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LA REPETICIÓN ENLA EXPERIENCIA ANALÍTICA A COLETTE SOLER La repetición en la experiencia analítica MANANTIAL Buenos Aires Traducción: Horacio Pons Diseño de tapa: Eduardo Ruiz Soler, Colette La repetición en la experiencia analítica. - 1 ª . ed. - Buenos Aires : Manantial, 2004. 184 p. ; 23x16 cm. - (Estudios de psicoanálisis) ISBN 987-500-080-9 1. Psicoanálisis 1 Título CDD 150.195 Este libro recoge los seminarios dictados por la autora en la Uni- versidad de París VIII, entre noviembre de 1991 y junio de 2002. La transcripción del texto, realizada por Francis Ancibure, Christine de Camy y J. Claude Encalado no fue revisada por la autora. Hecho el depósito que marca la ley 11. 723 Impreso en la Argentina © 2004, de esta edición en castellano y de la traducción Ediciones Manantial SRL Avda. de Mayo 1365, 6º piso, (1085) Buenos Aires, Argentina Telefax: (54 11) 4383-7350/4383-6059 E-mail: info@emanantial.com.ar www .emanan tia l .com.ar ISBN: 987-500-080-9 Derechos reservados Prohibida su reproducción total o parcial ' - Índice Capítulo 1 ..................................................... ................. ........ .. ....... 9 Capítulo 2 ........ .... ...... .. .... ..... ...... ... .... .................. .. ..... .... ................ 23 Capítulo 3 ..... ........... ... ... .... .... ..... ........................ ............................ 37 Capítulo 4 ... .... ........ .................................................................. .. ... . 55 Capítulo 5 .................................................... ...... ... ...... ........ .... ........ 71 Capítulo 6 .. .................. .. ...... ... ... ...................... .................. ......... .... 85 Capítulo 7 ... ..... .... ...... ...... ... ....... ... .... ................... ............... ...... ...... 99 Capítulo 8 .... ....... ... ... .. .... ........ ...... ... ... .. ................ ... ..... ...... ............ 113 Capítulo 9 ... ..... ........ ..... .. .......... ..... ... ... ............... ... ... ... ................... 125 Capítulo 10 .................................................. ..... ............. ................. 137 Capítulo 11........................ ............................ .. ... ............ ........ ........ 151 Capítulol2 ... ...... .. ........... ..................... ........ ......... ... .. .. .. ..... ... .... .... 165 "r...-.. .... ~ - 1 Partiré de un concepto freudiano: la repetición. Sólo será, por supues- to, un punto de partida para seguir interrogando la enseñanza de Lacan y la experiencia analítica; al menos, la experiencia analítica tal como esa en- señanza la ordena. Tendré así la oportunidad de releer textos y reinterro- garlos. Debo decir que para esta ocasión ya consulté unos cuantos. Es in- dudable que no voy a dedicarme todo el curso únicamente al concepto de repetición; es muy lógico que éste desemboque en la interrogación de lo que no es un concepto sino, en todo caso, un término, el de goce. Sea co- mo fuere, me parece que en esa interrogación, al menos en un inicio, lo esencial es la operación efectuada por Lacan en el psicoanálisis, su opera- ción con respecto a Freud, que inventó el psicoanálisis. Al decir "opera- ción" supongo, en efecto -con todo derecho, me parece-, que esa enseñan- za de Lacan operó en concreto un cambio, que no es necesariamente homogéneo con lo que fueron sus intenciones. Es posible, efectivamente, preguntarse qué quiso hacer Lacan, cuál fue su proyecto, aun incluyendo en él la dimensión del inconsciente. Podemos preguntarnos qué quiso hacer pero también qué hizo, lo cual -nadie puede dudarlo- no es quizás idéntico a lo que quiso hacer. Con res- pecto a lo que quiso hacer, me sorprende el hecho de que él mismo haya enunciado un discurso sobre sus intenciones y que las haya anunciado a lo largo de toda su enseñanza. Ése sería un hilo digno de seguirse: lo que La- can declara, desde el principio hasta el fin, sobre su proyecto en el psicoa- nálisis. A decir verdad, ese discurso no es un discurso fluvial, sino bastante dis- creto. Lacan nunca escribió "Mi vida y el psicoanálisis". No obstante, po- demos extraerlo con claridad de las indicaciones de los Escritos. Podría- 10 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANAlÍTICA mos sacar algo, un pequeño fascículo: "Mi vida y el psicoanálisis, por Jac- ques Lacan", tomado de los Escritos. Sería factible hacerlo. Hay que decir, sin duda, que en esta empresa utilizó la sugestión, y lo hizo: creo, más que Freud; cosa que habría que verificar. Es preciso señalar que desde el mo- mento en que uno declara sus intenciones, produce un efecto de sugestión. Pero me parece que en él ese efecto de sugestión fue un efecto asumido. El propósito era convencer a sus lectores y a sus oyentes del momento, en es- pecial a los psicoanalistas, sobre algunas orientaciones. Así, si toman el pasaje de "De nuestros antecedentes'', en la página 66 de los Escritos, • verán que Lacan traza un recorrido desde "Médico y psi- quiatra", etc. En el fondo, cuenta su itinerario de la psiquiatría al psicoa- nálisis, sitúa su posición en la psiquiatría con respecto a una referencia única a Clérambault, luego explica cómo entró en el psicoanálisis median- te sus elaboraciones sobre lo imaginario, y así sucesivamente. De modo que tenemos una especie de autocomentario. Podrán comprobarlo en "De nuestros antecedentes", "Del sujeto por fin cuestionado", "De un desig- nio": en todos los pasajes incluidos en 1966 en los Escritos, entre sus tex- tos, hay un autocomentario sobre su trabajo. En la misma vena, tomen el capítulo "La excomunión" con el cual se inicia el Seminario 11. Hace ya unos cuantos años, en los primeros tiem- pos de la École de la Cause freudienne, comenté extensamente este capítu- lo. En él Lacan fabrica su propia historia. No diré que la relata: ¡la fabri- ca, la inventa! No den una nota peyorativa a la palabra "inventar" sino, más bien, la nota sublimatoria que hay en la invención. Y en ese autocomentario me sorprendió a menudo que Lacan, por ejemplo, se autoevaluara, generalmente en un tono elogioso. ¡Supuso, con seguridad, que nadie lo haría tan bien como él mismo, por lo menos al principio! En ese sentido, lo considero muy realista, verdaderamente muy realista. Vean el comienzo del breve artículo "De un designio", en el cual habla de sus propios textos. ¡Muy distinta sería su lectura en la pluma de otro! Lacan dice de ellos: "Estos textos aún conservan la violencia de la novedad que aportaban. Se apreciará su riesgo al comprobar que sus pro- blemas siguen estando a la orden del día", etc. Lo vemos así autocalificar- se de innovador -adviertan que esos textos son inéditos y que implicaban un riesgo, una violencia- y, en el fondo, erigirse un poco en héroe del pen- samiento psicoanalítico. También nos indica a veces el modo de uso de sus textos, al señalarnos cómo hay que leerlos -"poniendo lo suyo"- y decirnos quién es su destina- * Aunque se dan los títulos en castellano de las obras citadas, su paginación rer,lite en to- dos los casos a la edición francesa correspondiente (n. del t.) . ,~OLETTE SOLER 11 tario. Lo cual no le impide, por otra parte, enseñar que cuando uno habla jamás sabe del todo a quién se dirige. De modo que n9s revela quién es su destinatario cuando publica: el psicoanalista o el lector. Y nos dice cuál es su urgencia, la urgencia de su enseñanza, a saber: ¡que haya psicoanalistas! Por último, calificando SJ.l propio designio como el combate de las Luces contra el oscurantismo y por la incorporación del psicoanálisis a la ciencia o, al menos, a una racionalidad que esté a la altura de las ambiciones de la ciencia. Así pues, recuerdo estos puntos sin desarrollarlos, con el mero ob- jeto de señalar que Lacan orquestó discretamente sus propias produccio- nes, a partir del momento en que empezó a publicar. Si nos preguntáramos: ¿qué realizó de lo que sepropuso, de ese desig- nio de librar el combate de las Luces en el siglo XX (propósito algo tardío, pues el combate de las Luces corresponde al siglo XVIII)?, tendríamos que consagrarnos, desde luego, a una exploración amplia y prolongada . Pero, en fin, para responder qué hizo, daré simplemente algunas pistas indicati- vas. Sin duda, creo que logró reactivar, por decirlo así, la epidemia del psi- coanálisis, por lo menos en algunas regiones del Planeta: Europa, América del Sur, tal vez los países del este, ya veremos. ¡De alguna manera, dio una nueva virulencia a la peste freudiana! Podemos decir que, con seguridad, también logró devolver cierta dimensión a la figura del psicoanalista o al menos impedir que desapareciera. Por eso digo "devolver" . Hace poco estuve en Estados Unidos, donde me llevé la sorpresa de comprobar que las personas que me invitaban habían tenido el cuidado de no calificarme de psicoanalista. Habían tomado la precaución de no anun- ciarnos como psicoanalistas, lo cual me sorprendió mucho. Y no dejé de preguntarles: ¿por qué lo hicieron, cuando en otros casos se mencionaba la condición de psicoanalistas? Según las explicaciones que nos dieron, ¡po- nían "psicoanalista" cuando no tenían otra cosa que decir! En el fondo, anunciarme como tal ante el auditorio que me esperaba era presentarme, en verdad, de un modo que habría suscitado de entrada un prejuicio desfa- vorable. Puede constatarse, en cambio, que las cosas no son así donde llegó la influencia de Lacan. No son así especialmente en Francia, particu- larmente en Francia, un país en el cual, desde luego, se puede hablar mal de los psicoanalistas -ése es, incluso, uno de los placeres de la vida cotidia- na-, pero pese a todo, más allá de eso, si se habla mal de ellos es porque se tiene una idea bastante elevada de lo que podrían o deberían ser. Y creo que ése es, sin duda, uno de los efectos de la enseñanza de Lacan. Ya es mucho, por cierto: reactivar la epidemia, volver a dar una figura al psicoanalista, al desecho; no está mal. No obstante, ¿no podemos llegar a pensar -como se darán cuenta, lo digo con fórmulas prudentes- que hay un hiato, un hiato profundo, entre la influencia que ejerció, ejerce y va a seguir ejerciendo el nombre de Lacan y la enseñanza que contiene, por un 12 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALITICA lado, y lo que por el otro se transmitió efectivamente de su saber? No hay duda -a mi juicio, al menos- que Lacan elaboró un enorme saber en el psi- coanálisis. Por otra parte, aunque lean el menos trascendente de sus semi- narios comprobarán que cada página es una mina. Desde hace años nos nutrimos de ellos. Lacan construyó un monumento de saber, algo muy fuerte, muy consistente, muy rico y a la vez muy copioso. Pero, curiosa- mente, al parecer su enseñanza se vehiculiza sin arrastrar ese saber. En to- do caso, hay una considerable entropía. Y en el fondo, me parece que vale la pena plantear esta pregunta: ¿cuál es el efecto de formación real produ- cido por la enseñanza de Lacan? Creo que merece plantearse más allá de nuestro círculo. Me parece que es preciso plantearla entre lo que llamaría "sus antiguos alumnos", los de la ex escuela, sobre los cuales hay que señalar -no es una maledicencia, creo- que una buena parte mostró una manifiesta despreocupación por lo que Lacan elaboró en el plano del saber. En cuanto a nosotros, que no so- mos despreocupados -diría que ése es incluso uno de nuestros méritos-, tratamos de trabajar esa enseñanza, y de hacerlo entre todos. Por lo tanto, no nos despreocupamos por su saber. Al contrario, nos preocupa. Pero esa preocupación no nos ahorra, por desgracia, esa gran plaga que es la len- gua de madera,• de la que empieza a hablarse otra vez. En los inicios de la École parecía haberse desvanecido. En fin, teníamos la impresión de que las lenguas habían encontrado caminos un poco menos pesados. Sin em- bargo, ahora comienza a hablarse nuevamente del peso de la lengua de madera . Y la lengua de madera es el retorno del oscurantismo, ¡no lo per- damos de vista! De modo que hay en ello algo preocupante, en lo concer- niente al efecto concreto de formación que logramos extraer de Lacan. Si recuerdo, si subrayo al comienzo de este año el hiato entre lo que quiso hacer y lo que hizo, lo hago desde luego como introducción al cues- tionamiento de su enseñanza. Y para cuestionar el rumbo del propio La- can voy a utilizar, entre otros, un concepto freudiano. Bien, la repetición es uno de los cuatro conceptos fundamentales que Lacan menciona en su Seminario 11, ese seminario que suele considerarse como un punto de in- flexión en su enseñanza. Pues bien, en ese momento crucial en el que hace el balance de Freud, el balance de su retorno a Freud, y acaso se libera de él, Lacan retiene esos cuatro conceptos. Y es indudable que ese año, 1964, aporta algo nuevo par~ cada uno de ellos: el inconsciente, la repetición, la pulsión y la transferencia. Aporta la novedad que ustedes conocen, claro, * Langue de bois, jerga constituida por fra ses hechas , conservadora y convencional, ca- racterística de las burocracias de todo tipo. Se utiliza la traducción literal, "lengua de made- ra" , porque es muy expresiva de su referencia (n. del t .) . COLETTE SOLER 13 una novedad que, me parece, e; tá orientada de manera precisa. En el fon- do, va con cada uno de los cuatro términos más allá de lo que ya ha apor- tado sobre su inserción en la estructura del significan!e. Y los completa con lo que no es significante. En el caso del inconsciente, como saben -hago un breve recordatorio-, ya no destaca su estructurp. de lenguaje sino su pulsación temporal, su la- tido, que implica lo que él llama su status ético. Es algo que se diferencia de la estructura de lenguaje. Con respecto a la transferencia ya no se pone el acento en el sujeto supuesto saber sino en la vertiente amorosa o, en to- do caso, digamos que en su vertiente de afecto, que se sitúa como su as- pecto de resistencia, su vertiente de resistencia que tiene un más allá, el cual asoma al final del seminario. En lo que se refiere a la pulsión, está claro que Lacan presenta en el Se- minario 11 un enfoque completamente renovado con respecto a la manera como la había situado hasta entonces, con el pequeño materna S O D, que es el materna mediante el cual insertó la pulsión en la estructura de len- guaje del inconsciente. Por último, también en el caso de la repetición -con la que voy a comenzar dentro de un momento- aporta una nueva definición, que él mismo caracteriza y comenta como absolutamente nove- dosa, consistente en especificarla como encuentro fallido con lo real. En consecuencia, podemos decir: cuatro conceptos freudianos cuyo abordaje renueva. Ése es el rasgo común. Sin embargo, en lo concerniente a la repe- tición me parece que el aporte de Lacan no tuvo el mismo destino que en el caso de los otros tres conceptos, al menos en nuestro discurso. El in- consciente, la transferencia y la pulsión son términos que los maternas de Lacan no redujeron. Al contrario, puede decirse que Lacan les dio una nueva consistencia. Con lo que hizo con ellos, estos términos recobraron esplendor. Y eso se advierte con mucha claridad particularmente en el ca- so de la transferencia. La transferencia es un concepto freudiano utilizado por todas las ten- dencias de la comunidad analítica, que Lacan renovó profundamente y en cierto modo realzó a partir del sujeto supuesto saber, situado como su pi- vote; en otras palabras, es un concepto que sin duda renovó pero conser- vándolo, sin que el materna lo redujera. Al contrario, en algún sentido lo alimentó. Podríamos decir otro tanto con respecto a las pulsiones. En cuanto al inconsciente, esto es aun más evidente. Lacan pudo impugnar la palabra "inconsciente", considerar que no era adecuada y tratar a la vez de repensarla racionalmente. No obstante, pese a cuestionarla hasta el fi- nal de su enseñanza, la conserva y se pregunta:"¿qué es?" Plantea la cues- tión del quod, con respecto al inconsciente, hasta el final de su enseñanza. En el caso de estos tres términos: inconsciente, transferencia, pulsión, me parece que el esfuerzo matematizante de Lacan engrosó en cierto modo 14 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALíTICA la definición misma del concepto. No-lo hizo desaparecer. Con la repeti- ción las cosas parecen un poco diferentes. Ante todo señalo -primera breve elaboración- que en el uso que hacemos del término "repetición" hay mu- cha vaguedad. Lo empleamos bastante comúnmente, pero con una defini- ción un poco floja y, a decir verdad, las más de las veces hacemos de él un término de clínica descriptiva; "Yo repito, él repite, nosotros repeti- mos .. . ". Es algo sumamente usado. Me refiero al sentido de utilizado, pe- ro quizá también al otro sentido. En general, ¿qué se designa grosso modo con este término? Un tope del cambio. Cuando comenzamos a decir que "el paciente repite", es porque tropezamos con un obstáculo. Tropezamos con algo que se resiste a cambiar, que persiste idéntico a sí mismo. Vale decir, que caemos siempre en la misma cosa. Con la salvedad de que en la experiencia analítica lo Mismo tiene va- rios nombres y no sólo se llama repetición. Entre los nombres de lo que se resiste a cambiar en el psicoanálisis tenemos ante todo: indestructibilidad del deseo inconsciente. Primera aparición de algo que no cesa. Y luego te- nemos -aunque es otra cosa- la constancia de las reivindicaciones pulsio- nales, en la cual Freud hizo cierto hincapié. O, si lo prefieren, la constan- cia del fantasma como postulado. Nos encontramos además con la inercia del síntoma. Por consiguiente, el hecho de dar con algo que se indica como idéntico no basta aún para poner en juego de manera apropiada el concep- to de repetición. Ésa es una de las razones que hicieron que la tomara co- mo punto de partida. En rigor de verdad, no sé bien por qué tomé la repe- tición, pero no importa. Además de este uso vago del término, les pregunto: ¿cuál es el materna que corresponde al concepto? ¿Cuál es el materna de la repetición? Ésa es mi pregunta. Podríamos hacer un juego lacaniano: buscar el materna de la repetición. Maternas del inconsciente: los conocemos. Tenemos un materna de la transferencia. Tenemos un materna de la pulsión. Y tal vez varios, a decir verdad. En cuanto al materna de la repetición, no sé; si les pregunta- ra a ustedes, probablemente no todos dirían lo mismo. Tenemos un mate- rna de la pulsión: 'f, O D. Tenemos un materna de la transferencia e incluso varios, quizá, pero recordemos el que figura en la proposición de 1967: el significante con su supuesto sujeto saber. s Tenemos un materna del inconsciente. ¿Tenemos uno? ¡Tenemos dos maternas del inconsciente! Ya lo mencioné, pero volveré a ello. Tenemos dos maternas del inconsciente. Uno es lo que Freud llamó deseo incons- ciente, o cosa o sujeto. Ésa es una de las escrituras del inconsciente freu- COLETTE SOLER 15 diana. Y hay otra, que es la escritura del inconsciente como saber. El in- consciente es saber. Pero también es la insistencia del deseo. Es preciso, desde luego, articular estas dos definiciones. Entonces, tendremos que situar la repetición en esos maternas. Para se- ñalar un aspecto que tenga un término, Lacan, en todo caso, situó la mo- dalidad de la repetición: lt> necesario. La insertó en una lógica: lo transfi- nito. Con esto quiero decirles que si bien tenemos un uso vago de la repetición, eso no impide que en la enseñanza de Lacan haya indicaciones extremadamente precisas que van mucho más allá del concepto mismo, por el lado de la lógica. Por ahora voy a preguntarme cómo leyó Lacan a Freud en lo concerniente a lo que éste llama el Wiederholungszwang, el automatismo de repetición. Antes de entrar en la cuestión, tal vez conven- ga dar algunas indicaciones metódicas sobre textos de referencia . No reu- ní todos los textos en los cuales aparece la palabra "repetición". Agrupé los grandes textos, en todo caso aquellos a los cuales tendré que recurrir. En Freud, un texto que es anterior a la promoción del término "repeti- ción", y que es el "Proyecto de psicología ... ", de 1895.' Viene a continua- ción La interpretación de los sueños, y en especial el capítulo 7 sobre la psicología del sueño, de 1901. Luego dos grandes textos, que son funda- mentales, centrales. El de 1914, "Recordar, repetir y reelaborar", en el cual Freud introduce ese wiederholen, que acentúa en la experiencia de la cura analítica. Después, claro está, el gran texto de 1920, Más allá del principio de placer. Al cual hay que agregar El yo y el ello, que en cierto modo es su derivado. Ésos son los textos fundamentales a cuyo comenta- rio dedicaré algún tiempo. En lo que se refiere a los textos de Lacan, si quieren remitirse a ellos hay algunos en los mismos Escritos. Les indicaré las páginas, porque La- can menciona a veces la repetición en una frase de un texto que no está de- dicado a ella. Les señalo "De nuestros antecedentes", en la página 67. A continuación, "Función y campo de la palabra y del lenguaje", en especial la página 318. Antes habría debido mencionar el texto de la "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología", en el que hay una pequeña indicación en la página 148. Luego, "De una cuestión preli- minar'', página 557, "De un designio'', página 367, y por último, por su- puesto, el gran texto sobre la repetición que es el seminario sobre "La car- ta robada", del cual ya hablaré. Al margen de los Escritos también hay muchas cosas en los semina- rios. Hay que mencionar en especial, desde luego, el Seminario 11 de * Se citan los textos de Freud según el título que se les da en las Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 24 volúmenes, 1978-1985 (n. del t.) . 16 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 1964, con el cual comencé, y tam'füé'n el texto de "De la psychanalyse dans ses rapports avec la réalité'', de 1967. Además, El reverso del psi- coanálisis, en el que Lacan vuelve a la cuestión de la repeticjón y plantea la diferencia entre lo que ésta es para Freud y lo que es para él mismo, su aporte sobre la repetición. Tendremos que comentar estos textos, enton- ces. Y también, por supuesto, "El atolondradicho'', en el que define la re- petición como transfinita y la "Reseña de la lógica del fantasma", un po- co anterior al texto de "De la psychanalyse daos ses rapports avec la réalité". ¿Cómo abordó Lacan esta compulsión de repetición? En primer lugar, le atribuye mucha importancia. Y desde luego no es un azar que abra su volumen de los Escritos con la evocación de la repetición freudiana. La menciona en la primera página del texto sobre "La carta robada'', que co- mienza, como lo recordarán, así: "Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el automatismo de repetición'', etc. Por lo tanto, le asigna tanta importancia que cuando decide presentar sus escritos, no por orden cronológico sino mediante un texto especial, no sólo elige "El semi- nario sobre «La carta robada»" -que es un apólogo de la repetición- sino que además la menciona en la primera línea de esos Escritos . Le asigna mucha trascendencia y la considera nodal en la doctrina de Freud. En se- gundo lugar, Lacan siempre mantuvo la unión, la solidaridad -clínica y conceptual- entre el Wiederholungszwang de Freud y su pulsión de muer- te. Cosa que no era evidente por sí misma. Lo era tan poco, que todo un sector del movimiento analítico quiso aceptar la repetición y dejar de lado la pulsión de muerte, en razón, naturalmente, de que el concepto de repe- tición se apoya en datos clínicos mucho más notorios, mucho más difíciles de impugnar que la idea de pulsión de muerte. Lacan, entonces, mantiene la conexión entre ambas y considera que estas dos nociones solidarias -aunque la pulsión de muerte sea una noción impensable en sí misma- se deducen de la experiencia analítica, auncuando no encuentre su formula- ción científica. En la página 317 de los Escritos, Lacan dice que se trata de un par que debe situarse en la poética de la obra de Freud. Esto es, como no puede de- cir: la pulsión de muerte es una noción científica, dice: hay que situarla en las resonancias de la poética freudiana. Lo cual no significa otra cosa que con ese binario Freud, a su entender, se acerca mucho a algo aconceptual en la experiencia, algo que, en cierto modo, está en la experiencia pero no se deja atrapar fácilmente por el pensamiento. Lacan intenta por lo tanto repensar ese par, racionalizarlo y darle una lógica. Lo hace por etapas. Y al releer otra vez los textos, me sorprende ver hasta qué punto tal o cual etapa de la elaboración de Lacan implica un forzamiento del pensamiento freudiano. Forzamiento que, como voy a explicar, es sensible en el hecho COLETTE SOLER 17 de que, de una época a otra, vemos a Lacan contradecirse radicalmente so- bre un mismo punto. Tomo un ejemplo, el del punto de inflexión de 1920-representado por Más allá del principio de placer. Pues bien, si toman "La carta robada" -texto al cual volveré-, en la parte correspondiente a su clase del 26 de abril de 1955 -en la página 45 de los Escritos, la parte titulada "Introduc- ción"-, Lacan dice que quiere fijar algunos puntos de referencia sobre el automatismo de repetición. ¿Y cuál es su tesis en ese momento? Voy a leer algunos pasajes: "El automatismo de repetición -aunque la noción se pre- sente en la obra [ .. . ] como destinada a responder a ciertas paradojas de la clínica, como los sueños de la neurosis traumática o la reacción terapéuti- ca negativa- no puede concebirse como un añadido al edificio doctrinal, aun cuando fuese para coronarlo. Con él Freud reafirma su descubrimien- to inaugural, a saber, la concepción de la memoria que implica su «incons- ciente ». Los nuevos hechos le brindan aquí la oportunidad de[ ... ] dar una forma generalizada" a su descubrimiento. Es una tesis precisa, y quiere de- cir: con 1920 y Más allá del principio de placer no hay nada nuevo, no es un nuevo elemento agregado al edificio, es simplemente el desarrollo de la tesis primera, y su generalización. En ese momento Lacan considera que Más allá del principio de placer no hace sino extraer las consecuencias de lo que Freud decía desde 1895 sobre el inconsciente. Tomemos ahora El reverso del psicoanálisis, en las páginas 50 y 88 -este seminario es de 1969, por lo tanto catorce años después-, y "De nuestros antecedentes", en la página 67 de los Escritos. Pues bien, encon- tramos la tesis inversa . Tomo en primer lugar El reverso ... , donde Lacan dice lo siguiente en la página 50: la enunciación de Freud tiene dos tiem- pos. El primero es el de la articulación del inconsciente, inconsciente que permite situar el deseo. El segundo tiempo, dice, con Más allá del principio de placer, es la introducción de la repetición, necesaria a causa del goce. Aquí tenemos una tesis no menos precisa que la primera. La primera, que les mencionaba hace un momento, en la página 45 de los Escritos, es la si- guiente: la introducción de Más allá del principio de placer no es un punto de inflexión, sino que está implicada por el inconsciente. Y después, entre las páginas que les indico, las páginas 50 y 88 de El reverso, que data de 1969, más la página 67 de los Escritos, que son de 1966. La idea que se plantea en estos textos es, al contrario, que hay dos tiempos de la inven- ción primera. Un tiempo uno que es el del descubrimiento del inconscien- te en tanto ligado al des.::o, y a partir de aquí el tiempo dos, la repetición en tanto ligada al goce. Verán que en la página 88 del mismo seminario retoma la tesis. Dice lo siguiente: "1920 es el punto de desandadura de su descubrimiento". Tér- mino muy fuerte, interesante, pues en algún momento lo utiliza para el 18 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA síntoma, cuando habla del "punto de desandadura del síntoma hacia los efectos de creación". En todo caso, la idea es que allí la teoría freudiana toma otra dirección. Habría que comentar largamente este texto. Quizá lo haga cuando llegue la oportunidad. Entre esos dos momentos está desde luego el Seminario 11, en el cual Lacan renovó el concepto de repetición. Dediquémonos entonces a éxaminar la lógica de esas dos afirmaciones contradictorias. Para hacerlo, vayamos a los textos del propio Freud. En la lectura de esos textos, ¿qué puede marcarse o acentuarse más, la novedad de su Más allá del principio de placer o la continuidad de la invención? Vamos a internarnos un poco en los textos de Freud, que releí en detalle para tratar de resumir lo que extraigo de ellos. Los dos textos centrales son naturalmente los de 1914 y 1920. El texto de 1914, "Recordar, repe- tir y reelaborar", destaca un fenómeno de la transferencia, a saber, que en la experiencia analítica Freud comprueba la existencia de un límite a la re- memoración, un límite, por lo tanto, a lo que podemos traducir con Lacan en términos de historización. Hay un límite de la función historizante de la palabra analizante, y este límite de la rememoración coincide con otro mo- do de "presencia del pasado", como dice Freud. Desde luego, la alusión a una "presencia del pasado" plantea de inmediato este interrogante: ¿cómo puede el pasado estar presente cuando no lo está en el recuerdo? Freud responde: es una presencia del pasado que el sujeto ignora. Pero entonces, si el sujeto la ignora, ¿quién la conoce? Necesariamente, el analista, Freud, que habla. Por consiguiente, una presencia del pasado ignorada por el su- jeto y que sólo aparece en actos. Agieren, dice Freud. Aparece en actos, y no en cualquier forma. No en la forma de la inscripción de una memoria, en absoluto, sino en la que Freud llama "de los actos interiores", tales como los fantasmas y las aspi- raciones del deseo. En otras palabras, Freud sitúa todo lo que se incluye en el rubro de los sentimientos de transferencia, las aspiraciones de la transfe- rencia, del lado de la presencia en actos del pasado en la repetición. Surge entonces una cuestión que extraigo del texto, pero que no está formulada de este modo: ¿cuál es la diferencia con el retorno de lo reprimido? Puesto que este retorno también se produce sin que el sujeto lo sepa, con una for- ma disfrazada -aquí estoy en la teoría freudiana-, en la transacción de los sueños, los lapsus y los síntomas. Y en efecto, Freud establece la conexión entre repetición y retorno de lo reprimido. Se pregunta: ¿qué repite el pa- ciente? Y señala: "Repite todo lo que, emanado de las fuentes de lo repri- mido, impregna ya toda su personalidad, a saber, sus inhibiciones, sus ac- titudes patológicas, su carácter y sobre todo sus síntomas". De allí su comentario inmediato: "En el fondo no hemos descubierto nada nuevo" -¡y esto en 1914!- "sino adquirido únicamente una concepción más cohe- rente del estado de cosas". El propio Freud nos dice aquí: lo que llamo re- ,.. COLETTE SOLER 19 petición no es otra cosa que la actualización de la neurosis de transferen- cia. Y emplea estas palabras: "El sujeto lo vive como algo real y actual, sin saber que el pasado es una fuerza actuante". De modo que ese texto de 1914 es curioso. Freud introduce un nuevo término: la repetición. Presenta su efecto clínico y termina por decir: pero en el fondo no es nada nuevo, es homogéneo con el retorno de lo reprimi- do. Vale decir que en 1914 está bastante cerca de la tesis de Lacan en "De nuestros antecedentes" . ¿Qué significa esto? Significa que en 1914 Freud no correlaciona la repetición con el más allá del principio de pla- cer. Al contrario, la incorpora a la economía del principio de placer. No lo olviden. Hay un texto que no les mencioné y que es crucial, también de 1914: "Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico", en el que Freud desarrolla las relaciones entre principio de placer y principio de realidad.¿Cuál es la lógica que le permite correlacionar en ese momento la repe- tición con el principio de placer? Lo cual plantea el problema de qué es el principio de placer para Freud, cosa que, desde luego, no voy a tratar en detalle. En definitiva, ya había introducido ese principio de placer en el Entwurf, su Proyecto de psicología. Lo retoma en 1911 en el capítulo 7 de La interpretación de los sueños y en 1914 no está menos sobrentendido. Voy a utilizar el capítulo 7 de La interpretación de los sueños en el cual, por otra parte, el mismo Freud remite a su Proyecto de psicología. ¿Qué encontramos en él? En ese capítulo 7 encontramos una tesis sobre el apa- rato psíquico y su funcionamiento; lo cual quiere decir una tesis sobre el inconsciente en sus diferentes aspectos, -de estructura y de dinámica. En- contramos lo que bien podemos llamar una definición estructural del tra- bajo del sueño y de lo que él llama "los sistemas psi", a saber, el propio inconsciente. Y hallamos además ciertas consideraciones acerca de la diná- mica del sistema y su finalidad, en las cuales Freud introduce principio de placer y principio de realidad. En primer lugar, consideremos la conclusión del capítulo titulado "El trabajo del sueño". Aquí aparece una frase muchas veces citada por La- can: "El trabajo del sueño no piensa ni calcula. De una manera general, no juzga; se conforma con transformar". El trabajo del sueño transforma, y como saben lo hace por intermedio del trabajo asociativo de las sustitucio- nes de representaciones. En el fondo, el trabajo del sueño es el reverso del desciframiento. Es la idea de que el psicoanálisis descifra lo cifrado por el sueño. La idea, en consecuencia, es que ese trabajo es un trabajo automá- tico; la caracterfstica de los procesos que Freud llama primarios -la deno- minación "procesos primarios" designa el trabajo del sueño y nada más- es que son regulados. Se trata de un trabajo automáticamente regulado por el displacer; en otras palabras, por el apartamiento de cualquier repre- 20 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA sentación que procure displacer. Un trabajo de sustitución de representa- ciones, pero que sólo conserva las que no provocan displacer. La primera tesis de Freud es por lo tanto la existencia de un lazo intrín- seco entre la elaboración inconsciente y la huida del displacer. O, si lo pre- fieren, la búsqueda del placer. No se parte entonces de un lazo entre el in- consciente y el más allá del placer. Se parte de una solidaridad firmemente establecida entre el trabajo del sueño y los procesos primarios regulados automáticamente por el displacer. Eso nos dice la elaboración inconscien- te, el trabajo inconsciente. Ahora bien, ¿qué es el inconsciente? En La interpretación de los sueños Freud construyó los sistemas psi para responder esta pregunta. Y la res- puesta que se deduce de su esquema es categórica: el inconsciente son las huellas mnémicas. ¿Qué significa hablar de huellas mnémicas? Significa que a juicio de Freud las experiencias hechas por un individuo se inscriben como estructura, se depositan de una manera estructurada. ¿Dónde? En lo que llama los sistemas psi. Son entonces huellas mnémicas, y en este pun- to se ve con claridad que Lacan no tendrá muchas dificultades en traducir- las como "significantes". Pero son huellas mnémicas que no se depositan en desorden; son huellas ordenadas, asociadas, nos dice Freud, de manera diversificada en múltiples sistemas psi, asociadas según la simultaneidad, la contigüidad, la semejanza, etc. Lacan no tendrá inconvenientes en decir: es una sintaxis. Es un sistema en el que la sintaxis ya está presente. Ahora, tercer punto, tras habernos dicho Freud qué es el inconsciente (huellas mnémicas, red de huellas mnémicas asociadas), tras habernos di- cho qué hace el inconsciente (sustituye una huella por otra según el princi- pio de placer; en el texto se indica "según el principio de displacer"), debe- mos preguntarnos: ¿con qué objetivo, con qué finalidad? Aquí Lacan nos habla del capitalista necesario cada vez que hay un empresario que traba- ja. Lacan dio valor a ese texto. El capitalista, nos dice, es el inconsciente. No podremos comprender en absoluto esta afirmación, desde luego, si no advertimos que ya no es el inconsciente como trabajo. ¡Es el inconsciente como deseo! La tesis es muy conocida, la recuerdo rápidamente: el capita- lista que fomenta el trabajo del inconsciente es un deseo infantil primario ligado a escenas infantiles o a fantasmas que las repiten. Se ve de inmedia- to que en este texto hay dos inconscientes. Hay un inconsciente como me- moria. El inconsciente "huellas mnémicas" es una memoria, exactamente del mismo modo como puede hablarse de la memoria de una computado- ra. Ese inconsciente como memoria es, por supuesto, el que Lacan podrá escribir como saber, pues una memoria está constituida por significantes, y en ese sentido puede decirse que es saber. Por otra parte está el incons- ciente como deseo infantil e incluso como pulsión, que está intrínseca y originariamente ligado a esa memoria. No es, por lo tanto, una memoria COLETTE SOLER 21 amorfa. Aquí la comparación con la computadora ya no funciona; de lo contrario, habría que inventar una computadora que quisiera algo. Lo que va a facilitar la unión entre el inconsciente y el principio de pla- cer es el inconsciente como deseo. Como ustedes saben, Freud, para dar- nos una idea de la permanencia del deseo y su lazo con el inconsciente, promueve, inventa una expériencia de satisfacción original, que ya apare- cía, por lo demás, en el Proyecto de psicología de 1895. Inventa una expe- riencia de satisfacción primera que se habría depositado como estructura: es lo que dice en la página 481 de la edición francesa de La interpretación de los sueños. La idea de Freud es bastante simple. Distingue dos tiempos, para gene- rar el mítico nacimiento del deseo. El tiempo uno es el surgimiento de una excitación interna. Es posible imaginarla según el modelo de la necesidad interior, ya sea alimentaria o sexual. Por lo tanto: surgimiento de una ex- citación displacentera, un aumento de la tensión que es, para él, la defini- ción misma del displacer. Tenemos así el tiempo uno: la excitación (y el displacer) que va a dejar una huella mnémica, que deja inscripta su huella mnémica. Luego se produce la satisfacción, sólo debida a una intervención exterior. Digamos que sobreviene por una gracia del destino. Y esta expe- riencia de satisfacción está asociada a una percepción, que es la del objeto satisfactorio. A su turno, esa percepción se inscribe como estructura. Del registro de la experiencia, es decir, del encuentro tanto con la excitación como con la satisfacción, pasamos al plano de la estructura. En lo que se inscribe como estructura tendremos una imagen mnémica de esta percep- ción del objeto satisfactorio. En el fondo, la idea de Freud, bastante sim- ple, es que en el tiempo dos, cuando la excitación se representa según los ritmos pulsionales, hay una investidura automática de la huella mnémica de la excitación, que se comunicará a la imagen mnémica del objeto satis- factorio. Freud nos dice: eso es el deseo. Experiencia T 1 - excitación displacer T2 - satisfacción Estructura huella mnémica: (a) d imagen mnémica: (b) (d =deseo) El deseo es la investidura que se dirige desde la huella mnémica de la excitación hacia la imagen mnémica del objeto. Lo cual permite que Freud diga que el deseo va del displacer al placer. En ese texto hay una frase completamente asombrosa: "Una vez que se represente la necesidad, se producirá, gracias a la relación establecida entre las dos imágenes mnémi- 22 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANAlÍTICA cas, el desencadenamiento de un impulso psíquico que volverá a investir la imagen mnémica de esa percepción en la memoria, volverá a provocar esa percepción de manera alucinatoria, es decir, reconstituirá lá situación de la primerasatisfacción". Es muy sorprendente, porque Freud nos dice que la investidura alucinatoria de la imagen mnémica del objeto satisfactorio re- constituye "la situación de la primera satisfacción". Es sorprendente, claro, porque significa la descripción de un aparato que se satisface con huellas y no se trata de satisfacción en el plano de la excitación. Es preciso señalar que en el texto de 1895 destacaba lo contra- rio: un aparato que no encuentra satisfacción en la alucinación. Es eviden- te, entonces, que esa experiencia primera es mítica. ¿Para qué la inventa Freud? La inventa para decirnos que el inconsciente está habitado por un deseo cuya finalidad fundamental, primordial, es recuperar una satisfac- ción supuestamente original, ¡lo cual quiere decir que se perdió en el ori- gen! Esto es, la idea de que en lo fundamental el inconsciente está movido por una especie de objetivo regresivo, de recuperación de una identidad de percepción primera. Con la salvedad de que Freud identifica esta identidad de percepción primera con el placer. La identifica con la satisfacción. No la identifica en absoluto en un más allá; al contrario. Ése es el punto en que hago hincapié: que el inconsciente es una memoria cuyo núcleo rodea, en cierto modo, una percepción de satisfacción. Como ven, podríamos insertar aquí el término "repetición" -desde el texto de La interpretación de los sueños- y decir que el aparato procura repetir el placer original. Por lo tanto, es absolutamente indudable que hasta 1914 los procesos primarios inconscientes se correlacionan, para Freud, con el principio del placer, mientras que los principios secundarios preconscientes están correlacionados, al contrario, con el principio de rea- lidad. Y aquí surge el problema del ajuste entre los dos principios. De to- dos modos, me parece que, hasta 1914 incluido, con el texto de las "For- mulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico", tenemos la repetición y no disponemos aún del más allá del principio de placer. 2 Me fijé la meta de estudiar la relectura lacaniana de Freud sobre el tó- pico del automatismo de repetición, y dejé para más adelante el viraje que hay en su lectura de ese automatismo en Freud, cuyos mojones les mostré en nuestro anterior encuentro. Intenté reconstruir los diferentes pasos da- dos por Freud a partir de Más allá del principio de placer y les recordé las fechas y los principales textos. A posteriori me di cuenta de que no había mencionado dos textos que merecían citarse: la "Nota sobre la «pizarra mágica »" de 1924-1925 y sobre todo "La negación", que es de 1925, al que quizá pueda referirme dentro de un momento. Me detuve en la "experiencia de satisfacción" tal como Freud la inven- ta -puesto que se trata de una invención- en la página 481 (de la edición francesa) de La interpretación de los sueños. ¿Para qué la inventa? Para articular juntos el inconsciente como estructura y el inconsciente como di- namismo. El inconsciente como estructura es el inconsciente tal como se deduce, ya en Freud, de la operación de desciframiento freudiano. Para decirlo con sencillez, ese inconsciente como estructura es el inconsciente en cuanto es una memoria. Una memoria no quiere decir la memoria. En absoluto . Es una memoria del mismo modo como puede hablarse de la memoria de una computadora. Es el inconsciente como el conjunto de las huellas permanentes, constantes de lo que sucedió, de lo que fue. Ese in- consciente como memoria es el inconsciente tal como se manifiesta en el recuerdo -vale decir, en la rememoración- y en las formaciones del in- consciente. Y en nuestro anterior encuentro insistí en recordarles la descripción de la experiencia de satisfacción que hace Freud; insistí en el hecho de que és- te nos indica con mucha claridad cómo la historia o, más precisamente, el 24 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA acontecimiento datado -que por lo tanto calificaremos de histórico-, el acontecimiento histórico, "persiste" con la forma de un sistema de huellas, simultáneas y por ende organizadas, ordenadas. Vale decir qt.Ie, aunque no emplea los dos términos que yo voy a utilizar, es muy notorio que Freud, con la experiencia de satisfacción, nos describe un pasaje de la diacronía a la sincronía. Nos muestra que ia diacronía se inscribe como sincronía. Es una expresión que Lacan emplea en su texto "Posición del inconsciente": "Lo que de la diacronía se inscribe como sincronía". Siendo así, es muy evidente que Freud no podía dejar de plantearse el problema del lugar de esa sincronía: ¿dónde se encontraba? Puesto que no estaba a disposición del sujeto, del llamado sujeto de la conciencia . Para responder esta cuestión Freud probó varios modelos, varias aproximacio- nes, ninguna de las cuales -hay que decirlo- fue del todo satisfactoria. En un primer momento lo intentó con el modelo neurológico. En su Proyecto de psicología de 1895 trató de representar -no es más que una representa- ción- la red de las Vorstellungen según el modelo de las conexiones neuro- nales. En La interpretación de los sueños, donde ya ha renunciado a utili- zar el modelo neuronal, se vale simplemente de la idea de una serie de superficies de inscripción. Es decir, que vuelve prácticamente al modelo de la hoja de papel en la cual se trazan las huellas. Por eso se me ocurrió mencionar la "Nota sobre la «pizarra mágica »", porque en este texto -posterior a los referidos al más allá del principio de placer- retoma la cuestión. Y en el fondo vuelve a una vieja imagen, la de la cera sobre la cual el estilete deja huellas, pero ahuecadas. El texto sobre la pizarra mágica plantea cuestiones bastante interesan- tes, porque en él Freud se formula la siguiente pregunta: si se concibe el in- consciente como una memoria, ¿cómo es posible que el sistema nunca se sature? ¿Cómo es posible que la capacidad de recepción de ese sistema ja- más quede saturada? Con la imagen de la pizarra mágica, Freud trata de dar una idea, sobre la cual apoya la distinción del inconsciente donde se produce la inscripción y la conciencia en la cual eso se borra, donde no ha- ce más que pasar y se borra de tal modo que el sistema siempre queda dis- ponible. En consecuencia, tenemos por un lado la experiencia como memoria, y en la experiencia de satisfacción Freud trata de articular esa memoria con lo que es su dinamismo regulado por el principio de placer. No volveré a la descripción anterior. En definitiva, es simple; hay tres términos: la idea de una primera experiencia, ante todo el displacer de la excitación, luego el surgimiento de la percepción de un objeto que va a ser portador de la satisfacción. Tres términos, entonces: excitación, objeto, satisfacción, con la idea simple de Freud de que los tres dejan su huella y que en el segundo tiempo de la reaparición de la excitación se instaurará un movimiento que COLETTTE SOLER 25 irá directamente de las huellas del displacer a las huellas del objeto satis- factorio. Se comprende por qué Freud dice que el deseo busca la identidad de percepción, y aquí introduce el término "repetición'', no en el sentido del automatismo de repetición, sino en cuanto el deseo querría recuperar, repetir la percepción del objeto satisfactorio. Me gustaría hacer dos eomentarios. En primer lugar, puede decirse que es un modelo que va de la tyché al automaton, para emplear los términos utilizados por Lacan más adelante y de otra manera. Va de la tyché al au- tomaton; más exactamente, la tyché se inscribe como automaton, dado que lo primero en esta descripción de Freud es el encuentro contingente con un objeto que en cierto modo llega a complementar la aspiración con- tenida en la excitación. Segundo comentario: resulta muy claro que es también una descripción por medio de la cual Freud nos indica un pasaje de lo que nosotros llamamos goce, un pasaje del goce al deseo. Basta con traducir "satisfacción" por "goce". Es, en efecto, la descripción de una gé-nesis del deseo como movimiento hacia una satisfacción perdida y que por lo tanto es preciso reproducir. No olviden que esta experiencia de satisfacción fue inventada por Freud para explicar un fenómeno que conocemos bien, el retorno de lo re- primido, es decir, la insistencia de algunas Vorstellungen que pueden apa- recer en los sueños, los actos fallidos o el síntoma. Y con la idea de que el retorno de lo reprimido busca recuperar huellas perdidas, huellas lejanas. Hay algo sorprendente: en su Proyecto de psicología, Freud describe en un primer momento, junto con la experiencia de satisfacción, la prueba del sufrimiento, vale decir, una experiencia paralela que es la del sufrimiento. Y debemos decir con claridad que lo hace con fundamentos lógicos, por- que si la tyché se inscribe como automaton, es indudable que está hecha de experiencias, placeres y displaceres, satisfacciones y dolores y sufrimientos. En un primer momento, por consiguiente, vemos que Freud aplica el mis- mo esquema a la experiencia de sufrimiento, a saber, que lo encontrado persiste con la forma de huellas mnémicas. De allí la cuestión que se plan- tea entonces: ¿cómo opera el principio de placer con esas huellas? Ya co- nocen su respuesta: las huellas del objeto nocivo producen una aversión primaria, que Freud denomina explícitamente "defensa primaria". Vean la página 340 de la edición francesa de Los orígenes del psicoaná- lisis; en ella Freud hace en cierto modo un resumen, y dice: "Todo estado de deseo genera una atracción hacia el objeto, hacia la imagen mnémica de ese objeto. Todo acontecimiento penoso engendra una repulsión, una ten- dencia que se opone a la investidura de la imagen mnémica hostil. Tenemos aquí una atracción y una defensa primaria". En el texto de La interpreta- ción de los sueños no encontramos esa "defensa primaria". Creo que es por una simple razón: la "defensa primaria" explica la represión, mientras que 26 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA . el texto de La interpretación de los sueños, en el cual me detuve bastante extensamente, apunta a dar cuenta del retorno de lo reprimido. Dicho esto, es indudable que Freud, sin embargo, no terminó de resol- ver las huellas mnémicas del dolor. Pase lo que pasare con este punto, lo cierto es que más allá de 1914 -hasta 1920, exactamente- mantuvo con firmeza la afirmación del lazo .entre lo que llama procesos primarios, es de- cir, el trabajo del inconsciente, y el principio de placer. Lo cual significa que su tesis, hasta 1920, fue que el inconsciente trabajaba en pro del pla- cer, de una satisfacción que él llamaba placer. Tuvieron que pasar veinti- cinco años para que se corrigiera, cosa que hizo en Más allá del principio de placer. No sólo agrega algo, sino que se corrige, rectifica un error. Po- demos exponerlo en estos términos. Más allá del principio de placer es un texto que con seguridad ustedes conocen de memoria, o casi. Si no es así, deben releerlo. Saben, entonces, cuáles son sus fundamentos. En la primera parte Freud comienza por eli- minar todas las experiencias de displacer que a su juicio no introducen un más allá del principio de placer. Examina las experiencias de displacer que el sujeto soporta sin que eso signifique una objeción al principio de placer. Yo diría que se trata de experiencias de displacer que son condicionadas, para retomar una oposición kantiana entre lo incondicionado y lo condi- cionado. Hay experiencias de displacer consentidas, desde luego, porque condicionan la expectativa de un placer supuesto, por venir. Por otro lado hay experiencias de displacer que, sin ser condicionadas, son el resultado del conflicto psíquico, a saber, la ardua noción introduci- da por Freud, según la cual lo que es placer para el inconsciente puede ser displacer para el sujeto consciente. En términos generales, con ello se de- signan todos los displaceres procedentes de la defensa del sujeto. Freud considera que tampoco éstos objetan el principio de placer, porque en al- gún aspecto brindan una satisfacción y sólo se tornan desagradables debi- do a la división. Ésa es la primera argumentación de Freud: la rápida eliminación de los displaceres que no suponen una objeción al principio para introducir lo que Lacan llamó "nuevos ejemplos", que por su parte sí lo objetan. Como ustedes saben, se trata de la neurosis traumática y la neurosis de transfe- rencia. En especial esta última, cuando vira hacia la reacción terapéutica negativa, lo cual no sucede en todos los casos; curiosa manera de decirlo. Les recuerdo, de paso -no desarrollo estos ejemplos que son muy conoci- dos- que Freud considera en particular que en estos dos casos -neurosis traumática y neurosis de transferencia- debe corregir su doctrina del sue- ño. Debe corregir su tesis fundamental de que el sueño es una realización de deseo. Lo cual, creo, aún no fue asimilado en nuestros días por muchos. Puesto que Freud planteó de manera categórica que los sueños de transfe- COLETTTE SOLER 27 rencia no son, en su mayoría, realizaciones del deseo. Deben ponerse en la cuenta del "más allá". Lo dice muy explícitamente en la página 75, donde señala que en el caso de la transferencia tropezó con una·objeción a su teo- ría del sueño. Freud precisa que los sueños de angustia no constituyen una objeción a la teoría del sueño, dado que, lo mismo que los sueños de castigo, como lo indica en La interpretación de los sueños, cumplen un deseo del cual se de- riva la culpa. A su entender, esto no representa una objeción. Sí la hay, en cambio, en los sueños de transferencia, sobre los cuales dice: los sueños que vemos salir a la luz en los psicoanálisis, que nos traen el recuerdo de los traumas psíquicos de la infancia, no son sueños que obedezcan a un deseo sino, más bien, a la compulsión de repetición. Por lo tanto, casi es posible hablar de sueños de repetición. Esta observación sobre el sueño es un paréntesis, pero creo que tiene su importancia. Adviertan que Freud agrega algo, desde luego, a la neurosis traumática y la neurosis de transfe- rencia. Incluye en la serie -pero lo hace a posteriori- los juegos del niño, y además todos los fenómenos que calificamos de neurosis de destino. Una vez establecido el más allá del principio de placer, una vez establecida la compulsión de repetición, Freud dilucida, de manera retroactiva, el hecho de que al jugar el niño reproduzca preferentemente la fase dolorosa del juego, y no su fase agradable. Añade luego la serie de los casos de neurosis de destino, es decir, hechos que corresponden al marco exterior al análisis, a saber, los casos de esos sujetos a quienes, de manera notoria, siempre les sucede lo mismo; menciona allí el ejemplo -que me gusta mucho- de la mujer que entierra a tres maridos uno tras otro. Recién casada, esta mujer apenas tiene tiempo de cuidarlos y enterrar- los. Y aquí Freud se asombra: a decir verdad, no se logra ver la implicación subjetiva. No lo dice en estos términos, pero la impresión es, en efecto, que la cosa viene de afuera. Fórmula que Lacan retomará como definición de la repetición: viene de afuera. En rigor, no puede decirse que en 1920 la neu- rosis de transferencia sea un hecho novedoso. Creo que Freud la descubrió casi en el origen, e incluso antes con el caso de Anna O. y de Breuer. Y ne- cesitó veinticinco años para comprender. Vemos algunas veleidades en 1914, pero Freud no saca las conclusiones correspondientes. Tendrán que pasar seis años más para que termine por concluir y afirmar, plantear el ca- rácter primario de la compulsión de repetición en el hablanteser. Quisiera hacer dos o tres comentarios sobre su presentación de esta compulsión en el texto de 1920. Freud toma como un hecho, un hecho descriptivo, un hecho producido por la experiencia, que la repetición se impone al objetivo del placer. Podríamos decir que en un primer momento Freud señala que el principio de placer no es eliminado sino, en todo caso, superado,modificado por el principio de realidad. Esto no constituye una 28 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA objeción al principio de placer. El principio de realidad es un principio de placer domesticado. En 1920 escribe algo totalmente distinto. Indica que el automatismo de repetición se impone a ambos principi<?s. La superposi- ción escribe la sustitución, el término que se impone al otro. Por primera vez, Freud separa el retorno de lo reprimido y el objetivo del placer. En la página 59 verán que vuelve .a aludir al retorno de lo reprimido -mecanis- mo que introdujo desde el comienzo- para conectarlo esta vez con la com- pulsión de repetición y por lo tanto, con la no consideración del placer. Se advierte con claridad el replanteo que hace del retorno de lo reprimido. En un primer momento, en los textos que cité hasta aquí, ese retorno consiste en repetir una experiencia de placer. Ya había una nota de repetición, de retorno, pero no era el automatismo de repetición de 1920. Era repetir una experiencia de placer. Mientras que en 1920 es repetir, como un infi- nitivo, repetir tanto el sufrimiento como el placer. Sin que pueda decirse a qué apunta, la repetición se impone con un carácter automático. Por eso Freud la califica varias veces de "demoníaca". Segunda observación, que no suscita ninguna duda y es un leitmotiv del texto: Freud imputa la compulsión de repetición a la pulsión. Es un térmi- no que domina en todo el texto. Digamos que expulsa a otro. Expulsa prácticamente el término "deseo", que encontrábamos en la "experiencia de satisfacción". Freud deduce de ello una hipótesis, que no hace falta des- plegar demasiado: la pulsión apuntaría a restaurar un estado anterior. No- ten que "restaurar un estado anterior" es muy diferente de recuperar una huella. La experiencia de satisfacción, que nos hablaba de la aparición del deseo y de su definición, nos decía: el deseo sigue la huella. Cuando Freud habla de "restaurar un estado anterior", no nos dice que es posible; dice: como si lo que se buscara fuera restaurar un estado anterior. Se trata de una verdadera identidad que anula la diferencia entre la marca, la huella, y aquello de lo que ésta es marca y huella. La experiencia de satisfacción, tal como Freud la describe en la página 481 de La interpretación de los sueños, se construye sobre ese hiato entre la huella de la satisfacción y la satisfac- ción misma. Hablar de "restaurar el estado anterior" sería hablar de anular esa hiancia. En la página 78 Freud insiste en el carácter pulsional de la re- petición y utiliza la siguiente expresión: "La exigencia pulsional en acción en el proceso primario". Si nos atenemos verdaderamente a los términos, a la letra de Freud, es indudable que en ésta su descubrimiento del incons- ciente se correlaciona con el término "deseo" y la afirmación de la regencia del principio de placer. Y en 1920 se produce un punto de inflexión: Freud afirma la prioridad de la compulsión de repetición sobre los objetivos ho- meostáticos del placer y la liga intrínsecamente a la naturaleza misma de las pulsiones. Es un hecho que Más allá del principio de placer representa para él la oportunidad de modificar su teoría de las pulsiones. Por otra parte, el COLETTTE SOLER 29 mismo Freud resumió estas etapas. Primera etapa: oposición de la libido, como pulsión sexual, y las pulsiones de conservación; esto es, en el fondo, lo que deduce del conflicto neurótico. Segundo tiempo: introduce el com- plemento de narcisismo, en 1914. Y en el tercer tiempo, con Más allá del principio de placer, reorganiza todo e introduce la oposición entre Eros y Thanatos. No pretendo con ello desarrollar la teoría de las pulsiones en Freud. Les recuerdo que es así como él mismo resume las etapas. Paso a Lacan. Es preciso decir que éste elide lo que menciono como una evidencia de la letra de Freud. No digo que lo niegue, lo olvide o lo desconozca; digo que lo elide. Lo elide en su primera lectura de la com- pulsión de repetición. Se trata de una lectura que destaca en ella, no las exigencias de la pulsión, sino las exigencias -los imperativos, mejor- de lo simbólico, que destaca las necesidades ligadas al inconsciente como me- moria. Por eso insistí tanto en la distinción entre el inconsciente como memoria y el dinamismo del inconsciente. Sin duda saben que en cierto momento Lacan reprochó a Freud haber desconocido la distinción entre repetición y transferencia y haberlas homo- geneizado en exceso. Lo que podemos decir de Lacan es que, por su parte, al comienzo homogeneizó la repetición y el inconsciente. Vale decir que en un principio pensó los fenómenos del automatismo de repetición como una consecuencia del "inconsciente estructurado como un lenguaje". Y hay que señalar que su primera lectura de la compulsión de repetición no sólo es contemporánea de su elaboración del inconsciente estructurado como un lenguaje, sino solidaria de ella. Esto es absolutamente innegable. En los Es- critos, página 11, en el texto que ya les mencioné, "El seminario sobre «La carta robada»", comienza con la evocación del automatismo de repetición, y dice: "El automatismo de repetición tiene principio en lo que hemos lla- mado la insistencia de la cadena significante". Con ello se entiende que Lacan resalte tanto el papel del juego del fort/da en el texto de Más allá del principio de placer, cuando Freud no lo considera de un valor concluyente. Para Freud, el juego del fort/da se di- lucida retroactivamente cuando la conclusión se saca a partir de la neuro- sis de transferencia . Esa lectura de Lacan es, desde luego, absolutamente coherente y hasta inspirada, por decirlo así, puesto que se enmarca en su búsqueda de una explicación racional y, como él mismo dice: "Sólo los efectos de conservación de la cadena pueden dar cuenta de los fenómenos de repetición y del retorno que se manifiesta en ellos" (la bastardilla es mía) . Sólo la conservación de la cadena, por lo tanto, puede dar cuenta de esos fenómenos de retorno en los cuales el pasado asedia, si me permiten decirlo así, el presente e incluso el futuro. Está claro que aquí hay un problema latente: "Sólo los efectos de con- servación de la cadena pueden dar cuenta de los efectos de repetición". 30 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA Lo latente: ¿es tan fácil concebir la conservación de la cadena? Se trata del problema del lugar que se plantea Freud. ¿Cómo se conserva una ca- dena, y dónde? Esta cuestión del "lugar de conservación'" está muy pre- sente en la enseñanza de Lacan. Éste comienza por dar nombre a ese lu- gar, y lo llama Otro; diremos: el lenguaje. Eso no bastará, desde luego, porque también habrá que tener en cuenta que ese lugar concierne al cuerpo. Aquí puede interponerse un problema. Pero en esos textos Lacan sostiene que la conservación de la cadena permite explicar los fenómenos de retorno. En efecto, podemos reflexionar sobre ello porque es una cuestión que atormenta a la filosofía desde hace mucho. A Kierkegaard, en especial. Quizá vuelva a mencionarlo porque, al releer todos esos textos, me sor- prendió la cantidad de alusiones que Lacan hace a él. Las leí sin anotarlas y ahora procuro reencontrarlas. Hallé por lo menos cinco o seis menciones de Kierkegaard sobre ese problema. Volveré a ello. Lo cierto es que el problema de la conservación del pasado es desde siempre un problema. ¿Cuál es el modo de presencia pensable de lo que por definición está abolido, de lo que fue pero ahora está suprimido? Ad- viertan que podemos planteárnoslo en varios niveles. Y, para variar, hagá- moslo en el plano animal, en el plano del ser viviente que no habla y tal vez incluso en el plano del vegetal, que es también un ser viviente no par- lante, que no está sexuado de la misma manera. Hay sin duda una inscripción del pasado en el nivel animal; digamos que se hace, en esencia, con la forma del desgaste, el desgaste que el tiem- po marca en el cuerpo, que se inscribeen el cuerpo. O bien con la forma de los signos del desgaste; como saben, esos signos que permiten a un buen veterinario decirnos cuántos años tiene nuestro perro o nuestro caballo. O que un buen radiólogo, al ver una columna vertebral, nos diga la edad del radiografiado. Por lo tanto, hay en el nivel animal marcas de desgaste en el cuerpo. También están, y son de otro tipo, las estratificaciones del tiempo. Podemos decir la edad de un árbol mediante las capas de la corteza. Tal vez haya otros indicadores. Digamos que en el nivel animal hay sin duda índices del tiempo transcurrido en un ser vivo. Pero son índices genéricos, es decir, propios de la especie. También hay índices que no son propios de la especie, particulares de cada individuo. En el nivel individual, el pasado -siempre en el caso del animal- sólo se inscribe como estigmas. Acaso no haya que utilizar la palabra "estigmas" para el mundo animal. El estigma evoca fenómenos muy ligados al ha- blanteser. Digamos mejor: marca, huella. En efecto, un perro, un gato, lle- van en el cuerpo las marcas de sus aventuras. Las orejas lastimadas, las he- ridas, etc. Hay un pasado que se inscribe en el cuerpo animal. Y se inscribe como heridas. COLETTTE SOLER 31 < En el nivel animal, el acontecimiento sólo se inscribe con la forma de la herida corporal. Y advirtamos que Freud, con sus sistemas psi, se pregunta cómo se inscribe en el nivel que no es del animal, sino de quien llamamos sujeto. Y responde con la expresión "huellas mnémicas", que Lacan susti- tuye por "significante", con la idea de que éste no es una huella que inscri- be el acontecimiento o, en todo caso, no es sólo eso. El significante es ante todo un sistema autónomo, un sistema que no exige nada, en especial, a la intencionalidad subjetiva, a todo lo que se asemeja a una mira, un proyecto del sujeto. De allí la idea muy consisten- te y convincente de Lacan de afirmar que la compulsión de repetición o, mejor, las regularidades que se manifiestan en ella, traducen el orden sig- nificante en el nivel del fenómeno clínico. O bien, para no hablar de "or- den", la "sintaxis", término que Lacan emplea en el seminario sobre "La carta robada". Este enfoque consiste en abordar el automatismo de repe- tición a partir de la ley que preside la aparición de los signos en una cade- na. No a partir de la causa, sino a partir de la ley. Y ni bien decimos esto: "No a partir de la causa, sino a partir de la ley", ya planteamos la idea de que este enfoque es incompleto. Es consistente, convincente, primordial, pero incompleto. También podríamos decir que en ese momento la tesis de Lacan es que la causa de la insistencia repetitiva es la ley del significan- te. Se pone la ley en posición de causa; la ley del significante y no la iner- cia del goce. Adviértase, por otra parte, que la expresión francesa "automatisme de répétition", vecina de la de compulsión de repetición, no tiene el mismo matiz -me parece, aunque no soy experta en alemán- que el Wiederho- lungszwang de Freud. Porque creo que la connotación del Zwang no es el automaton. La connotación de Zwang es el empuje. El hecho de que la co- sa empuja. Es el empuje con lo que connota de continuidad. Mientras que el automatismo tiene connotaciones por el lado de lo discontinuo, de lo que se reproduce pero en una discontinuidad. El Zwang evoca el empuje continuo. Casi podríamos hablar, por analogía con la expresión "empuje a la mujer", de "empuje a la repetición". Y lo cierto es, además, que la misma palabra "repetición", "re-petición" procede etimológicamente del verbo petere, que quiere decir "procurar tomar". Repetere, procurar to- mar de nuevo. Y como podrán ver, también está muy cerca del appetere, que designa grosso modo un "procurar tomar" y que encontramos en "apetito". Vale decir que en la palabra misma, en su origen, en su compo- sición de una petitio que se reitera, tenemos connotaciones de mira, de me- ta, de intencionalidad, mientras que el término automaton las erradica por completo. Cuando hablamos de automaton, cualquiera sea, excluimos el vector intencional. El automaton es algo que actúa a ciegas, sin intención. Cuando se habla de automatismo siempre se evoca la idea de un proceso 32 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALITICA no finalista. Y en Wiederholungszwang hay otra connotación. Con ello quiero decir que si en la repetición acentuamos el automaton, dejamos efectivamente de lado un aspecto que, sin embargo, está presente en la re- sonancia de los términos. ¿Qué autoriza a Lacan a a.,partarse, sin duda para volver mejor a ella, pero no obstante apartarse, al menos en el nivel literal, de la letra de Freud e incluso a acentuar, al revés de esa letra, el automatismo del significante cuando Freud hacía hincapié en el empuje de la pulsión? Es algo perfecta- mente claro. Digo que acentúa a la inversa; no digo, sin embargo, que La- can esté en contradicción con Freud. Acentuar un aspecto de manera exclu- siva no es estar en contradicción. De hecho, en el proceso primario, en lo que Freud llamaba "proceso primario", que describe el trabajo del incons- ciente -cómo cifra el inconsciente, eso es lo que describe -, hay un doble aspecto, aun en el texto de Freud. Un doble aspecto del proceso primario. Está el aspecto "encadenamiento de las representaciones", que La interpre- tación de los sueños nos describe hasta la saciedad, por decirlo así. Hay un aspecto "encadenamiento de las representaciones" que, por nuestra parte, traducimos como "sustitución significante". Y en la descripción freudiana del proceso primario hay otro aspecto, y es que esas sustituciones signifi- cantes están orientadas. Están orientadas, tienen una finalidad dada por una exigencia de satisfacción, que en un principio Freud denominó "bús- queda del placer" y luego, en un segundo momento, "pasaje más allá". Se advierte qué hace Lacan al entrar en la cuestión. Privilegia la primera vertiente del proceso primario, su vertiente de "sustitución significante". Y deja de lado, un poco en sordina, la cuestión de la exigencia de satisfacción. Lo hace con un objetivo de inteligibilidad. Lo hace para esclarecer los fenó- menos de la repetición por medio de su estructura. Lo cual no quiere decir, por supuesto, que olvide el registro pulsional. Pero es indudable que al co- mienzo de su enseñanza consideró que ese registro, como el imaginario, es- taba subordinado a las determinaciones simbólicas, a las determinaciones por el orden del significante. Y en todos esos textos, durante toda una eta- pa, podrán hallar anotaciones explícitas en las cuales Lacan sitúa las pulsio- nes en el mismo plano que los fenómenos imaginarios. En todo caso, no hay duda que la homogeneización de la repetición y de la insistencia de la cadena inconsciente implica, en efecto, pensar como subordinados los fenómenos imaginarios. Y por eso, después de haber di- cho en la página 11 que "el automatismo de repetición tiene principio en lo que hemos llamado la insistencia de la cadena", Lacan dice en el párra- fo siguiente: "Los fenómenos imaginarios, lejos de representar lo esencial de nuestra experiencia, sólo nos revelan de ella lo inconsistente, salvo que se los relacione con la cadena simbólica que los liga y los orienta". Y un poco más adelante: "Los factores imaginarios, pese a su inercia, no hacen COLETTTE SOLER 33 .. - sino el papel de sombras y reflejos" . ¿Sombras y reflejos con respecto a qué? Con respecto a lo que actúa realmente, y que es la ley propia de la cadena. Cuando Lacan establece una cuasi equivalenciá entre manifesta- ciones del inconsciente y automatismo de repetición, lo hace a la par con una jerarquización de lo simbólico, lo imaginario y lo real; no una homo- geneización, sino una jerartjuización de los tres registros. En el marco de esta tesis que afirma la solidaridad de la repetición con el inconsciente, necesariamente impuesta por la existencia de éste, Lacan puede decir, en la página45 del seminario sobre "La carta robada", que con el automatismo de repetición Freud no agrega nada a su doctrina. Di- ce: no es un añadido, no hace sino reafirmar lo que dijo desde el principio. Es el pasaje en el cual niega, sin duda, que 1920 sea un punto de inflexión, un añadido. Nos dice: no es más que una ampliación, una reafirmación. Utiliza por lo tanto "reafirmar" y "de una manera generalizada". Debe- mos señalar que es inexacto. Es inexacto a título de enunciado. Y como ya les indiqué, un poco más adelante Lacan nos dará enunciados completa- mente opuestos. A partir de ahí, releamos con él la experiencia de satisfac- ción. En lo que Freud nos señaló para fundar el principio de placer, ¿dón- de encontramos la presencia, la indicación actual de lo que se afirma luego como automatismo de repetición? La tesis de Lacan es simple y muy convincente. Consiste en decir que lo que llamamos placer ya no significa lo mismo una vez que existe el incons- ciente; que el principio de placer, evocado en las secuelas del descubri- miento de los fenómenos del inconsciente, ya no es el principio de placer presente en la conciencia común, derivada de la filosofía. Es algo que La- can desarrolla en el texto publicado en el número 1 de Scilicet, "De la psy- chanalyse daos ses rapports avec la réalité". "Principio del bien para los antiguos que recogían en él el embarazo de dar cuenta que hubiese place- res nocivos, helo aquí devenido el lugar del mundo en el que sólo pasa una sombra que nada podría atrapar: a menos que el organismo tome en él la sombra por la presa, que él mismo es presa de la sombra, vale decir recuse con su conducta ese conocimiento con el que se imaginó la función del ins- tinto." Allí señala que con el inconsciente el placer cambia de sentido. ¿Qué quiere decir? Los antiguos, como suele decirse, suponían que el pla- cer era armónico con lo que llamaban el bien, el bien de la criatura. El bien no era otra cosa, después de todo, que lo que hace bien. Y Lacan in- dica que ya para los antiguos era problemática esta afirmación de que el placer es homeostático para la criatura . Y lo era porque hay placeres noci- vos -se habían dado cuenta de ello-, lo cual no se avenía muy bien con la armonía del bien y el placer. Es indudable que en la experiencia de satisfacción Freud nos describe un placer que, si lo seguimos bien, es mortal. En efecto, nos habla de una 34 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA criatura ávida de las huellas dejadas por una supuesta satisfacción prime- ra. Vale decir que nos describe un principio de placer cuya captación de las huellas, dice Lacan, es la de un todo o nada. Que sea ún todo o nada de las huellas excluye, en todo caso, una captación de la satisfacción mis- ma, la satisfacción primera. Y en definitiva tenemos la certeza de que el pecho alucinado, la Vorstellúng del objeto satisfactorio, que según Freud puede ser reavivada por el deseo, no es un pecho nutricio. Freud construye todo su desarrollo sobre esa oposición. Vale decir que es casi un señuelo, una sombra, para tomar el término utilizado en ese texto de "De la psy- chanalyse dans ses rapports avec la réalité". En otras palabras, un princi- pio de placer que conduce a buscar la identidad de percepción es un prin- cipio antivital, un principio mortífero. De allí todas las construcciones que Freud debe hacer para explicar que un sujeto así construido termina, pese a todo, por tener el sentido de la realidad y no perece en su ensoñación. Lacan lo dice con elegancia: desde el momento en que existe el inconsciente, el inconsciente como el lugar de las huellas donde se pierde para siempre la satisfacción primera, he aquí que el placer se convierte en "el lugar del mundo en el que sólo pasa una sombra que nada podría atrapar: a menos que [el organismo] tome la sombra por la presa". Se deduce: que el organismo toma la sombra por la presa -lo cual podría decirse: toma la huella cuando en realidad quería la satisfacción-. Y Lacan agrega: "a menos que tome la sombra por la presa, él mismo es la presa de la sombra". ¿Para decir qué? Tenemos la oposición de la presa y la sombra, con la expresión francesa "il ne faut pas lácher la proie pour l'ombre". Por "presa" entendemos lo que vale como real. Y di- gamos que la sombra es la ilusión imaginaria. Cuando Lacan opone presa y sombra, la oposición designa lo real y lo simbólico, lo simbólico del sig- nificante, el efecto significante. No es, dice, que tome la sombra por la pre- sa, sino que él mismo se convierte en la presa de la sombra, con lo cual quiere decir que el propio organismo sufre la captación de la supuesta sombra; no tan sombra, por otra parte, ya que es capaz de aferrar una pre- sa que no es aquí otra cosa que el ser viviente. Por lo tanto, subrayo un primer punto: no nos dejemos seducir por la expresión "búsqueda de placer", principio de placer, y advirtamos que en esa experiencia de satisfacción Freud nos describe un objetivo antivital, que va ya contra el acuerdo supuesto del animal con su entorno de seres vivos. Y que en cierto modo el desarrollo de Lacan reintroduce la sombra de la muerte en la bella descripción mediante la cual Freud trataba de ex- plicarnos el dinamismo vital del deseo. Por otra parte, justo antes del pá- rrafo que he comentado, Freud señala que las urgencias de la vida tuvie- ron que ser muy poderosas para apartar al aparato de su alucinación mortal. Aunque no utiliza el calificativo de "mortal". Además, encontra- CO LEmE SOLER 35 mos esra pro blemárica en rexros mucho más rardíos de Freud, y en espe- cial en La negación ", de 1925. Lo recuerdo muy rápidamente, es un tex- to famás rico cada vez que lo releo vuelve a sorprenderme. Ese texto -que en francés se rraduce como "négation ", "dénégation "- tiene tres grandes desa rrollos . Voy a detenerme sólo en un punto. El primer desarrollo con- sisre como saben, en indicar que la negación en la denegación, en el "no es lo que usred cree" y "no es la madre" -en el sueño, por ejemplo-, indi- ca el luga r del sujeto. La negación indica el lugar de la defensa del sujeto, el luga r del sujeto como defensa, como rechazo; no quisiera emplear este rérmino que es ambiguo, pero sí, lo hago: como una forma de rechazo del inconsciente. La negación es el lugar de la defensa del sujeto, mientras que la Vorstellung afirma el inconsciente; es la Bejahung de una represen- tación inconsciente. Eso es lo que permite a Freud señalar que si el sujeto dice " no es mi madre", concluimos en el acto: "Es su madre", porque se ha planteado la representación de "madre". El hecho de que después diga " no es ella" no indica más que la defensa del sujeto. Hay además un se- gundo desarrollo sobre la diferencia entre el juicio de atribución y el jui- cio de existencia en la realidad. Como verán, cuando Lacan retoma esto, en particular en la "Observación sobre el informe de Daniel Lagache", se trata de una referencia freudiana; filosófica, por cierto, pero que ha pasa- do por Freud. Quisiera hacer hincapié en el pasaje en que Freud insiste en la necesi- dad del juicio de existencia en la relación con el objeto. Dice: "Existencia en la realidad", lo cual ya merecería algún comentario. Pero, en el fondo, nos construye un pequeño esquema -avanzo rápidamente, para no repetir el texto al pie de la letra- que retoma, sin decirlo, el de la experiencia de satisfacción. En el comienzo era la percepción. Todo viene de ella. Desde luego, tesis filosófica, y habría cosas que decir sobre el asunto. Pero, en fin, nos dice lo siguiente: en el comienzo era la percepción -en lo cual ya insistí al decirles: la tyché, el encuentro de la sarisfacción y el objeto-, la Vorstellung, las representaciones. En el texto inglés dice presentation. En francés se habla más bien de representaciones. Las representaciones son la huella dejada, la inscripción mnémica. Y a causa de ello, Freud se da cuen- ta de que hay dos maneras de estar presente. Está la presencia en
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