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En el presente texto de la cátedra Nociones de Economía (Facultad de Derecho y Ciencias Sociales – Universidad Nacional de Tucumán) analizaremos el pensamiento de algunos filósofos políticos del Renacimiento y la Modernidad, y su vinculación con el desarrollo de la teoría económica. No son pensadores que hayan trabajado en una misma época, no son necesariamente contemporáneos, pero todos han incidido sobre el marco teórico del Estado moderno y su conformación. Vamos a pasar revista, en forma sintética, a sus ideas más destacadas, como así también a su impacto sobre el pensamiento de la economía y su teorización. 1. Nicolás Maquiavelo (1469-1527): pensador, funcionario, diplomático y considerado por muchos el padre de la ciencia política. Una de las figuras más destacadas del llamado Renacimiento italiano. Maquiavelo es autor de El Príncipe, una obra fundacional del análisis de la política real. Si bien en la antigüedad clásica y tardía hay numerosos tratados sobre la política como fenómeno social, siendo acaso la Política de Aristóteles y la República de Platón algunos de los más relevantes y recordados, la gran mayoría aborda la política desde el deber ser, es decir, desde una perspectiva propositiva o normativa, que indica cómo debe ser la política, y cómo deben llevarse adelante los asuntos públicos en la polis. Maquiavelo introduce aquí una mirada novedosa: no se ocupa de lo que la política debe ser, sino de lo que realmente es. De sus costados más oscuros y problemáticos. En El Príncipe, este pensador le recomienda a Lorenzo II de Médici (quien tenía ante sí la tarea de unificar Italia), y en general a cualquier FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES - UNIVERSIDAD NACIONAL DE TUCUMÁN CÁTEDRA DE NOCIONES DE ECONOMÍA / TEORÍAS ECONÓMICAS Texto 07 - Filósofos del renacimiento y la modernidad, y su vínculo con la teórica económica Autor: HORACIO BACA AMENABAR estadista, que asuma que todos los hombres son perversos (…) siempre y cuando encuentren la ocasión para ello. De esta forma, crea un manual para el ejercicio político que se aleja de sus pretensiones teóricas o sus expresiones de deseo, y que acepta y conceptualiza al poder tal como éste se presenta en la realidad. Ello no significa que Maquiavelo sea necesariamente un cínico, como suele suponerse a partir de la falsa atribución que se le hace de la frase “El fin justifica los medios”. De hecho era un hombre preocupado por la consolidación de la República, y su mirada trata de brindar herramientas concretas para el quehacer político, ya que entiende que de él dependen la patria y la libertad. Es por ello que está dispuesto a dejar de lado toda consideración sobre lo bueno y lo malo, sobre lo justo y lo injusto, con tal de preservar estos fines. Maquiavelo no escribió explícitamente sobre economía. De hecho, la economía en aquel entonces no tenía siquiera autonomía epistémica. Pero sí pueden inferirse de sus textos nociones muy importantes para el pensamiento económico, como el énfasis que pone sobre el tiempo y sus ciclos (la repetición cíclica de los acontecimientos), que luego sería retomado como parte de la idea de ciclos económicos. También hay en su pensamiento un gran respeto por la propiedad privada. Si bien reconoce que el mandatario debe ser temido antes que amado, también admite que debe evitar ser aborrecido, lo que sin duda sucedería si no respeta los bienes de sus súbditos. Asimismo, pone de manifiesto el impacto de la guerra sobre la economía, y el rol de los impuestos en la distribución del poder político, lo que lleva a algunos académicos a sostener que en él se prefigura la noción marxista de lucha de clases1. Puede hallarse una crítica al populismo en su consideración sobre la generosidad del gobernante, que dilapida lo recaudado tratando de ser magnánimo en lugar de obrar con austeridad. 1 Ver: https://www.eumed.net/ce/2010b/pp.htm 2. Thomas Hobbes (1588-1679): este pensador inglés también es considerado uno de los fundadores de la filosofía política moderna y la teoría del Estado. Se lo reconoce como el teórico más importante del absolutismo, es decir, la concentración plena del poder en el gobernante. Sienta las bases de la llamada teoría contractualista en su obra más importante: El Leviatán. Allí Hobbes parte de una concepción del ser humano como un actor malo por naturaleza, que siempre buscará imponerse sobre los demás y ejercer un dominio basado en la fuerza y la violencia. El objetivo máximo de esta obra es demostrar la necesidad de la centralización del poder para evitar el conflicto y la guerra civil. Hobbes razona de la siguiente manera: como los seres humanos son inmorales y se depredan los unos a los otros en su estado de naturaleza, no tienen más opción que crear al Estado a través de un contrato social. De esta forma, centralizan la violencia y el poder, y detienen la guerra de todos contra todos, que ocurriría inevitable e indefinidamente si no hay un monstruo como el leviatán que mantenga a los individuos bajo amenaza. En este razonamiento se cifra gran parte de la teoría del Estado de la modernidad. De esta forma, los individuos (que en el estado de naturaleza tienen derecho a todo lo que pueden hacer) ceden una parte de sus derechos a la autoridad central, y a cambio reciben seguridad, orden y la posibilidad de desarrollar sus actividades en forma pacífica y sin perturbaciones. Como se ve, Hobbes tampoco es un cínico: su pensamiento procura resguardar bienes como la paz y la vida, y es por eso que recurre a la idea del leviatán. Desde su perspectiva no hay separación de poderes: el soberano lo concentra todo. Como en el caso de Maquiavelo, Hobbes es mucho más conocido por su pensamiento político que por las nociones económicas que teoriza y propone. Sin embargo, también hay en él conceptos de teoría económica embrionaria, que luego serían retomados por pensadores de todas las escuelas. Sus ideas económicas propiamente dichas están expuestas en el capítulo XXIV de la segunda parte del Leviatán titulado “De la nutrición y preparación de un Estado”2. Allí se visualiza una mirada fuertemente estatista, donde el soberano le asigna a cada individuo una porción de tierra; y establece qué y cómo puede comerciarse. La idea del Estado como un gran planificador de la economía encuentra poderosos antecedentes en este autor. Muchas escuelas de la economía también parte de una noción de ser humano similar a la de Hobbes, y la propia idea de homo economicus (aquel individuo que busca maximizar a toda costa sus beneficios) guarda fuertes similitudes con la conceptualización antropológica que Hobbes ensaya en su ilustración del estado de naturaleza. 3. Sir William Petty (1623-1687): con William Petty ingresamos a una forma de pensamiento más específicamente económico, a diferencia de los filósofos anteriores, cuya ocupación principal era la política y la teoría del Estado. Este pensador fue además miembro del Parlamento inglés y la Royal Society, mercader e inventor. Sus grandes influencias fueron Francis Bacon y el propio Thomas Hobbes, a quien sirvió como secretario. Su pasión metodológica por lo cuantificable y la precisión lo llevó a ser considerado el primer economista científicamente dedicado al campo. Una de sus ocupaciones principales fueron las contribuciones fiscales. En sus tiempos, Inglaterra se hallaba en guerra con Holanda, y buscó crear principios impositivos que permitieran financiar el conflicto. Enumera en este sentido seis tipos de gasto público en virtud de funciones estatales: defensa; gobierno; religión; educación; mantenimiento de la infraestructura; y cuestiones de bien común. 2 Ver: https://alponiente.com/thomas-hobbes-el-padre-de-la-economia-politica/Era muy crítico de los sistemas impositivos injustos e inequitativos, y sostenía que las personas debían contribuir en función de sus posesiones o riquezas. También proponía formas refinadas de impuestos basados en el consumo. A pesar de que no sería considerado un pensador de la estadística bajo los estándares actuales, su mirada cuantitativa sí era novedosa y poderosa para la época. Así trató de estimar los ingresos medios de la población, las exportaciones, etc. Fue acusado por Herny Spiegel de “distorsionar los números” a favor de la Corona. Sus ideas sobre la cantidad necesaria de dinero circulante fueron muy novedosas: podía haber un circulante demasiado pequeño o uno demasiado grande, y era necesario un banco para su regulación. Sostiene que no hay nada “especial” en el oro y la plata, y que el dinero es sólo el medio para lograr un fin, no el fin mismo. Estaba a favor de la gobernanza laissez-faire, es decir, en contra de la intervención excesiva sobre la economía, a la que consideraba similar a un doctor que interviene demasiado sobre el cuerpo del paciente. Su teoría del valor se basa en dos denominaciones: la tierra y el trabajo, ambas fuentes de ingresos imponibles. 4. Jean-Jacques Rousseau (1712-1778): se trata de un filósofo, escritor y compositor genovés. Es uno de los grandes referentes de la Ilustración, y su pensamiento tuvo impacto tanto en la extensión del iluminismo como en la revolución francesa. Sus obras El Contrato Social y el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (también conocido como Segundo discurso) son algunas de las piezas más importantes del pensamiento político y social de la modernidad. En forma similar a Hobbes, Rousseau también hipotetiza sobre lo que podríamos llamar el estado de naturaleza, es decir, la situación inicial en la que se hallaban los seres humanos antes de la creación de los Estados y las sociedades civiles. Pero, a diferencia de Hobbes, Rousseau tiene una visión romantizada y sumamente positiva de este estado de naturaleza, en el que no habían desigualdades, propiedad privada, envidia o desconfianza. Así, Rousseau nos dice que el primer hombre que pisó un pedazo de tierra y dijo “esto es mío”, encontrando gente lo suficientemente ingenua como para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Se pregunta cuántos horrores nos habríamos ahorrado si alguien le hubiera respondido que es un farsante, y que los frutos de la tierra nos pertenecen a todos y la tierra en sí a ninguno. Sostuvo que no hay nada tan gentil como el ser humano en su estado primitivo, lo que lo vincula con lo que en antropología se conoce como el mito del buen salvaje. Considera que el desarrollo de la agricultura, la metalurgia, la propiedad privada y la división del trabajo condujeron hacia una desigualdad creciente y un estado de perpetuo conflicto. Rousseau responde a esta situación con su Contrato Social, que propone un orden legítimo dentro de los parámetros del republicanismo clásico. Afirma que lo seres humanos, al celebrar un contrato social, pueden preservarse y mantener su libertad, ya que no lo están haciendo por presión o violencia de un soberano, sino a partir de su propio libre albedrío. De esta manera, las personas son autoras de la ley que las rige. Esto es así en tanto el ser humano nace libre. Desde la perspectiva económica, Rousseau se diferencia de los autores que venimos analizando, ya que por un lado su pensamiento no debe inferirse de escritos específicamente políticos, como en Maquiavelo, pero al mismo tiempo su foco sigue siendo filosófico, político y social, a diferencia de lo que ocurre con Petty. Su obra más importante en este sentido es el Discurso sobre la Economía Política. Rousseau pondera la etimología de la palabra economía (que podría traducirse del griego como “el orden del hogar”), y diferencia la economía política y la economía doméstica, donde ya aparecen nociones de derecho de propiedad y herencia. Para Rousseau la economía pública es el gobierno, pero éste último –en línea con su pensamiento general- sigue estando sometido a la voluntad popular. Por ello la voluntad popular o general, es decir, la expresión de la soberanía, debe ser la principal guía del gobierno, que debe tender al bienestar general (entendido como el respeto a la propiedad privada, a la libertad, a la igualdad y a la seguridad). La economía pública popular es aquella en la que el gobierno coincide con los intereses de la voluntad general o popular; cuando no es así, nos hallamos ante una economía tiránica. Por otro lado, la economía debe hacer reinar a la virtud, que consiste en la identificación de las voluntades particulares con la voluntad general. Si los ciudadanos no actúan en función de la ley y el interés general, entonces se producen vicios públicos que se apoderan del Estado. Una ley justa es aquella que expresa la voluntad general.
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