Logo Studenta

Lacan, Jacques - Obras Completas 03 _ Seminario 1

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Los escritos técnicos de Freud
Apertura 18 de Noviembre de 1953
Clase 1 Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud. 
13 de Enero de 1954
Clase 2 Primeras intervenciones sobre el problema de la resistencia.
20 y 27 de Enero de 1954
Clase 3 La resistencia y las defensas. 
7 de Enero de 1954
Clase 4 El yo y el otro yo. 
3 de Febrero de 1954
Clase 5 Introducción y respuesta a una exposición de Jean Hyppolite sobre la
Verneinung de Freud. 
10 de Febrero de 1954
Clase 6 Análisis del discurso y análisis del yo. 
17 de Febrero de 1954
Clase 7 La tópica de lo imaginario. 
24 de Febrero de 1954
Clase 8 ¡El lobro! El lobo!. 
10 de Marzo de 1954
Clase 9 Sobre el narcisismo. 
17 de Marzo de 1954
Clase 10 Los dos narcisismos. 
24 de Marzo de 1954
Clase 11 Ideal del Yo y Yo-Ideal. 
31 de Marzo de 1954
Clase 12 Zeitlich-Entwickelungsgeschichte. 
7 de Abril de 1954
Clase 13 La báscula del deseo. 
5 de Mayo de 1954
Clase 14 Las fluctuaciones de la libido. 
12 de Mayo de 1954
Clase 15 El núcleo de la represión. 
19 de Mayo de 1954
Clase 16 Primeras intervenciones sobre Balint. 
26 de Mayo de 1954
Clase 17 Relación de objeto y relación intersubjetiva. 
2 de Junio de 1954
Clase 18 El orden simbólico. 
9 de Junio de 1954
Clase 19 Función creadora de la palabra. 
16 de Junio de 1954
Clase 20 De locutionis significatione. 
23 de Junio de 1954
Clase 21 La verdad surge de la equivocación. 
30 de Junio de 1954
Clase 22 El concepto del análisis. 
7 de Julio de 1954
18 de Noviembre de 1953
El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada.
Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los
alumnos les toca buscar la respuesta a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex
cathedra una ciencia ya constituida, da la respuesta cuando los alumnos están a punto de
encontrarla.
Esta enseñanza es un rechazo de todo sistema. Descubre un pensamiento en movimiento:
que, sin embargo, se presta al sistema, ya que necesariamente presenta una faz
dogmática. El pensamiento de Freud está abierto a revisión. Reducirlo a palabras gastadas
es un error. Cada noción posee en él vida propia. Esto precisamente es lo que se llama
dialéctica.
Algunas de estas nociones fueron, en cierto momento, para Freud, indispensables, pues
respondían a una pregunta que él había planteado, anteriormente, en otros términos.
Su valor sólo se capta cuando se las re-situa en su contexto.
Pero no basta hacer historia, historia del pensamiento, y decir que Freud surgió en un siglo
de cientificismo. En efecto, con La Interpretación de los sueños, es re-introducido algo de
esencia diferente, de densidad psicológica concreta, a saber el sentido.
Desde el punto de vista cientificista, Freud pareció entonces coincidir con el más arcaico
pensar: leer algo en los sueños. Retornó luego a la explicación causal. Pero, cuando se
interpreta un sueño, estamos siempre de lleno en el sentido. Es la subjetividad del sujeto,
sus deseos, su relación con su medio, con los otros, con la vida misma, lo aquí
cuestionado.
Nuestra tarea, aquí, es re-introducir el registro del sentido, registro éste que debe ser
reintegrado a su nivel propio.
Brucke, Ludwig, Helmholtz, Du Bois-Reymond, habían constituido una especie de pacto de
fe: todo se reduce a fuerzas físicas, las de atracción y las de repulsión. Cuando se eligen
estas premisas no hay razón alguna para abandonarlas. Si Freud las abandonó, fue por
haber confiado en otras. Osó atribuir importancia a lo que le ocurría a él, a las antinomias
de su infancia, a sus trastornos neuróticos, a sus sueños. Por ello, es Freud, para todos
nosotros, un hombre situado como todos en medio de todas las contingencias: la muerte,
la mujer, el padre.
Esto constituye un retorno a las fuentes que apenas merece el título de ciencia. Con el
psicoanálisis sucede como con el arte del buen cocinero que sabe cómo trinchar el animal,
cómo separar la articulación con la menor resistencia. Se sabe que existe, para cada
estructura, un modo de conceptualización que le es propio. Mas como se entra así en el
sendero de las complicaciones, hay quienes se atienen a la noción monista de una
deducción del mundo. Así, uno se extravía.
Es preciso entender que no disecamos con un cuchillo, sino con conceptos. Los conceptos
poseen su orden original de realidad. No surgen de la experiencia humana, si así fuera
estarían bien construidos. Las primeras denominaciones surgen de las palabras mismas,
son instrumentos para delinear las cosas. Toda ciencia, entonces, permanece largo tiempo
en la oscuridad, enredada en el lenguaje.
En primer lugar existe un lenguaje ya acabado, del que nos servimos cual si fuese una
mala herramienta. De vez en cuando se producen vuelcos: del flogisto al oxígeno, por
ejemplo. Pues Lavoisier contribuye, a la vez, con el flogisto y con el concepto correcto, el
oxígeno. La raíz de la dificultad estriba en que sólo pueden introducirse símbolos,
matemáticos u otros, gracias al lenguaje cotidiano, pues es preciso explicar cómo se los va
a utilizar. Estamos pues en cierto nivel del intercambio humano, en este caso en el nivel
del terapeuta. Freud está allí a pesar de su denegación. Pero, como lo mostró Jones, se
impuso desde el inicio la ascesis de no caer en el dominio especulativo, al que su
naturaleza le inclinaba. Se sometió a la disciplina de los hechos, al laboratorio. Se alejó del
mal lenguaje.
Consideremos ahora la noción de sujeto. Cuando se la introduce, se introduce el sí mismo.
El hombre que les habla es un hombre como los demás: hace uso del mal lenguaje. El sí
mismo está entonces cuestionado.
Así, Freud sabe desde el comienzo que sólo si se analiza progresará en el análisis de los
neuróticos. La importancia creciente actualmente atribuida a la contratransferencia implica
el reconocimiento de que, en el análisis, no sólo está el paciente. Hay dos; y no solamente
dos.
Fenomenológicamente, la situación analítica es una estructura, es decir que sólo gracias a
ella son aislables, separables, ciertos fenómenos. Es otra estructura, la de la subjetividad,
la que crea en los hombres la idea de que pueden comprenderse a sí mismos.
Ser neurótico puede pues ser útil para llegar a ser un buen psicoanalista, y al comienzo,
esto le sirvió a Freud. Producimos sentido, contra-sentido, sin-sentido, como Monsieur
Jourdain su prosa. Aún hacía falta encontrar allí los lineamientos de la estructura. También
Jung, maravillándose, re-descubre en los símbolos de los sueños y de las religiones,
ciertos arquetipos propios de la especie humana. Esta también es una estructura; pero
distinta a la estructura analítica.
Freud introdujo el determinismo peculiar de esta estructura. De allí la ambigüedad presente
por doquier en su obra. ¿El sueño, por ejemplo, es deseo o reconocimiento del deseo? O
más aún, el ego es, por un lado, un huevo vacío diferenciado en su superficie por el
contacto con el mundo de la percepción, pero es también cada vez que nos topamos con
él, quien dice «no» o yo (moi) , yo (je)(1), quien habla a los otros, quien se expresa en
diferentes registros.
Vamos a seguir las técnicas de un arte del diálogo. Como el buen cocinero, tenemos que
saber qué articulaciones, qué resistencias encontramos.
El super-ego es una ley sin sentido aún cuando no tiene más fundamento que el lenguaje.
Si digo «tú irás hacia la derecha», es para permitir al otro acordar su lenguaje con el mío.
Pienso en lo que está pensando en el momento en que le hablo. Este esfuerzo por
encontrar un acuerdo constituye la comunicación propia del lenguaje. Este tú es tan
fundamental que su intervención es previa a la conciencia. Por ejemplo, la censura, que es
intencional, actúa antes que la conciencia, funciona vigilante. Tú no es una señal, sino una
referencia al otro, es orden y amor.
Del mismo modo, el ideal del yo es un organismo de defensa perpetuado por el yo para
prolongar la satisfacción del sujeto. Pero es también la función más deprimente en el
sentidopsiquiátrico del término.
El id no es reducible a un puro dato objetivo, a las pulsiones del sujeto. Nunca un análisis
culminó en la determinación de tal o cual índice de agresividad o erotismo. El punto al cual
conduce el progreso del análisis, el punto extremo de la dialéctica del reconocimiento
existencial, es: Tú eres esto. Este ideal, de hecho, nunca es alcanzado.
El ideal del análisis no es el completo dominio de sí, la ausencia de pasión. Es hacer al
sujeto capaz de sostener el diálogo analítico, de no hablar ni demasiado pronto, ni
demasiado tarde. A esto apunta un análisis didáctico.
Se denomina razón a la introducción de un orden de determinaciones en la existencia
humana, en el orden del sentido. El descubrimiento de Freud es el re-descubrimiento, en
un terreno virgen, de la razón.
NOTA DEL
TRADUCTOR
NOTA DEL TRADUCTOR
La continuación de esta lección falta, al igual que todas las lecciones de finales del año
1953.
Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud.
13 de Enero de 1954
El seminario. La confusión en el análisis. La historia no es el pasado. Teorías del ego.
Introduciré con mucho gusto este año, en el que les deseo la mejor suerte, diciéndoles:
¡se acabaron las bromas!
Durante el último trimestre, sólo han tenido que escucharme; les anuncio solemnemente
que en este trimestre que comienza, cuento con, espero, me atrevo a esperar, que,
también yo, los escucharé un poco.
Es la ley misma, y la tradición del seminario que quienes participan en él aporten algo más
que un esfuerzo personal: una colaboración a través de comunicaciones efectivas. La
colaboración sólo puede venir de quienes están interesados del modo más directo en este
trabajo, de aquellos para quienes estos seminarios de textos tienen pleno sentido, de
quienes están comprometidos, de diferentes modos, en nuestra práctica. Esto no excluirá
que obtengan las respuestas que dentro de mis posibilidades pueda darles.
Me interesaría especialmente que todos y todas, en la medida de sus medios, a fin de
contribuir a este nuevo estadio del seminario, dieran el máximo. Este máximo consiste en
que, cuando interpele a tal o cual pala encomendarle una parte precisa de nuestra tarea
común, éste no responda con aire aburrido que, precisamente, tiene esta semana
ocupaciones particularmente importantes.
Me dirijo aquí a quienes forman parte del grupo de psicoanálisis que representamos.
Quisiera que captaran que si éste est constituido como tal, con carácter de grupo
autónomo, lo est en función de una tarea que implica para cada uno de nosotros nada
menos que el porvenir.: el sentido de todo lo que hacemos y tendremos que hacer durante
el resto de nuestra existencia. Si no vienen aquí a fin de cuestionar toda su actividad, no
veo por qué est n ustedes aquí. ¿Por qué permanecerían ligados a nosotros, en lugar de
asociarse a una forma cualquiera de burocracia, quienes no sintiesen el sentido de nuestra
tarea?
1
Estas reflexiones son particularmente pertinentes, a mi parecer, en el momento en que
vamos a abordar lo que habitualmente se denomina los Escritos Técnicos de Freud.
Escritos Técnicos es un término ya establecido por cierta tradición. Estando Freud aún en
vida, apareció bajo el título de Kleine Neurosen Schrifte , un pequeño volumen in octavo,
que escogía cierto número de escritos de Freud, comprendidos entre 1904 y 1919, cuyo
título, presentación, y contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico.
Lo que motiva y justifica esta forma es la necesidad de alertar al practicante inexperto,
quien querría precipitarse al análisis, y a quien hay que evitarle ciertas confusiones
respecto a la práctica del método, y también respecto a su esencia.
Se encuentran en estos escritos pasajes de suma importancia para captar el progreso que
ha conocido en el curso de estos años la elaboración de la práctica. Gradualmente vemos
aparecer nociones fundamentales para comprender el modo de acción de la terapéutica
analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de acción e
intervención en la transferencia, e incluso, hasta cierto punto, el papel esencial de la
neurosis de transferencia. Es inútil pues subrayar aún más el peculiar interés que tiene
este pequeño conjunto de escritos.
Ciertamente este agrupamiento no es completamente satisfactorio, y el término escritos
técnicos no es quizás el que le da su unidad. Unidad que, no por eso, es menos efectiva.
El conjunto es el testimonio de una etapa en el pensamiento de Freud. Lo estudiaremos
desde esa perspectiva.
Estos textos constituyen una etapa intermedia. Ella continúa el primer desarrollo que
alguien, analista cuya pluma no siempre es acertada, pero que en esta ocasión hizo un
feliz hallazgo, bello incluso, denominó la experiencia germinal de Freud. Precede a la
elaboración de la teoría estructural.
Los orígenes de esta etapa intermedia deben situarse entre 1904 y 1909.
En 1904, aparece el artículo sobre el método psicoanalítico, hay quienes sostienen que
surge allí por primera vez la palabra psicoanálisis; esto es falso pues Freud ya la había
utilizado mucho antes, aún cuando es empleada allí de modo formal, y en el título mismo
del artículo. 1909, momento de las conferencias en la Clark University, del viaje de Freud a
América, acompañado de su hijo, Jung.
Si retornamos las cosas en el año 1920, vemos elaborarse la teoría de las instancias, la
teoría estructural, o como Freud también la llamó, metapsicológica. Es este otro desarrollo
de su experiencia y su descubrimiento que nos ha legado.
Como pueden ver, los escritos llamados técnicos se escalonan entre estos dos desarrollos.
Esto es lo que les confiere su sentido. Es una concepción errónea creer que su unidad
surge del hecho de que Freud habla en ellos de técnica.
En cierto sentido, Freud nunca dejó de hablar de técnica. Basta evocar ante ustedes los
Studien über Hysterie, que no son más que una larga exposición del descubrimiento de la
técnica analítica. La vemos allí en formación; esto es lo que le da su valor. Por ellos habría
que empezar si quisiera hacerse una exposición completa, sistemática, del desarrollo de la
técnica en Freud. La razón por la cual no he tomado los Studien über Hysterie es sencilla;
no son fácilmente accesibles(2) -ya que no todos leen alemán, ni siquiera inglés-
ciertamente existen otras razones, además de estas razones circunstanciales, que hacen
que haya preferido más bien los Escritos Técnicos.
Incluso en La Interpretación de los sueños, se trata todo el tiempo, constantemente, de
técnica. No hay obra alguna, dejando de lado lo que ha escrito sobre temas mitológicos,
etnográficos, culturales, donde Freud no aporte algo sobre la técnica. Inútil también es
subrayar que un artículo como Análisis terminable e interminable, aparecido hacia 1934, es
uno de los artículos más importantes en lo que a técnica se refiere.
Quisiera ahora acentuar la actitud que me parece deseable mantener, este trimestre, en el
comentario de estos escritos. Es necesario fijarla desde hoy.
2
Obtendremos, evidentemente, una completa satisfacción si consideramos que estamos
aquí para inclinarnos con admiración ante los textos freudianos, y maravillarnos.
Estos escritos son de tal frescura y vivacidad, que nada tienen que envidiar a otros escritos
de Freud. Su personalidad se revela aquí a veces de modo tan directo que es imposible
dejar de encontrarla. La simplicidad y la franqueza del estilo son ya, por sí mismas, una
especie de lección.
Particularmente, la soltura con que encara el problema de las reglas prácticas que se
deben observar, nos permite ver en qué medida ellas eran, para Freud, un instrumento, en
el sentido en que se dice una herramienta hecha a medida. En suma dice, está, hecha a la
medida de mi mano, y así es como yo suelo agarrarla. Otros quizá preferirían un
instrumento ligeramente diferente, más adecuado a su mano. Encontrarán pasajes que
expresan esto aún más netamente de lo que yo lo hago en esta forma metafórica.
La formalizaciónde las reglas técnicas es tratada así en estos escritos con una libertad
que por sí sola es enseñanza suficiente, y que brinda ya en una primera lectura su fruto y
recompensa. Nada más saludable y liberador. Nada muestra mejor que la verdadera
cuestión se halla en otro lado.
Esto no es todo. Existe, en el modo en que Freud nos transmite lo que se podría
denominar las vías de la verdad de su pensamiento, otro aspecto, que se descubre en
algunos pasajes que aparecen quizás en segundo plano, pero que son no obstante
notables. El carácter doliente de su personalidad, su sentimiento de la necesidad de
autoridad; acompañado en él de cierta depreciación fundamental de lo que puede esperar,
quien tiene algo que transmitir o enseñar, de quienes lo escuchan y siguen. En muchos
sitios aparece cierta desconfianza profunda respecto al modo en que se aplican y
comprenden las cosas. Creo incluso, ustedes lo verán, que se encuentra en él una
depreciación muy particular de la materia humana que le ofrece el mundo contemporáneo.
Esto, seguramente, es lo que nos permite vislumbrar porqué Freud ejerció concretamente
el peso de su autoridad para asegurar, así creía él, el porvenir del análisis, exactamente a
la inversa de lo que sucede en sus escritos. Respecto a todos los tipos de desviaciones,
pues eso era, que se manifestaron, fue exclusivista, e imperativo en el modo en que dejó
organizarse a su alrededor la transmisión de su enseñanza.
Esto no es sino una aproximación a lo que puede revelársenos en esta lectura sobre el
aspecto histórico de la acción y la presencia de Freud. ¿Nos limitaremos acaso a este
registro? Ciertamente no, aunque más no sea por la sola razón de que sería asaz
inoperante a pesar del interés, el estímulo, el agrado, el esparcimiento que de él podemos
esperar.
Hasta ahora he enfocado siempre este comentario de Freud en función de la pregunta
¿qué hacemos cuando hacemos análisis? El análisis de estos breves escritos continuar
en el mismo estilo. Partir pues de la actualidad de la técnica, de lo que se dice, se escribe,
y se practica en relación a la técnica analítica.
Ignoro si la mayoría de ustedes- espero que al menos una parte sí- ha tomado conciencia
de lo siguiente. Cuando, hoy en día- me refiero a 1954, este año tan joven, tan nuevo-
observamos cómo los distintos practicantes del análisis piensan, expresan, conciben su
técnica, nos decimos que las cosas han llegado a un punto que no es exagerado
denominar la confusión m s radical. Les informo que, actualmente, entre quienes son
analistas y piensan (lo que ya restringe el círculo) no hay quizás ni uno que, en el fondo,
esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que
apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis.
Hasta tal punto es así que podríamos divertirnos jugando a comparar las concepciones
más extremas: veríamos cómo culminan en formulaciones rigurosamente contradictorias.
Esto, sin siquiera recurrir a los aficionados a las paradojas que, por otra parte, no son tan
numerosos. El tema es suficientemente serio como para que los distintos teóricos lo
aborden sin ingenio alguno, y así el humor está ausente, en general, de sus
elucubraciones sobre los resultados terapéuticos, sus formas, sus procedimientos y las
vías por las que se obtienen. Se contentan con aferrarse a la barandilla, al pretil de algún
fragmento de la elaboración teórica de Freud. Sólo esto le ofrece a cada uno la garantía
de estar aún en comunicación con sus compañeros y colegas. Sólo gracias al lenguaje
freudiano se mantiene un intercambio entre practicantes que tienen concepciones
manifiestamente muy diferentes de su acción terapéutica, y aún más, acerca de la forma
general de esa relación interhumana que se llama psicoanálisis.
Como ven, cuando digo relación interhumana coloco las cosas en el punto al que han
llegado en la actualidad. En efecto, elaborar la noción de la relación entre analista y
analizado, tal es la vía en la que se comprometieron las doctrinas modernas intentando
encontrar una base adecuada a la experiencia concreta. Esta es, ciertamente, la dirección
más fecunda desde la muerte de Freud. M. Balint la denomina two bodies' psychology,
expresión que, por otra parte, no es suya, ya que la tomó del difunto Rickman, una de las
pocas personas que, después de la muerte de Freud, ha tenido en los medios analíticos
un poco de originalidad teórica. En torno a esta fórmula pueden reagruparse fácilmente
todos los estudios sobre la relación de objeto, la importancia de la contratransferencia y
cierto número de términos conexos, entre ellos en primer lugar el fantasma. La
inter-reacción imaginaria entre analizado y analista es entonces algo que deberemos tener
en cuenta.
¿Significa esto que es una vía que nos permite situar correctamente los problemas? En
parte sí. En parte no.
Es interesante promover una investigación de este tipo, siempre y cuando se acentúe
adecuadamente la originalidad de lo que está en juego respecto a la one body's
psychology, la psicología constructiva habitual. ¿Pero, basta afirmar que se trata de una
relación entre dos individuos? Podemos percibir aquí el callejón sin salida hacia el cual se
ven empujadas actualmente las teorías de la técnica.
Por el momento no puedo decirles más, aún cuando, quienes están familiarizados con este
seminario deben, sin duda, comprender que, sin que intervenga un tercer elemento, no
existe two bodies' psychology. Si se toma la palabra tal como se debe, como perspectiva
central, la experiencia analítica debe formularse en una relación de tres, y no de dos.
Esto no quiere decir que no puedan expresarse fragmentos, trozos, pedazos importantes
de esta teoría en otro registro. De este modo se captan las dificultades que enfrentan los
teóricos. Es fácil comprenderlos: si, efectivamente, debemos representamos el fundamento
de la relación analítica como triádico, existen varias maneras de elegir en esta tríada dos
elementos. Se puede acentuar una u otra de las tres relaciones duales que se establecen
en su interior. Este ser, ya verán, una manera práctica de clasificar cierto número de
elaboraciones teóricas que son datos de la técnica.
3
Es posible que todo esto pueda parecerles por el momento un poco abstracto y, para
introducirlos en esta discusión, quiero intentar decirles algo más concreto.
Evocaré rápidamente la experiencia germinal de Freud, de la que hace un instante les
hablé, ya que en suma ella fue en parte el objeto de nuestras lecciónes del último
trimestre, enteramente centrado alrededor de la noción de que la reconstitución completa
de la historia del sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso
analítico.
Creo haberles demostrado que éste es el punto de partida de Freud. Para él siempre se
trata de la aprehensión de un caso singular. En ello radica el valor de cada uno de sus
cinco grandes psicoanálisis. Los dos o tres que ya hemos examinado, elaborado, trabajado
juntos los años anteriores, lo demuestran. El progreso de Freud, su descubrimiento, está
en su manera de estudiar un caso en su singularidad.
¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él,
el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración
por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una
dimensión que supera ampliamente los límites individuales. Lo que hemos hecho juntos,
durante estos últimos años, es fundar, deducir, demostrar esto en mil puntos textuales de
Freud.
Esta dimensión revela cómo acentuó Freud en cada caso los puntos esenciales que la
técnica debe conquistar; puntos que llamaré situaciones de la historia. ¿Acaso es éste un
acento colocado sobre el pasado tal como, en una primera aproximación, podría parecer?
Les mostré que no era tan simple. La historia no es el pasado. La historia es el pasado
historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado.
El caminode la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una búsqueda de
restitución del pasado. Esta restitución debe considerarse como el blanco hacia el que
apuntan las vías de la técnica.
Verán indicada a lo largo de toda la obra de Freud, en la cual como les dije las
indicaciones técnicas se encuentran por doquier, cómo la restitución del pasado ocupó
hasta el fin, un primer plano en sus preocupaciones. Por eso, alrededor de esta restitución
del pasado, se plantean los interrogantes abiertos por el descubrimiento freudiano, que no
son sino los interrogantes, hasta ahora evitados, no abordados -en el análisis me refiero- a
saber, los que se refieren a las funciones del tiempo en la realización del sujeto humano.
Cuando volvemos al origen de la experiencia freudiana -cuando digo origen no digo origen
histórico, sino fuente- nos damos cuenta que esto mantiene siempre vivo al análisis, a
pesar de los ropajes profundamente diferentes con que se lo viste. Freud coloca siempre,
una y otra vez, el acento sobre la restitución del pasado, aún cuando, con la noción de las
tres instancias -verán que también podemos decir cuatro- da al punto de vista estructural
un desarrollo considerable, favoreciendo así cierta orientación que, cada vez más, centrar
la relación analítica en el presente, en la sesión en su actualidad misma, entre las cuatro
paredes del análisis.
Para sostener lo que estoy diciendo, me basta evocar un artículo que publicaba en 1934,
Konstruktionen in der Analyse, en el que Freud trata, una y otra vez, la reconstrucción de
la historia del sujeto. No encontramos ejemplo más carácterístico de la pers istencia de este
punto de vista de una punta a otra de la obra de Freud. Hay allí una insistencia última en
este tema pivote. Este artículo es la esencia, la cima, la última palabra de lo que
constantemente se halla en juego en una obra tan central como El hombre de los lobos:
¿cuál es el valor de lo reconstruido acerca del pasado del sujeto?
Podemos decir que Freud llega allí -pero se siente claramente en muchos otros puntos de
su obra- a una concepción que emergía en los seminarios que realizamos el último
trimestre, y que es aproximadamente la siguiente: que el sujeto reviva, rememore, en el
sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es en
sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.
Existen sobre este punto fórmulas sorprendentes. Después de todo -escribe Freud-
Traüme, los sueños, sind auch erinnern , son también un modo de recordar. Incluso llegar
a decir que los recuerdos encubridores mismos son, después de todo, representantes
satisfactorios de lo que está en juego. Es cierto que en su forma manifiesta de recuerdos
no lo son, pero si los elaboramos suficientemente nos dan el equivalente de lo que
buscamos.
¿Ven ustedes adónde arribamos? En la concepción misma de Freud, arribamos a la idea
de que se trata de la lectura, de la traducción calificada, experimentada, del criptograma
que representa lo que el sujeto posee actualmente en su conciencia -¿qué diré?, ¿de él
mismo? No solamente de él mismo- de él mismo y de todo, es decir del conjunto de su
sistema.
Hace un momento les dije, que la restitución de la integridad del sujeto se presenta como
una restauración del pasado. Sin embargo, el acento cae cada vez más sobre la faceta de
reconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia en el sentido que suele llamarse
afectivo. En los textos de Freud encontramos la indicación formal de que lo exactamente
revivido- que el sujeto recuerde algo como siendo verdaderamente suyo, como habiendo
sido verdaderamente vivido, que comunica con él, que él adopta- no es lo esencial. Lo
esencial es la reconstrucción, término que Freud emplea hasta el fin.
Hay aquí algo muy notable, que sería paradójico, si para acceder a ello no tuviéramos idea
acerca del sentido que puede cobrar en el registro de la palabra, que intento promover
aquí como necesario para la comprensión de nuestra experiencia. Diré, finalmente, de qué
se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.
Hablo de lo que esta en Freud. Esto no quiere decir que tenga razón, pero esta trama es
permanente, subyace continuamente al desarrollo de su pensamiento. Nunca abandonó
algo que sólo puede formularse en la forma que acabo de hacerlo -reescribir la historia-
fórmula que permite situar las diversas indicaciones que brinda a propósito de pequeños
detalles presentes en los relatos en análisis.
4
Podría confrontar la concepción freudiana que les expongo con concepciones
completamente diferentes de la experiencia analítica.
Hay quienes efectivamente consideran el análisis como una especie de descarga
homeopática, por parte del sujeto, de su aprehensión fantasmática del mundo. Según
ellos, en el interior de la experiencia actual que transcurre en el consultorio, esta
aprehens ión fantasmática debe, poco a poco, reducirse, transformarse, equilibrarse en
cierta relación con lo real. El acento est puesto allí, pueden verlo claramente en otros
autores que Freud, en la transformación de la relación fantasmática en una relación que se
llama, sin ir más lejos, real .
Sin duda, pueden formularse las cosas de modo más amplio, con suficientes matices como
para dar cabida a la pluralidad expresiva, como lo hace una persona que ya nombré aquí,
y que escribió sobre técnica. Pero, a fin de cuentas, todo se reduce a esto. Singulares
incidencias resultan de ello, que podremos evocar cuando comentemos los textos
freudianos.
¿Cómo la práctica instituida por Freud ha llegado a transformarse en un manejo de la
relación analista-analizado en el sentido que acabo de comunicarles?, es ésta la pregunta
fundamental que encontraremos en el transcurso del estudio que intentamos.
Esta transformación es consecuencia del modo en que fueron acogidas, adoptadas,
manejadas, las nociones que Freud introdujo en el período inmediatamente ulterior al de
los Escritos Técnicos , a saber las tres instancias. Entre las tres, es el ego la primera en
cobrar importancia. Todo el desarrollo de la técnica analítica gira, desde entonces, en
torno a la concepción del ego, es allí donde radica la causa de todas las dificultades
planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico.
Sin duda alguna hay una gran distancia entre lo que efectivamente hacemos en esa
especie de antro donde un enfermo nos habla y donde, de vez en cuando, le hablamos, y
la elaboración teórica que de ello hacemos. Incluso en Freud, en quien la separación es
infinitamente más reducida, tenemos la impresión que se mantiene una distancia.
No soy desde luego el único que se ha planteado esta pregunta: ¿qué hacía Freud
efectivamente? Bergler formula esta pregunta por escrito y responde que no sabemos gran
cosa acerca de ello, salvo lo que Freud mismo nos dejó ver cuando, también él, formuló
directamente por escrito el fruto de algunas de sus experiencias y, en particular, sus cinco
grandes psicoanálisis. Tenemos allí la mejor apertura hacia el modo en que Freud actuaba.
Pero los rasgos de su experiencia no parecen poder reproducirse en su realidad concreta.
Por una razón muy sencilla, en la cual ya he insistido: la singularidad de la experiencia
analítica tratándose de Freud.
Fue realmente Freud quien abrió esta vía de la experiencia. Este hecho, por sí solo, le
daba una óptica absolutamente particular, que su diálogo con el paciente demuestra. Se
advierte, a cada momento, que el paciente no es para él más que algo así como un apoyo,
un interrogante, un control si se quiere, en el camino por el que él, Freud, avanza solitario.
A ello se debe el drama, en el sentido propio de la palabra, de su búsqueda. El drama que
llega, en cada caso que nos ha aportado, hasta el fracaso.
Durante toda su vida Freud continuó por las vías que había abierto en el curso de esta
experiencia, alcanzando finalmente algo que se podría llamar una tierra prometida. Pero
no puede afirmarse que haya penetrado en ella. Basta leer loque se puede considerar su
testamento, Análisis terminable e interminable, para ver que, si de algo tenía conciencia,
era, justamente, de no haber penetrado en la tierra prometida. Este artículo no es una
lectura aconsejable para cualquiera, para cualquiera que sepa leer -por suerte poca gente
sabe leer- ya que, por poco analista que uno sea, es difícil de asimilar, y si uno no lo es,
pues entonces le importa un bledo.
A quienes están en posición de seguir a Freud, se les plantea la pregunta acerca de cómo
fueron adoptadas, re-comprendidas, re-pensadas las vías que heredamos. De modo tal
que nuestra única alternativa es reunir nuestros aportes bajo la égida de una crítica, una
crítica de la técnica analítica.
La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos dónde est la
cuestión fundamental para el analista que la adopta. Pues bien, señalemos en primer
término, que escuchamos hablar del ego como si fuera un aliado del analista, y no
solamente un aliado, sino como si fuese la única fuente de conocimiento. Suele escribirse
que sólo conocemos el ego. Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre
análisis a partir de 1920, repiten: No nos dirigimos sino al yo, no tenemos comunicación
sino con el yo y todo debe pasar por el yo.
Por el contrario, desde otro ángulo, todo el progreso de esta psicología del yo puede
resumirse en los siguientes términos: el yo esta estructurado exactamente como un
síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma
humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.
Traducir el yo analítico de esta manera rápida, abreviada, es resumir, lo mejor posible, los
resultados de la pura y simple lectura del libro de Anna Freud El yo y los mecanismos de
defensa. Ustedes no pueden dejar de sorprenderse de que el yo se construye, se sitúa en
el conjunto del sujeto, exactamente como un síntoma. Nada lo diferencia. No hay objeción
alguna que pueda hacerse a esta demostración, especialmente fulgurante. No menos
fulgurante es que las cosas hayan llegado a un punto tal de confusión, que el catálogo de
los mecanismos de defensa que constituyen el yo resulta una de las listas más
heterogéneas que puedan concebirse. La misma Anna Freud lo subraya muy bien:
aproximar la represión a nociones tales como las de inversión del instinto contra su objeto
o inversión de sus fines, es reunir elementos en nada homogéneos. 
En el punto en que nos encontramos, tal vez no podamos hacer nada mejor. Pero de todos
modos podemos destacar la profunda ambigüedad de la concepción que los analistas se
hacen del ego; ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque, por otra parte, no sea
sino una especie de escollo, un acto falido, un lapsus.
Al comienzo de sus capítulos sobre la interpretación analítica, Fenichel habla del ego como
todo el mundo, y siente necesidad de afirmar que desempeña este papel esencial: ser la
función mediante la cual el sujeto aprende el sentido de las palabras.
Pues bien, desde la primera línea, Fenichel está en el núcleo del problema. Todo radica
allí. Se trata de saber si el sentido del ego desborda al yo.
Si esta función es una función del ego, todo el desarrollo que Fenichel hace a continuación
resulta absolutamente incomprensible; por otra parte, él tampoco insiste. Afirmo que es un
lapsus, porque Fenichel no lo desarrolla, y todo lo que sí desarrolla consiste en afirmar lo
contrario, y lo conduce a sostener que, a fin de cuentas, el id y el ego, son exactamente lo
mismo, lo cual no aclara mucho las cosas. Sin embargo, -lo repito- o bien la continuación
del desarrollo es impensable, o bien no es cierto que el ego sea la función por la que el
sujeto aprende el sentido de las palabras.
¿Qué es el ego? Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las
palabras, es algo muy distinto: el lenguaje, cuyo papel es formador, fundamental en su
historia. Tendremos que formular estos interrogantes que nos conducir n lejos, a propósito
de los Escritos Técnicos de Freud, haciendo la salvedad de que, en primer lugar, estén en
función de la experiencia de cada uno de nosotros.
Será también necesario, cuando intentemos comunicarnos entre nosotros a partir del
estado actual de la teoría y de la técnica, que nos planteemos la cuestión de saber lo que
ya estaba implicado en lo que Freud introducía. ¿Qué es lo que, quizá, ya en Freud se
orientaba hacia las fórmulas a las que somos hoy conducidos en nuestra práctica? ¿Qué
reducción tal vez existe en la forma en que somos llevados a considerar las cosas? ¿O
acaso, algo de lo realizado luego, avanza hacia una ampliación, una sistematización más
rigurosa, más adecuada a la realidad? Nuestro comentario sólo adquirirá su sentido en
este registro.
5
Quisiera ofrecerles una idea más precisa aún sobre la manera en que encaro este
seminario.
Han visto, al final de las últimas lecciónes que les he expuesto, el esbozo de una lectura
de lo que puede llamarse el mito psicoanalítico. Esta lectura está orientada, no tanto a
criticarlo, sino más bien a medir la amplitud de la realidad con la que se enfrenta, y a la
cual brinda una respuesta, mítica.
Pues bien, el problema es más limitado, pero mucho más urgente cuando se trata de
técnica.
En efecto, el examen que debemos hacer de todo lo que pertenece al orden de nuestra
técnica no debe escapar a nuestra propia disciplina. Si hay que distinguir los actos y
comportamientos del sujeto de lo que viene a decirnos en la sesión, diría que nuestros
comportamientos concretos en la sesión analítica están igualmente distanciados de la
elaboración teórica que de ellos hacemos.
Sin embargo, no es ésta sino una primera verdad, que sólo adquiere su alcance si se la
invierte, y quiere decir, al mismo tiempo: tan próximos. El absurdo fundamental del
comportamiento interhumano sólo puede comprenderse en función de ese sistema -como
acertadamente lo ha denominado Melanie Klein, sin saber, como siempre, lo que decía-
llamado yo humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones,
fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto. Pues bien, nuestra concepción
teórica de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo que hacemos, no por
ello deja de estructurar, de motivar, la más trivial de nuestras intervenciones sobre los
denominados pacientes
En efecto, he aquí lo grave. Porque efectivamente nos permitimos -nos permitimos las
cosas sin saberlo, tal como el análisis lo ha revelado- hacer intervenir nuestro ego en el
análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptacion del paciente a
lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.
Con toda seguridad, no basta para que nuestro ego entre en juego, que tengamos una
cierta concepción del ego, cual un elefante en el bazar de nuestra relación con el paciente.
Sin embargo, cierto modo de concebir la función del ego en el análisis no deja de tener
relación con cierta práctica del análisis que podemos calificar de nefasta.
Me limitaré a abrir esta cuestión. Nuestro trabajo debe resolverla. ¿Acaso la totalidad del
sistema del mundo de cada uno de nosotros -me refiero a ese sistema concreto que no
necesita el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre que lo
hayamos formulado para que esté allí, que no es del orden del inconsciente, pero que
actúa sobre nuestro modo cotidiano de expresarnos, en la más mínima espontaneidad de
nuestro discurso- es algo que efectivamente debe servir, sí o no, como medida en el
análisis?
Creo haber abierto suficientemente la cuestión, como para que vean, ahora, el interés de
lo que podemos hacer juntos.
Mannoni, ¿quiere usted asociarse a uno de sus compañeros, Anzieu, por ejemplo, para
estudiar la noción de resistencia en los escritos de Freud, que est n a su alcance con el
título de Acerca de la técnica psicoanalítica.(3) No descuiden la continuación de las
lecciónes de la Introducción al psicoanálisis. ¿Y si otros dos,Perrier y Granoff, por
ejemplo, quisieran asociarse para trabajar el mismo tema? Ya veremos cómo hemos de
proceder. Nos dejaremos guiar por la experiencia misma.
Primeras intervenciones sobre el problema de la resistencia.
20 y 27 de Enero de 1954
El análisis la primera vez. Materialidad del discurso. Análisis del análisis. ¿Megalomanía de
Freud? 
1
Después de la ponencia de 0. Mannoni
Agradecemos calurosamente a Mannoni quien acaba de hacer una muy acertada
apertura hacia la reanudación del dialogo en el seminario. No obstante, su tendencia es
netamente fenomenológica, y no pienso que la solución asuma totalmente la forma que él
nos deja entrever, él mismo lo ha sentido así. Pero está bien que plantee el problema
como lo ha hecho, hablando de un mecanismo interpersonal, aunque en este caso la
palabra mecanismo sea tan sólo aproximativa.
2
Interrupción, en el transcurso de la ponencia de D. Anzieu
Freud explica, a propósito de Lucy R., que recurría a la presión de las manos cuando sólo
conseguía una hipnosis incompleta. Dice a continuación que dejó de preocuparse por este
asunto; y que renunció incluso a obtener del sujeto, según el método clásico, la respuesta
a la pregunta ¿duerme usted?, porque le desagradaba escuchar la respuesta: Pero no, no
duermo en absoluto, lo cual lo colocaba en una situación harto incómoda.
Explica, de manera ingenua y encantadora, que esto lo llevaba a persuadir al sujeto que
se refería a un tipo distinto de sueño que el que el sujeto suponía, y que a pesar de todo
éste debía estar algo adormecido. Rayando casi con la ambigüedad más perfecta, dice
muy claramente, que todo esto le ponía en un gran aprieto, del que sólo pudo
desembarazarse el día en que dejó de preocuparse por ello.
Conservó, sin embargo, la presión de las manos, ya sea sobre la frente, ya sea a ambos
lados de la cabeza, invitando al paciente, al mismo tiempo, a concentrarse en la causa del
síntoma. Era éste un estadio intermedio entre el diálogo y la hipnosis. Los síntomas eran
tratados uno por uno, en sí mismos; los afrontaba directamente como si fueran problemas
propuestos. Bajo las manos de Freud, el paciente estaba seguro de que los recuerdos que
iban a presentarse eran los que importaban, y que no tenía sino que confiar en ellos.
Freud añadía este detalle, en el momento en que levantase las manos —mímica del
levantamiento de la barrera— el paciente volvería a estar perfectamente consciente, y no
tendría sino que tomar lo que se presentase en su mente para estar seguro de tener el hilo
por el cabo adecuado.
Es muy notable que, en los casos que Freud relata, este método se haya revelado
perfectamente eficaz. En efecto, resolvió completamente el hermoso caso de Lucy R., con
una facilidad que tiene la belleza de las obras de los primitivos. En todo lo nuevo que se
descubre, hay un feliz azar, una feliz conjunción de los dioses. Por el contrario, con Anna
O.,a pesar del método empleado, estamos en presencia de un largo trabajo de
working-through, que muestra la animación y la densidad de los casos más modernos de
análisis: se revive, se reelabora varias veces la serie completa de acontecimientos, toda la
historia. Se trata de una obra de largo alcance, que dura casi un año. En el caso de Lucy
R., las cosas marchan mucho más aprisa, con elegancia realmente sorprendente. Sin
duda, las cosas son demasiado densas y no nos permiten ver dónde realmente est n los
resortes; pero, sin embargo, es un material perfectamente utilizable. Esta mujer tuvo lo que
pueden llamarse alucinaciones olfativas, síntomas histéricos cuya significación, lugares y
fechas, son satisfactoriamente detectados. Freud en esta ocasión nos proporciona todos
los detalles sobre su modo de operar.
3
Interrupción, en el transcurso de la ponencia de D. Anzieu
Ya he acentuado el carácter privilegiado, debido al carácter especial de su técnica, de los
casos tratados por Freud. Cómo era ella, sólo podemos presumirlo, a través de algunas
reglas que nos dejó, y que han sido fielmente aplicadas. Según lo confiesan los mejores
autores, y entre ellos quienes conocieron a Freud, no podemos hacernos una idea cabal
del modo en que aplicaba la técnica.
Insisto en el hecho de que Freud avanzaba en una investigación que no está marcada con
el mismo estilo que las otras investigaciones científicas. Su campo es la verdad del sujeto.
La investigación de la verdad no puede reducirse enteramente a la investigación objetiva,
e incluso objetivamente, del método científico habitual. Se trata de la realización de la
verdad del sujeto, como dimensión propia que ha de ser aislada en su originalidad en
relación a la noción misma de realidad: es aquí donde he puesto el acento en todas las
lecciónes de este año.
Freud estaba comprometido en la investigación de una verdad que le concernía a él
completamente, hasta en su persona, y por lo tanto también en su presencia ante el
enfermo, en su actividad digamos de terapeuta; aunque el término resulte cabalmente
insuficiente para calificar su actitud. Según afirma el propio Freud, este interés confirió a
sus relaciones con sus enfermos un carácter absolutamente singular.
Ciertamente, el análisis como ciencia es siempre una ciencia de lo particular. La realización
de un análisis es siempre un caso particular, aún cuando estos casos particulares, desde
el momento en que hay más de un analista, se presten, de todos modos, a cierta
generalidad. Pero con Freud la experiencia analítica representa la singularidad llevada a
su límite, puesto que él estaba construyendo y verificando el análisis mismo. No podemos
borrar este hecho, era la primera vez que se hacía un análisis. Sin duda alguna el método
se deduce a partir de allí, pero sólo es método para los demás. Freud, él, no aplicaba un
método. Si descuidáramos el carácter único, inaugural, de su proceder, cometeríamos una
grave falta.
El análisis es una experiencia de lo particular. La experiencia verdaderamente original de
este particular adquiere pues un valor aún más singular. Si no subrayamos la diferencia
que existe entre esta primera vez , y todo lo que ha venido después —nosotros que nos
interesamos, no tanto en esta verdad, como en la constitución de las vías de acceso a esta
verdad— no podremos nunca captar el sentido que debe darse a ciertas frases, a ciertos
textos que emergen en la obra de Freud, y que posteriormente adquieren, en otros
contextos, un sentido muy distinto, aunque parecieran calcados uno sobre el otro.
El interés de estos comentarios de textos freudianos reside en que nos permiten seguir
detalladamente cuestiones —ustedes lo verán, ya lo ven hoy— que son de considerable
importancia. Ellas son múltiples, insidiosas, hablando estrictamente, son el prototipo de
cuestión que todos intentan evitar, para confiarse a una cantinela, a una fórmula
abreviada, esquemática, gráfica.
4
D. Anzieu cita un pasaje de los Estudios sobre la Histeria(4)
Interrupción.
Lo sorprendente, en este párrafo que usted invoca, es que se desprende de la metáfora
pseudo-anatómica evocada cuando Freud habla de las imagenes verbales deambulando a
lo largo de los conductos nerviosos. Aquí, lo que se estratificó alrededor del nódulo
patógeno evoca un legajo de documentos, una partitura de varios registros. Estas
metáforas tienden, inevitablemente, a sugerir la materialización de la palabra; no la
materialización mítica de los neurólogos, sino una materialización concreta: la palabra
empieza a fluir en las páginas de un manuscrito impreso. También aparece la metáfora de
la página en blanco, del palimpsesto. Desde entonces han surgido en la pluma de más de
un analista.
La noción de varios estratos longitudinales aparece aquí, es decir de varios hilos de
discurso. Los imaginamos en el texto que los materializa en forma de haces literalmente
concretos. Existe una corriente de palabras paralelas que, en determinado momento, se
extienden y rodean al famoso nódulo patógeno —el cual, él también, es una historia— se
abren para incluirlo y, un poco más adelante, vuelvena reunirse.
El fenómeno de la resistencia se sitúa exactamente allí. Existen dos sentidos, un sentido
longitudinal y un sentido radial. Cuando queremos acercarnos a los hilos que se
encuentran en el centro del haz, la resistencia se ejerce en sentido radial. Ella es
consecuencia del intento de atravesar los registros exteriores hacia el centro. Cuando nos
esforzamos en alcanzar los hilos de discurso más próximos al nódulo reprimido, desde él
se ejerce una fuerza de repulsión positiva, y experimentamos la resistencia. Freud, no en
los Estudios, sino en un texto ulterior publicado con el título de Metapsicología, llega
incluso a escribir que la fuerza de la resistencia es inversamente proporcional a la distancia
que nos separa del nódulo reprimido.
No creo que sea ésta la frase exacta, pero es muy sorprendente. Evidencia la materialidad
de la resistencia tal como se la capta en el transcurso de la experiencia y, precisamente,
como decía hace un momento Mannoni, en el discurso del sujeto. Para saber dónde esta
el soporte material, biológico, Freud considera resueltamente el discurso como una
realidad en tanto tal, una realidad que está allí, legajo, conjunto de pruebas como suele
decirse, haz de discursos yuxtapuestos que se recubren unos a otros, se suceden, forman
una dimensión, un espesor, un expediente.
Freud no disponía aún de la noción, aislada como tal, de soporte material de la palabra.
Hoy, habría tomado, como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que
componen parte del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto
mayor cuanto más se aproxima el sujeto a un discurso que sería el último y el bueno, pero
que rechaza de plano.
En el esfuerzo de síntesis que ustedes han hecho, tal vez lo que no destacaron es una
cuestión que, sin embargo, está en primer plano tratándose de la resistencia: el problema
de las relaciones entre lo inconsciente y lo consciente. ¿Es la resistencia un fenómeno que
sólo aparece en el análisis? ¿O bien es algo de lo que podemos hablar cuando el sujeto
está fuera del análisis, incluso antes de llegar a él, o después de dejarlo? ¿Sigue teniendo
sentido la resistencia fuera del análisis?
Hay un texto sobre la resistencia que se encuentra en el análisis de los sueños, al que
ninguno de ustedes se ha referido, y que permite, sin embargo, abordar algunos
problemas que ambos se han planteado, ya que Freud se interroga allí sobre el carácter
de inaccesibilidad del inconsciente. Las nociones de resistencia son antiquísimas. Desde el
origen, desde las primeras investigaciones de Freud, la resistencia está vinculada a la
noción de ego. Pero, cuando leemos en el texto de los Studien ciertas frases
sorprendentes, donde no sólo se considera al ego como tal, sino al ego como
representante de la masa ideacional, nos damos cuenta que la noción de ego deja
vislumbrar ya en Freud, todos los problemas que ahora nos plantea. Casi diría que es una
noción con efecto retroactivo. Cuando se leen estas primeras cosas a la luz de lo que
desde entonces se ha desarrollado en torno al ego, todas las formulaciones, incluso las
más recientes, parecen enmascarar en lugar de evidenciar.
En esta fórmula, la masa ideacional, no pueden ustedes dejar de percibir algo que se
asemeja singularmente a una fórmula que he podido darles, a saber que la
contratransferencia no es sino la función del ego del analista, lo que denominaba la suma
de los prejuicios del analista. Asimismo, encontramos en el paciente una organización
completa de certidumbres, creencias, coordenadas, referencias, que constituyen, hablando
estrictamente, lo que Freud llamaba desde el comienzo un sistema ideacional, y que
abreviando podemos llamar aquí el sistema.
¿Proviene la resistencia únicamente de allí? Cuando, en el límite de ese campo de la
palabra que es justamente la masa ideacional del yo, les representaba el montante de
silencio tras el cual una palabra distinta reaparece, aquella que se trata de reconquistar en
el inconsciente ya que ella es esa parte del sujeto separada de su historia: ¿acaso está allí
la resistencia? ¿Es, sí o no, pura y simplemente la organización del yo lo que constituye,
como tal, la resistencia? ¿Es esto lo que dificulta el acceso al contenido del inconsciente
en sentido radial, para emplear el término de Freud? Hénos aquí ante una pregunta muy
simple, demasiado simple, y como tal insoluble.
Afortunadamente, durante los primeros treinta años de este siglo, la técnica analítica ha
progresado lo suficiente, ha atravesado suficientes fases experimentales, como para
diferenciar sus preguntas. Hemos sido conducidos, ya lo ven, a lo siguiente —que les he
dicho sería el modelo de nuestra investigación— hay que plantear que la evolución, los
avatares de la experiencia analítica nos informan sobre la naturaleza misma de esta
experiencia, en tanto ella también es una experiencia humana enmascarada para sí
misma. Esto es aplicar al análisis mismo el esquema que él nos ha enseñado. ¿Después
de todo, no es él acaso un rodeo para acceder al inconsciente? Es también elevar a un
grado segundo el problema que nos plantea la neurosis. Por ahora, me limito a afirmarlo,
ustedes lo verán demostrarse a la par de nuestro examen.
¿Qué quiero? —sino salir de este verdadero callejón sin salida, mental y práctico, en el
que desemboca actualmente el análisis. Se dan cuenta ustedes que voy lejos en la
formulación de lo que digo: es importante someter el análisis mismo al esquema
operacional que él nos ha enseñado y que consiste en leer, en las diferentes fases de su
elaboración teórico-técnica, cómo avanzar en la reconquista de la realidad auténtica del
inconsciente por parte del sujeto.
Este método nos hará superar en mucho el simple catálogo formal de procedimientos o
categorías conceptuales. Volver a examinar el análisis, en un examen a su vez analítico,
es un procedimiento que revelará su fecundidad en relación a la técnica, como ya lo ha
revelado en relación a los textos clínicos de Freud.
5
Intervenciones en el curso de la discusión
Los textos analíticos abundan en impropiedades metódicas. Hay en ellos temas difíciles de
tratar, de verbalizar, sin dar al verbo un sujeto: leemos también continuamente que el ego
emite la señal de angustia, maneja el instinto de vida, el instinto de muerte; ya no se sabe
dónde está la central, dónde el guardagujas, dónde la aguja. Todo esto es escabroso.
Vemos aparecer constantemente en el texto analítico diablillos de Maxwell, que son de una
clarividencia, de una inteligencia... Lo molesto es que los analistas no tienen una idea muy
precisa de la naturaleza de estos demonios.
Estamos aquí para ver qué significa la evocación de la noción de ego de punta a punta de
la obra de Freud. Es imposible comprender lo que representa esta noción, tal como
empezó a surgir en los trabajos de 1920, en los estudios sobre la psicología del grupo y
Das Ich und das. Es, si se empieza mezclando todo en una suma general con el pretexto
de que se trata de aprehender una cierta vertiente del psiquismo. El ego, en la obra de
Freud, no es en absoluto esto. Cumple un papel funcional vinculado a necesidades
técnicas.
El triunvirato que funciona en Nueva York, Hartmann, Loewenstein y Kris, en su tentativa
actual de elaborar una psicología del ego, se pregunta constantemente: ¿qué quiso decir
Freud en su última teoría del ego? ¿Se han extraído, verdaderamente, hasta el momento
sus consecuencias técnicas? No traduzco, sólo repito lo que aparece en los dos o tres
últimos artículos de Hartmann. En el Psychanalytic Quaterly de 1951, encontrarán tres
artículos de Loewenstein, Kris y Hartmann sobre este tema que merecen ser leídos. No
podemos decir que lleguen a una formulación totalmente satisfactoria, pero investigan en
este sentido y plantean principios teóricos que implican aplicaciones técnicas muy
importantes que, según ellos, no se habían percibido. Es muy interesante seguir este
trabajo que se elabora a través de artículos que vemos sucederse desde hace algunos
años,especialmente desde el fin de la guerra. Creo que en ellos se evidencia un fracaso
muy significativo, que debe sernos instructivo.
En todo caso, es grande la distancia recorrida entre el ego del que se habla en los Studien,
masa ideacional, contenido de ideaciones, y la última teoría del ego, aún problemática
para nosotros, tal como Freud la formulo a partir de 1920. Entre ambas, se encuentra ese
campo central que estamos estudiando.
¿Cómo apareció esta última teoría del ego? Es la culminación de la elaboración teórica de
Freud, una teoría extraordinariamente nueva y original. Sin embargo, en la pluma de
Hartmann ella se presenta como si tendiera a incorporarse con todas sus fuerzas a la
psicología clásica.
Ambas cosas son ciertas. Esta teoría, Kris es quien lo escribe, hace entrar al psicoanálisis
en la psicología general, y a la vez, aporta una novedad sin precedentes. Paradoja que
aquí debemos resaltar, ya sea que sigamos con los escritos técnicos hasta las vacaciones,
o bien que abordemos el mismo problema en los escritos de Schreber.
..........................................................................................................
En el artículo de Bergmann, Germinal cell, se considera como célula germinal de la
observación analítica la noción de reencuentro y restitución del pasado. Hace referencia a
los Studien über Hysterie para evidenciar que Freud hasta el final de su obra, hasta las
expresiones últimas de su pensamiento, mantiene siempre en primer lugar esta noción del
pasado, de mil maneras, y sobre todo bajo la forma de la reconstrucción. En este artículo,
la experiencia de la resistencia no es considerada pues central. 
.............................................................................................................
Hyppolite alude al hecho de que los trabajos anatómicos de Freud pueden considerarse
éxitos, y como tales fueron sancionados. En cambio, cuando comenzó a operar en el plano
fisiológico, parece haber manifestado un cierto desinterés. Esta es una de las razones por
las que no profundizó el alcance del descubrimiento de la cocaína. Su investigación
fisiológica fue floja porque permaneció demasiado cerca de la terapéutica. Freud se ocupó
de la utilización de la cocaína como analgésico, y dejó de lado su valor anestésico.
En fin, aquí sólo estamos evocando un rasgo de la personalidad de Freud. Sin duda,
podríamos preguntarnos si, como decía Z*, se reservaba para un destino mejor. Pero me
parece excesivo llegar hasta el punto de decir que su orientación hacia la psicopatología
fue para él una compensación. Si leemos los trabajos publicados con el título El nacimiento
del psicoanálisis(5) y el primer manuscrito encontrado donde figura la teoría del aparato
psíquico, nos damos cuenta que él está realmente en la corriente de la elaboración teórica
de su época sobre el funcionamiento mecanicista del aparato nervioso; por otra parte todo
el mundo lo ha reconocido así.
Por ello no debemos asombrarnos demasiado de que se inmiscuyan allí metáforas
eléctricas. Pero no hay que olvidar que es en el campo de la conducción nerviosa donde
por primera vez la corriente eléctrica fue experimentada sin aún saberse cuál sería su
alcance.
................................................................................................................................................
...
Z*: Creo que, desde el punto de vista clínico, la noción de resistencia representa realmente
una experiencia que todos enfrentamos alguna vez con casi todos los pacientes en nuestra
práctica: resiste y eso me pone furioso.
¿Qué? ¿Cómo dice?
Z*: Esa experiencia extremadamente desagradable en la que uno se dice: estaba a punto
de encontrarlo, podría encontrarlo él mismo, lo sabe sin saber que lo sabe, no tiene sino
que mirar más allá de sus narices, y este pedazo de imbécil, este idiota, todos los términos
agresivos y hostiles que se nos ocurran, no lo hace. Y la tentación que se siente de
forzarlo, de obligarlo...
No se regodee demasiado en eso.
SR. HYPPOLITE: Esta resistencia que hace pasar al analizado por idiota es lo único que
permite al analista ser inteligente. Esto le permite una elevada conciencia de sí.
De todos modos, la trampa de la contratransferencia, puesto que así hay que llamarla, es
más insidiosa que este primer plano.
................................................................................................................................................
...
Z*: Freud sustituyó el poder indirecto y más potable que la ciencia ofrece sobre la
naturaleza al poder directo sobre los seres humanos. Volvemos a ver aquí el mecanismo
de intelectualización; comprender a la naturaleza y de ese modo someterla, fórmula clásica
del determinismo, lo cual por alusión remite a ese carácter autoritario de Freud que puntúa
toda su historia, y particularmente, sus relaciones tanto con los herejes como con sus
discípulos.
Debo decir que si bien hablo en ese sentido, no he llegado al extremo de convertirlo en la
clave del descubrimiento de freudiano.
Z*: Tampoco pienso convertirlo en su clave, sino en un elemento interesante a destacar.
En esa resistencia, la hipersensibilidad de Freud a la resistencia del sujeto no deja de estar
en relación con su propio carácter.
¿Qué es lo que le permite hablar de la hipersensibilidad de Freud?
Z*: El hecho de que él, y no Breuer, ni Charcot, ni los otros, la haya descubierto. Fue a él a
quien le sucedió, porque la sintió más intensamente, y elucidó lo que había experimentada.
¿Cree usted que destacar el valor de una función como la resistencia significa que quien lo
hace tiene una intolerancia peculiar hacia aquello que le resiste? Por el contrario, ¿no es
acaso por haber sabido dominarla, por ir más lejos, y mucho 'más allá, que pudo Freud
hacerla uno de los resortes de la terapéutica, un factor que se puede objetivar, nombrar y
manejar? ¿Cree usted que Freud es más autoritario que Charcot?, cuando Freud —en la
medida en que pudo—renuncia a la sugestión para dejar integrar al sujeto aquello de lo
cual está separado por las resistencias. En otros términos, ¿hay menos autoritarismo en
quienes desconocen la resistencia, o en quien la reconoce como tal? Yo tendería más bien
a creer que quien, en el hipnotismo, intenta hacer del sujeto su objeto, su cosa, volverlo
dócil como un guante, para así darle la forma que quiere, para sacar de él lo que quiere,
está impulsado, en mayor medida que Freud, por una necesidad de dominar y de ejercer
su poder. Freud parece, al contrario, respetuoso de lo que comúnmente también se llama
la resistencia del objeto.
Z*: Desde luego.
Creo que debemos ser muy prudentes aquí. No podemos manejar tan fácilmente nuestra
técnica. Cuando les hablo de analizar la obra de Freud, es para proceder a ello con toda la
prudencia analítica. No debe hacerse de un rasgo de carácter una constante de la
personalidad, y menos aún una carácterística del sujeto. Jones ha escrito, sobre este
tema, cosas sumamente imprudentes, pero que son de todos modos mucho más
matizadas que lo que ha dicho usted. Pensar que la carrera de Freud ha sido una
compensación de su deseo de poder, incluso de su franca megalomanía, de la que por
otra parte quedan huellas en sus escritos, creo que es... El drama de Freud, en el
momento en que descubre su vía, no puede resumirse así. Después de todo hemos
aprendido en el análisis lo s uficiente como para no creernos obligados a identificar a Freud
soñando con dominar al mundo, con Freud iniciador de una nueva verdad. Esto no me
parece provenir de la misma Cupido, si es que no es de la misma libido.
Sr. HYPPOLITE: Con todo me parece —sin aceptar integralmente las fórmulas de Z* y las
conclusiones que de ellas saca— que, en la dominación hipnótica de Charcot sólo se trata
de la dominación de un ser reducido a objeto, de la posesión de un ser que ya no es
dueño de sí. Mientras que la dominación freudiana consiste en vencer a un sujeto, a un ser
que aún tiene conciencia de sí. Hay pues una mayor voluntadde dominio en el dominio de
la resistencia a vencer, que en la pura y simple supresión de esa resistencia; sin que
pueda deducirse que Freud haya querido dominar el mundo.
¿En la experiencia de Freud, se trata acaso de dominio? Siempre tuve mis reservas sobre
muchas cosas que no están indicadas en su modo de proceder. Su intervencionismo, en
particular, nos sorprende si lo comparamos con algunos principios técnicos a los que ahora
damos importancia. Pero no hay en este intervencionismo —contrariamente a lo que dice
Hyppolite— satisfacción alguna por haber obtenido la victoria sobre la conciencia del
sujeto; menos seguramente, que en las técnicas modernas, que ponen todo el acento en
la resistencia. En Freud, vemos una actitud más diferenciada, es decir más humana.
No siempre define lo que hoy se llama interpretación de la defensa, quizá no es éste el
mejor modo de decirlo. Pero al fin y al cabo, la interpretación del contenido cumple en
Freud el papel de interpretación de la defensa.
Al evocar eso tiene usted razón Z*. Es lo que esto es para usted. Intentaré mostrarles en
qué rodeo surge el peligro, a través de las intervenciones del analista, de forzar al sujeto.
Es mucho más evidente en las técnicas llamadas modernas —como se dice al hablar del
análisis como se habla del ajedrez— de lo que jamás lo ha sido en Freud. No creo que la
promoción teórica de la noción de la resistencia pueda servir como pretexto para formular
respecto a Freud esa acusación que va radicalmente en sentido opuesto al efecto
liberador de su obra y su acción terapéutica.
No enjuicio sus intenciones Z*. Lo que usted manifiesta es, efectivamente, una intención.
Ciertamente hay que tener espíritu de examen, de crítica, aún frente a la obra original,
pero de este modo, sólo se consigue espesar el misterio, y de ninguna manera aclararlo.
La resistencia y las defensas.
7 de Enero de 1954
Un testimonio de Annie Reich. De ego a ego. Realidad y fantasma del trauma. Historia,
vivido, revivido.
Comencemos felicitando a Mannoni y Anzieu por sus ponencias cuyo interés reside en
haberles mostrado los aspectos candentes del problema que enfrentamos. Como
corresponde a mentes sin duda formadas, pero hace poco iniciadas, no en la aplicación
del análisis, pero sí en su práctica, sus ponencias tu un matiz agudo, incluso polémico, lo
cual resulta siempre interesante como introducción al problema en su vivacidad.
Se ha planteado una cuestión muy delicada, más delicada aún en tanto se trata de una
cuestión, lo he indicado en los comentarios que he intercalado, muy actual para algunos
de nosotros.
Implícitamente se le reprochó a Freud su autoritarismo como supuesto inaugural de su
método. Es paradójico. Si algo hace la originalidad del tratamiento analítico es justamente
el haber percibido, desde su origen y de entrada, la relación problemática del sujeto
consigo mismo. El hallazgo propiamente dicho, el descubrimiento, tal como se los expuse
a principios de este año, consiste en haber puesto esta relación en conjunción con el
sentido de los síntomas.
El rechazo de este sentido es lo que le plantea al sujeto un problema. Este sentido no
debe serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que
respeta a la persona humana —tal como hoy la entendemos luego de habernos dado
cuenta que la misma tenía su valor— que no sólo la respeta, sino que no puede funcionar
sino respetándola. Sería entonces paradójico colocar en primer plano la idea de que la
técnica analítica tiene como objetivo forzar la resistencia del sujeto. Esto no quiere decir
que el problema no se plantee en absoluto.
¿Acaso no sabemos en efecto, que hoy en día hay analistas que no dan ni un paso en el
tratamiento sin enseñar a sus alumnos a preguntarse siempre en relación al paciente:
¿qué habrá inventado como defensa esta vez?
Esta concepción no es verdaderamente policial —si por policial queremos decir intento de
encontrar algo oculto—, éste es más bien el término que puede aplicarse a las fases
dudosas del análisis en sus períodos arcaicos. Están más bien siempre intentando saber
cuál es la postura que el sujeto ha podido asumir, cuál su hallazgo, a fin de colocarse en
una posición tal que haga inoperante todo cuanto le digamos. No sería justo decir que
imputan mala fe al sujeto pues la mala fe está por demás vinculada a implicaciones del
orden del conocimiento totalmente ajenas a este estado mental. Incluso esto sería
demasiado sutil. Está allí presente la idea de una mala voluntad fundamental del sujeto.
Todos estos rasgos me hacen creer que soy preciso al calificar este estilo analítico como
inquisitorial.
1
Antes de entrar en tema, voy a tomar como ejemplo el artículo de Annie Reich sobre la
contratransferencia, aparecido en el primer número de 1951 del International Journal of
Psychoanalysis. Las coordenadas de este artículo están tomadas de un modo de orientar
la técnica que triunfa en cierto sector de la escuela inglesa. Ustedes saben que se llega a
afirmar que todo el análisis debe desarrollarse hic et nunc . Todo transcurriría en un
forcejeo con las intenciones del sujeto, aquí y ahora, en la sesión. Sin duda se reconoce
que se vislumbran fragmentos de su pasado, pero se piensa que a fin de cuentas es en la
prueba —casi llegaría a decir en la prueba de fuerza psicológica— en el interior del
tratamiento donde se desarrolla la actividad del analista.
Para estos autores, para Annie Reich, nada tiene importancia salvo el reconocimiento por
parte del sujeto, hic et nunc, de las intenciones de su discurso. Y sus intenciones sólo
tienen valor en su alcance hic et nunc, en la interlocución presente. El sujeto puede relatar
sus encontronazos con el tendero o con el peluquero, pero en realidad lo hace para
insultar y molestar a quien se dirige, es decir al analista.
Algo de verdad hay en esto. Basta la más mínima experiencia de la vida conyugal para
saber que siempre hay cierta reivindicación implícita en el hecho de que uno de los
cónyuges le cuente al otro lo que le ha molestado durante el día más bien que lo contrario.
Pero puede también reflejar la inquietud por informarle algún suceso importante que desea
que conozca. Ambos aspectos son ciertos. Se trata de saber cuál de ellos debemos
destacar.
Las cosas, van, a veces, más lejos, como lo muestra esta historia que Annie Reich relata.
Algunos datos están alterados pero todo hace pensar que se trata de un análisis didáctico,
en todo caso del análisis de alguien cuyo campo de actividades es muy cercano al
psicoanálisis.
El analizado fue invitado a dar una disertación en la radio sobre un tema que interesa
profundamente a la analista; son cosas que pasan. Sucede que esta intervención
radiofónica se realizó algunos días después de la muerte de la madre del analizado. Ahora
bien, todo indica que la susodicha madre juega un papel extremadamente importante en
las fijaciones del paciente. A pesar de estar sumamente afectado por este duelo, sigue
cumpliendo con sus obligaciones de modo particularmente brillante. Llega a la sesión
siguiente en un estado de estupor rayano con la confusión. No sólo no se le puede sacar
nada, sino que lo que dice sorprende por su incoordinación. La analista temerariamente
interpreta: usted está en este estado porque piensa que estoy muy resentida por el éxito
que acaba de obtener el otro día en la radio, hablando de ese tema que como usted sabe,
me interesa en primer término a mí. ¡Nada menos!
La continuación de esta observación muestra que, tras esta interpretación-choque que no
dejó de producir cierto efecto, ya que después de ella el sujeto se recobró
instantáneamente, el sujeto necesitó por lo menos un año para restablecerse.
Esto demuestra que el hecho de que el sujeto salga de su estado brumoso tras una
intervención del analista no prueba en absoluto que la misma fuese eficaz en el sentido
estrictamente terapéutico, estructurante de la palabra, es decir que ella fuese en el
análisis, verdadera. Al revés.
Annie Reich devolvió al sujeto el sentido dela unidad de su yo. Este sale bruscamente de
la confusión en que estaba diciéndose: He aquí alguien que me recuerda que en efecto
somos todos lobos entre lobos y que estamos vivos. Entonces recomienza, arranca; el
efecto es instantáneo. Es imposible en la experiencia analítica considerar el cambio de
estilo del sujeto como prueba de la justeza de una interpretación. Considero que lo que
prueba la justeza de una interpretación es que el sujeto traiga un material que la confirme.
Y aún esto debe ser matizado.
Al cabo de un año, el sujeto se da cuenta que su estado confusional era consecuencia de
sus reacciónes de duelo, que sólo invirtiéndolas había podido superar. Los remito aquí a la
psicología del duelo, cuyo aspecto depresivo conocen suficientemente algunos de
ustedes.
En efecto, una intervención radiofónica es un modo muy particular de palabra pues está
dirigida por un locutor invisible a una masa invisible de oyentes. Puede decirse que, en la
imaginación del locutor, la palabra no se dirige forzosamente a quienes le escuchan sino
más bien a todos, tanto a los vivos como a los muertos. El sujeto estaba allí en una
relación conflictual: podía lamentar que su madre no pudiese ser testigo de su éxito, pero a
la vez, quizás, en el discurso que dirigía a sus invisibles oyentes, algo estaba a ella
destinado.
Sea como fuere, el carácter de la actitud del sujeto está claramente invertido,
pseudo-maníaco, y su estrecha relación con la pérdida reciente de su madre, objeto
privilegiado de sus lazos de amor, constituye manifiestamente el motor del estado crítico
en que había llegado a la sesión siguiente, después de su hazaña, después de haber
llevado a cabo de modo brillante, a pesar de las circunstancias desfavorables, lo que se
había comprometido a hacer. De este modo, la misma Annie Reich, que sin embargo, está
lejos de sustentar una actitud crítica ante este estilo de intervención, atestigua que la
interpretación fundada en la significación intencional del acto del discurso en el momento
presente de la sesión está sometida a las numerosas contingencias que el eventual
compromiso del ego del analista implica.
En suma, lo importante no es que el analista mismo se haya equivocado, por otra parte
nada indica que la contratransferencia sea culpable de esta interpretación manifiestamente
refutada por el desarrollo del tratamiento. Que el sujeto haya experimentado los
sentimientos que le imputaba la analista, no sólo podemos admitirlo, sino que es incluso
por demás probable. Que la analista se guiara por ellos en la interpretación que hizo no es
algo, en sí, peligroso. Que el único sujeto analizarte, el analista, haya experimentado
incluso sentimientos de celos, tenerlo en cuenta de modo oportuno, para guiarse por ellos
cual una aguja indicadora más, es asunto suyo. Nunca dijimos que el analista jamás debe
experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero debe saber, no sólo no ceder a ellos,
ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su técnica.
En este caso, es porque el analista creyó su obligación buscar primero en el hic et nunc la
razón de la actitud del paciente, que la encontró allí donde, sin duda alguna, algo
efectivamente existía en el campo intersubjetivo entre los dos personajes. Está bien
ubicado para saberlo, ya que en efecto experimentaba un sentimiento de hostilidad, o al
menos de irritación, ante el éxito de su paciente. Lo grave es que se haya creído
autorizada por una determinada técnica a usarlo de entrada y de modo directo.
¿Qué opongo a esto? Intentaré ahora indicárselo.
El analista se cree aquí autorizado a hacer lo que llamaría una interpretación de ego a ego,
o de igual a igual(6) —si me permiten el juego de palabras— dicho de otro modo, una
interpretación cuyo fundamento y mecanismos en nada pueden distinguirse de la
proyección.
Cuando digo proyección, no hablo de proyección errónea. Entiendan bien lo que les estoy
explicando. Hay una fórmula que, antes de ser analista, yo había colocado —usando mis
escasos dones psicológicos— en la base de la pequeña brújula que utilizaba para evaluar
ciertas situaciones. Me decía gustosamente: Los sentimientos son siempre recíprocos. A
pesar de las apariencias, esto es absolutamente verdadero. Desde el momento en que se
pone a dos sujetos en el mismo campo —digo dos, no tres— los sentimientos son siempre
recíprocos.
Es por ello que la analista tenía buenas razones para pensar que, ya que ella tenía esos
sentimientos, los sentimientos correspondientes podían ser evocados en el otro. La prueba
está en que el otro los aceptó perfectamente. Bastaría que la analista le dijese:- Usted es
hostil pues piensa que estoy irritada con usted- para que este sentimiento se estableciese.
Entonces, virtualmente, el sentimiento ya estaba allí, pues para que exista bastaba
enceder una chispita.
El sujeto tenía buenas razones para aceptar la interpretación de Annie Reich sencillamente
porque, en una relación tan íntima como la que existe entre analizado y analista, él estaba
lo suficientemente al tanto de los sentimientos de la analista como para ser inducido a algo
simétrico.
La cuestión es saber si esta manera de comprender el análisis de las defensas no nos
conduce a una técnica que engendra casi obligatoriamente cierto tipo de error, un error
que no es tal, un error anterior a lo verdadero y lo falso. Hay interpretaciones que son tan
justas y verdaderas, tan obligatoriamente justas y verdaderas, que no se puede afirmar si
responden o no a una verdad. De todos modos serán verificadas.
Conviene abstenerse de esta interpretación de la defensa que llamo de ego a ego, fuera
cual fuese su eventual valor. En las interpretaciones de la defensa es necesario siempre al
menos un tercer término.
De hecho, hacen falta más, espero poder demostrárselo. Por hoy me limito a plantear el
problema.
2
Es tarde. Por ello no podemos adelantar tanto como hubiera querido en el problema de las
relaciones entre la resistencia y las defensas. Sin embargo, quisiera en este sentido darles
algunas indicaciones.
Después de haber escuchado las exposiciones de Mannoni y Anzieu, y de haberles
mostrado los peligros que implica una cierta técnica del análisis de las defensas, creo
necesario plantear algunos principios.
En La interpretación de los sueños capítulo VII, primera definición, en función del análisis,
de la noción de resistencia. Encontramos allí una frase decisiva que es ésta: —Was immer
die Fortsetzung der Arbeit stört ist ein Widerstand— que quiere decir:-To do lo que
destruye/suspende/altera/la continuación del trabajo-, no se trata allí de síntomas sino del
trabajo analítico, del tratamiento, del Behandlung, así como se dice que se trata a un
objeto haciéndolo pasar por ciertos procesos. Todo aquello que destruye el progreso de la
labor analítica es una resistencia(7).
Desgraciadamente en francés esto ha sido traducido así: Todo obstáculo a la
interpretación proviene de la resistencia psíquica. Les señalo este punto que no facilita la
tarea a quienes sólo tienen la simpática traducción del valiente Sr. Meyerson. Del mismo
estilo es la traducción de todo el párrafo precedente. Esto debe inspirarles una saludable
desconfianza respecto a ciertas traducciones de Freud. En la edición alemana hay, como
apéndice, una nota a la frase que citaba en la que se discute el siguiente punto: ¿el padre
del paciente muere, es esto acaso una resistencia?. No les digo la conclusión de Freud,
pero ven ustedes que esta nota muestra la amplitud con que se plantea la cuestión de la
resistencia. Pues bien, esta nota ha sido suprimida en la edición francesa.
Todo lo que suspende / destruye / interrumpe / la continuidad... —también se puede
traducir así Fortsetzung—... del tratamiento es una resistencia. Hay que partir de textos
como estos, meditarlos un poco, tamizarlos y ver entonces qué surge.
En suma, ¿de qué se trata? Se trata de la prosecución del tratamiento, del trabajo. Para
poner bien los puntos sobre las íes, Freud no dijo Behandlung que podría significar la
curación.

Continuar navegando

Materiales relacionados