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Definición de maltrato infantil: Interfaz entre política e investigación. Durante el curso de la historia, así como en épocas contemporáneas, todas las culturas y sociedades han diferido con respecto a sus creencias sobre el maltrato infantil y sus maneras para erradicarlas (Breiner, 1990; Korbin, 1981; Pleck, 1987; Sternberg, este volumen). En antiguas y modernas civilizaciones, pueden encontrarse ejemplos de culturas y subculturas que emplean prácticas evidentes de abuso infantil, incluyendo rituales sádicos, sexuales y actos homicidas contra niños. En contraste abundan sociedades pasadas y actuales que se caracterizan predominantemente por la gran devoción al bienestar de sus hijos. A pesar de estas diferencias, todas las culturas son consistentes en el hecho de que hay estándares implícitos y explícitos que definen una conducta parental apropiada e inapropiada. Una revisión de estos relatos históricos y etnográficos de negligencia y maltrato infantil dan a lugar a dos conclusiones generales. Primero, estas observaciones indican que el trato perjudicial hacia niños está en el potencial de comportamiento humano. Más importante y con optimismo, estas cuentas comparativas del maltrato en la infancia también sugieren que la regulación y el sistema de creencias que funciona en todos los niveles de la organización social juegan papeles importantes en la disuasión de estas prácticas inhumanas. En sociedades en donde los niños comúnmente reciben un cuidado inapropiado, es necesario que sus costumbres, junto con las políticas públicas fomenten que estas prácticas sean descubiertas. Las antiguas civilizaciones griegas ofrecen un ejemplo de la manera en la cual este tratamiento perjudicial hacia los niños ha sido justificado de esta manera. Durante el primer milenio A.C, los estados griegos fueron conocidos por su despiadada explotación de los niños, apoyando estas prácticas con cuentos de dioses mitológicos que defendían tal brutalidad. Similarmente, las publicaciones autorizadas por el estado estaban disponible, tales como una titulada “Como reconocer a un recién nacido que es digno de criar” (Breiner, 1990). Las construcciones culturales tales como reforzar las prácticas de las familias y que juegan un papel importante evitando que los niños sufran al no sentirse escuchados, se entienden, intentando prevenir. (no entendí bn como darle significado a esta frase D:!). En sociedades que se niegan a reconocer oficialmente los malos tratos, las acciones tomadas por los padres que violan la salud de los niños ocurren sin el reconocimiento. En tales instancias, el maltrato no es construido como un problema social, y en ese sentido, simplemente es considerado como que no existe. Siguiendo estos mismos principios, sociedades que se destacan por su compasión, por el cuidado involucrado de los padres, también están caracterizadas por hacer agenda pública el bienestar de sus hijos (Hewlett, 1991). En esas instancias, la definición de abuso y negligencia infantil reflejan las creencias sociales y los objetivos para asegurar un grado mínimo de cuidado y protección necesitada por los niños. Sin esas actitudes y regulaciones, la historia documenta que los niños serán utilizados y maltratados de todas las formas concebibles (Radbill, 1968). Dentro de nuestra sociedad, establecer legislaciones que defiendan la infancia sigue siendo un proceso lento y conflictivo. Como en cualquier otra civilización, factores como la cultura, valores y objetivos de la población, determinan el curso y los resultados de la sanción pública a las prácticas familiares. En la américa contemporánea, la teoría, opinión y los resultados encontrados por los científicos sociales y expertos médicos han remplazado las evidentes supersticiones y mitología. Llegando a preocuparnos por el maltrato infantil, en parte por el creciente consenso de que la negligencia y el abuso infantil perjudican la adaptación psicosocial del niño y una vida de productividad, y por lo tanto, en última instancia, el bienestar colectivo. (Dubowitz, 1986). Por consecuencia, ha habido una creciente convicción moral de que el derecho y la protección de los niños prevalecen sobre el derecho de privacidad de la familia y la autonomía en el hogar en donde la salud mental y física de los niños está puesta en peligro. Para implementar la agenda pública de proteger a los niños de daños, la precisión de una definición se ha hecho cada vez más necesaria para tomar decisiones sistemáticas y relativamente objetivas sobre cuando la intervención en la vida familiar es necesaria. En donde nuestra sociedad trace la línea entre el maltrato y el no maltrato tiene profundas implicaciones para millones de personas, incluyendo niños, padres, profesionales del cuidado de la salud y científicos sociales, así como personal jurídico y aplicaciones de la ley. Para cumplir con este desafío, teóricos, investigadores y encargados de formulación de políticas han dado a conocer avances considerables hacia la identificación de temas claves, ofreciendo soluciones a los dilemas implicados en la definición de maltrato infantil (Aber Zigler, 1981; Giovannoni, 1989; Giovannoni Becerra, 1979; Zigler, 1976). Sin embargo, definir el maltrato infantil es un continuo desafío que cambia con los altos y bajos de las mareas políticas y económicas. En este capítulo examinaremos la compleja interacción de factores que afectan el trabajo de la definición del maltrato infantil. Explicado por los factores que influyen en la definición de maltrato infantil, sostendremos que las definiciones se pueden desarrollar de mejor manera si cumplen con el objetivo social de asegurar la salud física y emocional de las generaciones futuras. Visión Este capítulo está dividido en 4 secciones. Primero, exploraremos las fuerzas culturales, políticas y económicas que forman parte de la definición de maltrato. Segundo, revisaremos el impacto que la teoría e investigación desarrollada por científicos sociales han tenido en la definición de maltrato. Tercero, presentaremos el trabajo de nuestro propio laboratorio que aborda los problemas inherentes en la definición de abuso infantil y negligencia. Presentaremos esta investigación como sólo un ejemplo del tipo de investigaciones que son necesarias para conducir un orden para examinar los supuestos de nuestras políticas nacionales con respecto a que es maltrato infantil y como debería ser definido. Finalmente, extraeremos cuestiones claves y conclusiones de los temas que se discutieron y delinear sus consecuencias para la política social. ¿Qué entendemos por definición? A lo largo de este capítulo, consideraremos 3 componentes primarios que creemos que son parte integral de la definición de maltrato: El primer elemento q envuelve la conceptualización del fenómeno, es si los malos tratos son considerados como comportamiento criminal, enfermedad psiquiátrica o resultado de circunstancias ambientales. Aunque son presentados frecuentemente en oposición uno de otro, sostenemos que estos puntos de vistas no son necesariamente excluyentes. Una segunda consideración implica los tipos de actos parentales, que están incluidos bajo la etiqueta de maltrato infantil. Por ejemplo, la mayoría de los estados reconocen que el abuso físico, sexual y negligencia física son incidentes de maltrato infantil. Podemos describir otros actos parentales, tales como el maltrato psicológico y la inadecuada supervisión que son más polémicos, pero sus consecuencias aún no se han definido legalmente. El tercer componente definicional envuelve la dureza de las acciones paternales necesarias antes de los acontecimientos considerados en el abuso o negligencia. A pesar del hecho de que las decisiones clínicas y legales están basadas en nociones implícitas de gravedad, esta ha sido escasamente delineada. Presentamos nuestros esfuerzos para hacer esas dimensiones más explícitas para que los investigadorespuedan investigar sus implicaciones prácticas de una manera más sistemática. Determinantes culturales y políticos de la definición: La posición de una cultura sobre lo que no es maltrato refleja sus actitudes acerca de las libertades individuales y la privacidad, y esto concierne al bienestar de sus niños. Además, las definiciones públicas de maltrato determinan, y consecuentemente son determinadas, por la disponibilidad y asignación de los fondos monetarios del gobierno. En esta sección, discutiremos sobre la transacción entre diferentes actitudes culturales, tendencias políticas, fuerzas económicas, bienestar familiar y definiciones de maltrato infantil. La dialéctica de estos factores está representada en la figura 1. Examinando la influencia de fuerzas políticas y económicas en las definiciones de maltrato infantil, podemos entender cómo construir definiciones futuras que se adapten mejor a las necesidades de la sociedad. Actitudes culturales y el llamado a la protección infantil: Ejemplos de abuso infantil han sido registrados en todas las civilizaciones y a lo largo de toda la historia. Aunque el maltrato infantil no es una invención moderna, una preocupación centralizada y popularizada de contrarrestar el maltrato infantil por sobre definirlo es un desarrollo relativamente reciente (Zigler y Hall, 1989). Desafortunadamente, asuntos privados como las actitudes públicas y las prácticas familiares normalmente no son sistemáticamente documentados. Entonces, es imposible obtener una representación acertada de las opiniones y conductas que han cambiado. De cualquier forma, existen acuerdos sobre varias claves del desarrollo, incluyendo las actitudes que promueven el movimiento de protección infantil. Algunas de las opiniones públicas que contribuyeron al levantamiento de una respuesta organizada contra el abuso infantil y la negligencia incluyeron: un consenso creciente de que los derechos de los niños son tan importantes como los de los adultos, una creciente simpatía por la vulnerabilidad de los niños, un cuestionamiento de la efectividad del castigo físico, y el reconocimiento de que las experiencias en la infancia influencian el carácter adulto. En adición al levantamiento de un movimiento organizado en pos de la protección de los niños, también son de interés los cambios en los estilos de paternidad y sus prácticas que resultaron ser inaceptables. Estos cambios reflejan las fluctuaciones de las opiniones públicas. Rastreando los cambios en la comunidad sobre el maltrato infantil, los tipos de actitudes y los factores que afectaron este desarrollo pueden ser completamente entendidos. El siguiente análisis no es una historia comprensiva sobre el movimiento de protección infantil, sino que selecciona problemas y eventos que ilustran las fuerzas que afectan como se definen negligencia y abuso infantil. En América, los esfuerzos para identificar y combatir el abuso infantil comenzaron en los albores del siglo 17, en los tiempos precoloniales, cuando representantes de la iglesia protestante visitaron los hogares de los peregrinos para asegurarse de que los niños tuvieran una inducción apropiada a los valores de la iglesia (Giovanni y Becerra, 1979). Los valores puritanos promovidos por la iglesia incluían la idea de que todos los niños necesitan una fuerte guía y disciplina. Estas nociones aceptaban y justificaban el castigo físico severo. Así, dentro de esta cultura, el castigo físico muy severo no se consideraba abuso infantil. Por el contrario, la ausencia de fuerte guía era considerado un maltrato. La preocupación sobre el carácter moral de los padres y su influencia sobre los hijos ha persistido como un tema público. En el siglo 19, los estatutos del estado hacían posible cortar los derechos parentales en casos donde los padres podían poner peligro la moral de sus hijos (Giovanni y Becerra, 1979). Caían bajo la jurisdicción padres alcohólicos, criminales o prostitutas. Más controversiales eran las pobres leyes de América temprana comparadas con los estándares de hoy en día. En un esfuerzo por impedir la destitución económica, se alentaba a los niños pobres a separarse de sus familias en los comienzos del siglo 20. en estos casos, los padres podían inculcar en sus hijos la dependencia al estado y la constante pobreza a través de sus ejemplos de “flojera”. Estas éticas cambiaron muy lentamente. La distinción entre padres negligentes y padres pobres se comenzó a hacer sólo a mediados de este siglo. A finales del siglo 19, la pobreza en los padres era mucho más preocupante que los castigos físicos que los niños recibieran. Cien años más tarde, esta priorización se ha revertido en los Estados Unidos. A comienzos del siglo 19 la infancia se comenzó a ver como una etapa particularmente inocente y vulnerable que requería especial consideración y cuidado. Esta creciente perspectiva llevó a condenar públicamente los malos tratos injustificados a los niños. Ya en los principios de 1800, las situaciones en las cuales los padres habían sido especialmente crueles con sus hijos eran juzgadas en la corte. En esa época aún no existían definiciones oficiales de abuso infantil, y fueron impuestas por la misma corte. La decisión de los jueces en esos tiempos, sobre si era abuso o no, no estaba regido por la severidad de las heridas del niño, sino que en si la golpiza había sido o no por un castigo justificado. Así, si los padres afirmaban que el severo castigo físico era su forma de disciplina, no se seguía con acciones legales. El año 1874 es comúnmente reconocido como la fecha en que el abuso infantil se convirtió en asunto de preocupación nacional, que requería una amplia y organizada respuesta. En ese año el caso de Mary Ellen, una niña de 10 años que había sido severamente golpeada y descuidada por sus padrastros, ganó la primera plana en los diarios. Muy importantemente, notaron como completamente ausentes (no existían) a todos los programas que podrían proteger y ayudar a los niños en esa situación. Así que su caso tuvo que ser acogido por la sociedad de protección de crueldad hacia los Animales (SPCA), que se estableció 8 años antes que la sociedad de protección de crueldad hacia los niños (SPCC). En la época de este famoso caso, no existían definiciones de abuso infantil, y las acciones legales se tomaban sólo en casos en que el maltrato violaba también las leyes aplicadas a adultos. En respuesta al caso de Mary Ellen, la SPCC es establecida y su caso fue oficialmente llamado “Caso número 1”. Desde el siglo 19, la negligencia y el abuso infantil ha sido visto como un problema social que amerita una solución. Las actitudes culturales han demostrado ser favorables cuando se trata de intervenir cuando las familias muestran poca preocupación por el bienestar de sus hijos. Sin embargo, aún existe controversia con respecto a qué constituye realmente el maltrato y qué acciones debería tomar el estado para combatirlo. Desde el siglo 20, se han utilizado menos las caridades privadas como la SPCC para manejar casos de abuso infantil. En su lugar, se utilizan más las agencias manejadas por el estado, como el departamento de servicios sociales (DSS), para la protección de los infantes. Adicionalmente, las nuevas actitudes públicas han promovido y puesto énfasis en rehabilitar familias negligentes y ayudarlos a mantener la custodia de sus hijos. Con esto, las familias confían gradualmente más en trabajadores de la salud mental para proveer estos servicios. Además, el involucramiento del gobierno en estos temas de protección infantil también reflejó una creciente atención política a ésta área. Debates políticos sobre la definición del maltrato infantil. En general, nunca ha sido fácil decidir dónde termina la libertad de uno y comienza la del otro. Esto se extiende a lo referido a la familia y a la niñez. Resistencias al abuso infantil protegido por la leyse han manifestado en variados casos, como decidir a qué edad un niño debería ser considerado un ser humano. Sociedades pasadas han establecido tal edad en un punto relativamente tardío en la niñez. Al final del siglo XX, los derechos del niño al fin fueron considerados tan temprano como los primeros meses de gestación, ejemplificado en los argumentos sobre los derechos y el aborto y si las madres deberían ser responsables por el uso de drogas durante el embarazo. Otras cosas relacionadas han aparecido con los argumentos de los derechos de los padres por liberar a los niños de mandatos del gobierno. En siglos pasados, la ley agrupaba a los niños con otros objetos de propiedad de los padres. Bajo esta condición, la intervención pública violaba el derecho del manejo a la propiedad privada. Opositores a las políticas gubernamentales que combaten el abuso infantil y la negligencia continúan en debate si el gobierno tenga el derecho de dictar prácticas parentales. Albert Solnit (1980) por ejemplo, advirtió que algunos deberían elegir vivir en una comunidad donde las infracciones parentales fueran claramente definidas y estrictamente reforzadas. De hecho, el novelista Kurt Vonnegut (1972) ha satirizado tal sociedad en que en un futuro, los niños puedan demandar a sus padres por lo que los niños perciben ser las deficiencias de sus padres. Encontrar el balance entre lo jurídico y las prácticas parentales es un continuo reto para el mundo moderno. En USA, el cambio entre lo liberal y lo republicano en términos de políticas públicas ha impactado en las decisiones políticas sobre el maltrato infantil. Las posiciones están vinculadas a diferentes interpretaciones de los derechos civiles emanados de la Constitución política. De hecho, la constitución de Usa no hace referencia a la paternidad ni nada asociado a ello. Aquello se deja a la responsabilidad de cada estado. Theodore Roosevelt fue el primer presidente en proveer una guía a los estados a través de una conferencia sobre la niñez en la casa blanca en 1909. En esta cita, el comité declaró que los niños no pueden ser separados de sus padres por razones de pobreza. Desde Roosevelt, el cambio gubernamental entre liberales y republicanos ha variado las políticas sobre el tema. En lo principal, los liberales se han abocado a las definiciones de maltrato infantil que incorporen amplios rangos de conductas. Ellos afirman que es el estado el que debe proteger a aquellos que son víctimas de maltrato por parte de sus familias. Por otra parte, los conservadores piensan que las definiciones de maltrato deben ser más restrictas. Que sólo se sometan a las formas de abuso físico y sexual y que no debería considerarse la negligencia como parte de la intervención estatal. Creen en la promoción de los derechos de privacidad y de la autoridad patriarcal en la familia (goldstein et al, 1973). = el estado no se debe meter mucho en eso. Nelson (1984) ha descrito el proceso que permite que los ideales liberales prevalezcan en lo relacionado al maltrato infantil y que se haya convertido en tema país. En 1974 se crea el centro nacional del niño abusado orientado a combatir el abuso, el maltrato y la negligencia, cuya definición de maltrato fue: El abuso y la negligencia al niño se refieren a un abuso físico, mental, sexual, trato negligente o maltrato a cualquier niño bajo los 18 años por una persona responsable de su cuidado que comprometan su salud y bienestar. Fue criticada esta definición por su contenido vago (Gelles, 1975) Economía y bienestar familiar. Aunque el maltrato infantil abarque todos los estratos socioeconómicos, la mayor parte de este se realiza en familias pobres. En otras palabras, la privación económica y la falta de recursos se relacionan con el maltrato infantil y la negligencia. Por cierto. Investigación ha apoyado una relación entre la crisis económica y el aumento de la incidencia del abuso y abandono infantil. No obstante, hay que señalar que la mayoría de las familias que viven la pobreza proporcionar una atención adecuada a sus hijos. El aumento de la tensión económica en relación con las personalidades de los padres puede aumentar en alto riesgo los propósitos por los cuales los padres maltratan a sus hijos. Por consiguiente, en tiempos en que la economía se enciende, las agencias tienen mayores cargas de casos de malos tratos familiares. Por desgracia, las herramientas de las personas suelen afectados por las mismas fuerzas financieras que perjudican a las familias. Bajo los intentos económicos de programas condicionales establecidos para ayudar a las familias maltratadoras a tener más alternativas que dirigir sus servicios a los casos más graves. A través de ellos, la disponibilidad y asignación de fondos para la protección de los niños maltratados alteran directamente la definición de trabajo del abuso y la negligencia. Es tristemente irónico que, como el número de familias en crisis se convierte en inalcanzable ayuda se eleva cada vez mayor. La economía de una nación también está cercanamente relacionada con su motivación para actuar en contra del abuso y la negligencia contra los niños. Por ejemplo, históricamente, en tiempos de estabilidad económica, el abuso a los niños ha recibido más atención gubernamental y pública. Continuando con esta noción, el establecimiento de una gran burguesía jugó un importante rol, permitiendo que el maltrato en contra de los niños no fuera visto como un problema social. A menos que la mayor parte de la población tenga provisiones esenciales como comida y refugio, temas como el maltrato infantil permanecen con una prioridad baja. Una vez que las familias de la nación tienen sus necesidades cubiertas, la atención se puede concentrar en la igualmente importante tarea de asegurarse que los niños reciban atención parental de calidad. Por otra parte, en el pasado, una agrupación inadvertida de maltrato y pobreza ha sido un obstáculo que ha impedido el apropiado presupuesto para los programas contra el maltrato infantil. Una falta de voluntad para destinar dinero para combatir el abuso infantil resulta de los diálogos de los legisladores, que argumentan que ya suficiente dinero se ha destinado para los desventajados. De hecho, la fuerte asociación entre abuso infantil y pobreza fue intencionalmente minimizada para prevenir que los políticos con una actitud positiva hacia el bienestar votaran en contra del Acto de prevención y tratamiento del abuso infantil (CAPTA). La separación del abuso y negligencia de otros temas sociales incrementó la atención hacia el maltrato infantil. Además de la distinción en un problema social, la gravedad también influye en la prevalencia y priorización de problemas. Por las tasas de incidencia, las condiciones económicas y políticas afectan a la definición de maltrato infantil en formas contraproducentes. Aunque las crisis financieras aumentan el número de ocurrencias de maltrato infantil, que también dan lugar a la contratación de definiciones más estrictas de las que los niños deben ser considerados malos tratos. Definiciones más conservadoras de maltrato infantil reducen directamente las estimaciones epidemiológicas. En tiempos de recortes presupuestarios, las prioridades pueden ser manipuladas, centrándose en las estadísticas que sean sustancialmente inferiores a las estimaciones más generales de maltrato. Por ejemplo, informando el número de muertes a causa de los abusos por año puede dar la Ilusión que el abuso infantil está en declive. En resumen, las definiciones alternas como resultado estimaciones fluctuantes de la incidencia del abuso y la negligencia. En última instancia, esta información ciclos posteriores a afectar a la financiación adecuada del gobierno para ayudar a las familias que maltratan. Completar las asignaciones cíclicas monetarias influye en las definiciones funcionales de malos tratos en la forma que hemos descrito. Retos actuales a DefinicionesFuturas Definiciones de abuso y negligencia infantil no son un fenómeno estático, ni tampoco reflejan temas que serán resueltos en las décadas que vienen. Cuando este capítulo estaba siendo escrito, fuerzas culturales continuaron afectando futuros cambios conceptuales. Durante los 1980’s, temas domésticos pertenecientes al bien estar familiar se descuidaron gravemente. Tendencias conservadoras bajo la administración de Reagan hicieron indultos de la precaria acta de prevención de abuso y maltrato infantil (CAPTA). Por otra parte, mientras dólares federales estaban siendo desviados desde programas para familias y niños desaventajados, una gran deuda nacional estaba acumulándose de otros gastos. En los 1990’s el gasto gubernamental está siendo aun más restringido. Así, problemas domésticos como el abuso infantil están en creciente riesgo de ser estafados (?). Además, hemos atestiguado una mayor redistribución de riqueza en los Estados Unidos durante esta década pasada. Phillips (1990) ha documentado la desaparición de la clase media y el porcentaje floreciente de familias clasificables como pobres. Actualmente, más de un cuarto de todos los niños bajo los 6 años vive bajo el nivel de la pobreza en este país. Hewlett (1991) ha descrito una letanía de crisis sociales actualmente plagando familias americanas a través de todos los niveles de ingresos. Ella afirma convincentemente que las políticas gubernamentales se han vuelto descaradamente “negligentes” de los temas relevantes a la protección y crianza de los niños de nuestra nación. Por ejemplo, incrementando el número de nuños sin hogar, aumentando las tasas de divorcio, aumentando el número de padres solteros, grandes números de dos padres que trabajan, disminución de standards educacionales y la desregulación de servicios de comunicación de niños, representan solo unos pocos de los desafíos para la adecuadas provisión de cuidado a nuestros niños. Ella advirtió además que, a menos que demos paso a revertir la caída de las regulaciones e infraestructuras que apoyan niños y sus padres, este escalante deterioro tendrá consecuencias devastadoras para la sobrevivencia de la nación como un todo. Una examinación del retrato de niños y familias en shows de televisión y películas en los tardíos 1980’s, revelan que las actitudes culturales sobre niños pueden estar cambiando. En los 1950’s y 1960’s, programas de televisión representaban típicamente padres seguros de sí mismos, confiables, e involucrados, y niños como ingenuos, vulnerables y en necesidad de dirección. En el drama actual, padres son presentados como ineptos, vulnerables, estresados y abandonando, y los niños ya no están a salvo del estrés parental. Más significativamente, niños son caracterizados como precozmente maduros, y cada vez más capaces de tomar el cuidado de sí mismos y de sus padres. Estos programas pueden ser, tanto reflectores de, como influyentes de actitudes culturales. Las visiones de niños como prematuramente autosuficientes afectarán definiciones futuras de maltrato, particularmente en áreas como maltrato psicológico y falta de supervisión. En resumen, cada uno de los factores señalados para determinar definiciones de maltrato, incluyendo actitudes culturales, políticas, económicas, y bien estar familiar, han sido alterados en los años recientes en una dirección que es probablemente reflejada en las más estrechas y conservadoras definiciones de abuso infantil y negligencia. La dialéctica entre actitudes culturales, clima político, y economía es compleja. Muchos factores y subfactores que impactan sobre las actuales definiciones de maltrato infantil aun no se han identificado. La magnitud y complejidad de estos procesos son abrumadoras y de este modo aparecen para ser difícil de influenciar. Sin embargo, identificando y examinando estos factores, cambios pueden ser afectados a través de medios más planificados e integrales, en lugar de permitir a este problema caer en los vientos de cambios políticos. Hemos discutido como crisis económicas aumentan la probabilidad de que niños sean maltratados. Similarmente, hemos descrito como la proliferación de problemas sociales alteran las definiciones de abuso infantil y negligencia de modo que solo las causas más serias reciben atención. A través de estos mecanismos, la actual disminución en bien estar familiar y el aumento de ideologías políticas conservadoras ponen en peligro en gran medida programas de ayuda al niño maltratado. Mediante el entendimiento de estas fuerzas, acciones pueden ser tomadas para prevenir definiciones de abuso infantil y negligencia de ser limitadas en sentidos que son contraproducentes para el bienestar de los niños. El estudio de estos fenómenos por cientistas sociales ha incrementado el entendimiento de estos factibles procesos. Cientistas sociales de un amplio rango de disciplinas han jugado también un importante rol en el desarrollo de nuestras definiciones de maltrato infantil. Sus contribuciones son descritas en la siguiente sección. ENFOQUES SOCIALES CIENTÍFICOS PARA DEFINIR MALTRATO INFANTIL La conceptualización de maltrato infantil, en parte, determina el sentido en el cual esta es definida (Aber & Zigler, 1981; Hutchison, 1990). A su vez, la definición teorética de maltrato dicta el tipo de investigación que es conducida, así como la manera en cual la investigación puede apoyar o cambiar la política de definición. En esta sección examinamos cambios históricos en la visiones de maltrato infantil de cientistas sociales y especialistas en servicio humano. La primera caracterización “profesional” de maltrato infantil puede ser descrita como el movimiento de defensa infantil. Remontándose a la época del caso de Mary Ellen, caridades privadas popularizaron la visión de que el maltrato parental de niños era inaceptable. Ellos también establecieron “Crueldad a niños” como el primer sello para este fenómeno (Knudsen, 1988). En ese tiempo el maltrato infantil fue caracterizado como una conducta criminal desviada. Típicamente, derechos parentales fueron cortados. A menudo, padres fueron procesados y niños fueron “protegidos” a través de su remoción hacia familiares, casas cunas e instituciones (Children’s defense Fund, 1979). Con un creciente apoyo gubernamental y el liderazgo de trabajadores sociales, este movimiento ha continuado a través del siglo XX. Cuatro perspectivas teoréticas más recientes en definición de maltrato infantil han sido comparadas y contrastadas (sdasdasdsdas muchas referencias.). Cada enfoque lleva sus propios sesgos en cuanto a lo que constituye el maltrato infantil. Por otra parte, estas definiciones conceptuales fueron derivadas de diferentes teorías sobre la etiología, secuelas, y tratamiento de abuso y negligencia infantil. Estas teorías divergen de acuerdo a cuales características deben ser enfatizadas en la definición de maltrato infantil. (Aber & Zigler, 1981) La primera perspectiva a ser articulada fue la definición de Diagnóstico médico (Kempe, Silverman, Steele, Droeguemueller, & Silver, 1962). Cntral para este enfoque es la noción de que maltrato infantil es un síntoma de una patología, “El síndrome del niño maltratado”. El enfoque de definición era estrecho y limitado ante todo a las instancias de maltrato más severas, documentadas por rayos X de niños que evidencian lesiones como fracturas múltiples y hematoma subdurales (?). Importante, sin embargo, el énfasis estaba en tratar un desorden que se creía estaba afectando al padre. Caracterizar el maltrato como una enfermedad psiquiátrica fue un importante paso en la adopción del maltrato como un tema preocupante en la definición pública e incrementó la atención política. Agrupando el abuso infantil con otras enfermedades de la niñez, la comunidad médica ha quitado a la sociedad de cualquier culpa en la etiología de este desorden y ha creado un nuevo optimismo que esta enfermedad podría ser superada através de investigación y tratamiento limitado a los padres (dsffhgshgfgf más referencias.). Segundo, la definición sociológica emergió, en parte, como una reacción y crítica al modelo de enfermedad de abuso infantil (Gelles, 1973). La perspectiva sociológica es mejor ejemplificada por el trabajo de Gelles (1973, 1975), Gil (1970), Giovanni and Becerra (1979), and Zigler (1976). Central en esta perspectiva es la creencia que la definición de maltrato infantil es un juicio social. Así, maltrato incluye actos parentales que son considerados ser inapropiados por standards y prácticas sociales. Teóricos sociales destacan la importancia de identificar las prácticas y potenciales sesgos de porteros profesionales quienes deciden si un padre debería ser marcado maltratador y ser forzado a recibir servicios (Gelles, 1975). Sociólogos creen que las decisiones definicionales son mejor resueltas a través de la opinión pública y encuestas de opinión profesional sobre qué tipos de acciones parentales deberían ser consideradas inaceptables. El énfasis definitorio dentro de esta tradición se encuentra en los actos parentales, con un principio clave de la despatologización del maltrato, y la examinación del rol de la sociedad en el maltrato perturbador. Además, adherentes a esta perspectiva defienden una definición más amplia que incluye una clase más amplia de acciones parentales que afectan adversamente a los niños, como la falla al proveer cuidados médicos, falta de supervisión, y negligencia educacional. Tercera en emerger fue la definición legal, mejor caracterizada por el trabajo de Wald y sus asociados en el Proyecto de Estándares de Justicia Juvenil (JJSP, 1977). Miembros de este comité de la American Bar Association estaban involucrados con establecer guías claras con respecto a que acciones parentales justificaron la acción de la corte. Su meta era proveer estándares nacionales para hacer decisiones judiciales sobre maltrato. De acuerdo a sus recomendaciones, hacer una definición legal de maltrato infantil requiere las acciones parentales causen daño emocional o físico, o introduzcan un riesgo sustancial de que el niño pudiera sufrir daño. Por otra parte, daño físico fue limitado a lesiones graves documentadas por evidencia como “desfiguramiento y discapacidad de funciones corporales”. Similarmente, daño emocional tenía que ser documentable y serio, incluyendo instancias en las que el niño experimente “ansiedad severa, depresión, retraimiento o comportamiento desfavorable agresivo hacia sí mismo u otros”. Así el énfasis definicional en el sentido legal está situado en las lesiones o un fuerte potencial de lesión sufrida por el niño. Con el requerimiento de tener que soportar una audiencia tribunal, la definición legal limita el sello de maltrato infantil a solo instancias muy severas. La perspectiva final puede ser descrita como la Definición Ecológica. Este enfoque, desarrollado de la teoría ecológica del desarrollo infantil de Bronfenbrenner (1979), ha sido aplicado al estudio del maltrato ante todo por Galbarino (1976) y Belsky (1980). Este punto de vista sitúa igual énfasis en la contribuciones ambientales y familiares a la ocurrencia de maltrato infantil, y sugiere una muy amplia definición que incluye condiciones socioeconómicas (pobreza), que son conocidas por comprometer el desarrollo infantil. De hecho, de acuerdo con la perspectiva ecológica, el maltrato incluye factores en todos los niveles del ecosistema que han sido identificados por incentivar la incidencia de maltrato. Por ejemplo, maltrato en el nivel más alto (el macrosistema) incluye una tolerancia y fomento social de la violencia y castigo corporal, así como falta de políticas sociales para asegurarse de que se hayan adoptado disposiciones para que todas las familias tengan igual acceso a comida y abrigo (Gil, 1975). En el nivel que impacta directamente sobre la familia (El mesosistema), el criterio de maltrato incluye factores que se ha encontrado ponen en peligro la parentalidad como falta de apoyo social, e incidentes de conflictos conyugales. Eventos comúnmente reconocidos como maltrato, como abuso físico, serían capturados en las definiciones ecológicas del microsistema, las cuales incluyen interacciones padre-niño. Esta perspectiva es destacable por la premisa de que la sociedad como un todo debe compartir la responsabilidad por la ocurrencia de maltrato infantil en su dominio. No sorpresivamente, entonces, cada perspectiva sitúa el énfasis en diferentes variables para la conceptualización del maltrato. Correspondientemente, cada enfoque se avoca a diferentes criterios para definir maltrato infantil a lo largo con variados niveles de intervención en la familia. Para el enfoque ecológico, el énfasis está puesto en el entorno. El ajuste parental es el criterio clave para la definición de diagnóstico médico. Las acciones parentales son centrales para la definición sociológica. Finalmente, evidencia de daño físico y emocional en niños es necesaria para hacer una determinación legal de abuso o negligencia. El desacuerdo y puntos de conflicto entre estas perspectivas son en seguida a aparentes. Sin embargo, estas diferentes también obstruyen un más general y subyacente acuerdo compartido por estos cuatro puntos de vista. Por ejemplo, ninguno de los adherentes a alguna de estas perspectivas negaría que alguno de estos elementos (entorno, padres, acto, outcome infantil) es solo parte de una completa imagen de maltrato infantil. [Vean cuadro en la página 20]. De hecho, mientras estas perspectivas sitúas el énfasis en diferentes criterios para hacer un juicio sobre maltrato, cada uno de ellos también toma en consideración evidencia perteneciente al contexto entero de maltrato, incluyendo condiciones ambientales, estabilidad emocional de los padres, y las consecuencias para el niño. Por ejemplo, aunque el punto de vista médico destaca la personalidad de los padres como el locus del maltrato infantil y el “desorden” que necesita ser tratado, físicos típicamente identifican maltrato de acuerdo a sus consecuencias físicas (Ej: piernas rotas). Además, investigaciones han demostrado que factores ambientales, rasgos de personalidad de los padres, prácticas parentales, y outcomes del niño están todos interrelacionados en la manera predicha por las respectivas teorías (Cicchetti & Carlson, 1989). La investigación h revelado claramente que cada perspectiva, por sí misma, es insuficiente para la contabilidad de las causas y efectos del maltrato infantil. Más bien, una integración de enfoques parece más garantizada. Consecuentemente, estos diferentes puntos de vista no deberían ser a través de ellos mutuamente exclusivos ni deberían ser inapropiada o artificialmente deshuesados (?) uno contra otro. Cada uno inherentemente contiene fortalezas y cada uno surgió históricamente en un contexto de reacción a las limitaciones prior-enfoque. Así, juntos ofrecen la más comprensiva perspectiva, fortalecida por sus revelaciones (insights) combinadas. En los siguientes párrafos, nos avocamos y presentamos dicha integración de enfoques. Propósito y definición: Además de los conceptos teóricos, otro factor que influye en la definición y por lo tanto vale la pena considerar es el propósito de la definición (Ross y Zigler 1980) Es decir, por qué se necesita una definición y la forma en que se utilizará sin duda contribuye a su forma, descripción y su contenido. Los usos potenciales de las definiciones de maltrato incluyen ayudar en la toma de decisiones sobre la legislación, disputas sobre la custodia de menores, protección infantil manejo de casos en determinados servicios, y agrupaciones de investigación (Aber y Zigler.1981: Giovannoni.1989; Hutchinson.1990). En efecto Aber señala que cada uno de los enfoques teóricos que son descritos por Zigler, lo son, en parte, por los propósitos y distinciones. El propósito de la definición médica dediagnóstico es identificar y curar la psicopatología que produjo el maltratador niño. El objetivo de la perspectiva sociológica es etiquetar y controlar la desviación social. El objetivo de la definición legal se esfuerza para estandarizar la toma de decisiones legales tales como: la estracción de un niño de su casa o la imposición de una familia a participar en intervenciones terapéuticas. La lógica que subyace a la perspectiva ecológica es orientar la investigación sobre los procesos de varios niveles que influyen en los resultados de desarrollo de los niños, y para fomentar políticas y programas de orden superior para promover el desarrollo humano y de adaptación. Aunque algunos han argumentado que hay una única definición puede satisfacer todos los efectos (Zigler, 1976), creemos que el consenso puede ser alcanzado concentrándose en los propósitos subyacentes comunes en todas las disciplinas. Común a cada objetivo es el objetivo de promover el bienestar físico y psicológico de los niños a través de la identificación y erradicación de las prácticas de crianza perjudiciales y la promoción de apoyo a una paternidad sensible. Hacia una definición unificada del Maltrato Infantil: Creemos que una definición unificada del maltrato infantil no es sólo deseable: más bien, lo vemos como algo esencial. En 1991, la revista “Desarrollo y Psicopatología” (Cicchetti, 1991) dedicó un número completo a un debate profesional de más de un artículo, cuyo destino propone una definición de investigación de maltrato psicológico (McGee y Wolfe, 1991). Lo más llamativo en los comentarios sobre el artículo fue la reacción en contra de las definiciones de fraccionamiento según el propósito terapéutico (como por ejemplo, la investigación frente legal). Ciertas contribuciones argumentaron que los resultados de la investigación de los estudios que emplean diferentes definiciones y perspectivas serían irrelevantes para aquellos que realmente se aplica a los resultados, y en ese sentido, las disciplinas estarían trabajando mediante fines transversales la una a la otra (Barnett, Manly y Cicchetti, 1991: Galbarino, et al 1991). Este es un cambio notable de las vistas previas que definiciones distintas de maltrato infantil deben desarrollarse de acuerdo con sus propósitos diferentes. Sostenemos que una postura de confrontación frente a los diferentes puntos de vista de la definición no dará lugar a una definición estandarizada e integrada de maltrato infantil. Los debates de este tipo tienden a exagerar diferencias entre los campos de estudios y subestiman las fortalezas de cada uno y los puntos en común entre ellos. Cada una de las conceptualizaciones de la definición ofrece una consideración válida, sin embargo, cada una, de forma aislada, es incompleta. Reconociendo las virtudes de cada perspectiva es un paso importante hacia el logro de un consenso, sin embargo, hay algunos puntos de conflicto entre los enfoques que deben ser abordados. Una vez que existe fuente de incompatibilidad entre algunos de los puntos de vista de la tradición sociológica y algunos de los principios de la perspectiva legal, el punto de vista sociológico, en parte, implica que el maltrato incluye aquellos actos padres que se encuentran fuera de las normas de las prácticas de crianza aceptadas de la sociedad. Por lo tanto, algunos actos parentales pueden ser perjudiciales para los niños, sino porque se producen con tanta frecuencia y representan la norma, (maltrato) por lo tanto, no se considera. Por ejemplo, algunas formas de castigo corporal y que no presenten la supervisión de los niños que están solos en casa después de la escuela (es decir, los niños cuyas madres trabajan) pueden ser perjudiciales para los niños, pero no son considerados como maltrato. Por el contrario, algunos actos se consideran maltrato porque son inaceptables a la mayoría de la población, a pesar de que estas prácticas no pueden eventualmente hacer daño a los niños. La incongruencia entre los requisitos legales y sociológicos nos recuerdan que la opinión pública sobre lo que es perjudicial para los niños no es lo mismo que la evidencia empírica de la investigación clínica señala. Debido a que los estados definición legal que los incidentes maltrato son aquellos actos que son los padres es inequívoca perjudicial para los niños, algunos de los actos definidos por la definición sociológica entraría en conflicto con la definición legal. De acuerdo con la perspectiva sociologica, proponemos que el énfasis en la definición de maltrato infantil debe estar en los hechos los padres ven como inaceptable o "inadecuado" para la sociedad. Debido a que la mayoría de la población cree que se debe encasillar a los niños en riesgo de daño físico y psicologico. Hacemos hincapié en acciones de los padres más de otras variables para definir el maltrato de un niño las siguientes razones: En primer lugar, hay un número infinito de condiciones que perpetúan la ocurrencia de abuso y negligencia infantil, Aun reconocemos que en los actos de maltrato toman lugar dentro de un amplio numero de determinantes ecológicos, los factores de riesgo de perder su poder de predicción cuando se emplea en forma individual, caso por caso. Por consiguiente, la utilización de los correlatos etiológicos para definir maltrato daría lugar a un gran número de identificaciones falsas negativas de maltrato. Por lo tanto, no podemos definir el maltrato infantil únicamente sobre la base de los factores de riesgo de los padres o del medio ambiente. En segundo lugar, no todos los niños maltratados dan lugar a daño inmediatamente o fácilmente documentable. Por lo tanto, basar las decisiones sobre maltrato únicamente en la demostración de él, evitaría que un gran número de niños recibiera ayuda antes de que hubieran sido seriamente afectado. Por lo tanto, no podemos definir el maltrato infantil basado exclusivamente en la demostración de las lesiones en los niños. También, específicamente, las teorías y los datos sobre las causas y consecuencias del maltrato deben influir en las construcciones sociales de maltrato, no deben ser vistos como la información necesaria para el establecimiento de una definición o maltrato. Un acercamiento de la psicopatología del desarrollo al definir el maltrato infantil. A pesar de nuestro enfoque particular sobre las acciones parentales en la integración de la definición del maltrato infantil, conceptualizamos al maltrato dentro de un contexto más amplio de transacciones ambientales y familiares de causas y consecuencias. Utilizamos nuestro acercamiento integrado y multi-sistémico en la definición dentro de una perspectiva de la psicopatología del desarrollo. La psicopatología del desarrollo es un gran macro paradigma que tiende a incluir al reconocimiento de la necesidad de múltiples perspectivas, incluyendo cruces culturales y trabajos multidisciplinarios. El desarrollo de teorías que son aplicables para entender el fenómeno del desarrollo normal y atípico también es una preocupación central para la psicopatología. Una perspectiva del desarrollo sobre el maltrato de los niños provee un gran paraguas bajo el cual múltiples perspectivas y puntos de vista pueden ser entendidos e integrados. Una de las cosas principales para entender la naturaleza multifacética de las causas y consecuencias del maltrato es el reconocimiento de los aspectos del desarrollo de los niños abusados y la negligencia. Cada uno de los componentes involucrados en el maltrato infantil, el ambiente, los padres, y el niño, están en un proceso de transacción en el tiempo. Porque es más conocido sobre el desarrollo de los niños que sobre el desarrollo de los adultos y de los ambientes, los factores ontológicos que influencian al maltrato se vuelven más aparentes cuando se considera la contribución del niño. Por ejemplo, sabemos que las necesidades de los niños cambian a medida que maduran. La necesidad de autonomía seexpresa de manera diferente en un niño que está aprendiendo a caminar, que en un niño de edad escolar, o en un adolescente. Lo mismo es cierto para otros niños que necesitan apego, aceptación, y reforzamiento positivo. Mientras estas necesidades del niño cambian en el desarrollo, también lo hacen el apoyo de los padres. Los cuidadores deben ser capaces de adaptarse al crecimiento de sus hijos. Y en este sentido, los actos parentales que son juzgados de ser no aceptados por la sociedad cambian a medida que la edad del niño cambia. Más allá, los tipos de actos parentales que pueden aumentar el desarrollo, o que pueden resultar en daño psicológico para el niño, también cambian con el curso del desarrollo. Además, actos que pueden ser un maltrato para un niño pueden no serlo para un adolescente, y actos que son maltrato para un adolescente puede que no lo sean para un preescolar. Por ejemplo, dejar a un niño sin atención por varias horas sería considerado como maltrato para un infante, pero no para un adolescente. Por consecuencia, los actos parentales deben ser vistos dentro del contexto de las preocupaciones particulares en las diversas etapas específicas del desarrollo. Además, las consecuencias del maltrato infantil se manifiestan de forma distinta dependiendo del nivel del desarrollo del niño. Por consecuencia, el criterio para documentar los daños psicológicos variará necesariamente con la edad del niño. Aber y Zigler notan que la atención especial necesita ser correlacionada al hecho de que los problemas emocionales, tales como la agresión y depresión se manifiestan de manera diferente en cada etapa del desarrollo. Además, Cicchetti ha planteado que las secuelas del maltrato están mejor asesoradas al centrarse en problemas del desarrollo que son más salientes en el tiempo de evaluación. Por ejemplo, el apego en la infancia, el desarrollo del self y el lenguaje en los niños pequeños, y la relación entre pares en la niñez media representan las labores emocionales y sociales centrales que los niños deberían manejar durante el curso del desarrollo. El abuso infantil y la negligencia subrayan la negociación de la saliencia de estos problemas en las etapas del desarrollo. Además del componente de los niños, cada uno de los elementos en la imagen sistemática del maltrato están en constante flujo. Ya hemos notado que los actos parentales cambian de acuerdo con el crecimiento del niño. Además, los padres se están desarrollando de forma cognitiva, social y emocional. Más aún, los sistemas familiares están en constante transición a medida que nuevos hijos nacen, y las relaciones parentales y apoyos cambian. Finalmente, los ambientes extrafamiliares también deberían ser vistos como no-estáticos, ya que los vecindarios y la economía también sufren transformaciones. Búsqueda de la definición del maltrato infantil. La investigación sobre la definición del abuso infantil y la negligencia ha examinado tradicionalmente las opiniones de profesionales y la popularidad de estas sobre los tipos de actos que constituyen al maltrato. Los investigadores primeramente han explorado estos problemas tanto al administrar encuestas hipotéticas de maltrato, o a través de examinar las decisiones profesionales sobre los reportes de abuso infantil y negligencia. La literatura empírica sobre los resultados de las encuestas, al igual que los reportes legales de los servicios de protección de menores, oscilan bastante. Aunque un punto de vista compresivo sobre estos estudios está más allá de lo que se desarrollará en este capítulo, un sumario de los dos estudios más grandes que abordan estos temas serán presentados como una representación de estos descubrimientos y las implicaciones de las búsquedas en esta área. Giovannoni y Becerra condujeron un estudio más comprensivo, examinando los puntos de vista de profesionales (pediatras, abogados, trabajadores sociales y policía), en distintos grupos étnicos. Los descubrimientos de sus exámenes indicaron un número de consistencias transversales. Todos los grupos estuvieron de acuerdo con que el maltrato no es una entidad singular, y un número de actos fueron consistentemente agrupados en categorías relacionadas (maltrato emocional, falta de supervisión, fallos al proveer). Más aún, todos los grupos estuvieron de acuerdo en que los actos de maltrato no son iguales en el nivel de severidad de impacto en el niño. Sin embargo, también se descubrió que “hubo una gran similitud en los juicios de seriedad relativa en diferentes tipos de maltrato tanto como en los profesionales como en las personas que respondieron”. En otras palabras, aunque el rango de severidad difería entre los grupos, había un acuerdo en el orden en el que los actos de maltrato habían sido nivelados. Basados en la consistencia de este descubrimiento, se concluyó que las definiciones más operacionales y precisas podrían ser desarrolladas por los investigadores y practicantes. Knudsen examinó los reportes e investigaciones del servicio de protección de menores de Indiana desde 1965 y 1984. Examinó los procesos de comprobación de reportes de maltrato infantil como “Abuso físico, abuso sexual, maltrato verbal y emocional, y negligencia”. En consistencia con Giovannoni y Becerra, encontró que la mayoría del maltrato infantil viene reportado desde ciudadanos privados. Por consiguiente, son primeramente gente no profesional los que identifican, y por lo tanto definen, qué eventos constituyen al maltrato infantil. En adición, Knudsen y otros notan que aproximadamente un tercio o una mitad de los reportas fueron considerados finalmente como maltrato. Knudsen centró su investigación en los hechos y procesos que contribuyen a los resultados de las investigaciones de maltrato. A través de varios subtipos de maltrato, el descubrimiento más consistente fue la ausencia de un criterio claro para definir al maltrato y sistematizar la investigación y el proceso de verificación. Por consecuencia, los casos frecuentemente fueron decididos desde una manera iodiosincrática guiada primeramente en las creencias y prácticas de los trabajadores individuales del caso. Basándose en su investigación, Knudsen dedujo tres principios que influencian la verificación de los reportes de abuso infantil y negligencia: primero está la “regla del optimismo”, en la que un niño no se considera maltratado hasta que todas las explicaciones alternativas son eliminadas. El segundo, el criterio que el trabajador de protección infantil tiene acerca del nivel de daño o peligro para el niño. El tercer factor es la cantidad de tiempo que pasó desde que se refirió el maltrato hasta la investigación, mostrando la necesidad de la acción inmediata al hacer decisiones sobre maltrato. Los estudios también han examinado factores que se relacionan con los procesos de formación de decisiones en el maltrato como el género, el pasado étnico, y la experiencia del investigador. Otras investigaciones han examinado los factores que afectan a las decisiones de la corte sobre los derechos parentales de custodia luego de situaciones de maltrato. Consistente a las investigaciones sobre los procesos de formación de decisiones sobre definir el maltrato infantil es la ausencia de una definición clara, o las guías y criterios para tomar esta decisión. Claramente, hay una tremenda necesidad de desarrollar definiciones precisas. Los investigadores podrían entonces comenzar a enfocarse en la efectividad y utilidad de las definiciones, además de las opiniones profesionales y no profesionales sobre maltrato, y diversas variables que afectan este proceso de definición. A continuación, examinamos el tipo de búsqueda que se requiere para examinar la efectividad y utilidad de las definiciones de maltrato. ¿Pueden las investigaciones sobre el maltrato y sus consecuencias en el desarrollo participar en la definición de políticaspúblicas? Un tipo adicional de investigación sobre la definición de maltrato involucra examinar el impacto de varias acciones parentales sobre el bienestar de los niños. Esta estrategia puede implicar ciertos tipos de acciones parentales que típicamente resultan en un daño a los niños; es por esto, que estos actos deberían ser considerados en la definición de maltrato (Giovanni,1989;McGee&Wolfe,1991b). Esta estrategia de investigación tiene el potencial de proveer información objetiva que puede ser utilizada para asistir en el desarrollo y la evaluación de definiciones del maltrato. Sin embargo, los supuestos de maltrato detrás de este enfoque de investigación se ordena tener cuidado con las consideraciones. La clave de los supuestos de esta perspectiva de investigación es que un acto parental se vuelve abusivo cuando el acto se encuentra como estadísticamente asociado con resultados adversos para el bienestar psicológico del niño (Barnett et al…1991). En el pasado, las investigaciones psicológicas estaban enfocadas de manera primaria en examinar si el maltrato infantil tenia consecuencias negativas, cuáles eran esas consecuencias negativas, y a través de qué mecanismos el maltrato tiene un efecto dado. Como resultado. Investigaciones sobre las secuelas del maltrato infantil han demostrado claramente que los niños etiquetados como maltratados por unidades de servicios protectores típicamente evidencian un ajuste desviado (ver cicchetti.1989; Wolfe.1987.para revisión). Sin embargo, puede ser además de la capacidad de investigar para proveer evidencia empírica que puede ser empleada para hacer decisiones sistemáticas acerca de si acciones parentales especificas pueden ser etiquetadas como maltrato. La información para este propósito requiere de acumulación de estudios conducidos con un rango de la población. Por otra parte, porque los actos parentales de maltrato no pueden ser experimentalmente manipulados una muestra extremadamente grande será necesaria para obtener suficientes subgrupos de tipos particulares de maltrato bajo condiciones comparables. Estos actos también necesitan ser confiables y validos documentados y evaluados a priori en una eventual investigación longitudinal para proveer la base de datos necesaria para informar decisiones definitivas. Desafortunadamente, las fuerzas sociales y culturales (zeitgeists) que influyen en la disponibilidad de fondos para investigaciones sobre el maltrato infantil aumentan la dificultad de acumular sistemáticamente información de esta naturaleza. Las investigaciones pueden jugar un rol importante en los desafíos comunes y las nociones que no han sido respondidas acerca de la naturaleza del maltrato. Por ejemplo. Decadas de investigación sobre la etiología del maltrato ha demostrado que una sola variable modelo causa y efecto designada a explicar la ocurrencia del maltrato es demasiado simplista (Belsky.1980;cicchetti&rizley,1981;Wolfe.1985). además, años de investigación sobre las secuelas del maltrato indican claramente no es sinónimo de los efectos de la pobreza (Cicchetti,1989). Sin embargo, solo como investigación de la etiología del maltrato ha avanzado desde lo simple del modelo causa y efecto, y ha tenido que investigar acerca de las consecuencias del maltrato. Se sabe actualmente que todos los niños maltratados no evidencian el mismo perfil psicológico y conductual. Y que factores biológicos tales como el temperamento del niño juega un rol fundamental en como el niño maltratado se enfrenta con estos eventos estresantes (Barnett,Ganiban.&Cicchetti,1992; Cicchetti.Ganiban&Barnett,1991). Las investigaciones realizadas sobre las pasadas 3 decadas de maltrato infantil son un testimonio para la idea de los investigadores para ayudar a que la población este mas informada y sea realista en su pensamiento acerca de los tipos de actos que constituyen maltrato. Además, nuestras teorías e investigaciones acerca de las causas, consecuencias y tratamientos del maltrato son significativamente más sofisticadas, mucho más ahora que antes. Por otra parte, es seguro asumir que el conocimiento sobre como el maltrato puede ser definido continuará probablemente volviéndose más complejo (Aber&Zigler.1981). Otra función importante que juegan los investigadores es ayudar a que el maltrato permanezca como un foco de atención por mucho tiempo. Nelson (1984) noto la importancia de la atención de los medios como un vehiculo esencial para la mantención de agendas públicas. (ver también Cicchetti et al…1978;gebner.ross &Zigler,1980). Mas que casi cualquier otro asunto público, el maltrato infantil ha sido capaz de mantener constantemente la atención mediática. Además, nuevas historias acerca del maltrato se han movido desde la cobertura sensacionalista de los tabloides hacia una más persistente visibilidad en los periódicos más respetados de la nación. El creciente información del cuerpo científico que fue acumulada acerca del fenómeno ha contribuido a la longevidad y crecimiento del respeto hacia el maltrato como sujeto de valiosa atención Nelson, 1984. La relevancia de la pregunta de la definición de, continua siendo científicamente examinada resultando en la proliferación de tópicos desde un enfoque sobre el maltrato físico de los niños como anfitrión de hechos relacionados tales como violencia conyugal, negligencia física,abuso sexual, maltrato psicológico y uso parental de drogas y alcohol. En consecuencia, la investigación da como resultado la diferenciación de las categorías de maltrato. La expansión de la investigación en consecuencia contribuyo a la creciente cobertura mediática. Reportajes de diarios, revistas y televisión encontrando como resultado una ampliación publica de condenación de las prácticas parentales relacionadas con el maltrato, las cuales últimamente han llevado a cambios en el estado y definición nacional del maltrato. Las investigaciones nunca pueden responder a preguntas morales tales como si el estado debería condenar particulares prácticas parentales. Preguntas de este tipo solo pueden ser respondidas a través de la opinión pública. Sin embargo, cuando las políticas son desarrolladas bajo un supuesto en particular tales como si el estado debe o no cuando los niños son desplazados a situaciones que pone en peligro su futura salud mental. Las investigaciones pueden ayudar a examinar si particulares experiencias parentales tienden a ser asociadas con resultados particulares bajo condiciones particulares. El estudio empírico del maltrato infantil puede eventualmente conducir a aclarar el entendimiento de las implicaciones de la restricción en comparación a una amplia definición del maltrato. Los progresos alcanzados en esta área vital puede conducir a un mejor entendimiento de los diferentes efectos de varios subtipos de maltrato, quizás lo más importante , es que las investigaciones pueden ser usadas para informar y evaluar los medios a través de los cuales las intervenciones y prevenciones pueden ser efectivas. (ver Cicchetti, Toht,&Hennessy; Daro;toht&Cicchetti : y Wolfe, todo este volumen). El uso de registro de protección de menores Los métodos de clasificación de información de maltrato deben ser entendidos dentro del contexto de las estrategias de medición. Nosotros elegimos usar los registros de los servicios protectores de infantes como nuestro principal medio para obtener datos de maltrato. A través de negociaciones con el departamento de servicio social, esos registros se nos habilitaron. Los registros de protección infantil proveen de muchas ventajas y estrategias de valoración. Estos reportes incluyen fechas de incidentes de maltrato, los nombres de quienes estaban involucrados, una narración del evento con declaraciones de los padres, del niño, y de la fuente del reporte. Una investigación es conducida por un profesional entrenado quien integra la información de los múltiples recursos, incluyendo hospitales,escuelas, oficinas de policía, vecinos y miembros de la familia. Se realiza una determinación en cuanto a si está presente pruebas suficientes para justificar la afirmación de acuerdo a los estatutos legales. Estas determinaciones son hechas independientes del proyecto de investigación de los trabajadores sin conocimiento de la participación de la familia o de las hipótesis de la investigación. Adicionalmente, el personal de investigación no tiene conocimientos del registro de maltrato del sujeto, esto para prevenir sesgos relacionados al estado de maltrato de la familia. Otra ventaja de uso de los registros de protección infantil es que familias que han tenido maltrato quienes participan en los proyectos de investigación a menudo sospechan de los extraños (cicchetti & manly, 1990). Si la información de maltrato fue tomada directamente de los proyectos de investigación, muchas familias pueden alienarse y rechazar la participación. Si hay problemas de maltrato dirigido por una autoridad externa a la investigación facilita la participación de estas familias desconfiadas. Adicionalmente, ya que los 49 de los 50 estados tienen registros estatales de reportes de maltrato (us department of health and human services, 1988), un sistema de clasificación usando estos registros puede ser implementado a nivel nacional. Nuestro sistema fue desarrollado en el estado de Nueva York, pero nosotros creemos que, con las menores modificaciones, puede ser adaptado para su uso en otros estados. Nosotros reconocemos que el uso de registros de protección de infantes también tiene sus desventajas. Por ejemplo, muchos incidentes de maltrato pueden no llamar la atención a las autoridades, esto porque esos eventos no fueron observados fuera de la familia o porque estos no fueron reportados. Los casos que son reportados la mayoría pueden ser severos u ocurren en familias disfuncionales. Ciertos tipos de maltrato, como el maltrato emocional, a menudo son difíciles de documentar y recientemente son reconocidos como una forma seria de maltrato (mcgee y Wolfe, 1991). Como se ha discutido al respecto de las implicaciones de factores económicos. Los recortes presupuestarios y la disminución de la disponibilidad de recursos pueden conducir a una definición de maltrato que sea cada vez más estrecha. Si esto ocurre, entonces solo los casos extremos y los casos fácilmente documentables recibirán servicio y estarán presentes en los registros de protección infantil. Aunque las familias identificadas por los servicios de protección al infante son solo un subconjunto de las familias maltratadoras en la población general. Esas son las típicas familias que reciben servicios y quienes son objetivo de intervención (cicchetti & barnett, 1991). Trabajadores que manda la ley quienes trabajan con niños para reportar alguna sospecha de maltrato ayuda a estar seguro de que ese maltrato será reportado cuando este ocurra. Otra desventaja de los registros de protección infantil es que los trabajadores de protección infantil varían en la cantidad de detalle que dan en sus reportes y en la cantidad de evidencia que es necesaria para sostener un reporte. El formato narrativo de los reportes es a menudo difícil de cuantificar. La variabilidad de los reportes nos da el impulso de clasificar sistemáticamente los registros de acuerdo de criterios de decisión cuidadosos. En nuestro sistema de clasificación, decidimos no usar etiquetas de protección infantil para los actos de maltrato, pero en vez de reunimos información de las narraciones y después clasificarlo de acuerdo a nuestros criterios. Nuestra eventual meta es que es un enfoque sistemático que provee una claridad y consistencia en la clasificación de maltrato que puede ser incorporado en las evaluaciones hechas por los trabajadores de protección infantil para sistematizar las mejoras en el nivel de la investigación original. Usando los registros de protección infantil provee de una estrategia para superar algunos de los problemas asociados con métodos alternativos para obtener información. Los auto- reportes de los padres a menudo son poco fiables y/o incompletos. Por ejemplo, muchos de los padres en nuestra investigación no reportan un historial de maltrato durante la evaluación inicial de las posibles familias de comparación (no maltratadoras); sin embargo, cuando los registros de protección infantil son chequeados, emergen las evidencias de maltrato, y las familias no pueden ser consideradas familias de comparación. Adicionalmente, los padres a menudo no dan detalles fiables en los reportes, como las fechas, reportes médicos, etc. Los auto reportes de las victimas infantes pueden ser problemáticas debido a la evidencia de investigaciones que demuestran que los niños tienden a minimizar sus experiencias de maltrato (mcgee, Wolfe, yuen & carnochan, 1991). Preguntándoles a los niños sobre sus experiencias de maltrato puede alienar a las familias y retirar el permiso de los niños a participar en la investigación. Otra posible estrategia para recolectar información de maltrato es la directa observación de la familia. Este enfoque puede ser muy útil para acceder a las dinámicas familiares y patrones de interacción. Sin embargo, una estrategia de observación puede perder los episodios más agudos de maltrato al niño, y ciertos subtipos, como el abuso sexual, que la mayoría ocurren en privado. Aunque algunos incidentes de manipulación brusca de los niños o negligencia emocional de los niños han ocurrido con investigadores presentes en el hogar, la mayoría de las familias no les gusta maltratar a los niños en frente de un profesional que está facultado legalmente para reportar cuando maltrato a los servicios de protección infantil. Consecuentemente, un historial completo de maltrato no puede ser obtenido con datos de observación. Nosotros abogamos el uso de múltiples estrategias de evaluación para conseguir información de maltrato, como las entrevistas con el trabajador social de la familia, auto reportes de los integrantes de la familia y observaciones de las interacciones familiares durante las visitas al hogar y en evaluaciones en laboratorio (cicchetti & barnett, 1991; mc gee et al, 1991). Los registros de protección infantil proveen de un componente invaluable para el paquete de evaluaciones comprensivas. En resumen, nosotros elegimos recolectar información de los registros de protección infantil, los cuales clasificamos de acuerdos a nuestro criterio sistemático. Nosotros hicimos el uso de información relacionada a severas dimensiones que para nosotros son factores importantes de maltrato que anteriormente le dimos una pequeña atención en la literatura. Usamos estas dimensiones para resaltar las características dentro de la amplia rúbrica de maltrato que pueden jugar un rol en cómo es definido el maltrato, cual es el impacto que tiene el maltrato en el niño, y qué decisiones se toman con respecto a la intervención para el niño maltratado. Estas dimensiones incluyen subtipos de maltrato, la severidad de los incidentes dentro de cada uno de los subtipos, la frecuencia y la gravedad de los reportes de maltrato y la participación de protección infantil, el periodo del desarrollo durante el cual ocurrió el maltrato, el tipo y número de lugares que visitan afuera de la casa, y el perpetrador del incidente. Estas dimensiones son presentadas en la figura 3 (aparece en el texto), y estos serán descritos a continuación, con información respecto a por qué la dimensión fue elegida para enfocarse, y algunas de las relaciones que pueden emerger si nosotros aplicamos nuestro sistema de otros datos en el medio familiar y en los resultados del niño. 1. Subtipos: de las múltiples dimensiones que nosotros evaluamos en nuestro sistema de clasificación, este ha sido el más extensamente reconocido y el más frecuentado en investigaciones que involucran subtipos de maltrato (aber & cicchetti, 1984). Algunos subtiposson recibidos con más atención empírica que otros. Por ejemplo, algunas muestras de niños maltratados han sido restringidos de quienes han experimentado abuso físico. Otro subtipo que ha sido investigado independiente de otros tipos de maltrato es el abuso sexual, en parte debido a los aspectos únicos de explotación sexual. La negligencia física ha recibido menos atención, particularmente respecto a la falta de supervisión, que es una de las formas más frecuentes de maltrato (starr, dubowitz & bush, 1990; wolock & horowitz, 1984). Estudios preliminares han examinado factores que discriminan entre varios subtipos de maltrato. El próximo paso de los científicos sociales a través de las similitudes y diferencias en los factores etiológicos, los resultados de variables de la infancia, el ambiente familiar, y los patrones de trato responsable asociado con cada subtipo (cicchetti & rizley, 1981). Investigadores, intervencionistas y políticos deben considerar la co-ocurrencia de diferentes combinaciones de abuso a menores y negligencia dentro de muchos maltratadores de la familia. La frecuencia con que los subtipos de maltrato se superponen ha sido una dificultad crítica para investigar estos factores. Evaluando los patrones asociados con subtipos particulares empieza a ser extremadamente complejo debido a la rareza de subtipos puros (cicchetti & rizley, 1981). Consecuentemente, muestras de grupos de familias quienes, por ejemplo, son características por el abuso físico sin negligencia física, abuso sexual o maltrato emocional son bastante problemáticas. La heterogeneidad de las muestras de maltrato frecuentemente no es admitido en estudios publicados, y esta omisión contribuye a la percepción de que múltiples subtipos de maltrato pueden no existir o sean infrecuentes. De hecho, en nuestra investigación con cerca de 200 familias maltratadoras, nosotros encontramos que 3 cuartos de las familias tuvieron más de un subtipo de maltrato en los registros de protección infantil. El patrón más común era la combinación de abuso físico, negligencia física y maltrato emocional. Los investigadores se enfrentan a tasas tan altas de comorbilidad que pueden llevar a varias alternativas para conducir en subtipos de investigación. Un enfoque puede ser el categorizar familias de acuerdo al subtipo predominante y pasar por alto la existencia de subtipos adicionales en la historia de la familia. Otra posibilidad puede ser la de incluir solo aquellas familias que son caracterizadas por un solo subtipo. Un tercer método sería el control estadístico por el potencial de que ocurra una confrontación de múltiples subtipos. Alternativamente, uno puede crear múltiples grupos de diferentes combinaciones de subtipos. Cualquiera de estos enfoques corre el riesgo de arrojar resultados que no sean consistentes con los estudios, que sean difíciles de interpretar, y/o no pueda ser generalizado por la heterogeneidad de la población. Desafortunadamente, las agencias de financiamiento y otros profesionales que no se familiarizan con el maltrato pueden ejercer cierta presión para sobre simplificar las complejidades naturales de tal investigación sin un apreciación de los riesgos empíricos. Consecuentemente, las investigaciones de maltrato a veces pierden financiamiento debido a que la gran cantidad de revisores no aceptan las ambigüedades presentadas en la evaluación del maltrato. Incluso es un gran riesgo reducir artificialmente las superposiciones de subtipos puede resultar a que los resultados de tal investigación puedan ser engañosos o malinterpretados por los profesionales y políticos quienes deben tomar las decisiones en este tipo de temas. Las decisiones políticas se basan en sobre generalizaciones de muestras no representativas que pueden ser resultado a que la intervención no sea muy interesante para los clientes que están siendo afectados. En el orden de desarrollar un entendimiento más completo de los subtipos de maltrato, un claro método comprensivo definido operacionalmente para identificar y delinear subtipos separados es necesario que pueda ser comunicado a través de los laboratorios de investigación y línea profesionales (besharov, 1981). Tal sistema puede identificar múltiples subtipos cuando estos ocurran, pero a esto debería definirse cuidadosamente criterios de inclusión y exclusión para poder minimizar la confusión lo más que se pueda. La información descriptiva característica de la muestra puede ser incluida en los estudios publicados, y esta información puede ayudar en la interpretación de los resultados. El uso de estos datos en estudios longitudinales puede permitir a los investigadores a explorar la contribución de cada uno de los diferentes subtipos y las diferentes combinaciones de subtipos por etiología, secuencial, y responsables del trato. En la persecución de esta meta, nuestro sistema provee claramente, definiciones semánticas, criterios de inclusión y exclusión, y ejemplos de cada subtipo. Los subtipos que son incluidos en nuestra taxonomía es el de la negligencia física (el cual está compuesto por la falta de apoyo y la falta de supervisión), el abuso físico, abuso sexual, maltrato emocional, y el maltrato moral/legal/educacional. Estos subtipos fueron derivados por distinciones dentro de la literatura sobre el maltrato, y estos están ampliamente reconocidos como fenómenos separados. Nosotros señalamos especialmente el trabajo seminal de giovannoni y becerra (1979) en el desarrollo de las definiciones de los subtipos. Sin embargo, nosotros colapsamos algunas de las categorías que estuvieron en el trabajo de giovannoni y becerra en el orden de la parsimonia y facilitar el análisis de datos. Por ejemplo, nuestra categoría falta para proporcionar incluye la falta de conocimiento nutricional del niño, médicas o necesidades de limpieza. Giovannoni y becerra (1979) tenían estas tres áreas por separado; ellos encontraron que estas áreas han tendido a ser tratadas similarmente por evaluadores, y que por lo tanto se agrupan juntas en los análisis. Esto eran, faltas para proveer las necesidades físicas y que eran conceptualmente parecidas y fueron agrupadas juntas. Así que nuestro fracaso proporciona un subtipo que incluye la negligencia de los padres de las necesidades de los niños por la comida, la ropa, abrigo, cuidado médico, e higiene adecuada. Una forma alternativa de negligencia física, un subtipo de la falta de supervisión, fue vista como particularmente importante porque la ocurrencia es frecuente en sus registros de protección infantil y por la escasez de investigaciones acerca de los subtipos, porque la supervisión inadecuada es cualitativamente diferente del no cumplimiento de las necesidades físicas del niño (zuravin ,1991) y esto fue visto conceptualmente distinto por los profesionales en el estudio de Giovannoni y Becerra. La falta de supervisión fue definida como una subcategoría separada de la negligencia física. La falta de supervisión incluye dejar a un niño desatendido o al cuidado de un cuidador inadecuado, como alguien con un conocido historial de violencia hacia los niños. La categoría ha sido difícil de descubrir porque existen pocas normas con respecto a la edad apropiada en que se puede dejar solo a un niño y las constricciones culturales aprobadas parecen estar cambiando a “ niños con madres trabajadoras” y son cada vez más y más comunes. Adicionalmente, la falta de supervisión es uno de los tipos de maltrato en los cuales se pone en peligro al niño en cuestión más que el daño actual que éste ha sufrido. De hecho algunos argumentan que la falta de supervisión no debiera ser considerada como maltrato porque las lesiones no son sostenidas. (see JJSP, 1977,discussed earlier). En nuestra definición de falta de supervisión, hemos incluido factores que plantan un riesgo para el niño. Sea el resultado lesión física o no. Esos factores de riesgo incluyen la longitud de tiempo en que
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