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Por favor, Destino - A B Johnson

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NOVEL
Por	favor,	Destino.
A.B	Johnson
Abril,	2018.
Derechos	reservados,	Copyright.©
	
	
	
	
	
	
	
	
	
NOTA
Esta	historia	contiene	personajes	y	situaciones	ficticias,	dirigida	para	público
young—adult.
Los	escenarios	como	en	Nicaragua,	tienen	expresiones	Nicas	originarias	que
están	descritas	en	la	misma	página,	ayudando	al	desarrollo	de	los	personajes	y	la
trama	en	general.
Se	pide	disculpas	anticipadas	ante	cualquier	error	o	confusión.	Este	libro	está
destinado	únicamente	al	entretenimiento	al	público.
¡Gracias	por	apoyarme!	¡Estaré	esperando	tus	comentarios!
ÍNDICE
SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO	1
CAPÍTULO	2
CAPÍTULO	3
CAPÍTULO	4
CAPÍTULO	5
CAPÍTULO	6
CAPÍTULO	7
CAPÍTULO	8
CAPÍTULO	9
CAPÍTULO	10
CAPÍTULO	11
CAPÍTULO	12
CAPÍTULO	13
CAPÍTULO	14
CAPÍTULO	15
CAPÍTULO	16
CAPÍTULO	17
CAPÍTULO	18
CAPÍTULO	19
CAPÍTULO	20
CAPÍTULO	21
CAPÍTULO	22
CAPÍTULO	23
CAPÍTULO	24
CAPÍTULO	25
CAPÍTULO	26
CAPÍTULO	27
CAPÍTULO	28
CAPÍTULO	29
CAPÍTULO	30
CAPÍTULO	31
CAPÍTULO	32
CAPÍTULO	33
CAPÍTULO	34
CAPÍTULO	35
CAPÍTULO	36
CAPÍTULO	37
CAPÍTULO	38
CAPÍTULO	39
CAPÍTULO	40
CAPÍTULO	41
CAPÍTULO	42
CAPÍTULO	43
CAPÍTULO	44
CAPÍTULO	45
CAPÍTULO	46
CAPÍTULO	47
CAPÍTULO	48
CAPÍTULO	49
CAPÍTULO	50
CAPÍTULO	51
CAPÍTULO	52
CAPÍTULO	53
CAPÍTULO	54
CAPÍTULO	55
CAPÍTULO	56
CAPÍTULO	57
CAPÍTULO	58
CAPÍTULO	59
CAPÍTULO	60
CAPÍTULO	61
CAPÍTULO	62
CAPÍTULO	63
CAPÍTULO	64
CAPÍTULO	65
CAPÍTULO	66
CAPÍTULO	67
CAPÍTULO	68
CAPÍTULO	69
CAPÍTULO	70
CAPÍTULO	71
CAPÍTULO	72
CAPÍTULO	73
CAPÍTULO	74
CAPÍTULO	75
CAPÍTULO	76
CAPÍTULO	77
CAPÍTULO	78
AGRADECIMIENTOS
SOBRE	MÍ
SINOPSIS
El	destino	tiene	formas	muy	peculiares	en	juntar	a	dos	personas…
Abby	 Lloyd	 tuvo	 una	 segunda	 oportunidad.	 Para	 ella,	 su	 nueva	 vida	 es	 el
renacer	del	mundo	que	estaba	envuelto	en	su	cuello	hasta	más	no	poder,	ahora,	lo
que	hace	es	aprovecharla	al	máximo.
Segura	de	estar	viviendo	el	infierno	en	la	tierra,	Abby	es	encontrada	por	una
señora	desconocida	 en	un	parque	 abandonado,	 su	destino	 cambia	 radicalmente
cuando	acepta	su	precipitada	propuesta	de	irse	con	ella	y	comenzar	de	nuevo.
No	tenía	previsto	convertirse	en	la	hija	de	una	de	las	familias	más	exitosas	de
Manhattan	o	tener	de	vuelta	una	familia,	 tampoco	ser	el	 ícono	de	la	moda	más
aclamado	 de	 esos	 tiempos,	 pero,	 ¿Qué	 se	 puede	 hacer	 más	 que	 tomar	 lo	 que
viene	consigo	según	el	esfuerzo	de	sobrevivir?
Robinson.	Tenía	que	ser	él.
En	su	capricho	por	ser	una	chica	normal,	se	aventura	a	pasar	desapercibida	en
una	escuela	de	un	condado	sencillo,	conociendo	ahí,	al	que	se	asemeja	a	la	fase
de	su	depresión	de	su	antigua	vida,	pero	eso	no	sería	sencillo.	El	chico	que	todo
el	mundo	tiene	precaución,	no	tiene	modo	de	comunicación.
Toda	 una	 gama	 de	 problemas	 y	 escenas	 se	 desarrollan	 cuando	 la	 primera
palabra	de	 intercambio	se	da	entre	 los	dos.	El	destino	ya	 lo	 tiene	escrito	desde
que	 se	 conocieron.	 Abby	 había	 pedido	 de	 favor	 una	 dirección,	 ahora	 tiene
consecuencias	que	afrontar.
¿Entonces,	empezamos?
Destiny	#1
PRÓLOGO
	
Managua—Nicaragua.
	
El	 aspecto	 público	 que	me	manejaba	 daba	mucho	 a	 la	 imaginación.	 Era	 la
razón	por	la	que	odiaba	salir	pero	necesitaba	hacerlo.
Mi	corazón	sangraba	con	cada	pestañeo,	el	pesar	en	mi	pecho	es	 tanto,	que
respirar	es	más	complicado	de	lo	que	parece.	No	soy	la	misma,	muerta	en	vida
como	 el	 zombie	 de	 la	 película	 que	 mis	 primos	 me	 tacharon	 cuando	 salí	 de
aquella	 casa	 asquerosa.	 ¿Quién	diría	que	 acertarían	 tan	bien?	Los	odio,	 odio	 a
todo	el	mundo.
Pateé	un	guijarro	de	la	acera	y	metí	mis	manos	en	los	bolsillos	de	mi	gastado
abrigo,	 resoplando	a	 la	brisa	cálida	del	día	que	se	 le	ocurrió	pasar	 justo	en	ese
momento.	Qué	vida.	Y	ahora,	¿Onde?
Mis	muñecas	dolían,	mis	pies	pesaban	y	mi	cabeza	zumbaba,	necesitaba	un
espacio	 donde	 nadie	 me	 escuche	 gritar.	 Mi	 frustración	 es	 tan	 grande	 que	 el
psicólogo	que	actualmente	no	hace	más	que	presionarme	más.
Cuando	me	detuve	y	escaneé	a	mí	alrededor	ante	la	pesadez	de	mis	párpados
adoloridos,	me	di	 cuenta	que	había	 caminado	más	 lejos	de	 lo	previsto,	 al	 área
abandonada	del	barrio	y	estaba	al	pie	de	un	sendero	abandonado.
Alcé	mi	 cabeza	y	 aprecié	grandes	 árboles	verdes,	 cosa	poco	común	en	 esta
área	del	pueblo.	Por	lo	general	los	animales	llamados	humanos	los	talan,	la	cosa
retórica	es	que	quitan	su	propia	fuente	de	respiración,	calma	a	mi	sedienta	alma
llena	de	todo	rencor	en	la	vida.		
Sacudí	mi	cabeza	con	aquellos	pensamientos.	Mi	mente	estaba	más	inestable
que	nunca	y	me	asustaba.
Sin	 ninguna	 importancia	 de	 lo	 que	me	 espera	 en	 este	 camino,	 mis	 pies	 se
dirigen	 con	 paso	 decidido	 en	 aquel	maltratado	 suelo	 desafiando	 a	mis	 propios
miedos	a	resistirme.	Pero	no	lo	hago.	Solo	quería	huir.
Cada	 paso	 representando	 y	 necesitando	 una	 salida,	 queriendo	 salir	 de	 este
agujero.	Sé	que	algo	está	mal	conmigo,	lo	sé,	lo	siento	y	la	sensación	es	amarga,
llena	 de	 ese	 vacío	 que	 solo	 afecta	 a	 mi	 mente	 y	 mi	 corazón	 hasta	 lo	 más
profundo.	No	es	para	nada	saludable.
Mi	mirada	 se	 desvía	 alrededor,	 viendo	 que	 solo	más	 árboles	me	 esperan	 al
fondo,	 me	 detuve	 y	 suspiré	 con	 mi	 pecho	 apretándose,	 mis	 ojos	 tratando	 de
hallar	 para	 calmar	 algo	 de	 la	 ansiedad	 que	 subía.	 Todo	 este	 sentimiento	 era
desconcertante.	¿Y	cómo	no?	Vi	morir	a	mi	familia	frente	a	mis	ojos.	Morí	con
ellos.
Una	 vieja	 y	 oxidada	 banca	 a	 lado	 de	 un	 gran	 árbol	 fue	 lo	 que	 distinguí	 en
medio	de	 las	hojas	caídas	que	 la	cubrían,	mis	pies	 inmediatamente	 se	hicieron
camino	 hasta	 ella,	 lo	 supe	 hasta	 que	 quedé	 con	mis	 rodillas	 rozando	 el	 viejo
material.
Miré	alrededor	nuevamente,	la	soledad	y	el	silencio	eran	acogedores,	nada	de
regaños	y	burlas	u	obligaciones	a	tomar	medicaciones.	Di	un	suspiro	después	de
un	 largo	 tiempo,	vendría	aquí	cada	vez,	 si	 es	posible	me	mudaría,	 aunque	a	 la
única	que	le	importara	mi	desaparecimiento	sea	a	Lidya,	mi	tía.
Apartando	algo	de	hojas	me	dejé	caer	en	la	banca,	que	sorpresivamente,	no	se
cayó	con	mi	peso	como	daba	la	impresión,	era	eso,	o	las	palabras	del	doctor	al
decir	que	había	bajado	demasiado	con	mi	peso	eran	ciertas.	De	todas	maneras	se
sentía	resistente	y	aquí	estaba	yo.
Doblé	 mis	 piernas	 debajo	 de	 mí	 y	 me	 acurré	 en	 ese	 pequeño	 lugar,
escuchando	 el	 canto	 de	 algunas	 aves	 y	 el	 sonido	 de	 las	 hojas	 moviéndose
conforme	a	un	suave	viento	que	pasaba	de	vez	en	cuando.	Mi	único	consuelo.
Eso	trajo	recuerdos	a	mí	y	desearía	no	haberlo	hecho,	dolía,	mucho	más	allá
de	lo	racional	para	cualquier	ser	vivo.
Mi	hermana	y	yo	nos	escapábamos	de	casa	para	 ir	a	 jugar	al	con	 las	demás
niñas	del	barrio	y	regresábamos	a	tiempo	antes	de	que	se	dieran	cuenta	de	que	no
nos	encontrábamos,	mamá	solía	ser	demasiado	dramática.	Una	vez	incluso	llamó
a	la	policía.	Simplemente	demasiado	por	una	babosada.
Me	 estremecí	 y	 ahora	 la	 pulsera	 en	 mi	 muñeca	 pesaba	 más	 que	 nunca.
Aquella	 que	 actuaba	 como	 la	 llave	 a	 desmoronarme	 y	 ponerme	 de	 rodillas	 y
sollozar	con	el	simple	atisbo	de	verla,	pero	así	como	no	la	podía	ver,	no	me	la
podía	quitar,	lágrimas	picaban	en	mis	ojos	y	me	negaba	a	desmayarme	por	llorar
de	nuevo.	¿A	quién	le	ocurría	eso?	Lo	hacía	todas	las	noches,	era	suficiente,	de
día	no	me	atormentaría	con	el	pasado,	todo	ocurrió,	mis	lágrimas	no	los	volverán
a	revivir.
Mordí	mi	labio	cuando	di	un	enorme	suspiro	de	resignación	al	cielo	cuando
alcé	mis	ojos	borrosos	a	la	gran	mancha	azul	que	apenas	veía.	Abracé	mis	brazos
y	 la	 acción	 hizo	 raspar	 mis	 muñecas	 cortadas,	 el	 dolor	 suministró	 lo	 que
necesitaba.	Me	hacía	sentir	bien	de	alguna	forma	y	por	eso	lo	hacía.
Muchas	 veces	 había	 intentado	 en	 suicidarme,	 de	muchas	maneras	 distintas
para	 no	 llamar	 la	 atención	 y	 no	 lo	 lograba,	 pero,	 además	 de	 poner	 fin	 a	 mi
sufrimiento,	 ¿Solo	 para	 complacer	 en	 los	 noticiarios	 que	 la	 chica	 huérfana	del
accidente	pasado,	ha	muerto	finalmente	por	su	inestable	condición?
Y	es	que	mi	vida	no	hatenido	la	calma	requerida	a	lado	de	mis	tíos,	a	lado	de
Fabio,	mi	hostigador	personal,	el	pendejo	que	me	grita	todos	los	días	por	gastar
más	 en	 alimentarme,	 por	 el	 simple	 hecho	 de	 dar	 un	 techo	 donde	 vivir.	Mi	 tío
político.	Asco	de	persona.	Lo	único	en	venganza	es	seguir	con	vida	ante	ver	la
última	 reacción	 de	 ellos	 cuando	me	 sacaron	 del	 hospital.	No	 les	 daré	 el	 gusto
ahora.	Aunque	escuchar	que	gaste	en	un	ataúd	suena	prometedor.
Las	lágrimas	se	habían	secado	por	el	recordatorio	de	mi	actual	vida.	Lidya	era
hermana	 de	mi	 padre	 y	 el	 pariente	más	 cercano	 que	 el	 sistema	 pudo	 detectar,
también,	 algo	 de	 humanismo	 la	 conmovió	 para	 acogerme.	 Nunca	 la	 había
conocido	 hasta	 que	 entró	 en	 la	 habitación	 del	 hospital	 donde	 reposaba	 de	 mi
desmayo	después	de	presenciar	mi	propia	muerte,	el	doctor	la	presentó	como	la
hermana	de	mi	padre,	mi	tía,	ella	sonrió,	se	veía	triste,	parecía	conmovida	con	la
partida	 de	 su	 hermano	 y	 madre,	 mi	 abuelita	 también	 estaba	 en	 ese	 auto	 que
arrebató	las	vidas	de	quienes	más	amaba.	Pensé	que	tendría	el	apoyo	necesario
para	salir	adelante.
No	fue	así.
Suspirando	 nuevamente,	 era	 irremediable	 quitar	 aquel	 vacío.	 ¿Qué	 podía
hacer?	¿Huir	de	ahí?	¿Para	qué?	¿Para	qué	me	encuentren	y	luego	el	sistema	me
mande	 a	 otro	 hogar	mucho	 peor?	 Prefiero	 quedarme	 ahí,	 por	 lo	menos	 Lidya
actúa	cuando	son	suficientes	palabras	de	zozobra	en	mi	contra.
Ahora,	un	aire	frío	pasó	por	mi	rostro,	sacando	un	rizo	de	mi	oreja,	haciendo
que	me	estremezca	con	el	lívido	cambio	de	aire.	No	era	tan	turrona	como	mamá,
ella	sí	que	tenía	rizos.
Estupefacción	salió	de	mí	cuando	mis	ojos	ahora	se	encontraron	con	el	cielo
azul	oscuro,	negro	por	la	noche.
¿Ya	 es	 de	 noche?	 ¿Tan	 pronto?	 Dios	 mío,	 que	 chingo	 este	 tiempo,	 estaba
perdida,	realmente	perdida	y	necesitaba	un	salvavidas,	uno	y	pronto.
Saqué	 el	 pequeño	 celular	 de	 mi	 bolsillo	 para	 constatar	 la	 hora,
preguntándome	si	demoraré	más	para	simple	molestia	de	la	familia	donde	estoy
ahora	o	irme	para	alcanzar	la	cena	con	esa	gente	extraña…
Nah.	La	primera	opción	suena	bien.	Hacerlos	enfadar	es	una	mejor	sensación
que	 oír	 las	 quejas	 de	 siempre,	 además	 de	 algunas	 veces	 soportar	 la	 goma	 de
Fabio	y	el	silencio	de	Lidya	sin	hacer	nada	más	que	presenciar.
No	la	culpo,	nunca	nos	hemos	visto,	no	hay	razón	de	cariño.	El	simple	hecho
que	 sea	 su	 sobrina	 no	 es	 razón	 por	 la	 que	 ande	 en	 su	 regazo	 como	 una	 niña
faldera.
—¿Puedo	hacerte	compañía	en	este	lugar	tan	solitario?
La	suave	voz	de	alguna	parte	desconcertó	mis	sentidos	y	levanté	mi	mirada	de
la	claridad	de	mi	celular	donde	veía	 la	hora	y	detuve	mis	ojos	en	el	atisbo	del
color	negro	del	 abrigo	de	una	 señora	mirándome,	 lo	curioso	es	que	no	 se	veía
como	una	vagabunda	del	sector	o	alguien	que	quiera	hacerme	daño.	Su	mirada
era	diferente,	casi	similar	al	del	doctor	López,	pero	esta	era	más	cautelosa,	casi
como	si	tuviera	curiosidad.
Parpadeé	ante	su	imagen	y	me	percaté	de	su	mano	señalando	el	otro	extremo
de	 la	 banca,	 parpadeé	 otra	 vez	 para	 recordar	 su	 pregunta.	 ¿Cómo	 negar	 un
asiento	para	alguien?	¿Por	qué	siquiera	preguntaba?	Este	lugar	era	libre.
Asentí,	dándome	cuenta	ahora	que	el	lugar	donde	oía	el	canto	de	los	pájaros
ahora	era	rodeado	de	algunos	grillos	en	algunas	partes,	tratando	de	hacerse	notar
y	avisándome	lo	tarde	que	se	estaba	haciendo,	pero	me	daba	igual.
Aquella	señora	sonrió	y	casi	mi	desesperada	alma	de	salvación	le	dice	todos
mis	problemas	solo	con	ver	su	sonrisa	cariñosa,	sin	conocerme,	ella	sonrió.	Algo
que	nadie	había	hecho	para	consolarme	o	animarme	y	menos	de	esa	manera.	Una
desconocida	hizo	aquello	y	me	negué	a	dejar	liberar	mis	penosas	lágrimas.
Guardé	 mi	 celular	 y	 miré	 de	 nuevo	 al	 cielo	 mientras	 ella	 se	 ubicaba,
sentándose	suavemente	y	oyendo	su	suspiro.
¿Qué	 hacía	 ella	 aquí?	 ¿No	 es	 un	 lugar	 apartado	 donde	 buscas	 privacidad?
Oh…	¿Ella	también	huía?	¿Era	eso?
—Este	es	un	buen	lugar	para	pensar,	¿No	lo	crees,	jaña?—	Comienzo	de	una
típica	 conversación	 casual	 hizo	 agitar	mis	 entrañas.	 No	 había	 conversado	 con
alguien	 hace	 meses,	 las	 únicas	 palabras	 que	 doy	 son	 a	 mis	 doctores	 y	 no
precisamente	para	comentar	sobre	el	jodido	clima.
Inhalé	para	fortalecer	mi	voz—	Sí,	lo	es	—Atinó	a	mi	razón	de	presencia.
Otro	suspiro,	en	medio	de	 la	oscuridad	solo	con	 la	 luz	de	 la	 luna	en	alguna
parte	del	cielo	era	capaz	de	ver	su	silueta	a	mi	lado.	La	banca	no	era	mi	grande
por	lo	que	un	simple	estiramiento	de	mi	brazo	y	la	tocaba.	No	estaba	segura	de
lo	 que	 esta	 señora	 buscaba	 con	 conversar	 conmigo,	 pero	 algo	 aterrador	 y	 al
mismo	tiempo	refrescante	se	filtraba	dentro	de	mí,	mis	ángeles	y	demonios	a	los
hombros	diciéndome	lo	bueno	y	lo	malo	que	esto	pintaba.	Mis	padres	me	había
advertido	hablar	con	extraños,	pero	esta	señora	lucía	amable,	más	que	eso,	aún,
sin	 el	 brillo	 del	 sol	 sobre	 ella,	 sus	 ojos	 lucían	 acogedores.	 ¿Estoy	 realmente
necesitada	que	parece	que	estoy	alucinando?
—	¿Estás	perdida?—	Otra	pregunta,	esta	vez,	vi	su	cabeza	girarse	hacia	mí	e
imité	su	acción,	constándome	de	su	pequeña	sonrisa	de	tranquilidad	—	Lo	siento
si	te	asusto,	estoy	intrigada	—	Su	voz	era	suave.
Y	como	 la	niña	que	 soy,	 le	 creí.	Me	aferraba	a	cualquiera	cosa	que	parecía
flotar	en	mi	marea	inestable.
—No.	No	estoy	perdida	—Controlé	el	nudo	en	mi	garganta,	nadie	me	había
tranquilizado	en	mucho	tiempo.	Los	doctores	y	psicólogos	no	cuentan	para	nada.
Es	su	trabajo,	no	consolarían	a	una	niña	extraña	si	no	hay	pago	de	por	medio	al
finalizar	las	sesiones.	Por	más	sentida	que	esté.
Hubo	una	corta	pausa	donde	otra	ráfaga	chocaba	contra	nuestros	abrigos.	Esta
vieja	 pieza	 de	 ropa	 la	 usaba	 desde	 el	 accidente.	 Cubría	 perfectamente	 mis
muñecas,	 donde	 nadie	 podía	 ver	 mi	 triste	 realidad.	 Haga	 frío	 o	 calor,	 estaba
sobre	mí.
—¿Problemas	 familiares?—	Su	 voz	 fue	más	 suave,	 casi	 como	 si	 temiera	 a
una	reacción	violenta	de	mi	parte.
La	volví	a	ver,	con	algo	de	sorpresa	en	mis	ojos	por	otra	vez	haber	acertado	a
las	razones	de	mi	vida.	Su	sonrisa	se	había	borrado,	solo	sosteniendo	una	línea
en	su	boca	con	ojos	cautelosos,	cejas	apretadas,	su	expresión	preocupada.
Quité	mi	vista	de	ella,	 sin	quitar	mi	 impresión.	¿Qué	decirle?	Debió	ver	mi
reacción.	Temía	que	si	me	abría	con	ella,	me	desmoronaría	de	nuevo.	Además,	es
una	extraña.	No	debía	hablar	con	ella	o	mucho	menos	acercarme,	debí	haberme
ido	en	cuanto	llegó.	Pero	diablos,	quería	desahogarme	con	alguien	y	ella	parecía
confiable.
Solo	me	ocurría	una	manera	de	contestarle.
—	No	tengo	familia	—Tragué,	era	la	cruda	verdad.
Oí	su	inhalación	temblorosa,	no	me	atrevía	a	mirarla,	no	quería.
—Entonces…	¿Dónde	vives,	pequeña?—Su	voz	había	cambiado	a	más	baja,
como	si	también	luchara	con	liberar	presión	de	su	garganta.
Pequeña.
A	veces	me	olvidaba	que	todavía	seguía	siendo	una	chatela.	Teniendo	solo	la
edad	de	once	años,	había	experimentado	el	máximo	dolor	que	cualquier	persona
haya	atravesado.	A	tan	solo	unos	ocho	meses	había	estado	brincando	frente	a	la
estantería	de	dulces	de	la	tienda,	ahora,	solo	veía	salas	blancas	o	la	pared	de	mi
cárcel	en	 la	casa	de	mis	 tíos.	Esta	 situación	me	ha	hecho	madurar	y	pensar	en
forma	diferente,	nada	sería	igual.
—En	una	cárcel.	Donde	mis	guardias	no	dejan	de	atormentarme	y	el	jefe	no
deja	 de	 reclamarme	por	 ocupar	 un	 sitio—	Mis	 palabras	 sonaron	 dificultosas	 y
mis	ojos	 se	 empañaron.	No	debía	ponerme	 triste,	 no	podía.	Eso	 solo	me	haría
más	débil	y	fortalecería	al	enemigo.	No	DEBÍA.
Froté	mi	palma	contra	mi	nariz	y	olisqueé,	mirando	el	espacio	alrededor	de
nosotras,	tener	compañía	se	sentía	grato.
Oí	 otra	 olisqueada	 y	 miré	 a	 la	 señora,	 su	 rostro	 se	 había	 convertido	 en
añoranza	pura	y	las	lágrimas	estaban	ahí,	apunto	de	ser	derramadas.	Inhalé	fuerte
al	querer	llorar	con	ella.	Debía	ser	fuerte.
—Es	 como	 retroceder	 en	 el	 tiempo—Suspiró	 ella,	 sus	 ojos	 quitándose
brevementede	mí	y	mirando	alrededor	como	si	la	oscuridad	no	estuviera	ahí—
Antes.	Hace	años,	este	lugar	era	un	parque	—Fruncí	el	ceño	a	sus	palabras,	¿Me
estaba	contando	algo	de	su	vida?	¿Por	qué?	No	era	más	que	una	extraña—	Una
jaña,	unos	pocos	años	más	que	tú,	siempre	venía	a	esta	misma	banca.	Huyendo
de	los	problemas	que	agobiaban	en	su	casa,	las	cuentas	vencidas	sobre	su	mesa	y
su	padre	borracho,	siempre	con	goma.	Solo	quería	escapar.	La	vida	no	es	 fácil
cuando	si	no	se	tiene	un	apoyo	adecuado.
Mi	 ceño	 fruncido	 ahora	 se	 retractó	 al	 procesar	 las	 palabras,	 mis	 ojos
abriéndose	con	el	descubrimiento.
—Era	usted	—Dije,	sin	aliento.
Ella	me	miró,	ojos	tristes	junto	a	una	melancólica	sonrisa.
—Sí.	Esa	misma	chica.	La	veo	 reflejada	en	 ti.	Necesitas	ayuda,	 sé	cómo	se
siente	tratar	de	agarrarse	de	algo	firme	para	evitar	caer	de	nuevo.	No	tener	apoyo
de	 nadie	 nada	 más	 que	 las	 personas	 que	 están	 para	 estropear	 tus	 ligeras
esperanzas.	 Eso	 apesta,	 por	 eso,	 estoy	 conversando	 contigo.	 No	 por
condescendencia,	sino	por	comprensión.
No	pude	evitar	derramar	la	sola	lágrima	que	resbaló	por	mi	mejilla.
Su	mano	se	alzó	a	la	altura	de	mi	rostro	para	limpiarla	—¿Cómo	logró	salir	de
ahí?—	Mi	voz	era	tan	pequeña.
Sonrió	de	forma	maternal,	mi	corazón	sintió	calidez	ante	ese	simple	gesto—
Tuve	que	esperar	hasta	ser	mayor	de	edad	y	lograr	aventurarme	por	mí	misma.
Por	mis	pocos	medios,	pude	cumplir	el	sueño	americano.	Fui	de	forma	ilegal	a
los	Estados	Unidos,	peligroso,	pero	tuve	suerte	de	llegar	en	un	lugar	donde	mis
patrones	se	preocupan	por	los	indocumentados.
¿Sueño	americano?
Había	oído	de	él.	Pocos	son	los	que	logran	cruzar	la	frontera	de	forma	ilegal.
Los	 denominados	 “coyotes”	 son	 las	 personas	 encargadas	 de	 hacerlas	 cruzar,
simples	 tamales	 con	 la	 audacia	 de	 desafiar	 las	 reglas.	 Las	 noticias	 en	 la
televisión	reportan	ese	tipo	de	reseñas	cuando	algunos	son	regresados	de	vuelta,
no	teniendo	suerte.	Otros,	con	un	final	todavía	peor.
Muerte.
No	creía	que	esta	señora	haya	logrado	hacer	eso,	ni	siquiera	podía	verla	en	los
Estados	Unidos,	y	aún	así…	el	acento	Nica	lo	tiene	ahí,	perfecto.
—	 ¿Vos	 todavía	 sigues	 trabajando	 ahí?—Pregunté	 más	 confiada,	 su	 mano
había	 caído	de	vuelta	 a	 su	 regazo	y	me	conformé	con	una	diminuta	 caricia	de
hace	un	momento.
Si	trabajaba,	¿Por	qué	estaba	aquí	de	vuelta	en	Nicaragua?	Por	ninguna	razón
del	mundo	regresaría	aquí	de	estar	en	sus	zapatos.
Ella	mostró	una	sonrisa	completa—Por	supuesto—	Había	felicidad	en	su	tono
—Estoy	en	mi	semana	de	vacaciones.	Siempre	vengo	a	este	lugar	a	pensar	en	lo
que	ha	sido	mi	vida	en	todos	estos	años.	Mi	hijo	prefiere	quedarse	en	casa,	no	le
gusta	acompañarme.
No	 se	me	pasó	por	 alto	 que	 la	mención	de	 su	hijo	 trajo	 a	 sus	 ojos	 tristeza.
¿Cómo	un	hijo	no	puede	acompañar	a	su	madre	en	un	viaje?	Es	absurdo.	¿Qué
clase	de	hijo	es	entonces?
El	 tramo	de	silencio	entre	nosotras	fue	 interrumpido	con	el	 tono	de	 llamada
de	 mi	 celular,	 mi	 mano	 buscó	 el	 chunche	 	 en	 mi	 bolsillo	 y	 la	 pantalla	 era
iluminada	con	el	nombre	de	Lidya	en	ella.
Ugh.
Estaba	 segura	 que	 no	 llamaría	 si	 Fabio	 a	 estas	 instancias	 está	 haciendo	 un
acto	de	drama	de	todo	esto.	Sus	gritos	eran	innecesarios.	Me	prohibían	salir	de
ese	 hoyo,	 Diego	 y	María	 me	 dejaron	 salir	 por	 esas	 mismas	 razones,	 para	 ser
nuevamente	reprendida	y	satisfacer	su	sádica	personalidad.	No	 lo	entendía.	No
me	querían	ahí,	¿Por	qué	les	preocupa	que	salga	y	no	regrese	cualquier	día?
Mi	pulgar	 cortó	 la	 llamada	y	 regresé	 el	 teléfono	donde	 estaba,	 habiéndome
olvidado	 el	 buen	 ánimo	 que	 había	 tenido	 en	 un	 largo	 tiempo	 solo	 con	 ver	 el
nombre	de	una	sola	persona,	volviéndome	a	mi	vida	real.
—Al	parecer	se	preocupan—La	voz	tímida	de	la	mujer	a	mi	lado	se	atrevió	a
decir.	Debí	haber	tenido	una	expresión	en	mi	rostro	de	muerte.
—	No.	No	 lo	 hacen—	Mi	voz	 era	 tensa,	mi	 respiración	pesada—	Fabio	ya
debió	haber	roto	la	vajilla	en	el	suelo	por	mi	desaparición.	El	viejo	es	una	bestia
cuando	 está	 arrecho.	 Es	 un	 milagro	 que	 solo	 se	 limite	 a	 gritarme,	 no	 me	 ha
golpeado.	Ese	día,	me	muero.
El	leve	jadeo	de	ella	fue	mezclado	con	la	suave	brisa	de	la	noche,	me	alegró
estar	 en	 la	 oscuridad.	Hubiera	visto	mis	 reales	 facciones	 en	mi	 rostro	y	 salido
corriendo	del	miedo.
En	vez	de	una	represión	como	estaba	acostumbrada	o	el	mismo	silencio,	las
palabras	que	estaban	a	punto	de	salir	de	su	boca	me	agitaron.
—¿Quisieras	tener	libertad?	¿A	tomar	algo	que	la	vida	se	pone	en	tu	delante
sea	lo	que	sea?
Sea	lo	que	sea.
Esas	palabras	englobaban	una	cantidad	de	sugerencias,	pero,	en	la	balanza	de
la	vida,	solo	está	vida	y	muerte,	y	el	peso	de	 la	mía	está	en	el	 lado	incorrecto.
Debía	hacer	algo.
—Lo	 que	 sea—	Mi	 voz	 se	 fue	 amoldando,	 más	 tranquila,	 mi	 corazón	 de
alguna	manera	anticipaba	las	palabras	de	la	señora	a	mi	lado,	la	miré,	si	haría	su
próxima	pregunta,	al	menos	debo	tener	su	nombre	—¿Cuál	es	su	nombre?
Sonrió	 complacida,	 ajustando	 su	 sencillo	 abrigo	 alrededor—Alicia.	 Alicia
Díaz.
Alicia.
Una	 pequeña	 sonrisa	 salió	 de	 mí,	 los	 músculos	 tensos	 de	 mi	 rostro	 se
quejaron.	No	había	sonreído	de	lo	que	pareció	una	eternidad.
—Es	un	gusto	conocerte,	Alicia.	Soy	Jamie	Mendoza.
***
¿Onde?	O	¿Dónde?:	Pronunciación	con	acento	muy	utilizado	casi	por	todos
los	hispanohablantes.
Babosada:	Dentro	del	vocabulario	Nica,	es	algo	sin	importancia.
Pendejo:	Término	despectivo	para	decir	tonto,	bruto.
Turrona:	Persona	con	el	cabello	muy	rizado.
Chingo:	Corto,	pequeño.
Goma:	Resaca
Jaña:	Puede	usarse	para	niñas,	muchachas	y	mujeres	en	general.
Sentida:	Nostálgica,	triste	u	ofendida.
Chatela:	niña.
Tamales:	Ladrones,	rateros.
Nica:	Abreviatura	hacia	los	Nicaragüenses.
Vos:	 El	 voseo	 es	 muy	 dicho	 en	 América	 Central	 y	 otros	 países	 de
Latinoamérica.
Chunche:	 Se	 dice	 así	 al	 objeto	 u	 cosa	 cuando	 se	 olvida	 el	 nombre.	 Un
ejemplo	de	ello	es	¿Me	pasas	el	chunche?
Arrecho:	Enojado,	también	se	utiliza	para	expresar	algo	difícil.
	
	
	
	
	
	
CAPÍTULO	1
Querer	vivir
Long	Island—New	York.
	
“El	 futuro	 nos	 tortura	 y	 el	 pasado	 nos	 encadena.	 He	 aquí	 porque	 se	 nos
escapa	el	presente”
Suspiré	 a	 las	 letras	 que	 leí	 en	 uno	 de	 los	 mensajes	 convencionales	 de	 mi
laptop	esta	 tarde,	 remolineaban	en	mi	cabeza	 todo	el	día.	Aparte	de	publicidad
innecesaria,	este	es	la	única	pequeña	nota	que	me	llamó	la	atención.
Lo	sé	muy	bien,	Gustave	Flaubert,	créeme	que	lo	sé	muy	bien.
Es	por	 eso	que	estoy	cansada	de	mi	 situación.	Necesito	 ser	 libre,	y	no	 solo
sentir	que	soy	libre.	Quiero	vida	en	mi	vida.
Eso	queda	figurativo	si	no	lo	poner	en	práctica.	Yo	necesito	acción.
Miré	 la	 lamparita	 a	 lado	 de	 mi	 cama	 con	 un	 ceño	 fruncido,	 ¿Por	 qué	 la
pantalla	 de	 lámpara	 estaba	 ligeramente	 inclinada?	 Eso	 era	 extraño.	 Siempre
lucían	derechas.	Estiré	mi	mano	y	lo	arreglé,	ahora	parecía	una	psicótica,	no	era
la	 primera	 vez	 que	 me	 topaba	 con	 extraños	 casos	 así.	 Solo	 debía	 ser	 yo.	 No
existían	los	fantasmas.
Colapsé	 en	mi	 cama,	 con	un	 suspiro	 que	murió	 en	 el	 edredón	de	mi	 cama.
Cansada	 de	 estar	 sola	 y	 encerrada	 en	 esta	 enorme	 mansión,	 después	 de	 mi
desvelo	nocturno	de	ayer,	siento	como	si	un	camión	me	pasó	encima	sin	piedad.
Me	 volteé	 boca	 arriba	 y	 un	 nuevo	 suspiro	 salió	 de	 mi	 boca,	 cerré	 mis	 ojos
colocando	un	brazo	sobre	mis	ojos	cerrados.	Estaba	 realmente	exhausta	y	 solo
eran	las	cuatro	de	la	tarde.
Todos	los	días	era	lo	mismo,	pero	no	me	podía	quejar,	estaba	siendo	muy	bien
atendida,	 con	 el	 cariño	 de	 mis	 padres	 incondicionalmente.	 Lo	 único	 que	 me
faltaba	era	mi	hermano.	Lo	extrañaba	tanto.
El	único	sacrificio	de	mi	gran	acto	de	bondad,	fue	tenerlo	lejos.
No	 podía	 dejar	 que	 se	 quede	 aquí,	 si	 sus	 amigos	 y	 conocidos	 estaban	 en
Inglaterra.	Hubiera	sido	la	villana	de	la	historia	si	mi	egoísmo	prevalecía.	Tuve
que	 tomar	 cartas	 en	 el	 asunto.	 Y	 es	más	 fácil	 cuandova	 a	 la	 escuela	 con	 un
nombre	distinto,	sin	que	lo	reconozcan.
Él	ya	se	encontraba	en	clase,	dos	semanas	desde	que	entró	para	ser	exactos.
Yo,	mientras	tanto	esperaba	que	mis	vacaciones	de	verano	pasaran	para	que	mi
profesor	particular	venga	a	 sus	clases	cotidianas,	durante	un	último	y	aburrido
año	más.
Recibir	clases	y	pasar	 las	vacaciones	de	verano	en	casa,	no	es	algo	del	que
esté	tan	alegre,	si	soy	sincera,	pero	tampoco	me	puedo	dar	el	lujo	de	salir	como
quiera.	Nadie	me	reconoce,	pero	sería	tentar	a	mi	suerte.	Esto	estaba	totalmente
fuera	de	mis	manos.
—No	sé	qué	es	peor,	tener	todo	y	no	poder	disfrutarlo;	o	no	tener	nada	y	tener
libertad…	¿Tú	qué	dices?—	Murmuré	volteando	a	ver	a	Bonnie,	mi	fiel	amiga.
Miré	los	intensos	ojos	negros	de	mi	panda	de	peluche.	Sin	respuesta,	su	boca
—sonrisa	cocida	con	su	perfecta	lana.
Perfecto.	 Mendigando	 conversación.	 Demonios,	 necesitaba	 un	 cambio,	 me
volvería	 loca	 si	 seguía	 viendo	 las	 exageradas	 decoraciones	 victorianas	 a	 mi
alrededor.
El	sonido	de	una	pequeña	campana	en	mi	computadora	hizo	que	mi	cabeza	se
alzara	 inmediatamente,	 como	 la	 alarma	 de	 resurrección.	 Hablando	 de
conversación…
Me	desesperé	 por	 levantarme	de	mi	 cama,	 apartando	 en	 el	 camino	 el	 dosel
blanco	que	rodeaba	mi	cama	redonda	alrededor.	Casi	me	caí	por	el	altillo	donde
se	encontraba	y	corrí	por	las	escaleras	hacia	mi	pequeño	piso	de	arriba,	tomando
aire	 cuando	 estaba	donde	quería	 y	 el	 sonido	de	 las	 ruedas	de	mi	 silla	 sonaron
cuando	colapsé	y	me	moví	donde	mi	Mac,	dando	clic	y	aceptando	el	video—chat
sin	darme	tiempo	de	arreglarme.
Aun	 así	 sonreí	 cuando	 el	 rostro	 de	 mi	 hermano	 apareció,	 sonriente	 como
siempre,	 su	 hermoso	 cabello	 rizado	moldeando	 su	 atractivo	 rostro.	 Él	 era	 tan
egocéntrico	 como	 mamá,	 sus	 ojos	 brillaban	 ante	 la	 atención,	 y	 esta	 no	 es	 la
excepción.
Ahora	 aprecié	 su	 ceño	 fruncido,	 tratando	 de	 acomodar	 su	 laptop	 y	 verme
mejor	desde	la	comodidad	de	su	cama.
—	 ¡Hey,	 hermanito!—Canté	 feliz,	 apartando	 el	 cabello	 de	 mi	 rostro	 y
tratando	de	verme	mejor—	¡Santi!—	Reí.
Su	 fruncido	 se	 fue	 y	 fue	 reemplazado	 por	 su	 inmensa	 sonrisa	 cuando	 me
enfocó—	¡Jelly!	¡Oh,	Dios!	¡Te	extraño	un	montón,	hermanita!
Reí	nuevamente	ante	su	expresión	de	cachorro	—No	sabes	lo	feliz	que	estoy
de	hablar	contigo.	Me	siento	tan	sola	sin	ti—	Me	quejé,	era	al	único	con	el	que
podía	compartir	cosas	como	estas,	él	me	comprendía.	Pasó	por	lo	mismo.
—Ni	que	lo	digas	—Suspiró,	puso	mi	misma	expresión	de	tristeza	y	sus	ojos
reflejaban	 todo	tan	claramente.	Una	de	 las	cosas	que	aprendí	con	él,	es	que	no
dejaba	mostrar	sus	emociones	a	cualquiera—Hay	un…
Fruncí	el	ceño	ante	su	abrupto	silencio	y	cuando	su	laptop	se	movió,	escuché
el	gruñido	molesto	de	Santiago	y	algo	mirando	sobre	la	pantalla	lo	tenía	molesto.
—¡Oye,	 idiota!—Le	 gritó,	 me	 estremecí	 ante	 su	 claro	 enfado—¡Estoy
intentando	hablar	con	mi	hermana!	¡Largo	de	aquí!
—	 ¿Enserio?—	 Escuché	 la	 voz	 incrédula	 de	 alguien	 más	 —Lo	 siento,	 lo
siento.	¿Es	Abby?
—Sí.	Ahora	vete	de	aquí.	Quiero	conversar	con	ella	y	tú	eres	un	inoportuno
—	Su	hostilidad	era	muy	reflejada.
—Espera,	espera—	Le	dijo	en	susurro	con	calma,	casi	podía	ver	las	manos	en
alto	en	modo	de	rendición	para	evitar	que	la	furia	de	mi	hermano	lo	ataque.	Oí
suaves	pasos	y	luego,	vi	otra	cabeza	aparecer	en	la	pantalla.	Santiago	no	demoró
en	intentar	apartarlo—Hola,	Abby	—Saludó,	su	voz	era	más	tranquila	a	pesar	de
los	empujones	de	mi	hermano.
Sonreí.—Hola,	Wade.	¿Cómo	has	estado?
Rió	algo	nervioso	y	se	sentó	a	lado	de	Santiago,	el	rostro	de	mi	hermano	se
convirtió	en	una	mueca	de	molestia,	rendido	de	no	poder	apartarlo	como	se	debe
—	Muy	bien,	muy	bien,	Abby…	—	Suspiró,	sus	ojos	comenzaron	a	brillar.	Yo
conocía	esa	sonrisa.
Wade,	el	mejor	amigo	de	mi	hermano,	nos	conocimos	cuando	vino	a	nuestra
casa	 por	 un	 trabajo	 de	 la	 escuela	 en	 ese	 entonces,	 cuando	 todavía	 vivía	 en
Inglaterra.	 Circunstancias	 tanto	 de	 trabajo	 como	 familiares	 nos	 hicieron
mudarnos	de	vuelta	a	New	York.	No	permití	que	mi	hermano	sufra	lo	mismo	que
yo	 y	 estudiar	 en	 casa,	 perdiéndose	 de	 sus	 amigos	 y	 demás	 beneficios	 de	 una
escuela	 normal	 de	 secundaria.	 Encontré	 su	 laptop	 y	 acepté	 la	 solicitud	 de	 la
escuela	para	este	año	con	ayuda	misma	de	Wade.	Mis	padres	comprendieron	y
Santi	rompió	en	llanto,	tanto	en	tristeza	y	alegría.	Lo	bueno	era,	que	solo	sería	un
año.	Él	quería	a	sus	amigos	y	también	a	mí.	Así	que	le	di	la	opción	fácil.
—Se	supone	que	yo	hablaría	con	ella,	imbécil.	Deja	de	babear—Mi	hermano
le	dio	un	empujón	en	su	hombro,	sin	éxito—	Es	mi	hermana.	Vete.	De.	Aquí.
Reí	al	ver	su	enojo,	su	actitud	era	graciosa	para	mí.	Sus	cuidados	empezaron
cuando	 empezamos	 la	 adolescencia,	 esto,	 debía	 admitir	 que	 me	 hacía	 sentir
querida—	 ¿Cómo	 es	 que	 está	 contigo?	 ¿Algún	 proyecto?	 ¿Tarea?	 ¿Noche	 de
chicos?
—Definitivamente	 no	 es	 noche	 de	 chicos	 para	 mi	 infortunio.	 Mañana
entregaremos	 un	 proyecto	 de	 ciencias,	 pero…todavía	 no	 terminamos	 —Su
atención	 estaba	 totalmente	 en	Wade,	 dispuesto	 a	 sacarlo	 a	 como	 dé	 lugar.	 Su
expresión	de	esfuerzo	me	hacía	sonreír.
—Oh—Parpadeé—Son	 cerca	 de	 las	 diez	 en	 Inglaterra.	 Me	 había	 olvidado
completamente	 la	 diferencia	 de	 hora—Descansé	 mi	 cabeza	 en	 mi	 mano,	 no
podía	 creer	 que	 estaba	 tan	 cansada	 que	 no	 lo	 recordé—Todavía	 es	 temprano
aquí.	¡Por	qué	no	estás	haciendo	tus	deberes!	¡Es	tarde!
—Créeme,	 no	 hay	 nada	 más	 importante	 que	 tú	 ahora	 mismo—Levemente
gruñó	cuando	trató	de	empujar	el	hombro	de	su	amigo	clavado	en	el	costado	de
su	 gigante	 cama	 —Quería	 un	 leve	 descanso…	 pero	 parece	 que	 no	 tengo
privacidad.
—Oh,	Santi—	Suspiré,	eso	era	justo	lo	que	necesitaba	en	estos	momentos.	La
nostalgia	de	su	presencia	era	inmensa,	creando	un	agujero	en	mi	pecho	que	solo
se	llenaría	con	él	abrazándome.
Debió	oír	algo	en	el	tono	de	mi	voz	o	mi	expresión,	porque	paró	los	empujes
a	su	amigo,	me	miró	nostálgico	—¿Me	he	perdido	algo,	Jelly?
Sacudí	mi	cabeza	y	sonreí	levemente,	sintiendo	el	aprieto	en	mi	pecho	de	su
ausencia,	 el	 peso	 de	mi	 cansancio	 en	mis	 párpados	—Nada	 de	 donde	 puedas
sacar	 provecho.	 He	 estado	 algo	 aburrida	—	Ahora	 recargué	 mi	 cabeza	 en	 un
puño	de	mi	mano	y	jugando	con	mi	dedo	en	la	mesa	distraídamente—	No	poder
salir	y	estar	encerrada	no	es	lo	mío.	Aunque	la	mayoría	de	mi	vida	he	estado	en
esta	situación,	quiero	vivir	algo	nuevo.	Ni	siquiera	las	conversaciones	con	Paul
pueden	 animarme,	 descargo	 mi	 frustración	 en	 los	 nuevos	 diseños	 de	 esta
siguiente	temporada.	He	sido	un	caos	—Gruñí.
—	¿Santi?	¿Diseños?	¿Temporada?	¿Paul?	—	La	voz	impresionada	de	Wade
me	avisó	que	seguía	ahí.	Abrió	sus	ojos	a	mí	y	después	miró	a	Santiago.	Mierda.
Qué	estúpida	soy	—	E—entonces…	¿Lo	que	me	dijiste	era	verdad?	¿Tu	nombre
no	 es	 Max	 y	 Abby	 es	 Miss	 Madella?—	 Tragó,	 sus	 ojos	 parpadearon	 con
asombro	—	¿No	estabas	mintiendo?
Diablos.	¿Cómo	pude	descuidarme?	Soy	muy	cautelosa	de	hablar	de	esto,	con
mucho	sigilo.	Echaré	la	culpa	a	la	desesperación	y	cansancio.
Tomé	aire	y	me	quedé	estática.	Había	derramado	mi	estrés	en	mis	palabras.
Santiago	lucía	calmado.	Como	si	no	hubiera	dicho	nuestro	mayor	secreto.	Me
miró	y	vio	mi	inquietud,	él	sonrió	—	Tranquila,	Jelly.	Le	tuve	que	contar.	Unos
diseños	tuyos	estaban	en	tu	antigua	habitación	y	no	tuve	excusa	en	ese	momento
—	Le	dio	una	mirada	de	fastidio	a	Wade	—	Se	había	colado	dentro	de	tu	cuarto
cuando	 estaba	distraído.	Al	 parecer,	 quería	 “recordarte”	 Idiota	—	Le	masculló
entre	dientes	—	Sabe	quién	eres,	quienes	somos.	No	me	creyó.
Wade	 no	 dejaba	 de	 mirarme,	 su	 boca	 hizo	 una	 redonda	 O	 —	 Eres	 Miss
Madella	—	Susurró,	atónito.
¿Qué	más	 da?	 Irá	 a	 la	 cárcel	 si	 comenta	 algo	 fuera	 de	 esto.	Me	 ahorré	 el
comentario	y	solo	sonreí.
Sacudió	 su	 cabeza	 sin	 creerlo,	 pensado	 que	 se	 despertaría	 de	 su	 sueño	 en
cualquier	momento	—	Malditasea.	No	 lo	puedo	creer…	Oh,	Dios	mío.	 Jesús.
Esta…	e-esta	eres	tú.	Mierda.
Nunca	había	escuchado	tantas	maldiciones	en	una	sola	frase,	puse	mis	ojos	en
blanco.	Aunque	su	reacción	es	normal.	No	muestro	mi	imagen	a	las	cámaras.	Un
disfraz	cubre	para	mantener	mi	privacidad	de	los	medios.
Dio	una	risa	incrédula	y	sus	ojos	brillaron,	todavía	más	—	¡Es	increíble!	Todo
este	tiempo	he	estado	hablando	con	celebridades.	No	puede	ser…	—	Abrazó	los
hombros	de	Santiago	mientras	reía	sin	parar	mientras	me	miraba.
—	Oh,	no.	No,	no,	no	—	Sacudí	mis	manos	en	la	pantalla	para	poder	calmar
su	euforia	—	Solo	somos	simples	personas.	Personas	que	solo	aportan	algo	más
que	los	demás	en	este	país.	Nada	más	—	Odiaba	que	pensaran	en	nosotros	como
superiores.	No	me	gustaba	eso.	No	me	gustaba	la	forma	en	que	nos	elogiaban	y
nos	hacían	sentir	poderosos.	Las	miradas	y	murmullos	cuando	entrabamos	a	una
sala,	diciendo	sobre	nuestros	activos	y	demás	pertenencias,	pero	a	mi	hermano,
le	encanta.
Yo	tenía	en	mente	del	barrio	abandonado	de	donde	prevengo.
—	¿Qué	dices?	—	Me	interrumpió	con	la	emoción	del	momento	—	¿Hablas
en	 serio?	 ¡Son	 los	 más	 hablados	 en	 las	 revistas!	 ¿Y	 me	 dices	 de	 simples
personas?	—	Rió	de	nuevo	y	tocó	su	mejilla	sonrojada	—	Guau.
Bien.	Era	suficiente.
—	Santiago	—	Hablé	a	mi	hermano	con	el	tono	de	voz	que	conocía	cuando
tuve	suficiente	—	Ahora,	sí.	Sácalo.
Una	sonrisa	torcida	se	instaló	en	sus	labios	y	miró	malévolamente	a	su	amigo.
Quién	quedó	en	blanco	ante	mis	palabras.	Solo	tuvo	un	breve	momento	antes	de
que	comprendiera	—	No.	Abby.	Lo	siento…
—	 Ya	 lo	 oíste.	 Largo.	 —	 Santiago	 lucía	 satisfecho,	 esta	 vez,	 cuando	 lo
empujó,	salió	del	límite	de	la	pantalla	y	él	se	levantó.	Los	reclamos	de	Wade	no
se	hicieron	esperar.
—	Espera.	¡Abby!	¿Puedo	llamarte,	no	es	así?	—	Oí	un	gruñido	y	un	golpe	—
Carajo,	Max...,	Es	 decir,	 Santiago,	 ugh,	 ten	 cuidado…	 ¡Llamaré,	Abby!	—	Se
escuchó	antes	de	que	la	puerta	de	su	habitación	se	cerrase	de	golpe.	Retuve	mi
risa.
Mi	 hermano	 colapsó	 de	 nuevo	 en	 la	 cama	 y	 suspiró,	 arrastró	 la	 laptop	 de
vuelta	a	su	regazo	y	sonrió	—	Dime	que	cortarás	sus	llamadas.
Sonreí	—	Cuenta	muy	buenos	chistes.
Santiago	 contorsionó	 su	 rostro	 y	 no	 pude	 evitar	 reír	 esta	 vez.	 Me	 gustaba
enojarlo.	Él	no	lo	ocultaba	para	nada.	Dejando	de	lado	mi	ronda	de	burlas,	pude
adecuar	mi	cerebro	en	el	tema	importante,	tomando	aire	y	fijando	mi	vista	a	mi
hermano	con	seriedad.
—	¿Habrá	algún	problema	con	su	silencio?
Ahora	 él	 torció	 su	 sonrisa	 —	 Descuida,	 Jelly.	 No	 le	 contará	 a	 nadie,	 lo
amenacé	 con	 anterioridad	 y	 sí,	 toqué	 el	 tema	 de	 la	 cárcel,	 el	 pobre	 quedó	 tan
pálido	 como	 un	 papel;	 además	 —	 Sonrió	 astutamente	 —	 No	 se	 atreverá	 de
hablar	algo	tan	importante	donde	se	te	involucre.
Me	arrimé	a	mi	silla	y	crucé	mis	brazos	—	No	sé	de	qué	me	hablas	—	Me
hice	la	desentendida.
—	 Oh,	 sabes	 muy	 bien	 de	 lo	 que	 hablo,	 Abby	 —	 Estrechó	 sus	 ojos,
acomodando	su	mandíbula	cuando	miró	sobre	la	pantalla	de	nuevo	—	El	chico
quedó	enamorado	de	ti	desde	que	vio	tu	foto	en	el	identificador	de	llamadas	en
mi	celular.	Lo	juro,	es	tan	atrevido	con	mis	cosas.	Debo	darle	una	lección.
—	Sabes	que	solo	lo	veo	como	un	amigo,	Santi.	No	hay	de	qué	preocuparse.
—	Eso	es	bueno	—	Liberó	un	suspiro	feliz	—	Porque	no	quiero	a	un	amigo
cercano	como	cuñado	—	Su	boca	formó	una	mueca	ante	sus	próximas	palabras
como	si	tuvieran	mal	sabor	—	Sería	extraño,	muy	extraño	en	verdad.
—	Oh,	cállate	—	Reí	—	Dime,	¿Cómo	están	los	abuelos?	¿Todos	están	bien?
Sonrió,	 feliz	 con	 el	 cambio	 de	 tema	 del	 “cuñado”	 era	 demasiado	 con	 su
actitud	de	hermano	mayor	—	Ellos	están	bien.	El	abuelo	Marti	maneja	mejor	la
muerte	de	la	abuela	Luce	ahora	—	Su	expresión	se	volvió	más	suave.
La	muerte	de	la	abuela	Luce	fue	hace	más	de	cinco	años.	Marcó	a	la	familia.
Más,	 en	 el	 avance	 de	 Santi	 y	 yo.	 Cuando	 nos	 conocimos,	 él	 no	 era	 tan
hospitalario	que	digamos.	Una	 intrusa	había	 llegado	a	 su	 familia.	No	 lo	culpo,
además,	era	solo	un	niño.	Antes	de	muerte	de	la	abuela	Luce,	ella	nos	dijo	unas
últimas	 palabras.	 Que	 nos	 llevemos	 bien	 era	 una	 de	 ellas.	 Lo	 hicimos.	 Lo
consolé	en	el	funeral	y	hablamos,	desde	ahí,	somos	inseparables.	Los	hermanos
mellizos	que	teníamos	que	ser.
La	sangre	no	influye	en	el	lazo	del	amor	en	nuestra	familia.	Los	amaba	y	ellos
a	mí.	Eran	mi	segunda	oportunidad	por	un	golpe	de	suerte.
Se	acomodó	en	su	gran	cama	y	sonrió,	superando	ese	sentimiento,	vi	cómo	se
arrimaba	en	el	respaldo	negro	de	aquél	—	Me	dijeron	que	mande	saludos	cuando
hable	 contigo	 —	 Hizo	 un	 ademán	 con	 su	 mano	 hacia	 nosotros	 —	 Lo	 estoy
haciendo.	Soy	un	chico	bueno	y	obediente.	Dile	eso	a	papá	cuando	le	ruegue	otra
vez	sobre	mi	auto.
Vi	 la	 sensibilidad	 en	 sus	 ojos.	 No	 me	 podía	 engañar.	 Extrañábamos	 a	 la
abuela	Luce,	pero	la	abuela	Deby	hacía	lo	suyo	para	poder	calmar	aquellos	altos
y	 bajos	 con	 su	 actitud	 alegre.	 Trataba	 de	 animarnos.	 Todos	 los	 extrañábamos,
pero	era	su	hora.	La	unión	de	la	familia	nos	hacía	salir	adelante.
Sabía	 lo	que	era	perder	 a	 alguien.	No	 solo	a	una	persona	en	un	día.	Sino	a
cuatro	 miembros	 en	 un	 segundo.	 No	 es	 algo	 que	 quiera	 traer	 a	 mi	 memoria
ahora.
—	 La	 abuela	 Deby	 debe	 estar	 consintiéndote	 con	 deliciosos	 toffees	 o	 sus
hombres	de	jengibre	que	solo	ella	puede	hacer	—	Hice	un	puchero,	siguiendo	su
corriente	de	cambio	de	tema.	Mi	hermano	era	sensible	—	Es	injusto.
Se	rió	entre	dientes	—	Y	el	té.	No	olvides	el	té.
—	Es	verdad,	es	Inglaterra	¿No?	Qué	cliché	—	Coloqué	un	codo	en	la	mesa
—	¿Qué	hay	de	ti?	¿Cómo	has	estado?
Suspiró,	llevando	sus	brazos	detrás	de	su	cuello	y	estirándose,	al	menos	tenía
camiseta,	el	muy	bajo	le	gusta	andar	sin	ropa	de	la	mitad	para	arriba	la	mayoría
del	 tiempo	 —	 Algo	 deprimido,	 pero	 no	 me	 pude	 quejar	 —	 Me	 miró	 —
Agradezco	que	mandaras	la	solicitud	de	confirmación	de	la	escuela,	Jelly.	Pero
te	extraño	demasiado,	sé	que	es	ridículo,	pero…	—	Rió,	negando	con	la	cabeza
—	Aunque	no	seamos	hermanos	de	sangre,	siento	una	conexión	contigo.	Dios,
eres	 una	 verdadera	 hermana	 para	 mí	—	 Sonrió	 tan	 cariñosamente	 posible	 mi
hermano	podía.
Mi	mano	cayó	a	mi	corazón	y	 lágrimas	amenazaban	con	salir.	La	sensación
de	calidez	de	la	familia	había	vuelto	—	Me	vas	a	hacer	llorar,	Santi	—	Olisqueé
—	También	eres	un	verdadero	hermano	para	mí.	Eres	todavía	mi	pequeño	llorón.
Rió	y	también	olisqueó	—	Falta	menos	de	un	año	para	volvernos	a	ver,	pero
tal	vez	me	escape	de	vez	en	cuando	para	verte	lo	más	pronto	posible	—	Animó,
más	para	sí,	lo	sabía.	Todo	este	año	debía	pasar	aquí,	encerrada.	La	idea	de	pasar
otro	año	así	me	mortificaba,	quería	hacer	algo	nuevo.
Cuando	vio	mi	cambio,	alzó	una	ceja	al	ver	mi	expresión.	Demonios,	debí	ser
menos	 expresiva.	 No	me	 saltaría	 el	 interrogatorio.	 Él	 sabía	 cómo	 yo,	 que	 era
imposible	exponerme	como	quería	porque	enseguida	detectamos	la	emoción	del
otro.
—	Veo	que	has	estado	algo	frustrada	con	toda	la	situación	del	retorno	a	New
York	y	la	empresa,	Jelly	—	Sacó	su	tono	de	amigo	y	confidente	—	¿Cuál	es	el
problema	 ahora?	 ¿Qué	 pidieron	 ahora	 los	 bastardos	 llamados	 accionistas?
Aquellos	 viejos	 no	 solo	 se	 quisieron	 conformar	 con	 tu	 presencia	 y	 te	 hicieron
asistir	a	citas	con	sus	hijos.	Créeme,	Wade	sufrió	algunas	de	 las	consecuencias
cuando	 la	 impotencia	 estuvo	 sobre	mí	y	no	pude	 controlarme.	No	puede	 creer
que	mamá	y	papá	hayan	aceptado	eso,	cielos,	aquello	es	una	locura.
Pobre	Wade.
Mamá	 y	 papá	 accedieron	 pero	 no	 completamente,	 solo	 con	 nuestras
condiciones.	Solo	citas	en	determinadas	fechas.	Algo	para	no	presionarme.	Ellos
sentían	un	abuso	fuera	de	todo.	Al	no	ser	su	hija	verdadera,	sienten	que	se	están
excediendo	 en	 confianza,	 pero	 como	 lo	 pintaron	 los	 accionistas	 en	 una	 junta
—quienes	no	sabían	nada	de	cómo	se	manejaba	la	familia	Lloyd	en	realidad	—
es	normal	que	la	hija	de	los	dueños,	directora	muy	pronto	del	departamentode
diseño	de	 la	 empresa	de	mamá,	 asista	 a	 citas	 con	 jóvenes	que	 sirvan	como	un
buen	respaldo	en	un	futuro	cercano.	¿Por	qué	eso	nunca	pasa	de	moda?	Creí	que
esos	acuerdos	de	dotes	eran	de	años	anteriores,	parece	que	no.
Sonreí	 tenuemente	mientras	 sobaba	uno	de	mis	 ojos	 cansados	 ante	 la	 tenue
luminosidad	 de	 la	 pantalla	 y	 una	 pesada	 noche	 de	 desvelo,	 tanto	 por	 trabajo
como	por	mis	malos	sueños.
—	Me	conoces	tan	bien	—	Un	bostezo	se	escapó	—	Simplemente,	aunque	sé
cuál	 es	 mi	 responsabilidad	 con	 toda	 la	 situación	 desarrollándose,	 extraño
sentirme	como	una	alguien	normal.	Necesito	salir.	Conocer	de	nuevo	el	mundo
del	que	estoy	rodeada.	Estoy	a	punto	de	conversar	con	las	estatuas	del	estanque
de	atrás.	Bonnie	es	testigo.
Sonrió	compresivamente	—	Estar	encerrada	todo	el	día	en	la	mansión	excepto
por	trabajo	es	aburrido,	lo	sé,	Jelly.	He	pasado	por	eso.	El	entusiasmo	de	papá	al
saber	que	yo	tomaré	su	lugar	en	su	empresa,	hace	que	ponga	mi	mejor	interés.
No	 debo	 desilusionarlo.	 Al	menos	 cuando	 estábamos	 juntos	 nos	 escapábamos
para	nuestras	travesuras.
—	No	eran	travesuras	—	Rectifiqué	—	Bueno,	un	poco…	—	Vacilé	—	Pero
hicimos	algo	productivo.
—	Claro,	claro	—	Rió	—	Participaste	en	algunas	clases	de	baile	y	aprendiste
defensa	personal	—	Asintió	—	Muy	productivo.
Adoraba	bailar,	en	las	reuniones	de	nuestros	padres	no	es	exactamente	donde
se	pude	dar	rienda	suelta	al	cuerpo	al	ritmo	de	una	música	rítmica.	Ahí	solo	es
presentación	 de	 vestidos,	 copas	 en	 manos	 y	 conversaciones	 de	 murmullos
vanidosos	 con	música	 clásica.	Huh,	 demasiado	 aburrido	 y	 sofisticado	 para	mi
gusto.
Y	 en	 cuanto	 defensa	 personal.	 Fue	 por	 necesidad.	 Al	 casi	 cometerse	 una
atrocidad	 contra	 mí,	 me	 vi	 obligada	 a	 estar	 preparada	 ante	 otra	 cualquier
situación	similar.	Santiago	intervino	a	tiempo,	fue	una	de	las	razones	por	la	que
no	quería	irse.	Le	rogué	no	decirle	a	nadie,	ni	siquiera	a	nuestros	padres,	con	la
excusa	que	 tomaré	clase	de	defensa	personal	y	 se	olvidaría	 todo	 lo	vivido.	No
pasó	a	mayores	y	no	quería	divulgar	algo	innecesario.	Sabía	que	Santiago	estaba
inquieto	aún,	y	más	cuando	se	encontraba	lejos,	pues	el	responsable,	no	es	nada
más	 que	 el	 ayudante	 del	 de	 mantenimiento	 de	 esta	 casa,	 Chad	 Díaz,	 más
conocido	como	el	hijo	de	Alicia	Díaz.
Desde	cuando	me	conoció,	tuvo	un	capricho	al	estar	cerca	de	mí	cuando	me
alojaba	en	la	casa	de	Alicia.	Él	no	sabía	nada	de	lo	que	su	madre	había	pactado
con	sus	patrones	en	ese	año.	Solo	desaparecí	para	los	demás	y	Alicia	era	la	única
que	 sabía	 las	 verdaderas	 razones,	 es	 por	 eso,	 que	 a	 los	 cinco	 años
aproximadamente	de	volver,	no	era	 la	misma,	había	cambiado,	convencida	que
nadie	 me	 reconocería.	 No	 fue	 así.	 Chad	 me	 reconoció	 y	 su	 petulancia	 por
acercase	volvió.	Tocó	un	límite,	ya	no	estaba	sola.	Vio	el	puño	implacable	de	mi
hermano	en	su	nariz	con	mucha	sangre	de	adorno.
Él	no	 se	ha	vuelto	 a	 acercar,	 ni	un	 solo	 centímetro.	Solo	miradas	que	evito
hasta	más	no	poder.
La	razón	número	uno	por	la	que	guardo	silencio,	es	por	Alicia.	Si	mis	padres
se	enteran,	aún	si	Alicia	es	una	de	 las	mejores	sirvientas	y	mujer	de	confianza
aquí,	 la	 podrían	 echar	 y	 pondrían	 a	Chad	 tras	 las	 rejas.	No	 era	 lo	 que	 ella	 se
merecía	 por	 los	 errores	 de	 su	 hijo.	 Eso	 también	 detuvo	 a	 Santiago,	 eso,	 y	mi
ruego.	Ahora	podía	defenderme,	y	él	 lo	sabía	muy	bien.	No	pudo	explicarles	a
nuestros	padres	un	moretón	en	su	brazo	cuando	le	di	mi	primera	demostración,
Santi	prometió	nunca	meterse	conmigo	de	nuevo	u	enojarme.
—	El	desgraciado	no	se	te	ha	vuelto	a	acercar	¿Verdad?	—	Santiago	también
estaba	 recordando	 ese	 día,	 su	 expresión	 era	 de	 muerte,	 solo	 de	 pensarlo	 él
enfurece.	Su	mandíbula	 se	movía	con	molestia,	 sus	ojos	una	bola	de	 fuego	—
Porque	 juro	 por	Dios	 que	 si	 te	 tocó	 de	 nuevo,	 tomaré	 el	 primer	 vuelo	 a	New
York	y	no	estará	vivo	para	su	próximo	cumpleaños.
Quería	reír	pero	sonaría	inapropiado.	Santiago	tenía	esa	actitud	de	niño	rico.
Él	 creció	 toda	 su	 vida	 en	 este	 ambiente.	 No	 conoce	 el	 hambre	 o	 necesidad.
Siempre	tuvo	lo	que	quiso	cuando	quería.	Su	forma	de	comportarse	y	hablar	lo
respaldan,	sus	amenazas	no	darían	miedo	en	verdad	si	no	fueras	un	chico	menor
que	él.	Teníamos	la	misma	edad,	era	alto	y	fuerte,	pero	su	comportamiento	era	el
de	 un	 verdadero	 caballero	 y	 educado.	 Eso	 era	 debido	 a	 mamá,	 lo	 educó	 así,
siempre.
—	No	debes	preocuparte,	Santi.	Ni	siquiera	me	ha	mirado	—	Bueno,	eso	era
una	 mentira,	 pero	 tranquilizaría	 a	 mi	 oso	 molesto.	 Era	 cariñoso,	 atento,	 tan
carismático	y	el	lado	molesto	no	le	da.	Simplemente	no	—	Además,	nada	se	ha
descompuesto	 para	 dar	 razón	 de	 venida	—	Esto	 compensó	 la	mentira	—	Está
muy	lejos	de	mí	—	Bostecé,	esta	vez	más	largo	y	profundo,	sin	poder	evitarlo,
no	quería	dar	por	terminado	esta	conversación	con	Santi.
Sabía	lo	que	iba	a	decir	antes	de	incluso	que	abra	sus	labios.
—	 Eso	 está	 bien,	 Abby.	 Llamarás	 en	 cualquier	 situación	 sospechosa,	 por
favor.	No	estoy	allí,	así	que	grita	y	pide	ayuda.	Las	sirvientas	te	escucharan.	Ben
llegará	 corriendo	 también.	 Esta	 será	 la	 última	 vez	 que	 lo	 toleraré,	 le	 diré	 a
nuestros	padres	si	sucede	de	nuevo.	Maldición,	odio	estar	lejos.	Quiero	terminar
cuanto	antes	la	escuela	y	protegerte	por	mi	cuenta.
—	Puedo	esto	sola	—	Contesté	con	voz	sensible	a	sus	palabras,	 retuve	otro
bostezo	 en	mi	mano.	 Los	 ojos	 grises	 iluminados	 por	 su	 pantalla,	 ya	 no	 podía
dejar	de	ignorar	mis	acciones	que	trataba	de	ocultar.	Sabía	que	era	muy	terca.
—	Sé	que	puedes.	Eres	 fuerte.	La	 chica	más	 fuerte	que	conozco,	pero	 creo
que	 ahora	 necesitas	 dormir.	 Estoy	 interrumpiendo	 tú	 tiempo,	 se	 nota	 que	 no
tuviste	 una	 buena	 noche	 y	 emparejas	 a	 apariencia	 a	 tu	 osa	 golpeada	 con	 esos
círculos	oscuros,	estoy	siendo	un	hermano	egoísta	en	tenerte	aquí	todavía.
—	Bonnie	es	un	oso	panda	y	tú	lo	sabes.
—	 Lo	 que	 sea,	 da	 igual,	 tiene	 manchas	 en	 los	 ojos,	 ese	 es	 el	 punto.	 Ve	 a
descansar.
Traté	de	fijarme	en	él,	mi	vista	se	tornó	algo	borrosa	con	los	lagrimales	de	los
bostezos	 dados,	 parpadeé	 y	 sobé	 mis	 ojos	 —	 Pero	 quiero	 seguir	 hablando
contigo	—	Hablé	lentamente.	Demonios.
—	Será	mañana,	Abby.	Descansa.
Se	 dirigió	 a	 mí	 con	mi	 nombre.	 Estaba	 siendo	 serio.	 Casos	 como	 este	 me
recordaba	a	papá.
Mis	 hombros	 cayeron	 con	 rendición	—	Está	 bien,	 está	 bien	—	Refunfuñé,
aunque	me	sentía	cansada,	sacudí	mi	cabeza	y	dediqué	una	sonrisa	a	mi	hermano
—	Termina	tu	proyecto.	¿Sí?
—	Claro,	Jelly	—	Sonrió	—	Lo	haré.	Ahora,	a	soñar.
—	Saluda	a	los	abuelos,	a	las	chicas	domésticas	y…	¿Qué	rayos?	También	a
Wade.	Despídelo	de	mi	parte.
Asintió,	 complaciéndose	—	Sí,	 definitivamente	 eso.	Adiós,	 Jelly.	Descansa
hermanita.
Di	una	última	sonrisa,	captando	el	rostro	amoroso	de	mi	hermano	—	Adiós.
La	pantalla	de	mi	Mac	se	apagó	cuando	se	desconectó	y	suspiré.	Viéndola	un
corto	momento	y	me	 levanté	 tambaleante,	me	 agarré	del	 filo	 de	mi	mesa	para
evitar	 caer.	 La	 luminosidad	 se	 ajustaba	 a	 mis	 vistas	 impidiendo	 a	 mis	 ojos
acostumbrase	a	la	oscuridad.	Mis	párpados	pesaban	por	el	sueño	y	no	me	había
dado	cuenta	de	lo	cansada	que	estaba	si	Santiago	no	me	obligaba	a	abandonar	el
video—chat.	 Lo	 extrañaba	 tanto	 que	 no	 me	 importaba	 pasar	 toda	 la	 noche
hablando	con	él.
Eran	 las	 seis	y	media	de	 la	 tarde	cuando	colapsé	de	nuevo	en	mi	cama,	mi
suave	 y	 cómoda	 cama	me	 albergó	 en	 sus	 sábanas.	 La	 única	 consumiendo	mis
lágrimas,	Bonnie	siendo	la	guarda	en	mi	pecho.
Cuando	siento	la	calidez	de	mi	nueva	familia,	es	inevitable	para	mi	corazón
realizar	aquellos	latidos	consumidores	de	respiración,	aquellos	que	me	recuerdan
mi	 segunda	oportunidad	y	 lo	que	he	vivido	otra	vez.	Estando	de	nuevo	en	 los
brazos	de	personas	que	me	aman.
He	estado	algo	sensible	desde	que	se	cumplió	seis	años	de	 la	muerte	de	mi
verdadera	 familia,	eso	solo	 fue	hace	un	pocomás	de	seis	meses,	 todavía	no	 lo
creía.	 Me	 consternó	 cuando	 llegó	 la	 fecha.	 Santiago	 estuvo	 ahí	 mientras
sollozaba.
A	pesar	del	tiempo,	no	puedo	evitar	estar	triste	al	recordarlos.	Seguirán	en	mi
corazón	 para	 siempre,	 hasta	 que	 los	 vuelva	 a	 ver	 algún	 día.	 Hasta	 entonces,
extrañaré	sus	presencias.
Entre	mis	silenciosas	lágrimas	divisé	el	color	celeste	de	la	pulsera	de	mi	mano
derecha	 cuando	 la	 alcé	 a	mi	 rostro,	 las	 lámparas	 de	 los	 costados	 de	mi	 cama
ayudándome	en	mi	visión.
La	pulsera	de	mi	hermana,	mi	hermana	de	sangre,	a	quien	extraño	tanto	como
mi	vida	pueda	pedir	a	gritos.
La	 manera	 en	 que	 los	 perdí,	 la	 situación	 en	 la	 que	 tomé	 esta	 pulsera,	 fue
demasiado	para	una	niña.	Me	marcó.	El	tiempo	me	ha	permitido	tomarlo	mejor	y
la	vida	impidió	que	dejara	este	mundo.
Me	dispuse	a	dormir	cuando	conversé	con	mi	corazón	y	tranquilicé	mi	mente.
Tomé	mi	oportunidad.
Lo	hice.	Soy	libre.
Bueno,	casi.
***
Toffees	y	hombres	de	jengibre:	Dulces	ingleses	tradicionales.
	
	
	
	
	
	
	
CAPÍTULO	2
	
Managua—Nicaragua.
	
Vente	a	New	York	conmigo.
Repetía	 consecutivamente	 en	 mi	 mente	 aquella	 frase	 una	 y	 otra	 vez,	 mi
cabeza	tratando	de	decidir	en	una	respuesta.
Por	 supuesto,	 dije,	 lo	 que	 sea,	 pero	 era	 una	 niña.	 Dejar	 mi	 país	 para
arriesgarme	en	otro	completamente	extraño	y	donde	hablan	inglés…	No	es	que
no	 sepa.	 El	 inglés	 es	 algo	 que	me	 ha	 fascinado	 desde	muy	 niña.	 Participé	 en
concursos	 y	 demás,	 pero	 esto	 era	 la	 vida	 real.	Algo	 donde	 no	 estarían	 papá	 y
mamá,	 si	 no	 que	 tenía	 que	 sobrevivir	 sola.	 Sí,	 tenía	 a	Alicia,	 pero	 la	 conozco
hace	menos	de	una	hora.	Es	técnicamente	una	desconocida	a	pesar	de	tener	una
sonrisa	amable	y	buenas	intenciones.
Tenía	 que	 decidir	 algo,	 pronto.	 Ella	 se	 iba	 dentro	 de	 dos	 días.	 Me	 estaría
esperando	en	la	mañana	en	el	mismo	lugar	para	mi	respuesta.
Dos	días	de	un	largo	pensar	son	los	que	me	esperan.
Hola	futura	jaqueca.
Era	tarde.	Quizás	las	doce	de	la	noche.	Lidya	y	Fabio	estarán	muy	molestos
cuando	 llegue.	Tal	vez	estén	dormidos,	podré	escabullirme	hasta	mi	habitación
sin	hacer	ruido	y	soportarlos	en	la	mañana.	Todo	podía	pasar	en	ese	infierno.
Atravesé	la	vieja	reja	de	fierro.	No	sé	porque	seguía	ahí.	La	cerradura	no	sirve
y	 lo	 único	 que	 resguardaba	 la	 gastada	 casa	 eran	 los	 múltiplos	 cerrojos	 en	 la
puerta	principal.	Introduje	la	llave	en	la	puerta	y	sabía,	que	si	se	abría,	es	porque
no	 habían	 colocado	 los	 demás	 cerrojos,	 por	 ende,	 no	 se	 han	 ido	 a	 dormir.	 Al
diablo.
Giré	 la	 cerradura	 e	 hizo	 clic.	 Esta	 se	 abrió.	 Oh,	 por	 toda	 la	mugre	 en	mis
zapatos.
Me	preparé	mentalmente	 para	 todo	 y	 di	 doble	 inhalación	 antes	 de	 entrar	 al
relajo.
Cuando	 la	 cerré	 tras	 de	mí,	 el	 aire	de	hostilidad	 era	 latente	 en	 la	 sala.	Esta
casa,	desde	que	di	un	paso	en	ella,	nunca	sentí	esa	paz	que	tenía	en	la	mía.	No
había	cierta	calidez	 familiar,	 carecía	de	cualquier	aspecto	positivo,	dudaba	que
fuera	saludable.
La	tensión	se	rompió	y	la	burbuja	llena	de	discordia	explotó	cuando	posé	mis
ojos	en	los	tíos	que	jamás	conocí	y	ellos	me	miraron	de	vuelta.	Jamás	en	mi	vida
me	sentí	tan	indefensa.
Ambos	 tenían	 aquella	 expresión	 de	 estar	 a	 punto	 de	 dar	 pau	 pau	 con
venganza.
Solo	el	foco	de	la	sala	estaba	encendido,	dando	un	aspecto	tenebroso	en	todos
los	demás	 rincones,	 eso,	 combinado	 con	 el	 aire	 que	perceptaba,	 era	más	de	 lo
que	 podía	 resistir.	Mi	 pulso	 se	 aceleró,	mis	manos	 empezaron	 a	 sudar.	Ahora,
dándome	 cuenta	 que	 era	 menor	 de	 edad	 y	 que	 ellos	 eran	 adultos,	 mi	 mente
empezó	a	vagar	por	los	cientos	de	situaciones	que	me	pueden	hacer.
No	había	rastro	de	mis	primos,	aleluya.	Son	tan	caballos	esos	dos...
Fabio	se	impulsó	por	los	codos	en	sus	rodillas,	dejando	la	posición	de	espera
que	 había	 empleado.	 Lidya,	 por	 el	 contrario	 dio	 un	 paso	 lejos	 de	 la	 ventana
donde	había	estado	observando.	Seguro	que	me	vio	llegar.
—	¿Dónde	mierda	has	estado,	vos	chunche?	—	La	voz	controlada	de	Fabio
me	hizo	centrarme	a	él,	se	aproximaba,	la	vena	de	su	frente	estaba	sobresalida.
Su	expresión	por	primera	vez	me	hizo	temerle,	no	por	sus	palabras.	Eran	por	los
puños	en	sus	manos.	Realmente	esperaba	que	no	haya	venido	del	bar	y	bebido	ya
su	bicha,	eso	empeoraría	la	situación.
—	Fui…	a	caminar	—	Me	excusé,	odie	mi	voz	débil.
Lidya	 se	 encontraba	 a	 lado	 de	 Fabio	 cuando	 ya	 había	 visto	 que	 había
retrocedido	 lo	 necesario	 cuando	 él	 no	 había	 parado	 de	 acercarse,	 sus	 ojos
teniendo	algo	determinados	en	ellos	que	me	sacudieron	como	lo	haría	toda	niña
indefensa	con	personas	extrañas.
Dicen	ser	mi	familia.
Al	diablo	con	eso.
—	Fabio…	—	La	mano	pequeña	de	Lidya	apenas	y	era	capaz	de	envolverse
en	su	brazo.
—	Déjame,	jaña.	Esta	chiquilla	debe	aprender	los	jodidos	modales.	¿Cómo	se
atreve	a	salir	sin	avisar?
Reuní	 todo	 el	 coraje	 que	 tenía	 para	 defenderme,	 enojarme	 y	 responder	 no
estaban	en	mis	planes	pero	tenía	una	mecha	en	mi	paciencia	muy	corta	—	Sus
dos	chateles	me	vieron	salir,	 avisé	que	vendría	de	 regreso,	no	es	mi	culpa	que
solo	 están	 frente	 al	 televisor	 viendo	 chuncherías	 y	 no	 me	 hayan	 escuchado.
¿Cómo	avisarles	a	ustedes?	No	pasan	en	casa.	¿Qué	hay	de	malo	que	salga?
El	 sonido	de	un	golpe	 sordo	me	desconcertó,	el	 jadeo	de	alguien	se	 filtró	a
mis	oídos	y	las	punzadas	que	recorrían	mi	mejilla	marcaban	lo	que	acababa	de
suceder.
Él	me	había	chimado.
—	¡Fabio!	—	Exclamó	Lidya	con	voz	aterrada	—	¿Qué	acabas	de	hacer?	—
Gritó.
—	Educarla	—	Lo	escuché	decir,	no	volteé	mi	rostro	de	regreso,	mi	orgullo
estaba	en	alto	a	pesar	de	todo.	No	lloraría	—	Dijiste	que	era	hora	de	darle	una
lección.
—	¡Pero	no	de	esta	forma!	¡Así	no!	¡Podría	ir	a	avisar	a	las	autoridades	y	el
seguro	de	sus	padres	se	terminaría!
Mis	ojos	se	abrieron	con	descubrimiento.
Mi	respiración	falta.
El	seguro.	Por	supuesto,	¿Por	qué	no	 lo	pensé?	Maldición.	Yo	no	era	quien
para	ser	yeyo	de	alguien	pero	parece	ser	que	estas	personas	lo	consiguieron.
Giré	 mis	 ojos	 a	 mis	 tíos,	 quienes	 empezaron	 su	 propia	 discusión,
inconscientes	de	mí.	Entendí	todo.	Me	han	dado	la	vuelta	en	esta	situación.
Cuando	 desgraciadamente,	 me	 mudé	 aquí	 el	 primer	 día.	 María	 había
bromeado	 con	 los	 gastos	 de	 la	 casa	 cubiertos	milagrosamente,	 luego	 estaba	 la
actitud	de	Lidya,	que	pensaba	me	había	acogido	por	algo	de	humanidad,	no	fue
así,	la	necesidad	de	dinero	la	obligó	a	acogerme	porque	venía	con	una	cuenta	y
el	miedo	de	Fabio	que	me	escape	para	que	ese	dinero	no	llegue	más.
Ha	sido	por	eso,	oh,	Dios	mío.
Usaban	el	dinero	de	mis	padres.	¿Por	qué	el	gobierno	permitió	eso?	¿Con	la
excusa	 de	 gastos	 en	 mis	 medicinas	 y	 doctores	 de	 mierda?	 Solo	 tengo	 un
doctor…el	 mismo	 que	 actúa	 de	 psicólogo	 y	 médico,	 algunas	 pastillas,	 no
completas	según	las	recetas…	¡No!	¡Ahora	tiene	sentido!	¡Maldición!
Dan	 la	 impresión	 al	 Estado	 que	 me	 están	 cuidando,	 pero	 en	 realidad	 me
soportan	porque	conmigo,	viene	el	dinero.	O	quizás	al	Gobierno	no	le	interese	en
lo	absoluto.
¿Políticos	por	un	bien	común?	Si,	como	no.	Desgraciados.	La	mínima	pizca
de	razón	que	le	daba	a	Lidya,	se	desvaneció.
Di	una	risa	seca	en	medio	de	mi	descubrimiento,	interrumpiendo	la	discusión
de	los	desalmados	que	comparten	sangre	y	papeles	conmigo.	Me	miraron	como
si	 ya	 perdí	mi	 último	 tornillo	 y	 seguí	 riendo,	 estableciendo	 el	miedo	 en	 ellos
cuando	dejé	flotar	mi	actitud,	el	shock	se	precipitaba	y	el	dolor	se	enterraba.	Lo
dejaba	liberarse,	no	podía	hacer	más.
Caminé	 hasta	 el	 pasillo	 y	 seguí	 hasta	 el	 fondo,	 donde	 se	 encontraba	 mi
pequeña	habitación.	Donde	antes	era	el	cuarto	de	servicio,	dejándolos	atrás	con
la	sorpresa	de	mi	comportamiento	desquiciado.
Paré	 mi	 risa	 cuando	 estuve	 en	 la	 soledad	 de	 mi	 habitación,	 la	 incómoda
temperatura	de	este	cuarto	al	no	tener	una	ventana	y	pasar	encerrado	todo	el	día
era	lo	que	tenía	que	soportar	todos	los	días.Mis	ojos	cayeron	la	pulsera	de	mi	mano	cuando	alcé	la	manga	de	mi	abrigo,
solo	ese	leve	metal	con	perlitas	dando	color	a	esta	incipiente	habitación	además
de	mi	muñeca	maltratada.
Vagué	 por	 la	 oscuridad	 y	 encendí	 mi	 pequeña	 lamparilla,	 iluminando	 de
inmediato	el	portarretratos	que	se	encontraba	a	su	lado.
Esta	 vez	 no	 hubo	 lágrimas	 en	 cuanto	 lo	 tomé,	 no	 hubo	 agitación,	 solo,	 la
tensión	en	mi	pecho	al	 recordar	 las	palabras	de	hace	un	momento	por	parte	de
Fabio	y	Lidya.
Dicen	ser	familia.	¿No	tienen	corazón?	Lidya	perdió	a	su	hermano	y	madre.
¿No	 tiene	 compasión?	 Ni	 siquiera	 la	 vi	 llorar	 en	 al	 momento	 de	 esparcir	 sus
cenizas.	Yo	 apenas	me	 pude	 poner	 en	 pie	 cuando	 extendí	mi	mano	 al	 cielo	 y
dejándolos	libres,	desconsolada	cuando	dejé	las	cenizas	de	mi	hermana.
Apreté	mis	ojos	mientras	dejaba	vagar	mi	dedo	en	el	vidrio,	con	dolor	en	mi
corazón	a	todo	lo	comprendido.
Fabio	tendría	que	buscar	un	doble	trabajo,	Lidya	tendrá	que	soportarlo,	Diego
y	María	ya	no	tendrán	a	quien	molestar.
Ya	tenía	una	decisión.
Después	de	todo,	resultó	fácil.
Adiós	jaqueca.
***
Pau	pau:	Castigo	físico	que	se	le	da	a	los	niños	en	los	glúteos.
Caballos:	Se	le	dice	a	la	persona	que	es	muy	bruta.
Bicha:	Cerveza.
Chimado:	Lastimar,	rozar	la	piel	bruscamente.
Yeyo:	Se	dice	yeyo	cuando	alguien	te	quiere	embaucar	con	alguna	cosa	que
no	sirve.
Me	han	dado	la	vuelta:	Engañado,	estafado.
	
CAPÍTULO	3
No	me	mires
Long	Island—New	York.
	
Me	 desperté	 como	 algunas	 mañanas,	 no	 todas.	 Cinco	 en	 punto	 de	 la
madrugada,	 sudando	 y	 respirando	 con	 dificultad	 ante	 la	 pesadilla	 con	 el	 leve
recuerdo	de	mi	familia.	No	sucedía	a	menudo,	los	psicólogos	privados	ayudaron,
pero	odiaba	 recurrir	 a	mis	 dispensarios	 de	medicina	que	 siempre	 estaban	 a	mi
disposición	para	cualquier	emergencia.
Bonnie	 estaba	 asfixiada	 en	 mi	 pecho,	 la	 solté	 lentamente	 del	 agarre	 de
muerte.
Me	arrastré	al	filo	de	mi	cama,	tratando	de	soportar	los	latidos	de	mi	cabeza,
tratando	de	igualar	mi	respiración	y	calmarme.	Esta	era	una	de	las	mañanas	que
odiaba.
Al	igual	que	ayer.	Al	menos	ahora	solo	se	dio	una	pesadilla	por	noche.
Busqué	con	algo	de	dificultad	dentro	del	primer	cajón	en	la	mesita	de	roble
reforzada	mis	pastillas.	El	 infaltable	vaso	con	agua	a	 lado	del	portarretratos	de
las	muecas	de	Santiago	y	yo.	Lo	 tomé,	 las	pastillas	 surgieron	efecto	dentro	de
unos	minutos	y	mi	presión	se	controló,	respiré	mejor.
Me	recosté	de	nuevo	y	acogí	suavemente	a	Bonnie.	Dando	un	alto	suspiro	en
el	lugar	donde	apenas,	podía	ver	el	cielo	aclarando	por	los	grandes	ventanales.
Me	sentía	cansada,	apenas	había	logrado	descansar	correctamente.
Miré	el	comienzo	de	la	delicada	tela	que	hace	cortina	alrededor	de	mi	cama,
dando	 el	 toque	 elegante	 como	 todo	 lo	 demás	 que	 ocupa	 un	 espacio	 en	 mi
gigantesca	habitación.
No	era	en	lo	más	mínimo	necesario	todo	este	lujo,	pero	el	hecho	de	haberme
acogido	 como	 un	 miembro	 de	 su	 familia,	 hace	 que	 tenga	 que	 todavía	 me
acostumbre	a	todo	esto.
Cuando	vi	esta	casa	por	primera	vez,	Alicia	tuvo	que	abrazar	mis	hombros	y
tranquilizarme,	se	rió,	porque	era	exactamente	como	ella	había	reaccionado.	¿Y
cómo	no?	A	toda	persona	le	gustaría	un	tour	por	esta	mansión.	Se	tardaría	un	día
entero	en	recorrerla.
Llegué	por	obra	del	destino,	como	dijo	la	abuela	Luce	una	vez	antes	de	morir
en	 la	 casa	 de	 las	 colinas	 en	 Inglaterra.	Me	 hizo	 realizar	 una	 de	 sus	 creencias
antes	que	nos	dejara.	Me	pareció	entretenido	y	 todavía	espero	aquella	petición
que	el	riachuelo	se	lo	llevó.
Estoy	viviendo	 algo	diferente	 a	mis	 primeros	objetivos	 al	 venir	 a	 este	 país.
Pareciera	que	seguía	soñando.	No	podía	creer	que	de	una	pequeña	conversación
que	 surgió	 con	 una	 desconocida,	 donde	 se	 desató	 la	 confesión	 de	 problemas,
resultara	 ser	 el	 pasaje	 de	 vida	 que	 tanto	 necesitaba	 después	 de	 tomar	 una
decisión	en	medio	de	una	situación	desesperada.
Una	 risa	 salió	 de	mí	 cuando	 recuerdo	 cómo	 logré	 escaparme.	Estoy	 segura
que	Fabio	fue	a	la	cárcel.	¿Lo	lamentaba?	Nah,	lo	merecía.	Al	fin	y	acabo,	fue	su
propia	 culpa.	 Idee	muy	bien	 aquel	 plan	 y	morí	 ahí.	 Soy	una	persona	diferente
ahora.
El	salvavidas	había	sido	lanzado,	era	mi	oportunidad	de	nadar	a	él.	Lo	tomé	y
subí	 al	 barco.	Adiós,	 vieja	 vida.	Aunque	 extraño	 demasiado	 aquellos	maduros
fritos	que	solo	mi	querida	tierra	puede	dar.
Mis	 ojos	 captaron	 los	 primeros	 rayos	 del	 sol	 apareciendo	 por	 las	 largas
cortinas	 y	 dejé	 a	 un	 lado	 a	 Bonnie,	 levantándome	 y	 caminando	 directamente
hacia	las	puertas	entreabiertas	de	mi	balcón.
En	el	momento	que	 los	abrí,	 la	suave	y	 fría	brisa	de	 la	mañana	del	mar	me
saludó,	 mandando	 a	 volar	 mis	 rizos	 y	 retractando	 mi	 cerquillo	 hacia	 atrás	 y
relajándome	inmediatamente.
Sonreí	 cuando	 caminé	 hacia	 la	 baranda	 y	 me	 arrimé	 a	 ella,	 observando	 el
amanecer	 iluminando	 un	 nuevo	 día,	 desplegando	 su	 gama	 de	 colores	 naranjas
maravillosamente	 sobre	 la	 vista	 digna	 de	 una	 postal.	 Desde	 aquí	 se	 podía	 ver
nuestro	muelle,	atravesando	la	pileta	de	fuentes	estilo	Europeo	y	la	piscina.	Dejé
que	las	horas	pasaran.
El	simple	hecho	de	estar	aquí	y	cerrar	mis	ojos,	me	da	la	sensación	de	todavía
ser	 aquella	 niña	 indefensa	 con	 el	 odio	 a	 todo	 el	 mundo,	 mi	 pecho	 todavía
teniendo	aquel	 amargo	 recuerdo,	pero	 sobrellevándolo	mejor	y	viendo	mi	vida
desde	otra	perspectiva.	He	crecido,	he	madurado.
Cuando	 regresaba	 dentro,	 con	 el	 dolor	 de	 mi	 alma	 abandonar	 el	 hermoso
escenario,	escuché	el	toque	matutino	en	mi	puerta	como	todas	las	mañanas.
Me	dirigí	hacia	las	puertas.
Lina,	una	de	las	pocas	sirvientas	en	la	casa	estaba	detrás,	su	amable	sonrisa
con	aspecto	educado	y	una	gran	charola	de	comida	en	sus	manos	me	saludaron.
Ella	no	ha	cambiado,	fue	la	única	de	las	sirvientas	que	me	vio	cuando	llegué
aquí	antes	de	que	mis	padres	me	adoptaran	de	sorpresa	por	su	misma	necesidad.
Larga	historia.
—	Buenos	 días,	 señorita	Abigail	—	Dijo,	 cortésmente,	 sin	 ningún	 reclamo
por	la	falta	de	mi	presencia	ayer	en	la	cena	—	He	traído	su	desayuno	y	también
avisarle	que	sus	padres	me	dijeron	que	la	esperan	en	una	hora.
Tomé	 mi	 desayuno,	 el	 yogurt	 griego	 nunca	 faltaba,	 como	 me	 gustaba	 —
Gracias,	Lina.	Diles	que	estaré	lista	para	entonces.
Ella	asintió	y	mi	corazón	se	retorció,	yo	la	conocía	con	anterioridad,	era	una
pena	que	no	me	reconozca.	¿Por	qué	el	idiota	de	Chad	lo	hizo	y	ella	no?
—	Como	diga,	señorita	Abigail.	Disfrute	su	desayuno	—	Otra	 inclinación	y
caminó	de	vuelta	por	el	largo	pasillo.
Suspiré	cuando	la	vi	alejarse.	¿Cómo	olvidar	que	fue	la	segunda	en	darme	la
bienvenida	 en	 un	 lugar	 que	 jamás	 conocí?	 Espero	 que	 algún	 momento	 me
reconozca.	 No	 tenía	 idea	 que	 la	 misma	 niña	 desgravada	 ahora	 era	 a	 quien
atendía,	según	Alicia,	dejaron	creer	que	volví	a	mi	antiguo	país.
Cerré	la	puerta	tras	de	mí	y	coloqué	la	charola	en	una	mesa	cerca,	apartando
aquel	adorno	escandaloso	ubicado	por	mamá.
Caminé	 directo	 a	 mi	 cuarto	 de	 baño.	 Esperando	 no	 demorarme	 demasiado
como	 la	 vez	 anterior	 en	mi	 tina	de	burbujas.	No	 tengo	 la	 culpa,	 es	 demasiada
adictiva.	Relaja	todos	mis	músculos,	impidiéndome	salir.
Logrando	salir	a	tiempo,	tomaba	algo	de	mi	desayuno	y	mientras	mordía	entre
bocados	corría	 a	mi	vestidor,	ubicado	detrás	de	 la	gran	pared	donde	estaba	mi
cama,	 todo	 el	 largo	 de	 manera	 insólita	 con	 mi	 ropa	 diseñada	 y	 todo	 tipo	 de
prendas	y	zapatos	a	juego.	Era	el	paraíso	de	cualquier	mujer.
Tarareando	 una	 canción	 al	 azar,	 comía	 un	 trozo	 de	 panqueques	 mientras
aplicaba	un	ligero	rubor	en	mis	mejillas.	Satisfecha	como	lucía,	me	guiñé	un	ojo
y	tomé	la	peluca	cerca,	habiendo	atado	mi	cabello	para	mantenerlo	en	su	lugar,	el
problema	era	mantener	a	raya	mi	cerquillo	cuando	ponía	la	corta	peluca	negra.
Verifiqué	los	lados	y	asentí,	coloqué	ahora	mi	inseparable	sombrero	parisino
y	para	completar	la	imagen,	coloquélas	gafas	oscuras	en	el	filo	del	escote	de	mi
vestido.
Habiendo	terminado	mí	desayuno	con	brincos	de	aquí	y	allá,	metí	mis	pies	en
los	botines	de	tacón	alto	color	rojo,	combinable	con	el	vestido	veraniego	blanco
con	randa	roja	sobrepuesta.
Por	todos	los	cielos,	amaba	los	botines	Lita.	Tenía	una	gran	colección	de	ellos
de	 todos	 los	 colores,	 tamaños	 y	 formas	 posibles.	 Algunos	 de	 algunos	 países
extranjeros	sumamente	costosos.	Solo	en	ese	aspecto	abusando	de	mi	vanidad.
Cuando	 salí,	 llevé	 conmigo	 la	 charola	 para	 dejarla	 en	 la	 cocina.	 No	 me
agradaba	que	entren	a	mi	habitación.	Dejaban	arreglando	todo,	como	dejar	hecha
mi	cama.	No	me	gustaba	eso,	sé	dejarla	desordenada	y	era	mi	forma	de	rebeldía
aquí	en	la	casa,	parecer	que	era	una	adolescente	normal.	Al	menos	en	el	aspecto
del	desorden.
Mis	 botines	 sonaron	 en	 lo	 largo	 de	 cada	 escalón	 bajado,	 resonando	 en	 las
impresionantes	 paredes	 llenos	 de	 antigüedades	 y	 cuadros	 de	 familia,	 brillando
ante	la	luminosidad	de	las	grandes	ventanas.
La	 cocina,	 aparte	 de	 cada	 uno	 de	 los	 baños	 en	 esta	 mansión,	 es	 algo	 de
detenerse	 y	 observan	 con	 un	 suspiro	 de	 maravilla.	Me	 encantaba	 cocinar	 con
algo	así	sobre	mí.
Es	 solo,	 que	 la	 cocina	 es	 sencillamente	 impresionante.	Varios	 tragaluces	 de
cristal	 en	 el	 techo,	 suelo	 de	 mármol,	 muebles	 de	 acero	 y	 dos	 gigantescos
refrigeradores,	 es	 algo	 por	 el	 cual	 enloquecer	 y	 querer	 hacerse	 chef	 para	 vivir
rodeado	de	esto.	Era,	espectacular.
Lina	 y	 Alicia	 estaban	 en	 el	 fregadero,	 ocupándose	 de	 los	 platos	 usados.
Supuse	que	eran	de	mis	padres.
El	 sonido	de	mis	zapatos	hizo	que	 sus	cabezas	me	volvieran	a	ver,	dediqué
una	sonrisa	a	sus	rostros	alegres.	La	expresión	de	Alicia	siempre	era	la	misma,
tan	 maternal	 como	 podía,	 tan	 cariñosa	 como	 abarcaba.	 Era	 una	 más	 de	 mis
madres	que	he	podido	tener	en	esta	travesía	por	su	acto	de	caridad	conmigo.
—	Buenos	días,	 señorita	Abigail	—	Dijeron	 las	dos	 al	unísono.	La	primera
vez	 que	 escuché	 eso,	 quería	 rodar	 los	 ojos	 ante	 lo	 similar	 que	 se	 oían	 en	 las
películas.	Todas	esas	palabras	en	inglés	y	formalidad.
—	Buenos	días	—	Respondí	con	una	enorme	sonrisa,	ver	a	la	señora	que	me
apoyó	cuando	ni	siquiera	conocía	mi	nombre	y	cruzar	el	país	de	la	única	manera
que	 podíamos,	 hizo	 agitar	 mi	 corazón	 de	 la	 más	 hermosa	 manera.	 La	 quería
tanto,	me	ayudó	cuando	nadie	más	creía	en	mí.
—	 Yo	 tomo	 eso,	 señorita	 —	 Alicia	 tomó	 la	 charola	 de	 mis	 manos	 con
delicadeza	y	su	perfecto	moño	 templado	dejaba	su	rostro	expresando	 la	misma
emoción	que	yo,	sonrió	afectivamente	—	Sus	padres	la	esperan.	El	señor	Daniel
está	en	el	vestíbulo	de	atrás.
Quería	 repetirle	 una	 vez	más	 lo	 agradecida	 que	 estaba	 con	 ella,	 pero	 Lina
estaba	aquí,	no	podía	siquiera	abrazarla.	Se	vería	extraño	frente	a	sus	ojos.	Ella
no	sabía	que	a	quien	sirve,	es	quien	vino	pidiendo	trabajo	desde	un	principio.	Ni
se	lo	imagina.
—	Gracias,	Alice	—	Su	nombre	en	este	idioma	debía	ser	pronunciado	como
se	 debe,	 incliné	 mi	 cabeza	 con	 el	 mensaje	 de	 mis	 intenciones	 y	 ella	 asintió
diciendo	que	debía	irme.	Sacudí	mi	cabeza	a	su	sonrisa	y	mientras	ella	se	llevaba
mi	charola,	di	media	vuelta	y	salí	en	busca	de	mis	padres	adoptivos.
El	 mármol	 debajo	 de	 mis	 botines	 lucía	 tan	 brillante,	 podía	 ver	 incluso	 mi
reflejo,	 burlándose	 de	 mí	 al	 saber	 quién	 era.	 Había	 caminado	 por	 aquí	 antes,
jamás	pensando	convertirme	en	esto.
Cuando	llegué	en	el	umbral	del	vestíbulo,	localicé	rápidamente	a	papá,	estaba
hablando	por	teléfono,	una	mano	en	su	bolsillo	mientras	miraba	a	través	de	una
de	las	ventanas	hacia	el	patio	trasero.
Verlo	 hace	 recordar	 a	 mi	 verdadero	 padre,	 acoplarme	 con	 ellos	 fue	 fácil,
dejando	de	lado	mi	dolor	y	darles	una	oportunidad.	Mi	familia	estaría	realmente
orgullosa	 al	 ver	 que	 pude	 salir	 adelante	 en	 vez	 de	 quebrarme	 a	 llorar	 toda	mi
vida.
Viendo	la	imagen	familiar	en	uno	de	los	pilares	sobre	las	paredes	decoradas
artesanalmente	 de	 gloriosos	 mosaicos,	 era	 difícil	 saber	 que	 esta	 familia	 antes
estaba	 en	 aprietos.	 Eran	 personas	 públicas,	 mediáticas	 con	 una	 vida	 de	 alta
sociedad	donde	la	reputación	y	financiamiento	estaban	en	juego.	No	importaba
para	ellos	la	reputación,	no,	pero	al	ver	que	las	acciones	de	sus	empresas	iban	a
estar	desequilibradas	con	las	peticiones	de	algunos	accionistas	cuando	saliera	a
la	luz,	la	verdad	de	una	pequeña	mentira,	decidieron	actuar	rápido.
Y	entonces	llegué	yo.
La	suplantación	de	la	gemela	que	todo	el	mundo	pensaba	estaba	que	vivía	en
Inglaterra.	 Los	 accionistas	 pidieron	 mi	 presencia	 por	 algunos	 rumores
malintencionados,	 y	 para	 entonces,	 yo	 ya	 había	 estado	 preparándome	 y
formando	un	lazo	con	una	nueva	familia.
Sí,	esto	era	una	farsa	ante	los	demás,	pero,	era	por	un	bienestar	común.
Ellos	 me	 ven	 como	 su	 verdadera	 hija,	 y	 yo,	 los	 veo	 como	 los	 padres	 que
intentan	ser,	eso	sí,	sin	olvidar	de	donde	son	mis	raíces	y	en	qué	pueblito	me	he
cridado	junto	a	mis	principios.	Sigo	siendo	la	revoltosa	y	terca	niña	de	barrio	de
siempre.	 Lo	 único	 que	 extraño	 ahora,	 es	 tener	 amigos	 normales;	 y	 Wade	 no
cuenta	por	obvias	razones.	Quiero	amigas.
Oh,	bueno.	Eso	puede	cambiar.
Papá	se	había	girado,	sintiendo	mi	presencia	y	sonrió	mientras	hablaba	con	el
que	sería	algo	relacionado	a	su	 trabajo.	Alcé	una	mano	gesticulando	un	“hola”
Sus	suaves	ojos	grises	similares	a	los	de	su	hijo	brillaron	y	asintió	hacia	el	sillón,
ordenándome	que	tome	asiento.
Oí	el	despido	que	daba	mientras	me	sentaba.
—	 Buenos	 días,	 cookie.	 ¿Has	 dormido	 bien?	 Alice	 me	 dijo	 que	 dormiste
temprano	sin	cenar.	¿Estás	bien?
Lo	regresé	a	ver,	había	dejado	de	hablar	por	teléfono,	pero	estaba	viendo	en
su	celular,	posiblemente	también	por	trabajo.	Aparte	de	mi	verdadero	padre,	no
había	visto	a	otro	hombre	que	se	entregue	tanto	a	su	oficio,	y	esa	es	la	manera
con	la	que	enseña	a	Santiago.
—		No	es	nada,	estoy	bien	—	Suspiré	—	¿Dónde	está	mamá?
Él	 dio	 una	 risita,	 guardando	 su	 celular	 finalmente	 y	 enfocándose	 a	 mí,	 su
cabello	rubio	brilló	ante	la	luminosidad	de	la	sala	—	Dijo	algo	sobre	un	último
retoque.	Conoces	a	tu	madre.
Sí	que	lo	hacía.
Todo	puede	 estar	 fuera	 de	 lugar,	menos	 ella	 y	 su	 estilo.	Era	 la	 reina	 de	 los
vestuarios	y	moda.	Vestir	un	 traje	más	de	una	vez	era	un	delito.	 ¿Y	cómo	no?
Ella	era	Madame	Madella.	Debía	estar	a	la	altura	del	nombre	que	se	ha	ganado.
Mis	 próximas	 palabras	 murieron	 cuando	 vi	 el	 destello	 negro	 de	 algo
asomándose	por	el	umbral	por	donde	vine,	mi	respiración	se	acortó	cuando	sus
ojos	cayeron	a	los	míos.
—	Buenos…	días	—	La	voz	de	Chad	quedó	flotando	en	el	aire	mientras	me
analizaba,	 sus	 ojos	 asegurándose	 de	 verme	 y	 luego,	 se	 enfocó	 en	 papá,	 algo
nervioso	con	el	miedo	que	su	jefe	lo	atrape	viéndome.
Yo	estaba	a	punto	de	querer	refugiarme	en	mi	habitación.
—	Oh,	 qué	 bueno	 que	 llegas	—	Papá	 lo	miró,	 sonrió	 y	 se	 acercó	 al	 sillón
junto	a	mí	—	El	 calefactor	 se	 averió	ayer	por	 la	noche,	hizo	un	 ruido	extraño
antes	de	apagarse.
—	Sí,	me	lo	informó	Lawrence	—	Tragó	y	trató	de	enfocarse	en	los	controles
del	calefactor,	caminó	hasta	ellos.
Es	 extraño	 que	 venga	 sin	 Lawrence.	 Chad	 era	 su	 aprendiz,	 rápido	 según
contaba	orgullosa	Alicia.	A	pesar	que	él	era	dos	años	mayor	a	mí,	se	comporta
como	 un	 niño	 arrogante,	 me	 lo	 demostró,	 tratando	 de	 conseguir	 algo	 de	 mí
cuando	me	alcanzó	en	mi	habitación	después	de	salir	de	la	piscina.
Santiago,	 a	 estas	 instancias	 lo	 estuviera	 echando	 por	 su	 incompetencia.
Recordaré	no	contarle	esto	a	mi	hermano,	se	volvería	loco	al	saber	que	Chad	se
ha	 acercado	 con	 menos	 de	 cinco	 metros	 de	 distancia,	 pero	 eran	 motivos	 de
trabajo,	así	que,	estoy	a	salvo,	papá	se	encontraba	a	mi	lado.
Alejaba	 mi	 rostro	 de	 las	 miradas	 discretas	 que	 trataba	 de	 darme	 sobre	 su
hombro,	 simplemente	 lo	 evitaba	 y	 lo	 tratabacomo	 si	 no	 se	 encontrara	 en	 el
mismo	espacio	que	yo.	Imbécil.
Mis	padres	lo	acogieron	por	ser	hijo	de	Alicia.	Por	el	aprecio	que	le	tenían	y
también	por	estar	en	deuda	con	ella	por	traerme,	si	no,	era	un	chico	de	mi	edad,
cosa	prohibida	por	razones	obvias,	pero	su	madre	era	una	mujer	de	confianza	y
por	eso	está	aquí.
Daniel	 y	Cassandra	 no	 saben	 que	Chad	 conoce	 nuestra	 farsa,	Alicia	 omitió
eso	por	la	propia	seguridad	de	su	hijo,	pero	por	otro	lado,	ella	piensa	que	él	no
me	 recuerda,	 ni	 me	 recuerda	 como	 los	 demás.	 Cuán	 equivocada	 estaba.	 El
destello	cuando	me	miró,	fue	el	reconocimiento	puro.
—	Veo	que	Lawrence	dejó	que	te	ocupes	de	esto	por	ti	solo	—	Papá	comentó
casualmente	—	Eso	es	bueno.	Los	trabajos	manuales	se	aprenden	más	rápido	en
el	proceso	de	la	práctica.
No	podía	creer	que	papá	esté	técnicamente	felicitándolo.
Chad	 solo	 dio	 un	 asentamiento	 de	 cabeza,	 acomodando	 su	 cabello	 negro
cuando	se	agachó	a	tomar	un	destornillador.
—	La	 abuela	 Deby	 dijo	 que	 Santiago	 habló	 contigo	 ayer	—	 Papá	 tocó	mi
mano	 en	 mi	 regazo,	 desconcentrando	 mis	 pensamientos	 profundos	—	 ¿Cómo
están	 tomando	su	separación?	Según	me	han	dicho,	 tu	hermano	ha	estado	algo
deprimido	y	solo	ha	pasado	un	poco	más	de	dos	semanas.
Sonreí	 tristemente	—	 También	 lo	 extraño,	 pero	 era	 por	 su	 bien.	 No	 podía
permitir	que	se	pierda	la	escuela	por	mi	culpa.	Yo	soy	la	del	problema	aquí,	él
debería	disfrutar	su	adolescencia,	que	a	diferencia	de	mí,	si	está	deprimido,	tiene
amigos	con	los	cuales	pasar	el	tiempo.
No	era	mi	intención	decirle	que	yo	estaba	más	estresada	con	el	hecho	de	estar
todo	 el	 tiempo	 encerrada	 aquí,	 pero	 al	 ver	 su	 vacilación	 con	 la	 verdad	 dicha,
quise	decirle	el	deseo	que	se	desarrolló	en	mi	mente.	Él	abrió	su	boca	y	luego	la
cerró,	sin	saber	que	decir.	Él	lo	sabía,	no	tenía	amigos	como	Santiago,	nunca	he
salido	 a	 ser	 una	 chica	 normal	 desde	 que	 decidí	 darnos	 una	 oportunidad	 como
familia.
—	¿Quieres	asistir	a	una	escuela?	—	La	pregunta	sin	aliento	de	papá	llenó	de
esperanzas	mi	corazón,	creo	que	vio	la	alegría	pasar	por	mi	rostro	cuando	vi	la
compresión	llenar	sus	rasgos	al	momento	que	lo	dijo.
—	 Oh,	 que	 al	 fin	 encontré	 el	 adecuado	—	 El	 suspiro	 de	 mamá	 nos	 hizo
voltearla	a	ver.
Estuvo	cerca.
Ahora	 tenía	 el	 impulso	 de	 declarar	mi	 propuesta.	Tenía	 a	 papá	 en	 la	 bolsa,
falta	mamá	y	hablarlo.
Viviría	de	nuevo	la	loca	vida	de	una	adolescente.
Mamá	traía	en	sus	manos	un	elegante	sombrero	pamela,	uno	de	sus	favoritos,
viéndolo	con	orgullo,	alzó	sus	vistas	marrones	radiantes	hacia	nosotros	y	agitó	el
sombrero	en	 sus	manos	—	Lo	encontré	 al	 fin.	Combina	perfectamente	con	mi
chaleco.	Ahora	estamos	listos.
Sentí	a	papá	levantarse	e	hice	lo	mismo,	tomé	mi	cartera.
—	Oh,	querida	—	Mamá	se	había	acercado,	acomodando	el	sombrero	sobre
mi	cabeza	—	Este	estilo	parisino	me	encanta.	Te	queda	espectacular,	siempre	lo
digo	y	lo	tengo	que	recordar.	Te	ves	preciosa.
Mamá	 alagaba	 hasta	 la	 inconsciencia	 cuando	 algo	 le	 gustaba,	 la	 imagen	 es
algo	que	le	llama	sumamente	la	atención	y	sus	palabras	brotan	flameantemente
llenas	 de	 cumplidos,	 y	 si	 algo	 falta	 al	 outfit,	 ella	 recomienda	 las	 prendas
correctas	con	los	colores	correctos.	¿He	dicho	que	ella	nació	con	un	instinto	de
la	moda?
—	Gracias,	mamá.	También	me	encanta	tu	vestido	—	También	le	gustaba	que
la	halaguen	hasta	más	no	poder,	papá	no	tenía	que	poner	mucho	empeño	en	ello,
ella	siempre	brillaba	ante	sus	ojos.	La	amaba,	como	lo	demostraba.
—	Esa	es	mi	niña	—	Guiñó	y	tocó	mi	nariz	con	su	dedo	—	¿Lista	para	esto?
Aspiré,	 íbamos	 todos	 los	 días	 de	 la	 semana	 a	 Manhattan,	 nuestro	 edificio
Madella	 se	 encontraba	 ahí,	 y	 yo	 tenía	 la	 obligación	 de	 ir	 junto	 a	 Madame
Madella,	 porque	 era	 Miss	 Madella.	 La	 hija	 de	 la	 gran	 diseñadora	 de	 modas
principal.	Nuestra	 segunda	planta	 estaba	 aquí,	 pero	necesitábamos	 asegurarnos
de	nuestro	edificio	principal.
Ella	 me	 cedería	 su	 puesto	 un	 día.	 Y	 espero	 que	 sea	 después	 de	 un	 largo
tiempo,	porque	dudo	manejarlo	como	ella	lo	hace.
Sí,	 amo	 diseñar.	 Mis	 diseños	 se	 exhiben	 en	 vitrinas	 de	 cada	 boutique,
modelado	 en	 cada	 pasarela	 y	 felicitada	 en	 cada	 artículo	 pero	 todavía	 era	 una
adolescente.
—	Lo	estoy	—	Ella	sonrió	con	cariño	y	tomó	mi	mano,	saliendo	del	vestíbulo
con	 entusiasmo.	 Mamá	 tenía	 el	 alma	 de	 una	 niña,	 pero	 su	 responsabilidad
sobrepasa	en	su	pasión	y	el	saber	que	yo	sigo	sus	pasos,	la	emociona.
No	regresé	a	ver	hacia	atrás	para	saber	que	Chad	nos	miraba	marcharnos.	Me
concentré	en	el	sonido	de	los	grandes	tacones	de	aguja	de	mamá	a	mi	lado.
—	Llamé	a	Rott,	 le	dije	que	estaríamos	a	 la	misma	hora	de	siempre.	Tengo
que	revisar	unos	registros	de	la	Inmobiliaria	también	—	Dijo,	papá,	tomando	la
otra	mano	de	mamá.	Ella	le	sonrió	tan	dulcemente	como	él	la	miró.
Amor.
Era	lo	más	increíble	en	el	mundo.
Suspiré,	mirando	hacia	al	frente,	a	las	puertas	principales	abiertas,	mostrando
nuestro	auto	familiar	que	recorrería	menos	de	una	hora	lo	que	normalmente	un
viaje	a	Manhattan	se	hace	un	poco	más.
Tomé	mis	gafas	y	en	un	movimiento	las	abrí,	colocándolas	sobre	mis	ojos	y
cubriendo	mi	aspecto	hacia	los	demás.
Por	ahora,	me	preocuparía	sobre	mantener	mi	reputación.
CAPÍTULO	4
	
	Managua—Nicaragua.
	
Como	 un	 oso	 en	 invernadero,	 estuve	 yo.	 No	 salía	 de	mi	 pequeño	 cuarto	 a
menos	 que	 no	 haya	 nadie	 en	 casa	 y	 eso	 era,	 la	 mayoría	 del	 tiempo.	 Diego	 y
María	 iban	al	cole	y	Fabio	y	Lidya	trabajaban,	por	 lo	que	me	encerraban	en	la
casa,	bajo	llave.
Dos	 días	 donde	 me	 rehusaba	 a	 comer	 con	 ellos.	 Me	 tomé	 esas	 horas	 en
meditar	 bien	 e	 idear	 una	 táctica	para	que	desistan	un	buscarme	cuando	 se	den
cuenta	que	huí.	Quería	mi	salida	con	éxito	con	la	decisión	tomada.	No	quería	que
me	pongan	como	desaparecida	y	se	dediquen	a	buscarme.	Una	pista	que	mis	tíos
no	sean	capaces	de	entregar	a	la	policía.
Lo	tenía.
Una	corta	nota	sería	el	vínculo.	Ja.	Toma	eso	lacra	de	quinta.
No	habiendo	nadie	en	casa	en	la	mañana,	salí	de	mi	habitación	directo	a	dejar
la	nota	en	el	refrigerador,	tenía	otra	igual	debajo	de	mi	cama,	en	caso	que	Lidya
o	Fabio	decida	quemar	 esta.	La	policía	 sin	duda	buscará	 en	mi	 antiguo	 cuarto
para	investigaciones.
Orgullosa	 de	 mí	 misma,	 repasé	 las	 palabras	 para	 aseguraban	 mi	 salida	 sin
fallo.
Sonreí	con	anticipación.
Lo	siento	mucho,	y	no	del	 tipo	de	dolor	que	 les	provoque	por	 lo	que	voy	a
hacer,	sino,	haberles	 incomodado,	haberles	gastado	su	tiempo	y	sobre	todo,	su
dinero.	¿O	debería	decir	el	mío?	A	pesar	de	que	ustedes	sabían	que	necesitaba
de	todo	su	apoyo,	no	me	dieron	esperanzas.
Así	 que,	 para	ahorrarles	 el	 trabajo	 de	 abandonarme	 en	 cualquier	 casa,	 he
decidido	que	es	mejor	para	todos	nosotros	terminar	esto.	No	me	busquen,	ya	que
sé	con	exactitud	que	no	querrán	ver	de	nuevo	mi	rostro	y	si	me	encuentran,	yo
no	los	podré	ver.	Yo	sé	que	no	sufrirán	con	esto	y	lo	único	que	lamentaran	es	no
abstenerse	más	del	dinero	del	seguro,	así	que…	¿Cuál	es	la	diferencia?	¿Dale?
Con	la	miserable	pizca	de	amor	que	me	sobraba,	adiós	para	siempre.
Jamie	Mendoza.
Esto	es	suficiente.	Ahora	Fabio	andará	palmado	y	eso	me	hacía	sentir	bien.
Muy	bien.
Sabía	que	las	ventanas	estaban	cerradas,	las	aseguraban	así	que	tomé	una	silla
y	 la	 llevé	 al	 fondo	del	pasillo,	más	 allá	del	 cuartucho	que	 era	mío,	 donde	una
pequeña	ventana	alta	se	ubicaba.	Era	suficiente,	podía	caber	por	ahí.
Dejé	la	silla	y	corrí	a	mi	habitación,	tenía	que	estar	con	Alicia,	la	mañana	se
acabaría	si	no	me	apresuraba.
Tomé	 mi	 mochila	 llena	 de	 las	 cosas	 necesarias	 para	 sobrevivir	 y	 con	 mis
brazos	tomé	el	resto	de	mi	ropa	que	sería	innecesaria,	el	marco	de	la	foto	de	mi
familia	 se	 hallaba	 en	 la	 cima,	 si	 quería	 que	 esto	 se	 viera	 real,	 tenía	 que	 ser
convincente.	 Antes	 de	 salir,	 tomé	 el	 celular	 y	 lo	 guardé	 en	 mi	 bolsillo.	 No
regresé	a	echar	otro	vistazo,	solo	dejaba

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