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El corazon del obeso_booksmedicos

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El corazón 
del obeso
Antonio J. Pasca
Módico Especialista universitario en Cardioarvgioiogía por la Universidad del Salvador 
(Argentina) Presidente del Comité de Cardiometabolismo de la Sociedad de Cardiología 
del Oeste Bonaerense (SCOB), adherida a la Federación Argentina de Cardiología 
(FAC). Asesor y expresidente (2002-2004) de la SCOB Expresidente (2009) del Comité 
Organizador del Congreso Nacional de Cardiología de la FAC Exsecretario General 
(2006) de la Mesa Directiva de la FAC Exeditor Asociado (2003-2006) de la Revista de 
la FAC Exasesor del Comité Nacional de Miocardiopatias de la FAC (2002-2004). 
Expresidente (2000-2002) del Comité Nacional de Miocardiopatias de la FAC Módico 
de la Sección de Ecocardiogratla-Doppler del Hospital Privado Nuestra Señorada la 
Merced del Partido de Tres de Febrero Director de Espeaalidadas Módicas Villa Bosch
Julio César Montero
Medico por la Universidad de Buenos Aires. Diploma de Honor. Especialista universitario 
en Nutrición. Docente univeratarlo en la Universidad de Buenos Aires Drector de la 
Escuela Posgrado de Obesidad y Trastornos Alimentarios de la Sociedad Argentina 
de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA), Asociación Módica Argentina (AMA).
Expresidente (2008-2010 y 1993-1995) de Ia S AOTA Miembro del Comité de 
Recertificación en Nutrición de la AMA Miembro de la North America Associatlon for 
Study of Obesity (TOS-NAASO). Exrepresentante (2002-2004) por América Latina en la 
International Association for Study of Obesity (IASO-WOF). Expresidente (1999-2002) 
de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obesidad (FLASO)
Formando profesionales
w w w .in te rm ed ica.com ar 
XXI -2015
Buenos Aires. República Argentina
http://www.intermedica.com
Edi ción en es pa ñol le gal men te au to ri za da por los edi to res y pro te gi da en to dos los paí ses. To­
dos los de re chos re ser va dos. Es ta pu bli ca ción no se po drá re pro du cir, al ma ce nar en sis te mas de 
re cu pe ra ción, trans mi tir en for ma al gu na, por me dio me cá ni co, elec tró ni co, fo to co pia dor, gra ba dor, 
CD Rom u otro, ni en su to ta li dad ni en par te, sin au to ri za ción es cri ta del edi tor. El in frac tor pue de 
in cu rrir en res pon sa bi li dad pe nal y ci vil. Su in frac ción se ha lla pe na da por las le yes 11.723 y 25.446.
El corazón del obeso
Que da he cho el de pó si to que pre vie ne la ley 11.723
ISBN N° 978­950­555­433­1
NO TA
La me di ci na es un cam po en cam bio cons tan te. Se de ben se guir las pre cau cio nes de se gu ri dad 
con ven cio na les, pe ro a me di da que las nue vas in ves ti ga cio nes y la ex pe rien cia clí ni ca ex pan den 
nues tros co no ci mien tos, pue de ser ne ce sa rio o apro pia do im ple men tar cam bios en la te ra péu ti ca y 
la far ma co te ra pia. Se acon se ja a los lec to res com pro bar la in for ma ción más ac tua li za da del pro duc to 
pro vis ta por el fa bri can te de ca da fár ma co que se va a ad mi nis trar pa ra ve ri fi car la do sis re co men da­
da, el mé to do y la du ra ción de la ad mi nis tra ción y las con train di ca cio nes. Es res pon sa bi li dad del pro­
fe sio nal que pres cri be, con fian do en su ex pe rien cia y el co no ci mien to so bre el pa cien te, de ter mi nar 
las do si fi ca cio nes y el me jor tra ta mien to pa ra ca da ca so. Ni el edi tor ni el au tor asu men nin gu na res­
pon sa bi li dad de bi do a le sio nes o da ños a per so nas o a la pro pie dad de ri va dos de es ta pu bli ca ción.
Fecha de catalogación: 29/10/2014
© 2015 – by Edi to rial In ter­Mé di ca S.A.I .C.I.
 Ju nín 917 – Pi so 1º “A” – C1113AAC
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Impreso en GALT S.A.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Este libro se terminó de imprimir en noviembre de 2014. Tirada: 1000 ejemplares.
Pasca, Antonio J.
 El corazón del obeso. ­ 1a ed. ­ Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Inter­Médica, 2014.
 128 p. : il. ; 23x16 cm. 
 ISBN 978­950­555­433­1 
 1. Cardiología. 2. Obesidad.
 CDD 616.12
V
PRÓLOGO
El libro de los Dres. Antonio Pasca y Julio Montero ofrece al lector una prolija, ordenada y actua­
lizada visión de este problema endémico.
Debe, efectivamente, considerarse a la obesidad como una cuestión de indudable repercusión 
mundial que pronostica, quizás, la involución de la especie humana, si no logra detener su deletérea 
proyección.
Se encontrarán, en estas páginas, diferentes aspectos del corazón del obeso, y la problemática 
centrada en el aparato cardiovascular; algunos puntos, como la paradoja de la obesidad, plantean 
para nosotros también la paradoja de la humanidad: 800 millones padecen hambre, mientras que 
un cincuenta por ciento más sufre de sobrepeso y obesidad. 
Quizás podamos finalizar con una frase del médico y académico veronés del siglo XVIII, Josef 
Gazola: “No queremos entender que la precaución es el mejor médico del mundo, y que la medicina 
más aventajada es una comida y una bebida más natural que deliciosa; un aire acomodado al tem­
ple de cada uno; un ejercicio moderado, y el reposo que basta para la renovación de las fuerzas. Y, 
sobre todo, una alegría interior que con ninguna otra cosa se logra sino con la satisfacción que da 
una buena conciencia”.
Es nuestro deseo que los autores y lectores de esta importante obra compartan estas frases.
Rubén Elías Feldman y Matías Fabián Feldman
VII
PREFACIO
CARDIOOBESIDAD ¿UNA NUEVA ESPECIALIDAD MÉDICA?
Desde los albores de la medicina, la práctica médica se ha organizado en función de las divisiones 
establecidas en la medida que el conocimiento científico y las técnicas de investigación fueron 
posibilitando.
Así, la primitiva división en medicina interna y externa se fue transformando en especialidades 
según el desarrollo de todas las ramas de la ciencia. La atribución de la causa de la enfermedad al 
desequilibrio de “humores” fue transitando, pasada ya la mitad del siglo XVIII, al criterio anatomopa­
tológico, que concentró la atención en la alteración de la anatomía y función de órganos y tejidos.
Bajo este concepto, se fueron generando la mayoría de las especialidades médicas que, al influir 
sobre todos los sectores participantes, concentraron su atención en la profundización de causas y 
mecanismos, lo que impulsó un extraordinario progreso, si se tiene en cuenta el tiempo transcurrido.
Al mismo tiempo, los cambios que se iban produciendo en el principal interlocutor externo del 
genoma, el ambiente, incrementaron de manera vertiginosa la influencia de agentes y mecanismos 
que, en forma irrespetuosa, desconocieron los límites establecidos para las especialidades médi­
cas, y las afectaron en sus respectivos territorios de competencia simultáneamente.
De esta manera, el amplio impacto de los factores ambientales obliga a los clínicos y especiali­
zados a enfrentarse con problemas para los que no han recibido formación de grado.
La irrupción del concepto de síndrome metabólico, como ejemplo emblemático, originado en 
una particular interacción genéticoambiental, ha modificado los respectivos escenarios en los que 
tradicionalmente se desenvolvían clínicos, cardiólogos, psiquiatras y nutricionistas, entre otros, y 
trasformó estos campos en un espacio donde todos se ven obligados a concurrir y actuar por alguna 
razón. Dermatólogos y endocrinólogos, ginecólogos y oncólogos, obstetras y fisiólogos del ejerci­
cio, entre otros, no han quedado fuera.
Estos especialistas se ven en la obligación de enfrentar los problemas propios de su especiali­
dad y, al mismo tiempo, las causas situadas fuera de ella, lo que crea un espacio mal definido, am­
biguo y confuso, en el que es difícil discernir dónde empieza y termina la competencia de cada uno.
Precisamente, debidoa la epidemia cardiovascular −la principal causa de muerte en las socieda­
des occidentalizadas, originada por un efecto ambiental que escapa a la formación y competencia 
de la cardiología− nos hemos sentido en la necesidad de desarrollar este texto.
Tal vez sea necesario plantearse si un rediseño curricular no sería el camino para concentrar en 
una única categoría profesional ese mosaico de factores que, en forma obligada, deben ser mane­
jados por diferentes especialidades, cuyos fundamentos y objetivos no pueden ser compartidos en 
la medida justa y conveniente. 
De este modo, cardiólogos, nutricionistas, profesores de educación física, psiquiatras y psicólo­
gos intentan, según el alcance de sus conocimientos, resolver una situación que comparten entre 
sí, aunque no en su totalidad, y con el particular enfoque que les dan sus diferentes ángulos de 
observación, expectativas y terapéuticas.
El resultado de la interacción de los factores predisponentes primarios y exclusivos del territorio 
cardiovascular con la nutrición y los psicofármacos modernos son una demostración de que la 
salud cardiovascular no puede descansar en el contenido de una currícula basada en la división 
anatomofuncional.
Por constituir la obesidad un signo semiológico social que manifiesta el efecto de un estilo de 
vida particular sobre la población, la hemos tomado como el símbolo extracardiológico que vincula 
a la nutrición con mecanismos etiopatogénicos originados más allá de los límites espaciales y tem­
porales considerados por la cardiología tradicional.
Intentamos que este texto sea el llamado de atención que promueva una respuesta más amplia 
e integradora en la búsqueda de la solución a un conflicto de competencias que la evolución de la 
especie, de manera inintencionada e inocente, ha ido planteando a cada uno de sus actores.
Dr. Antonio J. Pasca
Dr. Julio C. Montero 
AGRADECIMIENTOS
A nuestras esposas e hijos, 
por la vasta comprensión y respaldo
Consideramos que el conocimiento es patrimonio de todos: 
nadie es su dueño. Y para que pueda extenderse y profundizarse, 
el saber debe ser compartido…
Fragmento del Discurso Inaugural del Congreso Nacional 
de la Federación Argentina de Cardiología 2009.
(www.fac.org.ar/1/cong/2009/discursos/mensaje_pasca.pdf)
XI
CONTENIDO
Prólogo ...................................................................................................................................................................... VII
Dr. Rubén E. Feldman
Dr. Matías F. Feldman
Prefacio ...................................................................................................................................................................... IX
Dr. Antonio J. Pasca
Dr. Julio C. Montero 
Capítulo I
Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso y su contexto antropológico 
en relación con la enfermedad cardiovascular ............................................................................................ 1 
Capítulo II
Obesidad: definición, diagnóstico y conceptos fisiopatológicos generales ................................................. 21
Capítulo III
La enfermedad cardiovascular y su relación con la obesidad ........................................................................ 39
Capítulo IV
Evaluación clínica cardiológica del paciente con peso excesivo ................................................................... 65
Capítulo V
Encuadre terapéutico del paciente con enfermedad cardiovascular y obesidad asociada ....................... 81
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1
Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
Introducción
El peso de la obesidad
Numerosos estudios han asociado el aumento de peso y la obesidad (O) con mayor mortalidad.1 
La Organización Mundial de la Salud (OMS)2 define a la O como una acumulación de grasa anormal 
o excesiva en el tejido adiposo, que con el tiempo perjudica la salud.3 
Conceptualmente, nuestro grupo la define como una enfermedad sistémica, multiorgánica, me-
tabólica e inflamatoria crónica, multiderterminada por la interrelación entro lo genómico y lo ambien-
tal, fenotípicamente expresada por un exceso de grasa corporal (en relación con la suficiencia del 
organismo para alojarla), que conlleva mayor riesgo de morbimortalidad.4 Esta definición apunta 
más a una consideración clínica que anatómica, sin descuidar los indicadores antropométricos de 
riesgo (fig. 1-1).
Ambas definiciones hacen del exceso de grasa el principal actor fisiopatológico, aunque evi-
dencias experimentales, epidemiológicas y clínicas parecen demostrar que es el comportamiento 
adiposo frente a la sobrecarga de grasa, más que la magnitud absoluta de ésta, la causa del dis-
metabolismo sistémico. 
La respuesta disfuncional adiposa, es decir, la pérdida de la homeostasis del conjunto de 
células que constituyen el tejido adiposo, y su consecuente disregulación (individualmente 
variable), hacen que el aumento de peso y la adiposidad (en especial la abdominal), se tornen 
no sólo en indicadores, sino también en riesgos para la salud, en particular, para el miocardio 
y la vasculatura.5 
A la alteración en la composición corporal se le suman los efectos de la alimentación, que pue-
den constituir un riesgo independiente para la enfermedad cardiovascular.
Aspectos epidemiológicos globales 
y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación 
con la enfermedad cardiovascular 
FACTORES GENÉTICOS
OBESIDAD
DETERMINANTES 
AMBIENTALES
MECANISMOS 
FISIOPATOLÓGICOS, 
METABÓLICOS E 
INFLAMATORIOS
AUMENTO 
DE LA MORBIMORTALIDAD
Figura 1-1. Definición de Obesidad: consideración clínica.
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2
 El corazón del obeso
Se puede ponderar indirectamente la cantidad de grasa de un individuo aplicando el índice de 
masa corporala (IMC), utilizado en la práctica para definir sobrepeso (S) y O.
Aumento de peso y riesgo
Algunos estudios, como el de Mason y col., han demostrado un aumento de la mortalidad aso-
ciada con aumento de peso,6 aun sin alcanzar la categoría de O, con el incremento relativo de la 
mortalidad en mujeres cuando el IMC era >19 Kg/m2. 
El aumento de peso desde el final de la adolescencia, aun con un IMC dentro del rango normal, 
puede asociarse con alteraciones semejantes a las de la O, o da lugar a la categoría de “obesos 
de peso normal”.7-8 
Precisamente, el aumento de peso puede incrementar la morbimortalidad sin dejar registro esta-
dístico de esta asociación. Incluso prescindiendo de estos datos, el exceso de peso (EP) presagia 
un aumento importante de la incidencia de enfermedad cardiovascular y diabetes en los próximos 
años, así como también de otras dolencias crónicas con reducción de la esperanza de vida. 
Los años de vida perdidos como consecuencia de la O, directa o indirectamente, difieren en for-
ma sustancial entre razas y sexos, pero se calcula que para adultos puede llegar hasta el extremo 
de 23 años. 
La OMS vaticina además, que alrededor de 7 millones de personas perderán la vida a raíz de 
enfermedades no transmisibles en 2030.2
Aspectos epidemiológicos generales
La prevalencia de O se ha elevado notablemente en las últimas décadas (en forma explosiva 
desde hace 20 años), tanto en niños, como en adultos,9-24 con todo lo que acarrea en sufrimiento 
humano e impacto económico sobre los presupuestos de salud en las diversas comunidades. 
Ha aumentado en forma singular tanto en Occidente9,11,13,17,22 como en Oriente19-21, en países 
desarrollados como en los que están en vías de desarrollo, especialmente en las regiones urbanas 
pobres de América Latina y Asia.25-29 
En estos lugares, la O suele coexistir con desnutrición y conforman la “carga sanitaria dual del 
siglo XXI”. A la tradicional malnutrición y enfermedades infecciosas de varias generaciones ahora 
se suma el exceso de reservasgrasas, y sus consecuencias cardiometabólicas están potenciadas 
por la disminución de la actividad física y el sedentarismo.
Los “nuevos obesos pobres” se contraponen con los “tradicionales obesos ricos” como dos mo-
delos de la enfermedad30-32 (fig. 1-2). 
Los tradicionales obesos ricos se distinguen de los obesos pobres por la calidad de la alimen-
tación y porque gozan incluso de la posibilidad de elegir y acceder a servicios de salud de mejor 
calidad.
La hipótesis de Barker,33-34 en un modelo atrayente, intrincado y, a la vez, controvertido, explica 
el desarrollo de O, enfermedades cardiovasculares y diabetes mellitus (DM2) en la etapa adulta, a 
partir de la nutrición materna durante el embarazo, así como de la exposición a infecciones en la 
temprana infancia. 
En síntesis, esta teoría propone tres etapas: 
a Relación peso (kg) / talla (m)2 que guarda buena relación con la grasa corporal, utilizada para clasificar a los sujetos según su 
corpulencia en: bajo peso (<18,5), normopeso (18,5-24,9), sobrepeso (25-29,9) y obesidad (>30).
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3
Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
1. Inicial: Las carencias nutricionales maternas originan desnutrición fetal que causa modificacio-
nes estructurales y funcionales en diversos sistemas y aparatos. 
2. Intermedia: Cambios clínicos y bioquímicos contribuyen a la evolución de las enfermedades 
cardiovasculares. 
3. Final: instauración definitiva de las enfermedades cardiovasculares.
En 2008, la OMS informó que el EP (S + O), quinto factor principal de riesgo de muerte en el 
mundo, afectaba a unos 1.500 millones de personas mayores de 20 años, de los cuales 200 millo-
nes de hombres y cerca de 300 millones de mujeres presentaban O. En general, más de 1 de cada 
10 personas de la población adulta mundial eran obesas. 
El 65% de la humanidad habita en los países donde el S y la O se cobran más vidas que las que 
se cobran las consecuencias asociadas con la insuficiencia ponderal. 
En 2011, alrededor de 40 millones de niños menores de 5 años tenían S. En los países en de-
sarrollo, viven cerca de 30 millones de niños con S, mientras que, en las naciones desarrolladas, 
esa cifra es de 10 millones.3 
En 2015 el EP afectará a 2300 millones, y más de 700 millones desarrollarán O. Al menos 20 
millones de niños menores de 5 años engrosarán los porcentajes de S, y reducirán su expectativa 
de vida entre 4 y 10 años.35
Sobre estas estadísticas, la OMS afirmó que la O es una pandemia (“globesity”) y configura el 
primer caso en que una enfermedad crónica no transmisible posee características epidémicasb (fig. 
1-3). Por ello, la institución ha implementado un Plan de acción 2008-2013 para la prevención y 
control de la O, con el fin de afrontar y prevenir las complicaciones que acarrea. 
El Plan de acción se fundamenta en el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco y 
la estrategia mundial sobre régimen alimentario, actividad física y salud, que proporciona una hoja 
de ruta para establecer y fortalecer iniciativas de vigilancia, prevención y tratamiento de las enfer-
medades no transmisibles.2
La pérdida de 2,8 millones de vidas por año, atribuible a la O, se duplicaría en el año 20209 en 
función de los riesgos que implica para la salud, y se debe tener en cuenta que la O se asocia con 
hipertensión arterial (presente en el 26% de los obesos) y cáncer (la padecen el 42% de los que 
desarrollan cáncer de mama y de colon).
El 80% de los casos de DM2, el 70% de los cardiovasculares y el 30% de las afecciones de la 
vesícula biliar están vinculados con la O. 
Estos datos estadísticos asumen una trascendencia fundamental, ya que las enfermedades cardio-
vasculares son afecciones crónicas que constituyen la principal causa de morbimortalidad en el mun-
OBESIDAD
OBESO POBRE OBESO RICO
Figura 1-2. Obeso pobre y obeso rico. Diferentes obesidades.
≠
b En realidad, “endemo-epidemia”.
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4
 El corazón del obeso
do actual (17,5 millones de 
muertes anuales en 2005), y 
representan un 30% de las 
muertes (fig. 1-4). 
La cardiopatía coronaria 
es la primera etiología cardio-
vascular de muerte, con 7,6 
millones, y las enfermedades 
cerebrovasculares son res-
ponsables de 5,7 millones.2 
La DM2 (epidemia mun-
dial en ascenso), los tras-
tornos ocasionados por las 
enfermedades del aparato 
locomotor (especialmen-
te, artrosis), la depresión y 
algunos cánceres (gineco-
lógicos y de colon), asocia-
dos con la O, son una reali-
dad preocupante. 
Es importante señalar que el 80% de las muertes por enfermedades crónicas se evidencia en los 
países de bajos y medianos ingresos, donde reside la mayor cantidad de habitantes de la población 
mundial (fig. 1-5).29
Aspectos epidemiológicos por regiones
Eurozona
En 1997, el Institute of European Food Studies (IEFS)36 realizó un ensayo en la Unión Europea 
con datos autorreferidos, cuya finalidad fue establecer la proporción y las características sociode-
mográficas de la población obesa en aquel momento. 
En el estudio, participaron 15 países que seleccionaron muestras representativas de aproximada-
mente 1000 residentes mayores de 15 años en cada nación, y enrolaron un total de 15.239 sujetos. 
El mayor porcentaje de O se observó en el Reino Unido (12%) y el menor, en Italia, Francia y Suecia 
(7%), pero cuando se analizaron S y O juntos, España, Alemania y Grecia ostentaban la prevalencia 
más significativa. Alrededor de la mitad de los varones y un tercio de las mujeres presentaban S; en 
cambio, estas últimas eran un poco más obesas que los hombres; y cuanto más elevado era el nivel 
socioeconómico, menores eran 
los guarismos de O.
A pesar de que la prevalencia 
de otros factores de riesgo y estilo 
de vida no saludables (hiperten-
sión arterial, dislipemia, etc.) es-
tán en descenso, la O y el S, en 
cambio, están en aumento sosteni-
damente. Muestra de ello son las 
últimas referencias de S y O en In-
glaterra, donde 1 de cada 4 adultos Figura 1-4. Distribución global de causas de muerte en el mundo actual.
Figura 1-3. Porcentaje de obesidad en adultos a nivel mundial.
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5
Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
fue clasificado como obeso 
en el año 2010, y los niños 
(entre 2 y 15 años) con es-
tas afeccciones aumentaron 
un 11% (varones) y una 12% 
(niñas) desde 1995.37
En noviembre de 2006, 
en la Ciudad de Estambul, 
una conferencia interminis-
terial con intervención de la 
International Obesity Task 
Force (IOTF)38 informó que 
en Europa la prevalencia de 
la O se intensificó 3 veces 
en los últimos 20 años; la 
mitad de la población adulta y 1 de cada 5 niños tienen S, y de éstos, un tercio es obeso, con predomi-
nio en las regiones mediterráneas y del este, en comparación con las zonas norte, centro y oeste del 
continente, del que en algunos países la proporción estimada de niños con S es del 30%. El número 
de infantes con S y O ha pasado de 0,2% en la década de 1970 a 2% al año en la actualidad, lo que 
significa que esta fracción de la población europea incrementa en 400.000 el número de individuos 
con S y O, lo cual da paso a una nueva carga sanitaria y afecta la calidad y esperanza de vida.
Un millón de muertes ocurren anualmente en el Viejo Mundo debido a enfermedades relaciona-
das con el EP, y perjudica esencialmente a las personas de más bajos recursos, lo que marca más 
los efectos de la desigualdad económica y de las amplias diferencias culturales y sociodemográfi-
cas (figs. 1-6 y 1-7).39 
Se calcula que los costos directos por gastos de salud debidos a O y S en adultos ascienden casi 
al 8% del gasto de salud, porcentaje que se duplica para los gastos indirectos.
En 2005, la Unión Europea publicó el Libro Verde bajo el título “Fomentar una alimentación sana 
y la actividad física:una dimensión europea para la prevención del exceso de peso, la obesidad y 
las enfermedades crónicas”.38 
En setiembre de 2008, el Parlamento europeo acoge al Libro Blanco “Estrategia europea sobre 
problemas de salud relacionados con la alimentación, el sobrepeso y la obesidad”, como una herra-
mienta valiosa para conte-
ner la expansión de la O y el 
S, y enfrentar las afecciones 
relacionadas con la dieta, 
como las enfermedades car-
diovasculares, la diabetes y 
el cáncer (fig. 1-8).40 
Es interesante puntuali-
zar la preocupación de las 
autoridades de la eurozo-
na por los problemas de 
salud que arrastra el EP, y 
el abordaje preventivo inte-
gral, en el que incluye sec-
tores o actividades relacio-
nados con la industria, la 
alimentación, la educación, 
Figura 1-5. Cantidad de muertes previstas por causas principales (miles), 
para todas las edades, en 2005.
Figura 1-6. Países de Europa. Sobrepeso y obesidad en adultos de ambos 
sexos.
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6
 El corazón del obeso
el transporte, los medios de 
comunicación, los servicios 
sanitarios, el ámbito políti-
co y la sociedad civil. Como 
ejemplo, citamos el interés 
y esfuerzo de varios go-
biernos en sus respectivas 
legislaciones en 2011 (Di-
namarca, Finlandia, Francia, 
Hungría, entre otros) que 
abarcaron estrategias más 
complejas, como estable-
cer un gravamen adicional 
importante a los alimentos 
ricos en grasa y azúcar.
A pesar de la multifacto-
riedad mencionada, no se 
debe perder de vista que la alimentación es el factor de mayor fuerza para la modificación del 
peso.
Asia y Oceanía
En la región asiática y en el Pacífico occidental, la escasez de datos epidemiológicos y la falta de 
uniformidad en las normas de referencia dificultan la obtención de informes fidedignos.41 Aquí, como 
en otras regiones del planeta el EP coexiste con la desnutrición.6 
Figura 1-7. Europa. Sobrepeso y obesidad en adultos.
Figura 1-8. Europa. Sobrepeso y obesidad en niños de 7 a 11 años.
40%
30%
20%
10%
0%
Hombres Mujeres
Obesidad
Sobrepeso
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7
Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
En Filipinas, un registro de 1998 muestra un predominio de S en los jóvenes, mientras que en 
los adultos es a la inversa. El EP es más significativo en los sectores urbanos que en los rurales, en 
los grupos socioeconómicos eminentes de las comunidades y en las mujeres de mediana edad.42 
En las ciudades de Indonesia, la O es del 21,5 %, en comparación con el 7,5% en el medio rural, 
y se nota un fuerte impacto del nivel socioeconómico, fundamentalmente en los niños, en varias 
naciones. Por ejemplo, en las escuelas privadas de Manila, el EP es superior al de las escuelas 
públicas, y esto es a la inversa cuando la variable es la malnutrición. La dispersión en los porcen-
tajes es abismal. 
En Vietnam, el EP es inferior al 2% mientras que, en Nauru, el 83,2% de los hombres y el 78,8% 
de las mujeres son obesos. 
Es necesario destacar que en muchas islas del Pacífico occidental existe una connotación cul-
tural que incide en forma notoria sobre los índices. La corpulencia es considerada un símbolo de 
belleza y de estado social elevado; esto y sumado a otras circunstancias favorece la expansión de 
la O.43,44 
En Australia, se estimó que el 67% de los varones adultos y el 52% de las mujeres padecen EP, 
o sea, alrededor de 8 millones de australianos. Los porcentajes de O eran más elevados en el sexo 
femenino; 22% frente al 10% en los varones.45 Asimismo, en Nueva Zelanda, los valores eran 19,2% 
para las mujeres y 14,7% para los hombres (fig. 1-9).46
Es conveniente subrayar que los resultados de una investigación sobre una etnia no deben ser ex-
trapolados a otra. Ni siquiera los de IMC publicados por la OMS pueden ser aplicados a otra raza que 
no sea la caucásica, debido a que sujetos con el mismo IMC pueden diferir en la cantidad de grasa si 
pertenecen a razas distintas. Por ejemplo, en los chinos de Hong Kong la prevalencia de O para un IMC 
de 30 kg/m2 fue 3,4%, pero cuando se la consideró en función de la cantidad de grasa subió a 26,9%. 
Japoneses y chinos desarrollan síndrome metabólico con valores de IMC de 25 kg/m2 –a dife-
rencia de los caucásicos, en quienes la prevalencia comienza a elevarse a partir de esta cifra para 
Figura 1-9. Poblaciones de las regiones del Océano Pacífico y Océano Índico. Obesidad en mujeres de entre 
25 y 69 años.
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8
 El corazón del obeso
hacerlo francamente al alcanzar el valor de 30–,47 y demuestran mayor vulnerabilidad ante igual 
cantidad de grasa, con mayor tendencia a la localización abdominal.48 
Por este motivo, el Comité de Expertos de la OMS dispuso en 2002 que se considere “saluda-
ble” para la población asiática un IMC entre 18,5 y 23 kg/m2.49 
En contraste, los polinesios tienden a ser más musculosos y de menor cantidad de grasa corpo-
ral que los europeos, por lo que se deberían emplear valores de IMC más altos, aunque su propen-
sión a la diabetes es mayor.50 
África
El continente africano brinda un escenario para el análisis profundo, no sólo por su presente sino 
principalmente por lo que enseña su historia. 
Es allí, en el corazón de sus selvas tropicales, en el valle del Rift (señalado en el mapa) donde 
se habría producido la emocionante experiencia de la “divergencia evolutiva”. Hace 5 a 8 millones 
de años, los simios habrían seguido su ruta, pero una fracción de ellos, los homínidos, se habría 
separado en dirección al desarrollo de la especie humana (fig. 1-10). 
¿Por qué? ¿Cuál o cuáles habrían sido los motivos? ¿Qué habría disparado el o los factores 
catalizadores para el cambio? Estas y muchas otras preguntas no tienen, por el momento, una 
respuesta satisfactoria, pero sin duda la escasez y la inconstancia del alimento han desempeñado 
un papel relevante en este proceso y, seguramente, han sido un estímulo incesante que impulsó la 
adaptación a las características ambientales propias de cada lugar, ya que la obtención de alimento 
ha sido un reto constante para asegurar la subsistencia.
Los restos fósiles de Lucy, un Australopithecus afarensis, uno de los primeros miembros de la lí-
nea humana, hallados en 1974 en Afar, Etiopía, ilustran la consolidación del elemento determinante 
Figura 1-10. Rumbo que tomaron los homínidos al separarse de los simios.
	
  
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Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
evolutivo, la bipedestación que, conseguida a través de una reestructuración anatómica, reemplazó 
la traslación vertical de los grandes simios por la horizontal, y optimizó la eficiencia energética para 
el traslado y la capacidad migratoria.51 
Así, en forma paulatina, accedieron a otras áreas de aprovechamiento, lo que permitió la in-
corporación de nuevos alimentos (animales, vegetales, el acceso a algunos minerales, etc.)52 que 
influyeron fuertemente en la vasta e intrincada marcha de la hominización, que desembocó en la 
aparición del Homo Sapiens Sapiens hace 160.000 a 200.000 años. 
La sintonía con la naturaleza se debió a su característica de recolector y cazador, superó las dificul-
tades en un paisaje asiduamente cambiante, se ensambló la biología a los distintos ambientes y logró 
en forma gradual una amplitud de respuestas adaptativas que le permitieron alcanzar una nutrición 
satisfactoria en entornos tan disímiles como los del ecuador y los de los casquetes polares.51 
El sistema musculoesquelético se fue perfeccionando hasta permitir el recorrido de enormes 
distancias bajos climas diversos y alimentos variados, y el alejamiento progresivo del ecuador dio 
lugar al éxodo africano que llevó a conquistar el planeta. 
Hace 10.000 a 12.000 años ocurrió la última glaciación, inauguración del Holoceno actual, en 
que se produjo un impacto mayúsculo no soloen la metamorfosis de la flora y la fauna de la tierra, 
sino en la historia de la humanidad. 
El hombre, forzado por su instinto de conservación, frente a este contexto carente de provisio-
nes y a una población en persistente crecimiento, se estableció en las orillas de los grandes ríos y 
abandonó su nomadismo recolector y cazador a cambio de una residencia fija, imprescindible para 
la domesticación de animales y la práctica de la agricultura, es decir, la Revolución Neolítica. 
Pasó así de una economía depredadora a otra productiva. En forma pausada se fueron creando 
las condiciones para el sedentarismo, si bien estuvieron disimuladas por períodos de duro trabajo 
labriego antes de la industrialización. 
El hombre había comenzado a tomar distancia de la naturaleza. El metabolismo diseñado an-
cestralmente para una máxima eficiencia, para el acopio energético y el almacenamiento de reser-
vas grasas, para el ahorro de glucosa y la optimización del gasto, arribó súbitamente a un mundo 
inédito de abundancia alimentaria hiperenergética y segura, lo que generó un “desacople entre la 
concepción y la realidad”, “la gran discrepancia” (fig. 1-11). 
En la actualidad, África es fiel reflejo de ese mundo de contrastes: paradójicamente, coexisten 
desnutrición (32% de la población desnutrida mundial habita en la región subsahariana), HIV, tu-
berculosis, malaria y O. 
Es el continente menos urbanizado, pero sus ciudades están creciendo a un ritmo sin preceden-
te y, con ello, se observa un paso abrupto de la malnutrición a la ingesta de alimentos baratos con 
un alto contenido en grasas, almidones y azúcares, actualmente conocidos como SoFAS (grasas 
sólidas y azúcares agregados). 
Ziraba y colaboradores,53 en un análisis reciente demostraron que el S y la O se han incrementado 
casi un 35% en 10 años en 7 países del África subsahariana, y son mayores entre los más pobres 
(>50%) que entre los más ricos (>7%). Según este estudio, la prevalencia del S y la O aumentó un 
5% anual.
En Marruecos, el 40% de la población tiene S; en Kenya, el 12%; y en Nigeria, entre 6 y 8% son 
obesos. 
En Sudáfrica, 1 de cada 3 varones (29,2 %) y más de 1 de cada 2 mujeres adultas (56,6%) tienen 
S u O. La O abdominal es del 9,2% en el sexo masculino y 42% en el femenino.54
Estados Unidos y Canadá
El emblema del estilo de vida occidental, sin lugar a duda lo representan los Estados Unidos (figs. 
1-12 y 1-13), donde las estadísticas provistas por la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud 
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10
 El corazón del obeso
(NHANES, 2007-2010),55,56 cons-
tatan que más de la tercera par-
te los adultos tiene O, y la pro-
porción de los extremadamente 
obesos sobrepasa el 6%. 
Los adultos pertenecientes 
a la raza negra presentan ma-
yores índices de O, seguidos 
por los de origen hispano y los 
blancos. 
En 2007, dicha encuesta in-
formó que alrededor del 32% de 
la población infantil tiene S, 16% 
de los niños son obesos y 11% 
son extremadamente obesos, lo 
que dibuja una curva ascenden-
te en las últimas décadas.55 
Obviamente, la O se ha 
transformado en un problema 
sanitario de suma importancia en los Estados Unidos por las implicancias actuales y futuras que ello 
conlleva, incluso en los costos económicos (en la actualidad: 79.438 millones de dólares anuales). 
Con el 70% de los adultos con EP (45-60% hace 40 años), sumado al envejecimiento de la 
población (se espera que en 2050 haya aumentado de 40,2 a 88,5 millones), el desenlace obligado 
para los próximos años es un bombardeo de complicaciones de la O, en especial de enfermedades 
cardiovasculares. 
Si se tienen en cuenta estimaciones de 2006, 81,1 millones de personas poseen una o más 
formas de afección cardiovascular.58 
Stewart y colaboradores59 informaron que el aumento de la expectativa de vida logrado por la 
disminución del hábito tabáquico disminuirá en 0,71 años hacia el año 2020 en una persona de 18 
años debido al incremento del IMC en la población general.
En 2011, la Agencia Canadiense de Salud Pública indicó que alrededor del 60,6% de los 
adultos canadienses (68,2% de los hombres y 53,1% de las mujeres) presentaban EP. Allí, 1 de 
cada 4 canadienses es obeso. En los niños y jóvenes de entre 6 y 17 años, la O es del 8,6% 
y se ha incrementado 2,5 veces en las últimas décadas, con mayor prevalencia en el sexo 
masculino.60 
Un ensayo canadiense de 2005 determinó que un tercio de las personas que correspondían a la 
categoría de peso normal en los años 1994-1995 habían desarrollado S en el período 2002-2003, y 
casi una cuarta parte de las que tenían S fueron clasificadas como obesas luego de un período de 
8 años. Un 10% de las personas que padecían S en 1994-1995 habían progresado al peso normal 
en 2002-2003.61
América Latina
América Latina, con una superficie de casi 21.100.000 km2 y alrededor de 570 millones de habi-
tantes, es una de las regiones más homogéneas, por lenguaje, historia y raíces culturales. 
En las últimas décadas, la “transición demoepidemiológica y nutricional”, está modificando los 
índices de bajo peso por los de O.29,62,63 Es decir, se está originando el cambio de un patrón de in-
salubridad y hambrunas con alta prevalencia de enfermedades infecciosas y de desnutrición, a otro 
de alta prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles (figs. 1-14 y 1-15).64 
Figura 1-11. “El desacople entre la concepción y la realidad”, “la gran 
discrepancia”.
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Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
Migración, urbanización, 
crecimiento económico, me-
dios masivos de comunica-
ción y avances tecnológicos 
en las tareas cotidianas y 
laborales han contribuido al 
cambio de estilo vida y hábi-
tos alimentarios.65 
El alza en el consumo de 
alimentos de elevada densi-
dad de energía, sumado al 
sedentarismo, sería el princi-
pal elemento en el desarrollo 
de la epidemia de O,27 con 
una gran variación entre los 
principales países constituti-
vos de la región (Argentina, 
Brasil, México, Paraguay y 
Perú) que oscila entre 9,9% y 35,7%.28 El sector más vulnerable es el de menor nivel socioeconó-
mico y educacional.66 
La coexistencia de déficit y exceso energético en América Latina genera un escenario complejo 
para su abordaje.67 Es importante destacar que, en los adultos, el 75% de la mortalidad se debe 
a enfermedades crónicas,68 y la enfermedad cardiovascular es la principal causa no traumática.69
En México, los resultados de la ENSANUT 201270 señalan que los porcentajes de O se han 
intensificado vigorosamente, así como los de DM2, hipertensión arterial y enfermedad coronaria; en 
especial en la zona norte, donde la actividad industrial es mayor. El S en el sexo masculino es del 
42,5%, y en el femenino, 35,9%; en cuanto a O, para el primero es 26,8% y para el segundo 37,5%. 
Es decir que S y O reúnen al 69,4% de los hombres y al 73% de las mujeres mayores de 20 años. 
En niños y adolescentes, los registros también son preocupantes: 1 de cada 3 adolescentes 
tiene EP, es decir, 5.757.400 habitantes. Entre 1999 y 2006, el S y la O en niños de 5 a 11 años de 
edad aumentaron de 18,6 a 26%.71-73
En Colombia, de acuerdo 
con la Encuesta Nacional de 
Situación Nutricional (ENSIN 
2010), realizada por el Institu-
to Colombiano de Bienestar 
Familiar (ICBF), el 51,2% de 
la población adulta presenta 
S (hombres, 34,1%; mujeres, 
35%); y el 16,5% presenta O 
(hombres, 11,5%; mujeres, 
20,1%). En niños de 5 a 9 
años, el S es de 4,3%; de 10 
a 17 años, 10,3% (hombres, 
8,1%; mujeres, 12,3%.)74 
En Paraguay, según la 
Sociedad Paraguaya para 
el Estudio de la Obesidad 
(SPEO), la prevalencia de 
Figura 1-12. Estados Unidos. Prevalencia de sobrepeso y obesidad en 
la población de 20 a 74 años (2005-2006).
Figura 1-13. Estados Unidos. Prevalencia de obesidad y sobrepeso en 
niños y adolescentes de 2 a 9 años.
40%
35%
30%
25%
20%
15%
10%
5%
0%
20%18%
16%
14%
12%
10%
8%
6%
4%
2%
0%
25-30 igual o >30 igual o >40
IMC
2-5 años 6-11 años 12-19 años
Obesidad
Sobrepeso
Fuente: www.cdc.gov/nchs/nhanes
Fuente: www.cdc.gov/nchs/nhanes
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 El corazón del obeso
S y O en adultos es del 
64,5%, uno de los por-
centajes más altos de 
América Latina (hombres, 
S: 52%, O: 9,8%; muje-
res, S: 60,6%, O: 22,5%). 
El 14% de los niños y 
adolescentes tienen S, y 
el 20% O.75 La principal 
causa de mortalidad en 
adultos son las enferme-
dades cardiovasculares 
y cerebrovasculares, y 
representan el 25% de la 
mortalidad general.76 
En Uruguay, la segun-
da Encuesta Nacional de Sobrepeso y Obesidad (ENSO 2) informó que el 54% de los adultos tiene S 
y el 20% O; es decir, 1 de cada 2 adultos uruguayos padece S u O y 1 de cada 5 es obeso.77 La ENSO 
realizada en la población infantil revela que el 26% (9 a 12 años) presenta S, y O el 9%.78 
En Cuba, la II Encuesta Nacional de Factores de Riesgo y Enfermedades Crónicas (2001) repor-
ta que el 42,46% de la población padece S, y el 11,81% O; con un predominio del sexo femenino en 
ambos grupos. Alrededor del 13% de los niños de entre 1 y 14 años tienen S.79
En Brasil, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (2011) informó que el S afecta al 
52,6% de los hombres y al 44,7% de las mujeres, en cambio, la O afecta al 14,4% de los primeros 
y al 15,5% de las segundas.80 
En Chile, la Encuesta Nacional de Salud (2009) señala que el 25,1% de la población es obesa, 
el 39,3% padece de S y el 2,3% padece de O mórbida, con mayor incidencia en las mujeres que en 
los hombres. En niños de 2 a 5 años, 22,7% tienen S, y 10,3%, O. 
La hipertensión arterial está presente en el 26,9% de las personas; el colesterol elevado en el 
38,5% y el tabaquismo en un 53,4%.81
Argentina
En 1999, la Encuesta de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA) 
registró en la población adulta de la ciudad de Buenos Aires un EP de 38,07% en mujeres y de 55,28% 
en varones; en S de 27,63 y 43,10%, y una O de 10,44 y 12,18%, respectivamente (tabla 1-1).82 
Las cifras registradas en 2003 por la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) sobre población de 
todo el país, indican que el 29% 
presentaba S y el 27% O, según 
su categoría pondoestaturalc.83 
Los datos provinieron de consul-
torios de nutrición lo que explica-
ría la elevada prevalencia de EP 
(tabla 1-2).
Figura 1-14. América Latina. Tasa de mortalidad proporcional por enferme-
dades neoplásicas, cardiovasculares, infecciosas y parasitarias.
Figura 1-15. Transición demoepidemiológica y nutricional.
c La magnitud de la categoría pondoestatural 
se relacionó con morbimortalidad: catego-
ría 1 (rango de IMC <25 kg/m2); categoría 2 
(rango de IMC entre 25 y 29,9); categoría 3 
(rango de IMC ≥30).
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Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
Tabla 1-1. Argentina. Prevalencia de exceso de peso en población urbana adulta de la ciudad 
de Buenos Aires. SAOTA. 1999
Índice de masa corporal Mujeres Varones
25-29,90 (sobrepeso) 27,63 43,10
>30 (obesidad) 10,44 12,18
Sobrepeso + obesidad 38,07 55,28
Tabla 1-2. Argentina. Descripción y análisis del índice de masa corporal y categoría pondoestatural (CPE) 
por edades, en un registro de 10.338 individuos
Sexo Categoría 1(peso normal y bajo)
Categoría 2
(sobrepeso)
Categoría 3
(obesidad) Total
Femenino 2.980 (43,2%) 1.990 (28,9%) 1.922 (27,9%) 6.892
Masculino 1.509 (43,8%) 1.008 (29,2%) 929 (27%) 3.446
TOTAL 4.489 (43,4%) 2.998 (27,6%) 2.851 (27,6%) 10.338
La Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2006) del Ministerio de Salud de la Nación, sobre 
población femenina de 10 a 49 años, registra para todo el país un 22,7% de S y un 15,3% de O (tabla 1-3).84 
La ENNyS realizada sobre la población femenina de 10 a 49 años de todo el país, indica que 
el IMC promedio es 25 kg/m2 para una talla media aproximada de 1,60 m, con un peso promedio 
aproximado de 64 kg (tabla 1-4). 
En otros términos, el conjunto poblacional femenino se encuentra en el límite entre “peso normal” y S.
La circunferencia de la cintura en el grupo de 15 a 49 años es de 90 cm. Si se tratara de una 
población caucásica sería deducible el aumento de los riesgos y de los problemas de salud promo-
vidos o disparados por el exceso de grasa y la centralización de la grasa, ya que el perímetro de la 
cintura supera la normalidad, según el criterio de la International Diabetes Federation (IDF).
Un estudio reciente sobre el perímetro de la cintura de la población latinoamericana confirmó el 
valor de la IDF de 94 cm para la población masculina como factor antropométrico de riesgo, aunque 
sugiere 90 cm (en lugar de 88) para las mujeres aborígenes.85 
El aumento de la grasa total y su centralización suelen asociarse más frecuentemente con diabetes, en-
fermedad cardiovascular y cánceres de mama posmenopáusico y uterino,86 en correlación con el aumento 
de factores de crecimiento (insulina) y de diferenciación (estrógenos producidos por el tejido adiposo). 
Tabla 1.3. Argentina. Prevalencia de sobrepeso y obesidad en mujeres de 10 a 49 años (proporción con IMC 
≥25 kg/m2 según IOTF)
Región
Grupo etario (años)
10 a 14,9 15 a 19,9 20 a 29,9 30 a 39,9 40 a 49,9 Total
G. Buenos Aires 26,1 19 32,4 45,9 58 37,3
Cuyo 23 15,5 30,2 35,7 61,5 34,6
Noreste 16,8 12,9 22,8 43 70,1 32,8
Noroeste 23,3 21 30,4 55,9 74,3 39,7
Región pampeana 21,2 24 34,4 45,2 64,3 39,4
Patagonia 30,4 21,3 37,5 50,9 63,2 42,2
TOTAL 23,5 19,9 32,2 46,2 62,9 38
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14
 El corazón del obeso
Estos riesgos serían mayores para la población de la región norte del país, en la cual el 70% de 
la población femenina cercana a la menopausia presenta EP.
Este grupo justifica una vigilancia especial, al igual que el de las mujeres en edad fértil, las que, 
al presentar un elevado porcentaje de EP, corren el riesgo de comenzar el embarazo en condicio-
nes inconvenientes tanto para el desarrollo de la gestación como para la programación fetal que 
afectará a futuras generaciones. 
Según esta misma encuesta, el ingreso energético fue de unas 1.650 Kcal por persona, o sea, 
unas 26 Kcal por kg de peso, cifra notablemente baja ya que es la que correspondería al gasto en 
estado de reposo. 
Esta consideración pone en duda la precisión de la metodología de registro, aunque no deja de 
sugerir la puesta en juego de nuevos factores que facilitan un mayor aprovechamiento energético 
(mayor eficiencia metabólica) producto de cambios a partir de disruptores endocrinos ambientales 
o de modificaciones adaptativas de la expresión de la genética.
La energía está distribuida, en concordancia con las clásicas recomendaciones, en glúcidos, 
proteínas y grasas: más del 50% en carbohidratos, alrededor del 30% en grasas y 15% en proteínas 
(fig. 1-16). 
“Estas proporciones responden a una distribución armónica y apropiada para esta población”, 
expresa el documento de la ENNyS. No obstante, un porcentaje considerable de embarazadas pre-
senta “inadecuación en la ingesta” de otros nutrientes según la tabla 1-5, presentada en la misma 
estadística.
La calidad de la alimentación fue evaluada como “armónica y apropiada”, según el contenido y 
proporción de los nutrientes energéticos, y esto explica la existencia de una alimentación bien cali-
ficada por la proporción de sus nutrientes energéticos pero al mismo tiempo biológicamente pobre. 
En la alimentación, el predominio de comestibles energéticamente ricos y nutricionalmente po-
bresd en vitaminas, minerales, fitoquímicos, etc. suele generar esta contradicción que, en la prácti-
ca, se expresa como “obesidad + desnutrición”, una entidad en aumento.
En Argentina, la principal fuente de macronutrientes es vegetal: 40% de la energía proviene de 
cereales, 19% de azúcares y 8% de frutas y hortalizas, lo que suma 67%. Si a esto se agregan los 
aceites (englobadosen la figura 1-12 con el término de grasas [grasas agregadas]), se puede afir-
mar que el reino vegetal aporta más del 70% de las calorías, casi el 60% provistas por hidratos de 
carbono, naturales y agregados (tabla 1-5 y fig. 1-17).
Tabla 1-4. Argentina. Prevalencia de obesidad en mujeres de 10 a 49 años.
(Proporción con IMC ≥30 kg/m2 según IOTF)
Región
Grupo etario (años)
10 a 14,9 15 a 19,9 20 a 29,9 30 a 39,9 40 a 49,9 Total
G. Buenos Aires 6,9 4,8 10,9 19,3 29,9 14,9
Cuyo 6,8 5,7 9,3 16,5 26,1 13,5
Noreste 3,4 1,6 7 24,5 39,5 15
Noroeste 6,3 2,4 10,9 21,3 39 15,2
Región pampeana 3,8 9,1 15,9 18,2 31,5 16,8
Patagonia 10,6 7,9 17,7 25,7 26,2 18,6
TOTAL 5,8 5,7 12,4 19,7 31,5 15,6
d Con abundancia de macronutrientes y escasez de micronutrientes
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Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
En 2009 la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del Ministerio de Salud de la Nación con-
firma la tendencia ascendente del peso poblacional con 49,1% de EP, lo que incluye un 14,8% de O. 
Figura 1-16. Argentina. Proporción de macronutrientes en mujeres de 10 a 49 años, según tipo de hogar. NBI, 
necesidades básicas insatisfechas.
Tabla 1-5. Argentina. Mediana de ingesta de nutrientes y porcentaje de mujeres embarazadas según adecua-
ción a la recomendación1. Total del país
Total del país
Mediana de ingesta
Total del país. % de embarazadas 
con ingesta inadecuada
Energía 1761 kcal 64,3
Proteínas 60,64 g 29,1
A.G. saturados 9,71%2 47,9
A.G. monoinsaturados 10,08%2 N/C
A. G. poliinsaturados 5,89%2 72,9
Hierro 17,61 mg 59,3
Calcio 446 mg 88,5
Cinc 9,25 mg 52,1
Vitamina C 40,76 mg 67
Folatos 856 µg 25,4
Vitamina B12 4,08 µg 25,6
Tiamina 2,32 mg 15,9
Riboflavina 2,02 mg 23,2
Niacina 18,13 mg 32,9
Colesterol 190 mg 25,4
Fibra 11,20 g 93,8
N/C, no consta.
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 El corazón del obeso
Según la encuesta, el EP explica el 10% de las muertes de los países en vías de desarrollo, el 
58% de los casos de DM2 y el 21% de los de enfermedad coronaria. 
En los varones, la prevalencia de S fue de 42% y en las mujeres, 27,2%; y la prevalencia de O 
fue de 15,4 y 13,9%, respectivamente (fig. 1-18).84
Las estadísticas mencionadas no dejan dudas acerca de la tendencia al aumento ponderal de la 
población de Argentina y de sus posibles orígenes.
Figura 1-17. Argentina. Distri-
bución energética según su fuen-
te alimentaria.
Figura 1-18. Argentina. Distribución de las categorías de IMC en la población.
Grasas: 10
Carnes: 13
Lácteos: 8
Azúcar: 19 Según la ENNyS-2006
Cereales: 40
Frutas y 
hortalizas: 8
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0
50,9
34,4
14,6
Normal Sobrepeso Obesidad
Indicador: Categorías de IMC (Normal <25 kg/m2, 
sobrepeso 25 a 28,9 kg/m2, 
obesidad 30 o más kg/m2)
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Aspectos epidemiológicos globales y regionales del exceso de peso 
y su contexto antropológico en relación con la enfermedad cardiovascular
Conclusiones
Si bien, conceptualmente, nuestro grupo define a la O como una enfermedad sistémica, multior-
gánica, metabólica e inflamatoria crónica, multiderterminada por la interrelación entro lo genómico 
y lo ambiental, fenotípicamente expresada por un exceso de grasa corporal (en relación con la 
suficiencia del organismo para alojarla), que conlleva mayor riesgo de morbimortalidad, es precisa-
mente el comportamiento adiposo frente a la carga de grasa, más que la magnitud absoluta de ésta, 
la causa del dismetabolismo sistémico. 
Esta respuesta disfuncional adiposa (individualmente variable), es decir, la pérdida de la ho-
meostasis del conjunto de células que constituyen el tejido adiposo, y su consecuente disregu-
lación, hace que el aumento de peso y la adiposidad (abdominal, subepicárdica, etc.), se tornen 
no sólo en indicadores, sino también en riesgos para la salud, en particular para el miocardio y la 
vasculatura. A ello se le asocian, independientemente, efectos importantes de la alimentación.
La prevalencia de O se ha elevado en forma notable en las últimas décadas, tanto en niños 
como en adultos, con todo lo que acarrea en sufrimiento humano e impacto económico sobre los 
presupuestos de salud en las diversas comunidades. 
Ha aumentado en forma singular tanto en Occidente como en Oriente, en los países desarrolla-
dos como en los que están en vías de desarrollo, particularmente en las regiones urbanas pobres 
de América Latina y Asia. Allí, la O suele coexistir con la desnutrición, y conforman la “carga sani-
taria dual del siglo XXI”. 
Las estadísticas en las distintas zonas del planeta, a pesar del incremento global en compara-
ción con años anteriores, presentan una heterogeneidad muy llamativa, así como la réplica de las 
sociedades frente a este flagelo. 
Ante este estado de situación, la OMS afirmó que la O es una pandemia (“globesity”), y ha implemen-
tado a su vez, un Plan de acción 2008-2013 para su prevención y control, con el fin de afrontar y prevenir 
las complicaciones que trae aparejado este “moderno” azote en la historia reciente de la humanidad. 
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Obesidad: definición, diagnóstico y conceptos fisiopatológicos generales
Desde el concepto anatómico-epidemiológico al clínico-funcional
Intuitivamente, el clínico presume que la obesidad (O) no es saludable. Tambien lo hace la Or-
ganización Mundial de la Salud (OMS) al definirla como “un exceso de grasa corporal que pone en 
riesgo la salud”. Sin embargo, hay distancia entre definir O y diagnosticar quién es obeso. 
Si se planteara la cuestión en sentido inverso, se definiría como obeso a aquel que presente ries-
gos para la salud ocasionados por la cantidad de grasa depositada, y esto podría corresponderse o 
no con el nivel arbitrariamente aceptado como “exceso”. 
La modificación del concepto tradicional traslada el problema a la cantidad que realmente produ-
ce el “efecto excesivo”, y esto es de mayor aplicabilidad práctica, especialmente en los sujetos con 
Sobrepeso (S) y en otros con normopeso son dismetabólicos, ya que está fuera de discusión que 
la O es por sí sola un factor independiente de riesgo cardiovascular. 
Sin embargo, es importante tener en consideración que la funcionalidad adiposa varía en re-
lación con la cantidad de grasa almacenada y que, aun sin alcanzarse la categoría de O, puede 
modificar en forma sustancial los factores de riesgo cardiovascular.
En las personas caucásicas,a la grasa no debería superar el 25% del peso en el varón y el 32% 
en la mujer,b pero como en otro momento no se contaba con instrumental para determinarla, la OMS 
aceptó el índice de masa corporal [IMC: Peso (kg)/Talla (m)2] como indicador indirecto de la cantidad 
de grasa y sus variaciones, dada la buena correlación existente (0,70).1 
Para establecer el valor del IMC sólo se necesita balanza y centímetro. De la correlación entre 
valor del IMC y datos de estudios poblacionales, la OMS clasifica a la población según su riesgo 
cardiometabólico2-6 (tabla 2-1).
Los valores de la tabla 2-1 son aplicables a sujetos caucásicos solamente, debido a que las 
subrazas humanas presentan una proporción desigual de componentes corporales (masas magra y 
grasa), por lo que para un mismo valor de IMC corresponde una cantidad de grasa diferente.
Así, para el mismo nivel de grasa, edad y sexo, el IMC es más elevado en caucásicos que en 
chinos (1,9 unidades), etíopes4.6 y polinesios,4.5 lo que significa que a igual IMC, los caucásicos son 
menos grasosos. 
Por esto se considera obesos a los asiáticos cuyo IMC es ≥25 kg/m2 y a los isleños del Pacifico 
cuando el IMC es ≥32.7 
Si bien el aumento de la grasa sobrecarga funcionalmente al adipocito, individuos con igual can-
tidad de grasa pueden diferir en su funcionalidad adiposa debido a una capacidad desigual de adap-
tación, manifestada en el patrón secretorio de citoquinas, quimioquinas, hormonas y ácidos grasos.
Por esto, sujetos de “peso normal” pueden presentar un perfil humoral de riesgo cardiome-
tabólico. Estos son los denominados “obesos de peso normal”, cuya existencia destaca que las 
Obesidad: definición, diagnóstico 
y conceptos fisiopatológicos generales
a El término refiere a europeos de piel clara también conocidos como európidos. 
b La cantidad de grasa se puede determinar mediante bioimpedancia y densitometría. Recientemente se ha descripto el índice 
de adiposidad que permite calcular el porcentaje de grasa corporal total a partir del perímetro de la cintura y la talla aplicando 
la siguiente ecuación: cadera (cm) / talla (m) [raíz cuadrada de la talla] - 18.97
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 El corazón del obeso
categorías propuestas por la OMS deben tomarse como orientadoras y más aplicables a estudios 
poblacionales que al individuo en particular.
La tabla 2-2 cuantifica el número de anormalidades metabólicas típicas del síndrome metabólico 
en la población adulta norteamericana y se observa que el 30% de los sujetos con IMC >30 presen-
ta al menos 3 de las que definen a este síndrome. Esto también señala que el 70% no las tendrá 
todas y que una buena parte de la población obesa (y no obesa, también) presenta un síndrome 
metabólico “incompleto”. 
El 86% de los obesos presenta sólo 1 anormalidad; el 62%, 2, y 4 anormalidades solamente el 
9,1%. Entre los de peso normal el 59% suele presentar al menos 1 anormalidad. 
Un 8% de los sujetos con IMC normal presentan la tríada dismetabólica que caracteriza al sín-
drome metabólico, lo que confirma que la cantidad de grasa no es un definidor absoluto de riesgo, 
aun sin dejar de reconocer que el 25% de la variación de la sensibilidad a la insulina depende de la 
composición corporal.
En síntesis, ni todos los obesos presentan síndrome metabólico,c ni todos los de peso normal 
están libres de él8 (tabla 2-2).
El Prospective Studies Collaboration (2009), sobre 900.000 participantes de Europa del oeste y 
Norteamérica, señaló que el IMC óptimo oscila entre 22,5 y 25 kg/m2, y comprobó un incremento del 
Tabla 2-1. Índice de masa corporal (IMC)y riesgo metabólico según la OMS
IMC Riesgo
Bajo peso <18,5 Normal
Peso normal 18,5-24,9 Normal
Sobrepeso 25-29,9 Incrementado
Obesidad grado I 30-34,9 Alto
Grado II 35-39,9 Muy alto
Grado III ó Masiva ≤40 Extremadamente alto
Tabla 2-2. Número de anormalidades metabólicas para el síndrome de resistencia a la insulina ajustadas 
por edad en función del IMC9 en la población adulta norteamericana
[Hipertensión, hipertrigliceridemia, disminución de HDL, glucemia alterada]
(n= 3280, edad 40-74 años sin antecedentes de diabetes o con glucemia en ayunas >126 mg/dl)
Número de anormalidades
1 2 3 4
En población total
según IMC (kg/m2)
71% 42% 17% 4,5%
Normal (<25) 59% 26% 8% 1,3%
25-27 70% 39% 15% 4,7%
27-30 78% 51% 21% 4,9%
Obesidad >30 86% 62% 30% 9,1%
c Se consideran anormalidades metabólicas a la hipertensión, hipertrigliceridemia, disminución de HDL, alteración de la glucemia.
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Obesidad: definición, diagnóstico y conceptos fisiopatológicos generales
30% de la mortalidad por todas las causas por cada 5 kg/m2 de aumento; 40% de mortalidad vascular; 
60-120% de mortalidad por causa renal, hepática y diabética; 10% por neoplasias y 20% por enfer-
medades respiratorias y otras causas. Debajo de 22,5 también aumenta la mortalidad, principalmente 
por enfermedades respiratorias, en especial cáncer pulmonar, aun entre no fumadores (fig. 2-1).10 
Para un IMC entre 30 y 35 kg/m2, la sobrevivencia media se redujo entre 2 y 4 años, y para va-
lores entre 40 y 45, se redujo entre 8 y 10 años.
Obesidad, cambios en el peso, grasa y riesgo cardiometabólico
En 2007, un estudio de Flegal y colaboradores11 dio lugar a nuevas discusiones sobre los alcan-
ces del IMC, ya que había destacado que sujetos con S tenían menor mortalidad que otros grupos, 
en particular, debido a la reducción de la causa respiratoria (fig. 2-2). 
Esto hace suponer que “otros factores” independientes del IMC intervienen en la producción 
de riesgos y que el IMC es la “punta de un iceberg” cuya altura no puede tomarse como punto de 
referencia para inferir con precisión ni la cantidad de grasa (porque no distingue grasa de contenido 
gastrointestinal, agua, edema, mixedema o músculo), ni el riesgo cardiometabólico. 
32
16
8
A
ñ
os
 d
e 
so
br
ev
id
a
Índice de masa corporal de base (kg/m2)
0 15 20 25 30 35 40 50
26,4
15,8
8920
14497
14,5
14437
15,3
8052
15,3
20,5
22,7
25
28,2
34,7
3524
1219
414 146
91
352
15,2
201
1194
3146
3995
3366
2415
1688
931
557
284
269
105
9,5
8,9 9,2
10,5
11,4
13
14,7
17
19,2
15,4
2952
Hombre
Mujer
Figura 2-1. Años de sobrevida e índice de masa corporal.
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 El corazón del obeso
Uno de esos “otros factores” es la localización de la grasa que, cuando es central o troncal, trae 
aparejado un incremento del riesgo cardiometabólico, mientras que si es gluteofemoral, involucra 
una disminución de éste.
La fuerza de la localización es tal que, cuando el IMC <32, un ascenso de la grasa central es mejor 
indicador de riesgo que el IMC, lo que destaca la heterogeneidad funcional adiposa en relación con 
su localización. Sobre la base de estos datos, el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos 
(NIH) y la Federación Internacional de Diabetes (IDF) han establecido el riesgo cardiometabólico en 
función de la cantidad de grasa central, indirectamente ponderada según el perímetro de la cintura. 
Debido a que ambos organismos difieren en los criterios utilizados, sus valores de referencia son 
distintos. El NIH considera que la cintura está situada al nivel de la espina ilíaca anterosuperior derecha, 
y debe medirse con la musculatura abdominal relajada, al final de una espiración normal, mientras que 
la IDF considera que está a mitad de camino entre la última costilla y la cadera (tablas 2-3 y 2-4).12,13 
Estas determinaciones, que tratan de establecer el riesgo sobre la base de la cantidad de grasa 
central, no tienen en cuenta la asociación negativa que la grasa gluteofemoral presenta para el 
riesgo cardiometabólico.14,15 
Por esta razón, se está revalorizando la relación cintura/cadera (C/C) como indicadora de riesgo. 
La relación C/C indica la “forma” del cuerpo, considerado como androide (manzana) o ginoide (pera). 
Las mujeres con una relación C/C = 0.76 tienen más del doble de riesgo de desarrollar enfer-
medad coronaria, comparadas con las de relación <0,72, en tanto que para las de >0,88, el riesgo 
es 3 veces superior.16 
No obstante, y tal como sucede con el IMC y con el perímetro de la cintura, el riesgo derivado de la rela-
ción C/C presenta dimorfismo sexual, y se acepta como normal una relación C/C <0,8 en mujeres y <0,95 
en varones. La variabilidad de estos valores según la edad agrega otra dificultad para su interpretación. 
Figura 2-2. Relación entre el índice de masa corporal y la enfermedad cardíaca, el cáncer y otras causas de muerte.
Tabla 2.3. Riesgo asociado con el perímetro de la cintura según el Instituto Nacional de Salud 
de los Estados Unidos (NIH)
Riesgo incrementado (cm) Riesgo sustancialmente incrementado (cm)
Varones ≥94 ≥102
Mujeres ≥80 ≥88
CÁNCER Y ENFERMEDAD CARDÍACA
Cáncer de pulmón
Cánceres relacionados con obesidad
Otros cánceres
Enfermedad coronaria
Otras enfermedades cardiovasculares
OTRAS CAUSAS DE MUERTE
Diabetes y enfermedad renal
Enfermedades respiratorias crónicas
Enfermedades respiratorias agudas
Accidentes
Otras causas
Miles de muertes en 2004
 comparando con sujetos normopeso.
BAJO PESO
IMC <18,5 
0 10 –50 –40 –30 –20 –10 0 10 –20 –10 0 10 20 30 40
SOBREPESO 
IMC entre 25 y 30 
OBESIDAD 
IMC ≥30 
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Obesidad: definición, diagnóstico y conceptos fisiopatológicos generales
De todas maneras, y al igual que con el IMC y el perímetro de la cintura, una relación C/C eleva-
da indica riesgo cardiometabólico, mientras no se demuestre lo contrario.
Los gráficos de la figura 2-3 expresan la importancia de esta relación, en particular para el clínico 
y el cardiólogo.
En la figura de la izquierda a) se ve que a mayor IMC y relación C/C, mayor es el riesgo de diabetes; 
mientras que en la de la derecha b), para la predicción de isquemia coronaria, la relación es inversa: a ma-
yor relación C/C e inferior IMC, mayor el riesgo. Llevado al terreno práctico, la “panza” (especialmente si 
se trata de un normopeso) señala a estos “flacos” (flaco panzón) como más expuestos a riesgo coronario.
Cintura hipertrigliceridémica
Resulta de combinar un criterio antropométrico con uno metabólico. Sus valores máximos se 
expresan en la tabla 2-5.22,23
Tejido adiposo femoroglúteo
En concordancia con los conceptos de funcionalidad adiposa y del papel protector de la grasa 
Figura 2-3. Importancia de la obesidad troncal (indicada por tertiles de relación cintura/cadera) como predicto-
ra del riesgo de desarrollar a) diabetes; b) enfermedad isquémica cardíaca (IC). La obesidad medida como terti-
les de IMC sinergiza la relación C/C en la predicción de diabetes tipo 2, pero no tiene valor predictivo para IC.17
Tabla 2-4. Riesgo asociado con el perímetro de la cintura según la Federación Internacional de Diabetes (IDF)
Grupo étnico
Perímetro (cm)
Varones Mujeres
Europeos ≥94 ≥80
Sur-asiáticos ≥90 ≥80
Chinos ≥90 ≥80
Japoneses ≥85 ≥90
Centro y sudamericanos ≥90 ≥80
Africanos ≥94 ≥80
Árabes ≥94 ≥80
III III IIIIII
0,5
0,5
0,5
2,9
2,9
9,1
9,1
9,1
15,2
II II IIII
I II I
IMC
(tertiles)
IMC
(tertiles)
Tertil de
cintura/cadera
Tertil de
cintura/cadera
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 El corazón del obeso
femoro-glútea, el siguiente estudio en mujeres muestra que una adiposidadd mayor, puede reducir la 
prevalencia de enfermedad coronaria para igual categoría metabólica (¿paradoja de la O?).
Se tomó como normalidad para riesgo coronario el valor 1 (tabla 2-6, 6ª columna, “Riesgo ajustado” 
determinado según IMC y estado metabólico de acuerdo con criterios de Adult Treatment Panel III

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