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O_DONNELL, GUILLERMO A - Modernización y Autoritarismo (OCR) [por Ganz1912]

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Modernización
ganzl912
/
PAIDOS
BIBLIOTECA DE ECONOMIA, POLITICA, SOCIEDAD
Serie Mayor 
1
H. Jaguaribe
SOCIEDAD, CAMBIO Y SISTEMA POLITICO 
Desarrollo político: una investigación en teoría 
social y política y un estudio del caso latinoamericano
2
H. Jaguaribe
DESARROLLO POLITICO: SENTIDO Y CONDICIONES 
Desarrollo político: una investigación en teoría 
social y política y un estudio del caso latinoamericano
3
H. Jaguaribe
CRISIS Y ALTERNATIVAS DE AMERICA LATINA: REFORMA 
O REVOLUCION
Desarrollo político: una investigación en teoría 
social y política y un estudio del caso latinoamericano
4
R. Dahl y Ch. Lindblom
POLITICA, ECONOMIA Y BIENESTAR
5
David E. Apter
POLITICA DE LA MODERNIZACION
6
S. P. Huntington
EL ORDEN POLITICO EN LAS SOCIEDADES EN CAMBIO
7
J. F. Marsal (comp.)
ARGENTINA CONFLICTIVA
Seis estudios sobre problemas sociales argentinos
8
B. Bailyn
LOS ORIGENES IDEOLOGICOS DE LA REVOLUCION 
NORTEAMERICANA
(Continúa en la página 231)
Volumen
14
Serie Mayor
GUILLERMO A. O’DONNELL
Modernización 
y autoritarismo
EDITORIAL PAIDOS 
RUENOS AIRES
Impreso en la Argentina 
Printed in Argentina
Todos los derechos reservados 
Queda hecho el depósito que 
previene la ley 11.723
© 1972, Editorial Paidós, 
Defensa 599, 3er- piso 
Buenos Aires
Simultáneamente con esta 
edición, la presente obra 
se publica en inglés 
bajo el título 
Modernization and Bureaucratic 
Systems. Studies on 
South American Politics, 
por la Universidad de California 
(Berkeley), Institute of International 
Studies, Politics of Modernization Series.
GUILLERMO A. O’DONNELL
Modernización 
y autoritarismo
EDITORIAL PAIDOS 
RUENOS AIRES
A T e r e s a
Este libro que por tantas razones 
es tanto de ella como mío
I n d i c e
INTRODUCCION 9
H ada una revisión teórica de la política sudamericana contempo­
ránea
Capítulo 1
Presuposiciones y clasificaciones en el estudio de la política su­
damericana contemporánea 15
Primera sección
Algunas consideraciones sobre estudios políticos actuales 15
Sobre estudios contemporáneos de política latinoamericana, ran­
gos y clasificaciones 22
Sobre datos y promedios 29
Sobre heterogeneidad intranacional 35
Segunda sección
Sobre definiciones e indicadores 39
Tercera sección
Aproximaciones a los verdaderos valores de los indicadores de
modernización 47
Cuarta sección
Una recapitulación parcial 60
Capítulo 2
Hacia una conceptualizacíón alternativa 63
Primera sección
Argentina y Brasil: desde la incorporación hasta la exclusión 66
Segunda sección
Regímenes políticos burocrático-autoritarios en Sudamérica con­
temporánea 100
Un vistazo al funcionamiento de los regímenes burocrático-auto­
ritarios de Brasil y Argentina 107
Excurso: Boceto del “juego político” bajo un régimen burocrá­
tico-autoritario 118
6 GUILLERMO A. O’DONNELL
Tercera sección
Un vistazo a otros regímenes políticos de Sudamérica contem­
poránea 121
Cuarta sección
La clasificación propuesta 125
Capítulo 3
Argentina 1966: la inauguración de un régimen burocrático-
autoritario 129
Primera sección
Algunos aspectos del trasfondo histórico argentino 132
Segunda sección
El contexto social del golpe de estado de 1966 145
Tercera sección 167
Capítulo 4
Un “juego” imposible: competición y coaliciones entre partidos
políticos de Argentina, 1955 y 1966 180
Primera sección 180
Segunda sección
El modelo 185
Tercera sección
“Jugando el juego” 189
¿Racionalidad colectiva? 196
Cuarta sección
El comportamiento históricamente observado 199
Quinta sección
Algunas implicaciones sustantivas 208
Sexta sección
Otras implicaciones 210
CONCLUSIONES 215
BIBLIOGRAFIA 219
I n tr o d u c c ió n
Escribí este libro mientras cursaba estudios de doctorado en Ciencia Po­
lítica en la Universidad de Yale. Regresé a la Argentina en julio de 1971.
Desde entonces hasta la fecha de entrega de este trabajo para publicación 
(abril de 1972) otras obligaciones me limitaron a introducirle sólo modifi­
caciones de detalle. Durante estos meses han ocurrido muchas cosas impor­
tantes. Además, en ese lapso llegaron a mi conocimiento varias contribu­
ciones que hubieran permitido enriquecer este texto en varios aspectos 
de no escasa importancia.1
Pero me pareció que se justificaba ofrecer un trabajo que, sobre la 
base de una elaboración teórica, trata de discernir tendencias futuras de 
los procesos y estructuras estudiados. En ese sentido pienso que aquellos 
acontecimientos tienden a añadir verosimilitud a lo que se dice e intenta 
predecir en este texto. Por otra parte, me ha parecido que podría tener 
algún interés detectar las significativas confluencias del análisis aquí ofre­
cido con el de los autores ya citados.
Una doble preocupación, compartida por tantoŝ en nuestro continen­
te, ha sido el punto de arranque de este trabajojCPrimero^a^ evidencia 
de que, para decirlo lo más suavemente posible, los'numerosos cambios 
experimentados por nuestros países no Tián “aumentado ^"Jprqbabiliüácl 
dé emergencia de regímenes' póTífícÓs jnás ábiéftós ñr"de _ac¿íoñés~coléc- 
tivas capaces de disminuir las irritantes désigúaTdadés e injusticias'exis­
tentes en nuestras sociedades^ SegundóJla impréslÓiTtte' ̂ y
muy poderosos factores amenazan'agravar aun más esos problemas —fac- 
tores que cualquier acción política debe saber ponderar.
Todo esto es poco congruente con lo que debería esperarse según con- ó) 
cepciones que más adelante analizaré en detalle. En especial, y contraria- 
mente con lo que ellas implican, es precisamente en los países sudamerica- 
nos que más han avanzado en la modernización donde se ha implantado 
_e intentado consolidar una nueva forma de .autpritarismo__pplítico','"que' 
prÓpóngoTIañmr ^hurocratica^ ~ ""
Éste libro deberá limpiar camino mediante varios pasos preparato-
1 Me refiero, en especial, a O. Braun, El Desarrollo del Capital Monopolista 
en la Argentina; Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1970; F. H. Cardoso, Ideo­
logías de la Burguesía Industrial en Sociedades Dependientes; Argentina y Brasil,
Siglo XXI, 1971; F. H. Cardoso, "El Modelo Político Brasileño”, Desarrollo Eco­
nómico, 11, n. 42-44, págs. 217-248; C. A. Floria y C. García Belsunce, Historia de 
los Argentinos; Buenos Aires, Kapelusz, 1971 (2 vols.); J. Graciarena, “Estructura 
de Poder y Distribución del Ingreso en América Latina”, Revista Latinoamericana 
de Ciencia Política, 2, n. 2, págs. 171-219, Chile, y A. Pinto, Tres Ensayos sobre 
Chile y América Latina, y M. Diamand, “Seis Falsos Dilemas en el Debate Eco­
nómico Nacional”, Cuadernos del Centro de Estudios Industriales, n. 5, 1970.
10 GUILLERMO A. O’DONNELL
rios antes que resulte claro el sentido de la afirmación del párrafo ante­
rior. Será necesario,_enjprimer lugar, especificar el contenido que doy al 
término “modernizació n ^ Esto a su vez implica plantear "importantes 
'BI^3eñcias~coñ~ influyentes corrientes de pensamiento que investigan Ias~" 
interacciones entre fenómenos políticos, económicos y sociales. Este es el 
primer tema, me temo que el más árido, que será necesario abordar en las 
páginas siguientes.2 En segundo lugar, sería trivial “descubrir” que si­
guen emergiendo regímenes políticos autoritarios en nuestro continente. 
El aspecto verdaderamente importante es la presentación del análisis y 
los datos que sustentan la tesis que el autoritarismo “burocrático” es. un 
tipo muy: espedfic^o que corresponde~r Tas_situaciones~de más aíta'modér- 
nizacióti erTel contextoflsudamericano. * ~
Tiste tipo de áutorítarismo^^ilTere fundamentalmente de otros (que 
en értextoTeñómiño. 1‘pApulista”. y * ‘tradicional’’) que en buena parte de 
íaT)iBFiografía aparecen como típicos de nuestros países. En el capítulo 2 
expongo las condiciones de emergencia y las características distintivas del 
autoritarismo “burocrático”, ayudado por la ubicación de este régimen 
político en una perspectiva comparativa que subraya similitudes con otras 
situaciones no sudamericanas de alta modernización.
En tercer lugar, la definición del concento de .modernización, el uso 
de indicadores adecuados para ubicarlo empíricamente y la caracteriza­
ción tipológica del autaritarisTpolburocr^tícrílío sÓTT'srñó etapas préTimi- 
náres para el estudio de los factores y procesos que han tenido importante 
influencia sobre los intentos de implantar y consolidar ése autoritarismo. 
Abandonamos aquí el terreno délo deTmicional y lo estático para entrar 
al de lo causal y dinámico, donde los conflictos y coaliciones entre acto­
res políticos pasan a jugar un papeTTuñdan^ porTepsJél
terreno de ñiayorliñeres Teoriccf^y_ei único eñ plaque una investigación 
puéde~áspifáf a algunáüóhsecuencia práctica. Desgraciadamente, diver­
sas limitaciones' XcórñéWaPdó pPf láT insuficiéncia de los datos disponi­
bles) determinan que el estudio dinámico de factores y procesos de la alta 
modernización no llegue a ser una explicación (en sentido estricto) de 
la reciente emergencia de las formas autoritarias “burocráticas” que cen­
tran el interés de la investigación. Pero valdría la pena el hecho de ha­
cer verosímil, y abrir la puerta para futuras investigaciones destinadas 
a verificarla más adecuadamente, la afirmación de que —para decirlo en 
términos weberianos— existe una marcada “afinidad electiva” entre Jas 
situaciones de alta modernización" y los regímenes políticos Huiocratlco^" 
autoritarios" ; 'i-
Por ~éscTeste libro es una exploración preliminar. Lo concibo como 
cumpliendo la necesaria misión de aclarar conceptos y proponer hipótesis 
sobre ciertas importantes correspondencias entre las dimensiones política 
: y socioeconómica. Sin esta tarea preliminar sería imposible lanzarse a poiP 
tenores "Investigaciones apuntadas a su verificación y explicación en 
. sentido estricto, a un detallado examen de interacciones a lo largo del
2 La primera parte del Capítulo 1 contiene una discusión conceptual y me­
todológica que el lector no especializado podría pasar rápidamente sin perder el 
hilo del argumento.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 11
tiempo, a predicciones más confiables acerca de la futura evolución e 
impacto de los nuevos autoritarismos, y a la especificación de distinciones 
más sutiles entre unidades de análisis que la tarea preliminar ha clasifi­
cado dentro del mismo grupo o “tipo”. Espero que todos estos aspectos 
resulten claros a medida que se avanza en la lectura de este texto.
Es necesario agregar dos comentarios antes de entrar en materia. En 
primer lugar, siempre que ha sido posible he preferido utilizar, para la 
parte-estática de mi análisis, datos correspondientes al fin de la década 
deCl950j^ comienzos de la deC1960A Esos fueron los años que prece­
dieron más cercanamente a la implantación de los regímenes “burocrático^ 
autoritarios” sobre loTque se céhfrYEOnterés de este frábájo7~Seguiidb 
el referente empírico éw q u f^co n ju n to de los países SÜDamericanos. 
Luego de algunas dudas decidí excluir de este trabajo a los países CEN- 
TROamericanos; esto en parte refleja la insuficiencia y escasa compara- 
bilidad de la información disponible, en parte mis propias limitaciones. 
Pero me pareció que para los propósitos de este estudio el conjunto de 
los países SÜDamericanos es el máximo que es posible “estirar” el refe­
rente empírico sin caer en un nivel de generalidad y en un grado de ambi­
güedad que harían perder todo su valor a los conceptos e indicadores aquí 
utilizados.3
Estudié en Yale gracias a una beca externa de la Universidad Na­
cional de Buenos Aires y posteriormente a una Kent “Fellowship”, distin­
ción acordada por la Fundación Danforth a propuesta de Yale. Expreso 
a estas instituciones mi profundo agradecimiento. Durante su elabo- 
boración he contraído una gran deuda intelectual con muchos amigos y 
colegas —demasiado numerosos como para incluir aquí una lista, que 
siempre correría el riesgo de omitir injustamente a alguno—. Pero no 
puedo dejar de mencionar todo lo que de tantas formas debo a mi esposa, 
Teresa. Y a David Apter, quien en todas las etapas de este trabajo me 
aportó crítica, estímulo intelectual y aliento personal que agradezco 
profundamente.
Pero, por supuesto, sería injusto culpar a cualquiera de ellos por lo 
que este libro ha resultado ser.
3 De todas formas, y tratando de respetar las formulaciones de otros auto­
res, usaré el término “LATINOamérica” cuando me refiera a obras que lo utilizan. 
Pero para mi propio análisis utilizaré el término “SUDamérica”.
Hacia una revisión teórica 
de la política sudamericana
contemporánea
Presuposiciones y clasificaciones 
en el estudio de la política sudamericana
contemporánea
“Estamos tan habituados a la idea de una estrecha asociación entre los dife­
rentes elementos^de la "modernidad’ y la ‘tradición’ que siempre que hallamos alguna 
evidencia de indüsfnalizáción ~buscamos, y esperamos hallar, el tipó” de cambios 
sociales y políticos que estuvo asociado con lá industrialización de muchos países 
de la civilización occidental”. (R. Bendix, Nation Building and Citizenship, Wiley, 
1964, pág. 8) .
PRIMERA SECCION
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE ESTUDIOS 
POLITICOS ACTUALES
Por lo menos desde Platón y Aristóteles muchos estudiosos han estado 
de acuerdo en opinar qu# la estructura socioeconómica de una sociedad^ 
ejerce importante influencia sobre el_tipo~de régimen político que es ,y 
probable que esa sociédácTtengaV Por supuesto, hay profmi3ós"3esacuer- 
dós en cuanto 'a lailifección" de las conexiones causales, a los límites de 
variación posible por parte de los fenómenos políticos y a la influencia 
ejercida por otro tipo de factores, j^ a experiencia histórica nos ha de­
mostrado que no hay correspondencia necesaria entre la estructura so- 
cioeconomica~y el tipo de régimen político, pero no cabe duáá que el 
conocimiento de la primera permite una importante aproximación para 
eí^studíovprediccion del tipo de régimen político que es probable exista 
enjm..momento y en un espacio históricamente dados Dadas ciertas. 
Condicione^ sqdoecnnnmicas. la .existencia de algunos tipos de régimen 
político es sumamente improbable, en tanto otros muestran fuerte tenden­
cia a emerger y/o consolidarse—Esta perspectiva ha constituido,, sobre 
todo después deCUVÍarx> deMVebe£) una orientación fundamental para 
el estudio de laslnferrelaciones entre lo político y otros aspectos de 
la realidad social^ Pero, tal como este libro lo ilustrará críticamente, di­
cha perspectiva es sólo un punto de partida, una primera aproximación 
al estudio de un tema enormemente complejo. Es a partir de ella que 
deben responderse cruciales preguntas que conciernen a la definición y 
validez de los conceptos utilizados, a las hipótesis sobre los patrones de
16 GUILLERMO A. O’DONNELL
interacción y a la vigencia histórica y contextual de los instrumentos 
de análisis. De esas respuestas depende la posibilidad de llegar a resul­
tados sustantivamente válidos.
La sociología y la ciencia política modernas, ayudadas por la multipli­
cación de datos agregados y de facilidades de computación, se han lanza­
do a establecer regularidades empíricas entre diversos aspectos de la vida 
social. Esta tarea ha producido hallazgos importantes y ha aumentado 
nuestro conocimiento acerca de no pocos aspectos de esas relaciones. 
Sin embargo, ese esfuerzo no ha ido acompañado por una reflexión para­
lela relacionada con las presuposiciones teóricas que se encuentran 
implicadas por algunas de las formas en que típicamente nuestras disci­
plinas han tratado de_estudiar interrelaciones socioeconómicas y políticas. 
Espero mostrar que este problema es particularmente serio en el caso de 
numerosos estudios que han intentado conceptualizar las relaciones éntre 
las estructuras socioeconómicas y JoQggímeñbs~políticos de~loi países 
latinoamericanos contemporáneos. La mayor parte de esoslsstudios provie- 
hePdela corriente que en sociología y ciencia política más se ha esforzado 
por establecer una ciencia social empíricamente fundada: la originada o 
directamente inspirada en Jos Estados Unidosdespués de la Segunda Gue­
rra MündíaL TahTSt^ra^ahieHa éntre la capacidáSTcasí'íhécámcaTde re- 
' colección y análisis de datos por una parte, y la reflexión teórica por la 
otra, ha conducido a resultados de cuestionable validez. Pero la crítica 
de un enfoque debe proponerse incorporar los avances que, a pesar de 
sus fallas teóricas, ha logrado. Es desde esta perspectiva que aquí será 
posible esbozar una conceptualización alternativa que procura, además, 
incorporar el aporte de corrientes teóricas independientes de la recién 
mencionada.
La búsqueda de regularidades empíricas entre fenómenos socioeconó­
micos y políticos por parte de la sociología y la ciencia política “occiden­
tal” modernas ha estado impregnada por una percepción fundamental: en 
el mundo contemporáneo la mayor parte de los países ricos son “demo­
cracias políticas” 1 en tanto éstas son sumamente raras en los países' más 
pobres.. Hay importantes excepciones en todos los niveles, p~ero tal pare­
ce ser la situación si uno observa la realidad contemporánea país por país. 
Pero cabe advertir que esa “realidad” aparece al estudioso como conse­
cuencia de haber realizado un estudio (más o menos formal) de tipo co­
rrelaciona!, que provee una imagen estática, de niveles de riqueza nacional 
y de tipos de régimen político en un momento dado. Las correlaciones 
resultantes son bastantes altas2, pero ellas no dicen nada acerca de los 
problemas de que me ocuparé aquí. Una correlación es como una foto­
grafía. Nos dice dónde se hallan los actores retratados, pero no nos 
da información acerca de cómo cada uno de ellos llegó a ocupar sus 
posiciones actuales, ni acerca de en qué dirección es probable que se
1 Un término conceptualmente más exacto sería “poliarquía” (ver R. Dahl, 
A Preface to Democratic Theory, The University of Chicago Press, 1956), pero 
aquí me ha parecido preferible seguir el uso más establecido.
2 Un estudio típico entre los muchos que establecen esa correlación es B. Ru- 
ssett, Trends in World Poliiics, McMillan, 1965.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 17
muevan en el futuro. Estos aspectos implican, respectivamente, un pro­
blema genético-explicativo yjoredictivo. Y ambos requieren una muy di­
ferente técnica de estudio., En primer lugar, necesitamos algo parecido 
a una '‘película” para poder contestar preguntas planteadas por el pro­
blema genético-explicativo: ¿cómo llegó cada actor a la posición que 
actualmente ocupa?: ¿están todos repitiendo los mismos movimientos y 
siguiendo los mismos caminos?; ¿en_qué medida las ̂ posiciones de algu­
nos actores influyen^ los tnovimienSs v los caminos que pueaen'Tomar 
Jos restañtes"áctores?T_En segundo lugaíp una ‘‘película” pérmite^detectar 
la dirección del movimiento de cada actor y los patrones de interacción 
más frecuentes entre ellos. Siempre es arriesgado predecir, pero si uno 
quiere reducir el margen de error es mucho mejor “ver la película” 
que mirar la fotografía de su ultima escena.
Las fotografías y las correlaciones son útiles, pero con serias limita­
ciones. En particular, son pobre ayuda para todo lo que (tal como expli­
cación y predicción) debe ser estudiado a lo largo de una dimensión 
temporal y dinámica. Además, las correlaciones pueden ser base de infe­
rencias erróneas, si extrapolamos desde ellas y tratamos de decir algo acer­
ca de por qué ocurren ciertos fenómenos o en qué dirección ellos parecen 
dirigirse. Este es el caso de muchas de las concepciones corrientes acerca 
de las relaciones entre niveles de riqueza de una sociedad (o su “ desarro­
llo económicosocial”) y su tipo de régimen político. Ellas se fundan en 
la extrapolación desde una perspectiva correlacional (es decir, a-históri­
ca) emergente de la experiencia histórica de los países actualmente más 
ricos,_y sobre esa base formulan las siguientes expectativas(j) si otros. 
países lograran ser tan ricos como^los^actualmente más “ des arrollados1 ’, 
Tiabría una importante probabilidad de que eííqs tambíeñ fuerjm_dginocm- 
cias~poEticas;fn) arinqué ésos países no aícancenloslnas altos niyeles_de. 
“ desarrollo , econéioic^^en lam édída en. ..quelse ^’Llesarróílen”.-crecerá. 
en ellos la probabilidad de existencia de un régimen político democrático; 
^np dados dos países “subdesarrollados”, aquel que es relativamente me­
ónos pobre es más probable que sea una democracia política,
Puede afirmarse que estas expectativas constituyen todavía el paradig- 
ma básico3 de numerosos estudiososfde “desarrollo político”]y de políti- 
daYjoinparada, a pesar de las críticas a que ha siao sometido y de la 
acumulación de estudios de casos que arrojan las más serías dudas acerca 
de su validez.4 Este paradigma recibió su primera y tal vez más infíu-
3 Usaré el término “paradigma” en un sentido similar al propuesto por T. 
Kuhn (The Structure of Scientifíc ~Revolutions, The Universiíy of Chicago Press, 
1962), como la percepción primaria del campo de investigación, que señala sus 
características aparentemente fundamentales y guía la.concepción a. priorí del seg­
mento de~lá~reaíidad sobre el cual se formulan hipótesis y realizan trabajos de
dnvéstigacióm
4 Para estás críticas ver, en especial, F. Cardoso y E. Faleto, Dependencia y 
Desarrollo en América Latina, Siglo XXI, 1969; S. Huntington, “The Change to 
Change: Modernizaron, Development and Politics”, Comparative Politics, 3, 1971, 
págs. 283-322; J. LaPalombara, “Political Science and the Engineering of National 
Development” en J. Powelson (comp.), The Disciplines of National Development, 
de próxima publicación; y A. Stepan, “Political Development Theory: the Latín 
American Experience”, Journal of International Affairs, 20, n. 2,1966, págs. 223-234.
18 GUILLERMO A. O’DONNELL
yente expresión cuantitativa jen jm estudio de S. M. Lipset 5 y puede ser 
convenientemente resumido en lo que llamaré “la ecuación optimista”:
MAS DESARROLLO SOCIOECONOMICO = MAS PROBABILIDAD 
DE DEMOCRACIA POLITICA
Luego del trabajo de Lipset numerosos estudios6 han elaborado el 
“lado izquierdo” de la ecuación, agregando factores tales como alfabetis­
mo, comunicaciones, expectativa de vida y muchos otros que son consi­
derados como correlatos o como componentes de la definición del término 
originario. La intercorrelación entre esos factores suele ser alta y su efec­
to conjunto presumiblemente aumenta la probabilidad de existencia de 
“democracia política” en el “lado derecho” de la ecuación.
Tanto el paradigma básico como los estudios de datos agregados que 
derivan de él merecen un detenido examen. En primer lugar, todos ellos 
son vino viejo en nuevos odres: reformulan las esperanzas del Iluminis- 
mo en el sentido que el.“progreso”" social tiene que generar formas poR- 
“ficás “mejores” (des_de el punto de, vista del observador). La democracia 
política es normativamente preferida por la mayor parte de estos autores. 
La mayor parte de los países más ricos son democracias políticásT^Por 
lo tanto”, en la medida en que otros países logren avanzar, económica­
mente, la probabilidad de^émergeñciaVA de la democracia
política “debería” crecer en eíios. - - - .
En segundo lugar, hay una presuposición básica sin la cual aquellas 
expectativas no podrían ser formuladas: que los procesos causales que 
operan actualmente son similares, al menos en sus aspectos fundamenta: 
les, a aquellos que produjeron el resultado conjunto “alto desarrollo^sq- 
cioeconómico - democracia política” en varios de los países contem­
poráneos más ricos.7 Esta presuposición es crucial. Si tal no fuera~el 
caso bien podría ocurrir que países cuya economía está creciendo no tien-
5 S. M. Lipset, Political Man, Doubleday, 1960.
6 Una útil introducción a esta abundante bibliografía es R. Hopkins, “Aggrega- 
te Data and the Study of Political Development”, The Journal of Politics, 31, n. 1, 
1969, págs. 71-93.
7 Entiendo por “procesos causales” de las unidades bajo estudio sus condicio­
nes iniciales, sus factores ó variables que experjmentanxajnbios a través deltiempo
'y los parámetros que gobiernan las interrelacíones de dichos^7actores.~Ea presupo­
sición de equivalencia de'los procesos 'causales implica~pbstufar que dichos aspec­
tos son fundamentalmente similares o que algunos de ellos son irrelevantes para 
determinar el estado de cáHFumdad de análisis en el momento en que se la estu- 
diaTXomo taTVez sea'obvio, estS^esüposicloñhniplfc'a unüuerte^sesgo formaíisti- 
co~y antihistórico, pero las distorsiones que surgen de ese sesgo merecen ser inves­
tigadas en detalle. Como primera aproximación puede demostrarse formalmente 
que si cualquiera de esos elementos es diferente, el comportamiento de cada una 
de las unidades tenderá a ser diferente —y esas diferencias tenderán a crecer 
a lo largo del tiempo—. Puede verse, sobre este punto, la excelente discusión conte­
nida en R. Brunner y K. Liephelt, “Data Analysis, Process Analysis and System 
Change”, monografía presentada en el año 1970 a la reunión anual de la American 
Political Science Association. Una forma equivalente de plantear la misma observa­
ción sería la de que la presuposición de equivalencia de procesos causales pre­
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 19
dan a convertirse en democracias políticas (y viceversa). Más aún, podría 
ser que porque un país “subde sarro Hado” es más rico que otro, eTmás~ 
pobre es una^emocracia~polTtica~^ el mas Tico ncTTo es. Estas"
posibilidades no pueden ser eliminabas poY fíat, presupomeñdcT equiva­
lencia de procesos causales. Deben ser determinadas empíricamente.
En tercer lugar, existen abundantes pruebas empíricas que arrojan las 
más serias dudas sobre la validez del paradigma básico. Pero_esa eviden-^ 
cia es tomada en cuenta en formas que escudan al paradigma~deToda 
posibilidad de refutación., Las incongruencias que se observan con las ex­
pectativas derivadas del paradigma_son tratadas como “desviaciones” o 
“regresiones”, debidas a “obstáculos” (es decir, a factores idiosincrási­
cos que se supone sobreimpuestos a los más básicos y equivalentes pro­
cesos causales). La defensa del paradigma opera mediante la suposición 
de que,, si fuera posible “remover” los “obstáculos” los mencionados 
procesos causales podrían ejercer sus efectos sobre lo político sin “dis­
torsiones”. Por supuesto, desde que cada investigación termina con una 
complicada lista de “obstáculos” inventariados por cada país y por cada 
área “en desarrollo”, siempre es posible “explicar” las discrepancias en­
tre la observación empírica y las expectativas del paradigma mediante 
el hallazgo que algunos de esos “obstáculos” no han sido “removidos” 
en la unidad bajo estudio. El resultado es que la presunta validez del 
paradigma queda protegida de toda evidencia en sentido contrario.
Cuarto, Jeb'Conjunto de todos o la mayoría de los países contemporá- 
neog_es el referente típico de los estudios que derivan del paradigma bá­
sico. Desde que enudicho conjunto puede halarse una correlación posi-, 
"liga* entre “desarrollo económico” (o “socioeconómico”) y democracia 
política .puede fácilmente concluirse que esa- relación tamBíen rige para 
cada uno de los grupos de unidades (digamos, regiones) incluidos en 
aquel conjunto. Puede demostrarse que esa conclusión es falaz.8. Si hay 
una correlación positiva en el nivel del conjuntó esto no implica que
tende eliminar la contribución causal de diferentes contextos . (o estructuras) 
históricamente dados. Cualquier factor (digamos, un cierto nivel de riqueza social, 
cualquiera que fuere la forma en que es medido y definido) se supone que ejerce 
en todos los casos una influencia similar sobre fenómenos políticos, sin que importe 
la constelación total de factores con los que Ínter actúa. Si esa constelación fuera 
diferente en diferentes períodos del mismo país o en diferentes países, no hay 
absolutamente ninguna razón para esperar que un nivel similar de riqueza social 
deba producir efectos similares en el comportamiento o en las características 
políticas de las unidades de que se trate.
8 Esa errónea conclusión ha sido. denominada “la falacia ugjyersalística”. Pa­
ra un buen análisis con referencia específica al caso latinoamericano puede verse 
P. Schmitter, “Nuevas Estrategias para el Análisis Comparativo de la Política en 
América Latina”, Revista Latinoamericana de Sociología, 5, n. 3,1969, págs. 595-648. 
En términos estadísticos esta falacia es cometida al ignorar parte de los componen­
tes de covariancia; por ejemplo, al suponer que los datos en las celdas de una 
tabulación son similares (o muestran el mismo tipo de relación) que las frecuencias 
marginales. Se ha demostrado que tanto esta falacia como la que mencionaré en 
el párrafo siguiente son formalmente equivalentes a la mejor conocida “falacia 
ecológica”. Sobre este punto puede verse el importante trabajo de H. Alker, “A 
Typology of Ecological Fallacies” en S. Rokkan y M. Doggan (comp.), Quantita- 
tive Ecological Analysis in the Social Sciences, The MIT Press, 1969, págs. 69-85.
20 GUILLERMO A. O’DONNELL
dicha correlación exista en el nivel de un subconjunto de la muestra 
originaria. Todavía más: ello no impide que la correlación exista pero 
sea negativa al nivel del subconjunto.
En quinto lugar el paradigma básico y la “ecuación optimista” que lo 
traduce formalmente postulan una relación lineal (o mejor: mono tónica 
positiva) entre “desarrollo socioeconómico” y la probabilidad..de emer­
gencia o consolidación de la democracia política: a medida que crecen 
los valores en la primera dimensión se supone que la probabilidad de la 
segunda también crece a una tasa fijada por alguna función que queda 
indeterminada. Pero, y volviendo aquí a uno de los comentarios inicia­
les, es importante advertir que en tanto los datos que se utilizan pertene­
cen a un conjunto de países en un solo punto en el tiempo, la relación 
postulada se refiere a cambios a través del tiempo en cada una de las 
unidades (países) estudiados. Los cambios en estructura socioeconómica, 
y las tendencias que presumiblemente generan hacia cambios en fenóme­
nos políticos en cada uno de los países estudiados, sólo pueden ser estu­
diados mediante datos provenientes de cada una de dichas unidades y 
por el período de tiempo mínimamente implicado por las interrelaciones 
socioeconómicas y políticas que se hipotetizan. Esto es casi trivialmente 
evidente, pero lo cierto es que abundan los intentos de sustituir datos 
“longitudinales” (a lo largo del tiempo y para cada una de las unidades 
estudiadas) por datos “horizontales” (de muchas unidades en un sólo 
momento para cada una de ellas), y que todavía intentan decir algo acer­
ca de procesos causales en cada una de las unidades analizadas. Esta es 
fundamentalmente la falacia mencionada en el párrafo anterior.9
Este erróneo criterio permite ubicar países en un continuo de desarro­
llo (por ejemplo, de acuerdo con su ingreso per cápita como indicador 
de su “desarrollo económico”) y luego comprobar qué tipo de régimen 
político puede corresponder a cada “nivel” o “etapa” de “desarrollo” . 
Hasta este punto el estudioso se mueve dentro de la lógica estática del 
análisis correlacional, pero las inferencias causales que se suelen formu­
lar implican un injustificado salto hacia la lógica del análisis de regresión. 
El único análisis de regresión que puede tener sentido para inferir tenden­
cias, relaciones causales y cambios a. lo largo del tiempo es el efectuado 
sobre la base de datos que corresponden a la misma unidad estudiada y 
a diversos momentos en la historia de la misma.
Construir continuos, efectuar (implícita o explícitamente) regresiones 
y/o inferir causación y cambio sobre la base de datos “horizontales” pue­
de conjugarse bien con las presuposiciones a-históricas del paradigma que 
estoy discutiendo. Pero esto lleva inevitablemente a la falacia de creer 
que tales ejercicios permiten decir algo acerca de tendencias, causación 
y cambio dentro de cada una de las unidades (países) analizadas.
9 Sobre este punto ver las monografíasde R. Brunner, K. Liephelt, op. cit. y 
H. Alker, op. cit. Ver también J. Coleman, "The Mathematical Study of Change” 
en H. Blalock y A. Blalock (comp.), Methodology in Social Research, McGraw- 
Hill, 1968, págs. 428478, quien además argumenta que tales intentos sólo pueden 
tener sentido agregando una (insostenible) premisa de equilibrio perfecto para ca­
da una de las unidades analizadas y para el conjunto que ellas forman.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 21
En sexto lugar, para que el paradigma básico y la “ecuación optimis­
ta” sean útiles no deben ser conceptualmente ambiguos. Y aquí aparecen 
otros problemas. Volveré sobre este aspecto más abajo, pero conviene 
anticipar que el “lado derecho” de la ecuación (la dimensión política) 
puede estar incorrectamente definido. La emergencia de democracia po­
lítica jgaualgún punto de su historia corresponde (aunque con importan­
tes excepciones) a Ja^ q D erie r^ ií^ ^ más temprano desarro­
llo. Cabe poca duda que^TL crecimiento socioeconómico produce, ó'"se
meros de, y a las interrelaciones entre, actores políticos dentro de un 
contexto nacional.. enjtanío" demTiefacTg polítiea es UNA posible expresión 
institucional de un conjunto” "de'Tactores —entre ellos la pluralización po- 
lítíca— . La democracia política resultó ser tal expresión insttfucíónal en 
ía experiencia histórica de buena parte de los países de desarrollo más 
temprano. Pero nada (salvo una bien conocida tendencia a extrapolar 
desde lo conocido a lo desconocido) permite creer a priori que dicha ex­
presión institucional tendrá que ocurrir nuevamente en los países menos 
“desarrollados” . Por el contrario, la pluralización política puede contri­
buir a la emergencia de regímenes políticos que ni siquiera la más tosca 
manipulación conceptual podría calificar como democráticos.11
Sobre la base de lo dicho podríamos reformular la ecuación (que em­
pieza a perder sus connotaciones de fácil optimismo) en la siguiente pro­
posición provisoria:
correlaciona coaTij^LiZACtÓN política. 10 Pero pluralización y demo 
erada política n o ^ h 'T a Msrríá cósa. Pluralización se refiere a los nú
MAS DESARROLLO SOCIOECONOMICO = MAS PLURALIZACION
POLITICA MAS PROBABILIDAD DE DEMOCRACIA POLITICA12
Otro requerimiento de claridad conceptual es que el “lado izquierdo” 
de la ecuación (la dimensión socioeconómica) esté bien definido y que 
sus indicadores midan lo que pretenden medir. Podrían hallarse otras 
definiciones y otros indicadores que delimiten mejor la dimensión socio­
económica. Si esos nuevos indicadores y definiciones alteraran la ubica­
ción de los países en ese aspecto, las relaciones establecidas con la di­
mensión política que fueron observadas mediante la conceptualización 
anterior serían de muy poca utilidad. También volveré sobre este tema,
10 Más adelante elaboraré esta afirmación con mucho más detalle. Por el mo­
mento es suficiente definir "pluralización política” como la emergencia de más 
factores políticos interrelacionados en formas más complejas.
11 Una buena crítica de la tendencia a “estirar conceptos” hasta el punto que 
éstos pierden toda utilidad es la de G. Sartori, “Concept Misformation in Compa- 
rative Politics”, The American Political Science Review, 64, n. 4, 1970, págs. 1033- 
1053. Un buen ejemplo de este “estiramiento” está dado por muchos estudios 
comparativos de datos agregados, que usan criterios completamente formalistas (tal 
como el mero hecho de celebrarse elecciones o de existencia de un parlamento, 
sin consideración alguna al papel real que cumplen esas instituciones) para cali­
ficar como “democracias políticas” a los países que incluyen en sus muestras. Por 
supuesto, esto suele llevar a conclusiones manifiestamente absurdas.
12 Donde el símbolo “ debe leerse “no implica necesariamente”.
22 GUILLERMO A. O’DONNELL
pero es tentador anticipar que éste es exactamente el caso de los países 
sudamericanos contemporáneos: el autoritarismo político y no la demo­
cracia es el concomitante más probable de los niveles más altos de 
modernización13 en el contexto sudamericano contemporáneo.
Hasta aquí he discutido problemas conceptuales y metodológicos en 
un nivel sumamente abstracto. Ahora es posible considerar estudios es­
pecíficamente enfocados en la región latinoamericana y ver cómo aplican, 
y con qué consecuencias, el paradigma básico..
SOBRE ESTUDIOS CONTEMPORANEOS DE POLITICA 
LATINOAMERICANA, RANGOS Y CLASIFICACIONES
Adviértase que el paradigma básico, y la “ecuación optimista” que lo “tra­
duce” más formalmente, pueden ser expresados en la forma ya indicada 
o mediante otras expresiones que son lógicamente equivalentes. Por ejem­
plo, expresiones en la siguiente forma: “el país x es 'desviante’ (o 
'paradójico’) en tanto es menos democrático (o menos ‘desarró- 
do políticamente’) que lo que debería ser considerado su rela­
tivamente alto nivel de 'desarrollo socioeconómico’ ” (o la in­
versa de esta expresión), así como la forma general “el país x es más 
(menos) democrático que lo que debería ser considerando su re­
lativamente bajo (alto) nivel de 'desarrollo socioeconómico’ ” 
(o nuevamente la inversa de cualquiera de las dos posibilidades conteni­
das en esta expresión).
Adviértase también que estas expresiones pueden fundarse tanto en 
datos agregados como en juicios cualitativos, y que pueden referirse explí­
citamente al conjunto de los países latinoamericanos, a un grupo de ellos 
o a uno solo. En todos los casos ellas son versiones del paradigma 
básico y comparten su estructura lógica: la probabilidad de “hallar” de­
mocracias políticas crece (supuestamente) con niveles más altos de “des­
arrollo socioeconómico” . También es interesante advertir que, ya sea que 
los datos y las conclusiones sean de tipo cuantitativo o cualitativo, nos 
hallamos nuevamente dentro de la lógica de un simple modelo de análisis 
de regresión, en el cual los valores esperados en la dimensión política 
crecen como una función monotónica de mayores valores en las “varia­
bles independientes” que definen la dimensión socioeconómica.14
En todos los casos es indispensable realizar, imp1ícita o explícitamen­
te, las siguientes operaciones: i) los países deben ser ubicados, indivi­
dualmente o por grupos, a lo largo de un continuo de “desarrollo socio­
económico”; ii) los mismos países deben ser clasificados de acuerdo con
13 El concepto de “modernización” será definido en las páginas siguientes.
14 Como ya he señalado, el modelo implicado en estos casos es aun más sim­
ple, ya que supone que la relación es lineal. Acerca de que es formalmente idén­
tico ya sea cualitativa o cuantitativa la base del análisis, puede verse la monografía 
de R. Fogel y sus comentarios sobre “regresiones sublímales”, “The Specification 
Problem in Economic History”, The Journal of Economic History, 27, n. 3, 1967, 
págs. 283-308.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 23
su tipo de régimen político; iii) las relaciones entre ambas dimensiones 
deben ser observadas y, siempre que el paradigma básico tenga va­
lidez, es posible formular conclusiones como las arriba mencionadas. 
Este es el caso de estudios basados en datos agregados.15 También lo es 
el de estudios basados en observación y datos cualitativos16, así como 
de aquellos que, enfocando exclusivamente en la Argentina, concluyen 
que este país es “desviante” o “paradójico” debido a que su falta de de­
mocracia política y sus continuas crisis políticas no corresponderían a lo 
que debería esperarse, según el paradigma básico, de su nivel relativa­
mente alto de “desarrollo socioeconómico” . 17 En las páginas que siguen 
voy a prestar preferente atención a los estudios basados en datos agrega­
dos. Ellos son sólo una pequeña parte de los estudios que aplican el 
paradigma básico al estudio de la política latinoamericana y que por su 
intermedio llegan a conclusiones como las ya mencionadas. Pero los es­
tudios sobre la base de datos agregados tienen la ventaja de permitir un 
examen más preciso del enfoque y delas presunciones aquí analizadas.
A esta altura de la discusión es conveniente recordar que, siguiendo a 
los autores recién citados, ha cambiado el referente empírico al cual se 
aplica el paradigma básico. En una primera parte me referí a estudios 
enfocados en una muestra universal de países o, al menos, en una muestra 
de países de diversas regiones. Ahora estoy considerando estudios enfo­
cados en la región latinoamericana o en un subconjunto de países de esta 
región. Este cambio de referente empírico podría tener consecuencias 
favorables en relación con varios de los problemas enfocados en las 
páginas precedentes. En particular, enfocar en una muestra más pequeña 
de países permite en principio un análisis y recolección más detallados de 
los datos pertinentes, lo que a su vez podría ser útil para superar los pro­
blemas emergentes de conceptualizaciones vagas y para incorporar datos 
históricos, “longitudinales”, de cada una de las unidades estudiadas. Ade­
más, podría suponerse que la comunalidad de algunos factores contextúa­
les (tales como origen colonial, cultura y tipo de inserción en el ámbito 
internacional) genera un grado de homogeneidad regional que permite 
superar, para conclusiones referidas a la misma región, los problemas sus­
citados por la “falacia universalística” . Por lo tanto, el hallazgo de un
15 Ver, entre otros, R. Putnam, “Towards Explaining Military Interventions in 
Latín American Politics”, World Politics, 20, n. 1, 1967, págs. 83-109; R. Dix, 
“Oppositions in Latín America” en R. Dahl (comp.), Regimes and Oppositions, 
de próxima publicación; M. Needler, Political Development in Latín America, 
Random House, 1968; y, para un ejemplo con una muestra más amplia de países, 
A. Adelman y C. Taft Morris, Society, Politics and Economic Development, The 
John Hopkins Press, 1967.
16 Ver, entre muchos otros, J. Johnson, Political Change in Latín America, 
Standford University Press, 1958; R. Alexander, Latín American Politics and Go­
vernment, Harper & Row, 1965; E. Lieuwen, Arms and Politics in Latín America, 
Praeger, 1960, y M. Needler, Latín American Politics in Perspective, 1967, ed. re­
visada,
17 El caso típico es A. Whítaker, “The Argentine Paradox”, The Annáls of 
the American Academy of Political and Social Science, 334, 1960, págs. 103-109, 
pero cualquier revisión de la bibliografía argentina y extranjera sobre la Argentina 
muestra la frecuencia con que se hacen afirmaciones de este tipo.
2 4 GUILLERMO A. O’DONNELL
grado respetable de asociación positiva entre “desarrollo socioeconómico” 
y democracia política dentro del conjunto de países latinoamericanos po­
dría ser interpretado como prueba que* habiendo controlado los efectos 
de los factores contextúales comunes, las relaciones y tendencias básicas 
postuladas por el paradigma básico se mantienen o aparecen con mayor 
fuerza. Esto, a su vez, podría ser visto como una importante confirma­
ción de la validez del paradigma. Por lo tanto, desde el punto de vista de 
la aceptabilidad del paradigma, así como de las relaciones y tendencias que 
postula, los resultados de investigaciones enfocadas en una misma región 
parecen de especial interés.
Para la dimensión “desarrollo socioeconómico” estos estudios clasifi­
can a los países latinoamericanos siguiendo con pocas variantes las posi­
ciones que resultan de computar sus ingresos per cápita.18
Cuando se usan índices más complejos resultantes de combinar el in­
greso per cápita con otras variables per cápita, el rango de Venezuela se 
reduce como reflejo del “efecto Kuwait” de la extracción de petróleo 
sobre su producto bruto. De un forma u otra los grupos de países que 
suelen resultar son: 1) en la “cima” Argentina, Chile, Uruguay y en al­
gunos casos Venezuela; 2) en el “fondo” Solivia, Ecuador y Paraguay; 
3) en el “medio” Brasil, Colombia y Perú.19 Estos resultados son luego 
apareados con la dimensión política, que es conceptualizada como demo­
cracia política20, competición política abierta o poliarquía21, o desarrollo 
político/no intervención militar en política.22 En todos los casos la co­
rrespondencia entre la dimensión socioeconómica y la política parece ra­
zonablemente buena, y las medidas estadísticas de asociación son simila­
res o superiores a las obtenidas cuando se usan muestras universales o de 
países de diferentes regiones. En los niveles más altos de “desarrollo” 
Chile y Uruguay son consideradas “las” democracias políticas latinoame­
ricanas, en tanto Venezuela ha realizado tres elecciones presidenciales 
consecutivas y ha “sobrevivido” el cambio de un partido gobernante. En 
el otro extremo de “desarrollo” los regímenes políticos claramente no son 
democráticos. En las posiciones medias de “desarrollo” aparece una serie
18 Los datos correspondientes al año 1966, expresados en dólares corrientes 
estadounidenses son: Venezuela: 879; Argentina: 818; Uruguay: 613; Chile, 576; 
Colombia: 334; Brasil: 333; Perú: 271; Paraguay: 220; Ecuador: 219 y Bolivia: 178 
(Statistical Abstract for Latín America, Los Ángeles, Universidad de California 
1969). Excluyo aquí, de acuerdo con lo anunciado, los datos correspondientes a 
los países centroamericanos.
19 En algunos casos Brasil es incluido (junto con México) como un subgrupo 
dentro del grupo de “desarrollo socieconómico” medio. Ver, por ejemplo, R. Ve- 
kemans y L. Segundo, “Ensayo de una Tipología Socioeconómica de los Países 
Latinoamericanos” en J. de Vries y J. Medina Echavarría (comps.), Aspectos Socia­
les del Desarrollo Económico en América Latina, Desclée, 1963, vol, 1, págs. 67-94, 
y G. Germani y K. Silvert “Politics, Social Structure and Military Intervention in 
Latín America”, Archives Européennes de Sociologie, 2, 1961, págs. 62-81.
20 Ver, por ejemplo, la proyección de producto bruto per cápita contra “de­
mocracia estable” en M. Needler, op. cit., 1968, pág. 87.
21 R. Dix, op, cit
22 R. Putnam, op. cit.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 25
de graves problemas de interpretación pero, siempre y cuando uno 
esté convencido a priori de la validez del paradigma y esté dispuesto a 
simplificar heroicamente, las numerosas ambigüedades que se suscitan 
pueden ser interpretadas en forma que salva la presunta validez del para­
digma —dichas ambigüedades expresarían tendencias hacia la democra­
cia política, las que serían todavía débiles a causa del nivel relativamente 
bajo de “desarrollo” de esos países—.23 24 25 Por supuesto, en todo esto hay una 
evidente excepción: cualquiera que fuere el criterio utilizado, la posición 
de Argentina en la dimensión política es más baja que lo que debería espe­
rarse, según el paradigma, de su nivel relativamente alto de “desarrollo” .
A pesar de la discrepancia emergente del caso argentino y de j a cru- 
cial presuposición que es_ necesario. introducir, parra resolver las amEigue- 
’ dades planteadas por íos casos de “̂ desarrollo medio”, íós estudio? comen­
tados han obtenido ~ medidas de asociación qüé7 por sí mismas,, pueden 
considerarse como aceptables dados los criterios .comunmente imperante?. 
A su vez, esos- resuítadoaJiarLsida interpretados como una confirmación 
de la validez general del paradigma básico y dé la ' ‘ ecuaclon~t3pTÍmísta”7^ 
'PóTofra parte, dichos resultados permiten al"estudioso considerar “expli­
cados” aquellos casos~que~caen cerca de la línea de regresión (implícita 
ó explícitay^^TdehmíFcmñó desviantes” el festo'.'Pof'Tó"tánto, y ya que 
algunos casos' han sido' así “éxphcados*?la" subsiguiente tarea teórica sería 
examinar-los “casos desviantes” para hallar qué factores ü'^obstáculo?’ 
idiosincráticos (es decir, específicos deTpais de quélse trate) contrapesan 
ja presümiblTvalidez universal de laTrelaciohesT^éndéncTas^nosrafefers 
por el paradigma básico.26 Esteres necesariamente el"razónamHñío~(ño 
siemTpfre '̂xp^ ̂ que subyace en los numerosos intentos de
explicar J a . “jtaxadoj a” o la “excepcionalidad” o la^^?sviaciórF^dercásq^ 
argentino. ~~ - - -
¿Cuáles son las consecuencias deesta estrategia de análisis? Para 
contestar esta pregunta es necesario una breve digresión. No hay datos
23 El lector advertirá que este procedimiento es lógicamente similar al de pos­
tulación de “obstáculos” que deben ser “removidos” para que las tendencias cau­
sales supuestas por el paradigma puedan operar. En ambos casos la evidencia 
contraria o dudosa es negada sobre la base de una creencia a priori en la validez 
del paradigma. Esa negación, a su vez, “arregla” la realidad bajo estudio de tal 
forma que la validez del paradigma aparece sustentada.
24 Una expresión típica entre las muchas citables es la conclusión a que llega
M. Needler, op. cit, 1968, pág. 159: “A medida que unjaaís se desarrolla econó­
micamente también se desarrolla polítícamente”T3oñtfe ¿steTxTfmcYTermiño híTsídb 
defiñido como “una mayor obediencia a las normas constitucionales y Ja .expansión 
de participacióil-fgflMca**: ~ ................... " *
25 Menos formalmente, esos resultados permiten considerar “explicados” aque­
llos casos en los cuales el tipo de régimen político corresponde con el que el para­
digma postula que debe existir dado un cierto nivel de “desarrollo socioeconómico”.
26 Para ejemplos en los que se propone explícitamente esta estrategia ver R. 
Dix, op. cit. y R. Putnam, op. cit. Pero exactamente la misma estrategia está im­
plicada por los estudios que se proponen explicar la “desviación”, “paradoja” o 
“excepcionalidad” de un caso determinado. El análisis de casos desviantes es 
metodológicamente correcto, pero sólo si la conceptualización que generó ei con­
junto de casos “normales” (o explicados) y desviantes es teóricamente correcta y 
empíricamente válida.
26 GUILLERMO A. O’DONNELL
o hechos apuros” o “en bruto”. Su propia condición de_datos o hechos, 
así como su interpretación y su slgñmcación teórica, dependen^etTnarco 
cíe referencia del observador. Esto es intuitiva y casi trivialmente obvio 
en los estudios basados en datos y juicios cualitativos. Pero también rige 
para los resultados obtenidos mediante estudios basados en datos agre­
gados y/o en modelos formales. El uso de técnicas de correlación o de 
regresión no elimina los clásicos requisitos de definir claramente los con­
ceptos y escoger adecuadamente sus indicadores. El uso de cualquier téc­
nica cuantitativa o estadística implica especificar en forma matemática 
un modelo de los aspectos relevantes de la realidad social a ser estudiada. 
Este modelo depende a su vez de los criterios de atención y de relevan­
cia emergente del marco de referencia y de las expectativas fundamentales 
(o, como lo he llamado más arriba, del “paradigma”) que guía la con­
cepción a priori del tema que se investiga.__gor lo tanto, ya sea_expresa- 
mente advertido o no, el modelo especificado-paraTa manipulación cuan- 
titafiva de datos agregados presupone cruciales decisiones en lo que hace 
artipó de jpreguntas que se formulará artema ~en investigación, a la definid 
dónete conceptos, a la inclusiómy exclusión de variables, a las relaciones 
que serán estudiadas y átía ^cciorT d^ii^cáddrés. " •
El mismo referente empírico puede generar resultados de investiga­
ción muy diferentes si es analizado desde diferentes marcos de referencia 
y mediante diferentes modelos (explícitos o implícitos). Los resultados 
de la investigación empírica sirven para verificar o rechazar conceptuali- 
zaciones.27 Pero dichos resultados dependen en buena medida de las 
conceptualizaciones que sirven para verificar o rechazar. Esta circularidad 
crea una ambigüedad a la que en última instancia no pueden escapar ni 
siquiera las teorías más sólidas y mejor apoyadas por concurrente eviden­
cia empírica. Cuando, como ocurre en el caso que analizo, la evidencia 
es en el mejor de los casos dudosa, parece claro que se impone especial 
cuidado y continua experimentación con conceptualizaciones alternativas. 
Podría ser que se hallen conceptualizaciones “mejores” (en el sentido que 
corresponden más exactamente a los fenómenos observados) y que según 
ellas los casos que eran “normales” resultan ser “desviantes”, y vicever­
sa. Si tal fuere el caso, y en tanto los estudios y modelos anteriores apli­
caban un paradigma dominante, las consecuencias para la orientación de 
la investigación podrían ser sumamente serias. Adviértase que, por medio 
de la postulación de ciertas relaciones y tendencias supuestamente funda­
mentales, el paradigma organiza la percepción de un tema de extrema 
complejidad, genera las preguntas fundamentales a ser planteadas y guía 
la formulación de las hipótesis a ser verificadas en la investigación. Si es
diosos (y los encargados d e ja toma de decisiones políticas...) deben 
esperar ae tasas positivas de cambió en'las variables que han sido inclui- 
d a sen la definición de dicho jdesár rollo” . Además, esas expectativas
27 Empleo aquí el término “conceptualización/es” en sentido amplio, que inclu­
ye desde marcos de referencia vagamente articulados hasta modelos formales 
sumamente específicos, pasando por los que he llamado paradigmas.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 27
permiten una radical simplificación del tema, que sólo puede ser útil si no 
despista la percepción de las principales relaciones y tendencias operan­
tes en y entre las dimensiones socioeconómica y política. Estos comen­
tarios son pertinentes porque numerosos acontecimientos sudamericanos 
en las últimas décadas hacen verosímil una interpretación completamente 
diferente de la postulada por el paradigma básico y su “ecuación opti­
mista”. Es por lo menos evidente que tiene muy poco fundamento el 
fácil optimismo de corto plazo que ellas expresan.28 Podría ser, además, 
que sea errónea la tendencia postulada haciaJ^dem ocracialp ¿ n t ic r ^ 
medida que en nuestros países se va produciendo el “desarrollo socio-; 
económico^C^Ño cabe acaso preguntarse si,,.enJugar3eZestar “llevan^ 
Llds_,países sudamericanos hacia .,, la democracia _..^Títica¡^Ios 
procesos causales^ originados en sus particulares patrones de creen 
miento ̂ ^onomico~éstañ^fTeáirdad consoÍidando_ÍQtmas^ políticas auto­
ritarias? ;!podHamos^enttmgés^presuponer que la democracia~polífica será 
el resultado “normal” ó “natural” ~de~esos procesos? ¿Podríamos enton­
ces, por ejemplo, estudiar la Argentina en terñfíhós de su supuesta “des­
viación” o “excepcionalidad”? ;.Si fuera cierto que a los niveles socio­
económicos más_^avanzados” de S u d a ^ ri^ co n t^ p M in eZ H m ^ iK Z ^ F 
rresponder_regimenes nolítícoT autoritarios, nodnamos todavía suponer 
q ue, a n iedidadueTas~dMÍoc"mcias^Qlíticas4iQy .existentes crezcanecoho- 
micameni¿Ie lresintádo~vá^^se£-una mayor democratización? Ño es éste 
el tipo de preguntas que surge de creer en'la validez del paradigma bási­
co, pero puede por cierto ser el tipo de preguntas que es más urgente e 
importante tratar de responder en nuestra circunstancia actual. No es ne­
cesario insistir en la abundante evidencia que sugiere la pertinencia de 
estas preguntas. Pero, como ya lo he comentado más arriba, dicha evi­
dencia puede siempre ser interpretada en forma de salvar la presunta va­
lidez del paradigma básico. El estudioso registra la prueba contraria como 
consecuencia de su investigación (digamos, el estudio del caso de un país 
sudamericano), pero cuando llega el momento de determinar la signifi­
cación teórica y comparativa de sus resultados es el paradigma, a pesar 
de las incongruencias suscitadas entre ambos niveles de análisis, el que 
provee las claves que guían esa segunda etapa del trabajo.29 Todo esto 
subraya la importancia de un paradigma básico, dominante en la corrien­
te intelectual que hasta no hace muchos años más ha influido en los estu­
dios de política sudamericana. Es imposible analizar y evaluar aspectos 
de la vida social sin í 1guna idea o hipótesis acerca de cuáles son sus 
tendencias fundamentales y/o acerca de en qué dirección parecen apuntar 
los procesos en ella descubiertos. Este es el nivel, muchas veces implí­
cito, en elcual la percepción a priori del tema de estudio cumple una 
crucial función intelectual —en especial si esa percepción es articulada con
28 O, para el caso, el optimismo expíicitado en la Alianza para el Progreso 
y en políticas sudamericanas de un pasado todavía reciente —todas "traduccio­
nes”, en el nivel de ideología de políticas prácticas, del paradigma básico que 
estoy discutiendo—.
29 Para ejemplos de este verdadero escamoteo teórico pueden verse los traba­
jos que desde otro ángulo critico en el capítulo 4 de este libro.
28 GUILLERMO A. O’DONNELL
el grado de especificidad y consenso académico implicados por un para­
digma dominante— . 30 Tal como observa T. Kuhn en su obra citada, la re­
sistencia a su revisión ante contraria evidencia es característica de un 
paradigma dominante. Esto a su vez sugiere que es a un nivel de abstrac­
ción relativamente alto donde debe discutirse la validez deí parádfgmá' 
básico e mteñtarse erjsbozo dé üná 'altérñattva más"satisfactoria /31
Las páginas que siguen pretenden serlm a'contribuciónpaía esa tarea 
teórica.32
30 El intento más importante de formular una conceptualización alternativa 
para el estudio de la política latinoamericana está constituido por los trabajos, 
que citaré en el capítulo siguiente y con los cuales tengo una importante deuda 
intelectual, que señalan los problemas de la dependencia de nuestros países. Pero 
este aspecto todavía debe ser conceptualmente clarificado, empíricamente desagre­
gado e incorporado dentro de una concepción teórica más amplia.
31 Tal vez pueda verse más claramente el sentido de este argumento en los 
requerimientos implicados por estudios que usan técnicas estadísticas de análisis 
de datos reunidos para establecer y verificar sus resultados. La validez de dichos 
resultados depende enteramente de que el modelo estadístico haya logrado especi­
ficar correctamente los aspectos más relevantes (dados los intereses teóricos del 
estudio) del segmento de la realidad que se analiza. Si la especificación es inco­
rrecta o si, además, las ecuaciones del modelo no están exactamente identificadas, 
los resultados son inútiles (es decir, carecen por completo de validez sustantiva) 
a pesar de su aparente “dureza”. Los econometristas han analizado estos requeri­
mientos y han advertido insistentemente acerca de los problemas suscitados por 
su ignorancia. Para discusiones de este problema (de gran importancia, pero casi 
totalmente ignorados en sociología y ciencia política) puede verse W. Hood y 
T. Koopmans (comps.), Studies in Econometric Method, Wiley, 1953; F. M. 
Fisher, The Identification Problem in Econometrics, McGraw, 1966; A. Malinvaud, 
Statistical Methods for Econometrics, American Elvesier Publications, 1969, 2; ed., 
y P. Drhymes, Econometrics, Statistical Foundations and Applications, Harper & 
Row, 1970. Para un análisis más elemental puede verse R. Wonnacott y T. H. 
Wonnacott, Econometrics, Wiley, 1970. Si una teoría errónea o simple inadverten­
cia llevan a especificar erróneamente un modelo (o a sub o sobreidentificarlo) uno 
no puede tener confianza alguna en que sus resultados sean una aproximación 
razonable a los verdaderos valores del fenómeno estudiado. Si tal es el caso, la 
manipulación técnica del modelo en uso sólo puede producir resultados insuficien­
tes y de consecuencias difícilmente determinables. Estos problemas sólo pueden 
ser resueltos en el nivel de una revisión del mismo modelo (y, por lo tanto, de la 
teoría, paradigma o conceptualización que especifica).
32 Quiero terminar estas consideraciones con una cita que apunta acertada­
mente a los mismos problemas que he señalado en el texto. Comparto la posición 
de K. Davis cuando escribe: “Salvo que la teoría sea analíticamente incisiva y 
lógicamente rigurosa, sus resultados serán poco concluyentes sin que obste para 
ello lo ‘bueno’ que sean sus ‘datos’. Desde el momento que tanto los conceptos 
originarios que gobiernan la naturaleza de los datos a ser obtenidos en diversos 
países, como el método de colección y presentación de la información dependen de 
la teoría social utilizada, no hay, entiendo, cosa tal como ‘datos internacionales 
en bruto’ existentes aparte de las ciencias sociales y sin embargo listos para ser 
utilizados por ellas. . . Las cosas son comparables sólo en relación con ciertos 
criterios. Si tales criterios son científicamente insignificantes, el mero hecho de la 
comparabilidad es de poca importancia. Es posible recolectar una cantidad infinita 
de información aparentemente comparable, pero salvo que sea comparable en rela­
ción con aspectos analíticamente significativos, esto será de nula utilidad y, en algu­
nos casos, conducirá a resultados erróneos”; K. Davis, “Problems and Solutions in 
International Comparisons for Social Purposes”, Population Reprint Series, n. 273, 
Universíty of California, Berkeley, sin fecha.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO
SOBRE DATOS Y PROMEDIOS
La abrumadora mayoría de los indicadores utilizados en los estudios ya 
citados son promedios nacionales (es decir, valores nacionales per cápita 
o medias estadísticas nacionales). Esto es práctica corriente en sociología 
y en ciencia política, pero su justificación para ciertos propósitos está 
lejos de ser obvia. En otro estudio basado en datos agregados de paí­
ses latinoamericanos K.- Silvert propone una clasificación de nuestros 
países en términos de su “desarrollo socioeconómico”. Los resultados a los 
que llega este autor son similares a los ya mencionados, pero agrega un 
párrafo que sugiere la que me parece dirección correcta:
“La dicultad más obvia con este esquema como un indicador de desarrollo 
está dada por la posición relativamente baja de Brasil y México. Los datos son 
promedios, por supuesto, lo que significa que la importante población rural 
de ambos países disminuye su colocación (en los rangos de desarrollo propuestos 
por este autor, O’D). Si los datos se refiriesen sólo a la población no india de 
México y a la región del Sud y del Este de Brasil, las partes desarrolladas de ambos 
países ocuparían las altas posiciones (de desarrollo, O’D) que en realidad les co­
rresponden” 33.
Los promedios nacionales (o valores nacionales per cápita) son me­
dias estadísticas, obtenidas mediante la división de un indicador agregado 
(por ejemplo, el producto bruto interno) por el número de habitantes del 
país de que se trate^ La estadística descriptiva nos enseña que las medias 
son medidas de la tenéfehjcíL,c¿gdr^rde una ~3^tnEucÍoñ7~que por ellas 
mismasltió dícerTnádaacerca de dos~aspectos" fundamentales :(a~Tomm 
de la distribúcíorrde"óbservaciones y su grado de dispersión alrededor de 
la media. 34 La figura 1 demuestra,'medíante él ejemplo Hipotefícó de tres 
distribuciones que tienen la misma media, que estos aspectos no pueden 
ser ignorados.
Afirmar que esas medias son iguales no es terriblemente interesante. 
Pero lo que es importante advertir es que sería obviamente falaz afirmar 
que las tres distribuciones son iguales (o similares) “porque” su medias 
son idénticas. En ciencia política-y en sociología uno está típicamente 
interesado en el conjunto de la distribución, pero los estudios en base a 
datos agregados casi siempre se limitan a trabajar y a informar sobre las 
medias de esas distribuciones. Ha habido varios llamados de atención 
sobre los riesgos de análisis y de iñlérencia~pfovocados poiTesta práctica, 
perp„,aparentemente con p’oco eco.35 En particular, trabajar sólo sobre la
33 K. Silvert, “Naíionalism in Latín America”, The Atináis of the American 
Academy of Political and Social Science, 334, 1961. Enfasis agregado.
34 Para un excelente análisis de las propiedades y limitaciones de la media y 
de otras medidas de tendencia central puede verse }. Tukey, Exploratory Data 
Analysis, Addison-Wesley, edición preliminar, 1970. Pero mi argumento puede tam­
bién encontrarse en cualquier libro de texto de estadística elemental.
35 Ver B. Russett, “The Yale Political Data Program:Experiences and Pros- 
pects” en R. Merrit y S. Rokkan (comps.) Comparing Nations, Yale University
30 GUILLERMO A. O’DONNELL
Figura 1
Tres distribuciones hipotéticas que tienen la misma media
Distribución normal, pequeña Distribución normal, gran
dispersión de las observaciones. dispersión de las observaciones.
Donde: median media2 y media3 = M.
base de medias en estudios comparativos de varios países implica que, 
o bien la forma de las distribuciones de observaciones y su grado de dis­
persión han sido considerados irrelevantes, o bien se conoce' que ambos 
son aproximadamente similares.36 Los ejemplos hipotéticos de la figura 1
Press, 1966, págs. 95-108* R. Tufte, “Improving Data Analysis in Political Science” 
World Politics, 21, n. 4, 1969, págs. 641-654; Naciones Unidas, “Report on Inter­
national Definition and Measurement of Standards and Levels of Living” (E/CN3/ 
3/179 y E/CN/5/299) e “International Definition and Measurement of Standards 
of Living, An interim Guíde” (E/CN3/270 rev. 1 y E/CN/353), Ginebra, sin fe­
chas, y E. Scheuch, “Cross-National Comparisons Using Aggregate Data = Some 
Substantive and Methodological Problems” en R. Merrit y S. Rokkan (comps.), 
Comparing Nations, Yale University Press, 1966, págs. 131-168.
36 Me estoy refiriendo aquí a las consecuencias del uso de medias nacionales 
para la comparación entre países. En lo que respecta a la conceptualización nece­
sariamente implicada por el uso de medias nacionales para el estudio socioeconó­
mico y político dentro de cada país, las consecuencias teóricas son aun más graves. 
Las medias dan un “peso” igual a cada una de las observaciones o elementos que 
componen ¿1 universo estudiada.JEsto„pugd.e_ser compatible con la concepción ato­
mística de la estructura social que comparten muchos de los autores inspirados jjor 
el paradigma.,pero evidentemente.no lo es para éf caso de concepciones, comola 
aquí propuesta, que ven a las relaciones sociales como fuertemente estructuradas 
en términos"3e dominación-subordinación. Teorías, taéifidos. e indicadores s? ̂
imnonefTmutuamente^ Teorías, métodos ejndicadores como jos, aquí criticadosTsg 
¿rigibaron en sociedades aüe difieren de las nuestras en numerosos y fundamentales, 
aspectos. Por esg,. aunque-la crítica, en eLniyel teórico es. sin. duda la más impor­
tante, es"fundamental llevar a cabo una, reflexión .paralela en los -Otros niveles. Las 
concepciones “teóricaT^IIematfvis”deben diseñar métodos e indicadores que, siendo
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 31
sirven para mostrar que la primera implicación sería muy difícil de justi­
ficar. La segunda implicación merece un examen más detenido. En pri­
mer lugar ella trae aparejado que la pregunta “ ¿la medía estadística de 
qué?” (que a su vez determina cuál es la unidad de análisis adecuada 
para los propósitos de la investigación de que se trate) puede ser contes­
tada con la conclusión “obvia”, casi nunca examinada, que es el conjunto 
del país bajo estudio el universo de observaciones en base*áTcüal ía ine­
dia debe ser computada. En segundo lugar, la existencia de una similitud 
más o menos aproximada en la forma y en el grado de dispersión de las 
observaciones a ser comparadas es un aspecto que debe ser establecido 
empíricamente antes de proceder “como si” las medias o promedios 
nacionales fueran el indicador adecuado para los fenómenos de interés en 
la investigación.
os países altamente “desarrollados”, en los que se han originado J a 
mayor parteT3e~estds ‘esjujdiosjylTaOécñlcás que "aplican; 'presentan ía do­
ble palrFicularidad'J^ ser más homogén^s'mf^nimente que la bran mayo- 
Hacté ió^^áí§SJ^sübdesárToira3ós^r, y de tener una forma de distribución 
j ün gradó "dé “dispersión más o menos similar en la mayor parte de las 
variables' que se suelen utilizar. En esas condiciones puede ser justifica­
r e tornar el conjunto del páís como la unidad de análisis para estudiar 
efectos de estructura socioeconómica sobre la dimensión política, así como 
utilizar medias para realizar comparaciones entre esos países. altamen- 
SARRÓLLÁDOs” . Peroestfa' práctica, trasladada al estudio y compa- 
JJciÓTrehtre^país'es en los que ninguna dé esas coñdimonés nge, tiene 
que llevar á conclusiones jérróheasv Las inedias'O pfólftédiós Ó variables 
jper cápita son indicadores, y lorindicadores sólo son útiles si logran “cap­
turar” o resumir las características de la unidad analizada que resultan 
ser fundamentales dados los propósitos de la investigación. Los indica­
dores se refieren a procesos y a estructuras de las unidades estudiadas. 
Por lo tanto, si los indicadores en uso presuponen una textura de la reali­
dad social que es muy diferente de la realidad de la unidad analizada, 
su resultado no puede sino conducir a graves errores de interpretación.
En los estudios sobre datos agregados ya citados, los parámetros que 
podrían permitir conocer la forma de la distribución de las variables uti­
lizadas para la comparación entre países, así como el grado de dispersión 
de las observaciones, no son informados y en buena parte de los casos 
son lisa y llanamente desconocidos.37 Como consecuencia los países son
congruentes con ellas, permitan su validación empírica. De lo contrario —y señalo 
este problema porque me parece importante para el actual estado de las ciencias 
sociales latinoamericanas— se quedaría encerrado en la estéril disyuntiva de un 
retorno a la impresión puramente cualitativa o de seguir usando criterios metodoló­
gicos e indicadores “importados” de concepciones teóricas estáticas y/o atomísticas. 
Para un desarrollo más detenido de estas reflexiones puede verse mi trabajo “Demo­
cracia Política y Desarrollo Socio-económico - Algunos problemas Metodológicos y 
sus Consiguientes Resultados Espúreos”, presentado ante el Congreso sobre “Indi­
cadores de Desarrollo Nacional”, Río de Janeiro, 1972.
37 Baste pensar en el indicador más frecuentemente usado para “definir” el 
grado de “desarrollo económico”, ingreso per cápita, cuando en muchos casos faltan 
por completo datos mínimamente confiables sobre distribución del ingreso.
32 GUILLERMO A. O’OONNELL
ubicados a lo largo de la dimensión “desarrollo socioeconómico” sólo 
sobre la base de las medias nacionales (= promedios o per cápita 
nacionales) de algunas variables. 38 Es sobre esta base que son formu­
ladas las afirmaciones ya comentadas acerca de similitud o diferencia en 
niveles de “desarrollo” entre países sudamericanos. Con ello se define la 
variable independiente, “desarrollo socioeconómico”, que supuestamente 
debe explicar y predecir los aspectos observados en la dimensión política. 
Pero, y como espero que sea claro, aunque los indicadores son medias 
estadísticas su referente empírico es el conjunto de las distribuciones (en 
este caso, cada uno de los países que de esta forma son ubicados a lo 
largo de la dimensión socioeconómica). Por lo tanto, y volviendo al ejem­
plo recién dado, es muy probable que el uso a-crítico de medias lleve a 
resultados erróneos si uno está estudiando comparativamente países que 
tienen diferentes distribuciones y diferentes grados de dispersión de las 
variables sobre la base de las cuales el estudio y la comparación se llevan 
a cabo. En todo caso, debería ser ya evidente que las inferencias basadas 
sólo en medias nacionales son una base demasiado débil para el tipo de
F igura 2
Representación intuitiva de diferentes casos de heterogeneidad intranacionál
País B
Donde: M = área “modernizada”; p = área “periférica”.
38 O, peor aún, sobre la base de la gran media o de un promedio ponderado 
de las medias de diversas variables.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 33
conclusión que implica el ordenamiento de países sudamericanos propues­
to por los estudios aquí criticados.39
El argumento puede ser clarificado un poco más con otro ejemplo, con­
sistente en tres países dotados de diferentes niveles de “desarrollo socio­
económico” (sin entrar a considerar aquí cómo podría definirse y medirseeste concepto).
Supongamos que el país “A” es relativamente homogéneo, en el sen­
tido que es pequeña la proporción de personas viviendo en lo que podría 
denominarse su “área periférica”. Desde que esto implica una dispersión 
comparativamente pequeña de diversas variables alrededor de sus me­
dias nacionales, podría argumentarse que los datos nacionales promediados 
sirven para dar una primera impresión satisfactoria, al menos para pro­
pósitos de descripción preliminar al nivel de la misma unidad nacio­
nal. Supongamos por otra parte que el país “B” es un país grande en 
términos de población y de territorio. Es altamente heterogéneo, en el 
sentido que una importante proporción de su población habita en el área 
periférica, en la que los valores de la mayor parte de las variables socio­
económicas son sumamente bajos. En este caso la forma de la distribu­
ción de la mayor parte de las variables tenderá a ser bimodal y/o su grado 
de dispersión alrededor de la media será muy marcado. Dadas estas cir­
cunstancias el uso de medias nacionales es de muy poca utilidad. Final­
mente supongamos que el país “P” es relativamente pequeño en población 
y territorio, y que tiene un grado de heterogeneidad interna similar al 
de “B”. Los comentarios hechos acerca de este último valen también 
para “P”.
Puede advertirse en la figura 2 que, de acuerdo con la primitiva de­
sagregación que en ella se propone entre un área periférica y un “centro” 
en cada país, el centro de “B” es por lo menos tan grande como el cen­
tro de “A”. Sin embargo, y dado un factor de proporcionalidad, la gran 
área periférica de “B” determinará que, si se toman medias nacionales, 
los datos correspondientes a su centro serán “aplastados” al ser prome­
diados con los del área periférica. Como consecuencia, los valores pro­
medio o medias nacionales de “B” serán similares a los de “P” y signi­
ficativamente menores que los de “A”. Exprimiendo un poco más el 
ejemplo supongamos ahora que los centros de “A” y de “B” son similares 
en muchos aspectos, en tanto el centro de “P” es marcadamente diferente a
AMBOS.
¿Puede considerarse que las medias nacionales son apropiadas para 
comparar estos tres países? Desde el momento que la distribución gene­
ral de “A” (o, para decirlo en términos más generales, la estructura 
de “A”) es marcadamente diferente de la de “B” y “P”, las conside-
39 Para no ser injusto es necesario comentar que el uso de medias surge, aparte 
de las razones ya comentadas, de las convenientes propiedades estadísticas de este 
indicador y del hecho que ellas eliminan el efecto del diferente tamaño de las uni­
dades que se comparan. Pero cuando, como espero mostrar, el tamaño mismo de 
las unidades (países en este caso) es de por sí una variable de fundamental impor­
tancia, la conveniencia técnica y la posibilidad de obtener información sustantiva­
mente válida pueden hallarse en abierta contraposición.
34 GUILLERMO A. O’DONNELL
raciones precedentes indican que, para decir lo menos, este problema no 
puede ser lisa y llanamente ignorado. Supongamos ahora que los estudiosos 
coinciden en los siguientes aspectos: i) la población de las áreas perifé­
ricas de todos estos países tiene una ínfima participación en la producción, 
consumo y transmisión de los bienes y mensajes asociados con una míni­
ma participación económicosocial; ii) los “centros” de cada país con­
tienen una abrumadora proporción de los actores y sectores que de alguna 
forma pueden ejercer influencia directa sobre el escenario político nacio­
nal. Si tal es el caso sólo cabría agudizar las dudas ya planteadas acerca 
de la utilidad de trabajar con medias nacionales para la comparación de 
estos países. Si las recién mencionadas son condiciones empíricas bien 
establecidas y si (como es el caso de los estudios criticados y del presenté) 
el propósito de la investigación es explorar efectos socioeconómicos so­
bre el tipo de régimen político y otros aspectos de la política de países 
sudamericanos, dos preguntas se suscitan inmediatamente. ¿No sería acaso 
una mejor estrategia comparar los centros o “áreas modernas” de cada 
uno de estos países en lugar de continuar con el uso ya criticado 
de medias o promedios nacionales? ¿Podría la estrategia sugerida dar 
una aproximación mejor —aunque todavía insuficiente— a la constela­
ción de factores que puede explicar los fenómenos observados en la di­
mensión política? Dedicaré el resto del capítulo a explorar estas posi­
bilidades.
Poniendo un poco más de realidad en los ejemplos digamos que los 
países “A”, “B” y “P” son, respectivamente, Argentina (ingreso per cá- 
pita en 1966, a precios de mercado, 818 dólares estadounidenses), Brasil 
(333 dólares per cápita, ídem) y Perú (271 dólares per cápita, ídem) .Sobre 
la base de estos datos nacionales per cápita40 los estudios (cuantitativos 
y cualitativos) ya citados ubican a Brasil y a Perú en un similar nivel de 
“desarrollo socieconómico”, y a la Argentina bien “arriba” de ambos. Pero 
tal como lo mostraré, los valores de todas las variables del “centro” de 
Brasil exceden marcadamente los del “centro” peruano en tanto son simi­
lares, en muchos aspectos de gran importancia, con los valores del “cen­
tro” argentino. Esto sin duda plantea una disyuntiva. Dados los co­
munes propósitos de los estudios ya citados y del presente, así como las 
condiciones recién mencionadas acerca del diferente “peso político” de 
las áreas periféricas y de los centros, ¿cuál tipo de similitud y de diferencia 
es más significativo —el derivado del uso de medias nacionales o el resul­
tante de una comparación entre cada uno de los centros nacionales—? Es 
decir: ¿cuál de esos criterios nos permite, en términos de datos y de con- 
ceptualización, una mejor aproximación a los procesos causales que 
influyen el estado de las variables políticas de interés? Sugiero que esta 
pregunta debe ser respondida optando por una comparación sobre la base 
de datos que permiten delimitar las características estructurales de cada 
uno de los “centros” nacionales sudamericanos. A esta altura de la expo­
sición puede resultar obvio porque el uso a-crítico de medias nacionales 
implica la también a-crítica adopción del conjunto del país como la unidad
40 Repito: es decir, promedios o medias nacionales.
MODERNIZACION Y AUTORITARISMO 35
“natural” para propósitos de política comparada; impugnar la primera 
práctica como necesaria y normalmente suficiente lleva a examinar las 
consecuencias que resultan de diferentes tipos y grados comparativos de 
heterogeneidad interna de cada país.41
Luego de estos prolegómenos es posible intentar la exploración de las 
ventajas analíticas que pueden resultar de la estrategia alternativa que 
he sugerido. En condiciones ideales los datos deberían ser desagregados 
en los puntos donde el clivaje “centro-periferia” se manifiesta en cada 
país, para luego comparar los centros que se han delimitado. Desgra­
ciadamente los usos corrientes en análisis de datos se hallan altamente 
correlacionados con los usos corrientes en su recolección y publicación. 
Son muy escasos y de limitada comparabilidad los datos nacionalmente 
desagregados para países sudamericanos. Este es por cierto un serio 
problema que requerirá el uso de una estrategia bastante más indirecta 
y aproximativa que la que hubiera sido de desear.
SOBRE HETEROGENEIDAD INTRANACIONAL
La distinción entre un “área periférica” y un “centro” (o “área moderni­
zada”) implica tina gruesa dicotomía. Sin "embargo, a esta altura del 
análisis puede ser suficiente definir como “periférica” un área que pre­
senta las siguientes características co n ju n ta s: i) es una región agraria 
cuyo ingreso per cápita es menor a 200 dólares anuales; ii) su producti­
vidad per cápita es menor de la mitad del promedio urbano del país de 
que se trate; iii) tiene mínima producción y consumo de bienes indus­
triales; iv) tiene niveles muy bajos de organización (especialmente sindi- 
calización) de sus obreros y empleados.

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