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Tustin Autismo y psicosis infantiles Cap 2

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 Asareth
14. FRANCES TUSTIN 
bebé, tan vulnerable,' de un choque demasiado violento con la realidad. 
Dichos procesos parecen sentar la base que le permite ponerse en con-
tacto con el mundo externo y con otras personas una vez que ha 
desarrollado suficiente capacidad de diferenciación. Advertimos, en 
. consecuencia, la necesidad de utilizar un concopto distinto al de narcisis-
mo primario. Tras mucho pensarlo, hemos decidido emplear el térmi-
no autismo. · 
A medida que vaya de~arrollándose la tesis propuesta en esta obra, 
se sugerirá que esos procesos autistas primarios nonnales sop de la 
naturaleza de las sensaciones, surgidas de una disposición innata, que 
todavía no constituyen comprensión pero que, en condiciones favorables, 
llevarán a ella. La crianza parental crea dichas condiciones. Pero en 
esa crianza pueden darse graves deficiencias; o, lo que es mucho más 
común, puede ocurrir que su recepción se vea severamente bloqueada o 
deformada debido a la intervención de diversos factores. ~1 no recibir 
una crianza adecuag_!\,...O J~L~ h~cer uso suficiente de ella, el pequeño 
permanece en un ~llPO _ domi_paO'Oportarsensadunes:¡ o sufre una 
regresión hacia dicho estadQjl Por lo tanto;--er-aesarrollo emocional y. 
el cognitivo se ven detenidos o deteriorados. 5'uede ocurrir que en este 
estado de inanición persistan o vuelvan a establecerse los procesos au-
tísticos primarios, los que se intensifican y se mantienen con rigi~ez. Se 
utilizará la expresión autismo patológico para describir ese estadó~ '; En 
consecuencia, se verá que la diferencia entr_e el autismo normal y et' pa-
tológico es más de grado que de especie. ~odría decirse que el autismo 
normal es un estado de pre-pensamiento, en tanto que el autismo pato-
lógico es un estado de anti-pensamientQI 
A medida que vayamos avanzando se diferenciarán diversos siste-
mas de autismo patológico. Se analizará el síndrome de autismo infantil 
precoz en su relación con un sistema de autismo patológico, y la es-
quizofreni4 infantil en su relación con otro. Este esquema de clasifi-
cación, sobre la base del tipo de autismo manifestado por el niño, parece 
arrojar luz sobre las posibilidades y técnicas terapéuticas. 
En el siguiente capítulo se describirá un tipo primitivo de depre-
sión, que será ilustrada por medio de material clínico. Dicha depresión 
detiene el desarrollo emocional y cognitivo normal. En el capítulo 111 
se demostrará que el autismo patológico se desarrolla a los efectos 
de manejar ese estado de depresión, en referencia al cual se utilizará 
la expresión depresión psicótica, acuñada por Winnicott. · 
El capítulo final demostrará que la comprensión de ese tipo de 
depresión reviste importancia crucial en el campo de la psicoterapia 
aplicada a los niños psicóticos. 
·' 
CAPITULO II 
DEPRESION PSICOTICA 
l
. -",Lo que rara vez visualizam~s y difícilmente se dese~·~ 
en la bibliografía especializada, es el período de aflicción y 
duelo que, a mi entender, precede y preanuncia inevitable-
mente la total ruptura psicótica con la realidad ... '' 
qL.. . Margaret Mahler, 1 l. 
El objeto del presente capítulo es describir en detalle, con la ayuda 
de material clínico, ese estado de "aflicción y duelo" al que Mahler 
hace referencia en la cita anterior. \Vinnicott lo ha denominado depre-
~'ión psicótica, diferenciándolo de la depresión rea~iva, que configura 
,g. reacción consciente exteriorizada ante la pérdid~ de un ser amado. 
~En relación con la depresión psicótica, dice Winnicótt ( 1958, pág. 222) : 
Por ejemplo, la pérdida puede ser de ciertos aspectos de 
la boca que desaparecen desde el punto de vista infantil, junto 
con la madre y el pecho, cuando se produce una separación 
en una época anterior al momento en que el bebé ha llegado 
a una etapa de su desarrollo emocional que pueda equipado 
· de manera adecuada para encarar esa pérdida. La misma 
pérdida de la madre pocos meses después entrañaría una sim-
ple pérdida del objeto, sin ese elemento adicional de pérdida 
de parte del s-ujeto. ; (Bastardillas de Tustin). 
(
Í Otros estudiosos han d:cubierto que la depresión psicótica, a la \ 
que a veces se hace referencia como "depresión primigenia", configura J . 
el "punto en que se inicia la detención del desarrollo emocional" en ) 
\. los niños "atípicos'· ( psicóticos) ( Rank y Putnam, 1953). / 
· El material que presentamos a continuación corresponde a un ni!)o 
que, según el diagnóstico elaborado por un psiquiatra muy experimen-
tado, padecia de auttsmo infantil precoz~ 
MATERIAL DEL CASO 
Los padres de Juan se mostraban preocupados porque el niño toda· 
vía no hablaba y porque parecía diferente y, en muchos aspeetos, má.s 
lento en su desarrollo que otro~> pequeños- de ~u edad. A hs dos años 
l 
1 
16 FRANCES TUSTIN 
y medio lo examinó un psiquiatra, quien temió la existencia de una 
deficiencia mental. No obstante, al examinárselo una vez más seis meses 
después, se descubrió que Juan había hecho ligeros progresos que 
permitían alentar cierta esperanza: ahora colocaba sus autitos de jugue-
te en su posición normal. (Anteriormente los colocaba siempre vueltos 
hacia aniba, a los efectos de hacer girar· las ruedas). En base a esto 
Juan fue remitido a otro psiquiatra para obtener una segunda opinión; 
considerándose que un diagnóstico alternativo posible era el de autismo 
infantil precoz. El segundo psiquiatra remitió a Juan (por ese entonces 
de tres años y siete meses) a la autora, para realizar un tratamiento de 
psicoterapia intensiva, y adjuntó el siguiente informe: 
Casi desde su nacimiento se ha verificado en él una im-
posibilidad de ir superando cada etapa en el proceso del 
desarrollo, como si se diera una renuencia a avanzar, un deseo 
de estancarse en cada una de ellas. Actualmente se ponen 
de manifiesto en el pequeño muchas de las actitudes que 
relacionamos con el autismo. Sus principales intereses pare-
cen ser palpar distintas superficies aplicándoles golpecitos, o 
hacer girar objetos redondos. Lo fascinan las piezas mecáni-
cas móviles, y siempre ha tenido gran habilidad para aprender 
a mover el cuerpo. Aunque se planta firmemente sobre sus 
pies, todavía no se alimenta por sí solo; y no porque no pueda 
hacerlo sino porque, aparentemente, no quiere. A esto ha-
cía referencia cuando habié de estancarse en determinada 
etapa. En ciertas ocasiones se vislumbra en él un grado 
excesivo de ansiedad, y hay días en que se las pasa aullando a 
viva voz, pero este aspecto del problema es mucho menos 
evidente. No cuenta con un lenguaje que le resulte útil, y 
sólo se comunica de manera muy tentativa tratando de usar 
la mano de su interlocutor. No obstante, estoy convencido 
de que es capaz de establecer un tipo de contacto muy 
primitivo en este nivel, y que, por consiguiente, hay en él cier-
tas bases que nos permitirían intentar una terapia. Lo que 
más me preocupa · es la posibilidad de que la determinante 
básica de todo esto sea cierto grado intrínseco de retardo 
mental. 
Sr informó sobre "una mala historia familiar del lado paterno". La 
única hermana del padre era una esquizofrénica que había sido interna-
da, y había en la familia otros miembros psicóticos o con características 
cxc~ntricas. También se informó sobre la existencia de "tensiones tre-
mendas" entre la madre del niño y una tía que había tenido casi exclu-
sivamente a su cargo al padre durante su primera infancia y niñez. 
Juan era el primer bebé nacido del matrimonio. En cuanto a sus aspectos 
físicos, el embarazo y el nad.miento habían sido normales, pero la 
madre, oriunda de una remota aldea de Escoda, se había mostrado 
AUTISMO Y PSICOSIS IN.'ANTILES 17 
intranquila por lo que a ella le parecian procedimjentosextraños de 
la maternidad inglesa. Asimismo, tenía la sensación de que las enfer-
meras impedían que entre ella y el bebé se desarro1lara una relación 
satisfactoria de amamantamiento. Tenía leche abundante, y se mostró 
muy desilusionada al ver que no podría amamantar al bebé. Este pare-
ce haber poseído una capacidad de succión muy deficiente, ·y -la madre 
informó que durante toda la semana siguiente al nacimiento no abrió 
Jos ojos. Cuando la madre y el pequeño abandonaron la clínica fueron 
a vivir con la tía paterna. Una vez más, la madre tuvo la sensación de 
que se le impedía entablar un contacto más estrecho con su bebé, esta 
vez debido a la interferencia de la tía. Durante los. primeros meses. de 
vida de aquél el padre trabajó en otra ciudad, período l,;urante el cual 
la madre se sintió insegura e infeliz; pero su depresión no llegó al extre-
mo de haoor necesario su tratamiento. 
Cuando entrevisté a los padres, me informaron que Juan .no había 
sufrido ninguna experiencia traumática tal como la que puede provocar 
una separación o una enfermedad grave. No había dado mayores mues-
tras de reaccionar ante el nacimiento de su hermanita, cuando él contaba 
un año y medio, y siempre había sido un bebé tranquilo. No pudieron 
proporcionar detalle alguno sobre el momento en que el bebé mantuvo 
erguida la cabeza por primera vez o se sentó en la cuna, pero en la 
esfera locomotriz su desarrollo parece haber sido perfectamente nor-
mal. Comenzaron a preocuparse cuando el pequeño, con el correr 
del tiempo, no daba señas de aprender a hablar, y en razón de la 
naturaleza extraña de sus juegos. Se registraron en él movimientos de 
mano grotescos; por ejemplo, movía los dedos frente al rostro de manera 
muy curiosa, manteniéndolos tiesos. Nunca pudo lograrse que llevara 
un lápiz al papel. Ingería alimentos blandos, pero rechazaba cual-
quier sustancia algo más dura. No había logrado controlar sus esfín-
teres. Recibí la impresión de que la madre había tenido dificultades 
específicas con este aspecto del cuidado del niño. Al recordar su pro-
pia infancia, durante la cual había experimentado una sensación de 
C'ar~ncia, al vivir casi todos esos años lejos del hogar, en una institu-
ción, tras la muerte del padre, la mujer habló de su impaciencia por 
haber sido niña y sus deseos de convertirse en un ser adulto. 
El psiquiatra que me remitiem al niño dio a Jos padres apoy() in-
termitente aunque sumamente valioso a lo largo de todo el tratamient() 
de Juan. Y por cierto que necesitaban de ese apoyo, porque cuand() la 
"situación sostenida,. del tratamiento (Winnicott, 1958, pág. 268} se que-
bró en varias ocasiones lamentables, Juan tuvo par()x:ismos de aullidos 
y dificultades para dormir que a los padres les resultaron muy difíciles 
de soportar. Estos eran gente sensible e inteligente, y diee mucho en 
,;u favor el hecho de que siguieran prestando su apoyo al tratarnient() 
en todas esas oportunidades, y llevaran a fuan al consultan() con toCbl 
regularidad. En caso contrario O() podrían haberse logrado los resul· 
tados relativamente satisfactorios registrados a] presente. 
18 FRANCES TUSTIN 
El cw·so del tratamiento 
Juan tenía tres años y siete meses cuando inició el tratamiento. Al 
principio venía sólo una vez por semana, luego tres veces, y por fin 
cinco veces a la semana. Durante su primera visita se mostró totalmente 
inexpresivo, y plsÓ a mi lado como"si yo no existiera. El único momento 
en que ello no ocurrió fue en el consultorio, cuando me tiró de la mano 
en dirección al trompo "silbador" que yo estaba haciendo girar ante 
sus ojos. Entonces se sonrojó vivamente y se inclinó hacia adelante, 
para ver cómo da-ba vueltas. Al hacerlo, hizo rotar el pene en sus pan-
talones, mientras con la otra mano jugueteaba en torno a su boca ha-
ciendo movimientos circulares. Todo esto me dio a entender que dife-
renciaba escasamente entre los movimientos del trompo y los de su 
propio cuerpc,>. De él emanaba una suerte de excitación apasionada y 
sensual. Ello me convenció de la importancia de mantener el contexto 
analítico y el procedimiento interpretativo si es que deseaba distinguir-
me gradualmente de lo que no eran sino ilusiones primitivas del niño, 
y llevar a cabo mi labor como terapeuta ayudándolo a aceptar los sen-
timientos generados por su desilusión. A partir de ese momento comencé 
a complacerlo sqlo en un grado mínimo en relación con las acciones 
que me presionaba a ejecutar. Hice· interpretaciones simples, entre-
mezcladas con las pocas palabras que, según sus padres, el pequeño 
podía comprender. Estas eran: "Juan, mamá, papá, Nina ·(la hermana), 
pipí, bebé, bacinilla, girar, girando". Repetí las interpretaciones con 
algunas variantes, y, ocasionalmente, me valí de acciones que suplemen-
taran su significado (aunque las reduje al mínimo cuando me di cuenta 
de que el pequeño las interpretaba como un intento de seducción o una 
amenaza de mi parte) . 
Los siguientes són extractos de notas detalladas que ilustran su 
respuesta a las interpretaciones. La primera sesión registrada tuvo 
lugar después del feriado de Navidad. (El pequeño comenzó su tra-
tamiento en noviembre de 1951.) Juan no usaba ningún pronombre, y 
ello, unido al vocabulario utilizado, hace que las interpretaciones sue-
nen algo engorrosas. Asimismo, como bien lo saben todos los terapeu-
tas, la palabra escrita, por vívida que sea, a menudo dista de expresar 
cabalmente la experiencia de comunicación lograda en el curso de la 
sesión. 
Cabe advertir, por otra parte, que las sesiones tuvieron lugar ap.tes 
de que llegara a mi con~imiento el trabajo de Mahler sobre el "objeto 
amoroso simbiótico" ( 1961) o el de Winnicott sobre la "depresión psi-
cótica" (1958). En consecuencia, no impuse al niño un esquema previo 
de comprensión elaborado por otros. Tal como yo lo experimenté, el 
esquema pareció fluir libremente junto con Juan, aflorando a la super-
ficie cuando creía haber comprendido lo suficiente acerca de. algún 
problema como para arriesgar una interpretación. A lo largo de mi ca-
pacitación había aprendido a trabajar de acuerdo con los lineamientos 
AUTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 19 
kleinianos, y quienes están familiarizados con la obra de Melanie Klein 
se darán cuenta de que la comprensión implicada por las interpreta-
ciones no constituye parte de las formulaciones de esa autora/ s1 bien 
no es incompatible con ellas. Cuando leí un breve trabajo básado en 
estas sesiones terapéuticas durante el Sexto Congreso Internacional de 
Psicoterapia reunido en 1964, los colegas me llamaron la atención 
t>n relación con los trabajos de Mahler y Winnicott. Ambos investiga-
dores habían aplicado un método terapéutico que difería hasta cierto 
pun~o del ·utilizado por mí. Cabe señalar que ellos se vieron enfren-
tados a los mismos fenómenos que yo. Las sesiones con Juan, por otra 
parte, me permitieron describirlos más detalladamente que en otros 
trabajos. (Posteriormente he llegado a enterarme de que algunos ana-
listas jungianos han denominado al problema "lugar de la herida crítica" 
o "herida nuclear". Balint emplea la expresión "falla básica" y Bion 
habla de "catástrofe psicológica"). 
Viernes 10 de enero de 1952 (Sesión 9) . 
(En esta etapa del tratamiento Juan venía al consultorio tres veces 
por semana. La sesión registrada fue la última de esa semana.) 
Transcrib:> literalmente mis notas: 
Como lo hiciera siempre a partir de la segunda sesión, 
comenzó a jugar con el trompo silbador. Sobre la base de 
material previamente obtenido. así C'vmo por la modalidad 
que adquiriera el juego del niño en el curso de esta sesión, 
interpreté que usaba la mano para hacer girar el trompo de • 
Tustin en forma que le permitiera sentir que Juan era Tus-
tin y Tustin era Juan. Entonces podía sentir que estábamos 
siempre juntos. 
A continuación tomó la muñeca-"mamá" y manipuló la 
c•.1enta que le unía la cartera a la mano ejecutando el mismo 
tipo de movimiento circular que había empleado para mani-pular su pene en el incidente con el trompo silbador. Después 
de palpar la muñeca dándole ligeros golpecitos, la arroj6 
al suelo, diciendo con toda claridad: "se fue". (Estas eran 
las primeras palabras que le habían oído pronunciar na el 
hogar, y que le oí decir yo). · 
(Interpreté que Juan hada girar la cuenta de la muñ~a 
como si se tratara de su pipí, albergando la 5ensación de que 
podía procede!' de inmediato a explorar en el interior de la 
carterita; pero luego sintió que la muñeca "'se había ido"). 
Inmediatamente después romó en sus manos la· muñeca-
"hija", la dio vuelta una y otra vez, e hizo rechinar ¡;us dientes; 
con fuerza. 
(lnterpret~ que Juan e¡;taba girando en dirección a la 
cartera de la muñeca."'mamá" pa1a. morder a la '"hijita"'; ~ro 
~ 
20 FRANCES TUSTIN 
entonces sintió que mediante sus acciones había hecho que 
tanto la pequeña como la mamita "se fueran"). 
Tomó entonces la muñeca bebita y la colocó en la cuna, 
a la que dio vuelta, de manera que la beba se cayó al suelo. 
(Interpreté que los movimientos giratorios en la cartera 
de la mamá de Tustin trastornaban a los bebés, porque él 
quería ser su único bebé). 
A continuación colocó el trompo dentro de la valija de 
sus juguetes, presionando la punta contra un trozo de plas-
tilina blanda que había al fondo. En determinado momento 
tocó la muñeca-bebé y dijo "bebé" o "pipí" (no sé cual de 
las dos palabras) . 
(Interpreté que Juan sentía que sus movimientos girato-
rios hacían blanda a la madre, y ésta lo dejaba girar en su 
interior para hacer que se fueran sus bebés; pero de esa ma-
nera también se iba la madre.) 
(En el curso del estudio de todo este material me des-
cubrí dejando volar mis pensamientos hasta tal punto que co-
rrí peligro de acceder a algún pedido no formulado verbal-
mente del pequeúo, y de esa manera, de conducirme. como si 
fuera parte de su cuerpo o un juguete, en vez de un ser pen-
sante y maduro que tratara de ayudarlo a· aceptar sus sen-
timientos. Otros investigadores descubrieron que no se trata 
de un hecho inusitado en el curso del tratamiento de niños 
tan "atmosféricos". Posteriormente me resultó útil proporcio-
nar al pequeño la explicación de que sentía que haciendo 
movimientos giratorios dentro de mi cabeza lograría hacer 
que se "fueran" los niños que pululaban en mi cerebro, de 
manera de poder sentir que conmigo podía salirse con la suya.) 
En el material que antecede vemos aflorar la desilusión del niño 
cuando toma conciencia de que yo también puedo "irme", tanto en el 
sentido de no prestarle atención como en el sentido real de una se-
paración física. Esto significa que no estoy bajo su control. Cuatro 
semanas después el tema fue desarrollado ulteriormente, al pronunciar el 
pequeño otras dos palabras. Una vez más, ello ocurrió en el curso 
de la última sesión semanal. 
Viernes, 9 de febrero de 1952 (Sesión 23). 
Juan y su madre tocaron el timbre varias veces antes de 
que me fuera posible llegarme hasta la puerta y abrirles. 
Parados en el umbral, ~e los veía fríos, helados. El pequeño 
había dejado de sacudir el buzón; en ocasiones anteriores 
tuve la impresión de que . creía poder controlarme y llevarme 
a la puerta haciendo eso. En tono lastimero repitió la pa· 
labra "sucia", que había pronunciado su madre después de 
AUTISMO Y PSIGOSlS lNI<'ANTILES 21 
mirnrle una oreja. Ya en ·el consultorio, trató de haeer girar 
el trompo sobre la muUK!a alfombra. Pero el trowpo no gi-
raba. Tomando con violencia mi mano en la suya, trató de 
usarla como apéndice de ésta para lograr sv ;:-"' 1~Ó~1to. Pero 
no lo logró. Salivando lleno de furia y respirando co"l fuerza, 
arrojó hacia el techo el ofensivo trompo. Faltó poco rara que 
se estrellara contra la lamparita eléctrica. El trompo cayó al 
·piso con un crujido, y se rompió en dos. Lo que había en su 
interior saltó afuera. Impresionado, el niño se acercó y dijo: 
"¡Roto!" y "¡Caramba!"; como con pena. Se pasó el resto de 
la sesión tratando inútilmente de arreglarlo. Parecía que la de-
primente realidad estaba penetrando las barreras del autismo. 
A continuación siguió un período muy confuso en el análisis (fe-
brero-abril de 1952). En su transcurso, hubo intentos por moldear a la 
gente y las cosas en oposición a su naturaleza real, tal como ocurriera 
en el caso del incidente con el trompo gimtorio. Los juguetes, y yo 
misma, parecíamos ser manipulados como si fuéramos los excrementos 
del niño, o partes de su propio cuerpo. Por ese entonces aquél se pasaba 
la mayor parte de las sesiones tirado en el diván, jugando con su pene 
y con sus propias heces, y de vez en cuando con trozos de plastilina 
que no pareCÍH casi diferenciar de las heces. Además, se hurgaba 
la nariz con los dedos y lanzaba escupitajos. 
Esto cesó después de las tres semanas de vacaciones de Pascua 
(abril 1952). Fue la segunda interrupción prolongada del tratamiento. 
Entonces el niño desarrolló el hábito obsesivo de darle golpecitos a 
un botón sobre un almohadón y decir "¡Papá! ¡Papá!" (Por ese en-
totlCes ·su padre estaba lejos del hogar). Esto, y el juguete al que 
!lamaba "El ómnibus rojo de papá", desempeñaron un rol de impor-
tancia en el análisis llevado a cabo durante ese período. Se sucedían 
las pataletas cuando el pequeño se daba cuenta de que esos elementos 
no eran parte de él, por lo que no siempre haCían su voluntad. En-
tonces decía "¡Roto! ¡Se fue! ¡Car.ambal" en tono muy dolorido (mayo-
junio 1952). Por primera vez utilizó el pronombre personal cuando, 
en medio de una de esas rabietas, rompió el "'ómnibus rojo de papá". 
Entonces dijo: "¡Yo lo arreglo! ¡Yo lo arreglo!" (Sesión 118). 
Lunes 26 de n()ciembr'e ( Sesión 130). 
Un día, tras producirse algunos cambios en la manera en 
que habitualmente se llevaba al niño al consultorio, éste se 
mostró acongojado cuando el padre por poco pierde el equi-
libro sobre el escaloncito de entrada, al decirle a Juan adiós 
con la ·mano dejandolo en el -consultorio. En el curso de 
esa sesión el pequeño, aparen-temente, tratÓ· de Jemostrar que 
los movimientos de su propdo cuer[J() podían mante11er "j"o 
al padre. (Por ejemplo, saltaba sobre el diván diciendo: •• ¡Pa-
22 
._~_ 
FRANCES TUSTIN 
pito arreglado! ¡Papito arreglado!") Al final de la sesión,-
cuando descubrió que era su madre, y no su padre, quien 1o 
había venido a buscar, aulló: "¡Papitol ¡Papito se fue! ¡Pa-
pito roto!" Tras este hecho ocurrió un incidente nocturno en 
que el pequeño se puso a gritar en un verdadero paroxismo, 
diciendo cosas tales como: "¡No lo quiero! ¡Se cayó! ¡El 
botón rotal ¡Que no muerda! ¡Que no se golpee!" 
Aunque algo tardíamente, me di cuenta de que esos gritos nocturncs 
más propios de una pesadilla que de otra cosa expresa-ban ciertos tipos 
de ansiedad infantil que habían estado activos en relación con el pa-
dre, "el "ómnibus rojo de papá" y el botón sobre el almohadón, elemen-
tos todos ellos que parecían equipararse. Pero ante muestras de 
ansiedad tan difusa no pude, por ese entonces, entender lo que ocurría 
en medida suficiente como para ayudarlo a manejarla. 
A continuación transcribiremos en detalle el informe sobre una se-
sión que tuvo lugar quince meses después de iniciado el tratamiento. 
En el curso de esa sesión, distintos tipos de ansiedad que se habían 
preanunciado en sesiones anteriores salieron a relucir todos juntos y 
fueron manifestados con mayor claridad por medio de palabras y ju-
guetes. Las personas eran ahora identificadas en su calidad de tales, 
y las palabras no se entremezclaban tanto con los objetos materiales. 
El autismo, por lo tanto, había disminuido. 
2.5 de enero de 1953 ( Sesión 153) . 
(Antes de registrar lo ocurrido en el curso de esta se-
sión cabe advertir que en el mes de diciembre Juan había 
visto cómo un bebé era amamantado por la madre, y había 
demostrado gran interés por lo que ocurría. Yo no utilicé 
nunca la palabra "pecho", e ignoraba si el pequeño la cono-
cía. Surgió espontáneamente como parte del material pro-ducido por el niño.) 
Con gran cuidado dispuso cuatro lápices de colores en 
fqrma de cruz y dijo: "¡Pecho!" Tocándose su propia boca, 
agregó: "¡Botón en el mediof' 
(Interpreté lo ocurrido como deseo de Juan bebé de ha-
cer.se un seno para sí, a partir de su propio cuerpo.) 
Entonces agregó varios lápices más de manera rápida 
y descuidada, ha·ciendo más grande la cruz desvencijada. Al 
hacerlo exclamó: "¡Hacer un pecho más grande! ¡Hacer un 
pecho más· grande!" 
(Interpreté lo ocurrido en función del deseo de Juan 
bebé de tener un seno más grande de lo que en realidad 
podía darse.) 
Lleno de furia le asestó un golpe a los lápices, que se 
desparramaron sin orden ni concierto sobre la mesa. Dijo: 
"¡Pecho rotal". 
AVTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 23 
(Interpreté la ira del bebé como generada por el hecho 
de que no pudiera tener un seno tan grande como hubiera 
deseado.) 
Dijo: "¡Lo arreglo! ¡Lo arreglo! ¡El agujero se fue! ¡EJ. 
botón encima! ¡El agujero se fue! ¡Botón encima!". 
(Lo interpreté como el deseo del bebé de tener un seoo 
que pudiera hacer o romper a voluntad.) 
Una vez más volvió a desparramar de un golpe todos 
los lápices sobre la mesa, y dijo: ··¡Roto!" Entonces abrió y 
cerró una caja de madera dando golpes que partían los 
tfmpanos. 
(Interpreté la ira del bebé como generada por el ·hecho 
de que no podía tener un seno con el que pudiera hacer 
cuanto le viniera en gana.) 
Volvió a decir ··roto" y marchó en dirección al paragü~­
ro situado en el consultorio; puso la mano en la cavidad en 
sombras, para guantes, se estremeció, y anunció: "¡Pecho 
malo! ¡Botón se fue!". 
(Interpreté que la ira generada por el hecho de que 
d seno no le dejaba hacer cuanto le viniera en gana con él, 
le hacía sentír que había hecho un pecho que no valía nada, 
con un agujero en vez de botón.) 
Se dirigió al estuche, y sacó un pedazo de cartón gris 
sucio y el cocodrilo. (El cocodrilo estaba asociado con heces 
duras que parecían morderle ·la cola.) ·Los colocó en la caja 
que antes cerrara con un fuerte golpe. Señaló la cinta adhe-
siva en los bordes del cartón y dijo: "¡Helado! ¡Helado!". 
Luego agregó: "¡Pecho malo! ¡!Botón rotal" Deslizó el coco-
drilo en torno al cartón, como si estuviese patinando sobre el 
hielo, y el rostro se le puso frío y pálido. 
(Interpreté sus emociones en el sentido de que al rom-
per el seno había hecho un pecho de hielo malo, que no le 
servía de consuelo alguno cuando estaba solo). (Quería 
sentir que tenía el botón en el ojal. ) 
Ahora que la transferencia infantil quedó perfectamente estable-
cida y los distintos tipos de ansiedad se vieron "contenidos" en el aná-
lisis, la conducta del niño en el mundo externo mejoró notablemente. 
Se mostró dispuesto a someterse a análisis y efe-c-tu6 grandes progreso¡; 
a pesar de las enfermeda-des de la familia, los cambios intl'oducidos en 
la manera de traerlo al consultorio, y la situación de duelo sufrida en 
el s.eno de la familia. Comenzó a admitir su situación de dependencia. 
y desamparo, y en relación con las cosas que estaban fuera de su poder 
dio en decir: "¡No puedo hacerJol ¡Por favor ayúdemel'" El ritmD de 
s11 progreso se mantuvo mientras la madre y la hermanita rnenor fuei'On 
de viaje a] extranjero, periodo duran:te el cual el pequeiío qued6 al 
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24 FRANCES TIJSTIN 
cuidado de su padre. Entonces se produjo una lamentable ruptura en 
la "situaCión sostenida". 
Viernes 5 de abril de 1953 (Sesión 194) 
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Le señalé, por medio de un diagrama, cuál era el día en 
que retomaría el análisis, tras las dos semanas de vacaciones 
de Pascua. Circunstancias de familia impedían al padre 
traerlo al consultorio hasta una semana después. Por aña-
didura, había quedado con sus abuelos durante una semana. 
A su regreso me sentí espantada. El pequeño, helado, parecía 
traumatizado. Caminaba con paso mecánico, tieso. Apenas 
si podía balbucear alguna palabra. Se hallaba, verdadera-
mente, en las garras de un "pecho malo, helado". Esto no 
brindaba ningún consuelo al "pobrecito Juan, el bebito que 
dejaron solo en una isla" (como él mismo manifestara pos-
teriormente) . 
A medida que cedían las tensiones corporales, los gritos 
nocturnos se convirtieron en hecho tan cotidiano que el psi-
quiatra que me había remitido al pequeño prescribió un 
somnífero. A los gritos, en un verdadero paroxismo, el niño 
tenía alucinaciones en las que veía pájaros por todo el dor-
mitorio, y repetía algunas de las frases que había proferido 
durante su primer ataque. Los pájaros amenazaban con 
picarlo y le causaban profundo terror. 
No obstante, gradualmente comenzó a llevar una vez 
más su ansiedad infantil al contexto del análisis. Nuevamente 
procedió a establecer las diferenciaciones que había estado 
haciendo desde que por primera vez exclamara: "¡Se fue!". 
Comenzó a entablar una relación más real con el padre, no 
tanto ya en función de un "objeto"' que podía romperse, como 
un botón. Aceptó el hecho de que el espacio y el tiempo 
lo separaban de mí. Clasificó las experiencias en categorías 
tales-como "lindas" y "feas", y a la gente en "mala .. o "sen-
sata" según hicieran o no lo que él deseaba. Se produjo una 
diferenciación transitoria entre la realidad y la fantas]a. A 
ve-ces decía: "Es un cuento" o "No es verdad". Me refirió 
n:aás detalladamente los terrores ilusorios que habían dado 
origen a las enigmáticas frases pronunciada~> en medio de 
sus ataques nocturnos de gritos. (Ni él ni ~o desechamos la 
verdad psíquk:l; simplemente estábamos tratando de resta-
blecer el mun,·l,> del sentido común.) ..._ 
Comenzó a asociar el uso defectuoso de los objetos con 
el hecho de que estuvieran rotos . En relación con el trompo. 
manifestó: "¡Está rotal ¡Los trompos no caen sobre la al-
fombra!". Hacia el final de las sesiones a veces me daba a 
entender que, a su modo de ver, yo lo cejaba porque le faltaba 
A1.JTISMO Y PSICOSIS JNFANTlLES 25 
alguna de sus partes o porque era un .. -cabrito maloliente'". A 
veces fingía hacer trizas la "'hediondez" (palabra que utilizara. 
en relación eon las heces duras que le lastimaban el ano- el 
cocodrilo del material anterior) y ·dejarlas caer sobie la pe· 
chera de m] vestido. A veces se liberaba de su prop-io Sentido 
de estupidez diciéndole "'tonto"' y "malo" al padre, y asignando 
a su hermana Nina y a mí misma todas las experiencias desa-
gradables que él no quería padecer. De esa manera dio 
rienda suelta, claramente, a su fanta~ía de romper partes de 
su propio cuerpo, arrojándolas a otras pers'onas. 
Martes 28 de enero de 1954 (Sesión 360) 
La. relación existente entre esta fantasía y sus experien-
cias infantiles, y el efecto que ejercieran sobre su mundo 
interno, fueron una vez más ejemplificados por medio del 
juego con lápices de colores, que dispuso de manera tal de 
hacer un seno. (Esta era la primera vez que lo hacía desde 
la ocasión anterior, ocho meses atrás, antes de la lamenta-
ble experiencia de separación). Señaló los lápices cuida-
dosamente dispuestos y dijo: ··¡Pecho!". Entonces, tocándose 
la boca, agregó. "¡Botón en el medio!". Luego, colocando 
un láp1z en el medio, anunció: "¡Cohete!". Llamaba al todo 
"Pecho de fuegos artificiales". De esa manera lo relacio-
naba con el dibujo de un objeto en forma de cúpula y con 
una "hediondez" marrón y roja que le salía por arriba, figura 
a la que luego dio en denominar "Fuegos de artificio". 
(Había sido dibufa·da después de una de sus pataletas, 
cuando yo no le dejé usar mi mano como si- fuera la suya 
propia. ) Agarrándose la boca como si estuviera herido, dijo: 
"¡Pincho en la boca!". Y luego : "¡Se cae!". . . "¡Botones ro-
tos!" .. . "¡Feo agujero negro en mi bocal". Luego, en tono 
alarmado, preguntó, sosteniéndose el peqe: "¿,Pipí todavía 
aquí?", como si pudiera no estado. 
Miércoles 29 de enero de 1954 (Sesión 361) 
,. 
"' ...;.;...-----~-
26 l'"RANCES TUSTIN 
fantasías previas hicieron su aparición todas juntas, en el 
curso de una·. misma sesión. 
Jueves 6 de febrero de 1954 (Sesión 367) 
Cuando abrí la puerta vi que gritaba como enloquecido; 
al caerse y golpearse la cabeza le había dado una pataleta. 
No había signos de herida, pero parecía sacudido por el 
pánico y lleno de furia. Cuando dejó de gritar lo llevé al 
consultorio. Sin sacar nada del estuche de los juguetes, se 
dirigió directamente a. la mesa, para hablarme. Dijo: "¡El 
botórt rojo se fue! ¡Se cayó y se hizo un chichón!". Se 
señaló entonces ambos hombros con un movimiento semi-
circular y dijo: "Tengo una buena cabeza sobre los hombros. 
No se me puede caer. Me crece sobre los hombros". Luego 
agregó: "Fue la vereda mala, me golpeó". (Dije que me 
parecía que estaba tratando de referirme el temor que había 
experimentado cuando se cayera frente a la puerta.) Tocán-
dose la boca, manifestó: "Nina tiene un agujero negro. 
Tiene un pincho en la boca. ¡Botón roto! ¡Feo agujero 
negro!". (Debería de haber interpretado, en ese momento, 
que se trataba de sus propias experiencias desagradables, 
d~ las que intentaba deshacerse atribuyéndolas a Nina; pero 
se me pasó.) 
Luego tomó el · tractor de plástico, un juguete al que 
había atacado sin remordimiento alguno. Tocó el eje de 
plástico, que en realidad no era muy agudo; pero, no obs-
tante, se estremeció vivamente y dijo: "Tractor malo, duro, 
pincha". Le lanzó un escupitajo como si se tratara de algo 
repugnante. Comenzó entonc.:·es a retorcerse, y dio fuertes 
gritos. (Me reproché a mí misma por no haber intentado 
expresar sus sentimientos por medio de palabras, con lo 
cual posiblemente le hubiera ahorrado la necesidad de tener 
que darles expresión por medio de una acción violenta.) 
Mucho me temía que se cayera de la silla, de manera que, 
desviándome de mi procedimiento analítico estricto, lo puse 
sobre mis rodillas y comencé a interpretar lo que decía entre 
gritos. Las interpretaciones hacían referencia al hecho de 
que el botón era parte de su boca y a los sentimientos des-
tructivos que comenzó a albergar cuando descubrió que 
no era así. Sintió entonces que en lugar de un lindo botón 
' tenía un agujero negro y un pincho muy feo. Y que escupía 
cosas horribles en la muñeca-beba que, a su entender, le 
había quitado el botón. Pero entonces tuvo la sensación de 
que ésta trataba de devolverle los escupitajos, y su fea boca 
se asemejaba a un montón de aves en vuelo. (Hemos obte-
nido material en el cual equiparaba a los pájaros en vuelo 
.At.n'ISMO Y PSICOSIS INFANTILES 27 
con bocas.) Sin el bot6n sentía que podían herirlo. Tenía 
miedo de perder la cabeza o el pene, de la misma manera 
en que creyó haber perdido el bot6n. 
Durante las dos sesiones siguientes tuvo miedo de determinados 
objetos que había en el consultorio; uno era la oscura cavidad de los 
guantes; otro, una cañería colocada cerca del cielo raso, cuya forma re-
cordaba a la de un pene; y un tercero era el "balde de agua sucia ... 
Pero al cabo de esas sesiones ya no hubo gritos nocturnos. (Se oyeron 
una vez más tras unas vacaciones particularmente inquietantes, cuando 
se discutía el problema de terminar el tratamiento). Las alucinaciones 
desaparecieron y por lo que sé, desde entonces no volvieron a afligirlo. 
El tratamiento concluy6 cuando Juan contaba seis años y cinco 
meses, más temprano y de modo más abrupto de lo que- me hubiera 
agradado; pero los padres del niño insistían en ponerle fin, particlilar-
mente en razón de que la necesidad de la psicoterapia ya no era tan 
obvia. Juan asistía a una escuela para niños normales, en la cual se 
informó que no difería marcadamente de otros pequeños. Estaba ha-
ciéndose de amigos, disfrutaba de su vida en la escuela y aprendía con 
avidez. Su vocabulario era considerable~ente más am¡:lio' que el de la 
mayoría de los niños de su edad, pero esto no es de sorprender, por 
cuanto los padres eran ambos muy inteligentes. 
Seguía siendo bastante "remilgado" en lo que a alimentos respecta. 
Cuando se veía sometido a tensiones tendía a tartamudear y tenía difi-
cultades para dormir. Los síntomas restantes me inducían a continuar 
el tratamiento pero, como existían signo-s indicadores de que estaba en-
trando en un período de latencia, y como era mi impresión que sus 
padres esta han sumamente deseosos de tener a Juan para sí, di mi con-
formidad en relación con la finalización del tratamiento, con la adver-
tencia de que tal vez sería aconsejable suministrarle ayuda adicio!lal 
llegado el período de la adolescencia. 
ANALISIS 
[,a experiencia del sufrimiento en Juan 
Las descripciones de un ~iño tan ¡:¡eqi.Ieño probablemente nBs llevan 
tan cerca como podamos estar de las experiencias cruciales 0011rridas 
antes de que supiera expresarse por medio de palabras o pensamientos. 
La esencia misma de la situación que provocaba su dolor fue expresada 
de manera cabal por las primeras palabras que el .pequeño pronuncilli'a: 
"¡Se fue!", ""¡Roto!" y .. ¡Caramba! ... Dicllas e"clamaciones parecían evo-
car momentos de su infanc_ia en que la pérdida y destrucción del .. bo-
tón" había dejado un .. agujero negr<> con un pincho muy feo". G<Jn 
esas palabras enunció fuan su e"periencia intolerable y no fonnulllcla 
antes, respecto de la cual su retraimie!lto autis:ta. ha"bía seiVido eomo 
barrera de protección. Ahora era capa% de compe11etrarse ele la e~-
..... 
28 FRANCES TUSTIN 
riencia en medida suficiente como para hacer que yo misma me rom-
penetran: de ella. Al expresarse la persona en un nivel preverbal resulta 
difícil emplear palabras p¡1ra analizar una situación; y parece apropiado, 
a tales efectos, el uso de uri lenguaje más evocativo que teórico. 
Recordemos las dos sesiones en que el pequeño representó el seno 
materno por medio de lápices de colores (sesiones 153 y 360); se verá, 
entonces, que el "pecho malo" con el agujero se convierte en el "pecho 
de fuegos de artificio" con los cohetes "hediondos" que allí plantaa el 
propio niño. E.stos estaban asociados con sus descargas explosivas, por 
medio de rabietas o "pataletas". En la sesión 360 se ilustra cabalmente 
h1 confusión existente entre el seno materno y las partes del propio cuer-
po infantil. En el curso de esas dos sesiones, así como en la sesión 367, 
~.e incurrió en la fantasía (la que a veces di en interpretar como aluci-
uación) de lanzar en una explosión de saliva y ·heces el "botón" que no 
se dejaba moldear por el niño ni permanecía en su boca. A semejanza 
del trompo silbador, es arrojado lejos en un paroxismo de terror y rabia, 
porque no hace la voluntad del pequeño. 
En la sesión 367 se ilustra una vez más la relación existente entre 
su propia imag,en corporal y su representación de un seno femenino. 
Fue al comienzo de esa sesión que la verdad "mala" escapó a su con-
twl y lo golpeó. En el curso de dicha sesión resultó evidente que el 
niño había creído perder una . parte de su cuerpo. En su congoja, no 
sabía a ciencia cierta cuál parte del cuerpo se le había "ido". ¿Era la 
cabeza? ¿El pene? ¿O ese "botón" todopoderoso? ¿Había explotado y 
sido arrojado de su cuerpo en el estallido que le permitió "descargarse"? 
Mi impresión (que no podía compartir con nadie por falta de pruebas) 
era que el pequeño experimentaba sus gritos como si fuesen objetos 
sólidos y punzantes, emitidos por su boca, ese agujero negro y redondo. 
(En el curso de sesiones posteriores, que aquí no reproducimos, el 
pequeño me explicó que siempre evitaba mirar a la gente a los ojos 
"debido al agujero negro que tenían en el medio". A medida que su 
ansiedad al respecto comenzó a ser elaborada en el curso del análisis, 
empezó a mirar el rostro de la gente de la_misma manera que lo hace 
todo ;¡iño normal.) 
. El material presentad6 en este capítulo permite implicar que las 
sensaciones anales experimentadas se extienden a la experiencia oral 
primaria que parece afectar todo orificio de su cuerpo. Este, plagadode puntos sensibles, parecía enfrentar un mundo ext{lrior ·neno de ne-
gros agujeros amenazantes. Por medio de una identificación llena de 
empatía logré, aparentemente, captar los dramas elementales y sin pa-
labras derivados de las sensaciones experimentadas por su propio cuer-
po, siendo el "botón" producto de dichas sensaciones corporales. 
El "botón" 
El "botón", cuya pérdida provoca dolor, parece ser una ilusión om-
nipr•<-.. ·1te surgida de la confusión existente entre madre y bebé en 
AUDSMO Y PSICOSIS INFANTILES 29 
función de partes y sustancias del cuerpo que guardan cierta similitud 
con el pezón. En su manera inimitable, Winnicott ( 1958, pág. 2-39) 
enuncia del siguiente modo dicha situación, difícil de expresar con 
palabras: "Psicológicamente, el bebé toma algo de un seno que es parte 
de sí mismo, y la madre da su leche a un bebé que es parte de ella 
misma. En la esfera de la psicología, la idea del intercambio se basa 
en una ilusión". 
En lenguaje teórico, el "botón" parece ser cabalmente descripto por 
el concepto de Mahler del "objeto amoroso simbiótico". Mahler postula 
la "simbiosis madre-bebé" como condición de la primera infancia. Al 
referirse a la fase de "separación-individuación" durante la cual, en pa-
labras de la autora,. "el niño rompe el cascarón simbiótico", Mahler se 
explaya sobre el "dolor" del bebé ante la pérdida de lo que da en deno-
minar "objeto amoroso simbiótico". Define dicho objeto como "fusión 
del sí mismo y las representaciones objetales", y escribe ( 1961, pág. 341): 
. .. la representación mental del objeto simbiótico se halla fi-
jada de manera sumamente rígida y permanente a la repre-
sentación primitiva del sí mismo. Cuando, en el curso del 
proceso de maduración, el yo se ve enfrentado con el 
hecho incontrovertible de la separación, las representacio-
nes simbióticas fusionadas de sí mismo y objeto no dan 
lugar a un progreso en pos de la individuación. Observamos 
entonces reacciones de ira y pánico ... 
Parece factible que la ilusión alentada por Juan en relación con 
el "botón", que surge en una etapa en que las partes del cuerpo se ha-
llaban escasamente diferenciadas, sería elaborada y mantenida por sen-
saciones derivadas de objetos en forma de pezón en su boca y otros 
"orificios" del cuerpo. Las manos y la boca podrían sentir objetos no 
corporales que guardaran semejanza con el pezón; la lengua, la saliva, 
los labios, las heces, las mucosas y el acto de succionarse los dedos 
podrían, todos ellos, suministrarle sensaeiones rcminiscentes del pezón. 
Por experiencia sé que buena parte de la ilusi6n del "'botón" parece sur-
gir de la combinación pezón-lengua. . 
El "botón" también parece surgir de una pauta innata de búsqueda 
del pezón, que volvió a cobrar forma en el curso del tratamiento. Dicha 
pauta innata parece revestir un significado básico en las actividades; de 
búsqueda del pechp. Las observaciones de Piaget :sobre ·bebés peque-
ños complementan y confirman inferencias al respecto derivadas de 
material psi-coanalítico. En ese sentido, el investigador descubrió que 
el bebé ha de buscar una mamadera oculta ante la v.isi6n de un seno, o 
un ganso o cigüeña ante la visión de cualquier objet() en fo.l'llla de pi-co; 
vale decir que los objetos que guarden similitud ron el pe2011 evocan 
esta respuesta ( Piaget, 1954, págs. 29. 31 )' 39). 
Arios de i11tensa labor con niños autistas me hall llevado a pensar 
que dicha~> respuestas intelectuales innatas son eE:perimelltadu poi el 
30 FRANCES TUSTIN 
bebé como material expulsado del cuerpo, una suerte de ·seudópodo 
que se expande hacia el mundo externo, lo moldea y es moldeado por 
éL Sugiérese Ia. expresión "formas innatas" con el · fin de describirlas. 
Dichas formas im1atas parecerían constituir el precedente físico de 
pensamientos y fa"ltasias más tardíos. Parecen ser moldes flexibles que 
dan forma a la experiencia, en un nivel primitivo de desarrollo emocio-
nal, y -son modificados por la experiencia conformada de esa manera. 
Cuando una forma innata parece coincidir con una correspondencia del 
munda externo, el niño tiene la ilusión de que todo es sinónimo de la 
materia propia de su cuerpo, y que la continúa. En estadios primitivos 
las tendencias de búsqueda de pautas son activas pero, siendo ~ínima 
la discrim'irwción, cualquier parte del propio cuerpo del sujeto, o del 
cuerpo de otras personas, u objetos del ambiente, puede ser equiparada. 
De esta manera puede percihirse al pezón como parte del mismo cuerpo 
de Juan, en razón de que -los dedos pueden equipararse a la forma 
innata del pezón; la perilla del trompo silbador se asimilaría a esa forma; 
el pene, la lengua, la materia "hedionda", etc. podrían todas equipararse 
entre sí y con aquél. Tales ecuaciones sin modificar llevaban a un esta-
do de confusión física que presagiaba el posterior estado de confusión 
mental. En este estado, objetos vivientes e inanimados eran tratados 
prácUcamente de la misma manera, el padre podía ser equiparado a un 
botón en un almohadón, y podían sucederle las mismas cosas. En el 
período confuso durante el cual se obtuvo este material, aparentemente 
Juan utilizaba partes de su cuerpo, y objetos externos percibidos como 
parte de la materia del cuerpo, para la manipulación de lo que poste-
riormente se trocaría, por medio de un proceso de abstracción, en con-
ceptos mentales. (A semejanza del niño que se vale de sus dedos o de 
palillos para hacer operaciones de aritmética que más adelante ya es 
capaz de "hacer en la cabeza".) 
En esos primeros días, cuando por fuerza el pequeño debió admitir 
como un hecho la separación ·existente entre su cuerpo y el mío, parecía 
experimentar las palabras como si se tratase de obje~os sólidos. Cuando · 
se le informaba acerca de la temunaci6n de una entrevista, o una inte-
rrupción del tratamiento debido ·a las vacaciones, daha un respingo, 
como si le hubieran clavado algo en el cuerpo. Parecía interpretar esas 
separaciones, de manera totalmente correcta, como objetos rotos que le 
introducían en el cuerpo. Resulta difícil determinar cuál es la mejor 
manera de analizar estos estados, cuya característica singular reside en 
que los sentimientos parecen experimentarse como entidades físicas. La 
ausencia significaba que alguien se había "ido", y lo "ido" era un objeto 
roto, "un agujero negro" lleno de "pinchos muy feos". El observador 
podría hablar de "depresión", pero para Juan se trataba de un "agujero 
negro"; la "persecución" era un "pincho muy feo"; la "desesperación" 
se percibía como el acto de introducir en su· cuerpo irreparablemente 
quebrado un objeto roto y sin posibilidad de arreglo. El pequeño no 
"pensaba,. en esas cosas, sino que le parecía que eran incorporadas a su 
propio cuerpo. Cuando desaparecía el "botón'', la ansiedad se convertía 
AUTISMO Y PSICOSIS 1NFANTIU:S 31 
en Ul'l objeto físico incontrolable. El dolor de la pérdida parecía expe-
rimentarse más como algo físi·co que como algo mental. 
El ·~agujero negro" 
Esta ilusión parece haber sido el elemento significativo que desen-
cadenó su retraimiento autista característi·CO. Eso es lo que quedaba 
cuando el ''botón" se había "ido". La situación no implica, simplemente, 
la ausencia de cosas "lindas", como podría esperarse desde el punto de 
vista intelectual, sino la aparición de presencias físicas horribles forma-
das en función de sustancias corporales (mis palabras entraban dentro 
de esa categoría) . ...Iodo ello se asocia con objetos que no se encuen-
tran bajo el control estricto del pequeño y que, en consecuencia, llacen 
<:osas inesperadas y le provocan sobresaltos. Se asocia, por ejemplo, 
con el trompo que se niega a girar, mi mano que rehúsa a hacerlo girar, 
el "botón" que no quiere seguir formando parte de su cuerpo. El pánico 
y la ira experimentadas ante esa frustración le hacen sentir que el objeto 
"malo" es despedido del cuerpo en virtud de una explosión. Rank y 
McNaughton (lg50) informan acerca de un niño "atípico" que,tras una 
explosión de pánico y cólera expresada por medio de una de sus rabietas, 
st~ refugió en los brazos de la terapeuta y exclamó, entre sollozos: "¡Se 
eayó una pieza! ¡Se cayó una pieza!" (pág. 63). Cuando en el curso 
del análisis Juan experimentó ese tipo de ansiedad, en su confusión 
físi·ca se tocó el pene, como para asegurarse de que aún estaba en su 
sitio. Obviamente, no se trataba de la ansiedad de castración pr:opia 
de un niño neurótico, sino, en apariencia, de un ejemplo de material 
scudofálico asociado con una ansiedad de tipo oral. 
El material recogido sugiere que son muchos los elementos reuni-
dos en torno a las experiencias boca-pezón (seno-lengua). Otros pueden 
surgir en etapas posteriores. Tal vez el uno pueda ocupar el lugar de 
cualquier otro. En relación con esta experiencia nodular parece darse 
una clasificación primaria en .. lindo" y "feo" ( liso·áspero; blando-duro; 
cómodo-incómodo). Lo .. lindo" es todo material liso y suave que puede 
moldearse en función de formas innatas y que, de esa manera, parecería 
continuar la materia del cuerpo. En este estadio se afir,n:ta la pauta de 
búsqueda del pezón, pero ciertas pautas innatas no modificadas por una 
situación de crianza razonaHemente firme y coherente generan expecta-
tivas estereotipadas y poco realistas. Estas expectativas parecen experi-
mentarse como una excitación corporal. Lo "feo~ es aquella sustancia 
dura que no puede moldearse a los efectos de formar parte aparente de 
la materia corporal; aquello que "no soy yo". Dicha experiellcia se 
visualiza como una ruptura en la conti[}uidad física, un daño corporal, 
un agujero, y parece generar una sellsadón de desamparo, provocar una 
"sacudida". Todo ello imparte su cualidad característica a la depre~ión 
psicótica. · 
Rank ( 1949) ci1a a Mahler y -coincide con ella en afirmar que "'Jos 
fenómenos afectivo-m()trjces parecen sew e"presiones: de cMera~ (pilg . .f4). 
32 FRANCES TUSTIN 
Asimismo, <:oincide con Mahler al sostener que en el niño psicótico "las 
reacciones en forma de 'pataletas' manifestadas ante una interrupción ... 
· parecen ser más expresión de páriico que de ira, como si el niño se 
sintiera amenazado por el peligro de aniquilación" (pág. 44). El material 
relativo a Juan sugiere que el pánico y la ira, a los que se daba expresión 
por medio de explosiones fisicas, eran los responsables de que el agujero 
fuera un orificio "negro". Parece sugerir, asimismo, que como sujeto y 
objeto se hallaban escasamente diferenciados entre sí: cuando el niño 
"aniquiló" al objeto "malo", él mismo se sintió amenazado de "aniqui-
lación" (sesión 361). 
La labor llevada a cabo con Juan sugiere, asimismo, que este "agu-
jero negro" abierto como resultado de una frustración puede repre-
sentar una oportunidad o una amenaza para él. Bion ( 1962) demuestra 
que la decisión crítica para el desarrollo reside en que se evada la hus-
tración, o bien se efectúe un intento por modificarla (pág. 29). El 
autismo representa el intento de Juan por evadirla. Parte del material 
que ilustra el caso refleja sus intentos ·por encararla por medio de una 
proyección explosiva (sesiones 23 y 367) . Por otra parte, sus primeras 
palabras ("¡Se fue!", "¡Roto!", "¡Caramba!") demuestran que, en cuanto 
desarrolló cierta capacidad, aunque limitada, para soportar al "agujero 
negro", el pequeño se vio estimulado a entablar contacto con su terapeuta 
como obj~to separado y diferente de sí mismo. (V éanse también se-
siones 153 y 360). A la luz de las experiencias recogidas con otros niños, 
no parece ser mera coincidencia el hecho de que precisamente en el 
curso de esas sesiones recibiera experiencias referidas a un "seno". Es 
evidente que el entablar contacto con lo que "no soy yo" ofrece posibi-
lidades ilimitadas más allá del sí mismo, pero, como viéramos, el terre-
no se halla sembrado de obstáculos, puesto que todo aquello que no 
logra moldearse y convertirse en parte de la materia corporal se trans-
forma en objeto hostil. imbuido de todo el terror y la rabia que provoca. 
La relación madre-hijo aparece importante para amparar al niño en su 
paso por esta difícil etapa de transición. 
I...a relación · madre-hijo 
Son muchos los autores que estudiaron la temprana relación ma-
dre-hijo entablada en el caso de los niños autistas. Entre ellos se cuentan 
Kanner (1943, 1944), Bergman y Escalona (1949), Rank y McNaugh-
ton ( 1950), Mahler ( 1952, 1961), Rubinfine ( 1961), Meltzer ( 1963). 
La mayoría de esos autores parecen coincidir en que los factores cons-
titucionales del ·bebé son importantes para el desarrollo del autismo. 
Tischler ( 1964) leyó un trabajo conmovedor en el Sexto COngreso In-
ternacional de Psicoterapia, concerniente a algunos intentos de esas 
madres desesperadas por entablar contacto con sus inaccesibles hijos. 
Meltzer ( 1963) sostiene que esos niños por lo general nacen "en un 
período de separación o disturbios paternos, caracterizado, en particu-
lar, por la depresión de la madre". Mi experiencia confirma esta 
aseveración. 
AUTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 33 
La historia del caso reveló que la madre de Juan enfrentaba dificul-
tades ambientales que la hacían sentirse insegura y llena de zozobra, 
y que obstaculizaban todo intento por forjar una relación satisfactoria 
con el bebé. Pero, amén de esas causas más obvias de inseguridad, puede 
haber sufrido el tipo característico de depresión posparto que la llevara 
a sentir que, al dar luz a) bebé, había perdido parte de su propio 
cuerpo. ( Hayman, 1962, págs. 135-9; Mahler, 1963, pág. 316). Sus 
propias ansiedades no resueltas en torno a esa pérdida, aunadas al hecho 
de que babia recibido escasa ayuda del ambiente para soportarlas, le 
hacían difícil tolerar un tipo de ansiedad similar en el bebé. Por añadi-
dura, Juan era un bebé dotado de muy escasa capacidad de respuesta; 
y es concebible que, como resultado de su chupeteo débil, la pérdida 
del pecho materno haya sido una característica constante de su infancia. 
Al tomar conciencia de esa pérdida el bebé debe haber percibido su 
propio desamparo, que le impidiera reemplazar algo ya "ido". 
En los estadios más tempranos de la infancia la coincidencia de 
pautas innatas con correspondencias. en el mundo externo parece ser 
la primera "situación sostenida" que vive el niño. "La madre coloca su 
pecho real precisamente allí donde el bebé está listo para crear, y en 
el momento oportuno" (Winnicott, 1958, pág. 238). Madre y bebé, 
pezón y lengua, trabajan juntos con el fin de producir una ilusión de 
continuidad, y confirmarla. Tanto Winnicott ( 1958, pág. 238) como 
Milner ( 1955, pág. 100) han subrayado ]a importancia de tener amplio 
margen ~e oportunidades para crear dicha ilusión durante la primera 
(nfancia, y señalado los peligros del choque brusco que puede producir-
se al sufrir una separación prematura. Pero las coincidencias no son 
siempre exactas, ni están siempre prontas a aflorar, y Bion (1961, 1963) 
ha facilitado nuestra comprensión de esa situación temprana delineando 
el rol de la madre como "recipiente" de la ansiedad infantil. 
En la más temprana infancia la falta de discriminación del bebé y 
la adaptación de la madre, producida a raíz de su identificación ein.pá-
tica con él en forma de "ensueño" (Bion, 1961, pág. 3()9), contribuyen a 
reducir a un mínimo la brecha abierta entre las ilusiones primitivas y 
la realidad, brecha ésta que puede producir una explosión. Esta reci- . 
procidad empática alienta la ilusión de una continuidad física y gradual-
mente aclimata la pareja madre-lactante en relación con la realidad 
oscuramente captada de su separación. Permite a la madre apoyar a su 
bebé a través del estado de turbulencia surgido al tomar conciencia de 
esa separación; separa-ción que parece experimentarse coro o ruptura 
de la continuidad corporal, como pérdida de parte del cuerpo. Los 
cambios de estado, por ejemplo de "botón .en la boca" a "bot6n ido"', 
inevitablemente generan tensiones, que son e"perimentadascomo u11a 
turg_encia corporal, que podrá aliviarse por medro de desCé1rgas físicas. 
A una madre llen¡¡ de infantil inseguridad, no formulad:t e insoport¡¡-
ble, así como carente de apoyo pa1.a soportarla, le result:t difícil :tcep· 
tar esas "proyecciones" del bebé. E11 palabras de Winnicott, le re.suli0"' 
difícil dar "lihert¡¡d al bebé para qu~ se mueva. ¡¡ctúe, se sienta excit.adrf' ~?' 
... , 
1_ : 
34 
FRANCES TUSTIN 
( 1958, pág. 310). Cuando el pequeño es particularmente ansioso por 
naturaleza, se produce una situación inquietante. Se visualizan las ex-
plosiones en función de una ruptura de la situación de lactancia, y las 
tensiones físicas como si se vaporizaran en el "agujero" y lo tornaran 
"negro". Además, no se percil?e en dicha ruptura una situación "sos-
tenida", aliviada y modificada por los oficios de una madre dotada de 
capacidad de respuesta, mediante lo cual aquélla ·pone de manifiesto su. 
experiencia, aceptación y comprensión de la situación; sino que, por el 
contrario, el "agujero negro" parece ser arrojado como una pelota entre 
madre e hijo, a través de los canales físicos de la comunicación empática; 
y se produce la ruptura de los procesos puestos en marcha. El bebé se 
aparta de la madre y se da una proliferación de procesos p..'1tológicos 
centrados en el cuerpo, que serán analizados más detalladamente en 
capítulos posteriores. 
La capacidad requerida para apoyar a un bebé inseguro p:arcce re-
lacionarse con la capacidad de prestar atención. Una madre infeliz y 
llena de inseguridaQ. sucumbe con suma facilidad a los ataques dirigidos 
contra su capacidad de prestar atención al bebé, de "sostenerlo" en su 
conciencia. Dichos ataques pueden derivar de sus propios problemas 
infantiles no resueltos, o provenir de hechos y gentes de afuera, o del 
propio bebé o, más a menudo, de una combinación de todos esos ele-
mentos. En el caso de sus ·propios problemas infantiles no resueltos, al 
experimentar por empatía el estado por el que pasa el bebé, comienza a 
pi·cocuparse por el suyo propio ; y de ese modo se desvía su atención, y 
sus pensamientos comienzan a extraviarse. Aparentemente, si, sin por 
ello tener culpa alguna, la mente de la progenitora se halla ausente , la 
situación anteriormente sostenida se quiebra de la misma manera que 
si se produjera una separación corporal traumática entre madre y bebé. 
Es factible que dicha "situación sostenida" resulte afectada por la rela-
ción existente entre los propios padres, en el sentido de que esta última 
afecta la manera en que la madre responde a un bebé que es consecuen-
cia de aquélla. Una ruptura en la situación sostenida significa que el 
inocente bebé queda solo para soportar ansiedades intolerables. Las 
tensiones y esfuerzos a que se ve sometido se acumulan. A1 seguir utili-
zando su propio cuerpo como si fuera el de sumadre, y éste como si fuera 
el suyo propio, el pequeño se ve protegido por una ilusión de continui-
dad, pero sigue smnido en un estado no diferenciado de la madre, o 
confundido con ella. Cuando es'a ilusión de omnipotencia se w asaltada, 
la pérdida del "botón" lo deja expuesto a los sufrimientos y terrores 
derivados del "agujero negro y el pincho feo". Siendo escasa la ayuda 
que recibe para tolerarlos, el bebé se ve impulsado a incrementar el uso 
de las sensaciones de su propio cuerpo, con los efectos acumulativos que 
ejemplifica el autismo. Juan ha perdido ·cada vez más el contacto con 
seres humanos conientes que podrían ayudarlo, y se ve atrapado más y 
más por tenores asociados ·con el "agujero negro" -"un terror sin nom-
bre" ( Bion, 1961, pág. 309) . El temor realista a la muerte palidece por 
comparación con esas agonías y miedos. Como resultado de esa ansíe-
AUTISMO Y PSICOSIS INFANTILES 35 
dad sobrecogedora, Juan se ha mantenido estancado en un estadio de su 
desarrollo en que visualiza todo en función de fonnas innatas, equipa-
rándolo todo a la materia del cuerpo. Había en él un anhelo desesperado 
por tener un "botón" extraordinario y sobrevalorado, que parecía equi-
1 pararse a un pezón-pene-padre omnipotente. 
Informe 
En los estadios primitivos el "botón" parece experimentarse como 
un lazo tangible y permanente con la madre. El material presentado en 
este capítulo sugiere que el dolor experimentado por la ruptura de ese 
lazo primigenio que, a la vez que ata, facilita la comunicación, debe 
elaborarse, hasta cierto ·punto, en la relación madre-hijo antes de que 
pueda iniciarse el desarrollo de formas más normales de comunicación. 
Dicho desarrollo de las pautas de comunicación tiene relación con el 
desarrollo de un sentido de identidad personal. Juan comenzó a utilizar 
el pronombre personal cuando alentaron en él esperanzas de poder 
arreglar las cosas (sesión 118). Esos "arreglos" que se sentía capaz de 
hacer, bien que de manera omnipotente, y que gradualmente comenzó a 
confiar que yo también pudiera efectuar, se hallaban asociados con la 
capacidad de 1lorar por el "botón" perdido y soportar los terrores asocia-
dos con su ausencia. El pequeño parecía pasar por una serie de procesos 
primitivos de duelo; al abandonar sus esperanzas de encontrar el "botón" 
en el mundo externo, comenzó a cobrar forma como imagen fabricada 
por su mente. Al quedar establecido el "botón" como piedra angular 
del mundo psíquico de Juan parecieron ponerse en marcha nuevas pautas 
de comunicación con sí mismo y con los demás. La situación analítica 
no le suministró ninguna experiencia real de cosa alguna que se pare-
ciera al "botón" (no se pusieron a su alcance caramelos, alimentos ni ma-
maderas, ni se le brindaban besos y caricias), sino que, simplémente, lo 
ayudó a tolerar sentimientos relativos a su pérdida. El equipo simple, 
la .regularidad de las sesiones (en la medida de lo posible), la adhesión 
a una técnica disciplinada, la atención y vigilancia analítica y las in-
terpretaciones parecían suministrar un "rreipiente" (una "cuna", en pa-
labras del mismo Juan) en el que el sí mismo infantil del niño pudiera 
comenzar a crecer. Entretanto, el modo sensato en que los padres 
manejaron a su hijo entre los tres años y medio y los seis años fue 
auxiliar indispensable de la tel'l!pia. 
Nota 
La figura 1 reproduce e·l dibujo que Juan realizó al saber que ~1 
tratamiento habria de concluir al cabo de dos semanas. (Cabe recordar 
que, cuando iDidó el tratamiento, jamás había llevado el lápiz al papel 
por sí so.Jo. Los ·primeros uazos qu~ hizo sob-re el papel fueron unas 
poca.s. líneas, al cabo de un año de estar sometido a tratamiento.). El 
dibujo que reproducimos fue realizado al eaoo de tres años de iniciarie 
lapsicoterapia. Da prueba. del desarrollo logrado por Juan eo ~~ cu~o 
36 FRANCES 'IUSTIN 
Figura l. La gran "madre cisne" fue dibujada primero. Al dibujar las alas 
el niño dijo: ."Its wings" ("Sus alas") pronunciando como si 'dijera: "lt swings'' 
(Se balancea). El patito dibujado justo frente a la madre cisne era "un patito feo", 
con dientes. Al dibujar los otros patitos, el pequeño dijo que estaban conduciendo 
a la madre cisne: el marrón encabezaba la fila. 
Ei niño preguntó: "Durante el fin de semana usted descansa. ¿Por qué?" 
A continuación, y en la parte superior del papel, dibujó de manera descuidada 
otra madre cisne, sin pico, frente a un balde, y dijo: "Está aUí calentándose porque 
siente mucho frío". En seguida dibujó, detrás de la madre cisne grande y bien 
dibujada, ''un patito travieso que se escapó al bosque y se perdió, pero vino el papá 
cisne y lo encontró y el patiro se convirtlió en jefe de todos los patos chiquitos". 
(Juan tenía 6 años y medio cuando hiw este dibujo). 
del tratamiento y es signo de su inteligencia. rara quienes se hallen 
versados en la esfera de la psi(..'oterapia intensiva, dará la pauta, asi-
mismo, de cuál era el estado emocional del niño ha<:ia el final del 
tratamiento.· Parece indicar que, en momentos de tensión, aquél todav]a 
tiende a devaluar la contribución materna a su bienestar. Esas actitudest!laboradas ante una madre producto de la fantas-ía significan que no 
puede sacar todo el provecho posible de la presencia de su madre real. 
Ello lo predispone a alimentar su depresión. No obstante. incluso en 
AtmSMO Y l>SICOSrs INFANTILES 37 
este dibujo demuestra su ·percepción al respecto, dado que se da cuenta 
de que ello lo -convierte en un niño "perdido'~. Hacia el fin de la sesión 
su aseveración llena de arrogancia y afinnacióp de poderío en el sen-
tido de que los patitos "la Hevaban a la madre éiel pico" se vio conside-
rablemente moderada. En el cuadro hay signos de que poco a poco está 
logrando superar sus dificdltades para comer, sí bien todavía no ha lle-
gado a manejar la situación. Por consiguiente, aunque Juan ha "mejo-
rado más allá de cuanto fuera previsible" . ( p~ra citar al médico de la 
familia), para hacer uso cabal de su talento indiscutible convendría que 
recibiera ulterior ayuda más adelante. 
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