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Fístulas de líquido cefalorraquídeo 191 15 dudas que la TAC de alta resolución es el estudio de elección. Por su parte, la RMN llega a demostrar una línea hiperintesa que cruza el resto de la zona ósea sana, de imagen hipointensa. 51 Por otra parte, en las radiografías directas la pre- sencia de nivel líquido en un seno paranasal o en una celda mastoidea es sugestiva de fístula de LCR. El riesgo más serio de una fístula de LCR es la me- ningitis purulenta y sus eventuales complicaciones, que incluyen desde el absceso y empiema hasta la tromboflebitis cortical y de los senos venosos de la duramadre. La meningitis ocurre en el 4% de pacien- tes con otorrea y el 17% en aquellos con rinorrea. 42 En general, esta meningitis postraumática aparece a las dos semanas del traumatismo. 22 Los gérmenes son variados y están vinculados con la flora de las cavidades paranasales, de la nariz y de la piel; en- tre dichos gérmenes se encuentra el Staphylococcus hemolítico, S. warneri y S. epidermidis; también se detecta Streptococcus pneumoniae, Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y Acinetobacter anitratus. 3 Otra complicación de la fístula de LCR es el aerocele. La observación de un aerocele subaracnoideo o intra- parenquimatoso, incluyendo aire en los ventrículos, indica, sin dudas, la existencia de ruptura ósea y me- níngea. El aerocele se torna en ocasiones hipertensivo, con la misma implicancia clínica que un hematoma traumático. Otras veces puede ser que el aerocele dentro de una cavidad ventricular aumente progresivamente de volumen: valvulación unidireccional del aire en la inspiración, o en maniobras respiratorias mecánicas. Esto último ha de tenerse en cuenta en pacientes colo- cados en un respirador. 12 También puede suceder que el aerocele sea recidivante, indicación suficiente para el cierre quirúrgico de la brecha dural que lo causa. 14 Los aeroceles pueden tener, asimismo, una topografía extracraneana, como, por ejemplo, el enfisema palpebral subcutáneo y el aerocele subperióstico de Wernher. El primero se debe a fractura orbitaria o etmoidal y el segundo a fístula mastoidea. 60 El cuadro clínico del aerocele incluye cefaleas en un 38% de los pacien- tes; no es infrecuente observar convulsiones y cuando actúan como proceso expansivo pueden presentarse vómitos y depresión de la conciencia. 43 Una imagen interesante es aquella del aerocele como lesión espacio ocupante bilateral, delante de los polos frontales; se ha denominado signo del Monte Fuji y se la nota más bien en el aerocele posquirúrgico como en operaciones por hematoma subdural crónico. 27 Entre las fístulas traumáticas muy infrecuentes se encuentra aquella en la que el LCR penetra en la órbita. Puede deberse a fractura de la mitad interna del reborde orbitario; se asocian con trazos fracturarios variados, como por ejemplo nasofrontales, nasoetmoi- dales y nasomaxilares. El compromiso sinusal com- prende a los senos frontales y etmoidales, a menudo de manera bilateral, con daño de laberinto etmoidal y alteración de cada seno traumatizado. Otra posibilidad es la fractura de una pared medial de la órbita, asociada a veces al estallido orbitario con daño al piso de la órbita, que ocurre entre el 5 y el 10% de los pacientes; el contenido orbitario pene- tra en el laberinto etmoidal por la lámina papirácea, quedando formada una eventual comunicación entre la base de cráneo vía lámina cribosa y la órbita; es notablemente raro. 62 Fístula de LCR en la infancia En Neurocirugía pediátrica entran en juego otro tipo de conceptos. Si bien la mayoría de las fracturas de la base del cráneo se inician desde la bóveda craneana 60, la base del cráneo en el niño es sumamente corta, en consonancia con el mayor volumen relativo del cráneo encefálico con respecto al cráneo facial. 18 Especificando, en el recién nacido y el lactante el peñasco del temporal no está desarrollado por com- pleto; a su vez, la apófisis mastoides no se encuentra presente y el volumen craneano muestra un conside- rable dinamismo; se duplica en los primeros 6 meses de edad y se triplica a los 2 años. Con el cierre de la fontanela bregmática, a los 3 años de edad, el cráneo infantil comienza a parecerse al de un adulto. 19 Aun así, falta el desarrollo de todos los senos para- nasales que quedarán constituidos de modo progresivo entre la infancia, la adolescencia y, en el caso del seno frontal, en la edad adulta. 20 Desde otro ángulo, la capacidad de modificar su morfología, que tiene el cráneo del lactante, permite la absorción de parte de la energía cinética aplicada en un traumatismo. 44 Por todo lo expresado, la rinorrea es rara en niños; aparece dentro de los primeros 2 días y cierra espon- táneamente en una semana, hechos que ocurren en el 70% de los pacientes. 45 Como dato semiológico, la rinorrea cursa con anosmia en un 75% de los niños. 48 La otorrea, por su parte, se observa en el 0,5% de traumatismos de cráneo pediátricos; también cesa de manera espontánea, y lo hace en un porcentaje del 95% de los pacientes dentro de un lapso de 7 a 10 días. 44 Tratamiento En general la fístula de LCR traumática cierra sola en un lapso de entre 4 y 7 días. Esto es así tanto en la rinorrea como en otorrea, teniendo esta última una mayor tendencia al cierre espontáneo. Por eso, desde la descripción pionera de Sir Hugh Cairns en 1937, justificada para la época, propiciando el cierre quirúrgico temprano, en la actualidad es usual esperar el tiempo ya mencionado. El paciente debe estar internado, en reposo, con la cabeza elevada y evitando todo tipo de maniobra Valsalva.
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