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Ficha N 15 - Consciencia (primera parte)

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Neurofisiología II – Cát. 123
Ficha de cátedra Nº 15
Consciencia (1ra parte)
Mario Squillace Lohau
Índice
Síntesis del tema 2
En la búsqueda del concepto de la consciencia 2
Los conceptos de conciencia nuclear y consciencia extendida 2
Concepto de niveles de consciencia 2
La concepción modular de la consciencia 3
Psicofisiología de la conciencia 4
Neuroanatomía de la consciencia 5
¿Poseen consciencia los animales? 7
Desarrollo de la conciencia en humanos: ¿siempre estuvo ahí? 8
¿Cómo es la conciencia de un hombre con cerebro dividido? 9
Otros trastornos de la consciencia 12
Conclusiones 13
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1. Síntesis del tema
1.1. En la búsqueda del concepto de la consciencia
Definir qué es la conciencia no es una tarea sencilla, ya que las acepciones pueden ser
variadas dependiendo desde qué perspectiva se aborde la cuestión. En principio podríamos hacer
una primera distinción entre dos tipos de conciencia diferenciadas, la experiencia consciente
sensorial del aquí y ahora y, por otro lado, la metacognición. Por la primera nos estamos refiriendo
al anoticiarse de las entradas de información perceptiva (aferencias) proveniente tanto del mundo
externo como de nuestro mundo interno visceral y anímico. Se trata de una experiencia
contemplativa por la que nos damos cuenta de dichas sensaciones y percepciones. Este tipo de
conciencia es instantánea, centrada en el presente. La metacognición, en cambio, refiere al hacerse
conciente de nosotros mismos, hacer participar al yo como objeto de la conciencia. Este fenómeno
implica reflexionar sobre el propio observador. Permite reconocer que las cosas que vivimos en este
momento pudieron haber sido distintas antes y podrían cambiar en el futuro (Gazzaniga, 2010).
1.2. Los conceptos de conciencia nuclear y consciencia extendida
Damasio (2001) propone distinguir estas dos facetas de la conciencia denominándolas
conciencia nuclear y conciencia extendida. La conciencia nuclear coincide con la experiencia
sensorial arriba descripta, donde el individuo se percata de la información que llega a través de sus
sentidos. Por otro lado, la conciencia extendida es la que genera un yo autobiográfico. El yo como
una constante perceptiva nos permite viajar al pasado y reconocernos. Podemos también
proyectarnos al futuro y planificar nuestras acciones. La creación de un yo consciente sirve de ancla
para poder realizar estos viajes en el tiempo. Para poder poseer conciencia extendida o yo
autobiográfico es necesaria la conciencia nuclear, pero no a la inversa. Hay situaciones donde puede
alterarse el yo autobiográfico y sin embargo la persona permanece con una conciencia sensorial
presente.
1.3. Concepto de niveles de consciencia
Otros autores (e.g. Parker, Mitchell y Boccia, 1994), indican que la conciencia debe ser
entendida analizando diferentes niveles de la misma. Esto quiere decir que entre la experiencia
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perceptiva accesible y la metacognición hay varios niveles diferentes, tanto a nivel cuantitativo
como cualitativo. El primero es un yo implícito, sin pasado ni futuro, que sólo experimenta el
transcurrir perceptivo actual, se anoticia de sus motivaciones y necesidades actuales pero no
planifica ni extiende su entendimiento más allá del presente. En un segundo nivel se puede construir
la constante perceptiva de un yo, con su correspondiente representación visuo-cinestésica. En este
caso el individuo puede reconocerse en el espejo, puede aprender a imitar a otros y los autores
sostienen que este tal vez sea el comienzo de la capacidad para engañar. Finalmente, en un tercer
nivel el yo puede independizarse del yo visuo-cenestésico pudiendo ser simbolizado, y construido a
partir de creencias, el habla interna y las experiencias autobiográficas. Este es el comienzo de la
memoria episódica. El individuo puede crear recuerdos contextualizados, incluyendo a su yo como
parte de los mismos.
1.4. La concepción modular de la consciencia
La psicología cognitiva ha hecho hincapié en la modularidad de muchas funciones mentales
como la percepción, el lenguaje, la atención, la memoria, etc. Se sostiene que sustratos neurales
diferenciales son el soporte, de manera independiente, de estos procesos mentales. Por medio de
mecanismos integradores, de estos productos modularizados, puede formarse una unidad coherente
que es la conciencia unificada. Recientemente Klein y Loftus han revelado, tras una ingeniosa
experiencia, que la información acerca de nuestro yo parece ser almacenada de forma independiente
al resto de la información autobiográfica (citado en Gazzaniga, 2010). La experiencia de los autores
consistió en pedirle a sujetos experimentales que respondieran una serie de preguntas acerca de sí
mismos. La primera consigna consistía en responder preguntas acerca de si determinados adjetivos
que se enunciaban describían bien o no su personalidad. Intercaladas, también se realizaban tareas
no relacionadas, como definir conceptos por ejemplo “-Diga: ¿qué es un árbol?”. La segunda parte
de la experiencia consistió en pedirle a los sujetos que evocasen, ahora, alguna experiencia
autobiográfica donde ellos hubiesen manifestado uno de los rasgos que los definió bien al realizar la
primera consigna. Los tiempos de reacción de los participantes resultaron ser equivalentes tanto
para evocar episodios con rasgos presentes en la primera parte de la prueba, como de otras
características por las que fueron interrogados y que no se habían mencionado anteriormente. Si se
les preguntaba “recuerde alguna situación donde haya sido demasiado confiado”, ya que ese rasgo
ha definido bien a ese sujeto en la primera parte de la prueba, los autores esperaban que los tiempos
de reacción fuesen más cortos para responder. Si la autodescripción del yo utilizara información
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autobiográfica para describirse se habría valido de ella al ser activada durante la primera parte de la
prueba y esto hubiera acelerado los tiempos para responder. Al parecer esto no fue así, y el concepto
del yo dependería de una memoria semántica independiente de la memoria biográfica. Gazzaniga
argumenta que esto explicaría cómo pacientes con amnesias globales, que desconocen casi cualquier
episodio de su vida, que no reconocen a sus parientes y amigos más cercanos, pueden, sin embargo,
tener un autoconcepto indemne que les permite describir su personalidad (Gazzaniga, 2010).
2. Psicofisiología de la conciencia
Cuando las personas son conscientes poseen una actividad cerebral distintiva que puede
diferenciarse de otros estados como el sueño y el coma. Dicha actividad es posible de ser observada
a través del electroencefalograma (EEG). Las frecuencias observadas son medidas en hertzios,
cantidad de voltajes por segundo. Los ritmos alfa son aquellos comprendidos entre los 8 a 13 Hz o
ciclos por segundo. El registro de actividad alfa es característico de una persona consiente, en
reposo con los ojos cerrados, en las regiones posteriores del encéfalo. Los ritmos beta son
superiores a los alfa, comprenden de 14 a 30 Hz o ciclos por segundo. En las personas despiertas,
este ritmo predomina en las áreas anteriores, corteza frontal y prefrontal. La actividad alfa de las
regiones occipitales generalmente desaparece cuando la persona abre los ojos o cuando se le
demanda que realice una actividad intelectual.
Hay procesos fisiológicos que sincronizan y otros que desincronizan el EEG. Para la
sincronización es importante la disposición ordenada de las neuronas de la corteza cerebral, en
especial las neuronas piramidales. Esta distribución orientada permite que se sumen sus potenciales
y sean registrables por el EEG. Los marcapasos cerebrales son otro de los mecanismos de
sincronicidad, consistentes en circuitos de actividad sostenida, con ritmos constantes como lo son
los impulsos provenientes del tálamo. Motivo de la sincronización es el aumento del voltaje en el
EEG.
Los procesos desincronizadores disminuyen la amplitud por la producción de mucha
actividadyuxtapuesta. El tronco encefálico a través de la formación reticular y el cerebro basal
anterior están implicados en generar actividad desincronizada (Bear, Connors y Paradiso, 1998).
4
3. Neuroanatomía de la consciencia
Damasio y Meyer (2009) dividen a la conciencia en dos fenómenos identificables, como
hemos referido más arriba: La conciencia nuclear y la conciencia extendida. Para que se produzca la
conciencia extendida es necesaria la presencia de la conciencia nuclear, aunque no es necesario lo
inverso.
Las bases neurales de la conciencia nuclear dependen de la activación de la formación
reticular del tronco encefálico. Damasio la describe según 4 componentes: 1) Núcleos que utilizan
monoaminas como mensajeros químicos, el locus coeruleus productor de noradrenalina, los núcleos
del Raffé de serotonina y las áreas tegmentales del mesencéfalo que utilizan dopamina, 2) los
núcleos que utilizan acetilcolina como son los núcleos giganto-pontinos del mesencéfalo (impiden
por sus proyecciones sobre el tálamo que éste induzca el estado de sueño profundo), 3) Los núcleos
autonómicos, y por último 4) los núcleos reticulares clásicos del tronco cerebral que producen
glutamato y que a través de su influencia sobre los núcleos intralaminares del tálamo logran
modular la actividad de amplias extensiones de corteza (Damasio y Meyer, 2009; ver Figura 1. a.)
Una adecuada activación cerebral es necesaria, pero no suficiente, para provocar una
experiencia conciente. Es preciso la intervención de áreas neurales específicas que puedan generar
la confluencia e integración de información tanto del organismo como del objeto percibido
(Damasio y Meyer, 2009). Las áreas que permiten la representación de nuestro organismo son las
cortezas primaria y de asociación somatosensoriales, corteza insular y regiones parietales (ver
Figura 1. b.)
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Figura 1. Áreas cerebrales implicadas en la conciencia nuclear.
Además, la información que se procesa sobre nuestro medio interno incluye al hipotálamo,
el tronco cerebral, el sistema vestibular y una amplia variedad de regiones límbicas. Por otro lado,
las áreas que permiten la representación del objeto percibido se relacionan con los sistemas
perceptivos. Las cortezas sensoriales de asociación permiten esta integración sensorial. En
ocasiones cuando el objeto de percepción es nuestro propio cuerpo las áreas neurales suelen
coincidir.
Finalmente son necesarias regiones cerebrales capaces de integrar ambos tipos de
información y generar una percepción consciente del objeto y del perceptor. Se denomina corteza
posteromedial (CPM) a un conjunto de regiones relacionadas con esta función de integración, ver
Figura 2, a. La CPM incluye el cíngulo posterior, la corteza retroesplenial y el precúneo del lóbulo
parietal (región medial). La CPM tiene conexiones con prácticamente todas las regiones del
encéfalo, excepto con las cortezas primarias sensoriales y motoras. Otra característica de esta alta
conectividad es su reciprocidad, generándose un ida y vuelta de la información que se recibe,
especialmente a través del tálamo. Esta confluencia de información y la posibilidad de su
reverberación en circuitos recíprocos son postulados como probables mecanismos de la conciencia
nuclear (Damasio y Meyer, 2009; ver Figura 2, a).
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Figura 2. Áreas cerebrales implicadas en la conciencia expandida.
Por otro lado, la conciencia extendida abre la posibilidad de poner esa conciencia nuclear en
un contexto espacial y temporal: la capacidad de tomar conciencia del propio individuo que percibe.
Por ello Damasio sostiene que se necesita de la memoria de trabajo para ampliar la experiencia
atencional consciente para unirla con los contenidos de memoria, con información sobre nuestro yo
y sobre nuestra biografía. Podemos ser conscientes de la información evocada a través de sistemas
de memoria de largo plazo y sostener dichas representaciones con la memoria de trabajo. Las áreas
temporales mediales (hipocampo) y frontales dorsolaterales, se relacionarán, respectivamente, con
ambos tipos de memoria (Damasio y Meyer, 2009; ver Figura 2 b).
4. ¿Poseen consciencia los animales?
Ante la pregunta de si los animales tienen conciencia, es importante hacer una distinción
sobre a qué tipo de conciencia nos referimos cuando hacemos esta pregunta o a qué nivel de
conciencia apuntará nuestra respuesta.
Uno de los primeros paradigmas de estudio de la conciencia en animales consistió en
identificar si éstos son capaces de reconocerse al mirar su imagen en un espejo (Pinel, 2001). El
procedimiento más ampliamente utilizado consiste en dormir con anestesia al animal y pintarle una
mancha roja en su oreja o en su frente con tinta inodora. Al despertar el animal se le daba un espejo
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donde podían verse de cuerpo entero. Si el animal podía reconocer su imagen en el espejo se
esperaba que reaccionara ante la mancha en su rostro (Gallup, 1970). Los hallazgos encontrados
indican que muchos chimpancés y orangutanes, aunque no todos, desarrollan esa habilidad a partir
de la pubertad. De los gorilas evaluados sólo uno presentó conciencia de su yo en el espejo. Un
elefante de cinco y algunos delfines también intentaron sacarse la mancha roja del rostro al mirarse
al espejo (Gazzaniga, 2010). No se han hallado resultados con otro tipo de animales.
Si evaluamos estos resultados desde la categoría de niveles de conciencia, el nivel de
conciencia, que revelan estos estudios en ciertos animales, es de una conciencia del yo viso-
cenestésico. El alcance de estos resultados no nos permite decir nada, aún, acerca de sus
capacidades de metacognición.
5. Desarrollo de la conciencia en humanos: ¿siempre estuvo ahí?
Cuando se replica el paradigma de estudio de la marca roja en el rostro y el reconocimiento
en el espejo con niños se observan algunos fenómenos interesantes dependientes de la edad. La
experiencia se modifica de la siguiente manera, cuando los niños se encuentran distraídos, de
manera sutil, se les pega una calcomanía en la frente (Povinelli, Landau y Perilloux, 1996). Los
participantes tenían 2, 3 y 4 años de edad, eran filmados y se les sacaba una foto mientras el adulto
colocaba la calcomanía en la frente. Unos minutos después se les mostraba la filmación o la foto
para ver si reaccionaban y se sacaban el adhesivo. Los resultados fueron los siguientes, el 75% de
los niños de 4 años buscaron en su frente al ver lo que había ocurrido, el 25% de los niños de 3 años
hizo lo mismo pero ninguno de los niños de 2 años reaccionó ante el video o la foto. A
continuación, se les permitió a los niños verse en un espejo y así descubrir el adhesivo en su frente.
En esta ocasión todos los niños, aún los de 2 y 3 años, respondieron buscando en su frente el
objeto pegado. Las implicaciones de este experimento sugieren que la conciencia viso- cenestésica
(del propio cuerpo) puede ya estar presente a partir de los 2 años de edad, sin embargo, no la
metacognición necesaria para la auto-conciencia y la memoria episódica. La memoria episódica
consiste en la codificación, almacenamiento y recuperación de recuerdos de episodios de nuestra
vida. Los recuerdos constituidos poseen un componente autonoético (conciencia de sí mismo)
implicado en dichas huellas mnémicas. Según esta experiencia dicha capacidad, que requiere de
conciencia extendida, parece empezar a afianzarse cerca de los 4 años. Tulving ha dividido la
memoria declarativa (memoria que puede ser verbalizable) en memoria episódica y memoria
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semántica (Ruiz-Vargas, 2010). La memoria semántica permite el almacenamiento de
conocimientos del mundo. Saber cuál es la capital de Francia y conocer que San Martín cruzó los
Andes son conocimientos de ese estilo. Los mismos están descontextualizados temporal y
espacialmente del momento en el que fueron adquiridos. Posiblemente no recordemos el momento
exacto en que aprendimos esos conocimientos, ni evoquemos un momento consciente de nuestro yo
en relacióna su adquisición. Por el contrario, la memoria episódica, aunque también almacena
información acerca del mundo, lo hace en relación al recuerdo consciente de su vivencia. De esta
manera, no sólo recuperamos información sino también la experiencia vivida en torno a cuando eso
ocurría. La conciencia de nuestro yo participando dentro del episodio es el componente distintivo de
este tipo de memoria. Por ejemplo, al revivir las vacaciones de este último verano podemos retornar
mentalmente a ese lugar en particular, accediendo al recuerdo de cómo nos sentíamos, con quién
estábamos, de qué estábamos hablando, etc. A esto se llama que la memoria episódica tiene un
componente autonoético, el yo recupera eventos ocurridos tiempo atrás, con un orden temporal,
donde la conciencia del sí-mismo participa del episodio mismo.
Los niños de 2 años, en la experiencia de Povinelli y colaboradores, aún no pueden situar su
conciencia de forma extendida en el pasado, no tienen memoria episódica sino memoria semántica.
Es por esta razón, que ver el video de cuando le habían puesto el adhesivo en la frente aún no
significa nada para su yo presente. Una razón de esta falta de memoria episódica es la inmadurez de
estructuras neurales responsables de sostener la memoria episódica como lo son la formación
hipocampal, entorrinal y parahipocampal. Esta es una de las razones de la llamada amnesia infantil,
que no es tal, ya que el individuo no ha olvidado algo sino que aún no ha desarrollado su memoria
episódica para poder almacenarlo.
6. ¿Cómo es la conciencia de un hombre con cerebro dividido?
Algunas personas que padecieron crisis epilépticas a repetición y que se habían mostrado
refractarios a los tratamientos farmacológicos debieron optar por realizarse una intervención
quirúrgica llamada comisuroterapia (cortar el cuerpo calloso). La intervención se definía por el
costo/beneficio según el nivel de alteración que la enfermedad significaba para la vida cotidiana de
esas personas. La cirugía buscaba impedir que la crisis epiléptica, que se originaba en una región
específica del encéfalo, migrara al otro hemisferio a través del cuerpo calloso. Luego de la
intervención los pacientes, aunque tenían gran parte de su cerebro dividido, no parecían mostrar
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grandes modificaciones en su conducta. La independencia hemisférica podía compensarse con las
conexiones que mantenía por la comisura anterior y podían distribuir la misma información a ambos
hemisferios cerebrales a través del movimiento de los ojos. Sin embargo, sí se ha documentado
cómo, en determinadas circunstancias, algunos pacientes han sufrido el conflicto porque cada
hemisferio cerebral intentaba controlar el comportamiento en curso pero de manera opuesta. Así
cada mano, controlada por el hemisferio contralateral, realizaba comportamientos incompatibles:
por ejemplo mientras una abre una valija, la otra la cierra. Otro paciente ha informado que en una
ocasión agredió a su esposa con la mano izquierda mientras que con la derecha la defendía
(Gazzaniga, Ivry y Mangun, 2002).
Estudios taquitoscópicos (al sujeto se le presentan estímulos en breves milisegundos)
permiten que los sujetos no alcancen a mover los ojos ante la presentación de estímulos. En el caso
de pacientes con cerebro dividido, al no mover los ojos, la información puede ingresar en uno sólo
de los hemisferios cerebrales con independencia del otro. Para conseguir este efecto el paciente
debe observar a un punto fijo en el medio de la pantalla donde serán presentados los estímulos. La
información a la derecha de ambos ojos, mirando el punto fijo, ingresa al hemisferio izquierdo y la
información a la izquierda de los mismos al hemisferio derecho (ver Figura 3).
Figura 3. Presentación de estímulos de forma taquitoscópica a un sujeto con cerebro
dividido.
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Cuando los estímulos son dirigidos al hemisferio izquierdo, donde se alojan las funciones
lingüísticas, el sujeto informa verbalmente sobre lo que acaba de ver (ya sea un dibujo o una
palabra). Si el estímulo ingresa al hemisferio derecho la persona afirma no haber visto nada. Sin
embargo, si le dejamos elegir un objeto entre varios con la mano izquierda (controlada por el
hemisferio derecho) elige este objeto sin dificultad, aunque el paciente no entienda concientemente
por qué. Gazzaniga comenta cómo a un paciente con cerebro dividido se le presentaron
simultáneamente dos estímulos: un pollo a la derecha y un cúmulo de nieve a la izquierda. Cuando
al paciente se le dice que tome un objeto con cada mano de varios que había sobre la mesa, tomó
con la mano izquierda una pala (de las que sirven para barrer la nieve) y con la derecha una pata de
pollo. Ante la pregunta de por qué la elección de cada objeto, el paciente responde que la pata de
pollo la eligió porque acababa de ver un pollo y que la pala le serviría para limpiar el corral donde
viven los pollos (Gazzaniga, 2010).
Otro paciente tenía la particularidad de tener bastante desarrollado el lenguaje tanto en el
hemisferio izquierdo como en el derecho. Ante la pregunta de “-¿Qué profesión siempre deseó
tener?” el paciente debía responder escribiendo con ambas manos. Cuando escribió con su mano
derecha, controlada por el hemisferio izquierdo, comentó que siempre había deseado tener la
profesión que realizaba en ese momento, contador. Cuando respondió a través de su mano
izquierda, controlada por el hemisferio derecho, escribió “corredor de carreras”. La persona
informó encontrarse sorprendida por esa respuesta y que no la podía compatibilizar con lo que él
pensaba acerca de sí mismo (Gazzaniga et al., 2002).
Estas evidencias que nos aportan los individuos con cerebro dividido muestran que los
fenómenos de conciencia se relacionan con el hemisferio izquierdo, y que el hemisferio derecho
procesa la información aunque su actividad no logre emerger a la conciencia debido a la
desconexión. Gazzaniga explica que posiblemente el hemisferio izquierdo integre la información
modular proveniente de las diferentes funciones psicológicas distribuidas en el cerebro generando la
sensación de un yo conciente e integrado. La unificación de este relato puede ser a costa de
fabulaciones y autoengaños como las que le ocurren al paciente de la pala y la pata de pollo
(Gazzaniga, 2010).
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7. Otros trastornos de la consciencia
Cuando los niveles de actividad cerebral del paciente se encuentran descendidos como
producto de una alteración del alerta pueden presentarse los siguientes cuadros patológicos de la
conciencia según su intensidad: 1) Somnolencia debido a letargia, dificultades para mantenerse
despierto, el paciente tiene sensación subjetiva de sueño. La letargia puede ser alterada por la
estimulación externa. Este cuadro debe ser diferenciado de la somnolencia normal de los individuos
sin alteraciones neurológicas. 2) Obnubilación, la alteración del alerta es más profunda por lo que la
estimulación externa debe ser más intensa para provocar una reacción en el sujeto. El individuo se
encuentra desorientado y confuso. La percepción puede verse distorsionada y la persona presentar
irritabilidad durante la exploración. 3) Estupor, el paciente no emite respuestas motoras y
permanece en mutismo, sólo puede ser reactivo ante estímulos sumamente vigorosos. Este estado es
frecuente en pacientes en estado catatónico. 4) Coma, la persona puede permanecer en un estado de
ausencia de conciencia, y no reaccionar ante ningún tipo de estimulación más allá de su intensidad.
5) Coma con muerte cerebral, el individuo carece de los reflejos pupilocorneal, dioocular y
oculoencefálico, sumado a apnea (sin respiración) y un EEG plano.
Los cuadros de desorientación, suelen acompañarse de ilusiones y alucinaciones,
alteraciones del sueño, excitación psicomotora y alta activación autonómica de la rama simpática.
Usualmente son producidos por disturbios generalizados de la actividad cerebral afectando los
mecanismos cerebrales inhibitorios. Puedenocurrir en fases anteriores al desarrollo de un cuadro de
coma, presentarse como síntomas de un cuadro de demencia (demencia de cuerpos de Lewys), o por
afectaciones transitorias del sensorio como es el caso de intoxicaciones.
Durante las crisis epilépticas las personas también pierden su conciencia. La epilepsia suele
ser un síntoma de alguna enfermedad de base que altera la excitabilidad del sistema nervioso
central. Se trata de cuadros extremos de actividad cerebral sincrónica (Bear, Connors, y Paradiso,
1998). Pueden dividirse las epilepsias en dos grandes grupos: 1) cuadros de epilepsia generalizada,
son todas aquellas donde la alteración se difunde por toda la corteza a través de los dos hemisferios
cerebrales, y 2) cuadros de epilepsia parcial, donde la crisis se circunscribe a un territorio neural
acotado. Estas crisis pueden ser acompañadas de convulsiones o presentarse sin ellas. Las
convulsiones son episodios discretos, de comienzo y finalización brusca, con tendencia a repetirse.
Las crisis pueden afectar sólo una parte del cuerpo, siendo estas convulsiones focales, o las crisis
convulsivas pueden ser generalizadas afectando a todo el cuerpo. Las convulsiones tienen tres
patrones de actividad característicos: La actividad tónica produce una tensión muscular continua
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sobre el cuerpo, las crisis clónicas provocan alteraciones rítmicas sobre los músculos y, finalmente,
las convulsiones tónico-clónicas alternan entre los dos estados anteriores. Las crisis epilépticas no
convulsivas, llamadas también crisis parciales, pueden tener un origen en vías sensoriales, motoras,
etc., durante las crisis el paciente pierde la conciencia pero sin llegar a convulsionar. Hay crisis
epilépticas muy sutiles, llamadas ausencias donde la persona desconecta su procesamiento
conciente durante períodos de alrededor de 30 segundos. Las ausencias son acompañadas de leves
movimientos motores, como pestañeos, o movimientos de la boca apenas perceptibles.
De acuerdo al lugar característico donde comience la crisis convulsiva el paciente puede
desarrollar síntomas prodrómicos que se les denomina auras epilépticos. Por ejemplo, de iniciarse
la crisis en áreas visuales el aura anticipatoria podría ser la percepción de luces o imágenes, de
comenzar en un área auditiva el aura podría consistir en escuchar sonidos, etc. A veces las auras
pueden ser complejas, como la sensación de deja vú. Por otro lado, tampoco es necesario que haya
presencia de auras como pródromos de las crisis.
En todas estos tipos de crisis epilépticas el individuo presenta un EEG patológico
característico, ya sea generalizado en todo el encéfalo o focalizado en alguna zona afectada en
particular. Dichos patrones anómalos se deben a excesos de activación y déficits de inhibición en el
sistema nervioso.
8. Conclusiones
La conciencia ha dejado de ser, sobre todo en las últimas décadas, un tema imposible de ser
abordado con estudios científicos. Hoy en día existen posibilidades de conceptualizarla de forma
operacional y de dar cuenta de sus características a través de estudios experimentales. La conciencia
sigue siendo un constructo psicológico, pero que es central para comprender la conducta humana.
Como hemos visto, sólo algunos animales alcanzan moderados niveles de autoconciencia semejante
al que poseen los niños humanos alrededor de los dos años de edad. Sin embargo, lo más probable
es que varios animales no puedan acceder a una conciencia extendida tal como se ha descrito aquí.
Es interesante destacar que esa conciencia de un yo no está presente desde el inicio sino que se va
desarrollando a medida que el sistema nervioso madura durante la primera infancia. La posibilidad
de retroceder en el tiempo a través de recuerdos y la posibilidad de proyectarse más allá del aquí y
ahora, parece ser, hasta el momento, una capacidad reservada a los seres humanos. La conciencia
del yo parece ser un ancla entre los acontecimientos cambiantes del devenir de las cosas.
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Hemos visto cómo la conciencia extendida de los seres humanos permite percibir a un yo
integrado y coherente por encima de procesos cognitivos y afectivos que parecen estar
modularizados, como si la información y los procesos psicológicos se dieran de manera
independiente, sin contacto entre sí. Una tal integración a nivel de la conciencia, tal como
Gazzaniga encuentra en sus pacientes con cerebro dividido, tiene muchas veces el costo de alterar el
real motivo de nuestras conductas.
9. Bibliografía
Bear, M. F., Connors, B. W. y Paradiso, M. A. (1998). Neurociencias: Explorando el Cerebro.
Barcelona España, Masson Williams -Wilkins.
Damasio, A. (2001). La sensación de lo que ocurre. Barcelona España, Editorial Debate.
Damasio, A. (2010). Self comes to mind. Constructing the conscious brain. Editorial Phanteon e
Books.
Gallup, G. G. (1970). Chimpancés: self-recognition. Science, 2, 86-87.
Gazzaniga, M. S. (2010). ¿Qué nos hace humanos? La explicación científica de nuestra
singularidad como especie. Editorial Paidós, Barcelona España.
Gazzaniga, M. S., Ivry, R. B., y Mangun, G. R. (2002). Cognitive Neuroscience. The biology of the
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Damasio, A. y Meyer, K. (2009). cap. 1 Consciousness: An Overview of the Phenomenon and of Its
Possible Neural Basis, pp. 3-15. En Laureys, S., y Tononi, G. (2009) The Neurology of
consciousness. Cognitive neuroscience and neuropathology. Academic Press – Elsevier.
Section I: 1.
Parker, S. T., Mitchell, R. W. y Boccia, M. L. (1994). Self-awareness in animals and humans.
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Pinel, J. P. (2001). Biopsicología. Pearson: Prentice Hall. EEUU.
Povinelli, D. J., Landau, K. R. y Perilloux, H. K. (1996). Self-recognition in young children using
delayed versus live feedback: evidence of developmental asynchrony. Child Development, 67.
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1540-1554.
Ruiz-Vargas, J. M. (2010). Manual de psicología de la memoria. Editorial Síntesis, Madrid, España.
15

Otros materiales