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Taylor & Theo
Por Marco Beckett
-Ya te he dicho, Taylor, hoy día, a las gatas (bah, en realidad, a todas las animales), les gustan más los chicos que conserven una mínima cuota de intelectualidad…
-¡Pero si yo la tengo! ¡Al menos cuando te pido prestado tus lentes para tenerlos puestos por unos segundos!
-Acabas de sacarte un 3 en Física, hermano…
-¿Y qué, sabiondo?
-¡Hey, bro! ¡Relájate! Se supone que somos como un liquen, y que cada vez que cualquier gato, rata, ratón, u otro animal nos ve juntos, no puede contener su incredulidad…
-Deja de embarrarte solo, Theo. Al menos tengo un 10 en…
-Sí, en Educación Física. Que no es lo mismo que…Física.
-¡Qué roedor insufrible eres a veces! ¡Me iré a trotar una hora al parque, ¿sabes!?
-Cómo tú digas, amigo…
-¡CORTE!, - es la obvia exclamación con la que Damián Basso, un cincuentenario director de doblaje de un puñado de series animadas producidas y distribuidas por un celebrísimo estudio norteamericano de la materia, emite a los dos principales actores de voz de la misma: Cristian Vélez y Josemith Ramírez.
-¿Lo hicimos bien?- es la también sencilla primera acotación del doblajista, un despreocupado muchacho que acaba de golpear la barrera de los treinta años, y que si le echaran una considerable cantidad de pintura rojo carmesí en spray encima, y le colocasen unos bigotes, unas orejas y un rabo de cotillón, tan distanciado no estaría del personaje al cual da vida, un gato antropomorfo de 1,80, de último año de secundaria, de contextura atlética, pero flojo desempeño escolar.
-¡¿Y a ti que te parece!?- exclama, antes que el señor Basso pudiera responder a su empleado, una rebosante Josemith- Toda cosa que involucre a un personaje masculino siendo interpretado por una mujer, no es otra cosa sino una labor placentera, jeje…
Ella está muy en lo cierto. Theo, una rata macho púber que apenas llega al cuarto de metro, y es la contraparte perfecta de lo nervudo que Taylor pudiera llegar a ser, posee la quizás graciosa particularidad de ser doblado por ella misma, sumando un nuevo caso a la curiosa lista de personajes concebidos en lápiz y papel que han sabido ser traídos a vida por una mujer, comenzando por el harto conocido Bart Simpson.
 -Ya lo sé- responde con simpleza Cristian.- Por eso es un lujo tenerte acá, laburando con nosotros. Y eso que no estarías acá si no fuera por…
-No empecemos, Cristian- interrumpe un tajante Damián.
-¿No empezar con qué?
-A hablar de política. Acá venimos a divertirnos, a relajarnos, a olvidar nuestras preocupaciones, a…
-Igual- interrumpe el joven- , sólo iba a acotar que Josemith no estaría acá si no fuera porque bueno, en su país se…
La paciencia del hermético señor Basso comienza a agotarse. Una mirada que empieza a crecer en intimidación, basta para que Cristian considere cambiar de tema de conversación, a modo de intento de pacificar el ambiente gobernante en el estudio.
-¡Cierto que me olvidé!
-¡Claro!- rápidamente se acopla una nerviosa Josemith.- ¡Hoy teníamos la entrevista en Radio 27-A!
-Donde precisamente íbamos a hablar de Taylor & Theo; vos sabés, Damián, la serie apenas tiene unos episodios aireados en Latinoamérica, y ya se volvió muy comentada.- es la aseveración de un distendido Cristian.
-Me alegro, che. No estoy muy al tanto del éxito o no que estos shows tengan, principalmente, porque estoy tapado hasta la punta de los pelos con laburos como éstos, que no es necesariamente lo que más despierte mi admiración, pero al fin y al cabo, es lo que me da de comer…
Josemith, algo apurada e invadida por los nervios, interrumpe a su empleador, solicitando que se prosiga con la rutina de trabajo, ya que no son muchas las horas que separan la entrevista radial con la situación en tiempo real. 
-Será mejor que volvamos a nuestras obligaciones, así no llegamos con lo puesto al estudio de 27-A, y podremos brindar a los oyentes un momento más que sublime.
Tanto el señor Basso como Vélez asienten sin problema alguno, y a las pocas horas, tarea finalizada mediante, las voces detrás de Taylor y Theo marchan a la ansiada entrevista. La ubicación de los estudios de doblaje en la zona norte del conurbano, empuja a los jóvenes doblajistas a tomar un auto hasta el microcentro porteño, en el cual se localiza la planta de 27-A.
Una hora y media de viaje en plena hora pico, es lo suficientemente espaciosa para que tanto Cristian como Josemith intercambien unas más que interesantes opiniones sobre el altercado ocurrido horas atrás:
-Caso perdido el de Damián, eh…-susurra esta locura y actriz de voz emigrada de Venezuela hace unos 4 años aproximadamente.
-No sé si estar o no de acuerdo contigo- (Cristian rápidamente incorpora y arrastra su usual cuota diaria de práctica de idioma neutro) 
-¿Cómo dices?
-Mira, Yose, antes de que el kramerismo llegase al poder aquí en Argentina, nosotros debíamos vivir de cualquier cosa menos de locutor, lo único que se doblaba era alguna que otra película animada de acá, de la cual sale una cada diez años, masomenos, y si no, tenías que tener una re suerte y quedar seleccionado como la próxima voz de algún famoso producto, mascota o marca…
-¿Y a qué vienes con eso?- continúa susurrando la muchacha caribeña.
-Que al llegar ellos al poder, comenzaron a existir políticas que permitieron que nosotros pudiéramos tener el empleo del que siempre quisimos vivir, y dejar de tener que laburar de vendedor de libros, electrodomésticos, o incluso de boletero de subte. Damián de hecho tuvo ese último laburo, para poder llevar el pan a su mesa-asevera un Cristian que oscila con facilidad entre las influencias del neutro y el cotidiano rioplatense. 
-¿Y qué tiene que ver eso?- lo interroga Josemith.
-Que su apoyo incondicional (y en parte el mío) al kramerismo es entendible. 
-¿No entiendes que ellos apoyan a toda esta gentuza que ha destruido a mí querida Venezuela y provocado que ya unos 5 millones de nosotros hayamos abandonado el país?
-Ay, Yose querida-intenta desentenderse el joven actor de voz argentino.- Tu país no sólo está mal por eso, no te creas, sino porque otros no pueden entender que cada nación elige a sus líderes y que eso debe res…
-Esos otros países te dan el dinero diario que necesitas para vivir, con el que puedes comer las 4 comidas al día, comprarte la ropa que llevas puesta, viajar a dónde quieras (algo que prácticamente es inexistente en mí país), y… 
-Ja, ja, ja- Cristian ríe a medida que oye las palabras de su compañera, aún (en una suerte de inconsciente no tan consciente suyo) sabiendo que portan cierta delicadeza. -¿Te das cuenta que pareciera que estamos hablando como si fuéramos los mismísimos Theo y Taylor? 
 El auto se aproxima cada vez más al lugar de destino. El chofer permanece callado, mas presta atención a lo que los dos artistas parlotean entre sí. Si ninguno de ellos es capaz de decirle algo más allá del “¿Cuánto es?” al arribar al estudio de la radio, es porque ambos (podría decirse) pertenecen a esa clase de personas que es consciente de que existe gente con la que (a lo mejor) nunca volverán a tener contacto alguno en su vida, y por ende, no vale la pena entablar conversación alguna con ellas. 
Eso sí, al descender del coche, luego de que un Cristian para nada exento de caballerosidad abone el importe total del viaje, el conductor en cuestión se despide diciendo:
-Preste atención a lo que dice la joven. ¡Buena vida!
La tonada y sus rasgos ciertamente caribeños lo delatan. Josemith le esboza un cabeceo cómplice, al mismo tiempo que el vehículo sale disparado a realizar su próximo traslado. 
-¡Hey, Taylor, deja ya tus flexiones de brazos!
-¿Qué te ocurre ahora, hermano? ¿Acaso vas a volver a retarme al ajedrez o alguno de esos juegos dónde me retas sólo porque sabes cómo ganarme siempre?
-No, menso. Tenemos que enviarles un saludo a nuestros oyentes y simpatizantes de Argentina y toda Latinoamérica, que nos están escuchando.
-Ah, lo siento mucho, jeje. Bueno, chicos y chicas, les habla Taylor Philips, el gato más guay y apuesto del mundo y les envío mí más cálido saludo…¡MIEOW! 
-Queridos y queridas oyentes, les habla la rata más inigualable en inteligencia que haya podido existir alguna vez, el genial Theo Rhodes. Espero que el intento de maullido galanesco de mí hermanastro no los haya hecho bostezar, y que...
-¡¿Pero acaso no soy un bombón y un gentleman?!
-¡Déjame terminar y te diré que sí!
-De acuerdo, bro.
-Gracias. ¡ Y a ustedes de nuevo, fans nuestros de Argentina y el continente, les deseamos que terminen el día de la mejor manera posible, y no se olviden de vernos todos los viernes a las 19 horas, sólo por P&P Channel!
Los conductores del programa, junto a los operadores y musicalizadores, se deshacen en elogios a Cristian y Josemith, los cuales algo sonrojados pero más que satisfechos por su improvisación, agradecen para luego compartir algunos minutos de charla con ellos (algo que encuentro totalmente innecesario de detallar), y finalmente concluir el día en uno de los bares más próximos a los estudios 27-A. 
Al ritmo de la puesta del sol, ambos jóvenes se conforman con pedir un capuccino y dos tostados, cada uno. La muchacha venezolana empieza a sugerir que, al haberse hecho cargo su compañero del pago del viaje en auto, es ella quien debe, ahora, abonar el consumo en el bar:
-¿Estás completamente loca?
-¡Pero si el que pagaste el carro fuiste tú!- exclama Josemith, que aún ha tenido dificultades para desacoplarse por completo de sus raíces vinotintas.
-¡¿Pero cómo se te va a meter eso en la cabeza?! ¡Dejá que pago esto también!
-¿Acaso estás seguro?
-Sí.
Ella hace una muy breve pausa, pensativa. Luego, tras realizar un fugaz análisis de la situación, responde:
-Bueno, encantada entonces. Si fueras simplemente alguien más lúcido, algo más inteligente, y un poco menos parecido a Taylor…
-¿En qué sentido lo estás diciendo? Que yo sepa, Taylor es un chico que tampoco es un burro, cuando Theo lo ayuda, incluso puede llegar a sacarse algún 7 u 8 en Geografía, u Historia. E incluso hubo cierta ocasión donde no necesitó de él…
-Sí, en Educación Física.
-Bueno, y en Plástica. O en Música.
-Jaja, que sí resultas ser gracioso. Pero sabes muy bien que te hablo de otras cosas. Como el altercado con Basso, y lo de la mirada del chofer del auto.
Cristian queda algo perplejo, mientras intenta comenzar a engullir el segundo de sus tostados, el cual deja caer sobre la mesa.
-Él era claramente de los nuestros- prosigue Josemith.- Es un buen ejemplo de lo que podría ocurrir con tu país en un tiempo, si no existe un cambio repentino de consciencia en sus ciudadanos, entre ellos, tú.
-Ay, Yose- vuelve a desentenderse Cristian. – La vida ya es demasiado ajetreada y dura para que tengamos que hacernos mala sangre por cuestiones que no están bajo nuestro control y que, al menos en mi caso, no despiertan ningún tipo de interés.
-Yo simplemente trato de demostrar que me importas mucho, más como amigo que como un colega, estos meses de trabajo han bastado para que yo ya empezase a tratarte como tal- es la aseveración de una Josemith verdaderamente preocupada por la despreocupación de su colega laboral.
-Yo entiendo tu punto y a dónde querés ir, ¿sabés que pasa? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Dejar que todo el tiempo nos gobierne la derecha? ¿Permitir que nuestros sueldos sean recortados sin piedad, una y otra vez? ¿Mirar para otro lado si un policía mata a quien se le ocurre matar? ¿Pagar boletas impagables de x o y servicio? ¿Abrir los puertos y aeropuertos y dejar que entre toda la mercadería importada que deba entrar, y que cierre una fábrica diferente, día a día?
-El año pasado, la negligencia del kramerismo en la situación de público y global conocimiento llevó a cientos y cientos de emprendimientos a cerrar, por no decir miles. Este mismo bar algún día podría sufrir ese mismo destino, y…
Cristian, ansioso por finalizar su merienda, la interrumpe y apura:
-Mirá, Yose. No es por ofenderte, pero me gustaría cerrar este gran día en mi casa, tranquilo, recostado sobre el sofá, escuchando primero la entrevista que dimos a los de 27-A y luego ver algo copado en la tele, quizás, una enésima maratón de los episodios ya estrenados acá y en el continente de Taylor & Theo. Vos sabés que tengo una enorme admiración por vos, desde el primer día que nos vimos cara a cara, y siento que si me tenés un montón de aprecio, todo lo que podés hacer es no hacer nada que me arruine esta excepcional jornada que tuvimos. No lo tomes a mal, por favor- termina de implorar el joven.
Josemith, la cual ya ha concluido su capuccino y tostados, suspira en señal de entendimiento, a regañadientes. 
-De acuerdo. Yo creo que, al igual que tú, iré a mi casica y me echaré sobre mi camica un ratico, oyendo la entrevista, y después a escuchar un poco de música. Capaz, de lo cansada que me encuentro, ni siquiera cocine, y termine por llamar a alguna casa de comida, donde seguramente seré atendida por un repartidor, también de los míos.
-Bueno, seguramente pases un buen rato con todo eso- afirma su colega, el cual nuevamente pretende calmar las aguas.
Ambos vuelven a solicitar un auto en pos de regresar a sus sendos hogares, acto seguido separan el efectivo para la propina de la moza que los ha atendido aproximadamente una hora y media atrás, y, finalmente, se despiden, no sin antes haber pagado la merienda a través de la tarjeta de débito de Cristian.
Llegado por fin a casa, el joven locutor argentino se dispone a cumplir con la rutina nocturna que había adelantado a Josemith. Se descalza apenas pone sus pies en el living de su casa tipo PH en Saavedra, donde es –valga la redundancia- recibido por su siamesa de tres años, a quien inmediatamente sirve comida. La jornada, para él, concluye en su sofá, donde primero busca, en su Smart TV, en un altamente conocido sitio de vídeos, el reportaje concedido a 27-A, mientras disfruta de una gaseosa sin azúcar. Sus ojos se pierden en una figura de acción de Taylor Philips que su madre le ha regalado unos meses atrás, con motivo del Día del Locutor. A continuación, se desvían en un cuadro que contiene enmarcados algunos sketches del personaje, donados de Estados Unidos por el staff de producción de Taylor & Theo, esta serie que ha de haberse sabido ganar el corazón de miles de familias (porque siempre habrá, en cualquier rincón del mundo, padres e incluso abuelos que se deleiten viendo dibujos animados) en el mundo entero, y se emite, en el caso de Latinoamérica, los viernes a las 19 horas. 
La vista de Cristian luego se dirige a un póster de la serie, que no es otra cosa sino su tarjeta promocional, pero unas cuatro veces mayor en tamaño. El joven dedica una sonrisa cómplice a la altura de donde Taylor aparece en la gigantografía, como si ambos se encontrasen frente a frente, en una misma línea de tiempo y espacio. Motivos no le sobran: Cristian, al igual que el gato antropomorfo a quien da vida, adora despertarse todas las mañanas a salir a correr al parque, utilizar algunos de los aparatos aeróbicos que éste ofrece, pasar una hora en el gimnasio o el natatorio, llevar puesta remeras y pantalones algo ceñidos, comer sin culpa comida chatarra una vez a la semana (únicamente), jugar al básquet con amigos o encerrarse un viernes o sábado a la noche a jugar a algún juego de acción real, de plataforma o de disparos en su computadora gamer.
Entonces, sus ojos se cierran, al compás de los últimos instantes de la entrevista. Deja caer el contenido sobrante de la gaseosa y el control remoto sobre la alfombra que yace junto al sofá, y entra en sueño.
-Theo, ¿estás ahí? ¿Theoooo? ¡Theo! ¡Theoooo! ¡Oh, por Dios! ¿Dónde puede estar? Oh, por favor, esto no puede estar ocurriéndome…
En su inconsciente, Cristian da unos pequeños y repetidos giros hacia el respaldo del sofá y hacia la dirección donde está la alfombra.
-¡¿Cómo puede ser que no esté aquí, en casa!? Esto es terriblemente extraño, ¡ya tendría que estar en el living, viendo sus programas de biología o química favoritos, chicaneándome por el 6 que obtuve en Francés, en contraposición a su enésimo 10! 
¿Alguien me puede explicar quéestá sucediendo?
La cabeza del recientemente treintañero locutor empieza a procesar unos sonidos típicos de alguien amordazado.
-¡MGJURUJUM! ¡MRRRJUGRUJUM!
-¿Y ese ruido de dónde puede provenir? ¡Tendré que averiguar por toda la casa!
Al cabo de unos segundos, el extraño sueño de Cristian toma un nuevo cariz:
-¡Papá! ¡Señora Rhodes! ¿Están bien?
-¡Sí, hi…hijo! ¡E...eso qui…quisiéramos decir!
- ¿Y Theo? ¡¿Se puede saber dónde está él?
-No sa…be…mos, que…rido, ¡entra…ron unos hom…bres con capu…cha, y se lo lle...va…ron!
-¡Oh, Dios mío!
Un jadeante Cristian, de golpe, abre sus ojos. No puede creer lo que acaba de sucederle. Observa el enchastre generado por el vuelco de la gaseosa en la alfombra, y al control empapado por la misma. Prueba el dispositivo, que afortunadamente aún funciona. Algo sonámbulo, recoge el secador de piso y un trapo, lo pasa rápidamente sobre la volcadura, y pliega la zona afectada del tapete, con la esperanza de verlo seco en unas horas. Al no saber qué hacer para intentar pegar un ojo tras la pesadilla vivida, decide repasar algunos episodios de Taylor & Theo en el televisor. Recuerda aquel capítulo inicial, donde se presentaba a los dos protagonistas como la extraña combinación entre un gato rojo carmesí hijo de un padre viudo cuya esposa fuera arrollada por un auto conducido por un doberman alcoholizado, y una rata parda enviudada gracias a un montículo de veneno depositado en el rincón de alguna casa preocupada por la presencia de roedores; de cómo el Señor Philips -un abogado- educó en varios aspectos al huérfano de padre Theo, generando en él su envidiable existencia respecto a su hermano; de aquel episodio en el que Taylor ayudaría a su hermanastro a obtener el campeonato escolar de paintball, dejando llenar su pulido torso de marcas de bala; aquella ocasión que Theo intentó imitar –con relativo éxito- al joven gato, sólo para darse cuenta que debía ser él mismo; el capítulo en el que Taylor aprendería tae-kwondo a fin de aprender sobre defensa propia, luego de que unos bulldogs matones lo golpearan salvajemente al intentar defender a la gata de sus sueños…
Y un interminable etcétera.
La maratón resulta ser más larga de lo pensado o estipulado, lo que hace que Cristian eventualmente vuelva a cerrar sus ojos. Al cabo de unas prolongadas horas de sueño, despierta, mas ahora resultan ser las 15 horas de un templado miércoles de septiembre. Cae en la cuenta de que no ha ido ni al parque, ni usado sus aparatos aeróbicos, ni al natatorio, ni a jugar al básquet con amigos, o a tomar su habitual café en algún local de cadena extranjera de cafeterías. 
-Tengo que instalarme en la cabeza que sólo es un sueño que cualquiera tiene, sólo que en mi caso, fue al fin de un excelente día, como el que ayer había sido- dice para sí.
Meditando sobre el acontecimiento experimentado durante la noche y madrugada, se resuelve por comprar en la farmacia más próxima unas pastillas conciliadoras de sueño, efectúa una caminata de alrededor de una hora, y regresa a su hogar.
Se pone a reflexionar acerca de la pesadilla, mientras a si mismo se pregunta: 
-¿Es todo tan casual esto? ¿Justo cuando Josemith me habló de esas cuestiones que tanto la tienen a maltraer? Mejor pienso que no, y que simplemente tuve esta pesadilla porque me he encariñado demasiado con Taylor, que fácilmente podría soñar con él ya que pasó a ser parte de mí vida, y las pesadillas, básicamente tratan de eso. 
La reticencia de Cristian a no asociar al episodio a lo que Josemith le había planteado durante diferentes pasajes el martes, es algo entendible: él es un muchacho que fue criado en un ambiente de militantes progresistas, en tanto que, ya en la universidad, dónde aprendería actuación, y luego locución, se siguió codeando con lo que puede llamarse el mundo izquierdista. Además, en algún que otro momento tenso en su vida, no tenía problema alguno en armarse y encender un porro, y hacer, cada tanto, algún comentario relacionado a la causa de la legalización de la marihuana, algo prácticamente asociado a las corrientes de izquierda y progresistas.
El miércoles a la noche encuentra a Cristian en una situación similar a la del día anterior: sólo agrega a ella la ingesta de una pastilla somnífera con la que logra rápidamente sellar sus ojos, no sin antes reproducir música ambiental y zen. Pero para su desgracia, las escenas se repiten: ahora Taylor se halla junto a su padre y madrastra, intentando elaborar un identikit de los posibles raptores de Theo. Acto seguido, el joven gato antropomorfo preguntando a distintos animales sobre sus posibilidades de descifrar las identidades de éstos, con algunas respuestas más o menos amistosas que otras: los perros en su mayoría, con la excepción de los chihuahuas, dálmatas o caniches, brindan por lo general expresiones no muy agradables para con Taylor; los peces que nadan en el lago del parque de la ciudad donde la serie transcurre, lo mismo; algunos de los animales que se muestran compasivos con el felino son los cocodrilos del mismo lago, alguna que otra ardilla, zorrillo, zorro o erizo, entre otros. 
Las pastillas sólo han ayudado a Cristian a no despertar desesperadamente en mitad de lo madrugada, lo que hace que el jueves se levante menos jadeante, más aún preocupado por la repetición de las imágenes poco felices en su inconsciente. Decide llamar a Josemith y explicarle lo que viene ocurriéndole:
-Hola, Yose querida. Seguramente no podrás creer lo que me ha ocurrido estas dos últimas noches…
Del otro lado, ella responde:
-Ya sé, estuviste mirando documentales sobre la destrucción de mí país por el populismo y me escuchaste- habla algo entusiasmada.
-No, no, nada que ver-susurra él.- De hecho (e imploro que no se te escape una sola risa), tuve unos principios de pesadilla en las cuales Theo era raptado por gente encapuchada, aunque lo último que reconozco en haber soñado es que Taylor preguntaba desesperadamente por él a los demás animales de Darwinville.
La risa de la locutora venezolana no se hace esperar:
-¡Te dije que no te rías! ¡A ver si a vos te pasa lo mismo, y te gustaría que te hagan lo mismo!-exclama un exasperado Cristian.
-Me río para no llorar, bro. ¿No te estará diciendo algo esa pesadilla?- responde Josemith en cuanto la risa se le afloja un poco.
-¿Qué se yo, Yose? Tranquilamente puede ser que, sencillamente, soñé que Theo era secuestrado por unos don nadie, lo que, por cierto, podría ser una brillante idea de capítulo de la serie, ¿no te parece?
El fastidio empieza a hacerse notar en la voz de la venezolana:
-¿Acaso no sabes aún que no pueden sugerirse episodios de una serie a ninguna compañía, ya que todo se elabora puertas adentro?
-Sabes que estoy bromeando.
-¿Por qué soñarías de repente que el personaje al cual prestas voz, tiene a su hermano secuestrado por gente encapuchada? Al menos para mí, eso suena familiar.
-¿Qué me querés decir? ¿Qué esto está hecho a propósito para condicionar mí pensamiento? Si eso fuera así, entonces debería considerar seriamente en desistir de grabar la serie.
Esta última afirmación deja un tanto perpleja a Josemith, quien, a modo de cerrar la conversación, espeta:
-¿Cómo? ¿Qué vas a dejar de dar vida al personaje que tanto admiras, porque no puedes no poner tu línea de pensamiento por encima de todo?
-Querida- pasa a hablar él. – Me estoy empezando a sentir muy presionado. Es enorme la presión que sobre mí está cayendo. Es muy raro todo, no sé con exactitud porque esto tiene que ocurrir conmigo, no sé si lo que digo o no es lo que siento, pero entendé que aún es muy rápido para sacar conclusiones.
-Mmm, como sea. Mañana debes venir porque justo es el episodio en el que Theo conoce a su amigo vegetariano, ya que yo soy una, y debe salir a la perfección. Sólo espero que si hoy vuelves a tener una pesadilla, no me estés llamando, ya que parece ser imposible que entres algo en razón-exclama Josemith 
-No te preocupes, amiga -busca distender Cristian el asunto.
-Cuídate, por favor-finaliza la caribeña.
Sin tiempo para salir al parque yhacer uso de sus dispositivos aeróbicos, el joven se apresta a cumplir con su rutina cotidiana, primero acudiendo al natatorio (al que asiste los días impares), luego disfrutando de su café en local de cafetería multinacional, continuando con un pequeño partido de básquet con amigos y cerrando la jornada en su casa, donde recibe un correo de Damián Basso con guiones correspondientes al capítulo antes mencionado por Josemith, en el cual Theo entabla amistad con un adolescente vegetariano, y un segundo episodio dónde Taylor pugna por ser la nueva figura y cara de un restaurante de comida rápida. El correo es inoportunamente cerrado por una imagen de Celia Kramer, la máxima referente del kramerismo actual, a la que el señor Basso muestra una obvia y profunda devoción.
Es habitual que el director de doblaje y empleador de Cristian envié imágenes de tal calaña a modo de cierre de sus mensajes, algo que no siento necesario de criticar (por cierto, un profesor mío concluía los correos con la actividad de la semana con videos o imágenes de Riquelme u otros importantes jugadores de Boca), pero sí encuentro un poco pretencioso y burlón.
A medida que entrena las frases, las mentaliza y vuelve a intentar perfeccionar, Cristian nuevamente vuelve a entrar en sueño. Su notebook, instantes atrás apoyada sobre sus rodillas, se desliza de manera milagrosa hacía su abdomen, y sus ojos parecen estar pegados con adhesivo tipo gotita. 
-¿Duele? ¿Querés que duela aún más?
-N…n…no, señor no, ¡se lo suplico!
-Entonces, decinos YA MISMO, dónde está tu hermano… ¡PERO YA! ¡YAAA!
-¿Y cómo lo po…dría yo s...sa…ber?
¡AIIIIIRGHHH!
-¡DECINOS DÓNDE ESTÁ TU HERMANO, YA MISMO!
Estás últimas acotaciones coinciden con el momento en que nuestro compatriota doblajista empieza a sacudirse sobre el sofá. Hace días que ha dejado de dormir en su habitación. La siamesa de tres años que desde hace tiempo es su única acompañante, ya no sabe para dónde corretear del nerviosismo que le produce la escena de ver a su amo no pudiendo dormirse con debida normalidad.
-Déjenlo en paz, chicos.
-Pero, Celia, se supone que debemos traer a su hermano hasta aquí también, cómo usted deseaba…
-Sí, sí, tal cual. Sólo quería presentarme ante esta rata repugnante…
-¿Y u…sted se…ño…ra? ¿Quién es?
-Dejate de hacer el pobrecito, porque si ésta es la clase de gente que se opone a nosotros, al amor, a la felicidad, a la solidaridad, a…
-¡Qué voz algo insoportable es la suya,seño…!
¡AIIIIIRGHHH! ¡AIIIIAAARGH! ¡AOUUUCH!
-Sigan golpeándolo hasta que ya no reaccione. Conmigo no se jode. Y si no, pregunten a mi amigo y aliado, Nicanor Huerta, qué ocurre con la gente que intenta envalentonarse para con nosotros. ¿O no, querido? ¿No es así?
-Sí, mí Celia querida. ¡Cómo me cuesta decir tu nombre sin confundir el de mí esposa, por cierto!
-Eso es lo de menos, jajaja. Mira como continúan defigurando a esa pobre rata, y si digo pobre, es porque ni siquiera su hermano, el tal Taylor Philips, es capaz de entregarse con tal de salvarlo. Así va a terminar, todo reventado, que va a parecer una caja de jugo completamente aplastada…¡JA JA JA! ¡JA JA JA JA JA!
Los constantes movimientos de Cristian terminan por espantar a su mascota, la cual bruscamente salta directo a sus mejillas, provocando que el actor de voz despierte agazapado y totalmente desesperado, al sentir un impetuoso rasguño a su mejilla izquierda, que incluso llega a su nariz. La computadora es amortiguada por la rigurosidad del tapete, y no sufre roturas mayores. 
El joven mezcla sus jadeos con gritos de dolor producto de la violenta acción de su siamesa, mas lo que en realidad ello empieza a denotar, es su angustia resultante de tres noches seguidas de repetir sueño. Sólo que esta vez ha visto lo que, quizás, faltaba para convencerse. 
Mira la hora en su reloj inteligente de su muñeca izquierda, mientras pasa algodón y alcohol por la herida, dejando soltar unos débiles chillidos de dolor al hacerlo. Luego se coloca unos apósitos y regresa a la mesa del comedor de la casa. Son las 5 de la mañana. Trae la notebook al mueble en cuestión, y chequea que nada le haya pasado. Para su suerte, aún funciona, no obstante, pocos segundos transcurren desde que abre los archivos con los guiones de los episodios a doblar en horas, hasta que decide levantarse, dejar el dispositivo en hibernación, y prepararse una jarra entera de café puro. 
Bebe un pocillo cada 25 minutos, aproximadamente, la mayoría de las veces deambulando por las pocas habitaciones el inmueble e incluso el pequeño patio trasero con parrilla que éste ostenta. 
Uno de los momentos que hace aguar un poco los ojos embebidos en café de Cristian, es cuando se adentra en su dormitorio, empapelado de dibujos de sus personajes doblados a lo largo de su trayectoria, que más de un simpatizante le ha dedicado en alguna que otra convención o evento de cultura popular. Una de sus paredes exhibe una biblioteca con los libros de esas producciones, y DVDs con sus temporadas. Otra de ellas, contra la que la cama está tendida, muestra pósters originales de los distintos personajes a quien supo dar vida, en su mayoría, para series de P&P (sigla de Paper and Pencils), el canal líder mundial en contenido dirigido a niños y adolescentes.
Llegadas las 10 de la mañana, un nuevo auto recoge a Cristian. Apenas llega a saludar al chofer, quien increíblemente resulta ser el mismo del viaje del martes por la tarde. Pero nuestro compatriota se desploma sobre los asientos del vehículo, a lo que el conductor, quien aparentemente reboza de empatía, no emite palabra alguna, y pone el auto en marcha.
-¡Aquí estoy! ¡No es necesario decirles que dejen en paz a mí hermanastro!
-¡Ajá, ahí está ese maldito y asqueroso gato! Consulta, ¿Cómo es que has llegado a mí guarida?
-Eso no importa ahora, abuelita, simplemente quiero que entreguen a...
¡AAAAAUGGSSSHHH! ¡AAAAIIIIIRGSH!
-¡COF, COF! ¡TUFSH! Awwww, e…eso doli…ó mu…cho. Estoy escupiendo san…gre.
-¡Y será peor si no me dices o revelas cómo lograste saber acerca de mí paradero!
-¡Oh, santos cielos! ¡Resultaron ser siberianos, tus secuaces!
-Mis servicios de inteligencia. Los cuáles empezarán a estirar tus dedos, por no decir garras, hasta que ellos te queden tan flexibles como los brazos de un muñeco inflable de lavadero, si no me dices, de una puta vez, cómo sabes de nuestro búnker y su locación.
-No te lo diré, porque he decidido entregar mí vida, por la de Theo.
-¿Qué haces, bro? ¿E-estás lo… co?
-Para nada, sólo quiero que a mí hermano, más que un hermanastro, lo dejen ir, ya que él es alguien que aún vale la pena en este mundo, y es, fue y será imprescindible para muchas personas, él aún puede serle útil a esta sociedad; en cambio, yo, no lo soy…
-No digas eso, Taylor, sí que lo eres.
-No. Al menos tú posees el razonamiento suficiente que uno necesita en la vida y puedes distinguir sin ningún inconveniente, qué es y qué no es correcto en este mundo.
-¡YA BASTA! ¡ME HE IMPACIENTADO! ¡SI ESTE GATO APESTOSO DESEA MORIR, QUE LO HAGA! ¡LARGUEN A LA INMUNDA RATA A SU LIBERTAD! ¡HE HECHO LO HABIDO Y POR HABER, POR LOGRAR QUE LOS DOS FUERAN EJECUTADOS! ¡AHORA LA QUE SE HARTÓ, FUI YO!
-Ta…Ta…Tay…
-¡CÓRRANLO! ¡HASTA QUE SUS PULMONES NO DEN MÁS!
-¡BWARRRRF! ¡GWAWFFF! ¡WAOOURGF! ¡BWOOOWRF! 
-¡Ay, mamá rata! ¡Que Dios se apiade de míiiii!
-No te preocupes hermano mío, cuida de mí padre, cuídate tú, de mí madrastra y mis amigos. Tú estarás más que bien, lo sé, y…
-¿No ves que ya ni te oye de lo tan cobarde que es? Ahora tendrá el terrible cargo de conciencia, de por vida, de no haber tenido la valentía que tú aparentemente tienes, y sacrificarse por ti. Igual, descuida, ya no hay tiempo para lamentarse de nada. Cómo has demostrado ser alguien muy corajudo, lo mejor que puede ocurrirte, ¡es que sufras la peor de las torturas posibles, antes de conocer tu muerte! ¡JA JA JA JA JA!
Los que quedaron, llévenselo, y asegúrense de que su tormento sea el más indescriptible posible. ¡ANDANDO!
-E…e…sólo espero que…que…no m…e ha…ga…n na…da ma…lo… ¡WAIIIRGHH! ¡AOUUURGHH!¡AIIIIA! ¡A…!
El auto se detiene en la puerta de los estudios de doblaje. Cristian es sacudido con impetuosisad por el chofer del vehículo, y éste apenas alcanza a emitir algunos jadeos muy tenues.
-¿Le ocurre algo, amigo?- le espeta el conductor, portando su barbijo y mirando a su alrededor que la gente no malinterprete la escena.
-Sí, sí, digamos que sí- esboza el joven.- Creo que he entendido el mensaje suyo, de la otra tarde. 
-¿Mí cara?
-Eso mismo.
-Mejor entonces. Lo que sí, le sugiero que se baje ya mismo del carro, ya que ya lleva casi 100 pesos de recargo por demorar en descender y restarme tiempo de trabajo, ¿de acuerdo?
-Como tú digas, y buena vida. 
Cristian llega a las cabinas de doblaje de Taylor & Theo , siendo curiosamente el primero de los locutores en arribar. Damián Basso lo aguarda, como de costumbre, mirando un discurso de la Señora Kramer dado años atrás. El cincuentenario director aprovecha la ausencia de Josemith y pone su atención, sin ningún pudor, en diferentes videos donde la controvertida líder política a quien tanto admira, hace exhibición de su amedrentadora oratoria. Al notar el arribo de Cristian, le ofrece un café, mas su dirigido lo rechaza amablemente. 
-Voy a dar una repasada al guión, si no te molesta- afirma con su celular en la mano, el cual utiliza cuando ha de haberse olvidado imprimir su material de trabajo.
-Bueno, como quieras.
-Me siento con cierta acidez o como el pecho un poco ardiente, igual de más está decir que estoy en condiciones de trabajar.
-Sí vos lo decís- es la poco esforzada respuesta de Damian.
A las cabinas van llegando otros actores de voz, los cuales representan otros personajes de la serie, algunos con la envidiable habilidad de dar vida a más de uno de ellos, quizás por ser estos menores o de muy poca relevancia. Se van sentando alrededor de una mesa, comandada por el Señor Basso, que comienza a tímidamente cerrar su laptop personal y a encender las consolas y la computadora desde la cual se editan las piezas grabadas, y los micrófonos.
El operador y Josemith son los últimos en llegar. Damián la saluda con un ademán que denota admiración, aunque incapaz de trasladarlo a la necesidad de recapacitar sobre sus afiliaciones ideológicas.
Los asistentes recinen su respectivo guión, con sus correspondientes diálogos sombreados con resaltador. Basso les dan media hora para que los relean, ya que luego empezará a hacer pasar a cada uno de ellos, a recitar lo que deban recitar.
En ese espacio de tiempo, el director ve necesario ir al baño, situación que es aprovechada por Cristian para que se arrime a Josemith (a quien tiene en frente), y le narre sobre lo acontecido durante la noche. La reacción de esta última, azorada por lo oído, es hacer ademanes al resto del equipo, muy ligeros, que son interrumpidos por el regreso de Damián a la sala.
-¿Qué estaban haciendo? – interroga.
-Planeando salir todos juntos a la noche, ya que es viernes- emplea como excusa Sofía, una de las colegas de nuestros protagonistas, y que entre otros personajes, da vida a la señora Rhodes.
-Después habrá tiempo de pensar en eso, ahora, ¡concentrémonos en esto!- apura el director con una cuota de tensión en su voz. Se queda observando a Cristian, quien es el primero en tener que entrar a la cabina de doblaje. Con una sencilla mueca y movimiento de ojos, lo invita a ingresar. El joven asiente con una sonrisa seca, y se introduce en el compartimiento. Damián se toma unos minutos en probar los micrófonos, consolas y computadora de edición con el operador, enciende el televisor de la cabina que los doblajistas usan como guía, y le da a su dirigido cinco minutos de práctica.
Por dentro, Cristian experimenta sentimientos encontrados. Palpita que está por protagonizar un momento que inicialmente se vislumbra como difícil de describir. Toma unos ligeros respiros, luego deja escapar un tosido en seco, y, al ver a Damián bajar su dedo índice izquierdo en un pestañeo, estalla:
-¿Dónde se supone que estoy? Se ve todo tan celeste, todo tan atizado de blanco…
Parece que han transcurrido menos de diez minutos desde que esos perros malechores con cara de lobo me sumergieron en ese tanque de agua, colgando de una polea…
¿¡Hey, como puede ser? ¿Tan rápido es que mis dedos volvieron a la normalidad? Me los habían dejado como spaghetti…
¡Y mis ojos ya no lucen en compota, ni…!
Una metralleta de golpes sobre el vidrio, cortesía de Damián, interrumpe a Cristian, quien se descuelga rápidamente sus auriculares 
-¿Se puede saber lo que estás haciendo?- lo increpa.- Se supone que lo que tenías que hacer era arrancar con un bostezo y luego quejarte por la falta de pasta dental en el baño de la casa. 
¿¡Tan mal te está haciendo la acidez!?
Cristian sale brevemente de la cabina, y, algo más suelto y con un tono tan conciliador como gracioso, le contesta:
-Es que hoy pensé… ¡es viernes! Por ende, creo que podíamos arrancar la jornada haciendo algo distinto, divertirnos, alargar un poco el tiempo acá, en el trabajo, y llegar lo más aproximado posible a la hora de merendar, ir a un bar y luego, por qué no, a comer.
-Ah, mira vos- responde, algo sobrante, Damián. -¿Vos pensás que yo no tengo una vida, hijos que ver, con los que compartir un rato, especialmente este día dónde la semana concluye y apenas pude verlos?
-Sí, pero llegué a creer que vos también necesitabas distenderte, con todo lo que pasa, y que estaba en tu deseo, cerrar la semana con cierta dosis de entretenimiento, jugar con vos un rato como reconocimiento a todo lo que significás para nosotros, y…
-Con que aceptes mi café, que es todo lo que te puedo ofrecer, basta-corta el señor Basso. –Es evidente que te puso molesto verme viendo lo que sabés que estaba viendo, en la notebook.
-¿Para tanto?- se defiende Cristian.
-Sí, Cristian. Antes del domingo a la noche, yo debo entregar estos archivos a la filial de P&P en Argentina, y así ésta la envía a la central de la región, en México, que depende directamente de la sede madre en California.
Otro de los doblajistas, Fernando, quien interpreta al mejor amigo de Taylor, un canguro oriundo de Brisbane y practicante de tae-kwondo, salta en defensa de su compañero.
-Dami, todo bien, pero te estás poniendo medio denso con este asunto. Nosotros, o al menos yo, también estamos de acuerdo en que hoy podríamos aletargar la jornada así nos divertimos y relajamos, de la malaria que este gobierno, en el que habíamos depositado toda nuestra confianza, nos ha metido.
Al cincuentenario hombre, empiezan a ponérsele los ojos en rojo.
-¿¡Quién más está hoy delirante, con ganas de decir pelotudeces, de, entre comillas, jugar? 
De a poco, los locutores, con excepción de Josemith, se levantan de la mesa.
-Yo-simplemente señala Víctor, responsable de poner voz al mejor amigo de Theo, un loro capaz de hablar alemán, español, francés, italiano, ruso y turco.
-Y yo- se acopla Analía, una de las que da vida a más de un personaje, entre ellas, una panda moza de un restaurante chino, una zorra peluquera, y una delfina campeona estatal de natación.
-Lo mismo para mí- declara Juan, quien ni más ni menos, es el hombre detrás del padre de Taylor.
Todos están ahora parados. Josemith, quien intenta hacerse la desentendida de la situación, golpea con un notable nerviosismo, sus dedos sobre la mesa.
-¿Qué carajo les tuvo que haber pasado, para que hoy todos vengan así, a boicotearme el laburo?- se queja un apenas más relajado, Damián.
Es entonces cuando Clara, locutora que da voz al interés amoroso de Taylor, una snowshoe amante de la pastelería, le espeta:
-Nada nos estuvo ocurriendo. Hablás de laburo boicoteado, pero seguís teniendo una extrema admiración por una mujer y afines, que nos han embaucado, nos hicieron cómplices y amantes de todo lo que ella y lo que la rodea representa. Como una madre divorciada hace con sus hijos al llevarlos a pasear y les compra todo lo que le piden, sólo para que éstos hablen mal del padre y lo ensucien. Bueno, esto es lo que durante años ocurrió con nosotros…
Damián empieza a esgrimir unaexpresión de acero en sus ojos.
-¿Implementaron políticas destinadas a darnos trabajo? Sí, y se lo agradeceríamos sin ningún pudor, si no fuera que tarde o temprano, nos damos cuenta que nos volvimos cómplice de toda la desazón que ahora esta gente trajo, porque ellos funcionan así, como el ejemplo citado de la madre divorciada, y tenemos a una compañera-Clara apunta con la mirada a Josemith- que tuvo que venir acá a rehacer su vida y seguir viviendo de lo que más ama hacer, por cómo esta clase de personas, si se puede llamárseles así, devastó su precioso y hermano país, un camino que nosotros mismos estamos recorriendo, y que llevará a que todo el doblaje latinoamericano se concentre en Méx…
-¡Suficiente! ¡Me han convencido!-vuelve a tomar Damián impulso a través de su voz.
Todos, incluso Josemith, quien ahora sí ha decidido levantarse de su asiento, quedan algo mudos, y apenas alcanzan a esbozar una expresión de optimismo mediante el engrandecimiento de sus respectivos ojos. No obstante, el señor Basso rápidamente demuele cualquier esperanza.
-Me han convencido…de lo desagradecidos que son. Ustedes deberían besar la mano de Celia, la que les da y ha dado de comer, y debería importarles un comino con quién se sienta o no, a quién le da la mano o no, a quién deja hacer tal cosa o no, a quién opinar o pensar, o no, en fin… ¿A ustedes les importa que su suegro o suegra hable mal de ustedes a sus espaldas, y luego los invite a ver fútbol o les cocine unos ricos ravioles? ¿Ehhh?
Un prolongado silencio, digno de ser acompañado por una clásica estridulación, prosigue a las palabras de Damián. Sólo Fernando, un tanto ingenioso, acota:
-Creo que el martes dejé un atado de puchos en el estudio. ¿Puedo pasar?
-Pero si los de limpieza no dijeron nad…-intenta, sin éxito, detenerlo un Damián superado por la situación que está viviendo.
El doblajista se apodera del micrófono de la cabina de doblaje, se coloca los auriculares, realiza unos ademanes al operador, que, aparentemente habiendo tomado partido por los actores de voz, comienza a grabarlo.
-Taylor era mi amigo, mi hermano, aquel con el que íbamos para todos lados, con el que uno no podía ser nada sin el otro… ¿cómo no voy a vengarlo venciendo a estos tiranos? ¡FIYZUK-ZAK!
El señor Basso queda atónito ante el intento de Fernando de emular el grito de guerra de un taeokwondista. Golpea con las palmas de sus manos el vidrio que separa el compartimiento de la sala de operación, no sabiendo prácticamente qué hacer con tal de no mostrarse vencido. Al mismo tiempo, Clara se adentra a la cabina.
-Yo no sabía cómo decirle que no era mi chico, pero sé muy bien lo predispuesto y solidario que era para con sus amigos y seres queridos. Ojalá hubiese podido serle más correspondiente, aunque sé que con vengar su injusta muerte, lo estaré haciendo.
Casi de prepo, el resto de los locutores van ingresando a la cabina dejando al señor Basso cada vez más sin capacidad de reacción. Sólo Josemith y Cristian, aún no se han adentrado al compartimento.
-¡Unámonos en pos de hacer justicia por el injusto asesinato de nuestro querido amigo Taylor!
-¡Terminemos con los tiranos y embaucadores que sólo quieren creerse amos de nuestras vidas!
-¡Que la sangre escupida por este inocente y joven gato con toda una vida por delante, no haya sido en vano!
-¡Viva la vida!
-¡VIVAAA!
-¡Nunca me olviden, amigos y seres queridos! ¡Desde arriba les enviaré todas mis fuerzas!
-Nunca te olvidaré, bro. ¡Prometo vengar la terrible crueldad que han ejercido contigo!
LO PROMETO.
El señor Basso queda unos segundos en estado catatónico al observar cómo Josemith y Cristian han completado el grupo, y ahora todos ellos se hallan del otro lado del vidrio que separa la cabina de doblaje de la sala de operación. Se siente abatido, que ya a nadie le importará lo que con él pudiese llegar a ocurrir. Los fuertes gritos que sus dirigidos enarbolan al solitario micrófono con el que el compartimento cuenta, lo exasperan al punto de provocar que dirija su mirada de perro malo abatido, al operador, quien no demuestra arrepentimiento alguno de entregar el control del estudio a los doblajistas. Ante tal escena, el cincuentenario director solicita:
-Adrián, te doy cuatro días en los que tendrás que conseguir un nuevo jefe para esta gente. Yo, de mi parte, siento que ya no tengo nada más que hacer. Saludos.
Adríán asiente con su cabeza, como si no fuera demasiado importante lo que Basso acaba de informarle. Al notar que éste último ha dejado por completo la sala, esgrime una suerte de sonrisa tanto pícara como cómplice para sí.
Consumada la tarde, tanto Cristian como Josemith coinciden en el mismo café en donde habían estado el martes. El joven se muestra claramente más relajado, con cierta paz interior y esperanzado de poder volver a dormir con total normalidad, en su dormitorio y no en su living.
-Sabes- le recita la doblajista venezolana-, no te lo he revelado, mas siento que debo decirte algo.
-¿Qué cosa?
-Fui yo quien hablé, uno por uno, con nuestros distintos compañeros, anoche, sobre lo que te estaba ocurriendo. Me tomó como hasta la medianoche hacerlo todo. Al punto que lo que he comido entre ayer a la tarde y ahora, ha sido únicamente un té, tres tostadas con queso y mermelada, y una ensalada César.
-Uf, qué pena tremenda, eso-hace sentir su empatía Cristian.
-Para nada; eso significó lo que hoy vimos y vivimos.
-¿En serio?
-Sí.
-Bueno, creo que, gracias a eso, te merecés que no solo pague lo que consumamos acá, sino que también te proponga en un par de horas, cenar en algún restaurante copado; qué sé yo, en Las Cañitas, o Palermo Soho, o por qué no, en Costanera Norte.
Josemith esboza una sonrisa muy tierna, para luego admitir:
-Mira, querido bro, me encantaría sumarme y compartir juntos una noche inolvidable, pero ya mi novio me ha propuesto disfrutar de unos sushi y ramen en el Barrio Chino. Me siento una completa idiota al no haberte dicho nada sobre esto. En fin…
El joven queda por unos segundos algo perdido en el pensamiento, y con sus ojos revoléandose en cámara lenta, aunque luego se contiene y se expresa:
-Bueno, no hay drama, veré si con alguno de mis amigos planeo algo yo, también. Debería irme a casa y pedirme alguna pizza o caja de empanadas, aprovechar y hacer lo que estos tres días de….de… bueno, ya sabés, no me dejaron hacer. ¿Quién sabe? Me quedan unas horas para decidirlo.
-Tranquilo, haz simplemente lo que Taylor te ordene- lo alienta una empática Josemith.
-Cierto que ahora está vivo de nuevo. Le quedan 6 vidas, supongo, jeje.
Ambos terminan por consumir sus respectivas meriendas, y, pago mediante, se retiran del bar. La joven venezolana es recogida por su novio, el cual, afortunadamente, saluda con total respeto y camaradería, a la distancia, a nuestro compatriota, quien se sube al coche que ha pedido a través de su teléfono. Es consciente de que estos días de intensidad y cercanía-más que nunca- con Josemith, lo han acercado tanto a ella, transcurridos unos segundos, parece agradecer el resignarse a ser simplemente grandes amigos. Después de todo, el tener por sentado que esta noche finalmente, para él, será de total tranquilidad, es motivo para encontrarse lo suficientemente feliz de la vida, ¿no?
FIN

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