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Veccia - El metodo psicodiagnostico y el ejercicio profesional 9-38

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El método psicodiagnóstico y el ejercicio profesional del psicólogo. 
 
Algunas cuestiones acerca 
DEL MÉTODO PSICODIAGNÓSTICO 
 
El método Psicodiagnóstico es una de las formas que asume la Evaluación Psicológica en 
Psicología clínica. Casullo1 lo ha definido como “el estudio descriptivo, comprensivo y 
explicativo de los comportamientos de los sujetos y grupos humanos en relación con los 
contextos socioculturales específicos en los que concretan sus existencias cotidianas y con 
sus particulares historias de vida, fruto de circunstancias personales y sociohistóricas 
concretas”. 
Por nuestra parte, creemos que dichos comportamientos y expresiones humanas poseen 
una organización propia en cada individuo, que es más o menos estable, y que se 
desarrolla a lo largo de cada existencia atravesando las distintas etapas vitales. A ella 
corresponde el concepto de personalidad. La personalidad es un constructo de la ciencia, y 
ha sido objeto de permanente interés y preocupación para distintas teorías psicológicas. La 
recolección de los datos empíricos necesarios para su correcta evaluación forman parte del 
dominio de la Psicología Clínica como ciencia aplicada. Dentro de ella, el método 
psicodiagnóstico ofrece una combinación de recursos técnicos de riqueza práctica y 
conceptual que nos permite abordar, desde el punto de vista científico, el estudio de la 
personalidad. 
Entre las teorías psicológicas que le sirven de marco de referencia se destacan: el 
Psicoanálisis, la Teoría de la Gestalt, la Teoría de la Comunicación y las Teorías 
Cognitivas. La aplicación del Psicodiagnóstico supone el estudio en profundidad de las 
respuestas que uno, o varios, sujetos dan al enfrentar estímulos diversos, a lo largo de las 
sucesivas etapas en que se desarrolla el proceso, llegando así a obtenerse una muestra 
del funcionamiento de su personalidad global. Dispone de un encuadre propio que incluye 
la consideración de su duración, limitada en el tiempo, a un número que generalmente no 
supera las 5 ó 6 entrevistas, la definición anticipada al consultante o entrevistado de los 
roles previstos, y el registro y control de la variable transferencial que necesariamente 
emerge en el vínculo planteado y constituye la muestra in vivo del funcionamiento 
relacional e interrelacional del sujeto investigado. 
La reciente incorporación de las computadoras en los estudios diagnósticos no debe 
hacernos olvidar que su eficacia depende exclusivamente de la observación clínica inicial 
en el marco de le Entrevista; y de la integración que el Psicólogo Clínico efectúe con los 
resultados que obtiene de las pruebas, por un lado, y con las demás facetas de la 
personalidad del entrevistado tal como aparecen en el campo de la Entrevista, por otro. 
Diremos entonces que un Psicodiagnóstico es una combinación racional y estratégica de 
distintos instrumentos y auxiliares técnicos que se aplican con fines de “verificación 
diagnóstica” (2) y con el objeto de tomar decisiones frente al problema planteado por la 
demanda. Por ejemplo, qué tipo de abordaje terapéutico conviene más a una persona en 
una situación determinada, que ha acudido a la consulta por motivos tanto conscientes 
como inconscientes. 
El Psicodiagnóstico estudia tanto las características internas del sujeto, su estructura 
psíquica, como su peculiar inserción grupal, social e institucional. El contexto que él 
construye tanto como el que le es dado, su situación. 
Al respecto resulta interesante el desarrollo que hace Fiorini del concepto de situación.3 
Sería para él, un espacio en el que van convergiendo diferentes series causales, diferentes 
series de fenómenos que configuran una situación crítica (entendamos que diagnóstico es 
siempre diagnóstico de una crisis), las series pueden ser familiar / corporal/ evolutiva / 
laboral / social, etc. Llama serie a una clase homogénea de fenómenos que responden a 
cierta legalidad, el encadenamiento causal que es propio de esa clase de fenómenos. 
Ejemplo: la serie corporal como la historia del cuerpo con sus resonancias inconscientes y 
fantasmáticas. La serie laboral: qué pasa con la inserción del sujeto en el mundo del 
trabajo, si trabaja, qué rol tiene en la estructura laboral, cómo es la empresa donde trabaja; 
respecto de la serie evolutiva, qué tareas tiene por resolver en esta etapa de su vida, etc. 
En conjunto, estas series (corporal - familiar - evolutiva - prospectiva - social y clínica) 
tienen en común el que el aparato psíquico circula por todas ellas, gesta todas las series 
que menciona. Eiorini representa el enfoque multidimensional de la Psiquiatría Dinámica, 
que se corresponde bastante con nuestra manera de encarar el Psicodiagnóstico. 
Digamos entonces que el diagnóstico o los diagnósticos de la Psicología difieren tanto del 
diagnóstico médico (en singular) como del que es propio del Psicoanálisis en el desarrollo 
de la cura. 
Desde el punto de vista teórico Fiorini define la situación por su función de "objeto teórico 
articulador" .4 Pero todo esto nos lleva a replantearnos el problema del diagnóstico para la 
Psicología y me gustaría abordarlo más adelante. 
Por ahora planteamos que el Psicodiagnóstico tiene como objetivo la evaluación de la 
personalidad de un sujeto en una situación determinada. Para ello puede valerse de 
distintas técnicas o artefactos: Entrevistas, técnicas proyectivas, psicométricas, objetivas, 
etc. combinadas estratégicamente según la situación planteada. La combinación no 
responde a un modelo prefijado sino que depende de la destreza, el entrenamiento y la 
experiencia clínica acumulada por el Profesional que debe dar respuesta a la demanda 
planteada. 
En el terreno del ejercicio profesional todo esto que estamos proponiendo requiere de un 
entrenamiento específico y debería estar adecuadamente reflejado en las currículas de 
grado y posgrado. Hacer un psicodiagnóstico y confeccionar el informe pertinente tanto 
para el área clínica, como para las demás áreas de incumbencia profesional (laboral, 
forense, educacional) supone primero delimitar y precisar la demanda que lo origina, el 
interés explícito y/o implícito del demandante (médicos, jueces, consultoras de selección 
de personal, directivos de una empresa, educadores, etc.); segundo, encontrar la 
combinación adecuada de los instrumentos idóneos en función de la pregunta planteada, 
de las motivaciones del sujeto y de las afinidades y habilidades del Entrevistador, que 
seguramente habrá desarrollado mayor pericia e interés por algunos de estos auxiliares, 
aquellos que en su experiencia le hayan aportado mayor riqueza diagnóstica. 
Lo contrario (lamentablemente muy frecuente) sería burocratizar la función, rutinizarla y 
faltar al compromiso ético que supone aplicar de la mejor manera posible los 
conocimientos adquiridos, evitando un resultado iatrogénico para el entrevistado. 
El ejercicio del Psicodiagnóstico implica siempre una intervención sobre el sujeto 
investigado, como tal requiere de ciertas consideraciones previas que hacen a la 
honestidad intelectual con que cada profesional se plantee cuál es el marco ético, 
antropológico, ideológico, que prefiere darle a su práctica. 
En nuestro país, estamos asistiendo a un momento de síntesis y reubicación en el campo 
técnico de la psicología. De acuerdo al recorrido que con tanta precisión hiciera la Dra. 
Renata Frank5 acerca de las ilusiones y desilusiones en el empleo de las técnicas de 
estudio de la personalidad, después de épocas de absoluto descrédito hacia nuestra 
práctica, vamos llegando a una situación más madura en la que intentamos darles el lugar 
y alcances adecuados y usarlas en el momento justo. Creo que en parte ha ayudado cierto 
cambio en la peculiar cosmovisión universitaria que parece más permeable a la influencia 
de los tiempos que corren, y de las problemáticas que emanan de nuestra sociedad y 
nuestra cultura. 
 
Elconcepto de personalidad 
Según Koldobsky6 la personalidad puede considerarse como "la integración de la vida 
psíquico - conductal - relacional del individuo, o simplemente como un constructo de la 
ciencia para explicar la forma más o menos estable que tienen los individuos, a lo largo de 
la vida para conducir- se, pensar, sentir y relacionarse con los demás". El interés en su 
estudio comprende por un lado la necesidad de aportar al desarrollo humano saludable 
desde la perspectiva de la Prevención en Salud Mental, y por otro lado, la consideración 
del papel que juega la personalidad en las situaciones del enfermar: en las situaciones de 
crisis, pérdidas, duelos, en la colaboración con los tratamientos, en el campo de las 
personas con enfermedades agudas o crónicas, discapacidades, etc. 
Un interés particular consiste en estudiarla en relación con los procesos de la enfermedad 
psíquica, o cuando ella misma se constituye en desorden o trastorno mental. 
Tradicionalmente el enfoque de la Psicología Americana hizo hincapié en los aspectos 
relacionales, abiertos al mundo de la persona. Mientras que la Psicología Europea se 
interesó más por los aspectos fijos, internos, más inamovibles que se corresponden mejor 
con el concepto de carácter investigado por la Psicología Alemana y el Psicoanálisis (como 
estructura del carácter y desórdenes del carácter).7 
Con el desarrollo de las distintas teorías y la superación de ciertos localismos intelectuales 
las definiciones alcanzaron también una cualidad más integrativa producto de la 
superación de viejas polémicas. 
En la obra mencionada de Koldobsky hay una referencia a Millón (1980), autor de varios 
cuestionarios y técnicas objetivas para estudiar la personalidad, que resulta interesante y 
según la cual dicho autor entiende la personalidad como un “modelo complejo de 
características psicológicas profundas, que son generalmente inconscientes, que no 
pueden ser erradicadas y que se expresan automáticamente en cada faceta del 
funcionamiento individual. Sus rasgos emergen de una complicada matriz de disposiciones 
biológicas, del aprendizaje y la experiencia, y comprende y abarca el modelo distintivo 
individual de percibir, razonar y enfrentar las situaciones y los otros”. 
Bellak, asimila la personalidad al sistema del yo y plantea que las Técnicas Proyectivas 
encontrarían aquí su fundamentación teórica, en una Psicología del Yo que se articule con 
las teorías sobre el Aprendizaje. Basa su evidencia en una larga experiencia con técnicas 
temáticas (son técnicas que recogen temas o narraciones como respuesta a estímulos más 
o menos estructurados). En el caso de este autor se advierte la influencia del Psicoanálisis 
pero, simultáneamente, el acento está puesto en el diagnóstico de los procesos cognitivos 
y perceptuales para encarar la realidad. Se trata de una Psicología de la Percepción con 
influencia del Psicoanálisis y de la Psicología Clínica psicodinámica. Los procesos 
cognitivos se mueven en dirección de las necesidades (J. Bruner) y como resultado se 
produce una distorsión que la personalidad con sus motivaciones y conflictos le imprime a 
la percepción. Bellak llama a dicha distorsión, apercepción, y a las técnicas que se ocupan 
de evaluarla, aperceptivas o proyectivas. 
La personalidad Normal 
La organización profunda, inconsciente, de la personalidad ha sido investigada por el 
Psicoanálisis con el concepto de estructura. Ayuda a su comprensión la idea que Freud 
planteaba en sus Nuevas conferencias: un mineral cristalizado que cae al suelo se 
romperá según las líneas de su laminado interno que estaban originalmente determinadas. 
Desde el nacimiento, y aún antes por la herencia de ciertos factores, la forma de relación 
con sus objetos primarios, sus traumas y frustraciones, su peculiar organización defensiva, 
el psiquismo individual se va cristalizando: si el cristal se rompe, el sujeto enferma, si su 
estructura es neurótica, desarrolla una neurosis; si es psicótica, una psicosis. Con un 
abordaje terapéutico correcto, dichos sujetos estarán bien cuando sus estructuras vuelvan 
a compensarse. 
Según Bergeret9 es imposible el pasaje de una estructura a otra, puesto que son distintas 
las líneas de organización del Yo. 
Las posiciones intermedias las ocuparían los estados límites que comprenden situaciones 
nosológicas más o menos fijas que cristalizarían en alguno de los dos cuadros vecinos 
más sólidos. Kernberg, en cambio, los plantea como estructuras en sí mismas (borderline) 
con un funcionamiento defensivo caracterizado por la escición del yo y defensas de nivel 
bajo o primitivas (Identificación Proyectiva - Negación - Omnipotencia, etc.).10 
La normalidad debería considerarse en forma independiente de la noción de estructura. 
Las manifestaciones exteriores pueden deberse a una ruptura del equilibrio funcional que 
la caracteriza. 
Al respecto, dice Bergeret: "cualquier ser humano se encuentra en estado normal sean 
cuales sean sus problemas profundos cuando es capaz de manejarse con ellos y se 
adapta tanto a sí mismo como a los demás, sin paralizarse interiormente por sus conflictos 
obligatorios, ni hacerse rechazar por los otros, (hospital - asilo - prisión) a pesar de las 
inevitables divergencias con ellos”. (op. cit., p. 116). 
Sin embargo, las personalidades normales (neuróticas o psicóticas no descompensadas), 
deben diferenciarse de las pseudonormales, frágiles y precarias, obligadas a representar el 
papel de personas normales para no descompensarse (estados límites y neurosis de 
carácter). Por lo tanto la noción de normalidad no deja de ser ambigua. 
El método Psicodiagnóstico y el concepto de Diagnóstico para la Psicología 
El estudio de la personalidad que propone el método Psicodiagnóstico para el área clínica 
debe ayudar a resolver cuáles son los abordajes terapéuticos más adecuados para cada 
sujeto (o grupo) en particular, y en la situación que atraviesa. En la práctica, sin embargo, 
esto no siempre es debidamente establecido por el Psicólogo, o bien sus informes son 
parcialmente aprovechados pues se usan muchas veces con el único objetivo de despejar 
alguna duda por parte del Psiquiatra que ha hecho la evaluación inicial en la Institución. En 
este sentido y debido al déficit de espacios interdisciplinarios en nuestras instituciones de 
salud mental, la tarea ha quedado muchas veces relegada y desvalorizada. 
Los propios Psicólogos que han adoptado casi mayoritariamente la identidad de 
Psicoanalistas relegaron ésta y otras cuestiones relevantes para el desarrollo de la 
Psicología en nuestro país. 
El método Psicodiagnóstico se diferencia tanto del Diagnóstico médico psiquiátrico como 
del propiamente psicoanalítico que se desarrolla a lo largo de la cura. Propone una 
combinación de técnicas auxiliares que complementan la Entrevista Clínica inicial. Dentro 
de ella, las Técnicas Proyectivas han aportado al estudio de la personalidad desde un 
enfoque ideográfico; las Técnicas Objetivas y Psicométricas lo han hecho desde una 
perspectiva nomotética. La primera opción plantea el estudio de un individuo tan 
profundamente como sea posible, aun a costo de no poder generalizar. La segunda, 
enfoca el desarrollo de leyes generales comunes a todos los individuos, aunque de esta 
manera se pierda la peculiaridad de cada uno. 
Hoy en día pareciera que ambas formas son necesarias para una comprensión acabada 
del sujeto. Prima una perspectiva interaccionista y pluralista, en detrimento del causalismo 
rígido que caracterizó la visión moderna, según el modelo de las ciencias naturales. 
Si bien hay un aspecto propio de todo diagnóstico que es de clasificación o categorización, 
la definición que la Psicología haga de tales categorías parece ser relevante. 
Desde un punto de vista enteramente clínico resulta útil el abanico de posibilidades que 
ofrece operar con un diagnóstico multifacético al estilodel que propone Fiorini por 
ejemplo,l2 quien fundamenta la necesidad de formular diferentes diagnósticos basados 
tanto en los desarrollos ulteriores de la psicopatología psicoanalítica, como en aportes de 
la psicología social y evolutiva, entre otras disciplinas. Los diferentes niveles diagnósticos 
reflejarían el hecho de que todo individuo y todo grupo humano expresan su inserción 
simultánea en diferentes planos de interacciones sociales, con diferentes legalidades y 
mecanismos, a los que responden las transformaciones en el psiquismo. 
Así, al Diagnóstico Clínico (que comprende para el autor las categorías de la clínica 
psiquiátrica) necesario para emprender opciones estratégicas (medidas de contingencia 
ambiental, elección de psicoterapia, medicación, pronóstico), se le suman el diagnóstico 
psicopatológico psicodinámico; evolutivo; adaptativo y prospectivo; grupal; psicosocial; 
comunicacional; de potenciales de salud; de la problemática del cuerpo; y del vínculo 
Terapéutico. 
Los instrumentos auxiliares que posee la Psicología, correctamente usados, deberían 
aportar con eficacia en la elaboración de las distintas hipótesis diagnósticas. 
Para Bellak (op. cit., p. 45) “un diagnóstico es una hipótesis heurística concerniente a: (a) 
una variedad de relaciones causales (por ejemplo entre el presente y el pasado, entre 
varios fenómenos aislados y una base común); (b) la psicodinamia; y (c) la estructura (por 
ejemplo en la organización de las funciones del Yo y la adaptación general)". En este 
sentido la utilización de Técnicas Proyectivas implicaría la aceptación de ciertas ideas 
previas o principios básicos: 
El punto de vista organísmico: cualquier parte es una función del todo. Las respuestas a 
las láminas del Test de Relaciones Objetales pueden considerarse, por ejemplo, una 
muestra que permite hacer inferencias acerca de la personalidad, de la manera en que 
cada persona se relaciona con otras personas y objetos del mundo que lo rodea. Los 
resultados de las pruebas deben integrarse al cuadro total y esa integración sólo puede 
hacerla el Psicólogo Clínico. 
El determinismo psicológico significa que las respuestas tienen una causa y un sentido 
dinámicos, en interacción con determinismos sociales y biológicos. 
La sobredeterminación, pues cada parte de la respuesta proyectada en el estímulo tiene 
más de un significado, responde a diferentes niveles de organización de la personalidad. 
De manera semejante, todo acto psicológico es el resultado de una serie de procesos 
psicológicos diferentes. 
La continuidad de la personalidad básica a partir de su “cristalización”. 
 
Bibliografía 
Casullo, M.M.: Evaluación psicológica y psicodiagnóstico, Secret. de Cultura - UBA / 
Catálogos, 1996. 
Rapaport, D.: “Implicaciones teóricas de los procedimientos de verificación diagnóstica”, en 
Knight: Psiquiatría Psicoanalítica, Edit. Hormé, 1960. 
Fiorini, H.J.: “Exploración de la situación como modalidad de abordaje en Psicoterapias”, 
en Estructuras y abordajes en psicoterapias psicoanalíticas, Nueva Visón, 1993. 
Fiorini, H.J.: op. cit., p. 163. 
Frank de Verthelyi, R: “ Temas en Evaluación Psicológica” Cap. 1, Lugar, 1989. 
Koldobsky, N.M.S.: La personalidad y sus desórdenes, Salerno, 1995. 
Von Braken, H. - Henry, P.D.: Teorías de la personalidad, EUDEBA, 
1963. 
Bellak, L.. TA.T., C.A.T. yS.A.T., uso clínico (segunda edición), 
Manual Moderno, México, 1969. 
Bergeret, J.: Manual de Psicología Patológica (Teoría y Clínica), Masson. 
1990. 
Kemberg, O.: Trastornos graves de la personalidad, Manual Moderno, Buenos Aires, 1990. 
Agrest, M.: “El diagnóstico ‘psi’ como categorización”, en Rev. 
Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina; Vol. 42 N®1, Marzo de 1996. 
Fiorini, H.J.: op. cit., p. 133.
Introducción a las técnicas proyectivas: 
BÚSQUEDA DE UNA ADECUADA FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA 
Teresa Ana Veccia 
 
La materia que ustedes van a cursar este verano en forma intensiva, tiene un título oficial, 
actualizado, el que consta en el programa, y otro antiguo, no oficial pero impuesto por el 
uso: llamamos a esta materia “Técnicas proyectivas”. Esta situación de hecho merece 
algunas aclaraciones primero y ciertas reflexiones después. 
Técnicas Proyectivas I y II, se llamaban los dos niveles en los que se cursaba esta materia 
en la década del 70. Su primer titular fue Jaime Bernstein, un pionero de la enseñanza de 
la Psicología y adaptador de muchas de estas técnicas a nuestro medio (por ejemplo: el 
test de las dos personas). En el segundo nivel se enseñaba además de Psicopatología, los 
cuadros psicopatológicos imprescindibles para establecer un diagnóstico diferencial.1 
En el año '85, finalizada la intervención a las facultades, ésta fue una de las primeras 
materias en concursarse. Se concursó con el título que actualmente tiene y se la dividió en 
dos módulos. El primero corresponde a los antes llamados “tests mentales”, actualmente 
“Técnicas Psicométricas”. Y el segundo a nuestras “Técnicas Proyectivas”. De modo que, 
como ustedes ven, ambos tipos de técnicas pasaban a enseñarse bajo un titulado común, 
y con la intención de crear un tercer módulo de integración, que nunca se logró, dato que 
sugiero a ustedes como muy significativo pues tradicionalmente, y como ya veremos más 
adelante, ambos tipos de tests y los profesionales que los aplican, no sólo no congeniaron 
sino que muchas veces representaron prácticas diametralmente opuestas. 
“¿Por qué Teoría y Técnicas de Exploración y Diagnóstico Psicológico?” 
En primer lugar porque era necesario conservar en la currícula la transmisión de los 
conocimientos básicos indispensables que, durante mucho tiempo fundamentaron con 
exclusividad la práctica de la Psicología (recuérdese que la ley de ejercicio profesional que 
legaliza la práctica de la psicoterapia data recién de 1985). El estudiante debe como 
mínimo, conocer los fundamentos teóricos, la forma en que se han construido, tanto como 
la aplicabilidad y resultados que se obtienen, a partir de los instrumentos que la Psicología 
posee, para recabar la información necesaria acerca de los fenómenos que pretende 
estudiar. Esta obligatoriedad se ve reflejada claramente en la ley del ejercicio profesional, 
donde leemos: (Capítulo II: “De las especialidades y ámbitos de aplicación”, artículo III): 
“Con el objeto de delimitar el ejercicio de la Psicología se establecen las siguientes 
especialidades: Psicología Clínica, Psicología Educacional y Psicología Social” (en el 
ámbito laboral, jurídico y social). Y con respecto a la Psicología Clínica expresa 
textualmente: “Comprende la exploración diagnóstica de la estructura, dinámica y 
desarrollo de la personalidad, la orientación psicológica para la prevención de patologías; y 
el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de los conflictos psicológicos en curso, así como 
otras actividades que requieren el uso de instrumentos y técnicas psicológicas.”2 
Entonces, por un lado, tenemos que presentarles a ustedes las Técnicas proyectivas, y las 
construcciones teóricas que las sustentan, a sabiendas de la dificultad que plantea la 
pluralidad de modelos teóricos en que se basan. Y por otro, (o simultáneamente), vamos a 
tener que apoyarnos en la aplicación y los resultados que arrojan dichos instrumentos, 
para reflexionar y actualizar nuestra comprensión tanto del concepto de Exploración 
diagnóstica y Diagnóstico psicológico, como cuanto de lo connotado por los términos 
“Estructura, Dinámica y Desarrollo de la Personalidad”. Es decir que deberíamos arribar 
con ustedes hacia el final del curso a lo que constituiría nuestra meca: conocer en qué 
medida y de qué manera las T.P. como instrumentos de que dispone la ciencia psicológica, 
han contribuido a plantear una teoría de la personalidad tal que abarque y comprenda su 
“estructura, dinámica y desarrollo”. Dicho de otra forma: ¿qué convierte a las T.P. en 
“Técnicasde Exploración y Diagnóstico Psicológico”? ¿Son ellas instrumentos idóneos 
para “auxiliar” la labor diagnóstica? ¿Es el diagnóstico psicológico equivalente al 
diagnóstico médico? ¿En qué se diferencian? 
En este curso ustedes. trabajarán el concepto de “psicodiagnóstico” como un concepto 
mucho más abarcativo y trascendente que el de T.P. A propósito, viene a cuento recordar 
que la palabra “Psicodiagnóstico” la empleó por primera vez Rorschach, el genial creador 
del método que lleva su nombre, cuando en 1921 dio a conocer su test para el estudio de 
la percepción y la asociación ideativa: el “Psicodiagnóstico de Rorschach”. Denominación 
que luego se extiende a los “métodos de verificación diagnóstica” usados dentro de una 
estrategia conjunta, aplicados en el marco de una sucesión relativamente breve de 
entrevistas, con un contrato peculiar, propio, y con un encuadre que lo diferencia, en parte, 
de la tarea terapéutica. A esto llamamos psicodiagnóstico. Pero permítaseme aclarar que 
en la administración de técnicas que exploran la personalidad de los consultantes, halla su 
lugar y su razón la intervención del psicólogo clínico. Hecho éste que nos lleva a 
reflexionar una vez más sobre el “efecto” terapéutico que el psicoadiagnóstico tiene, en 
primer lugar, hacia el interior del proceso mismo, como un espacio ofrecido al sujeto para 
ponerse en contacto con aspectos propios hasta ese momento escindidos, y que salen a la 
luz dentro de la cadena asociativa que se ofrece (en imágenes o ideas) como respuesta a 
cada estímulo en particular. Y en segundo lugar, la posibilidad de articular una pregunta 
sobre su “sí-mismo” que comprenda estos aspectos apartados de la consciencia o cuya 
conexión se alteró. 
En este sentido, y en muchos casos, la instancia psicodiagnóstica opera como un espacio 
que favorece la articulación de la demanda terapéutica, alcanzando así un lugar dentro de 
las prácticas de prevención. 
El interés del psicodiagnóstico está centrado en la variable “sujeto”, ya sea que se trate del 
funcionamiento individual, o “de la percepción que dicho sujeto exprese acerca de su 
funcionamiento intersubjetivo”. 
De esta manera, resultan diferenciables los conceptos de “Psicodiagnóstico y Evaluación 
psicológica”, a veces superpuestos. El segundo es más general y abarcativo: comprende 
también el estudio de las interacciones sujeto-medio, y el de las variables situacionales.4 
No quisiéramos evitar, en esta presentación, el contar, como una complejidad necesaria y 
obligada por el despliegue de todos estos temas que transitaremos juntos, con las nuevas 
consideraciones acerca de las “actuales formas de subjetividad”, a las que intenta dar 
respuesta el nuevo paradigma científico. A tal efecto desearía compartir con uds. el 
pensamiento de Edgar Morin:“Si bien el siglo XX se ha caracterizado por una invasión de la 
cientificidad clásica en las ciencias humanas y sociales, expulsando al sujeto, en el caso 
de la Psicología, ya sea para reemplazarlo por estímulos, respuestas y comportamientos, o 
bien para liquidar al Yo, y poner en su lugar al Ello, invirtiendo la máxima freudiana, hoy en 
día la pregunta por el sujeto vuelve a ocupar el centro de la escena y requiere una nueva 
fundamentación científica de cara al siglo XXI, una definición que dé ingreso al concepto 
de “autonomía”, concepto imposible de admitir en el paradigma moderno con su visión 
“mecanicista y determinista”. 
Creemos sin embargo, que esta reivindicación del sujeto, de la subjetividad, sería 
imposible de admitir sin una consideración del “contexto” y de la “historia”, como 
coordenadas ineludibles en su construcción. 
Así pues, presentarles a ustedes este sector del saber psicológico, “los métodos 
proyectivos”, nos da ocasión una vez más de abrirnos al porvenir de nuestra “ilusión” 
científica, la Psicología. Una Psicología que tal vez no sólo deba ocuparse del hombre, su 
subjetividad, sus relaciones intersubjetivas, sino también de la relación entre el hombre y el 
robot. En un mundo donde la incertidumbre, la indeterminación y la teoría del caos, 
amenazan con derrotar definitivamente la convicción causalista6 
Volviendo al tema que nos ocupa: las T.P. mismas conformaron una “ilusión”: nacidas para 
responder a una Psicología atomística y nomotética, donde el sujeto se perdía entre 
estadísticas y leyes generales del comportamiento, su ambición fue la del estudio y 
comprensión “objetivos” de la personalidad individual, en forma global. No como una suma 
de rasgos o funciones sino como una “gestalten”, una estructura en desarrollo, una 
organización general del pensamiento, la conducta y la afectividad. 
Se debe a Allport (1937) el siguiente planteo: 
“Cabe afirmar que cada personalidad es la ley de sí misma, en el sentido de que una sola 
vida, si se la comprendiera plenamente, habría de revelar su propio proceso de crecimiento 
necesario y sistemático. El curso de cada vida es un hecho ordenado y sujeto a leyes, aun 
cuando (la persona) difiera de todos los demás miembros de su clase.” 
Abt en 1959 lanzó su propuesta para fundar una “Psicología proyectiva” que se planteaba 
como una superación científica, tanto del Psicoanálisis, como de la Psicología de la 
Conducta. 
Un intento de articularlo con las hipótesis expuestas a verificación de experimentos 
orientados a reproducir la conducta humana, plenamente aprobados por la ciencia oficial 
occidental. 
Así pues las T.P. fueron la piedra del escándalo: trataban de acercar dos maneras 
opuestas de pensar al hombre: una psicología nomotética, descriptiva del comportamiento 
común o general de los seres humanos, inscripta dentro del método experimental. Y otra, 
ideográfica, holística, interesada en la personalidad individual, como organización global, 
en desarrollo, y como escenario de fuerzas en conflicto (dinámica). 
A pesar de las diferencias y las posiciones extremas e irreconciliables entre las que se 
dividieron experimentalistas y clínicos7 muchos de los últimos pugnaron en la década del 
’50, por no ser excluidos del método experimental. Al hacerlo, fundamentaron su posición 
en el valor del experimento natural (posfacto) tal como se presenta en la clínica. Entre ellos 
se hallaban los proyectivistas como Beck por ejemplo, a quien Bernstein cita en su extenso 
e interesante artículo sobre la existencia de dos Psicologías contrapuestas: (op. cit.) a la 
intención de averiguar cuánto de un rasgo tiene una persona dada (ej.: heroísmo, orgullo, 
humor) se debe agregar el interés por averiguar cómo son las distintas conductas de una 
persona y sus interacciones, el efecto de la conducta total en una personalidad particular. 
Y Beck añade algo más interesante aún: la nomotesis es una psicología sin sujeto, en 
contraposición a la ideografía “que trató de ocuparse ella misma de un algo” (op. cit., p. 
55). 
Los proyectivistas dieron su lucha por una Psicología con sujeto encuadrada dentro del 
método clínico, pero fundamentada en el intento de articulación del psicoanálisis con la 
Psicología Experimental. 
Fue el caso de Bellak, por ejemplo, quien trató de validar experimentalmente el Concepto 
de Proyección, y por otro lado interpretarlo según la teoría psicológica del aprendizaje, 
como resultado trabajó un nuevo concepto; el de “Apercepción” entendiéndolo como 
“distorsión aperceptiva”. Dicha “distorsión” es, a su vez, producto de la influencia de la 
experiencia previa del mismo sujeto, quien de esta manera selecciona, recorta y dirige sus 
percepciones hacia conjuntos significativos en función de su historia. 
El concepto de “apercepción” supone pues, la influencia de la percepción “objetiva”, o 
“ideal”, con un resultado distorsionante. Veamos un ejemplo: Juan se ha sentido maltratado 
en su infancia por un padre agresivo y autoritario, contra el cual trataba infructuosamente 
de rebelarse. Es probable que, frente a José, que es su jefe en la empresa,reaccione 
anticipadamente de una manera desafiante o sometida, “reforzando” en José las propias 
respuestas autoritarias, o agresivas. En este caso la proyección otorga un sentido 
defensivo, tanto a la percepción de los estímulos actuales (órdenes de José-respuestas de 
Juan) como a la expresión imaginaria de los afectos displacenteros asociados a dichas 
ideas (contenido de la cadena asociativa). 
 
En este proceso podemos hallar: 
a) Un aspecto “adaptativo”: pues Juan se acomoda a una situación real, y esto es en parte 
función de un estímulo capaz de provocar tales conductas (no podríamos imaginar un Jefe 
que no dé alguna orden). Por otro lado, aclaremos que no emprendemos aquí un análisis 
acerca de qué tipo de adaptación es la que lleva adelante Juan. 
h) Un aspecto “proyectivo”: pues constituye una de las interpretaciones posibles del 
estímulo; y 
c) Un aspecto “expresivo” en la medida en que Juan interpreta su situación con su “estilo 
personal” (me refiero a las pautas formales expresivas de su personalidad y a las 
identificaciones parciales y rasgos del carácter puestos en juego). 
En el caso del Test de apercepción temática de Murray, por ejemplo, se ofrecen al sujeto 
20 láminas con imágenes impresas que reproducen escenas de la vida cotidiana de 
hombres, mujeres y/o niños. Y se le pide que construya relatos, narraciones, a propósito de 
la interpretación que él hace de cada escena. Esa interpretación peculiar recibe el nombre 
de “Apercepción”, y su expresión está en el relato en el que el sujeto volcará su “estilo 
personal”. 
Las T.P. son pues, técnicas que, partiendo de estímulos perceptivos provocan la expresión 
de una respuesta, que es resultado de la interpretación particular que el sujeto ha dado al 
estímulo. Y en cada respuesta se supone que se proyecta la personalidad total del 
sujeto...Por todo lo expuesto, las T.P. han sido también llamadas Técnicas expresivas de la 
personalidad, o Técnicas interpretativas. 
Hemos dicho que en cada una de estas “interpretaciones” del estímulo, en cada conducta 
expresada en respuesta al mismo, es la personalidad toda la que se expresa, la 
organización total de la personalidad. Por eso, los datos o “indicadores” que se recolectan 
con las técnicas no son nada en sí mismos, en forma aislada, sino que su valor depende 
de la relación con los demás datos. 
La lectura de los resultados obtenidos a partir de la aplicación de técnicas proyectivas, 
demanda, exige, un trabajo de intuición, correlación e inferencia. 
De un sujeto dado, por ejemplo, puedo decir que “es valiente”, que es un hombre valiente, 
que la valentía es un rasgo de su carácter, (los rasgos del carácter proceden de 
identificaciones secundarias parciales) pero tengo que aclarar cómo es valiente, cómo 
demuestra o expresa su “ser valiente”, en qué cirscunstancias, en relación a quién, etc. Por 
ejemplo, este hombre podría tener mucho miedo de ir a la guerra a pelear, pero puede ser 
valiente afrontando duras circunstancias vitales, situaciones límites; enfermedades, 
accidentes, etc. Con datos indicadores que se parecen a ladrillos sueltos, construimos un 
edificio; las paredes son las hipótesis. De entre ellas vamos a recortar las llamadas 
“Hipótesis Diagnósticas” porque ustedes recuerdan que nuestra materia se llama así: 
“Teoría y técnicas de exploración y diagnóstico psicológico”. La próxima reunión que 
tengamos abordaremos este otro problema: a qué diagnóstico psicológico nos referimos, 
en qué sentido aportan a dicho diagnóstico las T. P., con qué conceptos de 
salud/enfermedad - normalidad/ patología nos manejamos, etc. 
Pero por ahora, volvamos a nuestra presentación de las T.P. y las teorías que nos sirven 
de cimientos. 
Muchos y prestigiosos autores (ej. Sami Ali) han cuestionado los resultados de la 
Psicología Proyectiva porque no ha logrado buenas respuestas teóricas, no alcanzó una 
teoría de la personalidad completa y explicativa, sino que sólo se lograron niveles 
descriptivos de su funcionamiento; ni tampoco las prometidas articulaciones entre los dos 
cuerpos teóricos arriba mencionados. 
Pero, parafraseando a Laplanche, cuando en un interesante seminario dictado en la ciudad 
de México, se planteó si era necesario “quemar” a Klein (como a las brujas en la hoguera), 
hoy en día deberíamos preguntarnos si todo este intento de los proyectivistas ha sido fértil 
y útil para avanzar en el estudio tanto de la percepción como de la proyección, de qué 
manera enriquecer su base teórica, y finalmente qué modelos nos dejaron para seguir 
pensando nuevos y más eficaces instrumentos de la Psicología. 
Hoy en día y gracias a ellos, podemos decir que el funcionamiento humano opera en dos 
sentidos, en dos dimensiones: 
a) una perceptiva; y 
b) una proyectiva. 
Gracias a su función perceptiva, el sujeto puede “reconocer” la estructura o la organización 
de una situación estímulo (incluyendo la imagen siempre que ésta preexista como parte del 
propio estímulo). Aquí pueden aplicarse las leyes de la Gestalt y de la Psicología de la 
Forma. 
Pero en el proceso proyectivo la cuestión no es sólo percibir (reconocer) sino, además, 
otorgar una organización a lo que no lo tiene, crear una imagen, una estructura. Tal es el 
caso del Test de Rorschach (1921), por ejemplo, y del Test de relaciones objétales de 
Phillipson (1955), en los que si bien el estímulo es figurativo y lo es más claramente en el 
segundo caso, no por ello deja de ser “ambiguo”. 
Todo proceso proyectivo parte de una dimensión “perceptiva consciente”. Y agrega un 
aspecto proyectivo contenido en la asociación de ideas, recuerdos, imágenes, que provoca 
el estímulo, y que se expresa en formas y contenidos peculiares, propios de cada sujeto, 
de su fantasía. Así pues consideramos dentro de un proceso proyectivo los siguientes 
elementos: 
La Ambigüedad de la situación estímulo. 
La naturaleza Perceptiva del imput. 
La naturaleza cognitiva de la tarea solicitada al sujeto. 
La implicación del sujeto en el proceso subyacente a la tarea solicitada. 
Sin embargo el tener seguros algunos escalones no nos da derecho a pensar que 
disponemos de la escalera: todavía, falta aclarar cómo se relacionan percepción, cognición 
y proyección, qué lugar e importancia tienen en el proceso la expresión y la capacidad 
creativas; y finalmente, cómo todo ello converge en las nociones más amplias de patología 
y normalidad. 
Veremos pues si a lo largo del curso podemos hechar un poco más de luz sobre estos 
temas tan necesarios a la fundamentación teórica de las técnicas proyectivas. 
 
 
 
Bibliografía 
Frank-Veccia-Celener: “El Psicodiagnóstico: alternativas en su enseñanza y su incidencia 
en la práctica profesional”. Ficha Depto. Publicaciones, UBA, 1990. 
Ley 23.277/85 (Ejercicio Profesional de la Psicología). 
Rapaport, D.: “Implicaciones teóricas de los procedimientos de verificación diagnóstica”, en 
Knight: Psiquiatría Psicoanalítica, Flormé, 1960. 
4- Casullo, M. M.: Evaluación Psicológica: Dos modelos posibles, Boletín Informativo de 
ADEIP, Año 4 Ne 16, (Asociación Argentina de Estudio e Investigación en 
Psicodiagnóstico). 
Morin, E.: La nociótr de sujeto. Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad, Paidós, 
Buenos Aires, 1995. 
Discurso inaugural de las IX Jornadas Nacionales de Psicodiagnóstico y Vil Jomadas 
Nacionales de ADEIP. “Desafíos al Psicodiagnóstico” a cargo de la Dra. Liliana Schwartz 
de Scafatti. 
Bernstein, J.: Dos Psicologías. Psicodiagnosticar, Revista de la Asociación Argentina de 
Estudio e Investigación en Psicodiagnóstico Nsl, Buenos Aires, 1993.
Historia y caracterización 
DE LAS TÉCNICAS PROYECTIVAS 
Relevancia de su conocimiento en el desarrollo 
DEL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO 
Teresa Ana Veccia 
 
En primer lugar quiero darles la bienvenida y desearles éxito en el desarrollo de esta 
cursada. 
Esta materia lleva el nombre de Teoría y técnicas de exploracióny diagnóstico psicológico 
y se encuentra dividida en dos módulos. El primero corresponde a: Tests mentales o 
Técnicas psicométricas y el segundo a: Técnicas proyectivas. La intención de este título 
general con su división data de 1985. 
Durante la normalización universitaria, cuando esta materia volvió a concursarse, existió el 
propósito de enseñar los conocimientos teóricos y técnicos básicos de las técnicas 
psicométricas y proyectivas, para después poder disponer de un tercer módulo de 
integración de estos conocimientos, dentro de la currícula de grado. 
Si bien esto no llegó a concretarse formalmente, la posición tradicional adoptada por este 
equipo de cátedra ha sido siempre la de considerar, siguiendo la línea de David Rapaport, 
que la pretendida objetividad de los procedimientos de verificación diagnóstica, sólo podría 
alcanzarse con la utilización conjunta y ponderadamente estrategiada, de distintas 
pruebas, reuniéndolas en una batería común. 
Dicha selección debería contar con criterios científicos que respalden la práctica, 
fundamentos teóricos adecuados y actualizados que le permitan al profesional dirimir 
cuáles técnicas usar para cada sujeto, o grupo de sujetos en particular, y de acuerdo a las 
características también particulares que definen la situación crítica planteada en relación a 
la demanda del psicodiagnóstico (contexto y texto de la demanda). 
Las T.P. tienen su auge en las décadas del ’50 y del ’60, a partir de los enunciados y 
postulados básicos de la Psicología Proyectiva que fue fundada en EE.UU., y cuenta entre 
sus representantes destacados a Murray (creador del Test de Apercepción Temática), 
Rapaport, Frank, Bellak, etc. 
Este movimiento levantó sus banderas de protesta contra el experimentalismo vigente y el 
conductismo, postulando la necesidad de una comprensión global, holística de la 
personalidad, tanto desde el punto de vista de su expresión y funcionamiento manifiesto, 
como de sus motivaciones inconscientes. Constituyó un intento por articular las 
observaciones y descripciones de la conducta, que había hecho la Teoría del aprendizaje, 
con ciertos postulados básicos del Psicoanálisis, en referencia al funcionamiento del 
aparato psíquico, a sus psicodinamismos. 
En este sentido es de destacar la obra escrita por David Rapaport hacia comienzos de la 
década del ’70: El psicoanálisis y la Teoría del pensar, obra guiada por la ambición de 
construir una teoría psicoanalítica de la conciencia y del pensamiento, hasta ese momento 
abandonada al Conductismo. 
Así las T.P. llegaron a ser instrumentos auxiliares considerados útiles para los procesos de 
verificación diagnóstica, complementando a través de sus investigaciones sobre 
segmentos estandarizados de la conducta, el estudio exploratorio y más artesanal que 
corresponde a las entrevistas psicológicas preliminares, con fines diagnósticos. 
Conviene, pues, dejar planteado desde el inicio que nuestra posición como cátedra sigue la 
línea señalada por Rapaport: “Esta- mos convencidos de que ninguna técnica o test por sí 
mismo resuelve una evaluación psicológica, sea cual sea el área de aplicación desde 
donde se formule la demanda". 
 
Por otro lado, conviene adelantar que las T.P. muestran una polémica ubicación dentro del 
paradigma científico neopositivista que ha sostenido la hegemonía en el terreno de la 
investigación en ciencias sociales. Ellas tienen menos posibilidades de ser respaldadas por 
la ciencia estadística para tornarse más objetivas y científicas según la opinión de ciertos 
autores. Es decir que, aparentemente, sufren el embate de dos frentes opositores: por un 
lado los requerimientos de medida y mayor predictibilidad, y por otro, la idea que 
caracteriza a ciertos sectores del pensamiento psicoanalítico de que su aplicación e 
interpretación deforma y tergiversa el pensamiento psicoanalítico puro. 
Todo este panorama se contradice con su sostenida utilización, a pesar de las oscilaciones 
propias de las épocas y las vanguardias intelectuales, desde la década del ’50, tanto en los 
centros de producción científica internacionales como nacionales. (Aquí en mucho menor 
medida pues la investigación en Psicología está muy atrasada). 
En nuestro país, la ley de Ejercicio Profesional del psicólogo establece el uso de 
instrumentos propios de la Psicología en cualquiera de las áreas de incumbencia 
profesional (clínica, educacional, laboral y forense). Y los instrumentos auxiliares con que 
contamos hasta hoy los psicólogos, para explorar, describir y diagnosticar, son las 
Técnicas psicométricas, objetivas y proyectivas de personalidad. 
Durante este cuatrimestre (que en rigor termina siendo un trimestre debido a los feriados e 
interrupciones del ciclo lectivo) trataremos de transmitirles tanto los supuestos teóricos que 
enmarcan el trabajo con técnicas proyectivas, como cuanto los saberes acumulados a 
través de la experiencia profesional en la correcta administración y lectura de los 
resultados obtenidos por medio de ellas. 
Si bien todos los docentes que formamos este equipo de cátedra tenemos en común la 
experiencia primeramente acumulada en el área clínica, también es cierto que hemos 
hecho desarrollos paralelos tanto en el área educacional, como forense o laboral. 
Por eso todos los ejemplos y casuística presentada tomarán siempre en cuenta la variada 
problemática emanada de las distintas áreas de incumbencia profesional. 
Me interesa además destacar, dentro de este panorama general de presentación de la 
materia, dos posiciones que forman parte del consenso logrado en nuestro trabajo como 
equipo durante estos diez años. 
La primera se refiere a la prioridad que conferimos a la transmisión en el aula de todos los 
aspectos que hacen al ejercicio de rol profesional. Sabemos que una técnica vale lo que 
vale quien la administra y, que, al decir de Phillipson, autor del Test de Relaciones 
Objétales que ustedes verán en la cursada, es el Psicólogo mismo quien opera como el 
estímulo más inestructurado, provocando como respuesta un proceso proyectivo por parte 
del sujeto. 
Las técnicas, los tests, son caminos indirectos, pero el campo fundamental de 
investigación clínica se estructura en la Entrevista, en el diálogo abierto entre entrevistado 
y entrevistador. 
En segundo lugar nos interesa acompañarlos en el aprendizaje de la difícil tarea de 
formular juicios clínicos sólidos, válidos y bien fundamentados, basados en evidencia 
suficiente. A la vez que poder volcarlos en la letra escrita cuando son requeridos los 
informes psicológicos en las distintas ocasiones que la práctica produce, por ejemplo: 
Informes periciales, educacionales, laborales, etc. 
Nos parece de máxima importancia comenzar con el entrenamiento básico consistente, no 
sólo en formular los juicios clínicos adecuados basados en la clasificación de indicadores 
que vamos encontrando en las respuestas proyectivas, sino también en la capacidad de 
transmitir por escrito nuestras comprensiones de una manera clara, inteligible y coherente 
para nuestros interlocutores psicólogos y para todo otro interlocutor presente en tos 
intercambios interdisciplinarios. 
Durante mucho tiempo hemos visto llenarse cajones y archivos de informes psicológicos 
empobrecidos, rutinarios, generalizadores u oscuramente tecnicistas que no hacen sino 
perjudicar la imagen del psicólogo psicodiagnosticador frente a sus pares, y frente al resto 
de los profesionales ajenos a nuestra disciplina. Es hora de modificar cierto hábito 
aprendido acerca de que es solamente válida e importante la comunicación verbal de 
nuestras comprensiones. Es necesario aprender ya desde este estadio de la formación de 
grado la mejor manera de hacerlo también por escrito. Para ese entre otros beneficios, es 
que sirve el entrenamiento en la presentación de la batería psicodiagnóstica, la cual tendrá 
una doble evaluación: 
 por parte de losdocentes a cargo de las comisiones, 
 por parte de los jefes de trabajos prácticos con el fin de aumentar la confiabilidad de 
los criterios de corrección. 
A continuación me gustaría compartir con ustedes un breve recorrido acerca de la historia 
de esta cátedra, que se halla fuertemente conectada tanto con la historia de la propia 
facultad de Psicología y el desarrollo del ejercicio profesional del Psicólogo, como con la 
historia de las mismas Técnicas Proyectivas y su desarrollo en nuestro país. 
En setiembre de 1988 y bajo la coordinación de la Lic. Renata Frank de Verthely, entonces 
titular del equipo de cátedra al que pertenezco, la Lic. Graciela Celener y quien les habla 
trabajamos en conjunto para enviar a las Jornadas Nacionales de Psicodiagnóstico, que se 
desarrollaban en Tucumán, un reporte escrito acerca del panorama pasado y presente de 
las T.P. en la currícula universitaria. En dicho trabajo mostrábamos cómo la enseñanza de 
las T.P. había oscilado entre momentos de jerarquización y desjerarquización, reflejando 
tanto el atravesamiento de distintas líneas teóricas como las vicisitudes y dificultades en el 
ejercicio del rol profesional. 
Nuestro equipo de cátedra, constituido a partir de la convocatoria de la Lie. Renata Frank, 
se estrenó en 1986 en una Facultad de Psicología dominada por la transmisión del 
Psicoanálisis Lacaniano, con una extraordinaria cantidad de alumnos, que convertían 
nuestros seminarios y talleres obligatoriamente en clases magistrales, y en un contexto 
bullicioso e ilusionado, contagiado de la alegría propia del renacer democrático. Todo se 
nos cuestionaba. La materia era recelada por la mayoría de los alumnos, criticada la 
extensión de su bibliografía y el lenguaje que usábamos, que era denostado como 
empirista y contrapuesto permanentemente al psicoanálisis estructuralista. Trabajamos 
intensamente para aclarar malentendidos, poner discriminaciones donde no existían y 
permeabilizar nuestra capacidad de repensar, críticamente, una y otra vez, de qué se 
trataba aquello que enseñábamos. 
Como todo tiempo de desafío y lucha, quedó inscripto en nuestra memoria como una 
batalla sino ganada, por lo menos empatada. Creo que el eje que permitió tal éxito en 
escasos cuatro años (me refiero al período '86-’90) se centró en: La concepción de la 
Evaluación Psicológica como categoría más amplia, dentro de la cual quedaban 
subsumidas las T.P. y las T. Psicométricas, como auxiliares para la toma de decisiones; el 
rol profesional entendido en su variante de consulta y asesoramiento y el estudio de las 
características distintivas de dicho rol en las diferentes áreas de incumbencia: clínica, 
laboral, educacional y forense. 
Se recuperaba así en la enseñanza el enfoque propuesto por Ocampo-Arzeno, que 
consideraban al diagnóstico como un proceso y delimitaban el campo y el rol del psicólogo, 
diferenciándolo del testista y del psicoanalista. 
En aquel momento, se pusieron de relieve los aspectos transferenciales jugados tanto en 
las entrevistas preliminares como en aquellas orientadas a la administración de tests. El 
psicodiagnóstico era considerado esencial en el área clínica, realizándose de rutina en casi 
todos los servicios, a la vez que preparaba para la salida laboral. La materia era 
cuatrimestral, pero se incluía un segundo nivel (Técnicas II), en el cual el alumno aprendía 
los cuadros psicopatológicos desde un enfoque dinámico y cumplía con una pasantía en 
diversos hospitales. 
La reseña no debe llevar al olvido que en el período 1973-1974 la preocupación, en 
cambio, se centraba en la atención comunitaria y las T.P. -de aplicación esencialmente 
individual-, con su mira puesta en el sujeto, quedaron relegadas. Los contratos a los 
docentes no fueron renovados y éstos se dispersaron hacia universidades privadas. El 
psicodiagnóstico quedó así desacreditado como tarea. 
Cuando la materia se concursa, finalmente, en 1985, aparece en el nuevo plan como 
Teoría y Técnicas de Exploración y Diagnóstico Psicológico, intentando una concepción 
más amplia, que sin embargo no se logra en la práctica pues se dividió en dos módulos 
cuatrimestrales: Psicométricas y Proyectivas, sin una verdadera integración. 
La UBA quedó en comparación con otras universidades privadas asignándole un lugar 
mucho más restringido a la enseñanza del psicodiagnóstico. No sólo porque la materia era 
cuatrimestral, sino porque el perfil del psicólogo -jerarquizado hasta el presente- puso a la 
tarea terapéutica, y dentro de ella al enfoque psicoanalítico, por sobre la evaluación. Y a la 
clínica, por sobre las otras áreas, prácticamente desconocidas para los estudiantes. La 
identidad del psicólogo quedó, de esta manera, desdibujada. Y los estudiantes fueron 
recibiendo un título que no reflejaba aquello para lo cual eran predominantemente 
entrenados. Por otro lado, el ataque al concepto mismo de Psicología, realizado por 
muchas cátedras, convertía a toda praxis que no fuera la del psicoanálisis en un accionar 
despreciable e inútil. 
Si bien por nuestra parte no deseábamos una vuelta a la idealización de las técnicas, 
aceptábamos que muchas críticas sobre el mal uso de las mismas y el exceso del 
diagnóstico, como filtro o rutina en las escuelas y los centros asistenciales, eran y siguen 
siendo pertinentes, lo cual originó el destierro de la evaluación en muchos de ellos. Los 
profesionales necesitados de una inserción laboral, pero deficitariamente entrenados en el 
uso científico y ético de las tareas del diagnóstico, aceptaron muchas veces los puestos de 
trabajo, entrando inmediatamente en conflicto con sus propias creencias y desvalorizando 
las técnicas a través de informes empobrecidos, o generalizadores o rutinarios, que no 
resultan eficaces ni operativos. 
Afortunadamente, a partir de 1984, la creación de la Dirección de investigaciones”, incluyó 
entre las áreas de interés prioritario la investigación clínica, que abarcaba desde la puesta 
a punto de instrumentos de indagación diagnóstica hasta la investigación de distintos 
cuadros nosográficos, seguimiento de pacientes en instituciones y el estudio de las 
configuraciones psicológicas asociadas a enfermedades orgánicas. 
Los proyectos de investigación promovidos desde la facultad en el marco de la 
actualización curricular emprendida, apuntaron por otro lado a modificar el perfil del 
psicólogo de modo que en su formación intervenga el estudio de su inserción en las 
instituciones de la comunidad a través de una actividad interdisciplinaria, de prevención y 
promoción de la salud comunitaria, que complemente el perfil actual, predominantemente 
asistencial. A tal fin se puso en marcha en 1989 el Programa Avellaneda, que comprendía 
proyectos de investigación centrado en la epidemiología psicosocial y la psicología 
comunitaria. 
La pregunta, entonces, es: ¿Dónde se ubicarán en este nuevo devenir los T.P. y el proceso 
psicodiagnóstico? En realidad, el interrogante con que terminábamos aquel trabajo en 
1988, que mencioné al comienzo, era muy parecido: ¿qué función le cabe a la evaluación 
psicológica en la modificación curricular? ¿Qué incidencia tendrá en la docencia y en el 
prestigio de las técnicas? 
Tenemos pues que esta confrontación no es nueva. De la mano del interés y la legítima 
aspiración a incorporar nociones tales como salud comunitaria, prevención, epidemiología, 
etc., suele aparecer una actitud de reacción y protesta frente al marco psicoanalítico todo y 
al método clínico en particular, que amenaza con ser tan intransigente como su polo 
opuesto. 
De este modo vuelven a aparecer polémicas ya superadas, tales como objetivo versus 
subjetivo, racionalidad versus irracionalidad, ideo- gráfico versus nomotético, etc. 
Resucita el dato observable, pero esta vez acompañado por una nueva teoría de la 
medición. Se pretende dignificar la totalidad de los instrumentos psicológicos con la varitamágica de la estadística. Los nuevos aires parecen desestimar cada vez más aquel 
concepto de psicodiagnóstico como proceso, que ocurre también en una escena latente, 
inconsciente, marcada por la fantasía transferencial que circula entre un entrevistador, “la 
mancha más inestructurada" al decir de Phillipson, un entrevistado y los estímulos 
presentados. El Rorschach sobreviviría, pero sólo porque permite cierta cuantificación y el 
análisis multivariado. Los instrumentos valen en tanto demuestren, pues, sus cualidades 
psicométricas. El énfasis se pondrá en realizar diagnósticos con criterios de validez 
internacional, al estilo del DSM. 
El Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales (DSM) es una 
clasificación empírica que se ha dado la Psiquiatría para optimizar sus diagnósticos. 
Consiste en una agrupación de signos y síntomas que considera la evolución del paciente. 
Su aparición marcó una ruptura con las clasificaciones anteriores porque permite que una 
persona sea ubicada simultáneamente en varios casilleros de la nosografía, no en uno u 
otro, en forma excluyente. 
Uno de los problemas mayores al investigar la personalidad individual es el de cómo 
evaluarla y clasificarla, porque un individuo puede tener más de un desorden de 
personalidad cuando se usan estos diagnósticos por categorías. Así lo señaló O. Kernberg 
en su crítica al DSM III al plantear que sólo ofrecía criterios conductuales y no rasgos de 
personalidad basados en la organización psicológica intrapsíquica. Ejemplificó su planteo 
con el caso del desorden antisocial. El DSM III pone demasiado énfasis en la conducta 
criminal y se olvida de los rasgos psicopáticos, lo cual muchas veces lleva a equivocar el 
diagnóstico. Según este autor, el DSM III sería una clasificación de alta sensibilidad pero 
de especificidad baja. 
Considero de fundamental importancia para la psicología y los psicólogos la investigación 
con miras a desarrollar una teoría de la salud que no esté en mora con relación a la 
enfermedad. Y considero también que la construcción de instrumentos idóneos en ese 
campo, debe contar con el manejo sistematizado de datos cuanti y cualitativos. En el 
dominio del psicodiagnóstico y sus instrumentos auxiliares, las T.P., lo que se produce es 
un atravesamiento o conocimiento que un sujeto sobre un todo. Intentamos entonces 
conocer y distinguir configuraciones estructurales del psiquismo del sujeto, de sus 
relaciones de objeto, sus vínculos, sus interacciones y sus instituciones. Debemos para 
ello profundizar permanentemente en los paradigmas científicos que enmarcan nuestra 
labor profesional, la concepción antropológica que nos guía y continuar la búsqueda de 
modelos que enriquezcan nuestra comprensión de la realidad psíquica en relación a los 
nuevos desafíos impuestos por los vertiginosos cambios culturales y sociales. Es imperioso 
para estudiantes de Psicología, que conozcan y se adentren en las crisis contemporáneas 
de su ciencia, que se hallan íntimamente conectadas a su vez con las crisis de las demás 
ciencias, y con la pregunta por el futuro del hombre. Para ello deben comprometerse con la 
investigación y mantener un espíritu crítico y autocrítico. 
 
Bibliografía 
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Actualizaciones en el TRO, Paidós, 1983. 
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Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, Vol 43, Ne 4, Diciembre de 1997. 
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