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Perspectivas teóricas actuales Estas miradas son la perspectiva pluralista, la burocrático-dirigencial y la neomarxista, ya tratada en el apartado anterior. La primera de ellas prevalece en Estados Unidos y supone la racionalidad de la acción individual y, por lo tanto, de las elecciones que cada individuo realiza en su vida social. En este sentido el Estado es visto como un escenario donde los intereses sociales, agregados racional, voluntaria y proporcionalmente, se expresan y resuelven, en caso de ser conflictivos. “Esta expresión de intereses implica organismos y políticas estatales que, como reflejo de las necesidades individuales y sociales de los actores, pasan a ser públicos, y su accionar sería también un reflejo de las acciones sociales en búsqueda de su equilibrio y no, por el contrario, políticas emergentes de la autonomía o especificidad estatal” (Moreira, Barboza y Raus, 2011: 267). De clara raigambre liberal, para esta posición teórica la conformación de lo estatal se define, entonces, por el intercambio de intereses sociales, por el cual el complejo político-institucional que se forma (como políticas y programas públicos) tiene visibilidad mientras exprese intereses concretos. Una vez desaparecidos, o resueltos, los programas e instituciones estatales que atendían esas situaciones sociales deben dejar su espacio a otro conjunto de intereses. La mirada pluralista ha sido criticada por la denominada perspectiva burocrático- dirigencial (o elitista), que responde al modelo de las sociedades industriales avanzadas, poniendo el foco en los desafíos que presentan las complejas relaciones políticas y sociales propias de la modernidad. Para esta teoría los actores sociales que definen las modalidades de funcionamiento de una sociedad son las organizaciones, entendidas como grandes complejos agregados de intereses. Al haber generado un importante grado de organización y concentración de intereses, estos actores son capaces de hacer llegar sus demandas al gobierno con mayores posibilidades de ser reconocidas y respondidas por éste. Asimismo, mediante la capacidad de presión, de lobby y de cooptación de organismos y programas gubernamentales que poseen, son capaces de influir en la dirección política del Estado. De esta forma la perspectiva burocrático-dirigencial visualiza los problemas básicos del equilibrio social como conflictos organizacionales entendiendo que, incluso el propio Estado es un conjunto de intereses que se evidencian en la burocracia y en su forma de funcionamiento pero que, habiendo logrado cierta autonomía respecto de la economía y la cultura, puede ejercer control sobre ellas. Por otro lado, la relación Estado/sociedad estructurada en torno a los aparatos y las políticas estatales y las corporaciones de intereses, se define en sus aspectos sustanciales por esa racionalidad técnica. Todo otro tipo de políticas sociales, o que atiendan problemas no suscitados por las organizaciones, implicarían mecanismos tradicionales de resolución de intereses sociales menores y mecanismos de legitimación, pero sin que afecten la resolución del conflicto organizacional ni alteren políticas que expresen esos intereses” (Moreira, Barboza y Raus, 2011: 277). Esto significa que, en esta perspectiva, el Estado debe visualizar los problemas básicos del equilibrio social como conflictos organizacionales más que sociales (sea que involucren a actores individuales o agregados) siendo, por ende, su resolución cosa de racionalidad técnica más que política. Así, en el complejo de presiones y manejo de intereses que implica el juego político, el Estado es el encargado de dirimir el conflicto social y resolver las demandas, basado en la apropiación del saber técnico-científico y en la capacidad que ésta tiene para instrumentarlo en una dirección y sentido políticos, presentando mayor o menor autonomía de los grupos en distintos períodos. En definitiva, se ve al Estado como una instancia técnica-burocrática-racional que, conforme a las ideas e intereses que predominen en su seno y en la pugna política en un determinado período, conducirá los destinos de la sociedad hacia determinados objetivos. Por último, es preciso hacer una breve referencia a la teoría neomarxista (clasista), que ya se abordó anteriormente. Esta mirada ve al Estado determinado por su papel en la sociedad capitalista. Si bien está compuesta por diferentes exponentes que presentan divergencias significativas entre ellos, tiene como punto central el desafío que supuso para la teoría marxista el rol que el Estado cumplió al permitir con su intervención el mantenimiento del capitalismo luego de la crisis de 1929.
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