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56 I N V E S T I G A C I Ó N Barbara Askins 57 Al igual que ha sucedido a lo largo de la historia con las científicas, que siempre han estado ahí, aportando sus conocimientos y viviendo a la som- bra de sus colegas masculinos, también ha habido y hay mujeres inventoras cuyos creativos logros han mejorado de manera notable nuestra vida diaria. En este reportaje, con ilustraciones de la artista barcelonesa Sandra Uve, repasamos y homenajeamos a innovadoras de ayer y de hoy. Ilustraciones de SANDRA UVE Texto de MIGUEL MAÑUECO a imaginación es la facultad del descu- brimiento, preemi- nentemente. Es lo que penetra en los mundos nunca vistos a nuestro alrededor, los mundos de la ciencia”. La fra- se es de Ada Lovelace (1815-1852), considera- da hoy la primera programadora de ordenado- res debido a su invención de un algoritmo que la británica sugirió como añadido de eficiencia a la calculadora mecánica diseñada por Char- les Babbage. En esos mismos escritos titulados Notas, también predijo el potencial de este sis- tema, que, efectivamente, con el tiempo haría posibles las computadoras. La hija del célebre poeta romántico Lord Byron es un claro ejem- plo del ostracismo al que muchas mujeres in- ventoras se han visto relegadas a lo largo de la historia por las élites intelectuales del momen- to: Lovelace tuvo que publicar su trabajo fir- mándolo solo con las iniciales, y en cuanto se descubrió que la autora era una mujer, dejaron de tenerlo en cuenta. El reconocimiento mun- dial no le llegó hasta 1953, cuando llevaba ya un año bajo tierra. Toda una injusticia. Y es que muchos de los inventos que nos han procurado progreso y confort son obra de mu- jeres osadas, inteligentes y, por suerte, cada vez más numerosas. Según cifras de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), el 31% de las 224.000 solicitudes de patentes re- gistradas en el mundo a lo largo de 2017 lleva- ban firma femenina, lo que supone un reseñable L ¡Qué pedazo de inventoras! “ 58 incremento respecto al 23% alcanzado hace una década. Sin duda es la cota más alta de la historia, aunque, como señala el director general de la OMPI, el australiano Francis Gurry, “todavía existe una disparidad de género muy notable”. A excepción de sectores muy concretos en los que el porcentaje de patentes de mujeres supera al de hombres. Es el caso de la biotecnología (58%), los productos farmacéuticos (56%), los orgánicos elaborados (55%) y la química de alimentos (51%). TAMBIÉN HAY EVIDENTES DIFERENCIAS DE UNOS PAÍSES A OTROS. Así, entre los países adscritos al Tratado de Cooperación en Materia de Patentes (PCT), los primeros puestos en presencia femenina se los llevan Corea del Sur (50%), China (48%), Bélgica (36%), España (35,4%) y EE. UU. (33%). En nuestro país tampoco andamos mal posicionados en cuanto a inven- toras en instituciones académicas: si bien la lista la encabeza el Instituto Surcoreano de Investigación de Electrónica y Telecomunicaciones, donde el 83,3% de sus inventores son féminas, seguido por cuatro instituciones chinas, España está en un puesto destacado, gracias al 63,9% de invento- ras del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). A título individual, tenemos a la zaragozana Celia Sánchez-Ramos (1959) entre las innovadoras actuales más prolíficas. Entre sus galardones figuran el de Mejor Inventora Internacio- nal concedido por la OMPI en 2009 y el Gran Premio a la Mejor Invención Inter- nacional otorgado por la ONU en 2010. Doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y en Ciencias de la Vi- sión por la Universidad Europea, licen- ciada en Farmacia y diplomada en Óptica y Optometría, cuenta con quince familias de patentes, con titularidad de la UCM, relacionadas con la neuroprotección reti- niana a través de elementos y dispositivos ópticos, de los que el más conocido es el filtro de pantallas denominado Reticare. Al campo de la óptica están igualmente enfocadas las tres patentes de la califor- niana Ellen Ochoa (1958). Esta científica se hizo célebre por ser la primera mujer de origen hispano –sus abuelos paternos eran mexicanos– en viajar al espacio: fue astronauta en cuatro misiones de la NA- SA, de 1993 a 2002. Doctorada en Inge- niería Eléctrica, es coinventora de un sis- tema de inspección óptica, un método de reconocimiento de objetos y una técnica para eliminar el ruido en imágenes. Todo ello ha supuesto una mejora significati- va en la captura y el análisis de imágenes con gran detalle tanto en la Tierra como en el espacio. También el trabajo de la química esta- dounidense Barbara Askins (1939), que inventó un método que usa materiales radiactivos para mejorar los negativos fotográficos que han sido subexpuestos y, así, obtener imágenes más nítidas, ha ayudado mucho a la NASA y a la industria médica. Gracias a él logró el título de In- ventora del Año de su país en 1978. LA APORTACIÓN DE ESTAS EMPRENDEDORAS VE- TERANAS SIGUE SIENDO MUY IMPORTANTE, bien porque no han dejado del todo el trabajo, bien porque sus conferencias y charlas resultan inspiradoras. Es el caso de Helen Murray Free (Pittsburgh, 1923), licencia- da en Química e incluida, en el año 2000, en el Salón de la Fama de los Inventores de EE. UU. Su creación, llevada a cabo junto con su marido –Alfred Free– y cali- ficada de “hito en la historia de la quími- ca nacional” por la Sociedad Estadouni- dense de Química, son las tiras reactivas que detectan la presencia de glucosa en la orina del paciente y que sirven para mo- nitorear la diabetes. Usadas hoy en todo el mundo, también resultan muy eficien- tes en los estudios sanguíneos. Todo es posible en la actualidad gracias a los distintos tipos de software. Y aquí aparece otra inventora retirada... pe- ro no del todo: Erna Schneider Hoover (Nueva Jersey, 1926), doctorada en Filo- sofía y Fundamentos de las Matemáticas por la Universidad de Yale. Su patente, Hedy Lamarr 59 Aparte de Celia Sánchez-Ramos y otras empren-dedoras de hoy, España ha tenido siempre in- novadoras de gran talento. Entre ellas, la madrileña Fermina Orduña, quien en 1865 obtuvo la primera patente concedida a una mujer en nuestro país. Su invento era un original carruaje de ordeño y venta a domicilio de leche, rústico precursor de las actuales ordeñadoras industriales. Otra fue la valenciana Elia Garci-Lara, que registró su patente en 1890: un lava- dero mecánico para la ropa, con un proceso similar al de las lavadoras actuales, que no llegó a tener éxito. La patente de 1949 de la maestra leonesa Án- gela Ruiz Robles –en la ilustración de la izquierda– puede calificarse de antecedente del libro electró- nico. Se trataba de una especie de enciclopedia que incorporaba numerosos gráficos y sonidos, la posibilidad de escribir al propio lector, enlaces tex- tuales, información multimodal, contenidos actuali- zados e incluso autoiluminación. Por su parte, la asturiana Margarita Salas, discí- pula de Severo Ochoa adscrita al CSIC, académica de la Lengua y, a sus 79 años, aún activa en el Cen- tro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid, dirigió el equipo que en 1989 descubrió un revolu- cionario método de replicación del ADN. Este tiene varias aplicaciones, como la producción sintética de virus, la elaboración de plantas transgénicas y la optimización de pruebas policiales. Inventoras 'made in Spain' registrada en 1971 después de muchos años de esfuerzo, reconoció el programa que había inventado para optimi- zar el funcionamiento de las centrales telefónicas. Lo que hizo fue introducir un algoritmo que permitía usar los datos de las llamadas entrantes de manera que pudiera establecerse un orden de respuesta y así evitar los, por entonces, habituales colapsos. Sobrados motivos para sentirse orgullosa en su vejez. Exactamente igual que la neoyorquina Edith M. Flani- gen (1929), licenciada en Química por la Universidad de Siracusa yque está detrás de los métodos actuales de pro- ducción de gasolina, el saneamiento ambiental y la puri- ficación del agua. Todo ello gracias a las 108 patentes que obtuvo tras liderar a un equipo que descubrió veinticinco estructuras de tamices moleculares y doscientas compo- siciones que aceleran y optimizan los procesos menciona- dos y otros más. Tanto logro le sirvió a Flanigen para, en 1992, convertirse en la primera mujer que recibía la pres- tigiosa Medalla Perkin que concede cada año la sección es- tadounidense de la Sociedad de la Industria Química. Estas son solo algunas de la inventoras de las últimas décadas, y todas ellas han seguido la estela perfilada des- de siglos atrás por aquellas que se aventuraron a innovar cuando su entorno se empeñaba en denostar y negar sus logros. De muchas de estas mujeres no se sabe nada; de otras, muy poco, ya que, no en pocas ocasiones, inscribía la patente el marido. Fue el caso de la creadora de las ben- galas de salvamento marítimo, la estadounidense Martha Coston (1826-1904), que solo pudo registrar su adelanto como administradora testamentaria de su fallecido mari- do, el también inventor Benjamin F. Coston –este desarro- lló un prototipo de submarino que podía navegar durante ocho horas bajo el agua–. Más suerte corrió su compatriota Josephine Cochrane (1839-1913), que sí pudo inscribir con su propia firma su invento, el primer lavavajillas comer- cialmente viable, objetivo al que se lanzó cuando la muerte de su marido la dejó viuda, con dos hijos y arruinada. LAS MUJERES HAN CONCEBIDO MUCHOS INVENTOS COMO ESE, LI- GADOS A LAS TAREAS DOMÉSTICAS, área que en el pasado nor- malmente les tocaba gestionar, pero también han resuelto numerosos problemas que, en su época, estaban ligados al mundo masculino. La estadounidense Mary Anderson (1866-1953), promotora inmobiliaria, ranchera y viticul- tora, inventó y patentó el limpiaparabrisas. Había nacido un año antes que Marie Curie (1867-1934). Pionera en la in- vestigación de la radiactividad y única mujer en ganar dos premios Nobel –Física y Química–, a la polaca además se le ocurrió la idea de crear unidades móviles de rayos X: para ello, instaló el aparato portátil inventado en 1909 por el es- Á ng el a Ru iz R ob le s Marie Curie creó las unidades móviles de rayos X, que salvaron la vida de miles de soldados durante la I Guerra Mundial 60 pañol Mónico Sánchez (1880 1961) en decenas de automóviles que recibieron el nombre de petites Curies (en castellano, ‘pequeñas Curie’) , y ese proyecto salvó la vida a miles de soldados durante la I Guerra Mundial. Nunca registró una patente, pues lo consideraba “contrario al espíritu científico”. No fue de su misma opinión Maria Beasley (1870 1942), empresaria estadounidense que llegó a acu mular catorce patentes. La más conocida es la del primer bote sal vavidas moderno, que resultaba fácil de lanzar al agua, contaba con flotadores metálicos y era a prueba de fuego. Este y otros inventos, como un calentador de pies, un generador de vapor y un disposi tivo antidescarrilamiento para trenes, le generaron a Beasley una renta anual de 20.000 dólares, una inmensa fortuna en su tiempo. TAMBIÉN RESULTARON MUY LUCRATIVOS LOS INVENTOS DOMÉSTICOS DE LA PSICÓLOGA CALIFORNIANA LILLIAN MOLLER GILBRETH (1878-1972). ¿Qué se le ocurrió en su caso? Elementos que hoy consideramos tan cotidianos como el pedal del cubo de la basura o los estantes de la nevera. Sin embargo, esta mujer es célebre en su país princi- palmente por las teorías y los métodos de organización que desa- rrolló junto con su marido –Frank Bunker Gilbreth–, inspirados en la gestión de su familia de doce hijos. Convertida en brillante experta en esta materia, llegó a ser asesora de cinco presidentes: Herbert Hoover, Franklin Delano Roosevelt, Dwight D. Eisen- hower, John Fitzgerald Kennedy y Lindon Johnson. No tan conocida pero sí lo suficientemente popular como para ser apodada lady Edison, Beulah Louise Henry (1887-1973) fue una prolífica empresaria de EE. UU. que desarrolló 110 inventos y obtuvo 49 patentes, casi todas enfoca- das al hogar, como la máquina de coser sin bobi- na, el abrelatas y un aparato para hacer helados. También fueron muy útiles los inventos de la científica húngara Mária Telkes (1900-1995), quien, ya instalada en tierras estadouniden- ses, se especializó en biofísica para aprender a aprovechar el poder del sol. El resultado fueron inventos como una estufa alimentada con ener- gía solar, el refrigerador termoeléctrico o una unidad portátil de desalinización del agua para su uso en botes salvavidas. Todo ello le valió el sobrenombre de la Reina Solar. Seguro que se hacían menos bromas con Grace Murray Hop- per (1906-1992), contraalmirante de la Marina estadounidense dedicada a la computación y que fue la primera programadora del Mark I, el pri- mer ordenador electromecánico construido por IBM. De ella partió asimismo en 1959 el COBOL, lenguaje universal de programación creado para poder ser utilizado en todos los ordenadores. En este repaso no podía faltar la austriaca Hedy Lamarr (1914-2000), quien, además de trabajar en grandes películas de Hollywood y de prota- gonizar el primer desnudo femenino integral del cine –en la película Éxtasis, de 1933–, se dedicó al estudio de la ingeniería y, junto con el pianis- ta y compositor estadounidense George Antheil, creó el salto de frecuencia, que permite que una señal se expanda por una banda mucho más ancha. En su día, esta tecnología fue la base de los torpedos teledirigidos y hoy lo es del wifi y el Bluetooth. Otra inventora de origen europeo, la química polaco-estadounidense Stephanie Kwolek (1923-2014), creo el kevlar, fibra sinté- tica muy resistente que se usa para fabricar los chalecos antibalas. SI EL ENTUSIASMO Y LA CAPACIDAD DE TRABAJO DE ESTAS INNOVADORAS FUERON ADMIRABLES, LO MISMO SUCEDE EN EL CASO DE LAS INVENTORAS DE HOY. Entre ellas se encuentra la canadiense Ann Makosinski (1997), quien, con tan solo veintiún años, parece decidida a emplear todo su talento y empeño en solucio- nar la escasez de electricidad que sufren muchas naciones del mundo, entre ellas Filipinas, país en el que nació su madre. Distinguida pianista y es- tudiante de Literatura Inglesa en la Universidad de Columbia Británica (Vancouver), Makosinski ha patentado ya dos inventos: la linterna Hollow Flashlight, que no tiene baterías y convierte el calor que transmiten las palmas de nuestras ma- nos en electricidad –basta con sostener el aparato eléctrico para que se encienda–, y la taza e-Drink, que aprovecha el exceso de temperatura del ca- fé vertido en la vasija para generar electricidad y cargar teléfonos o dispositivos de música. La linterna la creó con quince años, tras visi- tar a sus amigos y parientes en Filipinas y vivir personalmente las carencias eléctricas locales. El artilugio le permitió ser distinguida en la Goo- gle Science Fair 2013, la feria de las ciencias que coorganiza el gigante de internet. Igualmente está considerada una de las principales inven- toras del planeta con menos de treinta años. Es-Erna Schneider Hoover 61 ta joven visionaria tiene muy claro que nunca es demasiado pronto para empezar a interesarse por la innovación; de hecho, el primer juguete de Makosinski fue una caja de transistores. Una motivación altruista también inspiró a la bioquímica indus- trial Gabriela León Gutiérrez, de México, que, después de que uno de sus hijos enfermara con solo dos años de edad a causa de un ro- tavirus, decidió que debía crear una sustancia capaz de combatir los elementos patógenos del entorno. El resultado de su investigación fue Nbelyax, una biomolécula inteligente que, sin afectar al cuerpo humano, inactiva virus, bacterias y hongos. Su uso fue esencial en la crisis del Ébola en Liberia, tras ser donado por Gresmex, empresa fundada por Gabriela tras su invención y reconocida por la ONU co- mo “una de las cien que salvaránal mundo en el futuro”. Y no faltará la energía para salvar a esa sociedad venidera, ya que ese es uno de los sectores favoritos de inventores e inventoras. En 2008, Jessica O. Matthews, una estadounidense de origen nigeriano gra- duada en la Escuela de Negocios Havard, creó el Soccket, un balón de fútbol cuya energía acumulada tras ser pateado puede emplear- se para cargar una batería. En la misma línea están los proyectos de Uncharted Power, la empresa que Jessica ha fundado con un socio. Uno de esos programas planea cubrir las ace- ras con paneles que aprovecharán las pisadas de los viandantes para extraer energía. Estas son solo algunas de las mujeres que han aportado sus inventos a la humanidad pa- ra mejorar nuestras vidas. Solo queda confiar en que, si logramos fomentar una mayor pre- sencia de niñas y mujeres en el ámbito de la tecnología, el número de inventoras compro- metidas con el futuro será cada vez mayor. Las ilustraciones de estereportaje forman parte del libro Supermujeres superin- ventoras (Lunwerg Editores, 2018), firmado por la ilustra- dora, historietista y escritora española Sandra Uve. Se trata de un homenaje a más de no- venta mujeres inventoras que han contribuido a transformar y mejorar nuestras vidas. Para saber más Ada Lovelace Con quince años, Ann Makosinski inventó una linterna que no necesita baterías y funciona gracias al calor de las manos
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