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En el proceso formativo de la conciencia nacional, cada grupo
ideológico, aunque sus militantes, por los intereses de clase que
representan lo ignoren, está relacionado con los demás.
En las épocas grávidas de una Nación, se produce una interfer-
tilización y mutuo contraste de las facetas de las ideologías que
se iluminan entre sí. Toda posición, si coincide de algún modo
con la lucha nacional, es una verdad parcial y, aunque sus parti-
darios le asignen un valor absoluto, su importancia más bien
reside, en que tales elementos activos de las ideologías son el
estímulo de desenvolvimientos ulteriores más ricos y complejos
al pasar a otras generaciones y clases sociales que no partici-
paron de sus orígenes, pero sí de sus efectos, al tomar de esos
gérmenes y verdades relativas, lo que tenían de fecundos para
la conciencia histórica de la comunidad nacional.
El destino de los movimientos precursores no es actuar sobre la
generación contemporánea sino sobre las promociones políti-
cas e intelectuales que le siguen. A veces, en el contrapuesto
encadenamiento de las generaciones, ese legado ideológico ni
siquiera es reconocido por los que lo han recibido y lo juzgan
como nacido de la propia lucha generacional, cuando en ver-
dad, tales ideas son una herencia política. Sólo la madurez
histórica de una comunidad logra, en determinado momento,
restaurar y ordenar los eslabones a través de la historia crítica
de las ideas que enhila a las edades sucedáneas entre sí en la
unidad superior del espíritu. Y entonces, las ideas mismas apa-
recen como una serie lógica en el tiempo y en estrecha simbio-
sis orgánica con la historia de la Nación. La transformación de
las ideas, no sólo es parte del proceso incesante de la vida
histórica, sino la razón misma de la continuidad y recreación
espiritual de una existencia nacional. En otro trabajo hemos
escrito: "El desarrollo de la conciencia histórica sigue un curso
paralelo a las épocas de las grandes transformaciones de la
realidad nacional, donde hombres y pueblos perciben un cam-
bio de ritmo y dirección en el destino colectivo. Todo período es
heredero de sus predecesores. Las épocas sucesivas entre sí,
por más distintas que parezcan, se ofrecen ante una evaluación
e intelección histórica rigurosas, como formas vitales ensambla-
das, y que, vistas desde el transcurso unitario y fluyente de todo
devenir histórico, no son comparables a compartimientos es-
tancos, sino más bien, a vasos comunicantes, donde la conti-
nuidad del transvasamiento es lo peculiar del proceso".
La autarquía o adanismo de una teoría política es una ilusión.
En todo caso, las ideologías son abreviaturas del, pensamiento
de las clases enfrentadas con la multiforme realidad de las lu-
chas sociales. Tanto los nacionalistas de derecha como las iz-
quierdas, sufren hoy, el reacondicionamiento e interacción de
sus propias ideologías desintegradas por la erosión de la histo-
ria, en la medida que el país las envuelve a todas y demanda
una interpretación más amplia de la vida nacional con un progra-
ma de acción, que al pasar a las masas ha superado las ré-
moras de ambos dogmatismos. Así, en la Argentina del pre-
sente, el nacionalismo de derecha se ve compulsado a recono-
cer la presencia de las masas como actoras de la historia, y el
comunismo, el hecho que esas masas, antes que nada, encua-
dran su lucha en un marco nacional, aunque el destino del pro-
letariado sea internacional. El resultado es el creciente ahonda-
miento de los problemas y el nacimiento de una izquierda na-
cionalizada cuya crítica anuncia la superación teórica tanto del
internacionalismo de las izquierdas colonizadas mentalmente,
como el conservatismo no menos colonial, adverso a las masas,
del nacionalismo tradicional. 
Este gradual sobrepujamiento de las posiciones anteriores es
una exigencia histórica. La aparición de una izquierda con con-
ciencia nacional en la Argentina, era un fenómeno ideológico
previsible. Las ideas se engendran progresivamente en la histo-
ria y responden a una oculta necesidad genética de desarrollo.
Sólo esa ilusión de que se ha hablado, puede hacerles creer a
los ideólogos que en ellos culmina el movimiento evolutivo de la
realidad y el pensamiento que la refleja. El pensamiento indivi-
dual o colectivo, está hecho de oposiciones y contraposiciones,
de embriones antecedentes y consecuentes, de integraciones
parciales, depuraciones y síntesis que son, a su vez, escalas UNTREF VIRTUAL | 1
La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
Arregui
Capítulo VI
Conciencia Histórica y Liberación Nacional
más altas de los momentos anteriores. En sus diversos niveles
de integración, este desarrollo, es al mismo tiempo el fruto de
sucesivas negaciones y superaciones de las faces particulares
precedentes que no admiten rupturas, sino articulaciones vitales
internas y florecimientos teóricos, que vigorizan la conciencia
nacional cada vez más consciente de sus fines.
Es por eso que cada ideología, como aguijón de las contrarias,
cumple una función necesaria si es que en algún modo, ha res-
pondido a la realidad nacional en su ascenso hacia la autocon-
sciencia histórica, y así se explica que el nacionalismo de dere-
cha intente tardíamente vincularse a las masas y las izquierdas
llenar sus esquemas con contenidos nacionales.
El cambio actual que se insinúa en la izquierda extranjerizante,
era inevitable. La causa de este fenómeno es la presencia de
una clase obrera con conciencia nacional y que condiciona toda
la situación argentina. Las creencias de los diversos grupos
nacionales acerca de "cómo" debe orientarse el general, no in-
valida, por encima de la enredada trama de fines e ideologías,
la certeza de la marcha del país hacia una salida nacional y re-
volucionaria, que en su momento, será una conciliación transi-
toria, a pesar de sus diversos contenidas de clase, de esas
fuerzas nacionales parcialmente coincidentes como conciencia
nacional libertadora frente al imperialismo1.
Esta afinidad de las fuerzas nacionales, al margen de antago-
nismos y repulsas parciales, es además, la respuesta a las po-
tencias internacionales e internas que resisten a la liberación
nacional. En efecto, un conjunto de causas externas -la des-
composición del imperialismo- e internas -el levantamiento dé
los pueblos coloniales, entre los cuales se encuentra la Argen-
tina- nutre la conciencia histórica de las naciones oprimidas, y
en especial, de sus masas trabajadoras.
Este hecho es percibido por las clases conservadoras y explica
los violentos ensayos contrarrevolucionarios internos dirigidos
por el imperialismo agonizante. El insurgir de las colonias, en
Asia, África, la inestabilidad creciente de Ibero- América, favore-
cen la lucha por la liberación nacional que es, a su vez, parte de
la política mundial. El proceso podrá refrenarse o acelerarse
pero no detenerse. Dado el anudamiento de la economía inter-
nacional, la Argentina semicolonia altamente desarrollada, es un
eslabón frágil del imperialismo, y su lucha nacional, amenaza el
dominio mismo de los oligopolios mundiales sobre el resto de
los países latinoamericanos.
La terrible presión sobre la Argentina posterior a Perón, la resis-
tencia de su pueblo a la recolonización, es tanto síntoma de la
crisis del imperialismo como del creciente malestar revoluciona-
rio iberoamericano.
La Argentina, en otro orden, es la piedra angular de la línea de-
fensiva de Occidente, colocada en tanto zona militar, en la peri-
feria del dominio capitalista mundial. Por eso, el planteamiento
de la cuestión nacional, lesiona al sistema imperialista mismo.
Es secundario aunque importante, que al enfrentar al imperialis-
mo, la conciencia nacional apele, según los grupos, a supuestos
históricos y culturales disímiles, pues lo que interesa, es que al
borde de las escorias espirituales de la derecha y la izquierda,
crezca la conciencia histórica frente al opresor extranjero.
La lucha antiimperialista en la Argentina, tiene una fecha de ori-
gen: 1930. El puebloargentino sabe hoy, a diferencia de enton-
ces, cuáles son las causas del drama nacional y ubica las poten-
cias que han convertido a la Argentina en una patria avasallada
que resiste con bombas y huelgas la penetración extranjera.
De un país dueño de tal conciencia histórica podría colegirse que
tiene asegurada la liberación nacional. Y, sin embargo, esta con-
clusión, aunque verdadera, es casi peligrosa por su simplicidad.
En primer lugar, a la conciencia histórica de las masas popula-
res y de los sectores nacionales que enfrentan al imperialismo
se oponen el imperialismo mismo y la conciencia antinacional de
las clases colonizadas.
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La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
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1 Tal Ia situación que hoy, en 1970, vive el país. (Nota 2a Edición.)
Además, se olvida que así como ha crecido la conciencia his-
tórica del país también es más violenta -¡una cuestión de vida o
muerte!- la acción contrarrevolucionaria de esas clases y par-
tidos moribundos ligados al imperialismo. Y finalmente, es falso
que la Argentina deba centrar su lucha contra los EE.UU. Es
también falso que el enemigo sea Inglaterra. Es el imperialismo
angloyanqui el que se ha repartido la Argentina. Si bien la con-
ciencia nacional ha madurado y amartilla la empresa por la li-
bertad, en la medida que, como decía Lenin, los países colonia-
les de reservas de materias primas se han convertido en reservas
de la revolución mundial, también es cierto que las presiones
internas y externas convergentes son mucho más concentradas
que en 1930. A la inversa, la crisis mundial del imperialismo,
estimula inclusive con la inversión de capitales, el desarrollo de la
conciencia histórica revolucionaria de las masas en las colonias y
atrae a aquellos sectores de la pequeño-burguesía y la burguesía
industrial nacional que dependen, no del comercio exterior, sino
del mercado interno en crecimiento. Conviene insistir sobre el
error de ver solamente en el expansionismo yanqui el centro de
la lucha antiimperialista.
Gran Bretaña sabe disimular su presencia, e incluso, desviar la
resistencia popular hacia el imperialismo yanqui más inexperto
y brutal. El Plan del Fondo Monetario Internacional, por ejem-
plo, es menos yanqui de lo que parece. Y esto, la izquierda inter-
nacionalizada -en la Argentina pro-británica- lo calla. El pensa-
miento de Mr. Bolton, presidente del Banco de Londres y Amé-
rica del Sur, resumido por el diario La Nación, el 20/4/59, confir-
ma este aserto: "Tras algunas referencias al mercado común,
expresó su convencimiento de que América Latina recibiría gran
impulso y que la Argentina, uno de los países productores de ali-
mentos más baratos, será especialmente favorecida en esta cir-
cunstancia". La política del Fondo Monetario Internacional esta-
ba ya implícita en el plan Prebisch, dictado por Gran Bretaña1.
Por eso el señor Bolton dijo que "en Londres se veía con gran
interés el esfuerzo argentino para restablecer su economía y
estabilizar el poder adquisitivo de la moneda y que si se insiste
en esa política la Argentina superará rápidamente sus dificulta-
des presentes, para agregar finalmente, que el Banco de Lon-
dres y América del Sur seguiría su política tradicional y nunca
abandonaría a sus amigos". "El Banco de Londres -dijo el fun-
cionario inglés- acaba de aumentar substancialmente su capital
en Londres y ha decidido firmemente aumentar sus operaciones
en el campo internacional. Buenos Aires, uno de nuestros prin-
cipales centros, ocupará un lugar importante en nuestro progra-
ma de expansión". Esta coincidencia anglo-yanqui no excluye
oposiciones parciales por la hegemonía en la Argentina. Pero
junto con la descomposición del imperialismo y ante la perspecti-
va cierta de un enfrentamiento con el comunismo, los antagonis-
mos entre las potencias colonizadoras son sometidos a revisión,
treguas y mutuas concesiones -limitadas por las contradicciones
insuperables del sistema- pero que, en lo inmediato, retardan la
crisis final frente al imperativo de oponer una línea defensiva al
avance mundial de Rusia y China. Tal es la situación de EE.UU.
e Inglaterra en la Argentina.
La caída de Perón fue provocada por Inglaterra, no por EE.UU.,
que luego de años de ofensiva debió ceder ante un gobierno de
contenido nacional. En el intervalo, Inglaterra, después de la II
Guerra Mundial, recuperó su antigua condición de potencia ex-
portadora de capitales de inversión y con ello la voluntad de re-
conquistar su influencia en la Argentina y participar en la explo-
tación del petróleo luego del desastre en el Medio Oriente.
Tal hecho corrobora una afirmación de Perón, expresada a la
Revista Tempo, de Méjico, en 1955: "El consejero comercial in-
glés en Buenos Aires declaró un día con extrema franqueza que
cualquier esfuerzo cumplido por quienquiera que fuese para
asegurar la producción petrolera argentina sería considerado en
Londres como un atentado a los intereses británicos". Esto
explica, asimismo, la campana contra la política energética de
Perón. Política que era necesaria en tanto salida nacional, den-
tro de los acuerdos, nunca enteramente satisfactorios, a que
puede arribar un país aún dependiente del imperialismo. Los
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1 En los últimos 2 años, el avance británico sobre la Argentina es notable y
se apoya: 1º) En la disponibilidad de parte de Inglaterra, de capitales
financieros exportables. 2º) En la creciente crisis interna de EE.UU. No
podemos ahondar aquí en la cuestión. (Nota 2a. Edición.)
hechos posteriores a 1955, con la entrega de nuestra riqueza a
Inglaterra y EE.UU. en condiciones financieras y políticas lesi-
vas para la Nación, demuestran hasta qué punto actuaron las
fuerzas antinacionales disfrazadas de amor a la patria.
La historia es irreversible. Pero las condiciones históricas ge-
nerales -por ejemplo, la subsistencia de la antigua estructura
económica agropecuaria en una Argentina industrializada pero
todavía en las primeras etapas de su desarrollo- dan por resul-
tado formas políticas que muestran analogías visibles, tanto co-
mo diferencias comprobables con la "década infame". La pri-
mera analogía es que también en 1930, como se ha expuesto
en un capítulo anterior, el plan del imperialismo consistió en
excluir al partido mayoritario vencido del comicio al tiempo que
se intentaba la atomización de las masas radicales. La misma
estrategia se ensaya en la Argentina de hoy. Al iniciarse la "dé-
cada infame" y el total control de nuestra economía por Ingla-
terra, el radicalismo fue proscripto. Y cuatro años después, por
imposición de Gran Bretaña y con la complicidad de Alvear y el
reingreso de los radicales a la sida pública, fue legalizado "el
estatuto legal del coloniaje".
Hay sin embargo, desemejanzas: 1° Con Yrigoyen cayó un go-
bierno de orientación nacional difusa y endeble base social de
clase media, en gran parte de origen inmigrante. 2º Con Perón
es la clase trabajadora argentina que irrumpe en la historia
nacional el 17 de octubre de 1945, la que enfrenta con concien-
cia revolucionaria más avanzada, al golpe oligarco-imperialista
planeado, en ambas oportunidades, por Inglaterra. 3º A diferen-
cia de 1930, no existe en nuestra época una depresión mun-
dial. La crisis desatada sobre la Argentina es artificial, dirigida
por organismos técnicos internacionales, y en lo fundamental,
ha consistido en una drástica redistribución de la renta nacional
en favor de la clase ganadera y los inversores extranjeros. 4º Al
movimiento popular se lo reprime con fusilamientos y ametra-
lladoras, pues también es más tensa la situación social de una
Argentina transformada por la industria y la conciencia histórica
de las masas. La "cuestión maldita" es pues, la clase obrera y
no Perón, cono aún creen algunos argentinos que confunden la
historia con la historieta. Los hombres de poderosa personali-
dad política -y Perón lo es- en tanto encarnan fuerzas sociales
e intereses declases, concitan no sólo inmensas adhesiones
multitudinarias sino el odio reconcentrado v profundo de las cla-
ses altas amenazadas. En este tipo de crítica reaccionaria al
movimiento de masas, orquestada por la oligarquía y el imperia-
lismo, sobre el "leiv motiv" falso de la personalidad de Perón,
cayó la izquierda pequeño-burguesa, rodeada copio decía Marx
"con toda la banda de estudiantes noveles y doctores archisabi-
hondos". A Perón se lo puede y debe juzgar en sus graves erro-
res. Pero antes que nada se lo debe ver como el portaestan-
darte de un momento histórico glorioso de la liberación nacional.
Nada más alejado de la ética que la política, que trata con pro-
cesos económicos, pugnas internacionales y enfrentamientos
de clases, no con sentimientos. Pero en la cabeza de la gente,
la política es siempre pensada en términos virtuosos. "No se
trata de saber -escribía Marx a fines del siglo pasado-lo que mo-
mentáneamente se propone como fin tal o cual proletario o aun
el proletariado entero. Se trata de saber lo que el proletariado es
en su conformidad con su ser. Su finalidad y acción históricas le
son trazadas de manera tangible e irrevocable por su propia si-
tuación de existencia como a toda la organización de la socie-
dad actual. Nos parece superfluo demostrar aquí, que en gran
parte, el proletariado inglés o francés ya adquirió conciencia de
su misión histórica y no cesa de esforzarse para dar a esta con-
ciencia toda la claridad deseable". Tal es lo que acontece con el
proletariado argentino. Por eso, Engels, en el mismo sentido, se
oponía a que se atacase a Henry George: "Yo consideraría un
grave error entorpecer la cohesión nacional del proletariado
cualquiera fuese el programa en que se basara". Al atacar a
Perón, por eso, se ataca al proletariado mismo y se intenta
minar las bases de la liberación nacional, de parte de las fuerzas
anti-nacionales.
¿Cuáles son las fuerzas antinacionales en la Argentina? 1º La
oligarquía terrateniente que gravita sobre el poder por vías indi-
rectas, cono supervivencia de la Argentina agropecuaria en la
industrial. Hecho que se expresa, bajo la presión de los dos
imperialismos, en el carácter proyanqui, pero contradictorio, de
una política, derivada del mayor peso de los EE.UU. y de la
decadencia británica como gran potencia mundial, de la presen- UNTREF VIRTUAL | 4
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cia interna de una burguesía comercial dependiente del comer-
cio de importación y exportación, vale decir, del imperialismo,
particularmente norteamericano, y de un sector de la burguesía
industrial que también entrelaza sus intereses a las companías
petroleras, etc., de nacionalidad extranjera. 2º. Amplios sectores
de la clase media en sus estratos superiores -profesionales, in-
telectuales, funcionarios de empresas extranjeras- adicionados
en formas diversas al imperialismo y mentalmente disformados
por el aparato educativa de la oligarquía, en particular por la
Universidad. 3º. Los restos de los partidos tradicionales, parte
de la masa estudiantil. etc.
La caída de Perón ha precipitado la crisis de estas fuerzas pero
también su coalición virtual y, de rebote, el reagrupamiento anti-
imperialista de las fuerzas nacionales. Estas fuerzas nacionales
no deben ser juzgadas por la posición que tomaron frente a Perón
sino por la actitud crítica que hoy adoptan frente a sí mismas.
Entre las fuerzas de la línea nacional debe citarse en primer tér-
mino, al peronismo, cuya base es un proletariado industrial y
rural con conciencia nacional enraizada al origen nativo, en gran
parte provinciano, de esta masa de trabajadores, herederos he-
roicos de las montoneras y los caudillos federales. Esta masa,
materia de toda acción nacional, se mantiene fiel al pensamien-
to de Perón, pero en realidad, hay divorcio entre el movimiento
sindical y el partido. El Partido Peronista no ha hecho su propia
crítica, no ha ampliado ni corregido su teoría política, que revo-
lucionaria en un momento del desarrollo histórico del país, es
insatisfactoria ante las nuevas condiciones creadas en la Ar-
gentina. Su atraso en relación con la realidad nacional, incluso,
la incomprensión del contenido obrero del movimiento de parte
de las capas no obreras que lo integran, exige no sólo una reno-
vación de los cuadros, sino una crítica profunda de los errores
cometidos en el gobierno y en la conducción partidaria. Una de
las causas del apartamiento de vastos sectores, maduros ya
para la comprensión histórica del peronismo, y por tanto, para el
ingreso de estos sectores, particularmente del estudiantado, a
la lucha nacional junto al movimiento obrero, es el insuficiente
nivel teórico y político de los últimos años, indigno de un movi-
miento de masas de la proyección histórica del peronismo. En
tal sentido, a más de la crítica interna y la democratización del
partido, el programa nacional del movimiento debe ahondar en
el carácter antiimperialista de su acción revolucionaria y entron-
carla con el problema conjunto de Ibero América. Si el movi-
miento peronista no selecciona sus cuadros y actualiza su teoría
nacional antiimperialista, sobre este gran partido proscripto se
cierne, al igual que sobre el radicalismo posterior a 1930, la
amenaza cierta de su desintegración histórica, objetivo buscado
por los enemigos del país, y que hasta ahora, se ha estrellado
por la cohesión de las masas alrededor de Perón. Pero la prác-
tica, sin la teoría política que la orienta, padece de renquera
histórica. Además, todo movimiento nacional, debe proyectarse
no como doctrina partidista cerrada, sino como movilización
abierta y polarizadora de las diversas tendencias de la concien-
cia nacional antiimperialista.
Las izquierdas
El gran movimiento de masas desatado por Perón, ha desbara-
justado vertical y horizontalmente a las izquierdas. El Partido
Socialista asiste a resquebrajamientos y escisiones. Durante su
existencia histórica el socialismo argentino fue una mera cons-
trucción apendicular del imperialismo británico. Una tendencia
interna insinúa ahora un lenguaje nacional tomado del peronis-
mo. En apariencia, se trata de una ruptura con el socialismo
colonial. Sólo los hechos demostrarán el carácter verdadero del
viraje que corre el riesgo latente del oportunismo entroncado a
la tradición difícil de quebrar del "maestro" Juan B. Justo.1 La
escisión del Partido Socialista, es la consecuencia tardía de una
política de claudicaciones, cuya interna descomposición, se
mantuvo contenida mientras la oposición a Perón disimulaba
sus contradicciones, pero que ahora, debido a la presencia his-
tórica del proletariado como clase organizada, han salido a la
superficie, demostrando en su crisis, el carácter pequeñobur-
gués del socialismo argentino mucho más que la posibilidad de
una renovación sobre supuestos nacionales.2
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1 Hoy esta crisis se ha mostrado total y definitiva. (Nota 2a Edición.)
El Partido Comunista exige mayor atención debido al avance del
comunismo en el orden mundial, La incompetencia de sus cua-
dros dirigentes, su solidificación burocrática, su alejamiento his-
tórico de las masas, su contenido ideológico pequeñoburgués,
tornan incierta su función nacional. Hasta ahora no ha logrado
proponer otra cosa que un llamado Frente Democrático de Li-
beración Nacional que contraría la experiencia política argenti-
na y reactualiza la táctica de los frentes populares y las bastar-
das coaliciones de partidos.
La actual situación argentina es comparable a una guerra pa-
triótica. Una guerra de este tipo concilia, superando transitoria-
mente los antagonismos de clases y partidos, la unión del pueblo
contra el conquistador extranjero. Pero tales frentes, organizados
por los comunistas, en el orden mundial y nacional, han sido su-
cesivas capitulaciones que han marcado el reflujo trágico del
movimiento obrero mundial.
Tres años después de Ia caída de Perón, el dirigente RodolfoGhioldi, expresaba el pensamiento de su partido, mediante la
apoteosis de la Unión Democrática y hablaba todavía del nazi
fascismo de Perón.
La consecuencia de este error ha sido el desprestigio del Par-
tido Comunista y su desconexión del movimiento de masas. De
este modo, lo que en su momento pudo ser una táctica útil a
Rusia, que piensa en términos nacionales de gran potencia
mundial, se ha convertido en una crisis histórica de la izquierda
nada fácil de superar. El mismo Ghioldi dijo en esa ocasión refi-
riéndose al movimiento de masas: "No es una revolución todo lo
que sea movimiento popular en la calle". Esa revolución, cabe
contestarle, puede medirse -quizá sea su mejor metro- por los
fusilamientos que ejecutó la clase reaccionaria en 1956. Y mu-
cho más, por la conciencia de clase, es decir revolucionaria, que
infundió al proletariado argentino. Pero el dirigente comunista
no habla de las ejecuciones, ni de los millares de presos que
atestaron las cárceles del país después de la caída de Perón.
Esta inteligencia árida, especie de verdugo contrario a la pena
de muerte, dirá que no "hay revolución sin movimiento revolu-
cionario de masas". Y oculta el 17 de octubre de 1945, para
hablar de su primera etapa, el 4 de junio de 1943. Sigue pero-
rando, en 1958, sobre la Unión Democrática, que se aprestaba
a "resolver por sus propias fuerzas todos los problemas que afli-
gen a la Nación". Y como es habitual no entiende nada. Para las
masas populares, el 17 de octubre fue una etapa histórica de su
emancipación como clase, una transformación del Estado mis-
mo, que de la represión militar exigida por las clases reaccio-
narias pasó a la pasividad policial dispuesta por el gobierno re-
volucionario. Libertad política de las masas sin la cual es imposi-
ble la organización y unión del proletariado: "La libertad política
-escribe Lenin- no librará inmediatamente a los obreros de la
miseria, pero les dara armas para la lucha contra ella no existe
ni puede existir otro medio de luchar contra la miseria que la
unidad de los obreros mismos. No hay posibilidad de unión para
millones de hombres mientras no haya libertad política".
La justeza de esta tesis se mucha en la Argentina por el hecho
que la "unión de los obreros" fue posterior a su "libertad políti-
ca". Así Ghioldi sostiene que la Unión Democrática se proponía
consumar la reforma agrarias y calla que la oligarquía ganadera
era la columna vertebral de la coalición pútrida de la derecha y
la izquierda: "¿No es un programa aceptable?", se pregunta.
Esta tozudez reaccionaria le lleva a sostener que a Perón lo votó
el 54 del electorado en 1948. Pero olvida "cuáles" clases apo-
yaron a Perón y "cuáles" a la Unión Democrática. Así dirá: "Era
muy difícil triunfar con los escasos argumentos democráticos de
las fuerzas populares y sociales que buscaban soluciones po-
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conciencia nacional
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2 No puede, sin embargo, subestimarse la nueva tendencia, que al menos
como hecho ideológico, expresa un cambio de la pequeña-burguesia de
Buenos Aires. Un militante del grupo cismático, Luis Cousilias, en 1959,
renegaba de las viejas ideas liberales y extranjerizantes del P. Socialista ron
estas palabras: "No podemos empeñarnos en seguir siendo los herederos
de la vieja tradición liberal que vivió a espaldas de la realidad argentina, con
los ojos fijos en la lejania del resplandor europeo, mientras a su vera se
deslizaba el dolor nacional. La civilización que el liberalismo importó de
Europa el siglo XIX es una de Ias tantas formas de Ia penetración imperial-
ista. Fue esa tradición la que impura nuestro destino de pais sometido, la
que significó la derrota del trabajador nativa ante las sucesivas olas inmi-
gratorias, y en fin, la raiz de todas estas crisis que se vienen sucediendo sin
interrupción" (4/8/59, "La Razón")
pulares y sociales" (sic). Dice que el peronismo fue un gobierno
de conciliación de clases. Es cierto Pero su contenido obrero de
base, en la lenta evolución del proceso histórico nacional, era ya
algo más que rana conciliación de clases. Por eso cayó Perón,
que sin duda, no afrontó a las fuerzas antinacionales, en cuyas
filas militaban los comunistas: "Nosotros hemos criticado la
nacionalización de los ferrocarriles" -dirá Rodolfo Ghioldi- evo-
cando aquella época en que marchaba del brazo del imperialis-
mo y de la oligarquía liberal Pero lo intolerable es esta afirma-
ción referente a las masas trabajadoras: "Lo que es de lamen-
tar en la Argentina, es que estas masas obreras que se han
incorporado a la vida gremial, hayan roto su virginidad bajo la
advocación personal del señor Perón". No puede sorprender
que en este canibalismo contra el proletariado criollo retorne a
Juan B. Justo y añore el movimiento obrero "fundado por obre-
ros extranjeros, franceses, alemanes, españoles, italianos". No
puede negar, empero, a esas masas nativas. Y entonces dice:
"Creemos que debemos hacer una síntesis". Y la síntesis es el
cadáver de la Unión Democrática: "prefiero estar con justo, con
de la Torre, con ciudadanos que reconocen que el peor de los
gobiernos legales es siempre mejor que la mejor de las dicta-
duras". Es la apología de la "década infame". Un comunismo
así, para el imperialismo, es el más barato de los aliados. Vic-
torio Codovílla sigue defendiendo, en 1980, el Frente Popular
de 1935. En 1953 creía en la filantropía y acusaba al gobierno
de Perón -son sus palabras-, "por embarcar a los países de
América Latina contra el imperialismo yanqui". Su pensamiento
actual es algo distinto: "Hasta ahora no se conocen casos -y no
existen- de que los imperialismos ayuden al desarrollo indepen-
diente de la economía, de un país subdesarrollado". También,
parece entender, mientras Rodolfo Ghioldi dice lo contrario, que
"el proletariado de la ciudad y del campo es la capa más homo-
génea de la población y la más consecuentemente democráti-
ca". Al mismo tiempo, el Partido Comunista retoma la tesis de
Rodolfo Ghioldi sobre la "miseria de los campesinos", cuando
justamente, esa política enancada en la "economía libre", ha
desplazado la riqueza al campo contra el resto de la población
productora: "En los últimos años ha tenido lugar también un
descenso del nivel de vida de los campesinos". Durante treinta
años han sostenido lo mismo sobre situaciones distintas. Lo
único que no abandonan es su amor por los chacareros. Esos
chacareros a los que Lenin catalogaba, como clase, de este mo-
do "Nuestros campesinos tienen el espíritu pequeño burgués;
hay allí una clase independiente que después de la expulsión y
supresión de los grandes propietarios…es una fuerza de osci-
lación". Y lo decía después de la revolución rusa. Son tan brus-
cos los virajes y contradicciones de los comunistas, que hasta el
afiliado más testarudo, debe pensar que ha contraído matrimo-
nio con una descuartizada.
Se opusieron a las nacionalizaciones pero ahora aducen que
esas empresas nacionalizadas "son palancas que si estuvieran
en manos de un gobierno verdaderamente democrático y popu-
lar servirían para impulsar el desarrollo de la economía nacional
y liberarla de la explotación imperialista". Que es como glorificar
a Perón. A pesar que entonces, acusaban a esas nacionaliza-
ciones de "fascistas" y "totalitarias". También dicen verdad cuan-
do hablan de la creciente conciencia anti-imperialista de la clase
trabajadora argentina. Pero eso es también consecuencia del
peronismo.
El movimiento de masas ha gravitado también sobre el P. Comu-
nista. La orientación futura del P. Comunista en la Argentina es
incierta. Su aislamiento de la cuestión nacional torna conjetura)
un cambio profundo. Sin embargo, la gravitación mundial de la
URSS, la creciente conversión de las masas hacia la izquierda
debido a los gigantescos triunfos del comunismo como sistema
económico y politico del poder mundial, y la estrategia interna-
cional de Rusia respecto a las zonas colonizadas del planeta,
son factores internos y externos que necesariamentedetermi-
narán el futuro del P. Comunista en la Argentina. A estos hechos
debe agregarse el giro que en las bases comunistas, después
de la caída de Perón, se va operando, con el creciente malestar
interno, la necesidad de una crítica de fondo y la vaga concien-
cia en los afiliados v simpatizantes de que esos errores exigen
una rectificación. Esta crisis del comunismo es parte del proce-
so revolucionario desatado sobre el país por las masas prole-
tarias organizadas sindicalmente r el peronismo. Así, el partido
comunista, extranjerizante y aliado a la reacción a lo largo de su
historia, por primera vez, condicionado por ese proletariado UNTREF VIRTUAL | 7
La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
Arregui
nacional, ha adoptado una táctica nacional justa: la unidad del
movimiento obrero. No ha sido pues, como ha pretendido Vic-
torio Codovilla, el P. Comunista el que ha ayudado a las masas
a hacer su experiencia, sino las masas proletarias las que han
ayudado al P. Comunista a hacer la suya. Este es el hecho
histórico. En efecto, en estos últimos años, luego de servir al
gobierno de la Revolución Libertadora como agentes provoca-
dores y divisionistas del movimiento sindical, tarea indigna a la
cual se prestaron mientras los dirigentes peronistas eran encar-
celados en todo el país, la cohesión del movimiento sindical los
ha compelido a ligar su acción, al menos transitoriamente, con
Ia voluntad del proletariado argentino y con el grado de desa-
rrollo de la conciencia política de las masas, El P. Comunista, ha
sido condicionado y dirigido por los trabajadores, y no a la inver-
sa. Por esos "cabecitas negras" a los que, en su momento, el
comunismo agravió.
La unidad del movimiento obrero es un hecho importante, en
tanto prerrequisito indispensable de la lucha nacional. La eman-
cipación de la Argentina depende del nucleamiento de todos los
sectores antiimperialistas alrededor de un programa nacional
instrumentado alrededor del Ejército y de la clase obrera, las
dos fuerzas decisivas de la liberación en un país semicolonial.
Con relación a la gravitación de Rusia en la política de los par-
tidos comunistas del exterior, se trata de una cuestión previsible
dentro de ciertos límites. Si se agudiza la situación mundial,
Rusia, en defensa de sus propios objetivos mundiales tendrá
que poner orden en aquellos partidos comunistas que, en reali-
dad, son obstáculos a la lucha nacional de las colonias. Mucho
se ha hablado del papel negativo que ha jugado Rusia en esta
cuestión al subordinar la política de los partidos comunistas a su
interés de gran potencia. El hecho es innegable. Pero no se
pueden sacar de él conclusiones absolutas.
Al menos parcialmente, tal tesis trotskista, se refuta con la políti-
ca nacional, seguida a pesar de sus ondulaciones, en países
como México, en el que los comunistas apoyaron la naciona-
lización del petróleo cumplida por Cárdenas, o la actitud de
Prestes en el Brasil, que incluso aconsejó a los comunistas
argentinos apoyar a Perón. Debe señalarse que los trotskistas
en general -salvo casos individuales- han adoptado tácticas tan
antinacionales en Latinoamérica como los stalinistas, a pesar
que León Trotski, distinguía bien, interpretando a Lenin, entre el
"fascismo' de los poises coloniales y la "democracia" de los país-
es opresores. Ampliaban así, Lenin y Trotski -y también Stalin en
sus trabajos teóricos sobre la cuestión colonial- Ia tesis va
planteada por Marx, en un momento en que el imperialismo no
había desarrollado ludas sus potencialidades: "En general -
escribía Marx en 1879- los ferrocarriles le dieron por supuesto
un inmenso impulso al desarrollo del comercio exterior, pero en
los países que exportan principalmente materias primas", el
comercio aumentó la miseria de las masas ... en tanto que la
"producción misma" ... se transformó de acuerdo a su mayor o
menor adaptabilidad a la exportación cuando anteriormente
estaba principalmente adaptada al consumo local'. En esta tesis,
no sólo se señala el papel regresivo de los capitales invertidos
en colonias, sino su función estranguladora de la economía
nacional en los países atrasados. Implícitamente estaba ya con-
tenido aquí, el análisis del imperialismo realizado por el econo-
mista burgués Hilferding, precisado por Lenin y Rosa Luxem-
burgo y retomado por Trotski con relación a los países hispa-
noamericanos, y que habría de encontrar, en la Argentina, un
ejemplo brillante desde el punto de vista de su valor científico,
en las investigaciones sobre los ferrocarriles argentinos de capi-
tal británico, realizadas por Raúl Scalabrini Ortiz. Más impor-
tante por ejemplo, que el "fascismo" de Vargas es su contenido
de masas. Los pueblos oprimidos, al incorporarse a la "civiliza-
ción", terminan por invertir los términos, más allá del ropaje que
adopten sus sistemas políticos, generalmente autoritarios, pues
deben apoyarse en esas masas nativas, y tales regímenes colo-
niales, aun proclives al fascismo, contribuyen a la agudización
de la crisis del imperialismo, a su hundimiento histórico. Las pa-
labras no tienen el mismo sentido en todos los países, pues el
desarrollo desigual de las diversas zonas del planeta, crea sus
propias y combinadas formas políticas. De la no comprensión de
este hecho -común a las izquierdas y en especial a sus capas
intelectuales adheridas a los mitos liberales- deriva su ceguera
ante los contenidos particulares de la historia de los países colo-
niales, debido a la aplicación mecánica a esa realidad particular, UNTREF VIRTUAL | 8
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conciencia nacional
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de los conceptos genéricos de una teoría cataclismica de la re-
volución universal, o bien, de una democracia idealizada, ine-
xistente, falsa. Así' llamarán "nacionalismo", "fascismo", "totali-
tarismo", a lo que en los países débiles son ensayos precur-
sores de los movimientos democráticos de las masas, y quo en
determinado momento, se convierten en guerras patrióticas.
El cambio ideológico de la izquierda
En este desposeimiento de la mentalidad de la izquierda ha
punzado, con éxito, el control y propaganda de las ideologías
mundiales. Sería grave error creer que esa mentalidad es in-
modificable. La revisión de la historia cumplida por otros grupos,
el desarrollo de una izquierda nacional que concilia el marxismo
con la realidad del país, y sobre todo, la trágica experiencia del
retorno del liberalismo económico, inquietan a muchos espíritus
que dudan de las antiguas valoraciones de izquierda a través de
las cuales pervirtieron su visión de lo nacional.
Entre los mismos comunistas es perceptible esta mudanza. Un
caso típico es el escritor Héctor P. Agosti, intelectual que refleja
bien, tanto las contradicciones cono la rotación que se opera en
la intelectualidad de izquierda en la Argentina. Por eso se lo utili-
za aquí como ejemplo que tipifica un fenómeno ideológico más
vasto.
Héctor P. Agosti abrazó muy joven la causa del comunismo. Co-
noce el sacrificio de la militancia y las miserias del partido. Entre
la causa general y la miseria particular, prefirió la segunda. Es
decir, permanecer en el partido, mientras otros militantes eran
expulsados por su alzamiento frente a los errores del cuadro
dirigente. H. P. Agosti, por eso, ha sido una inteligencia agarro-
tada por el aparato partidario. Aunque su ambición es conver-
tirse en el heredero de José Ingenieros y Aníbal Ponce, H. P.
Agosti, intelectual representativo de la pequeñoburguesia de
izquierda, no ha superado a Sarmiento y Echeverría. Aunque
cita a los clásicos del marxismo es un ensayista liberal. Agosti
exhibe el fracaso de la izquierda intelectual, que en más de
treinta años, no ha dado un solo libro de valor nacional.
Admirador de Ingenieros, no lo ubica ni histórica ni ideológica-
mente. Se concreta a idealizarlo, a moralizarlo. Otro rasgo del
escritor de la pequeñoburguesía. Recientemente se ha produci-
do en Agosti un viraje positivo condicionado por la situación ge-
neral que vive la Argentina1. Elsurgimiento crítico de un pensa-
miento nacional de izquierda lo ha alcanzado. Su literatura se
está tornando clara. Y hasta aplica fugazmente el marxismo, lo
cual es bastante en un comunista argentino. Empieza a enten-
der que la historia liberal es una artería. Y así, el admirador de
Echeverría y Mitre, insinúa ahora, que aunque no acepta a Ro-
sas, para él también están equivocados "los que suponen que
todo el problema consiste en entonar con la mejor voz que se
pueda simplotes himnos a la tradición de Mayo". Esta tradición
de Mayo, obra maestra de la superchería histórica, a la que
Agosti adhirió durante toda su vida y en todos sus libros. Un
salto así es mortal pero no denigrante. Es verdad que aún es
bastante ambiguo, ininteligible a ratos, como esa misma feligre-
sía liberal de la que ahora se desprende pero con la que comulgó
afectuosamente. Mas ya no podrá retroceder en la buena ruta. Y
esto es lo que necesita la intelectualidad de izquierda; compren-
der lo nacional, única forma honrada de servir al país. Sobre todo
cuando se cree cumplir con una vocación intelectual. Que es el
caso de Hector P. Agosti.
En su nueva posición dirá "que el rosismo comporta la tenden-
cia a un pacto con aquello que se negaba a morir mientras el li-
beralismo implicaba una complacencia con todo cuanto impedía
el nacimiento de lo nuevo". En realidad, no dice nada. Pero
niega, a medias, su antigua fe liberal a través de un compromiso
dialéctico con su propia conciencia. Ataca, ahora a los "intelec-
tuales libres" -a los Francisco Romero, Canal Feijóo, Martínez
Estrada, Borges, etc.- Y lo hace por primera vez. Es verdad que
antes que él lo han hecho otros. Pero tiene sus alcances que
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1 El rodeo de Agosti puede comprobarse en sus dos últimos libros -en real-
idad uno solo- "Nación y Cultura" y "El mito liberal". El cambio es tan súbito
que ha debido publicar ambos trabajos, con un breve intervalo de tiempo,
para preparar a una clientela poco flexible a estas viradas que chocan a la
mentalidad momificada en moldes liberales de los grupos de izquierda.
este escritor que acusa de "nacionalistas" a los que han enten-
dido el país antes que él, hable ahora de "des-nacionalización
de sus respectivas patrias", "actitud en la que el liberalismo no
está exento de culpa" y de "las voces del cosmopolitismo a cuya
vigencia no fueron ajenos los epígonos del liberalismo argenti-
no". Este lenguaje, en Héctor P. Agosti es primaveral. Una auto-
crítica de sí mismo. Esa fue la posición que asumió, en tanto
intelectual de izquierda durante toda su vida. También empieza
a comprender la falacia endiosada de Ia cultura intelectual pura,
y habla -es verdad que transportando la cuestión a la Rusia
zarista- de culturas que aunque carentes de alfabeto "pudieron
conquistar esa autonomía nacional que se manifiesta en la vi-
gencia de una literatura propia escrita en la propia lengua mater-
na". Es la tesis que reconoce los elementos irracionales de toda
cultura. Pero si cuando habla de Rusia se acerca al problema,
de retorno a la Argentina, entre declamaciones lacrimosas sobre
los santiagueños analfabetos, confunde como intelectual ape-
gado al racionalismo positivista más rudo, cultura con alfabeti-
zación. Es decir, vuelve al Sarmiento de la iconografía escolar.
En esta oscilación entre Marx y Sarmiento, entre el marxismo y
el positivismo, no puede declararse nacionalista. Y nos parece
bien. Pero está dejando de ser cosmopolita. Que nos parece
mejor. En realidad, un marxista, debe hablar de lucha por la libe-
ración nacional o bien proponer, con relación a los países colo-
niales, una nueva definición del concepto nacionalismo. Pero el
liberalismo de Agosti vive aún hipnotizado por aquel nacionalis-
mo que Grillparzer definía así: "La humanidad a través de la
nacionalidad se vuelve a convertir en bestialidad". Ese nacional-
ismo europeo, que en efecto, en su hora, levantó estúpidos y
fúnebres estandartes tribales. Y a Agosti le aterra el nazismo.
Cosa justa. Pero su miedo es liberal, no marxista. Por eso no
entiende la cuestión nacional. Para un marxista no son incompa-
tibles el amor irracional a la patria con la inserción de la naciona-
lidad en el destino racional de las demás naciones. El mismo
Khruschev, ha puntualizado la necesidad de este nacionalismo:
"No debemos ignorar las posibilidades de la influencia burguesa
y nuestro deber es combatirla y luchar contra la penetración de
las ideas extranjeras, de las costumbres extranjeras en nuestro
pueblo, y especialmente en nuestra juventud". Si Agosti hubiese
comprendido este problema no necesitaría caer en estas frases
acobardadas, prisioneras de su propio pasado ideológico:
"...Ahora suele decirse que nosotros (los comunistas) usamos el
sentimiento nacional". Y agrega que sus críticos -la intelectuali-
dad liberal y de izquierda- le reprochan que se sitúe al margen
del marxismo, "en las peligrosas vecindades del nacionalismo".
Como se ve, el tránsito es gemebundo. Por eso, Fermín Chá-
vez, ha caracterizado a Agosti "como una variante liberal del
marxismo argentino". No hay tal marxismo argentino1. Pero
nuestros comunistas se merecen la mixtura por degradar al
marxismo. Héctor P. Agosti siempre ha sido pedante y escolás-
tico. Y lo sigue siendo. Así caerá en esta minucia de las distin-
ciones verbales: "Somos nacionales no nacionalistas". Y como
no define el término "nacionales", cono no lo asocia a la lucha
nacional, en realidad, se declara nacionalista vergonzante. Im-
precisión característica de los intelectuales intermedios entre la
abstracción y la realidad que como el perro dejan Ia presa por la
sombra. En la travesía de ser autoconciencia crítica cree haber
saltado el pozo cuando está dando vueltas alrededor de él. Lo
saltará. El marxismo es más inteligente que los "marxistas". Por
la buena senda dirá: "repudiamos el cosmopolitismo sin alma y
sin fronteras que quisiera abolir las diferencias nacionales en
nombre de la universalidad de la cultura, pero no nos cerramos
a cal y canto a las comunidades con los demás pueblos, porque
en esa internacionalización de los intercambios reside justamen-
te el proceso universal de la cultura como un todo fluyente cine
busca su general equilibrio". Es la tesis correcta. La cultura no
sólo es resistencia sino apropiamiento y reelaboración. Más
aún, es casi la tesis de Lenin sobre la cuestión nacional. Es cier-
to que, a diferencia de Lenin, no plantea Ia lucha de clases,
colocada en la base de toda cultura, y que introduce importantes
variantes en la forma, contenido y dirección de cada cultura
nacional. Lo cual no le impide a Héctor P. Agosti endilgarles a
quienes como yo, no han perdido de vista esta relación esencial
el sambenito de la "teoría nacionalista de la cultura".
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La formación de la
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1 Estas relaciones entre nacionalismo y marxismo las he examinado más a
fondo en un libro reciente. Ver Hernández Arregui, J. J.: "Nacionalismo y li-
beración", Ed. Hachea, Bs. As., 1970. (Nota 2a Edición.)
Héctor P. Agosti, intelectual pequeñoburgués, empieza a de-
sembarazarse de su clase nadando en todos los estilos. No
domina ninguno. Pero el flotador de Marx lo salva del naufragio.
Como intelectual liberal, hasta hace poco, anteponía las ideas a
la práctica. Admiraba el "progreso", a la "generación del S0", y
todavía se empantana cuando considera a Rivadavia y Sar-
miento precursores de... ¡la reforma agraria de Rodolfo Ghioldi!
AI mismo tiempo, habla con desdén de Grosso grande, en cuya,
concepción histórica -el mitrismo- el propio Agosti se formó. En
otra prueba de su fijación al pasado escribirá: "...Mitre que supo
escribir una historia parcial (como lo son todas) aunque más sis-
temática, más preocupada por encontrar las raíces sociales de
los problemas argentinos". Mitre lo único que encontró fue la fór-
mula de la deformación clasista de la historia nacional. Y así,
Mitre sigue ordenandolas ideas del liberal Agosti que quiere ser
marxista. Hay muchos contrasentidos en la cabeza del intelec-
tual comunista. En efecto, es un contrabando hablar al unísono
de Mitre v de la "década infame". Un término, este último, oriun-
do del pensamiento nacional, e históricamente hablando, la
negación del mitrismo en tanto desenmascaramiento de la oli-
garquía portuaria en el período posterior de su descenso históri-
co. Repitiendo a Rodolfo Ghioldi -maestro algo estropeado- re-
chazará al peronismo pues no se adapta a ¡la definición socio-
lógica de las revoluciones! El peronismo no entra en las catego-
rías lógicas de este escolasticismo muerto. O sea, como H. P.
Agosti no entiende el movimiento de masas lo suprime. Esteban
Echevería, un prócer del Barrio Norte -para Agosti-es más re-
volucionario que Perón. Odiado por el Barrio Norte. Estas cosas
no se cohonestan con su crítica al liberalismo, aunque ahora, en
el amanecer sobre las ruinas de sus propias idolatrías, hable
con sigilosa simpatía de los "cabecitas negras". Oscila entre
estatuas de yeso y el pueblo. Entre su liberalismo, las consignas
del partido y su conciencia.
No es suficiente declararse adversario casi quejumbroso del li-
beralismo, ni hablar con bastante incerteza de una "voluntad
antiliberal" del pueblo argentino. No es el marxismo, por otro
lado, el que le ha hecho antiliberal, sino la lucha del pueblo. De
su pueblo. Al que él, como intelectual de izquierda, ignoró con
arrogancia. Esa misma intelectualidad liberal que ahora en Ia
línea de Occidente, determina por exigencias de las consignas
mundiales, el ataque de Agosti al liberalismo. No es mucho méri-
to para un "marxista". Pero es suficiente en la Argentina. Todavía
piensa, equilibrista entre su pasado y su presente, que esa inte-
lectualidad es defendible, "por su sentido predominantemente
democrático de su gestión en América". Es mentira, Pero de es-
te modo, sepulta sus viejos compromisos liberales en el osario
nostálgico de su historia personal. Al mismo tiempo, con relación
al presente, comienza a negar críticamente a esa intelectuali-
dad. Dirá: "El papel de los intelectuales en la sociedad capita-
lista ha sido servir como mediadores entre las clases ligadas en
Ia producción lo cual determina que no tengan intereses propios
en el sentido de constituir una clase o una formación social inde-
pendiente". Ha en-tendido mal a José Stalin, que ha escrito so-
bre los intelectuales como integrantes de una capa social en
otro sentido. Para Marx -para el mismo Stalin- no es que la inte-
lectualidad no constituya una clase. Lo que pasa, es que, en tan-
to perteneciente a una capa social especializada, tal situación
aparece como independiente -una forma de la alienación ideo-
lógica-en la conciencia del intelectual, sin que por eso los inte-
lectuales en general dejen de servir a la clase que pertenecen,
particular-mente a la pequeño-burguesía, y por esta vía, a la
burguesía dominante. "Las modalidades personales del indivi-
duo -es-cribe Marx- pasan a segundo término frente a las que
les impone la profesión que desempeña, la clase a que perte-
nece, etc. Claro que el capitalista o el rentista por ejemplo, no
dejan de tener su personalidad; pero ésta se ajusta a los moldes
do la clase, de la idiosincrasia bien definida, de la cual es miem-
bro. Los rasgos que los distinguen son los comunes a todos los
miembros de su clase, diferentes a los de cualquier otra clase".
La intelectualidad es algo más. Dentro de las capas de una cla-
se hay subcapas: "Así como antaño una parte de la nobleza se
colocó al lado de la burguesía -escribe Marx- en nuestros días
una parte de la burguesía hace causa común con el proletaria-
do, sobre todo, esa parte de los ideólogos burgueses, que ha lle-
gado a la inteligencia teórica del movimiento histórico en su con-
junto". Pero aún en este caso, los ideólogos revolucionarios lo
hacen como minoría intelectual que se niega a sí misma como
clase burguesa, y por ende, siguen pensando críticamente co-
mo clase contra su clase. UNTREF VIRTUAL | 11
La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
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Héctor P. Agosti, hasta hace poco enemigo de la "teoría nacio-
nalista de la cultura" -y con razón-, ahora habla de "la expansión
de la cultura nacional". Que es prohijar la tesis negada. Hay, sin
embargo, en su actual itinerario, varias adquisiciones positivas:
1º Afirma que "la crisis de la cultura argentina es una crisis es-
tricta del liberalismo argentino". En realidad, lo exacto es decir
la crisis del imperialismo con su superestructura ideológica en
su variante colonial derivada. 2º Es correcta su posición actual
sobre el papel negativo de la "intelligentzia" al servicio de la oli-
garquía y del imperialismo y sobre el desprecio de esa "intelli-
gentzia", "grotescamente aristocratizante", al pueblo; sobre la
colonización pedagógica consecuencia de la colonización; so-
bre la depresión de las culturas provincianas por razones tam-
bién económicas, y su afirmación: "El imperialismo pretende
efectivamente abolir los contenidos nacionales específicos de
cada pueblo para mejor introducir el sucedáneo de un pensa-
miento supuestamente universal". 3º Es justa la crítica -fruto de
sus lecturas más recientes- a la intelectualidad nucleada
alrededor de la Resista Sur, y a la que hasta hace poco llama-
ba "progresista". 4º Son correctas también sus apreciaciones
sobre el carácter social del lunfardo, el compadrito, etc. 5º Tam-
bién es interesante -a pesar de la impropiedad del lenguaje a
que lo obligan sus prejuicios favorables sobre la inmigración- su
afirmación, "...Buenos Aires, Ia ciudad de la jactancia blanca,
fue oscureciendo su tez con el aporte de los cabecitas negras.".
No se trata, empero, de una cuestión de pigmentación, sino de
nacionalización cultural de la ciudad puerto. Pero ya es bastante
en un intelectual comunista de Buenos Aires. 6º Es plausible
que ahora acepte una "herencia cultural" hispánica, otro des-
cubrimiento que invalida todos sus libros anteriores. 7º Es va-
ledera su opinión sobre la creación por el imperialismo de
"mecanismos de sumisión" intelectual "encargados de informar-
nos sobre nuestra incapacidad", tanto como su crítica al intelec-
tual separado del pueblo. 8º Defensor acérrimo de la inmigra-
ción, está en plena revisión de sus ideas. Ahora dice: "El hete-
rogéneo y sutil mecanismo de apartamiento, conmovido a veces
por nostalgias de la apetecible cultura de ultramar, hizo que se
quebrara la continuidad de una línea nacional exigua pero au-
téntica". 9º Es afirmativo que diga "es la conciencia histórica de
nuestra individualidad nacional el solo camino por el que algún
día podremos arribar a la universalidad". 10º También es prome-
tedor que este ene-migo de la "teoría nacionalista de la cultura",
hable de "conciencia nacional", de "década infame", "de deser-
ción ante el hecho nacional', aunque se apoye, al utilizar estos
términos nacidos en el país y al calor de Ia lucha nacional -no
de los libros-, en un escritor extranjero, A. Gramsci. 11º También
es elogiable su concepción de Ia América Latina como cultura,
aunque -según dice- no entre a discutir la "atomización de Sud
América", posiblemente por temor a ser sospechado de trots-
kista. Temor infundado, por lo demás. 12º Es loable que ahora
resuma su posición así: "Ahora ya sabemos que la cultura
nacional -no la encrespadamente nacionalista (sic)-... es insepa-
rable de la independencia nacional". Acepta ahora que 1930 fue
una época crítica en nuestro destino cultural. Pero ha esperado
treinta años para decirlo. 13º Es aceptable su tesis: "Es cierto
que en América Latina hay corrientes nacionalistas de profunda
inspiración antiimperialista", tanto como que existe "un cosmo-
politismo disolvente del espíritu nacional". Por lo cual ataca a
Jorge Luis Borges. Y por este rumbo, también con tino, exige
una literatura "con raíces en la Argentina, de inspiración nacio-
nal, y por lo tanto nacionalista" con el país. Lo cual es tanto una
verdad parcial cómo unainterpretación reaccionaria de Lenin al
no esclarecer el contenido de clase del "nacionalismo" en la
Argentina. 14º Habla en seguida de que: "el sentimiento nacio-
nal del pueblo argentino -nacional no nacionalista- se afianza
cada día". Lo cual es aproximarse a Lenin en un merodeo teóri-
co tambaleante y oportunista.
Como se ve, son muchas las coincidencias con Héctor P. Agosti.
Y su pensamiento actual, se ha dicho, interesa porque refleja el
cambio de la intelectualidad de izquierda frente al país.
Pero lo positivo no excluye la verdad por aquello de un lugar
para cada cosa y cada cosa en su lugar. Lo que olvida Héctor P.
Agosti, es que esas ideas, jamás sostenidas por él antes de
ahora, las ha tomado de escritores de la línea nacional de
derecha o de izquierda, al revisionismo histórico, a Leonardo
Castellani, a José María Rosa, a Rodolfo Puiggrós, a Arturo
Jauretche, a Jorge Abelardo Ramos. A mí mismo. No se trata
aquí de litigar sobre una presuntuosa prioridad de las ideas. Que UNTREF VIRTUAL | 12
La formación de la
conciencia nacional
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para eso son. Para circular y contribuir a la conciencia nacional
de los argentinos Pero a lo que no tiene derecho Héctor P. Agos-
ti, es a presentar como propias ideas que ayer negaba, en tanto
acusaba de "nacionalistas' -que en la jerga comunista es sinóni-
mo de fascismo- a escritores anteriores de cuyas ideas se apro-
vecha. Si el señor Héctor P. Agosti cree que deformando el pen-
samiento ajeno, y además, apropiándose de él, se comporta
como un marxista, corre el riesgo de repetir al célebre persona-
je de Par Lagerkvist: "Desde entonces, aquí, no hay más enano
que yo".
Ernesto Sábato y la crítica de izquierda
El caso Agosti anuncia la posibilidad de un reencuentro de la in-
telectualidad de izquierda con el país. Ya Agosti ha dejado atrás
aquella época de Perón en que su ensayo sobre Esteban Eche-
verría era elogiado por Carlos Alberto Erro, un liberal irredento,
con el argumento que la obra era un aporte útil "en la grave hora
que nos toca vivir". Echeverría, como símbolo andrógino, servía
a liberales y comunistas de máscara contra Perón. De odio al
pueblo. Esto demuestra adónde estaba la intelectualidad liberal
y la titulada "marxista". Una izquierda "marxista" que en el mejor
de los casos jamás superó a aquel prosélito de Marx, para quien
el paso del politeísmo al monoteísmo se debió a que un Dios es
más barato que muchos. Era esa grosera degeneración del
marxismo, la que le hizo exclamar al propio Marx: "¡Yo no soy
marxista!".
Esa intelectualidad de izquierda ratifica el pensamiento de Fich-
te, para quien, en una verdadera nación, "el gran pueblo es edu-
cable; sus educadores prueban sus descubrimientos en el
pueblo y quieren derramarlo sobre él. En cambio en una nación
de la segunda especie, las capas instruidas se separan del pue-
blo y lo consideran un ciego instrumento de sus planes". Héctor
P. Agosti no entiende el problema planteado por Fichte, en la
medida que él mismo es un intelectual separado del pueblo. Así,
luego de su crítica a la "intelligentzia" liberal se pregunta: "¿Por
qué no se consideran capaces de influir efectivamente en la di-
rección y renovación cultural argentina? ¿Por qué se obstinan
en oponer al diálogo murallas infranqueables?". El lenguaje es
casi implorante. Le vamos a contestar nosotros ya que los des-
tinatarios están sordos: La muralla infranqueable que presentan
esos intelectuales es su propia podredumbre como lacayos del
imperialismo, de la gran prensa, de la Universidad, de todo el
aparato de sometimiento aceptado por una inteligencia que ha
desertado del país, y cuya connivencia de ayer con los comu-
nistas, al vaivén reaccionario de la situación mundial, ahora se
torna comprometedora para esos intelectuales progresistas".
Por eso eluden el diálogo. Tal el enigma que acongoja al liberal
de izquierda Héctor P. Agosti. El propio Agosti lo dice alicaído:
"el doctor Manuel Derqui, mi antiguo profesor en el Colegio Na-
cional Mariano Moreno, nos convencía de que el liberalismo era
la substancia misma de la nacionalidad". Héctor P. Agosti -según
dice- tenía sus dudas. De las dudas parece irse curando. Pero
no de su sectarismo.
Prueba del sectarismo de la izquierda, la da el mismo Agosti re-
ferente al escritor Ernesto Sábalo, que examinó públicamente
en 1958 su condición de intelectual hasta entonces alejado del
pueblo1. Hemos atacado a Ernesto Sabato en otro trabajo. Pero
justamente, cuando Ernesto Sabato, abraza la posición nacional
y en un momento en que tal decisión impone sacrificios y no fa-
cilidades, Héctor P. Agosti arremete contra Sabato desde la trin-
chera antinacional. Ernesto Sabato no necesita defensa. Pues
su mejor alegato está en esta actitud de la izquierda frente a su
posición de argentino que implica una ruptura con su pasado
ideológico, y un enrolamiento en la gran causa nacional. Esta es
la diferencia entre Ernesto Sabato y sus críticos de "izquierda".
El caso de Ernesto Sabato es también un síntoma del cambio
que se opera en determinados sectores de la intelectualidad li-
beral. Este escritor ha sido y sigue siendo adverso a Perón, pero
ha planteado la cuestión argentina en términos de lo nacional y
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La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
Arregui
1 En la mesa redonda efectuada en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociale, de la Universidad Nacional de Buenos Aires, con la participación de
Enrique Grande, Rodolfo Ghioldi, Agustin Rodriguez Anaya, L. Domingore-
noa, O. Albrieu y J. J. Hernández Arrogni. El debate fue publicado con el
nombre de Tres Revoluciones ese mismo año.
lo antinacional, sobre todo, con referencia al problema del inte-
lectual y el pueblo. Y lo ha hecho como confesión y acusación.
En esta elección, ha cuestionado a los próceres de la oligarquía.
Ha ubicado a Sarmiento en su lugar, y distinguido 'el carácter li-
terario valioso de su obra de su intención histórica apócrifa. Lo
ha hecho no como literato puro sino como escritor solidario con
su pueblo. Y así, este enemigo de Perón, ha dicho: "Perón poli-
tizó profundamente la vida del país y de una manera u otra hizo
concurrir a la política a los sectores más diversos de la Nación".
Estas cosas no se las perdonan ni la inteligencia liberal, ni la
izquierda. Pues Ernesto Sabato, hombre de una generación sa-
crificada, enjuició también a esa izquierda sin conciencia nacio-
nal que invalidó a la propia generación de Sabato al segregarla
del país. Un país en el que, como el propio Sabato lo ha dicho,
eran malas palabras, en 1930, la bandera o el ejército. Dijo algo
más: "si yo fuese obrero y estuviese aquí hablando de libertad,
en favor de la libertad, tendría todo el derecho del mundo a
comentar que mucho antes que Perón subiese al poder, los
obreros eran bárbaramente apaleados y torturados cada vez
que se levantaban en defensa de sus derechos, de modo que la
famosa palabra libertad"... tendría para ese obrero un sentido
apócrifo y farisaico". Con comprensión del problema dijo: "Se
oye decir en este país, sobre todo en los llamados sectores
democráticos que es malo que exista un conductor". Y analizan-
do este argumente expresó: "El propio Marx ha dicho que la his-
toria se hace en condiciones determinadas o predeterminadas
ajenas a la voluntad de los seres humanos, pero la historia la
hacen los hombres y naturalmente los grandes hombres. No
alcanzo a comprender cómo Churchill, por el solo hecho de ser
inglés, haya de ser un líder aceptable y no han de serlo otros
que no gozan de tan privilegiada nacionalidad". Por eso Sabato,
a diferencia de la izquierda cipaya, aunque tarde, ha compren-
dido las causas del triunfo de Perón: " ...las banderas nacio-
nales habían sido abandonadas por nuestra élite, y en cambio,
habían sido empuñadas por las masas que tan a menudo han
sido calificadas de chusma iletrada, y hasta lo que es cruel-
mente paradojal, por los líderes de la llamada izquierda".
Sabato, incluyéndose en ella, ha condenado a esa intelectuali-
daddistante del pueblo y de sus símbolos. "Y en 1945 volvimos
a equivocarnos, nosotros,anexo precisamente el sector más
ilustrado del país. Dijimos "cabecitas negras", hablamos de
"chusma" y "alpargatas", olvidándonos que esos "cabecitas ne-
gras" habían constituido el 90 % de los ejércitos patriotas que
habían llevado a cabo la liberación de América... ¡Qué fácil es
despreciarlos ahora desde nuestras aulas! Pero no hay todavía
un auténtico monumento para aquellos soldados anónimos de la
libertad americana, para aquellos descamisados de nuestro
ejército republicano, mientras hay tantas monumentos y tantas
calles para generales que no tienen el mérito de aquellos héroes
anónimos".
Ernesto Sabato podrá parecer un caso aislado. Ningún escritor
de la generación europeista a la que pertenece ha tenido su
probidad intelectual. Pero la actitud de Sabato responde a un
reencuentro de parte de esa "intelligentzia" con el país. Su voz
será escuchada por promociones intelectuales más jóvenes.
Y esta confesión suya, a más de su valor humano, es también
conciencia del papel que h "intelligentzia" ha cumplido bajo la
oligarquia, es decir contra ellos mismos como intelectuales, en
lo esencial, argentinos frustrados y no siempre culpables. Ha si-
do el peronismo, la fuerza nacional de sus masas, el que ha mo-
dificado el lenguaje de estos argentinos errados pero no envile-
cidos. El mismo Ernesto Sabato, aunque siempre vacilante y
contradictorio, es hoy un ejemplo de esa conciencia nacional
victoriosa: "Tenemos que querer ser nación. No debemos resig-
narnos al papel mediocre y humillante de ser una granja, una
colonia o una factoría de pueblos imperiales, por cómoda y
dorada que Sea esa servidumbre para una clase privilegiada".
Si Ernesto Sabato, como literato es controvertible, como hombre
le da la razón a uno de sus escritores favoritos:
"En la memoria del pueblo sólo perduran aquellos que lo amaron".
Dostoiewsky
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La formación de la
conciencia nacional
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La juventud universitaria
La crisis de la izquierda abarca a vastos sectores de la masa es-
tudiantil argentina. Por su composición de clase, el estudianta-
do, en su mayoría, se plegó a la coalición reaccionaria que de-
rribó a Perón. Al producirse la contrarrevolución de 1955, esa
juventud universitaria festejó el hecho como un triunfo grandioso
de la libertad. Y es también un hecho, que estudiantes reformis-
tas y católicos -el culto de la "libertad" los había unido a todos-
se alzaron en defensa de la Universidad que retornaba. 
Los estudiantes, como siempre, mostraron su entusiasmo por
las frases largas. Como ésta de Adela Grondona, escritora de la
clase alta, que figura en su infantil opúsculo "El Grito Sagrado",
premiado por la Sociedad Argentina de Escritores:
"Siempre me encontrarán cuando haya algo que defender; con
mis pobres medios siempre estaré en la lucha por los principios,
por los derechos humanos, por la libertad, por la democracia,
presente ante mi patria".
Esta aristócrata sabía que mentía. Pero los estudiantes creían
en las ideas adornadas con laureles. La intelectualidad que vol-
vía, y así pensaba, era la misma que había dirigido la Univer-
sidad después de la caída de Yrigoyen, la misma que durante el
gobierno del general Justo exaltaba los valores autónomos del
espíritu mientras el pueblo sufría hambre, reinaba el fraude y se
consumaba la entrega del país al extranjero. Los estudiantes
apoyaron ese retorno, sin comprender que detrás de las gran-
des frases -patrióticas, políticas, filosóficas, religiosas- se mo-
vían las fuerzas siniestras que dividen a una patria colonizada.
Bien pronto esas frases mostraron su almendra. Jamás la Ar-
gentina ha conocido un período tan anárquico. Sólo en el año
1957 -hecho único en la historia de la Universidad Argentina- se
produjeron 92 conflictos estudiantiles. En 1959 llegaban a 250
de diversa índole. Un rector, Alejandro Ceballos, aconsejaba a
los estudiantes el labradío de la tierra. Bien pronto, el estudian-
tado levantó su protesta. Pide ahora la "revisión de todos los
concursos", se denuncia la violación de la "autonomía universi-
taria". Ni una sola Universidad argentina se libró de huelgas,
petardos y cargas policiales. Mientras tanto, 4.000 profesores y
funcionarios del periodo peronista, fueron separados sin juicio
de la Universidad. Pero a la orientación del estudiantado argentino
ha seguido la toma de conciencia frente al problema nacional.
Es una actitud reaccionaria no comprender este cambio opera-
do en millares de estudiantes. No sólo han variado, sino que hoy
enjuician sus propias creencias. Hasta la Reforma Universitaria
de 1918, es analizada desde otros ángulos, y se empieza a en-
tender, cómo sus principios, en realidad, fueron armas de la anti-
nación.1
Conviene, por eso, hacer un poco de historia.
En 1955, los estudiantes católicos, no se declaraban reformistas
"en cuanto a su ideología y espíritu", pero -agregaban- "nos
encontramos dentro de su tradición histórica": 
"Caído el régimen de la dictadura y la corrupción, vemos con
júbilo las posibilidades de libertad y democracia que se abren en
el panorama nacional. Posibilidades que se tornan garantías si
la revolución toma la responsabilidad de encauzar la vida na-
cional dentro de normas democráticas de libertad y justicia
social".
Este era el pensamiento de estudiantes católicos frente a una
Universidad avasallada, en la que la mayoría de los profesores,
paradójicamente, habían sido católicos.
Este documento católico es similar a los que lanzaba la F.U.B.A.
La Liga de Estudiantes Humanistas, en represen-tación de siete
facultades, aunque invocaba a Santo Tomás, Maritain, Seheler,
Julián Marías, etc., adhería a la F.U.A.:
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conciencia nacional
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Arregui
1 Esta nacionalización del estudiantado es cada vez más notable desde
hace diez años y ya tiene sus mártires. (Nota 2a. Edición, 1970.)
"AI caducar las autoridades universitarias nombradas por el ré-
gimen anterior y efectuada la toma del gobierno de la Universi-
dad y sus facultades por la FUGA, la Liga adhiere a sus declara-
ciones al respecto".
En el mismo manifiesto, los estudiantes católicos apoyan las
persecuciones y cesantías de profesores nombrados durante el
gobierno de Perón, la autonomía universitaria, 'el programa de
la Reforma del 18 y otras medidas reformistas.
Por la misma época -1956- la Federación Juvenil Universitaria
Comunista de la Capital Federal, denunciaba:
"la intervención de los EE.UU. en Nicaragua, el asesinato del
patriota Sandino, los pactos militares que amenazan la sobe-
ranía nacional".
Ese año caían, bajo los pelotones de fusilamiento, argentinos
que resistían el retorno de la oligarquía. Pero los estudiantes
callaron.
Pronto la unidad estudiantil sufrió el colapso provocado por la
cuestión religiosa. La Iglesia fue la primera sorprendida. La caí-
da de Perón convirtió la vuelta de la oligarquía al poder -hecho
deseado por la Iglesia- en la expulsión de los profesores católi-
cos y su substitución por la izquierda liberal. Al mismo tiempo,
ya utilizada la masa estudiantil como fuerza de choque contra
Perón, se la convirtió en instrumento para dividir, sincrónica-
mente, a las fuerzas ideológicas del propio movimiento estu-
diantil. Durante el gobierno de Perón, se había aislado a los es-
tudiantes de la clase obrera por la acción subterránea de la mis-
ma Iglesia y de los partidos políticos, y una vez logrados los
objetivos, se inició la fragmentación y debilitamiento del estu-
diantado.
La cuestión de las Universidades católicas substrajo a la masa
estudiantil del problema nacional, agudizando el cisma. En este
enfrentamiento, los grupos católicos y reformistas se acusaron
de servir al comunismo y al imperialismo respectivamente.
Todas las publicaciones reformistas referentes a la cuestión reli-
giosa, esgrimieron el argumento inobjetable que las llamadas
"Universidades Libres", no son libres, en razón de que en ellas
laenseñanza es orientada dogmáticamente por la doctrina cató-
lica. Pero no sabían que la llamada "libertad de la cultura" en la
Universidad oficial, es tan dogmática como la católica. La Uni-
versidad orienta la enseñanza como sistema educativo de la
clase dominante. Los serios incidentes promovidos por esta
cuestión, culminaron en una manifestación reformista de
200.000 personas que preocupó a la propia Iglesia. La juventud
universitaria fue desviada hacia la vía muerta de una cuestión
áspera y de segunda importancia con relación al país. En ambas
tendencias, vistas las cosas a la distancia, se percibe la acción
oculta de las fuerzas liberales o eclesiásticas que dirigieron el
conflicto. En un manifiesto reformista se lee:
"No cabe duda que esta batalla heroica en favor de la Cultura y
el Progreso ha enrolado a todo el estudiantado... Los estudian-
tes secundarios hemos levantado con orgullo y firmeza la tradi-
ción sarmientista y laicista, porque queremos estudiar más y
mejor, sobre bases racionales y científicas, y salimos a la calle
a defender ese legado. Sabemos a ciencia cierta que no esta-
mos solos. Nos acompañan y nos acompañarán aún mas, nues-
tros profesores que nos enseñaron a defender con pasión el
ideal de Echeverría, Moreno y Sarmiento".
Documento en el que es visible la mano de la oligarquía tras el
lenguaje de la Reforma del 18 en su mistificación liberal poste-
rior. Sin embargo, la conciencia histórica del país unida al mo-
vimiento de masas, empieza a penetrar en el estudiantado. En
otro comunicado reformista se lee:
"La amenaza fundamental la constituye el problema creado arti-
ficialmente por el P. E. con el que se intenta, quizá, ocultar pro-
blemas más graves al país. La prensa no nos ayuda. Intenta
crear la impresión de que existe una división en el ambiente uni-
versitario"
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La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
Arregui
En un manifiesto de estudiantes de izquierda, se toca la cues-
tión en forma más categórica todavía:
"Entendiendo que la enseñanza, la difusión de la cultura, es uno
de los medios que utilizan las clases explotadoras para man-
tener su dominio, su forma de vida y de pensamiento, y para
formar el equipo de técnicos, intelectuales e ideólogos a su ser-
vicio, es que los estudiantes debemos oponernos con todas
nuestras fuerzas a estos intentos".
...........................................................
La reaparición del problema no es casual, sino que forma parte
del proceso general de la lucha entre las clases dominantes por
la posesión de los instrumentos de dominio, en este caso la
enseñanza. Si la oligarquía perdió el control del Estado, hoy en
manos de la burguesía nacional industrial, no por ello se resigna
a perder el control de las instituciones".
...........................................................
"Al mismo tiempo esa burguesía industrial nacional muestra su
disposición a convertirse tan sólo en socio menor del imperialis-
mo, entregando al país a éste, a la vez que pacta con el clero y
la oligarquia. Es decir, que el Art. 28 está en la misma línea que
la entrega del petróleo, los pagos a Ia ANSEC, Ia venta del Di-
nie, la base yanqui de Ezeiza, la indemnización a la Cía. Primi-
tiva de Gas, el portaaaviones, los acuerdos con la CADE, etc.".
Es el país que desborda a la FUA el que nutre la decepción es-
tudiantil. La misma FUBA se plantea críticamente la situación.
En el Boletín Informativo del organismo, en octubre de 1958 se lee:
"La Federación es un organismo un poco abstracto, que hace o
deja de hacer desde una suerte de torre de marfil alejada o al
menos desvinculada de la base".
O sea, que la masa estudiantil, después de la experiencia de
dos años de "libertad y democracia", no sabe qué hacer con los
mitos vacíos y exige desorientada participación en la lucha
nacional, de vuelta ya, del frenético y estúpido delirio de 1955.
En este período, el estudiantado empieza a comprender eh qué
consiste la esencia de esa "democracia", la verdad sobre una
"intelligentzia" mártir a Ia que ahora conoce en las cátedras en
toda su ineptitud. Simultáneamente, se nota el acercamiento al
movimiento obrero y una defensa implícita del peronismo:
"Es así que la política gubernamental se caracteriza por un mar-
carlo contenido antinacional y antipopular: se persiste en el cri-
terio de desnacionalización del gobierno de facto (es decir de las
empresas nacionalizadas. JJHA); se sigue con el criterio de
romper el movimiento obrero... no se toma ninguna medida para
solucionar el pavoroso problema del costo de la vicia, se entre-
ga la política petrolera así como la política energética a los con-
sorcios internacionales".
En otro documento de la FUBA se dice:
"Es así que después de haber entregado al imperialismo nuestro
patrimonio energético, parte de nuestro territorio la base de
Ezeiza, el Frigorífico Nacional, de defender los intereses de
aquél ante las Naciones Unidas, de intentar destruir v oprimir
violentamente el movimiento obrero, de enajenar nuestra cul-
tura, de aplicar el plan de austeridad del Fondo Monetario Inter-
nacional, el gobierno para poder asegurar el cumplimiento de
tales designios asegura la paz social a punta de tanques y ba-
yonetas".
La "democracia" y la "libertad" iban cayendo hechas pedazos.
En otro manifiesto del mismo organismo estudiantil, esta vez del
centro Reformista de Medicina, se lee:
"Chantaje político de los actores v decanos, cada vez que el
estudiantado intenta tomar medidas que permitan arribar a un
feliz término para el movimiento... luchamos por la Reforma Uni-
versitaria y no por mantener en sus puestos a rectores y de-
canos que claudican en los momentos más agudos de la lucha".
Así se desmoronaba otra ilusión reformista, Ia "solidaridad de
profesores y estudiantes" que había concitado el júbilo del estu-
diantado al caer el régimen popular. Era la misma Federación
Universitaria que, un año antes, había declarado:
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La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
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"La vuelta de los poderes constitucionales, la existencia de un
régimen de libertades democráticas, son premisas que han de
posibilitar la acción constructiva del movimiento estudiantil...
Iniciando una nueva época en la vida nacional, un parlamento
elegido por el pueblo se reúne para dirigir los destinos de la Na-
ción. El movimiento estudiantil tiene las posibilidades de hacer
llegar sus opiniones al recinto del Congreso Nacional, otrora
cerrado a cualquier reclamo popular'.
La voz estudiantil llegó al Congreso. Pero de una manera dis-
tinta. En una declaración de la FUGA se acusa a los legisla-
dores que "con su bochornosa actitud han hecho vacilar la fe de
una generación en las instituciones republicanas, han hecho
que la juventud argentina se retirara desilusionada y rencorosa
en su primera experiencia democrática al ver cómo se traicionó
vilmente la voluntad popular".
El estudiantado reformista, ahora, se siente incomunicado, en
medio del silencio de la prensa que había avivado el fuego y
alentado la toma de las facultades por los estudiantes. El re-
traimiento de los propios profesores a horcajadas ayer del mo-
vimiento estudiantil, mostraba su raíz antinacional y la falacia
del pensamiento de izquierda sometido a la voluntad política del
Estado, es decir, al sistema burocrático de la educación.
En 1958 el estudiantado reformista comprendió cómo había si-
do utilizado. La Convención Nacional de Centros de la F.U.A. en
pleno, dirigió a Gabriel del Mazo, uno de los líderes de la Re-
forma de 1918, una carta abierta al "viejo maestro y reciente
ministro", en la que se le preguntaba: "¿Tenemos un maestro
menos?". Era el mismo maestro al que los estudiantes reformis-
tas veneraban y consultaban en la época de Perón. En la carta
se le recuerda a Del Mazo que "Ia unidad de nuestro pueblo, la
lucha antiimperialista y la creación de la genuina conciencia
nacional" no se conjugan desde el gobierno del cual es ministro
ton la enajenación del patrimonio nacional

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