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Bruner, N Diagnóstico y clínica diferencial del autismo y las psicosis en la infancia

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Universidad de Buenos Aires. Facultad de Psicología. 
Material de Cátedra: Clínica de la Discapacidad y Problemas en el Desarrollo Infantil. (Cod 808) 
Prof. Adjunta a Cargo: Prof. Dra NORMA BRUNER 
 
 
Diagnóstico y clínica diferencial del autismo y las psicosis en la infancia 1
 Norma Bruner 
 
Los niños han sido históricamente, para los esfuerzos clasificatorios, un objeto de “Difícil Diagnóstico”, su lugar en la 
estructura aún, no está decidido definitivamente. 
Esta cuestión es problemática, pero a la vez creemos que enriquece no solo la cuestión del diagnóstico en la infancia, 
su construcción y función, si no la dirección de la cura, que no lo es sino en transferencia. 
Somos objeto de una época en la cual, entre sus principales marcas podemos leer el retorno de la recusa o rechazo 
de la subjetividad en las clasificaciones diagnósticas y tratamientos en la clínica del niño. 
Encontramos en tal sentido y sólo por dar algunos ejemplos claves, que a partir del CIE 10 y el DSM IV, las psicosis 
en la infancia, han desaparecido de las clasificaciones diagnósticas actuales y al mismo tiempo, el campo del autismo 
ha extendido y ampliado sus fronteras a límites inéditos como “Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD)”. 
¿Qué ha ocurrido?, ¿Cómo explicar este fenómeno?, ¿A qué responde? 
¿Es que ha aumentado el número de niños con autismo y desaparecido los niños con psicosis? 
El autismo y/o las psicosis infantiles, con sus bordes de semejanzas y diferencias hoy se han transformado en una 
“tara y o trastorno”; de eso no cabe duda. 
No podremos desarrollarlo en este escrito como nos gustaría, tan solo trazar algunas líneas que introduzcan entre 
ustedes el deseo por continuar profundizando esta temática, por demás actual, apasionante y desafiante. 
Mi trabajo como psicoanalista y supervisora clínica de equipos e instituciones que trabajan con bebés y niños con 
problemas de desarrollo, la amplia mayoría de los cuales presentan una base orgánica específica como pueden ser 
los problemas neurológicos, genéticos y/o metabólicos u otros, congénitos o adquiridos tempranamente, me enseña 
desde hace ya más de veinte años que la clínica con niños con problemas d¡en el desarrollo, sin recusar la 
subjetividad al mismo tiempo, no puede dejar de considerar lo real del cuerpo; que amenaza todo el tiempo, insiste 
cada vez de nuevo con poner en jaque y derribar o hacer vacilar el edificio de la simbolización del cuerpo y por ende 
al sujeto, pudiendo introducir al niño en la dimensión de la psicosis o el autismo. De allí la enorme importancia de 
establecer con máxima precisión el diagnóstico orgánico y un trabajo en interdisciplina que incluya como eje central 
los planteos y conceptos fundamentales del psicoanálisis así como su ética. 
Este trabajo me ha confrontado todo el tiempo, una vez y cada vez de nuevo, con cada bebé o niño y con sus padres, 
a hacer mía la preocupación de Lacan cuando dice que: “El problema es la entrada del significante en lo real y ver 
cómo de eso nace el sujeto (...) se trata hoy de saber qué está primero que permite encarnarse a este significante y lo 
que lo permite es, desde luego, aquello que tenemos para representarnos los unos a los otros, nuestro cuerpo.” 2
1 ​El desarrollo de estas propuestas se pueden leer con mayor profundidad en los libros, Norma Bruner, ​Duelos en Juego​ publicado 
por Letra Viva, cuya 1er edición fue en el año 2008 y Norma Bruner, ​El Trabajo del Juego​, publicado por Eudeba y cuya primera 
edición es del año 2016 
 
2 ​Lacan J. “El Seminario, Libro 10, La Angustia, inédito, clase del 09/01/1963. 
 
La propiedad intelectual de estos contenidos pertenece a Norma Bruner. 
Queda prohibida la reproducción y/o modificación, en todo o en parte, como la incorporación de los contenidos sin autorización. 
 
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Material de Cátedra: Clínica de la Discapacidad y Problemas en el Desarrollo Infantil. (Cod 808) 
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La pregunta que orienta cada una de mis intervenciones clínicas es: ¿Cómo hacer “jugar” un sujeto, allí donde en la 
mayoría de los casos éste es irreconocible como tal, ya que pasa a portar el nombre del síndrome, tras locación, 
lesión, disfunción,etc., y hay un real orgánico que “resiste” e “impermeabiliza” la entrada del significante? 
Si el niño y su ser queda holofraseado al diagnóstico. Ej: “Ser Down”, “Ser Rett”, “Ser Paralítico Cerebral”, “Ser 
Psicótico”, “Ser un TGD”, “Ser Autista”, “Ser Williams” o tantos otros y el ordenamiento de su vida cotidiana pasa a 
ser no un ordenamiento lo más compartido posible con el ordenamiento simbólico común por el cual transcurre la 
mayoría de los niños en nuestra época. Esto contribuye a forcluir a los significantes paternos a partir de los cuales se 
ordena la significación fálica y la filiación simbólica para el sujeto. 
Para que el deseo se encarne como no anónimo en alguien, hay que poner a funcionar, o contribuir a que funcione, la 
función de los significantes primordiales y su juego de inscripciones y redoblamientos simbólicos, las que en el tiempo 
lógico y cronológico de la infancia son, como dice Freud, casi definitivas y decisivas para la estructuración de la 
posición subjetiva en el Otro. 
Si la intervención ha sido eficaz, contribuiremos a que el sujeto pueda encadenarse, (al juego del lenguaje y sus 
leyes) y ser representado por un significante y para otros significantes, dejando de estar “apresado”, como dice Lacan 
en el Seminario III a propósito de Las Psicosis, en una dialéctica que le prohíba toda apertura “al juego”. 
Este encierro o exclusión forclusivo de la filiación simbólica y subjetivación, muchas veces se produce por efecto de 
las propuestas terapéuticas a las que los padres y el hijo con problemática de base orgánica se ven tempranamente 
sometidos “como ratas en el laboratorio” y que terminan introduciendo la dimensión de la psicosis y el autismo en la 
educación (en el sentido más amplio, por añadidura). 
La clínica psiquiátrica del niño es un campo de observación casi tan antiguo como el de la clínica psiquiátrica del 
adulto, pero como clínica específica data sólo a partir de 1930, conjuntamente con del declive de la observación 
clínica de la psiquiatría clásica del adulto, según la tesis de Bercherie. 3
Este autor propone tres grandes períodos en la estructuración de esta clínica del niño. 
A continuación haremos un recorte muy breve y en relación a la temática de este seminario. 
 
Primer período: Comienzos del siglo XIX (1800-1875): El retraso, es el único trastorno infantil. 
La discusión está consagrada exclusivamente a la noción de Retraso Mental. 
Esquirol (1820) desde la observación del adulto y de lo elaborado por Pinel como IDIOTISMO, separa la forma 
congénita e incurable (Idiotez) de la curable, adquirida (Idiotismo). 
En esos sujetos, dice, los órganos cerebrales nunca estuvieron bien conformados para que los afectados puedan 
razonar. Cita de Esquirol (antes de 1820): 
“(La Idiotez) (...) (no se trata) de una enfermedad (sino) de un estado en el cual las facultades intelectuales no se 
manifestaron jamás o nopudieron desarrollarse lo suficiente como para que el idiota haya podido adquirir los 
 
3 ​Bercherie, P.: “La clínica psiquiátrica del niño. Estudio histórico”, Publicado en Rev. Ornicar? Nº 26 y 27, Navarín, Paris, 1983​. 
 
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conocimientos relativos a la educación que reciben los sujetos de su edad, en las mismas condiciones que él. La 
idiotez comienza con la vida o en la edad que precede al desarrollo completo de las facultades intelectuales y 
afectivas: los idiotas son los que deben serlo a lo largo de toda la vida. Todo revela en ellos una organización 
incompleta, imperfecta o detenida en su desarrollo. No se concibe la posibilidad de cambiar este estado. No se 
lograría dar nada a esos desdichados idiotas, incluso por algunos instantes, ni un mayor grado de razón ni de 
inteligencia.” 
Georget, 1920 (Primer gran alumno de Esquirol) marca la división entre la “locura” y la “estupidez”: 
“Una falta original del desarrollo no es una enfermedad; los idiotas deberían ser incluidos entre los monstruos por su 
producción intelectual.” 
Se divide el campo entre: 
Locura propiamente dicha: La del adulto, que hasta ese momento tenía “apariencia normal” y una enfermedad 
congénita o adquirida tempranamente en la infancia. (Única referencia a una clínica del niño de esa época) (Idiotismo 
o forma aguda de demencia). 
Marcas de una época para la cual se trataba en el diagnóstico de describir estados, síndromes sincrónicos, definidos 
a partir de la manifestación observable, evidente, central y positiva al momento de la evaluación clínica. 
Esquirol distingue grados de la Idiotez: Idiota, retrasado profundo, imbécil, y una gran variedad clínica. Antecedentes 
de lo que luego devendrán las psicosis infantiles. 
Se trata en el idiota de alguien que no pudo adquirir los conocimientos que se adquieren normalmente con la 
educación, a diferencia del demente, quien en el plano intelectual “es un rico devenido a pobre”; el idiota “siempre 
estuvo en el infortunio y miserias”. 
En este período los autores no creen en la existencia de la locura propiamente dicha en el niño. Grissinger (1845) 
resume: 
“El yo a esa edad no está aún formado de una manera durable y radical, así las diversas enfermedades producen en 
ellos verdaderos detenimientos del desarrollo que afectan la inteligencia en todas las facultades.” 
Las discusiones se centrarán en la reversibilidad o no de la idiotez y del retraso. Encontraremos la posición “oficial” 
(Pinel y Esquirol) para quienes el déficit es global y definitivo, con el pronóstico enteramente negativo, y la de los 
educadores de idiotas (Seguin y Delasiauve), para quienes el déficit sería parcial la mayoría de las veces. (atención, 
concentración, voluntad, etc) proponiendo métodos especiale de educación. Las tentativas de Itard con Víctor (el 
salvaje de Avignon, un niño de quien se podría decir hoy autista), es el punto de partida. 
La idiotez recubre todo el campo. 
 
Segundo Período (1880-1925/30): “La locura del adulto en el niño”: 
La clínica del niño en este período es un calco de la clínica y nosografía elaboradas en el adulto. Se publica la 
primera generación de tratados de Psiquiatría Infantil en lengua francesa, alemana e inglesa. 
 
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La clínica se constituye en la Psiquiatría Clásica del adulto con Falret y Morel y deviene diacrónica. Se tratará de 
describir enfermedades, no estados, desplegando ciclos de cuadros clínicos en una evolución temporal reglada. 
También en cada grupo de entidades clínico-evolutivas, se tienen en cuenta los signos negativos y los secundarios, 
se incluye la etiopatogenia específica de cada enfermedad y las fases terminales, se deberá sostener en causas y 
mecanismos patológicos típicos, desde una concepción de los trastornos mentales concebidos como enfermedades 
del cerebro. 
Morel, en su Tratado de las Degeneraciones, opone las enfermedades mentales adquiridas y las constitutivas (las 
que se basan en un terreno predispuesto psicológico particular y una degeneración mental hereditaria o adquirida en 
los tempranos tiempos de vida) es quien, en el segundo grupo, repercute e influye en el desarrollo conceptual clínico: 
“Desde su nacimiento, dice, esos sujetos que desde su infancia habían sido conocido como bizarros, anormales, 
difíciles, eran portadores de una tara que podía suponerse era a menudo transmitida hereditariamente, quizás 
adquirida en útero o en los primeros años de la infancia”. 
Se trata de comprender la enfermedad mental con el modelo de la Idiotez (Cuarta clase de degeneración psiquiátrica 
en su clasificación) de manera que: 
“Esta Tara se le comprende como defecto o insuficiencia del desarrollo de algunas funciones mentales.” (Trastornos 
degenerativos y de transmisión hereditaria). 
 
Acá se encuentra el origen del término actual de Desequilibrio, o más modernos, como Disarmonía evolutiva y 
“Trastornos del desarrollo” como enfermedades. 
Queremos subrayar esta cuestión a propósito de que hoy se llamen casos borders, prepsicóticos, atípicos, trastornos 
narcisistas, casos fronterizos, y o trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia (DSM IV y CIE 10). 
 
Se extiende el “Retraso” a las partes y no a la globalidad del psiquismo retomando en un sentido la propuesta de los 
educadores o reeducadores especiales (de idiotas) del período anterior. 
En este período, la locura y las clasificaciones de la clínica del adulto se transfieren al niño, acompañada o 
enmascarada por la idiotez y síndromes mentales (excitación y manía, depresión y melancolía, fobias, paranoia, 
obsesiones, alucinaciones y delirios, perversión, demencias preciosísimas, neurosis, tic, epilepsia, corea, etc). 
En el plano patogénico son manifestaciones tóxico-infecciosa y marcas de un desequilibrio degenerativo, (orgánico) 
que además explicaría la aparición de enfermedades mentales también por causas “morales” (psicológicas). 
La Psiquiatría Infantil (dejando el retraso mental), permanecerá como campo complementario a la clínica y la teoría 
del adulto, más que como campo autónomo de investigación. 
La segunda generación de tratados de Psiquiatría Infantil se escribe entre 1910 y 1925. 
Desde el interior del retraso comienza a surgir la idea de distinguir formas congénitas de las adquiridas en los 
primeros años, así surgen la “Demencia precocísima” de Sanctica de la cual Héller hará una forma autónoma. 
Es de este período, desde donde proviene la noción moderna de Psicosis infantil y los problemasa ella ligados. 
 
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Tercer Período: Nace una clínica (Pseudo-psiquiátrica) del niño. Comienza en 1930: 
Lo que caracteriza este período es la influencia dominante que ejerce sobre la clínica infantil, el psicoanálisis. 
En lengua inglesa el Tratado de Kanner, que tuvo su primer edición en 1935, continúa siendo referencia en el campo. 
Meyer funda la Escuela Americana de Psiquiatría con pensamiento funcionalista. 
El psiquismo es definido como una función útil para la mediación entre el medio ambiente y las necesidades del 
organismo. 
Se trata de dedicarse, no al estudio de elementos separados (representaciones, afectos, actos, voluntarios o 
involuntarios, percepciones, etc) sino a determinar las funciones de tal o cual actividad psicológica. 
Le permite a Kanner, alumnos bajo su dirección, crear el primer servicio de Psiquiatría Infantil, haciendo el primer 
prefacio de su primer tratado de psiquiatría del niño. 
 
Entonces, lo que estructura el campo de la Pseudo-psiquiatría Infantil es la noción de patologías de grandes 
funciones con su expresión en los trastornos del comportamiento; en un segundo plano, los conceptos explicativos 
presentan e incluyen el rol del conflicto emocional en el desarrollo, los factores constitucionales y el impacto de los 
trastornos de la personalidad. 
Telón de fondo son los trabajos de Gessel sobre el desarrollo psicológico del niño, que permite a los clínicos tener 
escalas comparativas flexibles y precisas en el examen del niño. 
Kanner en 1943 denomina “Síndrome de Autismo Precoz”, diferente de las Esquizofrenias, más tardías del niño, 
descubriendo que hay falta de adaptación postural temprana e inicial, al ser tomados en brazos o levantados y 
acariciados. 
Desde allí en más, la consulta es efectiva y esencialmente a los trabajos de los psicoanalistas. 
La clínica psiquiátrica del adulto tiene un origen prepsicoanalítico y permanece marcada por el pensamiento médico. 
La clínica del niño se construyó sobre bases diferentes. 
Se integra a esta clínica: Su enlace al desarrollo psicológico del niño, por un lado y por otro su labilidad, es decir la 
gran mutabilidad que conserva el niño en su estructura mental. 
Kanner, ligado a Meltzer, explica el fracaso de los métodos clásicos en la clínica infantil. 
Dice Kanner: 
 
“Es imposible de definir allí en la infancia trayectorias típicas, tipos, estructuras inmóviles en las que la evolución ya 
está inscripta en los datos iniciales salvo en la patología más grave” (la primera que fue bien descripta) 
No sólo la infancia pasa a tener su propio orden de existencia y racionalidad sino que aclara el devenir posterior del 
adulto.” 
 
 
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En nuestro país, desde hace más de treinta años, el equipo interdisciplinario que organiza la Dra. Lydia Coriat 
(fundadora junto a nombres como Antonio Lefebre, del Brasil, Julio Quirós Mena Rebollo, del Uruguay, de la Escuela 
de Neuropediátrica Sudamericana), se distancia de las concepciones neurológicas de la época para acercarse a los 
interrogantes clínicos que solían postergarse. 
Partiendo de la maduración neurológica temprana (en cuya producción participó), buscó primero en la Genética y 
luego en la psicología las respuestas para aquello que en la Neurología encontraba límite: “La producción mental”. 
La tesis de doctorado de la Dra. Coriat sobre el desarrollo neurológico de los lactantes en la década del 60, la lleva 
desde el Hospital de Niños de Buenos Aires a París, becada por el CONICET para estudiar con el Dr. Lejeune, quien 
por entonces había hecho un descubrimiento decisivo: la trisomía del cromosoma 21: El Síndrome de Down. 
A su regreso escribe: 
“Me sentía culpable, ni la medicina habitual ni la reeducación clásica reparaban el profundo deterioro de la mayoría 
de estas criaturas.” 4
 
¿Qué hacer? Una enferma, “Chichi”, es el comienzo de la respuesta. Estuvo a cargo de una psicóloga y no de una 
reeducadora fonética o motriz exclusivamente. 
La psicóloga a la que recurrió llevaba no sólo la marca de las observaciones de Gessel o Wallon sino la del 
Psicoanálisis, para leer esas observaciones. Para ese tiempo, la obra de Lacan aún no había llegado a la Argentina, 
la hegemonía del Psicoanálisis la tenía APA: Asociación Psicoanalítica Argentina. 
La intervención clínica psicoanalítica temprana e interdisciplinaria con un niño con “Problemas en el desarrollo”, no se 
plantea clasificar, describir y analizar “Trastornos o taras” y esto no quiere decir que el diagnóstico no ocupe un lugar 
importante. 
Por un lado es importante resaltar que la oposición Psicosis-Neurosis nos resulta de un valor inestimable; por otro, las 
diferencias entre las psicosis infantiles entre sí y con el autismo también. 
Como dice Lacan: 
“Las psicosis infantiles no están estructuradas como las psicosis en el adulto” 5
Esto quiere decir, según mi lectura y experiencia clínica y de la teoría, dos cuestiones: por un lado, que la 
presentación y variabilidad clínica en la infancia es diferente que en la adultez. Esto es así por una cuestión de 
decisión y definición de la posición subjetiva y por una cuestión de desarrollo (Ej. la presencia de neologismos y de 
trastornos del lenguaje y fenómenos elementales, requiere de un tiempo lógico y cronológico que sigue la lógica del 
proceso de apropiación del lenguaje, lo que lleva a que difícilmente podamos escucharlos antes de cierta edad o que 
se presentan de distinta forma). 
4 ​Coriat, E., Psicoanálisis con bebés y niños pequeños. De la campana. La Plata, 1996, p.37 
5 ​Lacan en el Seminario II, 2 de febrero 1955. 
 
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Esto requiere de un trabajo de precisión acerca de a qué vamos a llamar en un niño una posición subjetiva del orden 
de las psicosis o del autismo, y de cuáles son sus semejanzas y diferencias respecto de las Psicosis en el sujeto cuya 
posición frente a la castración ya está decidida y es definitiva. 
Al mismo tiempo, cuáles son las relaciones entre lo que podemos denominar del orden de la organicidad y del orden 
del significante y sus leyes para la constitución del sujeto y la construcción del cuerpo. 
En este sentido,afirmamos que efectivamente, que esté o no el significante del Nombre del Padre es decisivo en la 
oposición entre Neurosis y Psicosis. 
Pero también es importante que tengamos en cuenta que el conjunto de significantes en Función Paterna y/o 
Significantes Primordiales puede estar presente y no hacer función ni funcionamiento, por estar ausente su 
operatoria. 
Cómo dice Lacan: 
“No alcanza con contar con el significante del Nombre del Padre, hace falta saber servirse de él -y de esto puede 
depender mucho el destino y el resultado de todo el asunto.” 6
Frecuentemente, la clínica nos testimonia que esto puede acontecer por múltiples caminos y desde distintas vías para 
un bebé o niño con un problema de desarrollo de base orgánica. 
 
Discapacidad-Psicosis y Autismo 
El tema y temáticas asociadas a las psicosis y/o autismo en la infancia y su relación a la discapacidad es vasto y 
extenso, razón por la cual situaremos un eje desde el cual realizar su abordaje. 
Consideramos pertinente ubicar brevemente primero el campo de la llamada discapacidad y el las psicosis y autismo, 
en los problemas que se juegan alrededor de estos conceptos y en las relaciones de semejanzas y diferencias entre 
ellos. 
El término “discapacidad” fue aceptado por la Real Academia Española de la Lengua hace diez años y desde 
entonces aparece en su diccionario. Es elegido este término porque otros, quizás más comunes, como por ejemplo 
“incapacidad” o “minusválido” pueden dar a entender que las personas con discapacidades son personas “sin 
habilidad” o de “menor valor”. 
Creemos que el concepto de ​discapacidad​, como también el de ​trastorno del desarrollo​, dejan fuera al sujeto del 
lenguaje, inconsciente, de deseo y sexuado. 
La clínica psicoanalítica con niños con problemas en el desarrollo, no es para nosotros una psicología de la 
discapacidad ni una clínica de los trastornos del desarrollo. 
“El uso cotidiano (del término) discapacidad (...) se refiere a que algo falla en la capacidad de funcionamiento de una 
persona, ya sea en el nivel mental, motor o sensorial.” 7
“Pero hay otro aspecto de la cuestión que es imprescindible no dejar de lado: mientras que la deficiencia mental es 
una variable pasible de ser determinada desde la dotación orgánico-biológica con que se nace, la estructuración del 
6 ​Lacan, J., “El Seminario”, Libro 5, Las Formaciones del Inconsciente 
7 ​Elsa Coriat: ​Psicoanálisis de bebés y niños pequeños, ​Editorial La Campana, Bs.As., 1996, pág.188. 
 
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aparato psíquico, en cambio, es contingente, acontece a ​posteriori​, no depende de la biología sino del lugar que el 
Otro le ofrece al recién llegado, especialmente en los primeros años de vida.” 8
No obstante lo cual, junto a Lacan: 
“Admitimos sin problemas que en las psicosis algo no funcionó, que esencialmente algo no se completó en el Edipo. 
La psicosis consiste en una falta a nivel del significante.” 9
Lo que no funciona en la discapacidad puede pertenecer a dos órdenes distintos; sin embargo es imprescindible tener 
en cuenta aquí que Freud nos orienta a propósito de la relación existente entre ambos órdenes, cuando a cerca de 
esta cuestión dice: 
“Rehusamos establecer una oposición fundamental entre ambas series de factores etiológicos y suponemos más bien 
la existencia de una colaboración regular entre ambas para el efecto observado. El destino de un hombre es 
determinado por dos poderes: “Daimon y Tuje”, muy rara vez, quizá nunca, por uno de ellos.” 10
Si ubicamos que la posición subjetiva queda establecida por el orden significante y sus leyes de funcionamiento, 
también es necesario considerar que, en la infancia, tiempo lógico y cronológico son decisivos en la organización de 
la futura posición subjetiva definitiva, encontramos que: 
“Lo que ocurre en la infancia se reduplica en la insuficiencia aumentada por un problema del desarrollo” y “es por la 
vía de esta dilación de lo real que irrumpe a cada instante, entrecortando la cadena simbólica que se abre la brecha 
para la entrada a la psicosis.” 11
En la actualidad, las controversias y definiciones sobre el concepto de discapacidad en sus relaciones con la psicosis 
y el autismo infantil, llevan la marca vigente aún del paradigma de la psiquiatría que homologa las perturbaciones y/o 
aboliciones del funcionamiento de las funciones mentales o psíquicas superiores; por extensión, entonces, también a 
las funciones sensoriales, perceptivas, motrices, determinadas por la dotación orgánico-biológica del sistema 
nervioso central, con la posición subjetiva. 
De esta manera y desde esta perspectiva, las psicosis y/o autismo formarían parte necesaria de la discapacidad y su 
destino, contradiciendo francamente nuestra clínica, que nos muestra que no hay entre ambas una relación necesaria 
sino contingente y arbitraria, a precisar en cada uno de nuestros pacientes para la dirección de su cura. 
En este sentido, se trata de plantear y problematizar las relaciones entre el campo de la discapacidad y el de las 
psicosis y/o autismo infantil. 
Lacan nos aclara en El Seminario, Libro 5, que el mundo donde entra y progresa el deseo no es tan sólo una ​Umwelt 
-en el sentido que ahí se pueda encontrar con qué saturar las necesidades-, sino un mundo donde reina la palabra, 
que somete el deseo de cada cual a la ley del deseo del Otro. 
Las investigaciones actuales sobre neuroplasticidad cerebral nos dan la pauta de que el Otro, al incidir sobre el 
sistema nervioso central y especialmente en los primeros tiempos, “diseña” el cerebro y es condición para el 
8 Ibidem, p. 191 
9 ​Lacan, J., “El Seminario”, Libro 3: Las Psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1984, p. 287. 
10 ​Freud, S., Sobre la dinámica de la transferencia, T XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, nota al pie 2 p. 97. 
11 ​Jerusalinsky. A., Psicoanálisis en los problemas del desarrollo infantil, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, p. 66. 
 
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completamiento de la estructuras nerviosas que acceden prematuras a la luz del día entre otras de sus funciones 
primordiales. 
En un niño con un problema en al desarrollo intervienen siempre una combinación y colaboración de factores. Cada 
caso es “un problema”, cuya combinatoria es singular, a intentar ubicar por el psicoanalista, en la interdisciplina y en 
el trabajo clínico en transferencia con el niño y sus padres (aún si hubiera patología orgánica). 
Siguiendo a Lacan, es posible afirmar que el nombre del padre comosignificante, o bien se inscribe en lo simbólico 
(neurosis y perversión) o bien se forcluye (psicosis). El diagnóstico diferencial, desde una perspectiva estructural se 
establece en función de esta operación y del destino de la misma en cada sujeto. 
Para toda estructura hay significantes que se inscriben en el aparato simbólico y significantes que son forcluidos. 
He propuesto durante la década de 1980 , y he seguido investigando hasta la fecha, las siguientes hipótesis, que 12
el acto o la operación de admisión, de inscripción y/o de entrada, ​Bejahung ​o ​Verwerfung, ​recae sobre distintos 
significantes según se trate de un caso de psicosis o de autismo en la infancia. Si en la psicosis se trata de la 
forclusión del significante del Nombre del Padre, proponemos que en el autismo se trata de una relación al 
significante en cuanto tal y en su conjunto, de exclusión, de ​Verwerfung del significante y de su función para el sujeto, 
en un sentido radical. En el autismo se trataría de sostener activamente al conjunto de los significantes en posición 
de “excluidos-desconectados y no encadenados”, imposibilitando su ingreso (entrada-inscripción). Mientras que en 
las psicosis se trataría del efecto de significación elemental, des-encadenada y no ordenada fálicamente, en el 
autismo se trataría del vacío de significación. Si el psicótico inmerso en el campo del lenguaje está en el campo de la 
palabra, pero no en el de su función, el autista -en cambio- mantiene una relación al campo del lenguaje que 
propongo pensar como la del rechazo activo a toda relación. Se rechaza al conjunto de los significantes No es un 
rechazo parcial y circunscripto a los primordiales A este tipo de relación al lenguaje , por cierto paradojal, la cual he 
nombrado como “relación de aversión “al significante en cuanto tal y su función 
Espero, con estas notas apenas introductorias, haber despertado en ustedes el interés por continuar esta temática. 
 
12 ​Bruner, N., Duelos en Juego, Editorial Letra Viva, Buenos Aires, 2008. 
 
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