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LA REPETICIÓN 
ENLA 
EXPERIENCIA ANALÍTICA 
A 
COLETTE SOLER 
La repetición 
en la 
experiencia analítica 
MANANTIAL 
Buenos Aires 
Traducción: Horacio Pons 
Diseño de tapa: Eduardo Ruiz 
Soler, Colette 
La repetición en la experiencia analítica. - 1 ª . ed. - Buenos 
Aires : Manantial, 2004. 
184 p. ; 23x16 cm. - (Estudios de psicoanálisis) 
ISBN 987-500-080-9 
1. Psicoanálisis 1 Título 
CDD 150.195 
Este libro recoge los seminarios dictados por la autora en la Uni-
versidad de París VIII, entre noviembre de 1991 y junio de 2002. La 
transcripción del texto, realizada por Francis Ancibure, Christine de 
Camy y J. Claude Encalado no fue revisada por la autora. 
Hecho el depósito que marca la ley 11. 723 
Impreso en la Argentina 
© 2004, de esta edición en castellano 
y de la traducción Ediciones Manantial SRL 
Avda. de Mayo 1365, 6º piso, 
(1085) Buenos Aires, Argentina 
Telefax: (54 11) 4383-7350/4383-6059 
E-mail: info@emanantial.com.ar 
www .emanan tia l .com.ar 
ISBN: 987-500-080-9 
Derechos reservados 
Prohibida su reproducción total o parcial 
' -
Índice 
Capítulo 1 ..................................................... ................. ........ .. ....... 9 
Capítulo 2 ........ .... ...... .. .... ..... ...... ... .... .................. .. ..... .... ................ 23 
Capítulo 3 ..... ........... ... ... .... .... ..... ........................ ............................ 37 
Capítulo 4 ... .... ........ .................................................................. .. ... . 55 
Capítulo 5 .................................................... ...... ... ...... ........ .... ........ 71 
Capítulo 6 .. .................. .. ...... ... ... ...................... .................. ......... .... 85 
Capítulo 7 ... ..... .... ...... ...... ... ....... ... .... ................... ............... ...... ...... 99 
Capítulo 8 .... ....... ... ... .. .... ........ ...... ... ... .. ................ ... ..... ...... ............ 113 
Capítulo 9 ... ..... ........ ..... .. .......... ..... ... ... ............... ... ... ... ................... 125 
Capítulo 10 .................................................. ..... ............. ................. 137 
Capítulo 11........................ ............................ .. ... ............ ........ ........ 151 
Capítulol2 ... ...... .. ........... ..................... ........ ......... ... .. .. .. ..... ... .... .... 165 
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1 
Partiré de un concepto freudiano: la repetición. Sólo será, por supues-
to, un punto de partida para seguir interrogando la enseñanza de Lacan y 
la experiencia analítica; al menos, la experiencia analítica tal como esa en-
señanza la ordena. Tendré así la oportunidad de releer textos y reinterro-
garlos. Debo decir que para esta ocasión ya consulté unos cuantos. Es in-
dudable que no voy a dedicarme todo el curso únicamente al concepto de 
repetición; es muy lógico que éste desemboque en la interrogación de lo 
que no es un concepto sino, en todo caso, un término, el de goce. Sea co-
mo fuere, me parece que en esa interrogación, al menos en un inicio, lo 
esencial es la operación efectuada por Lacan en el psicoanálisis, su opera-
ción con respecto a Freud, que inventó el psicoanálisis. Al decir "opera-
ción" supongo, en efecto -con todo derecho, me parece-, que esa enseñan-
za de Lacan operó en concreto un cambio, que no es necesariamente 
homogéneo con lo que fueron sus intenciones. Es posible, efectivamente, 
preguntarse qué quiso hacer Lacan, cuál fue su proyecto, aun incluyendo 
en él la dimensión del inconsciente. 
Podemos preguntarnos qué quiso hacer pero también qué hizo, lo cual 
-nadie puede dudarlo- no es quizás idéntico a lo que quiso hacer. Con res-
pecto a lo que quiso hacer, me sorprende el hecho de que él mismo haya 
enunciado un discurso sobre sus intenciones y que las haya anunciado a lo 
largo de toda su enseñanza. Ése sería un hilo digno de seguirse: lo que La-
can declara, desde el principio hasta el fin, sobre su proyecto en el psicoa-
nálisis. 
A decir verdad, ese discurso no es un discurso fluvial, sino bastante dis-
creto. Lacan nunca escribió "Mi vida y el psicoanálisis". No obstante, po-
demos extraerlo con claridad de las indicaciones de los Escritos. Podría-
10 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANAlÍTICA 
mos sacar algo, un pequeño fascículo: "Mi vida y el psicoanálisis, por Jac-
ques Lacan", tomado de los Escritos. Sería factible hacerlo. Hay que decir, 
sin duda, que en esta empresa utilizó la sugestión, y lo hizo: creo, más que 
Freud; cosa que habría que verificar. Es preciso señalar que desde el mo-
mento en que uno declara sus intenciones, produce un efecto de sugestión. 
Pero me parece que en él ese efecto de sugestión fue un efecto asumido. El 
propósito era convencer a sus lectores y a sus oyentes del momento, en es-
pecial a los psicoanalistas, sobre algunas orientaciones. 
Así, si toman el pasaje de "De nuestros antecedentes'', en la página 66 
de los Escritos, • verán que Lacan traza un recorrido desde "Médico y psi-
quiatra", etc. En el fondo, cuenta su itinerario de la psiquiatría al psicoa-
nálisis, sitúa su posición en la psiquiatría con respecto a una referencia 
única a Clérambault, luego explica cómo entró en el psicoanálisis median-
te sus elaboraciones sobre lo imaginario, y así sucesivamente. De modo 
que tenemos una especie de autocomentario. Podrán comprobarlo en "De 
nuestros antecedentes", "Del sujeto por fin cuestionado", "De un desig-
nio": en todos los pasajes incluidos en 1966 en los Escritos, entre sus tex-
tos, hay un autocomentario sobre su trabajo. 
En la misma vena, tomen el capítulo "La excomunión" con el cual se 
inicia el Seminario 11. Hace ya unos cuantos años, en los primeros tiem-
pos de la École de la Cause freudienne, comenté extensamente este capítu-
lo. En él Lacan fabrica su propia historia. No diré que la relata: ¡la fabri-
ca, la inventa! No den una nota peyorativa a la palabra "inventar" sino, 
más bien, la nota sublimatoria que hay en la invención. 
Y en ese autocomentario me sorprendió a menudo que Lacan, por 
ejemplo, se autoevaluara, generalmente en un tono elogioso. ¡Supuso, con 
seguridad, que nadie lo haría tan bien como él mismo, por lo menos al 
principio! En ese sentido, lo considero muy realista, verdaderamente muy 
realista. Vean el comienzo del breve artículo "De un designio", en el cual 
habla de sus propios textos. ¡Muy distinta sería su lectura en la pluma de 
otro! Lacan dice de ellos: "Estos textos aún conservan la violencia de la 
novedad que aportaban. Se apreciará su riesgo al comprobar que sus pro-
blemas siguen estando a la orden del día", etc. Lo vemos así autocalificar-
se de innovador -adviertan que esos textos son inéditos y que implicaban 
un riesgo, una violencia- y, en el fondo, erigirse un poco en héroe del pen-
samiento psicoanalítico. 
También nos indica a veces el modo de uso de sus textos, al señalarnos 
cómo hay que leerlos -"poniendo lo suyo"- y decirnos quién es su destina-
* Aunque se dan los títulos en castellano de las obras citadas, su paginación rer,lite en to-
dos los casos a la edición francesa correspondiente (n. del t.) . 
,~OLETTE SOLER 11 
tario. Lo cual no le impide, por otra parte, enseñar que cuando uno habla 
jamás sabe del todo a quién se dirige. De modo que n9s revela quién es su 
destinatario cuando publica: el psicoanalista o el lector. Y nos dice cuál es 
su urgencia, la urgencia de su enseñanza, a saber: ¡que haya psicoanalistas! 
Por último, calificando SJ.l propio designio como el combate de las Luces 
contra el oscurantismo y por la incorporación del psicoanálisis a la ciencia 
o, al menos, a una racionalidad que esté a la altura de las ambiciones de la 
ciencia. Así pues, recuerdo estos puntos sin desarrollarlos, con el mero ob-
jeto de señalar que Lacan orquestó discretamente sus propias produccio-
nes, a partir del momento en que empezó a publicar. 
Si nos preguntáramos: ¿qué realizó de lo que sepropuso, de ese desig-
nio de librar el combate de las Luces en el siglo XX (propósito algo tardío, 
pues el combate de las Luces corresponde al siglo XVIII)?, tendríamos que 
consagrarnos, desde luego, a una exploración amplia y prolongada . Pero, 
en fin, para responder qué hizo, daré simplemente algunas pistas indicati-
vas. Sin duda, creo que logró reactivar, por decirlo así, la epidemia del psi-
coanálisis, por lo menos en algunas regiones del Planeta: Europa, América 
del Sur, tal vez los países del este, ya veremos. ¡De alguna manera, dio una 
nueva virulencia a la peste freudiana! Podemos decir que, con seguridad, 
también logró devolver cierta dimensión a la figura del psicoanalista o al 
menos impedir que desapareciera. Por eso digo "devolver" . 
Hace poco estuve en Estados Unidos, donde me llevé la sorpresa de 
comprobar que las personas que me invitaban habían tenido el cuidado de 
no calificarme de psicoanalista. Habían tomado la precaución de no anun-
ciarnos como psicoanalistas, lo cual me sorprendió mucho. Y no dejé de 
preguntarles: ¿por qué lo hicieron, cuando en otros casos se mencionaba la 
condición de psicoanalistas? Según las explicaciones que nos dieron, ¡po-
nían "psicoanalista" cuando no tenían otra cosa que decir! En el fondo, 
anunciarme como tal ante el auditorio que me esperaba era presentarme, 
en verdad, de un modo que habría suscitado de entrada un prejuicio desfa-
vorable. Puede constatarse, en cambio, que las cosas no son así donde 
llegó la influencia de Lacan. No son así especialmente en Francia, particu-
larmente en Francia, un país en el cual, desde luego, se puede hablar mal 
de los psicoanalistas -ése es, incluso, uno de los placeres de la vida cotidia-
na-, pero pese a todo, más allá de eso, si se habla mal de ellos es porque se 
tiene una idea bastante elevada de lo que podrían o deberían ser. Y creo 
que ése es, sin duda, uno de los efectos de la enseñanza de Lacan. 
Ya es mucho, por cierto: reactivar la epidemia, volver a dar una figura 
al psicoanalista, al desecho; no está mal. No obstante, ¿no podemos llegar 
a pensar -como se darán cuenta, lo digo con fórmulas prudentes- que hay 
un hiato, un hiato profundo, entre la influencia que ejerció, ejerce y va a 
seguir ejerciendo el nombre de Lacan y la enseñanza que contiene, por un 
12 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALITICA 
lado, y lo que por el otro se transmitió efectivamente de su saber? No hay 
duda -a mi juicio, al menos- que Lacan elaboró un enorme saber en el psi-
coanálisis. Por otra parte, aunque lean el menos trascendente de sus semi-
narios comprobarán que cada página es una mina. Desde hace años nos 
nutrimos de ellos. Lacan construyó un monumento de saber, algo muy 
fuerte, muy consistente, muy rico y a la vez muy copioso. Pero, curiosa-
mente, al parecer su enseñanza se vehiculiza sin arrastrar ese saber. En to-
do caso, hay una considerable entropía. Y en el fondo, me parece que vale 
la pena plantear esta pregunta: ¿cuál es el efecto de formación real produ-
cido por la enseñanza de Lacan? 
Creo que merece plantearse más allá de nuestro círculo. Me parece que 
es preciso plantearla entre lo que llamaría "sus antiguos alumnos", los de 
la ex escuela, sobre los cuales hay que señalar -no es una maledicencia, 
creo- que una buena parte mostró una manifiesta despreocupación por lo 
que Lacan elaboró en el plano del saber. En cuanto a nosotros, que no so-
mos despreocupados -diría que ése es incluso uno de nuestros méritos-, 
tratamos de trabajar esa enseñanza, y de hacerlo entre todos. Por lo tanto, 
no nos despreocupamos por su saber. Al contrario, nos preocupa. Pero esa 
preocupación no nos ahorra, por desgracia, esa gran plaga que es la len-
gua de madera,• de la que empieza a hablarse otra vez. En los inicios de la 
École parecía haberse desvanecido. En fin, teníamos la impresión de que 
las lenguas habían encontrado caminos un poco menos pesados. Sin em-
bargo, ahora comienza a hablarse nuevamente del peso de la lengua de 
madera . Y la lengua de madera es el retorno del oscurantismo, ¡no lo per-
damos de vista! De modo que hay en ello algo preocupante, en lo concer-
niente al efecto concreto de formación que logramos extraer de Lacan. 
Si recuerdo, si subrayo al comienzo de este año el hiato entre lo que 
quiso hacer y lo que hizo, lo hago desde luego como introducción al cues-
tionamiento de su enseñanza. Y para cuestionar el rumbo del propio La-
can voy a utilizar, entre otros, un concepto freudiano. Bien, la repetición 
es uno de los cuatro conceptos fundamentales que Lacan menciona en su 
Seminario 11, ese seminario que suele considerarse como un punto de in-
flexión en su enseñanza. Pues bien, en ese momento crucial en el que hace 
el balance de Freud, el balance de su retorno a Freud, y acaso se libera de 
él, Lacan retiene esos cuatro conceptos. Y es indudable que ese año, 1964, 
aporta algo nuevo par~ cada uno de ellos: el inconsciente, la repetición, la 
pulsión y la transferencia. Aporta la novedad que ustedes conocen, claro, 
* Langue de bois, jerga constituida por fra ses hechas , conservadora y convencional, ca-
racterística de las burocracias de todo tipo. Se utiliza la traducción literal, "lengua de made-
ra" , porque es muy expresiva de su referencia (n. del t .) . 
COLETTE SOLER 13 
una novedad que, me parece, e; tá orientada de manera precisa. En el fon-
do, va con cada uno de los cuatro términos más allá de lo que ya ha apor-
tado sobre su inserción en la estructura del significan!e. Y los completa 
con lo que no es significante. 
En el caso del inconsciente, como saben -hago un breve recordatorio-, 
ya no destaca su estructurp. de lenguaje sino su pulsación temporal, su la-
tido, que implica lo que él llama su status ético. Es algo que se diferencia 
de la estructura de lenguaje. Con respecto a la transferencia ya no se pone 
el acento en el sujeto supuesto saber sino en la vertiente amorosa o, en to-
do caso, digamos que en su vertiente de afecto, que se sitúa como su as-
pecto de resistencia, su vertiente de resistencia que tiene un más allá, el 
cual asoma al final del seminario. 
En lo que se refiere a la pulsión, está claro que Lacan presenta en el Se-
minario 11 un enfoque completamente renovado con respecto a la manera 
como la había situado hasta entonces, con el pequeño materna S O D, que 
es el materna mediante el cual insertó la pulsión en la estructura de len-
guaje del inconsciente. Por último, también en el caso de la repetición 
-con la que voy a comenzar dentro de un momento- aporta una nueva 
definición, que él mismo caracteriza y comenta como absolutamente nove-
dosa, consistente en especificarla como encuentro fallido con lo real. En 
consecuencia, podemos decir: cuatro conceptos freudianos cuyo abordaje 
renueva. Ése es el rasgo común. Sin embargo, en lo concerniente a la repe-
tición me parece que el aporte de Lacan no tuvo el mismo destino que en 
el caso de los otros tres conceptos, al menos en nuestro discurso. El in-
consciente, la transferencia y la pulsión son términos que los maternas de 
Lacan no redujeron. Al contrario, puede decirse que Lacan les dio una 
nueva consistencia. Con lo que hizo con ellos, estos términos recobraron 
esplendor. Y eso se advierte con mucha claridad particularmente en el ca-
so de la transferencia. 
La transferencia es un concepto freudiano utilizado por todas las ten-
dencias de la comunidad analítica, que Lacan renovó profundamente y en 
cierto modo realzó a partir del sujeto supuesto saber, situado como su pi-
vote; en otras palabras, es un concepto que sin duda renovó pero conser-
vándolo, sin que el materna lo redujera. Al contrario, en algún sentido lo 
alimentó. Podríamos decir otro tanto con respecto a las pulsiones. En 
cuanto al inconsciente, esto es aun más evidente. Lacan pudo impugnar la 
palabra "inconsciente", considerar que no era adecuada y tratar a la vez 
de repensarla racionalmente. No obstante, pese a cuestionarla hasta el fi-
nal de su enseñanza, la conserva y se pregunta:"¿qué es?" Plantea la cues-
tión del quod, con respecto al inconsciente, hasta el final de su enseñanza. 
En el caso de estos tres términos: inconsciente, transferencia, pulsión, 
me parece que el esfuerzo matematizante de Lacan engrosó en cierto modo 
14 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALíTICA 
la definición misma del concepto. No-lo hizo desaparecer. Con la repeti-
ción las cosas parecen un poco diferentes. Ante todo señalo -primera breve 
elaboración- que en el uso que hacemos del término "repetición" hay mu-
cha vaguedad. Lo empleamos bastante comúnmente, pero con una defini-
ción un poco floja y, a decir verdad, las más de las veces hacemos de él un 
término de clínica descriptiva; "Yo repito, él repite, nosotros repeti-
mos .. . ". Es algo sumamente usado. Me refiero al sentido de utilizado, pe-
ro quizá también al otro sentido. En general, ¿qué se designa grosso modo 
con este término? Un tope del cambio. Cuando comenzamos a decir que 
"el paciente repite", es porque tropezamos con un obstáculo. Tropezamos 
con algo que se resiste a cambiar, que persiste idéntico a sí mismo. Vale 
decir, que caemos siempre en la misma cosa. 
Con la salvedad de que en la experiencia analítica lo Mismo tiene va-
rios nombres y no sólo se llama repetición. Entre los nombres de lo que se 
resiste a cambiar en el psicoanálisis tenemos ante todo: indestructibilidad 
del deseo inconsciente. Primera aparición de algo que no cesa. Y luego te-
nemos -aunque es otra cosa- la constancia de las reivindicaciones pulsio-
nales, en la cual Freud hizo cierto hincapié. O, si lo prefieren, la constan-
cia del fantasma como postulado. Nos encontramos además con la inercia 
del síntoma. Por consiguiente, el hecho de dar con algo que se indica como 
idéntico no basta aún para poner en juego de manera apropiada el concep-
to de repetición. Ésa es una de las razones que hicieron que la tomara co-
mo punto de partida. En rigor de verdad, no sé bien por qué tomé la repe-
tición, pero no importa. 
Además de este uso vago del término, les pregunto: ¿cuál es el materna 
que corresponde al concepto? ¿Cuál es el materna de la repetición? Ésa es 
mi pregunta. Podríamos hacer un juego lacaniano: buscar el materna de la 
repetición. Maternas del inconsciente: los conocemos. Tenemos un materna 
de la transferencia. Tenemos un materna de la pulsión. Y tal vez varios, a 
decir verdad. En cuanto al materna de la repetición, no sé; si les pregunta-
ra a ustedes, probablemente no todos dirían lo mismo. Tenemos un mate-
rna de la pulsión: 'f, O D. Tenemos un materna de la transferencia e incluso 
varios, quizá, pero recordemos el que figura en la proposición de 1967: el 
significante con su supuesto sujeto saber. 
s 
Tenemos un materna del inconsciente. ¿Tenemos uno? ¡Tenemos dos 
maternas del inconsciente! Ya lo mencioné, pero volveré a ello. Tenemos 
dos maternas del inconsciente. Uno es lo que Freud llamó deseo incons-
ciente, o cosa o sujeto. Ésa es una de las escrituras del inconsciente freu-
COLETTE SOLER 15 
diana. Y hay otra, que es la escritura del inconsciente como saber. El in-
consciente es saber. Pero también es la insistencia del deseo. Es preciso, 
desde luego, articular estas dos definiciones. 
Entonces, tendremos que situar la repetición en esos maternas. Para se-
ñalar un aspecto que tenga un término, Lacan, en todo caso, situó la mo-
dalidad de la repetición: lt> necesario. La insertó en una lógica: lo transfi-
nito. Con esto quiero decirles que si bien tenemos un uso vago de la 
repetición, eso no impide que en la enseñanza de Lacan haya indicaciones 
extremadamente precisas que van mucho más allá del concepto mismo, 
por el lado de la lógica. Por ahora voy a preguntarme cómo leyó Lacan a 
Freud en lo concerniente a lo que éste llama el Wiederholungszwang, el 
automatismo de repetición. Antes de entrar en la cuestión, tal vez conven-
ga dar algunas indicaciones metódicas sobre textos de referencia . No reu-
ní todos los textos en los cuales aparece la palabra "repetición". Agrupé 
los grandes textos, en todo caso aquellos a los cuales tendré que recurrir. 
En Freud, un texto que es anterior a la promoción del término "repeti-
ción", y que es el "Proyecto de psicología ... ", de 1895.' Viene a continua-
ción La interpretación de los sueños, y en especial el capítulo 7 sobre la 
psicología del sueño, de 1901. Luego dos grandes textos, que son funda-
mentales, centrales. El de 1914, "Recordar, repetir y reelaborar", en el 
cual Freud introduce ese wiederholen, que acentúa en la experiencia de la 
cura analítica. Después, claro está, el gran texto de 1920, Más allá del 
principio de placer. Al cual hay que agregar El yo y el ello, que en cierto 
modo es su derivado. Ésos son los textos fundamentales a cuyo comenta-
rio dedicaré algún tiempo. 
En lo que se refiere a los textos de Lacan, si quieren remitirse a ellos 
hay algunos en los mismos Escritos. Les indicaré las páginas, porque La-
can menciona a veces la repetición en una frase de un texto que no está de-
dicado a ella. Les señalo "De nuestros antecedentes", en la página 67. A 
continuación, "Función y campo de la palabra y del lenguaje", en especial 
la página 318. Antes habría debido mencionar el texto de la "Introducción 
teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología", en el que hay 
una pequeña indicación en la página 148. Luego, "De una cuestión preli-
minar'', página 557, "De un designio'', página 367, y por último, por su-
puesto, el gran texto sobre la repetición que es el seminario sobre "La car-
ta robada", del cual ya hablaré. 
Al margen de los Escritos también hay muchas cosas en los semina-
rios. Hay que mencionar en especial, desde luego, el Seminario 11 de 
* Se citan los textos de Freud según el título que se les da en las Obras completas, Buenos 
Aires, Amorrortu, 24 volúmenes, 1978-1985 (n. del t.) . 
16 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
1964, con el cual comencé, y tam'füé'n el texto de "De la psychanalyse 
dans ses rapports avec la réalité'', de 1967. Además, El reverso del psi-
coanálisis, en el que Lacan vuelve a la cuestión de la repeticjón y plantea 
la diferencia entre lo que ésta es para Freud y lo que es para él mismo, su 
aporte sobre la repetición. Tendremos que comentar estos textos, enton-
ces. Y también, por supuesto, "El atolondradicho'', en el que define la re-
petición como transfinita y la "Reseña de la lógica del fantasma", un po-
co anterior al texto de "De la psychanalyse daos ses rapports avec la 
réalité". 
¿Cómo abordó Lacan esta compulsión de repetición? En primer lugar, 
le atribuye mucha importancia. Y desde luego no es un azar que abra su 
volumen de los Escritos con la evocación de la repetición freudiana. La 
menciona en la primera página del texto sobre "La carta robada'', que co-
mienza, como lo recordarán, así: "Nuestra investigación nos ha llevado al 
punto de reconocer que el automatismo de repetición'', etc. Por lo tanto, le 
asigna tanta importancia que cuando decide presentar sus escritos, no por 
orden cronológico sino mediante un texto especial, no sólo elige "El semi-
nario sobre «La carta robada»" -que es un apólogo de la repetición- sino 
que además la menciona en la primera línea de esos Escritos . Le asigna 
mucha trascendencia y la considera nodal en la doctrina de Freud. En se-
gundo lugar, Lacan siempre mantuvo la unión, la solidaridad -clínica y 
conceptual- entre el Wiederholungszwang de Freud y su pulsión de muer-
te. Cosa que no era evidente por sí misma. Lo era tan poco, que todo un 
sector del movimiento analítico quiso aceptar la repetición y dejar de lado 
la pulsión de muerte, en razón, naturalmente, de que el concepto de repe-
tición se apoya en datos clínicos mucho más notorios, mucho más difíciles 
de impugnar que la idea de pulsión de muerte. Lacan, entonces, mantiene 
la conexión entre ambas y considera que estas dos nociones solidarias 
-aunque la pulsión de muerte sea una noción impensable en sí misma- se 
deducen de la experiencia analítica, auncuando no encuentre su formula-
ción científica. 
En la página 317 de los Escritos, Lacan dice que se trata de un par que 
debe situarse en la poética de la obra de Freud. Esto es, como no puede de-
cir: la pulsión de muerte es una noción científica, dice: hay que situarla en 
las resonancias de la poética freudiana. Lo cual no significa otra cosa que 
con ese binario Freud, a su entender, se acerca mucho a algo aconceptual 
en la experiencia, algo que, en cierto modo, está en la experiencia pero no 
se deja atrapar fácilmente por el pensamiento. Lacan intenta por lo tanto 
repensar ese par, racionalizarlo y darle una lógica. Lo hace por etapas. Y 
al releer otra vez los textos, me sorprende ver hasta qué punto tal o cual 
etapa de la elaboración de Lacan implica un forzamiento del pensamiento 
freudiano. Forzamiento que, como voy a explicar, es sensible en el hecho 
COLETTE SOLER 17 
de que, de una época a otra, vemos a Lacan contradecirse radicalmente so-
bre un mismo punto. 
Tomo un ejemplo, el del punto de inflexión de 1920-representado por 
Más allá del principio de placer. Pues bien, si toman "La carta robada" 
-texto al cual volveré-, en la parte correspondiente a su clase del 26 de 
abril de 1955 -en la página 45 de los Escritos, la parte titulada "Introduc-
ción"-, Lacan dice que quiere fijar algunos puntos de referencia sobre el 
automatismo de repetición. ¿Y cuál es su tesis en ese momento? Voy a leer 
algunos pasajes: "El automatismo de repetición -aunque la noción se pre-
sente en la obra [ .. . ] como destinada a responder a ciertas paradojas de la 
clínica, como los sueños de la neurosis traumática o la reacción terapéuti-
ca negativa- no puede concebirse como un añadido al edificio doctrinal, 
aun cuando fuese para coronarlo. Con él Freud reafirma su descubrimien-
to inaugural, a saber, la concepción de la memoria que implica su «incons-
ciente ». Los nuevos hechos le brindan aquí la oportunidad de[ ... ] dar una 
forma generalizada" a su descubrimiento. Es una tesis precisa, y quiere de-
cir: con 1920 y Más allá del principio de placer no hay nada nuevo, no es 
un nuevo elemento agregado al edificio, es simplemente el desarrollo de la 
tesis primera, y su generalización. En ese momento Lacan considera que 
Más allá del principio de placer no hace sino extraer las consecuencias de 
lo que Freud decía desde 1895 sobre el inconsciente. 
Tomemos ahora El reverso del psicoanálisis, en las páginas 50 y 88 
-este seminario es de 1969, por lo tanto catorce años después-, y "De 
nuestros antecedentes", en la página 67 de los Escritos. Pues bien, encon-
tramos la tesis inversa . Tomo en primer lugar El reverso ... , donde Lacan 
dice lo siguiente en la página 50: la enunciación de Freud tiene dos tiem-
pos. El primero es el de la articulación del inconsciente, inconsciente que 
permite situar el deseo. El segundo tiempo, dice, con Más allá del principio 
de placer, es la introducción de la repetición, necesaria a causa del goce. 
Aquí tenemos una tesis no menos precisa que la primera. La primera, que 
les mencionaba hace un momento, en la página 45 de los Escritos, es la si-
guiente: la introducción de Más allá del principio de placer no es un punto 
de inflexión, sino que está implicada por el inconsciente. Y después, entre 
las páginas que les indico, las páginas 50 y 88 de El reverso, que data de 
1969, más la página 67 de los Escritos, que son de 1966. La idea que se 
plantea en estos textos es, al contrario, que hay dos tiempos de la inven-
ción primera. Un tiempo uno que es el del descubrimiento del inconscien-
te en tanto ligado al des.::o, y a partir de aquí el tiempo dos, la repetición 
en tanto ligada al goce. 
Verán que en la página 88 del mismo seminario retoma la tesis. Dice lo 
siguiente: "1920 es el punto de desandadura de su descubrimiento". Tér-
mino muy fuerte, interesante, pues en algún momento lo utiliza para el 
18 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
síntoma, cuando habla del "punto de desandadura del síntoma hacia los 
efectos de creación". En todo caso, la idea es que allí la teoría freudiana 
toma otra dirección. Habría que comentar largamente este texto. Quizá lo 
haga cuando llegue la oportunidad. Entre esos dos momentos está desde 
luego el Seminario 11, en el cual Lacan renovó el concepto de repetición. 
Dediquémonos entonces a éxaminar la lógica de esas dos afirmaciones 
contradictorias. Para hacerlo, vayamos a los textos del propio Freud. En la 
lectura de esos textos, ¿qué puede marcarse o acentuarse más, la novedad 
de su Más allá del principio de placer o la continuidad de la invención? 
Vamos a internarnos un poco en los textos de Freud, que releí en detalle 
para tratar de resumir lo que extraigo de ellos. Los dos textos centrales 
son naturalmente los de 1914 y 1920. El texto de 1914, "Recordar, repe-
tir y reelaborar", destaca un fenómeno de la transferencia, a saber, que en 
la experiencia analítica Freud comprueba la existencia de un límite a la re-
memoración, un límite, por lo tanto, a lo que podemos traducir con Lacan 
en términos de historización. Hay un límite de la función historizante de la 
palabra analizante, y este límite de la rememoración coincide con otro mo-
do de "presencia del pasado", como dice Freud. Desde luego, la alusión a 
una "presencia del pasado" plantea de inmediato este interrogante: ¿cómo 
puede el pasado estar presente cuando no lo está en el recuerdo? Freud 
responde: es una presencia del pasado que el sujeto ignora. Pero entonces, 
si el sujeto la ignora, ¿quién la conoce? Necesariamente, el analista, Freud, 
que habla. Por consiguiente, una presencia del pasado ignorada por el su-
jeto y que sólo aparece en actos. 
Agieren, dice Freud. Aparece en actos, y no en cualquier forma. No en 
la forma de la inscripción de una memoria, en absoluto, sino en la que 
Freud llama "de los actos interiores", tales como los fantasmas y las aspi-
raciones del deseo. En otras palabras, Freud sitúa todo lo que se incluye en 
el rubro de los sentimientos de transferencia, las aspiraciones de la transfe-
rencia, del lado de la presencia en actos del pasado en la repetición. Surge 
entonces una cuestión que extraigo del texto, pero que no está formulada 
de este modo: ¿cuál es la diferencia con el retorno de lo reprimido? Puesto 
que este retorno también se produce sin que el sujeto lo sepa, con una for-
ma disfrazada -aquí estoy en la teoría freudiana-, en la transacción de los 
sueños, los lapsus y los síntomas. Y en efecto, Freud establece la conexión 
entre repetición y retorno de lo reprimido. Se pregunta: ¿qué repite el pa-
ciente? Y señala: "Repite todo lo que, emanado de las fuentes de lo repri-
mido, impregna ya toda su personalidad, a saber, sus inhibiciones, sus ac-
titudes patológicas, su carácter y sobre todo sus síntomas". De allí su 
comentario inmediato: "En el fondo no hemos descubierto nada nuevo" 
-¡y esto en 1914!- "sino adquirido únicamente una concepción más cohe-
rente del estado de cosas". El propio Freud nos dice aquí: lo que llamo re-
,.. 
COLETTE SOLER 19 
petición no es otra cosa que la actualización de la neurosis de transferen-
cia. Y emplea estas palabras: "El sujeto lo vive como algo real y actual, sin 
saber que el pasado es una fuerza actuante". 
De modo que ese texto de 1914 es curioso. Freud introduce un nuevo 
término: la repetición. Presenta su efecto clínico y termina por decir: pero 
en el fondo no es nada nuevo, es homogéneo con el retorno de lo reprimi-
do. Vale decir que en 1914 está bastante cerca de la tesis de Lacan en 
"De nuestros antecedentes" . ¿Qué significa esto? Significa que en 1914 
Freud no correlaciona la repetición con el más allá del principio de pla-
cer. Al contrario, la incorpora a la economía del principio de placer. No 
lo olviden. Hay un texto que no les mencioné y que es crucial, también de 
1914: "Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico", en 
el que Freud desarrolla las relaciones entre principio de placer y principio 
de realidad.¿Cuál es la lógica que le permite correlacionar en ese momento la repe-
tición con el principio de placer? Lo cual plantea el problema de qué es el 
principio de placer para Freud, cosa que, desde luego, no voy a tratar en 
detalle. En definitiva, ya había introducido ese principio de placer en el 
Entwurf, su Proyecto de psicología. Lo retoma en 1911 en el capítulo 7 de 
La interpretación de los sueños y en 1914 no está menos sobrentendido. 
Voy a utilizar el capítulo 7 de La interpretación de los sueños en el cual, 
por otra parte, el mismo Freud remite a su Proyecto de psicología. ¿Qué 
encontramos en él? En ese capítulo 7 encontramos una tesis sobre el apa-
rato psíquico y su funcionamiento; lo cual quiere decir una tesis sobre el 
inconsciente en sus diferentes aspectos, -de estructura y de dinámica. En-
contramos lo que bien podemos llamar una definición estructural del tra-
bajo del sueño y de lo que él llama "los sistemas psi", a saber, el propio 
inconsciente. Y hallamos además ciertas consideraciones acerca de la diná-
mica del sistema y su finalidad, en las cuales Freud introduce principio de 
placer y principio de realidad. 
En primer lugar, consideremos la conclusión del capítulo titulado "El 
trabajo del sueño". Aquí aparece una frase muchas veces citada por La-
can: "El trabajo del sueño no piensa ni calcula. De una manera general, no 
juzga; se conforma con transformar". El trabajo del sueño transforma, y 
como saben lo hace por intermedio del trabajo asociativo de las sustitucio-
nes de representaciones. En el fondo, el trabajo del sueño es el reverso del 
desciframiento. Es la idea de que el psicoanálisis descifra lo cifrado por el 
sueño. La idea, en consecuencia, es que ese trabajo es un trabajo automá-
tico; la caracterfstica de los procesos que Freud llama primarios -la deno-
minación "procesos primarios" designa el trabajo del sueño y nada más-
es que son regulados. Se trata de un trabajo automáticamente regulado 
por el displacer; en otras palabras, por el apartamiento de cualquier repre-
20 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
sentación que procure displacer. Un trabajo de sustitución de representa-
ciones, pero que sólo conserva las que no provocan displacer. 
La primera tesis de Freud es por lo tanto la existencia de un lazo intrín-
seco entre la elaboración inconsciente y la huida del displacer. O, si lo pre-
fieren, la búsqueda del placer. No se parte entonces de un lazo entre el in-
consciente y el más allá del placer. Se parte de una solidaridad firmemente 
establecida entre el trabajo del sueño y los procesos primarios regulados 
automáticamente por el displacer. Eso nos dice la elaboración inconscien-
te, el trabajo inconsciente. 
Ahora bien, ¿qué es el inconsciente? En La interpretación de los sueños 
Freud construyó los sistemas psi para responder esta pregunta. Y la res-
puesta que se deduce de su esquema es categórica: el inconsciente son las 
huellas mnémicas. ¿Qué significa hablar de huellas mnémicas? Significa 
que a juicio de Freud las experiencias hechas por un individuo se inscriben 
como estructura, se depositan de una manera estructurada. ¿Dónde? En lo 
que llama los sistemas psi. Son entonces huellas mnémicas, y en este pun-
to se ve con claridad que Lacan no tendrá muchas dificultades en traducir-
las como "significantes". Pero son huellas mnémicas que no se depositan 
en desorden; son huellas ordenadas, asociadas, nos dice Freud, de manera 
diversificada en múltiples sistemas psi, asociadas según la simultaneidad, 
la contigüidad, la semejanza, etc. Lacan no tendrá inconvenientes en decir: 
es una sintaxis. Es un sistema en el que la sintaxis ya está presente. 
Ahora, tercer punto, tras habernos dicho Freud qué es el inconsciente 
(huellas mnémicas, red de huellas mnémicas asociadas), tras habernos di-
cho qué hace el inconsciente (sustituye una huella por otra según el princi-
pio de placer; en el texto se indica "según el principio de displacer"), debe-
mos preguntarnos: ¿con qué objetivo, con qué finalidad? Aquí Lacan nos 
habla del capitalista necesario cada vez que hay un empresario que traba-
ja. Lacan dio valor a ese texto. El capitalista, nos dice, es el inconsciente. 
No podremos comprender en absoluto esta afirmación, desde luego, si no 
advertimos que ya no es el inconsciente como trabajo. ¡Es el inconsciente 
como deseo! La tesis es muy conocida, la recuerdo rápidamente: el capita-
lista que fomenta el trabajo del inconsciente es un deseo infantil primario 
ligado a escenas infantiles o a fantasmas que las repiten. Se ve de inmedia-
to que en este texto hay dos inconscientes. Hay un inconsciente como me-
moria. El inconsciente "huellas mnémicas" es una memoria, exactamente 
del mismo modo como puede hablarse de la memoria de una computado-
ra. Ese inconsciente como memoria es, por supuesto, el que Lacan podrá 
escribir como saber, pues una memoria está constituida por significantes, 
y en ese sentido puede decirse que es saber. Por otra parte está el incons-
ciente como deseo infantil e incluso como pulsión, que está intrínseca y 
originariamente ligado a esa memoria. No es, por lo tanto, una memoria 
COLETTE SOLER 21 
amorfa. Aquí la comparación con la computadora ya no funciona; de lo 
contrario, habría que inventar una computadora que quisiera algo. 
Lo que va a facilitar la unión entre el inconsciente y el principio de pla-
cer es el inconsciente como deseo. Como ustedes saben, Freud, para dar-
nos una idea de la permanencia del deseo y su lazo con el inconsciente, 
promueve, inventa una expériencia de satisfacción original, que ya apare-
cía, por lo demás, en el Proyecto de psicología de 1895. Inventa una expe-
riencia de satisfacción primera que se habría depositado como estructura: 
es lo que dice en la página 481 de la edición francesa de La interpretación 
de los sueños. 
La idea de Freud es bastante simple. Distingue dos tiempos, para gene-
rar el mítico nacimiento del deseo. El tiempo uno es el surgimiento de una 
excitación interna. Es posible imaginarla según el modelo de la necesidad 
interior, ya sea alimentaria o sexual. Por lo tanto: surgimiento de una ex-
citación displacentera, un aumento de la tensión que es, para él, la defini-
ción misma del displacer. Tenemos así el tiempo uno: la excitación (y el 
displacer) que va a dejar una huella mnémica, que deja inscripta su huella 
mnémica. Luego se produce la satisfacción, sólo debida a una intervención 
exterior. Digamos que sobreviene por una gracia del destino. Y esta expe-
riencia de satisfacción está asociada a una percepción, que es la del objeto 
satisfactorio. A su turno, esa percepción se inscribe como estructura. Del 
registro de la experiencia, es decir, del encuentro tanto con la excitación 
como con la satisfacción, pasamos al plano de la estructura. En lo que se 
inscribe como estructura tendremos una imagen mnémica de esta percep-
ción del objeto satisfactorio. En el fondo, la idea de Freud, bastante sim-
ple, es que en el tiempo dos, cuando la excitación se representa según los 
ritmos pulsionales, hay una investidura automática de la huella mnémica 
de la excitación, que se comunicará a la imagen mnémica del objeto satis-
factorio. Freud nos dice: eso es el deseo. 
Experiencia 
T 1 - excitación 
displacer 
T2 - satisfacción 
Estructura 
huella mnémica: (a) 
d 
imagen mnémica: (b) 
(d =deseo) 
El deseo es la investidura que se dirige desde la huella mnémica de la 
excitación hacia la imagen mnémica del objeto. Lo cual permite que Freud 
diga que el deseo va del displacer al placer. En ese texto hay una frase 
completamente asombrosa: "Una vez que se represente la necesidad, se 
producirá, gracias a la relación establecida entre las dos imágenes mnémi-
22 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANAlÍTICA 
cas, el desencadenamiento de un impulso psíquico que volverá a investir la 
imagen mnémica de esa percepción en la memoria, volverá a provocar esa 
percepción de manera alucinatoria, es decir, reconstituirá lá situación de la 
primerasatisfacción". Es muy sorprendente, porque Freud nos dice que la 
investidura alucinatoria de la imagen mnémica del objeto satisfactorio re-
constituye "la situación de la primera satisfacción". 
Es sorprendente, claro, porque significa la descripción de un aparato 
que se satisface con huellas y no se trata de satisfacción en el plano de la 
excitación. Es preciso señalar que en el texto de 1895 destacaba lo contra-
rio: un aparato que no encuentra satisfacción en la alucinación. Es eviden-
te, entonces, que esa experiencia primera es mítica. ¿Para qué la inventa 
Freud? La inventa para decirnos que el inconsciente está habitado por un 
deseo cuya finalidad fundamental, primordial, es recuperar una satisfac-
ción supuestamente original, ¡lo cual quiere decir que se perdió en el ori-
gen! Esto es, la idea de que en lo fundamental el inconsciente está movido 
por una especie de objetivo regresivo, de recuperación de una identidad de 
percepción primera. Con la salvedad de que Freud identifica esta identidad 
de percepción primera con el placer. La identifica con la satisfacción. No 
la identifica en absoluto en un más allá; al contrario. Ése es el punto en 
que hago hincapié: que el inconsciente es una memoria cuyo núcleo rodea, 
en cierto modo, una percepción de satisfacción. 
Como ven, podríamos insertar aquí el término "repetición" -desde el 
texto de La interpretación de los sueños- y decir que el aparato procura 
repetir el placer original. Por lo tanto, es absolutamente indudable que 
hasta 1914 los procesos primarios inconscientes se correlacionan, para 
Freud, con el principio del placer, mientras que los principios secundarios 
preconscientes están correlacionados, al contrario, con el principio de rea-
lidad. Y aquí surge el problema del ajuste entre los dos principios. De to-
dos modos, me parece que, hasta 1914 incluido, con el texto de las "For-
mulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico", tenemos la 
repetición y no disponemos aún del más allá del principio de placer. 
2 
Me fijé la meta de estudiar la relectura lacaniana de Freud sobre el tó-
pico del automatismo de repetición, y dejé para más adelante el viraje que 
hay en su lectura de ese automatismo en Freud, cuyos mojones les mostré 
en nuestro anterior encuentro. Intenté reconstruir los diferentes pasos da-
dos por Freud a partir de Más allá del principio de placer y les recordé las 
fechas y los principales textos. A posteriori me di cuenta de que no había 
mencionado dos textos que merecían citarse: la "Nota sobre la «pizarra 
mágica »" de 1924-1925 y sobre todo "La negación", que es de 1925, al 
que quizá pueda referirme dentro de un momento. 
Me detuve en la "experiencia de satisfacción" tal como Freud la inven-
ta -puesto que se trata de una invención- en la página 481 (de la edición 
francesa) de La interpretación de los sueños. ¿Para qué la inventa? Para 
articular juntos el inconsciente como estructura y el inconsciente como di-
namismo. El inconsciente como estructura es el inconsciente tal como se 
deduce, ya en Freud, de la operación de desciframiento freudiano. Para 
decirlo con sencillez, ese inconsciente como estructura es el inconsciente 
en cuanto es una memoria. Una memoria no quiere decir la memoria. En 
absoluto . Es una memoria del mismo modo como puede hablarse de la 
memoria de una computadora. Es el inconsciente como el conjunto de las 
huellas permanentes, constantes de lo que sucedió, de lo que fue. Ese in-
consciente como memoria es el inconsciente tal como se manifiesta en el 
recuerdo -vale decir, en la rememoración- y en las formaciones del in-
consciente. 
Y en nuestro anterior encuentro insistí en recordarles la descripción de 
la experiencia de satisfacción que hace Freud; insistí en el hecho de que és-
te nos indica con mucha claridad cómo la historia o, más precisamente, el 
24 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
acontecimiento datado -que por lo tanto calificaremos de histórico-, el 
acontecimiento histórico, "persiste" con la forma de un sistema de huellas, 
simultáneas y por ende organizadas, ordenadas. Vale decir qt.Ie, aunque no 
emplea los dos términos que yo voy a utilizar, es muy notorio que Freud, 
con la experiencia de satisfacción, nos describe un pasaje de la diacronía a 
la sincronía. Nos muestra que ia diacronía se inscribe como sincronía. Es 
una expresión que Lacan emplea en su texto "Posición del inconsciente": 
"Lo que de la diacronía se inscribe como sincronía". 
Siendo así, es muy evidente que Freud no podía dejar de plantearse el 
problema del lugar de esa sincronía: ¿dónde se encontraba? Puesto que no 
estaba a disposición del sujeto, del llamado sujeto de la conciencia . Para 
responder esta cuestión Freud probó varios modelos, varias aproximacio-
nes, ninguna de las cuales -hay que decirlo- fue del todo satisfactoria. En 
un primer momento lo intentó con el modelo neurológico. En su Proyecto 
de psicología de 1895 trató de representar -no es más que una representa-
ción- la red de las Vorstellungen según el modelo de las conexiones neuro-
nales. En La interpretación de los sueños, donde ya ha renunciado a utili-
zar el modelo neuronal, se vale simplemente de la idea de una serie de 
superficies de inscripción. Es decir, que vuelve prácticamente al modelo de 
la hoja de papel en la cual se trazan las huellas. Por eso se me ocurrió 
mencionar la "Nota sobre la «pizarra mágica »", porque en este texto 
-posterior a los referidos al más allá del principio de placer- retoma la 
cuestión. Y en el fondo vuelve a una vieja imagen, la de la cera sobre la 
cual el estilete deja huellas, pero ahuecadas. 
El texto sobre la pizarra mágica plantea cuestiones bastante interesan-
tes, porque en él Freud se formula la siguiente pregunta: si se concibe el in-
consciente como una memoria, ¿cómo es posible que el sistema nunca se 
sature? ¿Cómo es posible que la capacidad de recepción de ese sistema ja-
más quede saturada? Con la imagen de la pizarra mágica, Freud trata de 
dar una idea, sobre la cual apoya la distinción del inconsciente donde se 
produce la inscripción y la conciencia en la cual eso se borra, donde no ha-
ce más que pasar y se borra de tal modo que el sistema siempre queda dis-
ponible. 
En consecuencia, tenemos por un lado la experiencia como memoria, y 
en la experiencia de satisfacción Freud trata de articular esa memoria con 
lo que es su dinamismo regulado por el principio de placer. No volveré a 
la descripción anterior. En definitiva, es simple; hay tres términos: la idea 
de una primera experiencia, ante todo el displacer de la excitación, luego 
el surgimiento de la percepción de un objeto que va a ser portador de la 
satisfacción. Tres términos, entonces: excitación, objeto, satisfacción, con 
la idea simple de Freud de que los tres dejan su huella y que en el segundo 
tiempo de la reaparición de la excitación se instaurará un movimiento que 
COLETTTE SOLER 25 
irá directamente de las huellas del displacer a las huellas del objeto satis-
factorio. Se comprende por qué Freud dice que el deseo busca la identidad 
de percepción, y aquí introduce el término "repetición'', no en el sentido 
del automatismo de repetición, sino en cuanto el deseo querría recuperar, 
repetir la percepción del objeto satisfactorio. 
Me gustaría hacer dos eomentarios. En primer lugar, puede decirse que 
es un modelo que va de la tyché al automaton, para emplear los términos 
utilizados por Lacan más adelante y de otra manera. Va de la tyché al au-
tomaton; más exactamente, la tyché se inscribe como automaton, dado 
que lo primero en esta descripción de Freud es el encuentro contingente 
con un objeto que en cierto modo llega a complementar la aspiración con-
tenida en la excitación. Segundo comentario: resulta muy claro que es 
también una descripción por medio de la cual Freud nos indica un pasaje 
de lo que nosotros llamamos goce, un pasaje del goce al deseo. Basta con 
traducir "satisfacción" por "goce". Es, en efecto, la descripción de una gé-nesis del deseo como movimiento hacia una satisfacción perdida y que por 
lo tanto es preciso reproducir. 
No olviden que esta experiencia de satisfacción fue inventada por 
Freud para explicar un fenómeno que conocemos bien, el retorno de lo re-
primido, es decir, la insistencia de algunas Vorstellungen que pueden apa-
recer en los sueños, los actos fallidos o el síntoma. Y con la idea de que el 
retorno de lo reprimido busca recuperar huellas perdidas, huellas lejanas. 
Hay algo sorprendente: en su Proyecto de psicología, Freud describe en 
un primer momento, junto con la experiencia de satisfacción, la prueba del 
sufrimiento, vale decir, una experiencia paralela que es la del sufrimiento. 
Y debemos decir con claridad que lo hace con fundamentos lógicos, por-
que si la tyché se inscribe como automaton, es indudable que está hecha de 
experiencias, placeres y displaceres, satisfacciones y dolores y sufrimientos. 
En un primer momento, por consiguiente, vemos que Freud aplica el mis-
mo esquema a la experiencia de sufrimiento, a saber, que lo encontrado 
persiste con la forma de huellas mnémicas. De allí la cuestión que se plan-
tea entonces: ¿cómo opera el principio de placer con esas huellas? Ya co-
nocen su respuesta: las huellas del objeto nocivo producen una aversión 
primaria, que Freud denomina explícitamente "defensa primaria". 
Vean la página 340 de la edición francesa de Los orígenes del psicoaná-
lisis; en ella Freud hace en cierto modo un resumen, y dice: "Todo estado 
de deseo genera una atracción hacia el objeto, hacia la imagen mnémica de 
ese objeto. Todo acontecimiento penoso engendra una repulsión, una ten-
dencia que se opone a la investidura de la imagen mnémica hostil. Tenemos 
aquí una atracción y una defensa primaria". En el texto de La interpreta-
ción de los sueños no encontramos esa "defensa primaria". Creo que es por 
una simple razón: la "defensa primaria" explica la represión, mientras que 
26 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
. 
el texto de La interpretación de los sueños, en el cual me detuve bastante 
extensamente, apunta a dar cuenta del retorno de lo reprimido. 
Dicho esto, es indudable que Freud, sin embargo, no terminó de resol-
ver las huellas mnémicas del dolor. Pase lo que pasare con este punto, lo 
cierto es que más allá de 1914 -hasta 1920, exactamente- mantuvo con 
firmeza la afirmación del lazo .entre lo que llama procesos primarios, es de-
cir, el trabajo del inconsciente, y el principio de placer. Lo cual significa 
que su tesis, hasta 1920, fue que el inconsciente trabajaba en pro del pla-
cer, de una satisfacción que él llamaba placer. Tuvieron que pasar veinti-
cinco años para que se corrigiera, cosa que hizo en Más allá del principio 
de placer. No sólo agrega algo, sino que se corrige, rectifica un error. Po-
demos exponerlo en estos términos. 
Más allá del principio de placer es un texto que con seguridad ustedes 
conocen de memoria, o casi. Si no es así, deben releerlo. Saben, entonces, 
cuáles son sus fundamentos. En la primera parte Freud comienza por eli-
minar todas las experiencias de displacer que a su juicio no introducen un 
más allá del principio de placer. Examina las experiencias de displacer que 
el sujeto soporta sin que eso signifique una objeción al principio de placer. 
Yo diría que se trata de experiencias de displacer que son condicionadas, 
para retomar una oposición kantiana entre lo incondicionado y lo condi-
cionado. Hay experiencias de displacer consentidas, desde luego, porque 
condicionan la expectativa de un placer supuesto, por venir. 
Por otro lado hay experiencias de displacer que, sin ser condicionadas, 
son el resultado del conflicto psíquico, a saber, la ardua noción introduci-
da por Freud, según la cual lo que es placer para el inconsciente puede ser 
displacer para el sujeto consciente. En términos generales, con ello se de-
signan todos los displaceres procedentes de la defensa del sujeto. Freud 
considera que tampoco éstos objetan el principio de placer, porque en al-
gún aspecto brindan una satisfacción y sólo se tornan desagradables debi-
do a la división. 
Ésa es la primera argumentación de Freud: la rápida eliminación de los 
displaceres que no suponen una objeción al principio para introducir lo 
que Lacan llamó "nuevos ejemplos", que por su parte sí lo objetan. Como 
ustedes saben, se trata de la neurosis traumática y la neurosis de transfe-
rencia. En especial esta última, cuando vira hacia la reacción terapéutica 
negativa, lo cual no sucede en todos los casos; curiosa manera de decirlo. 
Les recuerdo, de paso -no desarrollo estos ejemplos que son muy conoci-
dos- que Freud considera en particular que en estos dos casos -neurosis 
traumática y neurosis de transferencia- debe corregir su doctrina del sue-
ño. Debe corregir su tesis fundamental de que el sueño es una realización 
de deseo. Lo cual, creo, aún no fue asimilado en nuestros días por muchos. 
Puesto que Freud planteó de manera categórica que los sueños de transfe-
COLETTTE SOLER 27 
rencia no son, en su mayoría, realizaciones del deseo. Deben ponerse en la 
cuenta del "más allá". Lo dice muy explícitamente en la página 75, donde 
señala que en el caso de la transferencia tropezó con una·objeción a su teo-
ría del sueño. 
Freud precisa que los sueños de angustia no constituyen una objeción a 
la teoría del sueño, dado que, lo mismo que los sueños de castigo, como lo 
indica en La interpretación de los sueños, cumplen un deseo del cual se de-
riva la culpa. A su entender, esto no representa una objeción. Sí la hay, en 
cambio, en los sueños de transferencia, sobre los cuales dice: los sueños 
que vemos salir a la luz en los psicoanálisis, que nos traen el recuerdo de 
los traumas psíquicos de la infancia, no son sueños que obedezcan a un 
deseo sino, más bien, a la compulsión de repetición. Por lo tanto, casi es 
posible hablar de sueños de repetición. Esta observación sobre el sueño es 
un paréntesis, pero creo que tiene su importancia. Adviertan que Freud 
agrega algo, desde luego, a la neurosis traumática y la neurosis de transfe-
rencia. Incluye en la serie -pero lo hace a posteriori- los juegos del niño, y 
además todos los fenómenos que calificamos de neurosis de destino. Una 
vez establecido el más allá del principio de placer, una vez establecida la 
compulsión de repetición, Freud dilucida, de manera retroactiva, el hecho 
de que al jugar el niño reproduzca preferentemente la fase dolorosa del 
juego, y no su fase agradable. Añade luego la serie de los casos de neurosis 
de destino, es decir, hechos que corresponden al marco exterior al análisis, 
a saber, los casos de esos sujetos a quienes, de manera notoria, siempre les 
sucede lo mismo; menciona allí el ejemplo -que me gusta mucho- de la 
mujer que entierra a tres maridos uno tras otro. 
Recién casada, esta mujer apenas tiene tiempo de cuidarlos y enterrar-
los. Y aquí Freud se asombra: a decir verdad, no se logra ver la implicación 
subjetiva. No lo dice en estos términos, pero la impresión es, en efecto, que 
la cosa viene de afuera. Fórmula que Lacan retomará como definición de la 
repetición: viene de afuera. En rigor, no puede decirse que en 1920 la neu-
rosis de transferencia sea un hecho novedoso. Creo que Freud la descubrió 
casi en el origen, e incluso antes con el caso de Anna O. y de Breuer. Y ne-
cesitó veinticinco años para comprender. Vemos algunas veleidades en 
1914, pero Freud no saca las conclusiones correspondientes. Tendrán que 
pasar seis años más para que termine por concluir y afirmar, plantear el ca-
rácter primario de la compulsión de repetición en el hablanteser. 
Quisiera hacer dos o tres comentarios sobre su presentación de esta 
compulsión en el texto de 1920. Freud toma como un hecho, un hecho 
descriptivo, un hecho producido por la experiencia, que la repetición se 
impone al objetivo del placer. Podríamos decir que en un primer momento 
Freud señala que el principio de placer no es eliminado sino, en todo caso, 
superado,modificado por el principio de realidad. Esto no constituye una 
28 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
objeción al principio de placer. El principio de realidad es un principio de 
placer domesticado. En 1920 escribe algo totalmente distinto. Indica que 
el automatismo de repetición se impone a ambos principi<?s. La superposi-
ción escribe la sustitución, el término que se impone al otro. Por primera 
vez, Freud separa el retorno de lo reprimido y el objetivo del placer. En la 
página 59 verán que vuelve .a aludir al retorno de lo reprimido -mecanis-
mo que introdujo desde el comienzo- para conectarlo esta vez con la com-
pulsión de repetición y por lo tanto, con la no consideración del placer. Se 
advierte con claridad el replanteo que hace del retorno de lo reprimido. En 
un primer momento, en los textos que cité hasta aquí, ese retorno consiste 
en repetir una experiencia de placer. Ya había una nota de repetición, de 
retorno, pero no era el automatismo de repetición de 1920. Era repetir 
una experiencia de placer. Mientras que en 1920 es repetir, como un infi-
nitivo, repetir tanto el sufrimiento como el placer. Sin que pueda decirse a 
qué apunta, la repetición se impone con un carácter automático. Por eso 
Freud la califica varias veces de "demoníaca". 
Segunda observación, que no suscita ninguna duda y es un leitmotiv del 
texto: Freud imputa la compulsión de repetición a la pulsión. Es un térmi-
no que domina en todo el texto. Digamos que expulsa a otro. Expulsa 
prácticamente el término "deseo", que encontrábamos en la "experiencia 
de satisfacción". Freud deduce de ello una hipótesis, que no hace falta des-
plegar demasiado: la pulsión apuntaría a restaurar un estado anterior. No-
ten que "restaurar un estado anterior" es muy diferente de recuperar una 
huella. La experiencia de satisfacción, que nos hablaba de la aparición del 
deseo y de su definición, nos decía: el deseo sigue la huella. Cuando Freud 
habla de "restaurar un estado anterior", no nos dice que es posible; dice: 
como si lo que se buscara fuera restaurar un estado anterior. Se trata de 
una verdadera identidad que anula la diferencia entre la marca, la huella, y 
aquello de lo que ésta es marca y huella. La experiencia de satisfacción, tal 
como Freud la describe en la página 481 de La interpretación de los sueños, 
se construye sobre ese hiato entre la huella de la satisfacción y la satisfac-
ción misma. Hablar de "restaurar el estado anterior" sería hablar de anular 
esa hiancia. En la página 78 Freud insiste en el carácter pulsional de la re-
petición y utiliza la siguiente expresión: "La exigencia pulsional en acción 
en el proceso primario". Si nos atenemos verdaderamente a los términos, a 
la letra de Freud, es indudable que en ésta su descubrimiento del incons-
ciente se correlaciona con el término "deseo" y la afirmación de la regencia 
del principio de placer. Y en 1920 se produce un punto de inflexión: Freud 
afirma la prioridad de la compulsión de repetición sobre los objetivos ho-
meostáticos del placer y la liga intrínsecamente a la naturaleza misma de las 
pulsiones. Es un hecho que Más allá del principio de placer representa para 
él la oportunidad de modificar su teoría de las pulsiones. Por otra parte, el 
COLETTTE SOLER 29 
mismo Freud resumió estas etapas. Primera etapa: oposición de la libido, 
como pulsión sexual, y las pulsiones de conservación; esto es, en el fondo, 
lo que deduce del conflicto neurótico. Segundo tiempo: introduce el com-
plemento de narcisismo, en 1914. Y en el tercer tiempo, con Más allá del 
principio de placer, reorganiza todo e introduce la oposición entre Eros y 
Thanatos. No pretendo con ello desarrollar la teoría de las pulsiones en 
Freud. Les recuerdo que es así como él mismo resume las etapas. 
Paso a Lacan. Es preciso decir que éste elide lo que menciono como 
una evidencia de la letra de Freud. No digo que lo niegue, lo olvide o lo 
desconozca; digo que lo elide. Lo elide en su primera lectura de la com-
pulsión de repetición. Se trata de una lectura que destaca en ella, no las 
exigencias de la pulsión, sino las exigencias -los imperativos, mejor- de lo 
simbólico, que destaca las necesidades ligadas al inconsciente como me-
moria. Por eso insistí tanto en la distinción entre el inconsciente como 
memoria y el dinamismo del inconsciente. 
Sin duda saben que en cierto momento Lacan reprochó a Freud haber 
desconocido la distinción entre repetición y transferencia y haberlas homo-
geneizado en exceso. Lo que podemos decir de Lacan es que, por su parte, 
al comienzo homogeneizó la repetición y el inconsciente. Vale decir que en 
un principio pensó los fenómenos del automatismo de repetición como una 
consecuencia del "inconsciente estructurado como un lenguaje". Y hay que 
señalar que su primera lectura de la compulsión de repetición no sólo es 
contemporánea de su elaboración del inconsciente estructurado como un 
lenguaje, sino solidaria de ella. Esto es absolutamente innegable. En los Es-
critos, página 11, en el texto que ya les mencioné, "El seminario sobre «La 
carta robada»", comienza con la evocación del automatismo de repetición, 
y dice: "El automatismo de repetición tiene principio en lo que hemos lla-
mado la insistencia de la cadena significante". 
Con ello se entiende que Lacan resalte tanto el papel del juego del 
fort/da en el texto de Más allá del principio de placer, cuando Freud no lo 
considera de un valor concluyente. Para Freud, el juego del fort/da se di-
lucida retroactivamente cuando la conclusión se saca a partir de la neuro-
sis de transferencia . Esa lectura de Lacan es, desde luego, absolutamente 
coherente y hasta inspirada, por decirlo así, puesto que se enmarca en su 
búsqueda de una explicación racional y, como él mismo dice: "Sólo los 
efectos de conservación de la cadena pueden dar cuenta de los fenómenos 
de repetición y del retorno que se manifiesta en ellos" (la bastardilla es 
mía) . Sólo la conservación de la cadena, por lo tanto, puede dar cuenta de 
esos fenómenos de retorno en los cuales el pasado asedia, si me permiten 
decirlo así, el presente e incluso el futuro. 
Está claro que aquí hay un problema latente: "Sólo los efectos de con-
servación de la cadena pueden dar cuenta de los efectos de repetición". 
30 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
Lo latente: ¿es tan fácil concebir la conservación de la cadena? Se trata 
del problema del lugar que se plantea Freud. ¿Cómo se conserva una ca-
dena, y dónde? Esta cuestión del "lugar de conservación'" está muy pre-
sente en la enseñanza de Lacan. Éste comienza por dar nombre a ese lu-
gar, y lo llama Otro; diremos: el lenguaje. Eso no bastará, desde luego, 
porque también habrá que tener en cuenta que ese lugar concierne al 
cuerpo. Aquí puede interponerse un problema. Pero en esos textos Lacan 
sostiene que la conservación de la cadena permite explicar los fenómenos 
de retorno. 
En efecto, podemos reflexionar sobre ello porque es una cuestión que 
atormenta a la filosofía desde hace mucho. A Kierkegaard, en especial. 
Quizá vuelva a mencionarlo porque, al releer todos esos textos, me sor-
prendió la cantidad de alusiones que Lacan hace a él. Las leí sin anotarlas 
y ahora procuro reencontrarlas. Hallé por lo menos cinco o seis menciones 
de Kierkegaard sobre ese problema. Volveré a ello. 
Lo cierto es que el problema de la conservación del pasado es desde 
siempre un problema. ¿Cuál es el modo de presencia pensable de lo que 
por definición está abolido, de lo que fue pero ahora está suprimido? Ad-
viertan que podemos planteárnoslo en varios niveles. Y, para variar, hagá-
moslo en el plano animal, en el plano del ser viviente que no habla y tal 
vez incluso en el plano del vegetal, que es también un ser viviente no par-
lante, que no está sexuado de la misma manera. 
Hay sin duda una inscripción del pasado en el nivel animal; digamos 
que se hace, en esencia, con la forma del desgaste, el desgaste que el tiem-
po marca en el cuerpo, que se inscribeen el cuerpo. O bien con la forma 
de los signos del desgaste; como saben, esos signos que permiten a un buen 
veterinario decirnos cuántos años tiene nuestro perro o nuestro caballo. O 
que un buen radiólogo, al ver una columna vertebral, nos diga la edad del 
radiografiado. Por lo tanto, hay en el nivel animal marcas de desgaste en el 
cuerpo. También están, y son de otro tipo, las estratificaciones del tiempo. 
Podemos decir la edad de un árbol mediante las capas de la corteza. Tal 
vez haya otros indicadores. Digamos que en el nivel animal hay sin duda 
índices del tiempo transcurrido en un ser vivo. 
Pero son índices genéricos, es decir, propios de la especie. También hay 
índices que no son propios de la especie, particulares de cada individuo. 
En el nivel individual, el pasado -siempre en el caso del animal- sólo se 
inscribe como estigmas. Acaso no haya que utilizar la palabra "estigmas" 
para el mundo animal. El estigma evoca fenómenos muy ligados al ha-
blanteser. Digamos mejor: marca, huella. En efecto, un perro, un gato, lle-
van en el cuerpo las marcas de sus aventuras. Las orejas lastimadas, las he-
ridas, etc. Hay un pasado que se inscribe en el cuerpo animal. Y se inscribe 
como heridas. 
COLETTTE SOLER 31 
< 
En el nivel animal, el acontecimiento sólo se inscribe con la forma de la 
herida corporal. Y advirtamos que Freud, con sus sistemas psi, se pregunta 
cómo se inscribe en el nivel que no es del animal, sino de quien llamamos 
sujeto. Y responde con la expresión "huellas mnémicas", que Lacan susti-
tuye por "significante", con la idea de que éste no es una huella que inscri-
be el acontecimiento o, en todo caso, no es sólo eso. 
El significante es ante todo un sistema autónomo, un sistema que no 
exige nada, en especial, a la intencionalidad subjetiva, a todo lo que se 
asemeja a una mira, un proyecto del sujeto. De allí la idea muy consisten-
te y convincente de Lacan de afirmar que la compulsión de repetición o, 
mejor, las regularidades que se manifiestan en ella, traducen el orden sig-
nificante en el nivel del fenómeno clínico. O bien, para no hablar de "or-
den", la "sintaxis", término que Lacan emplea en el seminario sobre "La 
carta robada". Este enfoque consiste en abordar el automatismo de repe-
tición a partir de la ley que preside la aparición de los signos en una cade-
na. No a partir de la causa, sino a partir de la ley. Y ni bien decimos esto: 
"No a partir de la causa, sino a partir de la ley", ya planteamos la idea de 
que este enfoque es incompleto. Es consistente, convincente, primordial, 
pero incompleto. También podríamos decir que en ese momento la tesis 
de Lacan es que la causa de la insistencia repetitiva es la ley del significan-
te. Se pone la ley en posición de causa; la ley del significante y no la iner-
cia del goce. 
Adviértase, por otra parte, que la expresión francesa "automatisme de 
répétition", vecina de la de compulsión de repetición, no tiene el mismo 
matiz -me parece, aunque no soy experta en alemán- que el Wiederho-
lungszwang de Freud. Porque creo que la connotación del Zwang no es el 
automaton. La connotación de Zwang es el empuje. El hecho de que la co-
sa empuja. Es el empuje con lo que connota de continuidad. Mientras que 
el automatismo tiene connotaciones por el lado de lo discontinuo, de lo 
que se reproduce pero en una discontinuidad. El Zwang evoca el empuje 
continuo. Casi podríamos hablar, por analogía con la expresión "empuje 
a la mujer", de "empuje a la repetición". Y lo cierto es, además, que la 
misma palabra "repetición", "re-petición" procede etimológicamente del 
verbo petere, que quiere decir "procurar tomar". Repetere, procurar to-
mar de nuevo. Y como podrán ver, también está muy cerca del appetere, 
que designa grosso modo un "procurar tomar" y que encontramos en 
"apetito". Vale decir que en la palabra misma, en su origen, en su compo-
sición de una petitio que se reitera, tenemos connotaciones de mira, de me-
ta, de intencionalidad, mientras que el término automaton las erradica por 
completo. Cuando hablamos de automaton, cualquiera sea, excluimos el 
vector intencional. El automaton es algo que actúa a ciegas, sin intención. 
Cuando se habla de automatismo siempre se evoca la idea de un proceso 
32 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALITICA 
no finalista. Y en Wiederholungszwang hay otra connotación. Con ello 
quiero decir que si en la repetición acentuamos el automaton, dejamos 
efectivamente de lado un aspecto que, sin embargo, está presente en la re-
sonancia de los términos. 
¿Qué autoriza a Lacan a a.,partarse, sin duda para volver mejor a ella, 
pero no obstante apartarse, al menos en el nivel literal, de la letra de Freud 
e incluso a acentuar, al revés de esa letra, el automatismo del significante 
cuando Freud hacía hincapié en el empuje de la pulsión? Es algo perfecta-
mente claro. Digo que acentúa a la inversa; no digo, sin embargo, que La-
can esté en contradicción con Freud. Acentuar un aspecto de manera exclu-
siva no es estar en contradicción. De hecho, en el proceso primario, en lo 
que Freud llamaba "proceso primario", que describe el trabajo del incons-
ciente -cómo cifra el inconsciente, eso es lo que describe -, hay un doble 
aspecto, aun en el texto de Freud. Un doble aspecto del proceso primario. 
Está el aspecto "encadenamiento de las representaciones", que La interpre-
tación de los sueños nos describe hasta la saciedad, por decirlo así. Hay un 
aspecto "encadenamiento de las representaciones" que, por nuestra parte, 
traducimos como "sustitución significante". Y en la descripción freudiana 
del proceso primario hay otro aspecto, y es que esas sustituciones signifi-
cantes están orientadas. Están orientadas, tienen una finalidad dada por 
una exigencia de satisfacción, que en un principio Freud denominó "bús-
queda del placer" y luego, en un segundo momento, "pasaje más allá". 
Se advierte qué hace Lacan al entrar en la cuestión. Privilegia la primera 
vertiente del proceso primario, su vertiente de "sustitución significante". Y 
deja de lado, un poco en sordina, la cuestión de la exigencia de satisfacción. 
Lo hace con un objetivo de inteligibilidad. Lo hace para esclarecer los fenó-
menos de la repetición por medio de su estructura. Lo cual no quiere decir, 
por supuesto, que olvide el registro pulsional. Pero es indudable que al co-
mienzo de su enseñanza consideró que ese registro, como el imaginario, es-
taba subordinado a las determinaciones simbólicas, a las determinaciones 
por el orden del significante. Y en todos esos textos, durante toda una eta-
pa, podrán hallar anotaciones explícitas en las cuales Lacan sitúa las pulsio-
nes en el mismo plano que los fenómenos imaginarios. 
En todo caso, no hay duda que la homogeneización de la repetición y 
de la insistencia de la cadena inconsciente implica, en efecto, pensar como 
subordinados los fenómenos imaginarios. Y por eso, después de haber di-
cho en la página 11 que "el automatismo de repetición tiene principio en 
lo que hemos llamado la insistencia de la cadena", Lacan dice en el párra-
fo siguiente: "Los fenómenos imaginarios, lejos de representar lo esencial 
de nuestra experiencia, sólo nos revelan de ella lo inconsistente, salvo que 
se los relacione con la cadena simbólica que los liga y los orienta". Y un 
poco más adelante: "Los factores imaginarios, pese a su inercia, no hacen 
COLETTTE SOLER 33 .. -
sino el papel de sombras y reflejos" . ¿Sombras y reflejos con respecto a 
qué? Con respecto a lo que actúa realmente, y que es la ley propia de la 
cadena. Cuando Lacan establece una cuasi equivalenciá entre manifesta-
ciones del inconsciente y automatismo de repetición, lo hace a la par con 
una jerarquización de lo simbólico, lo imaginario y lo real; no una homo-
geneización, sino una jerartjuización de los tres registros. 
En el marco de esta tesis que afirma la solidaridad de la repetición con 
el inconsciente, necesariamente impuesta por la existencia de éste, Lacan 
puede decir, en la página45 del seminario sobre "La carta robada", que 
con el automatismo de repetición Freud no agrega nada a su doctrina. Di-
ce: no es un añadido, no hace sino reafirmar lo que dijo desde el principio. 
Es el pasaje en el cual niega, sin duda, que 1920 sea un punto de inflexión, 
un añadido. Nos dice: no es más que una ampliación, una reafirmación. 
Utiliza por lo tanto "reafirmar" y "de una manera generalizada". Debe-
mos señalar que es inexacto. Es inexacto a título de enunciado. Y como ya 
les indiqué, un poco más adelante Lacan nos dará enunciados completa-
mente opuestos. A partir de ahí, releamos con él la experiencia de satisfac-
ción. En lo que Freud nos señaló para fundar el principio de placer, ¿dón-
de encontramos la presencia, la indicación actual de lo que se afirma luego 
como automatismo de repetición? 
La tesis de Lacan es simple y muy convincente. Consiste en decir que lo 
que llamamos placer ya no significa lo mismo una vez que existe el incons-
ciente; que el principio de placer, evocado en las secuelas del descubri-
miento de los fenómenos del inconsciente, ya no es el principio de placer 
presente en la conciencia común, derivada de la filosofía. Es algo que La-
can desarrolla en el texto publicado en el número 1 de Scilicet, "De la psy-
chanalyse daos ses rapports avec la réalité". "Principio del bien para los 
antiguos que recogían en él el embarazo de dar cuenta que hubiese place-
res nocivos, helo aquí devenido el lugar del mundo en el que sólo pasa una 
sombra que nada podría atrapar: a menos que el organismo tome en él la 
sombra por la presa, que él mismo es presa de la sombra, vale decir recuse 
con su conducta ese conocimiento con el que se imaginó la función del ins-
tinto." Allí señala que con el inconsciente el placer cambia de sentido. 
¿Qué quiere decir? Los antiguos, como suele decirse, suponían que el pla-
cer era armónico con lo que llamaban el bien, el bien de la criatura. El 
bien no era otra cosa, después de todo, que lo que hace bien. Y Lacan in-
dica que ya para los antiguos era problemática esta afirmación de que el 
placer es homeostático para la criatura . Y lo era porque hay placeres noci-
vos -se habían dado cuenta de ello-, lo cual no se avenía muy bien con la 
armonía del bien y el placer. 
Es indudable que en la experiencia de satisfacción Freud nos describe 
un placer que, si lo seguimos bien, es mortal. En efecto, nos habla de una 
34 LA REPETICIÓN EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA 
criatura ávida de las huellas dejadas por una supuesta satisfacción prime-
ra. Vale decir que nos describe un principio de placer cuya captación de 
las huellas, dice Lacan, es la de un todo o nada. Que sea ún todo o nada 
de las huellas excluye, en todo caso, una captación de la satisfacción mis-
ma, la satisfacción primera. Y en definitiva tenemos la certeza de que el 
pecho alucinado, la Vorstellúng del objeto satisfactorio, que según Freud 
puede ser reavivada por el deseo, no es un pecho nutricio. Freud construye 
todo su desarrollo sobre esa oposición. Vale decir que es casi un señuelo, 
una sombra, para tomar el término utilizado en ese texto de "De la psy-
chanalyse dans ses rapports avec la réalité". En otras palabras, un princi-
pio de placer que conduce a buscar la identidad de percepción es un prin-
cipio antivital, un principio mortífero. 
De allí todas las construcciones que Freud debe hacer para explicar que 
un sujeto así construido termina, pese a todo, por tener el sentido de la 
realidad y no perece en su ensoñación. Lacan lo dice con elegancia: desde 
el momento en que existe el inconsciente, el inconsciente como el lugar de 
las huellas donde se pierde para siempre la satisfacción primera, he aquí 
que el placer se convierte en "el lugar del mundo en el que sólo pasa una 
sombra que nada podría atrapar: a menos que [el organismo] tome la 
sombra por la presa". Se deduce: que el organismo toma la sombra por la 
presa -lo cual podría decirse: toma la huella cuando en realidad quería la 
satisfacción-. Y Lacan agrega: "a menos que tome la sombra por la presa, 
él mismo es la presa de la sombra". ¿Para decir qué? Tenemos la oposición 
de la presa y la sombra, con la expresión francesa "il ne faut pas lácher la 
proie pour l'ombre". Por "presa" entendemos lo que vale como real. Y di-
gamos que la sombra es la ilusión imaginaria. Cuando Lacan opone presa 
y sombra, la oposición designa lo real y lo simbólico, lo simbólico del sig-
nificante, el efecto significante. No es, dice, que tome la sombra por la pre-
sa, sino que él mismo se convierte en la presa de la sombra, con lo cual 
quiere decir que el propio organismo sufre la captación de la supuesta 
sombra; no tan sombra, por otra parte, ya que es capaz de aferrar una pre-
sa que no es aquí otra cosa que el ser viviente. 
Por lo tanto, subrayo un primer punto: no nos dejemos seducir por la 
expresión "búsqueda de placer", principio de placer, y advirtamos que en 
esa experiencia de satisfacción Freud nos describe un objetivo antivital, 
que va ya contra el acuerdo supuesto del animal con su entorno de seres 
vivos. Y que en cierto modo el desarrollo de Lacan reintroduce la sombra 
de la muerte en la bella descripción mediante la cual Freud trataba de ex-
plicarnos el dinamismo vital del deseo. Por otra parte, justo antes del pá-
rrafo que he comentado, Freud señala que las urgencias de la vida tuvie-
ron que ser muy poderosas para apartar al aparato de su alucinación 
mortal. Aunque no utiliza el calificativo de "mortal". Además, encontra-
CO LEmE SOLER 35 
mos esra pro blemárica en rexros mucho más rardíos de Freud, y en espe-
cial en La negación ", de 1925. Lo recuerdo muy rápidamente, es un tex-
to famás rico cada vez que lo releo vuelve a sorprenderme. Ese texto -que 
en francés se rraduce como "négation ", "dénégation "- tiene tres grandes 
desa rrollos . Voy a detenerme sólo en un punto. El primer desarrollo con-
sisre como saben, en indicar que la negación en la denegación, en el "no 
es lo que usred cree" y "no es la madre" -en el sueño, por ejemplo-, indi-
ca el luga r del sujeto. La negación indica el lugar de la defensa del sujeto, 
el luga r del sujeto como defensa, como rechazo; no quisiera emplear este 
rérmino que es ambiguo, pero sí, lo hago: como una forma de rechazo del 
inconsciente. La negación es el lugar de la defensa del sujeto, mientras 
que la Vorstellung afirma el inconsciente; es la Bejahung de una represen-
tación inconsciente. Eso es lo que permite a Freud señalar que si el sujeto 
dice " no es mi madre", concluimos en el acto: "Es su madre", porque se 
ha planteado la representación de "madre". El hecho de que después diga 
" no es ella" no indica más que la defensa del sujeto. Hay además un se-
gundo desarrollo sobre la diferencia entre el juicio de atribución y el jui-
cio de existencia en la realidad. Como verán, cuando Lacan retoma esto, 
en particular en la "Observación sobre el informe de Daniel Lagache", se 
trata de una referencia freudiana; filosófica, por cierto, pero que ha pasa-
do por Freud. 
Quisiera hacer hincapié en el pasaje en que Freud insiste en la necesi-
dad del juicio de existencia en la relación con el objeto. Dice: "Existencia 
en la realidad", lo cual ya merecería algún comentario. Pero, en el fondo, 
nos construye un pequeño esquema -avanzo rápidamente, para no repetir 
el texto al pie de la letra- que retoma, sin decirlo, el de la experiencia de 
satisfacción. En el comienzo era la percepción. Todo viene de ella. Desde 
luego, tesis filosófica, y habría cosas que decir sobre el asunto. Pero, en 
fin, nos dice lo siguiente: en el comienzo era la percepción -en lo cual ya 
insistí al decirles: la tyché, el encuentro de la sarisfacción y el objeto-, la 
Vorstellung, las representaciones. En el texto inglés dice presentation. En 
francés se habla más bien de representaciones. Las representaciones son la 
huella dejada, la inscripción mnémica. Y a causa de ello, Freud se da cuen-
ta de que hay dos maneras de estar presente. Está la presencia en

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