en que se apoyaban aquéllos y por transformaciones democráticas y 
progresistas de carácter económico, social y político, que permitieran liquidar la base 
material de la reacción nacional”; y después los buscó en los “dispuestos a resistir los 
avances colonizadores del imperialismo yanqui y a luchar contra la oligarquía 
terrateniente, los grandes capitalistas, los monopolios extranjeros, las fuerzas 
nacionales reaccionarias y profascistas y los sectores políticos en que estas se 
apoyan”.35 De este modo quedaba cerrada la reinterpretación del pasado inmediato: 
los rápidos cambios en la situación internacional y nacional justificaban los cambios 
tácticos del PC para adecuarlos a los invariables objetivos estratégicos. 
La consecuencia de esos cambios tácticos era que los aliados para alcanzar los 
objetivos estratégicos se encontraran entonces “tanto en el campo de la oposición 
como en el del peronismo”. Codovilla reconocía, sin embargo, que la existencia de las 
condiciones objetivas para una alianza no tornaba a los aliados potenciales en aliados 
reales.36 Esto quería decir que el PC no encontraba respuesta del lado del peronismo, a 
pesar de que estaba dispuesto a apoyar cualquier acción del gobierno que tendiera “a 
debilitar efectivamente las posiciones de la oligarquía terrateniente y de los 
monopolios imperialistas y a crear las condiciones favorables para llegar a su 
liquidación completa”.37 El PC, continúa, había atendido a los llamados de unidad del 
gobierno para defender la independencia económica y la soberanía nacional, pero 
creía que esa defensa requería que el gobierno asegurase a todos los habitantes el goce 
pleno de sus derechos políticos y que no aplicase medidas represivas “a los que35 Codovilla (1972), 177. 
36 Ibíd., 177-178. 
37 Ibíd., 182. 
 23 
luchan por la formación de un frente democrático y antiimperialista, de liberación 
nacional y de justicia social”, es decir, a los comunistas. Pero las cosas no sucedían 
así, apuntaba, “y no por culpa nuestra”. Mientras el gobierno hacía declaraciones de 
equidistancia entre el imperialismo norteamericano e inglés y la Unión Soviética y los 
países de “nueva democracia” (este era un concepto de Mao que Codovilla no volvió 
a utilizar), declaraba también que en caso de guerra estaría con Estados Unidos y 
participaba en el bloque continental encabezado por ese país. Mientras hablaba de 
“democracia para todos” cada día eran más restringidas las libertades ciudadanas 
“para los que no actúan con el beneplácito de las esferas oficialistas”; avasallaba el 
derecho de reunión, de organización y de libre emisión de las ideas con medidas 
propias de un Estado policíaco; y desconocía la voluntad popular al cercenar las 
prerrogativas parlamentarias de los diputados de la oposición. Mientras hablaba de 
unidad sindical, daba orden de perseguir a los defensores más consecuentes de los 
intereses obreros, “sean ellos comunistas, peronistas o sin partido”, tanto en los 
lugares de trabajo como en los sindicatos y otras organizaciones de masas. Por ello, 
señala, la unidad nacional no dependía solamente del PC y de las demás fuerzas 
democráticas que “no actúan en el campo del oficialismo”, sino también del gobierno, 
que no hacía ningún esfuerzo en esa dirección.38 
La respuesta del PC a esta situación era, no obstante, mantener la línea 
establecida en la tesis del XI Congreso. En un aspecto, sin embargo, Codovilla se 
apartó de ella: la caracterización del peronismo. En esa exposición de mediados de 
1948, por primera vez se refirió al peronismo como un “fenómeno social”. No explica 
sus características, pero ellas pueden inferirse de la afirmación de que no creía 
necesario “exigir a los trabajadores influidos por el peronismo que dejen de creer en 
 
38 Ibíd., 183-184. 
 24 
Perón y dejen de ser peronistas”. Los comunistas debían señalarles que “al realizar 
nuestra línea no vamos contra nadie que se proponga marchar en la dirección 
favorable a los intereses del pueblo y de la nación, sino que vamos solamente contra 
los que se oponen a la defensa de esos intereses”.39 De esa manera, decía con gran 
optimismo, “no puede caber duda de que nuestra línea política y táctica unitaria no ha 
de tardar en imponerse entre las amplias masas peronistas y no peronistas”. Para 
lograrlo, los militantes del partido debían fundirse “con las masas trabajadoras en 
general y con las masas peronistas en particular”, y ayudarles “más que hasta ahora” 
en la lucha por sus reivindicaciones “hasta que el conjunto de la clase obrera adquiera 
la conciencia del papel histórico que bajo la dirección de su partido de vanguardia, el 
Partido Comunista, le corresponde jugar en la sociedad actual, para emanciparse y 
para emancipar a nuestro pueblo de toda forma de explotación y de opresión nacional, 
y se disponga a jugarlo”.40 Entonces, cuando estallara el conflicto entre la demagogia 
social del gobierno y la política social de las masas, el partido capturaría el apoyo de 
estas masas, cuyo nivel de conciencia política habría contribuido a elevar durante los 
años de trabajo a su lado. Codovilla aceptaba así implícitamente la existencia de 
factores no necesariamente económicos que llevaban a los trabajadores a creer en 
Perón y a considerarse peronistas, pero al mismo tiempo creía que esta experiencia no 
dejaría en ellos rastro alguno. Imprecisa como categoría analítica, el uso de la 
expresión “fenómeno social” sólo revela las dificultades teóricas del PC frente al 
peronismo.41 
 Codovilla no especificó nada más respecto del “fenómeno social del 
peronismo”, pero la caracterización del gobierno se tornó más crítica con el paso del 
 
39 Ibíd., 197-198. 
40 Ibíd., 205. 
41 La expresión dio título al libro de un miembro del PC publicado casi dos décadas más tarde, pero en 
él no se encuentran más precisiones sobre esta categoría. Cf. Moreno (1966), 10-11. 
 25 
tiempo. Cuanto había sido presentado como síntoma en 1948, dos años más tarde era 
la realidad. En un informe presentado ante la VI Conferencia Nacional, en noviembre 
de 1950, Codovilla señalaba que los dirigentes del peronismo, “después de sus 
derroches de demagogia antimperialista, antioligárquica y anticapitalista y pro paz”, 
habían terminado por “entregar el país al imperialismo yanqui e incorporarlo al campo 
de la guerra...; liquidar las libertades democráticas; estructurar el Estado fascista; 
lanzar la ofensiva patronal y gubernamental contra las condiciones de vida y de 
trabajo de la clase obrera y de las masas laboriosas, para descargar sobre sus espaldas 
los efectos de la crisis en desarrollo...”42 Desde el punto de vista de las dos 
perspectivas enunciadas en la tesis del XI Congreso, ya había triunfado la tendencia 
reaccionaria y profascista. 
El trabajo político de los comunistas no se veía alterado por esa situación, pero 
tampoco cedían las dificultades para llevarlo a cabo. La tarea era vencer los 
obstáculos que los dirigentes peronistas “colocaban en el camino de nuestro 
acercamiento con las masas influenciadas por ellos a fin de conquistarlas para la causa 
de la democracia, la independencia nacional y la paz...” Esa posición unitaria había 
sido combatida “encarnizadamente” tanto por los dirigentes peronistas como por los 
de los partidos antiperonistas, por lo que había sido muy difícil “nuestra labor 
tendiente a la unidad de acción entre el grueso de la masa influenciada por el 
peronismo, y los sectores populares influenciados por los dirigentes de la oposición 
sistemática”. Muchos militantes sindicales comunistas, se lamentaba Codovilla, ante 
las dificultades en la aplicación de la línea del XI Congreso habían cedido en sus 
esfuerzos para establecer “contactos sólidos y permanentes” con los trabajadores 
influenciados por el peronismo y, sin darse cuenta, habían sufrido la influencia de la 
 
42 Codovilla (1950), 3. Este informe, titulado “Unidos para defender el pan, la libertad, la 
independencia nacional y la paz”, fue incluido en Codovilla (1964), vol. 2, 348-439. La cita está en p. 
349. 
 26 
oposición sistemática y perdido “la fe en las posibilidades revolucionarias de los 
obreros influenciados por el peronismo”. Ellas, sin embargo, se mantenían intactas 
porque, creía, la masa peronista había dejado ya de tener confianza ciega en sus jefes 
y empezaba a “entrar en la zona de la desconfianza”, por la agudización de las 
contradicciones entre las promesas y las realizaciones de los “círculos dirigentes del 
peronismo”. Las masas se daban cuenta “de más en más” del “tremendo engaño” de 
que las habían hecho víctimas aquellos dirigentes, que habían prometido “construir un 
Estado ‘justicialista’ al servicio de los trabajadores” y habían construido “un Estado 
fascista al servicio de la oligarquía terrateniente, del gran capital y de los monopolios 
imperialistas”.43 Cuanto antes había sido sugerido, ahora era dicho con todas las 
letras, tal como en 1945: el peronismo había engañado a las masas; el estado 
peronista era un estado fascista. 
El trabajo unitario era muy complejo en la práctica, ya que los militantes 
comunistas, mientras trataban de explicar la línea del partido a las masas 
“influenciadas” por el peronismo, debían criticar al gobierno que ellas apoyaban y 
diferenciarse de sus objetivos, en un contexto de creciente tensión. La esperanza de un 
inminente estallido del conflicto entre el gobierno y las masas debe de haber sostenido 
los esfuerzos de los militantes de base,pero quizás les haya sido difícil resistir la 
tentación de dejarse llevar por las masas hacia el peronismo. Esa fue la explicación 
oficial del “caso Real”, el mayor conflicto que el trabajo político con las masas 
“influenciadas” por el peronismo provocó dentro del PC. 
 
 
 
 
 
43 Codovilla (1950), 6-9. 
 27 
4. El caso Real 
 El trabajo unitario con las masas peronistas había provocado reticencia en 
algunos comunistas, pero también demasiado entusiasmo en otros. En febrero de 
1953, en un informe presentado al Comité Central del PC, Codovilla condenó las 
“desviaciones ‘teórico’-políticas de Real”.44 Juan José Real era entonces el secretario 
de organización del partido. Ya ocupaba esa posición en ocasión del XI Congreso, y 
de su importancia en la jerarquía da cuenta el Esbozo de historia del Partido 
Comunista de la Argentina, la historia oficial del PC, que lo menciona a la par de 
Codovilla, Ghioldi y Giúdice ya en el comentario del X Congreso, realizado en 
noviembre de 1941.45 La IV Conferencia Nacional, realizada en diciembre de 1945, se 
cerró, según dice Batir al nazi-peronismo, con vivas a Codovilla, Ghioldi, Arnedo 
Alvarez y Real; y el Esbozo incluye una foto individual de él, honor sólo reservado a 
esos siete dirigentes.46 Real era un hombre del aparato partidario; más aún, era quien 
lo manejaba en la actividad cotidiana. 
Es posible que Real haya sido el chivo expiatorio de las disidencias internas 
del partido en torno de la línea política frente al peronismo,47 pero su “caso” fue 
tratado con métodos similares a los usados en los partidos comunistas de Europa 
central y occidental en los años finales del stalinismo.48 También es posible, sin 
 
44 Codovilla (1953), 5. Buezas señala que el pensamiento de Real solo se conoce por el documento 
crítico de Codovilla. Cf. Buezas (1956), 122. Real se abstuvo de responder, públicamente al menos, al 
documento de Codovilla y sólo aludió al episodio años más tarde, brevemente. Cf. Real (1962), 148-
150. 
45 PCA (1948), 97 y ss. 
46 Codovilla (1946), 194. Una foto de Real en PCA (1948), 140. 
47 Athos Fava, más tarde un importante dirigente del PC, señala la existencia de tres tendencias en el 
seno del partido en esos años: una marcadamente antiperonista, cuya figura más destacada era Rodolfo 
Ghioldi; otra properonista, encabezada por Real; y la tercera, en el medio, que era la de Codovilla. Cf. 
Fava (1997), 83-84. 
48 Durante 1951 y 1952 tuvo lugar en Checoslovaquia el procesamiento de Rudolf Slansky y otros altos 
dirigentes del Partido Comunista, que terminó con la ejecución de los acusados. También en 1952, se 
llevó a cabo en Francia el procesamiento de los dirigentes André Marty y Charles Tillon, que no fueron 
ejecutados, pero sí expulsados del partido. Cf., entre muchos otros, Claudín (1970), 469-499; Kriegel 
 28 
embargo, que Real, como lo declaró él mismo posteriormente, en una de las escasas 
referencias que hizo a los motivos de su expulsión, haya visto la luz debido a un 
discurso de Perón del 22 de abril de 1952, por el que llamó a los trabajadores a formar 
un “‘frente popular unido’ para enfrentar a la conspiración oligárquica”. Real dice que 
“este acontecimiento significó un cambio fundamental en mi vida política” y, creyó, 
también lo sería para el Partido Comunista.49 
 Esa creencia se basaba en la respuesta que Real dice que el Comité Ejecutivo 
del PC dio al discurso de Perón, que consideró su llamado a la formación de un frente 
popular unido como una declaración “oportuna y necesaria”. Nuestra Palabra, órgano 
del PC, según cita Real, llamó al trabajo unitario a “todas las fuerzas patrióticas y 
progresistas del país”, sin distinción de ideología política, credo religioso y sector 
social, “para luchar en común para desbaratar los planes siniestros de la conspiración 
oligárquico-imperialista” denunciada por Perón. “Todo el partido, sus dirigentes y sus 
bases –con la sola excepción de Rodolfo Ghioldi, que en esto del peronismo era muy 
intransigente–,” continúa Real, “recibieron este documento con enorme entusiasmo”. 
Los militantes se lanzaron “al trabajo, a la difusión, a la búsqueda de contactos.” Esa 
declaración era “el instrumento ideal para establecer lazos de amistad con los 
trabajadores peronistas, de los que estábamos separados”. Por primera vez, sigue 
Real, había desaparecido “la mala palabra, el calificativo que abría un abismo 
insondable entre nosotros y los peronistas: ‘nazi-peronista’, ‘corporativo-fascista’, 
‘totalitario’, ‘dictatorial’, etc.” Entre mayo y septiembre de 1952 Real estuvo en 
Europa y a su regreso, encontró al partido “empeñando en la tarea y con resultados 
 
(1973), 11-28; Loebl (1969); y Pelikan (1971). Buezas sugiere tal paralelismo, subrayando la 
artificialidad de la acusación a Real, aun cuando respecto de los procesos de Europa oriental él aceptase 
sin la menor duda los argumentos de los acusadores. Cf. Buezas (1956), 159-163. 
49 Real (1962), 148. 
 29 
halagueños”.50 El entendía que “se había hecho un viraje de 180 grados” y que 
entonces correspondía “extirpar del partido el cáncer antiperonista”. La discusión que 
siguió, “que al principio parecía augurar una rectificación de la política mantenida 
hasta entonces”, llevó, por el contrario, a su expulsión del PC, al que había 
consagrado su vida “sin ninguna restricción”.51 
 A Real se lo acusó de una “desviación nacionalista burguesa”. Codovilla 
explicaba esta desviación mediante una cita de Stalin: era “la adaptación de la política 
internacionalista de la clase obrera a la política nacionalista de la burguesía”.52 
Aunque escueta y simplista, esa explicación fue el punto de partida de la condena a 
Real. “La adhesión de la mayoría de las masas trabajadoras al gobierno de Perón”, 
decía Codovilla, aceptando por primera vez que Perón gozaba del apoyo de la 
mayoría de los trabajadores y no que hubiese sectores “influenciados” por el 
peronismo, “ha hecho surgir entre los revolucionarios pequeño-burgueses la idea de 
que ésta es la hora de la burguesía nacional y que la clase obrera y el pueblo deben 
apoyarla, auparla y mantenerla en el poder ‘en espera’ de que maduren las 
condiciones favorables para un gobierno democrático-popular con participación de los 
comunistas”.53 Si se deja de lado el tono peyorativo, podría decirse que se trata de una 
descripción adecuada de la línea política del PC, que durante todo el gobierno 
peronista mantuvo una posición firmemente antigolpista, que no podía significar más 
que mantener en el poder a la burguesía nacional –si se consideraba a Perón como su 
representante– en espera de esas condiciones más favorables. El punto aparentemente 
 
 
50 Debe notarse que la actividad de Real que dio origen a su expulsión se limitó, entonces, a lo sumo, a 
cuatro meses, entre octubre de 1952 y enero de 1953, ya que el documento de Codovilla es de 
principios de febrero de 1953. 
51 Real (1962), 149-150. 
52 Codovilla (1953), 6. 
53 Ibíd., 8. 
 30 
cuestionado a Real es que habría abandonado la idea de un Frente Democrático 
Nacional bajo la hegemonía del proletariado, para volcarse hacia el peronismo. 
 La desviación de Real era más grave por cuanto “las masas influenciadas por 
el peronismo empiezan a entrar en la zona de desconfianza respecto a la voluntad y 
capacidad de sus jefes de defender consecuentemente los intereses de la clase obrera y 
el pueblo y… se orientan hacia nuestro Partido”. Siete años después de anunciar el 
inminente conflicto que produciría dentro del peronismo la contraposición de la 
demagogia social y la política social,y tres años después de haber anunciado con las 
mismas palabras la entrada de las masas en “la zona de desconfianza”, Codovilla aún 
estaba a la espera de esa crisis.54 Por eso debe de haber abandonado la idea de que 
adherían al peronismo, para retornar rápidamente a creerlas “influenciadas” por él. 
 Real no parece haberse apartado de la línea política que el partido sostenía 
desde el XI Congreso, pero quizás sí lo haya hecho en su implementación si, como 
señala Codovilla, había abandonado la línea independiente del partido para “hacerle 
jugar el papel de furgón de cola del peronismo”. Esta metáfora ferroviaria no era 
demasiado profunda en términos teóricos, pero sí muy clara en términos políticos. 
Para reforzar la condena de la desviación Codovilla repetía “el sabio consejo 
stalinista” que ya había señalado en 1948: “la asimilación de la línea política adquiere 
la misma importancia que la asimilación de los elementos esenciales de la teoría 
marxista-leninista”.55 Como esa independencia del partido era un elemento clave de la 
línea política, si Real la había abandonado no cabía duda acerca de su desviación. Esta 
no se limitaba, sin embargo, a la aplicación de la línea política sino que, si aceptamos 
la crítica que le efectuó Codovilla, implicaba una visión del peronismo como parte de 
 
54 Ibíd. 
55 Ibíd., 9. La expresión de Stalin no era sino una manifestación más de la rígida disciplina 
bolchevique, establecida por Lenin en su partido desde 1903. 
 31 
un proceso revolucionario nacional, que era por entonces la del grupo “fraccionista” 
encabezado por Puiggrós.56 
 Ese proceso revolucionario habría comenzado el 17 de octubre de 1945, 
oportunidad en la que, según Codovilla, Real creía que el partido habría debido 
participar junto a quienes reclamaban la libertad de Perón, ya que era el equivalente 
argentino de la revolución rusa de 1905. Codovilla, sin embargo, desecha la analogía 
debido a las diferencias entre esa revolución y el 17 de octubre: aquélla, una 
manifestación obrera exigiendo la satisfacción de sus reivindicaciones; éste, un 
movimiento para exigir la libertad de una persona y reponerla en el gobierno.57 Real 
acusaba al partido, según Codovilla, de haber cometido un error al integrar la Unión 
Democrática en 1946 y afirmaba que el reconocimiento del mismo le daría “un 
elemento de trabajo formidable para con la masa peronista”.58 Codovilla no estaba 
dispuesto a ir tan lejos en la revisión de la historia del partido. En la tesis del XI 
Congreso y en documentos posteriores había concedido, lentamente, es cierto, que 
obreros genuinos habían apoyado a Perón y había encontrado una explicación de esa 
aberración, por un lado, en la demagogia y, por otro, en la reacción de las masas 
frente a la falta de cumplimiento de las tareas de la revolución agraria y 
antiimperialista, pero de esas concesiones a una autocrítica explícita había un salto 
que Codovilla no estaba dispuesto a dar. De la misma manera se resistía a una 
autocrítica por haber integrado la Unión Democrática: si había masas en el 54% de los 
votos obtenidos por Perón, también las había en el 46% obtenido por sus oponentes.59 
La línea del partido se había adaptado a las nuevas circunstancias tras el triunfo del 
peronismo, pero Codovilla no encontraba fallas en la línea sostenida en el momento 
 
56 Véase Amaral (2000). 
57 Codovilla (1953), 42. 
58 Ibíd., 43. Esta es una supuesta cita de Real transcripta por Codovilla. 
59 Ibíd., 43-44. 
 32 
de su surgimiento. En su favor debe decirse que ese momento debe de haber sido 
realmente confuso, especialmente para un partido que debía ajustar su posición 
nacional a su función internacional y que esta, apenas derrotado el nazismo, no estaba 
más clara que aquella. Igualmente, como dirigente de un partido que se proclamaba 
poseedor de una visión científica de la historia no podía fácilmente aceptar errores en 
su método científico: la autocrítica tenía sus límites. La línea, en consecuencia, debía 
ajustarse sigilosamente, como lo hacía Codovilla. 
 Codovilla, inspirándose también en “Los fundamentos del leninismo” de 
Stalin, rechazaba la interpretación que supuestamente Real hacía del peronismo como 
un “movimiento nacional bajo condiciones de opresión imperialista”. Codovilla revisa 
la cita de Stalin para mostrar que de los tres grupos de países coloniales y 
dependientes que éste definía, la Argentina correspondía al tercer grupo, cuyo 
ejemplo era la India, para el cual Stalin recomendaba luchar por la formación de un 
gobierno democrático-popular, manteniendo la independencia del partido. Codovilla 
enfatiza un punto importante que lo diferenciaba de la posición que atribuía a Real y 
de la de quienes veían en el peronismo a un movimiento nacional: “la concepción 
stalinista del problema nacional y colonial es una concepción de conjunto que forma 
parte del problema general de la revolución proletaria mundial”.60 No se trataba de 
llevar a cabo la revolución socialista en la Argentina, sino de que las luchas sociales 
en ésta contribuyeran al desarrollo de la revolución mundial, encabezada, 
naturalmente, por el primer “estado obrero”, la Unión Soviética. 
 Real no tuvo éxito en lograr una autocrítica de las posiciones del partido frente 
a Perón en 1945 y 1946, si eso era lo que pretendía, ni tampoco en que el partido 
adoptara una interpretación del peronismo como movimiento nacional. El rechazo de 
 
 
60 Ibíd., 56. 
 33 
sus posturas, sin embargo, no produjo un deslizamiento de la línea del partido en 
sentido contrario. El documento en que Codovilla critica a Real termina con la 
reafirmación de la línea adoptada por el partido en el XI Congreso: luchar por un 
Frente Nacional Democrático, organizado por el partido, que sería la base de 
sustentación de un gobierno democrático-popular. Además de esa lucha en el plano de 
la política nacional, señala Codovilla, había ahora una lucha interna contra el 
oportunismo y el sectarismo, dos desviaciones de la línea revolucionaria del partido 
causadas ambas por “la subestimación del crecimiento de la capacidad combativa y de 
la elevación de la conciencia política de los sectores obreros y populares, tanto de los 
influenciados por el peronismo como por la oposición sistemática”.61 No hubo, por lo 
tanto, como consecuencia del “caso Real”, un cambio en la línea política y táctica del 
partido frente al peronismo ni, mucho menos, una reinterpretación del peronismo ni 
del papel del partido frente a él desde su surgimiento. 
 El “caso Real” fue uno de los más graves conflictos internos del PC, pero no 
dio lugar a una escisión. Real, a pesar de ser uno de los más importantes dirigentes 
comunistas, no intentó buscar apoyo para sus puntos de vista dentro de la estructura 
del partido, que, además, él mismo manejaba en sus operaciones diarias. Tampoco 
intentó justificarlo teóricamente, como habían hecho los disidentes de 1946. La mansa 
aceptación de su exclusión del partido ha dado lugar a sospechas, pero estas no están 
sostenidas por la evidencia.62 Es posible que, habiendo sido durante muchos años un 
cuadro importante del partido, siguiera convencido, como Rubashov, el personaje de 
Koestler, pero en circunstancias menos dramáticas, de que el partido era el portador 
de la historia y de que contribución de ambos, Rubashov y Real, al triunfo de su 
 
61 Ibíd., 90-91. 
62 Buezas comenta, crípticamente, que Codovilla sabía a Real “derrotado por causas oscuras y ajenas a 
la política misma”. Cf. Buezas (1956), 44-45. Isidoro Gilbert sugiere que el caso Real fue una 
operación de inteligencia soviética, pero la prueba que aporta es débil: la afirmación de “una autoridad 
en lasrelaciones entre el PCUS y el PCA” a la que entrevistó en 1992. Cf. Gilbert (1994), 179-184. 
 34 
misión era no rebelarse, aceptar como un hecho la ilusión en la que siempre habían 
creído y seguían creyendo. Por eso el “caso Real” no dio lugar a ninguna 
reinterpretación del peronismo, ni de parte de Real ni, mucho menos, de parte del PC. 
 
5. La crisis del peronismo 
 El “caso Real” se cerró en febrero de 1953 y pronto fue el peronismo quien 
entró en crisis. Aun cuando ésta no se produjo de acuerdo con las previsiones de 
Codovilla, llevó a la caída del gobierno peronista. La crisis del peronismo puso al PC 
en la necesidad de dar respuesta a una nueva realidad. Ella se dio en un artículo suyo, 
publicado el 13 de mayo de 1955, con el título muy expresivo pero no tan creativo de 
“El leninismo y la lucha del pueblo argentino por la paz, la democracia y la 
independencia nacional”.63 En ese escrito, Codovilla revisaba el pasado reciente para 
justificar la posición del PC ante a ese presente ya conflictivo. No se introducían en él 
cambios respecto de la línea establecida en el XI Congreso, pero sí había 
modificaciones sutiles de énfasis en la interpretación del pasado. 
Con el fin de llevar a cabo “reformas progresistas”, señalaba el documento, el 
PC había impulsado la formación de coaliciones democráticas en 1935-1936, 1942-
1943 y 1945-1946, en las que había participado. En la explicación del fracaso de esas 
coaliciones, especialmente de la última, se introducía una leve variante respecto de las 
explicaciones anteriores: el fracaso se había debido al “insuficiente grado de 
desarrollo de la unidad democrática antiimperialista”, lo que Codovilla ya había 
señalado en Batir al nazi-peronismo, pero también, “a la insuficiente ligazón de la 
 
63 Codovilla (1964), vol. 3, 129-155. En 1954, en celebración del 60° aniversario del nacimiento de 
Codovilla, el PC publicó un libro titulado Nuestro camino desemboca en la victoria, que era una 
selección de fragmentos de sus escritos publicados entre 1926-1929 y 1941-1953, con breves 
introducciones de un desconocido compilador (los años faltantes fueron los que el homenajeado pasó 
fuera de la Argentina, en misiones encomendadas por la Internacional Comunista). Esa obra no incluye 
materiales inéditos. Cf. Codovilla (1954). 
 35 
clase obrera con las masas campesinas, [y] al insuficiente papel dirigente de la clase 
obrera y de su partido en esas coaliciones democráticas”.64 No era una autocrítica 
abierta, pero sí un reconocimiento de que alguna responsabilidad le cabía al partido en 
esa derrota, al permitir las “maniobras y [los] golpes de fuerza” de los sospechosos 
habituales: “la oligarquía terrateniente, el gran capital y los imperialistas, ora yanquis 
ora ingleses”. Esta interpretación admitía, entonces, cierta responsabilidad del partido 
(y no ya solamente de vagas “direcciones” o de los militantes, como había insinuado 
la tesis del XI Congreso) en haber permitido que las masas se dejaran llevar por la 
“desenfrenada demagogia social y nacional” de Perón, que había sido, en 
consecuencia, el instrumento de aquellas maniobras de la oligarquía, el gran capital y 
los imperialistas. Toda la actividad del PC desde esa derrota estuvo dirigida a 
desengañar a las masas, para lo cual había debido y debía aún mantenerse próximo a 
ellas. En este sentido, la posición de mayo de 1955 no era divergente de la sostenida 
en los nueve años anteriores, pero ahora se reconocían las dificultades planteadas por 
esa tarea. 
 Esas dificultades se debían a que la línea del PC no era fácil de implementar. 
Perón había creado en los trabajadores “la ilusión de que los llevaría a realizar la 
sociedad ‘justicialista’... o sea, a realizar las tareas principales de la revolución agraria 
y antimperialista por un camino ‘indoloro’”. La tarea del PC había sido denunciar la 
contradicción existente entre “la demagogia social de los jefes peronistas y la 
voluntad de justicia social de las masas”. Para eso debía “fortalecer el contacto con 
esas masas”, pero la tarea era “complicada y difícil” porque “los líderes peronistas se 
esforzaron por desatar la guerra civil entre obreros peronistas y no peronistas en las 
 
 
64 Codovilla (1964), 134-135. 
 36 
fábricas y otros lugares de trabajo”.65 Codovilla no dice por qué los “líderes 
peronistas” habían desatado esa “guerra civil”, pero no es difícil imaginarlo 
considerando la extrema polarización que caracterizó los años finales del gobierno 
peronista, más aun cuando el PC, a su pesar quizás, había quedado enfrentado con el 
gobierno al denunciar que la sociedad justicialista “no era otra cosa que lo viejo 
vestido de nuevo”; que su política “desembocaría en la intensificación de la 
explotación de los obreros, de los campesinos, de todos los sectores trabajadores de la 
población, y en un mayor enriquecimiento de los grandes terratenientes, grandes 
capitalistas y monopolios extranjeros”; y que “el estado ‘justicialista’ desembocaría 
en el establecimiento de un régimen de tipo corporativo-fascista”. El gobierno podía 
tomar con mayor o menor ligereza estas denuncias, pero en la práctica política 
cotidiana en los sindicatos y en los lugares de trabajo, no debe de haber sido fácil para 
los militantes del PC trabajar en el seno de “las masas influidas por el peronismo” 
tratando de atraerlas mientras denunciaba de tal manera al gobierno que ellas, 
engañadas o no, apoyaban. 
 Además de esas denuncias, el principal instrumento del partido frente al 
peronismo era, siguiendo las recomendaciones que Stalin había dado a los dirigentes 
comunistas españoles para enfrentar al franquismo, la paciencia.66 Al establecer la 
línea táctica tras el triunfo del peronismo, el partido se había basado, según Codovilla, 
“en la conocida tesis de Lenin” de “que las masas aprenden a través de su propia 
experiencia política y que la tarea de la vanguardia revolucionaria es ayudarlas 
pacientemente a realizar esa experiencia”. No cabe duda de que el trabajo del partido 
se ajustó a esta tesis, pero es posible que sus sacrificados militantes de base, los que 
 
65 Ibíd., 136-137. 
66 Sobre la recomendación de Stalin a Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo, Semprún (1977), 115. 
 37 
debían enfrentar a los peronistas en el trabajo diario, se preguntaran cuánta paciencia 
era necesaria para que las masas realizaran su experiencia con el peronismo. 
El “proceso de esclarecimiento de las masas respecto del carácter de clase del 
gobierno peronista” había sido “lento y penoso”, reconocía Codovilla, pero, señalaba 
también con su inalterable optimismo, “a medida que éste fue capitulando ante el 
imperialismo yanqui y la oligarquía terrateniente, y fue resistiendo a las justas 
reivindicaciones obreras y populares, se fueron estrechando los vínculos entre los 
obreros y campesinos influidos por Perón y los obreros y campesinos que seguían a 
los comunistas, y se fueron creando condiciones favorables para la unidad de acción 
entre las fuerzas democráticas y progresistas de uno y otro campo: el del peronismo y 
el de la oposición”.67 Ese proceso, creía Codovilla, estaba acelerándose, pero este 
optimismo no ocultaba la persistencia de la anomalía que complicaba al PC desde 
hacía diez años: a pesar del esclarecimiento acerca del carácter de clase del gobierno 
peronista, reconocía que las masas seguían apoyándolo. 
El partido se presentaba así enfrentado al gobierno peronista por su 
incapacidad para cumplir con las tareas de la revolución agraria y antiimperialista, 
pero próximo a las masas engañadas porque ellas eran, después de todo (o, al menos, 
una importante parte de ellas: el proletariado), el sujeto de la historia. Para Codovilla, 
las masas debían hacer

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