Logo Studenta

LIBROELECTRONICOETICAYRESPON

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Ética 
y 
Responsabilidad
Social
Éti
ca
 y
 re
sp
on
sa
bi
lid
ad
 so
ci
al
 
 
 
Im
el
da
 O
rti
z M
ed
in
a/
Si
gi
fr
ed
o 
Es
qu
iv
el
 M
ar
ín
Imelda Ortiz Medina
Sigifredo Esquivel Marín
Coordinadores
Ética y responsabilidad social
Ética y responsabilidad social
Coordinadores
Imelda Ortiz Medina
Sigifredo Esquivel Marín
Esta investigación está arbitrada por pares académicos y se privilegia con el 
aval de la institución que la edita.
Coordinación Editorial: Carlos Flores
Diseño Editorial: Programa Editorial UAZ
Portada: 
Ética y responsabilidad social
Primera edición: 2022
© Imelda Ortiz Medina 
© Sigifredo Esquivel Marín
© Universidad Autónoma de Zacatecas
“Francisco García Salinas”
Torre de Rectoría 3er piso, Campus UAZ
Siglo XXI, Carretera Zacatecas-Guadalajara
km. 6, Col. Ejido La Escondida
C.P. 98000, Zacatecas, Zac.
programaeditorialuaz@uaz.edu.mx
978-607-555-123-4
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier 
modo electrónico o mecánico, sin la autorización de la institución editora.
El contenido de esta obra es responsabilidad del autor.
5
Introducción
Sigifredo Esquivel Marín
Imelda Ortiz Medina
1
La relación entre ética, responsabilidad social y ciudadanía 
se complejiza de forma creciente en el mundo contempo-
ráneo. Tendemos hacia una redefinición de los conceptos 
y de las prácticas en torno a las nociones y tramas de rela-
ciones que tejen y entretejen complejas urdimbres entre 
ética, responsabilidad social, ciudadanía y tecnociencia y, 
todo ello, se realiza bajo el horizonte de una inminente ca-
tástrofe tan silenciada como “normalizada”, donde el pen-
samiento hegemónico, convertido en pensamiento único 
contribuye a seguir aceitando una maquinaria genocida 
y ecocida; de la cual, cada uno es víctima y cómplice en 
grados diferenciales, pero que en conjunto, todos, o casi 
todos, contribuimos, distribuimos y nos retribuimos dicho 
orden imperial del sistema-mundo-capitalista.
Se establece una nueva sinergia entre ciencia, tecnolo-
gía y mercado en el seno del capitalismo contemporáneo; 
ahora bien, dicha sinergia no es uniforme ni planetaria, 
sino que tiene que ser deconstruida desde una geopolíti-
ca del conocimiento situada. Anteriormente la ciencia y la 
tecnología se diferenciaban en su objetivo final; mientras 
que las ciencias buscaban dar cuenta del funcionamiento 
del orden de las cosas, entender su estructura legaliforme; 
la tecnología buscaba modificar el curso y recurso natural 
en beneficio del ser humano, más que entender el mundo, 
siempre ha querido moldearlo y modelarlo a imagen y se-
mejanza de los designios humanos. 
Del ideal de un conocimiento descriptivo hemos ido 
transitando hacia un nuevo ideal de un conocimiento 
6
Ética y responsabilidad social
prescriptivo, eminentemente práctico y cuyo valor es su 
aplicación. De la búsqueda de la verdad a la búsqueda de 
eficiencia y eficacia como único criterio de verdad. De ahí 
que si bien ciencia y tecnología nunca estuvieron exentas 
de valores y criterios de valoración humana, hoy más que 
nunca, la alianza entre ciencia y tecnología, bajo ese dis-
positivo inédito que es la tecnociencia, está generando un 
nuevo saber aplicado y, por qué no decirlo, también está 
generando nuevas formas de exclusión y dominación. 
El nuevo diálogo entre tecnociencia, empresas y socie-
dad conlleva un replanteamiento de la responsabilidad 
social, de un saber cuyos alcances están transformando, 
de manera cada vez más acelerada, el entorno y el pro-
pio sujeto humano. La función del saber también cambia, 
adquiere “nuevas responsabilidades” y enfrenta nuevos 
desafíos.
Bajo tal panorama, la ética se ha convertido en un espa-
cio teórico de auto-interrogación práctica del ser y aconte-
cer humanos. En estos tiempos de creciente malestar so-
cial, el mundo tiende al complejizarse y complicarse cada 
vez más. En un libro que hace un par de años estaba de 
moda, Sapiens: De animales a Dioses, su autor Noah Yu-
val Harari (2015), sugería con cierto optimismo triunfalista 
que vamos a una nueva fase de la historia de la humanidad 
donde “las leyes del diseño inteligente” auguran otro ho-
rizonte de posibilidades, desafíos y retos hacia una nueva 
era transhumanista donde la conjunción de inteligencia 
artificial, ciborg y tecnociencias deparan transformaciones 
insospechadas: “En los albores del siglo XXI el homo sa-
piens trasciende sus límites, ahora está empezando a que-
brar las leyes de la selección natural, sustituyéndolas con 
las leyes del diseño inteligente” (Harari, 2015, 23). 
Asimismo, estamos asistiendo a una transformación ra-
dical de todos los órdenes y sistemas sociales, los referen-
tes últimos y definitivos terminan de erosionarse, al tiem-
7
Introducción
po que surgen, quizá como síntoma del mismo malestar 
ético generalizado, una serie de códigos, ordenamientos 
estrategias y dispositivos de gobernanza y gubernamenta-
lidad, y los consejos de ética aplicada tienden a multipli-
carse en todas las instituciones públicas y privadas. Quizá 
la misma preeminencia que ha tomado cierto giro ético 
del pensamiento contemporáneo da cuenta de lo que la 
sabiduría popular con tanto ahínco señala: “Dime de qué 
presumes y te diré de qué careces”. 
Nuestra carencia e indigencia radicales no se pueden 
ocultar bajo ningún discurso legalista o universalista, sin 
dejar de exhibir la miseria teórico-práctica reinante. Vivi-
mos tiempos donde todo tiende a colapsarse, pero no las 
estructuras de poder y de dominación, las cuales muestran 
sus fauces sanguinolentas con más brutalidad y peor aún, 
bajo la normalización de un estado de excepción como 
estado preventivo paramilitarizado en todas partes del 
mundo. Aunado todo ello a que la filosofía ética contem-
poránea, según Bajtin (1997, p. 37), está fuertemente in-
fluenciada por el racionalismo e impregnada de prejuicios 
racionalistas, siendo que requerimos una perspectiva flexi-
ble y dinámica, atenta a los temas y problemas de la actua-
lidad, sin que por ello se vuelque hacia un posmodernismo 
relativista acomodaticio al orden imperante. 
Para Bajtin (1997) la dimensión ética del ser huma-
no implica visibilizar de manera ontológica la relevancia 
y constancia de la primacía del otro frente a mí; soy en 
relación con el otro y ante el otro. El acto ético funda el 
acto humano, ser humano es compromiso ante el otro ser: 
co-existencia como vivencia compartida: convivencia éti-
co-política. En este sentido, la dimensión ética conlleva a 
replantear las dimensiones políticas e intelectuales, pues 
no habría puesta en común de lo público que instaura la 
política sin atender y entender al otro, así como tampoco 
habría conocimiento si no es en relación con un diálogo 
8
Ética y responsabilidad social
intercultural e intergeneracional que nos antecede y pre-
cede y continuará cuando no estemos más aquí. El hori-
zonte ético-político aparece como el horizonte de nuestro 
tiempo para repensar la emergencia de otros escenarios 
posibles.
2
El libro se divide en dos partes: “Discusión y textos sobre 
ética, responsabilidad social y ciudadanía” y “Contextos 
y pretextos sobre ética, responsabilidad social y ciudada-
nía”. La primera parte aborda temas, autores y debates 
en y desde la sociedad contemporánea y se fijan posturas 
ético-políticas, sin dejar de lado ejemplos y referentes del 
ámbito social, mientras que en la segunda se analizan, in-
terpretan e intervienen contextos y pretextos en y desde 
ámbitos muy específicos de una problemática que se an-
toja laberíntica e interminable. Claro está, en cuestiones 
de ética y de responsabilidad social, no hay teoría que no 
sea práctica, ni práctica que no tenga como base una serie 
de referentes teóricos y axiológicos; por ende, casi resulta 
indiscernible una separación purista entre conceptualiza-
ción abstracta y aplicación concreta. Sobra decir que todos 
los textos son introductorios, provisionales y asumen po-
sicionamientosque resultan tanto tácticos, contextuales, 
finitos, estratégicos como polémicos e inquisitivos. La fi-
nitud y la falibilidad radicales atraviesan toda creación e 
interacción humana.
La primera parte abre con el “Preámbulo a la discusión 
ética, un argumento” de Caleb Olvera Romero, donde se 
presentan algunos axiomas y premisas para abrir desde 
una discusión contemporánea situada y sitiada por apo-
rías, paradojas, contradicciones y dicciones virulentas que 
dan tono y contra-tono a la filosofía moral y a la ética en 
la época presente, de ahí que Olvera abre fuego retoman-
9
Introducción
do las cuestiones clásicas de la libertad y de la identidad 
moral como preguntas abiertas cuya respuesta, siempre 
provisional y limitada, exige argumentación lúcida, coraje 
y una transvaloración de la tradición filosófica occidental a 
partir de una lectura personal crítica. 
Rocío Cázares y Francisco Serrano, en “La justicia pro-
cedimental y los deberes constitutivos de las profesiones”, 
complementan el mapa intelectual de la ética contempo-
ránea a partir de una relectura original de la Teoría ética 
de John Rawls, donde también elucida algunas nociones 
en torno a la justicia procedimental como base para repen-
sar la ética de las profesiones desde un esquema racional, 
democrático y público. En estos tiempos en que cada or-
ganismo institucional presume tener un código y comité 
de ética profesional, asumir la problemática con rigor y ar-
gumentación clara, atisbando algunas alternativas frente a 
la crisis ética de las instituciones y profesiones, es un gran 
paso para abrir un claro en las penumbras del horizonte.
Enseguida, Sigifredo Esquivel y Jorge Ignacio Ibarra dilu-
cidan algunas ideas también provisorias en torno al bucle 
ético-político a partir de las obras seminales de Deleuze y 
Guattari ante la debacle del capitalismo integrado. El plan-
teamiento introductorio de los autores busca posibilitar 
alternativas frente a la crisis generalizada de las significa-
ciones imaginarias de la modernidad capitalista. Aquí se 
asume que la elucidación ética no se puede dar al margen 
de un replanteamiento de la política, de la antropología 
y de la ontología, pues la tesitura ética adquiere contex-
tura en la urdimbre de una condición humana limítrofe. 
En este sentido, Esquivel e Ibarra recuperan la noción de 
Guattari de “Ecosofía” como un potencial heurístico para 
hacer frente a la crisis ambiental más allá del ecologismo 
reaccionario.
También, dentro de esta primera parte, Imelda Ortiz 
Medina, Marlen Hernández Ortiz, Pedro Plata Pérez en 
10
Ética y responsabilidad social
“De la descentralización a la participación ciudadana. Una 
aproximación teórica” nos muestran una problemática 
fundamental para entender el cambio social esperado en 
este país. El trabajo efectúa una descripción teórica sobre 
la descentralización y sus características, es una investiga-
ción teórica-documental de alcance exploratorio-descrip-
tivo que busca dar claridad al lector del concepto de des-
centralización y su evolución, considerando a ésta como 
una acción previa y necesaria para el proceso de partici-
pación ciudadana, la cual, a su vez implica y conlleva a la 
responsabilidad de actuar en sociedad. En este sentido, los 
autores apuestan por la descentralización administrativa y 
particularmente la económica, partir de políticas públicas 
desde abajo, con la participación de los ciudadanos.
La segunda parte “Contextos y pretextos sobre ética, 
responsabilidad social y ciudadanía” conlleva reflexiones 
éticas, políticas y sobre la responsabilidad social, cuyo 
énfasis está puesto en la urgencia de una sociedad con-
temporánea, donde todo sentido plural y complejo se es-
capa a una lectura o relectura maniqueísta. En un primer 
momento, tenemos las aportaciones con una elucidación 
muy sugerente de Ernesto Menchaca Arredondo, quien en 
su artículo titulado “Multiplicidad estética, orden social y 
responsabilidad: Reflexiones sobre la sociedad contem-
poránea” aborda el umbral de la crisis radical de los lazos 
sociales y las formas de convivencia, secuestro del espacio 
público, la urdimbre tensa e intensa que se despliega en 
torno a la relación y correlación entre ética, política y re-
sistencia, a partir de una subjetivación creacionista en los 
jóvenes, el texto invita a repensar temas y problemas de 
actualidad con un estilo polémico que asume un posicio-
namiento firme de denuncia y anunciación de otro mundo 
posible en este horizonte tan convulsionado.
Posteriormente, Pedro Severino González, Javiera Her-
nández Inostroza y Ana Veliz Chamorro, analizan la impor-
11
Introducción
tancia de la impartición y enseñanza de valores para un 
comportamiento ético y de responsabilidad social dentro 
de los procesos formativos y educativos, lo que nos lleva a 
analizar el tercer artículo, denominado “Relación entre la 
responsabilidad social universitaria y la formación integral 
en dos universidades del estado de Puebla” cuyo título re-
úne las colaboración de María del Carmen De la Luz Lan-
zagorta, Martha Leticia Gaeta y Juan Martín López Calva, 
autores que nos muestran una reflexión muy puntual en 
torno a las implicaciones prácticas de la formación integral 
de los estudiantes, a partir de elucidar la sinergia entre la 
Responsabilidad Social Universitaria (RSU) y la Formación 
Integral del alumnado, considerando un estudio realizado 
en dos universidades del Estado de Puebla. Se trata una 
investigación cualitativa realizada a partir de entrevistas 
semi-estructuradas a docentes de las Licenciaturas en Pro-
cesos Educativos y Psicopedagogía, respectivamente. 
Finalmente tenemos el artículo denominado “Respon-
sabilidad social universitaria y Modelo Académico UAZ Si-
glo XXI (Retos de la agenda 2030)” de María del Carmen 
Arreola Medina, Sandra Verónica García Cabrera, Tania In-
dira Arreola Medina, el cual nos acerca a los objetivos de 
desarrollo sostenible aprobados por la Asamblea General 
de las Naciones Unidas en 2015, donde se busca contribuir 
con la mejora del bienestar de la humanidad. Los autores se 
proponen elucidar los retos planteados en la Agenda 2030 
desde la responsabilidad social universitaria en el modelo 
académico UAZ siglo XXI, de cara al replanteamiento de la 
universidad pública como espacio de auto-creación social.
Ética, responsabilidad social y ciudadanía son tramos y 
tramas de una urdimbre existencial e inter existencial que 
teje, entreteje y desteje lo humano como texto comple-
jo en el diálogo entre textos, contextos y pretextos en un 
mundo contemporáneo que parece estar al borde del co-
lapso último, mientras tanto, pensar y repensar, actuar y 
12
Ética y responsabilidad social
resignificar nuestras acciones individuales y colectivas, aún 
puede ser una brújula que nos permite guiar el naufragio 
de una condición humana en su devenir caótico. La ética 
y la responsabilidad social no tienen todas las respuestas, 
pero nos ayudan a entender y atender todas las pregun-
tas importantes, lo cual, visto en estos tiempos de desáni-
mo generalizado, no es poca cosa. Atreverse a preguntar 
sin cortapisas es ya romper el silenciamiento, al que nos 
quiere someter la lógica del sistema-mundo-global bajo la 
impostura de un pensamiento único que se efectúa como 
no-pensamiento. 
Ética, responsabilidad social y nuevas formas de ciu-
dadanía articulan eso que Mijail Bajtin denominó “res-
ponsabilidad especial”, como integración del mundo de 
la vida con la cultura, bajo la égida del capitalismo con-
temporáneo. Aproximadamente hace cien años, Bajtin ya 
había esbozado ideas “Hacia una filosofía del acto ético”, 
haciendo frente al desafío ético-político que representa la 
integración de una actitud responsable y libre en el con-
texto de una sobre determinación ideológica al servicio de 
un orden impuesto. Bajtin perfiló una nueva responsabili-
dad del sujeto de carne y hueso como corresponsabilidad 
y participación, donde la razón teórica se articula con unanueva reconfiguración de la razón práctica en el seno de 
un mundo de vida cada vez más complejo y complicado: 
“ser responsable partícipe es también aprensión por el 
otro, que me obliga responsablemente, la responsabilidad 
de la acción es sobre todo responsabilidad por el otro, y 
mi unicidad consiste en no poder delegar dicha responsa-
bilidad, en no poder ser sustituido por ella” (Bajtin, 1997, 
237). De ahí también que ya presagiaba la crisis del pensa-
miento y de la cultura en la época contemporánea como 
una crisis de la racionalidad tecno-científica, que se olvida 
de sus compromisos y referentes sociales, políticos y am-
bientales, de tal suerte que se autonomiza y se parcializa, 
13
Introducción
y con ello, pierde su sentido y razón de ser. Las palabras de 
Bajtin suenan en nuestros días como una llamada de alerta 
frente a los problemas que no dejan de estar creciendo 
por todas partes. Este libro atiende dicha llamada y busca 
contrarrestar esa degradación de la acción humana, ya avi-
zorada por el intelectual especialista en literatura universal 
y comprometida con atender y entender su tiempo.
Referencias
Bajtin, M. (1997). Hacia una filosofía del acto ético. De los 
borradores y otros escritos. Madrid: Anthropos.
Harari, Y. N. (2016). Homo Deus. Breve historia del porve-
nir. Barcelona: Debate.
Discusión y textos sobre ética, 
responsabilidad social y ciudadanía
17
Preámbulo a la discusión ética, un argumento
Caleb Olvera Romero1
1
Desde el inicio de la filosofía, unas cuantas preguntas 
problemáticas han sido la vértebra del pensar filosófico, 
¿Quién soy? ¿Qué es el mundo? ¿Tengo libertad? Si el 
mundo es causal efecto, si todo tiene una razón de suce-
der, entonces no existe la libertad, pues la libertad es la 
idea de una acción “efecto” sin determinación causal.
En el principio de la filosofía existían dos pensadores 
(Demócrito y Leucipo) que tenía una teoría muy interesan-
te denominada atomismo. Ellos creían que todo cuanto 
existe está hecho de pequeñitas partículas indivisibles que 
denominaron átomos, (sin partes). El punto es que decían 
que todo el universo estaba constituido de estas pequeñas 
partes de materia, las más pequeñitas que se puedan ima-
ginar, al grado que no se podrían dividir más. El universo 
sería algo así como una pecera llena de canicas diminu-
tas, donde cada una influye y determina a las demás, si se 
mueve la pecera las canicas se mueven de manera obliga-
toria y sin libertad. Cada canica dentro de esta pecera está 
obligada a tener el lugar que las demás le permiten y cada 
una se moverá dependiendo de cómo es que las demás lo 
hagan, así que todos sus movimientos están determinados 
por infinitas causas que se escapan al limitado intelecto 
humano. Además, señalan que si en determinado momen-
1 Doctorado en Humanidades y Arte en la (UAZ) además de la formación en Psicoanálisis 
(CEPSIMAC). Ha realizado una Investigaciones postdoctoral en la UNAM y estancia post-
doctoral UVA, España. Recibió el Premio Nacional de Ensayo Abigail Bojórquez. (2007) y 
es miembro del (SNI) desde 2010.Tiene más de una veintena de libros publicados y más 
de 50 artículos en revistas nacionales y extranjeras. Así como un gran número de asis-
tencias a congresos y conferencias impartidas. Actualmente es docente del Doctorado 
en filosofía e historia de las ideas de la UAZ.
18
Ética y responsabilidad social
to conociésemos todas las determinaciones que operan 
en cada una de estas canicas, podríamos predecir cómo se 
moverían. 
Demócrito y Leucipo decían que si ellos pudiesen co-
nocer cómo afectan cada átomo del universo a los demás 
átomos, podrían predecir el futuro. Así la libertad se ve re-
ducida a un simple desconocimiento de las miles de causas 
que afectan a cada partícula del universo. Si se arroja una 
moneda, algunos creen que el lado sobre el cual caerá se 
debe al azar, sin embargo, si supieran y pudieran manipu-
lar la fuerza con la que es arrojada la moneda, la forma en 
que gira, la resistencia del viento, el ángulo en que golpea 
el piso etc., entonces sabríamos de qué lado caería la mo-
neda todas las veces. Así nos daríamos cuenta de que nada 
que está sujeto a las leyes del universo es libre, nada que 
tiene una causa que lo determine es libre. Si el universo es 
causal efecto, entonces no hay libertad. 
Si todo tiene una razón de ser, si cada átomo del univer-
so obedece a leyes estrictas que lo gobiernan, entonces 
no hay libertad. Quizá se piense en los humanos y en que 
somos libres, pero quizá se ha olvidado de que la libertad 
es simplemente el modo con el que nombramos al des-
conocimiento de las determinaciones, de la gran cantidad 
de causas que influyen en cada momento del universo. El 
pensamiento es producto del cerebro y de las reacciones 
químico-eléctricas con las que funciona. Así el pensamien-
to es el resultado de reacciones químico eléctricas y éstas 
están regidas por las leyes del universo, no hay forma de 
que seamos libres, sino que cada diminuta partícula de ma-
teria en el universo es gobernada por estas leyes. Así que 
lo que pensamos es resultado de las reacciones químicas 
de nuestro cerebro, si aún no se está del todo convencido, 
recordemos lo que pasa cuando ingieres una o varias cer-
vezas, es obvio que el comportamiento y el pensamiento 
se ven influidos por los nuevos químicos. 
19
Preámbulo a la discusión ética, un argumento
Veamos lo que sucede con los antidepresivos o ansiolíti-
cos, la conducta y el pensamiento son modificados por los 
químicos del cerebro, así que cada uno de nuestros pen-
samientos está determinado por las sustancias químicas 
de nuestros cerebros. Ni hablar de los alucinógenos, pues 
con ellos también puedes ver lo relativo de la percepción 
del mundo. Como no conocemos todas estas determina-
ciones, como no sabemos aún cómo se generan los pensa-
mientos, entonces suponemos que somos libres. 
Cuando se descubrieron los electrones, se pensaba que 
se comportaban de manera aleatoria y azarosa, e hicieron 
de estos el resquicio de la libertad, hasta que aparecieron 
los modelos matemáticos para poder entender su compor-
tamiento y entonces, esa idea se esfumó. Ahora pasa lo 
mismo con los quarks, sólo es cuestión de tiempo hasta 
que descubramos las leyes de su comportamiento. En la 
actualidad se dice que las partículas sub atómicas son voli-
tivas, esto es, que se comportan de manera azarosa, inclu-
so se llegó a decir lo mismo de los planetas a quienes se les 
creía dioses, todo antes de que se encontrase la forma de 
establecer su movimiento orbital. En fin, los argumentos 
en contra de la libertad son suficientes y la gente no los 
quiere aceptar, pues no le gusta la idea de que todo tenga 
un porqué y sea obligatorio. Nos gusta la idea de libertad, 
aunque ésta sólo sea un desconocimiento de las causas fí-
sicas que gobiernan al universo.
Quizá en este momento alguien se está subiendo a un 
auto para seguir la fiesta dentro, en sentido opuesto va 
conduciendo un ebrio e inevitablemente impactarán, justo 
en ese momento va pasado otro vehículo por ese lugar. 
Miles y millones de cosas coinciden de manera obligatoria 
para que los eventos sucedan y no es posible que pasen 
de otra manera. O quizá, una edecán hermosa está colo-
cando las bolitas dentro de esa esfera de la lotería, en el 
justo acomodo, nadie lo sabe, en que las miles de vueltas y 
20
Ética y responsabilidad social
choques que se producirán entre unas con otras, hará que 
nuestro billete salga premiado. Un centésimo de milíme-
tro diferente en el acomodo o en el rebote de cualquiera 
de esas esferas daría como resultado otro número. Pero 
no, miles y miles de causas desconocidas obligan a que los 
eventos sucedan como son y nada los puede cambiar. En 
un mundo espacio temporal donde todo tiene una causa 
obligada no es posible la libertad.
2
Si nuestra idea de explicación es sujetar eventos a leyes, 
bajo la idea de causas. Si aceptamos que todo en el univer-
so está regido porleyes, entonces es imposible la libertad 
o imposible, cuando menos, en esta ontología causal. Sin 
embargo, si queremos mantener la idea de que los huma-
nos y los fenómenos mentales o discursos mentales están 
regidos por la idea de libertad, “somos libres”, entonces 
debemos aceptar que hay un rincón en el universo donde 
las leyes no aplican, donde las leyes son distintas. 
La idea de libertad implica que se rompa la del universo 
causal, cuando menos en la región que ocupan los huma-
nos o el cerebro, implica que aceptemos que hay explica-
ciones que no sujetan eventos a leyes ni a causas, expli-
caciones del tipo X más Y es igual a Z, pero no en todos 
los casos, ya que cada evento es diferente. Creo que es 
claro el problema de aceptar este tipo de explicaciones; sin 
embargo, este es un tipo de explicación muy común en el 
mundo de la psique. Existen muchas corrientes psicológi-
cas, las cuales no solamente las aceptan, sino que incluso 
las hacen bandera, explican la teoría, dicen cómo suceden 
más o menos las cosas y terminan diciendo que esto no 
sucede en todos los casos, ya que cada sujeto es diferente.
De cualquier manera, aceptar que somos libres es acep-
tar que en algunas regiones del universo (cerebro), no se 
21
Preámbulo a la discusión ética, un argumento
aplican las mismas leyes que en el resto. Por ello es necesa-
ria una ontología distinta, que incluya a estos entes inexis-
tentes e irreales y sobre todo libres. Esa es la empresa que 
enfrentan los teóricos de la ética, pero quizá, deberían pre-
guntarse, ¿si no es una empresa por demás absurda? Inven-
tar una ontología paralela a la física, a la material, una onto-
logía con leyes distintas o ¿sin leyes? ¿Sin determinaciones? 
¿Sin causalidad? Si debemos admitir la no universalidad de 
las leyes. ¿Por qué nombrarlas leyes? O quizá está presente 
aún la otra alternativa, la de suponer que estos fenómenos 
mentales no son sino formas de nombrar fenómenos físicos 
que aún no comprendemos. Fenómenos causales como el 
resto de los fenómenos universales, que simplemente aún 
no encuentran su manera explicativa.
Quizá lo que nos hace falta es la evolución de la expli-
cación y entonces podremos explicar el universo con le-
yes, ya que de otra manera, no sería una explicación. Es-
tos sucesos cerebrales denominados voluntarios, aún no 
encuentran una explicación causal, pero quizá aceptemos 
que la tienen.
No se puede eliminar de la vida cotidiana la explicación 
que implica la libertad, pues casi todo lo que importa está 
construido sobre esto, pero se podría extirpar de la expli-
cación científica, lógica y racional. Dentro de un ámbito 
donde prive la idea de causalidad, la idea de que explicar 
es sujetar fenómenos a leyes, es necesario prescindir de 
una explicación que en origen está hecha con la idea de 
libertad, de no determinación. Si la mente es la explicación 
de lo que implica libertad, entonces incluirla en el ámbito 
de las explicaciones que son causales, determinadas, es un 
error, es auto-sabotearse. Es aceptar que las leyes con las 
que explicamos el universo no funcionan de la misma ma-
nera en todos lados, entonces, no son leyes y no tenemos 
principios explicativos, entonces no podremos explicar 
nada, cuando menos no de manera causal.
22
Ética y responsabilidad social
Ética y Ciencias 
Cualquier tipo de ética debería tener en cuenta los argu-
mentos cientificistas y neurofisiológicos que sujetan la 
conducta a las reacciones neuronales y a su determinación 
electico-química. Aunque ya se hacían un tipo parecido de 
análisis desde la condición biológica por parte de los zoó-
logos, al analizarnos como animales, sin embargo, la deter-
minación total proviene de la física y de la bioquímica cere-
bral, en particular. Hacer teorías sobre el comportamiento 
y sobre todo de la ética, es tener en cuenta las determi-
naciones universales que operan a nivel atómico. A pesar 
de que a nivel sub atómico algunas “teorías” mantenga la 
idea de indeterminación y, si finalmente resultaran ciertas, 
éstas no aplican a los sujetos, pues estamos a un nivel ma-
yor que el subatómico. A este nivel operan las leyes de la 
determinación causal, cuando menos hasta donde tene-
mos conocimiento del universo físico.
Algunos han querido ver que el ser humano aparte de 
materia es cultura y sostienen que la cultura es algo no 
causal, libre, pero el problema con estas explicaciones es 
que suponen que la cultura es una especie de sustancia 
que nos regresa a las explicaciones dualistas donde los 
hombres somos una combinación de materia y cultura. 
Además, no tomamos en cuenta que la cultura también 
es un producto de los humanos, no algo diferente a ellos. 
La idea de libertad ha sido defendida por la mayoría de 
los dualistas, desde los griegos, pasando por Descartes que 
él mismo advierte que esa explicación no es satisfactoria 
y que, sin embargo, se le ha considerado el dualista por 
antonomasia, hasta los emergentistas que sostienen que 
algo nuevo ha emergido, algo distinto a la mera materia, 
esto nuevo es capaz de generar la acción y es el origen de 
la libertad, pasando por la tradición religiosa de las más 
diversas índoles.
23
Preámbulo a la discusión ética, un argumento
Responsabilidad Social 
Ante estos argumentos la gente piensa en la responsa-
bilidad y, sobre todo, en el castigo. ¿Cómo castigar a un 
asesino? ¿Cómo sostener una ética para el nivel simbólico 
donde todo depende de la idea de libertad? La cuestión 
de la responsabilidad es muy sencilla de responder, dado 
que el asesino está determinado a hacer lo que hace y el 
juez está determinado a hacer lo que hace, sentenciarlo. 
El mundo sucede exactamente igual ¿Cómo proponer una 
ética para la determinación? Pues si realmente no existe la 
libertad, entonces no podemos “proponer” nada, ni una 
ética, ni un pequeño parpadeo, cada pensamiento está de-
terminado por lo que hemos comido, vivido, etc. Las cosas 
suceden como suceden y la idea de proponer implica la 
idea de libertad.
La primera persona del singular es una virtualidad del 
lenguaje. Generada o emergida en una base físico-quími-
ca. Suponer que podemos hacer algo para normalizarla es 
suponer que podemos hacer algo, es suponer, otra vez, 
que somos libres. El yo como entidad virtual, es libre en 
la misma medida en que los personajes de las novelas lo 
son. No es gratuita esta afirmación, dado que es una enti-
dad eminentemente lingüística. Si disolvemos la idea del 
yo quizá no sea necesaria una ética que la regule o la ilu-
sión de que la reflexión sobre su comportamiento es algo 
distinto a él. Sólo si se supone un yo sustancial se puede 
creer que el pensamiento sobre su actuar “ética” es algo 
diferente a él. Si el yo es un pensamiento, la ética no es 
algo distinto al yo. Los sentimientos no son algo distinto a 
él. Sólo en la medida en que suponemos libertad, supone-
mos un sujeto origen de la acción que es independiente de 
las acciones, por lo cual las puede considerar suyas. 
Las acciones no son algo distinto a lo que somos. El pen-
samiento no es distinto a lo que somos. Suponer una tética 
24
Ética y responsabilidad social
como el pensamiento que regula al que tomas las accio-
nes, es suponer que el que hace la acción es diferente al 
pensamiento y que el pensamiento es su posesión y que 
el pensamiento regula al pensamiento, es crear entidades 
inexistentes. Es hacer del yo una sustancia independiente 
del cerebro y que es el origen de la acción y el responsable 
de ella. Para que la ética sea posible es necesario un yo 
origen de la acción. Origen de la acción significa que ac-
tuar sin determinación, esto es, que no hay nada “detrás” 
o anterior que lo hacen actuar, libre y sin leyes. Además, 
es suponer que es independiente de los pensamientos, ya 
que le ética es la reflexión o pensamiento sobre nuestro 
comportamiento o moral. Así una ética es en gran medida 
una metafísica de la primera persona del singular, que im-
plica la no causalidad y la sustancialidadde la misma.
3
Hoy en día, es imposible seguir pensando el mundo lejos 
de los avances que han hecho los científicos. A pesar de 
que el argumento en contra de la libertad es tan antiguo 
como a filosofía misma, es necesario ver que la ciencia 
apunta y respalda cada vez más este argumento. No pode-
mos ignorar los avances científicos, pues la inteligencia ar-
tificial está muy cerca de generar, dentro de sus sistemas, 
la idea de libertad. Si libertad es sólo la manera en que 
nombramos a lo que no podemos reducir a un efecto cau-
sal, los androides (computadores, e incluso una licuadora) 
para la mayoría de nosotros son libres, pues no podemos 
explicar el porqué de su funcionamiento y actuar. No es di-
fícil comprobar esto, pues les atribuimos estados mentales 
y libertad, decimos cosas como que la impresora no quiso 
imprimir, al auto no le dio la gana de encender etc. 
Todas estas expresiones implican estados mentales, vo-
litivos y libres. Son solamente formas de hablar de lo que 
25
Preámbulo a la discusión ética, un argumento
no sabemos cómo sucede. Así la libertad no es sino una 
forma explicativa de lo que no conocemos. Una manera de 
hablar que hace suponer que hay una causa que determi-
na la acción y que esta causa es la voluntad o libertad del 
sujeto, porque no sabemos cuáles son las causas físicas. 
Así los androides son libres para todos aquellos que no 
sabemos cómo funcionan a pesar de que sabemos que es-
tán determinados y que hay alguien que los ha programa-
do. Pero pasa lo mismo con los humanos, pues sabemos 
que si son producto de reacciones químico-eléctricas en-
tonces están determinados, a pesar de que aún no sabe-
mos o podemos explicar la cantidad de determinaciones 
qué los hace actuar de tal o cual manera. La ética se ha de-
sarrollado en diversas aristas y, sin embargo, está construi-
da sobre esta idea de libertad. Esta idea es la responsable 
del sujeto como lo conocemos hoy en día, sería imposible 
que pensáramos al sujeto de hoy, sin las ideas que implican 
la libertad como son: voluntad, decisión, esfuerzo, querer, 
escoger y un largo etc. Por ello una verdadera crítica de la 
ética debe replantear al sujeto como origen de la acción, 
incluso como algo distinto al pensamiento. Una ética impli-
ca una profunda ontología, no sólo del sujeto que se verá 
en jaque, sino del mundo mismo, en su distinción entre 
fenómenos mentales y fenómenos naturales. La distinción 
kantiana correría el mismo peligro en un mundo donde el 
sujeto no es sino una manifestación del mundo en sí mis-
mo, no un ser diferente al mundo, sino simplemente una 
producción de este bajo leyes. 
Finalmente diremos que el sujeto es irreductible al mun-
do causal, por lo cual algunos han propuesto un monismo 
anómalo, una ontología con dos explicaciones. Una para el 
mundo causal, otra para los fenómenos mentales. Si aun 
con esto no se quiere aceptar la determinación y la inexis-
tencia del sujeto, que de lo anterior se deduce aunque no 
se ha explicitado, pues esto es otro tema, debemos decir 
26
Ética y responsabilidad social
que los sujetos son irreductibles a la causalidad, debido a 
que la idea de libertad les ha dado origen; sin embargo, no 
son distintos a los sujetos de las novelas y su libertad es 
muy similar a esta. Somos libres y existimos como lo son 
los personajes de una película o de un cuento. 
27
La justicia procedimental y los deberes 
constitutivos de las profesiones
Rocío Cázares Blanco
Francisco J. Serrano1
1
El marco general de esta investigación es la filosofía de la 
moral, de modo que la metodología que seguirá este trabajo 
es el análisis conceptual. La investigación se dirige a explorar 
un posible fundamento conceptual para la ética profesional: 
la llamada justicia procedimental; por ésta, suele entender-
se el deber de una institución como el Estado, de proceder 
con justicia y equidad ante quienes dirige sus acciones.
Esta idea se encuentra ya en el trabajo seminal de John 
Rawls, Teoría de la justicia (1971), pero desde entonces se 
ha desarrollado como alternativa al enfoque del propio 
Rawls (Thibaut, LaTour y Houlden 1973; Fraser, 1997). En 
este trabajo exploramos el desarrollo de dicha idea y soste-
nemos que la comprensión de justicia procedimental pue-
de ampliarse, de modo que pueda incluir los deberes cons-
titutivos de las éticas profesionales. 
Estos deberes son aquellos que señalan los límites de 
la acción de un profesionista, en tanto tal, y por ello, cons-
tituyen la comprensión misma de la profesión. Nuestro 
supuesto aquí es que una profesión, como la medicina o 
la ingeniería, puede entenderse como combinación de un 
conjunto de conocimientos, habilidades y, sobre todo, cier-
tos deberes que establecen los límites de la acción de los 
profesionistas. De acuerdo con esta caracterización, una 
profesión sería algún tipo de institución y, por ello, es sus-
1 Universidad Autónoma de Zacatecas, rocio_caz@uaz.edu.mx y fse-
rrano@uaz.edu.mx 
28
Ética y responsabilidad social
ceptible de ser estudiada bajo la perspectiva de la justi-
cia procedimental. Nuestra propuesta, particularmente es 
que ciertos deberes constitutivos de las profesiones, quizá 
los más fundamentales, pueden entenderse en términos 
de justicia y equidad, esto es, los deberes generales de 
tratar a los beneficiarios o receptores de sus acciones de 
manera correcta e imparcial. 
2
El importante impulso que el estudio de John Rawls hizo 
sobre el concepto de justicia tocó también aspectos relati-
vos a la justicia procedimental, y no sólo a la justicia distri-
butiva, su tema principal. La idea es bien conocida. En las 
primeras secciones de su Teoría de la justicia, estableció 
las condiciones para una sociedad bien ordenada. Recor-
demos que su teoría de la justicia apunta, precisamente, a 
una sociedad regulada por los principios de justicia distri-
butiva que defiende en su teoría. Dichas condiciones son, 
fundamentalmente el propósito compartido por promover 
el interés de todos los miembros de la sociedad y una re-
gulación eficiente de acuerdo con una concepción pública 
de la justicia (Rawls, 18-19). 
Precisamente, la regulación eficiente mencionada se re-
fiere a la justicia procedimental. Por ésta se entiende, en 
una primera aproximación al concepto, al conjunto de pro-
cedimientos que garantizan que la justicia distributiva pue-
da ser implementada adecuadamente entre quienes son 
los receptores de las decisiones de justicia. En efecto, para 
nosotros no sirve de nada un criterio o unos principios de 
justicia distributiva si no contamos con procedimientos 
eficaces para implementarlos. A esta preocupación res-
pondemos con el concepto de justicia procedimental. En-
contramos en la teoría de Rawls más elementos para la 
compresión de este concepto.
29
La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones
De acuerdo con Rawls, una sociedad bien ordenada 
enfrenta tres problemas fundamentales: coordinación, 
eficiencia y estabilidad (Rawls, 19-20). Los requisitos que 
postula Rawls para enfrentar estos problemas, nos parece, 
caracterizan también a la justicia procedimental. 
El requisito para enfrentar el problema de coordinación 
es que “los planes de las personas necesitan embonar para 
que sus actividades resulten compatibles entre sí y pue-
dan todas ser ejecutadas sin que las expectativas legítimas 
de ninguno sean severamente dañadas”. La coordinación, 
como elemento procedimental de la justicia, requiere en 
efecto un cierto ajuste en los planes o en la ejecución de 
los mismos, de modo que puedan realizarse de acuerdo 
con una visión única. Este requisito puede también pre-
sentarse como imparcialidad, esto es, la coordinación re-
quiere que los planes de todas las personas involucradas 
en el proyecto social sean tratados con imparcialidad, con 
el mismo valor.
Respecto de la eficiencia Rawls (1995) señala que “la 
ejecución de estos planes debiera llevar a la consecución 
de los fines sociales por caminosque sean eficientes y com-
patibles con la justicia”; con lo que sujeta el cumplimiento 
adecuado de los planes a la concepción general de la justi-
cia distributiva. Las dos notas que caracterizan, hasta aquí, 
a la justicia procedimental son entonces la imparcialidad y 
la justicia (entendida como equidad). En otras palabras, las 
instituciones como el gobierno y sus dependencias, encar-
gadas de cumplir con los principios de la justicia distribu-
tiva tienen que hacerlo con imparcialidad y equidad, esto 
es, respetando el valor de los proyectos de vida de cada 
individuo y actuando con eficiencia en la distribución de 
aquellos bienes que son objeto de la justicia.
El requisito para enfrentar el tercer problema, el de 
la estabilidad, invoca a la justicia retaliativa. De acuerdo 
con Rawls, en efecto, “el esquema de la cooperación so-
30
Ética y responsabilidad social
cial debe ser estable: se tendrá que cumplir con él más o 
menos regularmente y sus reglas básicas habrán de obe-
decerse voluntariamente”. Lo que desde luego implica que 
las violaciones a tales reglas sean respondidas con “fuer-
zas estabilizadoras que prevengan violaciones ulteriores y 
que tiendan a restaurar el orden”. La cooperación social 
requiere entonces actuar en conformidad con las reglas de 
coordinación y eficiencia necesarias para alcanzar el obje-
tivo fundamental de actuar de acuerdo con los principios 
de justicia.
De acuerdo con Rawls, estos tres requisitos para que 
una sociedad sea bien ordenada están “conectados con el 
[problema general] de la justicia” y, de este modo, cons-
tituyen a la justicia procedimental, según nuestra inter-
pretación. El concepto de justicia procedimental que es-
tamos así construyendo integra los siguientes elementos: 
promueve el bienestar y se caracteriza por la eficiencia, la 
cual, a su vez, reúne elementos de imparcialidad y justicia, 
tanto en la dimensión distributiva como en la retaliativa. 
De este modo, la justicia procedimental permite enfrentar 
los problemas sociales de coordinación, eficiencia y esta-
bilidad.
Estos requisitos son, además, importantes porque el in-
terés primario de la justicia, de acuerdo con Rawls, es la es-
tructura básica de la sociedad (Rawls, 17). Según esta idea, 
lo que determina que una sociedad sea justa es que dicha 
estructura esté regulada por principios de justicia y por un 
conjunto de reglas públicas dirigido a que las acciones de 
las personas maximicen los beneficios para todos; dicho 
conjunto determina, además, aquello a lo que tiene dere-
cho cada persona (Rawls, 89). El objetivo de todo esto, de 
los principios de justicia, del conjunto de reglas dirigido a 
la maximización del beneficio y a la conducta de las perso-
nas es, desde luego, lograr una distribución de los benefi-
cios sociales que sea justa para la sociedad en su conjunto.
31
La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones
La importancia de este conjunto público de reglas invita 
a pensar que puede desplazarse el énfasis de la cuestión 
distributiva a la cuestión procedimental. Intuitivamente, 
dice Rawls, la idea es que el sistema social puede estruc-
turarse de modo tal que, sea cual fuere el resultado de la 
distribución, “éste sea siempre justo, al menos dentro de 
cierto ámbito” (Rawls, 89).
Caracterización de la justicia procedimental
Necesitamos, entonces, precisar la idea del ámbito de 
aplicación; para ello, podemos distinguir entre la justicia 
procedimental relativa a un criterio independiente del 
procedimiento que pretende implementarse con el fin de 
obtener un cierto resultado o una cierta distribución, y 
la justicia puramente procedimental, que no requiere de 
tal criterio independiente. La primera, a su vez, se distin-
gue en justicia procedimental perfecta e imperfecta del 
siguiente modo: en la perfecta contamos con un criterio 
para obtener un cierto resultado y un procedimiento in-
dependiente o separado de tal criterio que se sigue para 
obtener tal resultado. El procedimiento garantiza que se 
obtenga correctamente el resultado. 
Rawls la ilustra con el siguiente ejemplo: Queremos di-
vidir un pastel por igual entre un cierto número de per-
sonas, éste es el criterio que seguimos para distribuir el 
bien, el pastel en este caso. El procedimiento más eficiente 
que puede adoptarse es que una persona divida el pastel 
en partes iguales y que ella misma tome la última parte. 
Vemos así claramente los dos elementos que componen 
a la justicia procedimental perfecta: un criterio de lo que 
es una división justa y un procedimiento independiente 
de este criterio que se seguirá para satisfacer el criterio. 
Puede confiarse en que el procedimiento cumplirá con el 
resultado esperado (Rawls, 89).
32
Ética y responsabilidad social
Por contraste, en la justicia procedimental imperfecta, 
el proceso no garantiza que se obtenga correctamente el 
resultado. Se cuenta con el criterio independiente y hay 
procedimientos bien establecidos, pero su conjunción no 
garantiza que se obtenga el resultado buscado. Considere-
mos dos jueces penales del todo similares atendiendo dos 
casos también similares. Los jueces son honestos, compe-
tentes y disponen de información precisa y relevante sobre 
los casos. Sin embargo, sus sentencias sobre sus casos son 
distintas e, incluso, muy distintas. Han seguido el criterio 
de impartir justicia con base en la ley y la evidencia, así 
como el procedimiento común, preestablecido, y lo han 
seguido de manera competente y honesta. Rawls observa 
que en todo esto hay lugar para “una combinación fortuita 
de circunstancias que hacen fracasar el objetivo de las nor-
mas jurídicas” (Rawls, 90).2
Por último, la justicia puramente procedimental se ca-
racteriza porque no hay un criterio independiente para 
producir un resultado esperado, sino sólo ciertas reglas 
de procedimiento para lograr un resultado. En este caso, 
para obtener lo que se busca, se cuenta sólo con “un pro-
cedimiento justo o imparcial, sea el que fuere, siempre y 
cuando se haya observado debidamente el procedimien-
to” (Rawls, 91). Encontramos en los juegos de azar un buen 
ejemplo de estas ideas. Muchas personas apuestan a un 
cierto resultado, pero la naturaleza azarosa del juego im-
pide conocer cómo se distribuirá el monto total apostado. 
Si las apuestas son realizadas de manera imparcial, enton-
ces la distribución de lo recabado será también imparcial. 
El procedimiento requiere crucialmente de la imparciali-
dad, independientemente de cómo se distribuya el bien 
2 Para el estudio y significado de este tipo de desacuerdos, desde el 
punto de vista de la filosofía del derecho contemporánea, puede ver-
se: Pau Luque Desacuerdos, derecho y filosofía moral. México: Ed. 
Fontamara 2016.
33
La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones
en cuestión. Extrapolando estas ideas a ámbitos sociales, 
con base en ellas Rawls sostiene que en las aplicaciones 
de la justicia puramente procedimental es necesario “es-
tablecer y administrar imparcialmente un sistema justo de 
instituciones” (Rawls, 91). En otras palabras, la justicia pu-
ramente procedimental requiere que las pautas se sigan 
rigurosamente en el seno de ciertas instituciones y marcos 
legales o regulativos bien establecidos.
A partir de esta amplia caracterización de la justicia pro-
cedimental, podemos precisar que el elemento normativo 
decisivo en la justicia procedimental es la imparcialidad. 
Para quedar satisfechos con los resultados obtenidos se 
requiere de la aplicación imparcial de los procedimientos 
establecidos. La justicia procedimental, en consecuencia, 
requiere de imparcialidad como el elemento normativo 
que garantiza resultados justos.
La justicia procedimental y la imparcialidad
Nuestra tesis es que la ética profesional, en su perfil más 
general, puede entenderse como una aplicación o un caso 
de la justicia procedimental esbozada hasta aquí. Para em-
pezar, los requisitos teóricos que esperamos que laética 
profesional satisfaga están relacionados con los problemas 
centrales que enfrenta la justicia procedimental: la coordi-
nación, la eficiencia y la estabilidad de las prácticas profe-
sionales.
En efecto, respecto de la coordinación esperamos que 
los representantes de una profesión hagan embonar sus 
diferentes actividades de una manera compatible, de ma-
nera que los usuarios o aquellas personas a quienes ofre-
cen sus servicios sepan qué esperar de la profesión, inde-
pendientemente de quién sea la persona que la encarna 
en un momento dado. Consecuentemente, esperamos que 
estas actividades sean realizadas con eficiencia. El segundo 
34
Ética y responsabilidad social
problema que la justicia procedimental pretende resolver, 
esto es, los profesionales tienen que resolver adecuada-
mente las tareas que les son propias, en términos de tiem-
po, recursos y satisfacción de las expectativas de los usua-
rios. El tercer problema, la estabilidad, invoca sobre todo 
a la justicia retaliativa, de modo que sólo señalaremos que 
también las profesiones, como lo reflejan los códigos de 
ética profesional, sancionan con prácticas de recompensa 
o castigo a quienes cumplen con méritos destacados o in-
cumplen notoriamente los deberes de las profesiones.
Los primeros dos problemas, la coordinación y la eficien-
cia, son resueltos por la justicia procedimental mediante 
disposiciones normativas, esto es, mediante el estableci-
miento de normas o reglas que determinan la conducta de 
los profesionistas a quienes se dirigen. Los códigos de ética 
profesional recogen y reflejan tales disposiciones norma-
tivas. Los deberes, principios, ideales, metas, derechos de 
los profesionistas son el conjunto general de disposiciones 
normativas que determinan su conducta en tanto tales. 
En este sentido, ampliando la idea que pretendemos de-
fender, la justicia procedimental es así constitutiva de las 
éticas profesionales. Las normas particulares que buscan 
garantizar tanto la coordinación como la eficiencia serían 
precisamente las normas fundamentales de una profesión 
y representarían, en nuestros términos, los procedimien-
tos de justicia más generales que garantizan que una pro-
fesión dada pueda desempeñarse con eficiencia, constan-
cia y de acuerdo con las expectativas de los usuarios.
Gracias al análisis de Rawls, hemos visto también que 
la imparcialidad es el elemento normativo esencial de los 
distintos aspectos de la justicia procedimental. En conse-
cuencia, si nuestra suposición es correcta, entonces por ex-
tensión la imparcialidad también tendría que constituir el 
elemento normativo esencial de los deberes constitutivos 
de una profesión. Para examinar esta implicación invocare-
35
La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones
mos el concepto de “circunstancias de la imparcialidad” de 
Brian Barry. De acuerdo con él, esta noción se refiere 
[…] a las condiciones empíricas que se aproximan a aque-
llas de Scanlon de la posición original… podemos definir 
las circunstancias de la imparcialidad como las condicio-
nes bajo las cuales cualquier regla substantiva de justicia 
de una sociedad tenderá de hecho a ser justa. …el con-
cepto de reglas de justicia cubre reglas morales como le-
gales. (Barry, 1995, 100)3
Barry, siguiendo aquella indicación de Rawls de que las re-
glas necesarias para una sociedad bien ordenada podrían 
hacernos pensar que la justicia procedimental es priori-
taria sobre la justicia distributiva (o substancial, como la 
identifica Barry), se refiere con esta idea a la importancia 
de las condiciones empíricas que, de acuerdo con Tho-
mas Scanlon, tenemos que tomar en cuenta para explicar 
cómo los agentes toman acuerdos de cooperación entre 
sí. Los agentes reales, por contraste con los agentes idea-
les rawlsianos, celebran acuerdos sin renunciar a sus cir-
cunstancias, valores, aspiraciones, etc. Encontramos esta 
circunstancia en la promulgación de los códigos de ética 
profesional. Los profesionales que los celebran, en las cir-
cunstancias en que lo hacen, participan como personas 
concretas y operantes en una determinada cultura y socie-
dad. Su circunstancia no les permite restar sus condiciones 
reales para participar en los acuerdos normativos para la 
profesión.
La siguiente idea de Barry es que la imparcialidad, en 
tales condiciones de deliberación reales, garantiza que la 
distribución de bienes, servicios, derechos, obligaciones, 
etc., sea justa, tanto en el orden legal como moral. De 
acuerdo con esto, la justicia procedimental es anterior en 
3 Todas las traducciones de esta obra son nuestras.
36
Ética y responsabilidad social
importancia a la justicia distributiva (éste es un paso bien 
estudiado en el desarrollo de las teorías de la justicia pos-
teriores a la teoría de la justicia como equidad de Rawls). 
Ahora bien, la principal circunstancia de la imparcialidad 
se refiere a la motivación de los agentes. Barry califica a 
esta circunstancia, con razón, “como la más importante y 
al mismo tiempo quizá la más elusiva”. Pensando en el ám-
bito de los procedimientos judiciales, esta circunstancia se 
caracteriza como:
[…] la disponibilidad a aceptar objeciones razonables a 
una propuesta independientemente de cuál sea su ori-
gen. No hay ningún modo en el cual pueda esperarse que 
reglas procedimentales produzcan leyes y políticas justas 
en un país que contenga un grupo minoritario estigmati-
zado (o muchos grupos minoritarios) cuyas preocupacio-
nes reciban poca o ninguna consideración de la mayoría. 
Una de las reglas fundamentales del discurso público tie-
ne que ser que todos los reclamos son pesados en la mis-
ma balanza. (Barry, 100)
La imparcialidad es entonces la disposición de los legislado-
res y magistrados para aceptar las objeciones o críticas a sus 
propios puntos de vista y expresión de sus preferencias, en 
tanto legisladores o magistrados. La imparcialidad se dirige 
contra la discriminación, la represión, la marginación y otras 
formas de exclusión social; pero, con toda su importancia, 
este elemento es elusivo porque se refiere a una disposición 
psicológica de parte de los agentes morales. Son las perso-
nas concretas, con toda su carga cultural (que suele incluir 
prejuicios diversos), quienes tienen que mitigar o anular sus 
determinaciones psicológicas más arraigadas para honrar a 
la imparcialidad. Desde luego, esta circunstancia personal 
de la imparcialidad es fundamental para que las ideas de 
justicia más substantivas de una sociedad o de una nación 
puedan ser equitativas y justas.
37
La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones
Parece obvio que deberíamos incluir consideraciones 
normativas similares en los deberes de las profesiones, 
esto es, en las éticas profesionales. Esperamos, en efecto, 
que los profesionistas, en tanto tales, sigan pautas de im-
parcialidad en su práctica profesional. En este sentido, el 
deber de ser imparciales es un deber constitutivo de las 
profesiones. En tanto tales, los profesionistas no deberían 
discriminar, en ningún sentido, a quienes ofrecen sus ser-
vicios profesionales; sin embargo, como elemento motiva-
dor, el deber de la imparcialidad enfrenta esas condiciones 
empíricas, provenientes de la cultura y de la tradición, que 
son parte del tejido de la persona. La imparcialidad obliga 
a los profesionistas a actuar, en la medida de sus posibi-
lidades, de manera impersonal y a tratar de contener las 
determinaciones idiosincráticas que los hacen ser quienes 
son. Esta obligación, al mismo tiempo, sirve al requisito de 
la coordinación: los profesionistas tienen que dar muestras 
regulares de lo que se espera socialmente de ellos, como 
gremio. La certificación por un organismo colegiado o la 
pertenencia a una asociación de profesionistas refuerza 
este requisito, pero a costa de la individualidad. El deber 
de un profesionista, en tanto tal, requiere en efecto que 
en su práctica actúe impersonalmente,como una encar-
nación viva de los deberes que constituyen su profesión.
Las circunstancias de la imparcialidad incluyen, según 
Barry, la defensa de la racionalidad como un elemento ne-
cesario para la discusión de las normas, reglas y su aplica-
ción a circunstancias concretas. Este elemento se refuerza 
mediante procedimientos democráticos. Las organizacio-
nes de profesionistas, según nuestra propuesta, necesaria-
mente y desde un punto de vista normativo, tienen que 
adoptar procedimientos públicos y democráticos para le-
gislarse a sí mismas y para establecer los diversos proce-
dimientos normativos para sus agremiados. Establecer có-
digos de ética profesional, pero también su interpretación 
38
Ética y responsabilidad social
en casos concretos, tiene que hacerse mediante procedi-
mientos racionales, democráticos y públicos. Por supues-
to, esto incluye respetar las objeciones o críticas plantea-
das racional y abiertamente, por los pares relevantes de 
una organización de profesionistas.
 Estas reglas de procedimiento, descritas de mane-
ra tan general, necesitan particularizarse en relación con 
su aplicación a la ética profesional. Hay tres aspectos ge-
nerales que podemos destacar en la realización de esta 
tarea: estructurales, culturales y personales. Los aspectos 
estructurales se refieren a si las reglas de procedimiento 
forman o no parte de algún cuerpo legal de un país, de una 
familia o de una organización. Los aspectos culturales se 
identifican con la discrecionalidad con la que algunas or-
ganizaciones lidian con reglas establecidas o con el modo 
en que proceden en la ausencia de reglas. Cuando las de-
cisiones se toman al margen de las reglas establecidas, 
cuando es posible, y a la luz de la información disponible 
para alcanzar aquellos objetivos buscados, caracterizan a 
este aspecto. (Por ejemplo, emplear a niños cuando la ley 
lo prohíbe; o tener empleados para servicio doméstico sin 
tenerlos asegurados o sin pagarles de acuerdo con la ley). 
El tercer aspecto que suele identificarse es el personal. 
Éste se refiere al modo en que personas específicas lidian 
con las reglas propias de su posición o profesión, el modo 
en que toman decisiones y cómo comunican éstas a otras 
personas, por ejemplo, a subordinados o ejecutores de las 
mismas. Estas comunicaciones podrían o no ser justas con 
otros miembros de una organización, como una empresa 
o una institución educativa, en el sentido de que podrían 
representar un trato despótico, irrespetuoso, arbitrario, 
poco democrático, entre otras formas inadecuadas del tra-
to interpersonal (Törnblom, 2-3). El aspecto personal im-
plica que la norma general de la imparcialidad tiene que 
seguirse también entre colegas y no sólo con los destinata-
39
La justicia procedimental y los deberes constitutivos de las profesiones
rios de los servicios de una profesión; el presente trabajo 
sienta las bases para una discusión más amplia. 
Conclusiones 
Nos parece, de acuerdo con estas consideraciones, que po-
demos delimitar el concepto de ética profesional con base 
en la noción de justicia procedimental que se encuentra en 
la teoría de la justicia de Rawls. Hemos argumentado que 
los elementos que caracterizan a la justicia procedimental 
están dirigidos a la solución de los problemas relativos a 
la coordinación, la eficiencia, y la estabilidad. Para Rawls, 
la solución a tales problemas es la condición clave para 
una sociedad bien ordenada, esto es, aquella regulada por 
una concepción general y pública de la justicia. Nosotros 
pensamos que la justicia procedimental, entendida de esta 
manera, más la regla general de imparcialidad y algunas 
consideraciones generales sobre las reglas de aplicación 
en condiciones empíricas, pueden ofrecer un fundamento 
normativo general para cualquier ética profesional. En un 
mundo evanescente como el actual, pensamos que esta 
propuesta es novedosa y plausible.
40
Ética y responsabilidad social
Referencias 
Barry, Brian (1995). Justice as Impartiality. Oxford: Oxford 
University Press.
Luque, Pau (2016). Desacuerdos, derecho y filosofía moral. 
México: Fontamara. 
Rawls, John (1995). Teoría de la justicia. Trad. María Dolo-
res González. 2a. México: Fondo de Cultura Económica.
Thibaut, John, Laurens Walker, Stephen LaTour, Pauline 
Houlden (1973). “Procedural Justice as Fairness”, 26 
Stan L. Rev, 1973 - 1974: 1271-1289. HeinOnline.
Törnblom, Kjell y Riël Vermunt (2007). Distributive and 
Procedural Justice. Research and Social Applications. 
Hampshire: Ashgate.
41
Repensar la ética planetaria: Desde la 
responsabilidad ecosófica
Sigifredo Esquivel Marín1
Jorge Ignacio Ibarra Ibarra2
 
1
El presente artículo busca repensar la ética planetaria 
(desde la responsabilidad ecosófica), entendiendo y aten-
diendo una nueva alianza entre ser humano y mundo. Se 
desarrolla la idea de la auto-creación social como una de 
las características importantes de la singularidad antropo-
lógica en tanto apertura de nuevas ideas y la innovación 
como su concreción práctica desde la ética de una libertad 
situada y co-responsable ante los demás y ante el mundo. 
La auto-creación social podría repensarse al potenciar la 
creatividad de individuos e instituciones. La responsabili-
dad social implica una toma de conciencia global que hoy 
articula la responsabilidad de los líderes de las empresas 
públicas y privadas desde la justicia, democracia e inclu-
sión social (Ricardo, 2009). 
La competitividad tiene que replantearse desde la crea-
tividad como ética de la libertad co-responsable respon-
diendo a las necesidades humanas (Petra, 2009). Desde la 
ética de la libertad soberana como ética de la resistencia 
1 Sigifredo Esquivel Marín profesor investigador de la Universidad Au-
tónoma de Zacatecas, perfil PRODEP, Doctor en Humanidades y Artes, 
tiene diversas publicaciones sobre ética y cultura. Sus líneas de inves-
tigación son Filosofía de la Educación y Filosofía de la Cultura. Premio 
Nacional de Ensayo Abigael Bohorquez 2005.
2 Jorge Ignacio Ibarra Ibarra es profesor investigador de la Universidad 
Autónoma de Nuevo León. Perfil PRODEP, miembro del Sistema Na-
cional de Investigadores, tiene diversas publicaciones sobre temas de 
cultura y filosofía contemporánea.
42
Ética y responsabilidad social
desde la inmanencia, el reto es promover un cambio cul-
tural que potencie e interiorice comportamientos procli-
ves hacia la promoción de una nueva cultura, educación 
y responsabilidad social. En este acercamiento preliminar 
proponemos el término cultura social innovadora, a par-
tir del desarrollo humano que produzca sinergia entre 
ética-responsabilidad social-creatividad-eco-desarrollo so-
cial. Y todo ello que incluya las diversas perspectivas y cos-
movisiones de mundo de los pueblos originarios de todo el 
orbe. Un judío alemán lúcido como lo es Ernest Tugendhat 
ha planteado el dilema ético de nuestro tiempo con meri-
dana claridad, ni localismo ni cosmopolitismo son auténti-
cas alternativas frente a la crisis generalizada: 
Por supuesto que todos nosotros debemos entendernos 
de modo universalista, pues la ética sólo se puede enten-
der hoy en día en términos de respeto universal, pero cada 
uno, en tanto que ciudadano del mundo, sólo puede rela-
cionarse prácticamente en lo concreto como aquel que él 
estun, lo que también implica, como uno en la identidad 
simple o fragmentada o compleja que se tiene. (Tugend-
hat, 2008, 22)
Tugendhat asume el reto de pensar desde un compromiso 
ético-político que busca un diálogo universal bajo contex-
tos particulares siempre complejos, polémicos y bastante 
polarizados, donde la verdad ética se concibe como un 
horizonte de diálogo plural contingente-trans-histórico 
evanescente donde no hay respuestas últimas ni definiti-
vas, pero las preguntas siempre tienen que buscar eco e 
interlocución en y desde los otros. La cuestión central de 
nuestro tiempo es repensar la dimensión ética en y desde 
la singularidad intransferible,pero bajo el manto de una 
universalidad descentrada, no eurocéntrica ni logocéntri-
ca, pero tampoco, en contrapartida, sumida en la particu-
laridad beligerante y ensimismada en su razón tautológica. 
43
Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica
¿Cómo es posible articular universalidad e inmanencia 
radical? O, ¿cómo es posible conciliar lo uno-múltiple-plu-
ral en un mundo diverso? Aquí apenas esbozamos algunas 
líneas de apertura de la discusión. Discusión que nos exce-
de, pero en cuyo exceso es preciso pensar e intentar avizo-
rar algunas respuestas en un mundo cada vez más atenaza-
do por miles de formas de control, dominación y estulticia 
crecientes. Atreverse a pensar asumiendo los temas y pro-
blemas desde una mirada ético-política hoy es una tarea 
fundamental de nuestro tiempo para buscar trascender el 
desencanto, la apatía y complicidad generalizados. Buscar 
responder y corresponder al desafío de nuestro tiempo es 
ya un intento por asumir la estafeta de un pensamiento 
crítico decidido a afrontar y enfrentar con valor y vigor el 
nihilismo contemporáneo. Por ende el presente comunica-
do inquiere preguntas y respuestas en voz alta, ensayando 
una lucidez compartida. 
2
Los procesos y prácticas de la cultura hoy imponen nuevas 
formas de pensar y repensar las prácticas socio-culturales 
y de convivencia, estamos frente a un impase del espacio 
social. Frente a una lógica aplastante de dominación del 
capitalismo trasnacional financiero, por lo mismo, hoy 
se impone la exigencia de buscar alternativas en y hacia 
una perspectiva ético-política que integre en un marco 
común las diferencias sin disolver su dimensión irreduc-
tible; habría que reinventar las formas de participación 
colectiva desde una horizontalidad que pueda ser funcio-
nal, justa y equitativa. De pronto, las preguntas nos asal-
tan por doquier: ¿puede universalizarse una jerarquía de 
valores que no sea eurocéntrica? ¿Acaso toda jerarquía 
de valores “da lo mismo” y puede resultar éticamente 
aceptable? Y la pregunta que no deja de estarnos mero-
44
Ética y responsabilidad social
deando una y otra vez: ¿cómo resolver un conflicto entre 
dos personas o culturas con jerarquías distintas? Desde 
una perspectiva amplia, ¿cómo es posible armonizar va-
lores universales y autonomías individuales y colectivas? 
¿Algún día podremos empatar solidaridad y respeto por 
la diversidad cultural y socio-política? Las preguntas se 
vuelven más urgentes cuanto más necesarias resultan de 
una redefinición teórica como práctica. Sobre todo, en un 
mundo donde todo lo sólido se ha desvanecido y lo pro-
visional también tiende a redefinirse por completo. De 
nada estamos seguros, ni siquiera de esa certeza de estar 
en la incertidumbre.
En la época que estamos viviendo de nuevas transfor-
maciones en todos los ámbitos, no sólo se generan ingen-
tes cambios tecnológicos sino también ambientales, cultu-
rales, sociales, políticos, éticos y estéticos. En este sentido 
es importante el papel que juega el ser humano respecto a 
una nueva actitud individual y colectiva que demanda “una 
nueva responsabilidad social innovadora”, misma que nos 
invita a resignificar la compleja trama de relaciones entre 
ética y política, autonomía y heteronomía. Dichos térmi-
nos se dilucidan en un acercamiento muy preliminar en 
esta investigación que está en curso.
Estamos viviendo en la economía global del conoci-
miento, en que las naciones que más crecen y que más 
reducen la pobreza son las que producen innovaciones 
tecnológicas; empero toda esta dinámica, bastante com-
pleja y con resultados contradictorios, nos exige una nue-
va lectura de la realidad emergente, realidad también 
que se bifurca en múltiples realidades y realizaciones di-
vergentes y diversas. En la actualidad la prosperidad de 
un país depende cada vez menos de sus recursos natura-
les y cada vez más de sus sistemas educativos, científicos 
e innovadores; economía e in. Los países más exitosos no 
son los que tienen más petróleo o más reservas de agua, 
45
Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica
sino los que desarrollan las mejores mentes y exportan 
productos con mayor valor agregado. La cultura hoy se 
convierte en mercancía, las mismas culturas y tradiciones 
se venden y cotizan en la bolsa de valores intelectuales 
como patrimonio de la humanidad, claro está, dicho pa-
trimonio les pertenece mucho más a unos que a otros. 
La lógica cultural se imbrica con la lógica socio-política 
global. De ahí la importancia de recuperar la mirada éti-
ca como una estrategia para potenciar otras lecturas del 
mundo y de las formas de vivencia y convivencia. En las 
últimas décadas, las prácticas y los procesos socio-cultu-
rales se están reorganizando a partir de la primacía de los 
dispositivos y artefactos tecnocientíficos. 
La cultura se vuelve cibercultura o tecno-cultura y, no 
obstante, hoy más que nunca se nos exige un posiciona-
miento ético-político que pueda dar cuenta de las emergen-
cias inéditas de subjetivación e intersubjetividad. El bucle 
que articula la ética y la política tiene que ser elucidado en 
y desde la producción de subjetividad creacionista que es, 
sin lugar a dudas, el tema y problema de nuestro tiempo. 
A partir del anterior panorama, los conceptos y su alcance 
explicativo en el ámbito social se vuelven un asunto cada 
vez más problemático. De ahí que se busque resignificar 
el concepto pionero de “Ecosofía” propuesto por Guattari, 
y en diálogo con su principal co-autor e interlocutor, que 
fue, nada más ni nada menos que Gilles Deleuze, quien ha 
hecho del pensamiento filosófico una creación conceptual 
inédita para repensar nuestro tiempo. Bajo el concepto de 
“Ecosofía” se quisiera aquí intentar asumir el desafío del 
mundo contemporáneo para dar cuenta de una cartografía 
móvil del presente, que integre las diversas dimensiones y 
estratificaciones del mundo de vida colectivo, sin dejar de 
lado la participación excepcional del sujeto como garante 
de un sentido libre y autónomo.
46
Ética y responsabilidad social
Ética planetaria y cultura
Las recurrentes crisis sociales, políticas, culturales, econó-
micas, nos exigen dinamizar respuestas y propuestas in-
éditas de cambio social. Lo cultural se despliega como un 
racimo complejo de sedimentaciones múltiples. Las viejas 
nociones de lo cultural ya no operan. La cultura tiene di-
versas concepciones y cosmovisiones, las cuales están en 
juego a la hora misma de definir su concepto. La noción 
de cultura está ligada a la producción de sentido, a la pro-
ducción simbólica de sentido. La antropología cultural y las 
diversas teorías sociales nos remiten, explícita o implícita-
mente, a una antropología filosófica, y ésta, a una ontolo-
gía. Si bien el despliegue de lo cultural nos remite a la com-
pleja imbricación entre lo humano y las diversas formas 
de expresión y manifestación de la vida en general, es la 
aventura del conocimiento práctico lo que estaría en la si-
miente y el cimiento de la cultura como afianzamiento del 
ser humano. La concreción de la vida humana como forma 
superior e hiper-compleja de la vida implica la plasticidad 
creativa del juego ontológico de la libertad. La compleji-
dad interna de toda cultura conlleva un juego agonístico 
de lucha por el reconocimiento que busca ampliar el diálo-
go democrático (Benhabib, 2002, 10). La cultura nunca ha 
sido neutra, siempre está atravesada por un sinnúmero de 
formas de participación que conllevan estrategias de do-
minación, control y resistencia.
El ser y quehacer de lo cultural nos remite a una con-
ceptualización dinámica del ser humano. La cultura que es 
lo propiamente humano está organizada y es organizadora 
por el vehículo cognitivo colectivo que es el lenguaje y la 
memoria, compartidos de forma histórica y social en las 
creencias comunes que se manifiestan en representacio-
nes colectivas, ideologías, utopías, conciencia colectiva e 
imaginación colectiva.La cultura se instituye, al tiempo 
47
Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica
que es instituida, como una suerte de prótesis de inmor-
talidad individual y colectiva; de tal suerte que la cultura:
[…] no es ni superestructura ni tampoco infraestructura, 
pues esos términos de infra y superestructura son impro-
pios en una organización recursiva donde lo que se pro-
duce y genera se convierte en productor y generador de 
lo que lo produce o lo genera. La cultura y la sociedad es-
tán en una relación generadora mutua, y no olvidemos en 
esa relación las interacciones entre los individuos que son 
a su vez portadores/ transmisores de cultura; esas inte-
racciones regeneran la sociedad, la que a su vez regenera 
a la cultura. (Morin, 2000, 74) 
El giro cultural de nuestro tiempo también se puede ver 
como parte de la embestida global del capitalismo creati-
vo, el cual se redefine en términos de creatividad e innova-
ción como aplicación del saber en la resolución de temas 
y problemas que reditúan en la maximización del capital.
La emergencia de lo cultural en la agenda política vi-
sibiliza una serie de transformaciones en todos los ámbi-
tos y órdenes que va mucho más allá de las coyunturales 
particulares señas y contraseñas específicas. Nos remite a 
la plasticidad humana como espacio de auto-creación de 
sentido. Lo cultural redefine las identidades individuales y 
colectivas, al tiempo que la misma noción de identidad se 
replantea por completo; lejos de ser un punto de partida 
o axioma, las identidades hoy se revelan como espacios 
de problematización, interrogación e interpelación. Lo cul-
tural se despliega como conocimiento práctico tematizado 
y acumulado en la memoria social que genera visiones y 
cosmovisiones de mundo. Cosmovisión, lenguaje y mito en 
tanto partes constitutivas de lo cultural, nos muestran que 
la cultura no sólo porta conocimientos, sino que es una 
praxis cognitiva, una matriz de conocimientos y prácticas, 
donde conocimiento y práctica se entreveran:
48
Ética y responsabilidad social
Una cultura abre y cierra las potencialidades bioantropo-
lógicas del conocimiento. Las abre y las actualiza, al pro-
veer a su saber acumulado, su lenguaje, sus paradigmas, 
su lógica, sus esquemas, sus métodos de aprendizaje, de 
investigación, de verificación… pero al mismo tiempo, 
las cierra e inhibe con sus normas, reglas prohibiciones, 
tabúes, su etnocentrismo, su autosacralización, su igno-
rancia de su ignorancia. Aquí también lo que abre el co-
nocimiento es lo que lo cierra. Así todo lo que precede 
nos indica que hay a la vez indistinción profunda y tronco 
común entre conocimiento, cultura y sociedad. (Morin, 
2000, 75)
La cultura conlleva una dimensión simbólica, la cual im-
plica una estratificación de lo imaginario. El discurso ins-
tituye al mundo, pero el mundo de vida también crea y 
recrea el espacio discursivo. El conocimiento se prueba o 
se instituye de forma imaginaria, es decir, de acuerdo con 
la estratificación simbólica de lo imaginario. La creatividad 
está a la base de cultura de la innovación y de la libertad. 
El asunto nodal de nuestro tiempo es potenciar la diversi-
dad cultural e inclusión en la era de las exclusiones y los 
(micro)fascismos. Por eso es clave repensar la cultura en 
términos de comunicación, derechos humanos y democra-
cia. En la obra Comunicación, cultura de paz e igualdad. 
Tejiendo ciudadanía comunicativa, los editores Claudia 
Cecilia Flores Pérez, Alex Iván Arévalo Salinas y Alejandro 
Barranquero Carretero nos plantean el binomio de cultura 
y comunicación como ejes centrales de una nueva política 
cultural de promoción de derechos, paz justicia social e in-
clusión (Flores et. al., 2019). 
Una de las nociones capitales de nuestro tiempo es el 
desafío de responder y corresponder con las demandas 
de soluciones a los ingentes problemas que emergen por 
doquier. Hoy más que nunca el universalismo se estable-
ce como horizonte común que posibilita el diálogo y el 
49
Repensar la ética planetaria: Desde la responsabilidad ecosófica
disenso. Los derechos humanos tienen que ser replantea-
dos desde una nueva ciudadanía cosmopolítica; de Kant a 
Derrida y Benhabib se ha pensado el mismo problema: El 
problema es hacer coexistir el pluralismo cultural y el uni-
versalismo de los derechos humanos. Se trata de repensar 
la ciudadanía en tiempos de crisis generalizada de la políti-
ca y de las significaciones centrales de la modernidad.
La cultura se complejiza. Los nuevos movimientos socia-
les tienen como punto de partida la crisis política y la crisis 
mediática. Frente a dicha crisis asistimos a la emergencia 
de nuevas formas de participación social mucho más crea-
tivas, lúdicas y lúcidas. El desafío consiste en hacer pre-
sente formas que se sustraigan a la alternativa empodera-
miento versus control: 
La revolución digital de las comunicaciones está provo-
cando transformaciones en las estructuras de poder que 
se fueron estableciendo tras la industrialización de las so-
ciedades. Las aproximaciones teóricas sobre la evolución 
del control socio económico de las sociedades por parte 
de instituciones y organizaciones en la era de la globa-
lización, abarcan desde aquellas que señalan un cambio 
de las dinámicas de poder hacia la horizontalidad, hasta 
las que apuntan a una concentración vertical del mismo 
que favorece a ciertas élites. Cada vez hay más voces que 
denuncian que dichas élites aglutinan a grandes grupos 
mediáticos que ofrecen servicios en la Red de Redes (59). 
Por ende surgen nuevas formas de control social, pero 
también nuevas estrategias de reinvención socio-política 
a nivel infra-político.
La aparición de Internet, especialmente de las redes 
sociales, ha impulsado una relevante transformación en el 
campo de la comunicación. Las potencialidades de estas 
plataformas las han convertido en herramientas esencia-
les dentro de la estrategia comunicativa de todos los se-
50
Ética y responsabilidad social
res humanos. En este contexto, Twitter se ha posicionado 
como una de las redes sociales con mayor presencia en 
el panorama político actual. El carácter bidireccional y la 
posibilidad de establecer un diálogo directo, es uno de los 
principales atractivos de Twitter. Las nuevas tecnologías 
replantean una comunicación más horizontal que resigni-
fica la política y la cultura desde la imaginación crítica. En 
este sentido la migración cultural y la proliferación de di-
versas formas de comunicación forman parte de nuestras 
vidas. Bajo la dinámica del capitalismo actual, el concepto 
de migración cultural es recurrente y redundante, reitera 
la dimensión del cambio e intercambio como elemento in-
herente a toda dinámica cultural. Es redundante porque 
las migraciones humanas no dejan de rehacer el concepto 
ni las prácticas culturales. Carlos Monsiváis en su ensayo 
“Del rancho al Internet” (1999) destaca la migración cul-
tural cómo pauta dominante del siglo XX, ahora en pleno 
siglo XXI, dicha dinámica se ha radicalizado hasta extremos 
insospechados: 
El siglo XX es entre otras cosas y muy fundamentalmente, 
época de migraciones, voluntarias y forzadas, causadas 
por el ansia de alternativas, la urgencia de mejorar el ni-
vel de vida, el afán de aventura, las ganas de sobrevivir. 
En las metamorfosis inevitables y en los desplazamientos 
de hábitos, costumbres y creencias, los migrantes cultu-
rales son vanguardias a su manera, que al adoptar modas 
y actitudes de ruptura, abandonan lecturas, devociones, 
gustos, usos del tiempo libre, convicciones estéticas y re-
ligiosas, apetencias musicales, cruzadas del nacionalismo, 
concepciones juzgadas “inmodificables” de lo masculino 
y de lo femenino. Estas migraciones son, en síntesis, otros 
de los grandes paisajes de nuestro tiempo. (Monsiváis, 
1999).
En y desde México lo cultural se despliega en plural. Nin-
guna cultura es mono-cultura, sino cultivo de diversidad 
51
Repensar la ética planetaria:

Continuar navegando