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Kletnicki, Un deseo que no sea anónimo Tecnologías reproductivas_ transformación de lo simbólico y afectación del núcleo real

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Cátedra I Psicología, Ética y Derechos Humanos 
 Facultad de Psicología, UBA 
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UN DESEO QUE NO SEA ANÓNIMO* 
Tecnologías Reproductivas: transformación de lo Simbólico 
y afectación del Núcleo Real 
Armando Kletnicki 
 
 
1. La complejidad inherente a la temática de las Nuevas Tecnologías Reproductivas 
(NTR) implica la necesidad de recurrir, para su análisis, a innumerables enfoques y 
perspectivas. 
Sólo para ejemplificar tal situación parece ser necesario incluir los desarrollos científico-
tecnológicos, el discurso médico, el jurídico, el enfoque filosófico, el religioso, la posición 
ética, la política, la apreciación económica, etc. 
Pero aun tomando tal variedad de enfoques, la propuesta no se formula creyendo que 
la sumatoria de análisis parciales permite agotar el encuentro con el objeto a indagar. 
Una temática tan compleja se aborda de manera más acabada en lo multidisciplinario, 
a condición de advertir que esa trama no elimina los conceptos disciplinares, ni agota 
las características fundantes de todo discurso: dejar fuera aquello que no se integra en 
la lógica que conforma su articulación. (1) 
En suma, lo multidisciplinario, con sus ventajas, no evita la existencia de discursos 
hegemónicos en el interior de la pluralidad de enfoques. 
Este comentario se completa al señalar que la perspectiva que defino como propia del 
campo de la subjetividad no parece encontrar el lugar de privilegio que debe dársele en 
el análisis de esta temática, a partir de considerar que no es un enfoque más, paralelo a 
los restantes, cuando se trata de abordar, entre otros temas, el del origen de la vida, la 
sexualidad, la reproducción, la transmisión de la herencia biológica y cultural, los lazos 
de parentesco y los procesos de subjetivación, desde el punto de vista de la permanencia 
de la especie en condiciones que denominamos humanas. 
 
* Publicado en Fariña, J.; Gutiérrez, C. (comp.): (2001) La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y 
Restitución de niños. Editorial Lumen Humanitas. Buenos Aires. ISBN 987-00-0010-X. 
La presente es una versión levemente modificada del trabajo publicado en Cuadernos de Bioética Número 4, Editorial 
Ad-Hoc, Buenos Aires, Agosto de 1999, bajo el título "Un deseo que no sea anónimo. Nuevas tecnologías 
reproductivas: un enfoque desde el campo de la subjetividad". Asimismo, reconoce como antecedente, y punto de 
partida, el escrito presentado en las Jornadas 1997 del Centro de Salud Mental Nº 3, "Dr. Arturo Ameghino", "Práctica 
en las Instituciones de Salud Mental - Ética y responsabilidad". Esta nueva versión se publica con autorización de 
Editorial Ad-Hoc. 
 
1 Una característica necesaria para el establecimiento de un discurso es la producción de un recorte que privilegie 
ciertos hechos por sobre otros, al tiempo que excluye aquellos elementos que lo contradigan. Así, un discurso 
establecido como propio de una disciplina nada quiere saber respecto de lo que no conforma su campo de 
pertenencia, ya que le resulta imposible articularlo en su sistema conceptual. 
Véase al respecto: Michel Foucault, “El nacimiento de la clínica”, Siglo Veintiuno, México, 1987. 
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Asistimos a cambios de una dimensión nunca anticipada, que corren cada vez un poco 
más el límite de lo imposible, al punto de hacernos sentir que formamos parte de un 
movimiento que finaliza en nosotros, y se transforma en alguna otra cosa que aún no 
conocemos ni comprendemos. 
Tampoco ignoramos la existencia de una variedad de profecías apocalípticas 
incumplidas, que obligarían en principio a una prudencia mayor a la hora de establecer 
el orden y el nivel de las variaciones esperables como fruto de la introducción de las 
NTR. (2) 
El punto a indagar, entonces, tendrá relación con la asignación de un límite, con la 
construcción de una frontera que diferencie qué de estos cambios se corresponde con 
una modificación de lo simbólico, relativa a un momento histórico determinado (3); y 
qué apunta a la transformación de un núcleo real, incluida una concepción reduccionista 
de la subjetividad que niega el carácter simbólico propio de la especie. 
La finalidad de este escrito es presentar algunas ideas que orienten un movimiento de 
salida de los efectos imaginarios (particulares, morales, ideológicos), y nos conduzca a 
la pregunta por la estructura de lo humano como tal. 
 
2. No es éste el lugar apropiado para sintetizar las características de estas tecnologías: 
el intento de centrarnos en otra perspectiva nos hará decidir buscar ese resumen en 
otro lugar. (4) 
Bastará, para nuestros fines, una enumeración limitada, y algunas comparaciones que 
permitan interrogarlas en sus efectos. 
Este listado, que pretende ser más descriptivo que riguroso, incluye: inseminación 
artificial, fecundación in vitro, donación de semen y de óvulos, participación de donante 
no anónimo de semen regulado por un contrato que fija sus funciones, alquiler de 
vientres u otras formas de maternidad subrogada, interrupción selectiva del embarazo, 
selección de sexo y manipulación genética (con la finalidad o la posibilidad de influir en 
el mejoramiento de la especie), reducción de fetos (en ocasión de embarazos múltiples 
logrados con otras tecnologías), clonación, producción de híbridos, fusión de 
preembriones entre sí para la obtención de quimeras, gestación en el vientre de un 
animal, gestación en mujeres clínicamente muertas y otras modalidades de utilización 
 
2 La muerte del libro ante la invasión de las imágenes; la desaparición de la pintura a expensas de la fotografía; del 
teatro, desplazado por el cine; o de este último por la televisión, son algunos ejemplos de los temores que se recrean 
ante el nacimiento de tecnologías novedosas. 
3 Es necesario anticipar que se considera como una característica antropológica de la especie a la modificación 
constante de lo simbólico, es decir, a ese movimiento continuo e incesante de lo que define la subjetividad de cada 
época. Diferencialmente, se ubica en el registro de lo imaginario, lo moral y lo histórico a los variados contenidos en 
los que dicha transformación se expresa. Para una ampliación de estos criterios, se remite al lector al apartado 8 del 
presente escrito. 
4 Véase, por ejemplo: Silvia Tubert, “Mujeres sin sombra. Maternidad y tecnología”, Siglo Veintiuno de España 
Editores, Madrid, 1991. 
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post-mortem de material criopreservado, ectogénesis o útero artificial, embarazo 
masculino. (5) 
Sin tratarse directamente de tecnologías reproductivas, se derivan de los avances en 
estos campos de investigación otras utilizables en la prevención y tratamiento de 
enfermedades de origen genético o hereditario, así como intervenciones médicas sobre 
el feto o en estadios aún más tempranos de la gestación. 
 
A esta altura resulta necesario introducir nuevas diferencias: debe poder decidirse 
cuáles de estas tecnologías se presentan como intervenciones médicas para abordar la 
falla de una función, y cuáles son el punto de partida de modificaciones que atañen al 
campo de la subjetividad. 
Por ejemplo, suele presentarse la técnica de la inseminación artificial (IA), consistente 
en la introducción del esperma en el moco cervical en el momento en que la mujer ovula, 
como relativa a un campo absolutamentediferente al de la fertilización in vitro (FIV), 
tecnología en la que los embriones se obtienen fuera del cuerpo, y se depositan 
posteriormente en el útero. 
A mi juicio esa diferencia no es la sustancial, ya que lo significativo desde el punto de 
vista de la constitución del sujeto no es el medio físico en el que la fecundación se 
produce, siendo éste un dato seguramente más relevante para el quehacer de la 
biología. 
Sin ser indistintas las condiciones, y en la medida en que toda condición se presenta 
desde un principio como marca subjetivante, puede señalarse una diferencia más 
significativa si la inseminación o la FIV se realizan con semen de donante, precisamente 
porque allí se abre una pregunta sobre los lazos de parentesco y los efectos surgidos de 
su transformación, en tanto procreación y filiación aparecen como categorías 
disociadas. 
Aun así, hay que decir que las consecuencias de tal situación para los sujetos implicados 
no pueden ser anticipadas, sino analizadas a posteriori. 
 
5 En congresos de la especialidad celebrados a principios de la década del 90, el debate se centraba en decidir cuál 
sería el lugar más indicado para alojar el embrión, dando por cierta la viabilidad del embarazo masculino: la posibilidad 
de adicionar, incorporando desde el exterior, los suplementos hormonales de los que el hombre carece, y los avances 
médicos para el tratamiento de los embarazos ectópicos, esperanzaban a los expertos y avalaban sus expectativas 
en torno a este intento. 
También debe hacerse notar que lenta pero progresivamente van haciéndose lugar configuraciones familiares que 
años atrás resultaban inaceptables, por ejemplo la existencia de familias conformadas por adultos del mismo sexo: 
en la actualidad las tecnologías reproductivas permitirían tener descendencia (con parte de su material genético) 
tanto a una pareja de lesbianas, como a una constituida por homosexuales masculinos, pero la obtención de tal logro 
aparece hasta ahora más dificultada para los varones al tener que proveerse de un vientre sustituto en el que gestar 
el hijo durante los nueve meses que dura el embarazo. Para una pareja de lesbianas la facilidad es tal que podrían 
proveerse el semen en alguno de los bancos especializados que lo ofertan por Internet. 
 
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Otra cuestión que debe poder definirse es en qué condiciones la utilización de una 
tecnología determinada produce y promueve el desarrollo de lo simbólico, y en qué 
casos favorece su relativización, o atravesados ciertos límites fomenta su aplastamiento. 
Tomando como ejemplo la FIV, hay que poder discriminar un uso de la misma que 
permite a algunas parejas hallar solución médica a un problema de infertilidad, de un 
otro uso, posible técnicamente hablando, ligado a la manipulación genética de los 
embriones producidos, que puede dar cabida a procesos eugenésicos. 
 
Otro ejemplo de gran utilidad puede presentarse con el análisis de las Tecnologías de 
Diagnóstico Prenatal. Las más comunes, que sirven para detectar defectos o anomalías 
genéticas, son la Biopsia Coriónica o la Placentaria, y la Amniocentesis, todas ellas 
prácticas intrusivas que recogen muestras de tejido, o células fetales, para analizar la 
estructura cromosómica y anticipar la existencia de fallas genéticas. Siendo cierto que 
podrían prevenir una variedad de situaciones, su utilización temprana tiende sobre todo 
a permitir la decisión de abortar, en un momento en el que por el desarrollo del 
embarazo aún es posible. (6) 
Un modo a mi juicio más interesante de pensar el uso de las tecnologías nombradas 
puede tornarse promotor de lo simbólico: el saber anticipado sobre la llegada de un hijo 
con un problema determinado (Síndrome de Down, por ejemplo), puede permitir a unos 
padres que tengan decisión de no abortar un encuentro distinto con ese niño diferente. 
Está claro que la anticipación no es la única herramienta para elaborar esa diferencia, 
pero aun así, sostengo que el momento del nacimiento de un bebé no es el adecuado 
para que sus padres se anoticien del desencuentro con el niño esperado, fantaseado, 
sino que es el tiempo apropiado para dar cabida al hijo. 
 
Un nuevo ejemplo, conmovedor, me fue relatado por una colega que desarrollaba su 
guardia en un hospital público: había nacido un niño con un defecto del cierre del tubo 
neural. Una falla en la formación de los huesos del cráneo indicaba que no había, ni 
habría luego, cierre de la cavidad craneana. 
El pronóstico indicaba una corta supervivencia, y los médicos de guardia, absolutamente 
tomados en la escena por su propia angustia, se mostraban incapaces de reacción alguna 
mientras reclamaban la intervención de la psicóloga. 
Al acercarse a los padres, los encuentra a un tiempo serenos y dueños de un dolor difícil 
de describir. 
 
6 La temática del aborto es de una complejidad tal que requiere un escrito específico para su abordaje: aquí me 
limitaré a precisar que en tal decisión se presenta ya un dilema ético, y que dependerá de su resolución el carácter 
que adopte para los sujetos implicados. Tal vez valga la pena advertir sobre la frecuencia con que el tema se cierra al 
generalizarse como una opción rechazada desde lo moral, sin llegar a dar lugar al análisis de sus variaciones singulares. 
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Se entera entonces que conocían la enfermedad de su hijo, y que no ignoraban que 
viviría poco tiempo: aun así habían decidido que la gestación llegara a término, y que el 
bebé naciera. 
No intento decir que es sin consecuencias llevar hasta el fin la gestación de un hijo 
sabiendo que morirá rápidamente: la elección realizada debe hallar su argumentación 
en la voz de estos padres, y no en la mía. 
Mi propósito es extraer de la situación expuesta otra enseñanza: llevar ese embarazo 
hasta el final es condición de nominación del bebé que nace, así como lo es de la marca 
en la sepultura que indica el pasaje de ese ser entre otros humanos que lo desearon, y 
que conservarán sus referencias simbólicas. 
Resume, en un viaje vertiginoso, esos puntos extremos en los que la dimensión humana 
muestra plenamente su carácter diferencial. En el ejemplo, la anticipación coloca a estos 
padres ante una elección que, se sabe, no será sin consecuencias: en esa legalidad la 
tecnología puede asumir otra función, y erigirse en soporte de las mediaciones 
simbólicas. 
 
Por otra parte, y al pensar los fundamentos y efectos diferenciales de las NTR, asistimos 
a cambios de tal magnitud que cuestionan las categorías reconocidas como propias por 
la especie. 
Para comenzar, permiten prescindir de la realización del acto sexual, separando la 
procreación de la sexualidad, y convirtiendo en característica contingente esta condición 
de la reproducción humana. 
También deja de ser necesaria la organización familiar, estructura que más allá de las 
variadas configuraciones que ha tomado a lo largo de la historia, ha tenido a su cargo el 
patrimonio de la reproducción. 
Asimismo, centrándonos en el ejemplo de la clonación, puede omitirse la introducción 
del espermatozoide en el óvulo para originar un nuevo ser, novedad que implica privar 
enteramente al sexo masculino de su rol tradicional en la concepción. 
Por último, también se podrá en un tiempo no precisado, prescindir de la mujer: 
proyectos como la ectogénesis plantean que será posible realizar la gestación completa 
fuera del útero materno. 
En resumen: sostengo que las NTR presentan entre sí diferenciassignificativas en sus 
fundamentos y sus consecuencias. 
Es imprescindible, entonces, definir las condiciones necesarias, no contingentes, que 
producen una separación entre aquellas tecnologías (o aquellos usos de las mismas), 
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que se constituyen en valiosas mediaciones instrumentales, y las que se presentan 
transgrediendo la propia definición de especie humana. (7) 
A partir de esa distinción se inaugura otra novedad: se plantea aquí la diferencia entre 
aquello que varía en el interior de un paradigma, erigiéndose en nueva forma de 
representar lo simbólico, y aquello que por el tipo de transformación que introduce, 
abre la dimensión de una nueva lógica para pensar lo que conceptualmente se 
categoriza como sujeto. 
 
3. Juan Carlos Indart (8) acerca las conceptualizaciones de Jacques Lacan, surgidas del 
uno en uno del dispositivo analítico, a las nociones que Claude Lévi-Strauss formaliza 
con el nombre de “estructuras elementales del parentesco” (9), producto de un recorte 
de 50.000 años de historia humana, que toma al planeta y a las diversas culturas como 
universo de indagación. 
Esta estructura tiene por función la transmisión, de una generación a otra, de aquello 
que garantice “que la cría humana sea parlante, y tenga el mínimo de ubicación en un 
sistema de intercambio”. (10) 
Allí, en algo que permanece constante, en algo que no se mueve ni se modifica de un 
día para el otro, ubica Indart el encuentro con algo real. 
En la actualidad la familia se presenta como la institución social encargada del sostén de 
esa transmisión: ubicamos allí “relaciones de total singularidad que engendran 
obligaciones absolutas con pocas personas no anónimas, es decir con nombre, 
sobrenombre y apellido”.(11) Se trata, en la familia, de la transmisión y el sostén de “un 
núcleo social no anónimo y singular”. 
Varias son las cuestiones que animan el trabajo citado: se asiste, por ejemplo, a cambios 
en las configuraciones familiares tradicionales, que implican la reducción del número de 
miembros de una familia, así como del tiempo en que la misma permanece unida. Éstas, 
y otras novedades, interrogan sobre el nivel de las variaciones producidas, para saber si 
también allí se altera algo real, o bien, si las nuevas configuraciones implican 
transformaciones parciales, que sostienen una continuidad en el interior de las 
diferencias. 
 
7 Las principales mediaciones objetivadas por la experiencia de la humanidad son de dos tipos: a) Mediaciones 
Instrumentales: se llama así al “conocimiento para entender y transformar la materia. Mediatizan al ser humano 
respecto a sus necesidades y dependencia de la naturaleza”. b) Mediaciones normativas: que “sirven para regular los 
vínculos entre las personas”, produciendo “modos de pautar la convivencia en un cierto período histórico”. Narciso 
Benbenaste, “Sujeto = política x Tecnología / MERCADO”, Oficina de Publicaciones del C.B.C., Universidad de Buenos 
Aires, Buenos Aires, 1994, p.37-38. Agrego que el tipo de mediaciones normativas sociales es producto, entre otros 
factores, del nivel histórico alcanzado por las mediaciones instrumentales. 
8 En “La familia”, texto correspondiente al Ciclo de Conferencias y Debates “El Psicoanálisis en el Siglo”, publicado en 
la revista homónima, Córdoba, Argentina. 
9 Claude Lévi-Strauss, “Las estructuras elementales del parentesco”, Planeta-Agostini, Barcelona, 1985. 
10 J. C. Indart, “La familia”, p.28. 
11 Idem. 
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La pregunta central en el texto de Indart es si puede prescindirse de la familia, 
justamente porque a partir de los desarrollos de la ciencia se hace posible resolver los 
problemas relativos a la reproducción biológica de la especie, sin que medie esta 
organización. 
Jacques Lacan, en un texto llamado “Dos notas sobre el niño”, marcará su posición 
respecto a los efectos que la ciencia introduce en el destino de la estructuración de la 
familia, tras aludir a lo que denomina el fracaso de las utopías comunitarias. (12) 
Cito la posición de Lacan: “La función de residuo que sostiene (y a un tiempo mantiene) 
la familia conyugal en la evolución de las sociedades, resalta lo irreductible de una 
transmisión -perteneciente a un orden distinto al de la vida adecuada a la satisfacción 
de las necesidades- que es la de una constitución subjetiva, que implica la relación con 
un deseo que no sea anónimo”. 
Y continúa: “Las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La 
de la Madre: en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea 
por la vía de sus propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre es el vector de 
una encarnación de la Ley en el deseo”. 
Se incluye, en el último párrafo, la referencia a la función materna (al Otro del lenguaje), 
como aquella que produce al sujeto parlante por la vía de la transmisión de un deseo 
que es siempre singular, y como lugar de establecimiento de la simbolización, ya que es 
la madre quien transforma lo real en significante. (13) 
También se alude a la función paterna (el Otro de la Ley), “abrochamiento de ese deseo 
a un nombre” (14), para que articulado con la Ley de prohibición del incesto, se dé cabida 
a la sucesión generacional que funda un orden matemático, y no natural, en ese corte. 
 
4. Se ha ubicado como condición necesaria para la constitución subjetiva la transmisión 
de un núcleo real no anónimo y singular. 
Esta cualidad estructural debe ser diferenciada del estilo y del contenido de las marcas 
inscriptas en el sujeto, que en el mismo movimiento en que apuntan a su constitución 
en lo humano, lo determinan. 
Asimismo, y en la medida en que asistimos a una trama tan compleja, se dificulta 
enormemente determinar la cualidad de la huella inscripta, en tanto el valor de esa 
marca no puede ser producto de simples diferencias opositivas, ni puede ser reducido a 
 
12 Jacques Lacan, “Dos notas sobre el niño”, en “Intervenciones y textos 2”, Manantial, Buenos Aires, 1993, p.56-57. 
Se trata de dos notas manuscritas, entregadas por Lacan a Jenny Aubry en 1969, y publicadas por ella en 1983. No 
son sólo dos notas sobre el niño, sino también sobre el sujeto y los procesos de subjetivación. 
13 El conocido fenómeno del marasmo u hospitalismo refleja precisamente qué de la función materna no ha sido allí 
transmitido: si hay algo que pueda denominarse un ‘deseo de la salud pública’, su alcance se agota en la provisión de 
los cuidados, en la satisfacción de las necesidades, resaltándose que no ha sido posible la transmisión de un deseo 
singularizado. 
14 J.C. Indart, “La familia”, p.31. 
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oposiciones binarias del estilo de buenas o malas marcas, huellas verdaderas o falsas, 
niños deseados o no deseados, etc. 
La línea que demarca una frontera entre ambos polos habilita la creación de zonas 
intermedias, difusas, paradojales, ya que no se presenta con una definición consistente. 
Con todo, no intento sostener que las condiciones de este proceso son indistintas, o que 
no se recortan efectos diferenciales en el sujeto, observables en la clínica inclusive, 
como producto de la inscripción de unas u otras huellas. 
Por el contrario, lo que se quiere resaltares que toda trama acontecida se presenta 
como productora de marcas subjetivantes: un puñado de significantes dispuestos de 
una manera determinada, un lugar en el deseo del Otro que es condición ocupar, y que 
significa, primariamente, que alguien debe donar un sitio donde el sujeto se aloje. 
La cuestión es que aun ofreciendo este lugar las cualidades de lo ofertado no están 
garantizadas: para qué se desea al niño; qué lugar ocupa en el mito, en la novela familiar; 
qué se dice, cómo se habla de él; qué estructura familiar, qué circunstancias sociales lo 
esperan, son preguntas que al responderse van conformando un lugar para vivir. 
La situación se hace más compleja en la medida en que las respuestas que se obtienen 
no son uniformes. 
Puede ocurrir que allí donde el sujeto espere un significante que lo aloje, se enfrente 
con uno que barre con la subjetividad; puede ocurrir que no encuentre las condiciones 
más apropiadas, y en su lugar aparezcan sólo pobres sustitutos de lo esperable, esos 
significantes que no sirven para vivir, y que se tornan aplastantes de la constitución 
subjetiva. (15) 
Incluso puede ocurrir que esas marcas sean las únicas con las que cuente el sujeto. 
Un ejemplo, surgido del campo de las nuevas tecnologías, puede servir para ilustrar, con 
un rasgo particular, lo comentado: la posibilidad de elegir el sexo de los hijos 
seleccionando los espermatozoides en el laboratorio, y separando mediante técnicas los 
X de los Y, se autoriza legalmente en algunos países con fines exclusivamente 
terapéuticos, básicamente en la prevención de enfermedades hereditarias asociadas a 
uno de los sexos. 
Esto no ha evitado que una mujer, madre de cinco varones, demande esta técnica para 
concebir una niña, alegando que “le servirá para curar su depresión por no tenerla, y 
también como compañía en su vejez”. (16) 
En el ejemplo, mi pregunta es si este argumento, si el lugar al que destina a la niña, 
promueve la constitución de lo simbólico, o se presenta como una modalidad de su 
aplastamiento: lo que resulta indudable es que se erige en marca subjetivante. 
 
15 Se sigue, en este apartado, el abordaje que propone Ricardo Rodulfo en “El niño y el significante”, Paidós, Buenos 
Aires, 1990. Véase, por ejemplo, la diferencia establecida entre el significante del sujeto y el significante del superyó. 
16 Publicado por el diario “El País”, Madrid, España, entre el 30/8 y el 1/9/90. Extraído de Silvia Tubert: “Mujeres sin 
sombra...”, p. 264. 
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Hay que agregar, sin embargo, que aun cuando lo aquí confesado devela algo que en 
otras ocasiones permanece oculto (por no sabido o por inconfesable), no puede 
ignorarse que el deseo no debe ser confundido con su enunciado, ya que la puesta en 
escena de lo inconsciente incluye un corte, una distancia, entre lo que se demanda y lo 
que se desea. 
Por esta razón, y aunque parece quedar signado el lugar al que el sujeto es destinado 
por este deseo que habita en el Otro, las conclusiones no pueden cerrarse a priori: la 
plena determinación encuentra límite en lo imprevisible, en una respuesta del niño que 
no queda explicada acabadamente apelando al deseo inconsciente de los padres. (17) 
Algunos autores (18) han intentado conceptualizar la respuesta que el niño da a los 
significantes que le vienen del Otro, precisando que hay un único poder “que el sujeto 
conserva frente al Otro [que es] el de su espontaneidad, la capacidad inconscientemente 
determinada de dar lugar a lo imprevisto y a lo impredecible”. (19) 
Precisamente por tratarse de significantes, y no de signos, la anticipación sobre el 
destino de la huella fracasa. 
¿Cómo saber dónde irá a parar un significante? 
¿Cómo saber a cuál otro se anudará, con cuál hará cadena? 
¿Y cómo anticipar por “dónde irá a ‘saltar’ el sujeto de entre todo lo que le ofrece, malo 
o bueno, la red identificatoria del mito familiar?”. (20) 
Por las mismas razones el proceso de constitución del sujeto no puede equipararse a 
una programación, porque al tratarse de significantes, y no de signos, la plena 
formalización está imposibilitada, vedada, y todo cálculo al respecto es fallido por 
estructura. (21) 
La vocación totalizadora de la ciencia encuentra su límite allí donde la complejidad 
propia de lo humano produce un resto no formalizable en la singularidad del deseo y del 
goce. 
Al no admitirse un saber que diga todo sobre ello, ambos campos quedan excluidos, 
exiliados del discurso científico, no pudiendo ser tratados con las herramientas que el 
mismo proporciona, y constituyéndose en objetos imposibles para su saber. 
 
17 Tomando los términos que Jacques Lacan utiliza en otro contexto, se trata también aquí de “una insondable 
decisión del ser que define su posición en la estructura”. Encontramos allí algo no objetivable, que está ligado al 
discurso del Otro, que es inseparable del discurso que antecede al sujeto, pero que no produce respuestas 
automáticas ni admite ser agotado en un determinismo de carácter absoluto. 
18 Donald W. Winnicott, por ejemplo, con el concepto de ‘espontaneidad’. 
19 Ricardo Rodulfo, “Clínica psicoanalítica en niños y adolescentes. Una introducción”, Lugar Editorial, Buenos Aires, 
1989, p.142. Véase asimismo p.115. 
20 Idem, p.115. 
21 En este contexto se define como formalización a la operación de reducción simbólica que plasma en una fórmula 
general la relación entre una serie de fenómenos de apariencia disímil, ordenando su lógica y permitiendo anticipar 
con precisión su desarrollo y sus consecuencias. Se reduce de este modo la variedad de definiciones posibles para 
una situación dada, cobrando pleno valor las determinaciones inscriptas. 
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Se marca aquí la producción de un corte entre la pretensión de la ciencia de constituirse 
en un saber absoluto, y el acontecer único, singular, en que se construye la historia de 
cada sujeto. 
 
5. El trabajo del duelo, tomado como intento de inscribir la pérdida real de un objeto, 
debe pensarse como operación constitutiva, y no sólo como un acontecimiento 
contingente, ocasionalmente vivenciado por el sujeto. 
Comparte con otras operaciones fundantes de la subjetividad la pretensión de producir 
la ligadura o la inscripción simbólica de lo real que irrumpe, realizando en ese 
movimiento una característica estructural, antropológica, de lo humano. (22) 
Me detendré en el proceso de duelo para situar, en su análisis, las características que 
toma en este ejemplo lo estructural nombrado. 
Para Freud, “...el duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una 
persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un 
ideal, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa, en lugar de 
duelo, melancolía”. (23) 
Tras esta descripción, aclara que a pesar de la transformación que se produce en el 
sujeto doliente, no se nos ocurre considerar patológico a ese estado, ni remitirlo al 
médico para su tratamiento: “Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superará, y 
juzgamos inoportuno y aún dañino perturbarlo”. (P.242) 
Freud se pregunta en qué consiste el trabajo del duelo, y responde: “El examen de 
realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la 
exhortación de quitar toda la libido de sus enlaces con ese objeto(...) Pero la orden que 
[la realidad] imparte no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un 
gran gasto de tiempo y de energíade investidura, y entretanto la existencia del objeto 
perdido continúa en lo psíquico”. (P.242-3) 
La inhibición y el angostamiento del yo propios del período de duelo reflejan la entrega 
incondicional al mismo, sin que quede un resto disponible para otros propósitos o 
intereses. “Pero de hecho, una vez cumplido el trabajo del duelo el yo se vuelve otra vez 
libre y desinhibido”. (P.243) 
Esta idea insiste a lo largo del texto freudiano, sugiriendo para algunas lecturas la 
posibilidad de un procesamiento completo, ya que se explicita, inclusive, que “el duelo 
normal vence sin duda la pérdida del objeto”. (P.252) (24) 
 
22 Hablamos aquí de distintas operaciones fundantes en las que, sin embargo, ubicamos puntos en común como para 
pensar entre ellas una solidaridad de estructura: se trata, centralmente, de intentar producir la ligadura o inscripción 
simbólica de lo real. Sin intención de articular una serie se nombran aquí el Fort-Da; la producción de mitos; el juego 
infantil; el sueño traumático; la transformación que hace la función materna del llanto del bebé, haciéndolo 
significante, demanda dirigida al Otro; el duelo. 
23 Sigmund Freud, “Duelo y melancolía”, en Obras Completas, Vol. 14, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1984, p.241. 
24 “Sabemos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea. Cuando acaba de renunciar a 
todo lo perdido, se ha devorado también a sí mismo, y entonces nuestra libido queda de nuevo libre para (...) 
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En tanto la melancolía es referida “a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia”, 
en el duelo “no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida” (P.243): por esta 
razón, y aun cuando el sujeto sabe a ciencia cierta qué objeto es el que le falta, en la 
melancolía no logra saber qué perdió en él. 
En la conceptualización freudiana del duelo la tramitación de la pérdida parece poder 
realizarse plenamente: es factible entender que lo simbólico puede recubrir fragmento 
por fragmento lo perdido en lo real, sin dar cuenta de un resto que nunca se colma, ni 
de aquella propiedad específica del objeto faltante que no permite canjearlo por ningún 
otro. 
 
Jacques Lacan, por su parte, va a conceptualizar el duelo como el reverso de la 
forclusión: si en ésta lo ausente en lo simbólico retorna desde lo real, se trata en el duelo 
(ante la pérdida real) de movilizar al conjunto del significante, de producir el 
reordenamiento de lo simbólico en el intento de recubrir la falta, ya que lo perdido en 
lo real exige inscripción simbólica. 
Una cuestión a desentrañar es si esta inscripción puede realizarse de manera acabada, 
o si estructuralmente produce un resto. 
Dice Lacan: “El agujero de esta pérdida, que provoca el duelo en el sujeto, ¿dónde está? 
Está en lo real. Entra por ahí a una relación que es inversa de la que promuevo ante 
ustedes bajo el nombre de Verwerfung. 
Así como lo que es rechazado de lo simbólico, reaparece en lo real, así también el 
agujero de la pérdida en lo real moviliza al significante. Este agujero ofrece el lugar 
donde se proyecta el significante faltante, esencial a la estructura del Otro. (...) Y en 
efecto, no hay nada significante que puede colmar este agujero en lo real, si no es la 
totalidad del significante (...) El trabajo del duelo es primeramente una satisfacción dada 
a lo que se produce de desorden en razón de la insuficiencia de los elementos 
significantes para hacer frente al agujero creado en la existencia. Ya que es el sistema 
significante en su conjunto el que resulta cuestionado por el menor duelo”. (25) 
 
La idea a recortar es que en la medida en que lo real irrumpe, y en tanto el sujeto ha 
sido incluido en el orden simbólico, hay un llamado a producir la inscripción simbólica 
de aquello que interroga en lo real. 
Pero hay que agregar, sin embargo, que es a partir de la “insuficiencia de los elementos 
significantes” para colmar el agujero producido en lo real, que ese intento de darle plena 
cobertura fracasa tanto en el duelo como en el resto de las operaciones en las que se 
escenifica. 
 
sustituirnos los objetos perdidos por otros nuevos que sean, en lo posible, tanto o más apreciables”. Sigmund Freud, 
“La transitoriedad”, en Obras Completas, Vol. 14, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1984, p.311. 
25 Jacques Lacan, “Hamlet, un caso clínico”, en Lacan Oral, Xavier Bóveda Ediciones, Buenos Aires, 1983, p.105-6. 
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Hay en todo duelo un resto incurable, inarticulable, y ello es así en la medida en que no 
hay posibilidad de sustitución completa: no se trata de ubicar en el lugar de la ausencia 
aquello que la tapone, ya que es condición del objeto el ser irrepetible e insustituible. 
Además, a ese objeto que se sabe se ha perdido, debe adicionársele siempre una 
condición que Freud sólo presenta en la melancolía: se trata de aquello ignorado que se 
perdió en el objeto, de aquello que se llevó de sí mismo en su partida, pero también, y 
al mismo tiempo, de lo que se llevó del sujeto en duelo, eso que sólo ese objeto, ahora 
ausente, causaba. 
 
6. La inscripción de lo real, planteada como movimiento estructural, universalizable, no 
puede efectuarse sino es singularmente. 
En la medida en que una operación fundante se constituye, la estructuración producida 
funciona como marco y como horizonte de las nuevas inscripciones. Por eso, en tanto 
hay constitución subjetiva, y si la estructura simbólica opera, las producciones posibles 
tienen como límite la estructura. 
Si “un mito siempre aparece a falta de algo, y para dar respuesta a la pregunta que esa 
falta provoca” (26), si ubicamos la función del mito como intento de recubrir lo real, es 
necesario agregar que no cualquier respuesta puede advenir a ese lugar: hay una 
relación íntima entre lo real interrogado y el mito que sirve para representarlo. 
En “Sobre las teorías sexuales infantiles” (27) Freud plantea que las preguntas acerca del 
origen de los niños y de la diferencia sexual son contestadas por los padres de tres 
modos diferentes: dan una respuesta evasiva, o una reprimenda por el apetito de saber, 
o alguna información de cuño mitológico. 
A estas opciones, que pueden agruparse bajo el común denominador de la respuesta 
que falta en el Otro, del no saber del Otro, hay que agregar una más, presentada en un 
texto anterior (28), y que se centra en sostener “...que no existe fundamento alguno para 
rehusar a los niños el esclarecimiento que pide su apetito de saber”. 
El planteo que falta en el texto de 1908, y que no halla cierre hasta “Análisis terminable 
e interminable”, de l937, merece un recorrido específico porque en su discusión, más 
que en el resto, se centra parte de la posición que quiero resaltar. 
Si se interrogan las consecuencias de brindar un esclarecimiento preciso y riguroso, 
aportando a la manera de la ciencia un saber absoluto y consistente, ya no se tratará de 
aquello que el Otro no sabe, sino de la propia estructura del sujeto demarcando una 
imposibilidad: las respuestas ‘científicas’ no pueden ser consideradas de manera 
objetiva porque existen límites a la posibilidad de significación. 
 
26 Ricardo Rodulfo, “Clínica psicoanalítica..., p.114. 
27 Sigmund Freud, “Sobre las teorías sexuales infantiles” (1908), en Obras Completas, Vol. 9, Amorrortu editores, 
Buenos Aires, 1979. 
28 Sigmund Freud, “Sobre el esclarecimiento sexual del niño” (1907), en Obras Completas, Vol. 9, Amorrortu editores, 
Buenos Aires, 1979. Lacita que continúa corresponde a pág. 119. 
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La investigación del niño es orientada por premisas específicas derivadas de los 
componentes de la pulsión sexual, y en este sentido una explicación cualquiera no 
puede servir, ya que debe ser integrada a un sistema conceptual que admite ciertos 
saberes, en tanto rechaza la formulación de otros. 
La construcción de cada teoría obedece a reglas precisas, y al mismo tiempo en que cada 
una se erige en sustento de las creaciones posteriores, se constituye en obstáculo para 
la aprehensión de una realidad que se sostiene como objetiva: busca saber, aunque hay 
algo de lo que nada quiere saber, algo de lo que nada puede saber, no logrando avanzar 
en su propia construcción porque le antepone el obstáculo de la premisa. (29) 
De acuerdo a lo expuesto lo central a recortar no se halla en la evolución cultural, ni en 
el progreso de la producción científica: si las teorías sexuales infantiles obedecen a la 
realidad pulsional, ubicamos allí un límite a la significación. 
Aun cuando el pequeño investigador quiera saber, su indagación encuentra un 
obstáculo insalvable en las premisas que la dirigen. 
Un conocimiento preciso, existente por otra parte en la ciencia y en los padres, no 
evitará el encuentro con estas producciones que no respetan una lógica objetiva, que, 
por objetiva, es exterior al sujeto. 
 
7. La argumentación presentada intenta responder la pregunta que ha funcionado como 
causa de este trabajo, y que puede resumirse en la búsqueda de un límite. 
En la medida en que el avance de la ciencia, o las leyes que deben ordenar su progreso, 
desconozcan las determinaciones estructurales que constituyen al ser humano, y en 
tanto la subjetividad no se integre en el desarrollo del conocimiento, la nueva lógica se 
verificará, al menos, en el empobrecimiento de lo subjetivo. 
Las leyes se ubican de continuo por delante o por detrás de las expectativas del común 
de la gente, pero siempre su intervención es tardía, atrasa, respecto a las novedades 
surgidas del campo científico-tecnológico. 
Del mismo modo, estos desarrollos son siempre más rápidos que sus posibilidades de 
ser simbolizados, de ser integrados por el sujeto. Si al comienzo sorprenden, y extendida 
su difusión pueden hallar lugar en la trama simbólica de una época, ese es el preciso 
momento en el que un nuevo deslizamiento del quehacer científico desplaza un punto 
el horizonte, y vuelve a producir el desencuentro. 
Aun cuando lo antedicho es válido para toda innovación, se demarca en esta temática 
una diferencia absolutamente sustancial, y es que nos encontramos con situaciones que 
 
29 “... ¿qué es lo que hay en el sexo que lo sexual o algo de lo sexual deba siempre ser reprimido? ...de lo que el sujeto 
no quiere saber nada (rechazo original por donde hay inconsciente) es de la estructura misma de la pulsión, la que no 
lo conduce a un Saber de ese objeto, puesto que por definición es lo que ella tiene de más lábil: el objeto. Y además, 
o simultáneamente, el sujeto nada quiere saber de lo que el Falo articula, o introduce: de que hay ‘corte’ en lo real, 
fisuras, agujeros, heridas; a saber, la castración.” Oscar Masotta, “Lecciones de introducción al psicoanálisis”, Gedisa 
Editorial, Buenos Aires, 1986, p.39-40. 
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llevan al límite una pregunta que no es ya por la validez de un código de normas 
determinado (y la posibilidad de suplantarlo por otro más apropiado), sino que 
producen directamente el cuestionamiento de la normatividad como tal. 
Habiendo planteado que hay un real en juego anudado a la constitución del sujeto con 
relación a un deseo que no sea anónimo, su desconocimiento tendrá como efecto “la 
disolución de la constitución del sujeto en el deseo” (30), de la que no podemos esperar 
sino estragos. 
Así, algo de lo irreductible de una transmisión es amenazado, porque las consecuencias 
de su disolución no son comprendidas plenamente. 
Cuando en las legislaciones sobre adopción o reproducción asistida aparecen 
limitaciones acerca de a quiénes se admite como padres adoptantes, o a quiénes se 
habilita como usuarios de las técnicas de fertilización, suelen encontrarse precisiones y 
límites que regulan básicamente los aspectos imaginarios, contingentes, de la cuestión. 
Se verifica de este modo la ausencia de una teoría apropiada para pensar al sujeto y a 
los procesos de humanización, al tiempo que se constata la imposibilidad de fijar 
posición sobre la conservación de un núcleo real como algo que no debe ser tocado, en 
la medida en que su permanencia decide lo propio de la condición humana. 
Con la alteración de este núcleo se asiste a una lógica que todavía, así hay que decirlo, 
parece más apropiada a la ciencia-ficción que a la ciencia, aun cuando no ignoramos que 
las características de la ciencia contemporánea difieren en mucho de aquellas que 
alentaron los ideales de racionalidad del período moderno. (31) 
Precisamente los nuevos desarrollos científico-tecnológicos llevan al extremo una 
característica ya presente en el discurso médico, que es la de producir el borramiento 
subjetivo como consecuencia de la reducción del cuerpo a objeto. 
Como estas nuevas tecnologías operan, a diferencia de otras anteriores, sobre el cuerpo 
humano, el efecto es una tecnologización progresiva de la vida, la sexualidad y el deseo. 
Finalmente, aun cuando las categorías de maternidad, paternidad, filiación, familia, son 
construcciones teóricas relativas a un universo simbólico (y por lo mismo no naturales), 
lo que actualmente está en juego es la deconstrucción de dichas categorías, para 
proceder a su reconstrucción como proceso tecnológico. (32) 
 
8. Lo estructural del carácter simbólico de la especie humana debe ser diferenciado de 
la variedad de formas históricas, particulares, en las que se encarna, y hace aparición. 
 
30 J. C. Indart, “La familia”, p.31. 
31 Basta señalar que estamos hoy tan lejos de lo que caracterizó al período de la ciencia clásica (la contemplación de 
la armonía y del equilibrio de la naturaleza), como del propósito de la ciencia moderna de transformar la realidad: la 
actual es una ciencia que directamente produce lo real. 
Por otra parte, es interesante observar que lo que en el plano literario anuncia la ciencia-ficción, se convierte, con el 
tiempo, en motivo de trabajo para la ciencia. 
32 Silvia Tubert, “Mujeres sin sombra...” 
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Cada época pone en juego los recursos que le son propios para construir las modalidades 
de lo simbólico a las que da uso, pero al mismo tiempo introduce las diferencias que se 
constituyen en ejes de una subjetivación novedosa para el futuro. 
Esta situación hace necesario definir con precisión qué es propio del carácter 
estructural, y en tanto tal debe conservarse, resguardarse, y qué, en tanto variable y 
contingente, debe ser considerado transformación de lo simbólico. 
Así, la especie humana presenta como característica necesaria, constituyente de su 
especificidad, el intento de recubrir lo real por la vía del símbolo, aunque sea ésta una 
operación que nunca puede ser completada plenamente, y que deja siempre un resto 
no sólo inarticulado sino inarticulable,como intentó ejemplificarse en el proceso de 
duelo. 
Pero allí donde un real irrumpe, y en la medida en que haya eficacia de lo simbólico, el 
intento es servirse de eso simbólico para producir la inscripción de lo que interroga en 
lo real. 
Esa inscripción es siempre singular: tiene como base la transmisión de un núcleo real, 
no anónimo y singularizado; la donación y apropiación de marcas subjetivantes; la 
construcción de determinadas operaciones simbólicas; y en la medida en que dichas 
operaciones han sido fundadas, el ordenamiento que realiza la estructura (en su propia 
construcción y en los efectos que de ella surgen), haciendo posibles ciertos recorridos, 
e inhibiendo otros. 
 
Orientados en esta perspectiva, remarcamos los límites a la pretensión absoluta de 
saber de la ciencia. 
Decimos que la trama de lo humano se constituye en la construcción del sentido, en la 
referencia a los sistemas conceptuales conocidos o en la invención de lo nuevo, en el 
encuentro con lo real como imposible. 
También, en la capacidad para producir actividad simbólica incluso en circunstancias que 
a todas luces son demoledoras de la subjetividad. 
Al situar como relativo al carácter antropológico (33) de la especie el intento de hacer 
simbólico de lo real, a la vocación totalizadora de la ciencia se le antepone una operación 
que resiste la plena formalización, y por ende escapa a la posibilidad de su dominio. 
Puede ejemplificarse tal limitación al analizar la temática de la clonación de seres 
humanos. 
Para decirlo directamente: que la clonación produzca una fotocopia genética no 
equivale en modo alguno a decir que el sujeto pueda ser fotocopiado, ya que lo humano 
 
33 Se resalta, al pasar, el modo en el que lo considerado antropológico ha sido transformado por la intervención de 
la ciencia. Este hecho debiera llevarnos a una revisión más acabada de dicha categoría para interrogar, desde las 
nuevas perspectivas de aplicación de la ciencia, si corresponde su reconceptualización. 
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es de una complejidad diferente a lo vegetal o animal, no siendo sólo producto del 
bagaje genético sino también, y necesariamente, de la relación con el Otro. 
Si se produce tal duplicación, se observará que en la medida en que la copia se humaniza 
se independizará del modelo original: aun programando científicamente las marcas a 
transmitir la apropiación de las mismas será singular, desmintiendo la ecuación estímulo 
- respuesta, así como la posibilidad de un determinismo de carácter absoluto. 
Y si la ‘copia’ no se humaniza no se hace evidente el uso concreto al que estaría 
destinada, ya que la única posibilidad que tiene el clon de realizar tareas de complejidad 
humana es en tanto los procesos de subjetivación lo incorporen. (34) 
Debe quedar claro, de todos modos, que el límite fijado por la estructura no es suficiente 
como para dejar librado el tema a una regulación automática: se hace necesario que una 
ley social acompañe el límite citado para impedir aquellos usos que trasgredan lo propio 
de la condición humana, o que funcionen reduciendo la dimensión del conocimiento a 
su eficacia mercantil. (35) 
Así, no se intenta decir que los desarrollos científicos no avanzarán (clonación incluida), 
o que la humanidad no dispondrá de las tecnologías adecuadas para su realización 
empírica. 
La discusión que se abre es de otro orden: plantea si la posesión del conocimiento 
implica siempre la necesariedad de su uso; plantea una disyuntiva para el desarrollo 
científico, interrogando si lo que puede ser hecho, debe hacerse; deja en claro que las 
posibilidades técnicas de producción de un fenómeno determinado no están en el 
mismo registro que su necesariedad ética. 
Plantea, finalmente, si es factible esperar una regulación a posteriori, en la medida en 
que se comprenda lo que está en juego, pudiendo resguardarse aquello que no debe ser 
tocado. 
Los argumentos presentados intentan ubicar un límite en la propia estructura de lo 
humano, al tiempo que advierten sobre aquel núcleo que es necesario preservar, a fin 
de impedir por la vía de una regulación social algunos usos posibles técnicamente 
 
34 Se describen como ‘tareas de complejidad humana’ a aquellas que, sencillas o complejas, no admiten plena 
formalización. Para las tareas plenamente formalizables las máquinas (computadoras, robots) dan soluciones cada 
vez más satisfactorias, y al mismo tiempo más económicas y rentables. 
35 Por ejemplo, en los Estados Unidos las aseguradoras comienzan a emplear informes genéticos que indican la 
posibilidad de una enfermedad futura, para rechazar pólizas de personas aparentemente saludables, o fijar valores 
diferenciales según un cálculo de riesgos probables. En el mismo sentido, comienzan a producirse efectos 
psicológicos, sociales, legales, laborales, etc., a partir de la detección de genes como por ejemplo el BRCA 1 y el BRCA 
2, que en caso de aparecer mutados indican un “90% de posibilidades de contraer cáncer de mama”. “Consultor de 
Salud”, 22/8/97, Año VII, Nro. 177, p.2. 
Dicha detección posee evidentemente distinto estatuto según tenga por finalidad la realización de un tratamiento (si 
lo hay), o la exclusión del mundo laboral o de un sistema de protección médica. 
Como contrapartida las aseguradoras argumentan que la prohibición para utilizar esos informes permite, con el 
conocimiento hoy disponible, que una persona pueda intentar obtener un beneficio económico, requiriendo la 
cobertura de una póliza de seguros al enterarse de una probable o certera enfermedad futura. 
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hablando, aunque cuestionables desde la perspectiva que definimos como propia del 
campo de la subjetividad. 
Si esta posición puede ser integrada al desarrollo del conocimiento nos está permitido 
aguardar con cierta confianza los pasos que los mismos humanos podremos dar para 
producir una regulación de las nuevas tecnologías. 
Con todo, esta esperanza intenta no ser ingenua: principalmente porque no desconoce 
que es ilusorio suponer que lo real puede ser plenamente recubierto por lo simbólico. 
También, porque está advertida de algunas limitaciones cuya permanencia empobrece 
las perspectivas de las producciones simbólicas, pero que no implican necesariamente 
la supresión del núcleo real expuesto. 
Una limitación a la expectativa nombrada aparece en la medida en que los procesos 
científico-tecnológicos se inscriben, se desarrollan y progresan en el interior de la lógica 
mercantil. 
Otra limitación hace aparición al observar que el avance de éstas y otras tecnologías, se 
produce en un momento en el que el sujeto ve reducido lo específico de su condición a 
formas cada vez más objetivadas. 
 
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