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Política de recursos en el ámbito de la sallud

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Capítulo 5 
Políticas de recursos humanos en el ámbito de la 
salud: El caso de la formación de graduados en 
psicología para las prácticas públicas en salud.
El problema 
Las políticas de formación y utilización de los recursos humanos del sector 
salud debe situarse en el marco más general de los procesos de modernización 
y reforma del Estado iniciados en todo el mundo a principios de la década de 
los ‘80. 
Por entonces se había generado consenso en las elites dirigentes de que era 
necesario adoptar reformas estructurales para dotar de mayor eficiencia el ac-
cionar del Estado y revalorizar al mercado como mecanismo para la asignación 
de recursos. 
Algunas de las estrategias más importantes mediante las cuales se orientó 
dicho proceso de reforma comprendían la descentralización, la privatización 
o tercerización de servicios, la flexibilización laboral, la focalización del gasto 
sectorial y los cambios en las modalidades de gestión. Como un indicador sin-
tomático de este período, el Estado disminuyó su participación e intervención 
como prestador directo de servicios en todas las áreas, emergiendo al primer 
plano funciones tales como el financiamiento, la regulación, la normatización 
y fiscalización destinada a otras instancias jurisdiccionales o bien a organiza-
ciones de la sociedad civil.
Coincidentemente, los organismos multilaterales de crédito comenzaron a 
constituirse en la fuente rectora de las políticas públicas sectoriales, estimulan-
do un proceso de transformación en los aspectos organizativos y financieros 
cuya aplicación tendría como objetivo una mayor efectividad en el cumpli-
miento de metas sanitarias.
En el período comprendido entre fines de los años ‘80 y mediados de los 
‘90 los Organismos de Crédito Internacional dan a publicidad variados do-
cumentos, en los que se fija una clara posición ideológica en torno a cuáles 
deben ser las prioridades y orientaciones estratégicas de los Estados Nacionales 
en materia de Salud. En el Informe Anual del Banco Mundial cuyo título fue 
Invertir en Salud (Banco Mundial, 1993) se proponen medidas y orientaciones 
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PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
para la reforma del sector salud tales como la focalización de los beneficiarios 
del gasto público, la fijación de un paquete de prestaciones mínimas o básicas 
y el incentivo a la competencia, para citar los más importantes. Se propone, 
además, la oferta de servicios públicos gratuitos destinados específicamente 
a los grupos carecientes según criterios de costo-efectividad, y para la pobla-
ción no careciente que pudiera disponer de cobertura social un conjunto de 
prestaciones básicas ordenadas y racionalizadas según criterios tales como la 
eficiencia y el apoyo en evidencia científica.
La influencia de este modelo se prolonga más tarde en todos aquellos Do-
cumentos gestados como resultado de eventos promovidos desde la flamante 
Organización Mundial de Comercio, que comienza a incorporar servicios y 
bienes públicos considerados de alto impacto social, como los sanitarios o los 
educativos, involucrándolos en aquellas transacciones que deben ser normati-
zadas según las reglas provenientes de los acuerdos celebrados internacional-
mente (Feldfeber,M y Saforcada, F., 2005).
El progresivo avance de la racionalidad de mercado facilitó la incorpora-
ción de actores provenientes del ámbito financiero con distintas racionalida-
des e intereses, quienes buscaban captar recursos humanos capacitados o que 
pudieran adaptarse a las nuevas demandas del ámbito empresarial. Incluso 
hubo casos en los que se plantearon alianzas concertadas entre empresas y 
entidades formadoras de recursos humanos que generaron oportunidades de 
capacitación en temáticas tales como gestión de sistemas y servicios de salud, 
liderazgo y trabajo en equipo, macroeconomía y microeconomía, para citar 
alguno de los contenidos más frecuentes.
Este proceso se acompañó con una progresiva desregulación de servicios 
en el área social y económica, que respondía a un objetivo no-explicitado que 
tuvo la mayor influencia en la toma de decisiones: la liberalización y la aper-
tura del mercado de capitales (Tobar, 1998). 
Las acciones de desregulación se ejercían sobre el supuesto (a menudo im-
plícito) de que se obraba como respuesta a lo que se consideraba un excesivo 
grado de normatización y control, concibiéndosela entonces como la supre-
sión de una serie de normas que impedían la provisión de determinados bienes 
y servicios por agentes económicos públicos y/o privados. No obstante, el 
sentido que adoptó en los hechos el término regulación (o su contrario, desre-
gulación) debía concebirse como parte de un proceso, ya que la desregulación 
conllevaba necesariamente la introducción de nuevas medidas regulatorias 
(Casal y Castro, 2001). 
Una de las consecuencias que cabe apuntar es que se debilitó aún más el 
grado de liderazgo que por entonces ejercía la autoridad sanitaria nacional; lo 
cual puso al descubierto negativas situaciones estructurales precedentes que 
se vieron magnificadas ante la emergencia económica y sanitaria. Otra de las 
consecuencias notorias que se derivó de este proceso fue la fragmentación 
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entre los subsectores que conformaban el aparato del Estado, debilitando la 
capacidad regulatoria y el liderazgo estatal en todos los aspectos concernientes 
a la formación e inserción de los graduados en el sistema de salud. 
Al mismo tiempo que se expande en dicho período la influencia de los Or-
ganismos multilaterales de crédito sobre el sector de la salud, se observa cómo 
los organismos internacionales en la materia asisten a la declinación de su 
hegemonía, que había resultado incuestionable desde comienzos de la década 
del 60 hasta mediados de los 80.
Sin embargo, el avance experimentado por agencias financieras sobre las 
políticas públicas sectoriales produjo una reacción en ciertos grupos e insti-
tuciones que se habían constituido en referentes indiscutidos del campo sa-
nitario. En un trabajo pionero, que llevaba como título “La crisis de la Salud 
Pública” (OPS, 1992) y en el que participan destacados referentes sanitarios 
de todo el continente, ya se mencionaban las consecuencias negativas que 
cabría esperar del proceso de desjerarquización y deslegitimación del pensa-
miento salubrista, y se planteaban un conjunto de cuestiones claves que de-
bían ser reinsertadas en la agenda educativa: el análisis de políticas públicas, 
el desarrollo de la investigación epidemiológica, el estudio del impacto del 
desarrollo tecnológico y los aspectos relativos a la organización de los sistemas 
de servicios de salud. Se planteaban también propuestas específicas en torno 
al fortalecimiento de la capacidad docente y de investigación de las Escuelas 
de Salud Pública y la creación de una red de instituciones formadoras en el 
marco de la Asociación Latinoamericana y del Caribe de Educación en Salud 
Pública (ALAESP) y la Asociación de Escuelas de Salud Pública de los Estados 
Unidos (ASPH). 
Casi una década más tarde, en un Documento titulado Funciones Esencia-
les de la Salud Pública, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 
2000), se señalaba que en la región latinoamericana los procesos de reforma 
del sector se habían concentrado principalmente en los cambios estructurales, 
financieros y organizacionales de los sistemas de salud y en ajustes relativos al 
tipo y cantidad de prestaciones de servicios dirigidos a las personas (Muñoz, 
2000). 
Al destacar las principales prioridades que debían abordar las autoridades 
sanitarias de los países miembros, menciona que la salud pública había sido 
descuidada como una responsabilidad social, precisamente cuando más aten-
ción y apoyo requería de los gobiernos a fin de modernizar la infraestructura 
necesaria para el desarrollo. Entre las prioridades de política pública que debe-
rían figurar en la agenda de los países de la Región se ubica al desarrollo de re-
cursos humanos para el ámbito de lasalud y la capacitación en salud pública, 
concebidas a la vez como funciones esenciales que debía cumplir la autoridad 
sanitaria nacional. 
En la reunión de consulta sobre educación en Salud Pública convocada 
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PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
por ALAESP y la OPS, en noviembre del año 2001, también se establecieron 
algunos tópicos importantes a ser incorporados en la enseñanza de la Salud 
Pública: la recuperación del rol de rectoría estatal, el aseguramiento y exten-
sión de los niveles de cobertura, la participación ciudadana y de la sociedad 
civil en el quehacer de salud, el impacto de la pobreza y la desigualdad social, 
la crisis en los sistemas de protección social y los fenómenos vinculados a las 
distintas formas del terrorismo internacional. 
Ya por entonces se había establecido un importante consenso en torno a 
considerar la Salud y la Educación como dos áreas que tendían a desarrollar 
acciones regulatorias comunes: a) en virtud de las interacciones que surgen 
cuando se llevan a cabo, por vías separadas, acciones para mejorar los niveles 
de educación y acciones para lograr buenas condiciones de salud, b) por las 
necesidades de ajustar los requisitos vinculados con la formación y el recono-
cimiento oficial del recurso humano que actúa en los servicios sanitarios.
Con respecto a la formación de grado, si bien históricamente la Argentina 
mantiene una política de respeto a la autonomía universitaria y por lo tanto a 
aquellas decisiones concernientes a la cantidad de alumnos que pueden ingre-
sar al sistema, existían restricciones materiales y presupuestarias que de hecho 
limitaban el ingreso al sistema de formación universitaria y, por consiguiente, 
el egreso del mismo. 
Sin embargo, los procesos de desregulación y privatización señalados an-
teriormente coadyuvaron para un crecimiento incontrolado de universidades 
privadas y carreras de la salud que, careciendo algunas de ellas de adecuados 
mecanismos de regulación y control, ampliaron el número de profesionales 
graduados, cuyo número era juzgado excesivo en relación a disciplinas que ya 
eran ofertas tradicionales de formación. 
Por otro lado, la escasa oferta de especializaciones, la inexistencia de están-
dares para el desarrollo de programas y la carencia de instrumentos adecuados 
para la acreditación de las instituciones contribuyeron a la fragmentación de la 
formación de posgrado, en la cual participaron como entidades certificadoras 
las asociaciones profesionales, las Universidades y el propio Estado (en el nivel 
central y en cada una de las jurisdicciones). 
Concurrentemente, la descentralización del sistema educativo sin rectoría 
del Estado Nacional agudizó algunos problemas fundamentales vinculados al 
carácter federal de la República Argentina. Por ejemplo, para el reconocimiento 
de las carreras técnicas y la mayoría de las especialidades, el reconocimiento 
oficial se otorga de forma autónoma por cada una de las autoridades jurisdic-
cionales, sin la orientación que podría proporcionar una norma que, acordada 
federalmente, contribuya a ordenar u homogeneizar las divergencias regionales. 
Con respecto a la participación de organizaciones de la sociedad civil, se 
incrementó el riesgo de que cada uno de los actores interviniese con sus pro-
pias demandas y, en la persecución de intereses, movilizara los recursos insti-
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tucionales del Estado en su propio beneficio sectorial generando, también en 
estas áreas, el fenómeno denominado como captura regulatoria6. 
Los procesos que acontecieron en el área de la formación impactaron a su 
vez sobre la demanda de acreditación formal el mercado de trabajo, lo que 
devino en un hecho altamente relevante si se considera que en Argentina el tí-
tulo académico de grado en todas las carreras pertenecientes al área de la salud 
resulta aún habilitante para el ejercicio profesional.
Cabe señalar asimismo que tales transformaciones se plantean en un mer-
cado en el cual recrudecieron los procesos de precarización y flexibilización 
laboral (Novick, y Galín, 2003), planteándose nuevos interrogantes en torno 
a cómo garantizar requisitos básicos o esenciales de formación que aseguren la 
prestación de servicios adecuados en un área considerada de alto riesgo social. 
Es habitualmente reconocido que la sobreoferta de recursos profesiona-
les, sumada a un bajo grado de capacitación formal y a fuertes presiones de 
ingreso al mercado de trabajo de parte de los profesionales por cuestiones 
netamente vinculadas a la subsistencia económica (elastizando la demanda), 
genera efectos distorsivos e, indirectamente, afecta negativamente la calidad 
de las prestaciones que reciben los usuarios y aumenta el riesgo de iatrogenia 
negativa entre la población. 
Principales situaciones y procesos distorsivos
Los procesos antes aludidos, que han tenido impacto en las últimas dos dé-
cadas sobre el sector sanitario y educativo, agudizaron problemas estructurales 
vinculados con la oferta de recursos humanos en salud: 
Sobreoferta y suboferta profesional
La oferta formativa desregulada y librada a las fuerzas del mercado generó 
una sobreabundancia de recursos en ciertas especialidades tales como la medi-
cina y la psicología y subofertas en otras áreas o niveles de formación, aún en 
aquellas consideradas críticas para el desarrollo nacional y la calidad de vida 
de la sociedad.
En el caso de la medicina, la Argentina ostenta una de las tasas de médicos 
por habitante internacionalmente más altas (32,1 cada 1000 habitantes), su-
perior incluso a la mayoría de los países desarrollados o con mayor ingreso per 
cápita, tales como Holanda, Reino Unido o los Estados Unidos. 
6 Con el término captura Regulatoria se alude a situaciones en las cuales el contenido u 
objetivos de la regulación afectan los intereses políticos o económicos de determinados 
grupos (expresado o canalizado a través de determinadas organizaciones) estos pueden 
tratar de obtener del regulador decisiones que los favorezcan. Cuando a ello se le añade la 
alta discrecionalidad de los agentes regulatorios y la opacidad de las decisiones, se establece 
un campo fértil para la corrupción de quienes ejercen la acción regulatoria.
esmac
Resaltado
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PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
Para el caso de los graduados en psicología, Argentina presenta una de las 
tasas más altas del mundo (1 psicólogo cada 649 habitantes), lo que se observa 
cuando comparamos este indicador en la mayor parte de los países de América 
(ver Cuadro 1).
Cuadro 1: Situación de los graduados de psicología en Argentina y el resto de los 
países de Latinoamérica.
* DATOS DE 1999 (Alonso M.M., Eagly A (Eds) - Psicología en las Américas. Ca-
racas, SIP)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Cabe aclarar que, en lo que respecta a Argentina, los datos no contabilizan 
a los graduados de la época en que no existían las carreras de psicología en el 
país y, quienes decidían ejercer esta profesión, cursaban sus estudios univer-
sitarios en la carrera de Filosofía. Se estima en un número que gira alrededor 
de 7.000 a estos psicólogos. Por otra parte, la información brindada por el 
estudio de Alonso (Cuadro 1) llega hasta el año 1999, lo que permite tomar 
como cifra razonable, para el 2006, teniendo en cuenta la tasa de mortalidad 
y la esperanza de vida en Argentina, que la cantidad de psicólogos y psicólogas 
en el país gira alrededor de los 70.000.
Coincidentemente, otras áreas se hallaron insuficientemente cubiertas, en-
tre las que cabe mencionar la enfermería o ciertas áreas de aplicación tales 
como la salud ambiental, la ingeniería sanitaria, hemoterapia, o la rehabilita-
ción de personas con discapacidad, la atención de la tercera edad y el área de 
lo mental en la salud.
Este problema debe a su vez relacionarse con otra situación que cabe se-
ñalar por su efecto distorsivo: la baja participación relativa y el bajo grado de 
profesionalización de técnicos y personal suficientemente calificados en el área 
de enfermería; planteándose diversos fenómenos concurrentes: 
a) Subutilización de recursos humanos adecuadamente formados pero 
aún no reconocidos oficialmente; 
b) Alto grado de empirismo y subcalificación de personal empleado, por 
tratarse de áreas en las que no existen recursos humanos con suficiente 
grado de formación (por ejemplo, enfermería destinada a la rehabilita-
ción de pacientes crónicos o con patologías discapacitantes); 
c) Certificación educativa equivalente para trayectos formativos distintos 
en relación a cuestiones científicas y técnicas (por ejemplo, Acompaña-
miento Terapéutico); 
d) Como resultado de ciertas áreas de vacancia que dejan las profesiones 
tradicionales y con mayor grado de legitimación formal, el surgimien-
to de nuevos perfiles técnicos no suficientemente regulados como el 
psicólogo social y los counselor, no graduados en carreras universitarias y 
cuyas autoadjudicadas incumbencias se superponen y/o afectan aque-
llas que por Ley están establecidas para los graduados universitarios en 
psicología; 
e) Graduados universitarios en Psicopedagogía y en Trabajo Social que, 
por fuera de lo que regulan las leyes para sus ejercicios profesionales y 
de lo que surge de su capacitación académica, incursionan en el campo 
de la clínica y psicoterapia general individual y/o familiar.
Tales problemas están a menudo generados por los mismos profesionales 
de la psicología que, hallándose ante situaciones de desocupación o subocupa-
ción, han adoptado como estrategia de subsistencia la apertura de institucio-
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PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
nes privadas o el desarrollo personal de actividades de capacitación en las que 
admiten a profesionales no-psicólogos para “formarlos” en prácticas clínicas 
(diagnóstico y/o tratamiento) que la ley reserva sólo para los médicos y psicó-
logos, promoviendo prácticas ilegales carentes del debido soporte formativo 
científico-técnico.
Luego de décadas en que, contrariamente a lo que ocurriera en el resto 
de América Latina, el número de instituciones educativas en esta área per-
maneciera constante, se ha producido en los últimos años un significativo 
incremento en el número de Escuelas y Facultades de Psicología, en especial 
de aquellos establecimientos localizados en la Ciudad Autónoma de Buenos 
Aires. 
Un dato llamativo (ver Cuadro 2) es el alto porcentaje de graduados que 
aportan las universidades privadas en comparación con las públicas, siendo 
que estas últimas abrieron sus carreras de la disciplina hace aproximadamente 
cincuenta años y las privadas comenzaron a hacerlo, salvo dos o tres excep-
ciones, hace alrededor de quince años. No obstante, las instituciones privadas 
involucran la tercera parte de los ingresos, egresos y del total de alumnos com-
prendidos en el sistema. 
Finalmente, cabe señalar la existencia de distorsiones en la distribución, 
dado que la oferta se concentra en aquellos lugares con mayor abundancia de 
recursos; consagrando una vez más la iniquidad y la ley de asistencia inversa en 
la cual, a mayor necesidad relativa menor posibilidad de acceder a los recursos 
necesarios para resolverlas.
Esto se observa con claridad en el caso de la oferta de psicólogos y su des-
igual distribución de los mismos en las distintas regiones del país, e incluso 
entre áreas urbanas y áreas rurales. Adviértese, por ejemplo, que la ciudad de 
Buenos Aires concentra casi la mitad del número total de profesionales, con 
una tasa de 1 profesional cada 121 habitantes, contrastando esto con las tasas 
que se observan (ver Cuadro 3) en las provincias del Noreste (Chaco 5.293, 
Formosa 6.159, Corrientes 8.701, Misiones 7.260).
Otro problema importante se plantea en torno a la imposibilidad de ase-
gurar y controlar la formación continua de posgrado, requisito considerado 
indispensable para el ejercicio de las profesiones de todo el campo de la salud 
en la mayoría de los países del mundo. Tradicionalmente, para las carreras 
consideradas críticas (caso Medicina, Psicología, Enfermería) han ido desa-
rrollándose distintos dispositivos de formación a fin de que los graduados 
reciban un intenso entrenamiento en servicio que garantizara el aprendizaje 
de destrezas básicas para el ejercicio profesional, a menudo formalizadas bajo 
la denominación de Residencias. Este sistema, que conjugó las demandas de 
mano de obra calificada y la necesidad de asegurar una adecuada formación 
profesional entró en crisis en la medida que los cupos habilitados en el siste-
ma público y privado de atención no alcanzaban a satisfacer las demandas de 
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Cuadro 2: Universidades Públicas y Privadas que imparten carreras de grado en 
Psicología. Total del País. 
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Resaltado
130
PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
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*Datos de Klappenbach H (2003)
# No activas. Población: según Censo Nacional de Población, Familias y Viviendas, 
INDEC 2001.
131
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Cuadro 3: Cohorte de graduados por país y provincia. República Argentina. 
(Registrados o estimados activos en asociaciones y colegios de psicólogos)
132
PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
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133
especialización de la gran cantidad de graduados egresados en cada período. 
Como consecuencia, en la actualidad un amplio porcentaje de graduados se 
vuelcan al mercado de trabajo sin adecuado desarrollo de competencias para 
ejercitar su saber en áreas de alto impacto o riesgo potencial como las clíni-
co-asistenciales. 
Finalmente, es necesario hacer hincapié en la situación distorsiva que, 
planteada en la formación de pregrado, perjudica a la población, amenaza la 
racionalidad en la gestión de la enfermedad, la utilización de los fondos públi-
cos y a quienes deciden formarse como profesionales de la psicología.
En apretada síntesis, este problema multifacético en sus consecuencias, 
está generado por un conjunto de factores interconectados. A continuación 
se señalan los aspectos generales que los caracterizan y los ámbitos en que se 
dinamizan, pudiéndose reconocer algunas muy escasas excepciones institu-
cionales y/o personales (por ejemplo, profesionales que siguieron estudios de 
grado y/o posgrados en el exterior, o que por un esforzado autodidactismo 
configuraron un perfil profesional diferente al generalizado.):
a) La orientación de las carreras de psicología fue cooptada hegemóni-
camente por el modelo médico clínico-asistencial que ha posibilitado 
la instauración de concepciones y prácticas individualistas y con un 
marcado sesgo hacia el ejercicio liberal de la profesión, que resulta in-
adecuado para las prácticas públicas y, fundamentalmente, para todo el 
ámbito de la salud pública y la salud comunitaria.
b) Esta cooptación hegemonizante se extiende, con mayor o menor grado 
de sutileza, hasta las asignaturas más alejadas del quehacer específico en 
salud como, por ejemplo: psicología institucional, laboral, educacional, 
forense, etcétera.
c) Este modelo, a su vez, férreamente dominado por el psicoanálisis como 
marco teórico-técnico, ha puesto barreras a las dos vías fundamentales 
para su avance científico, tales como las neurociencias y el área de la 
psicología social.
d) En virtud de que la formación se enfoca hacia la enfermedad, existen 
escasísimas asignaturas o actividades de posgrado que tomen en cuenta 
la Psicología de la Salud, la Epidemiología Psicosocial y, casi ninguna, 
la Psicología Comunitaria (que en general involucra enfoques de salud 
comunitaria).
e) El concepto de “salud mental” se plantea como una categoría diferen-
cial, de entidades nosológicas definidas a partir de profundas y arraiga-
das concepciones dualistas y mecanicistas. Asimismo, esta concepción 
conspira contra la posibilidad de aportar a la solución de los problemas 
de manifestación preponderantemente mental que, como lo demuestran 
los recientes avances científicos son de naturaleza bíopsicosocioambiental 
y requieren para su solución enfoques, estrategias y técnicas de la mis-
134
PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
ma naturaleza, porque el concepto de naturaleza está hablando de los 
procesos de génesis y sustento,por lo tanto, del núcleo de las estrategias 
de solución.
f ) Al no contar la Argentina con profesionales especializados en Psicología 
de la Salud (que involucra el asesoramiento –counseling- psicológico) 
todas las actividades de protección y promoción de la salud y preven-
ción primaria, secundaria y terciaria de la enfermedad se ven perjudi-
cadas por carencia de aportes de los marcos teóricos y las tecnologías 
específicamente relacionadas con la subjetividad, el comportamiento 
y los procesos psicoinmunoneuroendocrinos; en síntesis, perjudicadas 
por falta del aporte de lo mental en la salud. Dicha situación acarrea va-
rias consecuencias, tales como: i) Al no contar los sistemas de servicios 
de salud con estos aportes el monto de enfermedad que se atiende coti-
dianamente es mayor que el que se lograría incluyéndolos y los tiempos 
de recuperación de las personas enfermas resultan más prolongados; 
ii) Una gran parte de la demanda de atención (estimable en un 40% 
del total) que llega a las unidades de los servicios mencionados y no 
son portadores de patología sean a menudo sometidos a tratamientos 
indebidos, como así también, a estudios innecesarios que incrementan, 
ignificativamente el gasto en enfermedad inexistente; iii) Las personas 
que atraviesan crisis o conflictos vitales que, sin padecer patologías, es 
sometida a tratamientos indebidos resulta dañada en otro aspecto: re-
forzar sus desvalimientos por falta de destrezas adecuadas para afrontar 
ciertos problemas y el no aprovechamiento de la oportunidad de desa-
rrollarlas a través del asesoramiento psicológico.
Oportunidades, alternativas y requerimientos
En un escenario adverso en el que el desempeño de uno de los compo-
nentes está en una situación desventajosa principalmente por los efectos de su 
propio accionar y no por factores negativos presentes en el escenario la razón 
lleva a indagar, fundamentalmente, en tres vertientes que son convergentes, 
interactuantes y sinérgicas:
a) Visualizar cuáles son las mejores oportunidades para fortificar ese com-
ponente y para encausarlo hacia lo que permitiría lograr su desempeño 
más fructífero y de mayor impacto en la sociedad y en el escenario 
mismo; 
b) Detectar cuáles son las mejores alternativas para aprovechar esas opor-
tunidades, entendiendo por mejores aquellas que: 1) insumen menos 
recursos sin perder eficacia y eficiencia, 2) generan la mayor sustenta-
bilidad en el tiempo y 3) son las más viables con los recursos con los 
que se cuenta.
135
c) Analizar con detenimiento cuáles son los verdaderos requerimientos 
para transformar, una o más de las alternativas entre las detectadas 
como las más eficaces y eficientes, en el camino que lleve a convertir la o 
las oportunidades en logros y que, estos logros, sean a su vez proactivos.
Estos propósitos o propuestas interactuantes implican un proceso comple-
jo que debe planificarse con criterios estratégicos. Es bueno recordar alguna 
definición del concepto de estrategia y, tal vez, el más sintético y contundente 
es el que dio Lenin: La estrategia es la elección de los puntos donde aplicar las 
fuerzas. Las fuerzas (todos los recursos juntos con los que se cuenta) son siem-
pre escasas, los puntos existentes son un arco casi infinito o inconmensurable, 
la elección de aquellos que, siendo pocos porque pocos son los recursos, deben 
ser de naturaleza y características tales que permitan que las fuerzas aplicadas 
en ellos deformen el arco hacia el objetivo que se persigue a través de la men-
cionada estrategia.
Oportunidades
Argentina tiene enormes falencias con relación a la psicología pero, al mis-
mo tiempo, estas brindan una oportunidad excepcional a los científicos y a 
los profesionales de la disciplina. La excepcionalidad radica en que en ambas 
vertientes (ciencia y profesión) casi todo está por hacerse, desde el momento 
que la investigación psicológica científicamente rigurosa es escasísima y los 
principales campos de aplicación de la disciplina, que en los demás países del 
mundo implican aproximadamente veinticuatro especialidades (la Asociación 
Americana de Psicología tiene actualmente 56 divisiones), en Argentina invo-
lucra alrededor de tres. La Federación de Psicólogos de la República Argen-
tina (FePRA) “…en la Asamblea de diciembre de 1995 ha reconocido solo 
las siguientes especialidades: Psicología Clínica, Psicología Laboral, Psicología 
Jurídica, Psicología Social, Psicología Sanitaria, Psicología Educacional. La 
inmensa mayoría de las y los colegas que trabajan en el área de la educación 
lo hacen desde la perspectiva clínica, en los gabinetes de psicología o psico-
pedagogía, y esta distorsión es mucho más negativa que si se aceptara lisa y 
llanamente que casi se carece de psicología educacional. Algo similar ocurre 
con la Psicología Jurídica, donde todo el accionar se reduce al área forense y el 
trabajo pericial. Aún cuando se tomara como información válida, la decisión 
de la FePRA deja en claro que Argentina no cuenta con formación de pregra-
do ni de posgrado, ni con especialistas, en psicología ambiental, económica, 
comunitaria, cultural, del deporte, ergonómica, del desarrollo nacional y las 
políticas públicas, neuropsicología (la mayor parte de los especialistas en esta 
rama, en Argentina, son médicos o psicopedagogos), de la comunicación y los 
medios masivos, de las organizaciones de alta complejidad y/o riesgo, organi-
zacional, etcétera. Cayendo en reiteración, pero para que no se pueda rebatir 
136
PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
fácilmente lo que acá se afirma, se insiste en señalar que, de algunas de estas 
especialidades existe en Argentina algún o algunos pocos especialistas, pero 
las excepciones no son las que caracterizan una profesión sino las que hacen 
resaltar los espacios de vacancia de la disciplina en su vertiente aplicada.
Estas carencias de la psicología argentina resultan uno de los factores más 
importantes en los altísimos niveles de desocupación y subocupación de esta 
profesión.
En el ámbito de la salud se hace patente el perjuicio de esta omisión a 
partir de analizar la siguiente definición de salud, que ha sido elaborada sobre 
la base de la que emitiera la OMS (1948) (…el completo estado de bienestar 
físico, psíquico y social…): 
Salud es la situación de relativo bienestar físico, psíquico y social -el máxi-
mo posible en cada momento histórico y circunstancia sociocultural deter-
minada-, considerando que dicha situación es producto de la interacción 
permanente y recíprocamente transformadora entre las personas (entidad 
bio-psico-socio-cultural) y sus ambientes humanos (entidad psicosociocul-
tural, bío-físico-química y económico-política), teniendo en cuenta que 
estos componentes integran a su vez el complejo sistema de la trama de la 
vida” (Cátedra I de Salud Pública/Salud Mental, Facultad de Psicolo-
gía, UBA, 2006).
Si esta definición es aceptada, no cabe duda que el proceso de salud es el 
proceso de la vida, por lo tanto, en este ámbito se hace necesario el aporte de 
casi todas las especialidades con las que cuenta la psicología mundial.
La situación planteada en Argentina y lo afirmado en el párrafo anterior 
justifica plenamente el surgimiento de la Psicología Sanitaria que, precisa-
mente puede fecharse en Córdoba hacia la década de los 70 del siglo pasado. 
Esta especialidad no es un campo sub-disciplinar, sino un área que implica 
un perfil profesional múltiple, que admite sobre-especializaciones en función 
de profundizaciones en alguno de sus componentes (psicólogo epidemiólo-
go, psicólogo comunitario salubrista, psicólogo ambiental salubrista, etc.), los 
cuales pueden caracterizarse del siguiente modo (el listado no es exhaustivo):
a. Salud Pública.
b. Epidemiología integral, ecológica y psicosocial.
c. Psicología comunitaria.
d. Psicología ambiental.
e. Ecología humana.
f. Mediación comunitaria y familiar.
g. Psicología social.
h. Psicología integral de la salud.
i. Psicología organizacional deinstituciones de salud.
137
j. Psicología del moldeamiento de las interacciones utilitarias.
k. Principios de demografía.
l. Diseño de políticas públicas y gestión de programas sociales.
m. Metodología y técnica de la investigación cualitativa y cuantitativa, in-
vestigación acción-participativa (IAP).
n. Planificación macro y microsocial, planificación participativa.
o. Previsión de daños causados por las nuevas tecnologías.
p. Evaluación de proyectos; detección y diseño de indicadores psicosocio-
culturales de evaluación.
q. Promoción de la salud, modificación de entornos sociales para lograr el 
desarrollo del potencial de salud.
Este es el perfil profesional básico y necesario para transformar la situación 
actual adversa de los psicólogos y psicólogas que trabajan en el ámbito de la 
salud pública, y representa una oportunidad para brindar aportes esenciales, 
tanto para mejorar las condiciones de salud de la población como para evitar 
daños a la salud en el personal que se desempeña en el sistema público de 
atención.
Por supuesto, resultará deseable y necesario que, adquiriendo todos los 
profesionales de la psicología insertos en el ámbito de la Salud Pública esta 
formación básica (serían los generalistas), surjan los especialistas que se dedi-
quen a profundizar, desde la psicología, en los campos de la epidemiología, 
la psicología organizacional hospitalaria, la psicología comunitaria salubrista, 
la planificación o alguna otra que surga de los puntos mencionados con an-
terioridad.
Alternativas y requerimientos fundamentales
Para aprovechar la oportunidad analizada anteriormente, es necesario en-
focar la atención en dos problemas fundamentales que originan los procesos 
que desembocan en el escenario negativo actual : a) La crisis educativa y sani-
taria alertada de forma recurrente por destacados referentes de orden nacional 
e internacional (Morin, 2005)y los efectos sinérgicos e interactuantes de las 
acciones promovidas en ambas áreas; b) El grado de adecuación entre la for-
mación que desarrollan en la actualidad estudiantes y graduados en psicología 
y las demandas sociales y sanitarias prevalentes en la actualidad.
La primera cuestión
Al constatarse el colapso del modelo de atención sanitaria que es hoy pre-
dominante en la mayoría de los países del mundo, se ha puesto de manifiesto 
la necesidad de que los recursos humanos coadyuven a la transformación en 
138
PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
las concepciones y prácticas que orientan el quehacer en el campo de la salud 
pública. 
Esto resulta fundamental al observarse con claridad, no sólo el impacto 
que tiene la formación de los recursos humanos sobre el diseño e implementa-
ción de las políticas públicas, sino también la aparición de criterios divergentes 
sobre los principios axiológicos que deben sustentar las prioridades, orienta-
ciones y contenidos de la formación. 
Como ejemplo puede señalarse que, así como destacados analistas centran 
en la educación una de las principales vías para la transformación de los su-
puestos axiológicos que orientan el modelo vigente de atención, otros grupos 
e instituciones conciben, en virtud de un orden económico y social cada vez 
más interdependiente y globalizado, la necesidad de que los servicios sanita-
rios y educativos continúen desregulándose aún más para facilitar su adecua-
ción a los acuerdos y normativas provenientes de la Organización Mundial del 
Comercio. 
Entre aquellas problemáticas sociales y sanitarias emergentes que concitan 
el trabajo y la dedicación de todas las profesiones que convergen en el campo 
de la salud podemos señalar las siguientes:
•	 Nuevas morbilidades de la población. 
•	 El crecimiento de la pobreza y la desigualdad resaltando, por su grave-
dad, el de la pobreza estructural.
•	 La degradación de los ecosistemas y las situaciones de desastres.
•	 El impacto de las nuevas tecnologías, muchas de ellas ocultamente da-
ñosas para la salud, sobre el proceso de trabajo y el uso del tiempo libre.
•	 El envejecimiento poblacional y la cronicidad de las patologías. 
•	 Los comportamientos de riesgo, fomentados de modo insidioso por la 
publicidad, los medios de comunicación masivos, la televisión y el cine.
•	 El incremento de la violencia multiforme, teniendo particular impor-
tancia al respecto al violencia familiar y el maltrato infantil.
•	 Las enfermedades endémicas, los problemas bromatológicos, el uso y 
abuso de substancias tóxicas y los problemas que afectan el crecimiento 
y desarrollo humano y la calidad de vida de la vejez que, desaprensi-
vamente, los gobiernos de las distintas jurisdicciones y la población 
manejan con superficialidad.
La segunda cuestión
Una vez identificadas las cuestiones prioritarias que requieren respuestas 
técnicas eficaces de parte de los profesionales de la salud es necesario analizar, 
por los efectos multiplicadores y de retroalimentación que genera y promueve, 
el componente de la formación de psicólogos. 
139
La cantidad, calidad y posibilidades de diversificación de especializaciones 
de quienes actualmente se forman en las instituciones públicas y/o privadas no 
responden a las características cualitativas y cuantitativas de la demanda actual 
y potencial basada en las necesidades sanitarias de la población. Tampoco res-
ponden a los problemas más acuciantes del país que hacen a sus posibilidades 
de desarrollo y a la calidad de vida de su población, sino que son resultado 
de una oferta formativa fragmentada, con bajo grado de control estatal y que 
responde a intereses puramente corporativos y sectoriales dentro mismo de las 
corporaciones y sus directivos. 
A las evidencias respecto de la existencia de situaciones distorsivas que ex-
hiben los datos antes aportados, debe añadirse una evaluación cualitativa acer-
ca del impacto y resolución efectiva que los profesionales están en condiciones 
de brindar de acuerdo a las necesidades sanitarias de la población. 
Ha sido señalado por diversos autores (Saforcada,2001; Borrell,2001) los 
notorios desajustes entre la oferta formativa, las demandas laborales y las ca-
racterísticas y naturaleza de los problemas que genera la afluencia de los usua-
rios a los sistemas públicos de servicios de salud. Tales brechas afectan las po-
sibilidades de inserción y el adecuado desempeño de los profesionales, hecho 
que tiene finalmente impacto sobre la calidad de la oferta de servicios y sobre 
el grado de salud y bienestar de la población. 
Sin embargo, aún cuando estos desafíos urgen a dar una respuesta integral, 
compleja, organizada según niveles de resolución, centrada en la dimensión 
histórico-social, la formación continúa siendo individualista, fragmentada, 
ahistórica reduccionista y asocial. 
Si se adopta de alguna manera el modelo paretiano, se diría que el 80% 
de los contenidos de formación están dirigidos a atender las necesidades del 
20% de las patologías, mientras que sólo el 20% del total de la formación está 
orientada a cubrir las necesidades del 80% de los problemas de la población 
que acude a atenderse en el Primer Nivel de Atención.
Asimismo, en lo que hace a la psicología es prioritario tener en cuenta la 
exigencia ética y técnica de que las psicólogas y psicólogos argentinos que for-
man las Universidades del Estado tengan el más alto nivel posible de eficacia y 
eficiencia en el ámbito de las prácticas públicas, que son mucho más complejas 
que las prácticas privadas.
Ello en parte está generado por una fuerte impronta en la identidad pro-
fesional, pues la gran mayoría de los graduados desean ingresar a un trabajo 
intrahospitalario, subestimando las posibilidades y el prestigio que ofrece el 
trabajo en Atención Primaria de la Salud con proyección comunitaria partici-
pativa. De allí que siga existiendo una fuerte presión para habilitar los cargos 
en servicios altamente sofisticados y complejos, desatendiendo las respuestas 
allí donde acontece la inmensa mayoría de los problemas sanitarios cuyareso-
lución aparece en la actualidad como más perentoria. 
140
PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
La articulación de políticas sectoriales 
Por todo lo anteriormente expuesto es absolutamente indispensable lograr 
que la cuestión de la formación e inserción de los recursos humanos en salud 
figure en la agenda sectorial como uno de los aspectos centrales a los que 
deberán abocarse, de manera conjunta, los organismos de planificación que 
orientan, regulan y normatizan las áreas educativas y sanitarias. 
Para lograr un adecuado dimensionamiento de tales necesidades es necesa-
rio que el enfoque tradicionalmente fragmentador de las políticas públicas de 
lugar a un enfoque innovador que avance, a través de procesos de articulación 
sectorial, en la definición de prioridades y contenidos de formación. 
En Argentina, actualmente, el título otorgado por las autoridades educa-
tivas resulta habilitante para el ejercicio profesional, incluso para el caso de 
aquellas profesiones que, de acuerdo con la Ley de Educación Superior son 
“…actividades cuyo ejercicio pudiere poner en riesgo de modo directo la salud, la 
seguridad, los derechos o los bienes de los habitantes” (Ley de Educación Superior, 
Art. 23).
La estrecha relación existente entre la certificación y la habilitación profe-
sional impone, pues, la necesidad de establecer criterios comunes entre ambas 
áreas (Salud y Educación) para que los títulos de formación con reconoci-
miento educativo tengan carácter habilitante para el desempeño profesional, 
previo reconocimiento mediante matrículas y/o certificaciones oficiales. La 
constatación de esta situación ha promovido distintas iniciativas en nivel lo-
cal, regional y nacional que tienden hacia la regulación conjunta de los aspec-
tos formativos y de aquellos relacionados con el desempeño profesional.
Si bien las entidades formadoras desarrollan su actividad con amplia auto-
nomía, es indispensable diseñar instrumentos de gestión que permitan articu-
lar las decisiones que allí se adoptan con aquellas necesidades que emanen del 
subsistema regulador y del subsistema utilizador o empleador de los recursos 
humanos en salud.
Como marco legal y normativo que justifica dicha articulación se plantea 
que los planes de estudio “…para el desempeño de actividades reguladas por el 
Estado serán establecidos respetando los contenidos básicos comunes que se acuer-
den en el seno del Consejo Federal de Cultura y Educación” (Ley Federal de Edu-
cación, Art. 23); mientras que, de acuerdo a la Ley de Ministerios, es función 
del Ministerio de Salud intervenir en las acciones destinadas a promover la 
formación y capacitación de recursos humanos destinados al área salud. 
Por ello, una estrategia de articulación debería contemplar los siguientes 
objetivos:
a) La definición de currículas de formación elaboradas a partir de los pro-
blemas del país y construidos desde la perspectiva del paradigma so-
cial-expansivo, 
141
b) El establecimiento de las condiciones de acreditación que rija para to-
das las carreras de psicología que tienen certificación oficial. 
c) La determinación de especialidades y la certificación continua de las 
mismas de acuerdo a estándares de evaluación acordados federalmente. 
d) El desarrollo de programas de capacitación continua destinados a for-
talecer las competencias de quienes ya se desempeñan en el sistema 
público de servicios de salud.
e) La orientación de políticas de formación de posgrado que respondan 
a las necesidades nacionales y se vinculen estrechamente con las polí-
ticas públicas en salud y, también, las promuevan colaborando en su 
formulación.
Uno de los objetivos principales que se deducen de tales prioridades es evi-
tar vacíos y/o superposiciones de incumbencias, así como trayectos formativos 
no suficientemente explotados por el sistema formador y/o empleador cuyo 
objetivo sea dotar de mayor calidad y jerarquía al recurso humano profesional. 
Pero también establecer adecuados vasos comunicantes entre las necesida-
des que el Estado fija en materia de recursos profesionales para el sector salud 
y la formación de los mismos, que en la actualidad está a cargo de entidades 
terciarias y/o universitarias que gozan de un considerable grado de autonomía 
para fijar las pautas de formación y acreditación de especialidades mostrando, 
en la práctica y en relación a la psicología, que estas entidades responden a 
intereses sectoriales corporativos que prescinden del bien común. 
Los lineamientos arriba enunciados requieren de una producción conti-
nua de información que permita trazar una evaluación de las necesidades de 
formación, el monitoreo sistemático y la evaluación del impacto o grado de 
avance de las actividades realizadas. 
Actualmente existe un vacío en torno a la disponibilidad de datos que 
orienten las decisiones respecto a la formación de recursos humanos en salud 
y permitan un seguimiento en torno a la disponibilidad e inserción de los 
mismos en las Instituciones del sector. 
Ante la inexistencia en Argentina de fuentes exahustivas y confiables que 
permitan conocer el número de psicólogos y psicólogas en actividad, la esti-
mación de la magnitud de la fuerza de trabajo debe basarse en apreciaciones 
sólo aproximadas. 
Por otra parte, dos factores atentan contra la posibilidad de darle seriedad 
y rigor a dicha información:
a) La carencia en el país de una institución que agrupe a todos los profe-
sionales de esta disciplina y la realidad de contar sólo con un desorde-
nado conjunto de instituciones provinciales de colegiación, agrupadas 
a su vez en una Federación enormemente débil, y una jurisdicción, la 
Capital Federal, que agrupa a no menos de un tercio del total psicólo-
142
PSICOLOGÍA Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN SALUD
gos de Argentina, que no posee Colegio de Psicólogos. Por otra parte, 
estos Colegios Provinciales, con variaciones según la Provincia de que 
se trate, no tienen matriculado a todos los profesionales o sea que des-
conocen el número real de psicólogos y psicólogas que trabajan en su 
territorio.
b) La carencia de una sólida identidad profesional y la hegemonización 
dogmática que el modelo médico en su vertiente clínica ejerció desde 
el origen sobre la psicología llevó a los profesionales de esta disciplina 
a desentenderse de todos los marcos teóricos, las tecnologías y campos 
de aplicación que no fueran atinente al ejercicio clínico en el consulto-
rio privado. La gran cantidad de áreas de vacancia que ello generó, las 
necesidades sentidas de la población y de las diversas instituciones del 
país llevó a que, por un lado, surgieran organizaciones espurias que co-
menzaron a dar diplomas supuestamente habilitantes para el ejercicio 
de la psicología. Con el paso del tiempo y la autoorganización de estos 
diplomados y sus instituciones de origen, estos PSSEudoprofesiona-
les fueron consolidando su inserción en la sociedad y las instituciones 
privadas y públicas fueron avalando en la práctica su trabajo. Esta si-
tuación, de gran expansión en algunas áreas del país, como la región 
Metropolitana, ha enturbiado el escenario de la psicología y la imagen 
proyectada hacia el conjunto de la sociedad. 
La disponibilidad de dicha información acerca de la fuerza de trabajo pro-
fesional es indispensable para orientar la planificación del recurso humano 
necesario, de acuerdo a una estimación de las demandas actuales y potencia-
les que surgen del estudio demográfico y epidemiológico de la población, así 
como de la demanda de psicólogos con perfiles profesionales adecuados a las 
demandas que hoy impactan sobre la estructura asistencial.
Esta carencia hace difícil elaborar diagnósticos fehacientes acerca de los 
recursos profesionales existentes, su distribución, su orientación actual y las 
necesidades de reorientación e inserción laboral. 
Otro tema particularmente importante que se plantea es el rol del pro-
pio Estado como formador y regulador de los recursos humanos en salud. 
En nuestropaís, las Universidades y las dependencias del Estado Nacional y 
los Estados provinciales a través de las Escuelas de Salud Pública asumieron 
históricamente un rol de liderazgo en la formación de cuadros técnicos y di-
rectivos, pero estas instituciones y funciones han sido diezmadas o debilitadas 
en el transcurso de la última década. Es necesario poner todo el esfuerzo en 
restituir ese liderazgo, pero en función del rigor científico y de la calidad de los 
recursos humanos que forman y desde una concepción actualizada que integre 
las disciplinas cuyo desarrollo científico y profesional es mucho más reciente.
Finalmente, es necesario poner de relieve un tema central para la psicolo-
gía: esta profesión carece totalmente de relieve para la mirada de los funcio-
143
narios de gobierno, para gran parte de las dirigencias organizacionales y para 
la sociedad; carece, en lenguaje comunicacional, de presencia mental. No es 
práctico indagar el porqué se llegó a esta situación, en cambio es apremiante 
cambiar de actitud y pasar de la pasividad a la acción, preocupándose y ocu-
pándose de dar pruebas fehacientes de la seriedad científica y la utilidad prác-
tica de la psicología en su aplicación a todos los campos en donde aparezca o 
se sitúe el factor humano como componente esencial. Uno de estos ámbitos, 
principal pero no exclusivo, es el de la salud pública.

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