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Lo inconciente (1915) VIL El discernimiento de lo inconciente Lo que hemos reunido en las anteriores elucidaciones es quizá todo lo que puede decirse sobre el Ice si se toma como fuente exclusiva el conocimiento de la vida onírica y de las neurosis de trasferencia. Por cierto no es mucho; aquí y allá impresiona como algo no aclarado y confuso y, sobre todo, se echa de menos la posibilidad de coordinar el Ice a una concatenación ya conocida o de insertarlo dentro de ella. Sólo el análisis de una de las afecciones que llamamos psico- neurosis narcisistas promete brindarnos unas perspectivas que nos acerquen a ese enigmático Ice y, por así decir, nos lo pongan al alcance de la mano. Desde un trabajo de Abraham (1908), que este escru- puloso autor ha atribuido a una sugerencia mía, procuramos .caracterizar la dementia praecox de Kraepelin (la esquizo- frenia de Bleuler) por su conducta hacia la oposición entre yo y objeto. En las neurosis de trasferencia (histeria de angustia y de conversión, neurosis obsesiva) nada había que empujase al primer plano esa oposición. Por cierto, se sabía que la denegación (frustración) del objeto generaba el esta- llido de la neurosis y esta envolvía la renuncia al objeto real, y también que la libido sustraída del objeto real revertía sobre un objeto fantaseado y desde ahí sobre uno reprimido (introversión).* Pero la investidura de objeto misma es rete- nida en estas neurosis con gran energía, y la indagación más fina del proceso represivo nos forzó a suponer que la investidura de objeto persiste en el interior del sistema Ice a pesar de la represión —más bien, a causa de ella—," Y sin duda, la capacidad para la trasferencia, que en estas afeccio- nes aprovechamos terapéuticamente, presupone una imper- turbada investidura de objeto. En el caso de la esquizofrenia, en cambio, se nos impuso el supuesto de que tras el proceso de la represión la libido quitada no busca un nuevo objeto, sino se recoge en el yo; 1 [El proceso se describe detalladamente en el apartado a de «Sobre loí tipos de contracción de neurosis» (1912c), AE, 12, págs. 239-41.] - [Cf. «La represión» (1915d), supra, pág. 144.] 19 5 por tanto, aquí se resignan las investiduras de objeto y se reproduce un estado de narcisismo primitivo, carente de objeto. La incapacidad de estos pacientes para la trasferencia •—al menos hasta donde llega el proceso patológico—, la in- accesibilidad terapéutica que de ahí se sigue, su característica repulsa del mundo exterior, el surgimiento de signos de una sobreinvestidura del yo propio, la apatía total en que des- emboca el proceso, todos estos caracteres parecen armonizar perfectamente con el supuesto de una resignación de las in- vestiduras de objeto. En cuanto a los vínculos entre los dos sistemas psíquicos, ningún observador dejó de notar que en la esquizofrenia se exterioriza como conciente mucho de ¡o que en las neurosis de trasferencia sólo puede pesquisarse en el Ice por medio del psicoanálisis. Pero al principio no logra- mos establecer un enlace inteligible entre el vínculo yo-objeto y las relaciones de conciencia. Eso que buscamos parece conseguirse por el siguiente, in- sospechado camino. En la esquizofrenia se observa, sobre todo en sus estadios iniciales, tan instructivos, una serie de alteraciones del lenguaje, algunas de las cuales merecen ser consideradas desde un punto de vista determinado. El modo de expresarse es a menudo objeto de un cuidado particular, es «rebuscado», «amanerado». Las frases sufren una peculiar desorganización sintáctica que las vuelve incomprensibles pa- ra nosotros, de suerte que juzgamos disparatadas las profe- rencias de los enfermos. En el contenido de esas proferencias muchas veces pasa al primer plano una referencia a órganos o a inervaciones del cuerpo. A esto puede sumarse que en tales síntomas de la esquizofrenia, semejantes a las forma- ciones sustitutivas de la histeria o de la neurosis obsesiva, la relación entre el sustituto y lo reprimido exhibe peculiarida- des que nos resultarían sorprendentes en los casos de esas dos neurosis mencionadas. El doctor Victor Tausk (Viena) ha puesto a mi disposi- ción algunas de sus observaciones sobre esquizofrenias in- cipientes; presentan la ventaja de que la enferma misma quiso dar el esclarecimiento de sus dichos.'̂ A propósito de dos de sus ejemplos mostraré la concepción que me propongo de- fender, aunque creo indudable que a cualquier observador le sería fácil producir en abundancia este tipo de material. Una de las enfermas de Tausk, una muchacha que fue lle- vada a la clínica después de una querella con su amado, se queja: Los ojos no están derechos, están torcidos {verdrehen}. " [Tausk publicó más tarde un artículo sobre la misma paciente (Tausk, 1919),] 194
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