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1 PROCESO DE PRODUCCIÓN EN EL CAPITALISMO: RELACIONES SOCIALES E INSTITUCIONES Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA) Resumen El presente artículo desarrolla una discusión acerca de la naturaleza de las relaciones sociales en el ámbito de sociedades capitalistas. Inicialmente, se presenta una conceptualización de la noción de relación social, y se brinda una taxonomía, para el caso de la producción en el capitalismo. Seguidamente, se consideran dos contribuciones (Leijonhufvud y Bowles) formuladas a fin de explicar las específicas configuraciones encontradas. Se extrae elementos en común, cuales son la centralidad de las economías de escala y de las complementariedades técnicas. Asimismo, se señalan diferencias entre ambas propuestas, originadas en sus diferentes matrices teóricas (clásico-institucionalista en el caso de Leijonhufvud; neoclásica en el de Bowles), CAPITALIST PRODUCTION PROCESS: SOCIAL RELATIONS AND INSTITUTIONS Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA) Abstract This paper develops a discussion about the nature of social relations in capitalist societies. First, we deliver a definition for the notion of social relation, and also a taxonomy, for the case of capitalistic production. Next, two contributions are considered (Leijonhufvud and Bowles), that aim to explain these specific social configurations. The importance of scale economies and technical complementarities arises as a common conclusion. On the other hand, we find also differences, stemming from their different theoretical frames (classic and institutionalist in the case of Leijonhufvud, neoclassical in that of Bowles). JEL: Microeconomics: D02 - Institutions: Design, Formation, and Operations 2 PROCESO DE PRODUCCIÓN EN EL CAPITALISMO: RELACIONES SOCIALES E INSTITUCIONES Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA) Introducción El análisis del proceso productivo desde el plano técnico, con prescindencia de la naturaleza de los vínculos que se establecen entre los agentes que intervienen, permite comprender un conjunto relevante de cuestiones, asociadas a los productos a obtener y a los procedimientos a implementar; asimismo, pone en evidencia principios de la ingeniería de los procesos productivos, y su fundamentación. Son ejemplos de ello la noción de ociosidad de fondos de servicios, los principios de conservación de materia y energía, etc.. Las únicas relaciones interpersonales que encontramos en este plano de análisis se refieren a la gestión técnica del proceso; por ejemplo, las instrucciones acerca de las tareas a desarrollar (tales como las que contiene un manual de producción). Ahora bien, como la experiencia diaria nos indica, la actividad productiva involucra no sólo la implementación de procesos definidos en el plano técnico. En forma simultánea, involucra una trama de relaciones sociales entre los individuos participantes; hacemos referencia aquí a vínculos tales como propiedad y apropiación de insumos y productos del proceso, y su intercambio a través de mercados. Se trata de dos planos que coexisten, pero no en forma yuxtapuesta, sino que se implican mutuamente. Por un lado, las decisiones acerca de la producción se toman en función de una trama determinada de relaciones sociales; por el otro, las relaciones sociales guardan alguna correspondencia con la naturaleza técnica de los procesos productivos. La visión ingenieril de los procesos de producción no es hábil para determinar la naturaleza de las relaciones sociales que se construyen en torno del proceso productivo; por ejemplo, no puede establecer si el mismo se encuentra operado por trabajadores que integran una cooperativa, por una empresa convencional, por trabajadores independientes que compran y venden los resultados inmediatos de sus tareas, o incluso por esclavos. Obviamente, esto no es una falencia de este abordaje, por cuanto no pretende hacer referencia a esta temática. Abordaremos en este trabajo el tema de las relaciones sociales que se establecen en el ámbito del proceso productivo en general, ciñéndonos siempre al caso de las sociedades capitalistas modernas. No es necesario enfatizar la relevancia de este tema, y por lo tanto el interés de su tratamiento. Las decisiones de los agentes no se fundan exclusivamente en criterios rastreables en el plano técnico, sino que consideran un conjunto de factores originados en las relaciones sociales que se establecen entre ellos. En una sociedad capitalista, caracterizada por un importante nivel de división del trabajo y por la existencia del intercambio como forma de mediación entre los individuos, tales relaciones asumen en buena medida un carácter mercantil. Las acciones que se toman en el plano productivo responden típicamente (aunque no exclusivamente) a una lógica de costo- beneficio, para cuyo cálculo se requieren los precios; éstos son entonces la manifestación por excelencia de las relaciones sociales en una sociedad mercantil1. Y conviene destacar que los precios no son una cualidad propia de los bienes o servicios, sino la manifestación de vínculos sociales que se establecen a través de ellos; no tiene sentido hablar de precios en una sociedad donde los bienes o servicios no son objeto mercantil (como sería el caso de 1 Cabe recordar que en el análisis del proceso productivo desarrollado en el ensayo anterior, se han supuesto implícitamente relaciones sociales propias del capitalismo. 3 economías primitivas de subsistencia). En consecuencia, ellos deben ser interpretados en términos de una particular configuración de relaciones sociales. Comprender las relaciones sociales que se estructuran en torno del proceso productivo es un requisito indispensable para comprender su naturaleza. La distinción que aquí proponemos entre un plano tecnológico y uno de relaciones sociales retoma, en clave microeconómica, los conceptos de “fuerzas productivas” y “relaciones de producción” propuestos por la teoría marxiana. Este abordaje implica una toma de posición, por cuanto no se trata de una postura aceptada desde todas las perspectivas teóricas. En particular, la Economía Neoclásica constituye un denodado esfuerzo por naturalizar un conjunto de relaciones que aquí denominamos “sociales”. Así, el precio es fundamentado ante todo en términos puramente técnicos. Más específicamente, los precios surgen de la interacción de determinadas relaciones de sustitución en el plano técnico y del consumo. Esto implica colocar las relaciones de propiedad en un segundo plano, al punto que resulta posible tratar el tema de precios sin explicitar relaciones de propiedad; este tema es tratado sólo en casos específicos2. El presente ensayo se estructura de acuerdo a lo siguiente. En primer término, se presentarán algunos conceptos y categorías que precisarán la noción hasta ahora genérica de “relación social”, y se hará una breve referencia a las diferentes tipologías de relaciones sociales vinculadas al proceso productivo que puedan darse en una sociedad capitalista. Se presentarán a seguir dos abordajes alternativos acerca del fundamento de las relaciones sociales capitalistas, uno procedente de una visión institucionalista, el otro originado en un planteo neoclásico. Por último, se presentarán algunas conclusiones. Relaciones sociales en el capitalismo: conceptos básicos Esquemáticamente, y sin pretensiones de agotar una cuestión de gran complejidad, podemos proponer que los cursos de acción que adopta un individuo en sociedad responden a un conjunto diversificado de factores, agrupables en tres planos. • En primer lugar, pueden existir determinantes de orden físico; por ejemplo, una barrera natural que impida o limite el tránsito en una zona determinada, o la disponibilidad de alimento en un entorno determinado que permite su ingestión. • En segundo término, debemos contabilizar las restricciones de orden tecnológico (ocognitivo en general); esto implica que la reacción ante un elemento determinado del entorno físico, por ejemplo, la acción del individuo podrá variar en función de sus conocimientos técnicos e información sobre dicho entorno. Siguiendo con el ejemplo anterior, la posibilidad de superar una barrera determinada (digamos, un río) depende de la disponibilidad de tecnología y del conocimiento que tengamos de la misma. • Corresponde dar cuenta asimismo de las motivaciones provenientes de su subjetividad (deseos, impulsos, etc.), que se manifiestan en decisiones instintivas u ordenadas por una racionalidad de medios-fines. • Por último, registramos como determinantes los vínculos o relaciones que el individuo establece con los demás integrantes del cuerpo social; por ejemplo, obligaciones de un individuo para con sus pares de prestación de asistencia en situación de necesidad. 2 La cuestión de la propiedad aparece explicitada, en forma un tanto ad-hoc, cuando se hace necesario “asignar los derechos de propiedad”, para la corrección de las distorsiones generadas por las externalidades; así lo estipula el llamado “teorema” de Coase (véase Mas-Colell et al., 1995, cap. 11). Es de destacar que dentro de la Escuela Neoclásica, Coase es uno de los autores que más énfasis pone en la temática de las instituciones. 4 Estos cuatro niveles de determinación actúan en forma conjunta y articulada; en consecuencia, la explicación de un comportamiento concreto debe remitirse a todos ellos. Sin embargo, a fines teóricos, podemos concentrarnos en uno, dejando los demás en condición de constancia. Y, como es obvio, nuestro interés se centra ahora en el cuarto conjunto de factores, al que denominaremos en forma genérica relaciones sociales. Las relaciones sociales pueden ser definidas en general como los vínculos que establecen los individuos entre sí, más allá de su entorno familiar inmediato. Tales relaciones involucran un espectro muy amplio de contenidos; pero en todos los casos, la definición adoptada implica que se involucra a colectivos de individuos, y hace referencia a cómo tales vínculos se traducen en las acciones que toma cada individuo en forma separada o en forma colectiva. En este sentido, las relaciones entre los individuos constituyen un plano de la realidad social que es el objeto relevante y distintivo de estudio de las ciencias sociales en general, entre ellas, la Economía. Los otros tres planos de determinantes operan también en el caso del individuo hipotéticamente aislado. Una condición que debe cumplirse aquí es que tales relaciones sean perdurables; en este sentido, el término será aquí tenido como equivalente al de instituciones (las vinculaciones más efímeras no pueden ser objeto de estudio teórico, por cuanto si no hay replicación en el tiempo, no existe manera de estudiar su impacto). Por ejemplo, la adopción de un determinado patrón de conducta ante el sexo por parte de una colectividad implica que las acciones tomadas por los individuos seguirán una pauta específica, o por lo menos no incurrirán en conductas que escapen a la misma, salvo casos excepcionales (generalmente considerados como patológicos). Ahora bien, esta definición indica que las relaciones sociales se traducen en comportamientos determinados; pero ello no significa que ellas puedan ser deducidas de aquéllos. El estudio de las conductas no remite per se a un conjunto específico de relaciones, por cuanto ellas se fundamentan en normas y procederes. ¿Cuáles son las relaciones sociales que nos interesan, en el análisis del proceso productivo? La respuesta a esta pregunta requiere un recorte cuidadoso del objeto de estudio. Por ejemplo, si los determinantes de las preferencias de los individuos deben ser incorporados, entonces habremos de comprender todo un conjunto de relaciones referidas a la formación de las mismas (por ejemplo, la existencia de comportamientos imitativos en la conformación de preferencias individuales). El plano de la producción comprende un conjunto de elementos (recursos naturales, insumos, fuerza de trabajo, bienes durables) a los fines de obtener alguna transformación de valores de uso en otros valores de uso. Corresponde entonces ver cuáles relaciones se establecen en este ámbito, para el caso de una sociedad capitalista. Las relaciones sociales que se establecen en el ámbito del proceso de producción no son susceptibles de percepción por los sentidos, sino que se manifiestan a través de la comunicación simbólica (esto es así para el conjunto de las relaciones sociales); el plano técnico en cambio puede ser aprehendido en buena medida a partir de la simple observación de las operaciones3. 3 Para decirlo con una imagen: un conocedor de los procesos productivos puede identificar el uso de una tecnología específica en un dado ámbito productivo, con sólo inspeccionar visualmente las actividades que allí se realizan; por ejemplo, puede determinar si se utiliza la tecnología de alto horno o de reducción directa para la producción de acero. Pero si desconoce el idioma que utilizan los actores del proceso, no podrá determinar cuál es el tipo de relación social o contractual (utilizamos ahora estos términos como sinónimos) que los vincula. 5 En otros términos, las relaciones sociales involucran el plano de lo inteligible, y no sólo el de lo sensible. Esto no quita que las mismas sean objeto de investigación empírica; pero el material de análisis ahora es producto del lenguaje, que por lo tanto no debe ser sólo percibido, sino también interpretado4. Yendo ahora al tema específico de las relaciones sociales capitalistas de producción, podemos en primer lugar identificar relaciones de propiedad y usufructo. Los diferentes elementos que ingresan al proceso de producción son propiedad de algún individuo o individuos, y son puestos a disposición para implementar el proceso productivo mediante su cesión onerosa. La propiedad colectiva o común es una forma de alcance limitado en el capitalismo, y se encuentra a cargo del Estado o de alguna otra entidad de carácter colectivo; por lo general, se trata de una forma subordinada. En consecuencia, el proceso productivo conlleva el intercambio, instancia que interviene también para la puesta a disposición del producto final, a fines del consumo. Esta relación requiere que ambos individuos se reconozcan como propietarios, y presupone alguna forma de equivalencia y la inexistencia de coacción. Nótese que estas dos condiciones son concomitantes: sólo hay equivalencia si no existe coacción. Adicionalmente, aun cuando este tema no nos ocupará aquí, se requiere la intervención del dinero, instrumento indispensable cuando el desarrollo de la división del trabajo plantea requerimientos de flexibilidad y fluidez que exceden las posibilidades del trueque. El dinero puede ser entendido como mediador fundamental de las relaciones de intercambio. Pero en las sociedades capitalistas se da también la conformación de organizaciones, que eventualmente adquieren gran magnitud. Las mismas involucran a conjuntos de individuos, relacionados no ya por relaciones de intercambio, sino por vínculos de mando-obediencia; tales organizaciones son generalmente denominadas firmas. En general, el ingreso de los individuos a tal sistema de relaciones se da también con la previa mediación del intercambio; esto es, se trata de relaciones establecidas libremente, en términos jurídicos, que de hecho pueden ser resueltas por cualquiera de las partes en forma voluntaria. Un tópico que merece un tratamiento explícito, dentro de las relaciones sociales que se establecen en el capitalismo, es la manera con que la fuerza de trabajo es puesta a disposición del proceso productivo. Este tema reviste importancia, por cuanto desde diversas vertientes teóricas se lo considera definitorio de la naturalezadel capitalismo. Podemos señalar desde ahora dos pautas básicas, a saber: • El trabajo puede ser operado bajo control exclusivo del trabajador, entregándose al intercambio el producto del mismo. 4 Desde ya, esto no implica que no encontremos un plano simbólico en el nivel técnico del proceso productivo. El diseño del proceso se realiza en términos de lenguaje, como así también las indicaciones del manual de producción, las advertencias de seguridad, etc.); en consecuencia, no es la mera presencia del lenguaje lo que nos indica la existencia de relaciones sociales. Se trata antes bien de usos diferentes del lenguaje. La instrucción técnica acerca de las tareas a cumplir en determinado proceso productivo difiere claramente de la mención de una pauta social específica del proceso. Afirmaciones tales como “aplicar una capa de pintura” y “el bien producido es propiedad de la empresa hasta su venta a un cliente, y se encuentra bajo responsabilidad del encargado de almacenamiento” pertenecen obviamente al campo de lo simbólico; pero sus contenidos se asocian a planos claramente diferenciados: la primera es de naturaleza estrictamente técnica, y procede del diseño ingenieril del proceso productivo, mientras la segunda hace referencia a las relaciones sociales establecidas. Como sería de esperar en un universo complejo como el que estamos tratando, se encontrarán seguramente áreas de superposición entre los planos técnico y social. Así, por ejemplo, una indicación como “almacenar el producto en condiciones de seguridad contra robo” puede ser leída tanto en clave técnica como social. Entendemos de todas formas que la distinción entre ambos planos es pertinente, a fines analíticos. 6 • El propio trabajo (o, en términos marxianos, la fuerza de trabajo) puede ser objeto de una transacción mercantil; esto se realiza usualmente en términos de compraventa de tiempo de trabajo, estableciendo el vínculo que usualmente se conoce bajo el nombre de asalariamiento. Cabe aclarar que las relaciones mando-obediencia son típicas de la relación salarial; pero no necesariamente se limitan a éstas. Otros tipos de contratación de trabajadores pueden responder también a este concepto. Es interesante establecer aquí una correspondencia entre estas dos formas de brindar trabajo al proceso productivo y la organización técnica de la producción. En una aproximación simplificadora, podemos asociarlas a las organizaciones artesanal y fabril, respectivamente. Esto es, la venta de fuerza de trabajo sería propia de las unidades productivas relativamente concentradas. Quede en claro que por organización “fabril” entendemos – en términos algo laxos – toda organización orientada a explotar ventajas de la especialización y la división del trabajo dentro de la unidad productiva. Es obvio que numerosos casos prácticos no encuadran claramente en la partición anterior. Uno de ellos es el de las actividades desarrolladas en unidades productivas de pequeño porte, donde impera la relación salarial, pero al mismo tiempo la baja escala implica con frecuencia un muy reducido nivel de división del trabajo, la que se da con frecuencia en términos de calificaciones diferenciadas. Éste es el caso de trabajadores que desarrollan actividades de baja calificación, asistiendo al patrón, quien delega así un conjunto reducido de tareas, en una conformación que no responde estrictamente a la convencional fabrilización mediante división vertical del trabajo. Un ejemplo de esta configuración es el pequeño comercio minorista (cuando no responde a pautas estrictamente artesanales). Proponemos definir este conjunto como “Organización técnica artesanal asistida”. Existe además otro caso posible, que es el del trabajo brindado a través de sociedades de productores (cooperativas, empresas sociales, etc.). En principio, tales sociedades responden a algún requerimiento propio de la producción concentrada, aun cuando pueden cobrar existencia por otras motivaciones 5. El cuadro de correspondencias en definitiva quedaría conformado en los términos siguientes: Trabajo Asalariado Trabajo no asalariado Asociación de trabajadores Artesanal x Artesanal asistida x x Organización Técnica Fabril x x En su forma pura – esto es, una organización donde únicamente existen trabajadores- propietarios – la asociación de trabajadores reviste relativa importancia, en los regímenes capitalistas. Es conveniente aquí una aclaración. Hemos dicho que desde algunas conceptualizaciones del capitalismo (por ejemplo, en el ámbito de la teoría marxiana en general, pero también en 5 No cualquier sociedad cooperativa responde a este concepto. Es frecuente por ejemplo la conformación de este tipo de asociaciones a fines de mejorar las posiciones negociadoras de grupos de productores independientes, y no para aprovechar per se las ventajas de la organización fabril. 7 Bowles, 2004, cap. 10) se da centralidad a la relación salarial; esto es, limitan a este caso la definición del régimen capitalista. No pretendemos ingresar aquí en una discusión de carácter teórico; pero entendemos que es preferible no adoptar esta definición acotada, por cuanto no da cuenta de la diversidad de casos que se presenta en las sociedades modernas, que habitualmente se califican como capitalistas; diversidad que supera incluso las alternativas presentadas hasta aquí. Entendemos por otra parte que esta diversidad se ha mantenido a lo largo del tiempo, no existiendo una tendencia clara hacia el predominio de la relación salarial en unidades fabriles. En caso entonces de restringir la noción de organización capitalista a la existencia de asalariamiento, una parte importante de las actividades que consideramos productivas no encuadrarían en esta tipología. Consideramos que la noción menos restrictiva de generalización de la división del trabajo y prevalencia del intercambio como forma de mediación social permite dar cabida a todas las actividades de interés. Y aun así, una parte no menor del empleo queda fuera de este conjunto. Podemos señalar, como caso estadísticamente relevante, el empleo público. Éste último no es computado como una actividad mercantil, porque las prestaciones del gobierno no son objeto de intercambio. En definitiva, reiteramos el concepto ya de sociedad capitalista, como organización caracterizada por una desarrollada división del trabajo y la mediación del intercambio; debemos añadir a esto, la presencia de relaciones sociales de mando-obediencia, establecidas al interior de las unidades productivas, relaciones que se configuran previa mediación del intercambio. Al final de este ensayo, se agregarán algunos elementos de juicio adicionales sobre esta cuestión, a partir de las dos contribuciones que se analizan en el apartado siguiente. Fundamentos de las relaciones sociales en el capitalismo ¿A qué responden las pautas organizativas propias de la sociedad capitalista? Esta pregunta a su vez puede desdoblarse en un conjunto de interrogantes específicos. Como ejemplo, indicamos los siguientes. ¿Son las pautas técnicas las que en última instancia llevan a la conformación? ¿O por el contrario, son las relaciones sociales las que viabilizan la adopción de la organización fabril? ¿Cómo se asegura la sostenibilidad de la organización mercantil descentralizada? ¿Porqué la organización fabril requiere la formación de un mercado de trabajo asalariado? ¿Porqué permanecen en el tiempo formas artesanales asistidas, sin derivar a la producción fabril? La conformación de firmas, de los derechos de propiedad y de los mercados donde se ejerce intercambio requieren algún tipo de explicación, máxime si se tiene en cuenta – tal como se vio en el primer ensayo – que no se trata de formas “naturales”, propias de la especie humana, sino de relaciones sociales (o instituciones)que surgen en un específico período histórico. No existe hoy día una explicación teórica para estas cuestiones que genere consenso, en la teoría económica; en algunos casos. Incluso, estas preguntas se formulan como cuestiones un tanto marginales, sobre todo desde perspectivas que naturalizan las relaciones mercantiles, por lo que no parecen requerir explicación. Sin embargo, la génesis o etiología de las relaciones sociales es un tema de gran complejidad teórica. Ello es así, por cuanto no se trata de vínculos que responden a decisiones individuales, sino a la interacción de una gran cantidad de individuos. 8 Lejos estamos de poder dar cuenta en forma satisfactoria de esta cuestión. Su análisis, aun en el actual estado de conocimiento, es sin embargo de gran interés, en la medida en que permite echar luz sobre un conjunto de aspectos de gran importancia, para la comprensión de las economías capitalistas. Reseñaremos aquí dos contribuciones, originadas desde vertientes teóricas diferentes. Por un lado, consideraremos una aproximación propuesta por Axel Leijonhufvud, basada en un enfoque teórico de carácter institucionalista, y referenciada en la economía clásica; por el otro, expondremos un planteo de Samuel Bowles, más próximo a una óptica neoclásica. Seguidamente, se intentará una aproximación comparativa, a fin de poner en evidencia las diferencias entre ambos abordajes, para extraer así algunas conclusiones de interés6. Quede en claro que esta reseña comparativa dista de agotar las contribuciones teóricas sobre el tema; el propósito de lo que sigue es ofrecer una suerte de ejemplificación acerca del tratamiento del tema, empleando para ello dos propuestas interesantes y a la vez contrastantes. a) La propuesta de Axel Leijonhufvud7 Axel Leijonhufvud escribió “Capitalism and the Factory System”, en 1986. Este artículo desarrolla un atractivo análisis sobre el sistema fabril, basado en tres preguntas respecto de cuestiones técnicas y sociales del proceso productivo. Las respuestas que elabora son de gran interés, para la comprensión de la naturaleza de las relaciones sociales e instituciones que se constituyen en la producción capitalista. A continuación, señalamos los puntos fundamentales del artículo de Leijonhufvud y delineamos algunas reflexiones que consideramos relevantes 8. i) Tres preguntas y tres respuestas El artículo de Leijonhufvud comienza con una crítica a la función de producción neoclásica. El punto principal es aquí que “[la función de producción neoclásica] no describe la producción como un proceso, esto es, como una secuencia ordenada de operaciones. Es más como una receta de bouillabaisse donde todos los ingredientes son vertidos en una olla [...]. Esta abstracción de la secuencia ordenada de tareas es la responsable principal del hecho bien conocido de que la teoría de producción neoclásica no nos da ninguna pista sobre cómo la producción es organizada realmente.” (Leijonhufvud, pág. 204-5). Hay tres preguntas que la función de producción neoclásica no es capaz de responder, que hacen a las prácticas usuales en cuanto a la organización de la producción: • En primer lugar, por qué la producción manufacturera está concentrada en un único lugar, donde trabajan un número importante de personas. • Segundo, por qué las plantas son propiedad de una única firma. • Tercero, por qué son los propietarios de las firmas (o “capital”) los que contratan trabajo, antes que a la inversa. La primera pregunta es típicamente técnica, mientras que las otras dos apuntan a características sociales del proceso productivo. 6 Una razón tal vez valedera de este ejercicio comparativo es que el texto de Bowles que analizaremos no contiene referencia alguna al trabajo de Axel Leijonhufvud. 7 Debe advertirse que se consultó el original en inglés del artículo, y no la versión en español recientemente publicada. 8 Un artículo más reciente del autor desarrolla ideas similares a aquéllas que analizaremos aquí (Leijonhufuvd, 1995); el mismo incluye algunas afirmaciones interesantes sobre el rol del dinero y de la división del trabajo.
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