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1 INTERCONSULTA Y TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL: EL ROL DEL PSICÓLOGO EN EL HOSPITAL Miracco, M.; Sánchez, E.; Venturino, C.; Glombovsky, N.; Galarregui, M.; Scappatura, L. y Keegan, E. RESUMEN El presente trabajo se propone describir y ejemplificar la tarea del psicólogo como interconsultor en el hospital general. Se describe el rol del psicólogo en la interconsulta en diversos niveles de atención de la salud, así como las herramientas de evaluación más comúnmente utilizadas en esta práctica. También se presentan los objetivos y modalidades más frecuentes de interconsulta, así como estrategias de intervención desde el modelo cognitivo conductual. Finalmente, se concluye con desafíos y aspectos a tener en cuenta para la efectividad de la interconsulta en salud mental. Introducción Para nuestra disciplina el hospital como ámbito de formación y práctica es relativamente reciente. El desarrollo de la psicología y la creciente especialización de la medicina han permitido al psicólogo incluirse progresivamente en el ámbito hospitalario junto a otros profesionales para asistir conjuntamente al paciente. El surgimiento de la interconsulta como parte del servicio de salud mental data de mediados del siglo pasado (Fabrissin, 2011). Desde entonces se la ha entendido como un espacio de intervención interdisciplinar ante situaciones en las que el acto médico no logra su cometido o excede lo esperable o accesible a sus herramientas teóricas y técnicas. Tenconi (2003) define la interconsulta médico-psicológica como aquella intervención que el profesional de la salud mental lleva a cabo cuando se solicita su participación frente a una dificultad en el acto médico. Generalmente se trata de situaciones en las que el médico identifica dificultades en la adherencia al tratamiento indicado, presencia de síntomas presuntamente psicopatológicos, o bien situaciones socio-ambientales conflictivas que afectan el tratamiento médico. En estos casos, el interconsultor entabla un contacto directo con el paciente para realizar una evaluación en función del pedido recibido por parte del médico tratante. También puede solicitarse una interconsulta frente a situaciones que implican al médico como persona y exceden lo relativo al conocimiento científico; por ejemplo, dificultades en la relación 2 médico-paciente, problemas en la adecuada transmisión de información médica, o hacer frente a emociones ligadas con situaciones complejas asociadas con la práctica. En este sentido resulta útil diferenciar interconsulta y trabajo de enlace. En este último caso, el especialista de salud mental brinda un servicio a otro profesional o especialista, en un rol predominantemente educativo (Fabrissin, 2011), a los fines de contribuir a mejorar la comunicación y/o la atención del paciente. En estos casos, el interconsultor no establece un contacto directo con el paciente en cuestión, sino que trabaja asistiendo al profesional tratante. Por ejemplo, el psicólogo puede hacer un trabajo de enlace puntual realizando psicoeducación con el médico respecto de un paciente con fobia a la sangre y las inyecciones, y sugerir intervenciones adecuadas para el abordaje clínico del paciente con ese diagnóstico. Interconsulta y Salud Mental A partir de la definición mencionada anteriormente, podemos pensar que en toda interconsulta hay al menos tres participantes: el profesional solicitante o consultante, aquel que recibe el pedido o interconsultor, y el paciente en cuestión. La designación de “al menos tres” se vincula con la posibilidad de sumar profesionales de otras disciplinas a la tarea, así como también involucrar otros actores en la situación, por ejemplo, familiares, cuidadores o acompañantes. La interconsulta también puede ser entendida como una indicación terapéutica que complementa la atención recibida hasta el momento, y que se caracteriza por la implementación de un trabajo interdisciplinario. En este sentido, cabe mencionar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 1946). Argentina adhiere a esta concepción de salud integral, que entiende a un individuo como una unidad biopsicosocial y, por ende, se espera que los profesionales actúen en consecuencia. El trabajo en interconsulta se enmarca en esta línea al permitir la confluencia de diversos enfoques para abordar una misma situación, lo cual enriquece y complejiza la mirada de las personas implicadas en la misma. Si bien la interconsulta surgió en el terreno de la medicina, luego se extendió a otras disciplinas de la salud. En el ámbito de la salud mental son varios los profesionales que pueden intervenir frente a un pedido de interconsulta: psicólogos, psiquiatras, neuropsicólogos, psicopedagogos, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, por nombrar a los más requeridos. El pedido de interconsulta puede ser requerido por un profesional de la misma disciplina o área o por el contrario provenir de otro ámbito. Por ejemplo, un psicólogo podría solicitar una interconsulta con un médico clínico así como con un psiquiatra ante el caso de un paciente con sintomatología depresiva, con el fin de que se descarten causas orgánicas que puedan explicar 3 los síntomas y se determine la pertinencia de un tratamiento farmacológico en combinación con la psicoterapia. Como contraparte, un médico clínico podría identificar sintomatología depresiva asociada a una enfermedad médica y realizar una interconsulta con un psicólogo. De manera que el pedido de interconsulta dependerá de cuál sea la necesidad que el profesional tratante quiera satisfacer en cada caso. La fluidez con que tenga lugar este proceso muchas veces estará determinada por variables ligadas al contexto en el que se realiza la atención del paciente. Por ejemplo, en un hospital público es habitual que los equipos de los diferentes servicios sean relativamente estables y esto favorezca la comunicación entre los profesionales, mientras que la implementación de intervenciones por fuera de un marco institucional requiere de un trabajo adicional por parte de cada profesional. Veamos a continuación qué particularidades tiene el rol del psicólogo como interconsultor, especialmente en el ámbito hospitalario. El rol del psicólogo como interconsultor El rol de un interconsultor es facilitar información e intervenir de forma directa o indirecta en una situación determinada, siempre y cuando le sea solicitado. De manera que la tarea del psicólogo como interconsultor dependerá del pedido que reciba de parte del profesional solicitante, así como del ámbito de trabajo en el que se desempeñe (véase Tabla 1). En términos generales, pueden mencionarse tres motivos frente a los cuales suelen solicitarse interconsultas psicológicas: la primera es la evaluación psicológica de un paciente, la segunda es la realización de intervenciones psicosociales, y la tercera el acompañamiento o la asistencia -del paciente, la familia o del equipo médico- en internaciones por causas médicas (no psiquiátricas). En este último caso, la asistencia al equipo médico exclusivamente, se trataría de un trabajo de enlace, tal como se mencionó previamente. Tabla 1. Interconsulta: tareas del psicólogo y ámbitos de trabajo Tareas Evaluación psicológica Intervención psicoterapéutica Acompañamiento Ámbito de trabajo: nivel de atención sanitario Primario Secundario Terciario 4 Respecto del ámbito de trabajo debe diferenciarse la tarea según el nivel de atención en el que el psicólogo se desempeñe: nivel primario, secundario o terciario de atención de la salud. A continuación presentaremos ejemplos de intervenciones en los niveles primario y terciario, y desarrollaremosun apartado especial para ejemplificar las intervenciones en el nivel secundario de atención de la salud por ser éste el ámbito donde es más habitualmente requerida la interconsulta psicológica. En el nivel de atención primaria, donde los principales objetivos son la prevención de enfermedades y la promoción de la salud, un pedido característico de interconsulta suele realizarse a los equipos de orientación escolar (EOE) que funcionan dentro del centro de salud del área programática, por ejemplo, frente al caso de un adolescente intoxicado por abuso de alcohol. En este caso, el psicólogo del centro de salud podría acercarse a la escuela para evaluar la situación, reunirse con quienes solicitaron el pedido y, luego de la evaluación, decidir la necesidad o no de intervención. Una intervención posible sería el diseño de un taller preventivo sobre el uso y abuso de alcohol en adolescentes. Así, la intervención quedaría enmarcada en el ámbito del subsector estatal del sistema de salud, junto con el agregado intersectorial del sector educativo. El tercer nivel de atención se caracteriza por las intervenciones de alta complejidad y especialización; un ejemplo de este tipo de atención sería la que realizan los psicólogos de los hospitales monovalentes (hospitales de atención psiquiátrica). Podríamos pensar, a modo de ejemplo, en la solicitud de intervención a un psicólogo como interconsultor, para planificar y llevar adelante un programa de rehabilitación psicosocial con un paciente con un trastorno mental severo crónico tras una internación, conjuntamente con un terapista ocupacional. Ahora bien, al hablar de interconsulta en salud mental no podemos dejar de referirnos al trabajo que se realiza en el segundo nivel de atención. En el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires encontramos un total de 29 hospitales con internación, entre generales o polivalentes y especializados o monovalentes (Bonazzola, 2010). Dentro de éstos se encuentran trabajando distintos profesionales de la salud mental, entre ellos los psicólogos. La mayoría de ellos pertenecen a los servicios de Salud Mental, mientras que otros forman parte del equipo de planta de otros servicios (como por ejemplo en Neurología realizando evaluaciones neuropsicológicas, o en el Área Programática desarrollando tareas de Atención Primaria de la Salud). Aquí podemos apreciar una primera distinción en la forma de inserción del profesional psicólogo en el ámbito hospitalario. Evidentemente las funciones que tendrá que cumplir no serán las mismas si está trabajando dentro del servicio de salud mental, que si lo hace en otro servicio de atención específica. 5 En nuestro sistema hospitalario el psicólogo interconsultor suele formar parte del servicio de Salud Mental y suele ser requerido por consultas que provienen de otros servicios hospitalarios. Aquí, el psicólogo –generalmente en conjunto con un médico psiquiatra - acudirá a las salas de internación de las especialidades médicas, desde las cuales se realizaron los pedidos de interconsulta, por ejemplo, Cirugía, Clínica, Neumonología, Traumatología, Pediatría, Gerontología, etc. El trabajo que desarrollará el psicólogo interconsultor podrá ser con el paciente, la familia, o un trabajo de enlace con el equipo médico. El propósito puede ser la evaluación, el acompañamiento, las intervenciones focalizadas o la facilitación en la gestión de algún trámite específico (por ejemplo, la obtención de un certificado de discapacidad). A continuación se presenta un esquema general del circuito de interconsulta en el sistema de salud pública de CABA (véase Gráfico 1 en el anexo, al final del texto). El pedido se realiza por escrito, desde una sala de internación (no psiquiátrica), firmada por un médico especialista, y se recibe en el servicio de Salud Mental. Se designa un equipo interconsultor psicólogo/psiquiatra, quienes acuden al servicio correspondiente para hablar con el médico que solicitó la interconsulta. Se recaban más datos del pedido y del paciente en cuestión, y se aclaran dudas que pudieran surgir a partir del pedido escrito. Luego se evalúa al paciente realizando un examen semiológico y relevando otros datos de rutina, además de lo referido específicamente al motivo de interconsulta. Una vez que se haya conversado con todos los actores involucrados (podrían sumarse familiares o personal no profesional), se discute con el equipo de Salud Mental la conducta a seguir y se implementa la estrategia consensuada. En resumen: El trabajo en interconsulta es interdisciplinario en consonancia con la legislación nacional vigente para el abordaje del padecimiento mental (Ley 26.657, año 2010); por tal motivo, el equipo tratante está formado por un psicólogo y un psiquiatra, además de la inserción de otros profesionales cuando el caso lo amerita. Por ejemplo, se solicita la intervención de un trabajador social cuando es necesario solicitar una derivación a un tercer nivel, por ejemplo, un nosocomio geronto-psiquiátrico. El primer paso obligatorio antes de realizar cualquier intervención es aclarar el motivo por el cual se solicita la interconsulta, conversando con el profesional que realizó el pedido, leyendo la historia clínica del paciente, y relevando la información necesaria con el paciente y/o la familia. De esta manera, evitamos cometer algún error causado por un malentendido. Por ejemplo, suele suceder que los psicólogos seamos convocados para trabajar en la aceptación de un diagnóstico o la necesidad de realizar una intervención 6 clínica que podría angustiar al paciente (por ejemplo, la necesidad de realizar una amputación). En este tipo de casos será importante indagar si el paciente ya fue informado sobre dicho diagnóstico o si en cambio es el equipo médico el que está experimentando dificultades para comunicarlo al paciente, en cuyo caso nuestro trabajo puede ser clarificar esto y ayudar al médico a encontrar la forma adecuada de transmitir dicha información. Cabe aclarar que en este tipo de casos el pedido suele ser de interconsulta; sin embargo, luego de entrar en contacto con el consultante se establece que se trata de un trabajo de enlace, ya que la intervención se realiza con el equipo médico y de forma indirecta sobre el paciente, lo cual se diferencia de una interconsulta propiamente dicha donde el contacto con el paciente es directo. En relación con el punto anterior, la estrategia de trabajo que resulte del pedido de interconsulta no siempre incluirá únicamente al paciente. Se puede trabajar además con la familia y/o con el equipo médico. Los pedidos de Interconsulta Según Smaira, Kerr-Correa y Contel (2003), la mayoría de los pedidos de interconsulta se deben a los siguientes factores: dudas en el diagnóstico del paciente, colaboración en el diagnóstico diferencial entre patologías orgánicas y psiquiátricas, consulta por pacientes que presentan quejas continuas, comportamientos de los pacientes que dificultan el funcionamiento del personal del servicio, reacciones negativas por parte del equipo tratante hacia las actitudes del paciente, intentos o riesgo de suicidio, pacientes que presentan sintomatología psiquiátrica o que presentan antecedentes psiquiátricos. En la Tabla 2 se presentan los pedidos de interconsulta más frecuentes. Tabla 2. Pedidos de Interconsulta más frecuentes Signos y síntomas presuntamente psicopatológicos Dificultades en evolución o adherencia al tratamiento de una dolencia física o cuadro clínico Dificultades en el vínculo médico-paciente Dificultades con la familia o conflictiva entre el paciente y la familia Dificultades en otorgar determinado diagnóstico/pronóstico 7 Evaluación El proceso de evaluación en el ámbito de la interconsulta suele estar determinado por el pedido que realiza el médicoconsultante y debe adecuarse, a su vez, a las condiciones del paciente y a las características del ambiente en el cual se llevará a cabo. Si bien existen diversos instrumentos de evaluación, tales como la entrevista, la observación, cuestionarios y tests psicológicos, la elección de los mismos siempre quedará a cargo del interconsultor quien deberá tener en cuenta los factores antes mencionados. Tal como afirman Nunes-Baptista, García-Capitao y Alba-Scortegagna (2006), la evaluación psicológica en el ámbito médico es un instrumento fundamental para orientar la toma de decisiones en lo que respecta al diagnóstico diferencial, al tipo de tratamiento que se requiere y al pronóstico. Tomando los aportes de Belar y Deardorff (1995), estos autores proponen una síntesis de las principales áreas a evaluar, cuando el psicólogo se encuentra con un paciente internado por causas médicas y el motivo de la interconsulta es la evaluación de: Aspectos Biológicos: evaluación de la naturaleza de la afección o síntomas físicos que presenta el paciente, así como su frecuencia e intensidad, tipo de tratamiento que recibe en la actualidad y sus características, antecedentes de tratamientos médicos recibidos previo a la internación actual. Aspectos Afectivos: evaluación de los sentimientos del paciente acerca de la enfermedad actual, acerca del tratamiento que está recibiendo y del futuro. Incluye también la historia de las variaciones en el estado de ánimo del paciente. Aspectos Cognitivos: evaluación de lo que el paciente conoce acerca de la enfermedad o afección diagnosticada y sobre su estado de salud actual. También de las funciones cognitivas tales como atención, memoria y la percepción. Por otra parte, es importante la evaluación de las creencias del paciente respecto a su enfermedad, percepción de control de la situación (locus de control), capacidad para evaluar los costos y beneficios de las diferentes opciones de tratamiento, así como las expectativas del paciente acerca de cada una de las alternativas posibles. Aspectos Comportamentales: reacciones del paciente, como por ejemplo señales de hostilidad o ansiedad frente a los cuidados médicos recibidos. También se deben evaluar factores de riesgo o factores protectores que presenta el paciente en su repertorio conductual. Cabe agregar que, además de las áreas mencionadas, al recibir un pedido de interconsulta psicológica es fundamental indagar por la presencia de trastornos mentales que pueden preexistir 8 a la enfermedad actual del paciente, pueden ser una consecuencia de ella o bien pueden coexistir de modo independiente y tener un importante impacto en la evolución del cuadro clínico. Al momento actual existe un gran número de escalas, inventarios y tests psicométricos que pueden ser de utilidad para evaluar la presencia de diferentes cuadros psicopatológicos, y si bien no reemplazan a la entrevista, pueden ser útiles para complementarla. En la Tabla 3 se presentan algunos ejemplos de los instrumentos más utilizados en la práctica de la interconsulta en pacientes adultos. Tabla3. Escalas e inventarios de uso frecuente en la interconsulta. Nombre Aspectos que evalúa Inventario de Depresión de Beck (BDI) Síntomas depresivos Test de depresión de Hamilton Síntomas depresivos Escala de Depresión Geriátrica (GDS) Síntomas depresivos en gerontes Escala de Young para la Evaluación de la Manía (YMRS) Síntomas maníacos Inventario de Ansiedad Estado-Rasgo (STAI) Síntomas ansiosos Escala de Hamilton para la Ansiedad (HARS) Síntomas ansiosos Inventario de Expresión de Ira Estado-Rasgo (STAXI) Tendencia a la ira y su expresión Escala de Intencionalidad Suicida de Beck (SIS) Ideación suicida Cuestionario CAGE Abuso de alcohol Evaluación de la Abstinencia Alcohólica (CIWA-Ar) Abstinencia alcohol Mini Mental State Examination Funciones cognitivas Anddenbrooke´s Cognitive Examination (ACE) Funciones cognitivas Test del Reloj Deterioro cognitivo Índice de Barthel Actividades básicas de la vida cotidiana Inventario de Respuestas de Afrontamiento (CRI-A) Afrontamiento Interconsulta y abordajes cognitivo-conductuales Uno de los temas de mayor relevancia en la práctica de la interconsulta tiene que ver con la alta prevalencia de los trastornos mentales en pacientes que se encuentran internados en hospitales generales por presentar algún cuadro clínico. Según Fabrissin (2011), el trastorno depresivo mayor es el diagnóstico más prevalente en esta población, con valores que oscilan entre el 16 y el 43%. Asimismo este autor menciona otros trastornos mentales altamente prevalentes entre estos 9 pacientes, tales como los trastornos de ansiedad, los trastornos adaptativos, el trastorno por consumo de sustancias (alcohol) y los trastornos cognitivos (deterioro cognitivo, demencias). Dado que la presencia de trastornos mentales en comorbilidad con enfermedades clínicas se asocia con una peor evolución del cuadro clínico, una mayor duración del tiempo de las internaciones, un mayor número de rehospitalizaciones, así como mayores dificultades en la funcionalidad del paciente (Fabrissin, 2011), es importante realizar una correcta evaluación del cuadro psicopatológico y planificar intervenciones orientadas al tratamiento del mismo. Los tratamientos cognitivo conductuales, al ser por lo general breves, estructurados y enfocados específicamente en la remisión de los síntomas o problemáticas que un sujeto presenta en el momento actual (Beck, 1995), proveen estrategias o intervenciones específicas que resultan útiles para ser aplicadas en el contexto de la interconsulta. Tal como mencionamos antes, el objetivo de la interconsulta no es aplicar un tratamiento psicoterapéutico. No obstante, a menudo se aplican intervenciones provenientes de estos modelos, evaluándose la pertinencia de un abordaje focalizado y puntual a la demanda específica de la situación. En caso de ser necesario, se deriva para su continuación en un tratamiento psicoterapéutico ambulatorio. En la actualidad la terapia cognitivo conductual cuenta con protocolos de tratamiento para múltiples trastornos mentales o problemáticas psicológicas. En términos generales, su estructura puede ser resumida en los siguientes pasos: evaluación, psicoeducación, tratamiento propiamente dicho (aplicación de las intervenciones específicas para cada trastorno), cierre y prevención de recaídas (Keegan, 2007). Si bien los tiempos de la interconsulta son diferentes a los del tratamiento ambulatorio para los cuales están diseñados los diferentes protocolos, es posible realizar intervenciones de acuerdo a las características del cuadro que presente el paciente, adaptándolo al contexto y a los tiempos de la interconsulta. En este último dispositivo, además, es fundamental poder evaluar si las intervenciones que realizamos han logrado aquello que se proponían, para poder determinar si podemos cerrar la interconsulta mientras el paciente continúa cursando la internación, o si será necesario realizar una derivación al equipo de Salud Mental para que el paciente pueda continuar con el tratamiento psicoterapéutico, luego de obtener el alta clínica. A continuación, con el fin de dar cuenta de este proceso, se presentan algunas viñetas de trabajo de psicólogos en interconsulta desde un enfoque cognitivo-conductual. 10 Casos clínicos El objetivo de este apartado es ilustrar algunos pedidos de interconsulta al servicio de Salud Mental y las diversas formas de intervenir (en cuanto a los objetivos y los actores involucrados en las intervenciones) según lo evaluado en cada caso. Para ello, se presentan diversos casos clínicos de interconsultas realizadas por residentes y concurrentes de Psicología Clínica y Psiquiatría en distintos hospitales generalesde la CABA. Todos los datos personales de los pacientes han sido modificados para resguardar debidamente la identidad y la confidencialidad de los mismos. El trabajo con pacientes Caso 1. Alcira es una paciente de 70 años, re-internada en la sala de Cirugía de un Hospital General de CABA. Como consecuencia de su diabetes, uno de sus pies había sido amputado algunas semanas atrás. La re-internación de la paciente se debía a que la herida quirúrgica no había evolucionado adecuadamente. La paciente, soltera y sin hijos, contaba con la compañía de una hermana durante su internación. Al momento en que se realizó la interconsulta con Salud Mental, Alcira estaba cursando su décimo día de internación y ya había sido intervenida nuevamente: le habían amputado el área afectada de la herida quirúrgica anterior. Llega al Servicio de Salud Mental el pedido por escrito realizado por un médico residente de cirugía, el cual solicitaba la interconsulta con Salud Mental por presentar la paciente “labilidad afectiva” y “episodios de llanto”. Al pedido responden una médica residente de psiquiatría y una residente psicóloga, que se acercan a la sala de cirugía a conversar con los médicos, antes de evaluar a la paciente. Los médicos refieren que la paciente "se pone a llorar" con frecuencia, "a veces por la noche". Durante las entrevistas con la paciente, ésta presentó episodios de llanto relacionados con distintas situaciones: su estado de salud y el no saber su pronóstico, preocupación por la hermana que la acompañaba y preocupación por no saber a dónde iría a vivir luego de ser dada de alta. Respecto a la preocupación por su pronóstico, la paciente refería que los médicos "pasaban muy rápido a verla", y que a veces no entendía lo que le explicaban. En este caso, se trabajó sobre la habilidad de comunicarle al médico que necesitaba una nueva explicación. Para esto, se intervino sobre factores asociados con la dificultad presentada por la paciente, tales como la vergüenza que le ocasionaba preguntar y el pensamiento: "si pregunto voy a parecer tonta". 11 En cuanto a su derivación luego del alta, la paciente tenía pensamientos catastróficos del tipo “voy a quedarme a vivir para siempre en el hospital" o “voy a quedar abandonada". Se trabajó sobre este tipo de pensamientos en el intento de que lograra flexibilizarlos, es decir, no tomarlos como hechos concretos de la realidad. Para ello, se entrenó a la paciente en cuestionar estos pensamientos, por ejemplo, preguntándose qué evidencia tenía que le indicara que las cosas eran como su pensamiento decía, y qué evidencia había de que ese pensamiento podría no ser exacto. Asimismo, se trabajó con la paciente la habilidad para poder tolerar la incertidumbre respecto a algunos temas (como su situación clínica y su situación habitacional luego del alta), manteniendo el foco atencional en el momento presente, notando y dejando pasar los pensamientos relacionados con la incertidumbre. Esto último se combinó con habilidades de resolución de problemas en los momentos en que se consideraba oportuno aplicarlas. Por ejemplo, estas habilidades resultaban útiles para la consideración de alternativas en las entrevistas con los trabajadores sociales, o para despejar dudas y conocer las decisiones de los médicos durante las evaluaciones de estos últimos. Por otra parte, debido a la cantidad de días que estuvo internada, Alcira tuvo períodos breves de desorientación temporal. Para ello, se indicaron algunas medidas ambientales que pueden resultar de ayuda frente a cuadros confusionales tales como tener un almanaque cerca, un reloj, mantener las persianas abiertas para que ingrese luz natural, escuchar las noticias en la radio, etc. Caso 2. Fausto es un hombre de 63 años, internado en la sala de Neumonología de un Hospital General de la CABA, por presentar una masa pulmonar que debía ser estudiada e intervenida quirúrgicamente. Al momento de la interconsulta, el paciente llevaba internado cinco días. El motivo de la interconsulta estaba relacionado con la historia de salud mental del paciente: presentaba un diagnóstico de esquizofrenia paranoide, y se encontraba en tratamiento psiquiátrico actual, el cual no cumplía de manera adecuada. Luego de conversar con los médicos tratantes, quienes no refirieron otro motivo adicional que motivara la interconsulta, el equipo de Salud Mental mantuvo entrevistas con la tía del paciente y con el paciente. En las entrevistas, la tía relata que Fausto “nunca pudo ejercer su profesión”. Cuenta que trabajó durante un tiempo en la oficina de un familiar, haciendo trámites y tareas de cadete principalmente. Luego abandonó dicho trabajo y nunca más consiguió un empleo relacionado con su carrera. La tía refiere que para ella esto se debe a las dificultades del paciente para relacionarse con otras personas. Al respecto, agrega que él vive solo en un departamento que 12 heredó de su familia, ya que "no puede convivir con nadie". Dice que en una época convivió con otro hombre compartiendo el alquiler de una propiedad, pero que se llevaba muy mal y decidió dejar de convivir con otras personas. La tía refiere estar preocupada al respecto y dice que “si vive solo, deja de tomar la medicación y se desorganiza en las rutinas”. También cuenta que Fausto nunca tuvo pareja. En cuanto a los antecedentes de Salud Mental, la tía cuenta que el paciente tuvo varias internaciones psiquiátricas, siendo la última motivada por un intento de suicidio hace muchos años atrás, cuando tenía alrededor de 40 años. En la primera entrevista, Fausto se presentó amable, invitando al equipo de Salud Mental a ingresar a su habitación. Su discurso era coherente, fluido y algo arborizado. Su relato estaba lleno de descripciones excesivamente detalladas. Presentaba algunas conductas bizarras, como ponerse una media en la mano, explicando que ello evitaría que su piel pierda humedad. Al momento de esta primera evaluación, Fausto no presentaba sintomatología psicótica aguda ni ideas de muerte. Se realizó una prueba de screening de las funciones cognitivas (atención, memoria, orientación espacio-temporal, lenguaje, percepción viso-espacial, etc.), la Mini Mental State Examination (MMSE), con el objetivo de descartar deterioro cognitivo. La prueba arrojó algunas dificultades en la percepción viso-espacial. El resto de las funciones se encontraban conservadas. En cuanto a su conducta en el hospital, los enfermeros informaron al equipo de Salud Mental que Fausto no aceptaba ir al baño de pacientes, sino que intentaba entrar al baño del personal de enfermería. Asimismo, los enfermeros refirieron que por la noche, después de cenar, el paciente solía salir de su habitación para dirigirse a la habitación de otros pacientes “a charlar”, o deambulaba por el pasillo. No describieron ninguna otra conducta extraña o de riesgo. Luego de la evaluación inicial, el equipo decidió hacer un seguimiento del paciente. Se mantuvieron dos entrevistas semanales desde Psicología, y desde Psiquiatría realizaron un ajuste en el plan psicofarmacológico, con controles periódicos. Inicialmente se trabajó sobre la importancia del cumplimiento de las normas de la institución. Asimismo, se trabajó sobre temas que el paciente traía espontáneamente, sobre sus preocupaciones e intereses. Por otro lado, se trabajó sobre la posibilidad de que el paciente volviese a vivir con alguien luego del alta. El trabajo con familiares de pacientes Tal como se mencionó anteriormente, la interconsulta en Salud Mental no se circunscribe al trabajo exclusivo con el paciente o los médicos que la solicitan, sino que los familiares del paciente pueden ser objeto de las intervenciones del equipo de Salud Mental. ¿En qué medida se involucrará a los familiares? Ello dependerá del motivo del pedido de interconsulta, de losactores 13 disponibles y de la evaluación que realice el equipo de Salud Mental en cada caso. Se suele enfatizar en el trabajo con la familia cuando de la evaluación se desprende que la intervención sobre el ambiente familiar es clave para lograr el objetivo de trabajo. Esto es frecuente, por ejemplo, en los casos en los que la interconsulta se origina por pedido de los familiares, en aquellos en los que el problema del paciente está directamente relacionado con alguna conducta de la familia, o cuando se trata de pacientes niños/as o adolescentes. Caso 3. Simón es un paciente de 38 años de edad. Soltero, sin hijos. Su círculo familiar está compuesto por su hermano mayor y la mujer de éste. Sus padres fallecieron cuando él tenía 28 años. Vivía solo en el momento en que fue internado en la sala de Clínica Médica de un Hospital General de la CABA. El motivo de la internación fue "debilidad muscular en los miembros inferiores", lo cual le ocasionó al paciente una caída en su casa. Al momento en que el equipo de Clínica Médica realiza la interconsulta con Salud Mental, la causa de esta debilidad muscular aún estaba siendo estudiada. El pedido de la interconsulta decía: "paciente que presenta síntomas de depresión". Se realizó una entrevista con Simón y se utilizó un inventario de evaluación de sintomatología depresiva (Inventario de depresión de Beck; BDI), cuyo resultado arrojó un puntaje compatible con presencia de sintomatología depresiva moderada. Asimismo, el paciente consignó que tenía ideas de muerte, lo cual permitió retomar este tema en las entrevistas posteriores. Si bien el paciente refirió que últimamente había tenido pensamientos relacionados con su propia muerte, al momento de la evaluación no presentaba ideación ni plan suicida actual. En la entrevista, el paciente refirió que "no estaba satisfecho con lo que había hecho de su vida", y que últimamente había descuidado su salud. Sobre esto mencionaba, por ejemplo, no haber consultado al médico cuando empezaron los signos de la debilidad muscular, hacía semanas atrás. Asimismo, el paciente refirió que estaba desempleado y que "siempre trabajó en el negocio de su padre", hasta que éste falleció. Por otro lado, Simón refirió haber estudiado una carrera hasta tercer año, que luego abandonó porque "no podía estudiar” ya que “le costaba concentrarse”. Esta dificultad lo llevó a “atrasarse” en la carrera respecto a sus compañeros y entonces decidió dejarla. A pesar de que el paciente reconocía presentar dificultades, por ejemplo, respecto de su vida social, se mostraba ambivalente frente a la posibilidad de realizar una consulta en Salud Mental por estos temas. De manera que con el paciente se trabajó para incrementar la motivación a realizar una consulta luego del alta, desde el enfoque de la Entrevista Motivacional (Miller y Rollnick, 1999). Sin embargo, el foco principal estuvo puesto en el trabajo con la familia. Se mantuvo entrevista con el hermano del paciente, quien refirió hablar muy esporádicamente con 14 Simón. Agregó que la última vez que había visitado la casa de Simón, tanto el paciente como su casa se encontraban en un estado de falta de higiene: “Tenía basura en la casa que no quería tirar, la cual dificultaba la circulación por los ambientes. Desde botellas hasta diarios viejos". El hermano refirió que "no sabe qué le pasa a su hermano", y que cree que "nunca superó el fallecimiento de sus padres". Se trabajó con el hermano y su esposa durante tres entrevistas. Se realizó una intervención psicoeducativa en relación al cuadro que presentaba Simón. Se planteó el diagnóstico presuntivo que realizó el equipo de Salud Mental (sintomatología compatible con un trastorno depresivo mayor y un trastorno por acumulación) y se enfatizó en que sus conductas no se debían a "una falta de voluntad", y su dificultad para desechar cosas no se debía a que el paciente “era sucio". Por otra parte, se remarcó la importancia de que Simón realizara tratamiento, explicando que el cuadro no revertiría espontáneamente y sin ayuda profesional. Asimismo, se recomendó que la familia mantuviera contacto más fluido con el paciente y lo acompañara en sus tratamientos. El trabajo con otros actores e instituciones Si bien en la mayoría de los casos lo más frecuente es la intervención directa sobre el paciente, su familia y el equipo tratante, en ocasiones el equipo que responde a la interconsulta debe establecer contacto con otros servicios del hospital –o incluso con otras instituciones- con el objetivo de consensuar estrategias de intervención que exceden el campo de la salud mental. Caso 4. Para ejemplificar este punto, mencionaremos el caso de una paciente de 78 años, internada en la sala de Cirugía, que requería ser externada a una institución que contara con ciertos cuidados específicos que la paciente necesitaba. La familia de la paciente tenía dificultades para conseguir una institución de tales características y responsabilizaba a la obra social por ello. El equipo de Salud Mental consultó el caso con Servicio Social, que ya estaba interviniendo por esta paciente. Desde dicho Servicio se sostenía que el motivo por el cual no habían derivado a la paciente a una institución “era la familia”, ya que, luego de haber encontrado vacante en algunas instituciones, a la familia "ninguna le venía bien”, según lo referido por la trabajadora social. En este caso, Salud Mental intervino generando un “puente” entre Servicio Social y la familia de la paciente, mediante la participación en las entrevistas que la familia tenía con la trabajadora social. El objetivo de esta intervención fue mejorar la comunicación entre ambas partes, para que 15 pudieran alcanzar el objetivo principal que compartían: encontrar una institución adecuada para la paciente. Caso 5. Otro ejemplo es el de un paciente de 65 años, internado en Neumonología, que presentaba signos de deterioro cognitivo secundario a consumo crónico de alcohol. El paciente estaba desorientado temporal y espacialmente y no recordaba cómo había llegado al hospital. Los médicos tratantes refirieron que el paciente se había presentado en la guardia, y como allí se evaluó que podría tener tuberculosis, se lo internó para evaluación y tratamiento. Asimismo, como el paciente tenía signos de un síndrome confusional en el contexto de consumo crónico de alcohol, se realizó la interconsulta con Salud Mental. En las entrevistas con el equipo de Salud Mental, el paciente sólo proporcionó la información de que había estado internado un hospital monovalente de la Provincia de Buenos Aires. Con este dato, el equipo de Salud Mental se comunicó con dicho hospital y pudo recoger más información. El paciente se había retirado por sus propios medios del hospital donde estaba internado, sin el alta médica. Asimismo, estaba siendo buscado por la policía, debido a que el paciente estaba internado en el hospital por haber cometido un delito y haber sido considerado inimputable. Finalmente, el paciente fue trasladado nuevamente al hospital en la Provincia de Buenos Aires, luego de finalizar el tratamiento en Neumonología. Los casos clínicos presentados ejemplifican la flexibilidad respecto a las estrategias e intervenciones que los casos le exigen al equipo interconsultor de Salud Mental, para poder responder adecuadamente al pedido de una interconsulta. Conclusiones A grandes rasgos podría decirse que el objetivo de cualquier interconsulta es dar respuesta a la solicitud de intervención, realizando una evaluación global de la situación y una devolución en función de ésta. En términos generales, entonces, cualquier interconsulta tiene como primer objetivo realizar un análisis de la situación o contexto en que emerge su demanda. Para ello se entrevista al médico solicitante, luego al paciente yfamiliares, si los hay, y a cualquier otro profesional interviniente. Con toda esta información se realiza una síntesis y una recomendación o sugerencia que puede implicar el seguimiento del paciente, intervenciones con el paciente y/o familiares, o bien intervenciones con el/los profesionales tratantes. Las intervenciones que se implementan en interconsulta son siempre focalizadas. En los hospitales el dispositivo de interconsulta está pensado para abordar problemáticas específicas 16 que escapan al conocimiento de quien realiza el pedido. No se trata de implementar un tratamiento psicoterapéutico con el paciente, ya que tal intervención se realiza en el dispositivo de consultorios externos. Sin embargo, muchas de las intervenciones realizadas en interconsulta comparten algunos principios y objetivos de los tratamientos cognitivo conductuales para diversos problemas y trastornos. Tal como se intentó mostrar a lo largo del presente trabajo, la interconsulta es un campo amplio y diverso, en el que la inserción del psicólogo tiene múltiples y variadas modalidades, posibilidades y retos. Para el psicólogo esta práctica representa una oportunidad desafiante, dado el entrecruzamiento de múltiples campos de conocimiento. A su vez, esta práctica resulta enriquecedora para nuestra disciplina, en tanto permite ampliar la mirada acerca del padecimiento mental y su relación con el contexto en que éste emerge, que puede estar sesgada en la práctica predominantemente individual del consultorio particular. Más específicamente, en el hospital el trabajo interdisciplinario se torna prácticamente obligatorio, y pone en juego habilidades de comunicación e intervención conjunta en pos del bienestar del paciente; tarea nada fácil, sobre todo en contextos de urgencia o de vulnerabilidad social, en los que las herramientas requieren un dinamismo y una reconstrucción permanente. 17 Referencias Belar, C. D., y W. W. Deardorff. (1995). "Clinical Health Psychology Assessment", en C. D. Belar y W. W. Deardorff, Clinical Health Psychology in Medical Settings: A Practitioner´s Guidebook. Washington: APA. Beck, J. S. (1995). Terapia cognitiva. Conceptos básicos y profundización. Barcelona, Gedisa. Bonazzola, P. (2010). Ciudad de Buenos aires: Sistema de salud y territorio. Disponible en: http://www.buenosaires.gob.ar/areas/salud/dircap/mat/matbiblio/bonazzola.pdf Fabrissin, J. (2011). La interconsulta y las actividades de enlace en el Hospital General: estrategias para su efectividad. Vertex. 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VERTEX Revista Argentina de Psiquiatría, XIII, 97-102. 18 Anexo. Gráfico 1. Flujograma de la interconsulta.
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