Logo Studenta

Jerusalinsky, A Cap 5 , Aspectos constitucionales del bebe y su influencia en la relación Madre- Hijo

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

05
ASPECTOS CONSTITUCIONALES DEL BEBÉ
Y SU INFLUENCIA EN LA RELACIÓN MADRE-HIJO
AI principio las respuestas del niño están forzosamente 
encaminadas por la vía de la actividad refleja, por la actividad 
espontánea y por las expresiones de su tono muscular y su 
gestualidad. La viabilidad y condición de estas actividades en el 
niño realimentarán un circuito afectivo con centro de 
determinación en la madre. Esta retroalimentación podrá 
ocasionar cambios en la posición de la madre respecto del niño, 
modificando así el lugar simbólico que el hijo ocupa y el valor 
que significa.
El niño existe psíquicamente en la madre mucho antes de nacer y. 
más aún, mucho antes de ser gestado. Cuando el niño nace, todo 
ese engranaje que lo precede se pone efectivamente en 
movimiento. Podemos decir que un recién nacido dispone de un 
"enganche" para articularse en el proceso materno que lo 
contiene; "enganche" éste que se compone de: actividad refleja 
arcaica, gestualidad refleja, tono muscular, actividad postura] y 
espontánea y ritmos biológicos.
a) Actividad refleja arcaica. Cuando el niño nace presenta una 
serie de reacciones automáticas, "desencadenadas por estímulos 
que impresionan diversos receptores". Estas reacciones 
constituyen algunas de las huellas que guían la actividad del bebe. 
Estamos refiriéndonos fundamentalmente a los reflejos 
madurativos, al conjunto de los reflejos orales, de la madre, de 
Moro, tónico-cervicales, a los relativos a la maduración de la 
actividad ocular, a las reacciones cutáneas y a los reflejos 
posturales y superficiales de los miembros inferiores (Coriat, 
1974, y Coriat y Jerusalinsky, 1983).
No es nuestro objetivo describir estos mecanismos, que ya están 
tratados en una vasta bibliografía, sino internarnos en el análisis 
del valor que tales reflejos pueden tener para los intercambios 
madre - hijo.
Partiendo de esa perspectiva y considerando los reflejos orales, 
nos parece útil recordar aquí las reflexiones de Langer (1976} 
acerca de la importancia que para la madre y el niño, tiene una 
lactancia feliz: "No sólo el niño sino también la madre se 
perjudica por la renuncia a amamantar". Helen Deutsch encuentra 
'una estrecha relación entre el trabajo de parto y la lactancia, al 
comprobar que la succión del lactante estimula las últimas 
contracciones del útero, de manera que con el comienzo de la 
lactancia termina función dinámica de este órgano, que cede su 
primacía a las mamas. La lactancia, además de ayudar a la madre 
a vencer el trauma que: le causa la brusca separación de su hijo, 
sirve también para mitigar el efecto de su propio trauma de 
nacimiento (apud Langer, 1976)
La activa succión por parte del bebé tiene efectos múltiples para 
la madre: produce el vaciamiento del pecho, calmando la tensión 
y estimulando la glándula mamaria, con lo cual la secreción láctea 
aumenta. Las mujeres deseosas de su maternidad sienten en esta 
producción láctea la continuidad de su potencial corporal, que se 
desplaza poco a poco hacía el cuerpo de su hijo y. en la medida en 
que éste crece, pone en evidencia el efecto de la donación 
materna.
Este ciclo de satisfacción parte del ofrecimiento del pecho, circula 
por la succión del bebé, retorna glandular y psíquicamente sobre 
la madre, que se siente así más próxima de su hijo, transformando 
la brusca separación del parto en un distanciamiento corporal 
gradual y lento durante el cual el bebé recibe el don materno. Don 
que se expresa primero en forma de leche, como alimentación y 
apoyo, protección y enseñanza, y que va re significándose en 
otros objetos en la medida en que el niño se vuelve capaz de 
alimentarse por si mismo.
Este círculo maternal envuelve otro ciclo con el que se superpone 
y se entrecruza: el ciclo de hambre y dolor, succión consuelo, 
saciedad y satisfacción. El bebé experimenta todo esto con los 
ojos fijos en e! rostro de la madre, ojos que lo enganchan y lo 
transportan hasta el universo en el cual su cuerpo, la boca y la 
leche adquieren su inscripción: el universo simbólico.
Círculos que se tocan, superposición tangencial que articula, junta 
y separa los espacios de la madre y del hijo en un vaivén que se 
expresa más tarde incluso en la aparición de las representaciones 
gráficas, de cuyo fenómeno nos da un ejemplo el juego del 
Squiggle propuesto por Winnicott 1979).
Es preciso hacer notar que el punto de contacto, que en el ángulo 
psíquico está apoyado en una serie de representaciones maternas, 
en el ángulo biológico se apoya en automatismos reflejos, 
fundamentalmente orales y visuales. El pecho se ofrece y el rostro 
del niño gira, por el reflejo de búsqueda, y chupa en una 
secuencia pausada y fija. En la primera quincena de vida 
predomina la alineación óculo-troncal y, poco a poco, los ojos 
acompañan a la cabeza en sus seguimientos perspectivos. Las 
manos y los brazos se flexionan cuando el bebé siente hambre y 
ansiedad y se van relajando y extendiendo en la medida en que la 
alimentación avanza, la madre "lee" en los ojos que se entornan y 
en el cuerpo que se relaja el goce que su leche proporciona.
Los reflejos orales adquieren un sentido de aceptación, goce, 
plenitud; son significados porque están allí, son como el trazo 
para la escritura o el sonido para la palabra: su presencia da un 
soporte para que esta palabra, la materna, tenga un destino cierto,
b) Gestualidad refleja El llanto inicial del bebé es obviamente 
reflejo, un puro automatismo. Ligado al principio a la respiración 
aérea, forma parte de las reacciones vitales más arcaicas del ser 
humano, Pero de allí en adelante, y casi sin interrupción, se 
repetirá en situaciones de dolor e incomodidad que afecten al 
niño. Nada existe de adquirido en esa manifestación primaria, por 
lo menos en el recién nacido.
A partir del primer mes de vida es posible notar cambios en el 
llanto que, constitucional al comienzo, se incorporará a 
estructuras que, poco a poco, lo llevarán a adquirir la 
significación social que tiene para el mundo de los adultos. En las 
primeras semanas el llanto aparece como desencadenado 
automáticamente frente a cualquier síntoma de dolor o de 
incomodidad, como directamente asociado a sensaciones 
corporales inmediatas y realmente presentes. Con cinco semanas 
de vida, se presenta como efecto de los sueños, sin duda el bebé 
"ve" o "siente" transitar por su mente una serie de imágenes que 
movilizan su gestualidad de manera muy activa. Mientras duerme 
presenta succión espontánea, contracción del rostro, emisión de 
sonidos, sonrisas, movimientos de los párpados, eventualmente un 
llanto breve e interrumpido bruscamente, como obedeciendo a 
una imagen que pasara fugazmente, ya que si fuese una molestia 
corporal la queja se reiteraría.
Esta pequeña secuencia evolutiva nos muestra cómo, sutilmente, 
el llanto se transforma de una reacción automática en un elemento 
de comunicación. Basta para ello observar las reacciones de 
quienes cuidan al bebé frente a su llanto: lo consuelan y calman, 
le hablan, lo cambian y Jo acarician, le atribuyen dolores y lo 
abrazan.
Lo mismo sucede con la sonrisa, que inicialmente aparece durante 
los momentos de saciedad y somnolencia que suceden a la 
amamantación , como un gesto puramente reflejo. Hacia el final 
del segundo mes la sonrisa empieza a aparecer como uno de los 
"organizadores" centrales en la relación M-H al adquirir el 
carácter de respuesta frente a la sonrisa del rostro de otro ser 
humano. Es evidente que las reacciones frente a las sensaciones 
corporales inmediatas, reales y de contacto directo, poseen un 
valor completamente diferente del de las respuestas gestuales y 
del de las gesticulaciones frente a imágenes oníricas y por lo 
tanto, ausentes y evocadas.
Las reacciones frente a los contactos concretos, presentes desde 
los primeros instantes de la vida, se adscriben al equipamiento 
constitucional contenido en el código genético; las de la segunda 
categoría del orden de la gestualidad, que empiezan a aparecercerca del tercer mes, son adquiridas a través de la inscripción que, 
sobre aquellos primeros mecanismos automáticos, realiza el 
sistema de comunicación humana que la madre utiliza y en el cual 
incluye a su hijo.
c) Tono muscular, Ya hemos señalado que las emociones se 
expresan a través de sutiles variantes del tono y de las actitudes, y 
que el tono muscular presenta variantes fisiológicas motoras: con 
el sueño disminuye al mínimo, pero durante el llanto aumenta. En 
efecto, el recién nacido a término, una vez normalizado su tono, 
lo cual por lo general sucede alrededor del quinto día de vida, 
presenta claras reacciones automáticas vinculadas s sus 
sensaciones de dolor y de placer.
Frente al dolor y la Incomodidad aumentan las contracciones, y 
las masas musculares se relajan durante el placer y la tranquilidad. 
Sin duda se trata de mecanismos neuromusculares 
constitucionales que ofrecen a la madre elementos para conocer el 
estado de su hijo, en la medida en que ella desea conocerlo.
Este sistema de reacciones sólo puede mantenerse durante pocos 
meses si no es apoyado por la función materna, que le imprimirá 
toda su significación afectiva. Es conocida la total indiferencia 
con que los bebés carenciados afectiva y/o nutricionalmente 
responden a los estímulos del medio ambiente, después de cierto 
tiempo de privación. Nos parece necesario destacar el valor que, 
en la relación M -H, adquieren las expresiones tónicas que 
brindan una sutil referencial para el "enganche" materno.
d) Actitudes posturales y actividad espontánea. En la práctica es 
difícil disociarlas del tono muscular y de la actividad refleja. Aun 
cuando cierta discriminación sea didáctica, conviene llamar la 
atención sobre los riesgos de un esquematismo que pretenda 
estudiar aisladamente cada reflejo. En realidad se trata de un 
esfuerzo analítico que nos ayuda a percibir con más detalle un 
proceso que recorre, compleja y simultáneamente, todos los 
niveles desde el psíquico hasta el biológico y viceversa.
Estos diferentes niveles no responden a las mismas leyes ni 
componen las mismas estructuras, pero a pesar de ello hoy es 
evidente para nosotros la necesidad de profundizar la 
comprensión de la dinámica de influencia e Interdeterminación 
que existe entre esos niveles.
En ese sentido, el reflejo tónico-cervical asimétrico constituye una 
sinergia que, además de favorecer la coordinación ojo mano boca, 
induce al niño a adoptar una postura que facilita el 
amamantamiento y favorece en la madre la colocación de 
pequeños juguetes cerca de la mano del niño y frente a su boca, 
dentro de su campo de visión. Esto facilita la tarea de enseñar al 
bebé.
Algo similar podríamos decir del relativo predominio del tono 
flexor al comiendo de la mamada, que induce la rotación cefálica 
y tina postura que se amolda mejor al hueco de los brazos 
matemos, mientras que el relajamiento progresivo lleva al niño a 
una postura abierta y extendida, sensible, sin embargo, frente a la 
más misma motivación que produce en él un esbozo
de "Moro" incompleto. Es como si el cuerpo del niño informara a 
la madre acerca de sus necesidades, su saciedad, su goce o su 
disgusto.
El constante esfuerzo del lactante durante el primer trimestre de 
su vida para conseguir el control cefálico está íntimamente 
vinculado a reacciones posturales de defensa frente a la 
posibilidad de asfixia por obstrucción de las fosas nasales o de los 
canales aéreos, como también sucede con las reacciones de los 
automatismos producidos por la maduración de los reflejos del 
cuello en et recién nacido a término.
Es claramente observable la gran influencia que sobre los 
progresos del mantenimiento de la cabeza ejercen los estímulos 
visuales y, muy especialmente, la movilización y la comunicación 
humana. Recíprocamente podemos señalar cuán poco alentador es 
para la madre intentar el encuentro con el rostro de su hijo cuando 
éste está persistentemente imposibilitado de responder, ni siquiera 
con groseras tentativas, a la llamada materna,
La postura adecuada y flexible es natural e inconscientemente 
reconocida hasta por la madre más inexperta, dentro de los 
amplios limites de variación de la normalidad. Cuando 
posteriormente se verifica en el bebé alguna patología, esas 
madres positivamente ligadas a sus hijos suelen relatar que les 
había llamado la atención tal o cual actitud de sus pequeños.. Es 
ésta una clara evidencia de un registro que no llegó a constituir 
significante por desconocimiento o por la negación derivada del 
temor materno de confirmar que algo andaba mal.
La actividad espontánea, caracterizada por la franca tendencia 
pasiva que se apodera del neonato después de la hipertonía del 
primer día, y que suele durar cinco o seis días, se manifiesta a 
partir de la segunda semana, fundamentalmente en los 
movimientos de brazoss, que podríamos llamar "de bailarina 
thailandesa", por la semejanza que tienen con los movimientos 
plásticos realizados por las mujeres que practican las danzas 
folklóricas de Thailandia. También aparecen los clonus, temores 
de inmadurez más frecuentes en la barbilla y en las extremidades 
inferiores. Los movimientos son lentos y pausados, a veces 
entrecortados, y se presentan de forma reactiva, aunque 
inicialmente inconstantes, manifestándose cuando alguien le habla 
al bebé o mueve lenta mente objetos frente a él.
Alrededor de la quinta o sexta semana aparecen ya los 
movimientos globales y agitados de respuesta, alternados por 
momentos de total quietud durante los cuales el niño fija la 
atención en un objeto o en una persona, como en estado de 
concentración.
El pasaje madurativo por esas etapas va desde la actividad 
totalmente indiferenciada del comienzo hasta la asimilación de los 
primeros esquemas de acción e inhibición que tienen un carácter 
francamente adquirido.
En esta secuencia de la actividad espontánea se favorece el 
contacto de las manos con la boca y con los objetos externos, 
inclusive el pecho y rostro maternos, en encuentros casuales que 
constituirían sin embargo la guía de loa futuros contactos 
intencionales. Estos con- tactos fugaces iniciales ofrecen a la 
madre múltiples oportunidades para poner en juego las 
interpretaciones acerca de las supuestas intenciones del bebé, 
manifestadas a través de sus movimientos. Ella va inventando un 
verdadero "recorrido" cuyas fronteras sólo reconocen, por un 
lado, los limites de la creatividad y de la imaginación maternas; 
pero, por el otro, sólo pueden extenderse en el espacio dibujado 
por la riqueza de movimientos del niño.
e) Ritmos biológicos. Consideraremos aquí, de entre todos los 
ritmos biológicos, solamente los que poseen especial importancia 
para el intercambio M-H, Son ellos la acompasada secuencia 
respiración-deglución, la respiración misma, las alternancias 
hambre-saciedad, sueño-vigilia, y la frecuencia excretora, Pocas 
cosas alarman tanto a una madre como la falta de evacuación de 
su bebé o el hecho de que éste se ahogue con la leche que está 
mamando o regurgitando. También pocas cosas tienen tanto poder 
de irritación para una madre como la inversión del ritmo de sueño 
del hijo. En estas regulaciones la ansiedad materna y la capacidad 
de contención paterna tienen un papel decisivo para detener los 
efectos de esos contratiempos.
Cuando en un niño existe una patología neurológica que 
distorsiona inevitablemente estos procesos, surge por contraste la 
importancia de estas regulaciones biológicas para la conservación 
del equilibrio de las relaciones primarias con el bebé, En estos 
casos, la flexibilidad materna tiene que ir instrumentando la 
sustitución de un ritmo constitucional que se manifiesta como 
ausente y que reclama, en alguna medida, su reconstrucción para 
permitir tanto al niño como a la madre articular su relación y 
hacer un puente en dirección al mundo circundante. Es evidente, y 
nosotros nos proponemos destacarlo, el relevante papel que estos 
ritmos desempeñan en la sobrevivencia del individuo.Nos 
preocupa que puedan ser poco valorizados respecto a su papel de 
proporcionar una vía de encuentro para la madre, que se ve 
forzada en su función a escuchar con otros oídos a ese niño que 
aún no habla. Insistimos en la determinante incidencia de la 
personalidad materna, pero no debemos olvidar la evidente 
influencia de estos factores.
En efecto, lo actividad materna decodifica aquello que el niño 
expresa en su propia actividad. Los códigos que la madre usa 
integran el conocimiento inconsciente que ella llene de esos 
elementos constitucionales del recién nacido. Por eso la madre 
espera del niño ciertos tipos de reacción en concordancia con ese 
conocimiento previo. Además anticipa una imagen global del niño 
en términos corporales, cuya confirmación irá a buscar una y otra 
vez en el contacto con su hijo. El concepto de diálogo tónico 
mencionado por Ajuriaguerra (1970) sintetiza, en un par de 
palabras, la naturaleza significante de este proceso.
Así, puede decirse que la madre informa a su hijo sobre la 
contabilidad de sus esquemas para conectarse con el mundo que 
lo rodea. También se puede decir que el hijo "informa" a su 
madre, a través de su respuesta, acerca del grado de adecuación de 
la actividad materna a sus sensaciones y a su estado interno.
La madre construye para el niño una imagen contenida en su 
subjetividad; además, esta imagen guardará una inevitable 
relación con los datos que el niño le ofrezca. Nuestras 
observaciones clínicas señalan que tal relación existe, aunque 
puede ser sumamente variable. La madre construye, al abrazar al 
hijo, al mirar al hijo, en su contacto corporal con él, el perímetro 
de su imagen. Perímetro que llenará con el significado nacido de 
lo que ella desea en el niño. Pero éste puede facilitar el abrazo u 
oponerse involuntariamente a él si una parálisis cerebral lo torna 
rígido. Puede ir al encuentro de su mirada o parecer huir de ella, si 
un estrabismo grave lo afecta.
Por eso diremos que, si bien es cierto que en el niño no hay sujeto 
constituido desde el comienzo, en la madre hay un sujeto para si 
misma y otro para prestarle a su bebé. Esta intersubjetívidad 
sostenida por la madre necesita de una ilusión de respuesta 
psicológica, y el soporte de esta ilusión está dado por la respuesta 
material de los mecanismos constitucionales. Podemos decir que 
la intersubjetívidad de la comunicación inicial M-H, cuyo centro 
reside en la Función Paterna que se instala en la cadena 
significante, opera, sin embargo, a través de la intersección de la 
actividad materna con la actividad del niño. Y que la actividad del 
recién nacido tiene verdadera importancia en las características de 
esta relación ofreciendo un espacio que ejerce sus propias 
influencias sobre el signifícame materno,

Continuar navegando