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87 EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADOR DE LA FUNC ION DEL YO [fE] T A L COMO SE NOS REVE LA EN LA EX PERIENCIA PSICOANAUTI CA' La concepción del estadio de l espejo que in troduje en nueS lro último congreso, hace trece a ños, por haber más o me nos pasauo desue entonces a l uso del grupo [rancés, no me pareci ó índigna de ser recordad a a la a tenc ión de ustedes : h oy especia lmenle en razón de las luces que aporta sobre la [u nción del yo [je] en la ex periencia 4ue de él nos d" e l psicoa ná lis is. Ex peri encia de la que hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada d irec tamente del cogilO. Acaso haya entre us tedes qui enes recuerden el aspecto de] ccm· porlamienlQ de que partimos, iluminado por un hecho de psico logía comparada: la cría de hombre, a una edad en que se e n· cuen tra por poco t iempo, pero todavía un tiempo, su perado e n inte ligenóa inst rume ntal por e l chimpa ncé. reconoce ya sin embargo su imagen en e l espej o como ta l. R econocimic nto se lia lado por la mímica iluminante del Aha..E,.zebnis~ en la <]uc para Kohler se expresa la apercepción siluacional, tie mpo esencia l del aclO de in te ligencia. Es te aClO, en efec to, lejos de agola rse, como e n el mon o, en e l con tro l, una vez adquiri d o, de la ina nidad de la imagen, re bo ta en segu ida en e l n iño en una serie de ge~(Qs en los qu e experim·enta lúdlcamente la relación de los movimientos asumi d os de la imagen con su med io am uie nte re flejado, y de ese com plejo virtua l a la rea lid ad que reproduce, o sea co n su pro · pio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos, q ue St' en cuen tran junto a él. Este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde los traba jos de Bald wi n, desde la edad de seis meses, y su repe ti ción ha atraído con frecuencia nu est ra meditaci<'ln ante e l es pec t¡'tcul o im presionante de un Jaclflllte a nte -el espejo, q ue no tien e tod avÍl! domini o de la marcha, ni siqui eríl d e Ll postu r:l en p ie, pero que, a pesar del eSLOrbo de algún sOSltn humano 1 Comullicación pl"bCll lada aule el XYI Cong reso Illlcm acio ll il l de P~i coa ll:'l1 i\ is, e n Zu rich , el 17 dc j lllio de 1949. (8GI .....,. ..... EL UfAOIO DEL ESPEJO COMO FORM ADOR o ar t i ficia l (lo que solemos llamar unas andaderas) , supera en u n j ubiloso aje t reo las tra bas de ese apoyo para suspe nder su ac titud en una postura más o menos inclinada, y conseguir, par a fijarl o , un aspec to insta ntáneo de la imagen. Esta actividad conserva par a nosotros hasta la edad de d ieci och o me~;,es el sentido que le d amos -y que no es menos revela d or de U Il -d inamismo Ji b id ina l, hasta e nto nces p roblemá tico, que de u lla es tru ctura o n LO lógicCl de l mundo hum ano que se i nse rta en nuestras re Elex iones sobre'el conoci miento pa ra no ico. Hasta para e ll o com prender e l es tadlo del espejo co mO una idenl':¡I:cación en el ::,"Cntido pleno que el análisis da a este tér min o: a sa uer, la tra nsformac ión prod ucida en e l sujeto cua nd o asume un a image n, cuya prede~tinació n a es te efecto de fa se es tá su fic ienremen te indicada por e l uso, e n la teoría, del té r m in o anti guo ima.go . El hecho <.le qlte su imagen especular sea asumida jubi losa mente por e l ser ::,u m ido todavía en la impo tencia mo triz y la depend cneia de lit lacta ncia que es e l ho mbreci to en ese es tadio inJa71s, no\ p.uecer :'1 por lo ta nto que manifiesta, en u na situ ;:. ciún eje mplar, la ma triz simból ica en la que e l yo [fe ] se p reci pi la e n untl for ma p ri mord ial , antes el'e ohj et ivarse en la d ia léc tica de la íden t ifi caci6n' con el otro y antes de que el lenguaje le rC'itltu ya en lo un iversa l su fun ci6 n de suje to. E \l.íI forma por lo dem;b de bería más bien d esignarse como "n-icÜ:a.l , ~ !o. i q ui!-o iércllnos h ,'lcerb e ntr<lr e n un regist ro conoci do, en el ,...ent.ido <.le q ue ~ení ta mh ién el tronco de las identi fica cione., .,,>eeunclarias, cuyas funciones tI·e normalización libidinal reconocemos b¡l jO ese térm ino. Pero e l PUllto importan te es q ue es ta (arma si túa la in!> tancia de] yo~ a\l n desde a nte!> de su de t'e r minac iú n !o.ol: ia l, en una línea de ri cei!'H"} , irreducti b le pa ra siem pre po r el individuo solo; o m i" bie n , que sól o asi nlú t icame nte tocad -el deven ir de l sujeto, ella lquiera que sea el éxito de las ~ ínles i s di a!t(1 icas por med io ele la:-; cua les tiene que resolver en Cu,mto yo [je] ~JU di~eord a n ci a con respecto a ~ u pro pi:l rea !idad . E!> que la fo rma to lal de l cuerpo, g rítc ias a la cual e l suj e to s-e adehlll w en ,un c'ipejismo a la madu ración de su poder. no le es dada ... ino como Ces talt, es decir en una ex terioridad doncl"e sin ~ [1.:1C:1 0 se <l lcnd r:\ en lo succsivn a la Ir:Hlucción de Idealirh por moj idc(l~ cOIlU:pl H:1 li l.:índo lo de ¡¡cue rdo cnn _1I hi pal"li ción: /tIO; - yo como co m¡ll'!u.:c iólI imagi na ri a , je )'0 como posidoll s irnhó lica de l suje t? ....5] 88 EL ESfADIO DEL ESPEJO COMO FORMl\bOR duda esa forma es más constituyente que constituida, pero donde sobre todo le aparece en un relieve de estatura que la coagula y baj o una sim'etría que la invierte. en oposición a la turbulen cia de movimientos con que se experimenta a sí mismo animán dola. Así 'es ta Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como ligada a la especie. aunque su estilo motor sea todavía confundi bIe, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la pefma, nencia mental del )'0 [je] al mismo tiempo que prefigura su destinación 'enajenadora; es tá preñada todavía de las correspon. dencias que unen e l yo Ue] a la estatua en que el hombre se proyecta como a los fantasmas que le dominan, a l autómata, en fin , en el cual, en una telación ambigua, tiende a redon~ dearse el mundo de su fabr icación . Para las imagos, en efecto -respecto de la s cua les es nnestro privilegio el ver perfilarse, en nuestra experiencia cotidiana y en la penumbra de la eficacia simb6lica,J sus rostros velados-, la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, si hemos de dar crédito a la disposición en espejo que presenta en la alucinación y en el sueño la ¡mago del cuerpo pmpiQ, ya se trate de sus rasgos individuales. incluso de sus mutilaciones, o de sus proyecciones objetales, o si nos fijamos 'en el papel del aparato del espejo en las apariciones del doble en que se mani. fiestan realidades psíqui cas. por lo demás heterogéneas, Que una Gestalt sea capaz de efeclos formativos sobre el orga. nismo es cosa que puede atestiguarse por una experimen tación biológica, a su vez tan ajena a la idea de causalidad psíquica que no puede resolverse a formnlarla como tal. No por eso deja de reconocer que la maduración de la gónada en la paloma tiene por condiciÓn necesaria la vista de un congénere. sin que importe su sexo -y tan suficiente, que su efecto se obtiene po. nierrdo sol<lmente al alcan ce del individuo el campo de reflexión de un espejo, De igual manera, el paso, en la es tirpe, del grillo peregrino de la forma solitaria a la forma gregaria se obtiene exponj·endo al individuo, en cierto estadio, a la acciÓn excl usi. vamente visual de una image n similar, con tal de que eSlé ani. mada de movimientos de un estilo suficientemente cercano ,,1 de los que son propios de su especie. Hechos que se inscriben en un orden de iden tificación homeomórfica que quedaría en. sef. Clande Lévi·Strauss, "L·efficacité symbolique·', Revue d'Histoire des R eligilhlS, enero· marzo, 1949 (inclnido en A1Jtropofogia c:s lruclu1'o l, Buenos Aires, Eudeba, 1968 ("La eficacia si mból ica·'), pp. IG8. 185]. t:L ESTADIO UFl ESPt:JO COMO fORM!\DO k 89 vuelto en la cuestión del sentido (le la belleza como formativa y como eróg'ena . Pero los hechos del mimeLismo, concebidos como de identifi. c<tción heteromórfica, no 110S interesan mellosaquí, por cuanto plantean el problema de la significaci6n del espacio para 'el or~ ganismo vivo -y los con ceptos psicológicos no parecen más iro· propios para aportar alguna luz sobre es ta cuestión que los ri· dículos e:,[uerzos intentados con vistas él reducirlos a la ley prc. cendidamente suprema de la adaptación. Recordemos únicamen· te los rayos que hi zo fulgurar sobre el asunto el pensamiento (joven entonces y en reciente ruptura de las prescripciones socio· lógicas en que se había form ado) de un Roger Caillois, cuanllo hajo el lérmino de psicaJu'niu legendaria) sub~umía el mimetis mo morfológico en una obsesi(m del espacio en su efecto des· realizan te. También nosotros Iremos mostf;:tdo en la dialéclica socia l que estructura como para noico el conocimiento humano" la raz.Ón que lo hace m¡'¡s autónomo que el del animal con respecto al ca mpo de fuerzas del deseo, pero también que le determina en esa "poca realidad" que denuncia e n ella la insa tisfacci(m su· rrealista. ti Y estas renexiOlres nos incitan a reconocer en la ca p. taciÓn espac ial que manifies ta el estad io del espejo el efecto e n e l hombre, premanente incluso a esa dialéctica, de una insufi· ciencia org{m ica de su rea lidad natural, si es que atribuimos algún senlido al término " naturaleza". La fun ción del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la funci6n de la ¡mago, que es establecer una rel ación uel orga nismo con Sil rea lidad: o. cqmo S'e ha dicho. del Inncnwelt con el UmtIJelt. ' 1. --Pero esta relac ión con la n atu ralez~1' e~tá alterada en el h ombre . por cierta uehiscencia del organismo en su seno, por una Dis· cordia prímordial que traicionan los signos de malestar y la '\ incoord inación motriz de los meses neonat'lles. La noci6n obje· tiva del inacabamiento anatómico del sistema piramidal como de ciertas remanendas humorales uel organismo materno. con· \. firma este punto de vista que formulamos como el dato de una I verdadera pTematurac¡ón especifica del nacimiento en el hombre. I Señalemos de pasada que este dato es reconocido como tal por los embriólogos, bajo el término de feialiUlción, para deter· ~ cr. el! C1i le tomo pp. 104 Y 170. ~ [Almióll al texto de André Brcton, DiscOlIH JU1· l ~ pw de n!oli/(f. TSl http:rrealista.ti 91 90 EL ESTADIO DEL .f.SPFJO COMO FORMADOR minar la prevalencia de los aparatos llamados superiores del ncuroeje y especialmente ele ese córtex que las intervenciones pSlcoqUlrúrglcas nos llevad n a concebir como el espejo intra org,ínlco. Este de~(\rrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia la formación del individuo: el csladio del esjJcÍo es un drama cuyo empuje interno se preci pita de la in:.uficicncia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusicm ele la itl"entificación espacial, maquina la') fantasías que :le sucederán desde una imagen fragmeIltada del cuerpo 11 <1,':> La una forma que llamaremos orLopédica de su tota lidad -y a la armadura por fin asumida de una identidad ena j'enante, quc va (\ marcar con su estructura rígida tooo su desa n'ollo menlal. Así la ruplura del círculo del Innenwe1t al Um • ! wc!l eng·endra . . la cuadratura lIlaCTolable h de la::.' rea.)cveraClones '-----; del yo. ESle cuerpo Iragmentado, término que he hecho también a(ep tar en IlUC.C,tro ~i)tellla ele referencias te/>ricas, se muestra regu larmente en los ~ueíios, cuando 1<1 moción del análisis toca cierto nivel ele de~integT;¡ciún agresiva del individuo. Aparece ent.onces bajo la forllla de lllielllhro~ desunidos y de esos órganos figura_ dos ·en exmcopia, que adquieren ala::. y armas para las perseci..l ciones intestina::., los cuales fij('J para ::.iempre por la pintura el visionario Jedmlmo Bosc.o, en su ascensión durante el siglo de cimoquinto al cenit imaginario del hombre moderno. Pero esa forma se mu'C')tra tangible en el plano orgánico mismo, en b::. líneas ele fragilif(\(i('m que definen la anatomía fantasiosa, mani fiesta en 1m sÍntoIlw::, de escisión e::.quizoide o de espasmo, de la histeria. Correlativamente, la formación dd yo [jr] se simboliza onÍrj. camenle por un campo fortificado, o ha::'la un estadio, distrihu yendo de~de el ruedo interior ha::'la su recinto, lla.)ta su cont.orno de cascajos y pant,i1lO::', dos campos de lucha opue::.toc, donúe el sujeto s'e clnpecina en la bú::.queda del altivo y lejallo ca.':>tillo interior, cuya forma (a vece~ yuxtapue~til en el mi~lllo libreto) simboliza el ellu de manera ::.obrccogedora. Y parejamente, aquí en el plano mental, encontramos r'C(llizada~ e::.ta::. e.c,tructura:; de L'tbricl fortificada (uya met;Hora ~UJ ge e~pont<Í.neaJllClltc, y como brotada de joe, c,(llloma::. mic,l11os del sujeto, para dc':>ignar lo::. meClni.c,Jllo') de inversi/Jn, de ai':>lan)iento, de reduplicaci/HI, (le (tnu!a(i/m, de dec,pLI/allliento, de la nellro~is ob~esiva. Pero, de edificar ::.ohre estos únicos datos ::.ubjctivos, y por poco eL E.STADIO DEL f.SPEJO COMO FORMADOR qu'e los emancipemos de la condición de experiencia que hace que los recibamos ele una técnica de lenguaje, nuestras tenta tivas teóricas quedarían expuestas al reproche de proyectarse en lo impen3ab:e de un ':>ujet.o absoluto: por eso hemos buscado en la hipótesis aquí fundada sobre una concurrencia de datos objetivos la rejilla directriz ele un método de rr:dllccián silllb6l/ul. Éste in.)taura en la::. defensas del yo un orden g'enético que responde a los voto::. formulados por la señorita Anna Freud en la primera parle de ::.u gran obra, y sitúa (contra un prejuicio frecuentemente expre::.ado) la repre::.ión histérica y sus retornos en un e:;taclio m;Í5 arcaico que la inversión obse<¡iva y su<¡ pro ce::.os aislantes, y éstos a su vez como previos a la enajenad/m paranoica que data del viraje del yo [jc] especular al yo [jeJ social. Este momento en que termina el estadio del e::.pejo inaugura, por la identificaci()n con la ánago del semejante y el drt\llla de 1m celm primordiales (l.an acertadamente valoril.ado por la escuela de Charlotte Bühler en los hechos de lmnsilivis/JIo 111 F<lntil), la dialéctica que de::.de entonces liga <tI )'0 [je] con situa ciones ~ocialIllellle elahoradas. Es este momento el que hace vo1car~e de(ic,ivamente todo el s;¡b"er humano en la mediatización por el de::.eo del otro, constitu ye su~ objetos en una equivalencia abstracta por la rivalidad del otro, y hace del yo [¡"el ese aparato para el cual Lodo irnpul!io de los imtintos sed un peligro, aun cuando re::.pondi-ese a una maclur<lciún natural; pue::. la normaliLación misma de esa ma duración depende desde ese momento en el hombre de un expe diente cultural: como se ve en lo que respecta al obj·cto sexual en el complejo de Edipo. El término "narcj.)i~IllO prinnrio" con el que la doctrina de signa la carga libidinal propia de e)e momento, revela en su~ inventores, a la lul. de nuestra concepción, el m;'IS profundo sen timiento de la~ latencia'), de la .)ernAnticít. Pero ella ilumina también la opm¡ción dil¡;ÍLllica que trataron de definir de e':>a libido a la libido sexual, cuando invocaron in::.tintos de dec,truc ei/m, y hasta de muerte, para explicar la relación evidente de la libido narci<¡i::.ta con la función enajenadora del )'0 [jel, con la agre.c,ivi(bc1 Cjue s·e desprende de ella en tO(b relacic'm con el 'otro, aunque fuec,e la de la ayuda 11l;1<¡ ~amaritana. Es que tocaron e<¡a neg-atividad existenci,d, cuya realidad e<; tan vivaJllente promovida por la filmofía conternpodne;l del ser y de la nada. http:narci<�i::.ta 92 -FL, ESTI\OIO 1I1::L ESPEJO COMO YOItM¡\IXllt Pero esa 1dosofía no la aprehende desgraciadamente si no en los límites de una self·su fliciency de la conciencia, que, por estar inscrita en sus premisas, encadcna a los de:;conodmientos cons titutivos del yo la ilusión de a utonomía en que se confía . Juego ,del espírituque, por a limentarse singularmente de préstamos a la experiencia analí tica, cul mina en la pretensión de asegurar un psi<.oaná1isis existenciaL Al términ o de la empresa histórica de una sociedad por no reconocerse y¡l otra función sino utilitari a, y en la angus tia del individuo ante la forma concentracionaria del lazo social cuyo surgimiento parece recompensar ese esfuerzo, el existencialismo se juzga por las justificaciones que da de los ca llejones sin sa lida subje tivo~ que efectivamente resultan de e llo: una libertad que 110 ~e afirma nunca tan auténticamente como en tre los muro" de una cárcel. una exigencia de compromiso en la que se expre sa la impotencia de la pura conciencia para superar ninguna situaci(lI1, ulla idealización voyeurista-sádica de la relación se x ual , una personalidad que no se reali za sino e n el suicidio, una cOllcie ncia del otro que no se satisface si no por el asesina to hegeliano. A es to~ enun ciad o:, se opone tod a nuestra experiencia en la medida en que nos aparta de con cebi r el yo como cen trado so bre el úttema percepción-conciencia} como organizado por el . "principio de realidad" en que s'e formula el prejuicio cien tif is ta más opues to a la dia lécti ca del conocimiento -para indica r . nos que p"trtamos de la funci ón de descollocimierzto que lo ca racter ila en tod as las estructuras tan fu er temente articuladas por la se í10rita Anna Freud: pues si la Verneinu.ng representa su forma patente, latentes en su mayor parte quedarfm sus efec tos mientras no sean iluminados por alguna luz reflejada en el pl ano de fa ta lidad , donde se manifiesta el ello . Así se comprende esa inei'cia propia de las formaciones del yo Ue] en hlS que puede verse la de[inición más ex tensiva de la neurosi s: del mismo lnodo que la captación de l suj eto por la situación da la fórmula más ge1reral de la locura, de la que yace entre los muros de los man icomios como de la que ensordece la tierra C011 su son ido y su furia. Los sufrünientos de la neurosLs y de la psicosis son para nos otros la escuel a de las pasiones del alma, del mismo modo que el fiel de la balanza psicoana líti ca, cuando calcula mos la incli. nación de la amenaza sobre comunidades en teras, nos da el ín dice de amortizacic'm de las pasiones de la civitas. 9~ EL t.STADI O UFI ~ SI 'FJO COMO ...OIl.M .... OOR En ese punto de juntura de la natura lela con la cu ltura que la antropología de nuestros días escruta obstin ad amente, sólo el psicoanálisis reconoce ese nudo de servidumbre imaginaria que el a mor debe siempre volver a deshacer o cortar de tajo. Para tal obra, el sentimiento altruista es sin promesas p <'tr<t nosotros, que sacamos a luz la agresividad que subtiende la aC. ción del fil ilntropo, del idealista, del ped agogo, inclu so del reformador. En el recurso, (jue nosotros preservamos, del sujeLO a l suj eto, el psicoa nálisis puede acompañar al paciente h(lsta el límit e ex tático del "Tú eres eso") donde se le revela la cif ra de ~lLdes. tino morta l, pero ·no está en nuestro solo poder de practicantes eTc ontlucirlo hasta ese momento en que empieza el verdadero viaJe. http:Verneinu.ng
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