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Arregui_Peronismo_y_Socialismo_9-27

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I
Nuestro tiempo es el más convulso de la Historia Universal. El
malestar del presente engloba a todas las instituciones, altera
las conciencias, solivianta a las clases sociales, incorpora a to-
dos los países del orbe a una lucha que crea un sentimiento ge-
neralizado de crisis y revolución. Nada ni nadie escapa a esta
perturbación de un mundo en situación de viraje. Los problemas
de esta época, aunque vividos en forma individual, son objetivos
y es imposible desasirlos entre si. Sólo por abstracción, que es
una forma de empobrecer la realidad histórica, podemos eva-
luarlos por separado. Como en todos los períodos de mudanza,
el desorden ideológico, de creencias, de sentimientos, son los
síntomas de un desarreglo que todos percibimos. En tiempos
como éste la neutralidad es cobardía. En forma consciente, o
poco consciente, presentimos el atardecer de una civilización y
que marchamos hacia un desenlace nuevo. Para muchos, lo
nuevo es lo desconocido.Y lo desconocido es miedo. Una trans-
formación se acerca y abarca los espacios individuales y colec-
tivos de la existencia. Tal crisis histórica, imponente y trágica,
puede resumirse aunque no agotarse, en algunos temas cen-
trales: 1º) La declinación del imperialismo; 2º) El colonialismo
como hecho crucial del presente; 3º) la fractura en cadena de
todas las instituciones, la Iglesia, la Universidad, el Ejército, con
su conclusión, la desarticulación total de la vida histórica.
A estos temas vertebrales de nuestro tiempo, se asocia, en in-
trínseca conexión de sentido, el destino de la Argentina, de Ibe-
roamérica, del llamado Tercer Mundo. Y el avance de un orden
mundial, el socialismo, que no es una utopía, sino un sistema
que concierta a casi la mitad del mundo actual, y que en tanto
tránsito, es la raíz de la conmoción que turba a nuestra época,
la más grandiosa de la humanidad.
El poder del imperialismo se desmorona. Al capitalismo perte-
necen aún naciones fuertes. Basta referirse a una de ellas para
ubicarnos frente al imperialismo en general. EE.UU., es la po-
tencia representativa de este orden mundial. Y, por tanto, pa-
tentiza la discusión misma de la cuestión colonial. Imperialismo
y colonialismo son las dos fases del mismo fenómeno histórico.
EE.UU., no es una nación independiente. Ni en el plano econó-
mico, diplomático o militar. Su dominio tambalea. Esta crisis vie-
ne de atrás. Dos guerras mundiales, la Revolución Rusa de 1917,
la China de 1949, el levantamiento del África negra; las guerras
de liberación en Asia, Corea, Argelia, Vietnam, Indonesia, el Me-
dio Oriente; la Revolución Cubana; la inestabilidad del Japón; la
propagación de los movimientos de liberación a Iberoamérica, el
volcán no el "milagro" del Brasil; los ensayos militares o legales,
en Perú, Chile, Ecuador, el peronismo en la Argentina como movi-
miento revolucionario de masas, etc., son indicaciones de esta
desintegración mundial. La crisis se ha desplazado a la periferia.
Al llamado Tercer Mundo.
Esta denominación, no obstante debe ser usada con precaución.
Antes de discutir sobre una cosa hay que examinarla y definirla.
El incumplimiento de este requisito, conduce a los equívocos
más estériles. La definición es, pues, previa al uso del término.
No hay un Tercer Mundo incomunicado de los bloques capitalista
y comunista. El planeta está unificado. Y sostener que el Tercer
Mundo al cual la Argentina pertenece es independiente, no sólo
es una abstracción inexistente en la realidad, sino una esque-
matización peligrosa. Los países coloniales no escapan a la in-
fluencia del capitalismo y del socialismo. Del mismo modo que
las naciones capitalistas y socialistas, no pueden desligarse del
círculo colonial. La configuración económica y política del mun-
do torna insostenible toda tesis de una autarquía de las nacio-
nes, o grupo de naciones, en el orden internacional. El concep-
to de "tercer mundo, útil y hasta necesaria para individualizarnos
genéricamente, interpretado de una manera interesada, puede
servir a las concepciones más reaccionarias, que con el pretex-
to del "tercermundismo", lo que en rigor se proponen, en benefi-
cio del imperialismo, es excluir a estos pueblos, mediante las lla-
madas "fronteras ideológicas", del contexto internacional. El cri-
terio debe ser inverso. Y por Tercer Mundo, debe entenderse
una categoría histórica que otorga plena vigencia a los pueblos
coloniales y los convierte en carta decisiva en la resolución del
problema mundial. Es decir, en el eslabón roto del imperialismo
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Peronismo y
Socialismo
Hernandez Arregui
Introducción: Colonialismo. Liberación
Nacional. La Crisis Actual. 
Imperialismo y Socialismo.
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y en el puente hacia el socialismo. El levantamiento de los pue-
blos coloniales marca el fin del imperialismo. La revolución ha
penetrado en EE.UU. El desafío negro y de las minorías étnicas
marginadas, el desequilibrio económico y social interno, la diso-
lución de las costumbres, el apagamiento de los valores cultu-
rales y tradiciones del apogeo de los comienzos, la rebelión
neurótica de la juventud, las drogas, la impresionante propagan-
da que en vano intenta desviar la certeza de un cataclismo, son
factores, entre otros, que sólo pueden desembocar en la guerra
o la revolución. Esto revela que el mundo es indiviso. Que la te-
cha que suena en una latitud redobla en la otra. Pero esta reper-
cusión no es presentada, ni puede serlo, de un modo veraz,
pues la muerte de una civilización monumental no es súbita y,
justamente, en los tramos finales de la decadencia, más con-
centrados son los recursos que ese sistema agonizante moviliza
para retrasar el curso de la Historia.
Un manto grasiento de mentiras cubre a la llamada civilización
occidental y cristiana. Las mismas informaciones, los mismos
alimentos periodísticos científicamente orquestados por un pu-
ñado de agencias noticiosas en su mayoría norteamericanas,
son los megáfonos monstruosos de los trusts mundiales que
dirigen la economía internacional y congelan la opinión pública
en una visión aberrante de la vida. Esta información cotidiana
que reciben millones de seres no es más que la pantalla defor-
mante del mundo real interpuesto por los monopolios. El impe-
rialismo económico aparea el imperialismo cultural. El 90% de
las noticias políticas, financieras, artísticas, historietas para ni-
ños y adultos, son acaparadas por diez agencias noticiosas de
ilimitado poder difusor, a las que deben sumarse las estadísticas
y estudios especializados, no siempre falsos, pero incompletos
y dirigidos a desfigurar la realidad. Estas agencias noticiosas y
organizaciones como la CEPAL, UNESCO, etc., fiscalizadas por
los monopolios, son fábricas de narcóticos ideológicos, de mer-
caderías mentales que atrofian en el infantilismo cultural, o en la
verdad a medias, a millones de seres en las metrópolis y en las
colonias. Nadie está totalmente inmunizado contra esta urdim-
bre de la propaganda capitalista. De estas invasiones mentales
del imperialismo, de esta idiotización pedagógica concentrada
que las grandes usinas psicológicas manipulan a fin de inducir a
los habitantes de las metrópolis al optimismo más trivial, y a las
colonias, a mirar lo propio con ojos extranjeros. 0 sea, con opti-
mismo importado. La propaganda es la segunda naturaleza del
colonizado armada por las vías entrelazadas del cine, la T.V., la
radio, los avisos comerciales, etc. En las colonias, la realidad
social está maquillada. Se imita a las metrópolis productoras de
venenos subculturales, tanto como de artículos de mercado, se
calcan las modas extranjeras, se leen autores extranjeros. Todo
es comercializado. La putrefacción de la cultura de las metrópo-
lis, el hippismo, la homosexualidad, los crímenes orgiásticos de
Charles Manson, son exportados, lo mismo que los vicios de la
burguesía europea o norteamericana expuestos como formas
permanentes de la vida, y no como lo que son, frutos apestosos
de una sociedad en descomposición.De este modo, la deca-
dencia cultural adopta en las colonias moldes prestados, el sexo
es glorificado, la modelo de T.V. es el modelo femenino supremo
para millones de muchachas solitarias, el impacto erótico de "la
colonia que mata", el cigarrillo americano con materias primas
argentinas lanzado bajo licencia de Phillips Morris, aprisionan en
el microcefalismo al gran público, mientras la censura oficial pro-
híbe mostrar los obrajes del Chaco, Misiones, Santiago del Es-
tero, el Tucumán hambriento, el ultraje a la vida humana en las
villas miserias, ahogado este horror colonial por los sones frené-
ticos de la música "beat". He aquí el fúnebre escenario de la cul-
tura del imperialismo que en los subsuelos dorados de las gran-
des urbes agruma a las clases altas y medias, en el tedio, el
miedo o el vértigo, en tanto más abajo, pero cerca ya, las mise-
rables masas se preparan contra una cultura miserable.
III
La cultura del imperialismo deslumbrante en la cumbre es cena-
gosa en su fondo. En efecto, la situación de las colonias, base
material de esta civilización, es tan despiadada que el anticolo-
nialismo arrastra hoy a continentes enteros. Al torbellino no es-
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Peronismo y
Socialismo
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capa Iberoamérica. No se trata de una "subversión" comunista.
Son levantamientos de los pueblos contra la opresión colonial.
Estas referencias apuntan al tema de la violencia. La violencia
tiene signo contrario según las clases sociales que la nombran.
Para el imperialismo y sus aliados nativos, la violencia es ejerci-
da por grupos minoritarios, que sirven a intereses extranacio-
nales. A Rusia, China o Cuba. Es una violencia asesina. Para los
que luchan por la liberación, en cambio, la violencia es la res-
puesta patriótica de la conciencia nacional agredida por el colo-
nialismo. Son dos actitudes irreconciliables. Como lo es la oposi-
ción entre el imperialismo y el colonialismo, entre la riqueza y la
miseria. Esta oposición no admite neutralidades. Pero es una ver-
dad, válida para ambas posiciones, que sólo la violencia aniquila-
rá a la violencia.
De un lado, la violencia es la opresión ejercida por el colonialis-
mo. Del otro, la violencia es la forma activa de la libertad, la ra-
cionalidad de la justicia colectiva que se hace imperativo políti-
co. En el primer sentido es la violencia del privilegio. En el otro,
la reacción contra esos privilegios armados. La violencia es la
forma más nítida de la lucha de clases. La violencia es la répli-
ca a que está condenado todo país avasallado. No hay pensa-
miento revolucionario sin una pasión que lo alimente. El fenó-
meno es universal. Común a todos los países coloniales. Por
ello, la liberación colonial es precedida por un pensamiento re-
novador centrado en la tierra. Un pensamiento nacional que
anticipa la revolución política. De ahí el rencor que en tales pe-
ríodos circunda a los escritores nacionales. A los Raúl Scalabrini
Ortiz, a los John W. Cooke. Son ellos, los fulminantes que pre-
paran el estallido colectivo. Del mismo modo que, en tanto escri-
tores nacionales, no hacen más que interpretar los estados la-
tentes de las masas. En esta interacción entre el pensamiento
nacional revolucionario y los grupos llamados combativos se
contiene la organización política del pueblo, el anuncio de la in-
surrección que conoce sus fines, que sabe cómo se construye
el Estado- Nación.
La violencia no es un fenómeno argentino, es mundial. Como es
mundial la caída del colonialismo. Por eso, las explosiones de
violencia, deben medirse en escala iberoamericana. Iberoamé-
rica es una nación frustrada por el imperialismo. La división de
América del Sur en débiles estados -en realidad países- fue im-
puesta por Europa durante el siglo XIX y preservada hasta nues-
tros días. Hoy asistimos al alumbramiento de la nación iberoame-
ricana. La unidad esencial de Indoiberia o América latina como nos
llaman los anglosajones para secar nuestras raíces históricas ha
sido repartida en un conjunto de particularidades geográficas, de
nacionalidades sin soberanía real, ni otro fundamento que la volun-
tad disgregadora de los dominadores extranjeros. Un argentino
que no siente como propias las luchas de los países hermanos si-
gue siendo un lacayo mental. Un colonizado. Sin la unidad de Ibe-
roamérica incluido el Brasil la liberación es incompleta. El golpe
mortal al imperialismo sólo puede asestárselo el Tercer Mundo uni-
ficado. Pero el realismo político nos obliga a pensar, primero en lo
nuestro como parte de lo iberoamericano, ya que la transformación
de la sociedad capitalista en socialista sólo podrá consumarse pre-
via la revolución del mundo colonial. Y la América Hispánica es
para EE.UU. la zona neurálgica más próxima de su propia crisis
que es la del imperialismo en el orden mundial.
En síntesis, la revolución colonial, es sin duda, internacional.
Pero deberá realizarse a través de las revoluciones nacionales.
Todo internacionalismo antepuesto a lo nacional es un supuesto
dogmático. Y del mismo modo todo nacionalismo sin visión inter-
nacional, es reaccionario. El "internacionalismo", tal cual lo en-
tienden los grupos "marxistas" sin conocer a Marx, no existe en
ninguna parte. Es un internacionalismo nebuloso que recuerda
el caso de aquel ciego que en una pieza oscura buscaba a un
gato negro que no estaba allí. Las masas no piensan en el allá
del mundo. Piensan en su acá. En la patria. Incluso en el terruño
provinciano. Pero es la suma de estas luchas multilocales y
nacionales, las que en un momento histórico dado desprenden
efectos internacionales. El nacionalismo de las masas nace del
hecho inmediato, no teórico, de la colonización. No de los libros
sino del desarraigo destructor que nos viene de afuera. El secre-
to del colonialismo se llama opresión imperiarialista. Y el desci-
framiento del misterio colonial, primero es hambre, después
conciencia política, y finalmente liberación nacional. El interna-
cionalismo no existe en ninguna parte. De ahí el descrédito de UNTREF VIRTUAL | 3
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Socialismo
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estos grupos de izquierda europeízantes ante las masas. Nie-
gan a Perón en la Argentina. Algunos se dicen maoístas. Pero
es un chinoísmo sin Mao: "Hay dos maneras de aprender de
otros. Una es la dogmática, que significa copiarlo todo, sea o no
aplicable a las condiciones de nuestro país. Esto no es una bue-
na actitud. La otra es hacer funcionar nuestras cabezas y apren-
der lo que se adapta a nuestras condiciones, es decir, asimilar
cuanta experiencia nos sea útil. Esta es la actitud que debemos
adoptar". (MAO-TSE-TUNG).
Nuestros "internacionalistas", como dice Perón, "no son mala
gente". Aunque en ellos, bajo la presión de las masas se ha
operado un cambio, aún se muestran recelosos de la palabra
nacionalismo. Atragantados de literatura extranjera son revolu-
cionarios fantasmas. Y colonizados corpóreos. Empero, en la
Argentina de hoy, acorralados como clase media intelectual por
la violencia imperialista, empiezan a pensar en términos de
política nacional, de tradiciones nacionales, de cultura nacional.
Y ahí se encuentran conque el pueblo analfabeto es más nacio-
nal que ellos. Esta es una culpa que todo intelectual debe pur-
gar. El colonialismo, no los libros, crea, el nacionalismo de las
masas. Por eso, no sin embrollos teóricos, en la Argentina, la
clase media dislocada por la filosofía del imperialismo que la
hizo identificar al peronismo con el fascismo europeo, y que,
además, por ese "internacionalismo" ultraterreno, también eu-
ropeo, no vio al pueblo, hoy se hace nacional. En la Argentina,
esta nacionalización creciente de la clase media en especial las
capas universitarias, que ayer no entendían al pueblo y sus líde-
res, implica un redescubrimiento de la realidad. Tal el caso de
Perón, abominado por el estudiantado y erigido ahora en estan-
darte de liberación por jóvenes de esa misma clase mediaque
no lo conocieron. Ha sido necesario que el imperialismo mal-
tratase a la clase media, para que sus miembros más patriotas
entendiesen que la liberación sólo puede alcanzarse previa una
etapa de consolidación nacionalista. Nacionalismo y socialismo
son términos convergentes. Todavía la resistencia al racionalis-
mo no ha desaparecido de los partidos y grupos de la izquierda
argentina tradicional. Vacilan ante la resistencia patriótica del
pueblo. No saben si el peronismo es "totalitarismo" o si conduce
al socialismo. Entienden por "totalitarismo" al demagogo. Y al
negar a Perón niegan a las masas. Es decir, como minipartidos
de izquierda, al levantar banderas "democráticas", "constitucio-
nalistas", "acuerdistas", son partidarios del parlamentarismo. Es-
to es justo. Parlamento viene de "parler", de hablar, y en verdad,
el parlamento es el lugar de los charlatanes. El pueblo al igno-
rarlos los conoce. Tales partidos prefieren la salida electoral -
que en ciertas condiciones puede ser un medio- a la lucha arma-
da. Y, con citas de Marx y Engels, consideran "anarquistas", "te-
rroristas", en consonancia con el régimen, a estas formas de la
guerra patriótica. De este modo -aunque no se compartan tales
métodos- a la grandeza de los que mueren por la liberación de
la Argentina prefieren "la mentira de las ideas elevadas" y la
concreta cobardía personal. Son antiimperialistas. Y al mismo
tiempo, en repulsivo compromiso de conciencia, candidatos a
una banca. El temor a la lucha frontal los esteriliza. Los con-
vierte en teóricos aislados del pueblo, en oportunistas prácticos.
Y por esta vía se integran al colonialismo institucionalizado, a la
alianza de la izquierda con el imperialismo.
IV
Estas pocas referencias indican una realidad que estalla. La es-
clavitud colonial subleva a pueblos enteros. Guerras, genoci-
dios, secuestros, asesinatos, guerrillas, violencia organizada
contra la violencia organizada, anticipan el fin de una era y el
nacimiento de otra. No es un cambio apacible. Emerge tenido de
sangre. Y este intermedio, es simultáneamente, el más reaccio-
nario y el más revolucionario de la humanidad. Dos sistemas se
enfrentan. En medio del caos el presente muestra el futuro. El
imperialismo les impone a los pueblos sometidos exigencias his-
tóricas de liberación. Nadie está radiado del proceso universal.
No cabe la indiferencia política. Pues la Historia es la política. Y
la política son los pueblos que hacen la Historia. El extravío
marca todos los ámbitos de la existencia. Pero ningún síntoma
es más significativo para describir a nuestra época que el levan-
tamiento de los pueblos coloniales con el nacimiento correlativo
de nuevas nacionalidades. La experiencia de nuestro tiempo
prueba que ejércitos de alta preparación profesional nada pue-
den contra la resistencia de los pueblos. Argelia, Corea, Viet- UNTREF VIRTUAL | 4
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nam, Cuba, hablan por si mismos. Y las metrópolis mismas ven
aparecer en sus fronteras, hasta ayer seguras, la sombra de la
revolución. Soldados que vuelven de los frentes coloniales envi-
ciados por las drogas, convertidos en guiñapos, perseguidos
por pesadillas atroces, son portadores mudos, máscaras espec-
trales de las contradicciones de todo el sistema. Millones de
hombres descubren la barbarie blanca. La reacción contra el
colonialismo es mundial. El poder imperial, soberbio por fuera,
se manifiesta anémico por dentro. La civilización aparece ahora
como lo que es; la personificación del dinero creador de un mer-
cado mundial de esclavos. El mismo imperialismo de las informa-
ciones se agrieta. Los pueblos exiliados de la Historia Universal
traspasan el umbral de esa historia. Y desafían a los civilizado-
res. Del mundo de los oprimidos surge el odio patriótico contra el
conquistador de siglos. Y con la liberación, nuevas naciones y
culturas, deshacen las configuraciones históricas construidas
por las potencias imperiales. El siglo XIX asistió al nacimiento
de las nacionalidades europeas. El siglo XX, con la disociación
del colonialismo, es testigo de la eflorescencia de nacionalismos
nuevos: "El sentimiento de la nacionalidad se convierte en na-
cionalismo, actitud de grupo que es de la mayor importancia en
el mundo moderno. El nacionalismo, como estado de ánimo que
trata de hacer a la nación una unidad efectiva y convertirla en
objeto de la más suprema lealtad del hombre, se desarrolló
notablemente en el mundo occidental a partir del siglo XVIII y
con la llegada de las nuevas democracias con sus demandas de
autogobierno dio lugar a que la nación se gobernase por sí mis-
ma, asaltando a la vez el orden dinástico feudal, el Estado domi-
nado hasta entonces por una clase. De este modo, el espíritu
del nacionalismo contribuyó a ensanchar la base comunitaria
del Estado". (Mac Iver y Page).
El nacionalismo, plasmador de las naciones europeas durante
el siglo XIX, al compás del desarrollo del capitalismo, ha dado
paso a otro nacionalismo. Un nacionalismo que rechaza las
agresiones del nacionalismo imperial. Es el nacionalismo de los
pueblos coloniales. Un nacionalismo que nace de los pueblos y
sus tradiciones enterradas por las oligarquías ajenadas a Euro-
pa. Sólo se construye la nación sobre el pasado. EE.UU. supo
cimentar su poderío afianzando, no rehusando el pretérito. A
diferencia de Iberoamérica cuyas oligarquías de la tierra rene-
garon de todo lo nativo. Jefferson impuso en Virginia la ense-
ñanza del antiguo sajón a fin de conservar las tradiciones idio-
máticas y culturales que EE.UU. había heredado de Inglaterra.
En nuestros países acaeció lo contrario. Las oligarquías vence-
doras borraron el pasado del pueblo, hablaron en francés y trafi-
caron en inglés. Hasta se avergonzaron del idioma español, y si
no lo extirparon fue porque el pueblo se mantuvo impenetrable
al extranjerismo de la clase dirigente. Extranjerismo cultural que
es el revés sin brillo de la entrega material. En las oligarquías
coloniales la clase está antes que la patria. Por eso, la respues-
ta es un nacionalismo apasionado frente a la falta de patriotismo
y el odio al pueblo de esas oligarquías sin adherencia al suelo.
¿Qué significa un nacionalismo apasionado? "Nada grande se
ha cumplido jamás sin pasión" (HEGEL). Y esta fe nacionalista
es hija de la expatriación de la oligarquía, de la despersonaliza-
ción cultural, y del retorno a la comunidad histórica indesmem-
brable del pueblo nacional. Este nacionalismo tiende a destruir
los mitos creados por el imperialismo y acatados por las oligar-
quías. Uno de estos mitos, creados en EE.UU., es el "panamer-
icanismo". El panamericanismo ha sido un instrumento de la su-
premacía del norte sobre el sur. Ha sonado la hora de cambiar
ese "panamericanismo" por el iberoamericanismo. La idea de la
comunidad iberoamericana como resistencia cultural a EE.UU.
está designada para cumplir un papel destacado en la unidad
política de nuestros pueblos frente al poder anglosajón. Esto
augura la articulación, desde Méjico a la Argentina, de la Confe-
deración Iberoamericana de Naciones. Separados no tenemos
poder. Unidos, como lo fuimos en nuestros orígenes, seremos la
nación de un próximo futuro continental y mundial. Nacionalismo
iberoamericano que será logrado a través de la insurgencia ya
iniciada en nuestros días. Ahí están Cuba, Chile, Perú, Méjico,
la Argentina de Perón, en condiciones de confederarse bajo la
presión extranjera que alimenta la conciencia histórica de un
pasado y un porvenir común de grandeza en la unidad y unidad
en la grandeza. De Méjico partirá la corriente unificadora con el
rescate de los países dispersos de la América Central, y por ve-
cindad geográfica, también se integrarán Colombia, Venezuela,
Ecuador, lo que fue la Gran Colombia, también destrozada por UNTREF VIRTUAL | 5
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EE.UU. e Inglaterra durante el siglo XIX, tragedia que aún pesa
sobre Iberoamérica. Brasil no es ajeno a nuestrodestino com-
partido. El imperialismo, sin duda, apostará su última carta al
divisionismo, probablemente a través del Brasil. Pero Brasil no
es el grupo militar que hoy gobierna. Brasil incuba la revolución.
Iberoamérica, incluido el Brasil, cuyo idioma es casi el nuestro,
reúne los requisitos de una verdadera nación. El imperialismo lo
sabe. Iberoamérica es una cultura única, aunque fraccionada,
cuyas notas definitorias pueden resumirse en la gran masa te-
rrestre y oceánica de sus países deslindados por fronteras ideo-
lógicas y lesivas a todos y cada uno de estos pueblos, que tarde
o temprano sin perder sus características secundarias, recons-
truirán la fusión geográfica, económica y política de sus partes,
entrelazadas por vías de comunicación terrestres, marítimas y
aéreas que miren hacia adentro y no sólo a ultramar, es decir,
hacia nosotros mismos como gran mercado interno de consu-
mo. Por encima de aquellas diferencias regionales accesorias,
un mismo perfil identifica a Iberoamérica, mezcla de las fasci-
nantes culturas indígenas precolombinas y de España y Portu-
gal. Parecidas costumbres, similar folklore, un arte sorprenden-
te que nos diferencia de todas las culturas universales otorgan
a Iberoamérica una homogeneidad, tal vez la más unitaria del
mundo, a lo cual se asocia la comunidad lingüística, que no
existe ni en Asia, ni en Africa ni en Europa. Esta personalidad
vive en los pueblos, en el pensar y sentir colectivos. Todos intui-
mos una superhermandad entre mejicanos, colombianos, pe-
ruanos, chilenos, argentinos, cubanos, uruguayos, paraguayos.
Y es este parentesco, el que por encima de ultrajes culturales
nos hace sentirnos extranos a Europa. Por eso hablamos de
esta cualidad iberoamericana como de un componente agluti-
nante de nuestra liberación continental. EE.UU. y Europa se
oponen a esa unidad. Empero, el colonialismo, nos aferra al
sentimiento de una cultura afín que es el embrión de la voluntad
histórica de edificar la Patria Grande. EE.UU. y Europa no han
conseguido aniquilar, a pesar de ciento cincuenta anos de colo-
nialismo, este parentesco cultural. Duro es el camino a recorrer.
Y más dura aún la caparazón europea que hay que quebrar.
Empero, esta conciencia iberoamericana avanza. Hace más de
un siglo y medio en su LECCIONES SOBRE LA HISTORIA UNI-
VERSAL, un hombre de genio, J. G. F. Hegel lo auguró: "Por
consiguiente América es el país del porvenir. En tiempos futuros
se mostrará su importancia histórica, acaso en la lucha entre
América del Norte y América del Sur (...) América debe apar-
tarse del suelo en que hasta hoy se ha desarrollado la Historia
Universal. Lo que hasta ahora acontece allí no es más que el
eco del viejo mundo y el reflejo de ajena vida".
Las luchas de liberación provocan cambios en la conducta cultu-
ral, una vuelta a lo propio. En la Argentina, sobre todo en las
clases medias el pueblo permanece fiel a sus tradiciones cuyos
círculos intelectuales creyeron, y aún creen, en la superioridad
europea bajo la iconografía escolar y universitaria, para caer en
la servidumbre cultural, que es el nimbo de la dependencia eco-
nómica y política sobre la cual la oligarquía construyó la imagen
convencional de la Argentina. Un hecho, verdadera ley histórica
de nuestro tiempo, es que las luchas de los pueblos en Asia,
Africa e Iberoamérica, ha partido de tradiciones nacionales y no
de transplantes europeos. La revolución china, se apoyó en el
pensamiento de Marx, pero el resultado fue un marxismo chino
no europeo. Vale decir, adaptando las verdades universales del
marxismo a las tradiciones milenarias orientales. Y así Argel,
Egipto, Vietnam, Indonesia, Cuba. La revisión de la historia en
la Argentina, la reivindicación por ejemplo, de los caudillos y
montoneras del siglo XIX, desalojados de nuestro pasado por la
historiografía mitrista, responde a este retorno al pasado, a las
gestas populares como alientos vitales de las luchas del pre-
sente. El reto al imperialismo es tanto por la emancipación eco-
nómica como por la afirmación cultural del pueblo compenetra-
do con su historia nacional. Este regreso al pasado al servicio
del presente, a los lutos y glorias populares negados por la oli-
garquía, responde a su vez, a una violación externa. En el mun-
do colonial, más allá de diferencias de razas y culturas y del
desarrollo desigual de sus países, la oposición al imperialismo,
genera, en todas partes, la misma respuesta, a saber, la con-
ciencia nacional. Y la miseria de las masas es el denominador
común de la actividad política revolucionaria. Liberacional na-
cional quiere decir tanto abolición de la miseria como negación
de lo extranjero. Esto implica un problema complejo. De una
parte, la ignorancia de las masas es un escollo en la marcha
hacia la toma de la conciencia revolucionaria. Más, en otro sen- UNTREF VIRTUAL | 6
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Socialismo
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tido, esa ignorancia, impermeable a la deformación cultural
extranjera, preserva las antiguas tradiciones lenguas, creen-
cias, religión y al profundizarse la lucha revolucionaria, le da un
contenido nacional, un fanatismo hermético. En tiempo incre-
íblemente corto, millones de analfabetos comprenden como co-
lonizados que "han sido crucificados por la bayoneta de la civi-
lización capitalista y la cruz de un cristianismo prostituido" (HO-
CHI- MINH). El imperialismo congrega a los pueblos coloniales
en un mismo consentimiento histórico: la liberación. En tal or-
den, el imperialismo hace internacional la insurrección de los
oprimidos, y el colonialismo debe entenderse como el fenómeno
más revolucionario de nuestro siglo.
VII
En los países coloniales, por eso, toda lucha por la liberación
contiene en su seno la emancipación cultural. De ahí que en el
pueblo las palabras extranjero y enemigo son sinónimas y se
funden en un solo sentimiento de defensa y rechazo. Al revés,
la oligarquía tradicional y los grupos económicos ligados al im-
perialismo, anteponen los intereses de clase a los nacionales.
Hay, en un país colonial, dos patrones culturales: 1º) La "cultura"
de la oligarquía de la tierra trasmitida, en particular, a la clase
media, y cuyos valores, difundidos a través de la escuela, dia-
rios, revistas, televisión, etc., son las máscaras de la dependen-
cia económica. Estos valores coloniales contrahechos tienden a
crear una imagen falsificada de la Argentina. Así, el colonizado
deviene extranjero en sus maneras de sentir y pensar, y de este
modo, aunque vive en el país, permanece extraño a su realidad
profunda. Esto es comprobable en Buenos Aires, sucursal del
imperialismo. Como se trata de un europeísmo o un yanquismo
falsos, las clases altas y medias acomodadas a través de sus
gustos, modas, diversiones muestran una personalidad no me-
nos falsa. En rigor, la mentalidad colonizada no es ni nativa ni
extranjera, pues siendo ambos términos excluyentes entre si, tal
extranjerismo encubre las relaciones materiales que configuran
la mentalidad colonial, siempre asociada a la desestimación de
lo propio. 2º) Frente a esta cultura colonial, late en el pueblo
oscuro la cultura nacional. Toda cultura nacional es colectiva.
Esta cultura colectiva, casi por entero, es inmune a la difusión
en masa de la "cultura" del colonialismo. Por eso mismo, la con-
ciencia histórica está en el pueblo no en las clases altas. Y si
esta conciencia histórica es interpretada y alumbrada por una
minoría de escritores nacionales, es porque no todos los intelec-
tuales son lacayos. Lucha cultural es, pues, rescate y revitaliza-
ción de las tradiciones colectivas, costumbres, creencias, folk-
lore un pueblo sin folklore no es tal sino un conglomerado sin
historia que vienen del pasado y se anudan al presente como
herencia y al porvenir como revolución nacional. Para un pueblo
cultural, por eso, todo extranjerismo es descastamiento. Y cuan-
do un pueblo como pasa en la Argentina está en lucha por la li-
beración, la lucha política es simultáneamente, lucha cultural
contra la dominación extranjera. En suma luchacultural, es pré-
dica y actividad por la liberación argentina e iberoamericana de
la opresión imperialista, cualesquiera sea los nombres que ésta
adopte, "desarrollismo". "economía social de mercado", etc. Pues
estas teorías, más aún que las formas artísticas, son los mitos
tendenciosos que nos remiten embalados desde afuera. En sínte-
sis, el objetivo de la lucha política y cultural es la descolonización
económica de la Argentina.
La existencia de una cultura nacional de liberación, sólo puede
concebirse como militancia política. En tal sentido, cultura nacio-
nal de liberación es aquella que desnuda las causas del colonia-
lismo y señala con el dedo a sus personeros. Ya sean delincuentes
de levita o intelectuales asalariados. En otra perspectiva, la cultura
de liberación apunta a la construcción de la Patria Grande, el re-
torno orgulloso a nuestro acervo cultural indohispanocéntrico y a
la voluntad de unión con nuestros pueblos hermanos, ya que,
como lo ha dicho Perón, con relación a la América Ibérica, el
final de esta centuria nos encontrará "unidos o dominados Sólo
podremos ser libres unidos. Únicamente unidos ingresaremos a
la Historia Universal. Y, con relación al presente, sólo unidos ex-
pulsaremos a las fuerzas intrusas que nos explotan y encima
culturalmente nos oprobian. Hoy, la edificación de la patria ibero-
americana nos convoca a la sombra de San Martín y Bolívar.
UNTREF VIRTUAL | 7
Peronismo y
Socialismo
Hernandez Arregui
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