Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
REVISIONES 139 José Enrique Campillo Álvarez Departamento de Fisiología. Facultad de Medicina. Universidad de Extremadura. Correspondencia: Dr. José Enrique Campillo Álvarez. Departamento de Fisiología. Facultad de Medicina. Avenida de Elvas s/n. Campus Universitario. 06071-Badajoz, España. E-mail: campillo@unex.es Las perspectivas evolucionistas de la obesidad* Resumen La medicina evolucionista o darwiniana considera que muchas de las enfermedades con- temporáneas están relacionadas con la incompatibilidad entre los estilos de vida y los am- bientes que los humanos soportan hoy día y las condiciones bajo las que evolucionó la es- pecie humana. La mayor parte de la evolución humana transcurrió cuando nuestros an- tecesores eran cazadores recolectores, así que muchas de las características y conductas que evolucionaron durante el 95% de nuestra historia evolutiva tuvieron significado adap- tativo en aquel entonces, pero pueden ser perjudiciales hoy. Un ejemplo de ello es nuestra capacidad para almacenar grasa con rapidez y facilidad, que nos convierte en el primate más graso que existe, en el “mono obeso”. En el pasado, esta ca- pacidad pudo haber sido seleccionada favorablemente (genotipo ahorrador) a causa de que los genes ahorradores incrementaban la eficiencia de la extracción de energía (nutrición) a partir de unos recursos que escaseaban en el entorno. Durante los tiempos de abundancia se almacenaba mayor cantidad de energía en aquellos que poseían esta predisposición ge- nética que en los que carecían de ella y, además, aquellos disponían de mayores reservas de las que echar mano durante los inevitables y frecuentes períodos de escasez. Hoy los fenotipos que portan estos genes ahorradores están expuestos a estilos de vida sedentarios, con una alimentación siempre abundante, rica en grasa, pobre en fibra y con una duración más larga de vida. Lo que era ventajoso desde la selección natural y permi- tía una mejor adaptación al entorno es ahora, para la mayor parte de la gente que vive en naciones industrializadas, una condición patológica. El resultado es la obesidad, la dia- betes y el resto de componentes del Síndrome Metabólico. En conclusión, desde el punto de vista de la medicina evolucionista la obesidad y el res- to de componentes del Síndrome Metabólico podrían ser la consecuencia de una falta de ajuste entre nuestros “genes de la Edad de Piedra” y nuestra forma de vida tecnológica y cosmopolita de la “Era Espacial”. Summary Evolutionary or Darwinian medicine takes the view that many contemporary ills are related to incompatibility between the lifestyles and environments in which human currently live and the *Una información más detallada sobre el asunto de esta revisión puede encontrarse en: EL MONO OBESO, J.E. Campillo Álvarez; Editorial Crítica, 2004. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 139 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Introducción La obesidad es la alteración metabólica crónica más frecuente en las sociedades desarrolladas y se está observando un incremento rápido de su inci- dencia en las poblaciones sometidas a procesos de occidentalización. El exceso de peso se asocia con frecuencia a otras enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial, las dislipe- mias y otros componentes del llamado Síndrome Metabólico y es un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular. Estas circunstancias, junto con la dificultad que plantea su tratamiento y el elevado índice de recidiva, justifican que se considere a la obesidad un grave problema sanitario y social.1,2 A pesar de los numerosos avances científicos,3,4,5 la etiopatogenia de la obesidad sigue planteando numerosas incógnitas. En este artículo vamos a re- considerar, desde una perspectiva novedosa, las causas y circunstancias que determinan la ex- traordinaria tendencia al sobrepeso y a la obesidad de la especie humana. Para ello utilizaremos el pun- to de vista y la metodología de la llamada medici- na evolucionista o medicina darwiniana. Los fundamentos de la medicina darwiniana En 1985 Eaton S.B. y Konner H. publicaron una revisión en la que sostenían que la causa de muchas enfermedades crónicas, y entre ellas la obesidad, residía en que nuestra alimentación se había aleja- do de los patrones dietéticos que nos habían acom- pañado a lo largo de nuestra evolución.6 Esa publi- cación constituía una de las presentaciones a la so- ciedad científica de una nueva corriente de opinión etiopatogénica que pretende el estudio de la enfer- medad en el contexto de la evolución biológica. La medicina evolucionista considera que muchas de las enfermedades que nos afligen son consecuen- cia de la incompatibilidad entre el diseño evoluti- vo de nuestro organismo, que se ha ido moldean- do a lo largo de millones de años de evolución, y las condiciones a las que hoy lo sometemos.7,8 La selección natural y la patología Se acepta que el diseño del organismo humano (codificado en sus genes) es el resultado de millones de años de evolución biológica. La casi totalidad del genoma humano se formó durante la evolución prea- grícola y se considera que es el óptimo, el que nos permitió adaptarnos a las modificaciones del medio a las que se enfrentaron nuestros antecesores en ca- da etapa de nuestra evolución.9 Sobre esta base, una cuestión que es tema de debate es la justificación de la persistencia en nuestro genoma de genes que nos predisponen para el desarrollo de enfermedades en edades avanzadas, como la diabetes o la obesidad. condition under which human biology evolved. Most human evolution took place when our an- cestors were gatherer-hunters, so many of the characteristics and behaviors that evolved in that 95% of our evolutionary history had adaptative significance then, but may even be maladaptive today. An example is our ability to quickly and easily store fat, that make us the most fatted primate, the “Obese Ape”. In the past, that ability would habe been favorably selected (thrifty genotype) because thrifty genes could increase the efficiency of energy extraction (nutrition) of scarce re- source from their environment. During times of plenty more energy was stored by those with this predisposition than in those without and furthermore those would have more resources on which to draw during the inevitable and frecuent lean times. Today the phenotypes who carry these thrifty genes are now being exposed to sedentary lifes- tyles, fat-rich/fiber-poor diets and an extended life span. What was selectively advantageous in the environment of adaptation, is now, for most people in industrialized nations at least, a pa- thological condition. The result is obesity, diabetes and the Metabolic Syndrome. In conclusion, from the point of view of the Evolutionary Medicine obesity and the other com- ponent of the Metabolic Syndrome may be the result of a lack of fit of humankind’s “Stone Age genes” with our technological and cosmopolitan “Space Age lifestyle”. 140 Campillo Álvarez Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 140 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado La fuerza que mueve la evolución de los seres vi- vos es la selección natural.10 Es el proceso que per- mite la adaptación de los organismos a un ambiente en cambio continuo y favorece las correspondien- tes modificaciones de su estructura y de su función. La selección natural sólo actúa a través del éxito re- productor y los dos mecanismos que permiten la variación genética necesaria para que ocurra la evo- lución son la mutación y la recombinación. Es de- cir, según la selección natural los alelos que se re- tienen en el acervo genético son aquellos que per- miten un aumento de la supervivencia y favorecen el desarrollo y la maduración del individuo hasta la edad reproductora, independientemente de cual- quier efecto negativotardío que puedan ejercer tras superar el punto de máxima reproductibilidad.7,8 Desde el punto de vista de la evolución biológi- ca, si los genes que favorecen la obesidad o la in- sulinorresistencia están en nuestro genoma, es por- que en algún momento de nuestra evolución nos beneficiamos de poseer tales características. Por ejemplo, una cierta insulinorresistencia pudo ser beneficiosa en la edad reproductiva para garanti- zar una reproducción óptima, al favorecer una ade- cuada acumulación de reservas energéticas; pero podría representar un ele- mento negativo en edades avanzadas posreproducti- vas. A este tipo de genes se les llama pleiotrópicos, por- que pueden ejercer efectos opuestos sobre la salud a di- ferentes edades o en dife- rentes entornos.9 En la actualidad se cono- cen bastante bien las ramas principales de nuestro árbol evolutivo y para los detalles remitimos al lector a los tex- tos especializados que se ci- tan.11,12 Nosotros sólo vamos a considerar cuatro de los tramos mejor estudiados de esta larga escalera que cons- tituye nuestra evolución (Fig. 1). Estos tramos están bien diferenciados por la existencia de restos fósiles, incluso de esqueletos casi completos, además, tienen la ventaja de que se co- rresponden con etapas de nuestra evolución en las que cambiaron drásticamente las condiciones de vi- da de nuestros antecesores y sobre todo sus patro- nes de alimentación y su tendencia a la obesidad. La vida en el paraíso Hace unos cinco millones de años, a comienzos del Pleistoceno, el período que siguió al Mioceno, en los bosques que entonces ocupaban África orien- tal, más concretamente en la zona correspondien- te a lo que hoy son Kenia, Etiopía y Nigeria, habi- taba una estirpe muy especial de monos hominoi- deos: los Ardipithecus ramidus. Éstos, como el resto de primates, estaban adaptados a vivir en zonas geo- gráficas en las que no existían variaciones estacio- nales.13 Los fósiles de quien hoy se considera nues- tro primer antepasado, el Ardipithecus ramidus, han aparecido siempre junto a huesos de otros mamí- feros cuya vida estaba ligada al bosque tropical. Se supone que habitaban una selva que aún era espe- sa, con algunos claros, y que abundaba en frutas y vegetales blandos. Las perspectivas evolucionistas de la obesidad 141 Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 5 3 1 0,1 Millones de años Bosque cálido y húmedo Desaparición del bosque y aumento de la sabana Mayor sequía estepas arbustivas Glaciaciones 0,01 Agricultura y ganadería Alimentos de origen animal Insulinorresistencia Alimentos de origen animal Alimentos de origen vegetal muy escasos Genotipo ahorrador Alimentación vegetariana y frugívora muy abundante Lácteos, cereales y bebidas fermentadas Australopithecus afarensis Ardipithecus ramidus Homo sapiens Homo ergaster Figura 1. Las cuatro etapas nutricionales de la evolución humana. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 141 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado La evolución adaptó el diseño de nuestro ante- cesor, habitante de los bosques tropicales hace cin- co millones de años, para alimentarse de una die- ta rica en hidratos de carbono la mayor parte de ellos complejos y muy abundantes en fibra (frutos, hojas, brotes, flores y raíces). El complemento ne- cesario de proteínas y de grasa lo obtendrían me- diante la ingestión de insectos, reptiles y algunos pequeños mamíferos.13,14 Esta alimentación permi- tía un procesamiento de los nutrientes, funda- mentalmente la glucosa, regido por la insulina, por la que sus sistemas celulares tenían una gran sen- sibilidad; esta característica de todos los herbívo- ros (elevada sensibilidad a la insulina) permite una eficiente asimilación de la glucosa (Fig. 2). El Ar- dipithecus ramidus, como los primates que aún ha- bitan en la actualidad las selvas tropicales, no ne- cesitaban acumular excesivas reservas de grasa, ya que en ellos la disponibilidad de comida era cons- tante; y el alimento, siempre accesible.15 La pérdida del paraíso Hace 4 millones de años, avanzó la sequía en el Este africano como consecuencia del levantamiento de las montañas en el valle del Rift y, además, se produjo un enfriamiento global del planeta a cau- sa de los cambios astronómicos y de los movi- mientos de la corteza terrestre.11 Las grandes selvas lluviosas se fueron reduciendo. Los bosques conti- nuaban clareándose y las masas boscosas se frag- mentaban y aislaban, interrumpidas por extensio- nes abiertas de pastizales. La selva estaba siendo sustituida, poco a poco, imperceptiblemente, mi- lenio a milenio, por una sabana arbustiva.12 Todos los datos señalan que hace tres millones y medio de años, habitaban las zonas boscosas y las sabanas del Este de África unos homínidos que te- nían el aspecto y el cerebro de un chimpancé de hoy, pero que caminaban sobre dos pies con soltu- ra, aunque sus brazos largos sugieren que no des- preciaban la vida arbórea: eran los Australopithe- cus. De una hembra de Australopithecus afarensis que se paseaba por la actual Etiopía hace tres mi- llones de años poseemos un esqueleto casi com- pleto. Su cráneo indica una capacidad similar a la de los actuales chimpancés (unos 450 cm3). Su ca- dera muestra que estaba adaptada a la bipedesta- ción y sus largos brazos indican que Lucy alterna- ba la braquiación en las ramas de los árboles con la marcha por el suelo sobre dos pies. Para el Australopithecus los peldaños evolutivos que le correspondieron subir fueron muy difíciles. Su alimentación era diferente a la de sus anteceso- res. Ya que las plantas de elevada calidad nutritiva, en especial las frutas y los brotes tiernos, se hicie- ron más escasas y dispersas, Lucy y sus compañe- ros tenían que moverse mucho, lo que implicaba un aumento del gasto energético para encontrar un alimento cada vez de menor densidad energética. Las características de las muelas del Australopithe- cus afarensis indican que su alimentación estaba compuesta en gran parte por vegetales, y que en su dieta abundaban los productos duros y abrasivos. Su alimentación, además de algunos frutos tiernos, también estaría compuesta por vegetales más du- ros y menos nutritivos, tales como hojas, frutos se- cos, tallos fibrosos, bulbos, tubérculos, rizomas.11 Para poder procesar tanta cantidad de vegetales fi- brosos y poco nutritivos se requería un gran intes- tino grueso. Como se aprecia en su esqueleto fósil, Lucy poseía una parrilla costal acampanada, sin cintura y con el reborde costal inferior de gran diá- metro. Esta morfología es característica de los her- bívoros y sugiere que Lucy albergaba un aparato di- gestivo voluminoso, capaz de fermentar los vege- tales ingeridos. 142 Campillo Álvarez Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 Frutas, hojas, raíces, tallos, insectos INSULINA glucosa ELEVADA SENSIBILIDAD A LA INSULINA Figura 2. Los primeros antecesores (Ardipithecus ramidus) habita- ban selvas tropicales y tenían una alimentación herbívora, con volu- minosos aparatos digestivos y elevada sensibilidad a la insulina. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 142 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado El mono obeso Los Australopithecus se enfrentaron a una situa- ción novedosa en toda la evolución precedente: el pasar hambre. Nuestros antecesores en las nuevas condiciones ecológicas en las que se vieron forza- dos a evolucionar se enfrentaban a largos períodos de hambruna ocasionados por las cada vez más complicadas condiciones climáticas. Sólo existe una forma de adaptarse a sobrevivir durante largos períodos de escasez de alimentos: el almacena- miento de reservas. Todos los mamíferos tienen ca- pacidad de acumular algo de grasa en su organis- mo, pero este proceso está acelerado en algunas es- pecies en las que una abundante provisión de gra- sa es esencial parasu supervivencia. El ser humano posee una cantidad de grasa tan abundante que nos asemeja más a un delfín que a un primate. Esto sugiere que el ser humano pertenece al grupo de animales que acumulan abundantes reservas energéticas; somos de los animales más grasos que pueblan la tierra o los mares. Y esta característica la debimos de ad- quirir porque en algún momento de la evolución nos fue necesario para sobrevivir y la selección natural nos dotó de la capacidad de cargar con tanta reserva de grasa. Apareció sobre el plane- ta el mono obeso. Pero ¿cómo fue posible esta adaptación? La dieta de Lucy seguía siendo muy abundante en vegetales, en su mayor parte compuestos de hi- dratos de carbono muy lentos, ricos en fibra, que necesitan de digestiones largas y laboriosas para extraer la glucosa de esos vegetales. Complemen- taban las proteínas y la grasa que necesitaban me- diante la ingestión de los invertebrados y los pe- queños animales que lograban atrapar. Cada vez que encontraban comida abundante, su metabo- lismo debería de permitir reservar una porción de esa abundancia para los momentos de escasez. El almacenamiento de esta energía sobrante había que hacerlo con rapidez; la comida abundante no espera y en cualquier momento podía llegar la ame- naza de los depredadores. La selección natural, apoyada en una serie de ventajosas mutaciones ge- néticas, desarrolló una peculiaridad metabólica que se ha denominado “sensibilidad diferencial a la acción de la insulina” (Fig. 3). Según esta hipó- tesis que formuló Neel en 196216 y que luego ha si- do objeto de intensa investigación, se asume que la característica esencial es una resistencia a la ac- ción de la insulina en el músculo y una elevada sen- sibilidad en el resto de los tejidos.17 El “genotipo ahorrador” permitía una ganancia rápida de grasa durante las épocas de abundancia de alimento y así proporcionaba ventajas de supervivencia y re- producción en épocas de escasez. Los que des- arrollaban estas características genéticas se repro- ducían más y transmitían a sus descendientes es- ta sensibilidad diferencial a la insulina. La hipó- tesis del genotipo ahorrador en su concepto actual se amplía con la incorporación de la leptina.5,17 Es- ta hormona interviene en el control de la masa gra- sa, el consumo energético, la adaptación al ayuno de larga duración, entre otras funciones. Muta- ciones en los receptores a la leptina, o en el proce- so de transmisión de señales de esta hormona po- dían haber desencadenado una resistencia a la lep- tina, lo que representaría una ventaja de supervi- vencia en estos homínidos expuestos a períodos de hambruna. La leptinorresistencia permitiría consumir grandes cantidades de alimentos en los breves momentos de abundancia sin interferencias de la señal supresora del apetito que desencadena la leptina. Así se incrementaría el tamaño del de- pósito graso, más allá de las limitaciones de un con- trol homeostático, que impondría una elevada sen- sibilidad a la leptina.5,17 Las perspectivas evolucionistas de la obesidad 143 Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 CARBOHIDRATOS proteínas y grasas LUCY Insulina glucosa Leptina R No Saciedad S S R Sensibilidad diferencial a la insulina GENOTIPO AHORRADOR Figura 3. Los Australopithecus afarensis sobrevivieron a la sequía y al frío porque la selección natural favoreció el desarrollo de mutacio- nes que determinaron una sensibilidad diferencial a la insulina y una cierta leptinorresistencia; es lo que se ha denominado el genotipo ahorrador. R= resistencia; S= sensibilidad. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 143 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado El género Homo Al iniciarse la época denominada Pleistoceno, hace un millón ocho- cientos mil años, el mundo entró en un período aún más frío que los an- teriores, en el que comenzaban a su- cederse una serie de períodos gla- ciales, separados por fases intergla- ciares más o menos largas. Se in- crementaron las sabanas de pastos, casi desprovistas de árboles, seme- jantes a las praderas, estepas o pam- pas actuales. A lo largo del millón y medio de años transcurridos desde que Lucy se paseaba por el este de África habían surgido numerosas especies de homínidos, algunas de las cuales prosperaron durante unos cientos de miles de años y luego desaparecieron.11 El descendiente de Lucy al que nos vamos a re- ferir es el Homo ergaster, cuyo representante fósil más característico es el llamado Niño de Turkana. Se trata de un esqueleto casi completo de un mu- chacho de un millón seiscientos mil años de anti- güedad. Es uno de los esqueletos más completos de todo el registro humano fósil. De la cabeza sólo le faltan unos minúsculos fragmentos del cráneo y los maxilares. Conserva todos los dientes y tiene completas la columna vertebral y la caja torácica; muestra los huesos de los brazos y de las manos, la pelvis completa y ambas piernas. Sólo se han per- dido algunos huesos de los brazos, los pies y algu- nas vértebras cervicales. El Homo ergaster debía de ser muy parecido a nosotros de cuello para abajo. La capacidad craneana de aquel muchacho era de unos 840 cm3, tenía una estatura de 162 cm y pre- sentaba unas proporciones casi completamente hu- manas. De adulto su cerebro habría alcanzado ca- si los 900 cm3 y su estatura habría llegado a los 180 cm.11,12 La sequía y la falta de alimentos vegetales moti- vó que, a partir del Homo ergaster, por primera vez los alimentos de origen animal (insectos, reptiles, moluscos, pescado y mamíferos) constituyeran una parte importante de la dieta de los homínidos; y es- ta forma de alimentación, muy pobre en alimentos vegetales y muy rica en alimentos animales, per- sistió casi un millón y medio de años, hasta hace apenas diez mil años. Se han encontrado enormes acumulaciones de restos de animales en los luga- res que habitaron estos antecesores. Muchos de es- tos huesos presentan las huellas de haber sido ma- chacados para extraer el tuétano o raspados para arrancarles la carne pegada.18 Con los huesos apa- recen mezclados los utensilios de piedra que utili- zaron como rudimentaria cubertería. Se han en- contrado huesos fósiles de herbívoros con marcas de dientes de carnívoros, y en ellos se advierten tam- bién incisiones producidas al descarnar y desarti- cular las osamentas con las toscas herramientas de piedra que se encuentran al lado en el mismo yaci- miento.18 La dieta de los carroñeros Cada comida del Homo ergaster, como la de cual- quier carnívoro actual, ocasionaba un pequeño au- mento de la glucosa en sangre y un elevado incre- mento de la aminoacidemia. Si tuvieran una ele- vada sensibilidad a la insulina, como la que carac- teriza a los herbívoros, se dificultaría la asimilación de nutrientes. La insulina liberada en respuesta a la aminoacidemia desencadenaría una hipogluce- mia a causa de la escasa glucosa circulante. Ade- 144 Campillo Álvarez Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 Proteínas, grasas y carbohidratos HOMO ERGASTER Insulina Glucagón Leptina R No Saciedad S R R Glucosa, Aminoácidos minutos Muy sensibles Poco sensibles ∆ glucemia 0 -1 Sobrecarga proteica LA ADAPTACIÓN CARNÍVORA Figura 4. La mayor sequía obligó a los representantes del género Homo a convertirse en carro- ñeros. La selección natural favoreció los cambios genéticos necesarios para convertir al Homo ergaster en un carnívoro. Se potenció la insulinorresistencia, que es una característica común a todos los carnívoros. Esta situación previene las hipoglucemias que se producirían al ingerir exclusivamente músculo. En la parte inferior izquierda de la figura se muestra que la adminis- tración oral de proteínas a individuos insulinosensibles provoca una caída de la glucemia. Este fenómeno no se observa en el caso de individuos insulinorresistentes (modificado de19). 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 144 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado YessicaResaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado más, la poca glucosa que penetrase en el organis- mo del Homo ergaster debía de reservarse para los tejidos que, como el cerebro, la utilizan en exclu- siva. La solución de la selección natural fue poten- ciar el mecanismo de la insulinorresistencia.19 Es- ta característica ocasiona una dificultad para la asi- milación de la glucosa tanto en el músculo como en el hígado; es el mecanismo para sobrevivir en una dieta pobre en hidratos de carbono y rica en proteínas. Todos los carnívoros verdaderos, como los felinos, son animales genéticamente insulino- rresistentes. Esta insulinorresistencia, junto con una posible leptinorresistencia, proporcionaban los elementos necesarios para sobrevivir a largos períodos de ham- bruna y a una alimentación a partir de carne y pes- cado. Por ejemplo, permitían conservar la mayor parte de proteína muscular posible mediante el con- sumo de las grasas almacenadas en el tejido adi- poso. Con este ahorro de proteínas el individuo es capaz de mantener la masa muscular y la fuerza pa- ra cazar o buscar comida con éxito a la primera opor- tunidad, o de protegerse frente a los peligros que le acechasen.20 Las mutaciones que permitieron la adaptación del Homo ergaster potenciaron la ten- dencia a la acumulación de depósitos grasos; se afianzó el mono obeso. La selección natural optó por acumular la grasa debajo de la piel y, además, disponer de un depósito adicional en la cavidad ab- dominal, que es un emplazamiento muy cómodo para un bípedo. El problema es que esta grasa ab- dominal dificulta la reproducción en las hembras. El ingeniero, que es la evolución, resolvió que el de- pósito adicional de grasa en la hembra estuviera en la parte alta de los muslos. Se ha propuesto que es- ta acumulación de grasa subcutánea serviría de ais- lante térmico, para compensar la falta de pelo. Al- gunos autores incluso han creído ver en este enor- me forro de grasa, tan parecido al de una foca o de un delfín, los residuos de un pasado evolutivo desa- rrollado en el agua y que Elain Morgan planteó en su libro The Acuatic Ape.21 No existen pruebas que justifiquen esta hipótesis. Hoy se acepta que la prin- cipal función de la grasa corporal es servir como al- macén de energía.22 ¿Cerebro o intestino? En dos millones de años de evolución se dobló el volumen cerebral desde los 426 cm3 del Austra- lopithecus afarensis, hasta los 900 cm3 en el Homo ergaster. El aumento del volumen del cerebro ori- ginó un problema energético (Fig. 5). El cerebro es un órgano que consume mucha energía y posee una elevada actividad metabólica. El cerebro hu- mano tiene una actividad metabólica varias veces mayor que el esperado para un primate de nuestro mismo peso corporal: consume entre un 20 y un 25% del metabolismo basal en reposo, en compa- ración con el 8 al 10% de consumo energético pa- ra otros primates.23 Ante este gasto tan elevado se plantea una cues- tión de reparto de energía. La llamada “hipótesis del órgano costoso” establece que dado que el ce- rebro es uno de los órganos más costosos desde el punto de vista metabólico, un aumento del volu- men cerebral sólo sería posible a cambio de la re- ducción del tamaño y de la actividad de otro órga- no con similar consumo de energía. El otro apara- to que consume tanta energía como el cerebro es el aparato digestivo. Así, según estas teorías la ex- pansión cerebral que se produjo durante la evolu- ción desde nuestros antecesores hasta el hombre sólo fue posible mediante la reducción paralela del tamaño del aparato digestivo.24 ¿Cómo fue esto posible? La longitud y compleji- dad del aparato digestivo depende del tipo de ali- Las perspectivas evolucionistas de la obesidad 145 Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 0 1 2 3 4 Tiempo (m.a.) 10 2015 Chimpancé actual, 400 cc A. afarensis, 385 cc H. habilis, 600 cc H. ergaster, 900 cc H. Sapiens arcaico, 1.150 cc H. Sapiens actual, 1.400 cc Energía (%) Figura 5. En cinco millones de años el cerebro pasó de los 400 cc en los A. afarensis a los 1.400 cc del Homo sapiens sapiens actual. Ello implicó un gran aumento del consumo energético cerebral, que exigió un ahorro de energía en otras partes del organismo. Esto se consiguió mediante una reducción del tamaño (y del gasto energético) del apa- rato digestivo. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 145 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado mento que se tenga que procesar. La carne y la gra- sa son de más fácil digestión que los vegetales ricos en fibra, requieren menos trabajo digestivo. Los herbívoros necesitan de largos tubos digestivos pa- ra poder digerir las grandes cantidades de vegeta- les que consumen y tienen poco desarrollado el ce- rebro. La expansión cerebral del género Homo se favoreció mediante el cambio en la dieta: reducción en el consumo de vegetales y aumento del consu- mo de animales, que permitía disponer de un in- testino menor y ahorrar energía para dedicarla al desarrollo del cerebro (Fig. 6). La evolución rápida del cerebro necesitó de otro elemento fundamental: un aporte adecuado de áci- dos grasos poliinsaturados de larga cadena. Nues- tro organismo es incapaz de producir suficiente can- tidad de estos ácidos grasos, así que debemos con- seguirlos mediante la alimentación. Estos ácidos grasos son muy abundantes en los alimentos de ori- gen acuático, por ello algunos autores consideran que la evolución del cerebro no pudo ocurrir en cualquier parte del mundo, requirió un entorno donde existiera una abundancia de estos ácidos gra- sos en la dieta.25 El entorno geográfico del Este de África donde evolucionaron nuestros ancestros es- tá ocupado por numerosos lagos que llenan las de- presiones del valle del Rift, que en su conjunto, y desde un punto de vista geológico se les considera un “protoocéano”. Esta circunstancia proporcionó una fuente única nutricional, abundante en estos ácidos grasos esenciales para el desarrollo cerebral. Los Homo sapiens sapiens Todo parece indicar que los seres humanos pro- cedemos de una población muy reducida de ante- pasados que vivían en África hace unos doscientos mil años, posiblemente descendientes de los H. er- gaster. Hoy sabemos que hace unos cuarenta mil años aparecieron en Europa unos inmigrantes de origen africano, nuestros antepasados, que eran los primeros representantes de la especie Homo sapiens sapiens que alcanzaban estos territorios. Los cro- mañones llegaron con unas armas terribles e inno- vadoras, conocían el modo de dominar el fuego y poseían una más completa organización social; y, por lo que se refiere a las otras especies de homíni- dos que habitaban en aquel entonces Europa, con- cretamente los Homo sapiens neanderthalensis y nues- tros “paisanos” de Atapuerca, sencillamente los eli- minaron.11 Hace cien mil años diversos fenómenos natura- les oceánicos, atmosféricos y astronómicos provo- caron un último e importante enfriamiento de la Tierra que persistió hasta hace quince mil años. Nuestros antepasados eran auténticos deportistas. Eran más musculosos que nosotros como se ha cal- culado por estimaciones del tamaño de las apófisis y zonas de inserción de los músculos en los huesos fósiles, lo que sugiere que tendrían un mayor gas- to metabólico a causa de la mayor cantidad de ma- sa magra. Se calcula que se ha producido un 17% de reducción en la fuerza muscular desde los cro- mañones.26 Nuestros antepasados pudieron supe- rar esta última etapa de la evolución, posiblemen- te la más dura de todas las precedentes, porque lle- vaban consigo el equipamiento mental, fisiológico y bioquímico necesario para ello. Uno de los ele- mentos fundamentales que permitieron estasu- pervivencia fue la insulinorresistencia que se fue afianzando en el genoma de nuestros antecesores a lo largo de los últimos dos millones de años de evolución y que permitía una rápida y eficiente acu- mulación de grasa en las épocas de abundancia de alimentos.19 Durante los miles de años de glaciación extrema, cuando el único alimento posible era exclusiva- mente la carne y la grasa de los animales, la dieta era muy pobre en hidratos de carbono. Los únicos azúcares que ingerían eran la lactosa de la leche, el glucógeno del hígado, algunas bayas y raíces y los 146 Campillo Álvarez Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 0 10 20 30 40 50 60 Estómago I. delgado I. grueso O G CH H Tamaño relativo (%) Figura 6. Comparación de los tamaños relativos de las principales partes del aparato digestivo en primates (O, orangután; G, gorila; CH, chimpancé y H, humanos). Destaca la adaptación carnívora de nues- tro aparato digestivo con un aumento del intestino delgado y una reducción del colon. A diferencia del resto de los primates, la especie humana ha perdido la capacidad de fermentar grandes cantidades de vegetales. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 146 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado vegetales predigeridos que extraían de las panzas de los animales que cazaban (esto lo hacen los es- quimales hoy día como única forma de proporcio- narse algo de fibra y de vegetales). La dieta era hi- perproteica, se ha calculado que ingerían más del doble de las recomendaciones mínimas actuales, es decir, en torno al 40% de las kilocalorías totales. La cantidad de grasa ingerida no debía de ser muy elevada debido a la escasez de grasa en los anima- les salvajes. El contenido en grasa medido en her- bívoros silvestres es de un 3,9% del peso corporal, muy inferior al valor de 25 a 30% medido en gana- do doméstico. Regreso al paraíso alimentario Tras el pico de frío intenso de la glaciación, que ocurrió hace unos 20.000 años, la temperatura del planeta comenzó a ascender lentamente, con am- plias oscilaciones: a unos siglos de temperaturas más benignas les seguían otros siglos de frío, pero el cli- ma iba siendo cada vez menos severo. Hace unos quince mil años se fundieron definitivamente los hielos que habían sepultado Europa durante mile- nios y terminó la glaciación. Los supervivientes a esos miles de años de frío y penalidades poseían ya todas las cualidades cerebrales y fisiológicas que po- seemos nosotros hoy en día. Estos antepasados ya disponían de fuego permanente, lo que les propor- cionó seguridad y amplió notablemente sus posibi- lidades de alimentación. Poseían armas eficaces ca- paces de matar a distancia y utensilios variados con los que podían realizar todas las tareas imprescindi- bles para llevar una vida más cómoda.27 Los datos paleobotánicos y arqueológicos seña- lan que la agricultura comenzó hace unos diez mil años en varias regiones del mundo, en especial en algunas zonas de Oriente Próximo como los luga- res donde se desarrolló la agricultura ya de una for- ma sistemática y reglada. Desde allí se extendió por el resto de Europa y Asia, lo que al parecer ocurrió a un ritmo de avance radial de un kilómetro por año. Pero el ritmo de desarrollo de la agricultura no fue similar en todos los lugares a causa del aisla- miento de las poblaciones y de las particulares con- diciones climatológicas.28 La domesticación de los animales y el cultivo de las plantas progresivamente fue cambiando la ma- nera de alimentarse de nuestros antecesores. La agricultura, junto con el fuego, permitieron el con- sumo de semillas como el trigo o el arroz y el acce- so a las legumbres, que no se pueden consumir en crudo. Pronto se desarrollaron las primeras y rudi- mentarias industrias de transformación de ali- mentos, por ejemplo la fabricación de pan, o la fer- mentación de frutas que proporcionaron las bebi- das alcohólicas. También se procesaron los ali- mentos de origen animal para su conservación, co- mo el secado de trozos de carne al aire frío o me- diante el ahumado.27 El desarrollo de la agricultura transformó los pa- trones de alimentación de nuestros antecesores. Por primera vez en millones de años volvieron a pre- dominar los hidratos de carbono en la dieta. Se con- sumían cereales, legumbres, frutas, verduras, raí- ces, miel, leche. Y esto se complementaba con car- ne procedente del ganado o de la caza y del pesca- do. Bueno, no siempre reinaban tan favorables con- diciones; en numerosas ocasiones la humanidad tuvo que soportar terribles hambrunas motivadas por las sequías y los períodos fríos extremos que de vez en cuando nos azotaban, pero ya la situación era muy diferente a la precedente. Hace quince mil años, cuando nuestros antece- sores comenzaban a desarrollar esta nueva forma de vida de agricultores y ganaderos, la mayor par- te de ellos portaban en sus células el genotipo aho- rrador, esa tendencia genética a la insulinorresis- tencia que desempeñó tan importante papel en to- da nuestra evolución y que permitió superar la ul- tima prueba de los miles de años de glaciación. El aumento de los hidratos de carbono en la dieta y la disponibilidad casi constante que se produjo tras el final de la glaciación relajó la presión selectiva para la insulinorresistencia. Pero esta reducción de la prevalencia del genotipo ahorrador progresó a di- ferentes velocidades en las diferentes poblaciones según la duración de su exposición a la agricultura (Fig. 7). En general se considera que en el seno de poblaciones como la europea, en las que por di- versas circunstancias la agricultura prosperó y por lo tanto aumentó mucho el consumo de alimentos de origen vegetal, ricos en hidratos de carbono, se relajó la presión selectiva por el genotipo ahorra- dor. Esto explica que una gran proporción de eu- ropeos, pero no todos, porten el genotipo que pre- dispone a desarrollar la insulinorresistencia y la Las perspectivas evolucionistas de la obesidad 147 Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 147 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado obesidad. Otras poblaciones que nunca (o muy tar- díamente) han desarrollado la agricultura como por ejemplo los indios Pima de América del Norte, los nauruanos de Oceanía o los aborígenes australia- nos, presentan aun el genotipo ahorrador en la ma- yor parte de la población.19,29 La invasión de los nuevos hidratos de carbono Si nos fijamos, durante estos millones de años de evolución sólo se modificó la cantidad de hidratos de carbono consumidos, pero no sustancialmente su calidad. Siempre se trataba de hidratos de car- bono lentos, de bajo índice glucémico. Además, en todos esos seis millones de años de evolución siem- pre nos costó esfuerzo conseguir el alimento. Unas veces más y otras menos, pero siempre hemos cum- plido la ley general en el mundo animal que esta- blece que hay que consumir energía para lograr ali- mentos: “moverse para co- mer y comer para moverse”. En estas condiciones el ge- notipo ahorrador desarro- llado cumplió su misión evolutiva con tanta eficacia que el resultado somos nosotros. Pero muy recientemente se ha producido un cambio drástico en estos planes que funcionaron como ley ge- neral a lo largo de seis mi- llones de años de evolu- ción. La revolución indus- trial que comenzó en el si- glo XVII desarrolló la arte- sanía y la industria y entre sus múltiples consecuen- cias, en lo que nos atañe en nuestro asunto, produjo un cambio en la “calidad” de los hidratos de carbono consumidos en nuestra ali- mentación y nos propor- cionó máquinas que hacían más fácil nuestra vida. La abundancia de calo- rías junto con el sedentarismo de nuestro estilo de vida ha potenciado las consecuencias negativas de la insulinorresistencia y de la leptinorresistencia en los últimos cien años. La población de los paísesdesarrollados está expuesta a un exceso de inges- tión de energía en su mayor parte en la forma de hi- dratos de carbono de asimilación rápida y de gra- sas poco saludables. En estas condiciones gran par- te de la población que porta el genotipo ahorrador vive en permanente hipersinsulinemia y esto da op- ción a que el exceso de insulina circulando en su sangre desencadene la obesidad, la diabetes tipo 2 y las diversas manifestaciones que constituyen el llamado Síndrome Metabólico o Dismetabólico.4 El sedentarismo de los últimos decenios, con el desarrollo de máquinas y vehículos diversos y efi- caces, hace que se reduzca nuestra masa muscular, y el que disminuya nuestra capacidad física agrava los efectos de la alimentación hipercalórica rica en grasas saturadas y azúcares. Los requerimientos de ingestión de energía en el hombre de una sociedad 148 Campillo Álvarez Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 Sociedades agrícolas 5 3 1 0,1 Ardipithecus ramidus Australopithecus afarensis Homo ergaster Homosapiens Bosque cálido y húmedo Desaparición del bosque y aumento de la sabana Mayor sequía, estepas arbustivas Glaciaciones Herbívoros, gran sensibilidad a la insulina Herbívoros, sensibilidad diferencial a la insulina, acumulación de grasa Carroñeros insulinorresistencia, leptinorresistencia, acumulación de grasa Aumento de la frecuencia del Genotipo Ahorrador (G. A.) Cazadores recolectores Reducción presión selectiva para el G. A. Aumento presión selectiva para el G. A. OBESIDAD 20% OBESIDAD 60% Revolución industrial Figura 7. A lo largo de nuestra evolución se ha favorecido el desarrollo de una peculiar característica metabólica como es el llamado Genotipo Ahorrador (G.A.). Basado en la resistencia a la acción de la insu- lina, ha permitido la acumulación eficiente de reservas en períodos de abundancia de alimentos y la dis- creción en el gasto en períodos de escasez. En las poblaciones con este diseño metabólico que desarro- llaron la agricultura, poco a poco, fue reduciéndose la prevalencia de este genotipo en la población. En las poblaciones que persistieron en sus formas de vida primitivas, la prevalencia de este genotipo se mantu- vo elevada. Cuando ambas poblaciones se sometieron a las condiciones de abundancia permanente de alimentos calóricos, ricos en grasas y azúcares, el resultado fue la obesidad en un elevado porcentaje de ambas poblaciones. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 148 Yessica Resaltado Yessica Resaltado industrial están en torno a las 2.000 kcal/día, mien- tras que en los cazadores recolectores actuales es de 3.000 kcal/día.26 La prueba de los nauruanos ¿Existe alguna manera de verificar la hipótesis del genotipo ahorrador? En la Polinesia, en una zona remota del océano Pacífico, existe una isli- ta de apenas unos pocos kilómetros de longitud que se llama Nauru. Se encuentra a miles de ki- lómetros de cualquier otra tierra habitada. Sus habitantes llegaron a esa isla, como el resto de los primeros colonizadores de las islas del Pací- fico, hace cuarenta mil años, en el transcurso de las ultimas glaciaciones, cuando descendió tan- to el nivel del océano que permitió que diversos clanes, año tras año, generación tras generación, siglo tras siglo, fueran ocupando isla a isla, sal- tando de atolón en atolón, que por el descenso de las aguas afloraban relativamente próximos unos a otros. Durante esos miles de años de emigración su ali- mentación debió de ser muy pobre en hidratos de carbono, ya que los islotes y arrecifes de coral que emergían desarrollaban una vegetación poco nu- tritiva y pobre en hidratos de carbono asimilables por el hombre. Así que en esos miles de años de vagar de isla en isla debieron de alimentarse de los pescados, los moluscos y algún ave o pequeño animal. Por lo tanto en esas poblaciones que, ade- más, no desarrollaron la agricultura se potenció el genotipo ahorrador. Es decir, que la mayoría de los nauruanos que al fin se asentaron en su isla debí- an de poseer los genes que predisponen a la insulino- rresistencia. Cuando su- bieron las aguas tras el úl- timo deshielo, los nau- ruanos quedaron, durante miles de años, aislados de cualquier contacto huma- no, conservando su pecu- liar acervo genético. Este aislamiento secular se interrumpió en el siglo XVI cuando los primeros exploradores europeos desembarcaron en la isla. El contacto entre am- bas poblaciones diezmó a los nauruanos a causa de la viruela, el sarampión, la tos ferina, la difte- ria o la sífilis. Son las llamadas “enfermedades de la colonización”. Durante la II Guerra Mundial Nauru recibió una segunda oleada de coloniza- dores. En este caso fueron las tropas de la VI Flo- ta estadounidense, que llegaron con el chocolate, los dulces, las bebidas azucaradas, las hambur- guesas, la bollería, y las máquinas (Fig. 8). Pron- to más del 60% de la población de Nauru era obe- sa, diabética y pocos años después la tasa de mor- talidad por infarto de miocardio era aterradora. A estas enfermedades antes desconocidas y que in- undaron a los nauruanos como la obesidad, la dia- betes, la hipertensión, la hiperlipemia, y la arte- riosclerosis, se las denominaron “enfermedades de la cocacolonización”.30 La desviación de nuestro diseño Como consecuencia de las necesarias adaptacio- nes de nuestros ancestros a los períodos de abun- dancia y escasez de alimentos y a los cambios en el tipo de alimentos que sucedieron a lo largo de mi- llones de años de evolución hemos heredado una particular condición metabólica que se denomina- ba genotipo ahorrador (Fig. 9). Esta circunstancia permitió la supervivencia de nuestros antecesores en condiciones de penuria nutricional y sobre todo adaptarse a una dieta pobre en azúcares y rica en Las perspectivas evolucionistas de la obesidad 149 Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 Llegada de los estadounidenses en la II Guerra Mundial (1945) Obesidad, diabetes, ictus, hipertensión, enfermedad isquémica cardíaca ENFERMEDADES DE LA COCACOLONIZACIÓN Llegada de los navegantes europeos Siglo XVI Viruela, sarampión, escarlatina, tos ferina, sífilis, difteria... ENFERMEDADES DE LA COLONIZACIÓN Figura 8. Lo ocurrido con los habitantes de la República de Nauru es una demostración de la hipótesis darviniana de la obesidad y del Síndrome Metabólico. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 149 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado proteínas. También permitió dotarnos de una abun- dante reserva de grasa, desde la vida fetal hasta la edad adulta. La presión de la selección natural por este ge- notipo se relajó tras la última glaciación y el co- mienzo de la agricultura y de la ganadería de tal forma que en los seres humanos hoy este geno- tipo ahorrador está presente en proporciones di- ferentes según las circunstancias vividas por ca- da población en los últimos quince mil años. Se incrementó la prevalencia de este genotipo en las poblaciones que permanecieron aisladas y que nunca desarrollaron la agricultura, como los nau- ruanos o los indios Pima. En el resto de las po- blaciones, como consecuencia del desarrollo de la agricultura el genotipo insulinorresistente se diluyó en la población. Entre los europeos su im- plantación se acerca al cuarenta por ciento de la población. Hace apenas unos cien años, con la revolución industrial, nuestras condiciones de vida cambia- ron drásticamente y nos alejamos definitivamen- te de nuestro diseño evolutivo: comenzamos a in- gerir una alimentación muy rica en calorías, hi- perproteica, abundante en grasas saturadas y en hidratos de carbono de absorción rápida, de ele- vado índice glucémico. Además, el desarrollo de máquinas que facilita- ban todas nuestras labores y de los vehículos que nos transportaban dia- riamente sin esfuerzo, redujo nues- tro nivel de actividad física, dejó de costarnos esfuerzo conseguir nues- tros alimentos. En estas condiciones el genotipo ahorrador, la insulino- rresistencia y la leptinorresistencia, al someterse a unas condicionesmuy alejadas del diseño para el que se desarrollaron, se convirtieron en pro- motoras de enfermedad y en espe- cial acrecentaron nuestra tendencia a la obesidad. Recientes estudios muestran que junto a la insulino- rresistencia puede coexistir una re- sistencia a la acción de la leptina. Se- gún estas teorías la unión de la in- sulinorresistencia y de la leptino- rresistencia sería la causa directa de que una persona que vive en un en- torno de abundancia de alimentos y posee un ge- notipo ahorrador tienda a aumentar su masa de tejido adiposo, desarrollando obesidad. Conclusiones La medicina evolucionista señala que el se- dentarismo, el exceso de calorías en nuestra ali- mentación, el abuso de hidratos de carbono de absorción rápida, de elevado índice glucémico y el exceso de grasas saturadas son circunstancias que nos alejan del diseño elaborado a lo largo de millones de años de evolución y en consecuen- cia derivan en enfermedad. Según la medicina darwiniana, nuestros genes y nuestras formas de vida ya no están en armonía y una de las conse- cuencias de esta discrepancia, entre otras más, es la obesidad. La prevención y el tratamiento, según los pre- ceptos de la medicina darwiniana, pasarían por adaptar nuestra alimentación y nuestro estilo de vi- da, dentro de lo posible, a las condiciones en la que prosperaron nuestros antecesores, a nuestro dise- ño. Esta sería la única manera de poner en paz nues- tros genes paleolíticos con nuestras formas de vida 150 Campillo Álvarez Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 INDIVIDUOS CON GENOTIPO AHORRADOR Carbohidratos rápidos Exceso de calor Sedentarismo Insulinorresistencia SOCIEDAD MODERNIZADA SOCIEDAD TRADICIONAL Períodos de hambre Elevada actividad física Hiperinsulinemia Máxima eficaciaAlteraciones metabólicas SUPERVIVENCIASÍNDROME X metabólica Figura 9. Un individuo que posea el genotipo ahorrador, si vive en condiciones similares a las que soportaron nuestros ancestros, esta circunstancia le confiere una mayor posibilidad de supervivencia. Si el poseedor del genotipo ahorrador vive en una sociedad occidentaliza- da, desarrollara hipersinsulinismo y obesidad y, a la larga, desarrollará las manifestaciones del Síndrome Metabólico (síndrome X) y en la mayor parte de los casos el destino final será la enfermedad cardiovascular. 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 150 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado de la era espacial y prevenir así el desarrollo de la obesidad y de las otras manifestaciones del Sín- drome Metabólico. Bibliografía 1. Rosenbaum MR, Leibel RL, Hirsch J. Obesity. N Engl J Med 1997; 337: 396-407. 2. SEEDO. Consenso SEEDO’ 2000 para la evaluación del sobre- peso y la obesidad y el establecimiento de criterios de interven- ción terapéutica. Nutrición y Obesidad 2000; 3: 285-99. 3. Yanowski SZ, Yanowski JA. Obesity. N Engl J Med 2002; 346: 591-602. 4. Groop L, Ohro-Melander M. The dysmetabolic Syndrome. J In- tern Med 2001; 250: 105-20. 5. Ahima RS, Flier JS. Leptin. Annu Rev Physiol 2000; 62: 413-37. 6. Eaton SB, Konner H. Paleolithic nutrition. N Engl J Med 1985; 312: 283-9. 7. Stearns SC. Evolution in health and disease. Oxford University Press: Oxford, 1999. 8. Trevathan WR, Smith EO, McKenna JJ. Evolutionary Medicine. Oxford University Press: Oxford, 1999. 9. Ridley M. Genoma: la autobiografía de una especie en 23 capí- tulos. Editorial Taurus, Barcelona, 2000. 10. Ayala FJ. La teoría de la evolución. Ediciones Temas de Hoy S.A.: Madrid, 1994. 11. Arsuaga JL, Martinez I., La especie elegida. Ediciones Temas de Hoy: Madrid, 1998. 12. Arsuaga JL. El enigma de la Esfinge. Plaza y Janés Editores S.A.: Barcelona, 2001. 13. King FA, Yarbrough CT, Anderson DC, Gordon TP, Gould KG. Primates. Science 1988; 240: 1475-82. 14. Milton K. Nutritional characteristics of wild primate food: do the diet of our closest living relatives have lessons for us? Nutrition 1999; 15: 488-98. 15. Milton K. Back to basics: why foods of wild primates have rele- vance for moderns humans health? Nutrition 2000; 16: 480-2. 16. Neel JV. Diabetes mellitus: A thrifty genotype rendered detri- mental by progress? Am J Human Genet 1962; 14: 353-62. 17. Zimmet PZ. Diabetes epidemiology as a tool to trigger diabetes research and care. Diabetologia 1999; 42: 499-518. 18. Blummenschine RJ, Caballo JA. Carroñeo y evolución humana. Libros de Investigación y Ciencia. Prensa Científica S.A.: Barce- lona, 1993. 19. Brans-Miller JC, Colagiuri S. Evolutionary aspects of diet and in- sulin resistance. World Rev Nutr Diet, 1999; 84: 74-105. 20. Reaven GM. Hypothesis: muscle insulin resistance is the “not so” thrifty genotype. Diabetologia 1988; 41: 482-4. 21. Morgan E. The Aquatic Ape. Editorial Souvenir. Londres, 1982. 22. Kuzawa CW. Adiposse tissue in human infancy and childhood: an evolutionary perspective. Yearbook of Physical Anthropology 1998; 41: 177-209. 23. Martin RD. Scaling of the mammalian brain: the maternal energy hypothesis. News Physiol Sci 1996; 11: 149-156. 24. Aiello L, Wheeler P. Brains and guts in human and primate evolution: the expensive organ hypothesis. Current Anthopology 1995; 36: 199-221. 25. Broadhurst CL, Cunnane SC, Crawford MA. Rift Valley lake fish and shelfish provided brain specific nutrition for eartly homo. Bri- tish J Nutr 1998; 79: 3-21. 26. Chen JD. Evolutionary aspects of exercise. World Rev Nutr Diet 1999; 84: 106-17. 27. Mariani-Costanini J. Natural and cultural influences on the evo- lution of the human diet: background of the multifactorial pro- cesses that shaped the eating habits of western societies. Nutrition 2000; 16: 483-6. 28. Eaton SB, Eaton SB III, Konner HJ. Paleolithic nutrition revisi- ted: a twelve year retrospective on its nature and implications. Eur J Clin Nutr 1997; 51: 207-16. 29. Nestle M. Animal v. plant food in human diet and helth: is the historical records unequivocal? Proc Nutr Society 1999; 58: 211-8. 30. Zimmet P. Globalization, coca-colonization and the chronic di- sease epidemic: can the doomsday scenario be averted? J Inter Med 2000; 247: 301-10. Las perspectivas evolucionistas de la obesidad 151 Rev Esp Obes 2004; 3: 139-151 01 revisiones 9/6/04 13:36 Página 151 Yessica Resaltado
Compartir