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Habría que abstraerse en alto grado de la realidad para no ver
que vivimos años de rápida transición de un orden social que se
va a un orden social que viene. En la era de la energía atómica
y de la emancipación de las masas trabajadoras nadie se atre-
vería racionalmente a afirmar que nada nuevo hay bajo el sol.
Todo el pasado se nos presenta a la par analizado y resumido,
como si fuera la unidad prehistórica preparatoria de la superhu-
manidad en gestación. La metafísica del ser inmóvil siempre
igual a sí mismo y la teoría cíclica del eterno retorno descubren
su superchería mítica frente a la objetividad del continuo cam-
bio de las cosas y a los horizontes inéditos que se abren cada
día a la insaciable curiosidad del homo sapiens.
Comencemos los latinoamericanos por tener plena conciencia
de tal realidad ecuménica que nos rodea y nos compromete.
Ningún pueblo, por atrasado que sea, puede sustraerse a ella.
Los nuestros tampoco.
No se trata únicamente, entendámoslo bien, de traer de afuera
la técnica más adelantada e imponentes sumas de capitales.
Mientras nuestros países mantengan estáticas las estructuras
económico-sociales que recibieron del pasado, la técnica y los
capitales que les lleguen del exterior se les pegarán, sin ser in-
corporados y asimilados a su substancia, agravando sus cróni-
cas crisis internas y alejándolos de las transformaciones históri-
cas que sacan del atraso y la miseria al resto del mundo.
Tampoco se trata de cambios estructurales espontáneos, pro-
movidos por el libre e inconsciente juego de las fuerzas econó-
micas. Éstas no superan nunca por sí mismas, sin la Interven-
ción de la actividad consciente del hombre, los límites del desa-
rrollo meramente cuantitativo. Los teóricos del determinismo
económico -entre los cuales incluimos no sólo a los economis-
tas liberales, sino también a los seudomarxistas- piensan, al
contrario, que sigue teniendo vigencia la vieja tesis de Alberdi y
Sarmiento que programaba la "civilización" argentina en base a
capitales y técnica. Esperan que nuestro país inicie a mediados
del siglo xx un nuevo ciclo de crecimiento capitalista, de acuer-
do a los moldes del liberalismo de la segunda mitad del siglo
pasado. Son, por lo general, hombres de experiencia en los ne-
gocios, en las trampas de la baja política o en ambas cosas a la
vez, pero ron mentalidad esquematizada que transforma en ab-
soluto y eterno lo presente inmediato y lo considera igual a lo
anterior y a lo posterior, como si lo presente inmediato se repi-
tiera sin variantes en el curso de los siglos. Esta confusión de la
práctica -que para serlo de verdad debe abarcar amplios pano-
amas históricos y admitir la ley de los cambios- con la miopía
teórica que no deja ver más allá de las narices, produce casos
de divorcio de la realidad, de utonismo y hasta de auténtica per-
turbación mental en individuos que se creen muy seguros por
sus éxitos de corto alcance en la política, en los negocios o en
lo que sea. En los gobiernos y en las direcciones de los partidos
políticos latinoamericanos predominan tales mentalidades fijis-
tas que temen al futuro y se guían por el más crudo utilitarismo.
América Latina -y la Argentina para salir del atolladero tiene que
pensar y actuar en función de América Latina- necesita poseer,
para ponerse a la altura de la humanidad que nace, una ideolo-
gía revolucionaria propia, es decir, viva y creadora, que se nutra
de la ciencia y la experiencia mundiales para superarlas, pero
que sea el fruto de los gérmenes específicamente latinoameri-
canos.
No seremos libres de verdad y no salvaremos de la pobreza y la
ignorancia a millones de latinoamericanos mientras esa ideo-
logía revolucionaria nuestra no se adueñe de las masas trabaja-
doras y las haga artífices de las grandes transformaciones so-
ciales. El colonialismo ideológico siempre acompaña al colonia-
lismo económico y la liberación económica no es posible sin la
liberación ideológica.
La creación de esa ideología revolucionaria que interprete Ias
leyes de nuestro desarrollo histórico y las tendencias progresis-
tas y emancipadoras de las masas laboriosas es, a mi entender,
la tarea más apremiante y primordial que tenemos por delante
los argentinos y los latinoamericanos. UNTREF VIRTUAL | 1
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2.- En una época de transición como la actual las ideas enveje-
cen pronto y las palabras que las expresan pierden su contenido
o toman un contenido distinto y hasta opuesto al primitivo. Esto
ha sucedido con la palabra que expresa la Idea política de
izquierda.
El izquierdismo es una de las mayores plagas que afligen a los
pueblos latinoamericanos. Da, por decirlo así, un pasaporte de
impunidad para entrar en cualquier combinación a espaldas y a
costa de los Intereses de nuestras naciones.
Hemos visto a los izquierdistas:
Ir a mendigar ayuda financiera y militar a las potencias imperia-
listas para derrocar a gobiernos populares; organizar frentes po-
pulares y uniones democráticas bajo el patrocinio de embajadas
extranjeras y con la colaboración de las clásicas oligarquías te-
rratenientes y comerciales agentes del coloniaje; estampar la
etiqueta de nazifascistas a auténticos movimientos de emanci-
pación nacional, para justificar así la represión de los mismos por
las oligarquías liberales; sabotear la organización sindical de la
clase obrera cuando se realiza de acuerdo a las características
latinoamericanas y no de acuerdo a moldes y dogmas importa-
dos o abstractos; instigar represiones y fusilamientos de dirigen-
tes de causas populares; y ser en la dirección de los partidos o
en el gobierno de los Estados los personeros de políticas extran-
jerizantes o directamente de Estados y empresas extranjeras.
La división de las sociedades latinoamericanas en sectores iz-
quierdistas y sectores derechistas favorece la labor colonizado-
ra de las potencias dominantes. Cada vez que el movimiento
nacional de masas emerge y se apronta a la conquista del po-
der, derechistas e izquierdistas se unen para cerrar paso a lo
que consideran la "barbarie nativa". Vuelven a oponerse entre sí
en los períodos de legalidad, año tras año más cortos, en los
que luchan por posiciones públicas dentro del hipócrita "Estado
de derecho" que evita los cambios sociales e inmoviliza a nues-
tros países en su condición de factorías semicoloniales. Esto
demuestra que tal división de las sociedades latinoamericanas
en sectores derechistas e izquierdistas no corresponde a una
contradicción interna real de su autodesarollo, sino que se da en
el plano superestructural, es decir, allí donde los factores exter-
nos de formadores actúan con mayor libertad y poseen la máxi-
ma influencia.
Cuando los izquierdistas, siguiendo las huellas de Juan E. Jus-
to, califican de chirinadas a ciertos golpes de Estado, no lo ha-
cen desde el punto de vista del proletariado que avanza hacia
su emancipación, sino desde el punto de vista del europeo o del
yanqui que nos mira de arriba abajo como a sauvages. Es Amé-
rica Latina contemplada desde el exterior, desde la civilización
capitalista. No es la explicación de esos golpes de Estado como
explosiones sociales en un continente que se está formando y no
ha encontrado su equilibrio. Es sencillamente el desprecio de lo
nuestro y la vergüenza de haber nacido en nuestro continente.
La cosa cambia si el golpe de Estado se organiza en las tertu-
lias de alguna embajada extralatinoamericana o tiene el visto
bueno de ella. Deja entonces de ser una chirinada. Con el espal-
darazo de la prensa imperialista mundial el golpe de Estado se
convierte en una auténtica revolución y hasta en una revolución
social, cono el motín que ahorcó al presidente Villarroel en Bo-
livia. En este caso los izquierdistas se sienten tan orgullosos
como los derechistasde merecer los elogios de las capitales del
mundo.
A la chirinada los izquierdistas le oponen la defensa de la lega-
lidad. Hacen de la legalidad tira abstracción. Defienden las leyes
del liberalismo burgués como si fuesen las leyes permanentes
del cosmos. Cometen un error quienes califican de marxistas a
los izquierdistas de nuestro continente. No son marxistas los de-
fensores de la democracia capitalista, los partidarios de la lega-
lidad burguesa.
Sería descabellado suponer que los latinoamericanos creare-
mos una ideología revolucionaria propia -punto de partida de
nuestra propia cultura - aislándonos del resto del mundo y ne-
gándonos a recibir el influjo de las corrientes de ideas que nacen
en otras latitudes. Aunque lo quisiéramos no podríamos en-
claustrarnos en nosotros mismos. Lo repudiable en los izquier- UNTREF VIRTUAL | 2
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distas no es que hayan sido, y sigan siéndolo en cierta medida,
trasmisores del pensamiento filosófico, la ciencia política y la ex-
periencia social del Viejo Mundo. Lo repudiable en ellos es que nos
ofrecen el caudal de cultura universal en forma dogmática y sin es-
píritu de superación, como si lo que viene del exterior fuera el non
plus ultra, y que, en general, nos señalan como modelos de eterna
perfección a las decadentes democracias burguesas. Comparten
con los envejecidos conductores de las potencias imperialistas la
insensibilidad y el desprecio por los cambios sociales y las nuevas
ideas en desarrollo en los países que despiertan de su sumisión ele
siglos y están incubando el futuro de la humanidad.
Para destruir al izquierdismo vocinglero y cosmopolita que tan-
tos estragos hace en América Latina no hay otro camino que es-
tudiar a fondo el marxismo. Si nos atenemos a lo que pregonan
los elementos clericales e imperialistas, nuestro continente esta-
ría repleto de marxistas. El fantasma del autor de "El Capital" se
pasea desde México a la Argentina. Para mucha gente, en ver-
dad, basta para ser marxista inscribirse en un partido, en un
centro o en un curso que ostente tal título, o trabajar como "hor-
miguita práctica" en el socialismo o en el comunismo, o decla-
rarse devoto del materialismo dialéctico. Sería, pues, un acto de
fe, un embanderamiento y nada más.
Un autor tan insospechable de marxista cono el padre Jean-
Yves Calvez dice en "La pensée de Karl Marx", libro publicado
con las correspondientes licencias eclesiásticas: "El marxismo
es algo más que una doctrina filosófica, ya que es un movimien-
to revolucionario. Es incluso algo más que una revolución, ya
que tiende a la creación de una cultura, y a la Instalación del
hombre en un universo nuevo que sea producto suyo, su medi-
da y su expresión total... Retengamos por lo menos que el mar-
xismo no es ni pura ciencia económica, ni pura especulación
filosófica, sino teoría del actual; y que es, además, la ley efecti-
va de la vida de sociedades contemporáneas importantes, y
programa de partidos políticos ardientes; que penetra en todas
nuestras preocupaciones concretas, y que proyecta su sombra
sobre la mayor parte de los campos de nuestra actividad. No es
posible, pues, describir esta doctrina sin tomar posición, sin for-
mular un juicio y sin emitir una crítica, aunque no podamos
seguir a Marx en sus conclusiones. Frente a un método de ac-
ción y a una tentativa cultural histórica, nadie puede negarse a
comprometerse de una manera o de otra".
Ofrecemos las palabras transcriptas de un antimarxista a la me-
ditación de los "marxistas" fantasmas y de los reaccionarios que,
con una ligereza que prueba su ignorancia, creen destruir con
cuatro insultos la concepción del mundo y el método de acción
del proletariado revolucionario, cuya omnipotencia reside en que
expresa las tendencias generales de desarrollo de toda la
humanidad contemporánea.
3.- La posición de las izquierdas en la Argentina desde 1916 hasta
el presente confirma lo que acabamos de exponer. Nos limitare-
mos a mencionar sus actitudes en los momentos cruciales.
Los griegos decían que a Grecia se la enjuiciaba de dos mane-
ras: por los mismos griegos para engrandecerla y por los bárba-
ros para destruirla. También Latinoamérica es vista de dos ma-
neras: desde adentro, es decir desde su pasado y su realidad
presente en el desarrollo de una personalidad original en el
mundo, y desde afuera, menospreciándola o negándola al com-
pararla con las potencias dominantes. Cuando Lenin se burlaba
de la "civilización" occidental, reivindicaba el derecho de los
atrasados pueblos de Rusia a crear una civilización nueva. No
hay en su obra ni asomo de pleitesía ante el brillo exterior del
capitalismo, ni ante nada que no fuera la emancipación, el pro-
greso y la grandeza de su pueblo. En cambio, domina a tal punto
en los izquierdistas de nuestro continente la mentalidad colonial,
que viven pendientes del "qué dirán" en Londres, Washington o
Moscú. Su "antiimperialismo" no es más que el reflejo de la lu-
cha mundial entre las grandes potencias, como lo evidencia su
oposición a todo movimiento autóctono de liberación nacional.
¿Hubiera aceptado Lenin en silencio que Marx envileciera la
personalidad de Pedro el Grande o hubiera acatado Mao-tsé-
tung con resignación una opinión denigratoria del fundador del
socialismo científico sobre los sabios de la antigua China? De
ningún modo, porque únicamente los dogmáticos admiten como
verdades los errores y juicios falsos en nombre del dogma. Y la UNTREF VIRTUAL | 3
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mentalidad colonial es dogmática por excelencia. En marzo de
1936, una revista izquierdista de Buenos Aires, Dialéctica, inau-
guraba sus páginas con una tremenda diatriba de Carlos Marx
contra Simón Bolívar, y como uno de los lectores se escanda-
lizara, en el número de julio de la misma revista se insistía con
la reproducción de párrafos de una carta a Engels, del 14 de fe-
brero de 1858, en la que Marx llamaba a Bolívar "el pillo más co-
barde, más vulgar y más miserable..., el verdadero Soulouque".
Para que no quedara la menor duda acerca de la solidaridad de
la revista con tal opinión de Marx, se agregaba a continuación:
"Les recordaremos (a los lectores) que el negro Faustino Sou-
louque (17821367), hijo de un esclavo, fue en 1847 presidente
de la república de Haití. Proclamado Emperador, por un senado
servil, se entregó a toda clase de violencias, hasta que fue des-
tronado".
Preguntamos: ¿Para ser marxista es obligatorio creer que Bolí-
var fue "el pillo más cobarde, más vulgar y más miserable" o que
la increíblemente falsa y mecánica Nueva Historia de la América
Latina de los profesores Rostovsky, Miroshevsky y Rubízov,
avalada por la Academia de Ciencias de la URSS, compendia
una interpretación científica de nuestro pasado? ¿Tenemos que
aguardar la rectificación que venga del exterior para reconocer
que todo eso es un disparate? Reconforta enterarse que los pro-
fesores Semionov y Shulgovsky han desmentido recientemente
las opiniones equivocadas de Miroshevsky sobre la extraordi-
naria personalidad del peruano José Carlos Mariátegui, pero pa-
rece inconcebible que los miembros de un partido izquierdista
hayan esperado casi un cuarto de siglo esa desautorización
para pensar bien del autor de Siete Ensayos de Interpretación
de la Realidad Peruana. ¿Revela este sometimiento una con-
ciencia nacional revolucionaria o una mentalidad servil de co-
lonos? Sería loable que la diligencia que ponen algunos capitos-
tes izquierdistas en injuriar a quienes rechazan el marxismo
dogmático y buscan en las fuentes vivas de la dialéctica mar-
xista la inspiración para descubrir los caminos de nuestraeman-
cipación se empleara en defender la verdad de nuestro pasado
y de nuestro presente.
Tanto las izquierdas como las derechas de América Latina care-
cen de independencia ideológica y por eso actúan sin indepen-
dencia política. Es el mal de los partidos que nacieron como
réplicas de los partidos europeos dentro de la concepción colo-
nialista del proceso histórico del continente. Justo y Repetto se
lamentaron más de una vez de que la Argentina no fuera una
democracia a la inglesa con un buen partido conservador y un
buen partido socialista. Tal sigue siendo el ideal de los socialis-
tas en oposición a la repudiada política criolla, pero resulta que
ésta es la natural política nacional, con sus miserias y sus gran-
dezas como toda política, y que los intentos de reemplazarla por
otra extraña, en vez de perfeccionarla dentro de sus propias
tendencias, han fracasado definitivamente.
Los socialistas no están solos en tal idealización de la democra-
cia burguesa clásica, si bien son los que han bregado y bregan
por ella con mayor fervor pedagógico. Coinciden con ellos todos
los políticos que ven en la legalidad de ese tipo de democracia
la única concebible. Así piensan los conservadores desde Car-
los Pellegrini y Sáenz Pena hasta Solano Lima, los demócratas
progresistas, los demócratas cristianos, los radicales y hasta los
comunistas que por boca de Rodolfo Ghioldi, fanático partidario
de la dictadura del proletariado durante muchos años, dicen
ahora: "Prefiero estar con Justo, con De la Torre, conciudadanos
que reconocen que el peor de los gobiernos legales es siempre
mejor que la mejor de las dictaduras" (Ver Tres Revoluciones,
pág. 76)
Para los dirigentes de los viejos partidos la legalidad de la Cons-
titución de 1853 es absoluta y eterna. Cada vez que el país ha
querido salir de esa legalidad en procura de otra que corres-
ponda a sus condiciones reales, ellos se han unido para evitarlo.
Yrigoyenismo y peronismo surgieron como rebeliones del pueblo
argentino contra una superestructura jurídico-política que lo aho-
ga y no le deja desarrollar sus infinitas posibilidades de creación
de algo propio.
El yrigoyenismo fue un producto típico de la decantada política
criolla. Reflejó en su composición policlasista y en su orientación
vacilante y comprometida las características peculiares de la
sociedad argentina: el patriarcalismo de los terratenientes me-
dios, la inconsistencia de clase de una burguesía parvenue, la
insatisfacción de la pequeña burguesía, las aspiraciones al bie-
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nestar y la riqueza de un proletariado de inmigrantes y la secu-
lar rebeldía de las masas nativas del interior. Escapaba al es-
quema partidista del liberalismo burgués y a la dogmática del
marxismo escolástico y mecanicista.
Carlos Sánchez Viamonte quiso criticar al yrigoyenismo y le sa-
lió, malgré lui, un elogio al expresar que la conquista del gobier-
no por don Hipólito "no fue el triunfo de un partido político sino
del pueblo-multitud". (El último caudillo, pág. 23). La inspiración
orteguista de ese juicio puede hacer pensar que el advenimien-
to del yrigoyenismo al poder no pasó de la repercusión en nues-
tro país de un fenómeno europeo. "el advenimiento de las ma-
sas al pleno poderío social", (Ortega y Gasset: "La rebelión de
las masas"). Así lo enfocaron, a partir de 1922, los socialistas y
comunistas, siempre mirando nuestras cosas desde afuera. Lo
asimilaron al fascismo. Yrigoyen representaba en la Argentina
para ellos lo mismo que Mussolini en Italia y Primo de Rivera en
España: un movimiento reaccionario que había logrado atraer
demagógicamente a las masas y desviarlas de las luchas por
sus propios intereses. En tal caracterización desaparecía todo
vínculo del yrigoyenismo con el pasado nacional.
Una explicación tan artificial no podía satisfacer ni aun a sus au-
tores. De ahí que la complementaron buscándole al yrigoyenis-
mo raíces históricas en la política criolla del pasado, en nuestra
barbarie frente a la civilización europea. El régimen de la oligar-
quía conservadora se prolongaría en la causa yrigoyenista, e
Yrigoyen, el último caudillo, sería también el último oligarca, (ver
el mencionado libro de Sánchez Viamonte con los coincidentes
prólogo y epílogo de Aníbal Ponce y Deodoro Roca, respectiva-
mente).
El último caudillo, escrito en marzo y abril de 1930, es decir,
cuando la oligarquía conservadora preparaba su revancha y
cubría al gobierno nacional y popular de Yrigoyen de toda suerte
de calumnias, resume el pensamiento de las izquierdas durante
ese período de nuestra historia. Deodoro Roca lo comentaba
así: "Este libro sigue en su trayecto la descripción de la parábo-
la "radical" argentina. Y la aparición y el curso de una vida casi
fantasmal: la del "último caudillo", en realidad el último oligarca.
Y de una curiosa oligarquía: senil y decrépita. Los últimos trein-
ta años de la vida política argentina, por un singular destino, pa-
recen como ligados a la estricta biología de ese déspota ridícu-
lo, doblado en apóstol. Desde cierto punto de vista, su examen
sería la tarea de un biólogo"(p. 71).
La responsabilidad de las izquierdas en la caída de Yrigoyen fue
enorme. No comprendían al país. No vivían con el pueblo. Creían
que con la desaparición del último caudillo tendríamos una per-
fecta democracia a la anglosajona (los socialistas) o el gobierno
de los soviets (los comunistas). Tuvimos, en realidad, la vuelta
de la oligarquía conservadora al poder y campo libre para que
los monopolios ingleses y yanquis se disputaran a la Argentina
como bien mostrenco. La ceguera de los izquierdistas hizo posi-
bles las presidencias de Uriburu y Justo. Treinta años después
podemos afirmar que siguen tan absolutamente incapaces
como entonces de extraer experiencias de sus errores.
No pretendemos significar, en modo alguno, que las izquierdas
debían haberse convertido al yrigoyenismo. Tampoco creemos
que en el yrigoyenismo se concretaran el programa de emanci-
pación de la clase obrera, las tareas de liberación nacional de
nuestro pueblo y el porvenir argentino. Lo inadmisible es que las
izquierdas combatieran y contribuyeran a derrumbar al yrigoye-
nismo desde una postura antipopular y colocándose al margen
del proceso social del país. Repudiaban al yrigoyenismo porque
traspiraba "letra de tango" o, como confiesa Sánchez Viamonte,
porque provenía del "suburbio" y era de "mal gusto". El autor de
El último caudillo declara con insuperable sinceridad que para
él, y para los izquierdistas, había una diferencia de "carácter
estético" entre el régimen y la causa, en perjuicio de ésta última.
Dice: "La causa es, ante todo, mal gusto. La separación de las
aguas se evidencia desde el pináculo del triunfo. Desde él fluye
el mal gusto con geográfica elocuencia y naturalidad. La causa
no so cree así. Ella experimenta la fruición de su propio mol
gusto y so paladea con emocionado deleite" (p. 22).
He ahí todo dicho con aristocrático estilo. ¿Qué es el mal gusto?
Es el modo de ser de las muchedumbres argentinas contempla-
das desde es pináculo de las soberbias metrópolis imperiales. UNTREF VIRTUAL | 5
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Es su expresión en es arte y la política. Es el genio nacional
popular. Es el yrigoyenismo y el peronismo como exponentes
transitorios de la conciencia política de las masas en permanen-
te autodesarrollo. Es supercivilizado derechista y es supercivili-
zado izquierdista, uno y otro hombres de la decadencia, sienten
repulsión por es poder popular auténtico. Piensan y se emocio-
nan como metecos. Asi se explica que los dos grandes movi-
mientos de masas de este siglo no hayan sido ni izquierdistas ni
derechistas, sino la irrupción de la tendenciainsobornable de
las multitudes argentinas a integrarse en formas políticas que la
representan tal cual son, como fundamentos de las nuevas insti-
tuciones de un Estado verdaderamente popular y nacional.
4. Durante la década infante (1930-1943) las izquierdas ataca-
ron a la situación política que ellas contribuyeron a crear, salvo
as presidente Ortiz, con quien se solidarizaron por sus promesas
de restauración de la vieja legalidad democrático-liberal. Tam-
bién rectificaron -ex post facto- su opinión sobre Hipólito Yrigo-
yen. "¿Quién puede negar que Hipólito Yrigoyen fue un hombre
representativo, en es sentido emersoniano, de una época y de
un pueblo? -declaró Enrique Dickmann en sus Recuerdos de un
militante socialista (p.279)-. Fue expresión simbólica de una de-
mocracia inorgánica, un tanto caótica y anárquica pero demo-
cracia al fin. Político intuitivo piás que estudioso, percibía vaga-
mente los problemas sociales y trataba de resolverlos en forma
simplista y paternal. Creía en el pueblo, pero hecho a su imagen
y semejanza; es decir, un pueblo simple y sin problemas difíciles
y complejos, y que se deja gobernar fácil y paternalmente. La
política argentina se debe el sentido popular de la misma pero no
su sentido científico y social". Esto era mucho decir para es mili-
tante de un partido que entró sistemáticamente en cuanto contu-
bernio se propusieron los conservadores contra es yrigoyenis-
mo, de un partido que por intermedio de su líder Nicolás Repetto
rindió público homenaje a la oligarquia juarista del 90. Poco des-
pués de publicar esas memorias, Enrique Dickman era expulsa-
do de su partido por haber mostrado simpatías hacia es pero-
nismo.
Al promediar la década infame el cuadro de los partidos políti-
cos argentinos se recompuso de acuerdo al esquenta interna-
cional. A continuación de un período de luchas populares anti-
monopolistas, de repulsa a la política justista de sometimiento a
los planes imperiales de Londres, todos los partidos, desde es
conservador al comunista, se adecuaron al común denominador
de la contienda mundial de las democracias imperialistas y la
Unión Soviética contra los imperialismos nazi, fascista, nipón.
Es transitorio pacto germano-soviético puso apenas una pausa
en esa marcha hacia la formación de un frente antifascista o
unión democrática.
El peronismo nació como repulsa al carácter de la unión demo-
crática que venía preparándose desde hacía varios años - antes
de concretarse. Para analizarla cabalmente es obligatorio des-
hipotecarse de todo vínculo de interés con el pasado. Quien ten-
ga algo que defender u ocultar dará una falsa opinión objetiva.
A partir de la toma del poder por Adolfo Hitler y hasta la decisión
de la segunda guerra mundial, la política interna de todos los
países, grandes y pequeños, sufrió la influencia progresiva de la
pugna entre los dos bloques: el democrático-soviético y es nazi-
fascista. Cada bloque presionaba sobre cada país para forzarlo
a pronunciarse a su favor. En las potencias directamente com-
prometidas en el conflicto no se registraba prácticamente ningu-
na divergencia interna: la URSS, Inglaterra y Estados Unidos
formaban unidades tan homogéneas como Alemania, Italia y Ja-
pón, desde el punto de vista de las finalidades bélicas. No suce-
dia so mismo en los países no comprometidos en la guerra o no
invadidos y ocupados por fuerzas militares y extrañas, en los
países coloniales y dependientes, en los cuales, en mayor o me-
nor medida, existían tendencias hacia la liberación nacional.
En ellos se registraron las siguientes actitudes distintas que res-
pondían a distintos intereses de clase y posiciones frente al
problema nacional.
a) De adhesión incondicional as bloque de la URSS, Inglaterra
y Estados Unidos, con preferencias para una u otra potencia,
según la ideología o la militancia de cada uno;
b) De adhesión incondicional al bloque de Alemania, Italia y
Japón; UNTREF VIRTUAL | 6
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e) De apoyo al bloque aliado para sacar ventajas y desarrollar
la autodeterminación nacional;
d) De apoyo al bloque nazifascista con vistas a destruir a los
monopolios ingleses y yanquis, o a fortalecer al frente interno
anticomunista, o a ambas cosas a la vez;
e) De neutralidad absoluta y aislamiento; y
f) De neutralidad negociada, sin comprometerse con ninguno de
los bloques y tratando de impulsar al máximo el proceso interno
de emancipación económica nacional.
Las seis variantes se dieron en la Argentina. ¿A cuál de ellas co-
rrespondió la unión democrática? No es difícil establecerlo. Del
análisis de la literatura política y de la conducta de los dirigentes
partidarios de aquella época se desprende, con inconfundible
claridad, que la unión democrática estuvo con la primera va-
riante, en oposición a los adherentes y simpatizantes del nazi-
fascismo, que participaron en la segunda variante.
Podrá argüirse que algunos sectores izquierdistas sólo poster-
garon para después de la derrota del eje nazifascista las tareas
de la emancipación económica nacional y que tal postergación
era indispensable para que en la unión democrática entraran
todos los partidos, los grandes terratenientes y las empresas
inglesas y yanquis, además de contar con el visto bueno de los
representantes del Tío Sam y John Bull. Pero es verdad históri-
ca inobjetable, abonada por una documentación abrumadora,
que en torno de la unión democrática se creó una teoria política
que uno de sus principales gestores sintetizó así: "Estados Uni-
dos e Inglaterra han de llegar a un acuerdo con respecto a la
politica económica a seguir en América Latina a fin de contribuir
al desarrollo político, económico y social de nuestro pais".
La unión democrática no se limitó, por supuesto, al planteo de
una posición internacional. También elaboró una política de apli-
cación interna, política que estaba en abierto antagonismo con
los Intereses concretos inmediatos y futuros del país y, en espe-
cial, con las reivindicaciones de las masas trabajadoras. Dicha
política se fundaba en dos puntos principales: a) el fortaleci-
miento a cualquier precio de la unión democrática, lo que obliga-
ba a renunciar a la lucha antiimperialista, a un programa de li-
beración económica nacional y a la exigencia de mayores sa-
larios y mejores condiciones de vida para los trabajadores; y b)
la esperanza en la ayuda. que Gran Bretaña y Estados Unidos
proporcionarían al término de la contienda.
Lo más grave de semejante orientación de la unión democrática
era que coincidía con la conclusión de la guerra a favor de los
aliados, o sea con la derrota militar, política, económica e ideo-
lógica del nazifascismo y con el desencadenamiento en el área
mundial de movimientos populares de liberación nacional. Las
potencias imperialistas tenían que cuidar su retaguardia y no po-
dían permitir que un país como la Argentina rompiera sus cade-
nas y avanzara por peligrosos e inéditos caminos de autodeter-
minación económica y política. La unión democrática obedeció
al plan estratégico mundial del imperialismo y tenía por objeto
impedir que nuestro país sacara provecho de sus propias posi-
bilidades de desarrollo en la coyuntura que le brindaba la debi-
lidad de todo el sistema imperialista. De triunfar se hubiera ade-
lantado quince años al gobierno colonialista de Arturo Frondizi
caracterizado por su izquierdismo en las palabras y su derechis-
mo en los hechos.
5. El peronismo nació como antítesis de esa conjunción de to-
dos los partidos que desembocó en la unión democrática. Fue la
respuesta a los intereses nacionales concretos y de Ias reivindi-
caciones vitales de las masas populares al intento de aplicar en
la Argentina la estrategia imperialista de postguerra.
Identificar el peronismo con el nazifascismo -y no falta quien lo
asimila al comunismo- o con el bonapartismo francés de hace
un siglo es la manera corriente de eludir el estudio analíticode
las causas internas que lo originaron. No puede negarse la in-
fluencia de los acontecimientos mundiales en la aparición del
peronismo, pero hacer de tal influencia su factor único determi-
nante sólo cabe en mentalidades dogmáticas que examinan los
procesos nacionales desde puntos de vista abstractos.
En 1945-46 estaba destruído el poder de Alemania y postrada
Inglaterra por su desgaste bélico. La URSS y los Estados Uni-
dos rivalizaban en extender sus respectivas esferas de influen- UNTREF VIRTUAL | 7
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cia y en ocupar posiciones estratégicas en el mundo. Vastos
movimientos de liberación nacional se desataban en las zonas
coloniales y dependientes. AI ser aplastados el fascismo y el na-
zismo desaparecería el antagonismo entre los dos bloques mun
diales y pasaba al primer plano el antagonismo entre el mundo
capitalista y el mundo socialista, entre los países oprimidos y los
países opresores. La cuestión nacional cobraba una importan-
cia dominante.
¿Tiene el menor asomo de sensatez igualar con el nazifascismo
que se quebraba en el orden mundial al profundo y extenso
movimiento popular que en 1945 se levantó en la Argentina al
margen y en oposición a los partidos políticos, Cuanta expresión
de autodeterminación nacional aparecía, era tildada de nazifas-
cista por los servidores conscientes e inconscientes de la es-
trategia imperialista de postguerra. Los mismos personajes que
hasta poco tiempo antes negaban que en un país semicolonial
pudiese darse el nazifascismo, acusaban de serlo al despertar
de las masas populares argentinas o a la movilización naciona-
lista de los obreros e indios de Bolivia.
La mistificación dura hasta nuestros días. Políticos, economis-
tas, filósofos y escritores de reblandecida mentalidad liberal y
espiritu colonial siguen sosteniendo todavía que el movimiento
nacional de masas que tomó el nombre de peronismo o justicia-
lismo fue extraño a la evolución del país argentino, a la cual
ellos sólo conciben dentro del esquema de la hipócrita legalidad
democrítico-burguesa-anglosajona. No admiten otra legalidad,
como si las formas jurídicas, económicas y culturales de la de-
mocracia de la decadencia del capitalismo se hubiesen cristali-
zado para siempre en ella. Todos los partidos políticos argenti-
nos son conservadores desde hace varios lustros. He ahí una
de las razones de nuestra crisis política y por qué las masas po-
pulares no creen en dirigentes que con frases izquierdistas les
ofrecen la continuidad del viejo orden social.
El justicialismo se convirtió de la nada en el mayor movimiento
nacional de masas de nuestra historia por ser el resultado de las
contradicciones internas de la sociedad argentina en determi-
nado grado de su desarrollo o, con otras palabras, por ser el
espejo, la representación, de las tendencias reales a emancipar-
se de las fuerzas sociales oprimidas por tina superestructura
oligárquico-imperialista y encadenadas a un determinado tipo de
legalidad que no corresponde a las cambiantes relaciones entre
las clases. Obliga a reflexionar con la máxima seriedad una
comprobación de tan inmensa importancia como la de que en el
justicialismo reaparece, con mayor nitidez y vigor que en el yri-
goyenismo, el movimiento político policlasista. No surge el justi-
cialismo como nuevo partido o como un partido más en el juego
de los partirlos; surge como antítesis de todos los partidos,
como oposición de un naciente nacionalismo popular a un artifi-
cial régimen de partidos que no representa al país real. También
obliga a reflexionar el hecho de que en cada oportunidad el
movimiento político clasista muestra una conciencia más firme y
clara del interés nacional y una mayor participación en él de la
clase obrera. No cabe duda que ésta tuvo en el yrigoyenismo un
papel protagónico mucho más débil que en el justicialismo.
Si analizamos esa reiterada tendencia de las masas populares
argentinas hacia la formación de un movimiento que parta de
ellas mismas -tal vez sea más exacto decir: que cada vez parte
más de ellas mismas, que cada vez posee mayor grado de au-
tonomia y menor grado de patriarcalismo- tendremos necesaria-
mente que convenir en que el proceso histórico nacional, en fun-
ción del proceso histórico latinoamericano, se encamina hacia
algo absolutamente nuevo, de lo cual el yrigoyenismo y el justi-
cialismo sólo fueron anuncios, anticipaciones, experiencias ini-
ciales. Los dirigentes de todos los partidos están hipotecados a
un concepto y a una práctica de la política superados por las
condiciones materiales del país y la conciencia social del pue-
blo. Por eso son incapaces de señalar perspectivas para el fu-
turo y se atrincheran en sus dogmas y prejuicios para impedir
que avance el movimiento de masas.
6. El carácter de la politica que gobernó a la Argentina durante
el decenio de 1945-1955 estuvo determinado por el propio ori-
gen del justicialismo en una serie de esporádicos movimientos
de masas que tuvieron en el del 17 de octubre su más alta, ge-
nuina y espontánea expresión. No olvidemos que toda politica
que nace de un movimiento de masas y se inspira en él trata por UNTREF VIRTUAL | 8
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impulso natural de crear economía y propiedad sociales. Es la
inversa de esa democracia de minorías y para minorías-que se
da por objetivo el lucro Individual, se resume en la llamada libre
empresa y reemplaza el pronunciamiento directo de las masas
por la opción obligatoria dentro de un régimen preesta blecido
de partidos.
Como las causas generatrices del justicialismo están dentro del
país y no en el exterior, como es expresión de la sociedad ar-
gentina a mediados del siglo xx, su política posee el realismo de
que carece la política de los hombres prácticos, imbuidos de
una suicida filosofía utilitarista contraria al interés nacional. No
se trata de caer en la fácil apología, tan falaz y dañina como los
de nuestros Inconscientes opositores resentidos. El porvenir
argentino exige una digna actitud objetiva para interpretar una
concepción política que gobernó al país durante un decenio y
que continúa siendo la bandera de las grandes masas. La an-
gustia del espacio nos obliga a resumir la obra del gobierno per-
onista en los siguientes puntos:
a) Primer intento de planificación social de la economía;
b) Nacionalización de los comandos de la economía y las finan-
zas (bancos, transportes, comercio exterior) hasta entonces en
manos del capital imperialista extranjero;
c) Expropiación de empresas monopolistas ("La Prensa", Bem-
berg);
d) Impulso a la siderurgia y a la metalurgia como empresas esta-
tales y estímulo a la industria privada nacional;
e) Acercamiento al gobierno de los sectores de la producción
(patrones y obreros) e intentos de llegar a acuerdos permanen-
tes entre ellos para elaborar y aplicar los planes económicos;
f) Extensión del movimiento sindical hasta el último rincón del
país y a todas las esferas de la economía;
g) Primeros ensayos de incorporación de las fuerzas armadas a
los proceses productivos, a través de su autoabastecimiento y
de su participación en las empresas estatales;
h) Politica internacional de acuerdos bilaterales con todos los
países sin tener en cuenta su régimen y su ideología y desarro-
llando la autodeterminación nacional; e
i) Extraordinario progreso de la legislación social, de la justicia
del trabajo y de las obras sociales en beneficio de la clase obrera.
Estos pasos hacia delante -por mínimos que parezcan a la men-
talidad izquierdista que exige todo para que no se haga nada y
sabotear lo que se hace- tenían necesariamente que provocar
una intensa resistencia. No contaron con el apoyo coherente del
elenco gubernamental y de las fuerzas armadas. No sólo la vieja
oligarquía,los ahogados y comerciantes asociados a los mono-
polios extranjeros y la prensa y la diplomacia imperialistas cons-
piraron durante un decenio para anular al justicialismo. Todos
los partidos políticos, sin excepción, prepararon su derrocamien-
to por el único camino que les quedaba: el golpe de Estado. Pero
esta operación de fuerza que los legalistas liberales proyectaron
requería un ambiente social determinado, cierto grado de desar-
ticulación del frente gubernamental. No bastaba con tener la ge-
nerosa ayuda de la prensa, las finanzas y los servicios de infor-
mación de las potencias imperialistas. La Nueva Argentina no
había destruído a la Vieja Argentina. El país estaba desdoblado
y lo componían dos planos cruzados de intereses.
Es evidente que los partidos por sí mismos no hubieran logrado
la caída del gobierno peronista. Tuvo que producirse la desarti-
culación del frente gubernamental, provocada, principalmente,
por el conflicto con la Iglesia Católica, el convenio en trámite con
la California y el temor a un levantamiento obrero. Tres causas
de distinto valor que dividieron ese frente desde distintos ángu-
los. Militares y civiles nacionalistas, en su mayoría antiguos
adherentes del peronismo, fueron los que sacaron las castañas
del fuego para que dos meses después, en noviembre de 1955,
el liberalismo de diestra y siniestra volviera al poder y Gran Bre-
taña comprobara que no había perdido todo en la Argentina.
7. El interregno de marinos y militares liberales que se dieron
por misión destruir lo que había en el país de economía y pro-
piedad sociales y devolver a los monopolios privados las empre-
sas nacionalizadas, además de atomizar al movimiento obrero,
probó que no se puede navegar contra la corriente de la historia.
Los argentinos hemos vivido más de dos años bajo un gobierno
sostenido por la fuerza y el sistema de partidos, animado del UNTREF VIRTUAL | 9
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único propósito de hacer tabla rasa de cuanto se había hecho
desde 1945. Pero hay algo que permanece en pie, que lejos de
debilitarse se fortalece con la persecución y la calumnia: la fir-
meza con que luchan las masas trabajadoras por una Argentina
en la que impere plenamente la solidaridad nacional.
Esa firmeza pasó por la amarga experiencia del 23 de febrero
de 1958. Fue necesario el increíble camuflaje que precedió a los
comicios, la mentira más escandalosa que se haya conocido
entre nosotros, para que los "libertadores" encontraran salida
legal a su delictuosa orfandad. Había que atraer a las masas
con promesas que se abandonarían el mismo día de asumir el
poder. Había que crear una integración nacional por arriba, pura
fórmula, de la vereda de enfrente del pueblo.
El frondizismo llegó al gobierno para ser la resurrección y muer-
te del izquierdismo, a la vez que la resurrección y muerte del
derechismo. En él se unen las dos mitades de una agónica con-
cepción del mundo y de los problemas argentinos. En él está
representado todo el pasado de verbalismo antiimperialista y
sometimiento práctico a los intereses antinacionales. Si Frondizi
no hubiese triunfado, hoy lo tendríamos exhibiendo su libro so-
bre el petróleo como si fuese nuestro Corán. Si hubiesen triun-
fado los vencidos del 23 de febrero, hoy los tendríamos en el go-
bierno haciendo lo mismo que Frondizi. Cuando se arriba a tal
comprobación hay que pensar que la solución de nuestra crisis
está fuera del juego de los partidos: en un movimiento de masas
que renueve las instituciones, reforme la estructura agropecua-
ria y cree una democracia directa de obreros y empresarios.
El frondizismo nos promete para dentro de dos años el paraíso
terrenal. Para alcanzarlo exige austeridad, es decir sacrificios a
obreros y empresarios, y ofrece a los inversionistas extranjeros
los mayores beneficios. Carece de plan de desarrollo integral
del pais desde el punto de vista de sus propias posibilidades y
con vistas a la autocapitalización. Su plan de estabilización no
es más que la consigna de "respeto absoluto de las situaciones
creadas" del gobierno del general Justo. Después de haber
enviado emisarios a Estados Unidos para vender al país parece
haber comprendido que su estabilidad se conserva mejor bajo
la protección inglesa. "La influencia estadounidense es una de
las causas que determinan divisiones en los partidos políticos
que ya dejan de tener la unidad ideológica que resultaba de la
antigua preeminencia británica" (Petróleo y Política, XLIX).
Las inversiones extranjeras pueden capitalizar a un país y pue-
den también descapitalizarlo. Lo capitalizan cuando son absor-
bidas por planes nacionales de desarrollo. Lo descapitalizan
cuando se realizan a costa del desarrollo nacional. El gobierno
frondizista no tiene ningún plan nacional de desarrollo, a no ser
que se entienda por tal la teoría económica de almacenero mi-
norista que el señor Alsogaray predica en nombre de la libre em-
presa. La política de austeridad es una exigencia de los inver-
sores y no una contribución que se pide para capitalizar al país.
Por eso se impone con la violencia de la máquina impresora de
papel moneda sin la más mínima adhesión voluntaria del pueblo.
8. Con el gobierno frondizista se marcha hacia el acabamiento
de la vieja Argentina oligárquica y satélite de las potencias impe-
rialistas. Cuanto más tiempo dejen los acontecimientos a las
fuerzas del pueblo para concentrarse, prepararse y tener clara
conciencia de los cambios históricos que necesitan la estructura
y la superestructura de la sociedad argentina, más complejo y
perfecto será el nuevo orden social, más estable la nueva lega-
lidad.
Nuestra crisis no se arregla con golpes de Estado, con fusila-
mientos en masa o con dar eternamente vuelta a la noria de los
partidos. Hay que elaborar un programa de reconstrucción
nacional que sea la bandera del gran movimiento de masas que
se está gestando espontáneamente. Creemos que tal programa
debe tener los siguientes fundamentos:
a) No podemos transferir a ninguna potencia extranjera, mono-
polio o grupo de monopolios extranjeros, la responsabilidad de
nuestro autodesarrollo integral sin anularlo, sin hundirnos en la
miseria y el coloniaje. La teoría de la integración mundial del
capitalismo bajo la égida de los Estados Unidos es tan falsa
como la teoría de la integración mundial del socialismo bajo la
égida de la Unión Soviética. Tenemos que incorporarnos plena UNTREF VIRTUAL | 10
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y decididamente al despertar de los pueblos relegados, en quie-
nes descansa el porvenir de la humanidad.
b) Si se exceptúan pequeños núcleos que miran al país nada
más que como fuente de enriquecimiento personal, todos los
argentinos tenemos intereses solidarios que nos unen y se ex-
tienden al resto de América Latina. En consecuencia hay que
planificar solidariamente la explotación, la circulación y el con-
sumo de nuestras inmensas riquezas yacentes, con vistas a im-
pulsar la economía y la propiedad sociales.
c) Los partidos políticos han dejado de representar a la sociedad
argentina. El movimiento de masas se orienta por caminos pro-
pios, pero necesita una conducción programática -teórica, prác-
tica, organizativa-, que se desarrolle sobre la base de una
honda asimilación autocrítica del justicialismo.
d) Las fuerzas del trabajo y de la producción, las comunas y los
organismos que el pueblo crea espontáneamente, tienen que
estar representados en forma directa en todas las instancias del
poder público, sin delegar en arcaicos y circunstanciales comi-
tés la lucha por sus derechos y reivindicaciones.
e) El futuro gobierno debe ser el reflejo de las relaciones con-
cretas que están en pleno desenvolvimiento en el campo de la
producción, como resultado de los acuerdos, en el plano de los
intereses nacionales o de determinadossectores de la comuni-
dad, que se establecen entre empresarios y obreros.
f) Hay que modernizar la organización de las fuerzas armadas.
La consigna "los militares al cuartel", que los politicos agitan
siempre que no necesitan a los militares para un golpe de Es-
tado o para que les entreguen el gobierno, no corresponde a la
situación real de nuestro país. Las fuerzas armadas, incorpo-
radas plenamente a la vida económica de la nación, serán pun-
tales de la economía y la propiedad sociales en la lucha contra
el privilegio y la servidumbre.
Frente a la política sin grandeza que estamos sufriendo, ha lle-
gado el momento de proponernos, por encima de las miserias
del presente, construir con nuestras propias manos una nación
que sea ejemplo y estimulo para sus hermanas del continente.
RODOLFO PUIGGRÓS
Mayo de 1959.
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