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NOVEL Por favor, Destino. A.B Johnson Abril, 2018. Derechos reservados, Copyright.© NOTA Esta historia contiene personajes y situaciones ficticias, dirigida para público young—adult. Los escenarios como en Nicaragua, tienen expresiones Nicas originarias que están descritas en la misma página, ayudando al desarrollo de los personajes y la trama en general. Se pide disculpas anticipadas ante cualquier error o confusión. Este libro está destinado únicamente al entretenimiento al público. ¡Gracias por apoyarme! ¡Estaré esperando tus comentarios! ÍNDICE SINOPSIS PRÓLOGO CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 2 CAPÍTULO 3 CAPÍTULO 4 CAPÍTULO 5 CAPÍTULO 6 CAPÍTULO 7 CAPÍTULO 8 CAPÍTULO 9 CAPÍTULO 10 CAPÍTULO 11 CAPÍTULO 12 CAPÍTULO 13 CAPÍTULO 14 CAPÍTULO 15 CAPÍTULO 16 CAPÍTULO 17 CAPÍTULO 18 CAPÍTULO 19 CAPÍTULO 20 CAPÍTULO 21 CAPÍTULO 22 CAPÍTULO 23 CAPÍTULO 24 CAPÍTULO 25 CAPÍTULO 26 CAPÍTULO 27 CAPÍTULO 28 CAPÍTULO 29 CAPÍTULO 30 CAPÍTULO 31 CAPÍTULO 32 CAPÍTULO 33 CAPÍTULO 34 CAPÍTULO 35 CAPÍTULO 36 CAPÍTULO 37 CAPÍTULO 38 CAPÍTULO 39 CAPÍTULO 40 CAPÍTULO 41 CAPÍTULO 42 CAPÍTULO 43 CAPÍTULO 44 CAPÍTULO 45 CAPÍTULO 46 CAPÍTULO 47 CAPÍTULO 48 CAPÍTULO 49 CAPÍTULO 50 CAPÍTULO 51 CAPÍTULO 52 CAPÍTULO 53 CAPÍTULO 54 CAPÍTULO 55 CAPÍTULO 56 CAPÍTULO 57 CAPÍTULO 58 CAPÍTULO 59 CAPÍTULO 60 CAPÍTULO 61 CAPÍTULO 62 CAPÍTULO 63 CAPÍTULO 64 CAPÍTULO 65 CAPÍTULO 66 CAPÍTULO 67 CAPÍTULO 68 CAPÍTULO 69 CAPÍTULO 70 CAPÍTULO 71 CAPÍTULO 72 CAPÍTULO 73 CAPÍTULO 74 CAPÍTULO 75 CAPÍTULO 76 CAPÍTULO 77 CAPÍTULO 78 AGRADECIMIENTOS SOBRE MÍ SINOPSIS El destino tiene formas muy peculiares en juntar a dos personas… Abby Lloyd tuvo una segunda oportunidad. Para ella, su nueva vida es el renacer del mundo que estaba envuelto en su cuello hasta más no poder, ahora, lo que hace es aprovecharla al máximo. Segura de estar viviendo el infierno en la tierra, Abby es encontrada por una señora desconocida en un parque abandonado, su destino cambia radicalmente cuando acepta su precipitada propuesta de irse con ella y comenzar de nuevo. No tenía previsto convertirse en la hija de una de las familias más exitosas de Manhattan o tener de vuelta una familia, tampoco ser el ícono de la moda más aclamado de esos tiempos, pero, ¿Qué se puede hacer más que tomar lo que viene consigo según el esfuerzo de sobrevivir? Robinson. Tenía que ser él. En su capricho por ser una chica normal, se aventura a pasar desapercibida en una escuela de un condado sencillo, conociendo ahí, al que se asemeja a la fase de su depresión de su antigua vida, pero eso no sería sencillo. El chico que todo el mundo tiene precaución, no tiene modo de comunicación. Toda una gama de problemas y escenas se desarrollan cuando la primera palabra de intercambio se da entre los dos. El destino ya lo tiene escrito desde que se conocieron. Abby había pedido de favor una dirección, ahora tiene consecuencias que afrontar. ¿Entonces, empezamos? Destiny #1 PRÓLOGO Managua—Nicaragua. El aspecto público que me manejaba daba mucho a la imaginación. Era la razón por la que odiaba salir pero necesitaba hacerlo. Mi corazón sangraba con cada pestañeo, el pesar en mi pecho es tanto, que respirar es más complicado de lo que parece. No soy la misma, muerta en vida como el zombie de la película que mis primos me tacharon cuando salí de aquella casa asquerosa. ¿Quién diría que acertarían tan bien? Los odio, odio a todo el mundo. Pateé un guijarro de la acera y metí mis manos en los bolsillos de mi gastado abrigo, resoplando a la brisa cálida del día que se le ocurrió pasar justo en ese momento. Qué vida. Y ahora, ¿Onde? Mis muñecas dolían, mis pies pesaban y mi cabeza zumbaba, necesitaba un espacio donde nadie me escuche gritar. Mi frustración es tan grande que el psicólogo que actualmente no hace más que presionarme más. Cuando me detuve y escaneé a mí alrededor ante la pesadez de mis párpados adoloridos, me di cuenta que había caminado más lejos de lo previsto, al área abandonada del barrio y estaba al pie de un sendero abandonado. Alcé mi cabeza y aprecié grandes árboles verdes, cosa poco común en esta área del pueblo. Por lo general los animales llamados humanos los talan, la cosa retórica es que quitan su propia fuente de respiración, calma a mi sedienta alma llena de todo rencor en la vida. Sacudí mi cabeza con aquellos pensamientos. Mi mente estaba más inestable que nunca y me asustaba. Sin ninguna importancia de lo que me espera en este camino, mis pies se dirigen con paso decidido en aquel maltratado suelo desafiando a mis propios miedos a resistirme. Pero no lo hago. Solo quería huir. Cada paso representando y necesitando una salida, queriendo salir de este agujero. Sé que algo está mal conmigo, lo sé, lo siento y la sensación es amarga, llena de ese vacío que solo afecta a mi mente y mi corazón hasta lo más profundo. No es para nada saludable. Mi mirada se desvía alrededor, viendo que solo más árboles me esperan al fondo, me detuve y suspiré con mi pecho apretándose, mis ojos tratando de hallar para calmar algo de la ansiedad que subía. Todo este sentimiento era desconcertante. ¿Y cómo no? Vi morir a mi familia frente a mis ojos. Morí con ellos. Una vieja y oxidada banca a lado de un gran árbol fue lo que distinguí en medio de las hojas caídas que la cubrían, mis pies inmediatamente se hicieron camino hasta ella, lo supe hasta que quedé con mis rodillas rozando el viejo material. Miré alrededor nuevamente, la soledad y el silencio eran acogedores, nada de regaños y burlas u obligaciones a tomar medicaciones. Di un suspiro después de un largo tiempo, vendría aquí cada vez, si es posible me mudaría, aunque a la única que le importara mi desaparecimiento sea a Lidya, mi tía. Apartando algo de hojas me dejé caer en la banca, que sorpresivamente, no se cayó con mi peso como daba la impresión, era eso, o las palabras del doctor al decir que había bajado demasiado con mi peso eran ciertas. De todas maneras se sentía resistente y aquí estaba yo. Doblé mis piernas debajo de mí y me acurré en ese pequeño lugar, escuchando el canto de algunas aves y el sonido de las hojas moviéndose conforme a un suave viento que pasaba de vez en cuando. Mi único consuelo. Eso trajo recuerdos a mí y desearía no haberlo hecho, dolía, mucho más allá de lo racional para cualquier ser vivo. Mi hermana y yo nos escapábamos de casa para ir a jugar al con las demás niñas del barrio y regresábamos a tiempo antes de que se dieran cuenta de que no nos encontrábamos, mamá solía ser demasiado dramática. Una vez incluso llamó a la policía. Simplemente demasiado por una babosada. Me estremecí y ahora la pulsera en mi muñeca pesaba más que nunca. Aquella que actuaba como la llave a desmoronarme y ponerme de rodillas y sollozar con el simple atisbo de verla, pero así como no la podía ver, no me la podía quitar, lágrimas picaban en mis ojos y me negaba a desmayarme por llorar de nuevo. ¿A quién le ocurría eso? Lo hacía todas las noches, era suficiente, de día no me atormentaría con el pasado, todo ocurrió, mis lágrimas no los volverán a revivir. Mordí mi labio cuando di un enorme suspiro de resignación al cielo cuando alcé mis ojos borrosos a la gran mancha azul que apenas veía. Abracé mis brazos y la acción hizo raspar mis muñecas cortadas, el dolor suministró lo que necesitaba. Me hacía sentir bien de alguna forma y por eso lo hacía. Muchas veces había intentado en suicidarme, de muchas maneras distintas para no llamar la atención y no lo lograba, pero, además de poner fin a mi sufrimiento, ¿Solo para complacer en los noticiarios que la chica huérfana del accidente pasado, ha muerto finalmente por su inestable condición? Y es que mi vida no hatenido la calma requerida a lado de mis tíos, a lado de Fabio, mi hostigador personal, el pendejo que me grita todos los días por gastar más en alimentarme, por el simple hecho de dar un techo donde vivir. Mi tío político. Asco de persona. Lo único en venganza es seguir con vida ante ver la última reacción de ellos cuando me sacaron del hospital. No les daré el gusto ahora. Aunque escuchar que gaste en un ataúd suena prometedor. Las lágrimas se habían secado por el recordatorio de mi actual vida. Lidya era hermana de mi padre y el pariente más cercano que el sistema pudo detectar, también, algo de humanismo la conmovió para acogerme. Nunca la había conocido hasta que entró en la habitación del hospital donde reposaba de mi desmayo después de presenciar mi propia muerte, el doctor la presentó como la hermana de mi padre, mi tía, ella sonrió, se veía triste, parecía conmovida con la partida de su hermano y madre, mi abuelita también estaba en ese auto que arrebató las vidas de quienes más amaba. Pensé que tendría el apoyo necesario para salir adelante. No fue así. Suspirando nuevamente, era irremediable quitar aquel vacío. ¿Qué podía hacer? ¿Huir de ahí? ¿Para qué? ¿Para qué me encuentren y luego el sistema me mande a otro hogar mucho peor? Prefiero quedarme ahí, por lo menos Lidya actúa cuando son suficientes palabras de zozobra en mi contra. Ahora, un aire frío pasó por mi rostro, sacando un rizo de mi oreja, haciendo que me estremezca con el lívido cambio de aire. No era tan turrona como mamá, ella sí que tenía rizos. Estupefacción salió de mí cuando mis ojos ahora se encontraron con el cielo azul oscuro, negro por la noche. ¿Ya es de noche? ¿Tan pronto? Dios mío, que chingo este tiempo, estaba perdida, realmente perdida y necesitaba un salvavidas, uno y pronto. Saqué el pequeño celular de mi bolsillo para constatar la hora, preguntándome si demoraré más para simple molestia de la familia donde estoy ahora o irme para alcanzar la cena con esa gente extraña… Nah. La primera opción suena bien. Hacerlos enfadar es una mejor sensación que oír las quejas de siempre, además de algunas veces soportar la goma de Fabio y el silencio de Lidya sin hacer nada más que presenciar. No la culpo, nunca nos hemos visto, no hay razón de cariño. El simple hecho que sea su sobrina no es razón por la que ande en su regazo como una niña faldera. —¿Puedo hacerte compañía en este lugar tan solitario? La suave voz de alguna parte desconcertó mis sentidos y levanté mi mirada de la claridad de mi celular donde veía la hora y detuve mis ojos en el atisbo del color negro del abrigo de una señora mirándome, lo curioso es que no se veía como una vagabunda del sector o alguien que quiera hacerme daño. Su mirada era diferente, casi similar al del doctor López, pero esta era más cautelosa, casi como si tuviera curiosidad. Parpadeé ante su imagen y me percaté de su mano señalando el otro extremo de la banca, parpadeé otra vez para recordar su pregunta. ¿Cómo negar un asiento para alguien? ¿Por qué siquiera preguntaba? Este lugar era libre. Asentí, dándome cuenta ahora que el lugar donde oía el canto de los pájaros ahora era rodeado de algunos grillos en algunas partes, tratando de hacerse notar y avisándome lo tarde que se estaba haciendo, pero me daba igual. Aquella señora sonrió y casi mi desesperada alma de salvación le dice todos mis problemas solo con ver su sonrisa cariñosa, sin conocerme, ella sonrió. Algo que nadie había hecho para consolarme o animarme y menos de esa manera. Una desconocida hizo aquello y me negué a dejar liberar mis penosas lágrimas. Guardé mi celular y miré de nuevo al cielo mientras ella se ubicaba, sentándose suavemente y oyendo su suspiro. ¿Qué hacía ella aquí? ¿No es un lugar apartado donde buscas privacidad? Oh… ¿Ella también huía? ¿Era eso? —Este es un buen lugar para pensar, ¿No lo crees, jaña?— Comienzo de una típica conversación casual hizo agitar mis entrañas. No había conversado con alguien hace meses, las únicas palabras que doy son a mis doctores y no precisamente para comentar sobre el jodido clima. Inhalé para fortalecer mi voz— Sí, lo es —Atinó a mi razón de presencia. Otro suspiro, en medio de la oscuridad solo con la luz de la luna en alguna parte del cielo era capaz de ver su silueta a mi lado. La banca no era mi grande por lo que un simple estiramiento de mi brazo y la tocaba. No estaba segura de lo que esta señora buscaba con conversar conmigo, pero algo aterrador y al mismo tiempo refrescante se filtraba dentro de mí, mis ángeles y demonios a los hombros diciéndome lo bueno y lo malo que esto pintaba. Mis padres me había advertido hablar con extraños, pero esta señora lucía amable, más que eso, aún, sin el brillo del sol sobre ella, sus ojos lucían acogedores. ¿Estoy realmente necesitada que parece que estoy alucinando? — ¿Estás perdida?— Otra pregunta, esta vez, vi su cabeza girarse hacia mí e imité su acción, constándome de su pequeña sonrisa de tranquilidad — Lo siento si te asusto, estoy intrigada — Su voz era suave. Y como la niña que soy, le creí. Me aferraba a cualquiera cosa que parecía flotar en mi marea inestable. —No. No estoy perdida —Controlé el nudo en mi garganta, nadie me había tranquilizado en mucho tiempo. Los doctores y psicólogos no cuentan para nada. Es su trabajo, no consolarían a una niña extraña si no hay pago de por medio al finalizar las sesiones. Por más sentida que esté. Hubo una corta pausa donde otra ráfaga chocaba contra nuestros abrigos. Esta vieja pieza de ropa la usaba desde el accidente. Cubría perfectamente mis muñecas, donde nadie podía ver mi triste realidad. Haga frío o calor, estaba sobre mí. —¿Problemas familiares?— Su voz fue más suave, casi como si temiera a una reacción violenta de mi parte. La volví a ver, con algo de sorpresa en mis ojos por otra vez haber acertado a las razones de mi vida. Su sonrisa se había borrado, solo sosteniendo una línea en su boca con ojos cautelosos, cejas apretadas, su expresión preocupada. Quité mi vista de ella, sin quitar mi impresión. ¿Qué decirle? Debió ver mi reacción. Temía que si me abría con ella, me desmoronaría de nuevo. Además, es una extraña. No debía hablar con ella o mucho menos acercarme, debí haberme ido en cuanto llegó. Pero diablos, quería desahogarme con alguien y ella parecía confiable. Solo me ocurría una manera de contestarle. — No tengo familia —Tragué, era la cruda verdad. Oí su inhalación temblorosa, no me atrevía a mirarla, no quería. —Entonces… ¿Dónde vives, pequeña?—Su voz había cambiado a más baja, como si también luchara con liberar presión de su garganta. Pequeña. A veces me olvidaba que todavía seguía siendo una chatela. Teniendo solo la edad de once años, había experimentado el máximo dolor que cualquier persona haya atravesado. A tan solo unos ocho meses había estado brincando frente a la estantería de dulces de la tienda, ahora, solo veía salas blancas o la pared de mi cárcel en la casa de mis tíos. Esta situación me ha hecho madurar y pensar en forma diferente, nada sería igual. —En una cárcel. Donde mis guardias no dejan de atormentarme y el jefe no deja de reclamarme por ocupar un sitio— Mis palabras sonaron dificultosas y mis ojos se empañaron. No debía ponerme triste, no podía. Eso solo me haría más débil y fortalecería al enemigo. No DEBÍA. Froté mi palma contra mi nariz y olisqueé, mirando el espacio alrededor de nosotras, tener compañía se sentía grato. Oí otra olisqueada y miré a la señora, su rostro se había convertido en añoranza pura y las lágrimas estaban ahí, apunto de ser derramadas. Inhalé fuerte al querer llorar con ella. Debía ser fuerte. —Es como retroceder en el tiempo—Suspiró ella, sus ojos quitándose brevementede mí y mirando alrededor como si la oscuridad no estuviera ahí— Antes. Hace años, este lugar era un parque —Fruncí el ceño a sus palabras, ¿Me estaba contando algo de su vida? ¿Por qué? No era más que una extraña— Una jaña, unos pocos años más que tú, siempre venía a esta misma banca. Huyendo de los problemas que agobiaban en su casa, las cuentas vencidas sobre su mesa y su padre borracho, siempre con goma. Solo quería escapar. La vida no es fácil cuando si no se tiene un apoyo adecuado. Mi ceño fruncido ahora se retractó al procesar las palabras, mis ojos abriéndose con el descubrimiento. —Era usted —Dije, sin aliento. Ella me miró, ojos tristes junto a una melancólica sonrisa. —Sí. Esa misma chica. La veo reflejada en ti. Necesitas ayuda, sé cómo se siente tratar de agarrarse de algo firme para evitar caer de nuevo. No tener apoyo de nadie nada más que las personas que están para estropear tus ligeras esperanzas. Eso apesta, por eso, estoy conversando contigo. No por condescendencia, sino por comprensión. No pude evitar derramar la sola lágrima que resbaló por mi mejilla. Su mano se alzó a la altura de mi rostro para limpiarla —¿Cómo logró salir de ahí?— Mi voz era tan pequeña. Sonrió de forma maternal, mi corazón sintió calidez ante ese simple gesto— Tuve que esperar hasta ser mayor de edad y lograr aventurarme por mí misma. Por mis pocos medios, pude cumplir el sueño americano. Fui de forma ilegal a los Estados Unidos, peligroso, pero tuve suerte de llegar en un lugar donde mis patrones se preocupan por los indocumentados. ¿Sueño americano? Había oído de él. Pocos son los que logran cruzar la frontera de forma ilegal. Los denominados “coyotes” son las personas encargadas de hacerlas cruzar, simples tamales con la audacia de desafiar las reglas. Las noticias en la televisión reportan ese tipo de reseñas cuando algunos son regresados de vuelta, no teniendo suerte. Otros, con un final todavía peor. Muerte. No creía que esta señora haya logrado hacer eso, ni siquiera podía verla en los Estados Unidos, y aún así… el acento Nica lo tiene ahí, perfecto. — ¿Vos todavía sigues trabajando ahí?—Pregunté más confiada, su mano había caído de vuelta a su regazo y me conformé con una diminuta caricia de hace un momento. Si trabajaba, ¿Por qué estaba aquí de vuelta en Nicaragua? Por ninguna razón del mundo regresaría aquí de estar en sus zapatos. Ella mostró una sonrisa completa—Por supuesto— Había felicidad en su tono —Estoy en mi semana de vacaciones. Siempre vengo a este lugar a pensar en lo que ha sido mi vida en todos estos años. Mi hijo prefiere quedarse en casa, no le gusta acompañarme. No se me pasó por alto que la mención de su hijo trajo a sus ojos tristeza. ¿Cómo un hijo no puede acompañar a su madre en un viaje? Es absurdo. ¿Qué clase de hijo es entonces? El tramo de silencio entre nosotras fue interrumpido con el tono de llamada de mi celular, mi mano buscó el chunche en mi bolsillo y la pantalla era iluminada con el nombre de Lidya en ella. Ugh. Estaba segura que no llamaría si Fabio a estas instancias está haciendo un acto de drama de todo esto. Sus gritos eran innecesarios. Me prohibían salir de ese hoyo, Diego y María me dejaron salir por esas mismas razones, para ser nuevamente reprendida y satisfacer su sádica personalidad. No lo entendía. No me querían ahí, ¿Por qué les preocupa que salga y no regrese cualquier día? Mi pulgar cortó la llamada y regresé el teléfono donde estaba, habiéndome olvidado el buen ánimo que había tenido en un largo tiempo solo con ver el nombre de una sola persona, volviéndome a mi vida real. —Al parecer se preocupan—La voz tímida de la mujer a mi lado se atrevió a decir. Debí haber tenido una expresión en mi rostro de muerte. — No. No lo hacen— Mi voz era tensa, mi respiración pesada— Fabio ya debió haber roto la vajilla en el suelo por mi desaparición. El viejo es una bestia cuando está arrecho. Es un milagro que solo se limite a gritarme, no me ha golpeado. Ese día, me muero. El leve jadeo de ella fue mezclado con la suave brisa de la noche, me alegró estar en la oscuridad. Hubiera visto mis reales facciones en mi rostro y salido corriendo del miedo. En vez de una represión como estaba acostumbrada o el mismo silencio, las palabras que estaban a punto de salir de su boca me agitaron. —¿Quisieras tener libertad? ¿A tomar algo que la vida se pone en tu delante sea lo que sea? Sea lo que sea. Esas palabras englobaban una cantidad de sugerencias, pero, en la balanza de la vida, solo está vida y muerte, y el peso de la mía está en el lado incorrecto. Debía hacer algo. —Lo que sea— Mi voz se fue amoldando, más tranquila, mi corazón de alguna manera anticipaba las palabras de la señora a mi lado, la miré, si haría su próxima pregunta, al menos debo tener su nombre —¿Cuál es su nombre? Sonrió complacida, ajustando su sencillo abrigo alrededor—Alicia. Alicia Díaz. Alicia. Una pequeña sonrisa salió de mí, los músculos tensos de mi rostro se quejaron. No había sonreído de lo que pareció una eternidad. —Es un gusto conocerte, Alicia. Soy Jamie Mendoza. *** ¿Onde? O ¿Dónde?: Pronunciación con acento muy utilizado casi por todos los hispanohablantes. Babosada: Dentro del vocabulario Nica, es algo sin importancia. Pendejo: Término despectivo para decir tonto, bruto. Turrona: Persona con el cabello muy rizado. Chingo: Corto, pequeño. Goma: Resaca Jaña: Puede usarse para niñas, muchachas y mujeres en general. Sentida: Nostálgica, triste u ofendida. Chatela: niña. Tamales: Ladrones, rateros. Nica: Abreviatura hacia los Nicaragüenses. Vos: El voseo es muy dicho en América Central y otros países de Latinoamérica. Chunche: Se dice así al objeto u cosa cuando se olvida el nombre. Un ejemplo de ello es ¿Me pasas el chunche? Arrecho: Enojado, también se utiliza para expresar algo difícil. CAPÍTULO 1 Querer vivir Long Island—New York. “El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí porque se nos escapa el presente” Suspiré a las letras que leí en uno de los mensajes convencionales de mi laptop esta tarde, remolineaban en mi cabeza todo el día. Aparte de publicidad innecesaria, este es la única pequeña nota que me llamó la atención. Lo sé muy bien, Gustave Flaubert, créeme que lo sé muy bien. Es por eso que estoy cansada de mi situación. Necesito ser libre, y no solo sentir que soy libre. Quiero vida en mi vida. Eso queda figurativo si no lo poner en práctica. Yo necesito acción. Miré la lamparita a lado de mi cama con un ceño fruncido, ¿Por qué la pantalla de lámpara estaba ligeramente inclinada? Eso era extraño. Siempre lucían derechas. Estiré mi mano y lo arreglé, ahora parecía una psicótica, no era la primera vez que me topaba con extraños casos así. Solo debía ser yo. No existían los fantasmas. Colapsé en mi cama, con un suspiro que murió en el edredón de mi cama. Cansada de estar sola y encerrada en esta enorme mansión, después de mi desvelo nocturno de ayer, siento como si un camión me pasó encima sin piedad. Me volteé boca arriba y un nuevo suspiro salió de mi boca, cerré mis ojos colocando un brazo sobre mis ojos cerrados. Estaba realmente exhausta y solo eran las cuatro de la tarde. Todos los días era lo mismo, pero no me podía quejar, estaba siendo muy bien atendida, con el cariño de mis padres incondicionalmente. Lo único que me faltaba era mi hermano. Lo extrañaba tanto. El único sacrificio de mi gran acto de bondad, fue tenerlo lejos. No podía dejar que se quede aquí, si sus amigos y conocidos estaban en Inglaterra. Hubiera sido la villana de la historia si mi egoísmo prevalecía. Tuve que tomar cartas en el asunto. Y es más fácil cuandova a la escuela con un nombre distinto, sin que lo reconozcan. Él ya se encontraba en clase, dos semanas desde que entró para ser exactos. Yo, mientras tanto esperaba que mis vacaciones de verano pasaran para que mi profesor particular venga a sus clases cotidianas, durante un último y aburrido año más. Recibir clases y pasar las vacaciones de verano en casa, no es algo del que esté tan alegre, si soy sincera, pero tampoco me puedo dar el lujo de salir como quiera. Nadie me reconoce, pero sería tentar a mi suerte. Esto estaba totalmente fuera de mis manos. —No sé qué es peor, tener todo y no poder disfrutarlo; o no tener nada y tener libertad… ¿Tú qué dices?— Murmuré volteando a ver a Bonnie, mi fiel amiga. Miré los intensos ojos negros de mi panda de peluche. Sin respuesta, su boca —sonrisa cocida con su perfecta lana. Perfecto. Mendigando conversación. Demonios, necesitaba un cambio, me volvería loca si seguía viendo las exageradas decoraciones victorianas a mi alrededor. El sonido de una pequeña campana en mi computadora hizo que mi cabeza se alzara inmediatamente, como la alarma de resurrección. Hablando de conversación… Me desesperé por levantarme de mi cama, apartando en el camino el dosel blanco que rodeaba mi cama redonda alrededor. Casi me caí por el altillo donde se encontraba y corrí por las escaleras hacia mi pequeño piso de arriba, tomando aire cuando estaba donde quería y el sonido de las ruedas de mi silla sonaron cuando colapsé y me moví donde mi Mac, dando clic y aceptando el video—chat sin darme tiempo de arreglarme. Aun así sonreí cuando el rostro de mi hermano apareció, sonriente como siempre, su hermoso cabello rizado moldeando su atractivo rostro. Él era tan egocéntrico como mamá, sus ojos brillaban ante la atención, y esta no es la excepción. Ahora aprecié su ceño fruncido, tratando de acomodar su laptop y verme mejor desde la comodidad de su cama. — ¡Hey, hermanito!—Canté feliz, apartando el cabello de mi rostro y tratando de verme mejor— ¡Santi!— Reí. Su fruncido se fue y fue reemplazado por su inmensa sonrisa cuando me enfocó— ¡Jelly! ¡Oh, Dios! ¡Te extraño un montón, hermanita! Reí nuevamente ante su expresión de cachorro —No sabes lo feliz que estoy de hablar contigo. Me siento tan sola sin ti— Me quejé, era al único con el que podía compartir cosas como estas, él me comprendía. Pasó por lo mismo. —Ni que lo digas —Suspiró, puso mi misma expresión de tristeza y sus ojos reflejaban todo tan claramente. Una de las cosas que aprendí con él, es que no dejaba mostrar sus emociones a cualquiera—Hay un… Fruncí el ceño ante su abrupto silencio y cuando su laptop se movió, escuché el gruñido molesto de Santiago y algo mirando sobre la pantalla lo tenía molesto. —¡Oye, idiota!—Le gritó, me estremecí ante su claro enfado—¡Estoy intentando hablar con mi hermana! ¡Largo de aquí! — ¿Enserio?— Escuché la voz incrédula de alguien más —Lo siento, lo siento. ¿Es Abby? —Sí. Ahora vete de aquí. Quiero conversar con ella y tú eres un inoportuno — Su hostilidad era muy reflejada. —Espera, espera— Le dijo en susurro con calma, casi podía ver las manos en alto en modo de rendición para evitar que la furia de mi hermano lo ataque. Oí suaves pasos y luego, vi otra cabeza aparecer en la pantalla. Santiago no demoró en intentar apartarlo—Hola, Abby —Saludó, su voz era más tranquila a pesar de los empujones de mi hermano. Sonreí.—Hola, Wade. ¿Cómo has estado? Rió algo nervioso y se sentó a lado de Santiago, el rostro de mi hermano se convirtió en una mueca de molestia, rendido de no poder apartarlo como se debe — Muy bien, muy bien, Abby… — Suspiró, sus ojos comenzaron a brillar. Yo conocía esa sonrisa. Wade, el mejor amigo de mi hermano, nos conocimos cuando vino a nuestra casa por un trabajo de la escuela en ese entonces, cuando todavía vivía en Inglaterra. Circunstancias tanto de trabajo como familiares nos hicieron mudarnos de vuelta a New York. No permití que mi hermano sufra lo mismo que yo y estudiar en casa, perdiéndose de sus amigos y demás beneficios de una escuela normal de secundaria. Encontré su laptop y acepté la solicitud de la escuela para este año con ayuda misma de Wade. Mis padres comprendieron y Santi rompió en llanto, tanto en tristeza y alegría. Lo bueno era, que solo sería un año. Él quería a sus amigos y también a mí. Así que le di la opción fácil. —Se supone que yo hablaría con ella, imbécil. Deja de babear—Mi hermano le dio un empujón en su hombro, sin éxito— Es mi hermana. Vete. De. Aquí. Reí al ver su enojo, su actitud era graciosa para mí. Sus cuidados empezaron cuando empezamos la adolescencia, esto, debía admitir que me hacía sentir querida— ¿Cómo es que está contigo? ¿Algún proyecto? ¿Tarea? ¿Noche de chicos? —Definitivamente no es noche de chicos para mi infortunio. Mañana entregaremos un proyecto de ciencias, pero…todavía no terminamos —Su atención estaba totalmente en Wade, dispuesto a sacarlo a como dé lugar. Su expresión de esfuerzo me hacía sonreír. —Oh—Parpadeé—Son cerca de las diez en Inglaterra. Me había olvidado completamente la diferencia de hora—Descansé mi cabeza en mi mano, no podía creer que estaba tan cansada que no lo recordé—Todavía es temprano aquí. ¡Por qué no estás haciendo tus deberes! ¡Es tarde! —Créeme, no hay nada más importante que tú ahora mismo—Levemente gruñó cuando trató de empujar el hombro de su amigo clavado en el costado de su gigante cama —Quería un leve descanso… pero parece que no tengo privacidad. —Oh, Santi— Suspiré, eso era justo lo que necesitaba en estos momentos. La nostalgia de su presencia era inmensa, creando un agujero en mi pecho que solo se llenaría con él abrazándome. Debió oír algo en el tono de mi voz o mi expresión, porque paró los empujes a su amigo, me miró nostálgico —¿Me he perdido algo, Jelly? Sacudí mi cabeza y sonreí levemente, sintiendo el aprieto en mi pecho de su ausencia, el peso de mi cansancio en mis párpados —Nada de donde puedas sacar provecho. He estado algo aburrida — Ahora recargué mi cabeza en un puño de mi mano y jugando con mi dedo en la mesa distraídamente— No poder salir y estar encerrada no es lo mío. Aunque la mayoría de mi vida he estado en esta situación, quiero vivir algo nuevo. Ni siquiera las conversaciones con Paul pueden animarme, descargo mi frustración en los nuevos diseños de esta siguiente temporada. He sido un caos —Gruñí. — ¿Santi? ¿Diseños? ¿Temporada? ¿Paul? — La voz impresionada de Wade me avisó que seguía ahí. Abrió sus ojos a mí y después miró a Santiago. Mierda. Qué estúpida soy — E—entonces… ¿Lo que me dijiste era verdad? ¿Tu nombre no es Max y Abby es Miss Madella?— Tragó, sus ojos parpadearon con asombro — ¿No estabas mintiendo? Diablos. ¿Cómo pude descuidarme? Soy muy cautelosa de hablar de esto, con mucho sigilo. Echaré la culpa a la desesperación y cansancio. Tomé aire y me quedé estática. Había derramado mi estrés en mis palabras. Santiago lucía calmado. Como si no hubiera dicho nuestro mayor secreto. Me miró y vio mi inquietud, él sonrió — Tranquila, Jelly. Le tuve que contar. Unos diseños tuyos estaban en tu antigua habitación y no tuve excusa en ese momento — Le dio una mirada de fastidio a Wade — Se había colado dentro de tu cuarto cuando estaba distraído. Al parecer, quería “recordarte” Idiota — Le masculló entre dientes — Sabe quién eres, quienes somos. No me creyó. Wade no dejaba de mirarme, su boca hizo una redonda O — Eres Miss Madella — Susurró, atónito. ¿Qué más da? Irá a la cárcel si comenta algo fuera de esto. Me ahorré el comentario y solo sonreí. Sacudió su cabeza sin creerlo, pensado que se despertaría de su sueño en cualquier momento — Malditasea. No lo puedo creer… Oh, Dios mío. Jesús. Esta… e-esta eres tú. Mierda. Nunca había escuchado tantas maldiciones en una sola frase, puse mis ojos en blanco. Aunque su reacción es normal. No muestro mi imagen a las cámaras. Un disfraz cubre para mantener mi privacidad de los medios. Dio una risa incrédula y sus ojos brillaron, todavía más — ¡Es increíble! Todo este tiempo he estado hablando con celebridades. No puede ser… — Abrazó los hombros de Santiago mientras reía sin parar mientras me miraba. — Oh, no. No, no, no — Sacudí mis manos en la pantalla para poder calmar su euforia — Solo somos simples personas. Personas que solo aportan algo más que los demás en este país. Nada más — Odiaba que pensaran en nosotros como superiores. No me gustaba eso. No me gustaba la forma en que nos elogiaban y nos hacían sentir poderosos. Las miradas y murmullos cuando entrabamos a una sala, diciendo sobre nuestros activos y demás pertenencias, pero a mi hermano, le encanta. Yo tenía en mente del barrio abandonado de donde prevengo. — ¿Qué dices? — Me interrumpió con la emoción del momento — ¿Hablas en serio? ¡Son los más hablados en las revistas! ¿Y me dices de simples personas? — Rió de nuevo y tocó su mejilla sonrojada — Guau. Bien. Era suficiente. — Santiago — Hablé a mi hermano con el tono de voz que conocía cuando tuve suficiente — Ahora, sí. Sácalo. Una sonrisa torcida se instaló en sus labios y miró malévolamente a su amigo. Quién quedó en blanco ante mis palabras. Solo tuvo un breve momento antes de que comprendiera — No. Abby. Lo siento… — Ya lo oíste. Largo. — Santiago lucía satisfecho, esta vez, cuando lo empujó, salió del límite de la pantalla y él se levantó. Los reclamos de Wade no se hicieron esperar. — Espera. ¡Abby! ¿Puedo llamarte, no es así? — Oí un gruñido y un golpe — Carajo, Max..., Es decir, Santiago, ugh, ten cuidado… ¡Llamaré, Abby! — Se escuchó antes de que la puerta de su habitación se cerrase de golpe. Retuve mi risa. Mi hermano colapsó de nuevo en la cama y suspiró, arrastró la laptop de vuelta a su regazo y sonrió — Dime que cortarás sus llamadas. Sonreí — Cuenta muy buenos chistes. Santiago contorsionó su rostro y no pude evitar reír esta vez. Me gustaba enojarlo. Él no lo ocultaba para nada. Dejando de lado mi ronda de burlas, pude adecuar mi cerebro en el tema importante, tomando aire y fijando mi vista a mi hermano con seriedad. — ¿Habrá algún problema con su silencio? Ahora él torció su sonrisa — Descuida, Jelly. No le contará a nadie, lo amenacé con anterioridad y sí, toqué el tema de la cárcel, el pobre quedó tan pálido como un papel; además — Sonrió astutamente — No se atreverá de hablar algo tan importante donde se te involucre. Me arrimé a mi silla y crucé mis brazos — No sé de qué me hablas — Me hice la desentendida. — Oh, sabes muy bien de lo que hablo, Abby — Estrechó sus ojos, acomodando su mandíbula cuando miró sobre la pantalla de nuevo — El chico quedó enamorado de ti desde que vio tu foto en el identificador de llamadas en mi celular. Lo juro, es tan atrevido con mis cosas. Debo darle una lección. — Sabes que solo lo veo como un amigo, Santi. No hay de qué preocuparse. — Eso es bueno — Liberó un suspiro feliz — Porque no quiero a un amigo cercano como cuñado — Su boca formó una mueca ante sus próximas palabras como si tuvieran mal sabor — Sería extraño, muy extraño en verdad. — Oh, cállate — Reí — Dime, ¿Cómo están los abuelos? ¿Todos están bien? Sonrió, feliz con el cambio de tema del “cuñado” era demasiado con su actitud de hermano mayor — Ellos están bien. El abuelo Marti maneja mejor la muerte de la abuela Luce ahora — Su expresión se volvió más suave. La muerte de la abuela Luce fue hace más de cinco años. Marcó a la familia. Más, en el avance de Santi y yo. Cuando nos conocimos, él no era tan hospitalario que digamos. Una intrusa había llegado a su familia. No lo culpo, además, era solo un niño. Antes de muerte de la abuela Luce, ella nos dijo unas últimas palabras. Que nos llevemos bien era una de ellas. Lo hicimos. Lo consolé en el funeral y hablamos, desde ahí, somos inseparables. Los hermanos mellizos que teníamos que ser. La sangre no influye en el lazo del amor en nuestra familia. Los amaba y ellos a mí. Eran mi segunda oportunidad por un golpe de suerte. Se acomodó en su gran cama y sonrió, superando ese sentimiento, vi cómo se arrimaba en el respaldo negro de aquél — Me dijeron que mande saludos cuando hable contigo — Hizo un ademán con su mano hacia nosotros — Lo estoy haciendo. Soy un chico bueno y obediente. Dile eso a papá cuando le ruegue otra vez sobre mi auto. Vi la sensibilidad en sus ojos. No me podía engañar. Extrañábamos a la abuela Luce, pero la abuela Deby hacía lo suyo para poder calmar aquellos altos y bajos con su actitud alegre. Trataba de animarnos. Todos los extrañábamos, pero era su hora. La unión de la familia nos hacía salir adelante. Sabía lo que era perder a alguien. No solo a una persona en un día. Sino a cuatro miembros en un segundo. No es algo que quiera traer a mi memoria ahora. — La abuela Deby debe estar consintiéndote con deliciosos toffees o sus hombres de jengibre que solo ella puede hacer — Hice un puchero, siguiendo su corriente de cambio de tema. Mi hermano era sensible — Es injusto. Se rió entre dientes — Y el té. No olvides el té. — Es verdad, es Inglaterra ¿No? Qué cliché — Coloqué un codo en la mesa — ¿Qué hay de ti? ¿Cómo has estado? Suspiró, llevando sus brazos detrás de su cuello y estirándose, al menos tenía camiseta, el muy bajo le gusta andar sin ropa de la mitad para arriba la mayoría del tiempo — Algo deprimido, pero no me pude quejar — Me miró — Agradezco que mandaras la solicitud de confirmación de la escuela, Jelly. Pero te extraño demasiado, sé que es ridículo, pero… — Rió, negando con la cabeza — Aunque no seamos hermanos de sangre, siento una conexión contigo. Dios, eres una verdadera hermana para mí — Sonrió tan cariñosamente posible mi hermano podía. Mi mano cayó a mi corazón y lágrimas amenazaban con salir. La sensación de calidez de la familia había vuelto — Me vas a hacer llorar, Santi — Olisqueé — También eres un verdadero hermano para mí. Eres todavía mi pequeño llorón. Rió y también olisqueó — Falta menos de un año para volvernos a ver, pero tal vez me escape de vez en cuando para verte lo más pronto posible — Animó, más para sí, lo sabía. Todo este año debía pasar aquí, encerrada. La idea de pasar otro año así me mortificaba, quería hacer algo nuevo. Cuando vio mi cambio, alzó una ceja al ver mi expresión. Demonios, debí ser menos expresiva. No me saltaría el interrogatorio. Él sabía cómo yo, que era imposible exponerme como quería porque enseguida detectamos la emoción del otro. — Veo que has estado algo frustrada con toda la situación del retorno a New York y la empresa, Jelly — Sacó su tono de amigo y confidente — ¿Cuál es el problema ahora? ¿Qué pidieron ahora los bastardos llamados accionistas? Aquellos viejos no solo se quisieron conformar con tu presencia y te hicieron asistir a citas con sus hijos. Créeme, Wade sufrió algunas de las consecuencias cuando la impotencia estuvo sobre mí y no pude controlarme. No puede creer que mamá y papá hayan aceptado eso, cielos, aquello es una locura. Pobre Wade. Mamá y papá accedieron pero no completamente, solo con nuestras condiciones. Solo citas en determinadas fechas. Algo para no presionarme. Ellos sentían un abuso fuera de todo. Al no ser su hija verdadera, sienten que se están excediendo en confianza, pero como lo pintaron los accionistas en una junta —quienes no sabían nada de cómo se manejaba la familia Lloyd en realidad — es normal que la hija de los dueños, directora muy pronto del departamentode diseño de la empresa de mamá, asista a citas con jóvenes que sirvan como un buen respaldo en un futuro cercano. ¿Por qué eso nunca pasa de moda? Creí que esos acuerdos de dotes eran de años anteriores, parece que no. Sonreí tenuemente mientras sobaba uno de mis ojos cansados ante la tenue luminosidad de la pantalla y una pesada noche de desvelo, tanto por trabajo como por mis malos sueños. — Me conoces tan bien — Un bostezo se escapó — Simplemente, aunque sé cuál es mi responsabilidad con toda la situación desarrollándose, extraño sentirme como una alguien normal. Necesito salir. Conocer de nuevo el mundo del que estoy rodeada. Estoy a punto de conversar con las estatuas del estanque de atrás. Bonnie es testigo. Sonrió compresivamente — Estar encerrada todo el día en la mansión excepto por trabajo es aburrido, lo sé, Jelly. He pasado por eso. El entusiasmo de papá al saber que yo tomaré su lugar en su empresa, hace que ponga mi mejor interés. No debo desilusionarlo. Al menos cuando estábamos juntos nos escapábamos para nuestras travesuras. — No eran travesuras — Rectifiqué — Bueno, un poco… — Vacilé — Pero hicimos algo productivo. — Claro, claro — Rió — Participaste en algunas clases de baile y aprendiste defensa personal — Asintió — Muy productivo. Adoraba bailar, en las reuniones de nuestros padres no es exactamente donde se pude dar rienda suelta al cuerpo al ritmo de una música rítmica. Ahí solo es presentación de vestidos, copas en manos y conversaciones de murmullos vanidosos con música clásica. Huh, demasiado aburrido y sofisticado para mi gusto. Y en cuanto defensa personal. Fue por necesidad. Al casi cometerse una atrocidad contra mí, me vi obligada a estar preparada ante otra cualquier situación similar. Santiago intervino a tiempo, fue una de las razones por la que no quería irse. Le rogué no decirle a nadie, ni siquiera a nuestros padres, con la excusa que tomaré clase de defensa personal y se olvidaría todo lo vivido. No pasó a mayores y no quería divulgar algo innecesario. Sabía que Santiago estaba inquieto aún, y más cuando se encontraba lejos, pues el responsable, no es nada más que el ayudante del de mantenimiento de esta casa, Chad Díaz, más conocido como el hijo de Alicia Díaz. Desde cuando me conoció, tuvo un capricho al estar cerca de mí cuando me alojaba en la casa de Alicia. Él no sabía nada de lo que su madre había pactado con sus patrones en ese año. Solo desaparecí para los demás y Alicia era la única que sabía las verdaderas razones, es por eso, que a los cinco años aproximadamente de volver, no era la misma, había cambiado, convencida que nadie me reconocería. No fue así. Chad me reconoció y su petulancia por acercase volvió. Tocó un límite, ya no estaba sola. Vio el puño implacable de mi hermano en su nariz con mucha sangre de adorno. Él no se ha vuelto a acercar, ni un solo centímetro. Solo miradas que evito hasta más no poder. La razón número uno por la que guardo silencio, es por Alicia. Si mis padres se enteran, aún si Alicia es una de las mejores sirvientas y mujer de confianza aquí, la podrían echar y pondrían a Chad tras las rejas. No era lo que ella se merecía por los errores de su hijo. Eso también detuvo a Santiago, eso, y mi ruego. Ahora podía defenderme, y él lo sabía muy bien. No pudo explicarles a nuestros padres un moretón en su brazo cuando le di mi primera demostración, Santi prometió nunca meterse conmigo de nuevo u enojarme. — El desgraciado no se te ha vuelto a acercar ¿Verdad? — Santiago también estaba recordando ese día, su expresión era de muerte, solo de pensarlo él enfurece. Su mandíbula se movía con molestia, sus ojos una bola de fuego — Porque juro por Dios que si te tocó de nuevo, tomaré el primer vuelo a New York y no estará vivo para su próximo cumpleaños. Quería reír pero sonaría inapropiado. Santiago tenía esa actitud de niño rico. Él creció toda su vida en este ambiente. No conoce el hambre o necesidad. Siempre tuvo lo que quiso cuando quería. Su forma de comportarse y hablar lo respaldan, sus amenazas no darían miedo en verdad si no fueras un chico menor que él. Teníamos la misma edad, era alto y fuerte, pero su comportamiento era el de un verdadero caballero y educado. Eso era debido a mamá, lo educó así, siempre. — No debes preocuparte, Santi. Ni siquiera me ha mirado — Bueno, eso era una mentira, pero tranquilizaría a mi oso molesto. Era cariñoso, atento, tan carismático y el lado molesto no le da. Simplemente no — Además, nada se ha descompuesto para dar razón de venida — Esto compensó la mentira — Está muy lejos de mí — Bostecé, esta vez más largo y profundo, sin poder evitarlo, no quería dar por terminado esta conversación con Santi. Sabía lo que iba a decir antes de incluso que abra sus labios. — Eso está bien, Abby. Llamarás en cualquier situación sospechosa, por favor. No estoy allí, así que grita y pide ayuda. Las sirvientas te escucharan. Ben llegará corriendo también. Esta será la última vez que lo toleraré, le diré a nuestros padres si sucede de nuevo. Maldición, odio estar lejos. Quiero terminar cuanto antes la escuela y protegerte por mi cuenta. — Puedo esto sola — Contesté con voz sensible a sus palabras, retuve otro bostezo en mi mano. Los ojos grises iluminados por su pantalla, ya no podía dejar de ignorar mis acciones que trataba de ocultar. Sabía que era muy terca. — Sé que puedes. Eres fuerte. La chica más fuerte que conozco, pero creo que ahora necesitas dormir. Estoy interrumpiendo tú tiempo, se nota que no tuviste una buena noche y emparejas a apariencia a tu osa golpeada con esos círculos oscuros, estoy siendo un hermano egoísta en tenerte aquí todavía. — Bonnie es un oso panda y tú lo sabes. — Lo que sea, da igual, tiene manchas en los ojos, ese es el punto. Ve a descansar. Traté de fijarme en él, mi vista se tornó algo borrosa con los lagrimales de los bostezos dados, parpadeé y sobé mis ojos — Pero quiero seguir hablando contigo — Hablé lentamente. Demonios. — Será mañana, Abby. Descansa. Se dirigió a mí con mi nombre. Estaba siendo serio. Casos como este me recordaba a papá. Mis hombros cayeron con rendición — Está bien, está bien — Refunfuñé, aunque me sentía cansada, sacudí mi cabeza y dediqué una sonrisa a mi hermano — Termina tu proyecto. ¿Sí? — Claro, Jelly — Sonrió — Lo haré. Ahora, a soñar. — Saluda a los abuelos, a las chicas domésticas y… ¿Qué rayos? También a Wade. Despídelo de mi parte. Asintió, complaciéndose — Sí, definitivamente eso. Adiós, Jelly. Descansa hermanita. Di una última sonrisa, captando el rostro amoroso de mi hermano — Adiós. La pantalla de mi Mac se apagó cuando se desconectó y suspiré. Viéndola un corto momento y me levanté tambaleante, me agarré del filo de mi mesa para evitar caer. La luminosidad se ajustaba a mis vistas impidiendo a mis ojos acostumbrase a la oscuridad. Mis párpados pesaban por el sueño y no me había dado cuenta de lo cansada que estaba si Santiago no me obligaba a abandonar el video—chat. Lo extrañaba tanto que no me importaba pasar toda la noche hablando con él. Eran las seis y media de la tarde cuando colapsé de nuevo en mi cama, mi suave y cómoda cama me albergó en sus sábanas. La única consumiendo mis lágrimas, Bonnie siendo la guarda en mi pecho. Cuando siento la calidez de mi nueva familia, es inevitable para mi corazón realizar aquellos latidos consumidores de respiración, aquellos que me recuerdan mi segunda oportunidad y lo que he vivido otra vez. Estando de nuevo en los brazos de personas que me aman. He estado algo sensible desde que se cumplió seis años de la muerte de mi verdadera familia, eso solo fue hace un pocomás de seis meses, todavía no lo creía. Me consternó cuando llegó la fecha. Santiago estuvo ahí mientras sollozaba. A pesar del tiempo, no puedo evitar estar triste al recordarlos. Seguirán en mi corazón para siempre, hasta que los vuelva a ver algún día. Hasta entonces, extrañaré sus presencias. Entre mis silenciosas lágrimas divisé el color celeste de la pulsera de mi mano derecha cuando la alcé a mi rostro, las lámparas de los costados de mi cama ayudándome en mi visión. La pulsera de mi hermana, mi hermana de sangre, a quien extraño tanto como mi vida pueda pedir a gritos. La manera en que los perdí, la situación en la que tomé esta pulsera, fue demasiado para una niña. Me marcó. El tiempo me ha permitido tomarlo mejor y la vida impidió que dejara este mundo. Me dispuse a dormir cuando conversé con mi corazón y tranquilicé mi mente. Tomé mi oportunidad. Lo hice. Soy libre. Bueno, casi. *** Toffees y hombres de jengibre: Dulces ingleses tradicionales. CAPÍTULO 2 Managua—Nicaragua. Vente a New York conmigo. Repetía consecutivamente en mi mente aquella frase una y otra vez, mi cabeza tratando de decidir en una respuesta. Por supuesto, dije, lo que sea, pero era una niña. Dejar mi país para arriesgarme en otro completamente extraño y donde hablan inglés… No es que no sepa. El inglés es algo que me ha fascinado desde muy niña. Participé en concursos y demás, pero esto era la vida real. Algo donde no estarían papá y mamá, si no que tenía que sobrevivir sola. Sí, tenía a Alicia, pero la conozco hace menos de una hora. Es técnicamente una desconocida a pesar de tener una sonrisa amable y buenas intenciones. Tenía que decidir algo, pronto. Ella se iba dentro de dos días. Me estaría esperando en la mañana en el mismo lugar para mi respuesta. Dos días de un largo pensar son los que me esperan. Hola futura jaqueca. Era tarde. Quizás las doce de la noche. Lidya y Fabio estarán muy molestos cuando llegue. Tal vez estén dormidos, podré escabullirme hasta mi habitación sin hacer ruido y soportarlos en la mañana. Todo podía pasar en ese infierno. Atravesé la vieja reja de fierro. No sé porque seguía ahí. La cerradura no sirve y lo único que resguardaba la gastada casa eran los múltiplos cerrojos en la puerta principal. Introduje la llave en la puerta y sabía, que si se abría, es porque no habían colocado los demás cerrojos, por ende, no se han ido a dormir. Al diablo. Giré la cerradura e hizo clic. Esta se abrió. Oh, por toda la mugre en mis zapatos. Me preparé mentalmente para todo y di doble inhalación antes de entrar al relajo. Cuando la cerré tras de mí, el aire de hostilidad era latente en la sala. Esta casa, desde que di un paso en ella, nunca sentí esa paz que tenía en la mía. No había cierta calidez familiar, carecía de cualquier aspecto positivo, dudaba que fuera saludable. La tensión se rompió y la burbuja llena de discordia explotó cuando posé mis ojos en los tíos que jamás conocí y ellos me miraron de vuelta. Jamás en mi vida me sentí tan indefensa. Ambos tenían aquella expresión de estar a punto de dar pau pau con venganza. Solo el foco de la sala estaba encendido, dando un aspecto tenebroso en todos los demás rincones, eso, combinado con el aire que perceptaba, era más de lo que podía resistir. Mi pulso se aceleró, mis manos empezaron a sudar. Ahora, dándome cuenta que era menor de edad y que ellos eran adultos, mi mente empezó a vagar por los cientos de situaciones que me pueden hacer. No había rastro de mis primos, aleluya. Son tan caballos esos dos... Fabio se impulsó por los codos en sus rodillas, dejando la posición de espera que había empleado. Lidya, por el contrario dio un paso lejos de la ventana donde había estado observando. Seguro que me vio llegar. — ¿Dónde mierda has estado, vos chunche? — La voz controlada de Fabio me hizo centrarme a él, se aproximaba, la vena de su frente estaba sobresalida. Su expresión por primera vez me hizo temerle, no por sus palabras. Eran por los puños en sus manos. Realmente esperaba que no haya venido del bar y bebido ya su bicha, eso empeoraría la situación. — Fui… a caminar — Me excusé, odie mi voz débil. Lidya se encontraba a lado de Fabio cuando ya había visto que había retrocedido lo necesario cuando él no había parado de acercarse, sus ojos teniendo algo determinados en ellos que me sacudieron como lo haría toda niña indefensa con personas extrañas. Dicen ser mi familia. Al diablo con eso. — Fabio… — La mano pequeña de Lidya apenas y era capaz de envolverse en su brazo. — Déjame, jaña. Esta chiquilla debe aprender los jodidos modales. ¿Cómo se atreve a salir sin avisar? Reuní todo el coraje que tenía para defenderme, enojarme y responder no estaban en mis planes pero tenía una mecha en mi paciencia muy corta — Sus dos chateles me vieron salir, avisé que vendría de regreso, no es mi culpa que solo están frente al televisor viendo chuncherías y no me hayan escuchado. ¿Cómo avisarles a ustedes? No pasan en casa. ¿Qué hay de malo que salga? El sonido de un golpe sordo me desconcertó, el jadeo de alguien se filtró a mis oídos y las punzadas que recorrían mi mejilla marcaban lo que acababa de suceder. Él me había chimado. — ¡Fabio! — Exclamó Lidya con voz aterrada — ¿Qué acabas de hacer? — Gritó. — Educarla — Lo escuché decir, no volteé mi rostro de regreso, mi orgullo estaba en alto a pesar de todo. No lloraría — Dijiste que era hora de darle una lección. — ¡Pero no de esta forma! ¡Así no! ¡Podría ir a avisar a las autoridades y el seguro de sus padres se terminaría! Mis ojos se abrieron con descubrimiento. Mi respiración falta. El seguro. Por supuesto, ¿Por qué no lo pensé? Maldición. Yo no era quien para ser yeyo de alguien pero parece ser que estas personas lo consiguieron. Giré mis ojos a mis tíos, quienes empezaron su propia discusión, inconscientes de mí. Entendí todo. Me han dado la vuelta en esta situación. Cuando desgraciadamente, me mudé aquí el primer día. María había bromeado con los gastos de la casa cubiertos milagrosamente, luego estaba la actitud de Lidya, que pensaba me había acogido por algo de humanidad, no fue así, la necesidad de dinero la obligó a acogerme porque venía con una cuenta y el miedo de Fabio que me escape para que ese dinero no llegue más. Ha sido por eso, oh, Dios mío. Usaban el dinero de mis padres. ¿Por qué el gobierno permitió eso? ¿Con la excusa de gastos en mis medicinas y doctores de mierda? Solo tengo un doctor…el mismo que actúa de psicólogo y médico, algunas pastillas, no completas según las recetas… ¡No! ¡Ahora tiene sentido! ¡Maldición! Dan la impresión al Estado que me están cuidando, pero en realidad me soportan porque conmigo, viene el dinero. O quizás al Gobierno no le interese en lo absoluto. ¿Políticos por un bien común? Si, como no. Desgraciados. La mínima pizca de razón que le daba a Lidya, se desvaneció. Di una risa seca en medio de mi descubrimiento, interrumpiendo la discusión de los desalmados que comparten sangre y papeles conmigo. Me miraron como si ya perdí mi último tornillo y seguí riendo, estableciendo el miedo en ellos cuando dejé flotar mi actitud, el shock se precipitaba y el dolor se enterraba. Lo dejaba liberarse, no podía hacer más. Caminé hasta el pasillo y seguí hasta el fondo, donde se encontraba mi pequeña habitación. Donde antes era el cuarto de servicio, dejándolos atrás con la sorpresa de mi comportamiento desquiciado. Paré mi risa cuando estuve en la soledad de mi habitación, la incómoda temperatura de este cuarto al no tener una ventana y pasar encerrado todo el día era lo que tenía que soportar todos los días.Mis ojos cayeron la pulsera de mi mano cuando alcé la manga de mi abrigo, solo ese leve metal con perlitas dando color a esta incipiente habitación además de mi muñeca maltratada. Vagué por la oscuridad y encendí mi pequeña lamparilla, iluminando de inmediato el portarretratos que se encontraba a su lado. Esta vez no hubo lágrimas en cuanto lo tomé, no hubo agitación, solo, la tensión en mi pecho al recordar las palabras de hace un momento por parte de Fabio y Lidya. Dicen ser familia. ¿No tienen corazón? Lidya perdió a su hermano y madre. ¿No tiene compasión? Ni siquiera la vi llorar en al momento de esparcir sus cenizas. Yo apenas me pude poner en pie cuando extendí mi mano al cielo y dejándolos libres, desconsolada cuando dejé las cenizas de mi hermana. Apreté mis ojos mientras dejaba vagar mi dedo en el vidrio, con dolor en mi corazón a todo lo comprendido. Fabio tendría que buscar un doble trabajo, Lidya tendrá que soportarlo, Diego y María ya no tendrán a quien molestar. Ya tenía una decisión. Después de todo, resultó fácil. Adiós jaqueca. *** Pau pau: Castigo físico que se le da a los niños en los glúteos. Caballos: Se le dice a la persona que es muy bruta. Bicha: Cerveza. Chimado: Lastimar, rozar la piel bruscamente. Yeyo: Se dice yeyo cuando alguien te quiere embaucar con alguna cosa que no sirve. Me han dado la vuelta: Engañado, estafado. CAPÍTULO 3 No me mires Long Island—New York. Me desperté como algunas mañanas, no todas. Cinco en punto de la madrugada, sudando y respirando con dificultad ante la pesadilla con el leve recuerdo de mi familia. No sucedía a menudo, los psicólogos privados ayudaron, pero odiaba recurrir a mis dispensarios de medicina que siempre estaban a mi disposición para cualquier emergencia. Bonnie estaba asfixiada en mi pecho, la solté lentamente del agarre de muerte. Me arrastré al filo de mi cama, tratando de soportar los latidos de mi cabeza, tratando de igualar mi respiración y calmarme. Esta era una de las mañanas que odiaba. Al igual que ayer. Al menos ahora solo se dio una pesadilla por noche. Busqué con algo de dificultad dentro del primer cajón en la mesita de roble reforzada mis pastillas. El infaltable vaso con agua a lado del portarretratos de las muecas de Santiago y yo. Lo tomé, las pastillas surgieron efecto dentro de unos minutos y mi presión se controló, respiré mejor. Me recosté de nuevo y acogí suavemente a Bonnie. Dando un alto suspiro en el lugar donde apenas, podía ver el cielo aclarando por los grandes ventanales. Me sentía cansada, apenas había logrado descansar correctamente. Miré el comienzo de la delicada tela que hace cortina alrededor de mi cama, dando el toque elegante como todo lo demás que ocupa un espacio en mi gigantesca habitación. No era en lo más mínimo necesario todo este lujo, pero el hecho de haberme acogido como un miembro de su familia, hace que tenga que todavía me acostumbre a todo esto. Cuando vi esta casa por primera vez, Alicia tuvo que abrazar mis hombros y tranquilizarme, se rió, porque era exactamente como ella había reaccionado. ¿Y cómo no? A toda persona le gustaría un tour por esta mansión. Se tardaría un día entero en recorrerla. Llegué por obra del destino, como dijo la abuela Luce una vez antes de morir en la casa de las colinas en Inglaterra. Me hizo realizar una de sus creencias antes que nos dejara. Me pareció entretenido y todavía espero aquella petición que el riachuelo se lo llevó. Estoy viviendo algo diferente a mis primeros objetivos al venir a este país. Pareciera que seguía soñando. No podía creer que de una pequeña conversación que surgió con una desconocida, donde se desató la confesión de problemas, resultara ser el pasaje de vida que tanto necesitaba después de tomar una decisión en medio de una situación desesperada. Una risa salió de mí cuando recuerdo cómo logré escaparme. Estoy segura que Fabio fue a la cárcel. ¿Lo lamentaba? Nah, lo merecía. Al fin y acabo, fue su propia culpa. Idee muy bien aquel plan y morí ahí. Soy una persona diferente ahora. El salvavidas había sido lanzado, era mi oportunidad de nadar a él. Lo tomé y subí al barco. Adiós, vieja vida. Aunque extraño demasiado aquellos maduros fritos que solo mi querida tierra puede dar. Mis ojos captaron los primeros rayos del sol apareciendo por las largas cortinas y dejé a un lado a Bonnie, levantándome y caminando directamente hacia las puertas entreabiertas de mi balcón. En el momento que los abrí, la suave y fría brisa de la mañana del mar me saludó, mandando a volar mis rizos y retractando mi cerquillo hacia atrás y relajándome inmediatamente. Sonreí cuando caminé hacia la baranda y me arrimé a ella, observando el amanecer iluminando un nuevo día, desplegando su gama de colores naranjas maravillosamente sobre la vista digna de una postal. Desde aquí se podía ver nuestro muelle, atravesando la pileta de fuentes estilo Europeo y la piscina. Dejé que las horas pasaran. El simple hecho de estar aquí y cerrar mis ojos, me da la sensación de todavía ser aquella niña indefensa con el odio a todo el mundo, mi pecho todavía teniendo aquel amargo recuerdo, pero sobrellevándolo mejor y viendo mi vida desde otra perspectiva. He crecido, he madurado. Cuando regresaba dentro, con el dolor de mi alma abandonar el hermoso escenario, escuché el toque matutino en mi puerta como todas las mañanas. Me dirigí hacia las puertas. Lina, una de las pocas sirvientas en la casa estaba detrás, su amable sonrisa con aspecto educado y una gran charola de comida en sus manos me saludaron. Ella no ha cambiado, fue la única de las sirvientas que me vio cuando llegué aquí antes de que mis padres me adoptaran de sorpresa por su misma necesidad. Larga historia. — Buenos días, señorita Abigail — Dijo, cortésmente, sin ningún reclamo por la falta de mi presencia ayer en la cena — He traído su desayuno y también avisarle que sus padres me dijeron que la esperan en una hora. Tomé mi desayuno, el yogurt griego nunca faltaba, como me gustaba — Gracias, Lina. Diles que estaré lista para entonces. Ella asintió y mi corazón se retorció, yo la conocía con anterioridad, era una pena que no me reconozca. ¿Por qué el idiota de Chad lo hizo y ella no? — Como diga, señorita Abigail. Disfrute su desayuno — Otra inclinación y caminó de vuelta por el largo pasillo. Suspiré cuando la vi alejarse. ¿Cómo olvidar que fue la segunda en darme la bienvenida en un lugar que jamás conocí? Espero que algún momento me reconozca. No tenía idea que la misma niña desgravada ahora era a quien atendía, según Alicia, dejaron creer que volví a mi antiguo país. Cerré la puerta tras de mí y coloqué la charola en una mesa cerca, apartando aquel adorno escandaloso ubicado por mamá. Caminé directo a mi cuarto de baño. Esperando no demorarme demasiado como la vez anterior en mi tina de burbujas. No tengo la culpa, es demasiada adictiva. Relaja todos mis músculos, impidiéndome salir. Logrando salir a tiempo, tomaba algo de mi desayuno y mientras mordía entre bocados corría a mi vestidor, ubicado detrás de la gran pared donde estaba mi cama, todo el largo de manera insólita con mi ropa diseñada y todo tipo de prendas y zapatos a juego. Era el paraíso de cualquier mujer. Tarareando una canción al azar, comía un trozo de panqueques mientras aplicaba un ligero rubor en mis mejillas. Satisfecha como lucía, me guiñé un ojo y tomé la peluca cerca, habiendo atado mi cabello para mantenerlo en su lugar, el problema era mantener a raya mi cerquillo cuando ponía la corta peluca negra. Verifiqué los lados y asentí, coloqué ahora mi inseparable sombrero parisino y para completar la imagen, coloquélas gafas oscuras en el filo del escote de mi vestido. Habiendo terminado mí desayuno con brincos de aquí y allá, metí mis pies en los botines de tacón alto color rojo, combinable con el vestido veraniego blanco con randa roja sobrepuesta. Por todos los cielos, amaba los botines Lita. Tenía una gran colección de ellos de todos los colores, tamaños y formas posibles. Algunos de algunos países extranjeros sumamente costosos. Solo en ese aspecto abusando de mi vanidad. Cuando salí, llevé conmigo la charola para dejarla en la cocina. No me agradaba que entren a mi habitación. Dejaban arreglando todo, como dejar hecha mi cama. No me gustaba eso, sé dejarla desordenada y era mi forma de rebeldía aquí en la casa, parecer que era una adolescente normal. Al menos en el aspecto del desorden. Mis botines sonaron en lo largo de cada escalón bajado, resonando en las impresionantes paredes llenos de antigüedades y cuadros de familia, brillando ante la luminosidad de las grandes ventanas. La cocina, aparte de cada uno de los baños en esta mansión, es algo de detenerse y observan con un suspiro de maravilla. Me encantaba cocinar con algo así sobre mí. Es solo, que la cocina es sencillamente impresionante. Varios tragaluces de cristal en el techo, suelo de mármol, muebles de acero y dos gigantescos refrigeradores, es algo por el cual enloquecer y querer hacerse chef para vivir rodeado de esto. Era, espectacular. Lina y Alicia estaban en el fregadero, ocupándose de los platos usados. Supuse que eran de mis padres. El sonido de mis zapatos hizo que sus cabezas me volvieran a ver, dediqué una sonrisa a sus rostros alegres. La expresión de Alicia siempre era la misma, tan maternal como podía, tan cariñosa como abarcaba. Era una más de mis madres que he podido tener en esta travesía por su acto de caridad conmigo. — Buenos días, señorita Abigail — Dijeron las dos al unísono. La primera vez que escuché eso, quería rodar los ojos ante lo similar que se oían en las películas. Todas esas palabras en inglés y formalidad. — Buenos días — Respondí con una enorme sonrisa, ver a la señora que me apoyó cuando ni siquiera conocía mi nombre y cruzar el país de la única manera que podíamos, hizo agitar mi corazón de la más hermosa manera. La quería tanto, me ayudó cuando nadie más creía en mí. — Yo tomo eso, señorita — Alicia tomó la charola de mis manos con delicadeza y su perfecto moño templado dejaba su rostro expresando la misma emoción que yo, sonrió afectivamente — Sus padres la esperan. El señor Daniel está en el vestíbulo de atrás. Quería repetirle una vez más lo agradecida que estaba con ella, pero Lina estaba aquí, no podía siquiera abrazarla. Se vería extraño frente a sus ojos. Ella no sabía que a quien sirve, es quien vino pidiendo trabajo desde un principio. Ni se lo imagina. — Gracias, Alice — Su nombre en este idioma debía ser pronunciado como se debe, incliné mi cabeza con el mensaje de mis intenciones y ella asintió diciendo que debía irme. Sacudí mi cabeza a su sonrisa y mientras ella se llevaba mi charola, di media vuelta y salí en busca de mis padres adoptivos. El mármol debajo de mis botines lucía tan brillante, podía ver incluso mi reflejo, burlándose de mí al saber quién era. Había caminado por aquí antes, jamás pensando convertirme en esto. Cuando llegué en el umbral del vestíbulo, localicé rápidamente a papá, estaba hablando por teléfono, una mano en su bolsillo mientras miraba a través de una de las ventanas hacia el patio trasero. Verlo hace recordar a mi verdadero padre, acoplarme con ellos fue fácil, dejando de lado mi dolor y darles una oportunidad. Mi familia estaría realmente orgullosa al ver que pude salir adelante en vez de quebrarme a llorar toda mi vida. Viendo la imagen familiar en uno de los pilares sobre las paredes decoradas artesanalmente de gloriosos mosaicos, era difícil saber que esta familia antes estaba en aprietos. Eran personas públicas, mediáticas con una vida de alta sociedad donde la reputación y financiamiento estaban en juego. No importaba para ellos la reputación, no, pero al ver que las acciones de sus empresas iban a estar desequilibradas con las peticiones de algunos accionistas cuando saliera a la luz, la verdad de una pequeña mentira, decidieron actuar rápido. Y entonces llegué yo. La suplantación de la gemela que todo el mundo pensaba estaba que vivía en Inglaterra. Los accionistas pidieron mi presencia por algunos rumores malintencionados, y para entonces, yo ya había estado preparándome y formando un lazo con una nueva familia. Sí, esto era una farsa ante los demás, pero, era por un bienestar común. Ellos me ven como su verdadera hija, y yo, los veo como los padres que intentan ser, eso sí, sin olvidar de donde son mis raíces y en qué pueblito me he cridado junto a mis principios. Sigo siendo la revoltosa y terca niña de barrio de siempre. Lo único que extraño ahora, es tener amigos normales; y Wade no cuenta por obvias razones. Quiero amigas. Oh, bueno. Eso puede cambiar. Papá se había girado, sintiendo mi presencia y sonrió mientras hablaba con el que sería algo relacionado a su trabajo. Alcé una mano gesticulando un “hola” Sus suaves ojos grises similares a los de su hijo brillaron y asintió hacia el sillón, ordenándome que tome asiento. Oí el despido que daba mientras me sentaba. — Buenos días, cookie. ¿Has dormido bien? Alice me dijo que dormiste temprano sin cenar. ¿Estás bien? Lo regresé a ver, había dejado de hablar por teléfono, pero estaba viendo en su celular, posiblemente también por trabajo. Aparte de mi verdadero padre, no había visto a otro hombre que se entregue tanto a su oficio, y esa es la manera con la que enseña a Santiago. — No es nada, estoy bien — Suspiré — ¿Dónde está mamá? Él dio una risita, guardando su celular finalmente y enfocándose a mí, su cabello rubio brilló ante la luminosidad de la sala — Dijo algo sobre un último retoque. Conoces a tu madre. Sí que lo hacía. Todo puede estar fuera de lugar, menos ella y su estilo. Era la reina de los vestuarios y moda. Vestir un traje más de una vez era un delito. ¿Y cómo no? Ella era Madame Madella. Debía estar a la altura del nombre que se ha ganado. Mis próximas palabras murieron cuando vi el destello negro de algo asomándose por el umbral por donde vine, mi respiración se acortó cuando sus ojos cayeron a los míos. — Buenos… días — La voz de Chad quedó flotando en el aire mientras me analizaba, sus ojos asegurándose de verme y luego, se enfocó en papá, algo nervioso con el miedo que su jefe lo atrape viéndome. Yo estaba a punto de querer refugiarme en mi habitación. — Oh, qué bueno que llegas — Papá lo miró, sonrió y se acercó al sillón junto a mí — El calefactor se averió ayer por la noche, hizo un ruido extraño antes de apagarse. — Sí, me lo informó Lawrence — Tragó y trató de enfocarse en los controles del calefactor, caminó hasta ellos. Es extraño que venga sin Lawrence. Chad era su aprendiz, rápido según contaba orgullosa Alicia. A pesar que él era dos años mayor a mí, se comporta como un niño arrogante, me lo demostró, tratando de conseguir algo de mí cuando me alcanzó en mi habitación después de salir de la piscina. Santiago, a estas instancias lo estuviera echando por su incompetencia. Recordaré no contarle esto a mi hermano, se volvería loco al saber que Chad se ha acercado con menos de cinco metros de distancia, pero eran motivos de trabajo, así que, estoy a salvo, papá se encontraba a mi lado. Alejaba mi rostro de las miradas discretas que trataba de darme sobre su hombro, simplemente lo evitaba y lo tratabacomo si no se encontrara en el mismo espacio que yo. Imbécil. Mis padres lo acogieron por ser hijo de Alicia. Por el aprecio que le tenían y también por estar en deuda con ella por traerme, si no, era un chico de mi edad, cosa prohibida por razones obvias, pero su madre era una mujer de confianza y por eso está aquí. Daniel y Cassandra no saben que Chad conoce nuestra farsa, Alicia omitió eso por la propia seguridad de su hijo, pero por otro lado, ella piensa que él no me recuerda, ni me recuerda como los demás. Cuán equivocada estaba. El destello cuando me miró, fue el reconocimiento puro. — Veo que Lawrence dejó que te ocupes de esto por ti solo — Papá comentó casualmente — Eso es bueno. Los trabajos manuales se aprenden más rápido en el proceso de la práctica. No podía creer que papá esté técnicamente felicitándolo. Chad solo dio un asentamiento de cabeza, acomodando su cabello negro cuando se agachó a tomar un destornillador. — La abuela Deby dijo que Santiago habló contigo ayer — Papá tocó mi mano en mi regazo, desconcentrando mis pensamientos profundos — ¿Cómo están tomando su separación? Según me han dicho, tu hermano ha estado algo deprimido y solo ha pasado un poco más de dos semanas. Sonreí tristemente — También lo extraño, pero era por su bien. No podía permitir que se pierda la escuela por mi culpa. Yo soy la del problema aquí, él debería disfrutar su adolescencia, que a diferencia de mí, si está deprimido, tiene amigos con los cuales pasar el tiempo. No era mi intención decirle que yo estaba más estresada con el hecho de estar todo el tiempo encerrada aquí, pero al ver su vacilación con la verdad dicha, quise decirle el deseo que se desarrolló en mi mente. Él abrió su boca y luego la cerró, sin saber que decir. Él lo sabía, no tenía amigos como Santiago, nunca he salido a ser una chica normal desde que decidí darnos una oportunidad como familia. — ¿Quieres asistir a una escuela? — La pregunta sin aliento de papá llenó de esperanzas mi corazón, creo que vio la alegría pasar por mi rostro cuando vi la compresión llenar sus rasgos al momento que lo dijo. — Oh, que al fin encontré el adecuado — El suspiro de mamá nos hizo voltearla a ver. Estuvo cerca. Ahora tenía el impulso de declarar mi propuesta. Tenía a papá en la bolsa, falta mamá y hablarlo. Viviría de nuevo la loca vida de una adolescente. Mamá traía en sus manos un elegante sombrero pamela, uno de sus favoritos, viéndolo con orgullo, alzó sus vistas marrones radiantes hacia nosotros y agitó el sombrero en sus manos — Lo encontré al fin. Combina perfectamente con mi chaleco. Ahora estamos listos. Sentí a papá levantarse e hice lo mismo, tomé mi cartera. — Oh, querida — Mamá se había acercado, acomodando el sombrero sobre mi cabeza — Este estilo parisino me encanta. Te queda espectacular, siempre lo digo y lo tengo que recordar. Te ves preciosa. Mamá alagaba hasta la inconsciencia cuando algo le gustaba, la imagen es algo que le llama sumamente la atención y sus palabras brotan flameantemente llenas de cumplidos, y si algo falta al outfit, ella recomienda las prendas correctas con los colores correctos. ¿He dicho que ella nació con un instinto de la moda? — Gracias, mamá. También me encanta tu vestido — También le gustaba que la halaguen hasta más no poder, papá no tenía que poner mucho empeño en ello, ella siempre brillaba ante sus ojos. La amaba, como lo demostraba. — Esa es mi niña — Guiñó y tocó mi nariz con su dedo — ¿Lista para esto? Aspiré, íbamos todos los días de la semana a Manhattan, nuestro edificio Madella se encontraba ahí, y yo tenía la obligación de ir junto a Madame Madella, porque era Miss Madella. La hija de la gran diseñadora de modas principal. Nuestra segunda planta estaba aquí, pero necesitábamos asegurarnos de nuestro edificio principal. Ella me cedería su puesto un día. Y espero que sea después de un largo tiempo, porque dudo manejarlo como ella lo hace. Sí, amo diseñar. Mis diseños se exhiben en vitrinas de cada boutique, modelado en cada pasarela y felicitada en cada artículo pero todavía era una adolescente. — Lo estoy — Ella sonrió con cariño y tomó mi mano, saliendo del vestíbulo con entusiasmo. Mamá tenía el alma de una niña, pero su responsabilidad sobrepasa en su pasión y el saber que yo sigo sus pasos, la emociona. No regresé a ver hacia atrás para saber que Chad nos miraba marcharnos. Me concentré en el sonido de los grandes tacones de aguja de mamá a mi lado. — Llamé a Rott, le dije que estaríamos a la misma hora de siempre. Tengo que revisar unos registros de la Inmobiliaria también — Dijo, papá, tomando la otra mano de mamá. Ella le sonrió tan dulcemente como él la miró. Amor. Era lo más increíble en el mundo. Suspiré, mirando hacia al frente, a las puertas principales abiertas, mostrando nuestro auto familiar que recorrería menos de una hora lo que normalmente un viaje a Manhattan se hace un poco más. Tomé mis gafas y en un movimiento las abrí, colocándolas sobre mis ojos y cubriendo mi aspecto hacia los demás. Por ahora, me preocuparía sobre mantener mi reputación. CAPÍTULO 4 Managua—Nicaragua. Como un oso en invernadero, estuve yo. No salía de mi pequeño cuarto a menos que no haya nadie en casa y eso era, la mayoría del tiempo. Diego y María iban al cole y Fabio y Lidya trabajaban, por lo que me encerraban en la casa, bajo llave. Dos días donde me rehusaba a comer con ellos. Me tomé esas horas en meditar bien e idear una táctica para que desistan un buscarme cuando se den cuenta que huí. Quería mi salida con éxito con la decisión tomada. No quería que me pongan como desaparecida y se dediquen a buscarme. Una pista que mis tíos no sean capaces de entregar a la policía. Lo tenía. Una corta nota sería el vínculo. Ja. Toma eso lacra de quinta. No habiendo nadie en casa en la mañana, salí de mi habitación directo a dejar la nota en el refrigerador, tenía otra igual debajo de mi cama, en caso que Lidya o Fabio decida quemar esta. La policía sin duda buscará en mi antiguo cuarto para investigaciones. Orgullosa de mí misma, repasé las palabras para aseguraban mi salida sin fallo. Sonreí con anticipación. Lo siento mucho, y no del tipo de dolor que les provoque por lo que voy a hacer, sino, haberles incomodado, haberles gastado su tiempo y sobre todo, su dinero. ¿O debería decir el mío? A pesar de que ustedes sabían que necesitaba de todo su apoyo, no me dieron esperanzas. Así que, para ahorrarles el trabajo de abandonarme en cualquier casa, he decidido que es mejor para todos nosotros terminar esto. No me busquen, ya que sé con exactitud que no querrán ver de nuevo mi rostro y si me encuentran, yo no los podré ver. Yo sé que no sufrirán con esto y lo único que lamentaran es no abstenerse más del dinero del seguro, así que… ¿Cuál es la diferencia? ¿Dale? Con la miserable pizca de amor que me sobraba, adiós para siempre. Jamie Mendoza. Esto es suficiente. Ahora Fabio andará palmado y eso me hacía sentir bien. Muy bien. Sabía que las ventanas estaban cerradas, las aseguraban así que tomé una silla y la llevé al fondo del pasillo, más allá del cuartucho que era mío, donde una pequeña ventana alta se ubicaba. Era suficiente, podía caber por ahí. Dejé la silla y corrí a mi habitación, tenía que estar con Alicia, la mañana se acabaría si no me apresuraba. Tomé mi mochila llena de las cosas necesarias para sobrevivir y con mis brazos tomé el resto de mi ropa que sería innecesaria, el marco de la foto de mi familia se hallaba en la cima, si quería que esto se viera real, tenía que ser convincente. Antes de salir, tomé el celular y lo guardé en mi bolsillo. No regresé a echar otro vistazo, solo dejaba
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