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Pero en esa crianza pueden darse graves deficiencias; o, lo que es mucho más común, puede ocurrir que su recepción se vea severamente bloqueada o deformada debido a la intervención de diversos factores. ~1 no recibir una crianza adecuag_!\,...O J~L~ h~cer uso suficiente de ella, el pequeño permanece en un ~llPO _ domi_paO'Oportarsensadunes:¡ o sufre una regresión hacia dicho estadQjl Por lo tanto;--er-aesarrollo emocional y. el cognitivo se ven detenidos o deteriorados. 5'uede ocurrir que en este estado de inanición persistan o vuelvan a establecerse los procesos au- tísticos primarios, los que se intensifican y se mantienen con rigi~ez. Se utilizará la expresión autismo patológico para describir ese estadó~ '; En consecuencia, se verá que la diferencia entr_e el autismo normal y et' pa- tológico es más de grado que de especie. ~odría decirse que el autismo normal es un estado de pre-pensamiento, en tanto que el autismo pato- lógico es un estado de anti-pensamientQI A medida que vayamos avanzando se diferenciarán diversos siste- mas de autismo patológico. Se analizará el síndrome de autismo infantil precoz en su relación con un sistema de autismo patológico, y la es- quizofreni4 infantil en su relación con otro. Este esquema de clasifi- cación, sobre la base del tipo de autismo manifestado por el niño, parece arrojar luz sobre las posibilidades y técnicas terapéuticas. En el siguiente capítulo se describirá un tipo primitivo de depre- sión, que será ilustrada por medio de material clínico. Dicha depresión detiene el desarrollo emocional y cognitivo normal. En el capítulo 111 se demostrará que el autismo patológico se desarrolla a los efectos de manejar ese estado de depresión, en referencia al cual se utilizará la expresión depresión psicótica, acuñada por Winnicott. · El capítulo final demostrará que la comprensión de ese tipo de depresión reviste importancia crucial en el campo de la psicoterapia aplicada a los niños psicóticos. ·' CAPITULO II DEPRESION PSICOTICA l . -",Lo que rara vez visualizam~s y difícilmente se dese~·~ en la bibliografía especializada, es el período de aflicción y duelo que, a mi entender, precede y preanuncia inevitable- mente la total ruptura psicótica con la realidad ... '' qL.. . Margaret Mahler, 1 l. El objeto del presente capítulo es describir en detalle, con la ayuda de material clínico, ese estado de "aflicción y duelo" al que Mahler hace referencia en la cita anterior. \Vinnicott lo ha denominado depre- ~'ión psicótica, diferenciándolo de la depresión rea~iva, que configura ,g. reacción consciente exteriorizada ante la pérdid~ de un ser amado. ~En relación con la depresión psicótica, dice Winnicótt ( 1958, pág. 222) : Por ejemplo, la pérdida puede ser de ciertos aspectos de la boca que desaparecen desde el punto de vista infantil, junto con la madre y el pecho, cuando se produce una separación en una época anterior al momento en que el bebé ha llegado a una etapa de su desarrollo emocional que pueda equipado · de manera adecuada para encarar esa pérdida. La misma pérdida de la madre pocos meses después entrañaría una sim- ple pérdida del objeto, sin ese elemento adicional de pérdida de parte del s-ujeto. ; (Bastardillas de Tustin). ( Í Otros estudiosos han d:cubierto que la depresión psicótica, a la \ que a veces se hace referencia como "depresión primigenia", configura J . el "punto en que se inicia la detención del desarrollo emocional" en ) \. los niños "atípicos'· ( psicóticos) ( Rank y Putnam, 1953). / · El material que presentamos a continuación corresponde a un ni!)o que, según el diagnóstico elaborado por un psiquiatra muy experimen- tado, padecia de auttsmo infantil precoz~ MATERIAL DEL CASO Los padres de Juan se mostraban preocupados porque el niño toda· vía no hablaba y porque parecía diferente y, en muchos aspeetos, má.s lento en su desarrollo que otro~> pequeños- de ~u edad. A hs dos años l 1 16 FRANCES TUSTIN y medio lo examinó un psiquiatra, quien temió la existencia de una deficiencia mental. No obstante, al examinárselo una vez más seis meses después, se descubrió que Juan había hecho ligeros progresos que permitían alentar cierta esperanza: ahora colocaba sus autitos de jugue- te en su posición normal. (Anteriormente los colocaba siempre vueltos hacia aniba, a los efectos de hacer girar· las ruedas). En base a esto Juan fue remitido a otro psiquiatra para obtener una segunda opinión; considerándose que un diagnóstico alternativo posible era el de autismo infantil precoz. El segundo psiquiatra remitió a Juan (por ese entonces de tres años y siete meses) a la autora, para realizar un tratamiento de psicoterapia intensiva, y adjuntó el siguiente informe: Casi desde su nacimiento se ha verificado en él una im- posibilidad de ir superando cada etapa en el proceso del desarrollo, como si se diera una renuencia a avanzar, un deseo de estancarse en cada una de ellas. Actualmente se ponen de manifiesto en el pequeño muchas de las actitudes que relacionamos con el autismo. Sus principales intereses pare- cen ser palpar distintas superficies aplicándoles golpecitos, o hacer girar objetos redondos. Lo fascinan las piezas mecáni- cas móviles, y siempre ha tenido gran habilidad para aprender a mover el cuerpo. Aunque se planta firmemente sobre sus pies, todavía no se alimenta por sí solo; y no porque no pueda hacerlo sino porque, aparentemente, no quiere. A esto ha- cía referencia cuando habié de estancarse en determinada etapa. En ciertas ocasiones se vislumbra en él un grado excesivo de ansiedad, y hay días en que se las pasa aullando a viva voz, pero este aspecto del problema es mucho menos evidente. No cuenta con un lenguaje que le resulte útil, y sólo se comunica de manera muy tentativa tratando de usar la mano de su interlocutor. No obstante, estoy convencido de que es capaz de establecer un tipo de contacto muy primitivo en este nivel, y que, por consiguiente, hay en él cier- tas bases que nos permitirían intentar una terapia. Lo que más me preocupa · es la posibilidad de que la determinante básica de todo esto sea cierto grado intrínseco de retardo mental. Sr informó sobre "una mala historia familiar del lado paterno". La única hermana del padre era una esquizofrénica que había sido interna- da, y había en la familia otros miembros psicóticos o con características cxc~ntricas. También se informó sobre la existencia de "tensiones tre- mendas" entre la madre del niño y una tía que había tenido casi exclu- sivamente a su cargo al padre durante su primera infancia y niñez. Juan era el primer bebé nacido del matrimonio. En cuanto a sus aspectos físicos, el embarazo y el nad.miento habían sido normales, pero la madre, oriunda de una remota aldea de Escoda, se había mostrado AUTISMO Y PSICOSIS IN.'ANTILES 17 intranquila por lo que a ella le parecian procedimjentosextraños de la maternidad inglesa. Asimismo, tenía la sensación de que las enfer- meras impedían que entre ella y el bebé se desarro1lara una relación satisfactoria de amamantamiento. Tenía leche abundante, y se mostró muy desilusionada al ver que no podría amamantar al bebé. Este pare- ce haber poseído una capacidad de succión muy deficiente, ·y -la madre informó que durante toda la semana siguiente al nacimiento no abrió Jos ojos. Cuando la madre y el pequeño abandonaron la clínica fueron a vivir con la tía paterna. Una vez más, la madre tuvo la sensación de que se le impedía entablar un contacto más estrecho con su bebé, esta vez debido a la interferencia de la tía. Durante los. primeros meses. de vida de aquél el padre trabajó en otra ciudad, período l,;urante el cual la madre se sintió insegura e infeliz; pero su depresión no llegó al extre- mo de haoor necesario su tratamiento. Cuando entrevisté a los padres, me informaron que Juan .no había sufrido ninguna experiencia traumática tal como la que puede provocar una separación o una enfermedad grave. No había dado mayores mues- tras de reaccionar ante el nacimiento de su hermanita, cuando él contaba un año y medio, y siempre había sido un bebé tranquilo. No pudieron proporcionar detalle alguno sobre el momento en que el bebé mantuvo erguida la cabeza por primera vez o se sentó en la cuna, pero en la esfera locomotriz su desarrollo parece haber sido perfectamente nor- mal. Comenzaron a preocuparse cuando el pequeño, con el correr del tiempo, no daba señas de aprender a hablar, y en razón de la naturaleza extraña de sus juegos. Se registraron en él movimientos de mano grotescos; por ejemplo, movía los dedos frente al rostro de manera muy curiosa, manteniéndolos tiesos. Nunca pudo lograrse que llevara un lápiz al papel. Ingería alimentos blandos, pero rechazaba cual- quier sustancia algo más dura. No había logrado controlar sus esfín- teres. Recibí la impresión de que la madre había tenido dificultades específicas con este aspecto del cuidado del niño. Al recordar su pro- pia infancia, durante la cual había experimentado una sensación de C'ar~ncia, al vivir casi todos esos años lejos del hogar, en una institu- ción, tras la muerte del padre, la mujer habló de su impaciencia por haber sido niña y sus deseos de convertirse en un ser adulto. El psiquiatra que me remitiem al niño dio a Jos padres apoy() in- termitente aunque sumamente valioso a lo largo de todo el tratamient() de Juan. Y por cierto que necesitaban de ese apoyo, porque cuand() la "situación sostenida,. del tratamiento (Winnicott, 1958, pág. 268} se que- bró en varias ocasiones lamentables, Juan tuvo par()x:ismos de aullidos y dificultades para dormir que a los padres les resultaron muy difíciles de soportar. Estos eran gente sensible e inteligente, y diee mucho en ,;u favor el hecho de que siguieran prestando su apoyo al tratarnient() en todas esas oportunidades, y llevaran a fuan al consultan() con toCbl regularidad. En caso contrario O() podrían haberse logrado los resul· tados relativamente satisfactorios registrados a] presente. 18 FRANCES TUSTIN El cw·so del tratamiento Juan tenía tres años y siete meses cuando inició el tratamiento. Al principio venía sólo una vez por semana, luego tres veces, y por fin cinco veces a la semana. Durante su primera visita se mostró totalmente inexpresivo, y plsÓ a mi lado como"si yo no existiera. El único momento en que ello no ocurrió fue en el consultorio, cuando me tiró de la mano en dirección al trompo "silbador" que yo estaba haciendo girar ante sus ojos. Entonces se sonrojó vivamente y se inclinó hacia adelante, para ver cómo da-ba vueltas. Al hacerlo, hizo rotar el pene en sus pan- talones, mientras con la otra mano jugueteaba en torno a su boca ha- ciendo movimientos circulares. Todo esto me dio a entender que dife- renciaba escasamente entre los movimientos del trompo y los de su propio cuerpc,>. De él emanaba una suerte de excitación apasionada y sensual. Ello me convenció de la importancia de mantener el contexto analítico y el procedimiento interpretativo si es que deseaba distinguir- me gradualmente de lo que no eran sino ilusiones primitivas del niño, y llevar a cabo mi labor como terapeuta ayudándolo a aceptar los sen- timientos generados por su desilusión. A partir de ese momento comencé a complacerlo sqlo en un grado mínimo en relación con las acciones que me presionaba a ejecutar. Hice· interpretaciones simples, entre- mezcladas con las pocas palabras que, según sus padres, el pequeño podía comprender. Estas eran: "Juan, mamá, papá, Nina ·(la hermana), pipí, bebé, bacinilla, girar, girando". Repetí las interpretaciones con algunas variantes, y, ocasionalmente, me valí de acciones que suplemen- taran su significado (aunque las reduje al mínimo cuando me di cuenta de que el pequeño las interpretaba como un intento de seducción o una amenaza de mi parte) . Los siguientes són extractos de notas detalladas que ilustran su respuesta a las interpretaciones. La primera sesión registrada tuvo lugar después del feriado de Navidad. (El pequeño comenzó su tra- tamiento en noviembre de 1951.) Juan no usaba ningún pronombre, y ello, unido al vocabulario utilizado, hace que las interpretaciones sue- nen algo engorrosas. Asimismo, como bien lo saben todos los terapeu- tas, la palabra escrita, por vívida que sea, a menudo dista de expresar cabalmente la experiencia de comunicación lograda en el curso de la sesión. Cabe advertir, por otra parte, que las sesiones tuvieron lugar ap.tes de que llegara a mi con~imiento el trabajo de Mahler sobre el "objeto amoroso simbiótico" ( 1961) o el de Winnicott sobre la "depresión psi- cótica" (1958). En consecuencia, no impuse al niño un esquema previo de comprensión elaborado por otros. Tal como yo lo experimenté, el esquema pareció fluir libremente junto con Juan, aflorando a la super- ficie cuando creía haber comprendido lo suficiente acerca de. algún problema como para arriesgar una interpretación. A lo largo de mi ca- pacitación había aprendido a trabajar de acuerdo con los lineamientos AUTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 19 kleinianos, y quienes están familiarizados con la obra de Melanie Klein se darán cuenta de que la comprensión implicada por las interpreta- ciones no constituye parte de las formulaciones de esa autora/ s1 bien no es incompatible con ellas. Cuando leí un breve trabajo básado en estas sesiones terapéuticas durante el Sexto Congreso Internacional de Psicoterapia reunido en 1964, los colegas me llamaron la atención t>n relación con los trabajos de Mahler y Winnicott. Ambos investiga- dores habían aplicado un método terapéutico que difería hasta cierto pun~o del ·utilizado por mí. Cabe señalar que ellos se vieron enfren- tados a los mismos fenómenos que yo. Las sesiones con Juan, por otra parte, me permitieron describirlos más detalladamente que en otros trabajos. (Posteriormente he llegado a enterarme de que algunos ana- listas jungianos han denominado al problema "lugar de la herida crítica" o "herida nuclear". Balint emplea la expresión "falla básica" y Bion habla de "catástrofe psicológica"). Viernes 10 de enero de 1952 (Sesión 9) . (En esta etapa del tratamiento Juan venía al consultorio tres veces por semana. La sesión registrada fue la última de esa semana.) Transcrib:> literalmente mis notas: Como lo hiciera siempre a partir de la segunda sesión, comenzó a jugar con el trompo silbador. Sobre la base de material previamente obtenido. así C'vmo por la modalidad que adquiriera el juego del niño en el curso de esta sesión, interpreté que usaba la mano para hacer girar el trompo de • Tustin en forma que le permitiera sentir que Juan era Tus- tin y Tustin era Juan. Entonces podía sentir que estábamos siempre juntos. A continuación tomó la muñeca-"mamá" y manipuló la c•.1enta que le unía la cartera a la mano ejecutando el mismo tipo de movimiento circular que había empleado para mani-pular su pene en el incidente con el trompo silbador. Después de palpar la muñeca dándole ligeros golpecitos, la arroj6 al suelo, diciendo con toda claridad: "se fue". (Estas eran las primeras palabras que le habían oído pronunciar na el hogar, y que le oí decir yo). · (Interpreté que Juan hada girar la cuenta de la muñ~a como si se tratara de su pipí, albergando la 5ensación de que podía procede!' de inmediato a explorar en el interior de la carterita; pero luego sintió que la muñeca "'se había ido"). Inmediatamente después romó en sus manos la· muñeca- "hija", la dio vuelta una y otra vez, e hizo rechinar ¡;us dientes; con fuerza. (lnterpret~ que Juan e¡;taba girando en dirección a la cartera de la muñeca."'mamá" pa1a. morder a la '"hijita"'; ~ro ~ 20 FRANCES TUSTIN entonces sintió que mediante sus acciones había hecho que tanto la pequeña como la mamita "se fueran"). Tomó entonces la muñeca bebita y la colocó en la cuna, a la que dio vuelta, de manera que la beba se cayó al suelo. (Interpreté que los movimientos giratorios en la cartera de la mamá de Tustin trastornaban a los bebés, porque él quería ser su único bebé). A continuación colocó el trompo dentro de la valija de sus juguetes, presionando la punta contra un trozo de plas- tilina blanda que había al fondo. En determinado momento tocó la muñeca-bebé y dijo "bebé" o "pipí" (no sé cual de las dos palabras) . (Interpreté que Juan sentía que sus movimientos girato- rios hacían blanda a la madre, y ésta lo dejaba girar en su interior para hacer que se fueran sus bebés; pero de esa ma- nera también se iba la madre.) (En el curso del estudio de todo este material me des- cubrí dejando volar mis pensamientos hasta tal punto que co- rrí peligro de acceder a algún pedido no formulado verbal- mente del pequeúo, y de esa manera, de conducirme. como si fuera parte de su cuerpo o un juguete, en vez de un ser pen- sante y maduro que tratara de ayudarlo a· aceptar sus sen- timientos. Otros investigadores descubrieron que no se trata de un hecho inusitado en el curso del tratamiento de niños tan "atmosféricos". Posteriormente me resultó útil proporcio- nar al pequeño la explicación de que sentía que haciendo movimientos giratorios dentro de mi cabeza lograría hacer que se "fueran" los niños que pululaban en mi cerebro, de manera de poder sentir que conmigo podía salirse con la suya.) En el material que antecede vemos aflorar la desilusión del niño cuando toma conciencia de que yo también puedo "irme", tanto en el sentido de no prestarle atención como en el sentido real de una se- paración física. Esto significa que no estoy bajo su control. Cuatro semanas después el tema fue desarrollado ulteriormente, al pronunciar el pequeño otras dos palabras. Una vez más, ello ocurrió en el curso de la última sesión semanal. Viernes, 9 de febrero de 1952 (Sesión 23). Juan y su madre tocaron el timbre varias veces antes de que me fuera posible llegarme hasta la puerta y abrirles. Parados en el umbral, ~e los veía fríos, helados. El pequeño había dejado de sacudir el buzón; en ocasiones anteriores tuve la impresión de que . creía poder controlarme y llevarme a la puerta haciendo eso. En tono lastimero repitió la pa· labra "sucia", que había pronunciado su madre después de AUTISMO Y PSIGOSlS lNI<'ANTILES 21 mirnrle una oreja. Ya en ·el consultorio, trató de haeer girar el trompo sobre la muUK!a alfombra. Pero el trowpo no gi- raba. Tomando con violencia mi mano en la suya, trató de usarla como apéndice de ésta para lograr sv ;:-"' 1~Ó~1to. Pero no lo logró. Salivando lleno de furia y respirando co"l fuerza, arrojó hacia el techo el ofensivo trompo. Faltó poco rara que se estrellara contra la lamparita eléctrica. El trompo cayó al ·piso con un crujido, y se rompió en dos. Lo que había en su interior saltó afuera. Impresionado, el niño se acercó y dijo: "¡Roto!" y "¡Caramba!"; como con pena. Se pasó el resto de la sesión tratando inútilmente de arreglarlo. Parecía que la de- primente realidad estaba penetrando las barreras del autismo. A continuación siguió un período muy confuso en el análisis (fe- brero-abril de 1952). En su transcurso, hubo intentos por moldear a la gente y las cosas en oposición a su naturaleza real, tal como ocurriera en el caso del incidente con el trompo gimtorio. Los juguetes, y yo misma, parecíamos ser manipulados como si fuéramos los excrementos del niño, o partes de su propio cuerpo. Por ese entonces aquél se pasaba la mayor parte de las sesiones tirado en el diván, jugando con su pene y con sus propias heces, y de vez en cuando con trozos de plastilina que no pareCÍH casi diferenciar de las heces. Además, se hurgaba la nariz con los dedos y lanzaba escupitajos. Esto cesó después de las tres semanas de vacaciones de Pascua (abril 1952). Fue la segunda interrupción prolongada del tratamiento. Entonces el niño desarrolló el hábito obsesivo de darle golpecitos a un botón sobre un almohadón y decir "¡Papá! ¡Papá!" (Por ese en- totlCes ·su padre estaba lejos del hogar). Esto, y el juguete al que !lamaba "El ómnibus rojo de papá", desempeñaron un rol de impor- tancia en el análisis llevado a cabo durante ese período. Se sucedían las pataletas cuando el pequeño se daba cuenta de que esos elementos no eran parte de él, por lo que no siempre haCían su voluntad. En- tonces decía "¡Roto! ¡Se fue! ¡Car.ambal" en tono muy dolorido (mayo- junio 1952). Por primera vez utilizó el pronombre personal cuando, en medio de una de esas rabietas, rompió el "'ómnibus rojo de papá". Entonces dijo: "¡Yo lo arreglo! ¡Yo lo arreglo!" (Sesión 118). Lunes 26 de n()ciembr'e ( Sesión 130). Un día, tras producirse algunos cambios en la manera en que habitualmente se llevaba al niño al consultorio, éste se mostró acongojado cuando el padre por poco pierde el equi- libro sobre el escaloncito de entrada, al decirle a Juan adiós con la ·mano dejandolo en el -consultorio. En el curso de esa sesión el pequeño, aparen-temente, tratÓ· de Jemostrar que los movimientos de su propdo cuer[J() podían mante11er "j"o al padre. (Por ejemplo, saltaba sobre el diván diciendo: •• ¡Pa- 22 ._~_ FRANCES TUSTIN pito arreglado! ¡Papito arreglado!") Al final de la sesión,- cuando descubrió que era su madre, y no su padre, quien 1o había venido a buscar, aulló: "¡Papitol ¡Papito se fue! ¡Pa- pito roto!" Tras este hecho ocurrió un incidente nocturno en que el pequeño se puso a gritar en un verdadero paroxismo, diciendo cosas tales como: "¡No lo quiero! ¡Se cayó! ¡El botón rotal ¡Que no muerda! ¡Que no se golpee!" Aunque algo tardíamente, me di cuenta de que esos gritos nocturncs más propios de una pesadilla que de otra cosa expresa-ban ciertos tipos de ansiedad infantil que habían estado activos en relación con el pa- dre, "el "ómnibus rojo de papá" y el botón sobre el almohadón, elemen- tos todos ellos que parecían equipararse. Pero ante muestras de ansiedad tan difusa no pude, por ese entonces, entender lo que ocurría en medida suficiente como para ayudarlo a manejarla. A continuación transcribiremos en detalle el informe sobre una se- sión que tuvo lugar quince meses después de iniciado el tratamiento. En el curso de esa sesión, distintos tipos de ansiedad que se habían preanunciado en sesiones anteriores salieron a relucir todos juntos y fueron manifestados con mayor claridad por medio de palabras y ju- guetes. Las personas eran ahora identificadas en su calidad de tales, y las palabras no se entremezclaban tanto con los objetos materiales. El autismo, por lo tanto, había disminuido. 2.5 de enero de 1953 ( Sesión 153) . (Antes de registrar lo ocurrido en el curso de esta se- sión cabe advertir que en el mes de diciembre Juan había visto cómo un bebé era amamantado por la madre, y había demostrado gran interés por lo que ocurría. Yo no utilicé nunca la palabra "pecho", e ignoraba si el pequeño la cono- cía. Surgió espontáneamente como parte del material pro-ducido por el niño.) Con gran cuidado dispuso cuatro lápices de colores en fqrma de cruz y dijo: "¡Pecho!" Tocándose su propia boca, agregó: "¡Botón en el mediof' (Interpreté lo ocurrido como deseo de Juan bebé de ha- cer.se un seno para sí, a partir de su propio cuerpo.) Entonces agregó varios lápices más de manera rápida y descuidada, ha·ciendo más grande la cruz desvencijada. Al hacerlo exclamó: "¡Hacer un pecho más grande! ¡Hacer un pecho más· grande!" (Interpreté lo ocurrido en función del deseo de Juan bebé de tener un seno más grande de lo que en realidad podía darse.) Lleno de furia le asestó un golpe a los lápices, que se desparramaron sin orden ni concierto sobre la mesa. Dijo: "¡Pecho rotal". AVTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 23 (Interpreté la ira del bebé como generada por el hecho de que no pudiera tener un seno tan grande como hubiera deseado.) Dijo: "¡Lo arreglo! ¡Lo arreglo! ¡El agujero se fue! ¡EJ. botón encima! ¡El agujero se fue! ¡Botón encima!". (Lo interpreté como el deseo del bebé de tener un seoo que pudiera hacer o romper a voluntad.) Una vez más volvió a desparramar de un golpe todos los lápices sobre la mesa, y dijo: ··¡Roto!" Entonces abrió y cerró una caja de madera dando golpes que partían los tfmpanos. (Interpreté la ira del bebé como generada por el ·hecho de que no podía tener un seno con el que pudiera hacer cuanto le viniera en gana.) Volvió a decir ··roto" y marchó en dirección al paragü~ ro situado en el consultorio; puso la mano en la cavidad en sombras, para guantes, se estremeció, y anunció: "¡Pecho malo! ¡Botón se fue!". (Interpreté que la ira generada por el hecho de que d seno no le dejaba hacer cuanto le viniera en gana con él, le hacía sentír que había hecho un pecho que no valía nada, con un agujero en vez de botón.) Se dirigió al estuche, y sacó un pedazo de cartón gris sucio y el cocodrilo. (El cocodrilo estaba asociado con heces duras que parecían morderle ·la cola.) ·Los colocó en la caja que antes cerrara con un fuerte golpe. Señaló la cinta adhe- siva en los bordes del cartón y dijo: "¡Helado! ¡Helado!". Luego agregó: "¡Pecho malo! ¡!Botón rotal" Deslizó el coco- drilo en torno al cartón, como si estuviese patinando sobre el hielo, y el rostro se le puso frío y pálido. (Interpreté sus emociones en el sentido de que al rom- per el seno había hecho un pecho de hielo malo, que no le servía de consuelo alguno cuando estaba solo). (Quería sentir que tenía el botón en el ojal. ) Ahora que la transferencia infantil quedó perfectamente estable- cida y los distintos tipos de ansiedad se vieron "contenidos" en el aná- lisis, la conducta del niño en el mundo externo mejoró notablemente. Se mostró dispuesto a someterse a análisis y efe-c-tu6 grandes progreso¡; a pesar de las enfermeda-des de la familia, los cambios intl'oducidos en la manera de traerlo al consultorio, y la situación de duelo sufrida en el s.eno de la familia. Comenzó a admitir su situación de dependencia. y desamparo, y en relación con las cosas que estaban fuera de su poder dio en decir: "¡No puedo hacerJol ¡Por favor ayúdemel'" El ritmD de s11 progreso se mantuvo mientras la madre y la hermanita rnenor fuei'On de viaje a] extranjero, periodo duran:te el cual el pequeiío qued6 al "~~ 24 FRANCES TIJSTIN cuidado de su padre. Entonces se produjo una lamentable ruptura en la "situaCión sostenida". Viernes 5 de abril de 1953 (Sesión 194) ~·. · .. ~ -... . ; . · . . ·' s '-~~/~f; ,: ''-¡ .. : ,.i '" .: t l · ~· .·- .. :-. ~ . ......... , , ,~ 1 ' •• :' ¡· ...... . .., ', \ w, Le señalé, por medio de un diagrama, cuál era el día en que retomaría el análisis, tras las dos semanas de vacaciones de Pascua. Circunstancias de familia impedían al padre traerlo al consultorio hasta una semana después. Por aña- didura, había quedado con sus abuelos durante una semana. A su regreso me sentí espantada. El pequeño, helado, parecía traumatizado. Caminaba con paso mecánico, tieso. Apenas si podía balbucear alguna palabra. Se hallaba, verdadera- mente, en las garras de un "pecho malo, helado". Esto no brindaba ningún consuelo al "pobrecito Juan, el bebito que dejaron solo en una isla" (como él mismo manifestara pos- teriormente) . A medida que cedían las tensiones corporales, los gritos nocturnos se convirtieron en hecho tan cotidiano que el psi- quiatra que me había remitido al pequeño prescribió un somnífero. A los gritos, en un verdadero paroxismo, el niño tenía alucinaciones en las que veía pájaros por todo el dor- mitorio, y repetía algunas de las frases que había proferido durante su primer ataque. Los pájaros amenazaban con picarlo y le causaban profundo terror. No obstante, gradualmente comenzó a llevar una vez más su ansiedad infantil al contexto del análisis. Nuevamente procedió a establecer las diferenciaciones que había estado haciendo desde que por primera vez exclamara: "¡Se fue!". Comenzó a entablar una relación más real con el padre, no tanto ya en función de un "objeto"' que podía romperse, como un botón. Aceptó el hecho de que el espacio y el tiempo lo separaban de mí. Clasificó las experiencias en categorías tales-como "lindas" y "feas", y a la gente en "mala .. o "sen- sata" según hicieran o no lo que él deseaba. Se produjo una diferenciación transitoria entre la realidad y la fantas]a. A ve-ces decía: "Es un cuento" o "No es verdad". Me refirió n:aás detalladamente los terrores ilusorios que habían dado origen a las enigmáticas frases pronunciada~> en medio de sus ataques nocturnos de gritos. (Ni él ni ~o desechamos la verdad psíquk:l; simplemente estábamos tratando de resta- blecer el mun,·l,> del sentido común.) ..._ Comenzó a asociar el uso defectuoso de los objetos con el hecho de que estuvieran rotos . En relación con el trompo. manifestó: "¡Está rotal ¡Los trompos no caen sobre la al- fombra!". Hacia el final de las sesiones a veces me daba a entender que, a su modo de ver, yo lo cejaba porque le faltaba A1.JTISMO Y PSICOSIS JNFANTlLES 25 alguna de sus partes o porque era un .. -cabrito maloliente'". A veces fingía hacer trizas la "'hediondez" (palabra que utilizara. en relación eon las heces duras que le lastimaban el ano- el cocodrilo del material anterior) y ·dejarlas caer sobie la pe· chera de m] vestido. A veces se liberaba de su prop-io Sentido de estupidez diciéndole "'tonto"' y "malo" al padre, y asignando a su hermana Nina y a mí misma todas las experiencias desa- gradables que él no quería padecer. De esa manera dio rienda suelta, claramente, a su fanta~ía de romper partes de su propio cuerpo, arrojándolas a otras pers'onas. Martes 28 de enero de 1954 (Sesión 360) La. relación existente entre esta fantasía y sus experien- cias infantiles, y el efecto que ejercieran sobre su mundo interno, fueron una vez más ejemplificados por medio del juego con lápices de colores, que dispuso de manera tal de hacer un seno. (Esta era la primera vez que lo hacía desde la ocasión anterior, ocho meses atrás, antes de la lamenta- ble experiencia de separación). Señaló los lápices cuida- dosamente dispuestos y dijo: ··¡Pecho!". Entonces, tocándose la boca, agregó. "¡Botón en el medio!". Luego, colocando un láp1z en el medio, anunció: "¡Cohete!". Llamaba al todo "Pecho de fuegos artificiales". De esa manera lo relacio- naba con el dibujo de un objeto en forma de cúpula y con una "hediondez" marrón y roja que le salía por arriba, figura a la que luego dio en denominar "Fuegos de artificio". (Había sido dibufa·da después de una de sus pataletas, cuando yo no le dejé usar mi mano como si- fuera la suya propia. ) Agarrándose la boca como si estuviera herido, dijo: "¡Pincho en la boca!". Y luego : "¡Se cae!". . . "¡Botones ro- tos!" .. . "¡Feo agujero negro en mi bocal". Luego, en tono alarmado, preguntó, sosteniéndose el peqe: "¿,Pipí todavía aquí?", como si pudiera no estado. Miércoles 29 de enero de 1954 (Sesión 361) ,. "' ...;.;...-----~- 26 l'"RANCES TUSTIN fantasías previas hicieron su aparición todas juntas, en el curso de una·. misma sesión. Jueves 6 de febrero de 1954 (Sesión 367) Cuando abrí la puerta vi que gritaba como enloquecido; al caerse y golpearse la cabeza le había dado una pataleta. No había signos de herida, pero parecía sacudido por el pánico y lleno de furia. Cuando dejó de gritar lo llevé al consultorio. Sin sacar nada del estuche de los juguetes, se dirigió directamente a. la mesa, para hablarme. Dijo: "¡El botórt rojo se fue! ¡Se cayó y se hizo un chichón!". Se señaló entonces ambos hombros con un movimiento semi- circular y dijo: "Tengo una buena cabeza sobre los hombros. No se me puede caer. Me crece sobre los hombros". Luego agregó: "Fue la vereda mala, me golpeó". (Dije que me parecía que estaba tratando de referirme el temor que había experimentado cuando se cayera frente a la puerta.) Tocán- dose la boca, manifestó: "Nina tiene un agujero negro. Tiene un pincho en la boca. ¡Botón roto! ¡Feo agujero negro!". (Debería de haber interpretado, en ese momento, que se trataba de sus propias experiencias desagradables, d~ las que intentaba deshacerse atribuyéndolas a Nina; pero se me pasó.) Luego tomó el · tractor de plástico, un juguete al que había atacado sin remordimiento alguno. Tocó el eje de plástico, que en realidad no era muy agudo; pero, no obs- tante, se estremeció vivamente y dijo: "Tractor malo, duro, pincha". Le lanzó un escupitajo como si se tratara de algo repugnante. Comenzó entonc.:·es a retorcerse, y dio fuertes gritos. (Me reproché a mí misma por no haber intentado expresar sus sentimientos por medio de palabras, con lo cual posiblemente le hubiera ahorrado la necesidad de tener que darles expresión por medio de una acción violenta.) Mucho me temía que se cayera de la silla, de manera que, desviándome de mi procedimiento analítico estricto, lo puse sobre mis rodillas y comencé a interpretar lo que decía entre gritos. Las interpretaciones hacían referencia al hecho de que el botón era parte de su boca y a los sentimientos des- tructivos que comenzó a albergar cuando descubrió que no era así. Sintió entonces que en lugar de un lindo botón ' tenía un agujero negro y un pincho muy feo. Y que escupía cosas horribles en la muñeca-beba que, a su entender, le había quitado el botón. Pero entonces tuvo la sensación de que ésta trataba de devolverle los escupitajos, y su fea boca se asemejaba a un montón de aves en vuelo. (Hemos obte- nido material en el cual equiparaba a los pájaros en vuelo .At.n'ISMO Y PSICOSIS INFANTILES 27 con bocas.) Sin el bot6n sentía que podían herirlo. Tenía miedo de perder la cabeza o el pene, de la misma manera en que creyó haber perdido el bot6n. Durante las dos sesiones siguientes tuvo miedo de determinados objetos que había en el consultorio; uno era la oscura cavidad de los guantes; otro, una cañería colocada cerca del cielo raso, cuya forma re- cordaba a la de un pene; y un tercero era el "balde de agua sucia ... Pero al cabo de esas sesiones ya no hubo gritos nocturnos. (Se oyeron una vez más tras unas vacaciones particularmente inquietantes, cuando se discutía el problema de terminar el tratamiento). Las alucinaciones desaparecieron y por lo que sé, desde entonces no volvieron a afligirlo. El tratamiento concluy6 cuando Juan contaba seis años y cinco meses, más temprano y de modo más abrupto de lo que- me hubiera agradado; pero los padres del niño insistían en ponerle fin, particlilar- mente en razón de que la necesidad de la psicoterapia ya no era tan obvia. Juan asistía a una escuela para niños normales, en la cual se informó que no difería marcadamente de otros pequeños. Estaba ha- ciéndose de amigos, disfrutaba de su vida en la escuela y aprendía con avidez. Su vocabulario era considerable~ente más am¡:lio' que el de la mayoría de los niños de su edad, pero esto no es de sorprender, por cuanto los padres eran ambos muy inteligentes. Seguía siendo bastante "remilgado" en lo que a alimentos respecta. Cuando se veía sometido a tensiones tendía a tartamudear y tenía difi- cultades para dormir. Los síntomas restantes me inducían a continuar el tratamiento pero, como existían signo-s indicadores de que estaba en- trando en un período de latencia, y como era mi impresión que sus padres esta han sumamente deseosos de tener a Juan para sí, di mi con- formidad en relación con la finalización del tratamiento, con la adver- tencia de que tal vez sería aconsejable suministrarle ayuda adicio!lal llegado el período de la adolescencia. ANALISIS [,a experiencia del sufrimiento en Juan Las descripciones de un ~iño tan ¡:¡eqi.Ieño probablemente nBs llevan tan cerca como podamos estar de las experiencias cruciales 0011rridas antes de que supiera expresarse por medio de palabras o pensamientos. La esencia misma de la situación que provocaba su dolor fue expresada de manera cabal por las primeras palabras que el .pequeño pronuncilli'a: "¡Se fue!", ""¡Roto!" y .. ¡Caramba! ... Dicllas e"clamaciones parecían evo- car momentos de su infanc_ia en que la pérdida y destrucción del .. bo- tón" había dejado un .. agujero negr<> con un pincho muy feo". G<Jn esas palabras enunció fuan su e"periencia intolerable y no fonnulllcla antes, respecto de la cual su retraimie!lto autis:ta. ha"bía seiVido eomo barrera de protección. Ahora era capa% de compe11etrarse ele la e~- ..... 28 FRANCES TUSTIN riencia en medida suficiente como para hacer que yo misma me rom- penetran: de ella. Al expresarse la persona en un nivel preverbal resulta difícil emplear palabras p¡1ra analizar una situación; y parece apropiado, a tales efectos, el uso de uri lenguaje más evocativo que teórico. Recordemos las dos sesiones en que el pequeño representó el seno materno por medio de lápices de colores (sesiones 153 y 360); se verá, entonces, que el "pecho malo" con el agujero se convierte en el "pecho de fuegos de artificio" con los cohetes "hediondos" que allí plantaa el propio niño. E.stos estaban asociados con sus descargas explosivas, por medio de rabietas o "pataletas". En la sesión 360 se ilustra cabalmente h1 confusión existente entre el seno materno y las partes del propio cuer- po infantil. En el curso de esas dos sesiones, así como en la sesión 367, ~.e incurrió en la fantasía (la que a veces di en interpretar como aluci- uación) de lanzar en una explosión de saliva y ·heces el "botón" que no se dejaba moldear por el niño ni permanecía en su boca. A semejanza del trompo silbador, es arrojado lejos en un paroxismo de terror y rabia, porque no hace la voluntad del pequeño. En la sesión 367 se ilustra una vez más la relación existente entre su propia imag,en corporal y su representación de un seno femenino. Fue al comienzo de esa sesión que la verdad "mala" escapó a su con- twl y lo golpeó. En el curso de dicha sesión resultó evidente que el niño había creído perder una . parte de su cuerpo. En su congoja, no sabía a ciencia cierta cuál parte del cuerpo se le había "ido". ¿Era la cabeza? ¿El pene? ¿O ese "botón" todopoderoso? ¿Había explotado y sido arrojado de su cuerpo en el estallido que le permitió "descargarse"? Mi impresión (que no podía compartir con nadie por falta de pruebas) era que el pequeño experimentaba sus gritos como si fuesen objetos sólidos y punzantes, emitidos por su boca, ese agujero negro y redondo. (En el curso de sesiones posteriores, que aquí no reproducimos, el pequeño me explicó que siempre evitaba mirar a la gente a los ojos "debido al agujero negro que tenían en el medio". A medida que su ansiedad al respecto comenzó a ser elaborada en el curso del análisis, empezó a mirar el rostro de la gente de la_misma manera que lo hace todo ;¡iño normal.) . El material presentad6 en este capítulo permite implicar que las sensaciones anales experimentadas se extienden a la experiencia oral primaria que parece afectar todo orificio de su cuerpo. Este, plagadode puntos sensibles, parecía enfrentar un mundo ext{lrior ·neno de ne- gros agujeros amenazantes. Por medio de una identificación llena de empatía logré, aparentemente, captar los dramas elementales y sin pa- labras derivados de las sensaciones experimentadas por su propio cuer- po, siendo el "botón" producto de dichas sensaciones corporales. El "botón" El "botón", cuya pérdida provoca dolor, parece ser una ilusión om- nipr•<-.. ·1te surgida de la confusión existente entre madre y bebé en AUDSMO Y PSICOSIS INFANTILES 29 función de partes y sustancias del cuerpo que guardan cierta similitud con el pezón. En su manera inimitable, Winnicott ( 1958, pág. 2-39) enuncia del siguiente modo dicha situación, difícil de expresar con palabras: "Psicológicamente, el bebé toma algo de un seno que es parte de sí mismo, y la madre da su leche a un bebé que es parte de ella misma. En la esfera de la psicología, la idea del intercambio se basa en una ilusión". En lenguaje teórico, el "botón" parece ser cabalmente descripto por el concepto de Mahler del "objeto amoroso simbiótico". Mahler postula la "simbiosis madre-bebé" como condición de la primera infancia. Al referirse a la fase de "separación-individuación" durante la cual, en pa- labras de la autora,. "el niño rompe el cascarón simbiótico", Mahler se explaya sobre el "dolor" del bebé ante la pérdida de lo que da en deno- minar "objeto amoroso simbiótico". Define dicho objeto como "fusión del sí mismo y las representaciones objetales", y escribe ( 1961, pág. 341): . .. la representación mental del objeto simbiótico se halla fi- jada de manera sumamente rígida y permanente a la repre- sentación primitiva del sí mismo. Cuando, en el curso del proceso de maduración, el yo se ve enfrentado con el hecho incontrovertible de la separación, las representacio- nes simbióticas fusionadas de sí mismo y objeto no dan lugar a un progreso en pos de la individuación. Observamos entonces reacciones de ira y pánico ... Parece factible que la ilusión alentada por Juan en relación con el "botón", que surge en una etapa en que las partes del cuerpo se ha- llaban escasamente diferenciadas, sería elaborada y mantenida por sen- saciones derivadas de objetos en forma de pezón en su boca y otros "orificios" del cuerpo. Las manos y la boca podrían sentir objetos no corporales que guardaran semejanza con el pezón; la lengua, la saliva, los labios, las heces, las mucosas y el acto de succionarse los dedos podrían, todos ellos, suministrarle sensaeiones rcminiscentes del pezón. Por experiencia sé que buena parte de la ilusi6n del "'botón" parece sur- gir de la combinación pezón-lengua. . El "botón" también parece surgir de una pauta innata de búsqueda del pezón, que volvió a cobrar forma en el curso del tratamiento. Dicha pauta innata parece revestir un significado básico en las actividades; de búsqueda del pechp. Las observaciones de Piaget :sobre ·bebés peque- ños complementan y confirman inferencias al respecto derivadas de material psi-coanalítico. En ese sentido, el investigador descubrió que el bebé ha de buscar una mamadera oculta ante la v.isi6n de un seno, o un ganso o cigüeña ante la visión de cualquier objet() en fo.l'llla de pi-co; vale decir que los objetos que guarden similitud ron el pe2011 evocan esta respuesta ( Piaget, 1954, págs. 29. 31 )' 39). Arios de i11tensa labor con niños autistas me hall llevado a pensar que dicha~> respuestas intelectuales innatas son eE:perimelltadu poi el 30 FRANCES TUSTIN bebé como material expulsado del cuerpo, una suerte de ·seudópodo que se expande hacia el mundo externo, lo moldea y es moldeado por éL Sugiérese Ia. expresión "formas innatas" con el · fin de describirlas. Dichas formas im1atas parecerían constituir el precedente físico de pensamientos y fa"ltasias más tardíos. Parecen ser moldes flexibles que dan forma a la experiencia, en un nivel primitivo de desarrollo emocio- nal, y -son modificados por la experiencia conformada de esa manera. Cuando una forma innata parece coincidir con una correspondencia del munda externo, el niño tiene la ilusión de que todo es sinónimo de la materia propia de su cuerpo, y que la continúa. En estadios primitivos las tendencias de búsqueda de pautas son activas pero, siendo ~ínima la discrim'irwción, cualquier parte del propio cuerpo del sujeto, o del cuerpo de otras personas, u objetos del ambiente, puede ser equiparada. De esta manera puede percihirse al pezón como parte del mismo cuerpo de Juan, en razón de que -los dedos pueden equipararse a la forma innata del pezón; la perilla del trompo silbador se asimilaría a esa forma; el pene, la lengua, la materia "hedionda", etc. podrían todas equipararse entre sí y con aquél. Tales ecuaciones sin modificar llevaban a un esta- do de confusión física que presagiaba el posterior estado de confusión mental. En este estado, objetos vivientes e inanimados eran tratados prácUcamente de la misma manera, el padre podía ser equiparado a un botón en un almohadón, y podían sucederle las mismas cosas. En el período confuso durante el cual se obtuvo este material, aparentemente Juan utilizaba partes de su cuerpo, y objetos externos percibidos como parte de la materia del cuerpo, para la manipulación de lo que poste- riormente se trocaría, por medio de un proceso de abstracción, en con- ceptos mentales. (A semejanza del niño que se vale de sus dedos o de palillos para hacer operaciones de aritmética que más adelante ya es capaz de "hacer en la cabeza".) En esos primeros días, cuando por fuerza el pequeño debió admitir como un hecho la separación ·existente entre su cuerpo y el mío, parecía experimentar las palabras como si se tratase de obje~os sólidos. Cuando · se le informaba acerca de la temunaci6n de una entrevista, o una inte- rrupción del tratamiento debido ·a las vacaciones, daha un respingo, como si le hubieran clavado algo en el cuerpo. Parecía interpretar esas separaciones, de manera totalmente correcta, como objetos rotos que le introducían en el cuerpo. Resulta difícil determinar cuál es la mejor manera de analizar estos estados, cuya característica singular reside en que los sentimientos parecen experimentarse como entidades físicas. La ausencia significaba que alguien se había "ido", y lo "ido" era un objeto roto, "un agujero negro" lleno de "pinchos muy feos". El observador podría hablar de "depresión", pero para Juan se trataba de un "agujero negro"; la "persecución" era un "pincho muy feo"; la "desesperación" se percibía como el acto de introducir en su· cuerpo irreparablemente quebrado un objeto roto y sin posibilidad de arreglo. El pequeño no "pensaba,. en esas cosas, sino que le parecía que eran incorporadas a su propio cuerpo. Cuando desaparecía el "botón'', la ansiedad se convertía AUTISMO Y PSICOSIS 1NFANTIU:S 31 en Ul'l objeto físico incontrolable. El dolor de la pérdida parecía expe- rimentarse más como algo físi·co que como algo mental. El ·~agujero negro" Esta ilusión parece haber sido el elemento significativo que desen- cadenó su retraimiento autista característi·CO. Eso es lo que quedaba cuando el ''botón" se había "ido". La situación no implica, simplemente, la ausencia de cosas "lindas", como podría esperarse desde el punto de vista intelectual, sino la aparición de presencias físicas horribles forma- das en función de sustancias corporales (mis palabras entraban dentro de esa categoría) . ...Iodo ello se asocia con objetos que no se encuen- tran bajo el control estricto del pequeño y que, en consecuencia, llacen <:osas inesperadas y le provocan sobresaltos. Se asocia, por ejemplo, con el trompo que se niega a girar, mi mano que rehúsa a hacerlo girar, el "botón" que no quiere seguir formando parte de su cuerpo. El pánico y la ira experimentadas ante esa frustración le hacen sentir que el objeto "malo" es despedido del cuerpo en virtud de una explosión. Rank y McNaughton (lg50) informan acerca de un niño "atípico" que,tras una explosión de pánico y cólera expresada por medio de una de sus rabietas, st~ refugió en los brazos de la terapeuta y exclamó, entre sollozos: "¡Se eayó una pieza! ¡Se cayó una pieza!" (pág. 63). Cuando en el curso del análisis Juan experimentó ese tipo de ansiedad, en su confusión físi·ca se tocó el pene, como para asegurarse de que aún estaba en su sitio. Obviamente, no se trataba de la ansiedad de castración pr:opia de un niño neurótico, sino, en apariencia, de un ejemplo de material scudofálico asociado con una ansiedad de tipo oral. El material recogido sugiere que son muchos los elementos reuni- dos en torno a las experiencias boca-pezón (seno-lengua). Otros pueden surgir en etapas posteriores. Tal vez el uno pueda ocupar el lugar de cualquier otro. En relación con esta experiencia nodular parece darse una clasificación primaria en .. lindo" y "feo" ( liso·áspero; blando-duro; cómodo-incómodo). Lo .. lindo" es todo material liso y suave que puede moldearse en función de formas innatas y que, de esa manera, parecería continuar la materia del cuerpo. En este estadio se afir,n:ta la pauta de búsqueda del pezón, pero ciertas pautas innatas no modificadas por una situación de crianza razonaHemente firme y coherente generan expecta- tivas estereotipadas y poco realistas. Estas expectativas parecen experi- mentarse como una excitación corporal. Lo "feo~ es aquella sustancia dura que no puede moldearse a los efectos de formar parte aparente de la materia corporal; aquello que "no soy yo". Dicha experiellcia se visualiza como una ruptura en la conti[}uidad física, un daño corporal, un agujero, y parece generar una sellsadón de desamparo, provocar una "sacudida". Todo ello imparte su cualidad característica a la depre~ión psicótica. · Rank ( 1949) ci1a a Mahler y -coincide con ella en afirmar que "'Jos fenómenos afectivo-m()trjces parecen sew e"presiones: de cMera~ (pilg . .f4). 32 FRANCES TUSTIN Asimismo, <:oincide con Mahler al sostener que en el niño psicótico "las reacciones en forma de 'pataletas' manifestadas ante una interrupción ... · parecen ser más expresión de páriico que de ira, como si el niño se sintiera amenazado por el peligro de aniquilación" (pág. 44). El material relativo a Juan sugiere que el pánico y la ira, a los que se daba expresión por medio de explosiones fisicas, eran los responsables de que el agujero fuera un orificio "negro". Parece sugerir, asimismo, que como sujeto y objeto se hallaban escasamente diferenciados entre sí: cuando el niño "aniquiló" al objeto "malo", él mismo se sintió amenazado de "aniqui- lación" (sesión 361). La labor llevada a cabo con Juan sugiere, asimismo, que este "agu- jero negro" abierto como resultado de una frustración puede repre- sentar una oportunidad o una amenaza para él. Bion ( 1962) demuestra que la decisión crítica para el desarrollo reside en que se evada la hus- tración, o bien se efectúe un intento por modificarla (pág. 29). El autismo representa el intento de Juan por evadirla. Parte del material que ilustra el caso refleja sus intentos ·por encararla por medio de una proyección explosiva (sesiones 23 y 367) . Por otra parte, sus primeras palabras ("¡Se fue!", "¡Roto!", "¡Caramba!") demuestran que, en cuanto desarrolló cierta capacidad, aunque limitada, para soportar al "agujero negro", el pequeño se vio estimulado a entablar contacto con su terapeuta como obj~to separado y diferente de sí mismo. (V éanse también se- siones 153 y 360). A la luz de las experiencias recogidas con otros niños, no parece ser mera coincidencia el hecho de que precisamente en el curso de esas sesiones recibiera experiencias referidas a un "seno". Es evidente que el entablar contacto con lo que "no soy yo" ofrece posibi- lidades ilimitadas más allá del sí mismo, pero, como viéramos, el terre- no se halla sembrado de obstáculos, puesto que todo aquello que no logra moldearse y convertirse en parte de la materia corporal se trans- forma en objeto hostil. imbuido de todo el terror y la rabia que provoca. La relación madre-hijo aparece importante para amparar al niño en su paso por esta difícil etapa de transición. I...a relación · madre-hijo Son muchos los autores que estudiaron la temprana relación ma- dre-hijo entablada en el caso de los niños autistas. Entre ellos se cuentan Kanner (1943, 1944), Bergman y Escalona (1949), Rank y McNaugh- ton ( 1950), Mahler ( 1952, 1961), Rubinfine ( 1961), Meltzer ( 1963). La mayoría de esos autores parecen coincidir en que los factores cons- titucionales del ·bebé son importantes para el desarrollo del autismo. Tischler ( 1964) leyó un trabajo conmovedor en el Sexto COngreso In- ternacional de Psicoterapia, concerniente a algunos intentos de esas madres desesperadas por entablar contacto con sus inaccesibles hijos. Meltzer ( 1963) sostiene que esos niños por lo general nacen "en un período de separación o disturbios paternos, caracterizado, en particu- lar, por la depresión de la madre". Mi experiencia confirma esta aseveración. AUTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 33 La historia del caso reveló que la madre de Juan enfrentaba dificul- tades ambientales que la hacían sentirse insegura y llena de zozobra, y que obstaculizaban todo intento por forjar una relación satisfactoria con el bebé. Pero, amén de esas causas más obvias de inseguridad, puede haber sufrido el tipo característico de depresión posparto que la llevara a sentir que, al dar luz a) bebé, había perdido parte de su propio cuerpo. ( Hayman, 1962, págs. 135-9; Mahler, 1963, pág. 316). Sus propias ansiedades no resueltas en torno a esa pérdida, aunadas al hecho de que babia recibido escasa ayuda del ambiente para soportarlas, le hacían difícil tolerar un tipo de ansiedad similar en el bebé. Por añadi- dura, Juan era un bebé dotado de muy escasa capacidad de respuesta; y es concebible que, como resultado de su chupeteo débil, la pérdida del pecho materno haya sido una característica constante de su infancia. Al tomar conciencia de esa pérdida el bebé debe haber percibido su propio desamparo, que le impidiera reemplazar algo ya "ido". En los estadios más tempranos de la infancia la coincidencia de pautas innatas con correspondencias. en el mundo externo parece ser la primera "situación sostenida" que vive el niño. "La madre coloca su pecho real precisamente allí donde el bebé está listo para crear, y en el momento oportuno" (Winnicott, 1958, pág. 238). Madre y bebé, pezón y lengua, trabajan juntos con el fin de producir una ilusión de continuidad, y confirmarla. Tanto Winnicott ( 1958, pág. 238) como Milner ( 1955, pág. 100) han subrayado ]a importancia de tener amplio margen ~e oportunidades para crear dicha ilusión durante la primera (nfancia, y señalado los peligros del choque brusco que puede producir- se al sufrir una separación prematura. Pero las coincidencias no son siempre exactas, ni están siempre prontas a aflorar, y Bion (1961, 1963) ha facilitado nuestra comprensión de esa situación temprana delineando el rol de la madre como "recipiente" de la ansiedad infantil. En la más temprana infancia la falta de discriminación del bebé y la adaptación de la madre, producida a raíz de su identificación ein.pá- tica con él en forma de "ensueño" (Bion, 1961, pág. 3()9), contribuyen a reducir a un mínimo la brecha abierta entre las ilusiones primitivas y la realidad, brecha ésta que puede producir una explosión. Esta reci- . procidad empática alienta la ilusión de una continuidad física y gradual- mente aclimata la pareja madre-lactante en relación con la realidad oscuramente captada de su separación. Permite a la madre apoyar a su bebé a través del estado de turbulencia surgido al tomar conciencia de esa separación; separa-ción que parece experimentarse coro o ruptura de la continuidad corporal, como pérdida de parte del cuerpo. Los cambios de estado, por ejemplo de "botón .en la boca" a "bot6n ido"', inevitablemente generan tensiones, que son e"perimentadascomo u11a turg_encia corporal, que podrá aliviarse por medro de desCé1rgas físicas. A una madre llen¡¡ de infantil inseguridad, no formulad:t e insoport¡¡- ble, así como carente de apoyo pa1.a soportarla, le result:t difícil :tcep· tar esas "proyecciones" del bebé. E11 palabras de Winnicott, le re.suli0"' difícil dar "lihert¡¡d al bebé para qu~ se mueva. ¡¡ctúe, se sienta excit.adrf' ~?' ... , 1_ : 34 FRANCES TUSTIN ( 1958, pág. 310). Cuando el pequeño es particularmente ansioso por naturaleza, se produce una situación inquietante. Se visualizan las ex- plosiones en función de una ruptura de la situación de lactancia, y las tensiones físicas como si se vaporizaran en el "agujero" y lo tornaran "negro". Además, no se percil?e en dicha ruptura una situación "sos- tenida", aliviada y modificada por los oficios de una madre dotada de capacidad de respuesta, mediante lo cual aquélla ·pone de manifiesto su. experiencia, aceptación y comprensión de la situación; sino que, por el contrario, el "agujero negro" parece ser arrojado como una pelota entre madre e hijo, a través de los canales físicos de la comunicación empática; y se produce la ruptura de los procesos puestos en marcha. El bebé se aparta de la madre y se da una proliferación de procesos p..'1tológicos centrados en el cuerpo, que serán analizados más detalladamente en capítulos posteriores. La capacidad requerida para apoyar a un bebé inseguro p:arcce re- lacionarse con la capacidad de prestar atención. Una madre infeliz y llena de inseguridaQ. sucumbe con suma facilidad a los ataques dirigidos contra su capacidad de prestar atención al bebé, de "sostenerlo" en su conciencia. Dichos ataques pueden derivar de sus propios problemas infantiles no resueltos, o provenir de hechos y gentes de afuera, o del propio bebé o, más a menudo, de una combinación de todos esos ele- mentos. En el caso de sus ·propios problemas infantiles no resueltos, al experimentar por empatía el estado por el que pasa el bebé, comienza a pi·cocuparse por el suyo propio ; y de ese modo se desvía su atención, y sus pensamientos comienzan a extraviarse. Aparentemente, si, sin por ello tener culpa alguna, la mente de la progenitora se halla ausente , la situación anteriormente sostenida se quiebra de la misma manera que si se produjera una separación corporal traumática entre madre y bebé. Es factible que dicha "situación sostenida" resulte afectada por la rela- ción existente entre los propios padres, en el sentido de que esta última afecta la manera en que la madre responde a un bebé que es consecuen- cia de aquélla. Una ruptura en la situación sostenida significa que el inocente bebé queda solo para soportar ansiedades intolerables. Las tensiones y esfuerzos a que se ve sometido se acumulan. A1 seguir utili- zando su propio cuerpo como si fuera el de sumadre, y éste como si fuera el suyo propio, el pequeño se ve protegido por una ilusión de continui- dad, pero sigue smnido en un estado no diferenciado de la madre, o confundido con ella. Cuando es'a ilusión de omnipotencia se w asaltada, la pérdida del "botón" lo deja expuesto a los sufrimientos y terrores derivados del "agujero negro y el pincho feo". Siendo escasa la ayuda que recibe para tolerarlos, el bebé se ve impulsado a incrementar el uso de las sensaciones de su propio cuerpo, con los efectos acumulativos que ejemplifica el autismo. Juan ha perdido ·cada vez más el contacto con seres humanos conientes que podrían ayudarlo, y se ve atrapado más y más por tenores asociados ·con el "agujero negro" -"un terror sin nom- bre" ( Bion, 1961, pág. 309) . El temor realista a la muerte palidece por comparación con esas agonías y miedos. Como resultado de esa ansíe- AUTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 35 dad sobrecogedora, Juan se ha mantenido estancado en un estadio de su desarrollo en que visualiza todo en función de fonnas innatas, equipa- rándolo todo a la materia del cuerpo. Había en él un anhelo desesperado por tener un "botón" extraordinario y sobrevalorado, que parecía equi- 1 pararse a un pezón-pene-padre omnipotente. Informe En los estadios primitivos el "botón" parece experimentarse como un lazo tangible y permanente con la madre. El material presentado en este capítulo sugiere que el dolor experimentado por la ruptura de ese lazo primigenio que, a la vez que ata, facilita la comunicación, debe elaborarse, hasta cierto ·punto, en la relación madre-hijo antes de que pueda iniciarse el desarrollo de formas más normales de comunicación. Dicho desarrollo de las pautas de comunicación tiene relación con el desarrollo de un sentido de identidad personal. Juan comenzó a utilizar el pronombre personal cuando alentaron en él esperanzas de poder arreglar las cosas (sesión 118). Esos "arreglos" que se sentía capaz de hacer, bien que de manera omnipotente, y que gradualmente comenzó a confiar que yo también pudiera efectuar, se hallaban asociados con la capacidad de 1lorar por el "botón" perdido y soportar los terrores asocia- dos con su ausencia. El pequeño parecía pasar por una serie de procesos primitivos de duelo; al abandonar sus esperanzas de encontrar el "botón" en el mundo externo, comenzó a cobrar forma como imagen fabricada por su mente. Al quedar establecido el "botón" como piedra angular del mundo psíquico de Juan parecieron ponerse en marcha nuevas pautas de comunicación con sí mismo y con los demás. La situación analítica no le suministró ninguna experiencia real de cosa alguna que se pare- ciera al "botón" (no se pusieron a su alcance caramelos, alimentos ni ma- maderas, ni se le brindaban besos y caricias), sino que, simplémente, lo ayudó a tolerar sentimientos relativos a su pérdida. El equipo simple, la .regularidad de las sesiones (en la medida de lo posible), la adhesión a una técnica disciplinada, la atención y vigilancia analítica y las in- terpretaciones parecían suministrar un "rreipiente" (una "cuna", en pa- labras del mismo Juan) en el que el sí mismo infantil del niño pudiera comenzar a crecer. Entretanto, el modo sensato en que los padres manejaron a su hijo entre los tres años y medio y los seis años fue auxiliar indispensable de la tel'l!pia. Nota La figura 1 reproduce e·l dibujo que Juan realizó al saber que ~1 tratamiento habria de concluir al cabo de dos semanas. (Cabe recordar que, cuando iDidó el tratamiento, jamás había llevado el lápiz al papel por sí so.Jo. Los ·primeros uazos qu~ hizo sob-re el papel fueron unas poca.s. líneas, al cabo de un año de estar sometido a tratamiento.). El dibujo que reproducimos fue realizado al eaoo de tres años de iniciarie lapsicoterapia. Da prueba. del desarrollo logrado por Juan eo ~~ cu~o 36 FRANCES 'IUSTIN Figura l. La gran "madre cisne" fue dibujada primero. Al dibujar las alas el niño dijo: ."Its wings" ("Sus alas") pronunciando como si 'dijera: "lt swings'' (Se balancea). El patito dibujado justo frente a la madre cisne era "un patito feo", con dientes. Al dibujar los otros patitos, el pequeño dijo que estaban conduciendo a la madre cisne: el marrón encabezaba la fila. Ei niño preguntó: "Durante el fin de semana usted descansa. ¿Por qué?" A continuación, y en la parte superior del papel, dibujó de manera descuidada otra madre cisne, sin pico, frente a un balde, y dijo: "Está aUí calentándose porque siente mucho frío". En seguida dibujó, detrás de la madre cisne grande y bien dibujada, ''un patito travieso que se escapó al bosque y se perdió, pero vino el papá cisne y lo encontró y el patiro se convirtlió en jefe de todos los patos chiquitos". (Juan tenía 6 años y medio cuando hiw este dibujo). del tratamiento y es signo de su inteligencia. rara quienes se hallen versados en la esfera de la psi(..'oterapia intensiva, dará la pauta, asi- mismo, de cuál era el estado emocional del niño ha<:ia el final del tratamiento.· Parece indicar que, en momentos de tensión, aquél todav]a tiende a devaluar la contribución materna a su bienestar. Esas actitudest!laboradas ante una madre producto de la fantas-ía significan que no puede sacar todo el provecho posible de la presencia de su madre real. Ello lo predispone a alimentar su depresión. No obstante. incluso en AtmSMO Y l>SICOSrs INFANTILES 37 este dibujo demuestra su ·percepción al respecto, dado que se da cuenta de que ello lo -convierte en un niño "perdido'~. Hacia el fin de la sesión su aseveración llena de arrogancia y afinnacióp de poderío en el sen- tido de que los patitos "la Hevaban a la madre éiel pico" se vio conside- rablemente moderada. En el cuadro hay signos de que poco a poco está logrando superar sus dificdltades para comer, sí bien todavía no ha lle- gado a manejar la situación. Por consiguiente, aunque Juan ha "mejo- rado más allá de cuanto fuera previsible" . ( p~ra citar al médico de la familia), para hacer uso cabal de su talento indiscutible convendría que recibiera ulterior ayuda más adelante. Portada Capitulo II
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