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Lacan, J Acerca de la causalidad psíquica Punto 3

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168 ACERCA 1)~ LA CAUSALIDAD PSlQUlCA 
mIsmo que, cua lquiera que sea la manera en que se puedan 
juzgar sus frutos, he conservado por mi obj eto el respeto que 
merece como persona humana, como enfermo y como caso. 
Por último, creo que con e l d esplazam iento de la causalidad 
de la locura hacia esa insondable decisión del ser 'en la que 
és te comprende o desconoce su liberación, hacia esa trampa del 
destino que lo engaña respecto de una lil)'erlad que no ha con­
quistado, no formulo nada más qu e la ley de nuestro devenir, 
lal cual la exp resa la f6rmul;.¡ a ntigua: r ÉVOL', oro~ EOO'lyi 
y para d efinir la causalidad psíquica intentará ahora aprehen­
der el modo á e forma y acción que fij a las de te rmin <.lciones de 
es te drama, tanto como me parece científi camente ide ntificable 
COn el con cepto de imago . 
3. Los efectos psíquicos del modo imaginarío 
La hi storia de l sujeto se desarrolla en una serie m t.Í.s o menos 
típica de identificaciones ideales, que representan a los más 
puros de los fenómenos psíquicos por el h echo de revelar, eS'en­
cialmente, ]a (unción de Ja imago. Y no concebimos al Yo de 
otra manera que como un sistema centra l de esas fOl' macion'es, 
sistema al que hay que comprender, de la misma forma que a 
ellas, en su estructura im<:\g'inaria y en su valor libidin al. 
Sin demorarnos, pues, en <tqu'eIlos que h asta en la ciencia 
confunden tranquilamente al Yo con el ser del suj eto. podemos 
desde ahora ver d ónde nos separamos de la concepción m<Js 
común. que identifica a l Va con la síntesis de las funciones de 
relación del organ ismo, una concepción que debemos calificar 
de bastarda por la circunslancia d e deflnirse en ella un a sínte­
sis subjetiva en términos objetivos. 
Ahí se reconoce la posición de Hcnri Ey ta l cnal se expresa 
en el pasaj e que ya hemos destacado más arriba, en la fórmula 
seg"ún la cual la a fecci6n del Yo se confunde en último análisis 
con la noción de disolución funcion a l. 
¿Es dable reprochársela, cuando e l l)l~ejujcio paralelista es tan 
fuene que hasta Freud mismo, en contra de todo el movimiento 
de su investigación, siguió siendo prisionero de é l y cuando, 
por lo dem ..Í:s. a tentar conlra él en la é poca d'e Freud habría tal 
ve Z. equivalido a excluirse ue la comunicabilidad científic;:¡? 
l~ [Llega a ser tal como ('rct, AS] 
1tl9Act:m;,. DE LA Cl\USALtDl\I) psíqUICA 
Se sabe, en efecto, que Fre ud identifica el Yo con el "sistema 
percepción-conciencia", que constituye la sumtl de los apara to.... 
gracias a la cual el organismo se auapta a l "principio de rea­
lidad" ," 
Si se reflexiona en el papel qne uesempeíia la noción de error 
dentro de la concepción de Ey. se advierte e l vín cu lo que une 
a la ilusión organ icista con una metapsi cologia realista. Esto 
no nos acerca, pese a todo, a un a psicología concre ta, 
Así, pues, aun cuando los mejores espíritus en p~ i co~ ll á li s j,\ 
req uiere n ávidamente, si hemos de creerles. un !l teoría uel Yo, 
hay pocas probabilid ades de que su lugar se adv ierta por o tra 
cosa que no sea un agujero hiante mientras no se resuelvan a 
considerar caduco lo que 'en efecto lo está en la obra de un 
maes tro sin pa r. 
La obra de Merleau-Pontyl1 demuestra si n embargo de ma­
nera decisiva que toda fenomenología sana, como por ejemplo 
la de la perce pción, gobierna lo que se considera experiencia 
vivida an tes que toda objelivación ron la experiencia , Me ex­
pEco: la menor ilusióu visual manifiesta que ~e impone a la ex­
periencia antes qU'e la observación de la figura, parte por parte. 
la corrija, gracias a lo cual se vuelve objelivn la (o rma denomi­
n<lda rea l. Cuando la re[Iexión nos haya hecho reconocer e n 
esta [a rma ]a categorla a ,/)riori de la eXlensión, cuya propi'ed ild 
consis te. jusUlmente. en presentnrse parles extra partCJ1 110 ')erlÍ 
por ello men oS cierto que "es la ilusión misma qnien no~ da la 
acción de Geslalt, que es en es te GJ~O e l objeto propio ue b psi­
cologi. _ 
Por eso, pues. ni aun todas las con),ideraciones sobre la sinrc­
s i~ u"e l Yo nos ex imirán de considerar ~ ll fenómeno en e l sujeto. 
a sa ber : todo lo que el sujeto comprende con este término y quc 
no es precisamente sintéti co ni est~ sólo exen to de contradic­
ción, como se lo sabe de 1\10ntaign-e acá; más aún, desde que 1;1 
t::xperienc ia [reueliana designa en él e] Jugar mismo de la Ver­
n ei.nung
l 
es deór. del fen óme no por el que el sujeto revela uno 
de sus movimientos med iante la deneg-Aci6n misma que aporta 
a él y en el m omento mismo en que la aporta. Subrayo que no 
se tra ta de un a retractación de pertenencia, si no de una nelja­
ci6n formal.: en Olros términos. de un fenómeno típico de des­
10 COll~(I\LCSC a "Freud en ,~u libro DfU ¡eh U'IJ das F.{, traducido por Jall ­
kl'l{'vilCh ro n el título Le A10i el le So i, en Fswis de 1).5)" }¡(llIfll)'sc, Payot. 
1 9~7 rl~"1 Yo y el F./lo, A, XIXJ . 
n Pll';" ombwlogie de la pe,'o'1,tio ll, Call imanl. 1045 [flCf , M~xico, 19!>71. 
170 
ACEkCA DE L.... CAUSA LIDAD ps íQUlC." 
co nocimi'ento y con la forma invertirla acerca de la cual hemos 
insistido, forma cuya más habitual expresión - "No vaya usted 
a cree r que.. . "- ya nos entrega la profunda relación con el 
olro en su condición de tal y que valoraremos en el Yo. 
De manera, pues, que la 'experiencia no nos muestra a simpli ­
sima vista que nada separa al Yo de sus formas idea les (leh 
'deal, donde Freud recupera sus derechos) y que Lodo lo limiLa 
por e l lado del ser a l qu'e representa, yO{ qu e escapa a él casi 
[oda la vida de l organismo, no sólo porque con suma norma. 
lidad él és ta se la desco lloce. sino también p orque en su mayor 
parle no tiene e l Yo que conoce rla. 
En cuanto a la psicología genélica del Yo, los resultados que 
ha ob ten ido nos p8rece n tanto más v~ lidos cua nto que los t1es ­
pa ja de todo postulado de integración fnncional. 
T a lllbi én yo he dado p rueba de ello en mi estudio de los 
fenómenos ca racterísticos de lo qu e he denomin ado mom entos 
fecu.ndos del u'e liri o. ·Proseguido de acue rdo con el mé todo fe­
nOnlcnol élgi co. que aqu í precon izo. mi estu di o me h a cond ucido 
.1 an ,Hisis de los que se ha de~ prendido rni conce pción d el Yo 
en un progreso que han podido seguir los oyentes (te las confe­
renci as y lecciones que he dictado por a ijos tanto e n l'Évolution 
psychiatrique como e n la Clíni ca de la Fa cultad y en e l Instituto 
de psicoan;ili~ i s y que no por haber permanecido, por mi deci­
sión. inéditas h¡m dejado de promover e l término, dest in ado a 
~orprencle r . de co't!ocim..iento paranoico. 
Al comprender con este té rmino una es truc tur¡l lundamental 
de uües fenómenos, he que rido designar, si no su equivalencja, 
por Jo menos su p<lrentesco con una forma de relación con el 
mundo de nn aJc.. nce parlicularisimo. Se traLa {le la reaccic'm 
que, reconoci da por los psiquiatras, se ha generalizado en psico­
logía con el nombre de tranútivÚlI1o. E8ta reélcción, como nun ­
ca se elimin él por completo del mundo del h ombre en sus forma s 
más ligacI éls (en las rebciones de ri va li dad, por eje mpl o) , se 
lllanifie!-' La él nte todo como la méllriz de l Urbild del Yo. 
Se la Comprueha, en efe cto, C0l110 si domin élra de m;:¡nera sig. 
ni[j ('ativél hl [ase primordial e n la que el niño lomél cande ncia 
de Su indi viduo, al que su kngU¡lje traduce, como sa béi". en 
te rcera penolla flOtes de ha cerlo en primera. Charlolle nUlll 'e r,l~ 
po r no citar Ill iís que a e lla , ob~e rvalldo e l comportél ntiellto del 
I~Sozi(J lof!ifr"l' !t. psw//fJ/n,f!. i \{ f¡ r S' ru Jie /! ii br- f tia, l, ,.~tr ¡ ,efJf' nJja 11 r, .l cna , 
Pi -he .., 19~7 . Véa \C también: Eba Ki)h l<:r. lJ i(' Pl'niilllir hkt'it Ill'f d rr l / flhri ­
g l' ll K ;I/(I f' I , l..dJJ ~ig, 1926. 
litACEkCA Ot. LA CAUSALIOAU PSíQUICA 
niño con su compañero de juego ha recon ocido ese ImnÚlivismo 
e n l a forma asombrosa de una verdadera ca ptació n por la ima ­
gendel otro. 
De ese modo puede parli clpar. en un tran ce cabal, en la caída 
de su compaílero, o imputarle asimismo, sin que se t ra te de 
mentira alguua, el hech o de recibir el go lpe que él le a ~es t.¡¡. 
Prescindo por ahora de la serie de ren6menos tal e~ , que van 
desde la identificación espectacu lar hasta la suges tión miméti ca 
y la seducción de presta ncia. Todos han sido comprendidos p or 
esta autora en la dialéctica que va desde los celos (esos celos 
cuyo valor iniciador entreveía ya sa n Agustín de manera fulgu. 
rante) hasla las primeras formas de la simpatía . S·e inscriben 
en una ambi valencia primordi al, que se nos presenla , como y(1 
Jo he se ñalado, en espejo, en e l sentido de que el suj·eto se iden­
tifica e n su se ntimiento de Sí con la imagen del otro, y la ima­
gen del otro vien·e a caulivar en él este sentimiento, 
Ahora bien . sólo bajo una condi ción se produce reaccic'>n t(1 1. 
y ella es la de que la diferen cia de edad enlre los comp.. ií eros 
perma ne7.ca por d'ebajo de éierto limite , qu e al comienzo de la 
fas e es tudiad~l no puede superar un a ño de diferencia. 
Allí se pone ya de manifiesto un rasgo esencial de la i m.((go: 
los e [ecLos observables d'e una forma en el m,'ts ampli o se ntid o, 
que s610 se puede definir en lérminos de parecid o genético, o 
sea que impli ca co mo primitivo cierto reconocimielllo. 
Sa bido es que sus electos se maniriestan con re!) peuo al ros­
[ro hum;;lno desde el décimo día posteri or al na cimient.o, es 
decir, apena s aparecidas las primeras reacciones v i ~ ll a l es y pre­
viamente él cua lquier o tra exp'eriencia qu e no sea !él de una 
succión ciega. 
Conque - punto esencial-, el primer efecto de la mwgo <Jue 
apa rece en el se r hum ano es un e fecto de alienación del suje to. 
En el o tro se ide ntifi ca e l sujeto, y hasw se experime llt<l en pri­
mer lérrnino, fen6meno que nos parecerá menos sorprenden le 
si nos acordamos de las condi ciones socia les fundamental es del 
Ul'Jlw elt huma no, y si evoca mos la intui ción que dom ina a loda 
la especulación de Hegel. 
El de~eo mi smo d'el hom bre se <...onsdtu ye, nos dice, héljO el 
si gno de Já mediación ; es d eseo de h acer reconocer su de~eo . 
Tiene por ohjelO un de,eo - e l del oLro- . 'en e l senlido de q ue 
el hombre n o tiene ohjeto que se con~tilu ya para su de~eo sin 
alguna rnedi ~ l c j (¡ n, lo cUíd aparece en .~u ~ mis primitivas neces i­
dalles, (amo por ejemplo e n la circunSUlIlci(1 de que h<l SLa su 
http:permane7.ca
172 ACEl\ (;¡\ DE I ,A CAUSALIDA.D r:.IQl;J{. \ 
..di mento debe ser prelJarado, y que se vuelve a encon trar 'en 
tod o el desarrollo ele su sa tisfacci ón a partir del conflicto entre 
el a mo y el esclavo m ediante toua la di aléctica del trabajo. 
E~ta dialéctica, que es la del ser mismo del hombre, debe rea· 
]izar en una serie de crisis la síntesis de su pa rticularidad y de 
su uni versalidad, llegando a llniversalizar esa particularidad 
misma. 
Lo que quiere decir lJue en eSle movimien to que lleva al 
hombre a una conciencia cad a vez más adecU<lda de ~i mismo, su 
Iibenau se confunde con el desarraBa de su serv idumbre . 
¿Tie ne. por tanlO, la ¡mago la funci60 de instaurar en el ser 
un a relación fundam en t;:d ele su realidad con su organismo? 
¿Nos muestra en otras formas la vida psíquica del hombre un 
fen ómeno s'emejante? 
Ni nguna experiencia como la del psicoanálisis habrá con tri · 
huid o a manifestarlo, y esa necesidad d e repetición que muestra 
como efecto del complejo -aunque la doctrina la 'exprese en la 
noción, inerte e impensable, del inconsciente- habla con sufj­
cien le claridad. 
La co~tumbre y el o lvido son los signos de la integraci6n en 
el orga nismo de una relación psíquica: toela una situación, por 
hubér~ele vuelto al sujelo ..l la vez desconocida y tan esencial 
como su cuerpo, se manifiesta normalmente en efectos homogé­
neos al sentimiento que él ti'ene de su cuerpo. 
El complejo de Edipo revela ser en la experiencia capaz no 
sólo de provocar, por SllS incidencias atípicas, todos los efectos 
somá ticos de la histeria , sino tambi én de consLituir normalnl'en­
te el sentimienLo ele la realidad. 
Una función de podel' y a la vez de te rnperttme nto; un impe­
rativo no ya ci"ego, sino "ca tegórico"; un a persona que domína 
y arbitr.. el desgarr<lmiento ávido y ]a celosa ambivalencia que 
fumlamentabau bs relaciones primeras del niño con su madre 
y con el rival tratern o: h e aquí lo que el padre reprcS'enta, y 
Lanto más, al p~lrccer, cuanto qu e se halla "retiraelo" ele las pri­
meras aprehensi ones a [eclivils. Los efectos de eSla aparición se 
expresan de d iversas ffi fl neras en la doctrina, pero está bien claro 
que aparece n en ella torcidos por las incid'encias traumatizan ­
tes, en las qne la experiencia los ha dado primeramente el ad ­
vertir. Me parece que se pueden expresar, en su forma más ge­
neral , así: la nu eva imagen hace " precip itar en copos" en el 
sujeLO lod o tlll mundo de personas que, en la medida 'en que 
, 
l73 
ACERCA DI' LA CAUSA.I. IIHll psIQUlc ... 
representan núcleos de autonomía, cambi an cOlllpletamente 
para él la estru ct ura de la r ea lidad. 
No vacilo en decir que s'e ha de poder demostrar que esa crisis 
tiene resonancias fisiol6giGIS, y qu e, por muy puramente psicolú­
gica que sea en su resorte, se puede considerar a cierta "dosis de 
Edipo" como pOS'eedora de la eficacia humoral de la absorción 
de un med icamento descnsi hili zador. 
Por lo demAs, el papel decisivo de una experiencia afect.iva 
de es te regislro para la constitución del mundo de la rea lid ;ul 
cn las categodas del tiempo y el espa cio es I.an evi dente, que 
alguien como Bertrand Russe lI , 'en S11 ensayo -de inspiracióJI 
radica lmente meca nicista- Análisi.~ del t.:sptril"!L"~) no pu ede evi · 
tar aümitir en su teoría gen éticl de la percepción la funci ón de 
"sentimientos (l"e distancia" , í\ la que, con el se ntido de lo CO Il ­
cre\.O propio de los anglo.sajones. refiere al "sentimiento de l 
respe to" . 
Yo había destacado es te rasg'o ~jgllifi ca tivo en mi tesis cuando 
me esforzaba 'en dar cuenta de la est.ructu ra de 105 "fenómenos 
e le menta les" de la psicos is paranoica. 
B{lsleme decir que la con sideración de éstos me ll evaba a com­
pleta r el ca t¡llogo de las est.ructuras : ~ imbolismo , condensaciún 
y otras explicitadas por Freud como aquellas, diré, del modo inw­
ginario. Porque espero que muy pronto se ha de renunciar <1( 
empleo de la palabra " inconsciente" para des ign a)" lo que sc 
manifiesta en la conciencia, 
Percatúbame (y por qu é habría de dejar de pediros que O" 
remiUis a mi capítulo: 20 11<tY en el tanteo auténtico de su bús~ 
yueda un valor de testimonio), perc(\(¡',bame, digo, en la obser~ 
vación misma de mi enferma, de que resulta imlJosible situar 
con exactitud, por lil anarnnesia, la fecha y el luga r geográfico 
de cie rtas intuiciones, de ilusiones ele la memoria, ele res-enti ­
mientos convi cci onales y obj etivaciones imaginarias que sólo se 
pueden relacionar con el 11!omenlo {ecnndo del delirio tomado 
en su conjunto. Recordaré, para hacerme comprender, la erú· 
ni cél y la foto de las que la enferma huho de acordarse durante 
un o de aquellos peri odos como si la hubiesen sorprendido algu­
n os me.:,es .antes en determinado periód ico y que la co lección 
íntegra de é'ile reunida durante meses no le había permitido 
10 Tr<lducido a l rrancl'~ po r M. Lcfcl>v rc . Payo l, 1926. 
:.t) De fa 1'~ ydlofe partll1oiaqm', 2a. parte, cap, 11, pp- 202·215, '! lambiéu 
en el cap_ IV, § lU , b., pp. 3O{)·306 [De la psicosis paml10ictl en SI/S reIa cio· 
t leS COTI I¡¡ f,('t'sol/¡¡Iidod, México, Siglo XXI, 1976, pp. 188· 198 Y 241-246). 
.-­
I H 
AC ERCA 1)1:: -LA CAUSA f.lOAIl PSíQUICA 
volver a h all ar. Yo ad mit ía que tales fenómenos se dan primi. 
tivame.me CO IO O remini scencias, iteraciones. series. juegos de 
espejo, sin qu e su dato mismo se pueda situar para el suje to, 
enel espacio y el tiempo objetivos, de ninguna manera más 
precisa qne aqueJla en la que puede situa r sus sueitos. 
Asi , aproximémonos mediante un a n¡U¡sis es tructura l de un 
espacio y un tiempo imaginarios y de sus conex iones. 
Volvi'enuo él mi conoci m iento para noico, yo intentaba conce ­
bir la es tructura como red , y las relaciones de pa rticipación y 
las perspectivas en hilera, y el pal acio de los espeji smos qu e 
rein an en los limbos de ese mundo al que e l Ed ipo hace hun­
dirse en el olvid o. 
A menudo he tomado posición contra la manera azarosa en 
.{lue FrellU interpretaba sociológicamen te el descubrimi en to ca. 
pi tal para el espíl' i tu humano que Con él le debemos. Pienso 
qu e el complejo de Edipo no apareció con el o rigen del hombre 
(en el snpues to de que no sea insensalo tratar de escribir su 
historia) , sino a la vera de la histor ia, de la bistoria " hislórica" , 
en el límite de las culturas "etnográfi cas". Evidentemente, s6lo 
puede presentarse e n la forma patriarca l de la institución fami . 
liar: pero no por ello deja de tener un valor liminar inneg" ble, 
y es toy convencid o de qU'e en las Cu lturas que lo excluían su 
función la debían llenar experienLÍas iniciát icas, como aún hoy 
nos lo deja ver, por lo demás, la etIl ología. Su va lar de cierre 
d e un ciclo psíquico ata ñe a l hecho de representa r la situación 
famili ar, e n la med id a en que éSla marca denlro de lo cultural, 
por su institución, e l traslape de lo h iológico y ue lo social. 
Sin embnrgo, la es tru ctura propia del mundo humano, tal1I U 
("amo impJique la ex iM'Cncia ue objetm independ ientes del ca m. 
po actua l de las tendencia s -COIl la dobl e posibi lidad d e uso 
si mbólico y uso instrumental_, aparece en el hombre desde las 
p rimeras fa ses del desarrollo. ¿Cóm o concebir su gúresis psi.
(;o lógica? 
A la posición de un problema como éste re~ponde mi Cuns­
trucción denom inada "del estadio del espejo", o, como se querría 
(Iecir mejor, ü e la {ase del espejo. 
H ice en 1936 una comunicación al respecto dirigida forma J. 
mente a l Co ngreso de Matie nbad, a l menos hasta el punto q ue 
coincidía exactamente COn Id cu arta ll amada del minuto décimo, 
e n qu e m'e inte rrumpió .Tones, qui~1l presidía e l congreso en su 
('a rác ter de presidente de la Sociedad Psicoana lítica de Londres, 
p osición para la cual Jo ca li fi caba, sin duda, el hecho de no 
ACt--RCA DE LA CAUSALIDAD PS{QUlCA 175 
haber podido yo encontrar jamás a uno de sus colegas ingleses 
qu"C deja ra de hacerme partícipt de a lgún rasgo desagrada bl e 
de sn carácter . No obstante, los miembros del grupo vie nés, all í 
reunidos como aves a ntes de la inminente mig ración , dieron a 
mi exposición una acogida bastan te calurosa, No entregué mis 
papeles a la sec re taría enca rgada de los informes del congreso, 
y podréis ha lla r lo esencial de m i exposición en unas breves 
Hneas de mi ar tículo so bre la familia aparecido en 1938 e n la 
EncycloPéd-ie F,'an~lliseJ en e l tomo dedicado a la vida menta l.2 1 
Mi fi na li dad consiste en poner de manifiesto la conexión de 
cierto número de relaciones imaginarias fund amentales en un 
co mportamiento 'e jemplar de delerminada fase del desarrollo. 
Ese comportam iento no es otro qu e e l que tien e el niño ante 
su imagen en el espejo desde los sei s mes'es de edad, tan asomo 
broso por su d ife rencia con el del chim pancé. cuyo desa rrollo 
en la aplicación instrumental de la inteligencia es tá l'ejos de 
haber alcanzado, 
Lo que he llamado asunción triunfante de la imagen con la 
mímica j ubilosa q ue la acompañ a y la complacencia lúdi ca en e l 
control de la ü.lentiCicac ión especular, d'espués del señalamien to 
exper ime ntal más breve de la inexisten cia de la imagen tras e l 
espejo, que contras ta con los fenómenos opu'Cstos de l mono, me 
parecieron ma nifestar uno de los hechos de. capt;'lc ión ¡dentifi· 
ca toria por la imago que yo procuraba aisla r. 
R elacion ábase de la mús direc ta m anera con esa imagen d'el 
ser humano que ya había ~o encontrado e n la o rga ni zación má.'" 
a rcai ca del conoci miento human o, 
La idea se ha abierto paso, Ha dado con la de o tros inves ti. 
gadores, en tre los cual es he de citar a Lhermitte. cuyo libro, pu. 
blicado en ] 939, reunía los baHazgos de una atencic'>n de mucho 
t iempo atrás re le nida por la singularidad y la auton omía de la 
imagen del cuerpo prOPio en el psiquismo. 
En e fecto, hay en to rno de 'esa imagen una inmensa serie de 
fenómenos su bj etivos, uesde la ilusión de los amputados has ta , 
por ejempl o. las a lu ci naciones del doble, su a par ición onírica 
y las objet ivaciones delirantes a él vinculadas. Pero más impor. 
tante es aú n su autonom ía como lugar imaginario de referen cia 
de las sensaciones propiocep tivas que se pueden man ifes tar en 
la Ellc'ycl()Pédie franf(lise . fundada por A. de Monzie, tomo VIJI , diri.g¡do 
por Hcnri Wallon , segunda parle, sección A. La fami lle, especia lmenle la~ 
pp, 8'40·{5 a 8'40- 11 [lfad , esp .: La familia, Buenos Aires· Barce lona, Ed , 
Argonaula . pp. 51·57J. 
http:mental.21
http:tivame.me
176 
ACERCA DE LA CAUSALIDAD )'SíQU1CA 
todo tipo de fenóm enos, de los qu e: la ilu sión de Aristóteles no 
es más que una IllU"fs tra . 
La G eS{,alllheor;e y la fen omenología tienen su parte en el 
legajo de la imélgen en cues tión, y diverslts especies de espejis­
mos im aginarios de la psicología concreta, familiares a los psi­
COJna li stas y que van desde los juegos sexu a les hasta las ambi ­
gíiedades monlle~ , SO n caUS~1 de que se haga memoria de mi esta. 
dio del eSl'ejo por la virtud de la imogen y por obra y gracia del 
espír itu santo del lenguaje. "¡Vaya! - se sue le decir- , esto ha ce 
pen:,ar en la fmnosa historia de Laca n, e l es tadio del espejo. 
¿Qué deda , exactamen te?" 
En verdad, he llevado un poco más lejos mi concepción del 
sentido ex iMenci.l! del fen ómeno, comprendiéndolo en su rela­
ci6n con lo qu'e he denominado p1'emo.luración del na.cinúenlo 
en el h on.,d?re, o sea, en otros términos, la incompletud y el "atra­
so" del de!:iarrollo del neuroeje dunmte los primeros seis meses, 
fen6menos bien conocidos por los anatomis tas y, por Jo demás, 
patentes, desde que el hombre es hombre, en la incoordina...:i6n 
motri z y eyuilibraLOria del lactante, y que probablemente no 
c<trece de vin cu lacic'm con el proceso de felalización, en el que 
Bolk. ve el reSOrte del desarrollo superior ele las vesículas ence­
{.í licas en el hombre. 
En [unción de ese :-ttr<tso de desa rrollo <tdc¡uiere la Jlladura_ 
ción preCOl. de la percepción visual su vaJor de anticipación 
funcion (l l, de lo cual resu lta, por una p(lrte. la marcada preva­
lencia de la estructura visual en el reconocimi'ento, tan precoz, 
COmo hemos visto, ele la forma humana, mientras que. por la 
Olr.l, las probabi lidades de identifiC<ición con esta [arma reciben. 
s i me está permitido decirlo, un apoyo decisivo, que V¡l a con.',:,­
tituh en el hombre ese nudo imaginario, r1bsolutamente esen ­
cial, <11 que oscuramente. y a través de las inextricables contra . 
dicciones doctrinal'es, ha no obstante <ldmirabJemente desig­
n¡.¡do el psicoan<ílisis Con el nombre de nn.rcú'ismo. 
En ese nudo yace, en efecto, la rehlc ión de la inwgen (on la 
tendencia ~uicida esencialmente expresada por el mito de Narci­
so, Esta tendencia suicida, que a nuestro ptlrecer repre;enta lo 
que Freud proc uró situa¡" en su metapsicologf<l con e l nombre 
de instinto de muertc, o bien de masoqu.ismo primm'dial, depen­
de. para nosotros, del hecho de que la muerte d'el hombre, mu­
dlO antes de reflej<ll'se, de un(l manera por lo demás siempre tan 
ambigua, en su pensamiento) se hall a por el hombre experi­
mentada en la fa ')e de miseria original que e l hombre vive, 
l ,
11&.. j ~" 
AcueA DE LA CAUSALIDAD PSíQUICA 177 
desde el traltmalismo del nacimiento hasta el fin de los prime­
ros seis meses de premat'u,ración fisiológica) y que vaa repercutir 
luego en el lrou.rnolÍJmo de l d.estele . 
Es uno de los rasgos más fulgurantes de la intuición de Freud 
en el orden del mundo psíquico que haya captado el valor reve­
lador d'e los j " egos de ocultación, que son los primeros juegos 
del niflo.22 Todo el mundo los puede ver y nadie an tes de él 
había comprendido en su carácter iterativo la repetición libe ­
raclora que en ellos asume el niño respecto de toda separación 
o dc¡,tete en su condición de tales. 
Graci"ls a él podemos concebirlos como manifestadores de 
la primera vibración de esa onda estacionaria de renunciam ien­
tos que va él escandir la historia del desarrollo psíquico. 
Comienza este últ imo. y ya es tán, pues, vinculados el Yo pri­
mordial, como esencialmente alienado, y el sacrificio primitivo, 
como 'Csenci'a lmente suicida: 
Es decir, la estrucLura fundamental de la locura. 
Así, en la discordancia primordial entre el Yo y el ser parece 
que es la nOta fundamental que debe de rep'ercutir en toda una 
g;1)llél armón ica a través de las fases de la hi stori a psíquica, cuya 
runciún ha de consistir entonces en resolverla des<1IToll ándola, 
T oda resolución de 'esa discordancia mediante una coinciden­
cia ilusoria de la rea lidad con el ideal debe de resonar hasta en 
la,') profundidades del nudo imaginario de la agresión suicida 
narcisista. 
Adem<is, el espej ismo <le las apariencias en que las condicio· 
nes org;ínicas de la intoxicación) por ejemplo, pueden desempe. 
lia r Su papel, exige el inasible consentimiento d'e la libertad, 
cual ap<lrece en el hecho de que Ja locura sólo se manifiesta 
en el h ombre y con posterioridad a la "edad de razón", y de 
que aquí se verHica la intuíci6n pascal iana de que "un niño 
no C~ un hombre". 
Las primeras elecciones idenri [icatorias del niño. elecciones 
" in oce ntes" . no delerminan otra cm.a, en efecto -dejando aparte 
bs patttic;lS "fijaciones" de la "neurosis"- . que eS<l locura, grao 
(i<l ,~ a la cual el hombre se cree un hombre, 
Fórmula paradójica, que adquiere. sin embargo, su valor si 
!'e consideril que el hombre es mucho más que su cuerpo, sin po­
der dejar de saber nada más acerca de su ser. 
En ella se hace presente la ilusión fundamental de la que el 
ro En el artículo "Jcn,~cilS cles Lustprinzips", en EssoiJ (le p,l)'rl/tlr/lllyu, 
trad, c itada , pp. 18,23 [M tis rI/lIi dd jJrincipío de 1J1M'('T, A. XVt1f, pp, 7-62]. 
http:niflo.22
179 
178 ACt::kCA OE. L .... CAUSALIDAD I'S:QU ICA 
hombre es siervo, tnucho más que todas las "pas iones del cuer· 
po" en sentido canesiano; esa pasión oe ser un hombre, diré, 
que es la pasión del alma por excelencia, el na1'Cisismo~ que 
impone su estructura a tod os sus deseos, aun a los más elevados. 
En el 'encuentro del cue rpo y el espíritu, el al ma aparece como 
lo que es pa ra la t radición, es decir, como el límite de la mónada. 
Cuando el hombre, en busca del vacío del pensamiento, a van­
za por el fulgor sin sombra del espacio imaginario, abs teniéndose 
has ta de aguardar lo que en él va a surgir, un espejo si n brillo 
le mlle~ t ra una superficie en la que no se refleja nada. 
Creemos, pues, poder designar en la imago e l objeto propio de 
la psicología. exac tamenre en la misma medida en que la no ­
ción ga lileana del punto ma terial inerte ha fun dado la fí sica, 
No podemos todavía, sin embargo, captar plenamente su no­
ción, y toda es ta exposición no ha tenido otro fin que el de 
guiarnos hacia su oscura evide ncia. 
M-e parece correlativa de un espacio inextenso, es decir, 111­
divi sible, cuya intuición queda esclarecida por el progreso de 
la noción de Gestalt, y de un tiempo cerrado entre la espera 
y el sosiego, de un liempo de fa se y de repetición, 
Le da [undamento una 10rma de cau salidad, que es l;t cau­
salidad psíquica misma; la iden t.ificaóón; ésta es un fenómeno 
irredu ctible, y la ¡mago es esa forma definibl e en 'e l com plejo 
espacio-temporal imaginario que tiene por función rea li zar la 
identifi cación resolutiva de una [ase psíqui ca, esto es. una me­
tamorfosis d-e las re laciones de l indi viduo con su semejante, 
AqueJlos que no desean comprenderme me podrían rcdargüir 
que hay en ello una petición de principio y que yo planteo gra­
tuitamente la irreductibilidad del f-e nómeno a l servicio tlllico 
de una concepción del hombrc que sería complct<tmente meta­
física. 
Voy, p ues, a hablarles a los sordos, y les aporlaré hechos que 
interesará n, crco, ~u selHido de lo visible, sin que a sus ojos 
aparezcan siquiera con laminados por el espírilu ni por el ~er : 
quiero decir que iré a buscar mis hechos al mundo animal. 
Está claro que los fenóm enos psiquícos deben ponerse de ma­
nifies to si poseen una existencia independiente. y que nuestra 
ima,go debe encon trarse al menos en los animales, cuyo Urnwelt 
con ll eva, ya que no la sociedad , por lo menos la agregación de 
sus semejante~, que prescntan en sus caracteres específi cos ese 
I\ CFRCA DI'. LA CAUSALIDAD PS~QU ICA 
rasgo designado con el nombre de gregarisnw" Por lo demás. 
hace diez años, cUilndo designé la irn a.go como el "objeto psi­
C(uico" y formulé que la a pari ción del complejo freudia no mar­
ca ba una fccha cn el espiritu hum ano, en la medida en que 
conten fa la promc~a de una vcrdadera psicología. escribí al 
mi smo tiempo, en reiteradas oportunid aues, que la psi cologia 
aportaha con ell o un concepto capaz de mostrar en bio!og :a una 
fecu ndid¡Jd cuando menos igual a la de muchos o tro!';, que 'ion, 
por hallarse en uso, sensíbleme nte más inciertos, 
Aquella indi cación se vio realizada en 1939, Y com o prueba 
de ello sólo quiero dar dos "hechos", entre otros, que de allí 
en adelante han mostrado :,er numerosos, 
Pr imeran1cnre, 1939, trabajo de H arrisson, publicado en 1m 
Procec(/.mgs 01 the Royal Society.2:l 
Hace ya mucho que se sabe que la paloma hembra , a islada 
de sus congéneres, no ovula, 
Las experiencias de H arris:-.on demu-eslran que la ovuhtciún 
c-,tú dc terminada por la visión de la [orm¡l específi ca del CO I1 ­
g'énere, con exclusiéln de tod a a rra forma sensorial de la percep­
ciún y sin que sea necesari o que se tra te de la visión de un macho, 
UlJjcada~ en un mi~ l1lo recinto CO Il individuos de ambos sexo:-., 
pero en jaula., fahri cadas de manera ta l q ue los sujetos no se 
puedan '\'c r, tli n dejar de percibir sin obstácu lo algun o sus gri ­
LO~ y ~ 1I olor, las hembras no ovu lan , A la in versa, es tl ufiá ente 
que do~ suj etos pu<.....dan contemplar~e, as í sea a través de un" 
I/acél de vidrio que basta para itnpedir todo üescnGloeuamienlo 
del j uego del cOl're jo, estando la pareja as í separada compuesta 
por dm hemhras. para que e l fenú lll eno de ovula ción se desen­
GHlene de ntro de plazos que varían: de doce dias, en el (etSO 
de l macho y la he mhra con el vidrio inle "puesto, a d os meses. 
en e l dc do~ hemb ra,,;, 
Pero hay un punto aú n m¡.ís notahle: la mera vbión por el 
a nimal de su propia imagen en el espej o basta para desenca ­
de nar la ovulaci6n al GIbo de dos Illeses y n1'edio, 
Olro inve:-, ti g¡.Hlor ha ~e Ji a laoo que 1,1 ~ecredón de leche en 
b :, bol sa~ del macho, q ue Tl onnahnentc ~e produce en oportU­
nidad del rompimie nto de los hucvo~, no se produce si el ani ­
lHal 11 0 puede "er ,1 la hembra e mpollé, nd olos, 
So ('., serie g (fi iHlogic:1i C;óC'))C('<;). núm, 84;; , 3- dc fC'hrc ro <le 
~" l'nH" Rfll, 
1939, vol. 12fi, L oJlt lrl:ll, 
http:arris:-.on
180 
ACEP.CA DE LA CAUSA LIDAD I'SIQU ICA 
Segundo grupo ele hechos, en un trabajo de Chauvin. 1941, 
en los An,na/es de la Société Ent omologique de France.'JA 
Esta vez se trata de una de esas especies de insectos cuyos 
individuos presentan dos variedades muy diferentes, ya sea que 
pertenezcan a un tipo denominado solitario o a un tipo llamado 
grftgario. Con toda exactitud, se tra ta del sa ltamontes peregrino, 
es decir, de una de las especies llamadas vu lgarmente langostas 
yen las que el fenómeno de la nube eSlávinculado a la apari. 
ción d'el tipo gregario. Chauvin ha estudiado esas dos varieda­
des en este tipo de saltamontes, clasificado como Sc}¡,ülocerca 
que presentau, como por lo demás entre las Locusta y otras es­
J 
pecies vecinas, profundas diferencias tanto resp-ecto de los Íns­
ti n tos -dejo sexua l, voracidad, agitación motriz- como rcspec. 
to de su morfología, ta l cual aparece en los índices bi ométricos, 
y de la pigmentacióll que forma el ornato ca racterís tico de las 
dos vari'edades. 
Para detenernos sólo en este úhimo carácter, señabrc que 
entre los Schislocerca el tipo solitario es verde uniforme en todo 
su desarrollo, que abarca fÍnco estadios larvarios, mie nlr~ s que 
el tipo gregario pasa por varias especies de colores seglm los 
estadios, con algunas estrfas negras en diferentes partes del cuer. 
po, una de las más constantes de las cuales va sobre el fémur 
posterior. Pero no exagero al decir que, con independencia de 
estas características, muy llamativas, ]05 insectos difieren hioló. 
gicamcnte de cabo a rabo. 
En este ins-ec to se comprueba que la aparición del tipo grey 
gario está determinada por la percepci6n, durante los pr imeros 
periodos larvarios, de la forma característica de la especie: por 
tanto, dos individuos so litarios pues tos en compañía evolucio­
narán hacia el tipo gregario. Graci as a una serie de experie ncias 
- cría en la oscuridad, secciones aisladas de los palpos, de las 
antenas, etcétera- se ha podido localizar con toda precisión esa 
percepción a la vista y al tacto, con exclusión del olfato. del 
oído y de la participación agi tatoria. No es forzoso que Jos in. 
dividuos puestos eu presencia sean del mismo estado larvario 
y reaccionen de la misma manera a la presencia de un adulto. 
La presencia de un adu lto de alguna especie vecina, como la 
Locu.rta , determina de igual mooo el gregarismo; no ocun-e así 
en el caso de un Gryllus, que es una especie m¡.is lejana. 
Tras una discusión en profundid ad, Chauvin se ha visto lle 
M 
Ilol 1941 , Icreer trimestre, pp. 133 Y 272. 
'a....I.. l.~ 
ACERCA UE LA Ci\USI\LlOAO PSíQUICA 181 
vado a hacer intervenir la noción de una forma y de un movi­
miento específi cos, caracterizados por cierto "estilo", fórmula 
tanto menos sospechosa en él cuanto que no parece pensar en 
relacionarla con las nociones de la Gestalt. Dejo que diga su 
conclusión, en términ os que han de mostrar su escasa propen· 
si(ln metafísica: "Preciso es que haya allí -dice- una especie 
de reconoc imiento, por rudimentario que se lo suponga . Ahora 
bien ¿cómo hablar de reconocimiento -añade- sin sobrenten· 
der un mecanismo tJsico¡isiológico?"" ¡Que tal es el pudor del 
fisiólogo! 
Pero eso no es todo. Algunos gregarios nacen del ayuntam ien­
to de dos soli tarios. en una proporción que depende del tiempo 
durante el cual se les permita a éstos tratarse. Además, las exci· 
taciones $'e sum~n de tal modo, que, a medida de la repetición 
de los ayuntamientos tras algunos intervalos, la proporción de 
los gregarios que nacen aumenta. 
Inversamente, la supresión de la acción morfógena de la ima­
gen a(;¡rrea la progresiva reducción del número de los grega· 
rios den lro del linaje. 
Aunque las ca rac terísticas sexua les del gregario adulto caigan 
bajo las condi ciones que ponen aún mejor de manifiesto la ori· 
gillalidad del papd de la imago especifica en el fenómeno que 
aca bamos de describir, me disgustaría proseguir más tiempo en 
e~tc terreno dentro de un informe que tiene por objeto la cal!· 
salidad psíquica en las locuras. 
Tan sólo deseo destacar en esta ocasión el hecho no menos 
<; ignifica tivo de que, contrariamente a 10 que Henri Ey ll ega 
.:l. decir en a lguna parte, no hay paralelismo alguno entre la 
dj[erenciaci6n anatómica del sistema nervioso y la riqueza de 
I;J S manifestaciones psíquicas, así sean de inteligencia , como )0 
demuestra un número inmenso de hechos del comportamiento 
'entre los animales in feriores. Tal , por ejemplo, el cangrejo de 
mar, cuya habilidad en el uso de las incidencias mecánicas 
cuando tiene que valerse de un mejillón me he complacido en 
celebrar en mis conferencias 'en reiteradas oportunidades, 
A punto de terminar, me agradaría que este breve discurso sobre 
la ¡mago os haya parecido, no una irónica apuesta, si no, cierta­
mente, lo que él expresa: una amenaza para el hombre, porque 
:I! Loe. cil., p. 25 1. La .~ cursi ... a~ son nueslras. 
183 
1 8~ ACERCA DE LA C..\USALlDAD l'sfQ.UICA 
e l ha ber reconocido la dista ncia in cuantificablc de la imlJ"go y 
el ínfimo fi lo de la libertad como decisivos de la locura n o 
basta aún para permitirnos sanar ésta; tal vez no esté lejos el 
tiempo en que nos permitid provocarla. Si nada puede g<lfan· 
tizarnos que no hemos de perdernos en un movimien to libre 
hacia lo verdadero, basta un papirotazo para asegu rarnos que 
cambiaremos lo verdJ.dero en locura. Enton ces habremos pasado 
del ca mpo de la causalid ad metaHsi ca, del que podemos mofar­
nos, al de la técnica cienLÍfica, que n o se presta a risa. 
Ya han aparecido por aquí y por allá algu nos balbuceos de 
empresa semejante, El arte de la imagen podrá actua r dentro 
de poco sobre los va lores de la ¡mago, y un día se sa br;í, de e n­
cargos en serie de "idea les" a prueba de la cr íti ca; entonces 
h abrá adquir ido todo su sentido el ró tulo "garantía verdadera" , 
N i la intención ni la empresa s'er{(n nuevas¡ -:>Í sU forma sis­
temática. 
["fientras aguardamos, os propongo poner en ecuac iones es­
tructuras de lirantes y métodos terapéu li cos aplicados a las psico­
sis, en función de los principios aquí desarro l1ados, 
- a partir del ridículo apego al objeto de reiv ind icación , pa­
sando por la tensión cruel de la fijación hipocondriaca, hasta 
el fondo suicida de l delirio de las negaciones, 
- a partir del va lor seda tivo de la explicación médica, pasa n­
do por la acción de ru ptura de la epil"epsia provocada, hasta la 
catarsis narcisista del análisis. 
Ha sid o suficiente considerar con reflexión algunas "ilusiones 
ópticas" para fundar una teoría de la Geslall. que arroja resul ­
tad os que pueden pasar por pequeñas maravillas; por ejem plo. 
prever el fenómeno siguiente: en un dispositivo compuesto por 
seClore,c¡ pintados de azul y q ue gira ante una panta ll a mitad 
negra y mitad amarilla, ,!;egún veamos o no e l dispositivo, o 
sea, por la mera virtud de una acomodación del pensamiento, 
los colores permanecen aislados o se mezcl an, y vemos los dos 
colores de la panta lla a través de un remolin o azul , o bien 
vemos COmpOlI'erSe un azu l-n egro y un gris, 
Juzgad, pues, acerca de lo q ue podría ofrecer a las fa cul tades 
comb in atori as un a teoría que se refiere a la relación mi sma del 
ser con el mundo, si adq uiriese a lguna 'exac litud . Dedos, cier­
tamente, que es seguro qu e la percepci ón visual de un hombre 
formado en un com plejo cultural completamente diferCnte del 
nuestro es nna percepción comp leta mente diferente de la nuestra . 
rvLí s inaccesible a nU'estros ojos, hechos p<1 ra los signos del 
ACEltC,\. DI'. LA CAUSALIDAD PS{QU1 CA 
cambista, que aqueJlo cuya hueJl a imperceptible sabe ver el 
cazador del desierto: la pisada de la gacela en las peñas; pero 
algú n día se r"evelarán los aspectos de la imago. 
Me habéis oído referirme con di lección, para ubicar su SItIO 
en la investig'aóón, a Desca rtes y H egel. En nuestros días está 
mu y de moda "super"r" a los fil ósofos clásicos. También yo 
habria pod id o partir del ad mirab le diálogo con Parmén ides; 
porque ni Sócrates ni Descart.es ni Marx ni Freud pueden ser 
"superados" en tanlO que ha n llevado su indagación con esa 
pasión de descubrir que tiene un obje to: la verdad. 
Como lo h a dej ado escr ito uno de esos príncipes del verbo 
entre cu yos dedos parecen des li zarse por sí solos los hilos de 
la m{lscara del Ego, y he nombrado a Max J acob , poeta, santo 
y nove lista: si , como él lo ha escrito en su Cornel adés.. si no me 
engaño:io verdadero es siempre nuevo, 
http:Descart.es

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