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Neurofisiología II – Cát. 123 Ficha de cátedra Nº 15 Consciencia (1ra parte) Mario Squillace Lohau Índice Síntesis del tema 2 En la búsqueda del concepto de la consciencia 2 Los conceptos de conciencia nuclear y consciencia extendida 2 Concepto de niveles de consciencia 2 La concepción modular de la consciencia 3 Psicofisiología de la conciencia 4 Neuroanatomía de la consciencia 5 ¿Poseen consciencia los animales? 7 Desarrollo de la conciencia en humanos: ¿siempre estuvo ahí? 8 ¿Cómo es la conciencia de un hombre con cerebro dividido? 9 Otros trastornos de la consciencia 12 Conclusiones 13 1 1. Síntesis del tema 1.1. En la búsqueda del concepto de la consciencia Definir qué es la conciencia no es una tarea sencilla, ya que las acepciones pueden ser variadas dependiendo desde qué perspectiva se aborde la cuestión. En principio podríamos hacer una primera distinción entre dos tipos de conciencia diferenciadas, la experiencia consciente sensorial del aquí y ahora y, por otro lado, la metacognición. Por la primera nos estamos refiriendo al anoticiarse de las entradas de información perceptiva (aferencias) proveniente tanto del mundo externo como de nuestro mundo interno visceral y anímico. Se trata de una experiencia contemplativa por la que nos damos cuenta de dichas sensaciones y percepciones. Este tipo de conciencia es instantánea, centrada en el presente. La metacognición, en cambio, refiere al hacerse conciente de nosotros mismos, hacer participar al yo como objeto de la conciencia. Este fenómeno implica reflexionar sobre el propio observador. Permite reconocer que las cosas que vivimos en este momento pudieron haber sido distintas antes y podrían cambiar en el futuro (Gazzaniga, 2010). 1.2. Los conceptos de conciencia nuclear y consciencia extendida Damasio (2001) propone distinguir estas dos facetas de la conciencia denominándolas conciencia nuclear y conciencia extendida. La conciencia nuclear coincide con la experiencia sensorial arriba descripta, donde el individuo se percata de la información que llega a través de sus sentidos. Por otro lado, la conciencia extendida es la que genera un yo autobiográfico. El yo como una constante perceptiva nos permite viajar al pasado y reconocernos. Podemos también proyectarnos al futuro y planificar nuestras acciones. La creación de un yo consciente sirve de ancla para poder realizar estos viajes en el tiempo. Para poder poseer conciencia extendida o yo autobiográfico es necesaria la conciencia nuclear, pero no a la inversa. Hay situaciones donde puede alterarse el yo autobiográfico y sin embargo la persona permanece con una conciencia sensorial presente. 1.3. Concepto de niveles de consciencia Otros autores (e.g. Parker, Mitchell y Boccia, 1994), indican que la conciencia debe ser entendida analizando diferentes niveles de la misma. Esto quiere decir que entre la experiencia 2 perceptiva accesible y la metacognición hay varios niveles diferentes, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo. El primero es un yo implícito, sin pasado ni futuro, que sólo experimenta el transcurrir perceptivo actual, se anoticia de sus motivaciones y necesidades actuales pero no planifica ni extiende su entendimiento más allá del presente. En un segundo nivel se puede construir la constante perceptiva de un yo, con su correspondiente representación visuo-cinestésica. En este caso el individuo puede reconocerse en el espejo, puede aprender a imitar a otros y los autores sostienen que este tal vez sea el comienzo de la capacidad para engañar. Finalmente, en un tercer nivel el yo puede independizarse del yo visuo-cenestésico pudiendo ser simbolizado, y construido a partir de creencias, el habla interna y las experiencias autobiográficas. Este es el comienzo de la memoria episódica. El individuo puede crear recuerdos contextualizados, incluyendo a su yo como parte de los mismos. 1.4. La concepción modular de la consciencia La psicología cognitiva ha hecho hincapié en la modularidad de muchas funciones mentales como la percepción, el lenguaje, la atención, la memoria, etc. Se sostiene que sustratos neurales diferenciales son el soporte, de manera independiente, de estos procesos mentales. Por medio de mecanismos integradores, de estos productos modularizados, puede formarse una unidad coherente que es la conciencia unificada. Recientemente Klein y Loftus han revelado, tras una ingeniosa experiencia, que la información acerca de nuestro yo parece ser almacenada de forma independiente al resto de la información autobiográfica (citado en Gazzaniga, 2010). La experiencia de los autores consistió en pedirle a sujetos experimentales que respondieran una serie de preguntas acerca de sí mismos. La primera consigna consistía en responder preguntas acerca de si determinados adjetivos que se enunciaban describían bien o no su personalidad. Intercaladas, también se realizaban tareas no relacionadas, como definir conceptos por ejemplo “-Diga: ¿qué es un árbol?”. La segunda parte de la experiencia consistió en pedirle a los sujetos que evocasen, ahora, alguna experiencia autobiográfica donde ellos hubiesen manifestado uno de los rasgos que los definió bien al realizar la primera consigna. Los tiempos de reacción de los participantes resultaron ser equivalentes tanto para evocar episodios con rasgos presentes en la primera parte de la prueba, como de otras características por las que fueron interrogados y que no se habían mencionado anteriormente. Si se les preguntaba “recuerde alguna situación donde haya sido demasiado confiado”, ya que ese rasgo ha definido bien a ese sujeto en la primera parte de la prueba, los autores esperaban que los tiempos de reacción fuesen más cortos para responder. Si la autodescripción del yo utilizara información 3 autobiográfica para describirse se habría valido de ella al ser activada durante la primera parte de la prueba y esto hubiera acelerado los tiempos para responder. Al parecer esto no fue así, y el concepto del yo dependería de una memoria semántica independiente de la memoria biográfica. Gazzaniga argumenta que esto explicaría cómo pacientes con amnesias globales, que desconocen casi cualquier episodio de su vida, que no reconocen a sus parientes y amigos más cercanos, pueden, sin embargo, tener un autoconcepto indemne que les permite describir su personalidad (Gazzaniga, 2010). 2. Psicofisiología de la conciencia Cuando las personas son conscientes poseen una actividad cerebral distintiva que puede diferenciarse de otros estados como el sueño y el coma. Dicha actividad es posible de ser observada a través del electroencefalograma (EEG). Las frecuencias observadas son medidas en hertzios, cantidad de voltajes por segundo. Los ritmos alfa son aquellos comprendidos entre los 8 a 13 Hz o ciclos por segundo. El registro de actividad alfa es característico de una persona consiente, en reposo con los ojos cerrados, en las regiones posteriores del encéfalo. Los ritmos beta son superiores a los alfa, comprenden de 14 a 30 Hz o ciclos por segundo. En las personas despiertas, este ritmo predomina en las áreas anteriores, corteza frontal y prefrontal. La actividad alfa de las regiones occipitales generalmente desaparece cuando la persona abre los ojos o cuando se le demanda que realice una actividad intelectual. Hay procesos fisiológicos que sincronizan y otros que desincronizan el EEG. Para la sincronización es importante la disposición ordenada de las neuronas de la corteza cerebral, en especial las neuronas piramidales. Esta distribución orientada permite que se sumen sus potenciales y sean registrables por el EEG. Los marcapasos cerebrales son otro de los mecanismos de sincronicidad, consistentes en circuitos de actividad sostenida, con ritmos constantes como lo son los impulsos provenientes del tálamo. Motivo de la sincronización es el aumento del voltaje en el EEG. Los procesos desincronizadores disminuyen la amplitud por la producción de mucha actividadyuxtapuesta. El tronco encefálico a través de la formación reticular y el cerebro basal anterior están implicados en generar actividad desincronizada (Bear, Connors y Paradiso, 1998). 4 3. Neuroanatomía de la consciencia Damasio y Meyer (2009) dividen a la conciencia en dos fenómenos identificables, como hemos referido más arriba: La conciencia nuclear y la conciencia extendida. Para que se produzca la conciencia extendida es necesaria la presencia de la conciencia nuclear, aunque no es necesario lo inverso. Las bases neurales de la conciencia nuclear dependen de la activación de la formación reticular del tronco encefálico. Damasio la describe según 4 componentes: 1) Núcleos que utilizan monoaminas como mensajeros químicos, el locus coeruleus productor de noradrenalina, los núcleos del Raffé de serotonina y las áreas tegmentales del mesencéfalo que utilizan dopamina, 2) los núcleos que utilizan acetilcolina como son los núcleos giganto-pontinos del mesencéfalo (impiden por sus proyecciones sobre el tálamo que éste induzca el estado de sueño profundo), 3) Los núcleos autonómicos, y por último 4) los núcleos reticulares clásicos del tronco cerebral que producen glutamato y que a través de su influencia sobre los núcleos intralaminares del tálamo logran modular la actividad de amplias extensiones de corteza (Damasio y Meyer, 2009; ver Figura 1. a.) Una adecuada activación cerebral es necesaria, pero no suficiente, para provocar una experiencia conciente. Es preciso la intervención de áreas neurales específicas que puedan generar la confluencia e integración de información tanto del organismo como del objeto percibido (Damasio y Meyer, 2009). Las áreas que permiten la representación de nuestro organismo son las cortezas primaria y de asociación somatosensoriales, corteza insular y regiones parietales (ver Figura 1. b.) 5 Figura 1. Áreas cerebrales implicadas en la conciencia nuclear. Además, la información que se procesa sobre nuestro medio interno incluye al hipotálamo, el tronco cerebral, el sistema vestibular y una amplia variedad de regiones límbicas. Por otro lado, las áreas que permiten la representación del objeto percibido se relacionan con los sistemas perceptivos. Las cortezas sensoriales de asociación permiten esta integración sensorial. En ocasiones cuando el objeto de percepción es nuestro propio cuerpo las áreas neurales suelen coincidir. Finalmente son necesarias regiones cerebrales capaces de integrar ambos tipos de información y generar una percepción consciente del objeto y del perceptor. Se denomina corteza posteromedial (CPM) a un conjunto de regiones relacionadas con esta función de integración, ver Figura 2, a. La CPM incluye el cíngulo posterior, la corteza retroesplenial y el precúneo del lóbulo parietal (región medial). La CPM tiene conexiones con prácticamente todas las regiones del encéfalo, excepto con las cortezas primarias sensoriales y motoras. Otra característica de esta alta conectividad es su reciprocidad, generándose un ida y vuelta de la información que se recibe, especialmente a través del tálamo. Esta confluencia de información y la posibilidad de su reverberación en circuitos recíprocos son postulados como probables mecanismos de la conciencia nuclear (Damasio y Meyer, 2009; ver Figura 2, a). 6 Figura 2. Áreas cerebrales implicadas en la conciencia expandida. Por otro lado, la conciencia extendida abre la posibilidad de poner esa conciencia nuclear en un contexto espacial y temporal: la capacidad de tomar conciencia del propio individuo que percibe. Por ello Damasio sostiene que se necesita de la memoria de trabajo para ampliar la experiencia atencional consciente para unirla con los contenidos de memoria, con información sobre nuestro yo y sobre nuestra biografía. Podemos ser conscientes de la información evocada a través de sistemas de memoria de largo plazo y sostener dichas representaciones con la memoria de trabajo. Las áreas temporales mediales (hipocampo) y frontales dorsolaterales, se relacionarán, respectivamente, con ambos tipos de memoria (Damasio y Meyer, 2009; ver Figura 2 b). 4. ¿Poseen consciencia los animales? Ante la pregunta de si los animales tienen conciencia, es importante hacer una distinción sobre a qué tipo de conciencia nos referimos cuando hacemos esta pregunta o a qué nivel de conciencia apuntará nuestra respuesta. Uno de los primeros paradigmas de estudio de la conciencia en animales consistió en identificar si éstos son capaces de reconocerse al mirar su imagen en un espejo (Pinel, 2001). El procedimiento más ampliamente utilizado consiste en dormir con anestesia al animal y pintarle una mancha roja en su oreja o en su frente con tinta inodora. Al despertar el animal se le daba un espejo 7 donde podían verse de cuerpo entero. Si el animal podía reconocer su imagen en el espejo se esperaba que reaccionara ante la mancha en su rostro (Gallup, 1970). Los hallazgos encontrados indican que muchos chimpancés y orangutanes, aunque no todos, desarrollan esa habilidad a partir de la pubertad. De los gorilas evaluados sólo uno presentó conciencia de su yo en el espejo. Un elefante de cinco y algunos delfines también intentaron sacarse la mancha roja del rostro al mirarse al espejo (Gazzaniga, 2010). No se han hallado resultados con otro tipo de animales. Si evaluamos estos resultados desde la categoría de niveles de conciencia, el nivel de conciencia, que revelan estos estudios en ciertos animales, es de una conciencia del yo viso- cenestésico. El alcance de estos resultados no nos permite decir nada, aún, acerca de sus capacidades de metacognición. 5. Desarrollo de la conciencia en humanos: ¿siempre estuvo ahí? Cuando se replica el paradigma de estudio de la marca roja en el rostro y el reconocimiento en el espejo con niños se observan algunos fenómenos interesantes dependientes de la edad. La experiencia se modifica de la siguiente manera, cuando los niños se encuentran distraídos, de manera sutil, se les pega una calcomanía en la frente (Povinelli, Landau y Perilloux, 1996). Los participantes tenían 2, 3 y 4 años de edad, eran filmados y se les sacaba una foto mientras el adulto colocaba la calcomanía en la frente. Unos minutos después se les mostraba la filmación o la foto para ver si reaccionaban y se sacaban el adhesivo. Los resultados fueron los siguientes, el 75% de los niños de 4 años buscaron en su frente al ver lo que había ocurrido, el 25% de los niños de 3 años hizo lo mismo pero ninguno de los niños de 2 años reaccionó ante el video o la foto. A continuación, se les permitió a los niños verse en un espejo y así descubrir el adhesivo en su frente. En esta ocasión todos los niños, aún los de 2 y 3 años, respondieron buscando en su frente el objeto pegado. Las implicaciones de este experimento sugieren que la conciencia viso- cenestésica (del propio cuerpo) puede ya estar presente a partir de los 2 años de edad, sin embargo, no la metacognición necesaria para la auto-conciencia y la memoria episódica. La memoria episódica consiste en la codificación, almacenamiento y recuperación de recuerdos de episodios de nuestra vida. Los recuerdos constituidos poseen un componente autonoético (conciencia de sí mismo) implicado en dichas huellas mnémicas. Según esta experiencia dicha capacidad, que requiere de conciencia extendida, parece empezar a afianzarse cerca de los 4 años. Tulving ha dividido la memoria declarativa (memoria que puede ser verbalizable) en memoria episódica y memoria 8 semántica (Ruiz-Vargas, 2010). La memoria semántica permite el almacenamiento de conocimientos del mundo. Saber cuál es la capital de Francia y conocer que San Martín cruzó los Andes son conocimientos de ese estilo. Los mismos están descontextualizados temporal y espacialmente del momento en el que fueron adquiridos. Posiblemente no recordemos el momento exacto en que aprendimos esos conocimientos, ni evoquemos un momento consciente de nuestro yo en relacióna su adquisición. Por el contrario, la memoria episódica, aunque también almacena información acerca del mundo, lo hace en relación al recuerdo consciente de su vivencia. De esta manera, no sólo recuperamos información sino también la experiencia vivida en torno a cuando eso ocurría. La conciencia de nuestro yo participando dentro del episodio es el componente distintivo de este tipo de memoria. Por ejemplo, al revivir las vacaciones de este último verano podemos retornar mentalmente a ese lugar en particular, accediendo al recuerdo de cómo nos sentíamos, con quién estábamos, de qué estábamos hablando, etc. A esto se llama que la memoria episódica tiene un componente autonoético, el yo recupera eventos ocurridos tiempo atrás, con un orden temporal, donde la conciencia del sí-mismo participa del episodio mismo. Los niños de 2 años, en la experiencia de Povinelli y colaboradores, aún no pueden situar su conciencia de forma extendida en el pasado, no tienen memoria episódica sino memoria semántica. Es por esta razón, que ver el video de cuando le habían puesto el adhesivo en la frente aún no significa nada para su yo presente. Una razón de esta falta de memoria episódica es la inmadurez de estructuras neurales responsables de sostener la memoria episódica como lo son la formación hipocampal, entorrinal y parahipocampal. Esta es una de las razones de la llamada amnesia infantil, que no es tal, ya que el individuo no ha olvidado algo sino que aún no ha desarrollado su memoria episódica para poder almacenarlo. 6. ¿Cómo es la conciencia de un hombre con cerebro dividido? Algunas personas que padecieron crisis epilépticas a repetición y que se habían mostrado refractarios a los tratamientos farmacológicos debieron optar por realizarse una intervención quirúrgica llamada comisuroterapia (cortar el cuerpo calloso). La intervención se definía por el costo/beneficio según el nivel de alteración que la enfermedad significaba para la vida cotidiana de esas personas. La cirugía buscaba impedir que la crisis epiléptica, que se originaba en una región específica del encéfalo, migrara al otro hemisferio a través del cuerpo calloso. Luego de la intervención los pacientes, aunque tenían gran parte de su cerebro dividido, no parecían mostrar 9 grandes modificaciones en su conducta. La independencia hemisférica podía compensarse con las conexiones que mantenía por la comisura anterior y podían distribuir la misma información a ambos hemisferios cerebrales a través del movimiento de los ojos. Sin embargo, sí se ha documentado cómo, en determinadas circunstancias, algunos pacientes han sufrido el conflicto porque cada hemisferio cerebral intentaba controlar el comportamiento en curso pero de manera opuesta. Así cada mano, controlada por el hemisferio contralateral, realizaba comportamientos incompatibles: por ejemplo mientras una abre una valija, la otra la cierra. Otro paciente ha informado que en una ocasión agredió a su esposa con la mano izquierda mientras que con la derecha la defendía (Gazzaniga, Ivry y Mangun, 2002). Estudios taquitoscópicos (al sujeto se le presentan estímulos en breves milisegundos) permiten que los sujetos no alcancen a mover los ojos ante la presentación de estímulos. En el caso de pacientes con cerebro dividido, al no mover los ojos, la información puede ingresar en uno sólo de los hemisferios cerebrales con independencia del otro. Para conseguir este efecto el paciente debe observar a un punto fijo en el medio de la pantalla donde serán presentados los estímulos. La información a la derecha de ambos ojos, mirando el punto fijo, ingresa al hemisferio izquierdo y la información a la izquierda de los mismos al hemisferio derecho (ver Figura 3). Figura 3. Presentación de estímulos de forma taquitoscópica a un sujeto con cerebro dividido. 10 Cuando los estímulos son dirigidos al hemisferio izquierdo, donde se alojan las funciones lingüísticas, el sujeto informa verbalmente sobre lo que acaba de ver (ya sea un dibujo o una palabra). Si el estímulo ingresa al hemisferio derecho la persona afirma no haber visto nada. Sin embargo, si le dejamos elegir un objeto entre varios con la mano izquierda (controlada por el hemisferio derecho) elige este objeto sin dificultad, aunque el paciente no entienda concientemente por qué. Gazzaniga comenta cómo a un paciente con cerebro dividido se le presentaron simultáneamente dos estímulos: un pollo a la derecha y un cúmulo de nieve a la izquierda. Cuando al paciente se le dice que tome un objeto con cada mano de varios que había sobre la mesa, tomó con la mano izquierda una pala (de las que sirven para barrer la nieve) y con la derecha una pata de pollo. Ante la pregunta de por qué la elección de cada objeto, el paciente responde que la pata de pollo la eligió porque acababa de ver un pollo y que la pala le serviría para limpiar el corral donde viven los pollos (Gazzaniga, 2010). Otro paciente tenía la particularidad de tener bastante desarrollado el lenguaje tanto en el hemisferio izquierdo como en el derecho. Ante la pregunta de “-¿Qué profesión siempre deseó tener?” el paciente debía responder escribiendo con ambas manos. Cuando escribió con su mano derecha, controlada por el hemisferio izquierdo, comentó que siempre había deseado tener la profesión que realizaba en ese momento, contador. Cuando respondió a través de su mano izquierda, controlada por el hemisferio derecho, escribió “corredor de carreras”. La persona informó encontrarse sorprendida por esa respuesta y que no la podía compatibilizar con lo que él pensaba acerca de sí mismo (Gazzaniga et al., 2002). Estas evidencias que nos aportan los individuos con cerebro dividido muestran que los fenómenos de conciencia se relacionan con el hemisferio izquierdo, y que el hemisferio derecho procesa la información aunque su actividad no logre emerger a la conciencia debido a la desconexión. Gazzaniga explica que posiblemente el hemisferio izquierdo integre la información modular proveniente de las diferentes funciones psicológicas distribuidas en el cerebro generando la sensación de un yo conciente e integrado. La unificación de este relato puede ser a costa de fabulaciones y autoengaños como las que le ocurren al paciente de la pala y la pata de pollo (Gazzaniga, 2010). 11 7. Otros trastornos de la consciencia Cuando los niveles de actividad cerebral del paciente se encuentran descendidos como producto de una alteración del alerta pueden presentarse los siguientes cuadros patológicos de la conciencia según su intensidad: 1) Somnolencia debido a letargia, dificultades para mantenerse despierto, el paciente tiene sensación subjetiva de sueño. La letargia puede ser alterada por la estimulación externa. Este cuadro debe ser diferenciado de la somnolencia normal de los individuos sin alteraciones neurológicas. 2) Obnubilación, la alteración del alerta es más profunda por lo que la estimulación externa debe ser más intensa para provocar una reacción en el sujeto. El individuo se encuentra desorientado y confuso. La percepción puede verse distorsionada y la persona presentar irritabilidad durante la exploración. 3) Estupor, el paciente no emite respuestas motoras y permanece en mutismo, sólo puede ser reactivo ante estímulos sumamente vigorosos. Este estado es frecuente en pacientes en estado catatónico. 4) Coma, la persona puede permanecer en un estado de ausencia de conciencia, y no reaccionar ante ningún tipo de estimulación más allá de su intensidad. 5) Coma con muerte cerebral, el individuo carece de los reflejos pupilocorneal, dioocular y oculoencefálico, sumado a apnea (sin respiración) y un EEG plano. Los cuadros de desorientación, suelen acompañarse de ilusiones y alucinaciones, alteraciones del sueño, excitación psicomotora y alta activación autonómica de la rama simpática. Usualmente son producidos por disturbios generalizados de la actividad cerebral afectando los mecanismos cerebrales inhibitorios. Puedenocurrir en fases anteriores al desarrollo de un cuadro de coma, presentarse como síntomas de un cuadro de demencia (demencia de cuerpos de Lewys), o por afectaciones transitorias del sensorio como es el caso de intoxicaciones. Durante las crisis epilépticas las personas también pierden su conciencia. La epilepsia suele ser un síntoma de alguna enfermedad de base que altera la excitabilidad del sistema nervioso central. Se trata de cuadros extremos de actividad cerebral sincrónica (Bear, Connors, y Paradiso, 1998). Pueden dividirse las epilepsias en dos grandes grupos: 1) cuadros de epilepsia generalizada, son todas aquellas donde la alteración se difunde por toda la corteza a través de los dos hemisferios cerebrales, y 2) cuadros de epilepsia parcial, donde la crisis se circunscribe a un territorio neural acotado. Estas crisis pueden ser acompañadas de convulsiones o presentarse sin ellas. Las convulsiones son episodios discretos, de comienzo y finalización brusca, con tendencia a repetirse. Las crisis pueden afectar sólo una parte del cuerpo, siendo estas convulsiones focales, o las crisis convulsivas pueden ser generalizadas afectando a todo el cuerpo. Las convulsiones tienen tres patrones de actividad característicos: La actividad tónica produce una tensión muscular continua 12 sobre el cuerpo, las crisis clónicas provocan alteraciones rítmicas sobre los músculos y, finalmente, las convulsiones tónico-clónicas alternan entre los dos estados anteriores. Las crisis epilépticas no convulsivas, llamadas también crisis parciales, pueden tener un origen en vías sensoriales, motoras, etc., durante las crisis el paciente pierde la conciencia pero sin llegar a convulsionar. Hay crisis epilépticas muy sutiles, llamadas ausencias donde la persona desconecta su procesamiento conciente durante períodos de alrededor de 30 segundos. Las ausencias son acompañadas de leves movimientos motores, como pestañeos, o movimientos de la boca apenas perceptibles. De acuerdo al lugar característico donde comience la crisis convulsiva el paciente puede desarrollar síntomas prodrómicos que se les denomina auras epilépticos. Por ejemplo, de iniciarse la crisis en áreas visuales el aura anticipatoria podría ser la percepción de luces o imágenes, de comenzar en un área auditiva el aura podría consistir en escuchar sonidos, etc. A veces las auras pueden ser complejas, como la sensación de deja vú. Por otro lado, tampoco es necesario que haya presencia de auras como pródromos de las crisis. En todas estos tipos de crisis epilépticas el individuo presenta un EEG patológico característico, ya sea generalizado en todo el encéfalo o focalizado en alguna zona afectada en particular. Dichos patrones anómalos se deben a excesos de activación y déficits de inhibición en el sistema nervioso. 8. Conclusiones La conciencia ha dejado de ser, sobre todo en las últimas décadas, un tema imposible de ser abordado con estudios científicos. Hoy en día existen posibilidades de conceptualizarla de forma operacional y de dar cuenta de sus características a través de estudios experimentales. La conciencia sigue siendo un constructo psicológico, pero que es central para comprender la conducta humana. Como hemos visto, sólo algunos animales alcanzan moderados niveles de autoconciencia semejante al que poseen los niños humanos alrededor de los dos años de edad. Sin embargo, lo más probable es que varios animales no puedan acceder a una conciencia extendida tal como se ha descrito aquí. Es interesante destacar que esa conciencia de un yo no está presente desde el inicio sino que se va desarrollando a medida que el sistema nervioso madura durante la primera infancia. La posibilidad de retroceder en el tiempo a través de recuerdos y la posibilidad de proyectarse más allá del aquí y ahora, parece ser, hasta el momento, una capacidad reservada a los seres humanos. La conciencia del yo parece ser un ancla entre los acontecimientos cambiantes del devenir de las cosas. 13 Hemos visto cómo la conciencia extendida de los seres humanos permite percibir a un yo integrado y coherente por encima de procesos cognitivos y afectivos que parecen estar modularizados, como si la información y los procesos psicológicos se dieran de manera independiente, sin contacto entre sí. Una tal integración a nivel de la conciencia, tal como Gazzaniga encuentra en sus pacientes con cerebro dividido, tiene muchas veces el costo de alterar el real motivo de nuestras conductas. 9. Bibliografía Bear, M. F., Connors, B. W. y Paradiso, M. A. (1998). Neurociencias: Explorando el Cerebro. Barcelona España, Masson Williams -Wilkins. Damasio, A. (2001). La sensación de lo que ocurre. Barcelona España, Editorial Debate. Damasio, A. (2010). Self comes to mind. Constructing the conscious brain. Editorial Phanteon e Books. Gallup, G. G. (1970). Chimpancés: self-recognition. 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