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Quinto Semestre 
 
 
 
 
Nutrición en el ciclo de la vida I 
 
Unidad 3 
Programa desarrollado 
 
Nutrición y alimentación en el periodo 
de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
 
Universidad Abierta y a Distancia de México | DCSBA 2 
Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
U3 
 
 
 
 
 
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Nutrición y alimentación 
en el periodo de 1 a 3 
años, preescolar, escolar 
y adolescente 
Imagen de la alimentación en 
edad escolar 
 
Universidad Abierta y a Distancia de México | DCSBA 3 
Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
U3 
 
 
Índice 
Presentación ........................................................................................................... 4 
Competencia específica .......................................................................................... 5 
Logros ..................................................................................................................... 5 
3. Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente ............................................................................................................. 6 
3.1 Aspectos biológicos en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescencia ....................................................................................................... 7 
3.2 Necesidades energéticas y nutrimentales (macro y micro) en el periodo de 1 
a 3 años 16 
3.3 Necesidades energéticas y nutrimentales (macro y micro) en el periodo 
preescolar y escolar ......................................................................................... 22 
3.4 Necesidades energéticas y nutrimentales (macro y micro) en la 
adolescencia ..................................................................................................... 33 
3.5 Planes de alimentación y recomendaciones nutrimentales y alimentarias . 42 
Cierre de unidad .................................................................................................... 56 
Para saber más ..................................................................................................... 57 
Actividades ............................................................................................................ 58 
Fuentes de consulta .............................................................................................. 59 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
U3 
Presentación 
 
A continuación se presenta la antología de la unidad 3, que comprende la “Nutrición y 
alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y adolescente” 
 
Es importante reiterar que durante la revisión de los textos sugeridos, debes tener en 
cuenta lo siguiente: 
 
1. Lleva a cabo una primera lectura para darte una idea general del contenido 
propuesto. 
2. Identifica las palabras que no formen parte de tu bagaje cultura en el área de la 
nutrición humana y de la nutrición en el ciclo de la vida. 
3. Investiga su significado y comprende su relación con el texto sugerido. 
4. Realiza por segunda ocasión una lectura de corrido de tal manera que 
profundices e integres las palabras desconocidas, permitiendo de esta manera 
identificar los planteamientos relevantes. 
5. Recuerda que al final de cada lectura, deberás adquirir la habilidad de manera 
gradual de la comprensión de estas al 100%, a fin de que cada actividad 
propuesta sea resuelta de manera integral mediante el previo análisis de los 
contenidos, favoreciendo la reflexión, interpretación y adquisición de 
conocimientos reales, de tal manera que estos te sean de empleo fácil en tu 
campo laboral al resolver casos hipotéticos de la vida diaria en el campo de la 
nutrición del ciclo de la vida. 
 
 
 
 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
U3 
 
Competencia específica 
Analiza las características anatómicas y fisiológicas en el niño de corta edad (1 a 3 años), 
preescolar, escolar y adolescente mediante la identificación de sus requerimientos 
nutricionales para diseñar un plan de alimentación. 
Logros 
 
Distingue las características aspectos biológicos (anatomía y fisiología), psicológicos y 
sociales en el niño de corta edad (1 a 3 años), preescolar, escolar y adolescente 
 
Identifica los requerimientos en el niño de corta edad (1 a 3 años), preescolar, escolar y 
adolescente 
 
Analiza elementos para diseñar un plan de alimentación en el niño de corta edad (1 a 3 
años), preescolar, escolar y adolescente 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
U3 
3. Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, 
preescolar, escolar y adolescente 
 
 
 
J. Maldonado Lozano y M. Gil Campos 
 
Antecedentes 
Antes de llegar a la etapa del desarrollo de adulto modificado, que es la que corresponde a 
los niños de 1 a 3 años, es necesario superar dos periodos decisivos, que se superponen 
entre sí y que resultan de correlacionar las necesidades energéticas para el adecuado 
crecimiento y desarrollo con la maduración de los diferentes sistemas orgánicos. 
 
El primer periodo es el de lactancia, que va desde el nacimiento hasta los 4-6 meses de 
vida; al nacer, el lactante sólo es capaz de succionar y deglutir líquidos, y sus aparatos 
digestivo y renal no están maduros. 
 
El segundo periodo o periodo transicional comprende desde los 4-6 meses hasta el año de 
vida, y, en él, el lactante se desarrolla en los aspectos psicomotor, digestivo, absortivo, 
inmunológico y renal; durante esta fase, el desarrollo neuromuscular le permitirá expresar 
su deseo de alimentarse o no. 
 
El periodo de adulto modificado es el que comienza alrededor del año de vida y termina con 
un estadio en el que el niño puede masticar por sí mismo alimentos sólidos y digerirlos, 
hacia los tres años. 
 
En esta etapa, todos los órganos y sistemas han alcanzado un grado similar al del adulto, 
y los mecanismos fisiológicos han madurado. El niño realiza avances importantes en la 
adquisición de funciones psicomotoras (lenguaje, marcha, socialización) y aprecia 
variaciones de sabor y color de los alimentos, lo que le permite incorporarse 
progresivamente a la dieta familiar, preparada y condimentada para su edad. Este periodo 
se caracteriza por ser una etapa de transición entre la fase de crecimiento acelerado propia 
del lactante y el periodo de crecimiento estable que se extiende desde los 3 años hasta el 
comienzo de la pubertad. 
 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
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Durante estos años se produce una desaceleración de la velocidad del crecimiento lineal 
con respecto a la que tuvo el niño durante el primer año de vida y a la que tendrá 
posteriormente durante la adolescencia. En contraste con la triplicación del peso al nacer 
que ocurre en los primeros 12 meses, transcurre otro año antes de que se cuadruplique 
dicho peso. Asimismo, la longitud desde el nacimiento aumenta en un 50% durante el primer 
año, pero no se duplica hasta los 4 años aproximadamente. En este periodo, el peso medio 
pasa de 9,5 a 14 kilos (es decir, un aumento del 50% prácticamente); y la talla media, de 
74 a 96 centímetros. 
 
La composición corporal a estas edades se mantienerelativamente constante. La grasa 
disminuye de manera gradual durante los tres primeros años de vida. Las proporciones del 
cuerpo en los niños pequeños cambian de manera importante. A medida que aumenta la 
actividad física, las piernas se enderezan, en tanto que los músculos abdominales y de la 
espalda se ajustan para dar apoyo al niño ahora erguido. Estos cambios son graduales y 
sutiles. 
 
 
3.1 Aspectos biológicos en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, 
escolar y adolescencia 
 
Periodo de 1 a 3 años 
En el periodo comprendido entre el año y los 3 años, el niño debe aprender a masticar y, 
progresivamente, a descubrir diferentes gustos y texturas, con el fin de incorporarse poco 
a poco a la dieta familiar, ejercitando patrones específicos que influirán decisivamente en 
sus hábitos alimentarios de adulto. Por lo tanto, el adiestramiento de la conducta alimentaria 
ha de ser lo más correcto posible, con objeto de evitar determinadas aversiones y 
preferencias de alimentos en la vida adulta. 
 
Comer es una actividad vital del organismo y tiene como fin esencialmente satisfacer una 
necesidad biológica cuya naturaleza específica cambia con la edad. Desarrollar esta 
función es una cuestión de evolución y aprendizaje. La alimentación está unida en su 
desarrollo a la maduración de las estructuras del cuerpo. En esta época se termina de 
completar el desarrollo de la mayoría de los sistemas y órganos, especialmente el sistema 
nervioso central, y se realizan avances importantes en la adquisición de funciones 
psicomotoras. Éste es un periodo donde las funciones digestivas y metabólicas van 
alcanzando un grado de madurez suficiente para aproximar la alimentación del niño a la del 
adulto y donde el volumen de ingesta de alimentos presenta un descenso con relación al 
tamaño corporal, sobre todo si se lo compara con la época de lactante. 
 
Las anormalidades que acarrea una mala nutrición durante estos años son irreversibles, no 
se puede recurrir a una segunda oportunidad, ya que la etapa de hiperplasia de los órganos 
se detiene aproximadamente a la vez, tanto en los bien nutridos como en los desnutridos. 
Los niños subalimentados durante este periodo de la vida pueden presentar con el tiempo 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
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retraso en el desarrollo motor, físico, sensorial y psicológico. Por ello, el mejor remedio para 
disminuir la incidencia de enfermedades ligadas a la alimentación es el aprendizaje de 
buenos hábitos alimentarios, y el momento para hacerlo es en estas edades, cuando se 
crean las características del gusto. 
 
Durante estos años, el niño debe aprender a comer, a manejar alimentos semilíquidos y 
más tarde sólidos. Es todo un proceso de desarrollo que implica masticar, saborear y 
familiarizarse con los olores y texturas de los alimentos, así como manipularlos, tragarlos y 
asimilarlos. Hay que tener presente que, a un niño, igual que se le enseña a caminar y 
hablar, se le debe enseñar a comer, tanto en cantidad como en calidad. 
 
El acto de comer es un aspecto importante en la incipiente vida social del niño, y donde las 
experiencias tempranas son potencialmente trascendentales para el establecimiento de 
actitudes y reacciones emocionales. El desarrollo de esta importante función se ve facilitada 
o dificultada por las actitudes y conductas de aquellos que cuidan de él. Los niños no sólo 
intentan imitar las acciones alimentarias de los adultos que están a su alrededor, sino 
también las de los animales que viven en el hogar familiar; por eso es necesario mostrarle 
los hábitos alimentarios y enseñarle a comer solamente aquel alimento que le entreguen 
los adultos. 
 
En este intervalo de edad, un gran número de niños empiezan a ir a guarderías y a comer 
en los comedores escolares, lo que les permite adquirir una serie de normas sociales. La 
comida en común con otros niños estimula el acto de comer, y en el caso de algunos con 
rasgos caprichosos para determinados alimentos les hace variar sus apetencias hacia 
alimentos que antes habían rechazado. Igualmente, allí es donde a algunos niños se les 
inculcan hábitos higiénicos y se les enseña a utilizar los cubiertos. 
 
La creciente actividad social y el contacto frecuente con personas ajenas al medio familiar, 
es otro hecho a destacar. Éstas les ofrecen golosinas, bebidas azucaradas, etc., que les 
resultan más atractivos que la comida normal y conducen en ocasiones a una alimentación 
irregular, observándose la aparición de conductas alimentarías irregulares que pueden 
conducir en ocasiones a una dieta unilateral, deficitaria en algunos nutrientes. 
Otra de las peculiaridades de estas edades es la gran variabilidad de actividad que 
desarrollan unos niños respecto a otros. 
 
Por ello, la alimentación correcta a partir del año hasta los 3 años se basará en la 
administración de una dieta variada, equilibrada e individualizada, de acuerdo con el estilo 
de vida de la familia y la propia constitución del niño que asegure un crecimiento y desarrollo 
óptimos, con el fin de intentar que con un buen aprendizaje de los hábitos alimentarios se 
puedan prevenir algunas enfermedades en la adolescencia y adultez. 
 
 
 
 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
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Periodo preescolar y escolar 
La edad preescolar y escolar se caracteriza por un crecimiento lento y estable, por la 
progresiva madurez bio-psicosocial. Es un periodo de gran variabilidad interindividual de 
hábitos, incluidos el alimentario o el de la actividad física, y con un aumento progresivo de 
influencias externas a la familia, como son los compañeros, los pares, la escuela y las 
tecnologías de la información y la comunicación. 
 
Por lo que se refiere a los hábitos alimentarios, es de destacar que en este momento se 
han adquirido las habilidades neuromotoras y la madurez de órganos y aparatos, incluidos 
el digestivo y renal, que permiten que un niño coma solo, utilizando cada vez instrumentos 
culinarios más complejos, y pueda consumir cualquier alimento e incorporarse totalmente a 
la mesa y a la comida del adulto. 
 
En cualquier época de la vida, la alimentación ha de aportar la energía, los nutrientes y los 
componentes bioactivos necesarios para el mantenimiento de una buena salud, y el comer 
tiene que ser un acto personal y social, satisfactorio y gratificante. En el periodo escolar 
(preescolar y escolar), además de esta función, la alimentación debe favorecer un 
crecimiento y desarrollo óptimos, y el acto de la comida ha de ser un medio educativo 
familiar para la adquisición de hábitos alimentarios saludables, que repercutirán en el 
comportamiento nutricional a corto, medio y largo plazo. Pero, al mismo tiempo, la 
escolarización, que va unida al progresivo desarrollo educacional, psicomotor y social, 
convierte a la escuela en un punto crítico para la educación nutricional, para la práctica de 
la actividad física y otros hábitos saludables, favoreciendo a toda la familia con efecto 
duradero. 
 
Factores genéticos y culturales de herencia son determinantes en el establecimiento de 
patrones alimentarios (Tabla 6). Los hábitos alimentarios y los patrones de ingesta 
comienzan a establecerse en la niñez temprana, a partir del segundo año, y están 
consolidados antes de finalizar la primera década de la vida, persistiendo en gran parte en 
la edad adulta. La agregación familiar para estos hábitos es tanto mayor cuanto más 
pequeño es el niño y más habitual sea la comida de padres e hijos en familia en el hogar. 
El estudio Framingham pone de manifiesto que existe una correlación importante entre la 
ingesta de los hijosy sus progenitores, especialmente con la de la madre, siendo muy 
significativa para la grasa total, la grasa saturada, la grasa insaturada, el colesterol y los 
hidratos de carbono. En este contexto, la predisposición genética a enfermedades con base 
nutricional puede interactuar sinérgicamente con el ambiente físico, social y nutricional 
familiar. Es decir, la genética puede predisponer a un niño a desarrollar la enfermedad, pero 
los hábitos familiares actúan como catalizador para expresarla. Por tanto, hay que destacar 
la gran importancia de la familia en el establecimiento precoz de hábitos dietéticos 
saludables, como queda demostrado en la correlación significativa existente para la ingesta 
de energía y macronutrientes en años sucesivos. 
 
 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
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Durante el primer año de vida, la dieta del niño está muy controlada por el pediatra, ya que 
sus recomendaciones dietéticas se hallan bien establecidas y definidas y son aceptadas y 
cumplidas por los padres. Sin embargo, a partir del segundo año, la familia tiene 
progresivamente más protagonismo en el diseño de su dieta y en su conducta alimentaria, 
lo que puede resultar beneficioso, pero también puede suponer un riesgo para la salud 
nutricional del niño. 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
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Es preciso establecer tempranamente en los niños hábitos dietéticos que aseguren una 
ingesta rica y variada de alimentos con distintos nutrientes, texturas, colores y sabores, que 
le permitan una adecuada nutrición y un óptimo crecimiento, además de adquirir 
progresivamente preferencias alimentarias y una apropiada capacidad de selección. 
 
Durante las primeras etapas de la escolarización, el niño expresa sus sentimientos de 
autonomía y trata de establecer su independencia, bien con el rechazo a algunos alimentos 
que antes le gustaban o insistiendo en comer únicamente una comida o un plato 
determinado. Las preferencias y aversiones del niño por ciertas comidas se configuran en 
gran parte en este periodo de la vida. Probablemente, a excepción de la afición por lo dulce 
y el rechazo al sabor amargo, las demás respuestas a los alimentos son aprendidas. 
 
En este primer periodo, los niños evitan las comidas desconocidas, por lo que la oferta 
repetida del alimento rechazado puede ayudar a su aceptación, dado que la familiaridad 
facilita el consumo. Es necesario, en ocasiones, insistir con un alimento nuevo para que al 
fin sea aceptado. Si esto es interpretado como aversión, se evitará la introducción de 
nuevos alimentos y se correrá el riesgo de disminuir de forma importante la variabilidad de 
la dieta. Recientemente se ha establecido un estándar potencial de referencia para el 
proceso de transición de la leche a la alimentación sólida en niños preescolares en Japón, 
valorando la aceptabilidad de los alimentos. Se observó que el periodo sensible para 
incrementar la aceptación del alimento por el niño fue entre los 6 meses y los 2,5 años. 
 
El preescolar, a diferencia del adulto, es capaz de responder a señales internas de apetito 
y saciedad, y no a señales externas que tienen que ver con el horario de comidas o con el 
aprendizaje social de qué alimentos se deben ingerir en cada una de ellas. Esto hace que 
tenga una gran capacidad de adaptación en cuanto a cantidades en función de la densidad 
energética de los alimentos; por ello se observa que a una gran comida le sigue otra más 
pequeña o a la inversa. Por tanto, es recomendable servir raciones pequeñas y permitir que 
repita. 
 
La importancia de la educación nutricional en los niños preescolares viene determinada 
porque es la etapa en la que inician el control de sí mismos y del ambiente, empiezan a 
interesarse por las propiedades organolépticas de los alimentos, a preferir algunos de ellos, 
a ser caprichosos con las comidas, a tener poco apetito, a ser monótonos, a tener miedo, 
a rechazar o negarse a probar nuevos alimentos. Una dieta familiar adecuada es, además 
de buena para la salud del niño, un seguro para cuando éste se vaya incorporando 
progresivamente a la vida social y escolar fuera del hogar y quede expuesto al modelo de 
hábitos dietéticos de sus pares, no siempre ajustados a un patrón saludable. 
 
Además de la familia, en la configuración de los hábitos alimentarios del preescolar cada 
vez más adquiere una mayor importancia la influencia ejercida por los comedores de los 
centros educativos (guarderías y centros escolares), ya que un elevado porcentaje de niños 
aprenden a comer en ellos y es donde prueban los nuevos alimentos. De ahí, el interés por 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
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conocer los menús de estos centros, no sólo para comprobar que las comidas ofertadas 
sean las indicadas desde un punto de vista de aporte de nutrientes, sino también que sean 
variadas, agradables y seguras. 
 
Con el aumento de la edad, el apetito se recupera y tienden a desaparecer las apetencias 
caprichosas. El horario de las comidas en el niño escolar se hace más irregular y está 
directamente relacionado con el de sus actividades educativas (asistencia a clase, etc.). 
 
Adolescencia 
La adolescencia, que comienza tras la niñez y finaliza en la edad adulta, es una etapa de 
tránsito en la vida de cada individuo durante la que tiene lugar el completo desarrollo del 
organismo. En este periodo aparece la pubertad o proceso de maduración del eje 
hipotálamo-hipófisis-gónadas, que da lugar al crecimiento y desarrollo de los órganos 
genitales y, concomitantemente, a cambios físicos y psicológicos hacia la vida adulta, que 
conducen a la capacidad de reproducción. La pubertad es el evento madurativo central y 
característico de esta etapa porque marca su inicio. El momento de finalización de la 
adolescencia es más difícil de precisar e incluso puede variar según las circunstancias 
sociales, personales y familiares. En general, la adolescencia se limita cronológicamente, 
según diversas fuentes, entre los 9-10 años y los 18-20 años. 
 
Etimológicamente, el término adolescencia procede del vocablo latino adolescere, que 
significa “cambio”. Los acontecimientos somáticos que caracterizan a la pubertad son: 
adrenarquia o aparición de vello sexual y axilar; telarquia o desarrollo mamario (crecimiento 
testicular en los niños) y menarquia o aparición de la menstruación (eyaculación en los 
niños). Los cambios que se producen durante la pubertad y adolescencia afectan 
básicamente al fenotipo, al sistema neuroendocrinológico y a la esfera psicosocial. Desde 
el punto de vista de la nutrición y alimentación, conviene recordar la influencia notable que 
todos ellos, bien por separado o bien en conjunto, van a desempeñar como determinantes 
del comportamiento alimentario del adolescente. 
 
Habitualmente, la adolescencia es más que una etapa de cambio o de transición y supone 
un periodo de “crisis” donde la vulnerabilidad de este grupo de edad hace que aparezcan 
hábitos y situaciones de riesgo. La importancia de las opiniones de los demás y de la 
apariencia física, la sensación de independencia, las ganas de experimentar o los 
sentimientos de desconfianza personal son varios de los factores que definen al 
adolescente. Todas las características enumeradas anteriormente entran a formar parte en 
la adquisición de los hábitos nutricionales, a veces poco saludables, y en la aparición de 
alteraciones del comportamiento alimentario como la obesidad, anorexia, bulimia y cuadrosmixtos o formas incompletas de las anteriores. Otro hecho a tener en cuenta es que las 
pautas de alimentación instauradas en esta época y sus consecuencias se harán 
extensibles a la vida adulta. Durante la adolescencia es pues el momento de afianzar 
hábitos apropiados, incidir en las campañas educacionales y evitar esos factores de riesgo 
que permanecerán en el futuro. 
 
 
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Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
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La adolescencia se caracteriza por ser un periodo de aceleración global del crecimiento y 
de la maduración, con gran desarrollo de las estructuras y órganos corporales, en especial 
de los influenciados por las hormonas sexuales. Todos estos cambios modifican los 
requerimientos nutricionales y las recomendaciones dietéticas que, por primera vez, son 
diferentes claramente para ambos sexos. 
 
Las niñas, generalmente, presentan el brote de crecimiento puberal unos 2 años antes que 
los niños. En la mayoría de ellas, esta situación biológica comienza entre los 10 y los 14 
años y finaliza hacia los 15 años. Los varones, sin embargo, presentan el brote puberal 
entre los 12 y los 17 años, culminando la pubertad hacia los 18 años. Como resultado de 
estas diferencias madurativas, las niñas, a una misma edad, crecen y se desarrollan más 
rápidamente que los varones, mostrando cambios de peso y talla más precozmente. El 
patrón típico de composición corporal del sexo femenino se caracteriza por un aumento de 
la cantidad de grasa corporal según avanza el grado de maduración sexual, 
independientemente de la edad cronológica, así como por un incremento del cociente del 
perímetro de la cadera/perímetro de la cintura, hombros más estrechos que los hombres y 
piernas más cortas con relación al tronco. Por otro lado, los varones crecen más lentamente 
en un principio, pero luego presentan un “estirón puberal” mayor que las mujeres. A 
diferencia de lo que ocurre en el sexo femenino, la grasa corporal de los varones disminuye 
con el avance de la pubertad, aumenta el porcentaje de masa corporal magra, presentan 
hombros anchos y piernas largas en relación con el tronco. 
 
El momento del inicio de la pubertad y, en consecuencia, el pico de crecimiento del 
adolescente o “estirón puberal”, muestran gran variabilidad entre individuos, siendo su valor 
promedio de unos 9,5 cm/año en los niños y 8,5 cm/año en las niñas (Figura 1). 
 
Figura 1 Velocidad de crecimiento en niños y adolescentes. 
En el caso de las chicas, la menarquia se produce frecuentemente al año siguiente del pico 
de crecimiento máximo, ocurriendo a partir de entonces un crecimiento mínimo y mayor 
 
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Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
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deposición de tejido adiposo en zonas características de distribución “ginoide” de la grasa 
corporal. Por ello, la edad de desarrollo, valorada según la maduración sexual y/o la edad 
ósea, es una base más exacta que la edad cronológica para la estimación de los 
requerimientos nutricionales y el estudio del estado nutricional de los adolescentes. Así 
pues, en los trabajos de investigación y en la valoración a escala individual o colectiva de 
aspectos relacionados con el ámbito nutricional del adolescente, generalmente, se deberá 
tener en cuenta el grado de maduración sexual u ósea según los estadios y escalas 
internacionales que existen; sirva como ejemplo la descrita por Tanner en referencia a la 
diferenciación de los caracteres sexuales secundarios de ambos géneros. 
La aceleración del crecimiento y de la maduración característicos de la adolescencia, por 
sí misma, va a provocar un aumento del gasto energético. Los cambios en la composición 
corporal tienen una clara repercusión nutricional, sobre todo, por la rapidez con la que se 
producen. Las necesidades energéticas también se incrementan debido al crecimiento de 
los tejidos considerados activos metabólicamente: masa libre de grasa o compartimento no 
graso. El gasto energético en reposo es el componente más importante cuantitativamente 
del gasto energético total diario, y su principal determinante es la masa libre de grasa. En 
adolescentes, el sexo y el grado de maduración sexual son los otros factores 
independientes que también explican parte de la variabilidad del gasto energético, o sea, 
de los requerimientos nutricionales de esa época. 
Otro compartimento en el que también se pueden observar diferencias según sexos durante 
la pubertad es la masa ósea, lo cual es debido a la existencia de un periodo más prolongado 
de maduración ósea en los hombres que en las mujeres, con mayor aumento del tamaño 
del hueso y del grosor de la cortical. Existe una asincronía entre la ganancia en altura y el 
crecimiento de la masa ósea; este fenómeno puede ser responsable de la elevada 
incidencia de fracturas observada en adolescentes. Al final de la pubertad se alcanza el 
pico de máxima densidad mineral ósea. La ganancia de masa ósea durante el periodo de 
la adolescencia puede ser más importante que el crecimiento estatural, por lo que todos los 
factores que determinen la deposición ósea durante estos años serán decisivos para la 
correcta mineralización ósea. Entre ellos, habría que destacar la ingesta de calcio y vitamina 
D y la actividad física. 
Características psicológicas del adolescente 
Durante el periodo de la adolescencia se establece el final de la maduración psicológica, 
con patrones de conducta individualizados, donde los factores ambientales juegan un papel 
preponderante. Aparecen una serie de tipos de comportamiento marcados por unos valores 
característicos de esta etapa: independencia recién adquirida, costumbres de sus 
coetáneos, búsqueda de la propia identidad, imagen corporal y deseo de aceptación por los 
compañeros. En muchos adolescentes, los cambios psicológicos y corporales propios de la 
pubertad provocan un conjunto de sensaciones controvertidas entre la dependencia 
paternal y la necesidad de autonomía, no aceptación de una imagen corporal distorsionada, 
necesidad de identificarse con una determinada forma de vida y de pensamiento, pero a 
partir de unas bases muy frágiles, inseguridad e inestabilidad. 
 
 
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Nutrición en el ciclo de la vida I 
Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
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Respecto al comportamiento alimentario, los adolescentes han recibido la información 
nutricional suficiente para saber qué tipo de alimentos son los que deben consumir y en qué 
consiste una dieta saludable. A partir de la educación escolar, familiar e incluso la obtenida 
de los medios de comunicación, conocen los beneficios de una buena nutrición. Sin 
embargo, no son todos estos conocimientos los que determinan su comportamiento 
alimentario. En general, dan más importancia a lo que opinan sus coetáneos sobre la 
alimentación. Así, para unos, excusados en la falta de tiempo y en el desinterés, las comidas 
son un mero trámite antes de pasar a la actividad siguiente, y consideran que están 
demasiado ocupados para preocuparse por lo que comen. Otros confunden la dieta “ideal” 
con la dieta divertida, abusando de snacks, de comida rápida, atractiva y de alta densidad 
energética. Finalmente, un numeroso grupo de adolescentes, interesados por una imagen 
corporal acorde con los ideales actuales, realizan dietas restrictivas y desequilibradas sin 
ninguna base nutricional, planificadas por ellos mismos y que aumentan el riesgo de 
aparición de alteraciones del comportamiento alimentario, frustración y problemas 
nutricionales por la escasa ingesta de nutrientes. 
 
La actitud del adolescente sobre el control de su propiaingesta, así como los riesgos 
nutricionales a largo plazo derivados de y relacionados con la dieta, deberían tenerse en 
cuenta en la planificación del modelo de educación familiar e institucional. Los planes de 
prevención nutricional dirigidos a adolescentes, además de enseñar cómo evitar los 
problemas actuales y futuros asociados con su nutrición, tendrán que despertar su interés, 
logrando que resulten atractivos para este colectivo, respetando el desarrollo de su 
independencia y su capacidad para hacer elecciones dietéticas adecuadas dentro de unas 
normas básicas saludables. 
 
Como hemos aprendido, esta etapa de continuidad al periodo de la lactancia y 
primer año de vida, los órganos y sistemas del niño de 1 a 3 años han madurado lo 
suficiente al grado de que el proceso digestivo es capaz de aceptar una alimentación más 
integral y completa con la posibilidad de incorporarse al núcleo familiar. 
 
La capacidad anatómica y fisiológica que el mismo niño (a) ha alcanzado mediante su 
crecimiento y desarrollo, le dotan hasta cierto punto del poder socializarse con la 
alimentación en función de sus necesidades personales y de los alimentos que le sean 
proporcionados, lo cual le permite apreciar en su plenitud el sabor, color, olor y 
consistencia de los alimentos, lo cual le facilita como algo deseable al formarse criterios 
en su mayoría correctos sobre como alimentarse. 
 
Esta etapa para el niño (a) requiere de mucho apoyo, inducción y seguimiento por parte 
de sus padres, con la finalidad de formarse hábitos de alimentación adecuados en la 
medida de lo posible para que una vez en su etapa preescolar, escolar y adolescencia 
 
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Nutrición y alimentación en el periodo de 1 a 3 años, preescolar, escolar y 
adolescente 
U3 
tengan conocimientos firmes sobre el mantenimiento de su salud con base en una 
alimentación adecuada y estado de nutrición adecuada a sus necesidades personales. 
 
El preescolar de hoy en su orden ascendente de crecimiento y desarrollo hasta la etapa 
de adolescencia mostrará maduración de su organismo de manera paulatina, que podrá 
ser evaluada por un nutriólogo competente a fin de identificar el aspecto biológico como 
determinante del crecimiento y desarrollo óptimo. 
 
3.2 Necesidades energéticas y nutrimentales (macro y micro) en el 
periodo de 1 a 3 años 
 
A estas edades, el cálculo de las necesidades energéticas y de la ingesta de nutrientes se 
fundamenta en las necesidades metabólicas basales, el ritmo de crecimiento y la actividad 
física. Pero este cómputo es difícil de establecer, porque no se dispone de unos patrones 
de referencia adecuados para muchos de los nutrientes. Por ello se aconseja no dar normas 
rígidas, sino acomodar la dieta a las particularidades fisiológicas, adaptarla e individualizarla 
ajustándola a la propia constitución y al estilo del niño. 
 
Las recomendaciones dietéticas se han modificado recientemente. Las publicaciones de 
las ingestas dietéticas de referencia (DRI) de la Academia Nacional de Medicina de Estados 
Unidos recogen los nuevos requerimientos, bien como requerimiento promedio calculado 
(EAR, Estimated Average Requirement), que define el nivel de ingesta que debe cubrir las 
necesidades del 50% de los individuos de la misma edad y sexo, y se basa en indicadores 
nutricionales objetivos, como balances metabólicos, niveles séricos, etc., o bien como 
ingestas dietéticas recomendadas (RDA, Recommended Dietary Allowance), que 
constituyen el nivel de ingesta suficiente para cubrir las necesidades del 98% de los 
individuos. Estas últimas se calculan como los EAR más 2 desviaciones estándares, o como 
ingestas adecuadas (AI, Adequate Intake) que se aplican cuando no se dispone de datos 
suficientes para determinar las anteriores y que se basan en aproximaciones de las 
cantidades ingeridas por poblaciones sanas. 
 
También estos comités han fijado para los macronutrientes el rango aceptable de 
distribución (AMDR), que es el rango aceptable de ingesta y, para minerales y vitaminas, el 
nivel máximo tolerable (UL, Upper Level), que corresponde a la cantidad máxima de un 
nutriente que evita el riesgo de efectos adversos para la salud. 
 
Energía 
Las necesidades de energía según la Academia Nacional de Ciencias Americana (DRI, 
Dietary Reference Intakes) han experimentado una reducción respecto a las 
recomendaciones anteriores, con el objetivo principal de prevenir la sobrenutrición. 
 
Los requerimientos energéticos se calculan en función del gasto en energía como 
consecuencia del crecimiento (que corresponde en esta edad a unas 20 kcal/día) más el 
 
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adolescente 
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gasto energético total (GET), que es la suma de los gastos producidos por el metabolismo 
basal más la termogénesis de los alimentos y la actividad física. Como resultado, las 
necesidades de energía se sitúan en torno a las 102 kcal/kg de peso y día, lo que hace 
aproximadamente 1.300-1.500 kcal/día. 
 
Distribución de la ración calórica 
El equilibrio nutricional aconsejado no varía en mucho del que se recomienda para los 
adultos, es decir, ingerir el aporte calórico en un 12-15% en forma de proteínas, en un 30-
35% con lípidos y en un 50-58% con glúcidos. 
 
Macronutrientes 
En la Tabla 1 se presentan las ingestas dietéticas recomendadas y la ingesta adecuada, 
así como el rango aceptable de ingesta. 
 
 
 
Proteínas 
La ingesta aconsejada es de 1,2 g/kg/día. Según la RDA, el consumo diario es de 13 g/día; 
pero, teniendo en cuenta las variaciones del peso con la edad, las necesidades proteicas 
durante este periodo aumentarán en función de éste. Es conveniente que sus fuentes 
alimentarias sean de origen animal y vegetal al 50%, para con ello aportar los mg/g de 
aminoácidos indispensables recomendados (Tabla 2). 
 
 
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Lípidos 
No se especifican ni las raciones dietéticas recomendadas, ni la ingesta adecuada diaria 
para estas edades. El rango aceptable de ingesta se sitúa entre 30 y 40 g/día. Se 
recomienda administrar un 28,5% de la grasa en forma de grasa saturada, un 43% de 
monoinsaturada y el 28,5% restante de poliinsaturada (con una relación n-6:n-3 de 10:1). 
 
Las ingestas adecuadas de ácidos grasos esenciales se han estimado en 7 g/día para 
linoleico y 0,7 g/día para α-linolénico. El rango aceptable de ingesta es de 5-10 g/día para 
linoleico y de 0,6-1,2 g/día para α-linolénico. En estas directrices no se detallan necesidades 
ni ingesta ni rango para ácidos grasos saturados. El colesterol total no debe sobrepasar los 
100 mg/1.000 kcal. 
 
Hidratos de carbono 
Las ingestas de referencia establecen su consumo en 130 g/día. Sólo el 10% de los 
azúcares consumidos (nivel máximo del 25%) deberán ser en forma de azúcares simples. 
El 90% restante serán hidratos de carbono complejos. 
 
Fibra 
La ingesta adecuada se ha establecido en 19 g/día. Esta cifra, difícil de alcanzar, es muy 
superior a la cantidad recomendada anteriormente, basada en el cálculo de años más 5. 
 
Minerales 
Al igual que sucede con el resto de los nutrientes, las recomendaciones dietéticas recientes 
han modificado los niveles de ingesta. Aun así, no se han referenciado ni la ingesta 
recomendada, ni los requerimientos, ni el máximo nivel de ingesta para algunos minerales, 
tales como arsénico, sílice y vanadio, mientras que para boro y níquel sólo se indica un 
nivel máximo de ingesta de 3 mg/día y 0,2 mg/día, respectivamente. 
 
Calcio 
 
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Dadas las variaciones existentes, resulta muy difícil fijar las necesidades reales. Por esta 
razón, en lugar de requerimientos promedios EAR y recomendaciones se han propuesto 
ingestas adecuadas, que son ligeramente inferiores a las RDA previas para esta edad, y 
que estarán en torno a los 500 mg/día, con una relación calcio/fósforo de 1/1, 
considerándose el máximo nivel de ingesta en 2.500 mg/día. 
 
Hierro 
Mientras que los requerimientos aconsejan un aporte de 3 mg/día, las recomendaciones de 
ingesta son de 7 mg/día, una cifra que se alcanza fácilmente con una dieta variada que 
contenga carne, hígado y pescado, pero que es difícil de conseguir con dietas vegetarianas. 
La cantidad máxima admisible es de 40 mg/día. 
 
Zinc 
En este oligoelemento se han mantenido para estas edades unos niveles de necesidades 
y equerimientos muy similares a los consensuados anteriormente, fijándose en 3 mg/día las 
RDA y en 2,5 mg/día los EAR, con un aporte máximo tolerado de 7 mg/día. 
 
Flúor 
Teniendo en cuenta el contenido de flúor en el agua de beber, se ha establecido que la 
ingesta adecuada para reducir la incidencia de caries y evitar el riesgo de fluorosis es de 
0,7 mg/día. Para que no exista ningún riesgo de efectos adversos no deben tomarse más 
de 1,3 mg/día. 
 
Magnesio 
Se aportarán 80 mg/día según las RDA, estimándose los requerimientos medios (EAR) en 
65 mg/día. El máximo nivel de ingesta en agentes farmacológicos, sin incluir alimentos y 
agua, es de 65 mg/día. 
 
Cobre, yodo, 
molibdeno, fósforo y selenio Como puede observarse en la Tabla 3, para estos minerales 
no se ha especificado la ingesta adecuada, pero sí se han determinado las ingestas 
dietéticas de referencia, los requerimientos medios y los máximos niveles de ingesta. 
 
Cromo y manganeso 
Las ingestas adecuadas de estos nutrientes se han fijado en 11 μg/día para el cromo y 1,2 
mg/día para el manganeso. No se ha concretado el máximo nivel de ingesta diaria para el 
cromo, pero sí para el manganeso, que es de 3 mg/día (Tabla 3). 
 
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Vitaminas 
Se han establecido los requerimientos promedios diarios para las vitaminas A, E, C, B6, 
B12, tiamina, riboflavina, ácido fólico y niacida. Y por medio de las ingestas dietéticas 
recomendadas (RDA) o los datos de ingesta adecuada diaria (AI) se conocen los aportes 
recomendados (Tabla 4), fáciles de alcanzar con una dieta libre en nuestro medio, excepto 
en el caso de regímenes vegetarianos estrictos. 
 
Vitaminas liposolubles (A, D, E y K) 
Las necesidades de este tipo de vitaminas se detallan en la Tabla 4. Para la vitamina D se 
establecen aportes diarios de 5 μg (200 U) y una ingesta máxima de 50 μg/día. Los 
requerimientos medios estimados no se especifican ni para esta vitamina ni para la vitamina 
K, para la que tampoco se establecen niveles máximos de ingesta (Tabla 4). 
 
Vitaminas hidrosolubles 
En este grupo no se han instaurado ingestas máximas en las vitaminas B12, tiamina, ácido 
pantoténico, riboflavina y biotina, ni tampoco se han establecido requerimientos para ácido 
pantoténico, biotina y colina (Tabla 4). En relación con los informes previos hay un 
incremento sustancial de las ingestas recomendadas de ácido fólico, con un aporte diario 
de 150 μg/día. 
 
 
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En la práctica nutricional cotidiana te enfrentarás al manejo como bien haz 
aprendido al cálculo de necesidades energéticas de los niños de 1 a 3 años, lo cual tendrá 
que ser hecho con tal precisión que además de la ingesta de nutrientes macro y micro 
recomendados, deberás de satisfacer las necesidades metabólicas basales a fin de lograr 
un mantenimiento en el crecimiento y desarrollo de estos niños. Como hemos visto también, 
hay más de una manera de realizar estos cálculos, los cuales, con los conocimientos 
adquiridos y experiencia, serán empleados de manera correcta. Las necesidades 
individuales de cada niño tendrán que ser tomadas en cuenta a fin de lograr parámetros 
confiables de requerimientos energéticos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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3.3 Necesidades energéticas y nutrimentales (macro y micro) en el 
periodo preescolar y escolar 
 
 
 
Betty L. Lucas, MPH, RD, CD 
Sharon A. Feucht, MA, RD, CD 
 
 
El período que empieza después de la lactancia y que dura hasta la pubertad se conoce 
como período de crecimiento latente o quiescente, lo que contrasta con los cambios 
espectaculares que tendrán lugar durante la lactancia y la adolescencia. Aunque el 
crecimiento físico puede ser menos notable y evolucionar a un ritmo más tranquilo con 
respecto a su comportamiento en el primer año de vida, estos niños en edad preescolar y 
escolar se encuentran en un momento de crecimiento significativo en los ámbitos social, 
cognitivo y emocional. 
 
CRECIMIENTO Y DESARROLLO 
 
Patrones de crecimiento 
La velocidad de crecimiento disminuye considerablemente después del primer año de vida. 
Al contrario del aumento de peso, que triplica el peso al nacer en los primeros 12 meses, 
pasará otro año antes de que el peso al nacer se cuadruplique. Asimismo, la longitud del 
niño al nacer aumenta en un 50% en su primer año, pero no se dobla hasta 
aproximadamente la edad de 4 años. Los incrementos del cambio son pequeños 
comparados con los que tienen lugar en la lactancia y adolescencia; el peso aumenta 
normalmente una media de 2 o 3 kg al año hasta que el niño tenga 9 o 10 años. Después, 
la velocidad aumenta, indicando que se acerca la pubertad. Los incrementos de la estatura 
alcanzan una media de 6-8 cm al año desde los 2 años hasta la pubertad. 
 
El crecimiento suele ser constante y lento durante los años preescolares y escolares, pero 
puede ser errático en algunos niños, con períodos sin crecimiento seguidos por brotes de 
crecimiento. Estos patrones suelen ser paralelos a los cambios similares producidos en el 
apetito y la ingestión de alimentos. En cuanto a los padres, los períodos de crecimiento 
lento y falta de apetito provocan ansiedad y crean luchas a la hora de comer. 
 
 
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Las proporciones del cuerpo de los niños pequeños cambian significativamente después 
del primer año. El crecimiento de la cabeza es mínimo, el crecimiento del tronco se frena 
sustancialmente y las extremidades se alargan considerablemente, creando todo ello un 
cuerpo con proporciones más maduras. Como el niño ya camina y ha aumentado su 
actividad física, las piernas se enderezan y los músculos del abdomen y la espalda se 
fortalecen para apoyar al niño, que ahora se mantiene erecto. Estos cambios son graduales 
y sutiles y tienen lugar incluso en años. 
 
La composición corporal de los niños en edad preescolar y escolar se mantiene 
relativamente constante. La grasa disminuye gradualmente durante los primeros años de la 
infancia, alcanzando el mínimo entre los 4 y 6 años. Experimentan entonces un rebote 
adiposo, o aumento de su peso como preparación para el brote de crecimiento puberal. Un 
rebote adiposo más temprano se ha asociado a un aumento del índice de masa corporal 
(IMC) en el adulto (Whitakery cols., 1998 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Las 
diferencias entre sexos en la composición corporal son cada vez más evidentes: los niños 
tienen más masa magra por centímetro que las niñas y las niñas tienen un porcentaje mayor 
de peso en forma de grasa que los niños, incluso en los años preescolares, aunque estas 
diferencias en la masa magra y la grasa no son significativas hasta la adolescencia. 
 
Crecimiento acelerado 
Un niño que se está recuperando de una enfermedad o infranutrición y cuyo crecimiento se 
ha frenado o cesado experimenta una recuperación más rápida de lo esperado. Esta 
recuperación se denomina crecimiento acelerado, un período durante el cual el cuerpo 
lucha por volver al patrón de crecimiento normal del niño. El grado de supresión del 
crecimiento depende del momento, de la intensidad y de la duración de la causa 
precipitante, es decir, una enfermedad grave o una privación nutricional prolongada durante 
un período de crecimiento rápido tiene el impacto más espectacular (Berhane y Dietz, 1999 
citado en Kathleen Mahan L., 2013). 
 
Los primeros estudios apoyaron esta tesis de que los lactantes malnutridos que no tenían 
un crecimiento acelerado inmediato tendrían un retraso del crecimiento permanente. Sin 
embargo, los estudios de niños malnutridos de países desarrollados que después recibían 
el alimento adecuado y las publicaciones de niños malnutridos como consecuencia de una 
enfermedad crónica como la celíaca o la fibrosis quística describen que estos niños crecen 
hasta recuperar su patrón de crecimiento normal después del primer año o dos de vida. 
 
Los requerimientos nutricionales para el crecimiento de recuperación dependen de si se ha 
detenido el crecimiento del niño y si es consecuencia de una malnutrición crónica o de una 
emaciación primaria (p. ej., tiene un déficit de peso que supera el déficit de la estatura). Un 
niño con malnutrición crónica no aumentará de peso tan deprisa como un niño que tiene 
emaciación primaria (Cunningham y McLaughlin, 1999 citado en Kathleen Mahan L., 
2013). 
 
 
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Los requerimientos de nutrientes, especialmente de calorías y proteínas, dependen de la 
velocidad y el estadio del crecimiento de recuperación. Por ejemplo, se necesitan más 
proteínas y calorías durante los períodos de aumento de peso muy rápido y en los casos 
en que el tejido magro es el componente principal del aumento de peso. Además de las 
calorías, hay otros nutrientes importantes, como la vitamina A, el hierro y el cinc (Villamor y 
cols., 2002; Rivera y cols., 2003 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Añadir suplementos 
es una intervención rentable y eficaz para disminuir el retraso del crecimiento en los sujetos 
que tienen enfermedades infecciosas. 
 
Los parámetros del crecimiento actuales se usan para determinar la edad del peso del niño 
(la edad que corresponde según su peso en el percentil 50), el peso ideal (mediana) según 
la edad y el peso ideal (mediana) según su estatura actual. Se usan fórmulas para calcular 
las calorías mínimas y máximas necesarias para el crecimiento de recuperación 
(Cunningham y McLaughlin, 1999 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Después de que el 
niño que sufre una emaciación recupere su peso, hay que introducir cambios en la dieta 
para frenar la velocidad del aumento de peso para evitar que el aumento sea excesivo. La 
recuperación del crecimiento con una trayectoria lineal alcanza su máximo 
aproximadamente 1-3 meses después de empezar el tratamiento, mientras que el aumento 
de peso empieza inmediatamente (Cunningham y McLaughlin, 1999 citado en Kathleen 
Mahan L., 2013). 
 
Cómo evaluar el crecimiento 
Como los niños están creciendo y cambiando constantemente, las evaluaciones periódicas 
permiten detectar cualquier problema y administrar un tratamiento precoz. Por desgracia, 
muchos niños son atendidos por los profesionales sanitarios sólo cuando están enfermos, 
por lo que el crecimiento y el desarrollo no son el objeto de la asistencia. 
 
La evaluación completa del estado nutricional incluye la obtención de los datos 
antropométricos, es decir, la longitud o estatura en bipedestación, el peso y el peso según 
la longitud, o IMC, todos ellos trazados como percentiles en los diagramas de crecimiento 
de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Otras mediciones que se usan 
con menor frecuencia, pero que permiten estimar la composición corporal, son el perímetro 
del brazo y los pliegues grasos del tríceps o subscapular. Se tendrá cuidado para usar un 
equipo estandarizado y técnicas para obtener y trazar las mediciones del crecimiento. Los 
diagramas diseñados entre el nacimiento y los 36 meses de edad se basan en las 
mediciones de la longitud y los pesos del niño desnudo, mientras que los diagramas usados 
para niños de 2 a 20 años se basan en la estatura en bipedestación y el peso con ropa 
ligera y sin zapatos. 
 
La proporción de peso según la longitud o la estatura es un elemento crítico para evaluar el 
crecimiento. Este parámetro está determinado por el trazado de la medición del peso según 
la estatura en un diagrama de crecimiento de 0 a 36 meses de los CDC, o calculando el 
IMC y trazando el resultado en el diagrama de crecimiento de 2 a 20 años de los CDC. Las 
mediciones del crecimiento obtenidas a intervalos regulares proporcionan el patrón de 
 
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crecimiento. Las mediciones estaturoponderales una sola vez no permiten interpretar el 
estado de crecimiento. Los niños suelen mantener su estatura y peso en el mismo patrón 
de crecimiento durante los años preescolares y escolares, si bien esos patrones no están 
bien definidos hasta después de los 2 años. Un niño puede crecer más deprisa o más 
despacio en un momento dado, pero debería seguir por los mismos patrones. 
 
La vigilancia periódica del crecimiento permite identificar precozmente las tendencias 
problemáticas e iniciar una intervención o educación para que el crecimiento a largo plazo 
no se vea comprometido (Story y cols., 2000 citado en Kathleen Mahan L., 2013). El peso 
que aumenta con demasiada rapidez y cruza el patrón de crecimiento indica el desarrollo 
de obesidad. La falta de aumento o la pérdida de peso en un período de meses puede ser 
el resultado de una infranutrición, una enfermedad aguda o una enfermedad crónica no 
diagnosticada, o problemas emocionales o familiares significativos. En la figura 7-1 se 
muestran esos cambios de los parámetros de crecimiento. 
 
 
 
FIGURA 7-1 A. Diagrama de crecimiento de un niño de 8 años de edad que aumentó de peso excesivamente 
después de una cirugía en una pierna y de estar inmovilizado con un yeso corporal durante 2 meses. Después 
de la cirugía y la inmovilización se produjo un período prolongado de estrés por problemas familiares. A los 11 
años de edad participó en un programa de control de peso. (Fuente de los diagramas de crecimientos 
solamente: The National Center for Health Statistics in collaboration with the National Center for Chronic Disease 
Prevention and Health Promotion, 2000.) 
 
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FIGURA 7-1, cont. B. Diagrama de crecimiento de una niña de 2 años de edad que tuvo una pérdida de peso 
significativa durante una diarrea prolongada y problemas de alimentación. Después de ser diagnosticada de 
enfermedad celíaca, empezó a recibir una dieta sin gluten y entró en un período de crecimiento de recuperación.(Fuente de los diagramas de crecimientos solamente: The National Center for Health Statistics in collaboration 
with the National Center for Chronic Disease Prevention and Health Promotion, 2000.) 
 
 
REQUERIMIENTOS DE NUTRIENTES 
 
Como en los niños se está produciendo el crecimiento y desarrollo de los huesos, dientes, 
músculos y sangre, necesitan más nutrientes alimentarios en proporción a su tamaño que 
los adultos. Puede haber incluso riesgo de malnutrición si tienen falta de apetito durante un 
período prologando, comen un abanico limitado de alimentos o diluyen sus dietas 
significativamente con alimentos bajos en nutrientes. 
 
La ingesta dietética de referencia (IDR) se basa en los conocimientos actuales sobre la 
ingesta de nutrientes necesaria para mantener una salud óptima (Institute of Medicine 
[IOM], 1997, 1998, 2000, 2001, 2002, 2004a citado en Kathleen Mahan L., 2013) e incluyen 
los requerimientos medios estimados (RME), las cantidades diarias recomendadas (CDR), 
la ingesta adecuada (IA) y la ingesta máxima tolerada (IMT). La mayoría de los datos 
existentes sobre niños en edad preescolar y escolar son valores interpolados a partir de 
lactantes y adultos. Esta ingesta de referencia tiene como objetivo mejorar la salud de la 
población a largo plazo, al reducir el riesgo de enfermedad crónica y prevenir las 
 
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deficiencias nutricionales. Por tanto, cuando la ingesta es menor que el nivel recomendado, 
no se puede asumir que un niño en particular no esté nutrido adecuadamente. 
 
Calorías 
Las necesidades calóricas de los niños sanos se determinan según su metabolismo basal, 
la velocidad de crecimiento y el gasto energético. Las calorías de la dieta deben ser 
suficientes para garantizar el crecimiento y evitar el uso de las proteínas como fuente de 
calorías, pero sin permitir un aumento de peso excesivo. Las proporciones de ingesta de 
las calorías propuestas son 45% a 65% como carbohidratos, 30% a 40% como grasa y 5% 
a 20% como proteínas en los niños de 1 a 3 años, con el mismo porcentaje a partir de 
carbohidratos entre los 4 y 18 años, 25% a 35% de grasas y 10% a 30% como proteínas 
(IOM, 2002 citado en Kathleen Mahan L., 2013). 
 
Las nuevas IDR para las ecuaciones del gasto energético estimado (GEE) se basan en 
estudios con agua marcada dos veces. Estas ecuaciones estiman los requerimientos 
promedio de calorías según grupos de etapa vital de sujetos sanos de peso normal. Los 
niños pequeños de 13 a 35 meses se agrupan, y en los niños mayores, los GEE se dividen 
según sexo y edad (3 a 8 años y 9 a 18 años) (v. tabla 7-1). El GEE incluye el gasto 
energético total (GET) más las calorías necesarias para el crecimiento. Las IDR se aplican 
a los programas de nutrición infantil y a otras directrices (IOM, 2002 citado en Kathleen 
Mahan L., 2013). Véanse algunos ejemplos en el cuadro 7-1 de cómo determinar el GEE 
en dos niños. 
 
 
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En un caso concreto puede ser útil determinar los requerimientos de calorías usando las 
calorías por kilo o por centímetro de estatura. Los resultados de la ingesta calórica en un 
estudio longitudinal fueron 13-15 kcal/cm en los niños de 2 a 5 años, 13-14 kcal/cm en las 
niñas y 16-17 kcal/cm en los niños de 6 a 11 años (Beal, 1970 citado en Kathleen Mahan 
L., 2013). 
 
Proteínas 
La necesidad de proteínas por kilo disminuye desde aproximadamente 1,1 g en la primera 
infancia a 0,95 g al final de la infancia (v. tabla 7-2). La ingesta de proteínas varía desde el 
5% al 30% de la IDR en calorías, según la edad. La deficiencia de proteínas es infrecuente 
en los niños americanos, en parte por el predominio cultural de los alimentos proteicos. Las 
encuestas nacionales muestran que menos del 3% de los niños no cubren su RME 
 
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(Moshfegh y cols., 2005 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Los niños que tienen un mayor 
riesgo de ingesta inadecuada de proteínas son los que siguen dietas veganas estrictas, que 
tienen varias alergias alimentarias o que consumen una selección limitada de alimentos por 
dietas de moda, problemas de conducta o acceso inadecuado a los alimentos. 
 
 
 
Minerales y vitaminas 
Los minerales y vitaminas son necesarios para el crecimiento y desarrollo normales. Una 
ingestión insuficiente causa problemas de crecimiento y da lugar a enfermedades por 
deficiencias. 
 
Hierro 
Los niños entre 1 y 3 años tienen un riesgo alto de anemia ferropénica. El período de 
crecimiento rápido de la lactancia está marcado por el incremento de la hemoglobina y de 
la masa total de hierro. Los niños con alimentación prolongada con biberón y los 
descendientes de mexicanos son los que tienen el riesgo máximo de deficiencia de hierro 
(Brotanek y cols., 2005 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Además, la dieta puede ser 
pobre en alimentos que contengan hierro. La ingesta recomendada depende de la velocidad 
de absorción y de la cantidad de hierro en los alimentos, especialmente en los de origen 
vegetal. 
 
Calcio 
El calcio es necesario para la mineralización y el mantenimiento adecuados de los huesos 
en crecimiento de los niños. La IDR de calcio en los niños de 1 a 3 años es de 500 mg/día, 
en los niños de 4 a 8 años es de 800 mg/día y en los sujetos de 9 a 18 años es de 1300 mg 
al día (IOM, 1997 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Las necesidades reales dependen 
de la velocidad de absorción del sujeto y de factores dietéticos, como la cantidad de 
proteínas, vitamina D y fósforo. Como la ingestión de calcio tiene muy poca influencia en el 
grado de excreción urinaria de calcio durante los períodos de crecimiento rápido, los niños 
 
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necesitan entre dos y cuatro veces más calcio por kilo que los adultos. Dado que la leche y 
otros productos lácteos son las fuentes principales de calcio, los niños que consumen 
cantidades limitadas de esos alimentos tienen riesgo de que su mineralización ósea sea 
deficiente (v. figura 7-2). Ahora se dispone de otros alimentos reforzados con calcio, como 
las leches de soja y arroz y los zumos de frutas. 
 
 
FIGURA 7-2. La leche y otros productos lácteos aportan a los niños en edad preescolar el calcio y la vitamina 
D que necesitan para los huesos en crecimiento. 
 
Cinc 
El cinc es esencial para el crecimiento y su deficiencia da lugar a fracaso del crecimiento, 
falta de apetito, descenso de la agudeza gustativa y mala cicatrización de las heridas. Como 
las mejores fuentes de cinc son las carnes, pescados y mariscos, algunos niños pueden 
tener siempre una ingestión baja. La deficiencia marginal de cinc se ha descrito en niños 
en edad preescolar y escolar de familias de nivel socioeconómico bajo y medio (Roberts y 
Heyman, 2000 citado en Kathleen Mahan L., 2013). El diagnóstico puede ser difícil, porque 
los parámetros de laboratorio, como sus concentraciones en plasma, suero, eritrocitos, pelo 
y orina, tienen escaso valor para determinar la deficiencia de cinc. Los metanálisis de 
estudios controlados aleatorizados de suplementos de cinc han demostrado un impacto 
positivo del suplemento de cinc en el crecimiento y las concentraciones séricas de cinc en 
los niños prepuberales (Brown y cols., 2002 citado en Kathleen Mahan L., 2013).La mejoría 
del estado de nutrición del cinc mediante programas de alimentos y suplementos demuestra 
los resultados positivos en poblaciones que tienen tasas altas de atrofia e infrapeso en la 
infancia (Rivera y cols., 2003 citado en Kathleen Mahan L., 2013). 
 
Vitamina D 
La vitamina D es necesaria para la absorción y depósito de calcio en los huesos. El 
raquitismo es la enfermedad ósea resultante de la escasez de vitamina D. Como este 
nutriente también se forma en la piel mediante la exposición a la luz solar, la cantidad 
requerida en la dieta depende de factores no alimentarios, como la localización geográfica 
 
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y el tiempo que se pase al aire libre. Los niños que viven en áreas tropicales no necesitan 
vitamina D en su dieta, o sólo 2,5 μg (100 UI) o menos para lograr un depósito óptimo de 
calcio. En las zonas templadas se necesita algún aporte en la dieta. La leche reforzada con 
vitamina D es la fuente principal de este nutriente, pero los productos lácteos como el queso 
y el yogur no se elaboran normalmente con este tipo de leche. Por su parte, muchos 
cereales para el desayuno y otros productos lácteos sí están reforzados con vitamina D. 
 
Suplementos de vitaminas y minerales 
Casi el 50% de los niños en edad preescolar reciben suplementos (normalmente, un 
preparado con multivitaminas y minerales con hierro), pero su uso disminuye en los niños 
mayores (Balluz y cols., 2000 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Las familias de mayor 
nivel educativo, con cobertura de seguros y mayores ingresos suelen tener tasas más altas 
de uso de suplementos, pero no son las familias que tienen riesgos mayores de seguir 
dietas inadecuadas. Los suplementos no cubren necesariamente las necesidades de 
nutrientes, por ejemplo, aunque muchos niños consumen una cantidad de calcio menor de 
lo recomendado, los suplementos de vitaminas y minerales destinados a ellos no contienen 
cantidades suficientes de calcio. Es necesario evaluar atentamente cada uno de los 
suplementos para uso pediátrico, porque hay muchos tipos y no todos son completos. 
 
Las evidencias demuestran que el flúor ayuda a prevenir la caries dental. Si el agua potable 
de la comunidad no está fluorada (p. ej., tiene <0,6 ppm), se recomienda dar suplementos 
de flúor desde los 6 meses a los 16 años. No obstante, también habría que evaluar las 
costumbres de cada familia, incluida la fuente principal de líquidos del niño (p. ej., consumo 
de agua, zumos u otras bebidas) y de flúor en la guardería o el colegio, y la pasta de dientes 
y el enjuague bucal. 
 
La American Academy of Pediatrics (AAP) no apoya el uso de suplementos de cualquier 
vitamina o mineral, aparte de flúor, de forma sistemática en niños sanos. Sin embargo, hay 
niños con riesgo de tener una nutrición inadecuada que pueden beneficiarse del 
suplemento, como son: 1) los que proceden de familias con privaciones o los que son objeto 
de abuso o negligencia por parte de los padres, 2) los que tienen anorexia o un apetito 
inadecuado o caprichoso, o que consumen dietas grasas, 3) los que tienen enfermedades 
crónicas, como fibrosis quística, enfermedad inflamatoria intestinal o problemas renales o 
hepáticos y 4) los que siguen dietas para controlar su obesidad (AAP, 2004 citado en 
Kathleen Mahan L., 2013). 
 
Los niños que toman sistemáticamente suplementos polivitamínicos o con vitaminas y 
minerales no suelen tener efectos adversos si el suplemento contiene nutrientes en 
cantidades que no superen la IDR, especialmente los valores de IMT tolerables, pero no 
deben tomar megadosis, en particular de las vitaminas liposolubles, porque grandes 
cantidades pueden provocar efectos tóxicos. Deberá educarse a los padres para que 
mantengan los suplementos de vitaminas y minerales fuera del alcance de los niños (ya 
que muchos pueden tener el aspecto y el sabor de una golosina) para evitar la ingestión 
excesiva de nutrientes como el hierro. 
 
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El uso de los tratamientos complementarios nutricionales y las hierbas medicinales es cada 
vez más frecuente en los niños, especialmente en los que tienen necesidades especiales 
como los niños con síndrome de Down, trastorno del espectro autista o fibrosis 
quística (Harris, 2005 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Los médicos deberán preguntar 
sobre el uso de estos productos y tratamientos para evaluar la nutrición, conocer su eficacia 
y seguridad y ayudar a las familias a establecer si su uso es beneficioso y en qué sentido. 
 
Como te has dado cuenta, la información estudiada en sumamente completa, 
donde el periodo prescolar y escolar en comparación con las etapas previas, demanda una 
mayor cantidad de energía proveniente de una alimentación adecuada y de diversos 
nutrientes macro y micro para seguir manteniendo un crecimiento y desarrollo sostenible. 
 
La recomendación igualmente para estas etapas es hacer los cálculos energéticas y 
nutrimentales de manera individualizada a fin de proveer al organismo lo que requiere para 
mantener las funciones básicas en favor de un estado de salud y nutrición óptimos. 
 
Los cálculos nutrimentales expuestos, igualmente son una guía confiable ante la diversidad 
de información existente, donde también el criterio y experiencia del nutriólogo será 
relevante en el manejo integral de estas etapas de la vida. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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3.4 Necesidades energéticas y nutrimentales (macro y micro) en la 
adolescencia 
 
 
Jaime Stang PhD, MPH, RD 
 
Para determinar las necesidades nutritivas de todas las personas se usan las ingestas 
dietéticas de referencia (IDR), que incluyen los aportes diarios recomendados (RDA, 
recommended dietary allowances), las ingestas adecuadas (IA), las necesidades medias 
calculadas (NMC) y los niveles de ingesta máxima tolerable. Las IDR de los adolescentes 
dependen de la edad cronológica y el sexo. Aunque las IDR proporcionan un cálculo de las 
necesidades de energía y nutrientes para los jóvenes, las necesidades reales varían mucho 
entre ellos debido a las diferencias en la composición corporal, el grado de maduración 
física y la intensidad de la actividad física. 
 
Por tanto, los profesionales de la salud deben usar las IDR como directrices durante la 
valoración nutricional, pero también deben confiar en su juicio clínico y en los indicadores 
del crecimiento y la maduración física para hacer las determinaciones definitivas de los 
requerimientos de nutrientes y energía de cada individuo. 
 
Energía 
Las necesidades calculadas de energía (NCE) son muy distintas entre los varones y las 
mujeres debido a las variaciones de la velocidad del crecimiento, la composición corporal y 
el grado de actividad física. Las NCE se calculan a partir del sexo, la edad, la talla, el peso 
y el grado de actividad física (GAF) del adolescente, añadiendo 25 kcal/día para el depósito 
de energía o el crecimiento (IOM, 2002 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Para 
determinar la ingesta energética adecuada (en kilocalorías) es necesario valorar la actividad 
física. Las necesidades de energía se establecen para cuatro grados de actividad 
(sedentario, poco activo, activo y muy activo) que reflejan el gasto energético en actividades 
distintas a las de la vida diaria. Las tablas 8-2 y 8-3 muestran las NCE (kcal/día) para cada 
GAF. 
 
El mejor método para valorarsi el aporte de energía es adecuado es el control del peso y 
del índice de masa corporal (IMC) del adolescente. Una ganancia de peso excesiva indica 
que el aporte de energía supera las necesidades energéticas, mientras que el 
 
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adelgazamiento o la caída del IMC por debajo de la curva percentil establecida indican que 
el aporte de energía es insuficiente para cubrir las necesidades del cuerpo. Los grupos de 
adolescentes con mayor riesgo de que el aporte calórico sea insuficiente son los que hacen 
«dietas» o que limitan a menudo la ingesta calórica para adelgazar, las personas que viven 
en familias con inseguridad en cuanto a los alimentos, en viviendas temporales o en la calle, 
los adolescentes que consumen a menudo alcohol o drogas ilegales que reducen el apetito 
o que pueden sustituir a la ingesta alimenticia y los que tienen enfermedades crónicas del 
tipo de la fibrosis quística, la enfermedad de Crohn o una distrofia muscular. 
 
 
 
 
 
La actual preocupación por el aporte excesivo de energía en los jóvenes se centra en las 
ingestas de grasas y azúcares añadidos a sus dietas. Los refrescos dulces son los que 
contribuyen en mayor medida al exceso de azúcar en las dietas de los adolescentes, con 
el 37% de todos los azúcares añadidos en las mujeres y el 41% en los varones (Guthrie y 
Morton, 2000 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Se calcula que el 9% de la ingesta 
 
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calórica total de los adolescentes varones y el 8% de las calorías que ingieren las 
adolescentes pueden atribuirse al consumo de refrescos (Golden, 2000; Jacobson, 1998 
citado en Kathleen Mahan L., 2013). Los consejos sobre los aportes excesivos de energía 
en los adolescentes deben centrarse en la ingesta de calorías discrecionales, sobre todo 
las procedentes de los azúcares añadidos. 
 
Proteínas 
Durante la adolescencia, las necesidades proteicas varían con el grado de maduración 
física. Las IDR para las proteínas se calculan de forma que cubran un crecimiento puberal 
adecuado y produzcan un balance positivo de nitrógeno (IOM, 2002 citado en Kathleen 
Mahan L., 2013). En la tabla 8-4 se recogen las necesidades de proteínas de los 
adolescentes. El mejor método para determinar las necesidades reales de proteínas es 
calcularlas en relación con el peso corporal en kilogramos durante la pubertad, con lo que 
se tienen en cuenta las diferencias en la velocidad del crecimiento y desarrollo. 
 
La ingesta proteica suele ser suficiente en la población adolescente de EE. UU. Sin 
embargo, igual que sucede con la ingesta de energía, la seguridad en la disponibilidad de 
alimentos, las enfermedades crónicas, la frecuencia de las dietas y el consumo de 
sustancias pueden poner en peligro la ingesta proteica en los jóvenes. Los que siguen 
dietas vegetarianas o macrobióticas son otro grupo en el que el riesgo de un aporte 
insuficiente de proteínas es elevado. 
 
 
 
Cuando la ingesta proteica es inadecuada, se producen alteraciones del crecimiento y el 
desarrollo. En los adolescentes que aún siguen creciendo, un aporte insuficiente de 
proteínas retrasa o disminuye el incremento de la talla y el peso. En los que ya son 
físicamente maduros, la ingesta inadecuada de proteínas puede provocar adelgazamiento, 
pérdida de masa corporal magra y alteraciones de la composición corporal. Otras 
 
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consecuencias pueden ser la alteración de la respuesta inmunitaria y una mayor 
susceptibilidad a las infecciones. 
 
Carbohidratos y fibra 
Se calcula que las necesidades de carbohidratos de los adolescentes son de 130 g/día 
(IOM, 2002 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Como sucede con la mayoría de los 
nutrientes, las necesidades de carbohidratos se extrapolan de las calculadas para los 
adultos, por lo que sólo deben usarse como un punto de partida para determinar las 
necesidades reales de cada individuo. Los adolescentes que desarrollan una gran actividad 
física o que se encuentran en una fase de crecimiento activo necesitan más carbohidratos 
para mantener una ingesta energética adecuada, mientras que los inactivos o que tienen 
enfermedades crónicas que limitan la movilidad pueden necesitar cantidades menores. La 
mejor fuente de carbohidratos son los cereales integrales, ya que también proporcionan 
vitaminas, minerales y fibra. La ingesta de carbohidratos es adecuada en la mayoría de los 
adolescentes, y en EE. UU. menos del 3% refieren consumir menos de los valores RDA 
(Moshfegh y cols., 2005 citado en Kathleen Mahan L., 2013). 
 
Sin embargo, la ingesta de fibras es baja en los jóvenes, debido a su escaso consumo de 
cereales integrales, frutas y vegetales. Los valores de IA para el consumo de fibra en los 
adolescentes son de 31 g/día para los varones de 9 a 12 años, 38 g/día para los varones 
de 14 a 18 años y de 26 g/día para las mujeres de 9 a 18 años (IOM, 2002 citado en 
Kathleen Mahan L., 2013). Estos valores proceden de cálculos que indican que la ingesta 
de 14 g de fibra por cada 1000 calorías proporciona una protección óptima frente a la 
enfermedad cardiovascular y el cáncer (IOM, 2002 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Los 
adolescentes que necesitan menos energía debido a su actividad limitada pueden necesitar 
también menos fibra que la recogida en los valores IA. 
 
Los datos de la encuesta What We Eat in America de 2001-2002, un componente de la 
National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES), indican que las ingestas 
medias de fibra son de 14 a 14,6 g/día para los adolescentes varones y de 11,2 a 11,8 g/día 
para las mujeres (Moshfegh y cols., 2005 citado en Kathleen Mahan L., 2013). Las 
disparidades observadas entre las recomendaciones y las ingestas reales indican que hay 
que insistir más en la educación de los adolescentes en relación con las fuentes óptimas 
de carbohidratos, incluidos los cereales integrales, las frutas, los vegetales y las legumbres. 
 
Grasa 
Los valores de IDR para la ingesta absoluta de grasa no se han establecido para los 
adolescentes, pero se recomienda que no sean superiores al 30% o 35% de la ingesta 
calórica total y que el porcentaje de calorías procedentes de ácidos grasos saturados no 
sea superior al 10%. Pero, en un intento de garantizar que consuman cantidades 
adecuadas de ácidos grasos esenciales para sostener su crecimiento y desarrollo, y para 
reducir el riesgo de enfermedades crónicas en etapas posteriores de la vida, se han 
establecido recomendaciones específicas sobre el consumo de ácidos grasos n-6 y n-3. 
 
 
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Las IA para los ácidos grasos poliinsaturados n-6 (ácido linoleico) son de 12 g/día para los 
niños de 9 a 13 años, 10 g/día para las niñas de 9 a 13 años, 16 g/día para los varones de 
14 a 18 años y 11 g/día para las mujeres de 14 a 18 años (IOM, 2002). Las necesidades 
calculadas de ácidos grasos poliinsaturados n-3 (ácido a-linolénico) son de 1,2 g/día para 
los niños de 9 a 13 años, 1 g/día para las niñas de 9 a 13 años, 1,6 g/día para los varones 
de 14 a 18 años y 1,1 g/día para las mujeres de 14 a 18 años (IOM, 2002 citado en Kathleen 
Mahan L., 2013). 
 
Minerales y vitaminas 
Durante la adolescencia, las necesidades de micronutrientes de los jóvenes son altas para 
mantener

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