Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Ética y Responsabilidad Social Éti ca y re sp on sa bi lid ad so ci al Im el da O rti z M ed in a/ Si gi fr ed o Es qu iv el M ar ín Imelda Ortiz Medina Sigifredo Esquivel Marín Coordinadores Ética y responsabilidad social Ética y responsabilidad social Coordinadores Imelda Ortiz Medina Sigifredo Esquivel Marín Esta investigación está arbitrada por pares académicos y se privilegia con el aval de la institución que la edita. Coordinación Editorial: Carlos Flores Diseño Editorial: Programa Editorial UAZ Portada: Ética y responsabilidad social Primera edición: 2022 © Imelda Ortiz Medina © Sigifredo Esquivel Marín © Universidad Autónoma de Zacatecas “Francisco García Salinas” Torre de Rectoría 3er piso, Campus UAZ Siglo XXI, Carretera Zacatecas-Guadalajara km. 6, Col. Ejido La Escondida C.P. 98000, Zacatecas, Zac. programaeditorialuaz@uaz.edu.mx 978-607-555-123-4 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier modo electrónico o mecánico, sin la autorización de la institución editora. El contenido de esta obra es responsabilidad del autor. 5 Introducción Sigifredo Esquivel Marín Imelda Ortiz Medina 1 La relación entre ética, responsabilidad social y ciudadanía se complejiza de forma creciente en el mundo contempo- ráneo. Tendemos hacia una redefinición de los conceptos y de las prácticas en torno a las nociones y tramas de rela- ciones que tejen y entretejen complejas urdimbres entre ética, responsabilidad social, ciudadanía y tecnociencia y, todo ello, se realiza bajo el horizonte de una inminente ca- tástrofe tan silenciada como “normalizada”, donde el pen- samiento hegemónico, convertido en pensamiento único contribuye a seguir aceitando una maquinaria genocida y ecocida; de la cual, cada uno es víctima y cómplice en grados diferenciales, pero que en conjunto, todos, o casi todos, contribuimos, distribuimos y nos retribuimos dicho orden imperial del sistema-mundo-capitalista. Se establece una nueva sinergia entre ciencia, tecnolo- gía y mercado en el seno del capitalismo contemporáneo; ahora bien, dicha sinergia no es uniforme ni planetaria, sino que tiene que ser deconstruida desde una geopolíti- ca del conocimiento situada. Anteriormente la ciencia y la tecnología se diferenciaban en su objetivo final; mientras que las ciencias buscaban dar cuenta del funcionamiento del orden de las cosas, entender su estructura legaliforme; la tecnología buscaba modificar el curso y recurso natural en beneficio del ser humano, más que entender el mundo, siempre ha querido moldearlo y modelarlo a imagen y se- mejanza de los designios humanos. Del ideal de un conocimiento descriptivo hemos ido transitando hacia un nuevo ideal de un conocimiento 6 Ética y responsabilidad social prescriptivo, eminentemente práctico y cuyo valor es su aplicación. De la búsqueda de la verdad a la búsqueda de eficiencia y eficacia como único criterio de verdad. De ahí que si bien ciencia y tecnología nunca estuvieron exentas de valores y criterios de valoración humana, hoy más que nunca, la alianza entre ciencia y tecnología, bajo ese dis- positivo inédito que es la tecnociencia, está generando un nuevo saber aplicado y, por qué no decirlo, también está generando nuevas formas de exclusión y dominación. El nuevo diálogo entre tecnociencia, empresas y socie- dad conlleva un replanteamiento de la responsabilidad social, de un saber cuyos alcances están transformando, de manera cada vez más acelerada, el entorno y el pro- pio sujeto humano. La función del saber también cambia, adquiere “nuevas responsabilidades” y enfrenta nuevos desafíos. Bajo tal panorama, la ética se ha convertido en un espa- cio teórico de auto-interrogación práctica del ser y aconte- cer humanos. En estos tiempos de creciente malestar so- cial, el mundo tiende al complejizarse y complicarse cada vez más. En un libro que hace un par de años estaba de moda, Sapiens: De animales a Dioses, su autor Noah Yu- val Harari (2015), sugería con cierto optimismo triunfalista que vamos a una nueva fase de la historia de la humanidad donde “las leyes del diseño inteligente” auguran otro ho- rizonte de posibilidades, desafíos y retos hacia una nueva era transhumanista donde la conjunción de inteligencia artificial, ciborg y tecnociencias deparan transformaciones insospechadas: “En los albores del siglo XXI el homo sa- piens trasciende sus límites, ahora está empezando a que- brar las leyes de la selección natural, sustituyéndolas con las leyes del diseño inteligente” (Harari, 2015, 23). Asimismo, estamos asistiendo a una transformación ra- dical de todos los órdenes y sistemas sociales, los referen- tes últimos y definitivos terminan de erosionarse, al tiem- 7 Introducción po que surgen, quizá como síntoma del mismo malestar ético generalizado, una serie de códigos, ordenamientos estrategias y dispositivos de gobernanza y gubernamenta- lidad, y los consejos de ética aplicada tienden a multipli- carse en todas las instituciones públicas y privadas. Quizá la misma preeminencia que ha tomado cierto giro ético del pensamiento contemporáneo da cuenta de lo que la sabiduría popular con tanto ahínco señala: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Nuestra carencia e indigencia radicales no se pueden ocultar bajo ningún discurso legalista o universalista, sin dejar de exhibir la miseria teórico-práctica reinante. Vivi- mos tiempos donde todo tiende a colapsarse, pero no las estructuras de poder y de dominación, las cuales muestran sus fauces sanguinolentas con más brutalidad y peor aún, bajo la normalización de un estado de excepción como estado preventivo paramilitarizado en todas partes del mundo. Aunado todo ello a que la filosofía ética contem- poránea, según Bajtin (1997, p. 37), está fuertemente in- fluenciada por el racionalismo e impregnada de prejuicios racionalistas, siendo que requerimos una perspectiva flexi- ble y dinámica, atenta a los temas y problemas de la actua- lidad, sin que por ello se vuelque hacia un posmodernismo relativista acomodaticio al orden imperante. Para Bajtin (1997) la dimensión ética del ser huma- no implica visibilizar de manera ontológica la relevancia y constancia de la primacía del otro frente a mí; soy en relación con el otro y ante el otro. El acto ético funda el acto humano, ser humano es compromiso ante el otro ser: co-existencia como vivencia compartida: convivencia éti- co-política. En este sentido, la dimensión ética conlleva a replantear las dimensiones políticas e intelectuales, pues no habría puesta en común de lo público que instaura la política sin atender y entender al otro, así como tampoco habría conocimiento si no es en relación con un diálogo 8 Ética y responsabilidad social intercultural e intergeneracional que nos antecede y pre- cede y continuará cuando no estemos más aquí. El hori- zonte ético-político aparece como el horizonte de nuestro tiempo para repensar la emergencia de otros escenarios posibles. 2 El libro se divide en dos partes: “Discusión y textos sobre ética, responsabilidad social y ciudadanía” y “Contextos y pretextos sobre ética, responsabilidad social y ciudada- nía”. La primera parte aborda temas, autores y debates en y desde la sociedad contemporánea y se fijan posturas ético-políticas, sin dejar de lado ejemplos y referentes del ámbito social, mientras que en la segunda se analizan, in- terpretan e intervienen contextos y pretextos en y desde ámbitos muy específicos de una problemática que se an- toja laberíntica e interminable. Claro está, en cuestiones de ética y de responsabilidad social, no hay teoría que no sea práctica, ni práctica que no tenga como base una serie de referentes teóricos y axiológicos; por ende, casi resulta indiscernible una separación purista entre conceptualiza- ción abstracta y aplicación concreta. Sobra decir que todos los textos son introductorios, provisionales y asumen po- sicionamientosque resultan tanto tácticos, contextuales, finitos, estratégicos como polémicos e inquisitivos. La fi- nitud y la falibilidad radicales atraviesan toda creación e interacción humana. La primera parte abre con el “Preámbulo a la discusión ética, un argumento” de Caleb Olvera Romero, donde se presentan algunos axiomas y premisas para abrir desde una discusión contemporánea situada y sitiada por apo- rías, paradojas, contradicciones y dicciones virulentas que dan tono y contra-tono a la filosofía moral y a la ética en la época presente, de ahí que Olvera abre fuego retoman- 9 Introducción do las cuestiones clásicas de la libertad y de la identidad moral como preguntas abiertas cuya respuesta, siempre provisional y limitada, exige argumentación lúcida, coraje y una transvaloración de la tradición filosófica occidental a partir de una lectura personal crítica. Rocío Cázares y Francisco Serrano, en “La justicia pro- cedimental y los deberes constitutivos de las profesiones”, complementan el mapa intelectual de la ética contempo- ránea a partir de una relectura original de la Teoría ética de John Rawls, donde también elucida algunas nociones en torno a la justicia procedimental como base para repen- sar la ética de las profesiones desde un esquema racional, democrático y público. En estos tiempos en que cada or- ganismo institucional presume tener un código y comité de ética profesional, asumir la problemática con rigor y ar- gumentación clara, atisbando algunas alternativas frente a la crisis ética de las instituciones y profesiones, es un gran paso para abrir un claro en las penumbras del horizonte. Enseguida, Sigifredo Esquivel y Jorge Ignacio Ibarra dilu- cidan algunas ideas también provisorias en torno al bucle ético-político a partir de las obras seminales de Deleuze y Guattari ante la debacle del capitalismo integrado. El plan- teamiento introductorio de los autores busca posibilitar alternativas frente a la crisis generalizada de las significa- ciones imaginarias de la modernidad capitalista. Aquí se asume que la elucidación ética no se puede dar al margen de un replanteamiento de la política, de la antropología y de la ontología, pues la tesitura ética adquiere contex- tura en la urdimbre de una condición humana limítrofe. En este sentido, Esquivel e Ibarra recuperan la noción de Guattari de “Ecosofía” como un potencial heurístico para hacer frente a la crisis ambiental más allá del ecologismo reaccionario. También, dentro de esta primera parte, Imelda Ortiz Medina, Marlen Hernández Ortiz, Pedro Plata Pérez en 10 Ética y responsabilidad social “De la descentralización a la participación ciudadana. Una aproximación teórica” nos muestran una problemática fundamental para entender el cambio social esperado en este país. El trabajo efectúa una descripción teórica sobre la descentralización y sus características, es una investiga- ción teórica-documental de alcance exploratorio-descrip- tivo que busca dar claridad al lector del concepto de des- centralización y su evolución, considerando a ésta como una acción previa y necesaria para el proceso de partici- pación ciudadana, la cual, a su vez implica y conlleva a la responsabilidad de actuar en sociedad. En este sentido, los autores apuestan por la descentralización administrativa y particularmente la económica, partir de políticas públicas desde abajo, con la participación de los ciudadanos. La segunda parte “Contextos y pretextos sobre ética, responsabilidad social y ciudadanía” conlleva reflexiones éticas, políticas y sobre la responsabilidad social, cuyo énfasis está puesto en la urgencia de una sociedad con- temporánea, donde todo sentido plural y complejo se es- capa a una lectura o relectura maniqueísta. En un primer momento, tenemos las aportaciones con una elucidación muy sugerente de Ernesto Menchaca Arredondo, quien en su artículo titulado “Multiplicidad estética, orden social y responsabilidad: Reflexiones sobre la sociedad contem- poránea” aborda el umbral de la crisis radical de los lazos sociales y las formas de convivencia, secuestro del espacio público, la urdimbre tensa e intensa que se despliega en torno a la relación y correlación entre ética, política y re- sistencia, a partir de una subjetivación creacionista en los jóvenes, el texto invita a repensar temas y problemas de actualidad con un estilo polémico que asume un posicio- namiento firme de denuncia y anunciación de otro mundo posible en este horizonte tan convulsionado. Posteriormente, Pedro Severino González, Javiera Her- nández Inostroza y Ana Veliz Chamorro, analizan la impor- 11 Introducción tancia de la impartición y enseñanza de valores para un comportamiento ético y de responsabilidad social dentro de los procesos formativos y educativos, lo que nos lleva a analizar el tercer artículo, denominado “Relación entre la responsabilidad social universitaria y la formación integral en dos universidades del estado de Puebla” cuyo título re- úne las colaboración de María del Carmen De la Luz Lan- zagorta, Martha Leticia Gaeta y Juan Martín López Calva, autores que nos muestran una reflexión muy puntual en torno a las implicaciones prácticas de la formación integral de los estudiantes, a partir de elucidar la sinergia entre la Responsabilidad Social Universitaria (RSU) y la Formación Integral del alumnado, considerando un estudio realizado en dos universidades del Estado de Puebla. Se trata una investigación cualitativa realizada a partir de entrevistas semi-estructuradas a docentes de las Licenciaturas en Pro- cesos Educativos y Psicopedagogía, respectivamente. Finalmente tenemos el artículo denominado “Respon- sabilidad social universitaria y Modelo Académico UAZ Si- glo XXI (Retos de la agenda 2030)” de María del Carmen Arreola Medina, Sandra Verónica García Cabrera, Tania In- dira Arreola Medina, el cual nos acerca a los objetivos de desarrollo sostenible aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015, donde se busca contribuir con la mejora del bienestar de la humanidad. Los autores se proponen elucidar los retos planteados en la Agenda 2030 desde la responsabilidad social universitaria en el modelo académico UAZ siglo XXI, de cara al replanteamiento de la universidad pública como espacio de auto-creación social. Ética, responsabilidad social y ciudadanía son tramos y tramas de una urdimbre existencial e inter existencial que teje, entreteje y desteje lo humano como texto comple- jo en el diálogo entre textos, contextos y pretextos en un mundo contemporáneo que parece estar al borde del co- lapso último, mientras tanto, pensar y repensar, actuar y 12 Ética y responsabilidad social resignificar nuestras acciones individuales y colectivas, aún puede ser una brújula que nos permite guiar el naufragio de una condición humana en su devenir caótico. La ética y la responsabilidad social no tienen todas las respuestas, pero nos ayudan a entender y atender todas las pregun- tas importantes, lo cual, visto en estos tiempos de desáni- mo generalizado, no es poca cosa. Atreverse a preguntar sin cortapisas es ya romper el silenciamiento, al que nos quiere someter la lógica del sistema-mundo-global bajo la impostura de un pensamiento único que se efectúa como no-pensamiento. Ética, responsabilidad social y nuevas formas de ciu- dadanía articulan eso que Mijail Bajtin denominó “res- ponsabilidad especial”, como integración del mundo de la vida con la cultura, bajo la égida del capitalismo con- temporáneo. Aproximadamente hace cien años, Bajtin ya había esbozado ideas “Hacia una filosofía del acto ético”, haciendo frente al desafío ético-político que representa la integración de una actitud responsable y libre en el con- texto de una sobre determinación ideológica al servicio de un orden impuesto. Bajtin perfiló una nueva responsabili- dad del sujeto de carne y hueso como corresponsabilidad y participación, donde la razón teórica se articula con unanueva reconfiguración de la razón práctica en el seno de un mundo de vida cada vez más complejo y complicado: “ser responsable partícipe es también aprensión por el otro, que me obliga responsablemente, la responsabilidad de la acción es sobre todo responsabilidad por el otro, y mi unicidad consiste en no poder delegar dicha responsa- bilidad, en no poder ser sustituido por ella” (Bajtin, 1997, 237). De ahí también que ya presagiaba la crisis del pensa- miento y de la cultura en la época contemporánea como una crisis de la racionalidad tecno-científica, que se olvida de sus compromisos y referentes sociales, políticos y am- bientales, de tal suerte que se autonomiza y se parcializa, 13 Introducción y con ello, pierde su sentido y razón de ser. Las palabras de Bajtin suenan en nuestros días como una llamada de alerta frente a los problemas que no dejan de estar creciendo por todas partes. Este libro atiende dicha llamada y busca contrarrestar esa degradación de la acción humana, ya avi- zorada por el intelectual especialista en literatura universal y comprometida con atender y entender su tiempo. Referencias Bajtin, M. (1997). Hacia una filosofía del acto ético. De los borradores y otros escritos. Madrid: Anthropos. Harari, Y. N. (2016). Homo Deus. Breve historia del porve- nir. Barcelona: Debate. Discusión y textos sobre ética, responsabilidad social y ciudadanía 17 Preámbulo a la discusión ética, un argumento Caleb Olvera Romero1 1 Desde el inicio de la filosofía, unas cuantas preguntas problemáticas han sido la vértebra del pensar filosófico, ¿Quién soy? ¿Qué es el mundo? ¿Tengo libertad? Si el mundo es causal efecto, si todo tiene una razón de suce- der, entonces no existe la libertad, pues la libertad es la idea de una acción “efecto” sin determinación causal. En el principio de la filosofía existían dos pensadores (Demócrito y Leucipo) que tenía una teoría muy interesan- te denominada atomismo. Ellos creían que todo cuanto existe está hecho de pequeñitas partículas indivisibles que denominaron átomos, (sin partes). El punto es que decían que todo el universo estaba constituido de estas pequeñas partes de materia, las más pequeñitas que se puedan ima- ginar, al grado que no se podrían dividir más. El universo sería algo así como una pecera llena de canicas diminu- tas, donde cada una influye y determina a las demás, si se mueve la pecera las canicas se mueven de manera obliga- toria y sin libertad. Cada canica dentro de esta pecera está obligada a tener el lugar que las demás le permiten y cada una se moverá dependiendo de cómo es que las demás lo hagan, así que todos sus movimientos están determinados por infinitas causas que se escapan al limitado intelecto humano. Además, señalan que si en determinado momen- 1 Doctorado en Humanidades y Arte en la (UAZ) además de la formación en Psicoanálisis (CEPSIMAC). Ha realizado una Investigaciones postdoctoral en la UNAM y estancia post- doctoral UVA, España. Recibió el Premio Nacional de Ensayo Abigail Bojórquez. (2007) y es miembro del (SNI) desde 2010.Tiene más de una veintena de libros publicados y más de 50 artículos en revistas nacionales y extranjeras. Así como un gran número de asis- tencias a congresos y conferencias impartidas. Actualmente es docente del Doctorado en filosofía e historia de las ideas de la UAZ. 18 Ética y responsabilidad social to conociésemos todas las determinaciones que operan en cada una de estas canicas, podríamos predecir cómo se moverían. Demócrito y Leucipo decían que si ellos pudiesen co- nocer cómo afectan cada átomo del universo a los demás átomos, podrían predecir el futuro. Así la libertad se ve re- ducida a un simple desconocimiento de las miles de causas que afectan a cada partícula del universo. Si se arroja una moneda, algunos creen que el lado sobre el cual caerá se debe al azar, sin embargo, si supieran y pudieran manipu- lar la fuerza con la que es arrojada la moneda, la forma en que gira, la resistencia del viento, el ángulo en que golpea el piso etc., entonces sabríamos de qué lado caería la mo- neda todas las veces. Así nos daríamos cuenta de que nada que está sujeto a las leyes del universo es libre, nada que tiene una causa que lo determine es libre. Si el universo es causal efecto, entonces no hay libertad. Si todo tiene una razón de ser, si cada átomo del univer- so obedece a leyes estrictas que lo gobiernan, entonces no hay libertad. Quizá se piense en los humanos y en que somos libres, pero quizá se ha olvidado de que la libertad es simplemente el modo con el que nombramos al des- conocimiento de las determinaciones, de la gran cantidad de causas que influyen en cada momento del universo. El pensamiento es producto del cerebro y de las reacciones químico-eléctricas con las que funciona. Así el pensamien- to es el resultado de reacciones químico eléctricas y éstas están regidas por las leyes del universo, no hay forma de que seamos libres, sino que cada diminuta partícula de ma- teria en el universo es gobernada por estas leyes. Así que lo que pensamos es resultado de las reacciones químicas de nuestro cerebro, si aún no se está del todo convencido, recordemos lo que pasa cuando ingieres una o varias cer- vezas, es obvio que el comportamiento y el pensamiento se ven influidos por los nuevos químicos. 19 Preámbulo a la discusión ética, un argumento Veamos lo que sucede con los antidepresivos o ansiolíti- cos, la conducta y el pensamiento son modificados por los químicos del cerebro, así que cada uno de nuestros pen- samientos está determinado por las sustancias químicas de nuestros cerebros. Ni hablar de los alucinógenos, pues con ellos también puedes ver lo relativo de la percepción del mundo. Como no conocemos todas estas determina- ciones, como no sabemos aún cómo se generan los pensa- mientos, entonces suponemos que somos libres. Cuando se descubrieron los electrones, se pensaba que se comportaban de manera aleatoria y azarosa, e hicieron de estos el resquicio de la libertad, hasta que aparecieron los modelos matemáticos para poder entender su compor- tamiento y entonces, esa idea se esfumó. Ahora pasa lo mismo con los quarks, sólo es cuestión de tiempo hasta que descubramos las leyes de su comportamiento. En la actualidad se dice que las partículas sub atómicas son voli- tivas, esto es, que se comportan de manera azarosa, inclu- so se llegó a decir lo mismo de los planetas a quienes se les creía dioses, todo antes de que se encontrase la forma de establecer su movimiento orbital. En fin, los argumentos en contra de la libertad son suficientes y la gente no los quiere aceptar, pues no le gusta la idea de que todo tenga un porqué y sea obligatorio. Nos gusta la idea de libertad, aunque ésta sólo sea un desconocimiento de las causas fí- sicas que gobiernan al universo. Quizá en este momento alguien se está subiendo a un auto para seguir la fiesta dentro, en sentido opuesto va conduciendo un ebrio e inevitablemente impactarán, justo en ese momento va pasado otro vehículo por ese lugar. Miles y millones de cosas coinciden de manera obligatoria para que los eventos sucedan y no es posible que pasen de otra manera. O quizá, una edecán hermosa está colo- cando las bolitas dentro de esa esfera de la lotería, en el justo acomodo, nadie lo sabe, en que las miles de vueltas y 20 Ética y responsabilidad social choques que se producirán entre unas con otras, hará que nuestro billete salga premiado. Un centésimo de milíme- tro diferente en el acomodo o en el rebote de cualquiera de esas esferas daría como resultado otro número. Pero no, miles y miles de causas desconocidas obligan a que los eventos sucedan como son y nada los puede cambiar. En un mundo espacio temporal donde todo tiene una causa obligada no es posible la libertad. 2 Si nuestra idea de explicación es sujetar eventos a leyes, bajo la idea de causas. Si aceptamos que todo en el univer- so está regido porleyes, entonces es imposible la libertad o imposible, cuando menos, en esta ontología causal. Sin embargo, si queremos mantener la idea de que los huma- nos y los fenómenos mentales o discursos mentales están regidos por la idea de libertad, “somos libres”, entonces debemos aceptar que hay un rincón en el universo donde las leyes no aplican, donde las leyes son distintas. La idea de libertad implica que se rompa la del universo causal, cuando menos en la región que ocupan los huma- nos o el cerebro, implica que aceptemos que hay explica- ciones que no sujetan eventos a leyes ni a causas, expli- caciones del tipo X más Y es igual a Z, pero no en todos los casos, ya que cada evento es diferente. Creo que es claro el problema de aceptar este tipo de explicaciones; sin embargo, este es un tipo de explicación muy común en el mundo de la psique. Existen muchas corrientes psicológi- cas, las cuales no solamente las aceptan, sino que incluso las hacen bandera, explican la teoría, dicen cómo suceden más o menos las cosas y terminan diciendo que esto no sucede en todos los casos, ya que cada sujeto es diferente. De cualquier manera, aceptar que somos libres es acep- tar que en algunas regiones del universo (cerebro), no se 21 Preámbulo a la discusión ética, un argumento aplican las mismas leyes que en el resto. Por ello es necesa- ria una ontología distinta, que incluya a estos entes inexis- tentes e irreales y sobre todo libres. Esa es la empresa que enfrentan los teóricos de la ética, pero quizá, deberían pre- guntarse, ¿si no es una empresa por demás absurda? Inven- tar una ontología paralela a la física, a la material, una onto- logía con leyes distintas o ¿sin leyes? ¿Sin determinaciones? ¿Sin causalidad? Si debemos admitir la no universalidad de las leyes. ¿Por qué nombrarlas leyes? O quizá está presente aún la otra alternativa, la de suponer que estos fenómenos mentales no son sino formas de nombrar fenómenos físicos que aún no comprendemos. Fenómenos causales como el resto de los fenómenos universales, que simplemente aún no encuentran su manera explicativa. Quizá lo que nos hace falta es la evolución de la expli- cación y entonces podremos explicar el universo con le- yes, ya que de otra manera, no sería una explicación. Es- tos sucesos cerebrales denominados voluntarios, aún no encuentran una explicación causal, pero quizá aceptemos que la tienen. No se puede eliminar de la vida cotidiana la explicación que implica la libertad, pues casi todo lo que importa está construido sobre esto, pero se podría extirpar de la expli- cación científica, lógica y racional. Dentro de un ámbito donde prive la idea de causalidad, la idea de que explicar es sujetar fenómenos a leyes, es necesario prescindir de una explicación que en origen está hecha con la idea de libertad, de no determinación. Si la mente es la explicación de lo que implica libertad, entonces incluirla en el ámbito de las explicaciones que son causales, determinadas, es un error, es auto-sabotearse. Es aceptar que las leyes con las que explicamos el universo no funcionan de la misma ma- nera en todos lados, entonces, no son leyes y no tenemos principios explicativos, entonces no podremos explicar nada, cuando menos no de manera causal. 22 Ética y responsabilidad social Ética y Ciencias Cualquier tipo de ética debería tener en cuenta los argu- mentos cientificistas y neurofisiológicos que sujetan la conducta a las reacciones neuronales y a su determinación electico-química. Aunque ya se hacían un tipo parecido de análisis desde la condición biológica por parte de los zoó- logos, al analizarnos como animales, sin embargo, la deter- minación total proviene de la física y de la bioquímica cere- bral, en particular. Hacer teorías sobre el comportamiento y sobre todo de la ética, es tener en cuenta las determi- naciones universales que operan a nivel atómico. A pesar de que a nivel sub atómico algunas “teorías” mantenga la idea de indeterminación y, si finalmente resultaran ciertas, éstas no aplican a los sujetos, pues estamos a un nivel ma- yor que el subatómico. A este nivel operan las leyes de la determinación causal, cuando menos hasta donde tene- mos conocimiento del universo físico. Algunos han querido ver que el ser humano aparte de materia es cultura y sostienen que la cultura es algo no causal, libre, pero el problema con estas explicaciones es que suponen que la cultura es una especie de sustancia que nos regresa a las explicaciones dualistas donde los hombres somos una combinación de materia y cultura. Además, no tomamos en cuenta que la cultura también es un producto de los humanos, no algo diferente a ellos. La idea de libertad ha sido defendida por la mayoría de los dualistas, desde los griegos, pasando por Descartes que él mismo advierte que esa explicación no es satisfactoria y que, sin embargo, se le ha considerado el dualista por antonomasia, hasta los emergentistas que sostienen que algo nuevo ha emergido, algo distinto a la mera materia, esto nuevo es capaz de generar la acción y es el origen de la libertad, pasando por la tradición religiosa de las más diversas índoles. 23 Preámbulo a la discusión ética, un argumento Responsabilidad Social Ante estos argumentos la gente piensa en la responsa- bilidad y, sobre todo, en el castigo. ¿Cómo castigar a un asesino? ¿Cómo sostener una ética para el nivel simbólico donde todo depende de la idea de libertad? La cuestión de la responsabilidad es muy sencilla de responder, dado que el asesino está determinado a hacer lo que hace y el juez está determinado a hacer lo que hace, sentenciarlo. El mundo sucede exactamente igual ¿Cómo proponer una ética para la determinación? Pues si realmente no existe la libertad, entonces no podemos “proponer” nada, ni una ética, ni un pequeño parpadeo, cada pensamiento está de- terminado por lo que hemos comido, vivido, etc. Las cosas suceden como suceden y la idea de proponer implica la idea de libertad. La primera persona del singular es una virtualidad del lenguaje. Generada o emergida en una base físico-quími- ca. Suponer que podemos hacer algo para normalizarla es suponer que podemos hacer algo, es suponer, otra vez, que somos libres. El yo como entidad virtual, es libre en la misma medida en que los personajes de las novelas lo son. No es gratuita esta afirmación, dado que es una enti- dad eminentemente lingüística. Si disolvemos la idea del yo quizá no sea necesaria una ética que la regule o la ilu- sión de que la reflexión sobre su comportamiento es algo distinto a él. Sólo si se supone un yo sustancial se puede creer que el pensamiento sobre su actuar “ética” es algo diferente a él. Si el yo es un pensamiento, la ética no es algo distinto al yo. Los sentimientos no son algo distinto a él. Sólo en la medida en que suponemos libertad, supone- mos un sujeto origen de la acción que es independiente de las acciones, por lo cual las puede considerar suyas. Las acciones no son algo distinto a lo que somos. El pen- samiento no es distinto a lo que somos. Suponer una tética 24 Ética y responsabilidad social como el pensamiento que regula al que tomas las accio- nes, es suponer que el que hace la acción es diferente al pensamiento y que el pensamiento es su posesión y que el pensamiento regula al pensamiento, es crear entidades inexistentes. Es hacer del yo una sustancia independiente del cerebro y que es el origen de la acción y el responsable de ella. Para que la ética sea posible es necesario un yo origen de la acción. Origen de la acción significa que ac- tuar sin determinación, esto es, que no hay nada “detrás” o anterior que lo hacen actuar, libre y sin leyes. Además, es suponer que es independiente de los pensamientos, ya que le ética es la reflexión o pensamiento sobre nuestro comportamiento o moral. Así una ética es en gran medida una metafísica de la primera persona del singular, que im- plica la no causalidad y la sustancialidadde la misma. 3 Hoy en día, es imposible seguir pensando el mundo lejos de los avances que han hecho los científicos. A pesar de que el argumento en contra de la libertad es tan antiguo como a filosofía misma, es necesario ver que la ciencia apunta y respalda cada vez más este argumento. No pode- mos ignorar los avances científicos, pues la inteligencia ar- tificial está muy cerca de generar, dentro de sus sistemas, la idea de libertad. Si libertad es sólo la manera en que nombramos a lo que no podemos reducir a un efecto cau- sal, los androides (computadores, e incluso una licuadora) para la mayoría de nosotros son libres, pues no podemos explicar el porqué de su funcionamiento y actuar. No es di- fícil comprobar esto, pues les atribuimos estados mentales y libertad, decimos cosas como que la impresora no quiso imprimir, al auto no le dio la gana de encender etc. Todas estas expresiones implican estados mentales, vo- litivos y libres. Son solamente formas de hablar de lo que 25 Preámbulo a la discusión ética, un argumento no sabemos cómo sucede. Así la libertad no es sino una forma explicativa de lo que no conocemos. Una manera de hablar que hace suponer que hay una causa que determi- na la acción y que esta causa es la voluntad o libertad del sujeto, porque no sabemos cuáles son las causas físicas. Así los androides son libres para todos aquellos que no sabemos cómo funcionan a pesar de que sabemos que es- tán determinados y que hay alguien que los ha programa- do. Pero pasa lo mismo con los humanos, pues sabemos que si son producto de reacciones químico-eléctricas en- tonces están determinados, a pesar de que aún no sabe- mos o podemos explicar la cantidad de determinaciones qué los hace actuar de tal o cual manera. La ética se ha de- sarrollado en diversas aristas y, sin embargo, está construi- da sobre esta idea de libertad. Esta idea es la responsable del sujeto como lo conocemos hoy en día, sería imposible que pensáramos al sujeto de hoy, sin las ideas que implican la libertad como son: voluntad, decisión, esfuerzo, querer, escoger y un largo etc. Por ello una verdadera crítica de la ética debe replantear al sujeto como origen de la acción, incluso como algo distinto al pensamiento. Una ética impli- ca una profunda ontología, no sólo del sujeto que se verá en jaque, sino del mundo mismo, en su distinción entre fenómenos mentales y fenómenos naturales. La distinción kantiana correría el mismo peligro en un mundo donde el sujeto no es sino una manifestación del mundo en sí mis- mo, no un ser diferente al mundo, sino simplemente una producción de este bajo leyes. Finalmente diremos que el sujeto es irreductible al mun- do causal, por lo cual algunos han propuesto un monismo anómalo, una ontología con dos explicaciones. Una para el mundo causal, otra para los fenómenos mentales. Si aun con esto no se quiere aceptar la determinación y la inexis- tencia del sujeto, que de lo anterior se deduce aunque no se ha explicitado, pues esto es otro tema, debemos decir 26 Ética y responsabilidad social que los sujetos son irreductibles a la causalidad, debido a que la idea de libertad les ha dado origen; sin embargo, no son distintos a los sujetos de las novelas y su libertad es muy similar a esta. Somos libres y existimos como lo son los personajes de una película o de un cuento. 27 La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones Rocío Cázares Blanco Francisco J. Serrano1 1 El marco general de esta investigación es la filosofía de la moral, de modo que la metodología que seguirá este trabajo es el análisis conceptual. La investigación se dirige a explorar un posible fundamento conceptual para la ética profesional: la llamada justicia procedimental; por ésta, suele entender- se el deber de una institución como el Estado, de proceder con justicia y equidad ante quienes dirige sus acciones. Esta idea se encuentra ya en el trabajo seminal de John Rawls, Teoría de la justicia (1971), pero desde entonces se ha desarrollado como alternativa al enfoque del propio Rawls (Thibaut, LaTour y Houlden 1973; Fraser, 1997). En este trabajo exploramos el desarrollo de dicha idea y soste- nemos que la comprensión de justicia procedimental pue- de ampliarse, de modo que pueda incluir los deberes cons- titutivos de las éticas profesionales. Estos deberes son aquellos que señalan los límites de la acción de un profesionista, en tanto tal, y por ello, cons- tituyen la comprensión misma de la profesión. Nuestro supuesto aquí es que una profesión, como la medicina o la ingeniería, puede entenderse como combinación de un conjunto de conocimientos, habilidades y, sobre todo, cier- tos deberes que establecen los límites de la acción de los profesionistas. De acuerdo con esta caracterización, una profesión sería algún tipo de institución y, por ello, es sus- 1 Universidad Autónoma de Zacatecas, rocio_caz@uaz.edu.mx y fse- rrano@uaz.edu.mx 28 Ética y responsabilidad social ceptible de ser estudiada bajo la perspectiva de la justi- cia procedimental. Nuestra propuesta, particularmente es que ciertos deberes constitutivos de las profesiones, quizá los más fundamentales, pueden entenderse en términos de justicia y equidad, esto es, los deberes generales de tratar a los beneficiarios o receptores de sus acciones de manera correcta e imparcial. 2 El importante impulso que el estudio de John Rawls hizo sobre el concepto de justicia tocó también aspectos relati- vos a la justicia procedimental, y no sólo a la justicia distri- butiva, su tema principal. La idea es bien conocida. En las primeras secciones de su Teoría de la justicia, estableció las condiciones para una sociedad bien ordenada. Recor- demos que su teoría de la justicia apunta, precisamente, a una sociedad regulada por los principios de justicia distri- butiva que defiende en su teoría. Dichas condiciones son, fundamentalmente el propósito compartido por promover el interés de todos los miembros de la sociedad y una re- gulación eficiente de acuerdo con una concepción pública de la justicia (Rawls, 18-19). Precisamente, la regulación eficiente mencionada se re- fiere a la justicia procedimental. Por ésta se entiende, en una primera aproximación al concepto, al conjunto de pro- cedimientos que garantizan que la justicia distributiva pue- da ser implementada adecuadamente entre quienes son los receptores de las decisiones de justicia. En efecto, para nosotros no sirve de nada un criterio o unos principios de justicia distributiva si no contamos con procedimientos eficaces para implementarlos. A esta preocupación res- pondemos con el concepto de justicia procedimental. En- contramos en la teoría de Rawls más elementos para la compresión de este concepto. 29 La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones De acuerdo con Rawls, una sociedad bien ordenada enfrenta tres problemas fundamentales: coordinación, eficiencia y estabilidad (Rawls, 19-20). Los requisitos que postula Rawls para enfrentar estos problemas, nos parece, caracterizan también a la justicia procedimental. El requisito para enfrentar el problema de coordinación es que “los planes de las personas necesitan embonar para que sus actividades resulten compatibles entre sí y pue- dan todas ser ejecutadas sin que las expectativas legítimas de ninguno sean severamente dañadas”. La coordinación, como elemento procedimental de la justicia, requiere en efecto un cierto ajuste en los planes o en la ejecución de los mismos, de modo que puedan realizarse de acuerdo con una visión única. Este requisito puede también pre- sentarse como imparcialidad, esto es, la coordinación re- quiere que los planes de todas las personas involucradas en el proyecto social sean tratados con imparcialidad, con el mismo valor. Respecto de la eficiencia Rawls (1995) señala que “la ejecución de estos planes debiera llevar a la consecución de los fines sociales por caminosque sean eficientes y com- patibles con la justicia”; con lo que sujeta el cumplimiento adecuado de los planes a la concepción general de la justi- cia distributiva. Las dos notas que caracterizan, hasta aquí, a la justicia procedimental son entonces la imparcialidad y la justicia (entendida como equidad). En otras palabras, las instituciones como el gobierno y sus dependencias, encar- gadas de cumplir con los principios de la justicia distribu- tiva tienen que hacerlo con imparcialidad y equidad, esto es, respetando el valor de los proyectos de vida de cada individuo y actuando con eficiencia en la distribución de aquellos bienes que son objeto de la justicia. El requisito para enfrentar el tercer problema, el de la estabilidad, invoca a la justicia retaliativa. De acuerdo con Rawls, en efecto, “el esquema de la cooperación so- 30 Ética y responsabilidad social cial debe ser estable: se tendrá que cumplir con él más o menos regularmente y sus reglas básicas habrán de obe- decerse voluntariamente”. Lo que desde luego implica que las violaciones a tales reglas sean respondidas con “fuer- zas estabilizadoras que prevengan violaciones ulteriores y que tiendan a restaurar el orden”. La cooperación social requiere entonces actuar en conformidad con las reglas de coordinación y eficiencia necesarias para alcanzar el obje- tivo fundamental de actuar de acuerdo con los principios de justicia. De acuerdo con Rawls, estos tres requisitos para que una sociedad sea bien ordenada están “conectados con el [problema general] de la justicia” y, de este modo, cons- tituyen a la justicia procedimental, según nuestra inter- pretación. El concepto de justicia procedimental que es- tamos así construyendo integra los siguientes elementos: promueve el bienestar y se caracteriza por la eficiencia, la cual, a su vez, reúne elementos de imparcialidad y justicia, tanto en la dimensión distributiva como en la retaliativa. De este modo, la justicia procedimental permite enfrentar los problemas sociales de coordinación, eficiencia y esta- bilidad. Estos requisitos son, además, importantes porque el in- terés primario de la justicia, de acuerdo con Rawls, es la es- tructura básica de la sociedad (Rawls, 17). Según esta idea, lo que determina que una sociedad sea justa es que dicha estructura esté regulada por principios de justicia y por un conjunto de reglas públicas dirigido a que las acciones de las personas maximicen los beneficios para todos; dicho conjunto determina, además, aquello a lo que tiene dere- cho cada persona (Rawls, 89). El objetivo de todo esto, de los principios de justicia, del conjunto de reglas dirigido a la maximización del beneficio y a la conducta de las perso- nas es, desde luego, lograr una distribución de los benefi- cios sociales que sea justa para la sociedad en su conjunto. 31 La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones La importancia de este conjunto público de reglas invita a pensar que puede desplazarse el énfasis de la cuestión distributiva a la cuestión procedimental. Intuitivamente, dice Rawls, la idea es que el sistema social puede estruc- turarse de modo tal que, sea cual fuere el resultado de la distribución, “éste sea siempre justo, al menos dentro de cierto ámbito” (Rawls, 89). Caracterización de la justicia procedimental Necesitamos, entonces, precisar la idea del ámbito de aplicación; para ello, podemos distinguir entre la justicia procedimental relativa a un criterio independiente del procedimiento que pretende implementarse con el fin de obtener un cierto resultado o una cierta distribución, y la justicia puramente procedimental, que no requiere de tal criterio independiente. La primera, a su vez, se distin- gue en justicia procedimental perfecta e imperfecta del siguiente modo: en la perfecta contamos con un criterio para obtener un cierto resultado y un procedimiento in- dependiente o separado de tal criterio que se sigue para obtener tal resultado. El procedimiento garantiza que se obtenga correctamente el resultado. Rawls la ilustra con el siguiente ejemplo: Queremos di- vidir un pastel por igual entre un cierto número de per- sonas, éste es el criterio que seguimos para distribuir el bien, el pastel en este caso. El procedimiento más eficiente que puede adoptarse es que una persona divida el pastel en partes iguales y que ella misma tome la última parte. Vemos así claramente los dos elementos que componen a la justicia procedimental perfecta: un criterio de lo que es una división justa y un procedimiento independiente de este criterio que se seguirá para satisfacer el criterio. Puede confiarse en que el procedimiento cumplirá con el resultado esperado (Rawls, 89). 32 Ética y responsabilidad social Por contraste, en la justicia procedimental imperfecta, el proceso no garantiza que se obtenga correctamente el resultado. Se cuenta con el criterio independiente y hay procedimientos bien establecidos, pero su conjunción no garantiza que se obtenga el resultado buscado. Considere- mos dos jueces penales del todo similares atendiendo dos casos también similares. Los jueces son honestos, compe- tentes y disponen de información precisa y relevante sobre los casos. Sin embargo, sus sentencias sobre sus casos son distintas e, incluso, muy distintas. Han seguido el criterio de impartir justicia con base en la ley y la evidencia, así como el procedimiento común, preestablecido, y lo han seguido de manera competente y honesta. Rawls observa que en todo esto hay lugar para “una combinación fortuita de circunstancias que hacen fracasar el objetivo de las nor- mas jurídicas” (Rawls, 90).2 Por último, la justicia puramente procedimental se ca- racteriza porque no hay un criterio independiente para producir un resultado esperado, sino sólo ciertas reglas de procedimiento para lograr un resultado. En este caso, para obtener lo que se busca, se cuenta sólo con “un pro- cedimiento justo o imparcial, sea el que fuere, siempre y cuando se haya observado debidamente el procedimien- to” (Rawls, 91). Encontramos en los juegos de azar un buen ejemplo de estas ideas. Muchas personas apuestan a un cierto resultado, pero la naturaleza azarosa del juego im- pide conocer cómo se distribuirá el monto total apostado. Si las apuestas son realizadas de manera imparcial, enton- ces la distribución de lo recabado será también imparcial. El procedimiento requiere crucialmente de la imparciali- dad, independientemente de cómo se distribuya el bien 2 Para el estudio y significado de este tipo de desacuerdos, desde el punto de vista de la filosofía del derecho contemporánea, puede ver- se: Pau Luque Desacuerdos, derecho y filosofía moral. México: Ed. Fontamara 2016. 33 La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones en cuestión. Extrapolando estas ideas a ámbitos sociales, con base en ellas Rawls sostiene que en las aplicaciones de la justicia puramente procedimental es necesario “es- tablecer y administrar imparcialmente un sistema justo de instituciones” (Rawls, 91). En otras palabras, la justicia pu- ramente procedimental requiere que las pautas se sigan rigurosamente en el seno de ciertas instituciones y marcos legales o regulativos bien establecidos. A partir de esta amplia caracterización de la justicia pro- cedimental, podemos precisar que el elemento normativo decisivo en la justicia procedimental es la imparcialidad. Para quedar satisfechos con los resultados obtenidos se requiere de la aplicación imparcial de los procedimientos establecidos. La justicia procedimental, en consecuencia, requiere de imparcialidad como el elemento normativo que garantiza resultados justos. La justicia procedimental y la imparcialidad Nuestra tesis es que la ética profesional, en su perfil más general, puede entenderse como una aplicación o un caso de la justicia procedimental esbozada hasta aquí. Para em- pezar, los requisitos teóricos que esperamos que laética profesional satisfaga están relacionados con los problemas centrales que enfrenta la justicia procedimental: la coordi- nación, la eficiencia y la estabilidad de las prácticas profe- sionales. En efecto, respecto de la coordinación esperamos que los representantes de una profesión hagan embonar sus diferentes actividades de una manera compatible, de ma- nera que los usuarios o aquellas personas a quienes ofre- cen sus servicios sepan qué esperar de la profesión, inde- pendientemente de quién sea la persona que la encarna en un momento dado. Consecuentemente, esperamos que estas actividades sean realizadas con eficiencia. El segundo 34 Ética y responsabilidad social problema que la justicia procedimental pretende resolver, esto es, los profesionales tienen que resolver adecuada- mente las tareas que les son propias, en términos de tiem- po, recursos y satisfacción de las expectativas de los usua- rios. El tercer problema, la estabilidad, invoca sobre todo a la justicia retaliativa, de modo que sólo señalaremos que también las profesiones, como lo reflejan los códigos de ética profesional, sancionan con prácticas de recompensa o castigo a quienes cumplen con méritos destacados o in- cumplen notoriamente los deberes de las profesiones. Los primeros dos problemas, la coordinación y la eficien- cia, son resueltos por la justicia procedimental mediante disposiciones normativas, esto es, mediante el estableci- miento de normas o reglas que determinan la conducta de los profesionistas a quienes se dirigen. Los códigos de ética profesional recogen y reflejan tales disposiciones norma- tivas. Los deberes, principios, ideales, metas, derechos de los profesionistas son el conjunto general de disposiciones normativas que determinan su conducta en tanto tales. En este sentido, ampliando la idea que pretendemos de- fender, la justicia procedimental es así constitutiva de las éticas profesionales. Las normas particulares que buscan garantizar tanto la coordinación como la eficiencia serían precisamente las normas fundamentales de una profesión y representarían, en nuestros términos, los procedimien- tos de justicia más generales que garantizan que una pro- fesión dada pueda desempeñarse con eficiencia, constan- cia y de acuerdo con las expectativas de los usuarios. Gracias al análisis de Rawls, hemos visto también que la imparcialidad es el elemento normativo esencial de los distintos aspectos de la justicia procedimental. En conse- cuencia, si nuestra suposición es correcta, entonces por ex- tensión la imparcialidad también tendría que constituir el elemento normativo esencial de los deberes constitutivos de una profesión. Para examinar esta implicación invocare- 35 La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones mos el concepto de “circunstancias de la imparcialidad” de Brian Barry. De acuerdo con él, esta noción se refiere […] a las condiciones empíricas que se aproximan a aque- llas de Scanlon de la posición original… podemos definir las circunstancias de la imparcialidad como las condicio- nes bajo las cuales cualquier regla substantiva de justicia de una sociedad tenderá de hecho a ser justa. …el con- cepto de reglas de justicia cubre reglas morales como le- gales. (Barry, 1995, 100)3 Barry, siguiendo aquella indicación de Rawls de que las re- glas necesarias para una sociedad bien ordenada podrían hacernos pensar que la justicia procedimental es priori- taria sobre la justicia distributiva (o substancial, como la identifica Barry), se refiere con esta idea a la importancia de las condiciones empíricas que, de acuerdo con Tho- mas Scanlon, tenemos que tomar en cuenta para explicar cómo los agentes toman acuerdos de cooperación entre sí. Los agentes reales, por contraste con los agentes idea- les rawlsianos, celebran acuerdos sin renunciar a sus cir- cunstancias, valores, aspiraciones, etc. Encontramos esta circunstancia en la promulgación de los códigos de ética profesional. Los profesionales que los celebran, en las cir- cunstancias en que lo hacen, participan como personas concretas y operantes en una determinada cultura y socie- dad. Su circunstancia no les permite restar sus condiciones reales para participar en los acuerdos normativos para la profesión. La siguiente idea de Barry es que la imparcialidad, en tales condiciones de deliberación reales, garantiza que la distribución de bienes, servicios, derechos, obligaciones, etc., sea justa, tanto en el orden legal como moral. De acuerdo con esto, la justicia procedimental es anterior en 3 Todas las traducciones de esta obra son nuestras. 36 Ética y responsabilidad social importancia a la justicia distributiva (éste es un paso bien estudiado en el desarrollo de las teorías de la justicia pos- teriores a la teoría de la justicia como equidad de Rawls). Ahora bien, la principal circunstancia de la imparcialidad se refiere a la motivación de los agentes. Barry califica a esta circunstancia, con razón, “como la más importante y al mismo tiempo quizá la más elusiva”. Pensando en el ám- bito de los procedimientos judiciales, esta circunstancia se caracteriza como: […] la disponibilidad a aceptar objeciones razonables a una propuesta independientemente de cuál sea su ori- gen. No hay ningún modo en el cual pueda esperarse que reglas procedimentales produzcan leyes y políticas justas en un país que contenga un grupo minoritario estigmati- zado (o muchos grupos minoritarios) cuyas preocupacio- nes reciban poca o ninguna consideración de la mayoría. Una de las reglas fundamentales del discurso público tie- ne que ser que todos los reclamos son pesados en la mis- ma balanza. (Barry, 100) La imparcialidad es entonces la disposición de los legislado- res y magistrados para aceptar las objeciones o críticas a sus propios puntos de vista y expresión de sus preferencias, en tanto legisladores o magistrados. La imparcialidad se dirige contra la discriminación, la represión, la marginación y otras formas de exclusión social; pero, con toda su importancia, este elemento es elusivo porque se refiere a una disposición psicológica de parte de los agentes morales. Son las perso- nas concretas, con toda su carga cultural (que suele incluir prejuicios diversos), quienes tienen que mitigar o anular sus determinaciones psicológicas más arraigadas para honrar a la imparcialidad. Desde luego, esta circunstancia personal de la imparcialidad es fundamental para que las ideas de justicia más substantivas de una sociedad o de una nación puedan ser equitativas y justas. 37 La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones Parece obvio que deberíamos incluir consideraciones normativas similares en los deberes de las profesiones, esto es, en las éticas profesionales. Esperamos, en efecto, que los profesionistas, en tanto tales, sigan pautas de im- parcialidad en su práctica profesional. En este sentido, el deber de ser imparciales es un deber constitutivo de las profesiones. En tanto tales, los profesionistas no deberían discriminar, en ningún sentido, a quienes ofrecen sus ser- vicios profesionales; sin embargo, como elemento motiva- dor, el deber de la imparcialidad enfrenta esas condiciones empíricas, provenientes de la cultura y de la tradición, que son parte del tejido de la persona. La imparcialidad obliga a los profesionistas a actuar, en la medida de sus posibi- lidades, de manera impersonal y a tratar de contener las determinaciones idiosincráticas que los hacen ser quienes son. Esta obligación, al mismo tiempo, sirve al requisito de la coordinación: los profesionistas tienen que dar muestras regulares de lo que se espera socialmente de ellos, como gremio. La certificación por un organismo colegiado o la pertenencia a una asociación de profesionistas refuerza este requisito, pero a costa de la individualidad. El deber de un profesionista, en tanto tal, requiere en efecto que en su práctica actúe impersonalmente,como una encar- nación viva de los deberes que constituyen su profesión. Las circunstancias de la imparcialidad incluyen, según Barry, la defensa de la racionalidad como un elemento ne- cesario para la discusión de las normas, reglas y su aplica- ción a circunstancias concretas. Este elemento se refuerza mediante procedimientos democráticos. Las organizacio- nes de profesionistas, según nuestra propuesta, necesaria- mente y desde un punto de vista normativo, tienen que adoptar procedimientos públicos y democráticos para le- gislarse a sí mismas y para establecer los diversos proce- dimientos normativos para sus agremiados. Establecer có- digos de ética profesional, pero también su interpretación 38 Ética y responsabilidad social en casos concretos, tiene que hacerse mediante procedi- mientos racionales, democráticos y públicos. Por supues- to, esto incluye respetar las objeciones o críticas plantea- das racional y abiertamente, por los pares relevantes de una organización de profesionistas. Estas reglas de procedimiento, descritas de mane- ra tan general, necesitan particularizarse en relación con su aplicación a la ética profesional. Hay tres aspectos ge- nerales que podemos destacar en la realización de esta tarea: estructurales, culturales y personales. Los aspectos estructurales se refieren a si las reglas de procedimiento forman o no parte de algún cuerpo legal de un país, de una familia o de una organización. Los aspectos culturales se identifican con la discrecionalidad con la que algunas or- ganizaciones lidian con reglas establecidas o con el modo en que proceden en la ausencia de reglas. Cuando las de- cisiones se toman al margen de las reglas establecidas, cuando es posible, y a la luz de la información disponible para alcanzar aquellos objetivos buscados, caracterizan a este aspecto. (Por ejemplo, emplear a niños cuando la ley lo prohíbe; o tener empleados para servicio doméstico sin tenerlos asegurados o sin pagarles de acuerdo con la ley). El tercer aspecto que suele identificarse es el personal. Éste se refiere al modo en que personas específicas lidian con las reglas propias de su posición o profesión, el modo en que toman decisiones y cómo comunican éstas a otras personas, por ejemplo, a subordinados o ejecutores de las mismas. Estas comunicaciones podrían o no ser justas con otros miembros de una organización, como una empresa o una institución educativa, en el sentido de que podrían representar un trato despótico, irrespetuoso, arbitrario, poco democrático, entre otras formas inadecuadas del tra- to interpersonal (Törnblom, 2-3). El aspecto personal im- plica que la norma general de la imparcialidad tiene que seguirse también entre colegas y no sólo con los destinata- 39 La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones rios de los servicios de una profesión; el presente trabajo sienta las bases para una discusión más amplia. Conclusiones Nos parece, de acuerdo con estas consideraciones, que po- demos delimitar el concepto de ética profesional con base en la noción de justicia procedimental que se encuentra en la teoría de la justicia de Rawls. Hemos argumentado que los elementos que caracterizan a la justicia procedimental están dirigidos a la solución de los problemas relativos a la coordinación, la eficiencia, y la estabilidad. Para Rawls, la solución a tales problemas es la condición clave para una sociedad bien ordenada, esto es, aquella regulada por una concepción general y pública de la justicia. Nosotros pensamos que la justicia procedimental, entendida de esta manera, más la regla general de imparcialidad y algunas consideraciones generales sobre las reglas de aplicación en condiciones empíricas, pueden ofrecer un fundamento normativo general para cualquier ética profesional. En un mundo evanescente como el actual, pensamos que esta propuesta es novedosa y plausible. 40 Ética y responsabilidad social Referencias Barry, Brian (1995). Justice as Impartiality. Oxford: Oxford University Press. Luque, Pau (2016). Desacuerdos, derecho y filosofía moral. México: Fontamara. Rawls, John (1995). Teoría de la justicia. Trad. María Dolo- res González. 2a. México: Fondo de Cultura Económica. Thibaut, John, Laurens Walker, Stephen LaTour, Pauline Houlden (1973). “Procedural Justice as Fairness”, 26 Stan L. Rev, 1973 - 1974: 1271-1289. HeinOnline. Törnblom, Kjell y Riël Vermunt (2007). Distributive and Procedural Justice. Research and Social Applications. Hampshire: Ashgate. 41 Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica Sigifredo Esquivel Marín1 Jorge Ignacio Ibarra Ibarra2 1 El presente artículo busca repensar la ética planetaria (desde la responsabilidad ecosófica), entendiendo y aten- diendo una nueva alianza entre ser humano y mundo. Se desarrolla la idea de la auto-creación social como una de las características importantes de la singularidad antropo- lógica en tanto apertura de nuevas ideas y la innovación como su concreción práctica desde la ética de una libertad situada y co-responsable ante los demás y ante el mundo. La auto-creación social podría repensarse al potenciar la creatividad de individuos e instituciones. La responsabili- dad social implica una toma de conciencia global que hoy articula la responsabilidad de los líderes de las empresas públicas y privadas desde la justicia, democracia e inclu- sión social (Ricardo, 2009). La competitividad tiene que replantearse desde la crea- tividad como ética de la libertad co-responsable respon- diendo a las necesidades humanas (Petra, 2009). Desde la ética de la libertad soberana como ética de la resistencia 1 Sigifredo Esquivel Marín profesor investigador de la Universidad Au- tónoma de Zacatecas, perfil PRODEP, Doctor en Humanidades y Artes, tiene diversas publicaciones sobre ética y cultura. Sus líneas de inves- tigación son Filosofía de la Educación y Filosofía de la Cultura. Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohorquez 2005. 2 Jorge Ignacio Ibarra Ibarra es profesor investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Perfil PRODEP, miembro del Sistema Na- cional de Investigadores, tiene diversas publicaciones sobre temas de cultura y filosofía contemporánea. 42 Ética y responsabilidad social desde la inmanencia, el reto es promover un cambio cul- tural que potencie e interiorice comportamientos procli- ves hacia la promoción de una nueva cultura, educación y responsabilidad social. En este acercamiento preliminar proponemos el término cultura social innovadora, a par- tir del desarrollo humano que produzca sinergia entre ética-responsabilidad social-creatividad-eco-desarrollo so- cial. Y todo ello que incluya las diversas perspectivas y cos- movisiones de mundo de los pueblos originarios de todo el orbe. Un judío alemán lúcido como lo es Ernest Tugendhat ha planteado el dilema ético de nuestro tiempo con meri- dana claridad, ni localismo ni cosmopolitismo son auténti- cas alternativas frente a la crisis generalizada: Por supuesto que todos nosotros debemos entendernos de modo universalista, pues la ética sólo se puede enten- der hoy en día en términos de respeto universal, pero cada uno, en tanto que ciudadano del mundo, sólo puede rela- cionarse prácticamente en lo concreto como aquel que él estun, lo que también implica, como uno en la identidad simple o fragmentada o compleja que se tiene. (Tugend- hat, 2008, 22) Tugendhat asume el reto de pensar desde un compromiso ético-político que busca un diálogo universal bajo contex- tos particulares siempre complejos, polémicos y bastante polarizados, donde la verdad ética se concibe como un horizonte de diálogo plural contingente-trans-histórico evanescente donde no hay respuestas últimas ni definiti- vas, pero las preguntas siempre tienen que buscar eco e interlocución en y desde los otros. La cuestión central de nuestro tiempo es repensar la dimensión ética en y desde la singularidad intransferible,pero bajo el manto de una universalidad descentrada, no eurocéntrica ni logocéntri- ca, pero tampoco, en contrapartida, sumida en la particu- laridad beligerante y ensimismada en su razón tautológica. 43 Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica ¿Cómo es posible articular universalidad e inmanencia radical? O, ¿cómo es posible conciliar lo uno-múltiple-plu- ral en un mundo diverso? Aquí apenas esbozamos algunas líneas de apertura de la discusión. Discusión que nos exce- de, pero en cuyo exceso es preciso pensar e intentar avizo- rar algunas respuestas en un mundo cada vez más atenaza- do por miles de formas de control, dominación y estulticia crecientes. Atreverse a pensar asumiendo los temas y pro- blemas desde una mirada ético-política hoy es una tarea fundamental de nuestro tiempo para buscar trascender el desencanto, la apatía y complicidad generalizados. Buscar responder y corresponder al desafío de nuestro tiempo es ya un intento por asumir la estafeta de un pensamiento crítico decidido a afrontar y enfrentar con valor y vigor el nihilismo contemporáneo. Por ende el presente comunica- do inquiere preguntas y respuestas en voz alta, ensayando una lucidez compartida. 2 Los procesos y prácticas de la cultura hoy imponen nuevas formas de pensar y repensar las prácticas socio-culturales y de convivencia, estamos frente a un impase del espacio social. Frente a una lógica aplastante de dominación del capitalismo trasnacional financiero, por lo mismo, hoy se impone la exigencia de buscar alternativas en y hacia una perspectiva ético-política que integre en un marco común las diferencias sin disolver su dimensión irreduc- tible; habría que reinventar las formas de participación colectiva desde una horizontalidad que pueda ser funcio- nal, justa y equitativa. De pronto, las preguntas nos asal- tan por doquier: ¿puede universalizarse una jerarquía de valores que no sea eurocéntrica? ¿Acaso toda jerarquía de valores “da lo mismo” y puede resultar éticamente aceptable? Y la pregunta que no deja de estarnos mero- 44 Ética y responsabilidad social deando una y otra vez: ¿cómo resolver un conflicto entre dos personas o culturas con jerarquías distintas? Desde una perspectiva amplia, ¿cómo es posible armonizar va- lores universales y autonomías individuales y colectivas? ¿Algún día podremos empatar solidaridad y respeto por la diversidad cultural y socio-política? Las preguntas se vuelven más urgentes cuanto más necesarias resultan de una redefinición teórica como práctica. Sobre todo, en un mundo donde todo lo sólido se ha desvanecido y lo pro- visional también tiende a redefinirse por completo. De nada estamos seguros, ni siquiera de esa certeza de estar en la incertidumbre. En la época que estamos viviendo de nuevas transfor- maciones en todos los ámbitos, no sólo se generan ingen- tes cambios tecnológicos sino también ambientales, cultu- rales, sociales, políticos, éticos y estéticos. En este sentido es importante el papel que juega el ser humano respecto a una nueva actitud individual y colectiva que demanda “una nueva responsabilidad social innovadora”, misma que nos invita a resignificar la compleja trama de relaciones entre ética y política, autonomía y heteronomía. Dichos térmi- nos se dilucidan en un acercamiento muy preliminar en esta investigación que está en curso. Estamos viviendo en la economía global del conoci- miento, en que las naciones que más crecen y que más reducen la pobreza son las que producen innovaciones tecnológicas; empero toda esta dinámica, bastante com- pleja y con resultados contradictorios, nos exige una nue- va lectura de la realidad emergente, realidad también que se bifurca en múltiples realidades y realizaciones di- vergentes y diversas. En la actualidad la prosperidad de un país depende cada vez menos de sus recursos natura- les y cada vez más de sus sistemas educativos, científicos e innovadores; economía e in. Los países más exitosos no son los que tienen más petróleo o más reservas de agua, 45 Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica sino los que desarrollan las mejores mentes y exportan productos con mayor valor agregado. La cultura hoy se convierte en mercancía, las mismas culturas y tradiciones se venden y cotizan en la bolsa de valores intelectuales como patrimonio de la humanidad, claro está, dicho pa- trimonio les pertenece mucho más a unos que a otros. La lógica cultural se imbrica con la lógica socio-política global. De ahí la importancia de recuperar la mirada éti- ca como una estrategia para potenciar otras lecturas del mundo y de las formas de vivencia y convivencia. En las últimas décadas, las prácticas y los procesos socio-cultu- rales se están reorganizando a partir de la primacía de los dispositivos y artefactos tecnocientíficos. La cultura se vuelve cibercultura o tecno-cultura y, no obstante, hoy más que nunca se nos exige un posiciona- miento ético-político que pueda dar cuenta de las emergen- cias inéditas de subjetivación e intersubjetividad. El bucle que articula la ética y la política tiene que ser elucidado en y desde la producción de subjetividad creacionista que es, sin lugar a dudas, el tema y problema de nuestro tiempo. A partir del anterior panorama, los conceptos y su alcance explicativo en el ámbito social se vuelven un asunto cada vez más problemático. De ahí que se busque resignificar el concepto pionero de “Ecosofía” propuesto por Guattari, y en diálogo con su principal co-autor e interlocutor, que fue, nada más ni nada menos que Gilles Deleuze, quien ha hecho del pensamiento filosófico una creación conceptual inédita para repensar nuestro tiempo. Bajo el concepto de “Ecosofía” se quisiera aquí intentar asumir el desafío del mundo contemporáneo para dar cuenta de una cartografía móvil del presente, que integre las diversas dimensiones y estratificaciones del mundo de vida colectivo, sin dejar de lado la participación excepcional del sujeto como garante de un sentido libre y autónomo. 46 Ética y responsabilidad social Ética planetaria y cultura Las recurrentes crisis sociales, políticas, culturales, econó- micas, nos exigen dinamizar respuestas y propuestas in- éditas de cambio social. Lo cultural se despliega como un racimo complejo de sedimentaciones múltiples. Las viejas nociones de lo cultural ya no operan. La cultura tiene di- versas concepciones y cosmovisiones, las cuales están en juego a la hora misma de definir su concepto. La noción de cultura está ligada a la producción de sentido, a la pro- ducción simbólica de sentido. La antropología cultural y las diversas teorías sociales nos remiten, explícita o implícita- mente, a una antropología filosófica, y ésta, a una ontolo- gía. Si bien el despliegue de lo cultural nos remite a la com- pleja imbricación entre lo humano y las diversas formas de expresión y manifestación de la vida en general, es la aventura del conocimiento práctico lo que estaría en la si- miente y el cimiento de la cultura como afianzamiento del ser humano. La concreción de la vida humana como forma superior e hiper-compleja de la vida implica la plasticidad creativa del juego ontológico de la libertad. La compleji- dad interna de toda cultura conlleva un juego agonístico de lucha por el reconocimiento que busca ampliar el diálo- go democrático (Benhabib, 2002, 10). La cultura nunca ha sido neutra, siempre está atravesada por un sinnúmero de formas de participación que conllevan estrategias de do- minación, control y resistencia. El ser y quehacer de lo cultural nos remite a una con- ceptualización dinámica del ser humano. La cultura que es lo propiamente humano está organizada y es organizadora por el vehículo cognitivo colectivo que es el lenguaje y la memoria, compartidos de forma histórica y social en las creencias comunes que se manifiestan en representacio- nes colectivas, ideologías, utopías, conciencia colectiva e imaginación colectiva.La cultura se instituye, al tiempo 47 Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica que es instituida, como una suerte de prótesis de inmor- talidad individual y colectiva; de tal suerte que la cultura: […] no es ni superestructura ni tampoco infraestructura, pues esos términos de infra y superestructura son impro- pios en una organización recursiva donde lo que se pro- duce y genera se convierte en productor y generador de lo que lo produce o lo genera. La cultura y la sociedad es- tán en una relación generadora mutua, y no olvidemos en esa relación las interacciones entre los individuos que son a su vez portadores/ transmisores de cultura; esas inte- racciones regeneran la sociedad, la que a su vez regenera a la cultura. (Morin, 2000, 74) El giro cultural de nuestro tiempo también se puede ver como parte de la embestida global del capitalismo creati- vo, el cual se redefine en términos de creatividad e innova- ción como aplicación del saber en la resolución de temas y problemas que reditúan en la maximización del capital. La emergencia de lo cultural en la agenda política vi- sibiliza una serie de transformaciones en todos los ámbi- tos y órdenes que va mucho más allá de las coyunturales particulares señas y contraseñas específicas. Nos remite a la plasticidad humana como espacio de auto-creación de sentido. Lo cultural redefine las identidades individuales y colectivas, al tiempo que la misma noción de identidad se replantea por completo; lejos de ser un punto de partida o axioma, las identidades hoy se revelan como espacios de problematización, interrogación e interpelación. Lo cul- tural se despliega como conocimiento práctico tematizado y acumulado en la memoria social que genera visiones y cosmovisiones de mundo. Cosmovisión, lenguaje y mito en tanto partes constitutivas de lo cultural, nos muestran que la cultura no sólo porta conocimientos, sino que es una praxis cognitiva, una matriz de conocimientos y prácticas, donde conocimiento y práctica se entreveran: 48 Ética y responsabilidad social Una cultura abre y cierra las potencialidades bioantropo- lógicas del conocimiento. Las abre y las actualiza, al pro- veer a su saber acumulado, su lenguaje, sus paradigmas, su lógica, sus esquemas, sus métodos de aprendizaje, de investigación, de verificación… pero al mismo tiempo, las cierra e inhibe con sus normas, reglas prohibiciones, tabúes, su etnocentrismo, su autosacralización, su igno- rancia de su ignorancia. Aquí también lo que abre el co- nocimiento es lo que lo cierra. Así todo lo que precede nos indica que hay a la vez indistinción profunda y tronco común entre conocimiento, cultura y sociedad. (Morin, 2000, 75) La cultura conlleva una dimensión simbólica, la cual im- plica una estratificación de lo imaginario. El discurso ins- tituye al mundo, pero el mundo de vida también crea y recrea el espacio discursivo. El conocimiento se prueba o se instituye de forma imaginaria, es decir, de acuerdo con la estratificación simbólica de lo imaginario. La creatividad está a la base de cultura de la innovación y de la libertad. El asunto nodal de nuestro tiempo es potenciar la diversi- dad cultural e inclusión en la era de las exclusiones y los (micro)fascismos. Por eso es clave repensar la cultura en términos de comunicación, derechos humanos y democra- cia. En la obra Comunicación, cultura de paz e igualdad. Tejiendo ciudadanía comunicativa, los editores Claudia Cecilia Flores Pérez, Alex Iván Arévalo Salinas y Alejandro Barranquero Carretero nos plantean el binomio de cultura y comunicación como ejes centrales de una nueva política cultural de promoción de derechos, paz justicia social e in- clusión (Flores et. al., 2019). Una de las nociones capitales de nuestro tiempo es el desafío de responder y corresponder con las demandas de soluciones a los ingentes problemas que emergen por doquier. Hoy más que nunca el universalismo se estable- ce como horizonte común que posibilita el diálogo y el 49 Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica disenso. Los derechos humanos tienen que ser replantea- dos desde una nueva ciudadanía cosmopolítica; de Kant a Derrida y Benhabib se ha pensado el mismo problema: El problema es hacer coexistir el pluralismo cultural y el uni- versalismo de los derechos humanos. Se trata de repensar la ciudadanía en tiempos de crisis generalizada de la políti- ca y de las significaciones centrales de la modernidad. La cultura se complejiza. Los nuevos movimientos socia- les tienen como punto de partida la crisis política y la crisis mediática. Frente a dicha crisis asistimos a la emergencia de nuevas formas de participación social mucho más crea- tivas, lúdicas y lúcidas. El desafío consiste en hacer pre- sente formas que se sustraigan a la alternativa empodera- miento versus control: La revolución digital de las comunicaciones está provo- cando transformaciones en las estructuras de poder que se fueron estableciendo tras la industrialización de las so- ciedades. Las aproximaciones teóricas sobre la evolución del control socio económico de las sociedades por parte de instituciones y organizaciones en la era de la globa- lización, abarcan desde aquellas que señalan un cambio de las dinámicas de poder hacia la horizontalidad, hasta las que apuntan a una concentración vertical del mismo que favorece a ciertas élites. Cada vez hay más voces que denuncian que dichas élites aglutinan a grandes grupos mediáticos que ofrecen servicios en la Red de Redes (59). Por ende surgen nuevas formas de control social, pero también nuevas estrategias de reinvención socio-política a nivel infra-político. La aparición de Internet, especialmente de las redes sociales, ha impulsado una relevante transformación en el campo de la comunicación. Las potencialidades de estas plataformas las han convertido en herramientas esencia- les dentro de la estrategia comunicativa de todos los se- 50 Ética y responsabilidad social res humanos. En este contexto, Twitter se ha posicionado como una de las redes sociales con mayor presencia en el panorama político actual. El carácter bidireccional y la posibilidad de establecer un diálogo directo, es uno de los principales atractivos de Twitter. Las nuevas tecnologías replantean una comunicación más horizontal que resigni- fica la política y la cultura desde la imaginación crítica. En este sentido la migración cultural y la proliferación de di- versas formas de comunicación forman parte de nuestras vidas. Bajo la dinámica del capitalismo actual, el concepto de migración cultural es recurrente y redundante, reitera la dimensión del cambio e intercambio como elemento in- herente a toda dinámica cultural. Es redundante porque las migraciones humanas no dejan de rehacer el concepto ni las prácticas culturales. Carlos Monsiváis en su ensayo “Del rancho al Internet” (1999) destaca la migración cul- tural cómo pauta dominante del siglo XX, ahora en pleno siglo XXI, dicha dinámica se ha radicalizado hasta extremos insospechados: El siglo XX es entre otras cosas y muy fundamentalmente, época de migraciones, voluntarias y forzadas, causadas por el ansia de alternativas, la urgencia de mejorar el ni- vel de vida, el afán de aventura, las ganas de sobrevivir. En las metamorfosis inevitables y en los desplazamientos de hábitos, costumbres y creencias, los migrantes cultu- rales son vanguardias a su manera, que al adoptar modas y actitudes de ruptura, abandonan lecturas, devociones, gustos, usos del tiempo libre, convicciones estéticas y re- ligiosas, apetencias musicales, cruzadas del nacionalismo, concepciones juzgadas “inmodificables” de lo masculino y de lo femenino. Estas migraciones son, en síntesis, otros de los grandes paisajes de nuestro tiempo. (Monsiváis, 1999). En y desde México lo cultural se despliega en plural. Nin- guna cultura es mono-cultura, sino cultivo de diversidad 51 Repensar la ética planetaria:
Compartir