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1 Lo Gallinazo en Huacas de Moche, ¿Estilo o cultura?1 Santiago Uceda Castillo, Henry Gayoso Rullier y Nadia Gamarra Carranza El presente articulo busca examinar la presencia “Gallinazo” en el Complejo Huacas de Moche, atendiendo a dos contextos principales: el núcleo urbano, principalmente a partir del análisis de la muestra de cerámica obtenida de la columna estratigráfica definida en el Conjunto Arquitectónico 35, y la Plataforma I de la Huaca de la Luna. Definiremos ciertos aspectos teóricos sobre cultura y estilo; analizaremos los antecedentes sobre estudios asociados a lo “Gallinazo” y finalmente intentaremos discutir sus implicancias ideológicas, políticas y sociales dentro de la sociedad Moche. Debemos señalar también a manera de introducción que hasta la actualidad, el término “Gallinazo” ha sido utilizado para identificar un grupo cultural del valle de Virú y, por extensión, para caracterizar la cerámica que este grupo producía. Cuando se realizaban hallazgos arqueológicos de vasijas de estilo Gallinazo en las diferentes regiones de la costa norte del Perú, estos artefactos eran usados por los especialistas para inferir ocupaciones Gallinazo en estas regiones distantes. En este artículo argumentamos que el concepto de estilo Gallinazo, si hablamos de Gallinazo como cultura, debe 1 Manuscrito Expuesto en la Mesa Redonda Gallinazo: Una tradición Cultural Temprana en la costa Norte Peruana. 2 limitarse a las vasijas Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo2, es decir aquellas vasijas decoradas con pintura en formato negativo. Cultura y estilo Para entender el fenómeno Gallinazo, es importante distinguir primero los conceptos de “cultura” y “estilo”. A fines del siglo 19, el etnólogo E. Tylor (citado en Trigger 1992:156) elaboró un concepto globalizador de cultura, definiéndola como un todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad. A principios del siglo 20, Gustaff Kossinna (citado en Trigger 1992:145) fue el primero en delimitar y definir la cultura material en arqueología; dio las bases de lo que sería un nuevo enfoque en arqueología, dejando de lado la noción evolucionista que se tenía hasta ese momento y convirtiendo a la etnicidad en el punto central del estudio de la historia humana. Este nuevo enfoque seria el denominado “histórico-cultural”, en donde la asociación de la cultura material con grupos sociales es parte fundamental. Éste surgió en el despertar de un inusitado nacionalismo. En este contexto se buscaba por medio de los artefactos el reconocer grupos humanos, y así tener un mayor 2 Estos dos tipos aparecen, por lo menos en el valle de Virú, en el periodo Gallinazo Temprano. El Gallinazo Negativo es el más abundante de los dos mientras que el Carmelo Negativo tiene una mayor presencia en la fase Gallinazo Tardío con relación a las fases anteriores; ambos tipos continúan en uso hasta el periodo Huancaco en este valle. Generalmente presentan una superficie lisa, y un pulido que va de usualmente moderado a ocasionalmente bueno y las formas donde se aplica esta técnica son: vasijas escultóricas, botellas asa estribo, vasijas de doble cuerpo, cancheros lenticulares, y cántaros con aplicaciones y cántaros cara gollete (Bennett 1939, 86-89). 3 conocimiento de sus raíces y saber como habían vivido sus ancestros. La cultura era vista como conjuntos arqueológicos geográfica y temporalmente restringidos que tenían su correspondencia con los restos de diversos grupos étnicos (Trigger 1992:157). Esta definición buscaba identificar pueblos prehistóricos sin nombre por medio de las culturas arqueológicas y trazar así su origen, su movimiento y su interacción. Para Kossina (citado en Jones 1997) los restos arqueológicos (cultura material) son inevitablemente un reflejo de la etnicidad, siendo claramente reconocibles, y atribuibles, con pueblos y tribus, por tanto, las similitudes y diferencias en el material cultural son correlacionadas con las similitudes y diferencias de las etnias. Las culturas son delineadas y definidas entonces por los materiales, los cuales están en asociación con una región y tiempo específico. La continuidad cultural es por tanto asumida como reflejo de una continuidad étnica. La concepción de cultura arqueológica que adoptó Childe, tiene su base en las ideas de Kossinna. Childe (1978) se fija en la constancia y recurrencia de ciertos tipos de rasgos como restos de recipientes, implementos, ornamentos, ritos funerarios, tipos arquitectónicos. A este complejo de rasgos asociados lo denominó “grupo cultural” o simplemente “cultura”, suponiendo que cada uno de estos complejos es la expresión material de lo que hoy llamamos “pueblo”. En resumen lo que define a una cultura, según el enfoque histórico cultural, es la presencia simultánea de un número determinado de características. Esta definición esta basada en dos axiomas: a) los objetos son las expresiones de normas culturales o comportamientos; y b) tales normas definen lo que es 4 cultura, por tal motivo esta forma de definir la cultura ha recibido el nombre de normativa (Johnson 2000:34). Bruce Trigger, haciendo un análisis de los postulados de Childe, considera que para éste: “cada cultura tenia que ser delineada individualmente según sus artefactos constituyentes y que las culturas no podían definirse simplemente subdividiendo las épocas o períodos de los arqueólogos evolucionistas espacial y temporalmente, por el contrario la duración y los limites geográficos de estas culturas tenía que situarse cronológicamente mediante la estratigrafía, la seriación y los sincronismos” (Trigger 1992:163). Durante los 60’s, esta definición normativa de la cultura fue sujeta a muchas críticas por parte de los especialistas, surgiendo una nueva visión que tomaba a la cultura como un sistema, y no como normas aleatoriamente adquiridas. La Nueva Arqueología ve pues a la cultura como un sistema en el que los diferentes componentes se relacionan unos con otros como corresponde a un sistema en funcionamiento, que es comparable a otra clase de sistemas del mundo físico y natural. Para Binford ésta se trata de “la forma extrasomática de adaptación al medio de los seres humanos” (1964, citado en Johnson 2000:42). A pesar de que se ha tejido una serie de críticas al enfoque histórico cultural, específicamente al postulado metodológico de que a través de la cultura material se pueda identificar grupos humanos, éste sigue inherente en el pensamiento de la mayoría de arqueólogos a la hora de definir culturas. Los materiales excavados en un área determinada, el conocimiento de sus características específicas y su recurrencia nos permite identificar a un grupo de 5 personas que en algún momento de su historia compartieron estos rasgos por algún motivo. En este contexto, los estudiosos de la costa norte del Perú han usado las expresiones “cultura Moche” y “cultura Gallinazo” para caracterizar la co-ocurrencia de un determinado número de rasgos en el registro arqueológico, los cuales fueron (al menos implícitamente) asumidos como la expresión material de distintos pueblos. El concepto de estilo abarca un campo muy amplio. En las artes, el estilo es un fenómeno socio-cultural, un modo o manera cultural, es decir es más que individual, es social. Según Alfred Kroeber (1969) todo estilo posee implícitamente cierta dosis de cambio; tal cambio es una función creadora, y puede variar grandemente en cuanto a sus proporciones. Para este autor: “un estilo es una rama de una cultura o civilización: un modo coherente y autosuficiente de expresar cierta conducta o de ejecutar ciertas clases deactos. Es además un modo selectivo; deben ser posibles ciertas alternativas de elección, aunque de hecho nunca se escoja entre ellas. Donde reina la obligación o la necesidad física o fisiológica no hay lugar para el estilo” (Kroeber 1969 III:11). De acuerdo con Jorge Muelle, los estilos comparten un conjunto de características (Muelle 1960). Es peculiar y original, o sea, una manera especial y característica de expresión artística, privativa de un grupo humano desaparecido. Tipifica a un pueblo, y lo que se le parezca delata contactos. Significa gusto, preferencias y rechazos, de ciertas formas, líneas, colores y composición. Es independiente del material y los temas; un estilo trata a su 6 manera los mismos temas o sujetos de otros estilos y se manifiesta en cualquier soporte. Es una abstracción, por lo tanto, una unidad trascendente que desborda al individuo, esto es se encuentra realizada en varios objetos y no está nunca totalmente en un objeto concreto. Pasa por un momento de formación y otro de desintegración. Un sistema de relaciones le da organicidad: nace, crece y muere. Finalmente, es una fracción de un continuum, un fenómeno con antecedentes que ha tenido otros antecedentes que a su vez ha tenido otros antecedentes, es decir, es un típico fenómeno histórico. Al hablar de estilo y cultura, tanto Kroeber como Muelle nos ofrecen ideas interesantes. Siguiendo a Kroeber: “dado que la cultura humana no puede estar exclusivamente referida a los valores, sino que tiene también que adaptarse a las relaciones sociales (interpersonales) y al mundo real (circunstancias de supervivencia), la totalidad de una cultura difícilmente puede ser considerada por completo como una especie de expansión de un estilo. Sin embargo, los estilos que contienen dicha cultura, incidiendo sobre las demás actividades, pueden influir en si mismas. Por consiguiente, todas las partes de una cultura tenderán a acomodarse de algún modo las unas con las otras de modo que el conjunto puede llegar a impregnarse de una cualidad común a poseer un grado bastante elevado de congruencia. Por falta de mejor término, yo he llamado a este fenómeno el estilo de la cultura entera o total (whole-culture o total culture style). Hay que estimar que se debe a una expansión y a una asimilación secundaria dentro de la cultura. No es el determinante primario de la cultura, tal como Spengler lo consideraba” (Kroeber 1969, capitulo II: 13). Por su parte Muelle (1960) sostiene que el término estilo debería ser utilizado antes que el de cultura para identificar a los complejos locales que se desarrollaron en una “relativamente pequeña región” o “provincias artísticas” 7 del territorio del actual Perú, dentro de los periodos nombrados por Rowe como Intermedios. Bajo esta premisa, lo que conocemos por ejemplo como “Gallinazo”, “Mochica” y “Chimú”, serían estilos o complejos locales. Sin embargo, admite que “para el arqueólogo, cultura tiene un restringido y especial sentido” (Muelle 1960:15). De manera general, podemos decir que durante el periodo Prehispánico en la zona andina existieron dos grupos de estilos. Por un lado, los estilos relacionados exclusivamente con las elites, claramente suntuarios y rituales (por ejemplo el estilo de línea fina Moche, o el estilo Negativo de Virú); y un segundo grupo relacionado con la gente en general, claramente utilitario o doméstico (como por ejemplo los estilos Castillo Modelado y Castillo Inciso del valle de Virú3). Mientras que la evidencia arqueológica apunta a asegurar que los estilos de elite cambiaban en sus rasgos más saltantes, según cambiaba la organización social y política, los estilos utilitarios podían permanecer prácticamente invariables con el paso del tiempo, por lo menos para los periodos Horizonte Temprano, Intermedio Temprano y parte del Horizonte Medio. ANTECEDENTES SOBRE ESTUDIOS DE LA CERÁMICA Y LA PRESENCIA GALLINAZO 3 Estos tipos agruparon un conjunto de técnicas decorativas diferenciables que se aplican a formas como ollas, tinajas, cántaros, platos, cuencos y crisoles. Raramente son pulidos, presentan aplicaciones modeladas, incisiones o excisiones, las cuales a veces se presentan mezcladas en una misma vasija, resultando en una simbiosis de los dos tipos 8 Vamos a empezar señalando los antecedentes generales asociados a la Costa Norte del Perú, luego nos adscribiremos al valle de Moche, para terminar en aquellos específicos relacionados a las Huacas de Moche. Los arqueólogos han identificado tradicionalmente como “Gallinazo” dos distintas categorías de artefactos: la vajilla de elite decorada con pintura negativa (los tipos Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo en el valle de Virú) y la vajilla utilitaria decorada con diseños incisos y modelados (los tipos Castillo Inciso y Castillo Modelado en el valle de Virú). La composición de esas categorías de cerámica ha tenido importantes consecuencias en nuestro entendimiento de la historia cultural de la región. PARA LA COSTA NORTE Rafael Larco Hoyle (1945) fue el primero que identificó formalmente la cerámica Gallinazo Negativa; observó que en el valle de Chicama, Gallinazo (“Cultura Negativa”, “Virú de Chicama”) y Salinar son contemporáneos, por encima de Cupisnique, y que el estilo Moche suplantó al Gallinazo. En Cerro Santa Ana observó una contemporaneidad de Moche I con Gallinazo. Wendell Bennett (1939, 1950), dentro del marco del Proyecto Valle de Virú, distinguió 3 sub- periodos: Gallinazo I, II y III, a partir de los rasgos arquitectónicos y de la cerámica. Este investigador le dio el nombre de “Gallinazo” utilizando el término para referirse primero al “Grupo Gallinazo”, luego a la cultura y finalmente al periodo que abarcó este valle. Bennet 9 (1950:89) señaló la evidencia de que la cerámica procedente de contextos funerarios es distinta a la vajilla utilitaria en todos los sub-periodos Gallinazo. En el marco del mismo proyecto, James Ford (1949) realizó una seriación de la cerámica del valle de Virú, teniendo como variables principales la pasta y el tratamiento de la superficie de la vasija, y agrupándolas en los periodos Gallinazo Temprano, Medio y Tardío. William Strong y Clifford Evans (1952) realizaron un estudio estratigráfico para verificar y refinar la seriación propuesta por Ford, clasificando la muestra según la presencia o no de decoración y la ubicación estratigráfica. Estos autores (ibid: 238, 241) denominaron también al periodo cultural Gallinazo como periodo cultural de Cerámica pintada en Negativo (negative-painted pottery). Identifican los sub- estilos “Gallinazo Negativo” y “Carmelo Negativo”, asociados al estilo Negativo. Basados en el trabajo realizado por el Proyecto Valle de Virú, los arqueólogos que trabajaron en otras regiones de la costa norte pudieron comparar su cerámica local con la secuencia del valle de Virú. Como resultado de esto, quedó claro que los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso, tan populares en Virú, constituían un estilo pan norcosteño durante el periodo Intermedio Temprano. También quedó claro que la cerámica Gallinazo Negativa (fuertemente asociada a Gallinazo y Carmelo Negativo de Virú) no tenía una distribución tan amplia. Por ejemplo, Peter Kaulicke reporta un tipo de cerámica en la zona Vicús (Yécala, cerros Vicús y Loma Negra) denominada Vicús-Tamarindo C, ubicada 10 temporalmente entre los siglos tercero y sexto d.C., de características decorativas similares a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso, básicamente cántaros cara-gollete (ver Kaulicke 1994:353 figuras A, B, C y G); y ejemplares con decoración negativa (ibid:347). La cerámica de la fase Vicús Tamarindo B, más temprana, también presenta ejemplares con “decoración negativa con motivos parecidos a los de la pinturablanca” (ibid:347). Más al sur, el trabajo dirigido por Kent Day e Izumi Shimada ayudó a documentar una presencia “Gallinazo” en el valle de Lambayeque. Shimada (1994) observó en Pampa Grande una bipartición del sitio por medio de una gran quebrada. Para este autor, en la parte norte se ubicó la población Moche dentro de una arquitectura de tipo residencial y administrativo; al sur, la presencia de viviendas aglutinadas, herramientas, elementos asociados a la agricultura y la casi ausencia de cerámica mochica y una alta densidad de cerámica “estilo Gallinazo”, estarían indicando un grupo Gallinazo sometido a las clases mochicas habitantes del sector norte durante el periodo Moche Tardío, es decir que, en palabras de Shimada y Maguiña (1994:53), “la población Gallinazo fue relegada a una posición subordinada dentro de un nuevo orden socio-político establecido”. Cuando Shimada habla de estilo Gallinazo se está refiriendo a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso. Para Shimada y Maguiña (1994) los estudios osteológicos demostrarían, según estos autores, la continuidad biológica básica de la población local. A partir de esto, sostienen que lo Gallinazo puede ser considerado como un grupo étnico 11 persistente que se integró a la nueva sociedad multiétnica de la costa norte, dominada por Moche, como un sustrato social mayor. En el valle de La Leche, en sitios como Cerro Sajino, Cerro Huaringa, Cerro La Calera, Paredones – Huaca Letrada y Cerro Vichayal, se han encontrado fragmentos de cerámica utilitaria de “estilo Gallinazo”. Al observar las ilustraciones de Shimada y Maguiña (1994: Figuras 1.4a, 1.8, 1.9) y las descripciones de los fragmentos “con diseños geométricos incisos simple y decoración aplicada típicos” vemos que se tratan de fragmentos asociados a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso. No se reporta cerámica con decoración Negativa a excepción del sitio Huaca La Merced (Batán Grande). donde registran vasijas “cara-gollete” de la fase Moche III, fragmentería con pintura blanca sobre rojo, o rojo sobre crema mezclándose “con cerámica negativa y vajilla utilitaria en el estilo Gallinazo Medio bastante puro” (ibid: 50). Durante sus trabajos en el valle de Jequetepeque, Golfgang y Giesela Hecker propusieron la existencia del estilo Jequetepeque I que mantenía “semejanzas con estilos paralelos y contemporáneos surgidos fuera del Valle…” (Hecker y Hecker 1980:294), como por ejemplo los de Virú (Gallinazo) y Vicús y añaden que “los ejemplares elaborados en Jequetepeque I, sugieren, por ser más toscos, más bien recipientes de uso diario” (ibid). Sostienen que en sitios como Tecapa y Jatanca, se hallan fragmentos asociados al “estilo Virú”. Los trabajos de Luis Jaime Castillo en el mismo valle han contribuido a tener una visión más clara de la naturaleza de la presencia 12 Gallinazo en esta área. Castillo (2003:72) ha registrado tumbas en San José de Moro con presencia de vasijas identificadas por el autor como Virú o Gallinazo, decoradas principalmente en la zona del gollete con aplicaciones e incisiones a manera de rostros (cara gollete), en algunos casos con excisiones formando lágrimas “y otros rasgos faciales característicos de este estilo” (Castillo 2003:85, Figura 18.12; 88). Para este autor esto muestra una clara continuidad del estilo Virú. En el periodo Mochica Tardío, un rasgo característico en los cántaros con “cuello efigie” es la presencia de brazos modelados tocándose el rostro (Castillo 2003:93, Figura 18.16), rasgo que se registra desde la época Virú y aparece en contextos tardíos en Pacatnamú, San José de Moro y Pampa Grande. Castillo (2003:91) resalta que Donnan ha publicado dos piezas procedentes de sus excavaciones en Mazanca (valle de Jequetepeque) en contextos ubicados en el tránsito entre Virú y Mochica. Las piezas a las que Castillo hace referencia son estilísticamente relacionadas a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso del valle de Virú. No se no reporta la presencia de ninguna vasija decorada en negativo (ver Donnan et. al 1998). Las excavaciones de Christopher Donnan y Guillermo Cook, y luego Christopher Donnan en Dos Cabezas (valle de Jequetepeque) revelaron que el sitio mostraba material Virú (Gallinazo), Moche y Lambayeque. En la unidad A53 se encontró una tumba (tumba A53-1 en Donnan y Cock 1999, tumba 2 en Donnan 2003) de un varón adulto muy alto que contenía como parte de un espectacular ajuar funerario una vasija de estilo Virú junto con cerámica de estilo Moche I. Esta tumba ha sido datada con el C14 entre el 390 y 645 d.C 13 (Donnan 2003:76). Esta vasija parece ser una olla con dos pequeñas asas falsas laterales y la decoración es similar al tipo Castillo Modelado de Virú. El trabajo de Christopher Attarian nos permite entender mejor la ocupación Gallinazo del valle de Chicama (Attarian 2003 y en este volumen). Su investigación indica que, en un punto de la historia, las poblaciones rurales que produjeron y usaron la cerámica Castillo Modelado e Inciso, congregadas en poblaciones como la de Mocollope, empezaron lentamente a producir cerámica fina de estilo Moche mientras mantenían su propia tradición de cerámica utilitaria. De manera similar, en la Huaca Cao Viejo del Complejo El Brujo , en el mismo valle, (Franco et al. 2003:157; 159 Figura 19.21) se registró cerámica de “estilo Gallinazo” asociada a cerámica de estilo Moche I. Igualmente las ilustraciones nos muestran ejemplares similares al tipo Castillo Modelado. En el valle de Chao, específicamente en el sitio de Santa Rita B, el equipo liderado por Jonathan Kent (ver Kent et al. en este volumen) reportó la co- ocurrencia de cerámica de estilo Moche y vasijas que claramente mostraban atributos Castillo Modelado y Castillo Inciso. En el valle del Santa, los trabajos de Christopher Donnan (1973), David Wilson (1988) y Claude Chapdelaine (en este volumen) permitieron documentar la presencia de cerámica castillo Modelado e Inciso a lo largo del valle, pero sólo fueron reportados unos pocos artefactos decorados con pintura en negativo. Es necesario también apuntar que la colección Gallinazo del Museo Rafael Larco de Lima presenta cerámica decorada en negativo cuyas fichas registran 14 como lugar de procedencia los valles de Chicama, Virú, Chao y Santa, información que se puede corroborar en su catálogo en línea, en internet. PARA EL VALLE DE MOCHE Según Theresa Topic (1982, citada en Shimada y Maguiña 1994) la densidad poblacional más alta se dio en el valle medio. Según Heidi Fogel (1993:98) la mayor ocupación del valle de Moche se dio en la fase Gallinazo Medio, aunque existe evidencia de ocupación desde la fase Gallinazo Temprano, sobre todo en Cerro Oreja, aunque esta evidencia se reduce a unos pocos artefactos. Brian Billman (1996) reportó 66 sitios en el valle de Moche que presentarían ocupación Gallinazo, destacando los sitios monumentales “Cerro Oreja” y “Pampa de la Cruz”. Este autor asegura que la presencia de cerámica Negativa es rara aunque está presente en el valle; igualmente sostiene que la población, dispersa en época Salinar, se concentra en el Periodo Gallinazo en los sitios monumentales. Recientemente, basados en su trabajo en la zona alta del valle de Moche, George Gumerman y Jesús Briceño (2003:223), concluyeron que las fases Gallinazo Tardío y Moche I corresponden a un mismo período de tiempo. En Santa Rosa – Quirihuac estos investigadores encuentran dentro de un depósito de ceniza, vasijas “Gallinazo” del tipo Cara Gollete junto con un cuello de botella de asa estribo de la fase Moche Temprano o Moche I. Por lo que se 15 aprecia en las ilustraciones estas vasijas corresponden estilísticamente al tipo Castillo Modelado del Valle de Virú. PARA HUACAS DE MOCHE EL NÚCLEO URBANO. Así se ha denominado a la planicie quesepara los dos monumentos mayores, y está constituido por un conjunto de residencias multifuncionales en donde se desarrollaron actividades domésticas, productivas y de almacenaje (Uceda 2005) (ver Figuras 2a y 2b). Theresa Topic realizó excavaciones en 1972 al pie de la Huaca del Sol dentro del marco del Proyecto Chan-Chan Valle de Moche. Lo más interesante de sus resultados para los propósitos del presente documento, se toma de la cerámica que obtuvo de sus excavaciones en el corte estratigráfico 4 y de las conclusiones que obtuvo a partir de una muestra compuesta por 49,000 fragmentos de cerámica (ver Figura 1). Este corte así como el corte estratigráfico 1 (SC1), al noroeste, demuestran una ocupación continua desde Moche I hasta Moche IV por lo menos en la zona aledaña a Huaca del Sol y a partir de esto infiere que esta zona habría sido en tiempos más tempranos el corazón de la ocupación del sitio (Topic 1977:74, 136). En los estratos más profundos, ubicados dentro de lo que se denominó como Unidad Estratigráfica G (SU G), la muestra de fragmentos sugirió a Topic una coexistencia de cerámica de estilo Moche I con cerámica con técnicas decorativas “Gallinazo” de naturaleza utilitaria (ibid: 306). Las denominadas “dragged jab” (ver Topic 16 1977, Figuras 4-1 y 4-2), identificables como Castillo Modelado en la secuencia del Proyecto Valle de Virú son populares en las SU G y F, asociadas a cerámica de estilo Moche I y II, constituyendo el 2.4 por ciento y 2.2 por ciento de toda la decoración cerámica respectivamente. Las decoraciones en appliqué (aplicaciones), que incluyen la adición de listones (cintas) mellados o de bultos de arcilla a la superficie de la vasija, están presentes a través de toda la secuencia y aquellas con antecedentes Gallinazo son populares en las sub-fases más tempranas, más frecuentemente en vajilla utilitaria (ibid: 306). Las aplicaciones de bultos punteados (punctated nobs) parecen ser más populares en la fase tardía. Las aplicaciones de cintas punteadas o listón mellado (punctated filets) son específicamente comunes en Moche I, constituyendo el 17.77 por ciento de toda la decoración cerámica en las SU G. Las aplicaciones en forma de trenza (“braid”), que podrían ubicarse también dentro de la categoría de listones mellados, parecen ser más comunes en Moche III y el Moche IV temprano (SU E y D) pero también están presentes en las sub-fases más tempranas. Las aplicaciones de bultos y adornos, usualmente modelados formando pájaros o cabezas de animales, se encuentran equitativa y consistentemente a través de toda la secuencia. Muchas de estas se colocaron cerca de los cuellos de los cántaros y ollas de cuello corto (ibid: 309), y constituyen un estilo decorativo que bien podría asociarse al denominado Castillo Modelado. Para Topic los residentes del Valle de Moche durante el periodo de tiempo asociado al estilo Moche I, experimentaron un cambio en la cerámica de la tradición Gallinazo a la tradición Moche, agregando que “la 17 distinción entre estos dos estilos de cerámica parece ser menos marcado de lo que se pensaba. La vajilla utilitaria muestra una continuidad considerable de una fase a otra, e inclusive la vajilla fina muestra alguna mezcla de formas y sobre-imposición de los dos estilos” (ibid: 333), como lo muestra la presencia de dos vasijas de asa estribo de estilo Moche I asociadas a una vasija pintada en negativo con cuello decorado con un rostro de lechuza, como parte del ajuar funerario de la tumba 3 encontrada en este corte estratigráfico, añadiendo que el estilo cerámico cambia in situ, sin influencia externa. Los estudios en el Núcleo Urbano se reiniciaron en 1994, en el marco del Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. La mayoría de los conjuntos arquitectónicos definidos hasta la fecha han sido excavados sólo en sus primeras ocupaciones, asociadas a la fase estilística Moche IV. En la actualidad, sólo el Conjunto Arquitectónico 35 ha sido excavado con intensidad, definiéndose hasta el momento 6 pisos de ocupación, asociados a las fases estilísticas Moche III y Moche IV. El conjunto arquitectónico 35 abarca un área total de 495 m2 y tiene como dimensiones promedio 15 m de sur a norte y 33 m de este a oeste. Limita por el norte con el Conjunto Arquitectónico 17 y 21, por el sur con el Conjunto Arquitectónico 30, por el este con la Avenida 1 y por el oeste con zonas aún no excavadas (Tello et al. 2000, 2001) (ver figura 3). Con la finalidad de establecer una columna estratigráfica cultural completa para el sitio Ricardo Tello y colaboradores (Tello et al. 2000, 2001, 2002) realizaron una trinchera de 45 m2 (9.8 m por 4.6 m, con el eje mayor este-oeste) y 8 m de profundidad, la denominada trinchera 9 (ver figuras 4 y 5). La 18 excavación reveló una superposición total de 13 pisos de ocupación. De ellos, los pisos 13 al 7 pertenecen al periodo Moche II según la secuencia estilística de Larco (2001), los pisos 6 al 3 pertenecen al periodo Moche III y los últimos pisos (pisos 2 y 1) al periodo Moche IV (Tello et al. 2003:93-99) (ver figura 6). Henry Gayoso y Nadia Gamarra (2005) utilizaron la muestra obtenida de esta trinchera para hacer un estudio sobre la cerámica doméstica del sitio, intentando hacer una clasificación tipológica. Entre sus resultados llegaron a la conclusión de que la cerámica doméstica en el sitio permanece prácticamente invariable a través del tiempo, corroborando la opinión de Topic (1977) y demostrando la inutilidad de la cerámica utilitaria Moche como elemento diagnóstico para la datación relativa de sitios domésticos posiblemente Moche, al menos para el caso del valle de Moche. En su análisis tuvieron un pequeño porcentaje de fragmentos que presentaban decoración (14.3 por ciento), y lo interesante es que los elementos decorativos más populares (53.25 por ciento del total de fragmentos decorados), son los asociados al comúnmente denominado estilo “Gallinazo”, específicamente a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso (Bennett 1950: 88). La cerámica con estos tipos de decoración estuvo presente en todos los pisos de ocupación, en similar proporción, lo que nos lleva a plantear una continuidad de estos tipos decorativos, al menos para la secuencia ocupacional del núcleo urbano (ver figura 7). Los fragmentos “Gallinazo” analizados correspondieron a formas utilitarias, en su mayoría partes de cántaros, que presentaban un tratamiento de la 19 superficie generalmente alisado o pobremente pulido. Todos los fragmentos fueron cocidos en horno abierto (cocción oxidante). La información obtenida en éste análisis parece ser corroborada con el material cerámico obtenido en las excavaciones de otras áreas del Núcleo Urbano. Aunque el tema de la presencia de cerámica con decoración de estilo identificado como “Gallinazo” no ha sido de interés en casi ninguno de los informes técnicos elaborados por el proyecto desde 1993 hasta la actualidad, en las ilustraciones de cerámica presentadas en los distintos artículos sobre las excavaciones en los diferentes conjuntos arquitectónicos se observa la presencia de fragmentos de cerámica de los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso predominantemente. Los resultados demuestran que la cerámica con decoración Castillo Modelado o Inciso estuvo presente en todos los pisos de ocupación Moche en el sitio, y en su totalidad están relacionadas con cerámica utilitaria. Su presencia en los últimos pisos de ocupación relacionados con Moche IV esta más que confirmada, ya que en todas las excavaciones de los 37 conjuntos arquitectónicos intervenidos hasta la fecha se ha podido obtener este tipo de cerámica. En las ocupaciones más tempranas tenemos solamente la muestra del Conjunto Arquitectónico 35. HUACA DE LA LUNA. En este complejo, los hallazgos se centran en la PlataformaI y en la plaza 3c. Hasta el momento, el único contexto de tumba ubicado en la Plataforma I de 20 la Huaca de la Luna en donde se haya encontrado cerámica identificada como “Gallinazo” es la tumba 18. Durante la temporada 1997 (Tufinio 2003) se registró en la unidad 12ª la denominada tumba 18 (ver figura 8). Esta tumba se encontró al final de un pozo de huaquero, hallándose la cámara fuertemente disturbada, pero el relleno donde se registraron 6 testigos se conservó intacto. El testigo 1 estuvo compuesto por tres vasijas de cerámica, dos de ellas indiscutiblemente moche, y una tercera del tipo Castillo Modelado (ver figura 9). El cuello de los tres ceramios se encontraba sobresaliendo el piso del edificio B-C, y Moisés Tufinio postuló que estos funcionaron como receptores de las ofrendas para el personaje de la tumba. Durante las temporadas de excavación 2000 y 2001, Moisés Tufinio y John Verano realizaron excavaciones en la denominada plaza 3c, correspondiente al edificio C de la secuencia establecida para la Plataforma I (Tufinio 2002). Esta plaza ha sido definida como un espacio de actividades rituales asociadas al sacrificio de prisioneros vencidos en combate ritual. En ella se han encontrado una gran cantidad de huesos humanos con signos de descarnamiento post-mortem, provocando en algunos casos el desarticulamiento de los cuerpos (ibid: 57). José Armas realizó un análisis de 319 fragmentos diagnósticos de cerámica provenientes de esta plaza, identificando 19 fragmentos “vinculados al estilo Gallinazo” (Armas 2002:177), estando los restantes fragmentos relacionados a la fase estilística Moche III. Además, en las mismas excavaciones se identificó 21 una vasija completa con aplicaciones a manera de rostro (ver figura 10) de tipo Castillo Modelado. Es necesario señalar que ninguno de los fragmentos identificados como “de estilo Gallinazo” presentaba decoración pintada, siendo las técnicas decorativas registradas la de incisión, excisión y aplicación, lo que nos lleva a pensar en los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso (ver Armas 2002, cuadro 14, Figuras 230, 249). Otro dato importante lo constituye el hecho de que el 100 por ciento de los bordes de “estilo Gallinazo” fueron identificados por Armas como cántaros, de los tipos con cuellos evertidos redondeados y convexos redondeados (ver Armas 2002, cuadro 16). Los fragmentos de estilo Moche III a los que estaban asociados contextualmente los “estilo Gallinazo” incluían tanto fragmentos de vajilla utilitaria como botellas, floreros, formas no definidas pintadas, algunas con iconografía, y vasijas escultóricas con representaciones de prisioneros desnudos, decoradas con pintura fugitiva negra. Dos de los fragmentos identificados por Armas como de estilo Moche III en realidad son fragmentos de tipo Castillo Modelado, uno con aplicación en forma de roseta o bulto de arcilla y otro con listón mellado (ver Armas 2002, Figura 246). Armas interpreta la presencia de la vasija y fragmentos de “estilo Gallinazo” como elementos provenientes de rellenos antiguos cercanos a la zona o que “algunas formas Gallinazo pudieron coexistir en el tiempo con algunas formas estilísticas del Moche III” (ibid:195). La presente evidencia muestra que Castillo Modelado y Castillo Inciso son tipos que se encuentran en diferentes regiones a lo largo de la costa norperuana 22 en contextos que datan de diferentes subfases del Intermedio Temprano. Estos tipos pudieron originarse en Virú, pero se encuentran en otros valles costeños con sus respectivas variantes locales. Estos tipos cerámicos son esencialmente utilitarios, aún cuando los podemos registrar en contextos rituales. En su disertación, Heidi Fogel (1993:106-107) señaló que los materiales cerámicos y arquitectónicos del valle de Moche son virtualmente idénticos a los del valle de Virú, con tan sólo un grado de variación que representaría diferencias entre valles. Incluso resaltó que la pasta de las vasijas encontradas en la zona de Huanchaco es más oscura indicando una fuente diferente de arcilla a las de otras partes del valle, incluso ve a la cerámica Gallinazo de Huanchaco más cercanía con el estilo de Vicus. A este punto, parece ser que la autora se refiere a los tipos Castillo Modelado e Inciso. Creemos que esto nos podría estar indicando que cada alfar en cada zona fabricaba su propia cerámica “Gallinazo”, reforzando la idea de lo Castillo Modelado y lo Castillo Inciso como una tradición cerámica norcosteña por encima de otras hipótesis, como por ejemplo, la de una producción masiva de estos tipos en el valle de Virú para ser intercambiados en una gran red comercial norcosteña. Sin embargo, en el caso de Huacas de Moche, las características de la pasta de la mayoría de fragmentos Castillo Modelado o Inciso identificados por Gayoso y Gamarra (2005) parecen indicar que la pasta utilizada no era la misma que para el resto de vajilla doméstica y ceremonial registrada en el sitio, la cual se ha demostrado fue producida localmente (ver Chapdelaine et al. 1995). 23 DISCUSIÓN Y COMENTARIOS Intentaremos comentar el Caso Gallinazo y discutir nuestras ideas teniendo en cuenta la etnicidad y los cambios de organización social y política que se pueden dar en el seno de una sociedad, y en particular en el caso de gallinazo, a partir de las variaciones de estilos finos y utilitarios. Terminaremos intentando dar una interpretación a la luz de las evidencias. Retomando la idea de Kossina respecto a que los restos arqueológicos (cultura material) son inevitablemente un reflejo de la etnicidad, la continuidad del estilo cerámico de tipo utilitario, presente desde época Salinar hasta principios del periodo Chimú, permiten inferir que en la costa norte del Perú existió un grupo étnico homogéneo y hegemónico. La gente en general que habitaba esta zona siguió siendo la misma, y afrontaba cada cierto tiempo cambios en la esfera política que afectaban obviamente su economía y sociedad, pero no sus tradiciones. Una de esas tradiciones la vemos reflejada en la cerámica utilitaria o doméstica que, al no ser el soporte de ideologías, se mantuvo formalmente casi inmutable en el tiempo. Tal como ya lo señalaban Strong & Evans (1952:213) y Bennett (1950:88) la continuidad en la presencia de esta vajilla utilitaria sugiere una continuidad de la población básica y la cultura popular en las tres fases del periodo Gallinazo. Esto se extiende a todo el periodo Moche, por lo menos para el caso de Huacas de Moche. En este contexto, los tipos Castillo Modelado e Inciso formarían parte de una tradición cerámica doméstica.. 24 Por lo menos para la costa norte, los cambios en las diferentes culturas que han sido identificadas por los arqueólogos, son en resumen cambios políticos y sociales. Estos cambios se pueden establecer desde la perspectiva de los indicadores de la elite dominante, los cuales son su cerámica fina mortuoria, su arquitectura y los signos de identidad política. Paralelo al Castillo Modelado y el Castillo Inciso así como al estilo utilitario sencillo-plano, un número de estilo de elites estuvieron en uso durante el Periodo Intermedio Temprano, como es el caso de Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo, el estilo Moche del Sur, el estilo Moche Norteño (valles de Jequetepeque y Lambayeque) y el estilo Vicús. Como se mencionó líneas arriba, cada uno de estos estilos nacieron, se desarrollaron y eventualmente desaparecieron. El estilo Negativo asociado con las elites dominantes del valle de Virú ilustra como los estilos de elite son esencialmente un fenómeno histórico, amén de reflejar la cultura. No pretendemos decir que las culturas estén representadas exclusivamente por los grupos de poder, excluyendo a los grupos sometidos; lo que intentamos decir es que en la arqueología son precisamente losrestos que dejan los grupos de poder los que nos permiten inferir culturas. En este sentido, podemos decir que el estilo del arte dominante se puede correlacionar con el de sociedades en particular, y que la globalidad de indicadores nos remite a la cultura en general y particular. Siguiendo esta línea de ideas, el estilo diagnóstico para la cultura Gallinazo, por lo menos en el valle de Virú, estaría conformado por los tipos identificados 25 por el Proyecto Valle de Virú como Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo4, presentes también en otros valles de la costa norte como Chicama, Moche, Chao y Santa. Según Strong y Evans (1952) estos tipos estarían estilísticamente relacionados a formas de la sierra norte y la región Recuay, también a las vajillas negativas Pachacamac y Chancay de la costa central, y al estilo interlocking de la misma costa central. Los tipos Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo son aparentemente tipos que forman parte de una misma corriente estilística que se dio en la costa norte, sierra norte y costa central, durante el Intermedio Temprano. A esta corriente estilística, Bennet (1939, 1950) y Kroeber (1944) le dan el nombre de Horizonte Negativo, aunque el uso del término Horizonte haya sido cuestionado para este caso. Parece claro que los tipos negativos no son característicos de un sitio de ocupación doméstica, siguiendo los estudios de Catalán y co-autores (Catalán et al. 1991), y que entonces podrían estar relacionados a contextos de elite, rituales o funerarios. Siguiendo esta evidencia, se puede argumentar que la cerámica fina, decorada en negativo, define tanto a la cultura Gallinazo como a los grupos de poder Gallinazo. Una situación un tanto diferente parece suceder al norte de la Pampa de Paiján. Hasta el momento la evidencia apunta a que durante el periodo Gallinazo, el estilo que identificaba a los grupos de poder (que son los que manejan las sociedades y que al organizarlas definen su complejidad social) de la zona sur 4 Es necesario resaltar que su presencia solo constituye una pequeña proporción de la cerámica mortuoria, la cual según Strong y Evans presenta en general una pobre decoración (ibid:214). 26 de la costa norte era el estilo Negativo (Gallinazo y Carmelo). Con el tiempo este estilo es suplantado en algunos valles como Chicama y Moche por lo que conocemos como el estilo Moche, mientras que en otros valles este estilo probablemente se mantuvo por más tiempo, como podría ser el caso de Virú. En un determinado momento de la historia, el estilo Moche es adoptado definitivamente, sea por cuestiones ideológicas y de prestigio, sea por una conquista militar Mochica. CONCLUSIONES Si los arqueólogos están de acuerdo en que la cerámica fina Moche con su iconografía escultórica y pictórica, sus formas diagnósticas como las botellas de asa estribo o algunas de sus partes conformantes (especialmente asa, cuello y labio) son elementos diagnósticos para identificar grupos de poder Mochica, y por consecuencia asentamientos asociados a dicho grupo cultural, entonces la lógica nos dice que deberíamos hacer uso de los tipos Gallinazo Negativo o Carmelo Negativo para identificar grupos de poder Gallinazo y, consecuentemente, la presencia de la cultura Gallinazo. Consideramos que es un error asumir que los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso sean elementos diagnósticos para identificar asentamientos que puedan ser catalogados como Gallinazo. Erróneamente, se ha tenido en cuenta a los tipos decorados Castillo como indicadores diagnósticos para establecer una presencia Gallinazo en los sitios arqueológicos de los valles de la costa norte, si es que entendemos a Gallinazo como una cultura. Queremos ser categóricos en esto: su 27 presencia en los diferentes contextos norcosteños no define de manera absoluta una presencia u ocupación Gallinazo. Al hablar del periodo Gallinazo en el valle de Virú, Strong y Evans (1952:238) claramente identifican a la cerámica Gallinazo como “negative- painted pottery” (cerámica pintada en negativo). Cuando los mismos autores (ibid:241) comentan sobre la aparición de vasijas que sugieren fuertemente tipos Gallinazo, como los hallados por Ubeloedhe-Doering en 1939 en Pacatnamú (valle de Jequetepeque) remarcan el hecho de que éstas no presentan evidencias visibles de decoraciones con la técnica de pintado en negativo, aparte de sus características formales. Nuevamente resaltamos que estos investigadores remarcan el pintado en negativo como característica esencial para identificar a la cultura Gallinazo. Es más, a partir de esto concluyen que esto sugiere tentadoramente que una cultura relacionada con aquella del valle de Virú, pero carente de la técnica de pintado en negativo, existió formalmente en la región del Jequetepeque. Un error similar consiste en asumir, a partir de la supuesta convivencia de los estilos Moche y “Gallinazo”, el sometimiento de grupos Gallinazo por los Moche, como apuntan Shimada y Maguiña (ver Shimada y Maguiña 1994:33). En realidad, diversos investigadores reportan una convivencia de los estilos Moche I y II (Moche Temprano del Norte) y “Gallinazo” (Larco 1945; Topic 1977; Shimada 1994; Shimada y Maguiña 1994; Donnan 1999, 2003; Gumerman y Briceño 2003; Franco et al. 2003), o “Gallinazo” con estilos 28 Moche III, IV o V (Moche Medio y Tardío del Norte) (Castillo 2003; Chapdelaine y Pimentel 2001, 2002). Hemos visto que esta supuesta convivencia se basa, en la mayoría de los casos, en la presencia de cerámica de estilo Moche, en cualquiera de sus fases estilísticas, con los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso. Sin embargo, una convivencia de los estilos Moche I y Negativo es bastante probable y comprensible para las primeras fases Mochica. Ante esta supuesta convivencia, Gayoso y Gamarra (2005) a partir de la presencia, en el Núcleo Urbano de Huacas de Moche, de los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso (que son los tipos de decoración “Gallinazo” más común en vasijas domesticas en el sitio) y tomando los datos de Mackey en el sentido de que el 99 por ciento de vasijas Gallinazo halladas en el valle de Moche son domésticas, descartan la idea de que la presencia de cerámica con este tipo de decoración en contextos Moche nos estaría indicando una especie de sometimiento de grupos Gallinazo por parte de esta sociedad. Para estos autores: “se trata simplemente de un estilo decorativo [doméstico] usado desde épocas tempranas y que se mantiene vigente en época Moche (…) creemos que esto obedece a que la cerámica doméstica permanece prácticamente invariable a través del tiempo. Este tipo de material era producido sin control social, ya que no se trataba de elementos de prestigio (…), es por eso que podemos encontrar cerámica de estilo Gallinazo [inciso y modelado] en contextos Moche sin que esto nos lleve a pensar en un dominio o una 29 suerte de esclavitud de un grupo gallinazo. Se trata simplemente de que la gente continuó decorando su cerámica doméstica como siempre lo había hecho” (ibid:403). Una nueva lectura sobre esta información se impone. En el valle de Moche, un grupo étnico dominante existió desde finales – sino antes – del periodo Formativo y continuó vigente en Moche y posiblemente Chimú. Sobre este grupo étnico se basaron las estructuras de poder que la arqueología ha denominado Gallinazo, Moche y posteriormente Chimú. Tanto dominantes como dominados tuvieron acceso sin restricción alguna a un “set utilitario” de vasijas, cuyas características formales y/o decorativas han predominado desde tiempos más antiguos a lo largo de la costa norte peruana y cuyo uso se mantiene con el paso del tiempo. Con respecto a dicho “set utilitario”, parece ser que nos encontramos ante la presencia de dos tradiciones cerámicasutilitarias que conviven en el tiempo, desde épocas anteriores a los Gallinazo. Una, que no presenta mayores técnicas decorativas, sencilla o plana; y otra un poco más elaborada pero nada compleja, con decoraciones incisas, excisas y aplicaciones, cuyo posible origen estuvo en el valle de Virú, pero cuyas características técnicas está presente en todos los valles de la costa con sus posibles variantes locales, y que se resumen para épocas Gallinazo y Moche en lo que conocemos como los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso. Respondiendo a la pregunta de ¿qué tipo de cerámica Gallinazo se ha registrado en Huaca de la Luna?, podemos responder categóricamente que lo que se ha encontrado en contexto es cerámica utilitaria asociada a los tipos 30 Castillo Modelado y Castillo Inciso y que la presencia de cerámica Gallinazo con pintado en negativo en el sitio es prácticamente nula; bajo este argumento la presencia de la cultura y el estilo Gallinazo en el sitio es aún materia de discusión. La presencia en las fases tardías, tanto en las plataformas de la Huaca de la Luna como en el Núcleo Urbano, de los tipos identificados como Castillo Modelado e Inciso estaría indicando una perduración fuerte de esta tradición utilitaria. Quedan por identificar los mecanismos que permitieron la presencia de estos tipos. Queda por hacernos la pregunta ¿es lo Gallinazo una cultura o simplemente un estilo? La arqueología ha definido culturas a través de los medios tangibles, es decir la cultura material. Así mismo, una cultura ha sido diferenciada de otra a partir tanto de la cultura material como de los cambios políticos que se leen en dichos soportes. Los rasgos característicos constituidos por construcciones monumentales (centros ceremoniales y castillos) hechos con adobes fabricados con gaveras de caña, grupos de viviendas aglutinadas irregulares con paredes hechas con adobes y tapia, y vasijas de cuerpo simple y doble cuerpo decoradas con pintura resistente negativa podrían identificar a una cultura que bien podríamos llamar Cultura Gallinazo o bien Cultura Virú si se lograra demostrar que fue en este valle donde se originan estos rasgos en su conjunto, pero cuya presencia está demostrada en los valles de Chicama, Moche, Virú, Chao y Santa. Al norte del valle de Chicama, este set de rasgos parece no estar 31 presente. La presencia del complejo Grupo Gallinazo podría ser un factor determinante para postular, si acaso no el origen de esta cultura en el valle de Virú, por lo menos si su situación de lugar de residencia del grupo de poder más importante. Tanto Bennett (1939) como Larco (1945) aseguraron que el material Gallinazo, por sus características propias, conformaba una unidad y por lo tanto estábamos “frente a una cultura más que a un nuevo estilo cerámico” (Bennet 1939:74), agregando Larco que “no existe en el Perú un centro más importante de cerámica con decoración negativa” (ibid:28). A la luz de las evidencias obtenidas por el Proyecto Valle de Virú, se puede afirmar que Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo son una variante estilística de un estilo mayor, el estilo Negativo. El estilo Negativo fue adoptado por diferentes grupos de poder que manejaban las etnias de parte de la costa Norte y Central del Perú, así como la sierra Norte. Entre estos grupos de poder estuvieron los Gallinazo, con sus particularidades y variantes locales que conocemos como Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo, utilizadas por las elites durante un periodo anterior a la emergencia del fenómeno Moche. Posiblemente, algunos de los grupos de elite de la costa que habían adoptado el estilo negativo durante el periodo Gallinazo cambiaron gradualmente a inicios del periodo Moche tanto en el estilo cerámico como arquitectónico por aquel conocido ahora como Moche, mientras otros se mantuvieron por más tiempo arraigados en sus rasgos Gallinazo hasta que a 32 fines del periodo Moche II o inicios del periodo Moche III, estos rasgos desaparecen. Al final, sobre la base de lo que hemos argumentado líneas arriba, podemos decir que Gallinazo es cultura y es estilo. Pero si hablamos de cultura Gallinazo tendremos que hacerlo en la base de la cultura material; es decir, tendremos que hacer uso de la presencia del estilo de elite Gallinazo como uno de los elementos más diagnósticos para inferir grupos de poder Gallinazo y, consecuentemente, la cultura Gallinazo. Esto porque, como se ha mencionado líneas arriba, son las huellas de los grupos de poder los que han perdurado al paso del tiempo y permanecen aún legibles en el contexto arqueológico. Y son los grupos de poder, aunque a veces cueste aceptarlo, los que escriben la historia. Si hablamos de estilo Gallinazo, nos tendremos que referir al estilo Negativo desarrollado por los grupos de poder Gallinazo en diferentes zonas de los valles de la zona sur de la costa norte del Perú, que para el valle de Virú se conocen como Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo. 33 REFERENCIAS CITADAS Armas, José 2002 Análisis del Material ceramográfico de la Plaza 3C. Proyecto Arqueológico Huaca de La Luna. Informe Técnico 2001. Pp. 177-198. Manuscrito en archivo. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Trujillo. Attarian, Christopher J. 2003 Pre-hispanic Urbanism and Community Expression in the Chicama Valle, Peru. Unpublished PhD. Dissertation, University of California, Los Angeles. 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Plano del Conjunto Arquitectónico 35 en el momento de ocupación asociado al piso 4 y ubicación de la trinchera 9. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. 46 Figura 5. Vista de la trinchera 9 del Conjunto Arquitectónico 35. Fotografiado por Ricardo Tello. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. Figura 6. Plano de perfil de la trinchera 9 del Conjunto Arquitectónico 35. Dibujado por Ricardo Tello. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. Figura 7. Fragmentos con decoración Castillo Modelado e Inciso provenientes de la Trinchera 9 del Conjunto 35. Diseñado por Henry Gayoso. Fotografías de Nadia Gamarra. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. Figura 8. Fotografía de la tumba 18, en la unidad 12a de la Plataforma I. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. Figura 9. Fotografía de la vasija con decoración Castillo Modelado, encontrada en el testigo o marcador de tumba 1, de la tumba 18, en la unidad 12a de la Plataforma I. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. Figura 10. Fragmentos de cerámica y vasija con decoración Castillo Modelado y Castillo Inciso asociados a cuerpos de personajes sacrificados, Plaza 3C de la Plataforma I de Huaca de la Luna. Dibujados por José Armas. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna.
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