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Sotelo, I Intervención del analista_ pausa, silencio, interpretación

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DATUS 
Dispositivo Analítico para el 
tratamiento de Urgencias Subjetivas 
Inés Sotelo 
CAPÍTULO 6 
Inte.rvención del analista: 
pausa, silencio, interpretación 1 
En el capítulo anterior hemos introducido el valor del va-cío, del silencio, de la pausa. Las modalidades de inter-
vención acordes con Ja táctica en juego no responden, desde 
la perspectiva que estamos sosteniendo, a protocolos preesta-
blecidos. En particular, las intervenciones corle de la c11t1'fi>ista 
y silc11cio tienen un lugar privilegiado en la teoría psicoanalí-
tica y, por lo tanto, en la práctica del analista en la urgencia. 
El corte de la sesión es un modo de intervención cílpital en 
la enseii.anza de Lacan, guiado por la lógica del discurso y no 
por reglas técnicas estandarizadas. 
La posición silente del analista responde a una lógica, a la 
que nos conduce Lacan en el Scmilwrio 14, en el que diferencia 
sileo y laceo, palabras que, en latín, distinguen la ausencia de 
ruido del acto de callar. 
¿Como leer esto en la clínica misma? Un sujeto de 43 aiios 
de edad, casado, consulta para "indagar problemas de pare-
ja", que entiende "son problemas míos". En el curso del trata-
Este apartado contiene fragmentos del trabajo "Intervenciones del 
psicoanalista acordes a una ética del silencio en los proyectos terapéuti-
cos en el hospital público" publicado en Memurias del I V Congreso lmer-
11acio11al de lnvestigaciún y Practica Pro/i:sional en Psicología. XIXJomadas 
de Investigac ión. VIII Encuentro de lm·estigadores i!ll Psicvlogía del MERCO-
SUR, Facultad de Psicología (UBA). Autores: Inés Sotelo, Guillermo Be-
laga, Valeria Mazzia, Graciela Tustanoski, Vanesa Fazio, Paola Mendez, 
Miguel Marini, Laura Grischpun, Verónica Capurro, Larisa Santimaria. 
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miento se revela su necesidad de "demostrar que yo sé más, 
para que me tengan en cuenta". 
El paciente denuncia un curioso modo de maltrato, de 
parte de su pareja: "Me maltrata de palabra". No se trata de 
insultos o de palabras denigratorias; sino que, según refiere: 
"mi mujer no quiere escucharme". El paciente dice bien: no 
escuchar es una forma de maltrato, quizá de las más crueles, 
de las más aplastantes. 
En "Función y campo de la palabra y del lenguaje", La-
can enfatiza el poder discrecional del oyente y agrega que, 
en la dirección al Otro, existe una diferencia entre reacción 
y respuesta: "no hay respuesta sino para mi deseo" (Jacques 
Lacan, 2008e), dando cuenta de la responsabilidad del ana-
lista: "Entonces aparece la fu_nción decisiva de mi propia res-
puesta y que no es solamente, como suele decirse, ser recibida 
por el sujeto como aprobación o rechazo de su discurso, sino 
verdaderamente reconocerlo o abolirlo como sujeto (Jacques 
Lacan, 2008e). 
Ante el "no quiere escucharme", dirigido al Otro como de-
nuncia, el paciente mismo recorta la relación particular con 
su propia palabra: al igual que su padre, hablaba, no para ha-
cerse escuchar, ni para escucharse, sino para "marear" al otro. 
Se define como un incontinente verbal que emite muchas pa-
labras para no decir. Lacan nos advierte: "Una respuesta, in-
cluso y sobre todo aprobadora, a la palabra vaáa muestra a 
menudo por sus efectos que es mucho más frustrante que el 
silencio" (J acques La can, 2008e ). 
El analista, entonces, decide trabajar con el corte de sesión 
y, de este modo, no validar la verborragia, produciendo un 
efecto de molestia y enojo, pero a la vez de enigma que lo 
reconducía a la próxima sesión posibilitando emergencias fu-
gaces del sujeto de la enunciación. El corte, el silencio, el vacío 
alojan; paradoja clave en el inicio de un análisis que conduce 
a otra relación con el no-saber que la incontinencia verbal su-
turaba. 
El inconsciente se manifiesta como lo que vacila en un 
corte, donde surge un hallazgo, según afirma Lacan en el 
Seminario 11: "deseo que situaremos provisionalmente en la 
150 
metonimia descarnada del discurso en cuestión en que el su-
jeto se capta en algún punto inesperado" (Lacan, 2007h); en 
nuestro sujeto tras el corte de la sesión surgirá "¿Y yo que 
dije?", "¿Qué había puesto de mi parte?" . Operación conver-
gente con la constitución del sujeto, a partir del encuentro con 
el Otro: "En los intervalos del discurso del Otro surge en la 
experiencia del niño algo que se puede detectar en ellos ra-
dicalmente -me dice esto, pero ¿qué quiere?" (Lacan, 2007k). 
Nos detendremos en el "¿Por que callas?"; "¿Quid taces?", 
preguntaba Cicerón a Catilina cuando lo acusaba de traición. 
Tace(I, en latm, es w1 verbo que significa, callar, guardar 
un secreto, no formular un elogio. Tácito es un adjetivo que 
significa no expreso, no manifiesto, reservado. Recordemos el 
sujeto tácito del análisis sintáctico o la fama del historiador 
Cornelio Tácito, maestro de la elipsis, recurso con el que lo-
graba que la imaginación del lector supla lo no explicitado. 
¿Por qué callas? Es una pregunta que, con distintas modu-
laciones, se suele escuchar en el comienzo de los tratamientos: 
¿por qué no me dice lo que tengo?, ¿por qué termina la sesión 
ahora?, ¿qué hago? Quien padece reclama una respuesta, la 
palabra que lo cure o, por el contrario, que lo confirme como 
enfermo. A través del acto de callar, el analista ofrece su es-
cucha. 
Las enseñanzas del Lacan nos orientan: "Me callo. Todo el 
mundo está de acuerdo en que frustm al lzab/a11 te y también a 
mí mismo. Si lo frustro, es que me pide algo, que le responda. Pero 
él sabe bien que no serían más que palabras. Me pide, por el 
hecho de que habla, su demanda es intransitiva, no supone 
ningún objeto. Por supuesto que su petición se despliega en 
el campo de una demanda implícita, aquella por la cual está 
ahí: la de curarlo, revelarlo a sí mismo, hacerle conocer el psi-
coanálisis, hacerlo calificar como analista. Pero esa demanda 
puede esperar. Su demanda presente no tiene nada que ver 
con eso, incluso no es la suya, porque después de todo soy 
yo quien le ha ofrecido hablar: con oferta, he creado demanda" 
Oacques Lacan, 2008c). 
El callar del analista, como oferta de escucha, pone a la 
demanda entre paréntesis para que ésta se despliegue y deje 
151 
espacio para el deseo, ética convertida en silencio que Lacan 
propone en el apaitado "Para una ética" del texto "Observa-
ción sobre el informe de Daniel Lagache", mientras que en 
"La dirección de la cura y los principios de su poder", pre-
gunta: "¿A qué siJencio debe obligarse el analista?" (Jacques 
Lacan, 2008c). El silencio del analista no es cualquier silencio 
entre los silencios posibles. No es la ausencia de ruidos o de 
palabras, ya que a veces hay que conversar para dar lugar a 
la demanda. Es un silencio al que el analis ta se obliga, un si-
lencio ético emparentado con la docta ignorancia, un callar en 
acto que permite se pongan en juego otros silencios. 
Lo que no se puede decir se puede señalar: "¿A qué si-
lencio debe obligarse ahora el analista para sacar por encima 
de ese pantano el dedo levantado del San Juan de Leonardo, 
para que la interpre tación recobre el horizonte deshabitado 
del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva?" (Jacques 
Lacan, 2008c ). 
La interpretación, como señalamiento, indica justamente 
que sólo se puede alcanzar por vías indirectas ese luga r en 
que la verdad se dice a medias y la pulsión reina: el horizonte 
deshabitado del ser. La virtud de la interpretación es la vir-
tud de Ja poquedad, del decir en menos, de la alusión. En el 
Seminario 21 Lacan formula una afirmación contundente: "La 
única virtud, si no hay re lación sexual, como yo enuncio, es el 
pudor" (Lacan, inédito-b). En el borde de l silencio, la virtud, 
la administración cuidadosa de la palabra. 
Para Lacan, el silencio del analista se deriva del decir a me-
dias de la verdad, decir a medias que linda con el silencio de 
la pulsión: "He escrito la fórmula de la pulsión, arriba a la de-
recha del Grafo como $0D, es cuando la demanda se calla gue 
la pulsión comienza. Pero si no he hablado enabsoluto del 
silencio es porque sileo no es tnceo" (Lacan, inédito-a ). Si/eo: 
Cuando la demanda calla, la pulsión comienza. Freud afir-
maba que Ja pulsión de muerte es silenciosa y que la palabra 
mortificación significa tolerar algo calladamente. 
Miller en su curso Extimidad (2010a) recorta en Lacan las 
tres letras que escriben lo que no puede decirse: S(A"'.), a, et). 
Afirma que con respecto a lo que no puede decirse Lacan no 
152 
está del todo del lado de los místicos: "El agujero en el discur-
so del que la mística hizo un indecible, como testimonió con 
sus pruebas, con el pathema llegado el caso es una fantasía de 
la que él toma distancia. La mística dio testimonio del pathe-
ma de esta fantasía, mientras que el análisis, es su conqui.sta, 
la volvió materna" (Jacques-Alain Míller, 2010b). 
Lacan no intenta salvar a la verdad. La conquista del aná-
lisis es hacer del pathema, materna, es hacer letra de lo que se 
padece. El silencio del analista introduce una falta, el enigma 
del deseo en la plenitud muda de la satisfacción pulsionaL 
El silencio en análisis, cuando la demanda calla 
Cuando la demanda calla abre paso a la presencia del ana-
lista. En el discurso analítico, el analista encarna el lugar del 
a, semblante del deshecho, porque acepta en ese discurso ser 
rechazado del lenguaje. Mediante el silencio sostiene el lugar 
posible de la palabra donde lo imposible de lo real encuentra 
sitio para decirse. 
Eric Laurent propone: "Allí donde hubo ruptura, allí don-
de la letra inscribió el litoral, el borde de todo saber posible, se 
puede hacer surgir un vacío medio actuante, una posibilidad 
de mantener junto lo que no se mantiene junto, esto es: lo real 
y el sentido, el hacer y el hablar" (Laurent, 2008). 
El silencio del analista, da lugar al núcleo vado de la pa-
labra, vacío que permite hablar. El analista causa la pala-
bra: "El silencio es una partida obligada para crear el lugar 
del acto analítico y luego permitir el tiempo de la palabra" 
(Fonteneau, 2000). 
El silencio del analista obedece a causas distintas a las del 
silencio de los místicos y de los filósofos; el análisis hace del 
pathema, materna extrayendo letra de lo que se padece, sin in-
tentar salvar a la verdad, ya que esta lindando con la pulsión, 
sólo puede ser dicha a medias. Al silencio de la pulsión el ana-
lista opone un silencio en acto posibilitando que la palabra de 
un sujeto tenga efectos, no solo de sentido, sino de borde de lo 
que no puede decirse y que hace al núcleo de la singularidad. 
153 
Táctica, estrategia y política que deja por fuera al ana lista de 
respuestas estandarizadas frente al sufrimiento psíquico. 
lnterpretnción que resucna2 
Si la interpretación es la herramienta privilegiada del ana-
lista, nos interesa pensar el valor que adquiere en la urgencia, 
para lo cual comenzaremos ubicando los estatutos de la pala-
bra y el lenguaje. 
En "Función y Campo de la palabra y del lenguaje" (1985a) 
Lacan afirma que existe una antinomia entre la palabra y el 
lenguaje: "A medida que el lenguaje se hace más funcional, se 
vuelve impropio para la palabra, y de hacérsenos demasiado 
particular pierde su función de lenguaje" (Lacan, 1985a). En 
este escrito Lacan afirma que cuando uno se felicita de haber 
encontrado a alguien que hable el mismo idioma que uno se 
está en el nivel de la palabra, no del lenguaje. 
Años más tarde, en el Semí11arío 5, en su lectura del tex-
to "El chiste y su relación con el inconsciente", de Freud, en-
cuentra que no hay agudeza en el espacio abstracto. Para que 
el chiste tenga gracia, al contrario del analista en su función, 
el oyente debe ser de la parroquia, es decir, compartir presu-
puestos comunes que configuren un modo singular de sentir 
las palabras. El chiste apunta a un otro de carne y hueso, otro 
con un cuerpo en el que pueda estallar la risa. 
La dimensión de la palabra supone un sujeto. La antino-
mia entre palabra y lenguaje da lugar a w1a diferenciación 
entre exactitud y verdad, que se sostiene a lo largo de la obra 
de Lacan. El lenguaje tiene una dimensión en función de lo 
que comunica y su adecuación a los hechos; y otra, en tanto 
palabra que evoca la singularidad del sujeto. 
El chiste, la poesía y la interpretación en psicoanálisis de-
2 Este apartado contiene fragmentos del trabajo "Variaciones sobre la 
interpretación: lo que resuena" Autores: Inés Sotelo, Guillermo Belaga, 
Larisa Santimaria, Valeria Mazzia, Graciela Tustanoski, Vanesa Fazio, 
Paola Mendez, Miguel Mari ni, Laura Crischpun. 
154 
penden de esa capacidad de evocación de la palabra. La exac-
titud queda del lado de la adecuación a los hechos y la verdad 
del lado de las líneas singulares del destino del sujeto. 
En la interpretación psicoanalítica se trata entonces de 
"restituir a la palabra su pleno valor de evocación" (Lacan, 
1985a). Para dar cuenta de esto Lacan recurre a la tradición 
poética hindú, la teoría del dhvani "en el hecho de que dis-
tingue en él esa propiedad de la palabra de hacer entender lo 
que no dice" (Lacan, 1985a). 
La teoría del dhvani se sitúa alrededor del siglo x de la 
era cristiana. El término "dhvani" significa literalmente "reso-
nancia" (Filliosat, 1975). En poética se lo vincula a la idea de 
una resonancia de sentido de la palabra. "El término dhvani 
designa por lo tanto todo lo que un texto puede sugerir ... " 
(Filliosat, 1975) y de esta posibilidad de la palabra de evocar, 
de hacer resonar, de sugerir, de aludir ... es de lo que Lacan 
saca partido para caracterizar la interpretación. 
A propósito de la comunicación de las abejas estudiada 
por Carl van Frisch, Lacan diferencia entre lenguaje y código. 
El código se distingue del lenguaje "por la correlación fija de 
sus signos con la realidad que significan. Pues en w1 lenguaje 
Jos signos toman su valor de su relación los unos con los otros 
( ... )contrastando con la fijeza de la codificación puesta en jue-
go aquí ... " (Lacan, 1985a). 
El lenguaje, aunque funcional, da lugar a la singularidad 
de la palabra, evoca, hace entender lo que no dice, esto no su-
cede con los códigos de los animales ni de las máquinas. Estos 
están prefijados y se limitan a ejecutar lo que ordenamos, sin 
interpretar lo que queremos; posibilidad de interpretación 
que sólo se da en el lenguaje humano. Es lo que los lingüis-
tas llaman nivel pragmático que, a diferencia del sintáctico 
y del semántico depende de la relación con el contexto y de 
la competencia lingüística de los participantes de la situación 
conversacional. 
El sujeto de la lingüística es el sujeto que explota ciertas 
máximas conversacionales, da a en.tender, y así como puede 
dar a entender puede engañar intencionalmente. Por cierto, 
la capacidad de engañar no es privativa del ser humano, pero 
155 
el ser humano es el único animal que puede mentir diciendo 
la verdad: "un animal no finge fingir" (Jacques Lacan, 2008} 
porque no puede poner en juego la diferencia entre el enun-
ciado y la enunciación. 
Cuando la intención tropieza se inaugura la dimensión del 
malentendido, la intención falla, y es en la equivocación don-
de la verdad caza al enor por el cuello, surgiendo una verdad 
que el discurso consciente, el discurso del error, desconoda. 
El yo, moi, es por excelencia el lugar de desconocimiento de 
las determinaciones inconscientes y es el analista quien sos-
tiene el espacio en que se pone en juego la diferencia entre el 
yo y el sujeto. 
El analista es quien puede "jugar con el poder del símbolo 
evocándolo de una manera calculada en las resonancias se-
mánticas de sus expresiones" (Lacan, 1985a), siendo quien 
ejerce el poder discrecional del oyente que se funda en este 
modo particular de pensar la comunicación: "el lenguaje hu-
mano constituye pues una comunicación donde el emisor re-
cibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida" 
(Lacan, 1985a). En la dirección al Otro, al oyente, se deslinda 
la diferencia entre reacción y respuesta: "no hay respuestasino para mi deseo" (Lacan, 1985a), dando cuenta de la res-
ponsabilidad de analista: "Entonces aparece la función decisi-
va de mi propia respuesta y que no es solamente, como suele 
decirse, ser recibida por el sujeto como aprobación o rechazo 
de su discurso, sino verdaderamente reconocerlo o abolirlo 
como sujeto ... " (Lacan, 1985a). 
En 1957, en "La instancia de la letra en el inconsciente o la 
razón desde Freud" (1985b) Lacan inaugura la llamada lósica 
del significante; allí trabaja las leyes del inconsciente en rela-
ción a dos figuras retóricas: metáfora y metonimia. La metá-
fora es la sustitución de un significante por otro. El síntoma, 
allí, es caracterizado como metáfora en la cual el significante 
que es sustituido queda por debajo de la barra, es el sig11ift-
ca11te enigmático del trauma sexual. Esta caracterización del sín-
toma permite pensar la interpretación como desciframiento 
que devela ese significante oculto bajo la barra, interpretación 
freudiana por excelencia. 
156 
Al año siguiente, en 1958, en "La dirección de la cura y los 
principios de su poder" se da el viraje del deseo de reconoci-
miento al reconocimiento del deseo. El deseo se reconoce con 
la interpretación. Es la interpretación la que en un análisis va 
a abrir, o no, el espacio del deseo. 
El lugar del deseo es el lugar del enigma de la subjetivi-
dad: el deseo está articulado pero no es articu lable, no se pue-
de decir en primera persona y es correlativo de un no saber, 
no tanto no saber lo que se desea, sino desde dónde se desea, 
no saber de la propia posición subjetiva. 
En este texto encuentra su lugar una forma de pensar la 
interpretación que sostiene y señala el enigma del deseo: la 
interpretación como alusión, metonimia, que está en conso-
nancia con lo dicho por Lacan en la clase "Dora y la joven 
homosexual" del Srminario 4: "La metonimia es lo que se pue-
de llamar, en el terreno de la fabulación y el arte, el realismo. 
Una novela hecha de pequeños trazos sensibles de lo real que 
no quieren decir nada, no tiene ningún valor si no hace vibrar 
más allá armónicamente un sentido. Así, al principio de Gue-
rra y Paz, el tema repetido de los hombros desnudos de las 
mujeres vale por alguna otra cosa. Si los grandes novelistas 
son soportables, es porque todo lo que se dedican a mostrar-
nos adquiere su sentido, de ningún modo simbólicamente, ni 
alegóricamente sino por lo que hacen resonar a distancia ... " 
(Lacan, 1995). 
Lacan habla de una adquisición de sentido que no se debe 
ni a la alegoría ni al símbolo, ni al hablar fig11radameutc de la 
primera que funciona por analogía ni a Ja representación per-
ceptible de una idea, con rasgos asociados por una convención 
socialmente aceptada tal como se da en el símbolo. La adqui-
sición de sentido a través de Ja metonimia no se da ni por una 
analogía ni por una convención sino por lo que vibra armóni-
camente en un más allá, es decir, por resonancia. En esta clase 
del Seminario 4 lo que resuena más allá es otro signiñcante. 
En "La dirección de Ja cura y los principios de su poder" 
(2008f) Lacan, haciendo él mismo un ejercicio de la alusión, 
toma un sueño de la octava parte de La interpretación de los 
sueiios (1979f) en el que Freud se identifica a Hércules. 
157 
Uno de los doce trabajos de Hércules, el quinto, fue limpiar 
las caballerizas de Augías. Augías, pensando en que Hércules 
no lo lograría, Je propuso que si limpiaba sus caballerizas en 
un solo día, le obsequiaría parte de su valioso ganado. Hércu-
les desvió el cauce de un río y consiguió lo que se le había pro-
puesto. Lo que no pudo hacer es que Augías cumpliera con su 
palabra. Freud sueña con un retrete lleno de excrementos que 
él limpia íntegramente con un chorro de orina y como resto 
diurno surgen los dichos de uno de los oyentes de su confe-
rencia: "Usted ha limpiado el establo de Augías de los errores 
y prejuicios acumulados sobre la teoría de las neurosis". 
Ante esto Lacan pregunta: "¿Quién barrerá ese enorme es-
tiércol de las caballerizas de Augias, la literatura analítica? ¿A 
qué silencio debe obligarse el analista para sacar por encima 
de ese pantano el dedo levantado del San Juan de Leonardo, 
para que la interpretación recobre el horizonte deshabitado 
del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva?" (Jacques 
Lacan, 2008f). 
Lo que resuena es el vacío del otro, el horizonte deshabita-
do del ser. Ya no se trata de restituir una significación oculta 
sino de hacer resonar el tenue rastro del deseo. El silencio del 
analista no es una simple ausencia de sonidos, ni siquiera una 
ausencia de palabras; sino una posición ética a la que el ana-
lista se obliga mediante lo que en "La dirección de la cura y 
los principios de su poder" (2008f) Lacan nombra como sus 
"pagos". 
La ética del psicoanálisis es una ética "convertida aJ silen-
cio que, aunque evoca a la pulsión, es por la avenida no del 
espanto, sino del deseo ... " (Jacques Lacan, 2008g). Las vías del 
deseo están trazadas por una presencia muda: la de La Cosa 
(Das Ding) en el Proyecto (Freud, 1982), el núcleo del ser (Kem 
unseres Wesens) en "La interpretación de los sueños" (Freud, 
1979f), el "oscuro ello" en el "Esquema del psicoanálisis" 
(Freud, 1980b) y el acto del analista se dirige hacia allí. El ser 
del analista está en acción en su silencio. ¿Pero es el mismo 
silencio el silencio de la pulsión que el silencio del analista? 
El analista se ofrece como caja de resonancia para los de-
cires que recortan el cuerpo pulsionaJ del sujeto, ofrece su si-
158 
lencio para que la interpretación tenga lugar. En la clínica de 
la urgencia, la presencia del analista da cuenta de su saber 
callar, íntimamente ligado al bien decir. La pausa, el corte, la 
invitación a volver a otra sesión, una y otra vez supone un 
silencio en acto que causa la palabra y se opone al silencio de 
la pulsión. 
De In i11ferpretnció11' 
La consulta de urgencia en salud mental puede conside-
rarse una oportunidad para el comienzo de un análisis. Así, la 
atención a la urgencia puede ser parte de las denominadas 
"entrevistas prl'liminares" (l. Sotelo, 2007). 
Por entrevistas preliminares entendemos el tiempo que 
transcurre entre el momento de la primera consulta con un 
analista, hasta el comienzo del análisis (Cottet, et ni., 1993). 
La interpretación psicoanalítica puede ser un orientador 
para la atención a la demanda en urgencias. Teniendo en 
cuenta la singularidad de cada caso particular, el analista sos-
tiene su apuestt1 de subjetivación de la urgencia, que algo del 
orden de la palabra comience a articularse: "No cabe pues du-
dar de que el analis ta pueda jugar con el poder del símbolo, 
evocándolo, de una manera calculadíl, en las resonancias se-
mánticas de sus expresiones. Esta sería la vía de un retorno aJ 
uso de los efectos simbólicos, en una técnica renovada de la 
interpretación" (Jacques Lacan, 2008e). 
El analista, con una fuerte convicción en la existencia del 
i_nconsciente, orienta su intervención desde una serie de su-
puestos. El padecimiento del sujeto puede leerse como un 
mensaje, es decir, interpretar el grito como un llamado: "¿Y 
qué es lo que hace de un grito un llamado? El acuse de recibo 
de Otro" (Jacques-Alain Miller, 1998b ). El grito deviene llama-
3 Este apartado contit>ne frngmentos del trabajo "La cadencia de la in-
terpretación en la clínica de la urgencia de la neurosis" publicado en d 
Vol. XX del Anuario de inn~stigaciones d e la Facultad de Psicología (UBA). 
Autort>s: Vanesa Fazio, Inés Sotelo y Valeria Milzzia. 
159 
do cuando el Otro lo interpreta corno tal. En este sentido, en la 
urgencia, la intervención apunta a "abrir Ja vía significante" (l. 
Sotelo, 2005); el sufrimiento puede ponerse en palabras des-
plegando sus relaciones con el deseo inconsciente, articulado 
en la palabra. La interpretación apunta a la verdad, no como 
correspondencia con los hechos, sino como singular, pro pia 
del sujeto, acorde a su deseo; " ... el psicoanálisisapuesta al 
sujeto y a que sólo él posee el saber sobre su padecimiento" 
(Graglia, 1998). 
No obstante, no toda Ja interpretación es del sentido. El 
analista apunta también a aquella prese11cia muda que traza las 
vías del deseo. 
En la urgencia, la intervención debe posibilitar la articula-
ción de la palabra, de manera que el sujeto pueda empezar a 
localizar el sentido inconsciente de su padecimiento incons-
ciente, simbólico, pero también libidinal, en tanto remite a la 
pulsión en su vertiente no representacional (Freud, 1980b). 
La interpretación no apunta a descifrar un significado 
oculto en el padecimiento, sino a sostener el enigma del deseo 
art.iculándose como alusión; evitando señalar el sentido, pero 
propiciando la producción del sujeto. Para explicar las virtu-
des alusivas (Mazzuca, 2004) de la interpretación, recurriremos 
al concepto de cadencia. 
Ln cadencia del discurso y la i11terpretació11 
Cadencia es un término empleado en poesía y en música. 
Aquí desarrollaremos, de manera breve, qué es una cadencia 
musical (Bruno, 2007). Como el psicoanálisis, la música puede 
ser considerada un arte del tiempo. 
La música puede ser considerada un discurso que se or-
ganiza en unidades que, al combinarse, conforman una pie-
za musical. Cada unidad, como así también la pieza musical, 
presentan momentos de apertura y de cierre. En los momen-
tos de cierre, la música emplea recursos para operar sobre la 
expectativa del oyente, en particular, para generar en él una 
sensación de continuidad o de finalización del discurso. Uno 
160 
de los recursos más importantes que se emplean, para tal fin, 
son las cadencias entre las que distinguiremos aquellas que 
generan suspenso, suspensivas, de aquellas indican conclu-
sión, conclusivas. 
La cadencia suspensiva termina en un acorde dominan-
te que provoca tensión. Este recurso permite generar en el 
oyente una sensación de suspenso o tensión que queda sin 
resolver, recurso homologable a la interpretación del analista, 
que, como alusión, debe intervenir en el discurso del sujeto, 
procurando generar alguna tensión que propicie el trabajo del 
paciente. Como la teoría freudiana de los msos co111111zict111fes 
(Freud, 1982), la intervención debe apelar a un significante 
que convoque a otro significante. 
La interpretación analítica, atenta a la cadencia con que se 
despliega el discurso del sujeto y en consonancia con la "ex-
tratia temporalidad" del inconsciente (Lacan, 1987b ), se ma-
nifiesta como una alusión que convoque, por asociación, a los 
representantes en que se articula aquello que es del orden del 
sentido y, también, del sinsentido. 
Volviendo entonces a las investigaciones mencionadas, se 
podría sostener la eficacia de los tratamientos orientados por 
1'1 lógica de la interpretación psicoanalítica, que conducen él 
subjetivar el padecimiento del sujeto, en la clínica de lél urgen-
cia de la neurosis, en tanto la táctica de la interpretación (y su 
cadencia) orienta la intervención desde la palabra y desde la 
ética dd silencio. 
Para el profesional, el momento de la urgencia adquiere, 
entonces, las características de un acontecimiento, que puede 
marcar un antes y un después en la vida del sujeto, en tanto 
aquello que aparece como ajeno al sujeto, el sufrimiento, el 
síntoma y su causa, se encarnan. Allí, en los casos de neuro-
sis, la interpretación puede propiciar, como una cadencia con-
clusiva, la resolución de la urgencia, pero, al mismo tiempo, 
como una cadencia suspensiva, la constitución de ese espacio 
como preliminar a un posterior tratamiento. 
Esta intervención del analista, ya sea a través de la palabra 
o del recurso del silencio, en la clínica de la urgencia de la 
neurosis, posibilita que aquello que se presenta como ajeno 
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al sujeto, la crisis, pueda subjetivarsc e inaugurar un nuevo 
tiempo. 
Si llamamos ''urgencia subjetiva" a la que aparece en aque-
llos casos en que la misma compromete al sujeto, quien tiene 
una percepción íntima de que eso le concierne, la misma se 
da por concluid<1 cuando el sujeto haya podido establecer una 
hipótesis provisoria de la causa de su padecimiento; la inter-
vención del analista en consonancia con la lógica del djscurso 
del sujeto apunta a alojar su sufrimiento, más allá de la ur-
gencia por resolver. 
Por último, enfatizamos que para revertir aquello que apa-
rece como una debilidad del dispositivo actual, donde la con-
clusión se anticipa, es necesario hacer lugar a la propuesta de 
un dispositivo en el que el decir se despliegue a lo largo de 
todas las entrevistas que sean necesarias para alcanzar un mo-
vimiento de subjetivación de la urgencia, torsión que conduce 
al momento de concluir. 
/11tcrpretació11 y aco11teci111ie11to de rnerpv 
"¿Qué es el cuerpo hablante? Ah, es un misterio" (Lacan, 
2007n). La conferencia pronunciada por J.-A. Mille r en el Con-
greso de París en abril de 2014 es la brújula que nos orienta en 
este npartado conclusivo (Jacques-Alain Miller, 2014). 
Los misterios son el fundamento de la teología católica, ar-
ticulándose en ellos palabra y cuerpo. La palabra es un don 
de lenguaje, es cuerpo sutil pero es cuerpo, afirma Lacan en 
"Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanáli-
sis" (2008e). La palabra del analista, aun en su modo silencio-
so, con su puntuación "tiene algo de escriba" (Jacques Lacan, 
2008e), toca al cuerpo y al síntoma como su acontecimiento, 
produciendo efectos de reducción por añadidura. Los sínto-
mas que comprometen el cuerpo y el pensamiento son des-
baratados en su envoltura formal dejando un saldo de saber 
hacer con lo incurable. La escritura es la huella en que se lee 
un efecto de lenguaje (Lacan, 2007n). 
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El cuerpo fundamenta al ser, c'll ser de goce, al pnrlétre qul' 
habla sin saber y habln con su CUl'rpo volviéndolo, por l'SO 
mismo, sujeto del verbo (ji!). Es 1<1 palabra del Otro la que tocc1 
el ser encarnado, rcson,mcia con efectos en tanto el analista no 
deja pasar la ornsión de alcanzM la economía de goce a par-
tir del discurso analítico por vías l'Sl'ncialmente cnntingentl•s 
(Lacan, 2007c). 
La mJtc•matizació n alcanza un real por la vía del discurso 
,malítico. Am1lista oportunista que• con este medio decir de 
la interpretación inespl•rada, sorprcndl'rlte, aprovecha la orn-
sión. 
El k•nguaje ,1gujerea lo real, lo rnptura, renl qul' es e l mis-
terio dl•I cue rpo qw,• habla, misterio del inconsciente, misterio 
del pmNfrt• (Lacan, 200711). 
La ink•rpretación, cuando se dirige al sujeto del incons-
ciente, opern sobre el síntoma como metáfora; t•n la última 
enseñanza de Lacan, la interpretación es la táctica singular 
que interpreta al p111Ntn·. Allí la palabra, l'I silencio, el gesto, 
resuen<1n y tocan al síntoma como acontecimiento de cuerpo. 
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