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GARCÍA DELGADO, D. y GRADIN, A. (2017). El neoliberalismo tardío. Teoría y praxis. Documento de Trabajo N°5, FLACSO, Área Estado y Políticas Públicas, Buenos Aires. Págs. 17 a 25 Ahora bien, ¿por qué Neoliberalismo tardío? Porque los principales rasgos políticos y económicos de los gobiernos de derecha que asumieron la Presidencia en la Argentina, Perú y Brasil, y los avances de las coaliciones opositoras en Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia, nos permiten suponer que nos encontramos frente a una nueva etapa neoliberal en la región. Etapa caracterizada por una feroz disputa por la reestructuración de la distribución de la riqueza a favor de los sectores concentrados de la economía; por el inicio de un nuevo proceso de endeudamiento externo; la apertura de la economía; la desindustrialización; y el intento deliberado de bajar salarios y niveles de consumo de los sectores mayoritarios. En el plano subjetivo, el principal denominador es el sujeto empresarial como actor principal de las coaliciones de gobierno, involucrado directamente y sin mediaciones, a la gestión de lo público. Son las apelaciones constantes a cuestiones vinculadas a la comunicación, al marketing, y a la exaltación de una cultura liberal e individualista, desde donde se construye la hegemonía del proyecto subjetivo del Neoliberalismo tardío. Esta se caracteriza por las formas de hacer política “posmodernas”, y el “emprendedurismo”, ancladas en un proceso de crisis de representación histórico de nuestras sociedades. Entre las líneas de continuidad con las experiencias anteriores, el bagaje clásico liberal, de más mercado y menos Estado, expresado en el programa económico de ajuste y desregulación, con énfasis en el perfil agroexportador y privatizador, nos permiten afirmar que atravesamos un tercer momento de ofensiva de las élites conservadoras y del capitalismo de libre mercado trasnacional, en la disputa por la hegemonía. Sin embargo, estos nuevos gobiernos, como señala Alejandro Pelfini en esta compilación, llegan retrasados a insertarse a un mundo en proceso de cambio, que está poniendo fin a la globalización neoliberal, promoviendo el proteccionismo en las economías centrales y construyendo un discurso hegemónico nacionalista, xenófobo y discriminador de las mayorías sociales expulsadas por el funcionamiento económico, político y social del neoliberalismo a nivel global. Dicho lo anterior, lo tardío se explica por tres razones. Primero, porque ya no existe el consenso con que surgieron bajo el paradigma del pensamiento único de Washington tras la caída del Muro de Berlín. Es decir, la crisis neoliberal de principio de siglo mostró los límites de ese modelo económico y social. Segundo, el contexto de un mundo multipolar, agravado por el estancamiento económico y el proteccionismo de los países centrales, es totalmente diferente a la fase aperturista y unipolar de los ´90. Y tercero, las sociedades de la región que atravesaron el giro popular neodesarrollista, han profundizado y consolidado su conciencia de sus derechos y de sus posibilidades de acceso a mejores condiciones de vida, ingresos y oportunidades. Todo esto es, por lo menos hasta ahora, una memoria fresca de que “otro mundo es posible”. La crítica neoliberal al funcionamiento de Estado de bienestar, anclado en el esquema de seguros sociales y el fortalecimiento de la capacidad de consumo de los sectores populares, se basó en la rigidez del mercado de trabajo, el déficit público y el costo de la mano de obra. Crítica que escondía la disputa por la apropiación de la riqueza de las sociedades entre las élites económicas y los sectores trabajadores, en el marco de la revolución científico-técnica que estaba transformando las formas de producción de capital en los países centrales. Este proceso fue conceptualizado como el pasaje al modelo posfordista. El fin de la década “populista” abrió la puerta al tardío Neoliberalismo. El Neoliberalismo tardío 1. Especialización productiva, endeudamiento externo y “volver al mundo” De los procesos de desarrollo inclusivos y reindustrializadores, estimulados por los gobiernos nacionales-populares, progresistas y de centroizquierda en la región, se vuelve a una estrategia de economía política de especialización productiva, anclada en las exportaciones agroindustriales y en la sociedad de servicios. Para financiar esta estrategia, como señalan Martín Burgos y Estanislao Malic en su contribución a este Documento de Trabajo, los gobiernos del Neoliberalismo tardío debieron retomar la senda del endeudamiento externo y sus lógicas políticas económicas. Íntimamente vinculado al perfil productivo y a la estrategia de financiamiento de la economía, otro cambio promovido por los “nuevos” gobiernos de la región se vinculó a la forma de inserción internacional, coherente con sus presupuestos de libre mercado y de no regulaciones para las multinacionales y para el libre flujo de capitales. Es decir, se anunció la adhesión a la globalización y a los grandes acuerdos de libre comercio. 2. Democracia restringida y judicialización de la política En relación al Estado de los CEO´s y al proceso de modernización de ruptura, cabe preguntarnos: ¿en qué medida el neoliberalismo está influyendo no sólo en el modelo económico, de acumulación, de concentración, sino también en el sistema democrático mismo? En la medida que aumenta la concentración de la riqueza y de los ingresos, las desigualdades se hacen cada vez más evidentes. Claramente, la nueva relación de poderes en favor del poder económico fáctico, financiero, transnacional y comunicacional introduce un desequilibrio en el régimen democrático, no tanto en sus formas como en su distribución del poder. Este escenario nos interpela sobre la calidad de la democracia y sobre su futuro funcionamiento con gobiernos de clases, de ricos para ricos. En la teoría y praxis del Neoliberalismo tardío, la judicialización de la política adquiere un rol relevante en el cambio de ciclo en los diversos países de América del Sur, tanto por la erosión precedente, iniciada por los gobiernos populares o progresistas de varios países de la región, como a través de los procesos de destitución del tipo impeachment parlamentario (Paraguay y Brasil), o mediante la permanente presión y criminalización de figuras políticas representativas de grandes mayorías. Mirada desde la perspectiva democrática el gobierno de los CEO´s, la judicialización de la política es un momento dentro de una empresa más global de sumisión de la política a los poderes fácticos. Una vez más, se está poniendo en acto la fuerza destructiva de los poderes fácticos del país respecto de cualquier forma de autonomía de la política. 3. La construcción de consensos y la “batalla cultural” La batalla cultural es el objetivo explícito de un gobierno que intenta cambiar el imaginario popular para modificarlo, en términos de lograr que los sectores populares sean soporte electoral de los gobiernos conservadores. Sus estrategias convergentes descansan en la comunicación, a través de las redes y los mass medias concentrados y trasnacionalizados. De este modo, a través de su relato, como lo analizan Gabriel Vommaro y Verónica Soto Pimentel en sus respectivos capítulos presentes en esta compilación, se intenta normalizar la desigualdad que produce a través de la economía política dominante, proponiendo que el periodo anterior fue sólo una ilusión de las mejoras en las condiciones de vida durante la década pasada. Una ilusión y un error económico. El sentido común a configurar se ancla en el desmantelamiento de la “ilusión” de la década populista, basada en el consumo “desmedido” de los sectores populares y medios. Es decir, de la fantasía del “mejoramiento constante de ingresos y de ampliación del acceso a bienes”, asistimos al sentido común del “sinceramientoeconómico”. De esto se desprende que la “batalla cultural”, por ende, es por la hegemonía, en la medida que los sectores subordinados acepten la visión del mundo de los dominadores. O en todo caso, tengan una visión escéptica sobre el futuro y sobre sus posibilidades. 4. La fragmentación social y política ¿A qué apunta la construcción de la hegemonía en última instancia? A la fragmentación del demos, en tanto referente empírico del poder (otrora, pueblo o ciudadanos). Es decir, a la enorme capacidad del nuevo poder de dispersar y dividir tanto a las mediaciones opositoras como a la sociedad civil. El demos, para el Neoliberalismo tardío, es entendido como públicos segmentados e individualizados, y construidos como un mercado segmentado en públicos diferentes. El pueblo como proyecto político, se desanima y desvanece sobre un sistemático bombardeo de argumentos basados en “la herencia recibida”, “el sinceramiento de la realidad” y “las fantasías populistas”. ¿Y cuáles son las estrategias de fragmentación? En primer lugar, aunque de manera solapada, la represión policial de las demandas emergentes. Desde la encarcelación de líderes sociales de forma arbitraria y la persecución, hasta la represión de movilizaciones populares, esta estrategia tiene sus límites en tanto que no garantiza la gobernabilidad social en países con la tradición beligerante de nuestra región. Otra estrategia de fragmentación es discursiva y opera sobre la legitimidad de los propios actores, y sobre las formas de canalización y gestión de sus demandas. El Neoliberalismo tardío en su apelación al ciudadano común y desinteresado, altruista y voluntarioso, despolitiza los conflictos sociales que emergen de la contradicción de intereses impuesta por la lógica económica. Y aquí cabe señalar una paradoja del Neoliberalismo tardío, en tanto desprecia el rol regulador del Estado en la economía, hace uso del mismo en la regulación y en la administración del conflicto social. Las demandas son gestionadas sectorialmente, fragmentando los colectivos sociales, de forma que no emerjan liderazgos individuales o colectivos que puedan capitalizar el descontento y las resistencias. 5. El gobierno de los CEO´s y una nueva reforma estructural del Estado El Neoliberalismo tardío no se fundamenta en la búsqueda de un Estado ‘mínimo’, ni es explícitamente privatista como lo promovía el Consenso de Washington. Tiene otra elaboración discursiva y de políticas públicas, pero similares intenciones, en cuanto a potenciar el rol privado del Estado y a establecer una lógica de acumulación directamente asociada a los intereses de las empresas multinacionales, sin mediación política alguna y en contradicción con lo realizado en la década precedente. Lo cierto es que quienes hasta ayer conducían, en la vida privada, áreas principales de la actividad económica, pasaron hoy a regularla desde el Estado. Por último, esta modernización de ruptura en el Neoliberalismo tardío se expresa principalmente en su (in)capacidad de gestión de políticas públicas. Conflictos y resistencias al Neoliberalismo tardío En primer lugar, debemos señalar el límite impuesto por el propio proceso económico macro estructural. La velocidad de los cambios en la distribución del ingreso a favor de los sectores concentrados y el deterioro de los indicadores sociales como el consumo, el empleo y la pobreza, muestran un panorama complicado para proyectar la sostenibilidad política y social del modelo de acumulación, aún con los recursos mediáticos y judiciales con los que se cuenta. En segundo lugar, la predisposición a la protesta por parte de una sociedad civil con conciencia de derechos, y con capacidad de movilización, impone otro límite concreto a la acción gubernamental hegemónica. Por último, debemos señalar el gran dilema planteado por el Neoliberalismo tardío al sistema político de nuestra sociedad: la fragmentación de la oposición. El dilema de la oposición consiste en que sabe muy bien que la unidad es lo único que puede detener un rumbo contrario a los intereses mayoritarios, mientras que, para el oficialismo, la división le es funcional. Para el Neoliberalismo tardío la única salida ante un escenario de creciente recesión por el aumento del desempleo, la persistencia de la inflación y de la reducción del consumo masivo, es profundizar el ajuste y los mecanismos represivos (aumentar la represión directa de las protestas populares, así como judicializar parte de la oposición y de los líderes sociales).
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