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Kitchen, Martin, cap 11, La Alemania nazi, en El periodo entreguerra en Europa

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Kitchen, Martin, Capítulo 11, La Alemania nazi, en El período de entreguerras en Europa, Alianza, Madrid, 1992
Capítulo 11
LA ALEMANIA NAZI
Al principio los que habían contribuído a llevar a Hitler hasta el poder pensaban que tenían buenas razones para felicitarse a sí mismos por utilizar hábilmente a los nazis para superar la crisis política mientras ellos seguían controlando la situación. La posición de Hitler no era segura en absoluto. En el "gabinete de concentración nacional" sólo había dos ministros nazis, Goering y Frick, y en los gobiernos de los estados alemanes más grandes ni siquiera estaban representados. Hildenburg se identificaba claramente con los conservadores, al igual que las fuerzas armadas, el poder judicial y los escalafones superiores del funcionariado. Pero los dos ministros nazis ocupaban puestos clave: Frick era ministro del Interior y Goering era comisionado del ministerio prusiano del Interior, así como responsable del transporte aéreo. Pero su poder era limitado. Goering respondía formalmente ante Papen como comisionado del Reich por Prusia. El secretario de Estado del ministerio del Interior, Hans Pfundtner, aunque simpatizaba con los nazis, no era miembro del partido y el ministro de Justicia, Gürtner, era un nacionalista y su secretario de estado ocupaba el cargo desde 1924.
Los partidos de izquierdas también compartían la ilusión de que Hitler era un empleado de la derecha tradicional, ya que su análisis de la situación estaba enturbiado por su obsesión ideológica de que esto no era más que un reajuste de poder dentro de un aparato estatal capitalista y monopolizador.
Los primeros pasos de Hitler fueron exigir la disolución del Reichstag y reforzar su control sobre Prusia, el estado más grande de Alemania y reducto socialista. Al disolver el Reichstag silenciaba a sus oponentes, que podrían estar tentados de usarlo como foro para atacar su política, y tenía la esperanza de hacer importantes progresos en las siguientes elecciones que lo liberaran del control de sus compañeros de coalición. Estos a su vez aceptaron imprudentemente celebrar nuevas elecciones, ya que Hitler les había prometido que el gobierno no sufriría cambios, aunque antes había prometido que no convocaría unas elecciones en las que no era probable que el DNVP pudiera mejorar su situación. El gobierno contaba con una mayoría segura en el Reichstag siempre y cuando tuviera el apoyo del Partido de Centro, pero Hitler le volvió la espalda negándose a ofrecer una garantía de que los derechos constitucionales fundamentales serían respetados. Así pues, los nacionalistas dieron todo su apoyo a los intentos de Hitler de destruir la democracia parlamentaria, aplastar a los partidos de izquierdas y establecer un régimen autoritario permanente, aunque no era probable que su propia situación en las urnas fuera a mejorar.
El Reichstag fue disuelto el 1 de febrero y tres días más tarde el presidente publicó el decreto de emergencia "Para la protección del pueblo alemán". Utilizando como excusa una convocatoria de huelga general hecha por el KPD, el decreto permitía a la policía silenciar a la prensa y prohibir las reuniones públicas y de esta manera controlar las campañas electorales de los partidos de la oposición.
Entre tanto, Goering se las arregló para echar a Papen a un lado y hacerse con un eficaz control de Prusia. El 6 de febrero el Landtag prusiano fue disuelto en una clara violación de la constitución, pues era contraria a un fallo del Tribunal Supremo, que había decretado tras el golpe de Papen en 1932 que el gobierno socialdemócrata de Prusia debidamente elegido siguiera al mando, aunque sus poderes quedaran drásticamente limitados. El Landtag prusiano había rechazado una propuesta de disolución presentada por los nazis, al igual que la junta ejecutiva compuesta por tres hombres, ya que el presidente Braun y Konrad Adenauer votaron en contra de Kerrl, el presidente nazi del Landtag. Goering actuó rápidamente para librar a la policía prusiana de "elementos pocos fiables" y someterla a su firme control. Además la SS y la SA fueron empleadas como policía auxiliar para ocuparse de los "excesos perpetrados por radicales de izquierdas y en especial por comunistas". Goering dio instrucción a la policía de que ésta se olvidara de su neutralidad política y que empleara sus armas siempre que fuera necesario contra los "enemigos del Estado".
Para el SPD y el KDP fue prácticamente imposible llevar a cabo una campaña electoral. Sus mitines eran prohibidos o interrumpidos violentamente por los nazis mientras la policía se mantenía al margen. Su prensa era silenciada y su material de propaganda requisado. En algunos casos se apeló con éxito al Tribunal Supremo contra estas acciones, pues incluso en círculos extremadamente nacionalistas todavía quedaban vestigios de fe en el imperio de la ley; pero los partidos burgueses estaban tan intimidados y expresaban sus críticas en un lenguaje tan circunspecto que la imagen de Hitler apenas quedaba manchada. El ambiente general era de resignación y todavía había una débil esperanza de que el anciano presidente refrenara de alguna manera al gobierno y lo mantuviera dentro de los límites de la ley. Hitler tuvo cuidado de evitar hacer promesas electorales, en especial sobre política económica; en cambio habló constantemente de los horrores y las humillaciones del pasado y se refirió en términos entusiastas pero deliberadamente vagos a un "despertar nacional". Incluso los industriales más escépticos estaban encantados y Krupp, Vögler, del Vereinigte Stahlwerke, y von Schnitzler, de IG Farben, contribuyeron a reunir varios millones de marcos para los fondos electorales de los nazis.
El 27 de febrero un holandés estúpido, Marinus van der Lubbe, incendió el Reichstag. Hitler, Goering, Goebbels y Frick se apresuraron a anunciar que aquello fue planeado como una señal para una insurrección comunista que iba a ser apoyada por los socialdemócratas. Con el convencimiento casi paranoico que tenían prácticamente todos los partidos de derechas de que existía una inmensa conspiración comunista, muchos alemanes se encontraron atrapados en su propia propaganda y creyeron que esto era verdad. Se sabe con certeza que el KDP no tenía planes para un levantamiento y casi con igual certeza que si los hubiera tenido no habría sido apoyado por el SPD. Tanto los nazis como el KPD sacaron el mayor provecho a la situación. El propagandista comunista Willi Münzenberg organizó una hábil campaña desde París que intentaba demostrar que los propios nazis habían organizado el incendio para destruir al KDP y pruebas descubiertas recientemente indican que esta versión de los acontecimientos puede ser realmente cierta, aunque las pruebas presentadas en aquella época fueron casi totalmente falsas. La controversia sobre quién fue responsable del incendio del Reichstag todavía continúa y ya no es posible asegurar con total certeza que van de Lubbe actuó solo.
Al día siguiente del incendio, Hindenburg firmó otro decreto de emergencia "Para la protección del pueblo y el Estado". El decreto abolía de un plumazo todos los derechos fundamentales de un estado democrático: libertad de expresión, el derecho a la intimidad y a la protección de la propiedad. Permitía al gobierno interferir directamente en los asuntos de los estados individuales siempre que lo considerara necesario. Frick, como ministro del Interior, recibió derechos plenipotenciarios para hacer poner en práctica el decreto. Decidió dar a los estados manga ancha y luego se apresuró a prohibir la prensa, las reuniones y las organizaciones de partido del KDP. Miles de funcionarios del partido fueron arrestados, especialmente en Prusia, donde Goering empleó estos poderes de excepción al máximo. Los nazis decidieron no declarar ilegal al KPD directamente, por temor a que el SPD se hiciera con un gran número de votos extra. El decreto también se utilizó para acelerar la persecución del SPD, a pesar de las indicaciones del ministro de Asunto Exteriores,von Neurath, en el sentido de que esto podría dañar la imagen de Alemania en el extranjero. Hitler no hizo caso de estas objeciones asegurando a la prensa extranjera que estas medidas eran sólo temporales y estaban pensadas para hacer frente a un peligro concreto por parte de los comunistas. En realidad, el decreto de emergencia del incendio del Reichstag iba a ser uno de los pasos más importantes para la creación de la dictadura nazi. Permitió al partido pasar por alto el proceso normal de la ley y destruir los derechos y libertades fundamentales.
A pesar de estas medidas, el NSDAP sólo consiguió obtener el 43,9% del voto popular en las elecciones del 5 de marzo de 1933 y los partidos del gobierno obtuvieron una apurada mayoría del 51,8%. El KDP consiguió 1,1 millones de votos, lo cual fue notable dadas las circunstancias, pero se trataba de un resultado desastroso comparado con los 5,9 millones de votos de noviembre de 1932. El SPD consiguió mantener a la mayoría de sus votantes, el DNVP y el Centro hicieron modestos progresos. Aunque los resultados de las elecciones estaban muy alejados de la "revolución" proclamada por Hitler, bastaban para sus propósitos. No cabía la menor duda de que el NSDAP era el principal partido de la coalición y al arrestar a todos los diputados comunistas del Reichstag y del Landtag prusiano, los nazis tenían mayoría absoluta en ambas cámaras.
En los estados donde aún no dominaban el gobierno, se empleaba ahora el terror más claro. Las SS y las SA ya no actuaban como auxiliares de la policía y daban palizas, humillaban y arrestaban a innumerables oponentes al régimen. Funcionarios, jueces y fiscales judíos fueron cesados de forma inmediata junto con otros cargos "poco fiables". Los negocios judíos eran boicoteados. Sólo en Prusia se efectuaron unos 25.000 arrestos en marzo y abril. Frick nombró comisionados de policía nazis en muchos de los estados más importantes y se enviaron comisionados especiales por todo el país para completar el proceso de Gleichschaltung: la centralización del poder bajo control nazi. Los nazis hicieron manifestaciones cuidadosamente coordinadas que muy a menudo desembocaban en violencia y que se empleaban como pretexto para limitar la autoridad de los estados aplicando las cláusulas del decreto de emergencia del incendio del Reichstag. Esto era una flagrante violación de la constitución, pues el decreto estaba dirigido específicamente contra "actos de violencia comunistas lesivos para el Estado". Los gobiernos estatales que no eran nazis recibieron la advertencia de que si no dimitían para dar paso a gobiernos nazis no habría posibilidad de garantizar la preservación de la ley y el orden. Ante tales amenazas, uno por uno los gobiernos fueron cediendo. El 16 de marzo de 1933 este proceso quedó completo cuando el gobierno bávaro, que había tratado con todas sus fuerzas de conservar su independencia, dimitió por fin, tras haber sido privado de la mayoría de sus poderes mediante el nombramiento de diversos comisionados. Tal vez el más importante de estos nombramientos fue el de Heinrich Himmler como jefe del cuerpo de policía de Munich. Esto marcaría el inicio de una notable carrera para hacer cumplir la ley.
Hubo algunas quejas de los nacionalistas sobre el empleo del terror por parte de las SA y la conducta alborotadora y violenta de los activistas del partido. Incluso Papen se quejó a Hitler, para que únicamente se le contestara que se metiera en sus propios asuntos y luego se le ofreciera una diatriba sobre el débil mundo burgués que prefería el guante de cabritillo al puño de hierro. Pero Hitler se dio cuenta de que había que hacer algo para aplacar a los nacionalistas y desviar la atención del pueblo de la violencia, los campos de concentración recién construídos y la ilegalidad de la Gleichschaltung. Para celebrar la apertura del nuevo Reichstag se llevó a cabo una ceremonia en Postdam en la que Hitler rindió homenaje a Hindenburg, las SA marcaron el paso junto al Reichswehr y los jóvenes idealistas del movimiento demostraron su respeto por las tradiciones del pasado. Se hizo ver que los días de Weimar se habían acabado y que Alemania había vuelto a las gloriosas tradiciones de Postdam. Goebbels describió cinicamente el acontecimiento en su diario como una "comedia sentimental".
El Reichstag sólo tenía una tarea que llevar a cabo: aprobar una ley que acabara con el gobierno parlamentario en Alemania. Esta ley de emergencia se debatió el 23 de marzo, con el Reichstag reunido en su sede temporal del teatro de la ópera Kroll en Berlín, ominosamente rodeado de unidades de las SS y las SA. A Hitler le costó obtener la necesaria mayoría de dos tercios para una enmienda a la constitución que permitiera al gobierno aprobar cualquier ley, incluídos otros cambios constitucionales, sin consultar al Reichstag o al Senado (Reichsrat) y sin pedir al presidente que publicara los decretos necesarios. Entre los partidos burgueses cundía la creencia de que la ley de emergencia era una necesidad y que los violentos excesos de las últimas semanas se debían a la amenaza muy real de un levantamiento comunista. Se pensaba que el gobierno había tenido plena justificación para actuar de una forma tan decisiva y dura en un momento de peligro nacional. La incesante campaña propagandística y la mordaza impuesta a la prensa liberal habían contribuído a que el pueblo se volviera ciego al auténtico propósito de la ley, a su origen anticonstitucional y a su imposición ilegal. Los socialdemócratas consiguieron convencerse a sí mismos de que la ley estaba dirigida únicamente contra los comunistas y que su partido y sus sindicatos libres sobrevivirían. Cuando los sindicatos libres fueron declarados ilegales los sindicatos cristianos pensaron que ellos se habían librado. Cuando fueron prohibidos se tuvo la esperanza de que fuera posible mantener a la organización en funcionamiento bajo la sombrilla protectora del Frente Alemán del Trabajo (DAF). Igualmente, los partidos creían que Hitler sólo prohibiría al KPD, luego que el SPD sería el último partido en ser declarado ilegal. Al poco tiempo sólo quedaba el NSDAP. 
El Partido del Centro poseía la clave para acceder a la mayoría necesaria para aprobar la ley de emergencia y se le convenció fácilmente mediante las repetidas garantías de Hitler de que quería mejores relaciones con el Vaticano, que respetaba la importancia de las iglesias cristianas y que escucharía las opiniones del Partido del Centro sobre la forma de hacer cumplir la ley. Brüning fue uno de los pocos miembros del partido, y eso se dice mucho a su favor, que se dio cuenta de que la ley era sumamente peligrosa y podía emplearse mal fácilmente. El SPD se quedó solo en su valerosa oposición a la ley, pero incluso ellos insinuaron que las negociaciones todavía eran posibles y no estaban totalmente libres de la ilusión de que Hitler respetaría el imperio de la ley.
Hitler decidió tolerar un poco más a los partidos políticos, pues los necesitaba para decorar el Reichstag cuando pronunció un importante discurso sobre la política exterior el 17 de mayo, en el que repitió varias veces lo dedicado que estaba a la causa de la paz. Los sindicatos libres (ADGB)habían sido prohibidos el 2 de mayo y el SPD sabía que su propia ilegalidad era sólo cuestión de tiempo. Parte del partido se fue a Praga, donde al menos durante un tiempo pudo disfrutar de libertad de expresión; otros decidieron asistir al debate sobre política exterior. El 22 de junio el partido fue prohibido, sus posesiones incautadas y sus miembros tratados como enemigos del Estado. El 5 de julio el Partido del Centro fue disuelto. La jerarquía católica ya había decidido abandonar el Partido del Centro y apoyar al régimen nazi , de forma que a pesar de esta prohibición las negociaciones para alcanzar un concordato con la Santa Sede continuaron y se completaron el 8 de julio. A la Iglesia Católica se le garantizaban plenos derechos para administrar los sacramentos y sus propiedades quedaban protegidas. Sepodían publicar cartas pastorales y los colegios católicos seguirían siendo tolerados. El cardenal secretario Pacelli (el futuro Pío XII) aceptó que todas las organizaciones políticas y sociales de la iglesia fueran disueltas y que la iglesia apoyara al régimen. El DNVP ya había desaparecido y muchos de sus miembros se habían unido al NSDAP en la loca carrera por unirse al partido ganador en marzo y Hugenberg había sido obligado a dimitir del gabinete tras haber acelerado su propia caída por su conducta llamativamente poco diplomática durante la Conferencia de Economía Mundial celebrada en Londres. El 14 de julio todos los partidos políticos salvo el NSDAP quedaron prohibidos y Alemania se convirtió en un Estado con un partido único, con Adolf Hitler como su incuestionable dictador. El 12 de noviembre se celebraron elecciones al Reichstag en las que se pidió a los votantes que aclamaran la "lista del Führer". Aterrorizados ante la idea de ser castigados por no acudir a votar y ante la duda de que el secreto del voto no se respetara, más del 95% de los electores emitió su voto y el 92,2% votó por la lista. 
El nuevo Reichstag era una burla, pues era poco más que un auditorio servil ante el cual Hitler podía pronunciar algunos de sus discursos más rimbombantes. Sin embargo, tenía un propósito más práctico. Era necesario a veces para aprobar ciertas leyes que no encajaban del todo dentro de la ley de poderes de emergencia o que había que aprobar de prisa. Las más notorias fueron las Leyes de Nuremberg de 1935, que marcaron una nueva y terrible etapa en la persecución alemana de los judíos.
El proceso de Gleichschaltung no sólo afectó a los estados, sino que también tocó a organizaciones que no estaban bajo un control estatal directo. Entre marzo y julio de 1933 los nazis, empleando a sus comisionados, funcionarios del partido y a la "Liga Combatientes de Hombres de Negocios de Clase Media", limpiaron de personas opuestas al régimen y de judíos a todas las asociaciones de negocios., los clubes de granjeros y las organizaciones profesionales, se aseguraron de que todos los cargos destacados estuvieran ocupados por nazis, los organizaron siguiendo estrictamente el "principio de jefatura" y los unieron formando organizaciones nacionales únicas. Con la abolición de los Sindicatos Libres todos los trabajadores manuales y empleados se vieron obligados a afiliarse al "Frente Alemán del Trabajo" (DAF). Las asociaciones de granjeros se combinaron para formar la Corporación de Alimentos del Reich y los abogados fueron obligados a entrar en el "Frente Legal". Todas estas organizaciones estaban directamente supervisadas por el NSDAP. La "Liga Combatiente para la Cultura Alemana" intentó nazificar los museos, las organizaciones culturales y las academias de bellas artes, pero sus esfuerzos acabaron en el caos. En setiembre de 1933 se creó una "cámara de cultura" del Reich que puso todas las actividades culturales del país bajo el control del partido.
La Iglesia católica había decidido hacer la paz con el régimen de Hitler y en estos primeros años le dio pocos motivos de preocupación. La situación era algo distinta con los protestantes. Un grupo, los "cristianos alemanes", apoyaba plenamente a los nazis e incluso se llamaban a sí mismos "nacionalsocialistas evangélicos". A los que les parecía que el nacionalsocialismo y el mensaje del Evangelio eran irreconciliables se unieron a la "Liga de Emergencia de los Pastores" del pastor Martin Niemöller, que formó la base de la Iglesia confesional. Hitler apoyaba públicamente a los cristianos alemanes y su líder, Ludwig Müller, fue nombrado obispo del Reich tras presionar a la Iglesia de forma considerable. La Iglesia confesional era un centro de oposición al régimen y dado que sus miembros eran en su mayoría sólidos burgueses conservadores esto era algo nuevo y problemático para el régimen. Su portavoz acabaría sufriendo horriblemente en manos de un régimen cada vez más represivo. Dietrich Bonhoeffe fue ahorcado, Niemöller fue arrestado en 1937 y por suerte sobrevivió a la guerra.
Los grandes hombres de negocios y los banqueros prácticamente quedaron eximidos de este proceso de Gleichschaktung. Las críticas del programa nazi a los monopolios y los cárteles, las cadenas de almacenes y la "esclavitud del interés" se pasaron por alto cuidadosamente, como había prometido Hitler. La Asociación de la Industria Alemana del Reich cambió ligeramente su nombre para que sonara ideológicamente más respetable, pero en esencia se quedó como estaba. Krupp conservaba la presidencia y no tenía que sufrir interferencias inoportunas de los funcionarios del partido. Hitler necesitaba el apoyo del gran capital y hasta 1936 no se empezaron a aplicar presiones políticas a este sector de la economía.
Hitler estaba decidido a evitar discutir de economía en la campaña electoral de marzo de 1933, pues, como dijo, ninguna solución que él pudiera proponer sería aceptable para todos los millones de votantes que esperaba atraer. El nombramiento de Schacht como presidente del Reinchsbank fue acogido con suspiros de alivio en el Rin y el Ruhr, pues se había nombrado a un financiero impecablemente ortodoxo con excelentes contactos en el mundo de los negocios, en lugar de un exótico del partido como Gottfied Feder, con sus extrañas teorías económicas e historial dudoso. El nombramiento de Schacht sentó muy mal en el Partido Nazi. Querían ver cómo se llevaban a cabo algunos cambios drásticos, aunque no estuvieran muy seguros de cuáles debían ser, y Schacht era un típico representante del antiguo régimen que tenían la esperanza de destruir con el calor al rojo de una revolución nacionalsocialista.
Hitler y su círculo apenas sabían nada de economía y no sabían cómo hacer frente al problema del desempleo que todavía era con diferencia el problema más grave que tenía el país. Tuvieron suerte de que el programa de creación de puestos de trabajo de Schleicher empezara a tener algún efecto, pero a pesar de destinar considerables sumas de dinero a obras públicas y proyectos de viviendas, el desempleo seguía siendo intolerablemente alto. Los industriales expresaron ciertas críticas a estos primeros intentos de reducir el paro. El fomento de proyectos de trabajo intensivo, los intentos de eliminar a las mujeres de la mano de obra y enviarlas de nuevo al hogar, la reducción de la jornada laboral y los privilegios en los impuestos para los pequeños hombres de negocios no se consideraban esfuerzos serios para estimular la producción y estaban sujetos a parcialidades ideológicas y favoritismos. Incluso Kurt Schmitt, de Seguros Allianz, que sucedió a Hugenberg como ministro de Economía, criticaba muchos aspectos del programa. 
Poco a poco estas críticas se fueron apagando, pues el programa sí que redujo el número de parados y los principales hombres de negocios se convencieron de que el gobierno de Hitler era responsable en cuestiones económicas y que no era presa de los ideólogos extremistas del movimiento. Ciertos sectores de la industria también se beneficiaron considerablemente por recibir mayores encargos de armas y esto también tuvo un cierto efecto en la reducción del desempleo. Schacht estaba a favor de un modesto grado de rearme como medio para superar la crisis económica y los potenció concediendo el crédito necesario mediante facturas "Mefo". Estas se cobraban en la Metall-Forschungs-GmbH, una compañía estatal con capital limitado, y los fabricantes de armas podían obtener un descuento por ellas en el Reichsbank. Schacht se imaginaba ilusamente que este programa se haría más lento o se detendría una vez se hubiera recuperado la economía y parece no haberse dado cuenta de que Hitler no tenía tales intenciones y que estaba convencido de que una guerra de conquista y botín era la forma más satisfactoria de pagar por el rearme.
Incluso el limitado programa de rearme de estos primeros años provocó graves dislocaciones. No tardó en haber una fuerte escasez de divisas a la que contribuyó el rearme, pero quetambién se debía a que los inversionistas extranjeros no estaban muy dispuestos a dejarse el dinero en un país que todavía parecía tener un futuro muy incierto, a que el negocio de exportaciones estaba dañado porque Alemania se veía en el extranjero como un Estado represivo e injusto y por el aumento de los aranceles, lo cual estaba pensado para hacer que el país dependiera menos de los mercados extranjeros. Schacht trató de hace frente a este problema dirigiendo el comercio alemán hacia países que pagaran los productos alemanes enviando alimentos y materias primas. Se emplearon cuentas de crédito bloqueadas para fomentar las exportaciones. Los importadores alemanes ofrecían buenos precios por productos extranjeros, pero el dinero sólo se podía emplear en Alemania. Esto funcionó muy bien en los Balcanes, pero los socios comerciales tradicionales de Alemania no estaban muy contentos con el plan. Algunos intentos similares de sustituir los créditos en marcos por pagos de intereses en moneda extranjera tuvieron menos éxito aún y resultaron nocivos para los créditos de Alemania. A finales de 1933 los controles de divisas se hicieron más severos. Todas estas medidas resultaron nocivas para las industrias de exportación de Alemania y agravaron aún más el problema del cambio de divisas.
En setiembre de 1934 Schacht desveló su "nuevo plan" para hacer frente a estos problemas. Imponía cupos de importación, fomentaba los acuerdos de trueque y dirigía el comercio exterior alemán hacia la Europa del Este y los Balcanes. En estas medidas había elementos de economía planificada, pero no había ningún conflicto de intereses básico entre Hitler y los industriales. La industria tenía que aceptar repartos de divisas y de materias primas y también controles de precios, pero las relaciones básicas de la propiedad permanecían sin cambios. El estado invirtió grandes sumas en la industria, pero sin nacionalización. De esta manera el estado proporcionó el capital para que IG Farben construyera grandes fábricas para la producción de petróleo y caucho artificiales y compró cantidades garantizadas de estos productos sin exigir un control directo sobre la compañía. Pero este creciente nivel de intervención estatal redujo el control empresarial sobre las inversiones y las estrategias de producción y aunque los industriales tenían una amplia representación en los comités estatales de planificación, su influencia política era bastante menor de lo que habría sido durante la República de Weimar.
Así pues, se conservaba la base de una economía de mercado y los industriales recibían muchas ayudas. Esto contrastaba claramente con el trato que recibían los trabajadores, que perdieron prácticamente todo su poder político y económico. Cuando los Sindicatos Libres fueron destruídos no quedaron incorporados a la Organización Nacionalsocialista de Cédulas Fabriles (NSBO), sino al Frente Alemán del Trabajo (DAF), que se creó en mayo de 1933 y estaba dirigido por un borracho mal hablado, Robert Ley. Los temas relacionados con los salarios y las disputas industriales estaban en manos de administradores del trabajo que actuaban casi exclusivamente en interés de los patronos. Esto dio origen a fuertes conflictos porque las NSBO, como las SA, eran centros de actividades nazis "izquierdistas". Sus miembros gritaban chillonas exigencias pseudosocialistas y revolucionarias, se quejaban de la avaricia de los capitalistas y a veces incluso tenían la temeridad de hablar en nombre de los trabajadores. El DAF no estaba totalmente libre de estos elementos y muchos de sus funcionarios tenían la esperanza de que desempeñara un papel importante en el estado nazi influyendo en la política social y laboral. En noviembre de 1933 el DAF quedó reducido a ser una organización puramente propagandística dedicada, según las palabras de su "Llamamiento a todos los alemanes productivos", a "la educación de todos los alemanes trabajadores para el Estado nacionalsocialista y para el pensamiento nacionalsocialista". Para endulzar la píldora se creó una gran agencia de viajes bajo la férula del DAF para ofrecer vacaciones baratas y actividades de ocio. Esta imitación del fascista Dopo Lavoro italiano recibió el absurdo nombre de "Fuerza mediante la Alegría" (Kraft durch Freude: KdF). La Corporación de la Industria Alemana expresó su más sentida aprobación de todos estos cambios prometiendo colaborar plenamente con el DAF.
En enero de 1934 la ley de ordenación del trabajo nacional estableció el principio de Führer en el lugar de trabajo y destruyó los últimos vestigios de participación obrera. Esto supuso el fin de las esperanzas de los nazis izquierdistas de llegar a alguna forma de colaboración entre el capital y los trabajadores y de conseguir una modificación radical del capitalismo. Las NSBO ya no tenían prácticamente ninguna influencia y hacían poca cosa salvo organizar veladas con cerveza y bolos para los viejos camaradas del partido. Tras el "putsch de Röhm" en el verano de 1934, fueron depuradas de activistas "anticapitalistas" y dejaron de tener una función salvo la de propaganda, aunque Ley utilizó algunos de los antiguos activistas en un intento de realzar la importancia del DAF y de crear una sensación de comunidad (Volksgemeinschaft) y así resaltar su propia importancia como uno de los paladines destacados de Hitler. Pero hacía ya tiempo que el DAF había abandonado sus esfuerzos por representar los intereses de los trabajadores.
El primer paso importante para controlar e incluso reclutar a la mano de obra se dio en febrero de 1935 con la implantación de libros de trabajo. Estos permitían a las autoridades destinar a los obreros a industrias que estuvieran sufriendo escasez de mano de obra, ahora que el inmenso desempleo ya no existía y el programa de rearme absorbía grandes cantidades de trabajadores. La libertad de elección del lugar de trabajo quedó más erosionada con la implantación del reclutamiento de mano de obra en 1938-39.
Aunque la Volksgemeinschaft era en gran parte un fraude, no cabe duda de que el estado nazi consiguió restablecer un cierto grado de armonía social. El desempleo, que había provocado tanto sufrimiento y desasosiego en los últimos años de la República de Weimar, prácticamente se terminó en 1935. Aunque los trabajadores habían perdido sus derechos fundamentales y los salarios habían quedado congelados al nivel de la crisis, por lo menos todo el mundo tenía trabajo. La KdF, aunque andaba un poco escasa de alegría, era popular y ofrecía vacaciones que antes sólo habían podido disfrutar las clases medias y proporcionaba planes de ahorro destinados a permitir a los trabajadores comprar un "coche del pueblo" (Volkswagen). La fábrica de Vollkswagen se inauguró con gran pompa y boato en 1938 y estaba dirigida por el DAF, pero no se entregó ningún coche a los desdichados que habían ahorrado para comprar uno.
Hasta las cargas de este régimen opresivo parecían ser compartidas de forma igualitaria por todas las clases sociales. En teoría, todo el mundo tenía que participar en el servicio laboral obligatorio (Reichsarbitsdeinst: RAD) que se impuso en junio de 1935. Se abrieron nuevos caminos para el progreso social mediante un mayor énfasis en la formación profesional y también dentro de las crecientes filas de las organizaciones nazis. El DAF, por ejemplo, daba empleo a unos 40.000 trabajadores en jornada completa. Los funcionarios nazis pensaban que constituían una nueva clase, formada por gente de toda condición y conscientemente distinta de la antigua élite exclusivista. Pasado 1936 se produjo una clara mejora del nivel de vida de muchos trabajadores, lo cual contribuyó a que muchos de ellos se reconciliaran con el régimen.
La interminable propaganda sobre el efecto "ennoblecedor" del trabajo contribuyó en cierta medida a dar a los trabajadores una nueva sensación de autovalía, al igual que las patéticas proclamaciones de que la lucha de clases había terminado y de que se había creado una nueva comunidad basada en virtudes inequívocamentealemanas en lugar de distinciones de clase. Pero lo más importante de todo fue que el pueblo se reconcilió con el régimen por su llamativo éxito. Una vez resuelto el tema del desempleo hubo una serie de triunfos que dieron a los alemanes una sensación de fortaleza y poder. Las restricciones militares del Tratado de Versalles quedaron eliminadas en 1935 y el Sarre volvió a ser de Alemania en ese mismo año. En 1936 fue ocupada Renania. En 1938 Austria y los Sudetes quedaron incorporados al Reich. Aunque el 99% de votos a favor en los plebiscitos de 1936 no se pueden considerar cono una prueba seria de la opinión pública, no cabe duda de que Adolf Hitler era respetado, reverenciado e incluso adorado por una mayoría del pueblo.
Aunque el apoyo a los nazis era mayor en las zonas rurales, había bastante descontento con respecto a la política agrícola del gobierno. Al principio el sector agrícola estaba encantado con el cambio de gobierno, pues el aumento de los aranceles de los alimentos y la ayuda a los granjeros endeudados fueron medidas muy populares. Cuando el gobierno dio los primeros pasos hacia la autosuficiencia agrícola, como parte de la política de autarquía, las críticas se generalizaron. La propiedad alimentaria del Reich (Reichsnährstand: RNF), aunque algunas de sus funciones quedaron descentralizadas, era un inmenso aparato burocrático que, al fijar los precios, lo cupos de producción y las juntas de mercado, se dispuso a destruir el mercado libre de productos agrícolas.
A los granjeros esta intervención estatal en sus asuntos les resultó muy molesta y se quejaron de la pérdida de tiempo provocada por el papeleo y los funcionarios poco comprensivos. Las famosas granjas vinculadas (Erbhöfe), que eran la reforma agraria adoptada por los nazis, garantizaban derechos inalienables a los granjeros de origen racial irreprochable dueños de granjas de tamaño medio. Esto se consideraba a menudo como una nueva forma de vasallaje, pues los granjeros no podían vender su terreno, ya que éste debía quedar dentro de la familia. Aunque los granjeros vinculados, que acabaron por sumar un tercio de todos los que tenían propiedades agrícolas, disfrutaban de ciertas ventajas económicas, estaban muy molestos por su pérdida de libertad y los créditos fáciles no eran tan sencillos de obtener como se había prometido. Las grandes propiedades de los Junkers se vieron apenas afectadas por el Plan Erbhof.
Atraídos por la expansión industrial y los salarios más altos, numerosos trabajadores del campo comenzaron a abandonar las zonas rurales para buscar empleo en el sector industrial, más libre y próspero. Entre 1933 y 1938 unas 800.000 personas abandonaron el campo, lo cual demostraba claramente que la agricultura se encontraba por detrás de la industria y que la ideología nazi de "sangre y tierra" y el intento de conservar al campesinado como la "fuente de vida de la raza nórdica" estaban teniendo desastrosas consecuencias económicas. Robert Ley criticaba duramente a Walter Darré, ministro de Agricultura, insinuando que el RNF era por lo menos responsable en parte de esta huída del campo y proponiendo que el DAF tuviera jurisdicción única sobre los trabajadores agrícolas. El entusiasmo por crear más granjas vinculadas decayó considerablemente y el relativo fracaso de la política agrícola nacionalsocialista quedó reconocido, lo cual dio pie a luchas de poder entre la élite nazi como la de Darré y Ley. Hitler se mantenía aferrado a su visión de "sangre y tierra", insistiendo en que si no se podía llevar a cabo dentro de los límites existentes de Alemania podría ser posible crear enormes colonias en Europa oriental. El impulso esencial del Levensraum se vio pues reforzado por problemas políticos y económicos no resueltos. Las medidas más pragmáticas y oportunistas adoptadas con respecto a la industria, haciendo hincapié en una "economía de defensa", no se podían reconciliar con esta política agrícola basada en motivos ideológicos. Como consecuencia del conflicto de intereses sociales y económicos entre los dos sectores, era imposible crear la comunidad nacional de la que tanto se hablaba. Por ello se esperaba que una victoriosa guerra de conquista hiciera posible superar todas estas dificultades imponiendo en los territorios conquistados un "nuevo orden" en el que todos estos sueños se pudieran realizar.
Los nazis radicales habían insistido siempre en la implementación de las secciones del programa del partido que se ocupaban de la destrucción de las cadenas de almacenes, las cooperativas y las grandes empresas impersonales. En los días embriagadores inmediatamente posteriores al nombramiento de Hitler como canciller, los activistas del partido se dedicaron a practicar el terrorismo contra los negocios judíos, boicotearon los grandes almacenes y las cooperativas de consumidores y se aseguraron de que hubiera grandes cambios en el personal y la organización de las asociaciones y cámaras de comercio. Estas actividades tuvieron un desastroso efecto económico y la dirección nacionalsocialista aceptó que las metas a largo plazo no podían lograrse rechazando los métodos comerciales modernos. Cuando Hertie, la cadena de grandes almacenes propiedad de una familia judía, se enfrentó a la bancarrota y al despido de 14.000 empleados, Schacht señaló que si todos los almacenes de este tipo desaparecieran esto tendría graves consecuencias en las estadísticas del paro. Hitler aceptó este razonamiento de mala gana y el partido recibió instrucciones de desistir de cualquier otro ataque a grandes almacenes. En los años siguientes, los grandes almacenes fueron sometidos a ciertas restricciones tales como el cierre de restaurantes y librerías y tuvieron que pagar más impuestos. A pesar de estas dificultades los grandes almacenes fueron aumentando su volumen de ventas, aunque nunca alcanzaron los niveles excepcionales de 1928, pero esto se debió más a la reducción general del consumo que a una reducción de su nivel de ventas.
No se hizo nada por ayudar a los pequeños hombres de negocios, aunque habían sido de los primeros en apoyar con más fuerza al partido. El número de tiendas pequeñas se redujo considerablemente y más que nunca se vieron sometidas a los trucos monopolísticos de los fabricantes. La Corporación de Artesanías del Reich, que como todas las organizaciones parecidas no tardó en estar bajo total control nazi, cerró unos 180.000 negocios (como un 10% del total) entre 1936 y 1939 en interés de una mayor eficacia. El compromiso ideológico con la pequeña empresa dio paso a las prerrogativas de la eficacia económica y los que se sentían traicionados por este abandono de la política del partido pudieron aliviar su enfado destruyendo negocios judíos en 1938. Los atropellos antisemitas de la "Noche de los Cristales Rotos", en la que 7.500 tiendas fueron destruídas y saqueadas, fueron, pues, en parte un sustituto por el fracaso a la hora de llevar a la práctica el programa del partido y una compensación para los radicales frustrados. La destrucción del "capitalismo judío" sustituyó a un ataque a los aspectos del capitalismo contemporáneo que la izquierda nazi había deseado durante tanto tiempo ver modificados o abolidos.
Los dos millones de miembros de las SA se consideraban a sí mismos como los "perros guardianes de la revolución" y aunque no sabían muy bien qué era lo que había que hacer, se negaban a someterse al control burocrático, exigían que las viejas élites fueran eliminadas de los puestos de poder y riqueza y juraban continuar con la lucha para la creación de una Alemania nueva y específicamente nacionalsocialista. Estos sentimientos se resumían en el llamamiento a una "segunda revolución" que haría realidad las ambiciones de la izquierda nazi.
Las SA habían contribuído en gran medida a llevar a Hitler al poder. Su devoción por Hitler era indudable, habían hecho mucho por desestabilizar a la República de Weimar con sus luchas callejeras y aterrorizando a sus oponentes. Eran un impresionante testamento de la fuerza y determinacióndel partido. Cuando Hitler fue nombrado canciller su apoyo ya no era necesario y se convirtieron en un lastre. Hitler se había alejado del nazismo revolucionario y se había hecho con el apoyo de las élites tradicionales, quienes a su vez estaban horrorizadas por los excesos tanto de acción como de palabra de las SA.
Ernst Röhm, el líder de las SA, tenía la esperanza de formar un ejército nacionalsocialista en el que el Reichswehr, con sus reaccionarios y anticuados oficiales, tuviera un papel subordinado. Según lo expresó, con una frase especialmente desagradable: "La roca gris debe ahogarse en la riada marrón". Todo esto era parte de la retórica de los nazis radicales que querían una versión nacionalsocialista de una milicia del pueblo, junto con la destrucción de las cadenas de almacenes y las cooperativas, la abolición de todos los cárteles y monopolios y una drástica reestructuración de las corporaciones bancarias e industriales.
El Reichswehr se sintió horrorizado ante esto y Hitler se las vio y se las deseó para asegurarle que el ejército sería el "único portador de armas de la nación". Los industriales también estaban preocupados por las actividades de las SA, pero Hitler los calmó comunicando a una reunión de gobernadores del Reich en julio de 1933 que "las ideas de nuestro programa no nos obligan a actuar como idiotas y tirar todo por tierra". Por contraste no se hizo prácticamente nada para aplacar a las SA. El gran capital había sobrevivido a la crisis mucho mejor que las empresas menores, que no eran tan capaces de llevar a cabo economías de escala y a las que les costaba mucho más obtener un crédito. El aumento de las inversiones públicas hizo que subieran los tipos de interés, lo cual dañó aún más a los pequeños empresarios y retrasó el día en que la "esclavitud del interés" quedaría abolida. La subida de los precios y la congelación de los salarios exacerbó aún más la situación. Al ser nombrado ministro de Economía, Schmitt aseguró que los negocios no tendrían que soportar ninguna "interferencia del NSDAP". Viniendo del director general de la compañía de seguros más grande de toda Alemania, esto enfureció a los radicales nazis y la Comisión especial de banca que se creó para aplacarlos tuvo el efecto contrario. La Comisión estaba al mando Schacht y estaba constituída principalmente por banqueros y académicos comprensivos. Aunque recomendaron un mayor control estatal sobre la banca, esto dio beneficios aún mayores a los bancos. Del mismo modo, las grandes propiedades de los Junkers,que eran objeto de especiales críticas por parte de los radicales no fueron afectadas por la ley de propiedades vinculadas.
Así pues, Hitler se encontraba en una situación delicada. Se daba cuenta de que Schacht tenía razón al dictaminar que las ruecas y lo bailes populares estaban muy bien, pero que sólo el gran capital podía producir cañones y submarinos. Pero no se podía arriesgar a una ruptura abierta con las SA y los que las apoyaban y todavía le quedaba cierta simpatía por sus puntos de vista. Durante los primeros meses no hizo más que hacer declaraciones en el sentido de que la revolución se había acabado y que la evolución era la orden del día. Goering y Frick insinuaron que había "elementos bolcheviques ocultos" dentro del movimiento nazi. Se tomaron medidas para castigar a algunos miembros de las SA y las SS que habían cometido actos criminales llevados por su entusiasmo por la causa y se cerraron algunos de los campos de concentración "irregulares" donde las SA habían llevado a sus enemigos en las primeras semanas del gobierno de Hitler.
Hitler aprovechó la oportunidad de un discurso dirigido al estado mayor por el cumpleaños del Schlieffen el 28 de febrero de 1934 para asegurar al ejército que él estaba de su parte en su oposición a las SA y los nazis radicales. Les dijo a los generales que la política económica nazi había sido un éxito, pero añadió que el desarrollo se terminaría al cabo de ocho años. Por tanto, habría que encontrar espacio vital en el este.Esto se conseguiría mediante una campaña relámpago en el oeste seguida de un rápido golpe en el este. Para esta campaña hacía falta un ejército sumamente profesional y estaba claro que la milicia de Röhm no servía más que para dar preparación premilitar y postmilitar y para el adoctrinamiento político.
Hitler pensaba que tenía que atacar de prisa a las SA porque era evidente que a Hindenburg no le quedaba mucho tiempo de vida y estaba decidido a combinar los cargos de canciller y presidente. Los conservadores y los nacionalistas todavía criticaban muchos aspectos del nuevo régimen y se hablaba mucho de restaurar la monarquía cuando Hindenburg muriera, para controlar los excesos nacionalsocialistas. El 17 de junio de 1934 von Papen pronunció un discurso en Marburg en el que atacó los excesos de los nazis desde un punto de vista conservador. Esto llevó a Hitler a la acción. Seguro de que el ejército lo respaldarìa, decidió aplastar a las SA antes de que los conservadores se desencantaran demasiado de su gobierno y se convirtieran en una amenaza para su situación. El 22 de junio Himmler y el jefe de la Gestapo, Heydrich, reunieron a los líderes de las SS y les dijeron que pronto tendrían que colaborar con el Reichswehr para destruir a las SA. Se mostró una lista falsa de posibles víctimas de las SA, en la que se incluían varios generales destacados para empujar al ejército a apoyar su acción conjunta, para demostrar que las SA estaban planeando un putsch. El Reichswehr cooperó íntimamente con las SS para preparar este golpe y se mantuvo a todos los jefes del ejército informados de los planes. El Reichswehr puso las armas y los medios de transporte para las unidades de las SS, incluído el SS Leibstandarte Adol Hitler al mando de Sepp Dietrich.
El golpe fue planeado para el 30 de junio de 1934 y estaba dirigido principalmente contra los líderes de las SA que se iban a reunir en Bad Wiesee, pero se cometieron asesinatos de todo tipo de adversarios al régimen en toda Alemania. Entre las centenares de personas asesinadas estaban el antiguo canciller Schleicher y su brazo derecho, el general von Bredow. dos conservadores que criticaban al régimen y que eran amigos de von Papen, Edgar Jung y von Bose, fueron asesinados, así como el antiguo rival de Hitler en Baviera, von Kahr, y Eric Klausener, que era jefe de Acción Católica en Berlín. Se zanjaron muchas viejas rencillas y algunos desgraciados fueron asesinados por error.
El golpe contra Röhm fue un éxito total. Hitler sacó mucho partido a su perfidia y su homosexualidad y los alemanes respetables se quedaron horrorizados cuando se descubrió aquella historia sensacionalista y en parte inventada. El ejército, aunque dos distinguidos generales habían sido brutalmente asesinados, estaba encantado. Von Blomberg, ministro de Reichswehr, alabó la "determinación militar y el valor ejemplar" del Führer al destruir a estos "traidores y rebeldes" e hizo circular la orden de que ningún oficial asistiera al entierro de sus colegas asesinados. Papen felicitó a Hitler, pero fue recompensado con el despido de su puesto de vicecanciller y fue enviado como embajador a Viena. El principal experto legal de Alemania, Carl Schmitt, dijo que en un estado de emergencia el "auténtico líder" podía hacer uso de un poder prácticamente ilimitado para destruir a los enemigos de la nación. La voluntad del Führer era, pues, la ley suprema.
Tras esta noche de San Bartolomé al estilo nacionalista, las S.A. fueron perdiendo importancia hasta quedar en nada. El sucesor de Röhm, Victor Lutze, era un don nadie manejable y la en tiempos poderosa organización se convirtió en poco más que un club deportivo y social. En la "Noche de los Cristales Rotos" se soltó de nuevo a las SA en un pogromo cuidadosamente planeado y su radicalismo rudimentario encontró escape destruyendo propiedades deliberadamente aterrorizando a personas indefensas.
Los auténticos ganadores el 30 de junio de 1934 no fueron las fuerzas conservadora, sino lasSS. Esta organización se fundó en 1925 como guardia personal de Hitler. Desde el principio se distinguió de las demás organizaciones paramilitares de la época en que se veía a sí misma como una especie de policía de partido. En 1931 el colaborador más íntimo de Himmler, Heydrich, fundó el Servicio de Seguridad (Sicherheitsdienst : SD) que actuaba como un cuerpo de policía secreta nazi. Cuando Hitler fue nombrado canciller, Himmler no tardó en hacerse con el control de los cuerpos de policía secreta de todos los estados alemanes, con la excepción de Prusia. En abril de 1933, Goering creó la Gestapo como cuerpo de policía secreta de Alemania en una sola Gestapo que recibió la tarea de "investigar y contrarrestar todas las actividades dentro de todo el territorio del estado que pongan en peligro al Estado". Sus actividades no se podían cuestionar en los tribunales y por ello la Gestapo era una ley en sí misma al mando de Heinrich Himmler. En junio de 1936 Himmler fue nombrado jefe de todos los cuerpos de policía de Alemania y la policía, que había estado controlada por los estados individuales, quedaba ahora sometida a una sola autoridad del Reich. Himmler recibió el título de Reichsführer SS y jefe de la policía alemana y a partir de entonces aparece en la exótica sopa de letras del Tercer Reich como RFSSuChdDtPol. Como policía, Himmler era formalmente subordinado de Frick en el ministerio del Interior, pero en la práctica era totalmente independiente, a pesar de la rivalidad de los dos personajes.
Himmler dividió a la policía en dos secciones principales: la policía de orden (Ordnungspolizei) al mando de Daluege, que era responsable de actividades policiales más convencionales, y la policía de seguridad (Sicherheitspolizei :Sipo) al mando de Heydrich, que incluía a la Gestapo y al departamento de investigación criminal (Kriminalpolizei). Poco después del comienzo de la guerra Heydrich unió a la policía de seguridad con el SD para formar la Oficina Principal de Seguridad Estatal (Rechssicherheitshauptamt : RSHA). La definición de "seguridad estatal" dentro del SD era muy amplia pues incluía institutos de "estatutos raciales" así como una sección (II S) dedicada a la lucha contra la homosexualidad y el aborto. Los campos de concentración, que antes habían estado dirigidos por las SA, estaban ahora controlados por el SD.
Como gesto de gratitud por su actuación el 30 de junio, Hitler convirtió al SS Leibstandarte Adolf Hitler en un auténtico regimiento independiente del Reichswehr. Poco después se formaron otros dos regimientos. Hitler permitió otra expansión de estas unidades militares de las SS en agosto de 1938. De esta manera el ejército descubrió que se había librado de un rival para encontrarse enfrentado a otro. Había una feroz rivalidad entre el ejército y las SS y el ejército se oponía a cualquier medida para aumentar el tamaño de las unidades militares de las SS. Las SS tachaban al ejército de reaccionario y poco definido en su nacionalsocialismo e insinuaron que estaba planeando un putsch. A finales de 1938 había unos 20.000 hombres en las unidades militares y en las de la calavera (Totenkopf-verbände), pero durante la guerra las Waffen-SS se convertirían en una inmensa organización militar.
Las funciones policiales y las unidades militares eran dos de los pilares principales del imperio SS de Himmler. El tercero lo constituían las unidades de la calavera que guarnecían los campos de concentración. Las SS tenían bastante experiencia en dirigir estas instituciones, pues habían organizado Dachau en Baviera como campo modelo. Tras el 30 de junio de 1934 todos los campos de concentración quedaron en manos de las SS. La experiencia obtenida en Dachau se puso ahora en práctica por toda Alemania. La brutalidad caótica y algo azarosa de las SA fue sustituída ahora por los métodos sistemáticos y desalmados de las SS. Al principio de la guerra quedaban unos 25.000 prisioneros en los campos de concentración alemanes, pero las unidades de la calavera estaban preparadas para la gran tarea que les esperaba de purificar a Europa política y racialmente. Millones de personas morirían en esta espantosa empresa, en la que la combinación de complejidad organizativa, brutalidad desenfrenada y demencia ideológica, que era tan característica de las SS, alcanzó su punto máximo. Los sólidos cimientos para el estado SS se colocaron en los años anteriores a la guerra, pero hasta que comenzó la guerra no se convirtió en un estado dentro del Estado y el nacionalsocialismo no alcanzó su terrible apogeo.
El 2 de agosto de 1934 falleció Hindenburg. Hitler se apresuró a combinar los cargos de canciller y presidente y se proclamó a sí mismo "Führer y canciller del Reich". Ese mismo día el Reichswher fue obligado a prestar juramento de lealtad a la persona de Hitler en lugar de al país o a su Constitución. También se exigió a los ministros que prestaran un juramento parecido de lealtad y obediencia a Hitler. Los juristas nazis proclamaron el fin de un estado basado en la articulación de "muchas voluntades" y su sustitución por la única voluntad del Rührer. Este "Estado del Führer" en el que la voluntad de Hitler era la ley suprema tuvo como resultado una confusión perpetua pues a menudo costaba saber qué era exactamente lo que Hitler quería. El gabinete rara vez se reunía y a muchos ministros les resultaba prácticamente imposible acceder a Hitler, en especial durante el verano, cuando se fue a Berchtesgaden. Hitler se contradecía no pocas veces, los ministros luchaban entre sí en su ausencia y el gobierno estaba dividido entre los ministros que tenían fácil acceso al canciller y los que estaban excluídos del círculo mágico. Hitler tendía a pasar por alto la rutina del gobierno, de forma que los ministros tenían que ocuparse de los asuntos cotidianos del estado sin su intervención. Por ello las burocracias ministeriales pusieron en práctica leyes sin que el gabinete ni el Führer tuvieran nada que ver con ellas. En este sentido el "Estado del Führer" significaba que Hitler tenía un papel menos directo con el gobierno que antes y que la autoridad se delegaba mucho más.
En estos cambios tras la muerte de Hinderburg los aspectos autoritarios del Estado tenían más importancia que el componente nacionalsocialista de base ideológica. Los radicales de las SA y las NSBO habían sido brutalmente destruídos o echados a un lado. Los comisionados, que habían impuesto la voluntad del partido en los estados, habían recibido otros empleos e incluso los jefes de partidos locales, los Gauleiter, tenían mucha menos autoridad a medida que el poder se iba centralizando y la estructura federal se iba derrumbando. Muchos de los oficiales del partido eran unos absolutos aficionados y no se les podían confiar los asuntos del Estado. Así pues, los profesionales del ministerio de Asuntos Exteriores continuaron con su papel tradicional mientras que organizaciones del partido como la Organización Extranjera del NSDAP al mando de Bohle, la Agencia Ribbentrop, el exótico Departamento de Política Exterior de Rosenberg y el propio Departamento de Estudios de Goering, junto con una multitud de organizaciones parecidas más pequeñas, se peleaban entre sí y trataban sin éxito de influir sobre el curso de la política exterior de Alemania siguiendo principios nacionalsocialistas. El Partido Nazi tenía ahora un papel totalmente secundario y sólo algunas figuras destacadas como Himmler, que debían su carrera al partido, tenían alguna autoridad real.
Las relaciones exactas entre el partido y el Estado, entre el Reich y los estados individuales, entre los estados y las comunas y entre el absolutismo del Führer y los órganos de gobierno tradicionales nunca estuvieron claras. Se propuso un proyecto para la "reforma del Reich", pero Hitler no mostró interés por él y no tardó en ser abandonado. Frick propuso examinar el proceso de promulgación de leyes, pero Hitler prefería seguir empleando las leyes de emergencia y dio muestras de parecida falta de entusiasmo poralgunas propuestas para promulgar leyes criminales y laborales.
El énfasis sobre los aspectos autoritarios en lugar de ideológicos del régimen entre 1934 y 1938 no quería decir que las metas a largo plazo del nacionalsocialismo se hubieran abandonado. La Iglesia católica se quejaba de interminables violaciones del Concordato, en especial los ataques a colegios católicos después de 1935. La política nazi sobre esterilización obligatoria, aborto y sobre el tratamiento a minusválidos se topó con una fuerte oposición por parte de la Iglesia. En marzo de 1937 el papa publicó la encíclica Mit brennender Sorge, en la que hablaba de los sufrimientos de la Iglesia en Alemania y de la "batalla de aniquilamiento" que se estaba librando contra ella.
En la Iglesia evangélica los "Cristianos Alemanes" seguían siendo totalmente leales al régimen, pero las críticas de la "Iglesia confesional" eran escandalosamente francas. En el Sínodo de Dahlem celebrado en octubre de 1934 hablaron del "derecho de emergencia eclesiástico" para expresarse en contra del régimen totalitario. Al año siguiente los cristianos confesionales condenaron la filosofía nazi por considerarla anticristiana y falsa y propusieron que la obligación de un cristiano de obedecer al Estado tuviera límites. El nombramiento del ministro del Reich para Asuntos Eclesiásticos, un viejo nazi, Hans Kerrl, no mejoró la situación. Parte de la Iglesia confesional aceptó cooperar con los comités que el ministro creó para examinar los problemas de las iglesias, pero muchos se negaron a tener nada que ver con el régimen. En 1937 unos 800 sacerdotes de la Iglesia confesional fueron arrestados. Si el régimen nazi hubiera sobrevivido no cabe duda de que habría incrementado sus ataques a las iglesias, pero con el estallido de la guerra se decidió ser un poco más tolerantes con ellas para evitar cualquier cosa que pudiera poner en peligro la unidad nacional.
En sus primeras semanas como canciller casi parecía como si Hitler hubiera olvidado que el antisemitismo era una de las doctrinas básicas del nacionalsocialismo. En este época sus energías estaban dirigidas sobre todo contra los partidos de izquierdas que, como parte de la "conspiración mundial judeo-bolchevique", estaba claro que eran doblemente siniestros. Pero curiosamente sus compañeros de coalición del DNVP eran mucho más völkisch en su antisemitismo. Fueron ellos los que aprobaron leyes que detuvieron la inmigración de judíos de Europa del Este, grupo que era especialmente detestado por la ortodoxia y su pobreza. Hasta la Ley de Poderes de Emergencia los nazis no entraron realmente en acción contra los judíos. Goebbels y el odioso Gauleiter de Nuremberg, Julius Streicher, formaron un "comité central" para organizar el boicot de todos los negocios judíos en Alemania. La mayoría de los alemanes no hizo ni caso de este incidente y los antisemitas más tradicionales siguieron comprando en las tiendas judías cuando los precios parecían atractivos.
Al cabo de tres días el régimen tuvo que acabar con el boicot. La reacción pública no había sido tan positiva como se había esperado y había causado escándalo en el extranjero. La discriminación de los judíos en el funcionariado y las profesiones liberales y la "arianización" de importantes editoriales como Mosse y Ullstein fueron los ejemplos más notorios de la política antisemita del gobierno hasta las leyes de Nuremberg. Hubo no poca oposición a estas leyes dentro del funcionariado, sobre todo por el absurdo sistema de clasificación racial en "arios", "judíos totales" y "cruces" de grado 1 y 2, que se basaba en la relación religiosa a lo largo de tres generaciones. 
Hasta la "Noche de los Cristales Rotos" de noviembre de 1938, emigraron unos 170.000 judíos alemanes. Los 375.000 restantes prefirieron quedarse, al asegurarles Hitler que las Leyes de Nuremberg eran la última medida legislativa que se aprobaría sobre la "cuestión judía". A partir de entonces, los judíos de Alemania se quedaron sin derechos, no podían practicar sus profesiones y oficios, se les arrebató gran parte de sus posesiones, quedaron sometidos a impuestos especiales y se les prohibió entrar en la mayoría de los sitios públicos. Inmediatamente después del pogromo unos 30.000 judíos fueron enviados a campos de concentración. La organización de autoayuda judía que había sido fundada por Leo Beeck )Reichsvertretung der Juden in Deutschland) quedó bajo el control directo del Estado y al mando de uno de los antisemitas más sanguinarios, Reinhard Heydrich. Su función básica era ahora la de cuidar los fondos procedentes del impuesto de emigración que estaban obligados a pagar los judíos ricos que deseaban abandonar el país. Los que se lo podían permitir se aprovecharon de este plan, de modo que para cuando comenzó la guerra quedaban unos 180.000 judíos en Alemania. La inmensa mayoría de las víctimas de la "solución final" fueron judíos extranjeros.
En agosto de 1936 se anunció el Plan de Cuatro Años. Ahora más que nunca los intereses económicos quedaban subordinados a los preparativos para la guerra. La meta era ahora lograr la autarquía acumulando provisiones de importantes materias primas y produciendo otras sintéticamente. Esto sometió a nuevas presiones a las reservas de divisas y se lanzó un frenético plan de exportaciones a Sudamérica y a los Balcanes en un intento de superar este problema. La rivalidad comercial resultante con Estados Unidos, Gran Bretaña e incluso Italia aumentó enormemente la tensión internacional.
Aunque los grandes negocios seguían siendo relativamente autónomos y los beneficios todavía eran muy satisfactorios, estaban sometidos más que nunca al control estatal y a los imperativos nazis para la guerra. Estos causaron nuevas dislocaciones y en noviembre de 1937 Schacht dimitió como ministro de Economía, aunque continuó como presidente del Reichsbank hasta setiembre de 1939. Hermann Goering, como plenipotenciario para el Plan de Cuatro Años, se convirtió en ministro de facto de Economía, aunque Funk había sido nombrado para el cargo. Goering estaba indeciso entre su devoción a la política de Hitler de rearme y guerra a prácticamente cualquier precio y el consejo de sus subordinados más convencionales que estaban de acuerdo con Schacht en que las consideraciones económicas debían ser lo primero. Por ello arengó a los industriales en diciembre de 1936 diciéndoles que las necesidades políticas eran fundamentales y que una guerra victoriosa pagaría los gastos de todo el programa de rearme. Pero en otras ocasiones parecía ejercer una influencia moderadora sobre Hitler y estar a favor de una gran política de poder que no tuviera que ver con la guerra o los fanáticos planes para el "nuevo orden".
Hitler no simpatizaba con la opinión de que hacían falta largos preparativos para la guerra y también deseaba mantener los niveles de consumo civil para aumentar su inmensa popularidad y prestigio. Este intento de combinar un enorme programa de rearme con el mantenimiento de unos niveles satisfactorios de consumo sólo sería posible planeando una serie de guerras cortas y limitadas y evitando el "armamento en profundidad" para prolongada guerra de agotamiento. Pero incluso así, la crisis económica persistía y había una creciente escasez de mano de obra. Los planificadores económicos comenzaron a considerar a Austria y a Checoslovaquia como depósitos que se podían utilizar para superar las deficiencias del mercado doméstico, prestando así apoyo experto al deseo de Hitler inspirado por la ideología de expansión territorial.
Estas tensiones y contradicciones económicas provocaron síntomas de descontento entre los obreros y la población rural. La máquina de propaganda de Goebbels publicaba material sin parar sobre la necesidad de que Alemania mejorara su capacidad defensiva, pero los obreros de las fábricas de armamentos se negaban a trabajar horas extras y se estaba produciendo un grado inusual de absentismo. Hasta qué punto esto era una típica consecuencia de los efectos del pleno empleoen una sociedad industrial o una protesta específica contra los nazis es algo que ciertamente se puede discutir, pero aunque la situación en 1939 no era en absoluto una situación de crisis, las reflexiones acerca de estas crecientes tensiones sociales pueden haber contribuído a la decisión de ir a la guerra en setiembre de 1939. Sin embargo, aquí surge de nuevo una curiosa paradoja.Hitler nunca se cansaba de afirmar que Alemania era un "pueblo sin espacio", pero la crónica escasez de mano de obra, sobre todo en las industrias armamentistas, demostraba que en realidad era un "espacio sin pueblo".
Schacht se quejó amargamente como presidente del Reichsbank sobre el gasto desenfrenado de dinero público y señaló que el déficit había aumentado de 12,9 billones de marcos en 1933 a 31,5 billones en 1938. Una vez se empleó la imprenta para financiar los cada vez más crecientes gastos, pero la inflación resultante convenció a muchos de que el país tenía que elegir entre la guerra o la bancarrota. El intento de rearme en contra de toda lógica económica amenazaba con resquebrajar la tan aireada comunidad del pueblo y un régimen que dependía del éxito para seguir funcionando se veía amenazado con el fracaso a menos que se atreviera a saltar a lo desconocido de la guerra.
Se esperaba que el adoctrinamiento podría superar algunas de estas dificultades. Goebbels utilizó hábilmente la radio, que ya estaba bajo control estatal, para conseguir grandes auditorios para importantes discursos de líderes del partido. Las "radios del pueblo" las VE 301 (Volksemfänger, seguido de la fecha de la ascensión de Hitler al poder) se inauguraron en agosto de 1933. En ese año sólo el 25% de las casas tenían aparato de radio, pero en 1939 había aumentado a un 70%.
Era algo más difícil conseguir un control monopolista de los 3.400 periódicos de Alemania. Había un periódico del partido, el Völkische Beobachter, y en cada Gau se producía un pequeño periódico, pero estos periódicos locales eran de muy mala calidad. La importante prensa comunista y socialdemócrata fue confiscada en 1933. En los años siguientes el jefe de prensa nazi, Max Amann, se hizo cargo de un gran número de periódicos, de modo que en 1939 dos tercios de los diarios estaban controlados por el partido. El liberal Frankfurter Zeitung fue el único periódico de prestigio que no tocaron, en parte porque gozaba de considerable reputación en el extranjero y en parte porque IG Farben era el accionista mayoritario. También fue absorbido justo antes de estallar la guerra.
Como era típico del Tercer Reich, había tres organismos responsables de la prensa y había frecuentes roces entre los tres. Goebbels, como ministro de Propaganda, se declaraba responsable del contenido de la prensa alemana y tenía mucha influencia en temas de personal. Max Amann controlaba directamente la presa y era responsable del tema comercial y aunque no le preocupaba en exceso el contenido de sus periódicos había algunos conflictos entre Goebbels y él. El mayor rival del ministro de Propaganda, sin embargo no era Amann sino el "jefe de Prensa del gobierno del Reich:, Otto Dietrich, que actuaba como portavoz del gobierno y que formaba parte del séquito más cercano a Hitler. Sus conferencias de prensa, que equivalían a poco más que una serie de instrucciones para la prensa de lo que ésta debía publicar, eran consideradas por el ministro de Propaganda como una invasión de sus prerrogativas.
Se hizo un tremendo esfuerzo para adoctrinar a la juventud alemana con ideas nacionalsocialistas. La Juventudes Hitlerianas (HJ), que se crearon en 1933, pasaron a ser obligatorias en 1936. La organización equivalente para las chicas era la Liga de Muchachas Alemanas (BdM). El servicio obligatorio en el RAD, que más adelante también incluyó a las chicas, se fue convirtiendo cada vez más en una institución propagandística, pues hacía tiempo que se había solucionado el tema del desempleo. Todas estas instituciones estaban pensadas para acabar con las diferencias de clase y educación y para crear una sensación de propósito común basado en la pureza ideológica y racial. La tendencia fuertemente antiintelectual de esta empresa se puede ver muy claramente en los colegios especiales nazis (Ordensburgen) y los colegios Adolf Hitler, que hacían hincapié en la obediencia incondicional y en la fe ciega en la causa.
Estas instituciones contribuyeron a disimular las eternas divisiones de clase dentro de la sociedad alemana. Había oportunidades dentro del inmenso aparato estatal para los que habían estado excluídos en el Imperio de Guillermo e incluso con Weimar. De esta forma, la aristocracia rural ya no era tan poderosa como antes, pero seguía siendo una élite privilegiada. Se cerraron pequeñas compañías ineficaces, pero los grandes negocios, pese a todas las restricciones y los controles a los que estaban sometidos, siguieron básicamente a su aire. Si hubo en Alemania una "revolución social" esta se produjo tras la derrota de 1945 y fue sobre todo obra del Ejército Rojo, no de los nacionalsocialistas.
Aunque básicamente estaba de acuerdo con los objetivos del régimen nazi, el ejército trató de conservar un cierto grado de independencia. El cuerpo de oficiales no simpatizaba con el intento de los nazis de tener un monopolio absoluto de la educación ideológica de la juventud alemana. Las relaciones entre el ejército y las SS se estaban haciendo cada vez más tensas. El ejército se sentía amenazado por las actividades de la Gestapo y el SD y no les gustaba el radicalismo de sus grandes rivales. Las SS pensaban que el ejército era estirado, conservador, esnob y reaccionario. También existía la preocupación en los escalafones superiores del ejército de que Hitler estuviera dispuesto a lanzarse a una guerra antes de que el país estuviera adecuadamente preparado.
El ataque a la dirección del ejército estuvo organizado por Himmler, Heydrich y Goering, todos los cuales tenían sus motivos de venganza. Goering estaba muy molesto con el ejército porque éste se oponía a la expansión de su Luftwaffe y ambicionaba convertirse en comandante en jefe de las fuerzas armadas. Himmler y Heydrich estaban decididos a aumentar el número de unidades de las SS y a acabar con la posición conservadora del ejército como único portavoz de armas en el Tercer Reich. Hitler cesó al ministro de la Guerra, von Blomberg, quién sin saberlo se había casado con una mujer que en una ocasión había posado para fotografías pornográficas; Himmler y Goering habían preparado cuidadosamente el informe sobre este delicado asunto. También obtuvieron la dimisión de von Frisch, el comandante en jefe del ejército, inventando pruebas de que era homosexual.
Hitler asumió ahora el control directo de las fuerzas armada. El general Keitel, un servil burócrata, fue nombrado para dirigir una nueva organización, el Alto Mando de las fuerzas armadas (OKW). Von Brauchtsch fue destinado al Alto Mando del ejército (OKH). Aunque no era un hombre del partido como Reichenau, a quién Hitler había elegido primero, era un subordinado manejable con una fanática mujer nazi. Por ello era aceptable tanto para el ejército como para Hitler. El resultado de esta reorganización fue que hubiera más confusión en la cumbre, con una interminable duplicación del trabajo y falta de coordinación entre el OKW, el OKH y el personal de la Luftwaffe y la Marina. Hitler siempre se salía con la suya, pero no era una estructura de mando eficaz y armoniosa.
El ejército que había aceptado el asesinato de Schleicher y Bredow no tenía la menor gana de defender al desdichado Fritsch. Los oficiales más jóvenes tendían a identificarse con el régimen. La mayoría de los oficiales parecía estar hipnotizada por Hitler o aterrorizada ante la idea de echar a perder su carrera si se les ocurría criticarlo. En agosto de 1938 el jefe del Estado Mayor del ejército, Ludwig Beck, dimitió como protesta por la política belicista de Hitler y por la negativa de Brauchitsch a enfrentarse al Führer, aunque había dicho que una guerrasignificaría el final de la cultura alemana. Fue sustituído por Franz Halder, un brillante e ingenioso oficial de estado mayor, pero un hombre incapaz de hacer frente a Hitler.
Hubo un reajuste parecido en el ministerio de Asuntos Exteriores. Von Neurath, un diplomático de carrera de impecables opiniones conservadoras, fue sustituído en febrero de 1938 por von Ribbentrop,cuya habilidad diplomática como embajador en Londres le había granjeado el mote de "von Brickendrop". Aunque Hitler había tomado todas las decisiones importantes en política exterior sin consultar al ministro de Asuntos Exteriores, quería eliminar cualquier posible oposición a su política cada vez más agresiva.
Así pues, desde 1936 el país estaba reorganizado para prepararse para la guerra y reforzar más la dictadura. El Plan de Cuatro Años de 1936 puso a la industria bajo el control del estado y el programa de rearme se aceleró. En 1938 el Alto Mando militar fue reorganizado y el ministerio de Asuntos Exteriores fue sujeto a un mayor control en manos de uno de los seguidores más fanáticos de Hitler.
REICHSTAG: Cámara de Diputados.
REICHSRAT: Representantes de los Länder, estados federados (Senado).
K.P.D.: Partido Comunista Alemán.
S.P.D.: Partido Socialdemócrata Alemán.
N.S.D.A.P.: Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán.
D.A.F.: Frente Alemán del Trabajo.
GLEICHSCHALTUNG: Centralización del poder bajo control nazi.
SCHACHT: Ministro de economía. Financiero ortodoxo con excelentes contactos en el mundo de los negocios.
N.S.B.O.: Organización Nacionalsocialista de Células Fabriles.
VOLKSGEMEINSCHAFT: Sensación de comunidad del pueblo alemán.
PLAN ERBHOG: Plan para la construcción de granjas vinculadas.
REICHWEHR: Ejército alemán reducido por el Tratado de Versalles a 100.000 hombres. Se convirtió en un cuerpo elitista.
D.D.P.: Partido Democrático Alemán formado por un "puñado de intelectuales burgueses".
S.D.: Servicio de seguridad.
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