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4 5 Serie GUÍAS TÉCNICAS Directores: Manuel Muñoz López Carmelo Vázquez Valverde 6 7 RAFAEL BALLESTER ARNAL M.a DOLORES GIL LLARIO 8 9 Capítulo 1. Aspectos generales del entrenamiento en habilidades sociales 1.1. Presentación 1.2. Concepto y definición 1.2. 1. ¿Qué son las habilidades sociales? 1.2.2. ¿Cómo se adquieren las habilidades sociales? 1.2.3. ¿Por qué en ocasiones las personas no se comportan de un modo socialmente aceptable? 1.3. Características generales de las habilidades sociales: componentes básicos 1.3. 1. Comunicación no verbal 1.3.2. Componentes paralingüísticos 1.3.3. Componentes verbales: la conversación 1.4. Ámbitos de aplicación Cuadro resumen Exposición de un caso clínico Preguntas de autoevaluación Capítulo 2. Protocolo de aplicación del entrenamiento en habilidades sociales 2. 1. Objetivos 2.2. Evaluación de las habilidades sociales 2.2.1. Análisis funcional de la conducta 2.2.2. Entrevista 2.2.3. Autorregistro 2.2.4. Autoinformes 2.2.5. Evaluación por parte de los demás 2.2.6. Medidas conductuales 2.2.7. Registros psico fisiológicos 2.2.8. Conclusión 2.3. Procedimientos de aplicación del entrenamiento en habilidades sociales 2.3.I. Técnicas para el aprendizaje de nuevas habilidades sociales 2.3.2. Técnicas cognitivas 2.3.3. Entrenamiento en solución de problemas interpersonales 10 2.3.4. Tareas para casa 2.3.5. Generalización y mantenimiento de los cambios 2.4. Variables moduladoras del entrenamiento en habilidades sociales 2.4.I. El tipo de problema 2.4.2. La edad: intervención en la infancia y adolescencia 2.4.3. El formato de terapia: individual versus grupa) 2.5. Materiales para el terapeuta 2.5.I. Guía de observación 2.5.2. Evaluación 2.5.3. Intervención Cuadro resumen Exposición de un caso clínico Preguntas de autoevaluación Clave de respuestas Lecturas recomendadas y bibliografía 11 12 1.1. Presentación Tanto Aristóteles como Hobbes tenían razón cuando se referían al comportamiento social del ser humano, a pesar de que durante mucho tiempo se ha considerado que las posturas de estos dos filósofos eran antitéticas. Por un lado, Aristóteles defendía que el ser humano es un ser social, que ha nacido para vivir en sociedad y eso es cierto, en el sentido de que necesitamos de la sociedad, de la vida en comunidad para poder sobrevivir físicamente y mantener cierto equilibrio psicológico. Erich Fromm en El Arte de Amar expresa esta idea de modo magistral: El hombre está dotado de razón, es vida consciente de sí misma; tiene conciencia de sí mismo, de sus semejantes, de su pasado y de las posibilidades de su futuro. Esa conciencia de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, de que morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su soledad y su separatidad, de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera liberarse de su prisión y extender la mano para unirse en una u otra forma con los demás hombres, con el mundo exterior (Fromm, 1959, 1996, pp. 18-19). Seguramente porque necesitamos tanto a los demás, nos cuesta aceptar la idea defendida por Hobbes de que el estado natural del ser humano es la guerra del hombre contra el hombre, enfatizando lo conflictiva que resulta la convivencia entre las personas. Posiblemente, el término "guerra" sea excesivo para el tema que nos ocupa, pero en su acepción menor resulta difícil negar que los conflictos sociales entre las personas suelen ser la norma, y no la excepción, y que aprender a vivir en paz con los demás y con uno mismo es a menudo un arte sólo acariciado por algunos. Quizás a algún lector también le pueda parecer excesivo utilizar el término "arte" para designar a la habilidad de convivir con otras personas y se encuentre pensando que, en realidad, el comportamiento social adecuado es algo bastante más sencillo, para el que basta el sentido común y un poco de intuición. En ese caso, nosotros volvemos a 13 recordar lo que al respecto de "el arte de amar" nos cuenta Erich Fromm. Todo ello sería aplicable al arte de las habilidades sociales: El proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la práctica. Si quiero aprender el arte de la medicina, primero debo conocer los hechos relativos al cuerpo humano y a las diversas enfermedades. Una vez adquirido todo ese conocimiento teórico, aún no soy en modo alguno competente en el arte de la medicina. Sólo llegaré a dominarlo después de mucha práctica, hasta que eventualmente los resultados de mi conocimiento teórico y los de mi práctica se fundan en uno, mi intuición, que es la esencia del dominio de cualquier arte. Pero aparte del aprendizaje de la teoría y de la práctica, un tercer factor es necesario para llegar a dominar cualquier arte - el dominio de ese arte debe ser un asunto de fundamental importancia; nada en el mundo debe ser más importante que el arte. Esto es válido para la música, la medicina, la carpintería y el amor-. Y quizá radique ahí el motivo de que la gente de nuestra cultura, a pesar de sus evidentes fracasos, sólo en tan contadas ocasiones trata de aprender ese arte. No obstante el profundo anhelo de amor, casi todo lo demás tiene más importancia que el amor: éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar esos objetivos y muy poca a aprender el arte del amor (Fromm, 1959, 1996, p. 17). Las habilidades sociales constituyen una herramienta enormemente útil de la que se sirven los seres humanos a lo largo de toda su vida. Las habilidades sociales nos permiten acceder al infinito abanico de posibilidades que nos ofrecen los demás para cubrir nuestras necesidades. Dichas necesidades cambian en función del período en que estemos, las figuras a las que recurrimos también cambian y, cómo no, los modos de que nos servimos para aproximarnos a los demás, pero la facilidad o dificultad para conectar con los demás persiste. Si una persona no presentó problemas de interacción en la Escuela Infantil, cabe pensar que se adaptará con facilidad al sistema de funcionamiento de Educación Primaria y que no tendrá dificultades para formar parte de una pandilla de amigos en la adolescencia o para relacionarse con sus vecinos en un domicilio nuevo. Sin embargo, como el lector ya debe estar pensando, esto no siempre es así. Efectivamente, existen varios componentes básicos, como la empatía - facilidad para ponerse en el lugar de los demás - o incluso el conocimiento de las convenciones sociales propias de cada contexto, pero existe un componente situacional que tiene tanto peso que puede hacer que una persona sea hábil socialmente en una determinada situación y muy poco o nada en otra. Ser poco hábil en determinado contexto supone la reducción de las posibilidades de obtener refuerzo, ayuda, atención, etc., de los demás, con la consiguiente pérdida de oportunidades para aprender, madurar y, sobre todo, ser feliz. Las habilidades sociales, pues, tienen una estrecha relación con el desarrollo cognitivo y los aprendizajes que se van a realizar tanto en la escuela como fuera de ella. 14 Constituyen un requisito necesario para desarrollar y establecer una buena socialización del niño entre sus iguales e influyen en su rendimiento. El niño mostrará interés por el entorno en la medida en que se sienta seguro en su contexto, y esto incluye, entre otros factores, el sentimiento de competencia social y de integración. Es frecuente el estudio de las habilidades sociales como un aspecto relativamente independiente del desarrollo cognitivo. Sin embargo, en los últimos años, las investigaciones llevadas a cabo desde la perspectiva socio-histórica subrayan la importancia de que el niño se sienta arropado socialmente de cara a optimizarlas situaciones de enseñanza/aprendizaje. En estos momentos la Psicología Educativa está recibiendo importantes aportaciones pro venientes de esta perspectiva, entre las que cabe destacar la tutoría de pares, que está ofreciendo resultados prometedores. Por otra parte, pero ciertamente en vinculación con lo anterior, la competencia social proporciona sentimientos de autoeficacia que constituyen un ingrediente fundamental de la autoestima. La historia pasada de éxitos o fracasos son aspectos que engrosan la mochila que siempre llevamos encima para enfrentarnos a nuevas interacciones. En ocasiones pesa de tal modo que no nos deja mostrarnos de forma espontánea, contribuyendo a ratificarnos en nuestra predicción de que no vamos a ser capaces de hacer frente a tal o cual interacción amenazante. Esta profecía autocumplida es uno de los principales escollos que debe salvar el terapeuta cuando las dificultades de interacción han llevado al sujeto a demandar ayuda profesional para hacer frente a las limitaciones derivadas de dichos problemas sociales. De todo lo expuesto hasta el momento cabe deducir que los comportamientos sociales, sean positivos o adecuados, sean negativos o inapropiados, que una persona va realizando a lo largo de su vida van configurando tanto el patrón de conducta que va a tener ese sujeto a la hora de relacionarse con su entorno como las autoverbalizaciones y, en último término, su autoestima. Es decir, al actuar de una determinada manera, se obtiene una contingencia (una consecuencia inmediata en el entorno) que, si ha sido efectiva, aunque quizá no haya sido apropiada, incrementa la probabilidad de repetir ese comportamiento en lo sucesivo. Lógicamente, para reaccionar ante las situaciones nuevas buscamos entre nuestro repertorio situaciones semejantes en las que ya respondimos, con mayor o menor fortuna. Por este motivo es muy aconsejable iniciar cuanto antes el entrenamiento en habilidades sociales, ya que éstas no mejoran "espontáneamente" con el paso del tiempo, sino que incluso se pueden deteriorar al provocar el rechazo o la indiferencia de las personas significativas en la vida de una persona. 1.2. Concepto y definición 1.2.1. ¿Qué son las habilidades sociales? Resulta difícil definir con claridad y objetividad en qué consiste un comportamiento 15 socialmente competente, lo cual no sig nifica que no existan criterios para valorar la pertinencia o adecuación de un determinado comportamiento. Si el lector realiza el ejercicio de intentar explicar desde sus conocimientos en qué consiste la competencia social, es muy probable que en sus diversas tentativas aparezcan tres conceptos: consenso social (un comportamiento es considerado incorrecto si no es del agrado del grupo que lo juzga, pero puede ser considerado habilidoso por otro grupo de referencia), efectividad (una conducta es habilidosa en la medida en que conduce a la obtención de aquello que se propone) y carácter situacional (un mismo comportamiento es adecuado en una situación, pero puede no serlo en absoluto en otra). Detengámonos brevemente en estos tres componentes: a)Consenso social. De entre todo el repertorio posible de respuestas que se pueden emitir en una determinada situación, tendemos a emitir aquellas que hemos visto que han sido valoradas como pertinentes por otras personas. Es decir, de alguna forma los demás van moldeando nuestro comportamiento social, haciendo que nos sirvamos de unos modos u otros en función de lo socialmente acordado como correcto. El consenso social hace que una conducta pueda ser considerada como adecuada por un grupo de personas y no por otro. Con toda seguridad, una determinada cultura establece unas pautas básicas de comportamiento aceptadas por sus miembros en términos generales, y otras pautas que son propias de cada uno de los subgrupos que la componen. Por ejemplo, los latinos aceptan de buen grado la cercanía física en las interacciones entre dos personas en comparación con los anglosajones. Sin embargo, dentro de la cultura latina, puede haber divergencias en cuanto a los límites establecidos implícitamente entre los diversos subgrupos sociales. b)Efectividad. La efectividad tiene tres vertientes. En primer lugar estaría la efectividad en cuanto al logro del objetivo trazado, que puede no coincidir con la efectividad para mantener o mejorar la relación, lo cual, a su vez, puede estar o no relacionado con la efectividad para mantener la autoestima. O, dicho de otro modo, el objetivo puede ser de carácter puramente social (facilitar el desarrollo o mantenimiento de relaciones sociales) o puede ser que nuestro objetivo no sea de tipo social (conseguir un aumento de sueldo o el permiso para llegar más tarde a casa), e incluso ambos pueden entrar en conflicto. Veamos un ejemplo: Dar un empujón a alguien que pretende colarse en la fila del comedor del colegio puede ser efectivo en la medida en que el niño que empuja hace prevalecer su derecho al conseguir que le atiendan antes que al niño que ha llegado más tarde, y hasta puede que en determinado contexto (por ejemplo, si sabe que le están observando personas a las que quiere impresionar) contribuya a hacerle sentir fuerte y seguro, pero con toda seguridad habrá deteriorado la relación que tuviera o pudiera llegar a establecer con el otro niño. 16 Un ingrediente fundamental para alcanzar la efectividad es el control emocional que permite a una persona expresar sus sentimientos y defenderse sin una ansiedad inapropiada que le haga adoptar un tono y, en general, una actitud que vaya en detrimento de esa efectividad. c)Carácter situacional. Si se reflexiona sobre el ejemplo anterior, se coincidirá en que, según la situación, lo pertinente es hacer prevalecer un tipo de eficacia sobre otro, ya que no en todas las ocasiones es fácil encontrar el comportamiento que nos satisfaga en los tres sentidos. Siguiendo con el ejemplo, si se trata de un buen amigo, quizá el niño en cuestión prefiera sacrificar su objetivo y esperar más en la cola para evitar una discusión. El grado de competencia que muestre una persona y, en general, el tipo de interacción que inicie dependerán de factores situacionales como la familiaridad existente con el interlocutor, el sexo de ambos o el propósito de la interacción. La suposición de que una persona se va mostrar igualmente competente al poner en juego una misma habilidad en diferentes situaciones carece de fundamento. Recogiendo lo aportado hasta el momento podríamos decir que una persona habilidosa es aquella que es capaz de expresar sus sentimientos y/o intereses de una forma tranquila consiguiendo que se tengan en cuenta sus demandas y se minimice la probabilidad de futuros problemas en diferentes situaciones gracias a un amplio conocimiento de los modos de expresión socialmente aceptados. 1.2.2. ¿Cómo se adquieren las habilidades sociales? La conducta humana está influida y determinada en gran medida por el ambiente en que se produce. Lo que sucede alrededor de la persona, y fundamentalmente lo que ocurre antes y después de cualquier conducta, va configurando la manera de comportarse y la forma de ser del individuo. Durante la primera infancia el ambiente más cercano al niño lo configuran la familia y la escuela, por lo que ambos constituyen los agentes más influyentes y determinantes de su proceso de aprendizaje. Sin quitar importancia a los factores genéticos y hereditarios que intervienen en la configuración del carácter y la personalidad de los individuos, lo fundamental en el comportamiento viene dado por el ambiente, ya que en él se generan la mayor parte de los aprendizajes. Además, el ambiente se puede variar y modificar con el objetivo de adquirir conductas que no se han aprendido todavía, y/o desaprender otras que no son adecuadas, que perjudican al propio individuo o a los demás. Es decir, las conductas sociales, y, por tanto, las habilidades sociales, se aprenden. Ninguna persona nace simpática, triste, desobediente, violenta, etc., sino que a lo largo de la vidava aprendiendo a ser como es. En este aprendizaje hay dos variables implicadas: 17 •La propia conducta. Lo que la persona hace, dice, piensa, etc. •Las conductas de los demás. La reacción del entorno ante lo que el individuo hace. La relación e interacción de ambas variables se rige por las leyes del aprendizaje. Las más importantes son: ✓Toda conducta que va seguida de una recompensa tiende a repetirse en el futuro. ✓Una conducta que no obtiene ninguna recompensa tiende a desaparecer. ✓En determinadas condiciones, las conductas que van seguidas de consecuencias desagradables tienden a extinguirse. ✓Muchas conductas se aprenden por observación, imitando lo que hacen otras personas. Las habilidades sociales son conductas aprendidas. Un niño poco habilidoso socialmente no es un niño enfermo o desequilibrado, sino simplemente una persona a quien el medio no ha proporcionado suficientes experiencias y modelos para aprender dichas conductas. Para facilitar la adquisición y el desarrollo de las habilidades sociales es conveniente: 1.Ofrecer un modelo adecuado. Es decir, un modelo que facilite resolver conflictos a través del diálogo, conversar, desarrollar conductas asertivas, mostrarse receptivo ante los demás, expresar de manera adecuada sus emociones, defender sus derechos de manera no ofensiva para los demás, etc. 2.Valorar los aspectos positivos: ✓Reducir el uso de la recriminación para corregir los déficit en habilidades sociales. ✓Valorar otras conductas alternativas que con mucha frecuencia pasan desapercibidas. ✓Mantener una actitud positiva ante cualquier logro del niño, por mínimo que parezca. ✓Permitir que éste realice las conductas, aunque en un principio no lo haga del todo bien. 3.Facilitar el entrenamiento en un pensamiento divergente. Nuestro entorno cultural genera sobre todo un estilo de pensamiento unidireccional, es decir, existe la tendencia a buscar una única solución a los problemas y situaciones de la vida cotidiana, sin tener en cuenta que, en la mayoría de las ocasiones, las soluciones o alternativas 18 pueden ser diferentes y múltiples. 4.Proporcionar ocasiones facilitadoras de habilidades sociales. Cuando se ofrecen al niño experiencias variadas que posibilitan que se relacione en distintas situaciones sociales se está favoreciendo el ejercicio y desarrollo de las habilidades sociales. En resumen: ✓Las habilidades sociales se aprenden. ✓Es necesario ofrecer un modelo adecuado desde las primeras etapas de la vida. ✓Con el fin de potenciar el desarrollo social es conveniente valorar las conductas positivas que manifiesta el niño. ✓Con este mismo objeto no es bueno insistir en lo negativo; no es conveniente recriminar. ✓Se debe ayudar a utilizar un pensamiento divergente, potenciando la búsqueda de soluciones alternativas a los diversos problemas sociales. ✓Hay que proporcionar situaciones variadas de aprendizaje social. Una vez se ha visto cómo se desarrollan las habilidades sociales, veamos por qué en ocasiones el proceso no se lleva a cabo del modo más idóneo. 1.2.3. ¿Por qué en ocasiones las personas no se comportan de un modo socialmente aceptable? Las dificultades de interacción social que manifiestan los individuos en diversas situaciones y/o momentos de su vida pueden obedecer a diferentes causas. En primer lugar, es posible que el individuo carezca de habilidades, es decir, no interactúe correctamente con los demás porque no cuenta en su repertorio con las habilidades que precisa la situación social de que se trate. Este déficit puede cifrarse en una carencia de elementos o componentes (dichas habilidades no se han llegado a desarrollar) o es posible que tan sólo exista en cuanto a la ejecución, o lo que es lo mismo, que el individuo posea las habilidades precisas, pero que no sepa emplearlas apropiadamente. Una persona que no emplea las habilidades precisas en el momento adecuado quizá carezca de la motivación necesaria para hacerlo o quizá, sencillamante, no sepa extraer información valiosa de las claves que permiten discernir su pertinencia. Es decir, es posible que exista un déficit motivacional, en virtud del cual el individuo conoce la conducta apropiada a efectuar, pero por algún motivo no la lleva a cabo; también es posible que el déficit se aprecie a la hora de discriminar cuándo debe aplicar una u otra conducta. Un individuo 19 con un déficit en discriminación posee la habilidad deseada en su repertorio, está motivado para llevarla a cabo apropiadamente, pero no puede discriminar, es decir, no sabe cuándo exhibir la conducta deseada. Para saber si el déficit principal está en la discriminación se ha de estar seguro de que el individuo es capaz de realizar la conducta. Es decir, hay que haber observado que realiza esa conducta de forma relativamente frecuente, aunque falle al realizarla en determinadas situaciones. En este caso podemos inferir que la causa está en una incapacidad para extraer la información relevante de las situaciones sociales. 20 Figura 1.1. Causas del comportamiento social inadecuado. A continuación ofrecemos al lector dos ejemplos, uno perteneciente a un niño y otro a una persona adulta, para ilustrar cómo podemos encontrar déficit en habilidades sociales a cualquier edad. Ejemplo 1 Una niña de 7 años pregunta a su padre: Yéntel: Papá, eso de la educación a veces no lo entiende la gente. Papá: ¿Qué quieres decir con eso? Yéntel: Que a veces en el comedor Eneko me pregunto si quiero pon y cuando le digo "no, gracias" él me da pan diciéndome que como le he dado las gracias es que quería pan. Y si no quería, para qué he dicho gracias. Ejemplo 2 Una mujer de 34 años que cuenta con una buena red de apoyo social a nivel de amigos y familia tiene, en cambio, serias dificultades para iniciar y mantener una relación de pareja satisfactoria. Se plantea una cita con una persona que parece que puede ser interesante y la mujer recurre a sus amigas y amigos pidiéndoles que le hagan un listado de posibles temas de conversación y respuestas a determinadas preguntas que teme que le hagan. 1.3. Características generales de las habilidades sociales: componentes básicos Las habilidades sociales son comportamientos complejos donde se dan cita componentes de índole diversa. Cuando queremos que los demás tengan en cuenta una queja, por ejemplo, hemos de ser conscientes de que no sólo hemos de escoger cuidadosamente las palabras (componente verbal), sino que nuestro éxito en buena medida va a depender también del tono y actitud que empleemos (componentes no verbales). Estos dos tipos de componentes, los verbales y los no verbales, si bien en su forma son muy diferentes, constituyen sistemas de signos dirigidos a un mismo objetivo, esto es, servir a la comunicación. Ambos sistemas son aprendidos y, en esa medida, susceptibles de presentar déficit. Además, ambos tipos de componentes realizan sus contribuciones en todo el proceso de las interacciones sociales. Existen, sin embargo, una serie de diferencias entre ellos. El lenguaje no verbal es continuo y difícil de controlar, ya que se produce de forma inconsciente. Los errores en este ámbito son interpretados como que la persona se halla perturbada emocionalmente. 21 Y, por último, su aprendizaje tiene lugar de forma indirecta e informal. El lenguaje verbal, por su parte, es discreto y puede controlarse fácilmente; se tiene plena consciencia de él mientras se está utilizando; los errores en él se interpretan como una falta de educación y se aprenden de forma directa y formal. En el siguiente esquema se representan las semejanzas y diferencias entre ambos componentes. Figura 1.2. Semejanzas y diferencias entre componentes verbales y no verbales. 1.3.1. Comunicación no verbal Se trata de uno de los componentes más importantes dada la dificultad que supone su control. Efectivamente, podemos decidir qué decimos y qué no, pero aun cuando optamos por no hablar, seguimos emitiendo mensajes y, en esa medida, aportando información sobre nosotros mismos. Podemosdecir, por tanto, que se trata de un factor inevitable que además cuenta con un extraordinario poder. Constituye la base sobre la que nos formamos una impresión acerca de los demás, con la particularidad de que ni siquiera sabemos con exactitud en qué nos basamos para emitir juicios. La comunicación no verbal nos sirve de diversos modos. En ocasiones nos permite enfatizar un aspecto de nuestro discurso, y a veces nos permite incluso reemplazar las palabras (por ejemplo, una mirada puede indicarnos si un comportamiento es correcto o 22 no). Pero también a veces contradice lo que estamos diciendo, como cuando aceptamos una tarea verbalmente mientras nuestra actitud indica a las claras que estamos profundamente fastidiados. En la comunicación no verbal confluyen muy diversos componentes. La intensidad y persistencia de la mirada, por ejemplo, informa del grado de interés de la otra persona, pero también de si el interlocutor se siente seguro, se muestra sumiso, es tímido o temeroso. Lógicamente, existe una variabilidad en función de aspectos como la situación (se mira más cuando se escucha y menos cuando se habla), el sexo (las mujeres mantienen un mayor grado de contacto ocular que los hombres), la cultura (la mirada franca de las mujeres está incluso penalizada en algunas culturas), etc. Los aspectos culturales también modulan la expresión facial de nuestras emociones que, si bien es universal e innata, se ve enormemente influida por el control de las expresiones que cada cultura genera. Algo semejante ocurre con los gestos, que también son eminentemente culturales. Las manos son la parte del cuerpo más visible y expresiva después de la cara. De hecho, cuando se pretende enseñar a los padres de niños invidentes la forma más idónea de comprender los mensajes de sus hijos, se insiste en que es en las manos en lo que deben fijarse. Detengámonos brevemente en cada uno de estos componentes: •Expresión facial. Es importante que la expresión facial concuerde con el mensaje verbal, de lo contrario, ante la ambigüedad, el oyente se queda con la información no verbal. Por ejemplo, si mostramos miedo en nuestra expresión al tiempo que emitimos un mensaje verbal asertivo, es probable que no obtengamos aquello que pretendíamos. •Mirada. Una gran parte de las interacciones humanas dependen de miradas recíprocas. La mirada da información acerca de la actitud del interlocutor (mirada fija indica hostilidad, dilatación de la pupila indica interés...), pero sobre todo sirve como apoyo al habla (nos mostramos más persuasivos cuando miramos más al tiempo que hablamos). •Sonrisa. Es un componente clave para iniciar una interacción en la medida en que expresa una actitud favorable creando un buen clima. Pero no sólo es importante en el inicio de una interacción. A lo largo de una conversación resulta apropiado utilizarla con objeto de asegurar al otro que se le comprende, que se comparte su punto de vista, e incluso para facilitar que el otro se pueda expresar mejor. Por último, concluir una conversación mostrando una expresión excesivamente seria puede hacer pensar al otro que se estaba deseando acabar, lo que generará en el interlocutor dudas acerca de la credibilidad del resto de la interacción. •Postura corporal. El modo en que nos movemos, caminamos y, en general, nuestra postura cuando estamos de pie o sentados ofrecen mucha información a los demás de 23 nosotros mismos. Inclinarse hacia delante indica interés, cruzar o descruzar las piernas puede indicar coqueteo o, por el contrario, nerviosismo, etc. Además, los cambios posturales contribuyen al flujo de la conversación, señalando que se pretenden tomar o ceder la palabra, por ejemplo. •Gestos. Se trata de acciones, con un claro componente cultural, que tienen sentido en la medida en que son vistas por el interlocutor. Tienen un objetivo claramente informativo y son muy dependientes del contexto social. Se realizan con las manos, y, en menor medida también con la cara y añaden énfasis al mensaje verbal. Piense el lector, como ejemplo, en la diferencia de gesticulación entre un italiano y un inglés enzarzados ambos en una discusión. •Proximidad. El grado de proximidad expresa la naturaleza de la relación y varía según el contexto, con un importante componente cultural. Por ejemplo, los árabes toleran y gustan de una mayor proximidad en la interacción social que llega a irritar a personas de otras culturas. Tampoco es comparable el grado de proximidad aceptable ante un extraño o ante una persona significativa (familiar cercano, amigo o pareja). En este sentido se ha de subrayar la importancia de ciertos factores moduladores como la edad (el acercamiento a niños está mucho más permitido y en general mejor visto que a personas mayores) y el sexo. El acercamiento entre mujeres está mejor visto que el acercamiento entre hombres, con escasas excepciones, como las expresiones de júbilo de los deportis tas en momentos de euforia, por ejemplo, cuando un futbolista mete un gol. •Apariencia personal. La cara, el pelo, las manos y la ropa son los principales aspectos en los que se basan los juicios relativos al atractivo físico. Son elementos que pueden ser importantes en un primer momento, pero que van perdiendo importancia a medida que prospera la relación. Los déficit o errores en los componentes no verbales, como se ha señalado, provocan un impacto emocional negativo en el interlocutor, así como un juicio de éste relativo a nuestra manera de ser. Sin embargo, hay que subrayar que en muchas ocasiones no somos conscientes de ello y, por tanto, atribuimos nuestros fracasos, cuando éstos ocurren, a otro tipo de componentes de los que sí tenemos un registro. En estos casos, nos sentimos responsables persistiendo, de este modo, en una "actitud" - término en el que se engloban todos los componentes no verbales comentados - inapropiada. 1.3.2. Componentes paralingüísticos En este apartado se van a tratar una serie de aspectos que acompañan al habla y que contribuyen a modular el mensaje. También en este caso se trata de componentes de los que individuo no suele ser consciente. Nos estamos refiriendo al volumen, al tono, a la 24 fluidez y a la velocidad. En ocasiones nuestro objetivo es transmitir un mensaje con claridad, pero la ansiedad de no ser capaces de hacernos entender o el temor a aburrir, por ejemplo, hacen que hablemos atropelladamente o más rápido de lo adecuado. De este modo, aun cuando el contenido sea apropiado, el objetivo no se consigue. La atribución que los sujetos hacen de ese fracaso casi siempre recae sobre otros aspectos internos e incontrolables, lo que indica que, o bien no se es consciente de que los componentes paralingüísticos juegan un importante papel en el control que ejercemos sobre las interacciones, o bien uno no se siente capaz de controlarlos. •El volumen. Tiene como objetivo asegurarse de que el mensaje llega al oyente, pero un volumen excesivamente alto puede indicar agresividad, mientras que un volumen muy bajo, actitud temerosa. Los cambios en el volumen son acon sejables: facilitar que se preste atención, pues enfatizan los aspectos importantes. •El tono. Una misma verbalización puede contener mensajes muy diferentes en función de la entonación con que se pronuncie, por lo que se trata de un componente fundamental. Un claro ejemplo es la ironía. Una misma frase puede ser un cumplido o una burla según el tono empleado. En ocasiones, este componente deja traslucir la vertiente más sincera cuando existe discrepancia entre el mensaje verbal, y lo que en realidad nos gustaría decir. Los bebés, dado que todavía no dominan el lenguaje verbal, son capaces de extraer mucha información de estos aspectos paralingüísticos. Es frecuente que una madre se queje por la respuesta huidiza o incluso irritada que obtiene de su pequeño al recogerlo de la guardería. Le ha "dicho" lo contenta que está de verlo, pero es posible que el mensaje que ha recibido el niño deje entrever la ansiedad debida a los obstáculos que ha tenido quesalvar para llegar a tiempo o la culpabilidad por tener que dejarlo siendo tan pequeño. •La fluidez. El habla entrecortada por dudas o vacilaciones, si bien es bastante frecuente, puede dar impresión de inseguridad. Algo semejante ocurre con la utilización de muletillas o de palabras sin sentido. Otro aspecto implicado en la fluidez es el uso que se haga de los silencios. Tan inconveniente es abusar de ellos (provoca aburrimiento) como pretender llenar el tiempo con expresiones de relleno; ya que esto puede denotar ansiedad. •La velocidad. Está directamente relacionada con los silencios que se acaban de mencionar. Hablar muy rápido puede entorpecer la comprensión del mensaje y puede indicar ansiedad en unos casos o vehemencia en la defensa de lo que se está explicando en otros, mientras que hablar muy despacio puede hacer que se pierda el hilo. 1.3.3. Componentes verbales: la conversación La conversación es la herramienta por excelencia que utilizamos las personas para 25 interactuar con los demás. Existen algunas investigaciones que permiten establecer ciertos criterios de corrección o idoneidad en el uso y control de los aspectos implicados en la conversación. A continuación se comentan algunos de los principales resultados: •Duración del habla. Se considera socialmente competentes a las personas que hablan más del 50% del tiempo. Los que hablan más del 80% son considerados por los demás como dominantes y descorteses, mientras que a quienes hablan sólo un 20% del tiempo de la conversación se les considera fríos y poco atentos. Es conveniente, por lo tanto, establecer un ritmo de intercambio en el que se asuma aproximadamente el 50% del peso de la interacción, sin monopolizar en forma de monólogo la conversación, pero sin caer tampoco en la postura pasiva de escuchar sin enriquecer y agilizar el intercambio. •Retroalimentación. Quien habla precisa información de forma intermitente, pero regular, para adecuar su discurso al interlocutor. Necesita saber si se le entiende, si se le cree, si está aburriendo... Se ofrece retroalimentación con la mirada y, en general, con la actitud, aspecto que ya se ha comentado, siendo, desgraciadamente, muy frecuente recibir más bien poca retroalimentación en las conversaciones, lo que genera inseguridad. A veces, la retroalimentación se ofrece en un momento inadecuado, por ejemplo, interrumpiendo sin esperar una pausa apropiada, lo que genera perplejidad y la sensación de que lo que se desea fundamentalmente es ser escuchado y no tanto escuchar. •Las preguntas. No sólo sirven para obtener información; permiten expresar interés, facilitar el inicio de una conversación y posteriormente prolongarla o acortarla. Así, mientras las preguntas generales del tipo "¿cómo estás?" pueden servir para iniciar una conversación, otras más específicas, como "¿qué pensaste al verlo después de tanto tiempo?" incitan al interlocutor a que proporcione información sobre sí mismo. En ambos casos se trata de preguntas abiertas, es decir, preguntas que no se pueden contestar de forma parca con un "sí" o con un "no". Por el contrario, las preguntas cerradas (por ejemplo: "¿te gusta ir al cine?") reducen las posibilidades de expresión del interlocutor y obligan a quien las plantea a asumir prácticamente toda la responsabilidad del curso y duración de la conversación. •Habla egocéntrica. En ocasiones, tal vez por miedo al silencio, hay personas que tienden a tomar las riendas por completo de la conversación con verdaderos monólogos que parecen más dirigidos a ellos mismos que a su interlocutor. No parecen prestar atención a la retroalimentación que se les da, haciendo que quien le escucha se sienta excluido de la interacción. Las conversaciones pueden tener muy diferentes objetivos y, lógicamente, éste será el eje en torno al cual variarán todos los aspectos que se han comentado hasta el momento. En una charla informal, dirigida básicamente a mantener una relación en 26 principio poco íntima, el tono es desenfadado y la distancia personal es pequeña, mientras que si el objetivo es dar instrucciones hay que controlar muy bien los aspectos paralingüísticos (el volumen, la velocidad, etc.). El comportamiento no verbal será el que marcará el grado de seriedad o distancia que se pretenda establecer con el interlocutor. Las conversaciones cumplen otras muchas funciones, como hacer cumplidos, agradecer cosas, saludar, etc. A continuación se presenta de forma gráfica (figura 1.3) la contribución de todos los tipos de componentes a la finalidad de la interacción que tiene como eje la conversación. Figura 1.3. Interacción de componentes verbales, no verbales y paralingüísticos. 1.4. Ámbitos de aplicación Si se entienden las habilidades sociales como las herramientas de que nos servimos los seres humanos para conseguir potenciar al máximo el desarrollo de nuestras capacidades gracias a la ayuda que podemos obtener de los demás, habrá que incluir un gran número de destrezas. 27 Desde esta conceptualización tan amplia se puede hablar de habilidades para la vida en general, como la perseverancia o la flexibilidad; habilidades para el pensamiento, como comparar, tomar decisiones, investigar o resolver problemas; habilidades de presentación, como el control del volumen y contacto ocular o la organización o estructuración a la hora de exponer ideas; y, por último, habilidades interpersonales, por ejemplo, escoger palabras y ser respetuoso, y la facilidad para hacer amigos y/o para cooperar, así como para resolver problemas mediante la discusión. A pesar de que efectivamente es preciso poner en juego todas estas habilidades para un desarrollo y adaptación óptimos, se van a obviar en este trabajo las habilidades más básicas, para estudiar con más detalle las habilidades precisas según el objetivo perseguido. Existe cierto consenso en que las habilidades sociales básicas son las siguientes: •Hacer cumplidos y aceptar cumplidos. Equivale a saber reforzar y a aceptar refuerzos sociales. Puede resultar difícil hacer cumplidos, sobre todo si en el contexto de referencia, es decir, en el ambiente en que el individuo vive y/o se ha desarrollado, este tipo de comportamientos no han sido muy frecuentes y, cuando han aparecido, no se han visto reforzadas estas expresiones. Pero es importante recordar que, en la misma medida en que nos resulta agradable recibirlos (aun cuando en ocasiones no sepamos responder), también resultan agradables a los demás. Los cumplidos, siempre y cuando sean sinceros y se emitan en el momento apropiado, predisponen positivamente a la otra persona en nuestro favor y sirven en general para facilitar el acercamiento. También es importante saber recibirlos, ya que negarse a aceptar un cumplido puede interpretarse como una falta de interés por la opinión de esa persona y, por lo tanto, una desconsideración. Hacer cumplidos, en cierto sentido, equivale a reforzar a la otra persona y, en virtud de lo comentado hasta el momento, no sólo puede servir para crear un clima propicio que facilite el acercamiento, sino que también es útil para moldear la conducta de los demás. En la medida en que hagamos cumplidos sobre aquellos aspectos del comportamiento que nos gustan, hacemos saber al otro qué es lo correcto o apropiado. Recibirlos nos asegura esa fuente de información y gratificación porque al agradecérselo indicamos al otro que nos gustaría que siguiera haciéndolo. •Hacer peticiones y rechazar peticiones. Saber cómo pedir lo que precisamos o deseamos constituye una habilidad enormemente importante y útil, sobre todo en función del grado de dependencia real que experimente el sujeto. Verbalizar los deseos y/o necesidades de forma clara y adecuada suele traer como consecuencia una respuesta más favorable a nuestros intereses. Por otro lado, saber decir "no" de forma apropiada proporciona una sensación de control sobre la interacción social, lo que contribuye a acrecentar la autoestima. La persona deja de temer, y por tanto de evitar, situaciones en las que alguien puedapedirle que haga algo que no desea hacer. Se 28 trata de comprobar que, si se rechaza una petición de forma tranquila, intentando no herir los sentimientos del otro, estamos, por una parte, aprendiendo a no ofendernos cuando rechazan una petición nuestra, al entender que no es fácil hacerlo; por otra, estamos ofreciendo la oportunidad a la otra persona de que comprenda que está solicitando algo excesivo o que está fuera de lugar, aspecto del que, posiblemente, no era consciente. •Expresar desagrado o disgusto justificado y aceptar las quejas o críticas de los demás. Ser capaz de expresar una queja contribuye a prevenir manifestaciones de rabia o frustración. Es importante hacer saber a los demás qué aspectos de su comportamiento nos están molestando. Veamos el siguiente ejemplo: Sofía y Lucía son dos amigas de 3 años inseparables. Se pasan todo el día juntas pero, a pesar de su amistad, Lucía gusta de ejercer, como diríamos ahora "terrorismo de baja intensidad" hacia Sofía diciéndole lo que más le duele: "Tu mamá no va a venir a recogerte al cole hoy". Sofía responde adecuadamente indicándole que eso es mentira y que, si se lo vuelve a decir, dejará de ser su amiga. Lucía tiene mucha suerte porque unos días antes, por mucho menos, Adrián le dio un mordisco en la nariz. Si bien es cierto que es probable que la reacción del otro resulte adversa en un principio, esto no siempre es así. Además, incluso si ha habido un enfurecimiento inicial, seguramente, una vez pasado el momento de conflicto, es posible que la otra persona ponga en marcha mecanismos de autorrevisión, puesto que le hemos dado la oportunidad de tener feedback acerca de un comportamiento que tal vez creía intachable y ahora, en cambio, se empieza a cuestionar. Como se indicaba a propósito de las peticiones, y todavía más en relación a esta habilidad, es fundamental escoger el momento adecuado y hacerlo de forma que se minimice la probabilidad de ofender a la otra persona. No expresar el desagrado, dado que privamos a la otra persona de esta valiosa información, hace que se persista en ese comportamiento. Así, como si de una bola de nieve se tratara, nuestro enfado crece exponencialmente, de manera que un buen día, posiblemente por un motivo banal, reaccionamos de modo absolutamente desorbitado, imprimiendo a nuestras palabras una ira que sólo contribuye a desconcertar a nuestro interlocutor. Éste, automáticamente, se niega a admitir su parte de culpa porque se ha sentido ofendido. Y tiene su parte de razón, porque la única justificación de que se le repruebe tan enérgicamente un comportamiento habitual es que el estado de ánimo del otro esté afectado; por tanto, la atribución es, lógicamente, externa. Ser capaz de aceptar quejas, por otra parte, refleja un talante de apertura frente a los demás y nos hace más flexibles y humildes. •Iniciar, mantener y finalizar conversaciones. Uno de los principales vehículos de 29 interacción con los demás es la conversación. Saber cómo saludar o presentarse puede ser la llave de entrada a un intercambio cómodo y agradable o puede, por el contrario, crear una imagen poco favorable de nosotros mismos e, incluso, el rechazo de los demás. Una vez iniciada la conversación, saber manejar las pausas, la duración de nuestras intervenciones, realizar de forma equitativa el intercam bio de protagonismo, escoger el tipo de preguntas según se desee que el otro participe más o menos, y otros aspectos que forman parte de las habilidades conversacionales, nos proporcionan la oportunidad de controlar, en la parte que nos corresponde, el flujo, duración y devenir de la conversación. Estas habilidades también ayudarán a finalizarla cuando éste sea nuestro deseo o a captar las señales que el otro nos muestra de que es él quien pretende concluirla. •Expresar opiniones personales y/o defender los propios derechos. Se trata de saber cómo afirmarse en situaciones en las que se tiene un punto de vista que discrepa del que tiene el resto del grupo o en las que se ha producido una violación de nuestros derechos. En este trabajo, al hablar de derechos, se entenderá que son los inherentes a las situaciones sociales y que vendrían a formar parte de lo que se llama "educación y respeto mutuo". La habilidad de defender los derechos presupone la comprensión o conciencia de los mismos y de cuándo en una situación se ha atentado contra ellos. Como es evidente, se trata de aspectos en los que es importante el nivel de desarrollo y madurez cognitiva en el que se encuentre el sujeto, así como su capacidad para analizar la situación en sus diferentes variables, sopesar las distintas alternativas y, una vez escogida la más pertinente, expresarla adecuadamente. •Disculparse o admitir ignorancia. En ocasiones, al hablar o al actuar herimos los sentimientos de los demás sin pretenderlo. Esto puede ser normal y comprensible, sobre todo si no dominamos con soltura las reglas implícitas de lo que se considera correcto e incorrecto en un determinado contexto o no conocemos bien a la persona con la que estamos interactuando. Si respondemos sincera y rápidamente a sus gestos indicadores de que se siente molesta, no sólo contribuimos a mejorar la visión que pueda haberse hecho de nosotros al mostrarle humildad, sino que además rescatamos una relación que acaba de entrar en crisis. En otros casos, la situación angustiosa se crea cuando se hace evidente que desconocemos una información que se nos da por sabida. En esos casos, persistir en los vericuetos e intentos por enmascarar nuestra ignorancia sobre el tema ofrecen una imagen patética de nosotros mismos que puede deslucir la buena idea que se hayan podido haber hecho previamente. Por el contrario, admitir francamente que no conocemos esa información subraya una imagen de honestidad, franqueza y seguridad que minimiza la falta. Pongamos un ejemplo que puede resultar útil para apreciar algunos de los aspectos que se están comentando. El ejemplo está tomado de la película basada en la novela Ana de las Tejas Verdes. El marco de los pasajes que se van a reproducir es el siguiente. Una niña huérfana, Anne, es recogida por una pareja de personas mayores que en realidad lo 30 que querían era adoptar un niño. Deciden tenerla a prueba durante un tiempo antes de decidir si se quedan o no con ella. La niña es inteligente, muy habladora, sensible y derrocha imaginación. Esto hace que en ocasiones se refugie en su mundo de fantasía. Pero hay algo que no soporta de sí misma, el color de su pelo, es pelirroja. En el pasaje que nos interesa, Anne está en la casa de Marila, donde se encuentra a prueba en espera de que su futura madre adoptiva decida aceptarla o no, cuando acude una visita, la de Rachel Lynde, una mujer relevante en la aldea pero un tanto estirada. Reproducimos el diálogo. Entre paréntesis aparecen nuestras anotaciones para comprender el texto: Sra. Rachel: Buenos días, Marila. Marila: Pasa Rachel. Sra. Rachel: Me quedé de piedra cuando me enteré del error que se ha cometido. (La pareja de hermanos esperaba un niño adoptivo para que les ayudara en los trabajos del campo y, en su lugar, como se ha indicado, llegó una niña.) Marila: Yo ya he superado ese susto. Sra. Rachel: ¿No la vas a devolver? (Anne entra en ese momento.) Marila: Verás, aún lo estamos pensando. Sra. Rachel: ¿Y qué es lo que tienes que pensar? Un chico ya era nefasto, pero... Marila (a Anne): Te presento a una vecina y amiga, la Sra. Rachel Lynde. Anne: ¿Cómo está usted Sra. Lynde? Sra. Rachel (a Marila): Sólo con verla me basta, flacucha como un palo y de lo más vulgar (con aire de desprecio). Acércate pequeña. ¡Tiene el pelo tan rojo como una zanahoria! Anne (a la Sra. Rochel Lynde) (muy enojada): ¡Usted me ha llamado flacucha, y... (le cuesta hasta nombrar la palabra) y zanahoria, es usted una mujer sin sentimientos, grosera y maleducada, la odio! Marila: ¡Anne Shirley! Anne: ¿Le gustaría que dijeran cosas feas sobre usted, que le dijeran que es fea, gorda y una vieja chismosa? 31 Marila:Anne Shirley, ven inmediatamente a pedir perdón. La escena concluye marchándose Anne Shirley sin pedir disculpas y despidiéndose airada la Sra. Lynde. Más tarde, Marila va a ver a Anne que está llorando en un banco del jardín. Anne: No tenía ningún derecho a decir lo que dijo. Marila: Sé que Rachel es una víbora, pero es una persona mayor, una extraña y mi invitada, sin mencionar que es mi amiga. Todas ellas, buenas razones para que te mordieras la lengua. Merece unas disculpas, irás a verla y se las darás. Anne: No puedo hacer eso. Castígueme todo lo que quiera, puede encerrarme en un oscuro calabozo, lleno de sapos y culebras y tenerme a base de pan y agua, pero no le pediré a la señora Lynde que me perdone. Marila: Si quieres quedarte bajo mi techo vas a tener que pedir disculpas a la señora Lynde. Anne: Entonces mándame al hospicio. Tras esta escena, Marila vuelve enfadada a la casa. Un rato después, aparece Anne, a quien ha conseguido convencer el padre adoptivo de que pida disculpas, hablando sola. Anne: De verdad, no sabe cuánto lo siento señora Lynde, yo no quería ofenderla. Marila: ¿Qué estás haciendo? Anne: Estoy ensayando lo que le diría a la señora Lynde. Anne y Marila se preparan para visitar a la señora Lynde y pedirle disculpas. Salen de su casa y están llegando a casa de la señora Lynde, que se encuentra sentada en el porche. Marila: Buenos días, Rachel, Anne tiene algo que decirte. Anne: Señora Lynde, siento mucho haberme comportado tan mal. He avergonzado a unas buenas personas que permiten que me quede a prueba aunque no soy un chico. Merecería que me echaran para siempre. Lo que dijo es cierto, soy flacucha, fea y mi pelo es rojo. Lo que dije de usted también es cierto, pero no debí decirlo. Por favor, señora Lynde, perdóneme, no puede ser tan cruel como para infligir a una pobre huérfana un castigo de por vida. Por favor, perdóneme. Sra. Rachel: Pequeña, claro que te perdono, me excedí contigo, pero no te lo tomes 32 a mal. Aquí se me conoce por ser una mujer que dice lo que piensa. Y no te preocupes por tu pelo, yo conocía una niña que lo tenía tan rojo como tú y cuando creció se le oscureció y se le puso castaño precioso. Sobre este episodio se pueden hacer algunos comentarios que ilustren varias de las habilidades que se están exponiendo. Anne, que se encontraba en una situación vulnerable, tanto por ser recién llegada a una casa en la que se encontraba a prueba como por su baja autoestima, especialmente en lo referente al desagrado que le producía su pelo, es agredida verbalmente por una vecina de su madre adoptiva. Ante la agresión, de forma casi automática, sin demasiados más recursos o habilidades sociales, reacciona de modo agresivo insultando también a dicha vecina. Este comportamiento es castigado por Marila, quien, a pesar de reconocer que la niña tiene razón y que su vecina no obró bien, exige a Anne que le pida disculpas. Con ello, Anne está siendo educada en unos valores que no ven con buenos ojos que se falte al respeto a una mujer si es adulta y ha sido invitada a una casa. La niña, sin embargo, no acaba de entender por qué debe pedir disculpas a una persona que la ha ofendido. Incluso está dispuesta a arriesgar su permanencia en la casa. Cuando es conocedora del deseo explícito de su padre adoptivo de que ésta se quede con ellos, la niña accede a pedir disculpas y ensaya la fórmula con todo esmero, seguramente porque debe esforzarse para hacer algo que no le resulta natural. También merece cierto análisis la escena de la disculpa. Anne ha aprendido la lección y le pide disculpas. Como consecuencia de su baja autoestima y, sobre todo, a causa de su necesidad imperiosa de decir siempre la verdad, reconoce ante la señora que es fea y flacucha (pues es así como se siente), pero añade que también es cierto lo que dijo de la señora, aunque no debió decirlo. Desde el punto de vista de las habilidades sociales, se ha dado un paso, pero insuficiente. La niña ha sido capaz de pedir disculpas aun siendo justificada su conducta. Pero pide disculpas, no por haber tenido pensamientos negativos respecto a la señora Lynde, sino por haberlos expresado. Con su disculpa, está volviendo a afirmar que lo que dijo era cierto, con lo que la señora Lynde bien podría haberse vuelto a ofender. Al fin y al cabo está reproduciendo con exactitud el contenido del mensaje de Marila, pero no su espíritu. Esto podría tener dos interpretaciones. Por un lado, podríamos entender que es una manifestación de escaso desarrollo cognitivo y, por lo tanto, moral. Sería algo así como cuando a un niño se le cuenta un secreto y se le pide que no lo diga a nadie. Al segundo, el niño le dice a un amigo: "mi papá me ha dicho que (...) pero también me ha dicho que no se lo diga a nadie". Este comportamiento, que resulta gracioso por su ingenuidad, representa un desarrollo moral y social no demasiado elevado. Pero también cabría interpretarlo a la luz de los valores de la protagonista. Como hemos comentado, para ella decir la verdad es un valor de primer orden y el conflicto se crea cuando lo que se le pide es que mienta. Es entonces cuando, por respeto a sus padres adoptivos, accede a pedir disculpas, si bien opta por una fórmula en la que no se vea traicionada su visión de los hechos. Se trataría, por tanto, de una forma altamente asertiva e inteligente de adaptarse a las características del contexto en el que debe integrarse sin sacrificar sus convicciones. 33 Finalmente, la contestación de la señora Lynde es completamente neurotizante y llena de dobles mensajes y contradicciones, tal como suele suceder en la realidad. Así, esta señora le dice a la niña que la perdona, que no se lo tome a mal porque ella es conocida por decir lo que piensa (algo de lo que se enorgullece y que se corresponde completamente con lo que hace la niña y le ha sido castigado). Por otra parte, no le quita importancia al rechazo que le crea el color rojo del pelo. Al contrario, le dice que no se preocupe porque quizás con el tiempo le cambiará de color. Es decir, no lamenta haberle causado daño ella también a la niña porque asume como absolutamente cierto que el pelo rojo es feo, cosa muy cuestionable, contribuyendo de este modo a ratificar la baja autoestima de Anne. Con todo esto, Anne debería haber aprendido a controlarse ante una agresión percibida guardando las formas socialmente aceptadas, pero no es del todo así. Las habilidades sociales no son fáciles de aprender y menos de automatizar. En la película, la siguiente persona que llama a Anne "zanahoria" es un compañero del colegio, y ella reacciona rompiéndole una pequeña pizarra en la cabeza. De nuevo su comportamiento es castigado por su profesor, quien le hace copiar en la pizarra "Anne tiene muy mal carácter y tiene que aprender a controlarlo". El transfer o la generalización de respuesta no se suele dar de forma automática en los seres humanos si no se planifica. Todos estos sucesos hacen aprender poco a poco a Anne que no merece la pena reaccionar con tanta agresividad cada vez que alguien le llama "zanahoria", pero eso no significa que no le siga horrorizando el color de su pelo, por lo que tras el episodio del compañero de la escuela Anne se tiñe todo el pelo de otro color. Como se ha visto, aceptar críticas, disculparse, etc., son habilidades que llevadas al contexto real se vuelven complejas en la medida en que llevan implícitos una serie de análisis y toma de decisiones sobre qué resulta lo más adaptativo en cada momento. Cuadro resumen La competencia social constituye un aspecto fundamental, no sólo para la adaptación social del individuo, sino también para su desarrollo cognitivo y, en general, para su autoestima. La competencia social, y concretamente, las habilidades sociales, se desarrollan en un contexto social que va indicando al niño qué cosas son pertinentes y qué cosas no lo son en según qué situaciones. Es decir, las habilidades sociales se aprenden en el marco de un contexto que les da significatividad, de manera que la competenciasocial se ve afectada tanto por la carencia de habilidades (la pobreza en cuanto al repertorio de las mismas) como por la incapacidad para discriminar los momentos en que son o no pertinentes. 34 Puede ocurrir, sin embargo, que un individuo, siendo capaz de llevar a cabo comportamientos adecuados, no desee hacerlo, posiblemente porque un comportamiento inapropiado le reporte más beneficios (por ejemplo, que se le preste más atención o tal vez evitar una consecuencia que tema más que la repulsa social). En resumen, los demás, reforzando unos comportamientos y no otros, van moldeando nuestro comportamiento social que, dada la arbitrariedad de las convenciones sociales, en sentido estricto no es bueno ni malo, sino aceptable o no aceptable para una determinada situación y grupo de referencia. El comportamiento social está conformado por una serie de componentes que son las pinceladas que constituyen el cuadro (la imagen) que cada uno ofrece a los demás. Esta imagen se compone de aspectos verbales, como el tipo y número de preguntas que, en términos generales, se hacen en el marco de una conversación normal o el tiempo en que se detenta el turno de palabra, entre otros. Por otra parte, destacan los aspectos no verbales, como el uso que se hace de la mirada o la son risa o la postura corporal. Por último no se pueden olvidar los aspectos paralingüísticos como el tono o la fluidez del discurso. Todos estos aspectos, además de ser la carta de presentación del individuo, constituyen herramientas que se emplean más o menos conscientemente y de forma más o menos controlada con el fin de modular el mensaje que se desea transmitir y preparar e informar al interlocutor sobre el objetivo de nuestra interacción. Estos componentes son, pues, los ingredientes que hay que manejar cuando se pretende hacer un cumplido, expresar desagrado o, sencillamente, una opinión en relación con algún tema. Las personas con deficiencias en habilidades sociales no se sienten capaces de controlar estas variables y se muestran temerosas ante la posibilidad de dar una imagen de sí mismas que no se corresponda con la realidad, hecho que, desgraciadamente, como si de una profecía autocumplida se tratara, acaba por confirmarles su temor. Exposición de un caso clínico Se ha seleccionado un caso real con el fin de que el lector pueda apreciar que los problemas de habilidades sociales raramente constituyen un aspecto aislado sobre el que se pueda intervenir sin tomar en consideración la complejidad del marco en el que éstos aparecen. Carmen (C) es una mujer de 35 años que trabaja como auxiliar administrativa en un bufete de abogados. Acude a nuestra consulta con una queja principal de carácter muy general: se siente sola, aislada y rechazada por los demás, le resulta muy difícil mantener buenas relaciones con la gente y tiene conflictos interpersonales en prácticamente todos los ámbitos de su vida. Cuando la paciente es preguntada acerca del tipo de conflictos que presenta, C nos dice que continuamente está discutiendo con sus padres, con quienes vive actualmente, porque les reprocha el modo en que la educaron y el no haberle dado 35 posibilidades para hacer una carrera universitaria cuando era más joven (C acababa de terminar la licenciatura de Derecho con gran esfuerzo, compaginando los estudios con el trabajo y con pocas posibilidades de ejercer su profesión). Los conflictos familiares también se extienden a sus hermanos, especialmente con el mayor, que todavía la trata como a una niña, y ella siente que no sabe hacerse respetar. Por lo que se refiere a sus relaciones íntimas, C no tiene pareja en estos momentos, apenas ha tenido dos a lo largo de su vida y manifiesta que resulta muy dificil encontrar en estos tiempos que corren un hombre que valga la pena. Sus amigos también son muy escasos y su vida social se reduce a algunas salidas esporádicas que no tienen demasiada regularidad. C tiene algunas aficiones, por ejemplo, cantar en un coro, pero manifiesta que últimamente no va mucho porque le hacen vacío los demás compañeros, especialmente algunos de ellos que apenas la saludan, por lo que ella deduce que no les cae bien. Finalmente, en el ámbito laboral, las relaciones de C no son demasiado buenas. Considera que hace bien su trabajo y que dispensa un buen trato a los clientes que acuden al bufete, pero las relaciones con sus compañeras y con los abogados no marchan bien. Cree que las compañeras le tienen envidia por ser la única que tiene la carrera de Derecho, que son algo vulgares porque su nivel cultural es muy inferior al suyo y se siente molesta por tener que soportar un trato demasiado soberbio por parte de los abogados del bufete, teniendo en cuenta que ella también ha cursado Derecho y no es "una simple secretaria", según sus propias palabras. En cuanto al diagnóstico de nuestra paciente, la entrevista inicial no permite atisbar ningún indicio de que presente un trastorno de ansiedad (fobia social en nuestro caso), ya que, aunque la anticipación de algunas interacciones sociales le produzcan ansiedad, no existe un componente de evitación de las mismas. Los criterios para el diagnóstico de depresión están ausentes. No se dan tampoco los criterios para el trastorno de personalidad por evitación.Y, finalmente, a pesar de que la paciente tiende a pensar que los demás están contra ella, tampoco hay indicios de que nos encontremos ante un caso de trastorno paranoide.Todo parece apuntar a que se trata de una paciente con distimia como consecuencia de la desadaptación social causada por su déficit de habilidades sociales, con la particularidad de que este déficit no se limita a una única habilidad en una única situación, sino que probablemente afecta a su modo general de presentarse ante los demás y relacionarse con ellos ante situaciones muy distintas y con personas con las que el vínculo puede ser muy diferente. Preguntas de autoevaluación 1.El comportamiento social inadecuado se puede deber a que el individuo (señala la incorrecta): a)No sabe cómo comportarse. ❑ b)No sabe en qué momento debe poner en práctica una determinada habilidad. ❑ 36 c)No quiere poner en práctica una determinada habilidad. ❑ d)Posee un bajo nivel sociocultural. ❑ e)Posee un repertorio pobre de habilidades sociales. ❑ 2.Los componentes verbales de las habilidades sociales se caracterizan por ser: a)Difíciles de controlar. ❑ b)Continuos. ❑ c)Innatos. ❑ d)Aprendidos de modo informal. ❑ e)Conscientes. ❑ 3.En relación al concepto de habilidades sociales: a)Las habilidades sociales son conductas aprendidas. ❑ b)El consenso social es un aspecto irrelevante en cuanto a la aceptación de una conducta como habilidosa socialmente. ❑ c)La efectividad únicamente hace referencia al logro del objetivo. ❑ d)Las leyes del aprendizaje son difícilmente aplicables al desarrollo de las habilidades sociales. ❑ e)Una conducta es hábil socialmente con independencia de la situación en que se ponga en práctica. ❑ 4.La proximidad es un componente: a)Lingüístico. ❑ b)Social. ❑ c)No verbal. ❑ d)Paralingüístico. f 1 e)Verbal. ❑ 37 5.De entre las siguientes habilidades sociales señala la que no lo es: a)Iniciar conversaciones. ❑ b)Hacer peticiones. ❑ c)Mentir. ❑ d)Recibir cumplidos. ❑ e)Finalizar conversaciones. ❑ 38 39 2.1. Objetivos Los problemas para relacionarse con los demás de modo satisfactorio están muy extendidos entre la población general, ya sea por falta de conocimiento de las habilidades sociales necesarias o por el grado de ansiedad que impide ponerlas en funcionamiento. Por otro lado, sabemos que los problemas de habilidades sociales pueden ser la causa, coincidir en el tiempo o ser la consecuencia de otros problemas psicológicos. En este sentido, la comorbilidad es muy alta, siendo dignos de mención los problemas de ansiedad y la depresión. El resultado de todo ello es que es frecuente para un clínico encontrarse con un paciente que precisa un entrenamiento en habilidades sociales. Se propone, la definicióndel entrenamiento en habilidades sociales (EHS) que coincide con el objetivo de toda intervención en habilidades, como "el conjunto de estrategias y técnicas de la terapia de conducta o de otros acercamientos psicoterapéuticos que tienen como finalidad la mejora en la actuación social del individuo y su satisfacción en el ámbito de las relaciones interpersonales". Este objetivo general se puede concretar en una serie de objetivos específicos que se enumeran a continuación: 1.Analizar junto con el paciente cuáles son los aspectos de su comportamiento social que resultan desadaptativos y cuá les, en cambio, son aspectos positivos que pueden ser la base para las nuevas adquisiciones, promoviendo en cualquier caso su autoconocimiento. 2.Proponer al paciente nuevas habilidades o modos de comportarse socialmente que puedan constituir una alternativa a los que manifestaba con anterioridad y que le resultaban desadaptativos. 3.Mejorar la percepción social del paciente, tanto la que se refiere a los indicios provenientes de la otra persona y de la situación social como la que se refiere a su propio comportamiento. 4.Enseñar al paciente a discriminar qué tipos de habilidades pueden ser adecuadas a cada 40 situación a la que se enfrenta. 5.Planificar las intervenciones oportunas en el contexto del individuo para intentar, en la medida de lo posible, que la ejecución y puesta en marcha de las nuevas habilidades sean reforzadas por el ambiente, de manera que la motivación del paciente y, con ella, la probabilidad de que la nueva conducta aparezca y se mantenga sea la máxima. 6.Entrenar al paciente para que sea un buen solucionador de problemas interpersonales. 7.Enseñar al paciente técnicas que le ayuden a disminuir la ansiedad que pueda experimentar ante determinadas interacciones sociales. 8.Analizar y cuestionar las creencias irracionales y los pensamientos negativos del paciente que pueden bloquear o dificultar la práctica de las habilidades sociales adecuadas y que pueden estar favoreciendo un sentimiendo de insatisfacción en lo que respecta a las relaciones sociales. 9.Hacer que todo ello, es decir, las habilidades y las creencias previas y las nuevas, conforme un todo global que no sólo sea adaptativo en el sentido de ayudar al paciente a alcanzar las metas propuestas, sino también integrado y coherente con lo que él mismo desea ser y hacer de acuerdo con sus valores. 10.Finalmente, contribuir al desarrollo y bienestar psicológico del individuo a través de la mejora de las relaciones interpersonales. 2.2. Evaluación de las habilidades sociales Una de las características de las habilidades sociales es la dificultad inherente a su evaluación, dificultad que se deriva básicamente de la naturaleza de la conducta interpersonal. Dicho de otro modo, si no nos ponemos demasiado de acuerdo acerca de qué es lo que consideramos una conducta socialmente habilidosa, nos falta un criterio bien definido de qué es exactamente aquello que debemos evaluar. A pesar de esta dificultad, y quizás a causa de ella, existen acercamientos y técnicas muy diferentes utilizadas para la evaluación de las habilidades sociales, que en gran parte son las técnicas de evaluación psicológica utilizadas generalmente, aunque en este caso, más que en otros, esas diferentes técnicas de evaluación tienen objetivos distintos, criterios o dimensiones distintas que se proponen evaluar. Qué evaluar determina de algún modo cómo hacerlo. En este capítulo se presentan las diferentes técnicas de evaluación utilizadas junto a las ventajas e inconvenientes asociados al uso de tales técnicas y el ámbito o dimensión de las habilidades sociales para el que se encuentra más ajustado su empleo. 2.2.1. Análisis funcional de la conducta 41 Conocemos sobradamente el poder que algunos estímulos antecedentes y consecuentes a la conducta tienen sobre la misma. Un sujeto que presenta un déficit en habilidades sociales puede expresarlo en un tipo de situaciones, pero no en otro. Por ejemplo, por lo que respecta a los estímulos antecedentes, quizás ese sujeto sea perfectamente capaz de impartir una conferencia o dar una clase en la universidad a doscientos estudiantes y, sin embargo, no pueda intervenir en una reunión de trabajo o iniciar una conversación con una persona de otro sexo. Por lo que se refiere a las consecuencias de la conducta, también sabemos que la reacción de los demás ante nuestra ejecución social no sólo nos importa, sino que en buena medida determina las probabilidades de que se dé un patrón de conducta u otro. Quizás el sujeto del que estamos hablando presenta una historia de aprendizaje en la que ha obtenido grandes éxitos a nivel profesional, ha sido reforzado por sus estudiantes sobre la calidad de las clases que imparte, pero no ha tenido el mismo éxito en las conversaciones con personas de distinto sexo. Entre los factores o variables antecedentes y consecuentes que deben ser tomados en consideración en el análisis funcional de la conducta social, además de la propia conducta del sujeto en sus distintos componentes (tono, volumen, fluidez, gestos, etc.), se encuentran al menos los siguientes: •Factores sociales: como la atención y el refuerzo que se recibe de personas más o menos significativas. •Factores cognitivos: por ejemplo, las autoverbalizaciones que presenta un sujeto antes de enfrentarse a una situación con carácter anticipatorio, o de recriminación o auto- reproche con posterioridad a una conducta. Muchas de estas autoverbalizaciones tienen su origen en las propias creencias irracionales del sujeto o aparecen como pensamientos distorsionados plagados de errores cognitivos. Podríamos incluir aquí no sólo los pensamientos que tiene el sujeto que interactúa socialmente, sino también sus imágenes. Las imágenes positivas o negativas que tiene el individuo acerca de la propia actuación social pueden facilitar o inhibir sus interacciones. •Factores físicos: por ejemplo, el consumo de alcohol o drogas (que con excesiva frecuencia se utiliza como un medio de facilitar o desinhibir ciertos comportamientos sociales), el cansancio, fatiga, la presencia de dolor o de cualquier enfermedad que está afectando al sujeto e incluso los cambios hormonales cuya influencia sobre el comportamiento está sobradamente demostrada. •Factores afectivos: la ansiedad, la depresión o la ira (tanto en su manifestación cognitiva como fisiológica), entre otros, son factores que a su vez pueden llevar al sujeto a evitar la interacción social, con el consiguiente efecto negativo sobre sus habilidades sociales. 42 •Habilidades cognitivas y conductuales: como la presencia de sesgos atencionales o de una atención selectiva a ciertos estímulos de la interacción social, las habilidades para solucionar problemas, habilidades de autocontrol o el estilo atribucional del sujeto. En este sentido, y siguiendo a Caballo (1996), podríamos establecer distintos niveles en la evaluación de los factores que pue den estar llevando a la persona a presentar problemas en su ejecución social. A continuación presentamos esos niveles (cuadro 2.1), desde el más molar hasta el más molecular o específico: Cuadro 2.1. Tipo de dificultades en la interacción social Finalmente, con el conocimiento de todas las variables que pueden estar repercutiendo sobre la conducta social del paciente, los pasos para llevar a cabo el análisis funcional de una conducta son: 1.Identificación y descripción de las situaciones sociales que resultan problemáticas para el sujeto. 2.Identificación de las conductas problemáticas con las que el paciente responde a esas situaciones. 43 3.Identificación de las habilidades positivas que posee el sujeto. 4.Análisis de los factores predisponentes, mantenedores y precipitantes del problema. 5.Identificación de las consecuencias de la conducta social del paciente. 6.Establecimiento de la cadena de comportamientos que tienen su origen en la conducta problemática en cuestión, relacionando todos los factores anteriores. 7.Análisis delgrado de motivación del paciente para el cambio. 2.2.2. Entrevista Decir que la entrevista es el método de evaluación por excelencia en el ámbito de las habilidades sociales probablemente no sea algo muy novedoso, dado que esto mismo se podría decir a propósito de otras muchas problemáticas. En efecto, la entrevista permite, como mínimo, un primer acercamiento al problema del paciente, global si se quiere en un principio, más concreto y profundo después, que permite explorar la importancia que el problema tiene para el paciente, la interferencia que produce en su vida cotidiana y los ámbitos específicos que se ven afectados por el déficit en habilidades sociales. Evidentemente, la entrevista como método de evaluación no tiene por qué aplicarse de forma exclusiva, sino que puede proporcionar al clínico hipótesis que después se vayan analizando con la ayuda de otros métodos de evaluación. A través de la entrevista, el psicólogo puede obtener información acerca de aspectos cruciales para conocer el problema del paciente (en el apartado 2.5, Materiales para el terapeuta, se puede acceder a un modelo de entrevista). La entrevista debe ser exhaustiva en cuanto a la cantidad de información que el psicólogo debe recabar en relación con la competencia social del paciente. Sin embargo, además de por su propio contenido, la entrevista como método de evaluación es especialmente relevante en el ámbito de las habilidades sociales porque, al fin y al cabo, se trata de una interacción social más, en la que el clínico puede no sólo escuchar el contenido de lo que el paciente le comunica, sino también estar atento a la forma en que lo hace y a aspectos de los que el paciente puede no ser consciente y, por tanto, no informar al clínico. La entrevista puede ser una muestra interesante de cómo el paciente se relaciona con otras personas. ¿Utiliza gestos para hablar?, ¿pueden resultar éstos amenazantes para otra persona?, ¿qué postura adopta?, ¿resulta brusco al interactuar?, ¿evita mirar a los ojos o mira demasiado fijamente?, ¿mantiene la distancia adecuada al hablar?, ¿sabe escuchar?, ¿hace pre guntas con naturalidad?, ¿sabe tomar la palabra dentro de la conversación?, ¿resulta agresivo?, ¿es reforzador o es impertinente? Por otra parte, el terapeuta, además de observar cómo se comporta el paciente en la interacción social que supone la entrevista, puede aprovechar para preguntarle cómo se siente, qué piensa en distintos momentos de la misma, qué anticipaba cuando se encontraba en la 44 sala de espera o cuando acudía a la visita del psicólogo, etc. Por tanto la situación social que implica una entrevista supone una oportunidad magnífica para que el terapeuta pueda observar el funcionamiento social del paciente. Evidentemente, a partir del comportamiento del paciente en la entrevista clínica se podrá inferir tan sólo cómo puede que se comporte el mismo paciente en una situación similar teniendo en cuenta que en la entrevista el paciente está manteniendo una conversación con una persona desconocida, el terapeuta, a la que se le reconoce cierto estatus, de determinado sexo, con determinado talante y que le está haciendo preguntas indagatorias acerca de sí mismo. En la medida en que el terapeuta cree un clima de evaluación de mayor calidez en el que la empatía, la autenticidad y la aceptación incondicional confluyan en un estilo terapéutico que haga sentirse cómodo al paciente se facilitará que éste pueda expresar las características de su comportamiento social, teniendo en cuenta las dificultades que muchos de los pacientes con problemas de habilidades sociales tienen para desenvolverse en situaciones en las que se sienten evaluados. Por último, hay que decir que, si bien la entrevista puede constituir un excelente método de evaluación de las habilidades sociales por las razones aducidas anteriormente, también es cierto que puede presentar ciertos problemas de validez, en el sentido de que la información recogida no sea representativa del comportamiento social del paciente. Estos problemas de validez se derivan de la limitada fiabilidad que tiene la propia percepción y el recuerdo del sujeto sobre su comportamiento y las limitaciones del terapeuta como evaluador (por ejemplo, el hecho de que la entrevista puede explorar unos ámbitos y dejarse otros igualmente relevantes por tratar o que el entrevistador pueda atender a algunos aspectos formales de la comunicación y no a otros). También se derivan de la influencia que las propias características del terapeuta pueda ejercer sobre el comportamiento del paciente y el hecho de que la situación de entrevista puede no ser representativa del rango de situaciones en las que el paciente presenta problemas de habilidades sociales. 2.2.3. Autorregistro Como se ha indicado, una de las deficiencias que presenta la entrevista es que implica pedir al paciente que informe o recuerde su actuación en situaciones pasadas, por lo que, a los sesgos perceptivos del paciente, habría que sumar los sesgos de memoria o las dificultades para expresar lo que sucedió en un momento dado. Uno de los modos de suplir esta deficiencia es el uso de autorregistros. A través de ellos, el paciente se convierte en su propio observador y registra en el mismo instante en que se está dando la conducta o pocos minutos después la información que nos resulta relevante. Habitualmente se pide al paciente que registre el número de interacciones sociales, la ansiedad experimentada en esas interacciones, las características de la/s personas con las 45 que interactúa (sexo, estatus, número...), las cogniciones, así como los antecedentes y consecuentes de la interacción, incluyendo el grado de satisfacción con la propia actuación. En la medida en que se demora el autorregistro se incrementan los problemas de fiabilidad de la información registrada, ya que se ve sometida al filtro de la memoria, por lo que resulta aconsejable indicar al paciente que se tome esta información tan pronto como sea posible. Es cierto que al tratarse de información acerca de la ejecución social, por motivos evidentes de presencia de otras personas, en raras ocasiones es posible registrar los hechos mientras están sucediendo. Sin embargo, no siempre es imposible, ya que el paciente puede registrar, por ejemplo, los pensamientos anticipatorios que está teniendo antes de una entrevista en el mismo momento. Un modo de facilitar esto es que el paciente, en lugar de anotar en una hoja o libreta la información relativa a la interacción social, la grabe en un casete a través, por ejemplo, de un pequeño micrófono situado en la solapa de la camisa o chaqueta, de manera que el paciente pueda expresar de forma hablada las características de sus interacciones sociales sin el problema que puede generar en algunas personas poco habituadas a escribir el registro escrito. El inconveniente es que la persona se sienta extraña grabando su propia voz y su relato en un casete. Como se puede ver, el autorregistro tiene la enorme ventaja de acercar la evaluación al mismo momento de la interacción, con lo que la información obtenida puede ser más realista u objetiva, menos filtrada cognitivamente por el sujeto. Sin embargo, hay que ser consciente de sus dos principales inconvenientes, a saber, la posible falta de fiabilidad y la reactividad. La primera está relacionada con la falta de exactitud o de consistencia de la observación. Por ejemplo, puede ocurrir que con el tiempo el paciente se canse de registrar y anote menos información como efecto de esta fatiga y no de lo que realmente está sucediendo. Por el contrario, puede suceder que el paciente vaya adquiriendo experiencia y habilidad como observador, de manera que cada vez aparezca mayor información en los autorregistros. El efecto reactivo se refiere a la posibilidad de que la conducta objetivo cambie debido a la propia observación. Puede ocurrir, por ejemplo, que, al estar observándose, el propio sujeto caiga en la cuenta de que no está interactuando con los miembros del grupo y, como consecuencia,
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