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Abordaje transcraneal de las lesiones ocupantes de la órbita 343 30 nace de la arteria oftálmica y cruza la duramadre del nervio óptico entre 5 a 20 mm detrás del globo ocular. La arteria oftálmica se dirige a la pared interna orbitaria por sobre (en 82,5% de los casos) o por debajo (en 17,5%) del nervio óptico, de acuerdo a Rengachary y Kishore, 20 continúa hacia delante hasta alcanzar la polea del músculo oblicuo mayor, donde se divide en dos ramas terminales, la frontal o supratroclear, y la nasal. Las ramas colaterales de la arteria oftálmica son oculares (arteria central de la retina, ciliares posteriores largas y cortas, y colaterales para el nervio óptico), orbitarias (lacrimal, musculares superior e inferior, y ramas para el periostio orbitario y el tejido areolar), y extraorbitarias (etmoidales anterior y posterior, su- praorbital, y palpebral medial). 17, 21 Las venas oftálmicas superior e inferior drenan la órbita. Estas venas no tienen válvulas y se anasto- mosan entre ellas y con tributarias externas. La vena oftálmica superior está mucho más desarrollada, pasa sobre el músculo recto lateral, y drena en el seno ca- vernoso. La vena oftálmica inferior recibe venas de la pared medial y del piso de la órbita, y se divide en dos ramas, una que drena hacia el plexo pterigoideo a través de la hendidura esfenomaxilar, y la otra que desemboca en la vena oftálmica superior, justo antes de que atraviese la hendidura esfenoidal. 17, 22 Diagnóstico de las lesiones ocupantes de la órbita Antes del desarrollo de las técnicas actuales de diagnóstico por imágenes, las lesiones ocupantes de la órbita eran estudiadas mediante radiología simple, orbitografía con contraste positivo, flebo- grafía orbitaria y ecografía. Los datos provistos por estos métodos eran indirectos y poco característicos, sólo un completo conocimiento de la historia clínica del paciente y de la semiología orbitaria permitía un diagnóstico presuntivo y determinaba una indicación quirúrgica, usualmente una exploración, biopsia y descompresión, y más rara vez, la resección completa de la lesión. La tomografía computada produjo un extraordinario impacto en el diagnóstico de la patología orbitaria, similar o mayor al que provocó en el diagnóstico neu- rológico, permite un diagnóstico precoz, una segura localización de la lesión, una apreciación certera de su extensión y propagación, y una clara determinación del estado de las paredes óseas orbitarias y de las es- tructuras circundantes. 1, 23 En la imagen tomográfica, las estructuras óseas se pueden estudiar en detalle, mientras las estructuras intraorbitarias –el globo ocu- lar, el nervio óptico, los músculos extraoculares– se delinean claramente sobre el fondo hipodenso que determina la grasa orbitaria.23 Por lo general, las lesiones ocupantes de espacio pueden distinguirse con claridad de las estructuras normales y apreciarse sus relaciones anatómicas. Los gliomas del nervio óptico se observan en las secciones axiales como un engrosamiento en forma de huso del nervio óptico, con una sección redondeada en la imagen coronal y marcado agrandamiento del conducto óptico. (Figura 30.2) 24 Los meningiomas de la vaina del nervio óptico presentan distintas características tomográficas; pueden presentarse como un engrosamiento difuso del nervio óptico que se expande hacia el vértice, en ocasiones con la imagen negativa del nervio óptico en su interior; otras veces se aprecia una calcificación tubular de la vaina engrosada del nervio –signo de las vías del tren– (Figura 30.3); otra imagen posible es la de una extensa lesión rodeando al nervio óptico de bordes irregulares; puede observarse hiperostosis con estrechamiento o agrandamiento del conducto óptico. (Figuras 30.4, 30.5 a, 30.5 b) 24, 25, 26 Los hemangiomas cavernosos se detectan como imágenes redondeadas, bien definidas, que refuerzan marcadamente con el contraste endovenoso. Deben diferenciarse de los neurinomas, de similar aspecto y localización, pero más alargados y heterogéneos en su estructura. 1, 23, 27 Las lesiones que afectan al techo de la órbita inclu- yen osteomas, displasias fibrosas, quistes óseos aneu- rismáticos, y lesiones osteolíticas como colesteatomas, mucoceles, histiocitosis de células de Langerhans y Figura 30.2: TC corte axial. Extenso glioma del nervio óptico propagándose hacia el quiasma a través de un conducto óptico marcadamente aumentado de tamaño. Figura 30.3: TC corte coronal. Se observa la imagen calcificada de la vaina engrosada del nervio óptico correspondiente a un meningioma.
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