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Lacan, J Escritos 1, pp 152-183

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152 
ActRCA DE LA CAUSALIDAD PSíQUICA 
Vlaf a nuestros términos de su sentido, y estas especies de abu­
sos nunca son inocentes. 
Publicáis -y pido discu lpas por evocar una experiencia p'er­
sonal- un articulo sobre el " Más allá del principio de realidad" 
en el que la emprendéis nada menos que con el estatulQ del 
o bje to psicológico, in te ntando sobre lodo formular un a fenome­
nología de la relación psicoanalitica tal cual se la vive entre 
médico y en fermo. Y desde el horizon te de vues tro círculo os 
llegan consideraciones acerca de la "rela tividad de la realidad" 
que os inducen a sentir aversión por vuestra propia rúbrica. 
Por ese sentimiento, lo sé. el gran espíritu de Polilzer renun­
ció a la expresión teórica donde iba a dejar su sello imborrable, 
para consagrarse a una acción que nos lo iba a arreba tar irrepa ­
rablemente, pues no perdamos de vista, a l exigir, después de él , 
que una psicología concreta se constituya en ciencia, que sólo 
'estamos en las postulaciones formales a l respec to. Quiero uecir 
que todavía no hemos podido formular la menor ley en la que 
se 	pau te nuestra eficiencia. 
Acaso en el punto de entrever el sentido opera torio de las 
huellas que ha dejado en las paredes de sus cavernas el hombre 
de la prehistoria puede acudir a nuestra mente la idea d e q ue 
sabemos rea lmente menos que él acerca de lo que he de llamar, 
con toda intenciona lidad, materia psíquica. A falta. pues, de 
poder, como DeucaJión. hacer can piedras hombr'es, cuidémonos 
esmeradamente de tra nsformar las p alabras en piedras. 
Sería desde luego hermoso que, gracias a una pura ar timaña 
d el espíritu, pudié,.mos ver delinearse el conceplo del objeto 
en que se fundara una psicologia científica. La definición de 
concepto tal es lo que siempre he declarado necesario, lo que 
he anu nciado como próximo, y, animado por el problema que 
me proponéis, vaya intentar proseguir exponiéndome hoy, a m i 
vez, a VUeStras cr íticas. 
2. La causalidad esencial de la locura 
¿Qué más indicado para ese fi n que partir de la situación donde 
estamos, es decir, reunidos para argum'Cntar acerca de la ca usa­
lidad de la locura? ¿Por qu é es te privilegio? ¿H ay la1 vez en un 
loco un interés mayor que el que hay en el caso de Ge1b y 
GoJdstein, a l que yo recorda ba a grandes rasgos hace unos m o­
mentos y que revela no ')610 para el neurólogo, sino también 
""""'" ~.~ 
ACERCA DE. LA CAUSALIDAD PSIQUlCA 	 153 
para el filósofo, y sin duda para el filósofo más que para el 
neurólogo, una estructura consti tutiva del conocimien to huma, 
no, a saber, ese soporte qu'e el simbolismo del pensam iento en­
cuentra en la percepción visual y al que llamaré, con Husserl, 
una relación de Fundierung, de fund ación? 
¿Qué otro valor humano yace en la locura? 
Cuando rendía mi tesis acerca de La psicosis paranoica e1l 
sus relaciones con la personalidad, uno de mis maestros me rogó 
formular lo q ue en resumidas cuentas me había yo p ropuesto: 
"En suma, señor - comencé- o no podemos olvid ar que la locu ra 
es un fenómeno del pensamiento..." No digo que hubiera as ' 
indicado suficien temente mi propósito: el gesto que me in te· 
rrumpió tenia la firmeza de un llamado al pudor: "¡Ca ramba! 
¿Y qué más? - seña laba-o Pasemos a las cosas serias. ¿Va usted 
a dejarnos con un palmo de narices? No deshonremos esta hora 
solemne. Num dignlls er;s intrare .in nostro docto corpore cum 
i.rto voce: pensare!" 6 No obstante, se me graduó de doctor, con 
los es tímul os que conviene dar a los 'eSpíritus impu lsivos. 
Retomo, pues, mi explicación para vuestro uso después de 
ca torce años, y ya veis que a es te tren -si no me sacáis de las 
mttnos la antorcha; pero en tonces, Itomadla l- la definición 
del objeto de la psicología no irá lejos, aun cuando yo pase a 
hacerles compañía a las lu minarias que alumbran este mundo. 
Por lo menos, espero que en ese momento 'e l movimien tO de l 
mundo haga ver has ta a esas luminari as mismas lo basta nte 
para q ue ninguna de ellas pueda ya ha ll ar en la obra de Berg. 
son la d¡latante síntes is que ha satisfecho las "necesidades espi­
ritua les" de un a generación, ni ninguna otra cosa qu e no sea 
un harto cur ioso conjunto de ejercicios de ven triloquia meta­
física. 
Antes de ha cer hablar a los hechos es conveni'en te reconocer 
las cond iciones de sen tido que nos los dan por tales. Por eso 
pienso que la consigna de regresar a Descartes no estaría d'C más. 
Respecto del fenómeno de la locura, si bien no 10 profundizú 
en sus Meditaciones, al menos tengamos por .-eve lador al hecho 
de que da con él desde los primeros pasos de su partida, de una 
inolvid able alegrfa, hacia la conqui sta de la verdad. 
"¿Y cómo podría negar yo que estas manos y este cu erpo son 
míos si no acaso comparándome con algunos insens<ttos cuyo 
cerebro ha sido de tal modo alterado y ofuscado por los negTos 
I l1Y ahora scr~s digno de entrar en n.uestra corporació ll con es te lérmino: 
pensar! ....s) 
/ 
J54 
ACERCA DE LA CA USA UOAD losíQUI(;A 
vapores de la bili~, que constanttmente aseguran ser reyes, cuan­
00 son pobrísi mos, y que van vestid.os de oro y purpura, cuando 
está n completamente desnudos. o que se imagina n se r cá nta ros 
o l'en ef un cuerpo ue vidrio? Son, ¡por supuesto!. locos, y yo 
n o seda menos extravagan te si me guiase por sus ejemplos." 
y sigu e adelante, cuando vemos qu e bien habría podido, no 
sin prove<.ho pa ra su búsqueda, det enerse en e l fe ll(ím cn o de la 
IOCUTtl . 
Reco nside rémo~ lo, pues, en su conjunlo ue acuerdu (011 su 
método . y no a la manera del mae~ tro venerado que 11 0 sólo 
cortaba las efu sion es expli cativas de sus alumnos, aque l para 
quien la~ ue Jos alucinad os representauan un eSGinda] o t<Jl, que 
las inle n umpfa de este modo: "Pero ¿qu é me est;;í u~ led con­
tando, amigo mío? N;¡da de eso es cieno, veamos, ¿eh?" De es t;¡ 
e~pecie de inlervencJr)rl se pnede extraer una chispa ue sen tido: 
lo verCCldero est;í "en el gol pe", ¿pero en qué punto? Segura­
mente, eu lo que a taile al uso de la palabra, ya no podemos fiar­
no:) aquí ni d el es.oíriLU de l médico ni del espÍJ-iw de l enfermo. 
Siga mos m{ls bien a He nri Ey, quien, en su.s prim'eros traba­
jos, Como Deseanes en o; u simple fra se -y .<; In dud a 11 0 por UIl 
t:n Cuenlro casual en aquel la épocn- pone d e relieve el resor te 
(::l)encia l de la cree ncia, 
Este fe n6meno, Con su a mbigijedad -en el ser human o y con 
.'iU uema~ja do y su dem;¡siado poco para el COllociflli ento _ y(l 
que es meno.'1 qu e 'ia ber, pero es qui zá m;:ís: a firmar es co mpro­
meterse, pero no 'eS estar seguro-, Ey ha visto ad mirabl emente 
que no ,'le 10 pu ede eliminar eleJ fenómeno de la alu cinación y
del delirio, 
Pero el an;:I1isis fcnome nológilo requi'ere yue no se pase por 
alto ningón tiempo; toda precipitación le es Catal, y diré que 
la figura sd Jo aparece anl e una jU 1:l la acomodaci6 n del pensa. 
m iento. Aquí Ey. para no (éJer en la (alta, qu e les reprocha ti 
los mecani ci r. t a~, de delirar con el enfermo, va a corneter ]a falta 
('olltraria, la de in d uir con demasiada prisa en el fenómeno e~"C 
juicio ue valor (u yo ejemplo cómico, recién comen lad o y que 
él paladeaua en !> u justa medida, habría debido ad ver lirle que 
con 'ello excl uía toda c.omprensión , Mediante una especie de 
vér tigo mental, t1isuelve 1;'1 noción de creencia, que lenia a la 
vista, en la de error, que va a absorberla (Omo una gota de 
agua a o tra que la toca. De ahí, toda la operación queda (Clllida . 
Inmovi lizado, el fen6meno se vuelve objeto de enjuicianJien to, 
y muy pronlo objeto a secas, 
AUReA Dt:: 1.,0. CAUSAl..lO,\O I'SíQUICA EíS 
"¡Dónde esta ría el error - e.suibe en ]a p{lgina 170 de su 
libro, Ha lIacinalio-n set rl.éláe-/' y dónde, por lo demás, es ta­
ría el error y el de lirio, sí los enfermos n o se equivocasen! Todo 
en sus a[irmaciones y sus juicios nos revela en ell os el error (in­
terpretaciones, ilusiones, elc.) ". Y e n la p¿ígina 176, a l plantea r 
las dos "actitudes posibles" ante la a lucina ción. de fin e de este 
modo la suya: "Se la considera como un error que ha y qu e ad· 
mitir y exp li car co rno tal sin dejarse arrastrar por su espejismo. 
Ahora bien, su espejismo induce necesariam ente, 1:Ii no s'e ti ene 
cuidado, a fund a rla en fenómenos dectivos y. con e llo, a CO llS· 
trUlr hipúl'esis ne urolúgicas que son , cuando men os inútiles, 
pues no ll'egan a lo que da fundamento al síntoma mimlO: e l 
error y el ueliri o. " 
¿Cómo no asombrarse, en lances, de que, tan bien preven ido 
contra la tcnWóón de fundar sobre una hipó tesis ne urológica e l 
"espej ismo d e la alucinación concebida como una sensación 
anormal", se apresure a fnndar sobre una hip6tesis se mejante 
lo gue él llama "el error fundamental" del delirio. y de que. 
negé1 ndose con todo d'erecho, en la p;igina 168, a hacer de la alu· 
cinaciún como se nsaci6n a normal " un obje to ltbi cado e n los 
pli egues del ce reb ro". 11 0 titubee en situar ~tllí mismo el fenú­
meno de la cree nciíl deli rante, considerado romo fe nómeno de 
dé[j ci t? 
Por alta qu e sea , pu es. la tradicióJl en que se halla , ha lomad o. 
pe1:le a todo, por UII fal so ca mino. Habría e~quivado éste d e ha­
berse detenido anres del salto que ordena en é l la noció lI misma 
de la verdad. Ahora bien, 1:I i no hay progre.s01:l posib! l:s en e l 
conocimien to a menos qu e esta noci6n no lo lIlu eva, esL1 en 
nue1:l tra condíción, como lo verernos, correr 1:Iie mpre e l riesgo 
d e p erde rnos debido a nu estro mejor movimi ento, 
Se puede decir qu e e l e rror es un déficit . en e l sentido que 
esta palabra I iene en un balance ; pero 110 lo e,'1 la neencia 
mi~tlla, aunque nos engnñe. porque la creencia puede extraviarse 
en lo m;i.s alw de un pensa mi ento si n declittacioJ1 , romo el 
propio Ey lo prueba en e~ te mamen la. 
¿CucJI es, por tan LO, el fe nómeno de la cree ncia del ira ute? Es, 
d:ecimos, el ue de~conoci mienlo> con lo que este término contie­
ne d e ¡.¡ntinom ia esencia l. Porque desconocer supone un recono· 
cimi ento, CO U1 0 lo m,mifies ta el desconocimiento sistem¡í Li co, en 
el qu e h~y qu e admitir que 10 qu'e se nieg"1 debe de ser de 
;dgún modo reconocido. 
~ Aleall , Parl ~ , !!);M , en la peq ueña colección verde. 
http:prove<.ho
http:vestid.os
156 
ACERCA [lE LA CAUSALIDAD PSJQUICA 
Con respecto a la pertenencia del fenómeno a l suje to, Ey in. 
siste en ello. y no se podría insistir demasiado en 10 'evidente: 
la alucinación es un error "amasado con la pasta de la persona­
lidad del suje to y hecho con su prop ia actividad". Dejando 
.aparle las reservas que me inspira el 'empleo de las pa labras 
pasta y acLividad, me parece claro, en efecto, que en los sent i­
mientos de influen cia y de automatismo el suj'eto no reconoce 
!S us propias producciones en su calidad de su yas. En esto, todos 
estamos de acuerdo: un loco es un loco. ¿Pero lo notable no es 
más bien que tenga que conocerlo? ¿Y el probl ema 11 0 consiste 
.aCaso en saber qué Conoce de él sin reconocerse a llí? 
Porque un carác ter mucho más decisivo, por la rerdidad que 
e l suje to confiere a ta l'es fenómenos, que la sensoria lidad expe­
rimentada por éste en ellos o que la creen cia que les as igna, 
es que todos, sean cua les fueren, alucinaciones, inrerpretaciones, 
intuiciones, y aunque el sujeto los viva con alguna extralleidad 
y extrañeza, son fenómenos que le incumben p'ersonalmente: lo 
desdoblan, le responden, le hacen eco, leen en él, así como él los 
identifica, los interroga, los provoca y los descifra. Y cuando 
lI'ega a no tener medio alguno de expresarlos, su perplej id ad nos 
manifiesta asimismo en él una hiancia interrogativa: es decir 
q.u e la locura es vivida ín tegra en el registro del sentid o. 
El pa tético interés que así conlleva da una primera respuesta 
al problema que acerca del valor humano de su fenómeno hemos 
p lanteado. Y su alcance meta físico se revela en la circunstancia 
de que el fenómeno de la locura no es separable de! problema 
de la signifi cación para 'el ser en general, es decir, del lenguaj e 
para el hombre. 
Ningún lingüista y ningún filósofo podría ya sostener, en efec. 
to, una teoría del I'enguaje cama de un sistema de signos que 
duplicara el de las realidades, definidas por el común acuerdo 
de las mentes sanas en cuerpos sanos; apenas veo a Blondel que 
parezca creerJo en ese libro sobre la Conciencia mórbida que es. 
por cierto, la elucubración más limitada que se haya producido 
[anta acerca de la locura como del lenguaje, y para culminar 
en el problema de lo inefahle. como si el lenguaje no lo p lan­
teara sin la locura. 
El I'engu<lje del hombre, ese in!>trumento de su mentira, está 
atravesado de parle a parte por el problema de su verd()d: 
-sea que la traicione en tan to que él es expresiém de su he. 
rencia orgá nica en la fonol ogía del fla.tuJ vocis; de las "pasio. 
Iles del cuerpo·' en ~entido cartesiano, es decir, de su alma, den ­
eL .. 
ACEn(;A DE 1...\ CAUSALIDAD PSíQUICA 157 
tro de la modulación pasional; de la cultura y de la historia . 
que hacen su humanid ad, dentro del sistema semántico que lo 
ha formado criatura; 
-sea que manifiesta esta verdad corno intención. abriéndola 
eternamente al problema de saber cómo lo que expresa la men­
tira de su particularidad puede llegar a formular lo universal 
de su verd ad. 
Un problema en el que se inscribe toda la historia de la fil o­
sofía, desde las aporías platónicas de la esencia hasta los abis­
mos pasca lianos de la existencia y hasta la rad ical ambigüedad 
indicada por Heidegger allí, desde que verdad significa re­
velación. 
La pa labra no es signo, sino nudo de significación. Diga yo. 
por ejemplo la palabra " telón", y no sólo por convención se 
designará el uso de un objeto al que pu-eden diversificar de mil 
maneras las intenciones con las que lo capta el obrero, e l co­
mercian te, el pin tor o el psicólogo guestaltista, como trabajo, 
valor de cambio, fisonomía coloreada o estructura 'espacial. Es. 
por metáfora, un telón de árboles; por retruécano, las ondas y 
los ri zos del agua y mi amigo Le iri s,í que domi na mejor que yo 
estos juegos glos01álicos. Es, por decreto, el limite de mi domi­
nio, o por ocas ión la pantalla de mi meditación en la habitación 
que comparto. Es, por milagro, el espacio abierto al infinito, el 
desconocido en el umbral, o la partida en la mañana del soli. 
tari o. Es, por obsesión, el movimiento en que se trasluce la pre­
sencia de Agripina 'en el Consejo del Imperio, o la mirada de 
Madame de Chasteller a l paso de Lucien Leuwen. Es, por equi­
vocación, Polonio a quien hiero: "¡Una rata, una rata, una 
gran ratal" Es, por interjección en el entreacto del drama, 'e l 
grito de mi impaciencia o la voz de mi ca nsa ncio. ¡Telón! Es. 
por fi n, una imagen del sentido como sentido, que para descu­
brirse tiene qu'e ser develado. 
De ese modo se just iEi ca n y denuncian en el lenguaje las acti­
tudes del ser, entre las cuales e l "buen sentido" manifiesta a "la 
cosa más difundida del mundo", pero no hasta el extremo de 
reconocerse entre aquellos para quienes Descartes es, en esto, 
demasiado fácil. 
Por eso en· un a antropología en la que el registro de lo cu ltu­
'[Lacan jut::g:a en I.odo el pánaro con la poli semia del vocablo " r idea u ·' 
(pron. " ridó") (relón, cor tina , visillo, e te.), aq ní con la paronomasia _ in_ 
trad ucible- que daría al aleJo caslellano una secuencia fo nélica as/: "le )"¡ 
e Jeri (d e)ó e mon ami t e ri." AS] 
158 ACERCA DE LA CAUSALlOAD .ps íQl! I<:¡'\ 
Ta l en el hombre incluye. como debe s'er, el de lo na tural, se 
podría definir, concretamen te, la psicología como el dom-inio 
de lo in se nsato, esLO es, de todo cuan to forma nudo en el dis­
curso, como Jo indica n suficientem'en te las "pa labras" de la 
pasi6n. 
Emprend amos este ca mino p ara estudiar las significaciones de 
la locura, como nos in vita n a hacerlo los modos origina les que 
m uestra e l lenguaje, esas alusiones verba les, esas re lac iones ca ba. 
Iísti cas, esos juegos de homoni m ia, esos re truécanos q ue han 
cau ti vado el examen de un Gui r;¡ ud,R y diré es'e ace nto de 
~ingularjdad en ya resonancia necesilamos oír en un " palabra 
pa ra de tecta r el de liri o, esa transfigu ra ción del término en la 
intención ine fable, esa fi jación de la idea en el se mantema (que 
Li ende aquí, precisamen te, a degrada rse en signo) , esos hí bridos 
de l vocabu lario, ese c<'t ncer verbal elel neologismo, ese naufragio 
(le la s in ulxis, esa duplicidad de ht en unc iacilm , pero también 
esa cohere ncia qne equiva le a u na lógica, esa Cat ,lcterfstlca q ue 
lll ('l rca, desde la un idad de uu esti lo hél sta la!) este reotipias, cada 
forma de deliri o, toci o aquello po r lo cual el a lienado !:;e comu· 
nica con llo::,otros a traves del habla o de la p luma. 
Ahí es donde ~e deben revelar Jnte nosotros esüs estructuras 
de su conocimien to, acerca d'e las cuales res ulta singular, 'Hlll · 
q ue no, sin d udJ, por puro accidente , que hrlyrm si-do justa. 
mente meca nicista!), como Cléra mbau lt, como G uiraud, quienes 
mejor las hayan de linead o. Por f(-l lsa yue sea la teorfa en que 
las h an com prend ido. ha resul tado concil iar notablemen te su 
esp íritu con un fenómeno esen cia l de esas es trl1 cturaS cual es 
la especie de "an <llomía" que se manifi es la en el las. Aun la 
re fe ren cia constante de l aná lisis de un Cléra mbaul t a lo q ue 
és te lla ma, con un té rmino un tanto di<lforé tico, "Jo ideogéni co" 
no es o tra cosa que la búsqued él de los límites de la s ign ifi ta. 
ci(¡n. Así, paradójicamente, viene a desplegar. de un modo cuyo 
alGlTIce ún ico es de comprensión, ese magníf ico aban ico de 
eHfu ctu ras q ue va desde los denom inados "posLulados" de 10!i 
d e liri os pas iona les hasta Jos fen6menos ca lific<ldos de basales del 
a1llomal,:smo menta.l. 
Por eso creo que ha h'echo m;ís q ue ntldie en pro ele la tes is 
psicogenética; en todo caso vais ;¡ ver cómo 10 entiendo. 
C lérambau lt fue mi único maestro en la observación de los 
e nfermos, desp ués del muy su til y deli cioso T rénel, a f.jm en 
''' Les fonnl:!'> v(' rha ks de l'inlCrp ré l<llio n dél ira lll l:", AI/n. m¡Jdi("o ,p.~vrl!U1.. 
1921, pr imer .'iCm e.~lrl: . VP . 395 y 412. 
,\ct:.Rt.:A DI'. l.A C¡\US,\I.IIl¡\O J>S(QUTC¡\ l !HJ 
(om'eti el error de aba ndonar deln asiado pron to para postular· 
me e n las esferas consagradas de la ignora ncia doce n te. 
P re tendo haber seguido su mé todo en el a ná lisis del caso de 
psicosis paranoica q ue constituyó el objeto de mi tesis, caso 
cuya estructura psicogenétíca he demostrado y cuya ent idad clí· 
ni ca he designado con el térm ino más O menos vál ido de pa. 
J"an01:a de aut.opll.niáón. 
Aque l1 a e nferma me ha bía a traído por la a rdien te 6ignif ica. 
ción de sus producc iones escri uls, cuyo va lor litera rio sorp ren· 
di ó a m uchos escri lores, desde Ftllgue y mi q uerido Creve l, que 
fu eron los p r imeros en l e("rl a~, has ta .loe Bousquel,fl q ue las co· 
mentú inmediata y ad mirablemente, y I!: luard ,lo q ue hubo de 
recoger no hace mu cho su poesía " involuntaria" . Se sabe que 
e l n ombre de Ai mée, cuya persona he d is[r¡lzad o, e!i F: I de 1;1 
fi gura ce nt n d de su creación novelesca. 
Si reúno Jos resulta·dos del a náli sis que he hech o al respecto, 
creo que surge ya de ellos una feno menología de la locu ra, como 
pleta en sus términos. 
1.05 pun tos de estru ctura qlle se revela n allí como esenciales 
\e formula n como sigue: 
al L<l estirpe de las persegu idoras que se sucede n en su h is­
toria repite casi sin var iaciones la personi [icaci6n de 1I 11 idea l 
de ma lign idad cono·.a el cual su necesiJad de agres ión va en 
a umen to. 
Ahora bie n, no sülo ha b usc<ldo permane n temen te el blvor 
y. con e lJo, las sevicias d'e per::,onas que e ncarna ba n ese tipo 
entre aquelt as q ue le eran acces ibles e n la realid ad , sino q ue 
adem;:\s ti ende e n su condu cta a realizar, sin reconocerlo, el mal 
mismo que denu ncia: van idad , friald ad y aba ndo no de SU" 
debe res n<l tll rales. 
bl En ca mbio, su represe ntación de sí misma se expresa ell 
u n idea l comp le tamente opue~to, de pureza y devociún, que l;¡ 
expone como víc tima a los atentados del ser aborrecido, 
e] Se ob6erva, ademéis, una ne utr <1 lización de la categor ía 
~extla l en la que ella se identifica. Esa neutralización, confesada 
hasta la ~lI llbigOedad 'en sus escri tos y ta l vez lITIpulsada hasta 
la inversión .imagin:Hiva, es coherell te eO Il el pla tonismo de la 
e rotOma n ía c1<is ica q ue ues<1 rrolla respecto a va rias personi[i ca­
iI E Tl el núme ro 1 de l:l rn isla 14, me d u Drago/l (É(1. Ca h icTS (I 'A n ). 
10 P ;.¡ ul r~ lu:lrd, Pobie in T'o lonlO¡"e el po isie j¡¡t etltiOri1ulle, plaqul:t:l ed i· 
tad a por St:ghcn ( J>oésie 4 ~). 
_ 
161 160 ACERCA DE LA CAUSALIDAD ps íQUlC ' 
clones masculinas y con la prevalencia de sus amistades feme ­
ninas e n su hi stori a real. 
d] Esta historia está constituida por una lucha indecisa en 
pro de la rea lización de una exis tencia común, pero sin aba n­
d onar ideales que califi caríamos d'e bováricos, sín que es te 
t.érmino conte nga peyoración alguna . 
Luego, una intervención progresi va de su hermana mayor en 
su vida la h a despojado poco a poco por comple lo d e su lugar 
de esposa y madre. 
e] Esa intervenci6n la ha desembarazado, a decir verdad, de 
sus deberes famili ares. 
Pero, a medida q ue la " liberaba" , se desencadenaban y cons­
tituían los fenómenos de su deliri o. que alcanza ron su a pogeo 
'en el momento en que, contribu yendo a ello su incidencia mis­
ma, resultó verse completamente independiente. 
f] Esos fenómenos aparecieron en una se rie de oleadas a las 
que hemos designado con el término, que algunos ha n deseado 
conservar, de momentos fecu.ndos del delirio. 
Ciertas resisten cias que hemos podido encontrar para com­
prender en u na tesis psicogenética la presen tación "elementai" 
de tales momentos parécenos que se resuelven ac tualmente en 
e l ahondamiento que esta tesis h a adqu irido con posterioridad 
en nosotros. Como hemos de mostrarlo en seguida, en la medida 
en que nos lo permita el equi libri o de la presente exposición. 
g] Nótese qu~ aunque la enferma parezca sufrir por el hecho 
de haberle sido arreba tado su hijo por la mencionada hermana, 
cuya mera visión dej aba en libertad, para nosotros, al mal au­
gurio, se niega a considerarla como hos til para con ell a misma, 
ni aun nefas ta, ni desde este punto de vista ni desde ningún otro. 
Por el contrario, va a golpear con asesina intención a la últi­
ma en fecha de las p ersonas en las que ha identificado a sus 
persegui doras, y ese ac to, tras el plazo n·ecesario para la tom a 
de conciencia del al to precio que paga en la abyección de la 
cárcel, tiene por efecto la ca ída en ella de las creencias y los 
fantasmas de su deliri o. 
De este modo hemos procurado delinear la psicosis en sus 
relaciones con la totalidad de los antecedentes biográficos, de 
las inten ciones -confesadas o no- de ]a enferma, y de los mo­
ti vos, percibidos o no, que se desprenden de la situaóón con­
temporánea de su delirio, o sea, como lo indica el título de 
nuestra tes is, en sus relaciones con la personalidad. 
Parécenos que de ello surge, desde un primer instante, la 
1.....iJ~_~ 
ACERCA 1>[ L,\ CAUSALIDAD PSíQUICA 
estructura general dd desconocimiento. Pero hay que compren­
derl a bien. 
Seguramente ~e puede decir que el loco se cree distinto de lo 
que es, como lo asienta la fra se sobre "aqu e llos que se creen 
ve~ tidos de oro y pú rpura", en la que Descartes se conforma con 
las más anecdóticas de las historiasde locos, y como se contenta 
el ;tu tor, autorízadísimo. a l que el bovayismo~ adecnado a la 
medida. de su simpatía por los -enEennos, daba la clave de la 
para n0l3. 
Pero, !labre que la teoría de Jules de Gaultier incumbe a una 
de las relaciones méÍs normales de la personalidad humana - sus 
ideales- , convien·e destacar que, si un hombre cua lqu iera que 
~e cree rey es tá loco, na lo es tá menos un rey que se cree rey. 
Como lo prueban el ejemplo de Luis II de Eaviera y el de 
algun as otras personas rea les, y el " buen !)enlíclo" de todo e l 
mundo, en nombre de lo cual se exige, con todo derecho, d·e las 
personas colocadas en esa situación "que desempeñen bie n su 
papel", pero ex}rerímenLando con fastidio la idea de que "se 
lo crean" de veras, así sea él través de una considera ción supe­
rior de su deber de enca rna r una fun ción en el orden del mundo, 
por lo cu;!! adquieren bastante bien aparien cia de víctimas 
elegidas. 
El momento de virar lo da aquí la mediación o la inmediatez 
de la ¡dentificaóún y, para deci rlo de una vel, la infatu ación 
del su jeto. 
A fín de hacerme comprender, evocaré la simpática figura del 
lech uguino, nacido en el desahogo, que, como se sue le decir , "no 
duda de nada". especialmente de ]0 qu-e debe a su di ch osa 
suerte. El sentido común tiene la costumbre de ca lificarlo, según 
e l caso, de "b ienaventurado inocente" o de " pulito" . "Se cree" , 
como se dice en francés, en lo cua l el genio de la lengua pone 
el acento donde e~ prec iso, ·es deci r, no en la inadecua ción de 
un a tributo, sino en un modo del verbo, pues el sujeto se cree, 
en suma, lo que es: un feliz gr;Jnuja , pero el s-enl ido comun le 
desea in j1ellO el tropie7.0 que le revele que no lo es lanto como 
cree . No .')-e me vaya a decir que me hago e l ingenioso, ni se me 
mencione la calidad que se muestra en el dicho de que Napo­
león era un lipo que se creía Na pole{m. Napoleón no se creía 
en absolu to Napoleón, po rque sabía muy bien por qué medios 
había 130naparte produ cido" Napol eón y de qué modo Napo­
león , como el dios de Malebranche, sostenía a cada instante su 
existencia. Si se neyó Napoleón, fue en el momento en que 
162 
ACERCA DE LA CAUSALIDAD PSfQU ICA 
Júpiter decidió perderlo, y, consumada su caída, ocupó sus 
momentos Jibres en mentirle a Las Cases a su guSto y paladar, 
para qu'e la posteridad creyera que se había creído Na poleón, 
condición requerida para convencer a ésta de que había sido 
verdadera mente Napoleón. 
No creáis que me ex travío, que me aparto de un propósito 
que deb-e llevarnos nada menos que al corazón mismo de la 
dialéctica del ser : en punto tal sitúase, en efecto, el desconoci~ 
miento ese ncial de la locura, que nuestra enferma manifiesta 
p'erfectamen te. 
Ese desconocimiento se revela en la sublevación merced a líl 
cual el loco quiere imponer la ley de su corazón a lo que se 
le presenta como el desorden del mund o, empresa "insensata", 
pero no en el sentido de que es una fa lta de adaptación a la 
vida - fórmul a que oímos corrientemente en nu estros medios, 
aun cuando la mínima reflexi ón sobre nuestra experiencia debe 
demostrarnos su deshonrosa inanidad-, empresa insensata , digo, 
más bien por el hecho de que el sujeto no reconoce en el des­
orden d-el mund o la manifestación misma de su ser actual , y 
porque lo que experimenta como ley de su corazón no es más 
que la imagen invertida, tanto como virtual, de ese mismo ser. 
Lo desconoce, pues, por part ida doble, y pr'ecisa mente por des. 
doblar su ac tualid ad y su virtualidad. Con todo, só lo puede 
escapar de la actualidad gracias a la virtualidad. Su ser se halla, 
por télnto, encerrado en un círculo, sa lvo en el momento de 
romperlo mediante alguna viol"encia en la que, a l asestar su gol­
pe contra lo que Se le presenta como el desorden, se golpea a sí 
mismo por vía de rebote socia l. 
Tal 'es la fórmul a general de la locura que en contramos en 
Hegel,ll pues no vayáis a creer que innovo, aun cuando he es ti ­
mado de mi de ber tomarme el cuidado de presentárosla Con 
una forma ilustrada. y digo fórmula general de la locura, en 
el sentido de que podemos verla aplica rse particularmente a 
cua lquiera de e::;as fa ses a través de las cuales se cumple más 
o menos en cada destino el desarrollo dialéc tico del ser humano, 
y porque allí se realiza siempre, como una 'estasis del ser en 
u Véase l .a PJ¡jlo~'(jp}¡ie dI'! l 'espri t_ trad. Véra, editada po r Cermcr Dai­
lliere en 1867, y la Phinoménologie de l' l'!sprit, ob r:l sobre la que volveremos 
más ade! :tnle y de la que lean H yppolilC dio en 1939 una excelen le lrad uc. 
ción en dos volúmeoes editada por Aubicr (Fenomenologia d l'!J e.~píritlj . 
México, F"CF.J. 
ACJ:::RCA DE LA CAUSALI DAD PSíQUICA 165 
una identifi cación ideal que caracteriza a ese punLO con un 
destino particul ar, 
Ahora bien, esa identificación , cuyo carác ter sin mediación 
e "infatuado" he deseado ahora mismo hacer sentir, se demues· 
tra como la relación del ser con lo mejor que és te ti ene, ya 
que el idea l representa en é l su libertad . 
Pa ra decir las anteriores cosas en términos más gala ntes, os 
las podría demos trar con el ejemplo al que el propio Hegel se 
trasladab a en mente cuando desarrollaha es te anúlisis en la 
Fenomenologia, 12 es decir, si recuerdo bien, en 1806, sin dejar 
de esperar (a notemos esto de paso, para volcarlo a un legajo 
qu e acabo de abrir), si n dejar de esperar, digo, la aproximación 
de la Weltseele, el Alma del mundo, que reconocía en N apo­
leún , con el fin preciso de revelarle a és te lo que de tal modo 
tenía el honor de enca rnar, aunque pareci6 ignorarlo profunda­
m·en te. El ejemplo de que hablo es el personaje de Karl Moor, 
héroe de Los bandidos, d e Schiller, familiar a la memoria de 
lOdo alem.ín . 
lv[;ís accesible a la nuestra, y asimismo más halagüeña pa;a 
co n mi gusto, evocaré al Alce::; tes de Moliere, no sin formular 
primeramente la advertencia de que el hecho de no haber de­
jado de ser un problema para nuestros doctos espíritus alimen­
tados de " humanid ades" desde su aparición dem ues tra suficien· 
temente qu'e casas és tas como las que agito no son ni por asomo 
tan vanas como los susodichos espíritus querrían hacerlo creer 
cuando las ca lifican de pedantescas, sin duda para ah orrarse no 
tanto el esfu erzo de comprenderlas cuanto las c.onsecuencias 
dolorosas que tendrían que extraer de su sociedad para ellos 
mi smos, as í que las hubiesen comprendid o. 
Todo parte de la circunstancia de que la "bella alma" de Al~ 
cestes ejerce sobre el espíritu culto una fa scinación a la que 
éste no ~"'e puede resist ir en su condición de "alimen lado de hu· 
' ~ Los Icnun.'S íranceses ya no podr,íll ignorar cs t{' libro, loda vez que Je,lI1 
H yppolitc Jo ha pllC1l10 a su a\t:ance y de manera que sa li sfaga a los rn ft:. 
<I illci\(:~ en su ( Cs i ~ que acaba de aparecer en Aubier y cuando ha yan apa­
recido en la NRF las Ilotas del curso que Alexanlirc Koje\" c le ha consag ra · 
do duranlC ci~lCO años en lJ. (.:cole Pratiquc des Haut~ tludes . [ef. Jeal1 
HyppolilC, Genesj, 'j e.Hruclura de la Fenomel1ologla del e.~pl r j tu dI'! H l'!gel, 
Barcelona, Ed icio nes Pcn insula , 1974. En cuanto a l cu rso de A. Kojcve ha 
aparecido en tres voltí ment:s en la t:dilOlial La Pléyade, BuenD5 Aire,~ . CO I1 
los tllulos. de Lo dia léctico d l'! l amo y el e.tdalJo I'!Tl Hl'!gl'!l , La c<mcepci¿m 
dI'! la anl" upologla 'j del ateúmo en Hegel y ¡ ,a dialéctica de lu t'ea l )' la 
¡,h(l dI' /(1 mue,. /.,. en H l'!geJ. AS] 
1M 
ACERCA DE: LA CAU$Af,JI)A[) 1>.~ íQUICA 
manidaJes", ¿Da, pues, Moliere razón a la mundana compla­
cencia de Filínto? ¡Dios, será posible!, exclaman unos, mientras 
los otros deben reconocer, con los decepcionados acentos ue la 
sabiduría, que es m'enester que así sea al paso a que va el 
mundo. 
Creo que el problema no estriba en la sabiduría de Filinto, y 
la solución tal vez resultaría choca nte para caballeros tales. Loque ocune es que Alcestes 'es tá loco, y Moliere lo muestra como 
tal, justamente porque aquél no reconoce en su bella alma que 
también él contribuye al desorden contra el cual se subleva. 
Aclaro qU'e está loco, no por amar a una mujer coyueta o 
que Lo traiciona -circunstancia que nues tros recién menciona. 
d os doctos relacion arían, sin duda, con su inadaptaci6n yitaI-, 
sino por haber caído prisionero, bajo el pahellón del amor, del 
mismo sentimiento que mueve el baile del arre de Jos espejis­
mos donde triunía ]a hermosa Celimena, a saber, ese narcisismo 
de los ociosos que provee la estructura psicológica del "mundo" 
en todas las épocas, en este caso duplicttuo con el otro narci. 
sismo, ése que se manifiesta de manera más especial en ciertas 
personas por la idea lizació n cole<liva del sentimiento amOroso, 
Celimena en el foco del espejo y sus adoradores en un r<ldian­
te en torno se complacen en el juego de tales ard ores, Pero Al. 
c:'fs tes no menos <fue todos, ya qu e, si bien no tolera sus menti. 
ras, es s610 por ser su narcisismo mas ex igente, Desde luego, 
,..,e lo dice a sí mismo con la form a (le la ley del corazón : 
Quiero (fue seamos sinceros y que, como hombres de honor, 
no so lternos palabra algu.na que no salga del corazón, 
Sí; pero cuando su corazón habla , tiene extralios grilOs. A'ií, 
cuando Filinto le preguntrl: 
¿Creéis, pues, Jer amallo por ella7 
ajSl, pardiez! -responde. 
No la a.rrw7-ía si no creyese serlo". 
Réplica acerca de la cual me pregunto si CU~rambaul t no 1<1 
habría reconocido como si tuviese que ver más con el uelirio 
pasional qU'e con el amor. 
y por muy difundido que, como ~e dice, es té en la pasi6n el 
fantasma de la prueba de una desgra cia del obj e to amado, 1l<Í­
Hole en Alcestes un acento singular: 
ACERCA DE LA CAUSALIDAD PSíQUICA 16[1 
iAh~ nada es comparable a mi extremado amor! 
En el ardor de 'mos trarse a todos) 
llega hasia formar deseos con tra vos. 
Si? yo querría que ninguno os enconlrase amable 
que os vierais reducida a una miserable su,erte) 
que el cielo no os hubiese dado nada cuando nadais. 
Con tan bello deseo y el gusto que siente por la cantinela de 
"Yo amo más a mi amiga", ¿no cortej a a la florista? Pero n o 
podría "mostrar a todos" su amar por la flori sta , y ello da )a 
verdadera clave del sentimiento aquí expresado: es la pasión de 
demostra r a todos su unicidad, así sea en el aislamiento de la 
víc tima, en el que encuentra, en el último acto, su satisfacción 
amargamente jubilosa. 
En cuanto al resorte de la peripecia, 'Está dado por el meca­
nismo que yo. antes que con la aulopunición) relacionaría con 
la agresión sU'leida del narciúsmo. 
Pues lo que pone a Al ces tes fuera de sí al e~cuchar el son'eto 
de Orontes es que reconoce en él su situación, pintada con exce· 
siva exactitud ~óJo para su ridículo, y ese imbécil d e su rival 
se le presenta como sn propia imagen en el espejo. Las palabras 
de furi a que Jan za entonce~ dejan tras lucir patentemente qu'e 
busca golpearse a sí mismo, y cada vez que uno de ~ u s reveses le 
muestre que lo ha logr<.tc1o, sufrirá sus efectos de una manera 
deliciosa. 
En este punto uestaco como un defecto singular de la concep­
ción de Henri Ey el hecho de a lejarla de la significación del 
acto deljr<:lOte, de reduci rlo a efecto contingente de una falta 
de control, cuando el problema de la significación de acto tal nos 
]0 recuerdan in ca nsablemente exigencia s médico-legales que son 
ese nciales para la fenomenología de nuestra experiencia. 
Y aun más lejos va Guirauu, mecanicista, cua ndo en su aro 
ticulo acerca de los homi cidios lomotivados13 se afana en re­
co nocer que lo que el a lienado tra ta de a lcanzar en el objeto al 
que golp'ea no es otra cosa que e l kah on de su propio ser. 
Una última mirada, antes de aband on arlo, ti Alcesles, cuya 
única víctima es él mismo, y deseémosle que encuentre lo que 
busca, es to es, 
13 "Lc~ mcul"lrcs inmoti\'f.:~"> l :;vo!u lion Ps)'ch jalr iquf!, marzo de 1931. Véa­
~c aúmi\mo: (;uirau<.l )' Caillcl1x, .. Le meurlr<; illmOlivé: n~aClioll liberalr icc 
<.lc la mal ad i(: ", Am1. Médico- l;sych., noviembre <.le Hl28, 
167 
166 ACERCA DE LA CAUS,\UOAl) PSíQUICA 
un lugar apartado en esta tierra 
donde se tenga la libertad de ser hombre de honor, 
para inS1Stlr respecto de la palabra libertad, porque no es sólo 
por irr lsión que la hace surgir aquí e l impecabl e rigor de la 
comedia clásica. 
El alcance del urama que ella expresa, 'en efecto, no se mide 
por la es trechez de la acción donde se anuda, y, tal cual e l altivo 
gesto de Descartes en la Nota secreta - 'en la que se anuncia a 
punto de su bir a la escena del mundo-, "avanza enmascarado", 
En el lugar de A Ices tes, yo habria podido buscar el juego 
de la ley u'el corazón en e l uestino que condujo al viejo revolu­
cionario de 1917 al banquillo ele los acusados de los procesos 
de Moscú. Pero lo que se muestra en el espacio imaginario del 
poeta va le, metafísicamente, lo más sangriento que sucede en 
el mundo, pues esto es 10 que en el mundo hace correr sangre. 
No lile aparto, luego, del drama socia l que domina a nuestro 
tiempo. Lo que ocurre es que el juego de mi tllere dirá mejor 
a cada cual el riesgo que lo tienta cada vez que se trata de la 
libertad. 
Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo 
de las jdentifÍt:aciones en las qu'e el hombre comprome te a la 
vez su verdad y su ser. 
Lejos, pues, d e ser la locura e l hecho contingente de las fra­
gilidaues de su organ ismo, es la perman'ente virtualidad de una 
grieta abie rta en su esencia. 
Lejos de ser " un insulto" H para la libertad, es su más fiel 
compañera; sigue como una sombr <:t su movi miento. 
y a l ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin 
la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara 
en sí la locura como límite ue su libertad. 
Par:\ romper tan severa a firmación con el humor de nuestra 
juventud, mu y cierto es que, como hubimos de escribirlo con 
una fórmula lapidaria en e l muro de nuestra sala de g uardia . 
"No se vuelve loco el que quiere". 
Pero lampoco no al q ue quiere alcanzan los riesgos que ro­
uean la locura. No bastan un organismo débil , un <l imagi na­
ción alterada, confliClos que ~uperen a las fuertas. Puede ocu · 
rrir qlle un cuerpo de hierro. poderosas identificaciones y las 
,. Vide sut)ra, p, 148, 
ACERCA DE LA CAUSALlDAO PSfQUICA 
complacencias del destino, inscritas en los astros, conduzcan con 
mayor seguridad a esa seducción del ser. 
Cuando menos, esta concepción rinde 'el beneficio inmediato 
de h acer que se desva nezca el acento problemático que el si· 
glo XIX puso sobre la locura de las individualidades superiores, 
y doe agota r el arsenal de golpes bajos que se propinau Homais 
y Bourni sien con respecto a la loc ura de los santos ° de los hé­
roes de la libertad. 
El hecho es que ~ i la obra de Pinel nos ha vuelto, ¡gracias a 
Dios!, más humanos para con el comú n de Jos locos, hay que 
reconocer que no por 'ello ha hecho aumentar nnestro respeto 
por la locura ue los riesgos supremos. 
Por lo demás, Homais y Bournisien representan una misma ma· 
n ifestac ión del ser. ¿N o es so rprendente, sin embargo, que nunca 
nos riamos más que del primero? Desafío a rendir cuenta de e llo 
de otro mouo que no sea el de la distinción significativa a que ya 
me he referido. Port.¡ue H omais "cree" en e]Jo, mientras que Bour· 
nisien, tonto también, pero no loco, defiende su creencia y, a po­
yado en su jera rquía, mantiene en tre él y su verdad esa uistancia 
en la yue estará de acuerdo con Homais, siempre que éste "se 
vuelva razonable" al reconocer la realidad de las "necesidaues 
espiri l (tales" , 
Habiénuolo. pues, d'esal'mado, al mismo tiempo que a su ad· 
versario, con nuestra comprensión de la locura, recuperamos el 
derecho de evocar las voces alu cin ato ri as de Juana de Arco. o 
lo que ocurrió en el camino de Damasco, sin que por ello se nos 
intimeél ca mbiar el tono de nuestra voz rea l ni a pasar también 
noso tros a un e~tado segundo en el ejercido de nuestro juicio. 
Llegado a este punto de mi disc urso sobre la causa lid ad d e 
la locura, ¿no tengo que desvelarme porque el cielo me Ijhre de 
extraviarme y .:luvertir yuc, tras haber aseverado que H enri Ey 
desconoce la ca usa lidad de la lo<...ura y no es Napole(,n. esco jo en 
tal aprie to poner por de lanle, como última prueba. que yo sí 
cono/.co esa causalicIau, 'f;-, decir, que soy Napoleún? 
No creo) pese a LOUO, Ciue tal ~ea mi propósito, pues paréceme 
que. id velar por ma ntener juslas ¡as di slancias human~s que 
consliLUyen TlUc.\tra experiencia de la loc ura, me h'e adecuado a 
la ley qu e 'ha ce literalme nt e exi::.t ir !,us datos aparentes, a {alta 
dc lo CU<JI el méuil O, ta l como aque l que le opo ne al loco que 
10 que 6le dice no es cieno, no divaga menas que el loco mi smo. 
Releye ndo , por otra parte, en etta ocasi6n la ohservaci6n en 
lél qlle lOe he a poyado. me parecc qtle IJuedo alesliguar ante mí 
http:cono/.co
168 ACERCA 1)~ LA CAUSALIDAD PSlQUlCA 
mIsmo que, cua lquiera que sea la manera en que se puedan 
juzgar sus frutos, he conservado por mi obj eto el respeto que 
merece como persona humana, como enfermo y como caso. 
Por último, creo que con e l d esplazam iento de la causalidad 
de la locura hacia esa insondable decisión del ser 'en la que 
és te comprende o desconoce su liberación, hacia esa trampa del 
destino que lo engaña respecto de una lil)'erlad que no ha con­
quistado, no formulo nada más qu e la ley de nuestro devenir, 
lal cual la exp resa la f6rmul;.¡ a ntigua: r ÉVOL', oro~ EOO'lyi 
y para d efinir la causalidad psíquica intentará ahora aprehen­
der el modo á e forma y acción que fij a las de te rmin <.lciones de 
es te drama, tanto como me parece científi camente ide ntificable 
COn el con cepto de imago . 
3. Los efectos psíquicos del modo imaginarío 
La hi storia de l sujeto se desarrolla en una serie m t.Í.s o menos 
típica de identificaciones ideales, que representan a los más 
puros de los fenómenos psíquicos por el h echo de revelar, eS'en­
cialmente, ]a (unción de Ja imago. Y no concebimos al Yo de 
otra manera que como un sistema centra l de esas fOl' macion'es, 
sistema al que hay que comprender, de la misma forma que a 
ellas, en su estructura im<:\g'inaria y en su valor libidin al. 
Sin demorarnos, pues, en <tqu'eIlos que h asta en la ciencia 
confunden tranquilamente al Yo con el ser del suj eto. podemos 
desde ahora ver d ónde nos separamos de la concepción m<Js 
común. que identifica a l Va con la síntesis de las funciones de 
relación del organ ismo, una concepción que debemos calificar 
de bastarda por la circunslancia d e deflnirse en ella un a sínte­
sis subjetiva en términos objetivos. 
Ahí se reconoce la posición de Hcnri Ey ta l cnal se expresa 
en el pasaj e que ya hemos destacado más arriba, en la fórmula 
seg"ún la cual la a fecci6n del Yo se confunde en último análisis 
con la noción de disolución funcion a l. 
¿Es dable reprochársela, cuando e l l)l~ejujcio paralelista es tan 
fuene que hasta Freud mismo, en contra de todo el movimiento 
de su investigación, siguió siendo prisionero de é l y cuando, 
por lo dem ..Í:s. a tentar conlra él en la é poca d'e Freud habría tal 
ve Z. equivalido a excluirse ue la comunicabilidad científic;:¡? 
l~ [Llega a ser tal como ('rct, AS] 
1tl9Act:m;,. DE LA Cl\USALtDl\I) psíqUICA 
Se sabe, en efecto, que Fre ud identifica el Yo con el "sistema 
percepción-conciencia", que constituye la sumtl de los apara to.... 
gracias a la cual el organismo se auapta a l "principio de rea­
lidad" ," 
Si se reflexiona en el papel qne uesempeíia la noción de error 
dentro de la concepción de Ey. se advierte e l vín cu lo que une 
a la ilusión organ icista con una metapsi cologia realista. Esto 
no nos acerca, pese a todo, a un a psicología concre ta, 
Así, pues, aun cuando los mejores espíritus en p~ i co~ ll á li s j,\ 
req uiere n ávidamente, si hemos de creerles. un !l teoría uel Yo, 
hay pocas probabilid ades de que su lugar se adv ierta por o tra 
cosa que no sea un agujero hiante mientras no se resuelvan a 
considerar caduco lo que 'en efecto lo está en la obra de un 
maes tro sin pa r. 
La obra de Merleau-Pontyl1 demuestra si n embargo de ma­
nera decisiva que toda fenomenología sana, como por ejemplo 
la de la perce pción, gobierna lo que se considera experiencia 
vivida an tes que toda objelivación ron la experiencia , Me ex­
pEco: la menor ilusióu visual manifiesta que ~e impone a la ex­
periencia antes qU'e la observación de la figura, parte por parte. 
la corrija, gracias a lo cual se vuelve objelivn la (o rma denomi­
n<lda rea l. Cuando la re[Iexión nos haya hecho reconocer e n 
esta [a rma ]a categorla a ,/)riori de la eXlensión, cuya propi'ed ild 
consis te. jusUlmente. en presentnrse parles extra partCJ1 110 ')erlÍ 
por ello men oS cierto que "es la ilusión misma qnien no~ da la 
acción de Geslalt, que es en es te GJ~O e l objeto propio ue b psi­
cologi. _ 
Por eso, pues. ni aun todas las con),ideraciones sobre la sinrc­
s i~ u"e l Yo nos ex imirán de considerar ~ ll fenómeno en e l sujeto. 
a sa ber : todo lo que el sujeto comprende con este término y quc 
no es precisamente sintéti co ni est~ sólo exen to de contradic­
ción, como se lo sabe de 1\10ntaign-e acá; más aún, desde que 1;1 
t::xperienc ia [reueliana designa en él e] Jugar mismo de la Ver­
n ei.nung
l 
es deór. del fen óme no por el que el sujeto revela uno 
de sus movimientos med iante la deneg-Aci6n misma que aporta 
a él y en el m omento mismo en que la aporta. Subrayo que no 
se tra ta de un a retractación de pertenencia, si no de una nelja­
ci6n formal.: en Olros términos. de un fenómeno típico de des­
10 COll~(I\LCSC a "Freud en ,~u libro DfU ¡eh U'IJ das F.{, traducido por Jall ­
kl'l{'vilCh ro n el título Le A10i el le So i, en Fswis de 1).5)" }¡(llIfll)'sc, Payot. 
1 9~7 rl~"1 Yo y el F./lo, A, XIXJ . 
n Pll';" ombwlogie de la pe,'o'1,tio ll, Call imanl. 1045 [flCf , M~xico, 19!>71. 
170 
ACEkCA DE L.... CAUSA LIDAD ps íQUlC." 
co nocimi'ento y con la forma invertirla acerca de la cual hemos 
insistido, forma cuya más habitual expresión - "No vaya usted 
a cree r que.. . "- ya nos entrega la profunda relación con el 
olro en su condición de tal y que valoraremos en el Yo. 
De manera, pues, que la 'experiencia no nos muestra a simpli ­
sima vista que nada separa al Yo de sus formas idea les (leh 
'deal, donde Freud recupera sus derechos) y que Lodo lo limiLa 
por e l lado del ser a l qu'e representa, yO{ qu e escapa a él casi 
[oda la vida de l organismo, no sólo porque con suma norma. 
lidad él és ta se la desco lloce. sino también p orque en su mayor 
parle no tiene e l Yo que conoce rla. 
En cuanto a la psicología genélica del Yo, los resultados que 
ha ob ten ido nos p8rece n tanto más v~ lidos cua nto que los t1es ­
pa ja de todo postulado de integración fnncional. 
T a lllbi én yo he dado p rueba de ello en mi estudio de los 
fenómenos ca racterísticos de lo qu e he denomin ado mom entos 
fecu.ndos del u'e liri o. ·Proseguido de acue rdo con el mé todo fe­
nOnlcnol élgi co. que aqu í precon izo. mi estu di o me h a cond ucido 
.1 an ,Hisis de los que se ha de~ prendido rni conce pción d el Yo 
en un progreso que han podido seguir los oyentes (te las confe­
renci as y lecciones que he dictado por a ijos tanto e n l'Évolution 
psychiatrique como e n la Clíni ca de la Fa cultad y en e l Instituto 
de psicoan;ili~ i s y que no por haber permanecido, por mi deci­
sión. inéditas h¡m dejado de promover e l término, dest in ado a 
~orprencle r . de co't!ocim..iento paranoico. 
Al comprender con este té rmino una es truc tur¡l lundamental 
de uües fenómenos, he que rido designar, si no su equivalencja, 
por Jo menos su p<lrentesco con una forma de relación con el 
mundo de nn aJc.. nce parlicularisimo. Se traLa {le la reaccic'm 
que, reconoci da por los psiquiatras, se hageneralizado en psico­
logía con el nombre de tranútivÚlI1o. E8ta reélcción, como nun ­
ca se elimin él por completo del mundo del h ombre en sus forma s 
más ligacI éls (en las rebciones de ri va li dad, por eje mpl o) , se 
lllanifie!-' La él nte todo como la méllriz de l Urbild del Yo. 
Se la Comprueha, en efe cto, C0l110 si domin élra de m;:¡nera sig. 
ni[j ('ativél hl [ase primordial e n la que el niño lomél cande ncia 
de Su indi viduo, al que su kngU¡lje traduce, como sa béi". en 
te rcera penolla flOtes de ha cerlo en primera. Charlolle nUlll 'e r,l~ 
po r no citar Ill iís que a e lla , ob~e rvalldo e l comportél ntiellto del 
I~Sozi(J lof!ifr"l' !t. psw//fJ/n,f!. i \{ f¡ r S' ru Jie /! ii br- f tia, l, ,.~tr ¡ ,efJf' nJja 11 r, .l cna , 
Pi -he .., 19~7 . Véa \C también: Eba Ki)h l<:r. lJ i(' Pl'niilllir hkt'it Ill'f d rr l / flhri ­
g l' ll K ;I/(I f' I , l..dJJ ~ig, 1926. 
litACEkCA Ot. LA CAUSALIOAU PSíQUICA 
niño con su compañero de juego ha recon ocido ese ImnÚlivismo 
e n l a forma asombrosa de una verdadera ca ptació n por la ima ­
gen del otro. 
De ese modo puede parli clpar. en un tran ce cabal, en la caída 
de su compaílero, o imputarle asimismo, sin que se t ra te de 
mentira alguua, el hech o de recibir el go lpe que él le a ~es t.¡¡. 
Prescindo por ahora de la serie de ren6menos tal e~ , que van 
desde la identificación espectacu lar hasta la suges tión miméti ca 
y la seducción de presta ncia. Todos han sido comprendidos p or 
esta autora en la dialéctica que va desde los celos (esos celos 
cuyo valor iniciador entreveía ya sa n Agustín de manera fulgu. 
rante) hasla las primeras formas de la simpatía . S·e inscriben 
en una ambi valencia primordi al, que se nos presenla , como y(1 
Jo he se ñalado, en espejo, en e l sentido de que el suj·eto se iden­
tifica e n su se ntimiento de Sí con la imagen del otro, y la ima­
gen del otro vien·e a caulivar en él este sentimiento, 
Ahora bien . sólo bajo una condi ción se produce reaccic'>n t(1 1. 
y ella es la de que la diferen cia de edad enlre los comp.. ií eros 
perma ne7.ca por d'ebajo de éierto limite , qu e al comienzo de la 
fas e es tudiad~l no puede superar un a ño de diferencia. 
Allí se pone ya de manifiesto un rasgo esencial de la i m.((go: 
los e [ecLos observables d'e una forma en el m,'ts ampli o se ntid o, 
que s610 se puede definir en lérminos de parecid o genético, o 
sea que impli ca co mo primitivo cierto reconocimielllo. 
Sa bido es que sus electos se maniriestan con re!) peuo al ros­
[ro hum;;lno desde el décimo día posteri or al na cimient.o, es 
decir, apena s aparecidas las primeras reacciones v i ~ ll a l es y pre­
viamente él cua lquier o tra exp'eriencia qu e no sea !él de una 
succión ciega. 
Conque - punto esencial-, el primer efecto de la mwgo <Jue 
apa rece en el se r hum ano es un e fecto de alienación del suje to. 
En el o tro se ide ntifi ca e l sujeto, y hasw se experime llt<l en pri­
mer lérrnino, fen6meno que nos parecerá menos sorprenden le 
si nos acordamos de las condi ciones socia les fundamental es del 
Ul'Jlw elt huma no, y si evoca mos la intui ción que dom ina a loda 
la especulación de Hegel. 
El de~eo mi smo d'el hom bre se <...onsdtu ye, nos dice, héljO el 
si gno de Já mediación ; es d eseo de h acer reconocer su de~eo . 
Tiene por ohjelO un de,eo - e l del oLro- . 'en e l senlido de q ue 
el hombre n o tiene ohjeto que se con~tilu ya para su de~eo sin 
alguna rnedi ~ l c j (¡ n, lo cUíd aparece en .~u ~ mis primitivas neces i­
dalles, (amo por ejemplo e n la circunSUlIlci(1 de que h<l SLa su 
http:permane7.ca
172 ACEl\ (;¡\ DE I ,A CAUSALIDA.D r:.IQl;J{. \ 
..di mento debe ser prelJarado, y que se vuelve a encon trar 'en 
tod o el desarrollo ele su sa tisfacci ón a partir del conflicto entre 
el a mo y el esclavo m ediante toua la di aléctica del trabajo. 
E~ta dialéctica, que es la del ser mismo del hombre, debe rea· 
]izar en una serie de crisis la síntesis de su pa rticularidad y de 
su uni versalidad, llegando a llniversalizar esa particularidad 
misma. 
Lo que quiere decir lJue en eSle movimien to que lleva al 
hombre a una conciencia cad a vez más adecU<lda de ~i mismo, su 
Iibenau se confunde con el desarraBa de su serv idumbre . 
¿Tie ne. por tanlO, la ¡mago la funci60 de instaurar en el ser 
un a relación fundam en t;:d ele su realidad con su organismo? 
¿Nos muestra en otras formas la vida psíquica del hombre un 
fen ómeno s'emejante? 
Ni nguna experiencia como la del psicoanálisis habrá con tri · 
huid o a manifestarlo, y esa necesidad d e repetición que muestra 
como efecto del complejo -aunque la doctrina la 'exprese en la 
noción, inerte e impensable, del inconsciente- habla con sufj­
cien le claridad. 
La co~tumbre y el o lvido son los signos de la integraci6n en 
el orga nismo de una relación psíquica: toela una situación, por 
hubér~ele vuelto al sujelo ..l la vez desconocida y tan esencial 
como su cuerpo, se manifiesta normalmente en efectos homogé­
neos al sentimiento que él ti'ene de su cuerpo. 
El complejo de Edipo revela ser en la experiencia capaz no 
sólo de provocar, por SllS incidencias atípicas, todos los efectos 
somá ticos de la histeria , sino tambi én de consLituir normalnl'en­
te el sentimienLo ele la realidad. 
Una función de podel' y a la vez de te rnperttme nto; un impe­
rativo no ya ci"ego, sino "ca tegórico"; un a persona que domína 
y arbitr.. el desgarr<lmiento ávido y ]a celosa ambivalencia que 
fumlamentabau bs relaciones primeras del niño con su madre 
y con el rival tratern o: h e aquí lo que el padre reprcS'enta, y 
Lanto más, al p~lrccer, cuanto qu e se halla "retiraelo" ele las pri­
meras aprehensi ones a [eclivils. Los efectos de eSla aparición se 
expresan de d iversas ffi fl neras en la doctrina, pero está bien claro 
que aparece n en ella torcidos por las incid'encias traumatizan ­
tes, en las qne la experiencia los ha dado primeramente el ad ­
vertir. Me parece que se pueden expresar, en su forma más ge­
neral , así: la nu eva imagen hace " precip itar en copos" en el 
sujeLO lod o tlll mundo de personas que, en la medida 'en que 
, 
l73 
ACERCA DI' LA CAUSA.I. IIHll psIQUlc ... 
representan núcleos de autonomía, cambi an cOlllpletamente 
para él la estru ct ura de la r ea lidad. 
No vacilo en decir que s'e ha de poder demostrar que esa crisis 
tiene resonancias fisiol6giGIS, y qu e, por muy puramente psicolú­
gica que sea en su resorte, se puede considerar a cierta "dosis de 
Edipo" como pOS'eedora de la eficacia humoral de la absorción 
de un med icamento descnsi hili zador. 
Por lo demAs, el papel decisivo de una experiencia afect.iva 
de es te regislro para la constitución del mundo de la rea lid ;ul 
cn las categodas del tiempo y el espa cio es I.an evi dente, que 
alguien como Bertrand Russe lI , 'en S11 ensayo -de inspiracióJI 
radica lmente meca nicista- Análisi.~ del t.:sptril"!L"~) no pu ede evi · 
tar aümitir en su teoría gen éticl de la percepción la funci ón de 
"sentimientos (l"e distancia" , í\ la que, con el se ntido de lo CO Il ­
cre\.O propio de los anglo.sajones. refiere al "sentimiento de l 
respe to" . 
Yo había destacado es te rasg'o ~jgllifi ca tivo en mi tesis cuando 
me esforzaba 'en dar cuenta de la est.ructu ra de 105 "fenómenos 
e le menta les" de la psicos is paranoica. 
B{lsleme decir que la con sideración de éstos me ll evaba a com­
pleta r el ca t¡llogo de las est.ructuras : ~ imbolismo , condensaciún 
y otras explicitadas por Freud como aquellas, diré, del modo inw­
ginario. Porque espero que muy pronto se ha de renunciar <1( 
empleo de la palabra " inconsciente" para des ign a)" lo que sc 
manifiesta en la conciencia, 
Percatúbame (y por qu é habría de dejar de pediros que O" 
remiUis a mi capítulo: 20 11<tY en el tanteo auténtico de su bús~ 
yueda un valor de testimonio), perc(\(¡',bame, digo, en la obser~ 
vación misma de mi enferma, de que resulta imlJosible situar 
con exactitud, por lil anarnnesia, la fecha y el luga r geográfico 
de cie rtas intuiciones,de ilusiones ele la memoria, ele res-enti ­
mientos convi cci onales y obj etivaciones imaginarias que sólo se 
pueden relacionar con el 11!omenlo {ecnndo del delirio tomado 
en su conjunto. Recordaré, para hacerme comprender, la erú· 
ni cél y la foto de las que la enferma huho de acordarse durante 
un o de aquellos peri odos como si la hubiesen sorprendido algu­
n os me.:,es .antes en determinado periód ico y que la co lección 
íntegra de é'ile reunida durante meses no le había permitido 
10 Tr<lducido a l rrancl'~ po r M. Lcfcl>v rc . Payo l, 1926. 
:.t) De fa 1'~ ydlofe partll1oiaqm', 2a. parte, cap, 11, pp- 202·215, '! lambiéu 
en el cap_ IV, § lU , b., pp. 3O{)·306 [De la psicosis paml10ictl en SI/S reIa cio· 
t leS COTI I¡¡ f,('t'sol/¡¡Iidod, México, Siglo XXI, 1976, pp. 188· 198 Y 241-246). 
.-­
I H 
AC ERCA 1)1:: -LA CAUSA f.lOAIl PSíQUICA 
volver a h all ar. Yo ad mit ía que tales fenómenos se dan primi. 
tivame.me CO IO O remini scencias, iteraciones. series. juegos de 
espejo, sin qu e su dato mismo se pueda situar para el suje to, 
en el espacio y el tiempo objetivos, de ninguna manera más 
precisa qne aqueJla en la que puede situa r sus sueitos. 
Asi , aproximémonos mediante un a n¡U¡sis es tructura l de un 
espacio y un tiempo imaginarios y de sus conex iones. 
Volvi'enuo él mi conoci m iento para noico, yo intentaba conce ­
bir la es tructura como red , y las relaciones de pa rticipación y 
las perspectivas en hilera, y el pal acio de los espeji smos qu e 
rein an en los limbos de ese mundo al que e l Ed ipo hace hun­
dirse en el olvid o. 
A menudo he tomado posición contra la manera azarosa en 
.{lue FrellU interpretaba sociológicamen te el descubrimi en to ca. 
pi tal para el espíl' i tu humano que Con él le debemos. Pienso 
qu e el complejo de Edipo no apareció con el o rigen del hombre 
(en el snpues to de que no sea insensalo tratar de escribir su 
historia) , sino a la vera de la histor ia, de la bistoria " hislórica" , 
en el límite de las culturas "etnográfi cas". Evidentemente, s6lo 
puede presentarse e n la forma patriarca l de la institución fami . 
liar: pero no por ello deja de tener un valor liminar inneg" ble, 
y es toy convencid o de qU'e en las Cu lturas que lo excluían su 
función la debían llenar experienLÍas iniciát icas, como aún hoy 
nos lo deja ver, por lo demás, la etIl ología. Su va lar de cierre 
d e un ciclo psíquico ata ñe a l hecho de representa r la situación 
famili ar, e n la med id a en que éSla marca denlro de lo cultural, 
por su institución, e l traslape de lo h iológico y ue lo social. 
Sin embnrgo, la es tru ctura propia del mundo humano, tal1I U 
("amo impJique la ex iM'Cncia ue objetm independ ientes del ca m. 
po actua l de las tendencia s -COIl la dobl e posibi lidad d e uso 
si mbólico y uso instrumental_, aparece en el hombre desde las 
p rimeras fa ses del desarrollo. ¿Cóm o concebir su gúresis psi.
(;o lógica? 
A la posición de un problema como éste re~ponde mi Cuns­
trucción denom inada "del estadio del espejo", o, como se querría 
(Iecir mejor, ü e la {ase del espejo. 
H ice en 1936 una comunicación al respecto dirigida forma J. 
mente a l Co ngreso de Matie nbad, a l menos hasta el punto q ue 
coincidía exactamente COn Id cu arta ll amada del minuto décimo, 
e n qu e m'e inte rrumpió .Tones, qui~1l presidía e l congreso en su 
('a rác ter de presidente de la Sociedad Psicoana lítica de Londres, 
p osición para la cual Jo ca li fi caba, sin duda, el hecho de no 
ACt--RCA DE LA CAUSALIDAD PS{QUlCA 175 
haber podido yo encontrar jamás a uno de sus colegas ingleses 
qu"C deja ra de hacerme partícipt de a lgún rasgo desagrada bl e 
de sn carácter . No obstante, los miembros del grupo vie nés, all í 
reunidos como aves a ntes de la inminente mig ración , dieron a 
mi exposición una acogida bastan te calurosa, No entregué mis 
papeles a la sec re taría enca rgada de los informes del congreso, 
y podréis ha lla r lo esencial de m i exposición en unas breves 
Hneas de mi ar tículo so bre la familia aparecido en 1938 e n la 
EncycloPéd-ie F,'an~lliseJ en e l tomo dedicado a la vida menta l.2 1 
Mi fi na li dad consiste en poner de manifiesto la conexión de 
cierto número de relaciones imaginarias fund amentales en un 
co mportamiento 'e jemplar de delerminada fase del desarrollo. 
Ese comportam iento no es otro qu e e l que tien e el niño ante 
su imagen en el espejo desde los sei s mes'es de edad, tan asomo 
broso por su d ife rencia con el del chim pancé. cuyo desa rrollo 
en la aplicación instrumental de la inteligencia es tá l'ejos de 
haber alcanzado, 
Lo que he llamado asunción triunfante de la imagen con la 
mímica j ubilosa q ue la acompañ a y la complacencia lúdi ca en e l 
control de la ü.lentiCicac ión especular, d'espués del señalamien to 
exper ime ntal más breve de la inexisten cia de la imagen tras e l 
espejo, que contras ta con los fenómenos opu'Cstos de l mono, me 
parecieron ma nifestar uno de los hechos de. capt;'lc ión ¡dentifi· 
ca toria por la imago que yo procuraba aisla r. 
R elacion ábase de la mús direc ta m anera con esa imagen d'el 
ser humano que ya había ~o encontrado e n la o rga ni zación má.'" 
a rcai ca del conoci miento human o, 
La idea se ha abierto paso, Ha dado con la de o tros inves ti. 
gadores, en tre los cual es he de citar a Lhermitte. cuyo libro, pu. 
blicado en ] 939, reunía los baHazgos de una atencic'>n de mucho 
t iempo atrás re le nida por la singularidad y la auton omía de la 
imagen del cuerpo prOPio en el psiquismo. 
En e fecto, hay en to rno de 'esa imagen una inmensa serie de 
fenómenos su bj etivos, uesde la ilusión de los amputados has ta , 
por ejempl o. las a lu ci naciones del doble, su a par ición onírica 
y las objet ivaciones delirantes a él vinculadas. Pero más impor. 
tante es aú n su autonom ía como lugar imaginario de referen cia 
de las sensaciones propiocep tivas que se pueden man ifes tar en 
la Ellc'ycl()Pédie franf(lise . fundada por A. de Monzie, tomo VIJI , diri.g¡do 
por Hcnri Wallon , segunda parle, sección A. La fami lle, especia lmenle la~ 
pp, 8'40·{5 a 8'40- 11 [lfad , esp .: La familia, Buenos Aires· Barce lona, Ed , 
Argonaula . pp. 51·57J. 
http:mental.21
http:tivame.me
176 
ACERCA DE LA CAUSALIDAD )'SíQU1CA 
todo tipo de fenóm enos, de los qu e: la ilu sión de Aristóteles no 
es más que una IllU"fs tra . 
La G eS{,alllheor;e y la fen omenología tienen su parte en el 
legajo de la imélgen en cues tión, y diverslts especies de espejis­
mos im aginarios de la psicología concreta, familiares a los psi­
COJna li stas y que van desde los juegos sexu a les hasta las ambi ­
gíiedades monlle~ , SO n caUS~1 de que se haga memoria de mi esta. 
dio del eSl'ejo por la virtud de la imogen y por obra y gracia del 
espír itu santo del lenguaje. "¡Vaya! - se sue le decir- , esto ha ce 
pen:,ar en la fmnosa historia de Laca n, e l es tadio del espejo. 
¿Qué deda , exactamen te?" 
En verdad, he llevado un poco más lejos mi concepción del 
sentido ex iMenci.l! del fen ómeno, comprendiéndolo en su rela­
ci6n con lo qu'e he denominado p1'emo.luración del na.cinúenlo 
en el h on.,d?re, o sea, en otros términos, la incompletud y el "atra­
so" del de!:iarrollo del neuroeje dunmte los primeros seis meses, 
fen6menos bien conocidos por los anatomis tas y, por Jo demás, 
patentes, desde que el hombre es hombre, en la incoordina...:i6n 
motri z y eyuilibraLOria del lactante, y que probablemente no 
c<trece de vin cu lacic'm con el proceso de felalización, en el que 
Bolk. ve el reSOrte del desarrollo superior ele las vesículas ence­
{.í licas en el hombre. 
En [unción de ese :-ttr<tso de desa rrollo <tdc¡uiere la Jlladura_ 
ción preCOl. de la percepción visual su vaJor de anticipación 
funcion (l l, de lo cual resu lta, por una p(lrte. la marcada preva­
lencia de la estructura visual en el reconocimi'ento, tan precoz, 
COmo hemos visto, ele la forma humana, mientras que. por la 
Olr.l, las probabi lidades de identifiC<ición con esta [arma reciben. 
si me está permitido decirlo, un apoyo decisivo, que V¡l a con.',:,­
tituh en el hombre ese nudo imaginario, r1bsolutamente esen ­
cial, <11 que oscuramente. y a través de las inextricables contra . 
dicciones doctrinal'es, ha no obstante <ldmirabJemente desig­
n¡.¡do el psicoan<ílisis Con el nombre de nn.rcú'ismo. 
En ese nudo yace, en efecto, la rehlc ión de la inwgen (on la 
tendencia ~uicida esencialmente expresada por el mito de Narci­
so, Esta tendencia suicida, que a nuestro ptlrecer repre;enta lo 
que Freud proc uró situa¡" en su metapsicologf<l con e l nombre 
de instinto de muertc, o bien de masoqu.ismo primm'dial, depen­
de. para nosotros, del hecho de que la muerte d'el hombre, mu­
dlO antes de reflej<ll'se, de un(l manera por lo demás siempre tan 
ambigua, en su pensamiento) se hall a por el hombre experi­
mentada en la fa ')e de miseria original que e l hombre vive, 
l ,
11&.. j ~" 
AcueA DE LA CAUSALIDAD PSíQUICA 177 
desde el traltmalismo del nacimiento hasta el fin de los prime­
ros seis meses de premat'u,ración fisiológica) y que va a repercutir 
luego en el lrou.rnolÍJmo de l d.estele . 
Es uno de los rasgos más fulgurantes de la intuición de Freud 
en el orden del mundo psíquico que haya captado el valor reve­
lador d'e los j " egos de ocultación, que son los primeros juegos 
del niflo.22 Todo el mundo los puede ver y nadie an tes de él 
había comprendido en su carácter iterativo la repetición libe ­
raclora que en ellos asume el niño respecto de toda separación 
o dc¡,tete en su condición de tales. 
Graci"ls a él podemos concebirlos como manifestadores de 
la primera vibración de esa onda estacionaria de renunciam ien­
tos que va él escandir la historia del desarrollo psíquico. 
Comienza este últ imo. y ya es tán, pues, vinculados el Yo pri­
mordial, como esencialmente alienado, y el sacrificio primitivo, 
como 'Csenci'a lmente suicida: 
Es decir, la estrucLura fundamental de la locura. 
Así, en la discordancia primordial entre el Yo y el ser parece 
que es la nOta fundamental que debe de rep'ercutir en toda una 
g;1)llél armón ica a través de las fases de la hi stori a psíquica, cuya 
runciún ha de consistir entonces en resolverla des<1IToll ándola, 
T oda resolución de 'esa discordancia mediante una coinciden­
cia ilusoria de la rea lidad con el ideal debe de resonar hasta en 
la,') profundidades del nudo imaginario de la agresión suicida 
narcisista. 
Adem<is, el espej ismo <le las apariencias en que las condicio· 
nes org;ínicas de la intoxicación) por ejemplo, pueden desempe. 
lia r Su papel, exige el inasible consentimiento d'e la libertad, 
cual ap<lrece en el hecho de que Ja locura sólo se manifiesta 
en el h ombre y con posterioridad a la "edad de razón", y de 
que aquí se verHica la intuíci6n pascal iana de que "un niño 
no C~ un hombre". 
Las primeras elecciones idenri [icatorias del niño. elecciones 
" in oce ntes" . no delerminan otra cm.a, en efecto -dejando aparte 
bs patttic;lS "fijaciones" de la "neurosis"- . que eS<l locura, grao 
(i<l ,~ a la cual el hombre se cree un hombre, 
Fórmula paradójica, que adquiere. sin embargo, su valor si 
!'e consideril que el hombre es mucho más que su cuerpo, sin po­
der dejar de saber nada más acerca de su ser. 
En ella se hace presente la ilusión fundamental de la que el 
ro En el artículo "Jcn,~cilS cles Lustprinzips", en EssoiJ (le p,l)'rl/tlr/lllyu, 
trad, c itada , pp. 18,23 [M tis rI/lIi dd jJrincipío de 1J1M'('T, A. XVt1f, pp, 7-62]. 
http:niflo.22
179 
178 ACt::kCA OE. L .... CAUSALIDAD I'S:QU ICA 
hombre es siervo, tnucho más que todas las "pas iones del cuer· 
po" en sentido canesiano; esa pasión oe ser un hombre, diré, 
que es la pasión del alma por excelencia, el na1'Cisismo~ que 
impone su estructura a tod os sus deseos, aun a los más elevados. 
En el 'encuentro del cue rpo y el espíritu, el al ma aparece como 
lo que es pa ra la t radición, es decir, como el límite de la mónada. 
Cuando el hombre, en busca del vacío del pensamiento, a van­
za por el fulgor sin sombra del espacio imaginario, abs teniéndose 
has ta de aguardar lo que en él va a surgir, un espejo si n brillo 
le mlle~ t ra una superficie en la que no se refleja nada. 
Creemos, pues, poder designar en la imago e l objeto propio de 
la psicología. exac tamenre en la misma medida en que la no ­
ción ga lileana del punto ma terial inerte ha fun dado la fí sica, 
No podemos todavía, sin embargo, captar plenamente su no­
ción, y toda es ta exposición no ha tenido otro fin que el de 
guiarnos hacia su oscura evide ncia. 
M-e parece correlativa de un espacio inextenso, es decir, 111­
divi sible, cuya intuición queda esclarecida por el progreso de 
la noción de Gestalt, y de un tiempo cerrado entre la espera 
y el sosiego, de un liempo de fa se y de repetición, 
Le da [undamento una 10rma de cau salidad, que es l;t cau­
salidad psíquica misma; la iden t.ificaóón; ésta es un fenómeno 
irredu ctible, y la ¡mago es esa forma definibl e en 'e l com plejo 
espacio-temporal imaginario que tiene por función rea li zar la 
identifi cación resolutiva de una [ase psíqui ca, esto es. una me­
tamorfosis d-e las re laciones de l indi viduo con su semejante, 
AqueJlos que no desean comprenderme me podrían rcdargüir 
que hay en ello una petición de principio y que yo planteo gra­
tuitamente la irreductibilidad del f-e nómeno a l servicio tlllico 
de una concepción del hombrc que sería complct<tmente meta­
física. 
Voy, p ues, a hablarles a los sordos, y les aporlaré hechos que 
interesará n, crco, ~u selHido de lo visible, sin que a sus ojos 
aparezcan siquiera con laminados por el espírilu ni por el ~er : 
quiero decir que iré a buscar mis hechos al mundo animal. 
Está claro que los fenóm enos psiquícos deben ponerse de ma­
nifies to si poseen una existencia independiente. y que nuestra 
ima,go debe encon trarse al menos en los animales, cuyo Urnwelt 
con ll eva, ya que no la sociedad , por lo menos la agregación de 
sus semejante~, que prescntan en sus caracteres específi cos ese 
I\ CFRCA DI'. LA CAUSALIDAD PS~QU ICA 
rasgo designado con el nombre de gregarisnw" Por lo demás. 
hace diez años, cUilndo designé la irn a.go como el "objeto psi­
C(uico" y formulé que la a pari ción del complejo freudia no mar­
ca ba una fccha cn el espiritu hum ano, en la medida en que 
conten fa la promc~a de una vcrdadera psicología. escribí al 
mi smo tiempo, en reiteradas oportunid aues, que la psi cologia 
aportaha con ell o un concepto capaz de mostrar en bio!og :a una 
fecu ndid¡Jd cuando menos igual a la de muchos o tro!';, que 'ion, 
por hallarse en uso, sensíbleme nte más inciertos, 
Aquella indi cación se vio realizada en 1939, Y com o prueba 
de ello sólo quiero dar dos "hechos", entre otros, que de allí 
en adelante han mostrado :,er numerosos, 
Pr imeran1cnre, 1939, trabajo de H arrisson, publicado en 1m 
Procec(/.mgs 01 the Royal Society.2:l 
Hace ya mucho que se sabe que la paloma hembra , a islada 
de sus congéneres, no ovula, 
Las experiencias de H arris:-.on demu-eslran que la ovuhtciún 
c-,tú dc terminada por la visión de la [orm¡l específi ca del CO I1 ­
g'énere, con exclusiéln de tod a a rra forma sensorial de la percep­
ciún y sin que sea necesari o que se tra te de la visión de un macho, 
UlJjcada~ en un mi~ l1lo recinto CO Il individuos de ambos sexo:-., 
pero en jaula., fahri cadas de manera ta l q ue los sujetos no se 
puedan '\'c r, tli n dejar de percibir sin obstácu lo algun o sus gri ­
LO~ y ~ 1I olor, las hembras no ovu lan , A la in versa, es tl ufiá ente 
que do~ suj etos pu<.....dan contemplar~e, as í sea a través de un" 
I/acél de vidrio que basta para itnpedir todo üescnGloeuamienlo 
del j uego del cOl're jo, estando la pareja as í separada compuesta 
por dm hemhras. para que e l fenú lll eno de ovula ción se desen­
GHlene de ntro de plazos que varían: de doce dias, en el (etSO 
de l macho y la he mhra con el vidrio inle "puesto, a d os meses. 
en e l dc do~ hemb ra,,;, 
Pero hay un punto aú n m¡.ís notahle:la mera vbión por el 
a nimal de su propia imagen en el espej o basta para desenca ­
de nar la ovulaci6n al GIbo de dos Illeses y n1'edio, 
Olro inve:-, ti g¡.Hlor ha ~e Ji a laoo que 1,1 ~ecredón de leche en 
b :, bol sa~ del macho, q ue Tl onnahnentc ~e produce en oportU­
nidad del rompimie nto de los hucvo~, no se produce si el ani ­
lHal 11 0 puede "er ,1 la hembra e mpollé, nd olos, 
So ('., serie g (fi iHlogic:1i C;óC'))C('<;). núm, 84;; , 3- dc fC'hrc ro <le 
~" l'nH" Rfll, 
1939, vol. 12fi, L oJlt lrl:ll, 
http:arris:-.on
180 
ACEP.CA DE LA CAUSA LIDAD I'SIQU ICA 
Segundo grupo ele hechos, en un trabajo de Chauvin. 1941, 
en los An,na/es de la Société Ent omologique de France.'JA 
Esta vez se trata de una de esas especies de insectos cuyos 
individuos presentan dos variedades muy diferentes, ya sea que 
pertenezcan a un tipo denominado solitario o a un tipo llamado 
grftgario. Con toda exactitud, se tra ta del sa ltamontes peregrino, 
es decir, de una de las especies llamadas vu lgarmente langostas 
yen las que el fenómeno de la nube eSlá vinculado a la apari. 
ción d'el tipo gregario. Chauvin ha estudiado esas dos varieda­
des en este tipo de saltamontes, clasificado como Sc}¡,ülocerca 
que presentau, como por lo demás entre las Locusta y otras es­
J 
pecies vecinas, profundas diferencias tanto resp-ecto de los Íns­
ti n tos -dejo sexua l, voracidad, agitación motriz- como rcspec. 
to de su morfología, ta l cual aparece en los índices bi ométricos, 
y de la pigmentacióll que forma el ornato ca racterís tico de las 
dos vari'edades. 
Para detenernos sólo en este úhimo carácter, señabrc que 
entre los Schislocerca el tipo solitario es verde uniforme en todo 
su desarrollo, que abarca fÍnco estadios larvarios, mie nlr~ s que 
el tipo gregario pasa por varias especies de colores seglm los 
estadios, con algunas estrfas negras en diferentes partes del cuer. 
po, una de las más constantes de las cuales va sobre el fémur 
posterior. Pero no exagero al decir que, con independencia de 
estas características, muy llamativas, ]05 insectos difieren hioló. 
gicamcnte de cabo a rabo. 
En este ins-ec to se comprueba que la aparición del tipo grey 
gario está determinada por la percepci6n, durante los pr imeros 
periodos larvarios, de la forma característica de la especie: por 
tanto, dos individuos so litarios pues tos en compañía evolucio­
narán hacia el tipo gregario. Graci as a una serie de experie ncias 
- cría en la oscuridad, secciones aisladas de los palpos, de las 
antenas, etcétera- se ha podido localizar con toda precisión esa 
percepción a la vista y al tacto, con exclusión del olfato. del 
oído y de la participación agi tatoria. No es forzoso que Jos in. 
dividuos puestos eu presencia sean del mismo estado larvario 
y reaccionen de la misma manera a la presencia de un adulto. 
La presencia de un adu lto de alguna especie vecina, como la 
Locu.rta , determina de igual mooo el gregarismo; no ocun-e así 
en el caso de un Gryllus, que es una especie m¡.is lejana. 
Tras una discusión en profundid ad, Chauvin se ha visto lle 
M 
Ilol 1941 , Icreer trimestre, pp. 133 Y 272. 
'a....I.. l.~ 
ACERCA UE LA Ci\USI\LlOAO PSíQUICA 181 
vado a hacer intervenir la noción de una forma y de un movi­
miento específi cos, caracterizados por cierto "estilo", fórmula 
tanto menos sospechosa en él cuanto que no parece pensar en 
relacionarla con las nociones de la Gestalt. Dejo que diga su 
conclusión, en términ os que han de mostrar su escasa propen· 
si(ln metafísica: "Preciso es que haya allí -dice- una especie 
de reconoc imiento, por rudimentario que se lo suponga . Ahora 
bien ¿cómo hablar de reconocimiento -añade- sin sobrenten· 
der un mecanismo tJsico¡isiológico?"" ¡Que tal es el pudor del 
fisiólogo! 
Pero eso no es todo. Algunos gregarios nacen del ayuntam ien­
to de dos soli tarios. en una proporción que depende del tiempo 
durante el cual se les permita a éstos tratarse. Además, las exci· 
taciones $'e sum~n de tal modo, que, a medida de la repetición 
de los ayuntamientos tras algunos intervalos, la proporción de 
los gregarios que nacen aumenta. 
Inversamente, la supresión de la acción morfógena de la ima­
gen a(;¡rrea la progresiva reducción del número de los grega· 
rios den lro del linaje. 
Aunque las ca rac terísticas sexua les del gregario adulto caigan 
bajo las condi ciones que ponen aún mejor de manifiesto la ori· 
gillalidad del papd de la imago especifica en el fenómeno que 
aca bamos de describir, me disgustaría proseguir más tiempo en 
e~tc terreno dentro de un informe que tiene por objeto la cal!· 
salidad psíquica en las locuras. 
Tan sólo deseo destacar en esta ocasión el hecho no menos 
<; ignifica tivo de que, contrariamente a 10 que Henri Ey ll ega 
.:l. decir en a lguna parte, no hay paralelismo alguno entre la 
dj[erenciaci6n anatómica del sistema nervioso y la riqueza de 
I;J S manifestaciones psíquicas, así sean de inteligencia , como )0 
demuestra un número inmenso de hechos del comportamiento 
'entre los animales in feriores. Tal , por ejemplo, el cangrejo de 
mar, cuya habilidad en el uso de las incidencias mecánicas 
cuando tiene que valerse de un mejillón me he complacido en 
celebrar en mis conferencias 'en reiteradas oportunidades, 
A punto de terminar, me agradaría que este breve discurso sobre 
la ¡mago os haya parecido, no una irónica apuesta, si no, cierta­
mente, lo que él expresa: una amenaza para el hombre, porque 
:I! Loe. cil., p. 25 1. La .~ cursi ... a~ son nueslras. 
183 
1 8~ ACERCA DE LA C..\USALlDAD l'sfQ.UICA 
e l ha ber reconocido la dista ncia in cuantificablc de la imlJ"go y 
el ínfimo fi lo de la libertad como decisivos de la locura n o 
basta aún para permitirnos sanar ésta; tal vez no esté lejos el 
tiempo en que nos permitid provocarla. Si nada puede g<lfan· 
tizarnos que no hemos de perdernos en un movimien to libre 
hacia lo verdadero, basta un papirotazo para asegu rarnos que 
cambiaremos lo verdJ.dero en locura. Enton ces habremos pasado 
del ca mpo de la causalid ad metaHsi ca, del que podemos mofar­
nos, al de la técnica cienLÍfica, que n o se presta a risa. 
Ya han aparecido por aquí y por allá algu nos balbuceos de 
empresa semejante, El arte de la imagen podrá actua r dentro 
de poco sobre los va lores de la ¡mago, y un día se sa br;í, de e n­
cargos en serie de "idea les" a prueba de la cr íti ca; entonces 
h abrá adquir ido todo su sentido el ró tulo "garantía verdadera" , 
N i la intención ni la empresa s'er{(n nuevas¡ -:>Í sU forma sis­
temática. 
["fientras aguardamos, os propongo poner en ecuac iones es­
tructuras de lirantes y métodos terapéu li cos aplicados a las psico­
sis, en función de los principios aquí desarro l1ados, 
- a partir del ridículo apego al objeto de reiv ind icación , pa­
sando por la tensión cruel de la fijación hipocondriaca, hasta 
el fondo suicida de l delirio de las negaciones, 
- a partir del va lor seda tivo de la explicación médica, pasa n­
do por la acción de ru ptura de la epil"epsia provocada, hasta la 
catarsis narcisista del análisis. 
Ha sid o suficiente considerar con reflexión algunas "ilusiones 
ópticas" para fundar una teoría de la Geslall. que arroja resul ­
tad os que pueden pasar por pequeñas maravillas; por ejem plo. 
prever el fenómeno siguiente: en un dispositivo compuesto por 
seClore,c¡ pintados de azul y q ue gira ante una panta ll a mitad 
negra y mitad amarilla, ,!;egún veamos o no e l dispositivo, o 
sea, por la mera virtud de una acomodación del pensamiento, 
los colores permanecen aislados o se mezcl an, y vemos los dos 
colores de la panta lla a través de un remolin o azul , o bien 
vemos COmpOlI'erSe un azu l-n egro y un gris, 
Juzgad, pues, acerca de lo q ue podría ofrecer a las fa cul tades 
comb in atori as un a teoría que se refiere a la relación mi sma del 
ser con el mundo, si adq uiriese a lguna 'exac litud . Dedos, cier­
tamente, que es seguro qu e la percepci ón visual de un hombre 
formado en un com plejo cultural completamente diferCnte

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