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El fin y las finalidades 
del análisis 
-------------------~ 
Segunda edición 
GLetf4c cy1va 
textos fundamentales del psicoanálisis 
Colette Soler 
El fin y las finalidades 
del análisis 
Soler, Colette 
El fin y las finalidades del análisis 
- 2• ed.- Buenos Aires, Letra Viva, 2014. 
92 pp. ; 20 x 13 cm. 
ISBN 978-950-649-439-1 
l. Psicoanálisis. I. Pablo Peusner (tr<~rl .) 
CDD 150. 195 
© 2014, Letra Viva, Librería y Editorial 
Av. Coronel Díaz 1837, Buenos Aires, Argentina 
letraviva@imagoagenda.com 
www.imagoagcnda.com 
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina 
Primera edición: agosto de 2013 
Segunda edición: septiembre de 2014 
Traducción: Pablo Peusner 
Coordinación editorial: Leandro Salgado 
Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la re-
producción total o parcial de esta obra bajo cualquier método de 
impresión incluidos la reprografia. la fotocopia y el tratamiento 
digital, sin previa autorización escrita del titular del copyri¡;ht . 
Esta segunda edición se terminó de imprimir durante septiembre 
de 2014 en los Talleres Gráficos "Planeta Offset", Saavcd ra 56G. 
Ciudad de Buenos Aires, Argentina. 
,; 
In dice 
Breve nota de presentación . . . 7 
I. La fase final del análisis . .11 
La cuestión del análisis terminado. 11 
De la espera al horror . 17 
El deseo de no saber 21 
Satisfacerse· con el embrollo 27 
Una satisfacción que no engaña. 29 
¿Urgencia de satisfacción? . 35 
II. Los afectos de separación . .39 
Una separación alienante 42 
Otra separación 48 
Lo real separador . 51 
III. ¿Qué es un sujeto analizado? .65 
Más allá del temor y la piedad 68 
Ni cristiano ni sadiano 70 
No hay más allá de la angustia 72 
Un amor extendido . 77 
Los afectos sociales . 82 
Breve nota de presentación 
El seminario "El fin y las finalidades del aná-
lisis" fue dictado por la Dra. Colette Soler en la 
sala Pablo Piéasso del Paseo la Plaza, en Buenos 
Aires, los días 30 de septiembre y 1 de octubre de 
2011, en el marco de las actividades de enseñan-
za del Foro Analítico del Río de la Plata (institu-
ción que forma parte de la Internacional de los 
Foros del Campo Lacaniano). 
Como acostumbra Colette Soler en sus visi-
tas a nuestro país, el seminario fue dictado por 
completo en español. Sin embargo, al momen-
to de realizar la publicación, fue la propia auto-
ra quien prefirió enviar sus notas originales en 
francés para proceder a su traducción. Se trata-
ba del texto fuente que eHa misma tradujo du-
rante el seminario ... 
7 
COLE'ITE SOLER 
He intentado reponer la oralidad en dicho tex-
to para que el lector se encuentre con un clima lo 
más cercano posible al que reinó durante aque-
llas dos jornadas de intenso trabajo. 
En nombre de la Editorial Letra Viva, agrade-
cemos a la Dra. Colette Soler por la renovada con-
fianza en nuestra tarea, tanto como al Foro Ana-
lítico del Río de la Plata, gestor inicial del proyec-
to del Seminario. 
8 
PABLO PEUSNER 
Enero de 2013 
I. 
La fase final del análisis 
Viernes 30 de septiembre de 2011, por la mañana 
LA CUESTIÓN DEL Al~ÁLISTS TERMINADO 
Voy a dedicar este Seminario a la cuestión del 
fin del análisis, a su fase final, su terminación y 
su resultado. Comenzaré situando el asunto en 
su marco, es decir en la historia del psicoanáli-
sis y en la enseñanza de Lacan. Entonces, en pri-
mer lugar, les propongo algunas consideraciones 
históricas. 
En lo referente al problema del fin de la cura, 
Freud se ubicó en un plano factual: constató un 
tope de carácter doble, terapéutico y epistémico. 
El tope terapéutico recae en el complejo de cas-
tración; o sea en la protesta y la reivindicación del 
sujeto que rechaza lo que descubrió en el análi-
11 
COLETTE SOLER 
sis: la castración. En el plano epistémico -plano 
concerniente a la revelación del inconsciente- el 
tope recae sobre la represión originaria. Dicho de 
otro modo: sobre la imposibilidad de levantar la 
represión en forma total y revelar así todo el in-
consciente. 
Lacan reafirmó siempre ambas dificultades, 
y además mostró el carácter real de las mismas: 
la castración es real , efecto del lenguaje, y por lo 
tanto incurable. En cuanto a la represión origi-
naria, la reescribió de diversas maneras: signi-
ficante del Otro barrado, agujero en lo simbóli-
co ... Sin embargo, siempre objetó la idea de que 
eso constituyera un tope en el fin del análisis. Es 
algo que me impactó porque lo dijo desde el ini-
cio de su enseñanza, incluso antes de haber pro-
ducido la menor demostración de la posibilidad 
de un verdadero fin. 
Y es que a diferencia de Freud, Lacan no se ubi-
có solamente en un plano factual. Él exigió un fin 
y tuvo diversos motivos para eso. En principio lo 
exigió por una razón (creo que logré captarla), y 
es que las finalidades del análisis - o sea su éti-
ca, eso a lo que apunta- dependen del fin , ya sea 
que se lo considere posible o no. 
Esta articulación entre fin y finalidad es visi-
ble en Freud a posteriori: si no hay fin de In cas-
12 
EL f'IN y LAS f'lNALIDADf:S DEl . ANÁLISIS 
tración ni de la represión originaria ... ¿cómo es 
que puede terminarse un análisis? Por eso su-
pone que concluye factualmente cuando alguien 
deja de encontrarse con su analista. Y en efecto, 
desde el momento en que el desciframiento y la 
interpretación no tienen más término intrínseco 
que la serie de los números enteros, el momento 
de interrumpir es una cuestión a evaluar en cada 
caso. Así es que no hay doctrina del fin de aná-
lisis en Freud. Y por eso es lógico que el análisis 
del analista no le parezca más finalizado que otro, 
o incluso más breve. De allí su propuesta de que 
convendría r~tomarlo periódicamente. 
Desde el inicio de su enseñanza, La can se mos-
tró insatisfecho con esta idea. Creo que si Lacan 
planteó el final como algo exigible es porque él 
mismo fue analizante, lo que no fue el caso de 
Freud a pesar de lo que se denomina su "autoa-
nálisis". Que haya un fin identificable es una exi-
gencia analizante. 
En Lacan encontramos completa solidaridad 
entre el modo de concebir el fin del análisis en 
cada momento de sus elaboraciones de la estruc-
tura y las finalidades que le supone. Por ejemplo 
en La dirección de la cura ... , luego de haber plan-
teado que el falo - significante de la falta- es la cla-
ve de lo que hay que saber para finalizar los aná-
13 
CoLETTE SoLER 
lisis, sitúa la ética del analista (es decir, sus fina-
lidades), como una ética del deseo. Al final de su 
enseñanza, habiendo puesto en evidencia la fun-
ción del inconsciente-lalengua, real, y la no-rela-
ción/proporción 1 sexual, se podría decir que intro-
dujo una ética del síntoma: un análisis orientado 
hacia lo real, denunciando el riesgo de que el psi-
coanálisis se convirtiera en una religión del deseo. 
Encontramos aquí una constante: Lacan siem-
pre afirmó que había un fin, que el análisis era 
un proceso finito, que había un punto de finitud. 
Y eso lo llevó a distinguir el fin del análisis, de 
la detención de los análisis (con sus diversas fi-
guras). Esa distinción está presente en los ana-
lizantes que afirman: 'CVo sé que esto no está ter-
minado". Al menos, lo afirman quienes han sido 
marcados por La can. ¿Es un efecto de sugestión? 
No lo creo. La detención no conclusiva es un efec-
to de la frustración. 
Podemos hacer un relevamiento de las sucesi-
vas fórmulas que Lacan propuso para el fin. Que 
l. [El término francés rapport condensa los valores de 'rela-
ción' y 'proporción' en español. Solo para los casos en que 
aparezca la expresión rapport sexual traduciré indicando 
ambos valores, dejándole al lector la elección de cuál re-
sulte el más apropiado en cada ocurrencia. (NdT)]. 
14 
E L Fll': Y LAS FINALIOAOt;S m:1. ANÁLISIS 
haya muchas nos obliga a preguntarnos qué mo-
tivó dicha sucesión y, por ejemplo, por qué luego 
de la Proposición de 1967 y de El atolondradicho 
- dos textos que rozan ese punto- consideróque la 
respuesta que había dado era insuficiente. ¿Qué 
decía esa respuesta? 
La resumo: el análisis está terminado (1°) cuan-
do el sujeto hizo el duelo del objeto a, y (2°) cuando 
el sujeto se aseguró de saber los imposibles que el 
lenguaje impone a nivel del sexo, del sentido y de 
la significación. Este modo del fin está pensado en 
función a lo real de lo simbólico, con lo que hay de 
real en lo simbólico, sus imposibles y su efecto de 
negativización. Está formulado en términos de es-
tructura, aunque Lacan indique también los efec-
tos afectivos que produce. Tenemos así la posición 
depresiva del duelo o, más precisamente, manía-
co-depresiva. Es posible entonces cuestionar el fin 
a partir de los afectos que produce, a condición de 
remitirlos a lo real de lo que son un efecto. Lo que 
intenté mostrar en mis dos últimos libros2 es que 
el cambio introducido en la noción de lo real a par-
ti r del seminario Aún, lo condujo a repensar el fin 
de análisis y sus afectos. Hasta El atolondradicho, 
2. Lacan, L'inconscient réinuenté (inédito en español al mo-
mento de la edición de esta obra) y Los afectos lacanianos, 
Letra Viva, Buenos Aires, 2011. 
15 
C o LETIE S OLF.R 
cuando Lacan decía "real" se trataba de lo real de 
lo simbólico - modo en que reformuló la represión 
originaria de Freud: lo imposible de formular o de 
escribir-. Pero lo real que inscribió en el nudo bo-
rromeo es otra cosa: es un real completamente fue-
ra de lo simbólico, que implica un fuera de sentido 
radical, y que Lacan a veces identificó incluso con 
el campo de la vida, del goce del cuerpo viviente 
-a punto tal que éste no es sin lalengua: se trata 
del goce del cuerpo viviente del hablante. 
Voy a hablarles esta mañana de los afectos del 
fin de análisis. En la idea del fin , incluyo la fase fi-
nal y lo que introduce allí un término a la misma. 
Que la relación transferencia! atraviesa di-
versas fases no es un descubrimiento tardío. En 
La dirección de la cura ... , página 575 de la nue-
va edición revisada y corregida (Siglo Veintiu-
no, Bs.As., 2008), Lacan distingue el "enamora-
miento primario del inicio del tratamiento" de 
una segunda fase y luego, a continuación, en el 
fin, lo que llama "la trama de satisfacción", que 
hace tan difícil de romper la relación con el ana-
lista. De hecho, hay allí una secuencia de afec-
tos analíticos. Tres factores determinan los afec-
tos en general: los acontecimientos, lo que ocu-
16 
EL FL'< Y I.AS FINALIDAO.,;s DBI. ANÁLISIS 
rre, que es un primer factor percibido y vivido en 
función del orden del discurso -que es el segundo 
factor-. Y luego tenemos la variable individual, 
el inconsciente propio de cada uno. Cada discur-
so en tanto orden de los goces produce afectos-ti-
po. Por eso Lacan puede hablar de "nuestro abu-
rrimiento", el aburrimiento de nuestro tiempo, 
aunque en cada discurso también la verdad del 
goce propio de cada quien se distingue de esos 
afectos-tipo, los modifica. Estudié los afectos-ti-
po del discurso analítico. Pero cuidado, esto no 
impide que esos afectos-tipo se diversifiquen se-
gún lo sujeto? en función de sus inconscientes ... 
No, digamos mejor de su posición respecto del 
inconsciente, es decir de su posición ética. Esta 
dimensión está presente en todos los afectos. Y 
aunque se los padezca, esos afectos son efectos 
y signo de una posición ética. 
DE LA ESPERA AL HORROR 
El primer afecto de la transferencia es la espera. 
En "el espacio de la transferencia" la elaboración 
produce dos tipos de afectos positivos: los goces 
del gay saber -que es el del desciframiento- y 
también los gocentidos (joui-sens) del sentido que 
17 
C OI.ETTE SoLI::R 
acompañan el decir de la verdad. Ningún análisis 
puede evitarlos, y se presentan en grados diversos. 
Ambos son afectos de satisfacción. No obstante, se 
muestran impotentes para colmar la espera de la 
transferencia. Hay un obstáculo en lo incurable 
de la repetición, en el hay del Uno, en la ausencia 
del término que daría la palabra del fin3. En el 
fondo, es lo que designa el término "castración". 
¿Todos los análisis desembocan inevitablemente 
en la decepción de la transferencia? Es allí donde 
dejaba Freud a sus pacientes en el mejor de los 
casos, y todo el debate del año '58 acerca de cómo 
responder a la frustración anaEzante, debate que 
Lacan evoca en La dirección de la cura ... , giraba 
en torno de esa decepción de t ransferencia y de 
la obsesión por saber cómo concluir. A partir del 
seminario Aún y de su noción del inconsciente-
saber en lo real, Lacan resituó el tema ubicando 
en la última fase el horror a l saber. 
Si lo que Freud denominó "castración" se declina 
de manera triple como falta de ser, falta de goce y 
falta de saber, entonces no sorprende constatar que 
los afectos de castración se manifiesten en la fase 
final, cuando se experimentó (1°) que el significante 
3. V. Soler, Colette. El seminario repetido. Letra Viva, Bue-
nos Aires, 2012. 
18 
EL ~·IN Y I.AS FINALIOAOES m:L ANÁLISIS 
no responde a la pregunta Che voui?, (2°) que el 
goce no es inexistente sino que falta y (3°) que solo 
t•s posible atrapar trozos de saber, S1 sin el S2 del 
saber absoluto con el que soñaba Hegel. Estos tres 
factores no están en el mismo plano. 
La castración de saber, a diferencia de las otras 
dos, solo puede ser hallada por sujetos que bus-
can saber a través de las disciplinas que lo per-
s iguen, en concreto: la ciencia y el psicoanálisis. 
Mientras que la falta de ser y la falta de goce, por 
lo contrario, son percibidas por todos y producen 
incluso el clamor de la humanidad. Pero de he-
cho hay sol id~ridad entre la castración de saber 
y la castración de goce. 
Esto conduce a distinguir - en primer lugar- el 
"deseo del saber", que es deseo de significante, de 
simbolización, y condición de entrada en análisis 
en tanto anima el desciframiento. El ejemplo de 
Freud lo ha probado brillan temente, extrayendo 
saber de los dichos de verdad de los analizantes. 
El deseo del saber, que es la aspiración al hallaz-
go de los significantes, es la condición del análi-
sis, condición histórica y condición de cada cura . 
Es el analista mismo quien lo presupone, está ya 
allí en el amor de !alengua de los trovadores que 
inventaron la noción del gay saber. Es una con-
dición del análisis. 
19 
COLEW~; SOLER 
Pero debe diferenciarse del "deseo de saber", 
que es otra cosa: un producto eventual del aná-
lisis. El deseo que vuelve posible el análisis y el 
que éste produce, se definen por su relación al 
saber. N o es un afecto del inicio del análisis. En 
el inicio está la transferencia, que es "amor del 
saber". N a da que ver con el deseo de saber, es lo 
contrario. El amor del saber va acompañado del 
"yo no quiero saber nada", en la medida en que 
nos hace esperar un saber que resultaría armó-
nico, que arreglaría las cosas, mientras que el in-
consciente no es armónico (Hay del Uno y No hay 
relación 1 proporción sexual, son las fórmulas de 
esa ausencia de armonía). El horror al saber solo 
es descubierto por quien ha comenzado a saberlo, 
por quien lo percibe o sabe el destino de castra-
ción y síntoma que le depara el lenguaje. El ob-
jeto del deseo de saber es entonces lo real, lo real 
que da horror, o sea: las consecuencias reales del 
saber inconsciente sobre el goce. Es allí que sur-
ge el horror al saber: efecto real del inconscien-
te real. Al respecto, el análisis nos confronta con 
una mala sorpresa: uno llega para arreglar todo, 
pero todo no puede arreglarse. 
Volveré con más detalle sobre está distin-
ción. Pero ahora hablemos un poco del deseo de 
no saber. 
20 
Et FN Y IA'l fiNALIOADE:S DEL ANÁLISIS 
EL DESEO DE NO SABER 
Lacan planteó que la humanidad no quiere sa-
ber. Curiosamente, Freud creyó que el deseo de 
saber estaba primero ... Consideró las preguntas 
de los niños, a menudo tan lancinantes, como los 
s ignos de un deseo de saber que lo maravilló. Se 
trataba de un deseo condenado a ser decepciona-do, con consecuencias en cuanto a la inhibición 
de la curiosidad y del pensamiento futuro. Inclu-
so hizo de él uno de los resortes del "no puedo lo-
grarlo" o del "no puedo logar nada", típicas frases 
de quien desconfía de sus capacidades. Al pare-
cer había incluso depositado sus esperanzas en 
una educación no puritana que revelara la fun-
ción del pene ante la pregunta por el origen de 
la vida. ¿Por qué Lacan no siguió esos desarro-
llos y jamás se mostró entus iasta ante esa curio-
sidad infantil? Creo que en este tema Freud se 
dejó embaucar, aunque su mérito sea el de ha-
ber captado que esas preguntas eran insepara-
bles del saber y del goce. 
¿Qué supone que quieren saber los niños? 
Freud cree en esas preguntas y supone que que-
rrían saber lo que ocurre en la cama de sus pa-
dres, saber algo acerca del goce del que están ex-
cluidos pero que igual aparece representado en 
21 
Co1.F:TI~: So1.f.1< 
sus leo rías sexuales infantiles a partir de los go-
n·s pubionales a los que sí tienen acceso: mirar, 
('onwr, ensuciar ... En síntesis, de todos los goces 
pulsionales que los humanos tienen en común y 
a partir de los cuales han fabricado todo un bes-
linrio. ¿Y por qué, entonces, los niños no se con-
tentan con las respuestas que imaginan? Porque 
no quieren creer en sus propias respuestas y pre-
fieren continuar preguntando, es decir constitu-
yendo un sujeto supuesto saber del sexo. Se tra-
ta de lo contrario de un deseo de saber. 
Si ustedes tienen dudas al respecto, entonces 
volvamos al trauma y a lo que indica al respecto. 
Si hubiera un deseo de saber referido a lo real del 
goce, cuando la experiencia de goce se presenta 
-esas cosas entrevistas o entreoídas, experimen-
tadas en el cuerpo propio, que definen al trauma 
según Freud- el sujeto ... ¿no debería responder 
con un "¡Eureka!" entusiasta? ¡Finalmente sabe, 
sabe lo que no se dice ni se imagina! Pero no, hay 
horror. El horror al saber es interno al trauma, es 
por otra parte lo que explica por qué la variable 
individual, ética, juega allí su rol-y Freud lo cap-
tó-. A la vez es posible percibir que las preguntas 
de los niños no traducen un deseo de saber en la 
medida en que éste sólo puede apuntar a lo real. 
Al contrario, esas preguntan portan un deseo de 
22 
E t. FIN Y LAS f'INAJ.IJ)ADES DEL ANÁ LISIS 
si rnbólico, un deseo de palabras, de escenarios .. . 
<).dicho de otro modo: un deseo de semblantes. Es 
• dgo probado por las fobias de los niños, las que 
aseguran la promoción de los significantes al ser-
vicio del goce, significantes apropiados para repri-
mir lo real. Estos convocan a un sujeto supuesto 
saber que, cuando ese real resulta entre-percibi-
do, permitiría simbolizarlo, es decir reprimirlo. El 
"yo no quiero saber" está en el origen. 
Resulta difícil entonces pensar que el deseo del 
analista pueda tener su precursor en la curiosi-
dad infantil. La curiosidad infantil, por lo contra-
rio, puede ser precursora de la demanda analizan-
te, porque quien llega al análisis hace un llama-
do al significante y al sujeto supuesto saber, si-
milar al del niño curioso y, como aquel, descono-
ce su horror al saber. 
Lo imposible de saber y las consecuencias del 
saber solo se descubren verdaderamente en el 
análisis, a partir de la transferencia que postula 
un "yo sabré puesto que el Otro sabe". Es una es-
peranza ... Pero habiendo comenzado a saber me-
diante la producción de los 8 1, finalmente se des-
cubre que no se alcanza un S 2 (un saber que sería 
la última palabra), y que los significantes disponi-
bles solo programan el goce castrado -el término 
es de Lacan-. El horror responde a lo real, a los 
23 
C otETIE SoLJ::R 
efectos de la estructura. El trayecto va entonces 
de la espera decepcionada al horror, ese horror so-
bre el que Lacan pone el acento desde los años '70. 
Quisiera realizar dos señalamientos. Se trata 
de una curiosa promesa para hacerle al mundo: 
¡vamos a decepcionar su espera de transferen-
cia hasta el horror! Sería mucho peor que el tope 
freudiano si esta fuera la última palabra. Y lue-
go, el otro punto: situado este horror ... ¿por qué 
el sujeto no emprende inmediatamente la fuga y, 
más aún, por qué increíblemente a menudo quie-
re convertirse en analista? 
Noté que el Prefacio a la edición inglesa del Se-
minario 11 de 1976 respondía estas dos pregun-
tas fundamentales introduciendo algo inédito al 
respecto, lo que puede perfectamente conectarse 
con las formulaciones precedentes de la Proposi-
ción y de El atolondradicho, aunque situando el 
fin y los afectos del fin de una manera novedosa. 
Lacan distingue para la fase final dos tipos de 
afectos: unos ligados a lo real, al inconsciente real 
y a sus elementos fuera de sentido; y otros liga-
dos a la verdad. Pero ambos son comentados por 
Lacan como afectos de fracaso, afectos negativos. 
Captamos que el inconsciente es real cuando sus 
formaciones -del lapsus al síntoma- ya no tienen 
24 
EL FIN y lAS ~'INALIOADES Dt~L ANÁLISIS 
alcance de sentido. Lacan dice "No hay allí amis-
Lad que a ese inconsciente lo soporte"4 • Dicho de 
otro modo: no es porque caigan las satisfacciones 
capturadas en el sentido en el espacio de la trans-
ferencia que una nueva satisfacción, que seria sa-
tisfacción de lo real, aparece. No puedo amar al 
inconsciente que se me impone, que me destitu-
ye como sujeto del sentido, que me coacciona al 
goce como sujeto; pero sobre todo no puedo convi-
vir con él como si fuéramos dos amigos. N o pue-
do sino reencontrarlo como caída del sentido, y no 
puedo apropiármelo porque no se ofrece a ser sa-
bido desde el n:omento en que si le presto atención 
soy reconducido al espacio transferencia! del sen-
tido. Entonces, de ese lado, no se trata de un afec-
to positivo. Pero al menos puedo decir una verdad, 
es lo que se intenta bajo transferencia. Cito: "No 
es el caso: fallo. N o hay verdad que, al pasar por 
la atención, no mienta"5. 
En otras palabras: al observar cuidadosamen-
te - y en el análisis supuestamente se observa con 
cuidadcr- la verdad no sostiene sus promesas. Si 
leen verdaderamente este texto, es decir sin inyec-
4. Lacan, J acques. "Prefacio a la edición inglesa del Semi-
nario 11", en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, 
p. 599. 
5. Ibidem. 
25 
tarle lo que ya saben, podrán medir cuánto se ale-
ja de lo que los lacanianos han retenido en mayor 
medida de la enseñanza de Lacan; a saber: sus te-
sis anteriores que valorizan la verdad hasta el ex-
tremo. Recuerden: la verdad como causa del sín-
toma, la verdad amordazada pero a liberar y cuyo 
lugar es ineliminable en el discurso. Sin olvidar 
las satisfacciones capturadas en la palabra verda-
dera y la alegría del gay saber. Y de hecho, en la 
relación con el Otro, con sus efectos de lenguaje y 
de palabra, es la verdad lo que está en cuestión -
lo real sólo figura allí como lo imposible de decir o 
de escribir-. Pero en 1976, cuando aparece lo real 
fuera de sentido, ya no se trata de la verdad sino 
más bien de su fracaso, porque la verdad -que sin 
embargo apunta a decir ]o real- solo puede men-
tir sobre ese real que es impredicable y ser antinó-
mica a la verosimilitud. No se puede decir la ver-
dad de lo real, es su definición. Es la introducción 
de esta categoría de lo real fuera de sentido lo que 
condujo a Lacan a reducir a la verdad. 
De los variados afectos de la verdad, La can solo 
retuvo lo que estaba en el horizonte del trayecto 
de su medio-decir, su fracaso, su espejismo. El es-
pejismo de alcanzar lo real es un espejismo que, 
como todos, se esfuma al acercársele ... Se trata en-
tonces de afectos de fracaso. A su vez, luego de su 
26 
---- -- - · 
: t pertura novedosa respecto de sus elaboraciones 
hasta El atolondradicho, el texto renueva la cues-
tión de los afectos de la fase :final y del fin de aná-
lisis. Lacan lo hace en dos frases, ni más ni menos, 
que no dicen del todo lo mismo ... Es un punto que 
no ha sido comentado. 
SATISFACERSE CON EL 8MBROLLO 
Leola primera de esas fi·ases: "Existe cierto 
modo de equilibrar estembrollo [stembrouille] 6 
que es satisfactorio por razones diferentes a las 
formales (la simetría por ejemplo). Como satis-
facción, sólo se alcanza en el uso, en el uso de un 
particular"7• 
"Equilibrar estembrollo" designa el vaivén en-
tre verdad y real. En efecto, mi corazón se balan-
cea entre ambas puesto que mi búsqueda de la 
verdad querría alcanzar lo real, pero cuando lo 
real se manifiesta fuera de sentido la verdad no 
está allí, y por prestarle atención vuelvo al in-
consciente real-y así sucesivamente-. Es un em-
6. [Neologismo en forma de locución que reproduce fonética-
mente el sintagma cette embrouille: 'este embrollo' (NdT)I. 
7. Lacan,Jacques. "Prefacio a la edición inglesa del Semina-
rio 11", en Otros escritos, Op. Cit. p. 599. 
27 
COLJ':T'I'E SOLER 
brollo porque allí donde uno esperaba la solución 
mediante el sujeto supuesto saber, se reencuen-
tra con un doble obstáculo. Pero, y aquí viene la 
tesis sobre la fase final, de esas dos insatisfaccio-
nes entrelazadas y alternativas, surge una posi-
ble satisfacción. No a causa de su simetría -dice 
Lacan- . Eso puede ocurrir solamente porque "en 
el uso" -y "uso" significa aquí 'uso de goce'-, los 
goces heterogéneos que están en juego en ambas 
insatisfacciones pueden arreglárselas de forma 
satisfactoria. A partir de dos insatisfacciones, en 
el uso, esta fase fabrica una satisfacción. Lo que 
equivale a afirmar que se termina gozando del 
embrollo, puesto que la satisfacción traduce en el 
sujeto su modo de goce. Y he aquí por qué a pe-
sar del horror al saber, castración y síntoma, el 
analizante no sale corriendo. Ese "en el uso" in-
dica que es necesario un tiempo, es necesario ha-
ber experimentado el embrollo, es decir tropezar 
con lo real, para que en la fase final la sospecha 
caiga sobre la verdad mentirosa. ¿De qué real se 
trata? No solamente del fuera de sentido del lap-
sus, sino del síntoma, es decir que hace falta ha-
ber vuelto a constatar, y muchas veces, un goce 
que resiste a los efectos de sentido y que se impo-
ne como una constante fuera de sentido. 
. 28 
EL FIN Y LAS FTNALIJ)ADES DEL A.11lÁLIS!S 
U NA SATISFACCIÓN QUE NO ENGAÑA 
Vayamos ahora a la segunda frase. Dice así: 
"El espejismo de la verdad, del que solo cabe es-
perar la mentira ( ... ) no tiene otro término que 
la satisfacción que marca el final del análisis"8• 
Esta frase responde a una pregunta latente: la 
de saber qué puede darle término al balanceo en 
cuestión y a su goce. Dicho de otro modo: qué es 
lo que puede detener el relanzamiento del reco-
rrido hacia el sentido. 
¿Quién opera ese relanzamiento? Es el mismo 
analizante cuando no llega a creer en lo que ex-
perimenta, cuando su modo de balancearse entre 
verdad y real lo deja entre la decepción y la deses-
peranza. Pero también, hay que decirlo, a veces el 
relanzamiento es producido por el analista. ¿Por 
qué? Creo que muy simplemente cuando no tiene 
una clara idea del fin que Lacan intenta esclare-
cer aquí. Cuando el analista no se ha liberado de 
los "amores con la verdad" de los que Freud ofre-
ció el modelo, cuando todavíía espera algo de las 
elaboraciones de la verdad. Es un espejismo. Se-
gún La can, y es como su testamento, el espejismo 
no puede detenerse por la producción de ninguna 
8. !bid. p. 600. 
29 
CoLETI~: Sou;R 
conclusión articulada, por ningún materna. Solo 
se detiene porque aparece una satisfacción nue-
va que pone fin a la satisfacción requerida por las 
dos insatisfaccíones. Esta satisfacción no es un 
factor de fin entre otros, sino el único -si segui-
mos a Lacan-. "No hay otro término", afirmó. En-
tonces no se trata de una satisfacción que resul-
te de una fórmula de conclusión, como todas esas 
de las que Lacan habló hasta ese momento, sino 
una satisfacción que vale como conclusión y que 
pone término al proceso en acto; y que además es 
urgente producir para que el analizantc salga de 
los tormentos de la doble insatisfacción-gozante. 
Esto es lo que indica que el fin del análisis no 
se decide en términos de estructura. El embro-
llo es un embrollo de la estructura: ciertamen-
te, está sostenido por la heterogeneidad del len-
guaje y lo real, lo que produce que entre la ver-
dad y lo real haya una exclusión, y que cuando 
uno está allí el otro no esté (como la luna y el sol 
en la canción de Charles Trcnet9) ... Sin embar-
9. Le soleil a rendez·uous auec la lune 
Mais la lune n 'est pas la et le soleill'attend 
Ici ·bas souuent chacun pour sa chacune 
Chac:un doit en (aire autant 
La lune est la, la lune est la 
30 
La lune est la, mais le soleil ne la uoit pas 
Pour la trouuer il faut la nuil 
EL FIN Y LAS PINAI.IDADES m~L ANALtsts 
¡~o ellos tienen una cita, uno busca al otro pero 
no se encuentran. Entonces, experimentar el em-
brollo es adquirir un saber acerca de la estruc-
tura, incluso un saber-hacer ahí, pero dejar de 
gozarlo no depende de la estructura. ¡Eso es lo 
novedoso! Lo novedoso de Lacan respecto de su 
propia enseñanza, y realmente mucho más cer-
cano a la experiencia que todo lo que se ha elu-
cubrado -especialmente en la AMP- acerca del 
fin mediante una fórmula o materna del fin. Di-
gamos que es una satisfacción que no engaña. 
Retomo aquí la expresión que Lacan aplicó a la 
angustia. Es una satisfacción propia de la ex-
periencia anal"ítica, testimonio de que se le ha 
puesto término al espejismo. Lacan, siempre co-
herente, utiliza aquí en lo concerniente al fin del 
análisis, lo que llamé ((la prueba por el afecto"10 . 
Entonces, si el fin no depende ineluctablemente 
de las coerciones de la estructura .. . ¿quién dirá 
entonces que es posible? Y ibien, los únicos que 
Il faut la nuit mais le soleil ne le sait pas et toujours luit 
Le soleil a rendez-vous avec la lune 
Mais la lune n'est pas la et le soleiL l'attend 
Papa dit qu 'il a vu qa luí ... 
[CHARLES TRE:"'ET. «LE SOLEU. ET LA LUNF: >>] 
10. V. Soler, Colette. Los afectos lacanianos. Letra Viva, Bue-
nos Aires, 2011, p. 98. 
31 
COLEi'TE SoLER 
pueden dar testimonio de ello son quienes lo 
han experimentado, porque para quienes no lo 
experimentaron está aún en cuestión. Y es una de 
las razones del dispositivo del pase: permitirnos 
escuchar aquello que podemos llamar los 
testimonios del fin posible. Utilizo el término 
"testimonio" en función de la ambición que tuvo 
Lacan de igualar al psicoanálisis con la ciencia, 
incluso de instruir con él a la ciencia, como dice en 
Quizás en Vincennes, aunque el término resulte 
molesto a causa de sus resonancias religiosas. Por 
eso es necesario sostener los dos extremos de la 
cadena: la estructura que obedece a una lógica 
pero que también aloja a lo inefable que no pasa 
al saber. De allí la revalorización del término 
"opacidad" en el final de la enseñanza de Lacan, 
puesto que lo real es opaco. 
Queda aún una pregunta: ¿cuál es esa satisfac-
ción que marca el fin? Porque en el análisis hay 
satisfacciones de diverso tipo. Las he desplega-
do: hay satisfacciones ligadas al recorrido de la 
verdad y también a la incredulidad ante lo real; 
y también a ese balanceo que Lacan evoca en su 
último texto. ¿Es posible cualificarla? Ella tiene 
una función: ponerle término a las satisfacciones 
del embrollo -son los términos de Lacan-, pero 
eso no dice cuál es. Lacan habló de la satisfacción 
32 
' EL Fl:-> y IJ\S F ll\AI.I DAO€S DF:I. A.'IALISIS 
obtenida del modo de balancear el embrollo: pero 
es propia de un particular. 
¿Qué implica esa insistencia sobre lo particu-
lar del modo de satisfacción?Y bien, creo que sig-
nifica que esta satisfacción no es predicable, no es 
cualificable. Porque cualificar la, atribuirle un sig-
nificante en una proposición atributiva, cualquie-
ra sea, es elevarla a lo universal, hacer entrar lo 
particular en la extensión de un concepto con to-
dos los otros objetos que allí se ordenan. Por eso 
Lacan decía que todo significante injuria al suje-
to -entiéndase: en su singularidadexistencial- . 
Sabemos el efecto de esta satisfacción: detiene el 
espejismo de la verdad y las satisfacciones corre-
lativas, y tenemos de eso un testimonio posible en 
el pase; pero decir de qué se trata es otro asun-
to: ella solo se experimenta. Estamos aquí en la 
lógica del no-todo. Entonces, para quienes quie-
ren cualificada, volverla universal - y he podido 
leer diversas tentativas en ese sentido: satisfac-
ción delgay saber o del bien decir-, el texto de La-
can les responde anticipadamente: es un esfuer-
zo vano. N o se trata de la satisfacción del gay sa-
ber, porque este está ligado al desciframiento - lo 
he desarrollado suficientemente-, ni tampoco de 
la satisfacción del bien decir. Las dos frases del 
texto que he comentado, ¿marcan los límites del 
33 
( ·, > 1 . 1':'1'1'~: S• lL I::H 
h11 ·n dc ·n r? Se u· ata entonces de una satisfacción 
11/c ·uulijimbLe - ustedes percibirán el equívoco de 
l'Sle término, como si lo que no pudiera ser cuali-
ficado se convirtiera en algo defectuoso- . 
La diferencia con los textos anteriores es pa-
tente. En El atolondradicho hablaba de "duelo" 
para esta fase final, mientras que en el Prefacio 
introdujo el término "satisfacción". Son muy dife-
rentes. En el duelo se trata de un afecto de pérdi-
da, uno se separa de las adherencias que mante-
nía con lo que se pierde. Contrariamente, la sa-
tisfacción nos captura, nos sostiene a pesar de las 
insatisfacciones ligadas a los dos escollos que su-
brayé. Este cambio de acento no es un detalle me-
nor, evidentemente es la consecuencia de lo que 
Lacan introdujo como novedoso luego de El ato-
londradicho y a partir del seminario Aún, concer-
niente al inconsciente que no tiene solo efectos de 
castración sino que es saber gozado, puesto que el 
significante y la palabra misma se gozan. El in-
consciente fuera de sentido no está fuera del goce, 
sus Unos son gozados, y la palabra de verdad está 
saturada degocentido Uoui-sens], goce del senti-
do. Entonces, en la fase final donde el analizan-
te se balancea entre verdad y real, son esas dos 
satisfacciones las que se conjugan en una satis-
facción específica, propia de cada uno. Hay cohe-
34 
E L t'U'i v LAS riNALIDAOES o~:t ANALJSIS 
rencia entre las dos nuevas formulaciones: el in-
consciente como goce del significante y los afec-
tos de fin. El fin es un cambio de goce. 
¿URGENCIA DE SATISFACCióN? 
Cambiar de goce no es renunciar al goce. Asu-
mir la pérdida del duelo y cambiar de goce son 
dos cosas diferentes. Sería necesario dejar de de-
cir que el fin es una elisión, una negativización 
del goce. El analizado no es el héroe de la renun-
cia al goce, a pesar del nuevo deseo del analista. 
No es del todó la idea de Lacan del '76: un goce 
cesa ciertamente, pero en provecho de otro. La-
can nos acostumbró a pensar el deseo en oposi-
ción al goce, y a funcionar con un esquema men-
tal un poco elemental que puede formularse así: 
a menos goce, más deseo. Pero lo que texto dice 
con todas las letras es lo siguiente: un goce, el 
que marca el fin, pone fin a otro, el que sostenía 
el proceso. Y esto nos obliga, o debería obligar-
nos, a pensar el deseo del analista no solo en tér-
mjnos de negativización de goce. Por otra parte, 
La can pudo decir a propósito del analista -y mu-
cho antes del año 1976- que habría que pregun-
tarle, cito de memoria, qué del goce lo determina. 
35 
II. 
Los afectos de separación 
Viernes 30 de septiembre de 2011, por la tarde 
En nuestra reunión precedente no hablé de la 
transferencia." Sin embargo, si bien el fin del análi-
sis no supone el fin de la transferencia, sí en cam-
bio se trata del fin de la función del analista en 
la transferencia, puesto que el analizante se se-
para de él. En su pragmatismo, Freud tenía ra-
zón en poner el acento allí. 
Si hablamos de "afectos de separación", rápida-
mente el discurso común invita a pensar en los do-
lores de las separaciones en el sentido más corrien-
te del término. A saber: el fin de los amores o de 
las amistades (ya sea por desacuerdo o por pérdi-
da del otro). Se piensa en el final de un lazo social 
cualquiera y así nos encontramos del lado de los 
afectos de sufrimiento, de afectos -digamos- ne-
39 
( ·,,. , ¡ ·¡~; S OI.I::R 
1·.: 11 ""' . ,.,,.".,ah: mico es amplio. Sin embargo hay 
"'' n · l ll: ttu·( ·s afectivos que acompañan el fin de 
··ll'rt n :-> l;~zos sociales. A modo de ejemplo tenemos 
,.¡ l:1zo L'ntre el niño y sus padres, donde los afec-
tos de liberación pueden prevalecer por sobre los 
afectos ligados a la pérdida: en tal caso la función 
positiva de la separación es relativamente inde-
pendiente de los a fectos eventualmente dolorosos 
que la señalan. Ningún lazo entre los seres huma-
nos es indisoluble, ya se trate del lazo de pareja, 
de los lazos generacionales o de los lazos de tra-
bajo, aunque no obstante se aspira a que lo sean. 
Tal vez no sea siempre así para los lazos profe-
sionales, pero para el amor seguro que sí. Por el 
tiempo que dura el amor, este querría no finalizar. 
El amor aspira a lo necesario , es algo conocido ... 
Pero además, tenemos un tipo de lazo que que-
da por fuera de la serie de los lazos, y es el que nos 
interesa: me refiero al lazo analítico, el que tiene 
algo que ver con el amor. Ser analista es ofrecer-
se a ser amado, decía Lacan. Se percibe que este 
lazo queda por fuera de la serie, al menos por-
que pensamos que debería cesar. No debería du-
rar demasiado. Incluso aparece la queja cuando 
no se puede salir de él. 
Yo había destacado en la Cita de los Foros de 
2004, aquí en Buenos Aires, una afirmación man-
40 
EJ. n:>: Y U\S FIXALIOAOt:S OF.I . M\ÁLlSIS 
tenida a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, 
independientemente de los cambios: la de un aná-
lisis que producía lo que llamé una "identidad de 
separación". La expresión no es de Lacan sino 
mía, pero subsume todo lo que él pudo decir acer-
ca de los efectos del punto de cierre del análisis. 
No obstante, el término "separación" abre una 
pregunta: ¿separación de qué? ¿De qué se sepa-
ra uno cuando se separa de un ser querido o de 
una pareja en un discurso cualquiera? O más es-
pecíficamente: ¿de qué se separa uno cuando se 
separa de su analista? 
Lacan intr:odujo en el ps icoanálisis el término 
"separación" dándole un sentido positivo, muy 
poco clásico. Ni el tema en cuestión, ni el térmi-
no, estaban ausentes antes de él. El propio Freud 
valorizó la función de la renuncia al objeto pri-
mordial (la madre), de una separación de ciertas 
adherencias de goce en la infancia ... En síntesis: 
de una pérdida original, estructurante, que es ne-
cesaria para permitirle a la libido, al deseo, diri-
girse hacia objetos distintos de los primitivos de 
la infancia. La idea es que uno se vuelve adulto 
a través de la renuncia a los objetos primordia-
les. En el lenguaje corriente se habla de "cortar 
el cordón umbilical". Todo eso va en el sentido de 
pensar a la separación respecto de un objeto in-
41 
vestido por la libido, por el deseo, conforme a la 
idea común. 
Entonces, al leer por primera vez el seminario 
Los cuatro conceptos fundamentales del psicoaná-
lisis, referencia obligada sobre este tema, nos lle-
vamos una sorpresa. Lo que es nombrado por La-
can "separación" es otra cosa. Quisiera mostrarles 
cuánto difiere del sentido común del término -lo 
que resulta evidente- y a la vez, también difie-
re de lo que es una separación de fin de análisis. 
UNA SEPARACIÓN ALIENANTE 
En esta primera construcción no se trata en 
modo alguno de una separación de pareja, sino de 
una separación de la cadena significante; o me-
jor dicho: de eso a lo que la cadena me condena y 
se denomina "alienación". Esta alienación se jue-
ga a nivel de la estructura mínima del lenguaje, 
bajo la forma de una vacilación cuasi diabólica -
podríamos decir- entre los dos términos de la es-
tructura: 8 1 y 82 • Concierne a lo que soy como su-
jeto, es decir como ser situado en una cadena sigM 
nificante. Confrontadoal discurso del Otro tengo 
la posibilidad de elegir: puedo asumir un signifi-
cante, identificarme con un 8 1 que resulta de un 
42 
E L FIN Y lAS FlNALIOADES OEL A.'liÁLISIS 
"tú eres" venido del Otro. En tal caso ese signifi-
cante usurpa mi lugar - Lacan incluso dice que 
me injuria, fijándome en un significante-. Pero en 
vez de ese ser petrificado, puedo elegir el sentido, 
o sea lo que ese significante quiere decir, el senti-
do que le otorga un S2 cualquiera. En esta opción, 
lo que soy se desliza en la cadena de los signifi-
cantes. En ambos casos, en la petrificación y en la 
fluidez, cualquiera sea la elección habrá pérdida: 
o pérdida de sentido o pérdida del ser. El análisis 
del menor sueño ilustra a la perfección esta vaci-
lación, tanto como el estatuto del analizan te en el 
análisis. El sueño funciona como una unidad sig-
nificante enigmática que los representa y los fija. 
Su análisis lo conecta con otros significantes que 
dan sentido, sin que encuentre su punto final. Con 
esta cadena asociativa, lo que el analizante "es 
como sujeto del inconsciente" -la expresión es de 
Lacan- es inatrapable; el sujeto es un "ente cuyo 
ser está siempre allende"1• Paso de largo las refe-
rencias lógicas a las operaciones de reunión y de 
intersección, y la modificación que Lacan les in-
troduce. Esta alienación - pueden observarlo- no 
es ninguna alienación a un amo cualquiera, sino 
que más bien le arroja un irónico "¡hasta la vis-
l. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 20,Aún. Paidós, Bue-
nos Aires, 1989, p. 172. 
43 
1 ••1 1 1"11 S oot ~;K 
1 •• •·· ·' ¡¡, ., .• . ¡ , ·' :·11 dialéctica del amo y del escla-
, . 11 :\., ··"' r·::c·L"o de un amo sino del lenguaje y 
de· In'!"'" :.; tt ,·:-;Lructura implica, la que está en el 
p rllll" '1''" d<· todo poder para el hablanteser. Evi-
dr·lll (·ttwnte el lenguaje me viene de aquellos que 
('llc:trnaron al Otro para mí, los que en cierto sen-
tido me introdujeron en la cadena del lenguaje, 
aunque ellos no estén menos sometidos que yo. 
La separación es entonces definida como se-
paración de esa vacilación, y apunta a lo que soy 
fuera de la cadena significante. Una precisión: 
ese "fuera de la cadena" que empleo es equívo-
co. Luego de haber introducido la estructura del 
nudo borromeo, Lacan habló de lo real fuera de 
lo simbólico. Yo lo empleo aquí, pero no para de-
signar el fuera de lo simbólico, sino para desig-
nar lo que se ubica en el intervalo entre los sig-
nificantes pero que no es del significante, o sea: 
el objeto a causa de deseo. Es un poco forzado el 
uso que hago del "fuera de la cadena" porque el 
intervalo no está propiamente hablando fuera de 
la cadena, pero diciéndolo así busco subrayar que 
si bien está delimitado por la cadena significante, 
no es de la naturaleza del significante. 
Lacan no es prolijo cuando habla de la separa-
ción en el '64. Utiliza términos como ''hacerse ad-
venir", "parirse" y "engendrarse". ¿Por qué utiliza 
44 
EL Fl~ Y LAS FINALII) ADf;S DEl. ANA!.ISIS 
estos términos? Porque en la vacilación entre el 
ser petrificado bajo el significante y el sentido, el 
sujeto no existe, está incluido en el Otro. Solo ad-
viene extrayéndose de la cadena del Otro, de sus 
oráculos, de sus veredictos. ¿Cómo lo hace? Pasan-
do por la falta del Otro. Es un cambio que consis-
te en situarse no por referencia a un texto (a los 
significantes del Otro), sino por referencia al Otro 
barrado del que no se sabe lo que quiere ni cuál es , 
el objeto que lo anima. Se trata de identificarse a 
ese objeto desconocido. Esto permite al sujeto ha-
cerse representar por "un significante bajo el cual 
sucumbe"2 • Di_cho de otro modo, paradójicamente, 
esta separación es productora de un S 1 del suje-
to. Es instituyente de una identificación estable, 
desconectada del 82, que detiene la vacilación pre-
cedente. ¿De qué tipo de 8 1 se trata entonces? Es 
un significante que no proviene del discurso arti-
culado del Otro sino de su falta, de su deseo, emi-
nentemente del significante fálico que condiciona 
lo que Lacan llama la identificación última. Esta 
identificación no lo ubica por fuera del lazo con el 
Otro. Lacan insiste en que se trata de lo contrario: 
condiciona la pertenencia y le permite ser, formar 
2. Lacan, J acques. "Posición del inconsciente" (1964), en Es -
critos 2, Siglo Veintiuno editores, Bs.As. , 2008 (edición re-
visada), p. 802. 
45 
COI.i':Trt: SoLJ::R 
"parte". Lacan lo formula de este modo: "darse un 
estado civil". El estado civil designa la forma con 
la que uno está identificado en el Otro. Aquí se 
trata de un estado civil para el cual no hay docu-
mento, porque si lo hubiera habría que decir que 
en el análisis se establece el documento del suje-
to que hasta ese momento faltaba. 
Identificarse en la falta, en el deseo del Otro, 
nos extrae de la cadena del Otro. Es una elección, 
dice Lacan, no un efecto automático de la estruc-
tura. Es darse un estado civil, es un querer, una 
opción y no un destino debido a la estructura que 
vale para todos como la alienación. Ese "querer", 
en cierto sentido realiza, torna efectiva nuestra 
relación de identificación con el deseo del Otro. 
(Hago aquí un paréntesis: si ustedes leen la 
Nota a los italianos de 1973, verán que Lacan in-
dica sucintamente que consagrarse a lo que lla-
mo "las obras", o sea al trabajo y al amor, es tra-
bajar para el árbol genealógico, el que es impen-
sable sin los padres y su descendencia. No es esa 
la elección que hace un analista. De hecho, la fun-
ción del padre condiciona a esta separación). 
Que sea una elección es muy importante: sig-
nifica que las coacciones de la estructura del 
46 
E L FL'< v I.AS FJNAI.IDAm:s nt:J. ANÁLISIS 
lenguaje que se imponen a todos dejan lugar a 
la dimensión ética. Siempre es necesario distin-
guir en nuestro dominio el efecto de la estruc-
tura -que no se transgrede- , de lo que es una' 
opción subjetiva. Por ejemplo: que solo se pue-
da medio-decir la verdad es un efecto de la es-
tructura. No querer saber nada es una elección. 
Identificarse en la falta del Otro, supone pasar 
del Otro no barrado - sitio previo del significan-
te, del que se basta a sí mismo el psicótico (la 
expresión "se basta" designa la elección psicóti-
ca)- al Otro barrado del deseo. Es el paso que no 
franquean las _personalidades "como si", casos en 
los que la psicosis, contrariamente a la paranoia, 
se confunde con una hípcr-normalidad, en suje-
tos que captan al Otro a través de su texto y no 
por sus silencios, quienes están entonces iden-
tificados al texto del Otro y no a su deseo. Los 
que se han extraído de la cadena del Otro me-
diante la separación tal como Lacan la describe, 
han pasado a otra alienación, es una paradoja: 
a una alienación que ya no es al texto y a la va-
cilación que implica, sino al deseo que vehiculi-
za. Lo que Lacan confirma en La lógica del fan -
ta~ma al escribir "alienación" para el ser del su-
jeto y no "separación" como en el seminario de 
Los cuatro conceptos ... 
47 
C OI.F:'f'rE Sot.ER 
En la relación con el deseo del Otro, el análisis 
opera a nivel de esa separación puesto que 
interroga en primer lugar al deseo. ¿Qué se 
espera de él? Que revele, Lacan llegó a decir que 
"denuncie", los sl de la separación, que están 
escritos en el discurso analítico en el lugar de la 
producción. Esos 8 1 tienen su lugar en el fantasma, 
porque ... ¿cómo identificarse a un objeto que no 
tiene ni significante ni imagen? Entonces esto 
no es sin la ficción-que puede escribirse o no con 
la equis de "fijación" en francés [fixationP - , la 
ficción del fantasma que le da nombre e imagen 
a ese objeto que no tiene ni nombre ni imagen. 
Entonces, hablar del atravesamiento del fan-
tasma o del atravesamiento de las identificaciones 
objetales fantasmáticas, designa otra separación. 
ÜTRA SEPARACIÓN 
No se trata de aquella que me instituye en el 
deseo del Otro, sino de la que me libera de él. El 
analista soporta la función del deseo, la función3. [Colette Soler hacer referencia al neologismo lacaniano 
fixión, cons truido en forma de sus tantivo por condensa-
ción de fiction (ficción) y (ixe (fijo ), utilizado por Laca n en 
El atolondradicho (NdT)J. 
48 
EL n:-; Y l ... s FINi\I .IDADES OFI. ANAU SIS 
del objeto causa. Pero la soporta hasta que el ana-
lizante se separa de ella. Lacan lo afirma explíci-
tamente desde Posición del inconsciente hasta El 
atolondradicho, pasando por la Proposición sobre' 
el psicoanalista de la Escuela. 
Esta otra separación es destituyente del estado 
civil tal como lo definí hace un momento a través 
de la identificación: por la inscripción bajo un 
S1 correlacionado con el deseo del Otro. Produce 
efectos de desanudamiento porque desviste al 
sujeto de los significantes que lo inscribían en el 
deseo del Otro. ¿Qué queda entonces de él? 
Los afecto~ de esta separación son conocidos. 
Han sido captados antes de Lacan por Melanie 
Klein y Michel Bal in t. La can los evoca en la Pro-
posición ... y en El atolondradicho. Son afectos de 
duelo, o sea de pérdida, oscilando maníaco-de-
presivamente en la fase final. ¿Qué ha perdido 
el sujeto sino lo que Lacan llamó "la seguridad 
que obtenía de su fantasma"? El atravesamien-
to del fantasma consiste en hacer el duelo del 
objeto que uno creía ser para el Otro. Allí reside 
la seguridad del fantasma, la certidumbre para 
el sujeto de que será golpeado, comido, eyectado, 
etc. Seguridad dolorosa, pero seguridad al fin. Y 
en el final del análisis es destituido de esa segu-
ridad. Los afectos de destitución responden en el 
49 
sujeto al viraje que del lado del analista produce 
el de-ser del sujeto supuesto saber. Esta destitu-
ción ha sido mal comprendida, sin duda a causa 
del patetismo del término "destitución". Pero La-
can se explicó al respecto: el sujeto destituido es 
un sujeto liberado, se sabe objeto pero objeto im-
predicable, un objeto que falta al saber, que hace 
agujero en el saber del Otro. A la vez, es un suje-
to liberado de las preguntas acerca del deseo del 
Otro, de esas preguntas que generan todas las 
postergaciones interminables del neurótico. Tal 
vez aquellos de ustedes que hayan estudiado los 
textos de Lacan se estén preguntando por qué en 
1967 hablaba de la "posición depresiva del fin", 
y en 1972 de ''posición maníaco-depresiva". Creo 
que el "maníaco" está allí para retomar algo que 
había subrayado entre ambos momentos: el efec-
to separador de la destitución que evocaba cuan-
do hablaba de liberación ... 
Lacan dice que después el duelo se termina, 
sin explicar cómo eso es posible. Se abre así la 
pregunta acerca de qué viene después para cada 
quien, pero acerca de eso no dice nada ... El ana-
lizado sabrá darse una conducta, hay un montón 
posibles, afirma. Por el contrario, en la Nota a los 
italianos, declara que todas ellas convienen para 
quien desea ser analista. 
50 
Er. FrN v LAS FINAI.If>AOES m:r. ,\ :".\LISIS 
Lo REAL SBPARADOR 
Pero Lacan no se detuvo aquí. Luego de esa 
idea del pase al objeto -tal como lo presenté-
continuó hasta plantear en Aún que ese lA y sus 
otros maternas <t> y a, extraídos de lo simbólico, 
habían sido introducidos bajo un ángulo despre-
ciativo. Designaba así el fr acaso en su intento 
por situar la función de lo real fuera de lo simbó-
lico. Esto abre la conceptualización de una sepa-
ración por lo real más radical - una tercera for-
ma, podríamos decir, luego de la separación ins-
tituyente descripta en el seminario de Los cua-
tro conceptos ... , y la destituyen te del fin del aná-
lisis descripta en la Proposición del '67-, de una 
separación que no va por el lado del objeto inde-
cible que le falta al Otro, sino por lo real propio 
al hablante. ¿Cuál es este real? 
Esta es la problemática a la que he dedica-
do mi libro Lacan, el inconsciente reinuentado 
- lamento el retraso en la traducción española 
del mismo-. Allí intenté desplegar lo que plan-
tea La can a partir del seminario Aún: que el in-
consciente (ICS) es lo real, que es inconsciente 
real (1 CSR) y las consecuencias clínicas y prác-
ticas de esa idea. 
51 
En el nudo borromeo lo real se define como lo 
que está fuera de lo simbólico. Lo real no le debe 
nada a los significantes y tampoco está hecho para 
ser sabido. Como afirmaba Lacan, lo más real que 
hay en el hablante es el síntoma. Tal como es re-
definido a partir de 197 4, se trata de una forma-
ción del inconsciente real. En principio porque es 
goce, pero sobre todo goce de un elemento del in-
consciente. Ese elemento -cualquiera sea- en tan-
to tal, puede ser llamado real en la medida en que 
por definición, está fuera de la cadena. Por otra 
parte, esa es la primera definición del significan-
te en lo real, el fuera de la cadena a propósito de 
la psicosis en De una cuestión preliminar ... El in-
consciente real no es una cadena significante y, 
además, también está fuera de sentido. Se trata 
entonces de una ruptura con la tesis del incons-
ciente-lenguaje, simbólico, estructurado como una 
cadena significante, productor de sentido que re-
traducía a ese inconsciente lenguaje -que era el 
inconsciente freudiano a la luz de la lingüística- . 
Nos encontramos aquí con una pregunta acer-
ca de cómo se constituye un inconsciente: ¿de dón-
de vienen esos elementos que se descifran en un 
análisis? Freud respondió que vienen de las hue-
llas mnémicas del traumatismo y del tratamien-
to que la represión les aplica. Lacan lo siguió un 
52 
EL rtN v J.As FfNALJOAm:s m ;1. A."iÁLJSIS 
tiempo, un tiempo extenso, traduciendo "huella 
mnémica" como "rasgo unario". Rasgo unario de 
las primeras experiencias concernientes al goce y 
que surgen del trauma o del placer exquisito. Se 
trata de dos referencias freudianas, pero lo que 
subraya con insistencia es su efecto de pérdida 
de goce, lo que inicia la repetición. El rasgo una-
rio no es un significante, es un Uno, un elemen-
to discreto no importa cuál, pero no representa 
al sujeto sino que marca su goce con un efecto de 
pérdida. Y luego destacó otra cosa: que proviene 
de lalengua - incluso afirma que viene de laten-
gua "y no de otra parte"- . Creo que ese "y no de 
otra parte" es una alusión a las huellas mnémi-
cas del trauma freudiano del que había admitido 
la hipótesis inicialmente. Pero hay aquí una dife-
rencia crucial : los rasgos unarios del trauma es-
tán limitados en número, lo que permite un ago-
tamiento de los mismos, lo que no es el caso de 
lalengua que resulta inconmensurable. 
Ese real en tanto que fuera de lo simbólico, no 
tiene ninguna relación con la verdad del sujeto 
que se despliega por la cadena de los sib.rnifican-
tes que inscriben su vinculación al Otro. Que no 
tenga relación con la verdad quiere decir que no 
proviene de ella y, por lo tanto, que no se resolve-
rá a través de ella. 
53 
CoLI::'I1'E Soum 
Concretamente esto quiere decir que, aunque 
se fije en el decurso de la vida en momentos de 
encuentros contingentes, el núcleo del goce sin-
tomático no depende de la verdad biográfica y de 
los avatares de los lazos familiares. Según Lacan, 
este real es "antinómico a toda verosimilitud". El 
término es fuerte. Sin embargo, lo subrayo, este 
real está necesariamente anudado a la verdad 
que le es antinómica, ambos se sostienen, puesto 
que ese real marca al cuerpo viviente que sopor-
ta al sujeto, a ese cuerpo que es el lugar del goce, 
justamente, opaco. 
El inconsciente es un Uno de lalengua 
"encarnado"; dicho de otro modo, que marca 
al cuerpo y que es él mismo elevado al goce. 
¿Dónde se hace presente sino eminentemente en 
el síntoma? No en el síntoma-metáfora armado 
como un mensaje por la técnica freudiana, sino 
en el síntoma en estado salvaje - si puedo decirlo 
así- , que es goce de una letra del inconsciente, 
idéntica a sí misma. Ese Uno de la letra difiere 
del Uno de la identificación separadora de la que 
hablaba antes, porque no tiene relación con el 
Otro: inscribe, o también podría decir que ancla, la 
singularidad absoluta,desprendida del Otro. De 
ese real podemos decir que es "falta de la falta", 
tapón. Lacan retoma una expresión utilizada en 
54 
el seminario de La angustia,justo luego d1' lt :t!H' r· 
definido al objeto como lo que falta. El objt't.o 
que falta anima el movimiento libidinal de la 
búsqueda de la verdad, pero la verdad medio-
dicha está siempre agujereada, medio-no-dicha, 
y solo la fixión (aquí necesar iamente escrita con 
una equis), del síntoma le hace de tapón. 
Debemos considerar que ese Uno encarnado, le-
tra del síntoma, permanece incierto -según plan-
tea Lacan- y que entonces todo lo que se descifra 
de él no lo designa sino de modo hipotético. Esto 
es presentado en el final de Aún y será retomado 
en lo que seguirá. Según entiendo, la consecuen-
cia concreta es que resulta posible ciertamente 
para el sujeto identificarse a su síntoma real-o 
sea: reconocerse en todo lo que hace sufrir y que 
se percibe día a día, y no solamente soportarlo, 
sino también asumirlo-. No obstante, eso no im-
plica que ese síntoma haya sido identificado de 
un modo distinto al hipotético. Lo que se identi-
fica fácilmente es lo que obstruye, incluso lo que 
traba en el final del análisis, pero la letra que res-
ponde a eso permanece incierta. 
La diferencia con la separación del '64 es evi-
dente. Esta separación por el síntoma y por lo real, 
hace de cada uno un caído del estado civil. No nos 
hace parte del universo de discurso, no nos otorga 
55 
Cou:TIE SoLER 
un estado civil, no nos asienta en lo social. Tampo-
co constituye un conjunto o una contra-sociedad 
posible con los caídos del estado civil que el aná-
lisis ha conducido hacia su soledad. Al contrario, 
esa separación los vuelve desecho, lo excluido de 
la tropa. "Dispersos dispares" o "dispersos mez-
clados" lepars désassortis], según los traductores 
al español, dice en el Prefacio. Sin embargo, esa 
separación del Otro por lo real no nos deja flotan-
do, nos brinda un anclaje que no fluctúa , asegura 
lo que Lacan llama la unidad de nuestra cohabi-
tación con lalengua, nuestra unaridad, una ver-
dadera identidad de separación. 
Entonces, no hay que sorprenderse de que los 
afectos de la fase final y del fin mencionados des-
pués de El atolondradicho, específicamente en la 
Nota a los italianos y en el Prefacio, no sean los 
afectos de duelo anunciados en la Proposición y 
en El atolondradicho. No son afectos de pérdida 
sino de satisfacción , y la satisfacción del sujeto re-
mite a su goce. ¿A qué se debe ese cambio y cuá-
les son sus implicaciones? 
No se trata de un misterio. Ese cambio es el 
resultado de otro, ya lo he dicho: el de la nove-
dad introducida en la definición del inconsciente. 
A saber: la idea de que el saber del inconsciente, 
sus elementos lingüísticos -digamos-, se gozan. 
56 
EL Fl:'\ Y LAS fiNALIOADF.S Dr: l. 1\I':AI.ISIS 
El ser goza hablando, lo que es distinto a afir-
mar que el ser ahonda la falta hablando, aun-
que ambas afirmaciones no resulten contradic-
torias. La palabra no solamente está encantada 
por el objeto a que falta, sino que vehiculiza el 
goce de los significantes del saber inconsciente. 
La palabra de verdad gozada no persigue nada, 
no busca la palabra del fin, es autosuficiente. No 
es teleológica. La transferencia la modifica y le 
da aires de búsqueda. A partir de aquí es cohe-
rente subrayar que a pesar de las dos insatisfac-
ciones de la fase final (la resistencia de lo real a 
la verdad, y la impotencia de la verdad para de-
cir lo real) hay un goce que repercute en el suje-
to bajo el modo de una satisfacción: esa otra sa-
tisfacción de la que Lacan habla en Aún, según 
algo sea dicho y no dicho. 
¿Cuál es la relación de esta satisfacción con el 
efecto didáctico del análisis? Lacan habló siem-
pre, y en contraposición con Freud, de una satis-
facción de fin. ¿Pero cuál es la relación entre la 
satisfacción de fin y la ganancia de saber que se 
adquiere en un análisis -su efecto didáctico-, del 
que se espera que se deposite en una fórmula de 
conclusión final? ¿Se trata del progreso epistémi-
co, o sea del Eureha de la fórmula de conclusión 
que satisface? Esa fue la tesis de Lacan hasta El 
57 
Cou :T'l'E SoLER 
atoLondradicho. Pero respecto de este punto, en 
el Prefacio asistimos a una completa inversión 
de la perspectiva. Allí plantea que la fórmula de 
conclusión que almohadillaría la búsqueda de la 
verdad es ... un espejismo. El saber se aloja en la 
palabra de verdad, pero el Uno encarnado per-
manece incierto. El inconsciente-verdad no con-
cluye, no puede concluir a causa de su estructura 
lenguajera. Y no hay otro término -es su expre-
sión- a ese espejismo que la satisfacción del fin. 
Que no haya otro término quiere decir que la sa-
tisfacción no es el efecto de una conclusión, sino 
que ella misma vale como conclusión, puesto que 
testimonia de ese cambio didáctico que supone 
darse cuenta del espejismo. 
Esta separación por lo real difiere de la que 
está ligada al deseo del Otro, la que se presenta 
como apuesta en las fortunas y desgracias del 
amor, y que - en efecto- no tiene otro horizonte 
más que el duelo. Aquella nos separa para bien, 
es liberadora, y su afecto no es la pérdida sino 
la satisfacción. Además, saberse desecho es un 
efecto didáctico distinto al de saber lo imposi-
ble, porque saber lo imposible que sostiene a la 
estructura del lenguaje y del discurso nos inser-
ta en una comunidad de saber, en un "para to-
dos", que no compromete la opción subjetiva. Al 
58 
EL rl:-1 y U\5 fl!'\AI.II>AUJ,;..<; Ot:l . ;\J'\AtiSIS 
contrario, los desechos no conforman un mundo 
ni una sociedad civil -como se dice actualmen-
te- , y ellos son desechos por su deseo de saber 
que no es un producto automático del análisis 
sino que compromete la opción de un particu-
lar: aquel que manifiesta la satisfacción de fin. 
Esa satisfacción de fin no es más que posible, el 
analista no puede estar seguro de satisfacerla. 
Reconozco en estas elaboraciones de Lacan una 
tercera aparición de lo que llamé la prueba por el 
afecto, a saber: las ocasiones en que el afecto re-
vela, manifiesta, lo que el lenguaje -simbólico-
no puede revelar. 
La angustia es única para revelar la presen-
cia en la experiencia del objeto a que falta, a fe-
nomenológico que el significante falla o, dicho de 
otro modo, la barra sobre el Otro. 
Los afectos enigmáticos evocados en el final 
de Aún revelan y manifiestan la presencia de los 
efectos de lalen.gua que sobrepasan al sujeto, que 
van más lejos de lo que se puede formular sobre 
ellos, y que permanecen no-sabidos. 
En cuanto a la satisfacción de fi..'l, esta revela 
que la impotencia de la verdad para decir lo real 
ha sido rubricada por el analizante. Ante el saber, 
es una prueba de que ningún enunciado puede tes-
timoniar el saber de la mentira de la verdad. La 
59 
COLF:'T'TB SOLF:R 
fórmula de esto sería: no puedo decir la verdad de 
lo real. Dicha mentira no debe ser confundida con 
el medio-decir, que sostiene la estructura del len-
guaje, ni con la recurrencia de un menos-uno en la 
serie de los significantes tan completa como se la 
imagine. Esa mentira no designa tampoco el he-
cho de que haya un mentir verdadero - o sea: de 
que la verdad pueda adelantarse por la vía de la 
mentira-, sino que designa la heterogeneidad de 
lo simbólico y lo real. 
De golpe se plantea una pregunta: ¿qué prue-
ba que sea posible ese fin producido mediante un 
cambio de satisfacción? En efecto, una satisfac-
ción se experimenta, no se prueba ni tampoco se 
deduce; se produce y eso implica como en todos 
los afectos una dimensión ética que se sostiene 
en la respuesta contingente del sujeto respecto 
de lo real. La pregunta se plantea tanto más aún 
porque esta satisfacción vale para un particular 
- Lacan insiste con eso-, lo que quiere decir que 
no es forzosamente para todos, incluso para el 
caso del entusiasmo del que hablaba en la Nota 
a los italianos. Freud mismo captó esta dimen-
sión cuando propuso lareacción terapéutica ne-
gativa, la que depende por entero de lo que de-
nominamos "posición del sujeto", o de los afectos 
singulares generados por la experiencia. Es por 
60 
EL FH\ Y LAS F'lNALIDAm:s DEL ,\.\IÁLISIS 
eso que hablé de "reacción terapéutica positiva" 
a propósito del entusiasmo y de la satisfacción de 
fin. Pues bien, es ahí donde según creo el dispo-
sitivo del pase se muestra muy necesario, y más 
que eso aún, se muestra solidario de la doctrina 
del fin, puesto que es el lugar donde se puede es-
cuchar lo que llamaré "testimonios del fin posi-
ble", a través de los pasantes que lo experimenta-
ron y que quieren dar su testimonio. En este caso, 
sería necesario hablar de la "prueba por los testi-
monios", incluso cuando son fallidos. 
61 
III. 
¿Qué es un sujeto analizado? 
Sábado 1 de octubre de 2011, por la mañana 
Hablar del analizado es plantear la cuestión 
del sujeto transformado por el análisis. No se tra-
ta del momento del fin, sino del saldo del análi-
sis. La pregunta fue abierta por Freud en su ú l-
timo texto: ¿hay un estado del sujeto que solo po-
dría ser producido por el análisis? Lacan respon-
dió afirmativamente. Sin embargo queda lo que no 
cesará, o sea las consecuencias del lenguaje: cas-
tración y síntoma. ¿Cómo se hace para que esos 
imposibles hallados y comprobados en el análisis 
no vuelvan más desesperado aún el clamor? Des-
de el momento en que el análisis agrega a ese fi-
nal lo irremediable (lo irremediable de la repre-
sión primaria, lo irremediable de la no-relación), 
¿por qué el clamor se detendría? 
65 
Cou·:rn: Sou; lt 
Esta transformación fue nombrada de diversas 
maneras en la enseñanza de Lacan, quien llegó 
a hablar de metamorfosis: asunción de la castra-
ción, destitución subjetiva, aparición de un deseo 
inédito de saber, identificación al síntoma ... Esta 
variedad contrasta con el silencio de Freud. Todas 
estas formas designan que es posible un cambio 
radical. Lo posible, "lo que cesa de escribirse" del 
gran clamor del sufrimiento humano mediante lo 
que Lacan llamaba la "salida de la tropa" e incluso 
la salida del discurso capitalista, está all í para de-
signar un cambio en el deseo y en la relación con 
el goce. Puede incluso esperarse que los grandes 
afectos de la tropa sean para él menos dominantes. 
Sin embargo, lo seguro es que no hay sujeto sin 
afectos. Toda la experiencia lo prueba y Lacan lo 
subrayó en diversas oportunidades. En el fin, el 
analizado queda sujeto a afectos imprevisibles, de-
bidos a su división, la que se construyó a lo largo 
del análisis -como afirmaba Lacan en el Discurso 
a la EFP- . A partir del seminario Aún podemos 
agregar que también queda sujeto a afectos enig-
máticos, que testimon ian los efectos do La lengua y 
do los que no deberíamos sorprendernos demasia-
do. Ambos términos -"imprevisibles" y "enigmáti-
cos"- indican que su causa es ignorada por el suje-
to, ya se trate de l objeto que divide al sujeto o del 
66 
E1 ' , , t , ... 1 ''" fJ\t~l'•'l·i , ... '· i ...... 
inconsciente real-/(1/enguo. No es cuesti6n ele a<.:<t-
bar con esos afectos, un análisis no los suprime. 
¿Un analizado es alguien que, más allá de los 
cambios terapéuticos, ha captado la medida de su 
singularidad, de lo que lo obstruye, y que de ese 
modo atravesó s u horror al sab0r - el suyo propio, 
dice Lacan- separado del de Lodos? ¿i\caso alcan-
zó el coraje de saber? ~o hablaríamos del coraje 
de saber del físico o del biólogo, porque para ellos 
no se trata de snber lo que produce horror, eso que 
Freud nombró '·castración" y Lacan con diversas 
expresiones que constantemente la rcf()rmulan. 
Solo quienes han cernido est' horror saben ser 
desechos. Si prestamos atención a la eLimología 
del término ''desecho" lrebutl en francés, vemos 
que proviene del verbo rrbulf'er que designa ori-
ginariamente un 'rech azo brutal de una persona 
o de sus demandas', y eso supone que quien se: ha 
contactado con su hor ror al saber, sabe que el de-
seo de saber no puede ser aceptado ni inU•grado 
a l discurso común. Pero atención: solo hay llormr 
al saber para quien sabe (por IJO<..:o que sc•11 l. y ('S(' 
horror no es evitable porque lo real del in<.:ons('i( ·11 
te no es amable. El horror al saber es un:• li1rnta 
de saber. Entonces, lo que éticamente import :t «'" 
el fin no es el a fecto de horror sino lo quv ~t iJ<'IIl 
hace con eso. De a llí las referencias <;ti(';ts ir11·\·1 
¡; ,· 
COI.ETIE SOLER 
tables: el Hombre de las Ratas hablaba de su co-
bardía y, por otra parte, Freud introdujo desde el 
inicio del caso lo que llamó "el horror de un goce 
ignorado". En la Rese1"ia de La lógica del fantas-
ma Lacan la generaliza al neurótico en general, 
cuya cobardía consiste en no querer saber dema-
siado sobre el goce, ya sea el implicado en el fan-
tasma o en el síntoma. Pero el coraje ante lo real 
hace del analizado un desecho de la humanidad 
-dice Lacan- , un excluido, uno que ya no compar-
te el no querer saber común. 
Entonces, ¿qué queda para ese analizado de 
los afectos estándares del sujeto natural, es de-
cir aquel determinado por el discurso común? El 
temor, la piedad, la tristeza, el aburrimiento, el 
amor, el odio, la angustia ... ¿en qué se convier-
ten? Voy a detenerme en cuatro de ellos: el te-
mor, la piedad, la angustia y los afectos sociales. 
MÁS ALLÁ DEL TEMOR Y LA PIEDAD 
El temor y la piedad manifiestan el retroceso 
ante lo real. El temor, respecto de sí mismo; y la 
piedad respecto del otro, el semejante. Esa piedad 
que todo un pensamiento filosófico supuso como 
un afecto natural, está profundamente ligada al 
68 
registro especular. Se trata de afectos que se ar-
ticulan como recíprocos y transitivos: en la pie-
dad, la participación en los dolores del otro siem-
pre está correlacionada con los temores que el su-
jeto se sabe capaz de experimentar por sí mismo. 
En la medida en que el análisis conduce un de-
seo de saber, empuja hacia un más allá del temor 
(cuando se trata de sí mismo como analizante) y 
de la piedad (cuando se trata del otro). 
Ese más allá del temor y la piedad implica la 
distinción entre el deseo del analista y el deseo del 
terapeuta. Introduce también la cuestión de los ob-
jetivos del psicoanálisis, de sus fines. Es notable 
que muchos de los terapeutas de la palabra se au-
toricen en su buen corazón y en el cuidado exclu-
sivo que dicen aportar para reducir los sufrimien-
tos de sus pacientes, mientras que el análisis cm-
puja hacia el deseo de saber; lo que no le impide 
jactarse de producir el único verdadero efecto te-
rapéutico, durable y que cambia al sujeto mismo. 
Ningún diálogo triunfa entre el análisis y los psi ... 
Lo que confunde un poco acerca del temor y la 
piedad es que el primero ha cambiado de lugar 
en el discurso corriente ... Una particularidad 
de nuestro tiempo es el aumento de los temores 
respecto del futuro: el temor es un afecto ligado 
al tiempo, más precisamente a la anticipación. 
69 
Col.r r·n S n1 1 1< 
Designa una espera negativa que se declina 
entre la angustia y el púnieo. No se habla de 
otra cosa que de esto en nuestra época. euando 
se habla de las diversas catástrofes y de la 
precariedad generalizada. Cuando el futuro 
no está asegurado, cuando el escribano no está 
seguro de poder eonservar su trabajo, cuando el 
pequeüo comC'rciante, los empleados estatales o Jos 
profesionales no saben qué oeurrirá, cuando el rico 
no sabe qué pasará con su dinero o el enamorado 
con sus amores . .. Lo impre\·isto amenaza por 
todas parles y la precariedad se generaliza tanto 
colectiva eomo individualmente. Con esos temores 
colectivos la aspiración de tranquilidad está 
presente por todas partes, mientras que la piedad 
es para aquellos que sucumben. En este contexto, 
el mensaje del más a llá del temor puede parecer 
escabroso. Tanto como aquel de la rcsiliencia ... 
Resulta claro sin embargo que lo real en juego 
en lo que aquí evoco no es el del psicoanálisis, es 
decir aquel del inconsciente.Se trata de otro real. 
NI CHJSTIJ\l\'"0 NI SADJA!'-:0 
En lo que respecta a lo real de l psicoanálisis, 
está excluido que la operación analítica se orien-
70 
El . ¡.'(:-; y !.AS FIN.-\I.IJJAIJES JlEL \ !'>ALISIS 
te en función del temor y la piedad. Puesto que 
ambos declinan el "yo no quiero saber nada de 
eso", entonces no pueden ser los afectos que pre-
siden el acto del psicoanalista. El analista no es 
ni cristiano, ni sadiano. 
De aquí la pregunta por la causa del deseo del 
analista. ¿Qué puede empujar a un acto que está 
más allá de la piedad, o si lo prefieren, que es sin 
piedad? Tan sin piedad que - cito de memoria un 
sel''lalamiento de Lacan posterior al año '75-"ver 
actuar al analista es angustiante''. Concluyo: e l 
acto que condiciona el análisis está más allá del 
temor y de la piedad, puesto que debe causar el 
movimiento arializante hacia lo real. ¿Qué rela-
ción con el otro está implicada en aquel que se 
consagra - el término es de Lacan- a producir un 
fin que pase por el horror al saber? 
Les propongo dos casos de consagración: el 
del cristiano, el buen samaritano animado por 
el amor al prójimo, y el del sadiano que también 
es un consagrado, según Lacan, pero al goce del 
Otro y no al fi-anqueamiento del horror al saber. 
Entonces, con referencia a l amor al prójimo pres-
crito por la religión, Lacan señala también una 
diferencia. ¿Cómo la formula? Dice dos cosas: 
quien se presenta ante un analista no es un pró-
jimo sino lo que le llega de una demanda que no 
71 
depende del encuentro. No depende del encuen-
tro, no depende del azar, puesto que la oferta es 
anterior a la demanda. Y "todo lo que le llega" in-
dica que por poco que la demanda esté allí se la 
acepta de entrada y sin discriminación. El ana-
lista no es ni samaritano, ni sadiano. Entonces, 
el analista solo puede hacer función de causa -
de una causa que no sea ni religiosa, ni sadiana-
con una condición: que haya experimentado por 
sí mismo los beneficios del fin, concretamente la 
satisfacción que lo señala, lo suficiente como para 
saber que es posible. Esta tesis está en el Prefa-
cio, cuando Lacan dice que la urgencia del deseo 
del analista es la de dar esta satisfacción del fin 
pero, cito, es "una urgencia que no se está seguro 
de satisfacer, salvo al haberla sopesado". Haber-
la sopesado es - creo- haberla experimentado lo 
bastante como para saber que es posible; a falta 
de lo cual el acto que empuja hacia el horror al 
saber sería, por lo menos, sospechoso. 
N O HAY MÁS ALLÁ DE LA A.I\GUSTlA 
Pasemos ahora al efecto del análisis sobre los 
otros afectos, aquellos que preceden la experiencia 
analítica, y que no son afectos de la relación con 
72 
E t. Fl~ \' 1.\S Fl:>:AI.IPAm:s DEL.\:-.' \1 1s1s 
el saber. No voy a examinarlos todos. Los cambios 
sobre el amor son sin duda los que más interesan 
y también los más comentados - yo misma abor-
dé la cuestión en mi libro Los afectos lacanianos-. 
Me detengo en el más importante: la angustia. 
El análisis no anuncia su final. No hay más allá 
de la angustia, el analizado posiblemente que-
de sujeto a la angustia. Es que la angustia viene 
de lo real aunque se despliegue en lo imaginario 
del cuerpo. Es su diferencia con el síntoma, que 
viene del verbo y se despliega en lo real del cuer-
po gozante. Vean el nudo de la lección del 17 de 
diciembre de ~974 del seminario RSI, donde La-
can ubica las tres nociones freudianas de inhibi-
ción, síntoma y angustia sobre el nudo borro meo. 
R 
73 
Cou·TrE Sott:R 
Para que la angustia cesara sería necesario 
que cesaran lo que Lacan llama, justamente, los 
"advenimientos de lo real", de los que la angus-
tia es el afecto-tipo. Traté de most rar que luego 
del seminario La angustia, Lacan produjo una 
concepción extendida de ese afecto. El semina-
rio situaba a la angustia por completo en rela-
ción al Otro y al objeto que se aloja en aquel. 
Ciertamente, el objeto es un efecto real del len-
guaje: agujerea a la vez a lo simbólico, a lo ima-
ginario y a lo real, algo que el nudo borromeo 
permite visualizar. Pero no hablamos aquí de lo 
real que Lacan desarrol1ó después del semina-
rioAún: hablar del afecto de los "advenimientos 
de lo real" -como lo hace en La tercera- ya no 
es lo mismo. Se trata de un real que conserva la 
definición general del fuera de sentido aunque 
más indeterminado, no unificado, un real que 
según indica el texto incluye los efectos técni-
cos y discursivos de la ciencia. El discurso capi-
talista que justamente es uno de esos efectos, es 
un generador de angustia. En el mismo párra-
fo donde produce esta fórmula, Lacan también 
evoca los efectos sociales del discurso capitalis-
ta - eugenesia, eutanasia, cte.- y también a los 
biólogos y su angustia por lograr dominar a las 
bacterias. Ese real es generador de angustia no 
74 
:--olo porque multiplica las catástrofes, sino por-
que priva a los sujetos de los recursos simbóli-
co-imaginarios (lo que Pierre Bourdieu denomi-
naba "el capital simbólico'') que les pennitü·ían 
:=;oportar a lo real. 
En el fondo, hay que extender la cuestión de 
las barreras ante lo real insoportable, angustian-
te. En el discurso común que no apunta al saber 
sino al buen orden de las cosas humanas, se ins-
talan también barreras que aseguran la defensa 
ante lo real. Los recursos simbólicos de los que 
hablé forman parte de ellas. Están constituidos 
por el conjunto de los semblantes, los significan-
les mayores de los valores y los ideales, pero tam-
bién por la sublin1ación, y dan acceso a satisfac-
ciones pu lsionales específicas. 
En el psicoanálisis, que es una práctica que sí 
apunta al saber, a la revelación, lo que opera como 
barrera o como defensa es el "yo no quiero saber 
nada de eso"; y el psicoanálisis se dirige justamen-
te allí. Como ya he dicho: no hay más allá, pero el 
análisis tiene efectos sobre la angustia, y a menu-
do vemos que pone fin a las pesadillas nocturnas 
de algún sujeto. Digamos que la angustia ligada 
al objeto y a lo imposible de soportar del sínto-
ma, que con frecuencia motiva el análisis, es mo-
vilizada en el curso de la elaboración analizante, 
75 
CoLI::TTE SoLER 
y es capital que el analista la soporte, porque si 
no lo hace obstaculiza el proceso y queda en fal-
ta respecto del acto; esa angustia se reduce al fi-
nal del análisis. ¿Cuáles son las expresiones que 
en el texto de La can indican esta reducción? En 
principio "destitución subjetiva del fin". Una vez 
validada por el analizan te la equivalencia entre lo 
que él es como sujeto del inconsciente y el objeto 
a que falta, la angustia ele reducirse al objeto cae. 
Se lo puede constatar. El guerrero aplicado que 
permanece impávido en la guerra porque ya no 
interroga al deseo del Otro es un ejemplo de ello, 
según afirma Lacan 1• La otra fórmula que impli-
ca que la angustia ha sido tratada es la "identi-
ficación al síntoma", es decir a lo real de su goce. 
En este sentido podemos afirmar que el analiza-
do, si bien permanece sujeto a la angustia de los 
accidentes de la vida, ya no es un angustiado. Re-
sumo entonces: el analizado producido por la se-
paración analítica posiblemente permanezca su-
jeto a la angustia, pero ya no será un angustiado 
del Otro. No estará más allá de la angustia, pero 
no ya no será un angustiado. 
l. IV. Paulhan, J ean . El guerrero aplicado. Ed. Tres Haches, 
Buenos Aires, l. Lacan hace referencia a esta obra en su 
"Discurso en la Escuela Freudiana de París" (1967), en 
Otros escritos , Op. Cit. pp. 279 y ss. (NdT)]. 
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Creo que sobre este punto convicnt· lwn·r 11 11:1 
diferencia entre la neurosis y la psicosis. Si hay 
una estructura que indica claramente qut• lo q1u· 
angustia no es solamente el deseo del Otro con su 
causa oscura, es la psicosis - más precisamente 
la esquizofrenia, puesto que para el esquizofré-
nico el significante, o lo simbólico mismo, es real 
y está fuera de cadena, y por eso fuera de sen-
tido- . Así como cuando la melancolía alcanza el 
delirio

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