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C a p í t u l o 14 Tr a s t o r nos de ansiedad Eric Hollander, M . D . Daphne Simeon, M . D . Jack M. Gorman, M . D . El grupo de los trastornos de ansiedad es uno de los más frecuentes dentro de las enfermedades psi- quiátricas y ocasiona un deterioro funcional y un malestar importantes. El avance en la investiga- ción en los últimos años ha favorecido enorme- mente la comprensión de los mecanismos subya- centes y de la respuesta al tratamiento en esta enfermedad. El trabajo con los pacientes con tras- tornos de ansiedad puede ser altamente gratifican- te para un psiquiatra bien informado, ya que estos pacientes, que sufren de un malestar considerable, suelen responder a un tratamiento adecuado y re- cuperar un alto nivel de funcionamiento. En este capítulo, hemos dividido los trastornos de ansiedad en cuatro categorías amplias: trastornos de angustia y de ansiedad (trastorno de angustia y trastorno de ansiedad generalizada); trastornos fó- bicos (agorafobia, fobia social y fobia específica); trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno por es- trés postraumático. En la Figura 14-1 presentamos un árbol de decisión diagnóstica. @ T R A STO R NOS DE ANG U STIA Y DE A N S I E DAD D e finiciones El Diagnostic and Statistical Manuel of Mental Disorders (Segunda Edición) (DSM-II; A m e r i c a n Psychiatric Association, 1968) describía un esta- do patológico denominado «neurosis de ansiedad» , término acuñado por primera vez por Freud en 1895 (Breuer y Freud, 1893-1895/1955) y caracte- rizado por el sufrimiento crónico de tensión, preo- cupación excesiva, cefaleas frecuentes o ataques de ansiedad recurrentes. Pero estudios posterio- res confirmaron que los ataques de pánico espon- táneos discretos eran cualitativamente distintos de los estados de ansiedad crónica. Los pacientes con un trastorno de angustia (ataques de pánico) se distinguen singularmente en la respuesta a la infusión de lactato sódico, en la agregación fami- liar, el desarrollo de agorafobia y la respuesta a antidepresivos tricíclicos. El DSM-III (A m e r i c a n Psychiatric Association, 1980) y el DSM-III-R (American Psychiatric Association, 1987) divi- dieron la categoría de las neurosis de ansiedad en trastorno de angustia y trastorno de ansiedad ge - n e r a l i z a d a. El DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994) define la crisis de angustia según se expone en la Tabla 14-1. Subdivide el trastorno de angus- tia en trastorno de angustia con agorafobia y sin agorafobia, como en el DSM-III-R, según si existe o no algún grado de evitación fóbica secundaria (ver Tablas 14-2 y 14-3). En la Tabla 14-4 se expone la definición del trastorno de ansiedad generalizada (TAG). 5 2 3 5 2 4 TRATADO DE PSIQUIATRÍA Figura 14.1. Arbol de decisión diagnóstica para los trastornos de ansiedad. N o t a : Los pacientes pueden presentar más de un trastorno, por lo cual deben ser evaluados para cada trastorno. N o N o N o N o N o N o N o N o N o N o N o S i N o N o N o S i S i S i S i S i S i S i S i S i S i N o Síntomas de ansiedad, miedo, evitación o de un aumento de la activación S i S i S i S i S i Causados por el efecto fisiológico directo de un trastorno médico Causados por los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej, una droga de la que se abusa, un fármaco, una toxina) Agorafobia, es decir, ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil o embarazoso, así como presencia de síntomas similares a los de la angustia Ansiedad relacionada con la separación de figuras afectivas que se inicia en la i n f a n c i a Miedo a la humillación en situaciones sociales o laborales embarazosas Miedo causado por un objeto o por una situación Obsesiones o compulsiones Período de ansiedad o preocupación excesivas, con síntomas asociados, de más de seis meses de duración Ansiedad como respuesta a un suceso traumático grave Ansiedad que no cumple los criterios de los trastornos de ansiedad anteriormente citados y que se desarrolla como respuesta a un factor estresante Síntomas clínicos significativos que no cumplen los criterios de un trastorno de ansiedad específico No existe un trastorno, de ansiedad (los síntomas de miedo, ansiedad o evitación no son clínicamente s i g n i f i c a t i v o s ) Se produce exclusivamente durante el transcurso de un transtorno psicótico o del estado de ánimo. TRASTORNO DE ANSIEDAD G E N E R A L I Z A D A TRASTORNO OBSESIVO- C O M P U L S I V O FOBIA ESPECíFICA FOBIA SOCIAL (TRASTORNO DE ANSIEDAD SOCIAL) TRASTORNO DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN AGORAFOBIA SIN HISTORIA DE TRASTORNO DE ANGUSTIA TRASTORNO DE ANSIEDAD SIN AGORAFOBIA TRASTORNO DE ANGUSTIA CON AGORAFOBIA TRASTORNO DE ANSIEDAD INDUCIDO POR SUSTANCIAS TRASTORNO DE ANSIEDAD DEBIDO A ENFERMEDAD MÉDICA Ver el árbol de decisión de los trastornos psicóticos o del estado de ánimo. Reexperiencia de un suceso, aumento de la activación y evitación de los estímulos que se asocian con el suceso t r a u m á t i c o Duración superior a un mes TRASTORNO POR ESTRÉS P O S T R A U M Á T I C O TRASTORNO POR ESTRÉS AGUDO TRASTORNO ADAPTATIVO CON ANSIEDAD TRASTORNO DE ANSIEDAD NO ESPECIFICADO Crisis de angustia inesperadas y recurrentes más preocupaciones o molestias causadas por las crisis o cambios en el comportamiento de más de un mes de duración Agorafobia, es decir, ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil o embarazoso, así como presencia de síntomas similares a los de la angustia TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 2 5 TABLA 14-1. DEFINICIÓN DE LA CRISIS DE ANGUSTIA SEGÚN EL DSM-IV Aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos: 1 .Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca. 2 .S u d o r a c i ó n . 3 .Temblores o sacudidas. 4 .Sensación de ahogo o falta de aliento. 5 .Sensación de atragantarse. 6 .Opresión o malestar torácico. 7 .Náuseas o molestias abdominales . 8.Inestabilidad, mareo o desmayo. 9 .Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo). 1 0 .Miedo a perder el control o a volverse loco. 1 1 .Miedo a morir. 1 2 .Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo). 1 3 .Escalofríos o sofocaciones. La característica principal de una crisis de angustia es la aparición aislada y temporal de miedo o malestar de carácter intenso, que se acompaña de al menos de 4 de un total de 13 síntomas somáticos o cognoscitivos. La crisis se inicia de forma brusca, y alcanza su máxima expresión con rapidez (habitualmente en 10 minutos o menos), acompañándose a menudo de una sensación de peligro o de muerte inminente y de una urgente necesidad de escapar. Los 13 síntomas somáticos o cognoscitivos están constituidos por palpitaciones, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de falta de aliento o ahogo, sensación de atragantarse, opresión o malestar torácicos, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad o mareo, desrealización o despersonalización, miedo a perder el control o a «volverse loco» , miedo a morir, parestesias y escalofríos o sofocaciones. Las crisis que reunen los restantes criterios, pero presenta menos de estos 4 síntomas, se denominan crisis sintomáticas limitadas. Los individuos que solicitan ayuda terapéutica por estas crisis de angustia inesperadas acostumbran a describir el miedo como intenso, y relatan como en aquel momento creían estar a punto de morir, perder el control, tener un infarto o un accidente vascular cerebral, o «volverse locos» . También describen un deseo urgente de huir del lugar donde ha aparecido la crisis. Al ir repitiéndose, estas crisis pueden presentar un menor componente de miedo. La falta de aire constituye un síntoma frecuente en las crisis de angustia asociadas a trastorno de angustia con o sin agorafobia. Por su parte, la ruborización es frecuenteen las crisis de angustia de tipo situacional, desencadenadas por la ansiedad que aparece en situaciones sociales o actuaciones en público. La ansiedad característica de las crisis de angustia puede diferenciarse de la ansiedad generalizada por su naturaleza intermitente, prácticamente paroxísitca, y su característica gran intensidad. Las crisis de angustia pueden aparecer en una amplia gama de trastornos de ansiedad (p. ej., trastorno de angustia, fobia social, fobia específica, trastorno por estrés postraumático y trastorno por estrés agudo). Al determinar la importancia de la crisis de angustia en el diagnóstico diferencial de todos estos trastornos, es necesario considerar el contexto en que ésta aparece. Existen tres tipos característicos de crisis de angustia, que se diferencian por el modo de inicio y la presencia o ausencia de desencadenantes ambientales: crisis de angustia inesperadas (no relacionadas con estímulos situacionales), en las que el inicio de la crisis de angustia no se asocia a desencadenantes ambientales (es decir, aparecen sin ningún motivo aparente); crisis de angustia situacionales (desencadenadas por estímulos a m b i e n t a l e s ), donde la crisis de angustia aparece de forma casi exclusiva inmediatamente después de la exposición o anticipación de un estímulo o desencadenante ambiental (p. ej., ver una serpiente o un perro desencadena automáticamente una crisis de angustia), y crisis de angustia más o menos relacionadas con una situación d e t e r m i n a d a, las cuales tienen simplemente más probabilidades de aparecer al exponerse el individuo a ciertos estímulos o desencadenantes ambientales, aunque no siempre existe esta asociación con el estímulo ni tampoco siempre el episodio aparece inmediatamente después de exponerse a la situación (p. ej., las crisis tienen más probabilidades de aparecer al conducir, pero a veces el individuo puede conducir su coche sin sufrir ninguna crisis de angustia, o bien padecerla a la media hora de estar conduciendo). El diagnóstico de trastorno de angustia (con o sin agorafobia) requiere la presencia de crisis de angustia. Las crisis de angustia situacionales son más características de las fobias sociales y específicas. Las crisis de angustia más o menos relacionadas con una situación determinada son especialmente frecuentes en el trastorno de la angustia, aunque también pueden aparecer en la fobia específica o en la fobia social. El diagnóstico diferencial de las crisis de angustia resulta difícil si se tiene en cuenta que no siempre existe una relación exclusiva entre el diagnóstico y el tipo de crisis de angustia. Por ejemplo, aunque el trastorno de angustia, por su propia definición, requiere que al menos algunas de estas crisis de angustia sean descritas como inesperadas, los individuos con este trastorno declaran frecuentemente haber sufrido crisis de angustia situacionales, sobre todo a medida que avanza el curso de la enfermedad. 5 2 6 TRATADO DE PSIQUIATRÍA TABLA 14-2. CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO DEL TRASTORNO DE ANGUSTIA CON AGORAFOBIA SEGÚN EL DSM-IV A . Se cumplen (1) y (2): 1 . Crisis de angustia inesperadas recidivantes. 2 . Al menos una de las crisis se ha seguido durante 1 mes (o más) de uno (o más) de los siguientes síntomas: a) inquietud persistente por la posibilidad de tener más crisis; b) preocupación por las implicaciones de las crisis o sus consecuencias (p. ej., perder el control, sufrir un infarto de miocardio, «volverse loco»); c) cambio significativo del comportamiento relacionado con las crisis. B . Presencia de agorafobia, es decir, ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil (o embarazoso) o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada o más o menos relacionada con una situación, o bien síntomas similares a la angustia, puede no disponerse de ayuda. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las cuales se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente, o viajar en autobús, tren o automóvil. Nota: Considerar el diagnóstico de fobia específica si el comportamiento de evitación se limita a una o a pocas situaciones específicas, o de fobia social si tan sólo se relaciona con acontecimientos de carácter s o c i a l . C . Las crisis de angustia no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas, fármacos) o a una enfermedad médica (p. ej., h i p e r t i r o i d i s m o ) . D . Las crisis de angustia no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental, como por ejemplo fobia social (p. ej., aparecen al exponerse a situaciones sociales temidas), fobia específica (p. ej., al exponerse a situaciones fóbicas específicas), trastorno obsesivo-compulsivo (p. ej., al exponerse a la suciedad cuando la obsesión versa sobre el tema de la contaminación), trastorno por estrés postraumático (p. ej., en respuesta a estímulos asociados a situaciones altamente estresantes), o trastornos de ansiedad por separación (p. ej., al estar lejos de casa o de los seres queridos). El DSM-IV clarifica diversos temas en relación al diagnóstico y al diagnóstico diferencial del tras- torno de angustia. Las crisis de angustia no se pre- sentan solamente en el trastorno por crisis de an- gustia, sino que aparecen en otros trastornos de ansiedad (p. ej., fobia específica, fobia social y tras- torno por estrés postraumático). En estos otros tras- tornos, las crisis de angustia están ligadas o son de- pendientes de la situación, es decir, se producen exclusivamente en el contexto de la situación te- mida. En el DSM-IV se ha clarificado esta confusión mediante la presentación explícita de la def i n i c i ó n TABLA 14-3. CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO DE TRASTORNO DE ANGUSTIA SIN AGORAFOBIA SEGÚN EL DSM-IV A . Se cumplen (1) y (2): 1 . Crisis de angustia inesperadas recidivantes. 2 . Al menos una de las crisis se ha seguido durante 1 mes (o más) de uno (o más) de los siguientes síntomas: a) inquietud persistente por la posibilidad de tener más crisis; b) preocupación por las implicaciones de la crisis o sus consecuencias (p. ej., perder el control, sufrir un infarto de miocardio, «volverse loco»); c) cambio significativo del comportamiento relacionado con las crisis. B . Ausencia de agorafobia definida en la Tabla 14-2(B). C . Las crisis de angustia no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas, fármacos) o a una enfermedad médica (como el h i p e r t i r o i d i s m o ) . D . Las crisis de angustia no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental, como por ejemplo fobia social (aparecen al exponerse a situaciones sociales temidas), fobia específica (al exponerse a situaciones fóbicas específicas), trastorno obsesivo-compulsivo (al exponerse a la suciedad cuando la obsesión versa sobre el tema de la contaminación), trastorno por estrés postraumático (en respuesta a estímulos asociados a situaciones altamente estresantes), o trastorno de ansiedad por separación (al estar lejos de casa o de los seres queridos). de la crisis de angustia de una forma independien- te a la del trastorno de angustia (Tabla 14-1); asi- mismo, especifica que una crisis de angustia puede presentarse tanto espontáneamente como ligada a una situación o desencadenada por una situación determinada. El diagnóstico diferencial se complica a veces cuando en la persona afecta se han presentado ini- cialmente una o varias crisis de angustia espontá- neamente pero coincidiendo con una situación con- creta. Hasta aquí el diagnóstico sería el de un trastorno de angustia; pero si posteriormente el trastorno se cronifica y los ataques se producen de- sencadenados sólo por esa situación, o bien si se de- sarrolla una evitación de dicha situación por el temor a un nuevo ataque. En este caso, cuál sería el diagnóstico, un trastorno de angustia con agora- fobia o una fobia social/fobia específica? El DSM-IV mantiene los diagnósticos de trastorno de an- gustia con agorafobia, fobia social y fobia específica, pero señala que las crisis de angustia pueden pro- ducirse en los tres trastornos. Se impone el criterio del médico para realizar el diagnóstico diferencial. El DSM-IV ha enfatizado en la distinción entre el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) de la a n s i e d a d «n o r m a l» mediante el requisito de que en TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 2 7 TABLA 14-4. CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO DEL TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA SEGÚN EL DSM-IV A . Ansiedad y preocupación excesivas (expectación aprensiva) sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades (como el rendimiento laboral o escolar), que se prolongan durante más de 6 m e s e s . B . Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación. C. La ansiedad y preocupación se asocian a tres (o más) de los seis síntomas siguientes (algunos de los cuales han persistido más de 6 meses). Nota: En los niños sólo se quiere uno de estos síntomas: 1 . Inquietud o impaciencia. 2 . Fatigabilidad fácil. 3 . Dificultad para concentrarse o tener la mente en b l a n c o . 4 . I r r i t a b i l i d a d . 5 . Tensión muscular. 6 . Alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño o sensación al despertarse de sueño no reparador) D . El centro de la ansiedad y de la preocupación no se limita a los síntomas de un trastorno del Eje I; por ejemplo, la ansiedad o preocupación no hacen referencia a la posibilidad de presentar una crisis de angustia (como el trastorno de angustia), pasarlo mal en público (como en la fobia social), contraer una enfermedad (como en el trastorno obsesivo- compulsivo), estar lejos de casa o de los seres queridos (como en el trastorno de ansiedad por separación), engordar (como en la anorexia nerviosa), tener quejas de múltiples síntomas físicos (como en el trastorno de somatización) o padecer una enfermedad grave (como en la hipocondría), y la ansiedad y la preocupación no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno por estrés postraumático. E . La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. F . Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas, fármacos) o a una enfermedad média (p. ej., hipertiroidismo) y no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno del estado de ánimo, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del d e s a r r o l l o . el primero la preocupación deba ser excesiva, per- sistente, difícil de controlar y asociada a un males- tar o un deterioro funcional importantes. El DSM- IV también especifica que se excluye el diagnóstico de TAG en presencia de otros trastornos mayores del Eje I, especialmente cuando se diagnostica un trastorno hipocondríaco o un trastorno por estrés postraumático. Por otra parte se simplifica la en- gorrosa lista de síntomas somáticos del DSM-III-R. Trastorno mixto ansioso-depresivo En atención primaria y en el contexto de los re- cursos comunitarios, suele diagnosticarse un esta- do caracterizado por síntomas ansiosos y depresi- vos que no reúne los criterios ni de un trastorno de ansiedad ni de un trastorno depresivo. Esta enti- dad ha sido ampliamente discutida al confeccionar el DSM-IV. Por una parte, este estado puede oca- sionar un malestar y un deterioro funcional signi- ficativos y debe evitarse el no tratar a este tipo de pacientes. Por otra parte, existe el riesgo de diag- nosticar un exceso de enfermedades psiquiátricas cuando en realidad estamos ante visicitudes hu- manas más universales, o de que aumente el nú- mero de diagnósticos inespecíficos realizados por personas no especializadas en un contexto no psi- quiátrico. A su vez, este hecho implica el riesgo de la sobremedicación con fármacos no necesaria- mente efectivos o específicos para los síntomas diana. El DSM-IV adopta la solución de colocar el diagnóstico de trastorno mixto ansioso depresivo en el apéndice. Se trata de un diagnóstico de ex- clusión que estipula una duración de los síntomas de por lo menos 1 mes; probablemente, el estable- cimiento de este diagnóstico promoverá una in- vestigación exhaustiva en este área. Etiologías orgánicas Si la ansiedad patológica está inducida por el uso de sustancias psicoactivas o por una enfermedad física registrada en el Eje III, en el DSM-IV se cla- sifica dentro de los trastornos de ansiedad (tras- torno de ansiedad inducido por sustancias o tras- torno de ansiedad debido a enfermedad médica, respectivamente). El DSM-III-R reunía dentro de l o s «trastornos mentales orgánicos» cualquier psi- copatología asociada a organicidad, sea cual fuera su causa. Es de esperar que el DSM-IV favorezca una mayor especificidad en el diagnóstico diferen- cial de los trastornos orgánicos. El DSM-IV subdi- vide el subtipo de ansiedad orgánica en ansiedad generalizada, crisis de angustia o síntomas obsesi- vo-compulsivos. D e s c ripciones clínicas Trastorno de angustia Forma de inicio. En la forma típica de un caso de trastorno de angustia, el sujeto está ocupado en cualquier aspecto de su vida cotidiana y de repen- te, su corazón empieza a palpitar; tiene sensación de ahogo, sensación de mareo, de que la cabeza «s e le va» y de que se va a desmayar; está convencido de que va a morir. Habitualmente, los pacientes con un trastorno de angustia son adultos jóvenes, 5 2 8 TRATADO DE PSIQUIATRÍA muy probablemente en la tercera década de sus vidas. No obstante, nosotros hemos visto algunos casos de comienzo en la sexta década. A pesar de que la primera crisis suele ocurrir durante una actividad rutinaria, algunos sucesos se asocian a menudo con la presentación precoz del trastorno de angustia. Con cierta frecuencia, las crisis de angustia acontecen en el contexto de una enfermedad que amenaza la vida o de un acciden- te, en la pérdida de una relación interpersonal es- trecha o al separarse de la familia (p. ej., al empe- zar el colegio o una profesión en otra ciudad). Algunos pacientes en los que se manifiesta un hi- potiroidismo o un hipertiroidismo pueden sufrir las primeras ráfagas de crisis de angustia en ese mo- mento. Las crisis pueden empezar también en el período inmediato del postparto. Por último, mu- chos pacientes han referido el inicio de sus crisis de angustia coincidiendo con la toma de determi- nadas drogas psicoactivas, especialmente ma- rihuana, LSD, sedantes, cocaína y anfetaminas. En cualquier caso, aunque estas circunstancias con- comitantes se resuelvan, las crisis suelen conti- nuar produciéndose. Esta situación sugiere que al- gunos factores estresantes pueden actuar como desencadenantes del inicio de las crisis de angus- tia en aquellos pacientes predispuestos. Durante su primera crisis, muchos pacientes creen estar sufriendo un infarto de miocardio o que están perdiendo la cabeza. Suelen correr hacia el centro de urgencias más cercano donde se les practica un análisis de laboratorio de rutina, un electrocardiograma y una exploración física. Oca- sionalmente se les encuentra una taquicardia si- nusal como máximo; se tranquiliza a los pacien- tes y vuelven a sus casas. En este punto, los pacientes pueden sentirse tranquilos y el diagnóstico de trastorno de angus- tia sería prematuro. Sin embargo, tal vez unos días o algunas semanas más tarde sufrirán de nuevo la aparición repentina de otra crisis de grave ansie- dad con todos los síntomas físicos asociados. Nue- vamente, buscarán ayuda médica de urgencia. En este punto, es probable que su problema sea cali- ficado de «p s i c o l ó g i c o» y que reciban la prescrip- ción de una benzodiacepina o pueden ser remiti- dos a un centro hospitalario para una revisión médica a fondo. S í n t o m a s . De forma característica, durante una crisis de angustia, los pacientes suelen estar ocu- pados en una actividad rutinaria cuando se les pre-senta una crisis de angustia —tal vez leyendo un libro, comiendo en un restaurante, conduciendo un coche o asistiendo a un concierto—, cuando de pronto, les invade un miedo sobrecogedor, terror, aprensión y la sensación de que algo terrible les va a ocurrir inminentemente. Experimentan varios síntomas asociados, físicos mayoritariamente: dis- nea, palpitaciones, dolor o molestias precordiales, sensación de asfixia, sensación de mareo o inesta- bilidad, sensaciones de irrealidad (vivencias de des- realización y/o de despersonalización), parestesias, oleadas de frío y calor, sudoración, sensación de desmayo, temblor y sacudidas; y miedo a morir, a volverse loco o a perder el autocontrol. Obvia- mente, la mayor parte de estos síntomas represen- tan una hiperestimulación del sistema nervioso au- tonómico. Las crisis duran entre 5 y 20 minutos, rara- mente hasta una hora. Los pacientes que se quejan de crisis que dura todo un día pueden estar some- tidos a una de las cuatro situaciones siguientes. Al- gunos pacientes continúan agitados y cansados du- rante algunas horas después de que haya cesado la parte más prominente de la crisis. Otras veces, las crisis aparecen y desaparecen a oleadas. Una posi- bilidad alternativa es que el paciente que sufre las denominadas crisis de angustia prolongadas, sufra de otra forma de patología ansiosa, tal como la de- presión agitada o los estados obsesivos. En algunos casos, se desarrolla un estado de ansiedad antici- patoria tan grave a la espera de futuras crisis de an- gustia que en la descripción de los pacientes se so- lapan ambas entidades y son difíciles de distinguir. Aunque mucha gente puede experimentar una crisis espontánea de forma ocasional, sólo puede realizarse el diagnóstico de trastorno de angustia cuando las crisis se repiten con cierta regularidad y frecuencia. De todos modos, es probable que los pacientes con «c r i s i s» ocasionales e inesperadas sean genéticamente similares a los pacientes con un trastorno de angustia. En un estudio con ge- melos, los resultados en cuanto a la conexión ge- nética fueron mejores cuando se agruparon los pa- cientes con crisis de angustia regulares y los pacientes que sólo tenían crisis ocasionales (Tor- gersen, 1983). En algunos pacientes, su enfermedad no pro- gresa y su enfermedad se mantiene en forma de crisis espontáneas. La mayoría de pacientes desa- rrollan algún grado de ansiedad anticipatoria tras la experiencia de ataques repetidos. Temen que se repitan las crisis y empiezan a preocuparse por ellas en los intervalos intercrisis. Esta situación se va agravando hasta que el nivel de temor y de hiperactividad autonómica alcanza aproximada- mente el nivel de una crisis en sí misma. Este tipo de pacientes pueden ser confundidos con los pa- cientes con un trastorno de ansiedad generalizada (TAG). Es necesario prestar una mayor atención a lo que parece ser el síntoma cardinal de las crisis de angustia. Numerosas líneas de investigación indi- TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 2 9 can que la hiperventilación es una característica central en la fisiopatología de las crisis de angus- tia y del trastorno de angustia. Se ha observado que los pacientes con un trastorno de angustia son hiperventiladores crónicos y que reaccionan con una hiperventilación aguda durante una crisis de pánico, tanto espontánea como inducida. (Más adelante en esta sección se comentan las posibles etiologías de este fenómeno.) La hiperventilación provoca hipocapnia y alcalosis, dando lugar a una disminución del flujo sanguíneo cerebral y a la presentación de los síntomas de mareo, confusión y desrealización típicos de las crisis de angustia. Los signos y síntomas de hiperventilación desa- parecen, al parecer, tras un tratamiento farmaco- lógico contra la angustia. Los tratamientos con- ductuales de entrenamiento en la respiración dirigidos a que el paciente evite la hiperventila- ción, son eficaces en la disminución de la fre- cuencia de las crisis de angustia (Clark y col., 1985; Lum, 1981), probablemente porque atenúan la reacción ventilatoria exagerada que constituye el problema nuclear de las crisis de angustia. Trastorno de ansiedad generalizada El trastorno de ansiedad generalizada es la princi- pal categoría diagnóstica para los trastornos de an- siedad distintos al trastorno de angustia. Su sinto- matología esencial, según el DSM-IV, es la ansiedad persistente durante por lo menos seis meses. Los síntomas de este tipo de ansiedad encajan, habi- tualmente, dentro de dos categorías amplias: ex- pectación aprensiva y síntomas físicos. Los pacientes con un TAG se preocupan cons- tantemente por asuntos triviales, sienten temor y anticipan lo peor. La tensión muscular, la incapa- cidad para relajarse, la dificultad de concentración, el insomnio, la irritabilidad y la fatiga son signos característicos de la ansiedad generalizada. Rasgos del cará c ter Hasta ahora no se han llevado a cabo estudios sis- temáticos que correlacionen determinados tipos de carácter con el trastorno de angustia. Según nues- tra experiencia, los pacientes con un trastorno de angustia que son visitados por el médico al poco tiempo del inicio de su enfermedad, y no mani- fiestan ninguna forma particular de alteración del carácter. Los trastornos de personalidad histrióni- co, compulsivo, narcisista, límite, dependiente y por evitación se encuentran entre los pacientes con un trastorno de angustia, pero la mayoría de pa- cientes no tiene ningún trastorno de personalidad. Es más, Noyes y sus colaboradores (1991) realiza- ron el seguimiento de la personalidad de pacientes con un trastorno de angustia tratados durante 3 años por este trastorno y observaron que los rasgos iniciales de evitación y de dependencia estaban re- lacionados en gran parte con el estado patológico y se desvanecían al ser tratadas las crisis de an- gustia. Por otra parte, en nuestra experiencia clí- nica, los pacientes que sufren agorafobia y crisis de angustia suelen mostrar rasgos de personalidad de- pendiente previos al inicio de las crisis (D. F. Klein, comunicación personal, 1987). Se desconocen los tipos de personalidad de los pacientes con un TAG. En un estudio, se observó que aproximadamente un tercio de los pacientes con un TAG presentaban un trastorno de persona- lidad del DSM-III y el más frecuente de ellos era el trastorno dependiente de la personalidad (Noyes y col., 1987). Epidemiología El estudio del Epidemiologic Catchment Area (ECA) dirigido por el National Institute of Mental Health (NIMH) examinó la prevalencia en la po- blación de los pacientes diagnósticados mediante el DSM-III de un trastorno de angustia utilizando el Diagnostic Interview Schedule (DIS; Regier y col., 1988). En los cinco lugares en que se realizó el estudio, las tasas de prevalencia al mes, a los seis meses y para toda la vida, para el trastorno de an- gustia fueron del 0,5%, 0,8% y 1,6% respectiva- mente. Las mujeres tenían una tasa de prevalencia al mes del 0,7%, porcentaje significativamente más alto que el 0,3% hallado en los varones. Además, las mujeres tendían a una elevación de las crisis de angustia entre los 25 y los 44 años, y la presenta- ción de las crisis persistía más allá de la edad ma- dura (Regier y col., 1988). Los resultados en relación al TAG del ECA deben ser interpretados con mayor cautela, ya que su análisis se produjo en la segunda parte del es- tudio y solamente en tres de los cinco lugares. Además, los criterios del DIS, de acuerdo con el DSM-III, solamente requerían un total de tres sín- tomas somáticos y un mes de duración de la en- fermedad. En consecuencia, según los criterios más estrictos del DSM-III-R y del DSM-IV, la inciden- cia del TAG sería menor. La tasa de prevalencia combinada de los tres lugares era del 3,8% sin ex- clusiones, del 2,7% cuando se excluían los tras- tornos de angustia o la depresión mayor concu- rrentes y del 1,7% cuando se excluía cualquier otro diagnóstico del DSM-III. La prevalencia a lo largo de la vida cuando se excluían el trastornode an- gustia y la depresión mayor iba del 4,1% al 6,6%, dependiendo del lugar. En conjunto, las mujeres presentaban una mayor tasa de prevalencia (Blazer y col., 1991). 5 3 0 TRATADO DE PSIQUIATRÍA Etiología Teorías biológicas En la literatura psiquiátrica existen varias teorías biológicas prominentes para el trastorno de an- gustia y, en menor número, para el TAG. Realiza- remos un resumen de las pruebas a favor y en con- tra de las hipótesis más prometedoras. Algunos agentes tienen una capacidad poderosa y específi- ca para inducir una crisis de angustia, mientras que otros producen cambios fisiológicos importantes pero que no son inductores de crisis de angustia. Estos hallazgos son argumentos potentes contra el concepto de las crisis de angustia como reacción a estímulos perturbadores inespecíficos y a favor de una base biológica concreta. Las siguientes teorí- as de las crisis de angustia, tales como la de los qui- mioreceptores o la del locus cerúleus, no deben ser contempladas como mutuamente excluyentes. Por ejemplo, la relación entre la regulación central de la respiración y la función central de los neuro- transmisores es muy compleja y todavía está sien- do investigada. En la Tabla 14-5 se resumen las te- orías biológicas de las crisis de angustia. Teoría catecolamínica. Algunos investigadores han asociado las reacciones de ansiedad con el aumen- to en los niveles de catecolaminas en orina, sobre- todo de adrenalina. Los estudios con individuos nor- males sometidos a un factor estresante demuestran también elevaciones de los niveles plasmáticos de catecolaminas (Dimsdale y Moss, 1980). Sin TABLA 14-5. TEORÍAS BIOLÓGICAS DE LA ANGUSTIA Teoría catecolamínica Descarga beta-adrenérgica masiva en el sistema n e r v i o s o . Teoría del locus cerúleus Aumento de la descarga de los núcleos noradrenérgicos del sistema nervioso c e n t r a l . Teoría metabólica Cambios metabólicos aberrantes inducidos por la infusión de lactato sódico. Teoría de la falsa alarma Hipersensibilidad de los por sofocación por receptores del dióxido de c a r b ó n i c o carbono del tronco cerebral. Teoría benzodiacepina Función anormal de los G A B A receptores que produce una disminución de la actividad i n h i b i d o r a . Teoría genética Intentos de aislar el gen de la angustia a partir de varios linajes familiares (sin resultados positivos hasta la fecha). Teoría neuroetológica Disrupción biológica innata del sistema de afecto. embargo, las crisis de angustia inducidas en el la- boratorio no se acompañan con regularidad con un aumento de los niveles plasmáticos de adrenalina (Liebowitz y col., 1985a). En los pacientes con un trastorno de ansiedad se han detectado aumentos de la enzima que cataboliza las catecolaminas, la monoamino oxidasa (MAO), pero no se sabe si el papel de la MAO es etiológico o si simplemente es una reacción al estado de ansiedad. No queda claro si la administración de cateco- laminas puede provocar una reacción de ansiedad y, si lo hace, si la reacción es específica de los pa- cientes con un trastorno de ansiedad. En las déca- das de los años treinta y cuarenta, los investiga- dores mostraron que, en los humanos, la infusión de adrenalina provocaba los síntomas físicos de la ansiedad, pero no necesariamente los emocionales, pero los aspectos metodológicos y de diagnóstico limitaron la aplicación de estos estudios a los pa- cientes con un TAG y un trastorno de angustia. Desde hace muchos años, se estudia la posibi- lidad de que las crisis de angustia sean manifesta- ciones de una descarga masiva desde el sistema nervioso beta-adrenérgico. Durante una crisis de angustia, los pacientes se quejan de palpitaciones, temblor y excesiva sudoración, síntomas todos ellos característicos de una estimulación masiva de los receptores beta-adrenérgicos. Frohlich y sus colaboradores (1969) administraron isoproterenol por vía endovenosa a pacientes con un «estado cir- culatorio hiperdinámico beta-adrenérgico» y la res- puesta que obtuvieron fue la observación de «a t a- ques histéricos» similares a las crisis de angustia. Algunos estudios señalan que los pacientes con cri- sis de angustia espontáneas son más sensibles a los efectos del isoproterenol que los sujetos control normales (Rainey y col., 1984). Gorman y sus co- laboradores (1989b) han sugerido que el supuesto efecto panicogénico del isoproterenol es indirecto, ya que no cruza la barrera hematoencefálica. Es po- sible que se produzca un desequilibrio periférico entre las demandas metabólicas inducidas y el es- tado fisiológico real, que se transfiera al tronco ce- rebral, y que se produzca una reacción de crisis de angustia. La hipótesis beta-adrenérgica se apoya en in- numerables estudios en los que fármacos betablo- queantes adrenérgicos, tales como el propranolol, producen una mejoría en las crisis de angustia y la ansiedad. No obstante, cuando se revisan los tra- bajos diseñados y controlados adecuadamente en los que los betabloqueantes se utilizan en pacien- tes con trastornos de ansiedad específicos y bien diagnosticados, se obtienen unos resultados más modestos respecto a la eficacia de estos fármacos como agentes ansiolíticos. Ningún estudio ha po- dido demostrar que los betabloqueantes sean efec- TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 3 1 tivos específicamente en el bloqueo de las crisis de angustia espontáneas. Por ejemplo, la infusión en- dovenosa de propranolol, en dosis suficientes para alcanzar un bloqueo beta-adrenérgico periférico completo, no es capaz de frenar las crisis de an- gustia inducidas por la infusión de lactato sódico en los pacientes con un trastorno de angustia (Gor- man y col., 1983). Teoría del locus cerúleus. Otra hipótesis destaca- ble para explicar la etiología de las crisis de an- gustia es la que implica al locus cerúleus. Este nú- cleo, localizado en la protuberancia, contiene más del 50% de todas las neuronas noradrenérgicas del sistema nervioso central y envía proyecciones afe- rentes a una extensa área del cerebro, incluyendo al hipocampo, amígdala, lóbulo límbico y córtex cerebral. El soporte de esta compleja hipótesis reside en el hecho de que en el animal de experimentación, la estimulación eléctrica del locus cerúleus pro- duce una marcada respuesta de miedo y ansiedad, mientras que la ablación del mismo disminuye la posibilidad de responder con miedo ante un estí- mulo amenazante (Redmond, 1979). Asimismo, los fármacos capaces de aumentar la descarga del locus cerúleus en animales, son ansiogénicos en los hu- manos, mientras que los que disminuyen la des- carga y reducen el turnover noradrenérgico central son agentes ansiolíticos en los humanos. Por ejem- plo, la yohimbina, antagonista de los receptores a l f a2-adrenérgicos, es un ejemplo de fármaco que aumenta la descarga del locus cerúleus y provoca ansiedad en los humanos. En cambio, la buspiro- na, que también aumenta la descarga del locus ce- rúleus, es una medicación ansiolítica y no induce crisis de angustia. Algunos ejemplos de medica- mentos que reducen la descarga del locus cerúleus son la clonidina, el propranolol, las benzodiacepi- nas, la morfina, las endorfinas y los antidepresivos tricíclicos. En este último grupo, encontramos desde unos fármacos claramente efectivos en el bloqueo de las crisis de angustia (p. ej., los antide- presivos tricíclicos), a otros con una eficacia du- dosa (p. ej., clonidina, propranolol y benzodiacepi- nas estándar). Todavía se desconoce el efecto en la descarga del locus cerúleus de fármacos análogos a las benzodiacepinas como el alprazolam y el clo- nazepam, que poseen un claro efecto contra la an- gustia, aunque aún no bien conocido. Existe cierta controversia sobre la relevancia de estos modelos animales. Redmond y sus colabora- dores (1979) pusieron de manifiesto que las situa- ciones que provocan miedo y ansiedad en los ani- males de laboratorio se asocian con aumento de la descarga del locus cerúleus y del t u r n o v e r n o r a- drenérgico central. Esto apoyaría la idea de queel locus cerúleus es una especie de generador de cri- sis de angustia. Por otro lado, S. T. Mason y H. C. Fibiger (1979) no encontraron ningún patrón con- sistente de un aumento de la descarga del locus ce- rúleus asociado a la ansiedad en los animales. Según Bloom y sus colaboradores (Aston-Jones, 1984), el locus cerúleus estaría implicado en el estado de alerta (a r o u s a l) y en la respuesta humana a cual- quier estímulo nuevo más que en la ansiedad. El perfeccionamiento de las técnicas de provo- cación neuroquímica aporta un nuevo instrumen- to relativamente no invasivo para investigar la fun- ción de los neurotransmisores centrales en sujetos humanos. Ante la provocación con yohimbina, los pacientes con crisis de angustia más frecuentes, desarrollan mayor ansiedad y un mayor aumento plasmático de MHPG (3-metoxi-4-hidroxifenilgli- col), principal metabolito noradrenérgico, que los pacientes con crisis de angustia menos frecuentes o que los sujetos control sanos. Estos resultados sugieren una actividad central noradrenérgica más elevada en el trastorno de angustia (Charney y col., 1984). A pesar de la dificultad de su interpretación, las pruebas de provocación con clonidina, un ago- nista alfa2-adrenérgico, apuntan a una mala regu- lación noradrenérgica en el trastorno de angustia, acompañada de hipersensibilidad en unos casos o hiposensibilidad en otros de algunos receptores a l f a2-adrenérgicos. Los sujetos con un trastorno de angustia, comparados con controles sanos, pre- sentan una respuesta cardiovascular más elevada (Charney y col., 1986; Nutt, 1989) y una respues- ta aplanada de la hormona del crecimiento (Nutt, 1989) ante la provocación con clonidina. De un modo similar en los pacientes con un TAG, Abel- son y sus colaboradores (1991) observaron una res- puesta aplanada de la hormona de crecimiento ante la provocación con clonidina en relación con los sujetos controles sanos. Resumiendo, estos resul- tados siguen implicando al sistema noradrenérgi- co central en la ansiedad y las crisis de angustia, pero es necesario que sean replicados y elucidados. Teoría metabólica panicogénica del lactato. A pesar de la controversia que existe sobre ella, la teoría de la provocación de crisis de angustia por el lactato sódico ha captado una gran atención como modelo experimental para la comprensión de la patogéne- sis de las crisis de angustia espontáneas. Las crisis de angustia provocadas por lactato se observan es- pecíficamente en los pacientes con crisis de angus- tia espontáneas previas, reproducen las verdaderas crisis y son bloqueadas por las mismas sustancias que bloquean las crisis naturales (Liebowitz y col., 1984a). Cohen y White (1950) fueron los primeros en advertir que los pacientes con astenia neurocir- culatoria, un condición relacionada e s t r e c h am e n t e 5 3 2 TRATADO DE PSIQUIATRÍA con la ansiedad, producían niveles plasmáticos de lactato más altos que los controles cuando realiza- ban ejercicio. Esta observación motivó a Pitts y Mc- Clune (1967) a administrar infusiones endovenosas de lactato sódico a los pacientes con un trastorno de «a n s i e d a d» y como resultado, obtuvieron una crisis de angustia en la mayoría de estos pacientes duran- te la infusión. Los pacientes opinaron que estas cri- sis eran prácticamente como las que tenían espon- táneamente; los sujetos control normales no experimentaron crisis alguna durante la infusión. Este fenómeno ha sido replicado en numerosas ocasiones y actualmente se acepta plenamente que la infusión durante 20 minutos de 10 ml/kg de lac- tato sódico 0,5 molar provocará una crisis de an- gustia en la mayoría de pacientes con un trastorno de angustia pero no en los sujetos control normales. De todos modos, todavía no se entiende muy bien el mecanismo (Liebowitz y col., 1985a) por el que ocurre este hecho. Como explicación se postulan va- rias teorías como un estado de activación (a r o u s a l) inespecífico que desencadenaría cognitivamente una crisis de angustia; la inducción de una alcalosis me- tabólica; la hipocalcemia; una alteración del co- ciente NAD-NADH y una hipercapnia intracerebral transitoria. De todas ellas, la hipercapnia intracere- bral transitoria ha merecido un interés y una vali- dación considerables en estudios recientes, tal como se expone más adelante. Es interesante recalcar que la respuesta al cortisol en las crisis de angustia in- ducidas por lactato implica, al parecer, al eje hipo- talámico-hipofisario en la ansiedad anticipatoria, tal como ya se sabía que ocurre en otros estados de an- siedad y de estrés, pero todavía se desconocía en las crisis de angustia (Hollander y col., 1989). Teoría de la hipersensibilidad al dióxido de carbono. La hiperventilación controlada y la alcalosis respi- ratoria no producen crisis de angustia de forma ru- tinaria en los pacientes con un trastorno de angus- tia. Sorprendentemente, si a estos pacientes se les hace respirar aire con un 5% de dióxido de carbo- no presentan crisis de angustia con una frecuencia parecida a las inducidas por la infusión de lactato sódico (Gorman y col., 1984). Este resultado ha sido replicado de forma consistente. Por otro lado, la in- fusión de bicarbonato sódico en los pacientes con un trastorno de angustia, les provoca una tasa de número de crisis parecida a la inducida por la in- halación de CO2 (Gorma y col., 1989a). ¿Cuál es el mecanismo por el que una mezcla de CO2 al 5% induce una crisis de angustia? Este fenómeno puede ser explicado parcialmente gra- cias a los hallazgos de Svensson y sus colaborado- res, quienes mostraron cómo se producía un au- mento dosis-dependiente de la descarga del locus cerúleus en las ratas a las que se hacía respirar CO2 añadido al aire inspirado (Elam y col., 1981). Una explicación alternativa sería que los pacientes con crisis de angustia tuvieran quimiorreceptores tron- culares hipersensibles al CO2 en la médula espinal. De hecho, durante el procedimiento de inducción por CO2, los pacientes que experimentan crisis de angustia al respirar una mezcla de CO2 al 5% pre- sentan un incremento mayor del estímulo inspira- torio que los pacientes que no presentan crisis o que los sujetos control sanos. Se acepta que el estímu- lo inspiratorio es el reflejo más directo de la inter- vención del tronco cerebral en la regulación de la respiración (Gorman y col., 1988). Este modelo es interesante porque explicaría el hecho de que la hiperventilación no cause crisis de angustia, mientras que sí lo hacen el CO2, el lacta- to y del bicarbonato. El lactato infundido se meta- boliza en bicarbonato, que a su vez se convierte en C O2 en la periferia. En otras palabras, el CO2 es el producto metabólico común tanto del lactato como del bicarbonato. Tras este paso, el CO2 cruza se- lectivamente la barrera hematoencefálica y produ- ce una hipercapnia cerebral transitoria. La hiper- capnia estimula los quimioreceptores del tronco cerebral para el CO2, dando lugar a la hiperventila- ción y a la crisis de angustia. Consecuentemente, se ha formulado la teoría de las crisis de angustia p o r «falsa alarma de asfixia» (Klein DF, 1993). Según esta teoría, los pacientes con un trastorno de an- gustia son hipersensibles al CO2 debido a una ex- trema sensibilidad del sistema de alarma de asfixia del tronco cerebral. Esta situación sería la opuesta a la hiposensibilidad del sistema de alarma de asfi- xia en los casos de la enfermedad de Ondina, en la cual, los individuos afectos pueden asfixiarse mien- tras duermen. Klein, DF (1993) postula que esta te- oría explicaría, por ejemplo, la tendencia a la pre- sentación de los ataques de crisis de angustia durante los estados de alta concentración de CO2 como en el sueño profundo no-REM, en el período premenstrual o, a veces, en la relajación, pero no durante el parto, situación por otra parte caracteri- zada por una hiperventilación extrema y cognicio- nes potencialmente catastrofistas. A diferencia de lo que ocurre con las crisis de an- gustia, la respuesta a la inhalación deCO2 en el TAG solo ha recibido una atención limitada y, hasta el presente, los resultados no han sido notables. Teoría benzodiacepínica y del ácido gamma-amino - b u t í r i c o . El estudio del recientemente descubierto receptor benzodiacepínico cerebral constituye un área de investigación relacionada probablemente con la etiología biológica del TAG y del trastorno de angustia. Este receptor está ligado al receptor del TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 3 3 Figura 14.2. Complejo formado por el receptor GABA benzodiazepínico canal ionóforo de cloro. Reproducido de Skolnick P., Paul SM: «Benzodiazepine Receptors in the Central Nervous System. International Review of Neurobiology 23: 103-140, 1982. Copyright 1982, Aca- demic Press. Utilizado con permiso. neurotransmisor inhibidor ácido gamma-amino- butírico (GABA). La unión de la benzodiacepina a su receptor facilita la acción del GABA, con el con- siguiente enlentecimiento de la transmisión neu- ral. Este receptor se distribuye en la materia gris de todo el cerebro (Figura 14-2). Las betacarbolinas son una serie de compues- tos agonistas inversos de este complejo receptor y, cuando se administran a animales de experimen- tación o a voluntarios sanos, producen un síndro- me agudo de ansiedad (Dorrow y col., 1983; Skol- nick y Paul, 1982). Posiblemente, en los pacientes con un TAG o con un trastorno de angustia, exis- te una producción aberrante de un ligando endó- geno o una sensibilidad alterada del receptor que interfiere con el funcionamiento adecuado del re- ceptor benzodiacepínico y que sería responsable de sus síntomas. Algunos datos apoyan esta teoría. En un estu- dio comparando pacientes con un trastorno de an- gustia y sujetos control sanos, se observó que los primeros mostraban una menor disminución de la velocidad de los movimientos oculares bruscos en respuesta al diazepam que los segundos, lo cual su- giere una hiposensibilidad del receptor benzodia- cepínico en las crisis de angustia (Roy-Byrne y col., 1990). Otro estudio puso de manifiesto que un an- tagonista benzodiacepínico, el flumazenil, es pa- nicogénico en los pacientes con crisis de angustia pero no en los sujetos control sanos. Este resulta- dos sugiere un déficit en un ligando endógeno an- siolítico o bien una alteración de la sensibilidad del receptor benzodiacepínico (Nutt y col., 1990). Está claro que para delimitar el papel del receptor GABA-benzodiacepínico es necesario proseguir la investigación. R e c e p t o r G A B A R e c e p t o r B e n z o d i a z e p i n e C a n a l A n i o n Bases genéticas de la ansiedad y de las crisis de an - g u s t i a . La última línea de evidencia de la etiolo- gía biológica de la ansiedad abarca los estudios que indican la posible naturaleza hereditaria del tras- torno. Diversos estudios sobre antecedentes fami- liares de trastorno de angustia han puesto de ma- nifiesto que los familiares de los probandos con un trastorno de angustia presentan crisis de angustia con más frecuencia que los familiares de los con- troles normales. Crowe y sus colaboradores (1983) hallaron un riesgo de morbilidad para el trastorno de angustia del 24,7% entre los familiares de pa- cientes con un trastorno de angustia; mientras que sólo el 2,3% de los familiares del grupo control normal tenía este riesgo. El riesgo de morbilidad del TAG entre los familiares de pacientes con un TAG era del 19,5%, comparado con un 3,5% en los familiares de los controles sanos. Posiblemente, esta tasa está sobreestimada ya que el TAG en fa- miliares era menos crónico, menos grave o trata- do con menos frecuencia que en los probandos (Noyes y col., 1987). Ciertamente, este tipo de estudio no descarta la posibilidad de que sean los factores ambientales en lugar de los genéticos los que operen en la produc- ción del trastorno. Para determinar el peso de cada uno de estos factores de transmisión familiar, los mejores estudios son los que comparan porcentajes de enfermedad en los gemelos monocigotos y dici- gotos. Por otra parte, los estudios de adopción tam- bién serían inútiles para conseguir este propósito pero, por el momento, no se ha publicado ninguno en relación a los trastornos de ansiedad. Los primeros estudios de gemelos de pacientes con un trastorno de ansiedad incluyeron un grupo mixto de pacientes con ansiedad. Estos estudios mostraban una mayor tasa de concordancia para el trastorno de ansiedad entre los gemelos monoci- gotos que entre los dicigotos, hallazgo que apunta hacia un predominio de la influencia genética sobre la ambiental. Más recientemente, Torgersen (1983) condujo un estudio con 32 gemelos monocigotos y 53 dicigotos. Los trastornos de ansiedad con crisis de angustia eran cinco veces más frecuentes en los gemelos monocigotos que en los dicigotos. De todos modos, la tasa de concordancia absoluta en los gemelos monocigotos era del 31%, lo cual su- giere que los factores no genéticos tienen un papel importante en el desarrollo de la enfermedad. En este mismo estudio, no se encontró una diferencia en la tasa de concordancia entre monocigotos y di- cigotos para el TAG. Por otra parte, Kendler y sus colaboradores (1992a), también estudiaron el TAG en mujeres gemelas y llegaron a la conclusión de que el componente familiar de este trastorno era casi completamente genético, con un factor de he- redabilidad del 30% aproximadamente. 5 3 4 TRATADO DE PSIQUIATRÍA Incluso los estudios con gemelos están abier- tos a la discusión, puesto que en ellos se asume que los padres tratan igual a los gemelos idénticos que a los gemelos fraternos. Una prueba más definiti- va del componente genético en una enfermedad psiquiátrica puede derivarse de los estudios en que se compara la tasa de concordancia en los gemelos idénticos y no idénticos que han sido adoptados, separados de sus padres biológicos y criados en dis- tintos hogares. Hasta la fecha no se han publicado estudios de este tipo para el trastorno de ansiedad. En un principio, los estudios genéticos molecula- res sobre las crisis de angustia en amplios linajes multigeneracionales parecían muy prometedores. Sin embargo, en los últimos años se han descarta- do varios marcadores genéticos y supuestos genes candidatos. Actualmente continua investigándose activamente en este área tan prometedora y, de hecho, hasta la fecha, existen más pruebas de he- redabilidad en las crisis de angustia que en el tras- torno de ansiedad generalizada. Teorías psicodinámicas En esta subsección presentamos los principales puntos de referencia en la evolución de las teorías psicodinámicas sobre la ansiedad y las crisis de an- gustia y su relación con los recientes avances bio- lógicos. El lector interesado en profundizar en ex- posiciones y críticas más amplias de las teorías psicoanalíticas encontrará referencias interesantes (Cooper, 1985; Michels y col., 1985; Nemiah, 1988). En la tabla 14-6 se resumen las teorías psicológicas sobre las crisis de angustia. TABLA 14-6. TEORÍAS PSICOLÓGICAS DE LA ANGUSTIA Teoría psicodinámica (no hace una distinción cualitativa entre la ansiedad y la angustia). Primera teoría de Freud sobre la neurosis de ansiedad: transformación fisiológica directa de la energía sexual no descargada. Segunda teoría de Freud de la señal de ansiedad: l a ansiedad es una señal de la existencia de un conflicto intrapsíquico dirigida al ego. Ansiedad de separación: aumento de la vulnerabilidad psicológica a la separación. Teoría conductual Aparejamiento de un estímulo no condicionado con un estímulo condicionado, que produce una respuesta condicionada. Teoría cognitiva Malinterpretación cognitiva catastrófica de las sensaciones físicas incómodas y del afecto. Primera teoría de Freud sobre la neurosis de ansiedad (id o ansiedad de impulsión). En sus primeras hi- pótesis sobre el origen de la ansiedad, Freud (1895a 1984/1962) postulaba que la ansiedad procedía de la transformación directa de la energía libidinosa en los síntomas somáticos de la ansiedad, sin me- diación de los mecanismos psíquicos. Basabaesta formulación en el tipo de prácticas y experiencias sexuales de sus pacientes ansiosos, que se caracte- rizaban por un estado perturbado de excitación y continencia y por la práctica del coitus interruptus. Este tipo de ansiedad la denominó «ansiedad real» frente a la psiconeurosis, debido a la ausencia de in- tervención de los procesos psíquicos. Actualmen- te, a la ansiedad derivada de la urgencia abruma- dora de los impulsos instintivos se la denomina i d o ansiedad de impulsión. En los años siguientes, Freud empezó a modifi- car esta teoría. A pesar de que mantuvo el dogma básico de que la ansiedad provenía de la energía se- xual no descargada, no mantuvo la necesidad de que existieran barreras externas tales como las disfun- ciones sexuales. De acuedo con el desarrollo de su teoría topográfica de la mente, la ansiedad era el re- sultado de los impulsos sexuales prohibidos del sub- consciente y reprimidos por el preconsciente. Teoría estructural y conflicto intrapsíquico. H a c i a 1926, con la llegada de la teoría estructural de la mente, la teoría de la ansiedad de Freud sufrió una gran transformación (Freud 1926/1959). Según Freud, la ansiedad es un afecto que pertenece al ego y actúa como una señal de alerta de peligro interior para el ego. El peligro proviene del conflicto in- trapsíquico entre los impulsos instintivos del id, las prohibiciones del superego y las demandas rea- les externas. La ansiedad actúa como una señal para que el ego movilice los mecanismos de represión y otras defensas que contrarresten la amenaza para el equilibrio intrapsíquico. Para evitar esta peligrosa situación, aparecen la inhibición y los síntomas neuróticos que permiten solamente una gratifica- ción parcial de los deseos instintivos, frenando así la alerta ansiosa. En la teoría revisada, la ansiedad conduce a la represión en lugar de lo contrario. El modelo del conflicto intrapsíquico de la an - siedad constituye uno de los dogmas principales de la teoría psicoanalítica contemporánea. Los te- óricos psicoanalistas posteriores a Freud, como Me- lanie Klein (1948) y Joachim Flescher (1955), con- tribuyeron con sus aportaciones a la comprensión psicodinámica del origen de la ansiedad. Así como Freud se concentró en el papel de los impulsos se- xuales y del conflicto edípico en la génesis de la ansiedad, estos otros teóricos centraron la atención en el papel de los impulsos agresivos y de la diná- mica p r e edípica en la génesis de este estado. TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 3 5 A pesar de que las teorías psicoanalíticas no son aceptadas universalmente por los psiquiatras de hoy en día, siguen siendo un instrumento valioso para la comprensión y el tratamiento de por lo menos algunos pacientes. Es de señalar que la te- oría de Freud de la formación de la ansiedad no es incompatible con las teorías biológicas de la an- siedad. Aunque el primer modelo de la ansiedad de Freud fue eclipsado por el modelo del conflicto, las modernas teorías biológicas sobre las crisis de an- gustia presentan muchas reminiscencias de esta formulación fisiológica original. Es más, Freud mantuvo en numerosas ocasiones que la predispo- sición biológica a los síntomas psiquiátricos ope- raba indudablemente en la mayoría de situaciones y que los factores constitucionales jugaban un papel en la adopción de unos síntomas neuróticos en particular en distintos pacientes. De hecho, la teoría psicoanalítica no nos sirve para explicar los determinantes de las distintas for- mas específicas en que se manifiestan los síntomas ansiosos. Algunos pacientes tienen crisis de ansie- dad, otros tienen formas de ansiedad más crónicas, otros tienen fobias, obsesiones o compulsiones. Con el fin de reconciliar esta impredictibilidad con la teoría psicodinámica clásica, se ha postulado que los pacientes con conflictos inconscientes y con una presdisposición neuronal para las crisis de an- gustia manifestarán su ansiedad en esta forma, mientras que los individuos sin esta predisposición neuronal presentarán formas más leves de ansiedad (Nemiah, 1981). La expansión de la teoría psicodinámica a lo largo de las décadas ha dado lugar a la elaboración de distintas formas de ansiedad y ha recibido una atención creciente: ansiedad de aniquilación (de fusión o persecutoria), ansiedad de separación, an- siedad por la pérdida del amor de otro, ansiedad de castración, ansiedad del superego, y ansiedad del id. En particular, el énfasis en la dinámica preedí- pica y la investigación en el desarrollo de la infan- cia, han provocado la aparición de las vanguardis- tas teorías del vínculo, la importancia de la negociación del temor ubicuo a la pérdida de obje- to y el papel central de la ansiedad de separación en la génesis de psicopatología. Ansiedad de separación. Al principio de la década de los sesenta, D.F. Klein (1964) propuso una ex- plicación etiológica para la agorafobia y las crisis de angustia. Según esta teoría, en este tipo de pa- cientes habría una alteración de la función del substrato biológico subyacente a la ansiedad de se- paración humana normal. Basándose en el trabajo de Bowlby (1973), D.F. Klein (1981) aventuró la idea de que el vínculo de una cría sea animal o hu- mana a su madre no es simplemente una respues- ta aprendida, sino que está genéticamente progra- mada y determinada biológicamente. En esta línea, es de destacar que del 20 al 50% de los adultos con agorafobia y con un trastorno de angustia tienen antecedentes de haber sufrido angustia de separa- ción patológica, a menudo en la forma de fobia es- colar, cuando eran niños. Además, la primera cri- sis de angustia en la historia de un paciente que desarrolla un trastorno de angustia es precedida al- gunas veces por una pérdida real o por la amenaza de una pérdida de una relación estrecha. Un estu- dio sistemático ha puesto de manifiesto que el nú- mero y la gravedad de acontecimientos vitales re- cientes —especialmente de acontecimientos relacionados con una pérdida— era mayor en los pacientes que se estrenaban en el trastorno por cri- sis de angustia que en los controles sanos (Farave- lli y Pallanti, 1989). Las crías de los animales, cuando son separa- das de sus madres, muestran su ansiedad por una serie de chillidos llamados vocalizaciones de an - g u s t i a. Se ha visto que la imipramina bloquea las vocalizaciones de angustia en los perros (Scott, 1974) y en los monos (Suomi y col., 1978). Tal y como expondremos más adelante, la imipramina es un fármaco muy efectivo en el tratamiento de las crisis de angustia de los adultos. Partiendo de la hipótesis del vínculo entre las crisis de angustia de los adultos y la angustia de separación de la in- fancia, Gittelman-Klein y Klein (1971) llevaron a término un estudio del tratamiento de la fobia es- colar con imipramina. En estos niños, el miedo a la separación de sus madres suele ser la base de su rechazo a acudir a la escuela. El fármaco probó su eficacia para conseguir que los niños regresaran a la escuela. En relación a este hecho, Weissman y sus colaboradores (1984) hallaron un aumento del riesgo a padecer ansiedad de separación en los hijos de padres con un trastorno de angustia. En consecuencia, parece probado que el mismo fármaco que reduce las protestas por angustia en los mamíferos también disminuye la angustia de separación en los niños y bloquea las crisis de pá- nico de los adultos. Este hecho confirma el lazo entre la angustia de separación y las crisis de an- gustia en los humanos. Si la imipramina actúa en las crisis de angustia, y si la angustia de separación está relacionada con la agorafobia, por qué motivo la imipramina es eficaz en la fobia escolar? Por otro lado, los pacientes con fobia escolar no tienen cri- sis de angustia espontáneas. Tal vez tanto las cri- sis de angustia como el trastorno de angustia con agorafobia estén ligados a un mecanismo de alte- ración en la separación respondiente a la imipra- mina. Podría ocurrir que los pacientes adultos con crisis de angustia solamente, no recordaran grados levesde angustia de separación cuando eran niños. 5 3 6 TRATADO DE PSIQUIATRÍA Nosotros hemos constatado en cierto número de niños, actualmente crecidos, que habían tenido an- gustia de separación de niños y no lo recordaban una vez adultos (D.F. Klein, comunicación perso- nal, 1986). Los psicoanalistas actuales, como respuesta a esto, han propugnado que los modelos neurofisio- lógicos y etiológicos del mecanismo de separación y pánico puede ser innecesariamente reduccionis- tas (Michels y col., 1985). Estos autores han recal- cado una inconsistencia entre la conceptualización de las crisis de angustia como «e s p o n t á n e a s» y las historias frecuentemente informadas de ansiedad infantil por separación, sentenciando que las difi- cultades psicológicas que se presentan en la sepa- ración pueden jugar un papel en la vulnerabilidad subsecuente al pánico. Por otro lado, los psicoa- nalistas contemporáneos han dado más crédito al papel de los substratos biológicos en la génesis de los síntomas de ansiedad como mínimo en los pa- cientes que «han desarrollado su estructura ansio- sa de la personalidad secundariamente a una des- regulación biológica importante» , por lo que «aunque se puedan hallar detonantes psicológicos de la ansiedad, el umbral de la misma es lo sufi- cientemente bajo en estos pacientes para que no sea útil observar el suceso psicológico como etio- lógicamente significativo» (Cooper, 1985, p. 1398). Teorías del aprendizaje Los teóricos conductuales o del aprendizaje sostie- nen que la ansiedad viene condicionada por el temor a determinados estímulos ambientales. Si cada vez que un animal de laboratorio aprieta una palanca re- cibe una descarga eléctrica nociva, el hecho de apre- tar la palanca se convierte en un estímulo condi- cionado que precede al incondicionado (descarga eléctrica). El estímulo condicionado provoca una respuesta condicionada en el animal, la ansiedad, que evita el contacto posterior con la palanca y con- secuentemente la descarga eléctrica. El éxito en la evitación del estímulo incondicionado refuerza la conducta evitante y disminuye el nivel de ansiedad. Análogamente, podemos decir que las crisis de angustia son respuestas condicionadas a situacio- nes temidas. Por ejemplo, los niños aprenden que si su madre está ausente (el estímulo condiciona- do) tendrán hambre (el estímulo incondicionado) y aprenden a estar ansiosos automáticamente cuando su madre no está presente (la respuesta condicionada). La ansiedad puede persistir incluso cuando los hijos son suficientemente mayores para alimentarse por sí mismos. Para poner otro ejem- plo, una situación de amenaza para la vida (p. ej., derrapar con el coche en una tormenta de nieve), se simultanea con la experiencia de una taquicar- dia (estímulo condicionado) y un estado de gran an- siedad. Mucho tiempo después del accidente, la ta- quicardia producida durante un ejercicio intenso o por un contratiempo puede provocar la respuesta condicionada de una crisis de angustia. Pueden realizarse varias objeciones a esta teoría. En primer lugar, aunque en algunos pacientes el ini- cio del trastorno de angustia coincide con situacio- nes traumáticas, tales como una alteración del ti- roides, una intoxicación por cocaína, o un suceso que amenace la vida, en otros muchos pacientes no se encuentra ningún trauma desencadenante. En el caso de los pacientes con un TAG todavía es más difícil encontrar un acontecimiento precipitante que tenga sentido como estímulo condicionado. Tam- bién hay que tener en cuenta que la mayoría de res- puestas condicionadas en los animales de laborato- rio se extinguen si no son reforzadas al menos de forma intermitente. Presumiblemente, los pacien- tes con un trastorno de angustia o con un TAG no sufren los sucesos traumáticos de forma repetida y por lo tanto, deberían ser capaces de «d e s a p r e n d e r» su ansiedad y sus crisis de angustia, aunque esta si- tuación no se observa en la clínica. Por consiguien- te, a pesar de que las teorías del aprendizaje están bien fundamentadas en la investigación con ani- males de experimentación, no parece que puedan explicar la patogénesis de los trastornos de ansiedad en los humanos. C u rso y pronóstico El curso de la enfermedad sin tratamiento es alta- mente variable. En el momento actual, no existe un medio fiable de saber si un paciente desarrolla- rá o no, por ejemplo, una agorafobia. La enferme- dad parece seguir un curso fluctuante con recupe- raciones espontáneas seguidas, meses o años más tarde, de una recaída. En el peor de los casos, al- gunos pacientes se recluyen en su hogar durante décadas. El tratamiento, descrito en detalle más abajo, dirigido al bloqueo de los ataques espontáneos está indicado en cualquier momento de la evolución de la enfermedad en que ocurran dichos ataques. Los resultados suelen ser espectaculares. El bloqueo farmacológico precoz de las crisis de angustia, antes de que la evitación fóbica se convierta en un modus vivendi inalterable, suele conseguir la re- misión completa. Incluso al cabo de unos años de enfermedad, la interrupción farmacológica de las crisis puede terminar con la ansiedad anticipato- ria y las fobias sin ningún otro tratamiento. De todos modos, un gran número de pacientes con evitación fóbica importante continúan con miedo a enfrentarse a las situaciones temidas des- TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 3 7 pués del bloqueo de las crisis de angustia. Tales pa- cientes requieren otras formas de intervención que se describen en otro capítulo de este libro. En un estudio se pudo observar una mayor in- cidencia de muerte cardiovascular prematura y de suicidio entre los pacientes con un trastorno de an- gustia comparados con los controles normales (Coryell y col., 1982). Todos los pacientes estu- diados habían sido hospitalizados en un momento dado, lo cual permite suponer que se trataba de un grupo de pacientes más grave de lo habitual en la práctica clínica. La posible relación entre el páni- co y la muerte prematura ha recibido una atención más sistematizada en las últimas investigaciones, lo cual ha conducido a hallazgos muy interesantes. El aumento en la tasa de muerte por enferme- dad cardiovascular descrito en el estudio de Cor- yell y sus colaboradores ha sido parcialmente apo- yado por un estudio epidemiológico realizado por Weissman y su grupo (1990). En este estudio se ob- servó que los pacientes con un trastorno de an- gustia poseían un riesgo significativamente mayor de sufrir infartos que los pacientes con otro tipo de enfermedad psiquiátrica, aunque en este trabajo se han observado varias limitaciones metodológicas. Es importante recalcar que estos riesgos médicos no son siempre evidentes para los médicos que vi- sitan a los pacientes en su status habitual bajo tra- tamiento por el trastorno de angustia. En la ma- yoría de los pacientes, la exploración médica es anodina. La única alteración cardiovascular que se presenta en un alto porcentaje de estos pacientes es el prolapso de la válvula mitral. Esta asociación podría proporcionar una explicación para la alta in- cidencia de muerte por enfermedad cardiovascular en los pacientes con un trastorno de angustia; sin embargo, el prolapso de la válvula mitral no es en sí mismo una causa corriente de muerte prematu- ra o de morbilidad importante. Otra explicación posible para este aumento de los riesgos cardio- vasculares y cerebrovasculares podría estar rela- cionado con su estilo de vida. Estos pacientes tien- den a tener una vida sedentaria, observándose en algunos de ellos que el ejercicio físico vigoroso pre- cipita sus crisis de angustia y en consecuencia evi- tan cualquier tipo de ejercicio. El alto consumo de cigarrillos, el alcoholismo y las dietas pobres tam- bién pueden contribuir al aumento de riesgo de en- fermedad cardiovascular en este tipo de pacientes. Alternativamente, también se ha observado que tanto la dilatación ventricular izquierda como el aumento del riesgo de la enfermedad tromboem- bólica pueden influir en estaasociación (Weissman y col., 1990). La supuesta asociación entre el trastorno por angustia y el aumento del riesgo de suicidio ha sido un foco de atención durante estos últimos años. Anteriormente se creía que esta asociación podría ser debida al hecho de que los pacientes con un trastorno de angustia son más propensos que la po- blación normal a sufrir un trastorno depresivo y al alcoholismo en algún momento de sus vidas, y esto en parte aún se puede considerar válido. Sin em- bargo, Allgulander y Lavori (1991) realizaron un importante estudio retrospectivo en Suecia, ha- llando un aumento del riesgo de suicidio en los pa- cientes con un trastorno de angustia sin evidencia de otros diagnósticos comórbidos. Los datos epi- demiológicos apoyan estos resultados. En el estu- dio ECA, la tasa a lo largo de la vida de los inten- tos de suicidio en las personas con un trastorno de angustia no complicado fue del 7%, cifra aproxi- madamente igual al 7,9% que se observa en los pa- cientes con un trastorno depresivo no complicado (Johnson y col., 1990). El estudio ECA también do- cumentó una variedad de aspectos frecuentemen- te descuidados de la importante morbilidad aso- ciada con el trastorno de angustia (Markowitz y col., 1989). Actualmente no se sabe exactamente cómo puede conducir el trastorno de angustia al suicidio. Se puede especular que una mala calidad de vida, producida por un sentimiento subjetivo de mala salud, dependencia financiera y disfunción social y laboral, pueden conducir a una desmorali- zación y a un desespero que aumenta el riesgo sui- cida. En resumen, actualmente debemos estar mucho más atentos para observar los riesgos mór- bidos y mortales que parecen estar asociados con el trastorno de angustia puro. En contraste con el trastorno de angustia, nues- tra capacidad para realizar una descripción clínica completa del TAG es limitada. Gran parte de lo que sigue es provisional y precisa ser completado por varios estudios de investigación. No hay un suceso singular y abrumador que lleve al paciente con un TAG a buscar ayuda. En general estos pacientes llegan al cabo del tiempo a la conclusión de que su experiencia de tensión, hi- peractividad, preocupación y ansiedad crónicas no es normal. A menudo, suelen decir que en su vida no ha habido un solo momento que recuerden en el que no estuvieran ansiosos. En un estudio de un número reducido de pacien- tes, el TAG resultó ser una perturbación más cró- nica que el trastorno de angustia (Raskin, 1982) con menos períodos de remisión espontánea. También es común la presencia de síntomas dis- fóricos moderados asociados al TAG. Aunque no presente todo el abanico de signos vegetativos, ni la anhedonia ni la disforia no reactiva característi- cos del trastorno depresivo, al paciente con un TAG expresa un sentimiento de frustración, disgusto con su vida, desmoralización y desesperanza. Se ha dicho que el abuso de alcohol, de barbitúricos y de 5 3 8 TRATADO DE PSIQUIATRÍA medicación ansiolítica es común en este grupo de pacientes. Existe un importante solapamiento entre el TAG y la depresión crónica. Breslau y Davis (1985) demostraron que si el TAG persiste durante seis meses, tal como requieren la definición del DSM-III-R y la del DSM-IV, la comorbilidad con el trastorno depresivo es muy elevada. Además, algu- nos pacientes con un TAG tienen antecedentes de crisis de angustia ocasionales en el pasado. Actualmente no poseemos información sufi- ciente respecto a la edad real de inicio de esta enfer- medad, de su historia natural ni de su pronóstico. D i a g n ó stico Signos físicos y conducta Se realiza el diagnóstico de trastorno de angustia cuando un paciente experimenta crisis de angustia que son discretas y espontáneas, y que van seguidas por un período de un mes en el que se observa de forma persistente anticipación ansiosa o cambios conductuales. Estas crisis de angustia se caracteri- zan por la aparición súbita de un estado creciente de ansiedad y temor al que se añade la presencia de por lo menos cuatro síntomas físicos. Por último, estos ataques no son secundarios a un factor orgá- nico conocido o a otra enfermedad mental. El diagnóstico de TAG se lleva a cabo cuando un paciente experimenta un estado de ansiedad o preocupación excesiva durante un mínimo de seis meses. También deben estar presentes tres de los seis síntomas físicos. Finalmente, la ansiedad cró- nica no es secundaria a ningún otro trastorno del Eje I ni a un factor orgánico específico. No siempre el diagnóstico de estos trastornos es obvio, ya que existen varios trastornos psiquiá- tricos y médicos que pueden confundirse con ellos (ver la Tabla 14-7). TABLA 14-7. DIAGNOSTICO DIFERENCIAL PSIQUIÁTRICO Y MÉDICO DEL TRASTORNO DE ANGUSTIA Psiquiátrico Trastorno de ansiedad Trastorno de g e n e r a l i z a d a d e s p e r s o n a l i z a c i ó n Trastornos depresivos Trastornos somatomorfos E s q u i z o f r e n i a Trastornos del carácter Médico H i p e r t i r o i d i s m o F e o c r o m o c i t o m a H i p o t i r o i d i s m o H i p o g l i c e m i a H i p e r p a r a t i r o i d i s m o Vértigo auténtico Prolapso de la válvula Síndrome de abstinencia a m i t r a l una droga Insuficiencia coronaria Síndrome de abstinencia al a l c o h o l Diagnóstico diferencial Otras enfermedades psiquiátricas. Aunque los trastornos orgánicos que pueden imitar un tras- torno de ansiedad pueden ser descartados fácil- mente, los trastornos psiquiátricos que producen una ansiedad patológica pueden hacer difícil el diagnóstico diferencial del trastorno de angustia o del TAG. El problema de diagnóstico diferencial más importante se produce entre el trastorno pri- mario por ansiedad y la depresión. Los pacientes depresivos suelen manifestar sig- nos de ansiedad y agitación e incluso pueden tener claras crisis de angustia. Por otro lado, los pacien- tes con un TAG o con un trastorno de angustia, si permanecen mucho tiempo sin tratamiento, se des- moralizan progresivamente a medida que el im- pacto de la enfermedad restringe su capacidad para disfrutar de una vida normal. Esta situación se complica aún más por el hecho, presente en algu- nos aunque no todos los estudios, de que los pa- cientes con un trastorno de ansiedad tienen más antecedentes familiares de trastorno afectivo que la población normal. Aunque la diferenciación entre ansiedad y de- presión puede ser difícil hasta para el médico más experto, existen algunos puntos de ayuda. Los pa- cientes con un TAG o con un trastorno de angus- tia no presentan, generalmente, todo el abanico de síntomas vegetativos que se observan en la depre- sión. Por ejemplo, los pacientes ansiosos suelen tener problema en iniciar el sueño, pero no pre- sentan un despertar precoz, no suelen perder el ape- tito ni su capacidad de concentración. En el tras- torno de ansiedad no es corriente la variación diurna del estado de ánimo. Quizá lo más impor- tante es que la mayoría de pacientes ansiosos no pierden la reactividad del humor como les ocurre a los depresivos endógenos. De mayor dificultad es la distinción entre la de- presión atípica y los trastornos de ansiedad debido a la ausencia de los síntomas más endógenos en la depresión atípica. No obstante, aunque los pa- cientes con depresión atípica conservan la reacti- vidad del humor, tienden a hundirse más rápida- mente que los ansiosos. Frecuentemente las crisis de angustia coexisten con la depresión atípica y este hecho aumenta la respuesta positiva a los in- hibidores de la monoamino oxidasa (IMAO) de los pacientes con depresión atípica (Liebowitz y col., 1984b). El orden en la presentación de los síntomas dis- tingue también la ansiedad de la depresión. En los casos con un trastorno de angustia o con un TAG, los síntomas ansiosos suelen preceder a cualquier alteración seria del estado de ánimo. Los pacientes pueden recordar haber empezado con las crisis de TRASTORNOS DE ANSIEDAD 5 3 9 angustia y poco a poco entrar en un estado de des- moralización y finalmente
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