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Darwin Chile.indb 1Darwin Chile.indb 1 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 Darwin Chile.indb 2Darwin Chile.indb 2 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 El origen del hombre y la selección en relación al sexo CHARLES DARWIN Prólogo de Rosaura Ruiz G. Edición y estudio histórico de Francisco Pelayo y Miguel Ángel Puig-Samper Traducción de José del Perojo y Enrique Camps LOS LIBROS DE LA CATARATA 2020 Darwin Chile.indb 3Darwin Chile.indb 3 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 BIBLIOTECA DARWINIANA DIRECTORA: Rosaura Ruiz Gutiérrez (UNAM) SECRETARIO: Armando García González y Arturo Argueta Villamar (UNAM) COMITÉ EDITORIAL: Francisco Ayala (Universidad de California, Irving), Heloisa María Bertol Domingues (Instituto de Astronomía de Río de Janeiro), Alción Cheroni (Universidad de Montevideo), Xosé A. Fraga Vázquez (Museos Científicos A Coruña), Álvaro Girón (CSIC), Thomas F. Glick (Universidad de Boston), Alberto Gomis Blanco (Universidad de Alcalá), Ricardo Guerrero (Universidad de Barcelona), Jaume Josa Llorca (CSIC), Carlos López Beltrán (UNAM), Marisa A. Miranda (IIB Intech-Conicet, Argentina), Mauricio Nieto (Universidad de los Andes, Colombia), Ricardo Noguera Solano (UNAM), Juan Núñez Farfán (UNAM), Adolfo Olea Franco (UAM), Francisco Pelayo López (CSIC), Susana Pinar, Pedro M. Pruna (Academia de Ciencias de Cuba), Miguel Ángel Puig-Samper (CSIC), Magali Romero Sá (Casa de Oswaldo Cruz, Río de Janeiro), Rafael Sagredo Baeza (Biblioteca Nacional de Chile), Gustavo G. Vallejo (IIB Intech-Conicet, Argentina), Graciela Zamudio Varela (UNAM). El origen del hombre y la selección en relación al sexo © Del prólogo, Rosaura Ruiz G. © Del estudio histórico, Francisco Pelayo y Miguel Ángel Puig-Samper Edición técnica y maquetación al cuidado de Miguel Ramírez Santillán y María Torre Sarmiento Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.publicacionesoficiales.boe.es © Los Libros de la Catarata. Reimpresión 2020 Fuencarral, 70 28004 Madrid Tel. 91 532 20 77 www.catarata.org ISBN: 978-956-244-472-9 IBIC: PS/PSAJ/PSX Depósito Legal: M-33.226-2019 Núms. Proyectos de Investigación: AEI/UE-FEDER (HAR2016-75331-P) Este libro ha contado con el apoyo económico del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural de Chile Este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se hagan constar el título y la autoría. Darwin Chile.indb 4Darwin Chile.indb 4 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 Índice Prólogo, de Rosaura Ruiz G. .......................................................................................................... VII Estudio histórico, de Francisco Pelayo y Miguel Ángel Puig-Samper .............................................XIX EL ORIGEN DEL HOMBRE Y LA SELECCIÓN EN RELACIÓN AL SEXO Prefacio, de José del Perojo ................................................................................................................ 3 Prólogo de la segunda edición ............................................................................................................. 5 Introducción ...................................................................................................................................... 7 PRIMERA PARTE. EL ORIGEN DEL HOMBRE Capítulo 1. Testimonios de que el hombre procede de alguna forma inferior .......................................15 Capítulo 2. Sobre la manera de desarrollarse el hombre de un tipo inferior .........................................29 Capítulo 3. Comparación entre las facultades mentales del hombre y las de los animales inferiores ......................................................................................................57 Capítulo 4. Continúa la comparación entre las facultades mentales del hombre y de los animales inferiores ...........................................................................................................81 Capítulo 5. Desarrollo de las facultades intelectuales y morales en los tiempos primitivos y en los civilizados .....................................................................................................103 Capítulo 6. Afinidades y genealogía del hombre ...............................................................................117 Capítulo 7. Las razas humanas.........................................................................................................133 Nota sobre las semejanzas y diferencias en la estructura y el desarrollo del cerebro en el hombre y los simios, de Thomas Henry Huxley .......................................................................................155 Darwin Chile.indb 5Darwin Chile.indb 5 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 SEGUNDA PARTE. SELECCIÓN SEXUAL Capítulo 8. Principios de la selección sexual .....................................................................................167 Capítulo 9. Los caracteres sexuales secundarios en las clases inferiores del reino animal ...................205 Capítulo 10. Caracteres sexuales secundarios de los insectos .............................................................215 Capítulo 11. Insectos (continuación) ...............................................................................................237 Capítulo 12. Caracteres sexuales secundarios de los peces, anfibios y reptiles ....................................255 Capítulo 13. Caracteres sexuales secundarios de las aves ..................................................................273 Capítulo 14. Aves (continuación) ....................................................................................................299 Capítulo 15. Aves (continuación) .....................................................................................................325 Capítulo 16. Aves (conclusión) .........................................................................................................339 Capítulo 17. Caracteres sexuales secundarios de los mamíferos .........................................................365 Capítulo 18. Caracteres sexuales secundarios de los mamíferos (continuación) .................................381 TERCERA PARTE. SELECCIÓN SEXUAL EN RELACIÓN AL HOMBRE Capítulo 19. Caracteres sexuales secundarios del hombre ................................................................403 Capítulo 20. Caracteres sexuales secundarios del hombre (continuación) ..........................................423 Capítulo 21. Resumen general y conclusión ......................................................................................437 Nota suplementaria sobre la selección sexual en relación a los monos ...............................................447 Darwin Chile.indb 6Darwin Chile.indb 6 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 1 En adelante, El origen de las especies. 2 Phillip Sloan (2019): “Darwin: From Origin of Species to Descent of Man”, Stanford, Stanford Encyclopedia of Philosophy Archive. Prólogo RosauRa Ruiz G. Univesidad Nacional Autónoma de México (UNAM) VII PUBLICADO en 1871, El origen del hombre y la selección en relación con el sexo se puede pensar como una obra culminante de Charles Robert Darwin (1809-1882). En este libro, al aplicar su teoría de la evolución a la especie humana, Darwin muestra una mayor radicalidad de la que se evidencia en El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida (1859)1, ya que su ruptura con la visión victoriana es total. Para Darwin, toda caracterís- tica de la especie tiene su origen en la evolución. En este punto se diferencia de Alfred Russel Wa - llace (1823-1913), el llamado codescubridor de la selección natural, quien deja fuera de su teoría el origen de la humanidad por una convicción profunda y de antaño sobre la imposibilidad de la aparición naturaldel ser humano. Como se verá más adelante, esta diferencia entre Darwin y Wallace es tan importante que incluso se podría debatir que la teoría que defienden es la misma, aunque presenta importantes similitudes, ya que la independencia de cualquier fuerza metafísica del mecanismo de la selección natural es central para la teoría darwiniana. En El origen de las especies Darwin renuncia a analizar la evolución de la especie humana como un movimiento estratégico, anticipándose a las grandes críticas que sabía que se avecinaban. No es sino hasta el libro que tiene en sus manos cuando Darwin aplica por completo su teoría a la explicación de la aparición de nuestra especie. Como señala Philip Sloan2, en El origen del hom bre Darwin lleva sus reflexiones más radicales al extremo. Hay en su pensamiento un gran avance, un cambio, y les parece a muchos de sus lectores (incluso a aquellos que estuvieron previamente de acuerdo con las ideas planteadas en El origen de las especies) que Darwin se pone del lado de los pensadores materialistas y antirreligiosos más abiertamente contestatarios, como el médico y filósofo alemán Friedrich Karl Christian Ludwig Büchner (1824-1899), conocido por defender a la ciencia como fuente de conocimiento sobre toda Darwin Chile.indb 7Darwin Chile.indb 7 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 VIII ROSAURA RUIZ G. 3 Phillip Sloan (2019): op. cit. 4 Charles Darwin (1859): On the origin of species by means of natural selection, or the preservation of favoured races in the stru ggle for life, Londres, John Murray, p. 331. forma de saber teológico y metafísico; el fisiólogo holandés Jacob Moleschott (1822-1893), mecani- cista consagrado; el biólogo inglés Edward Aveling Bibbins (1849-1898), quien fue socialista, porta- voz del ateísmo y ávido divulgador de la teoría darwiniana, y el zoólogo alemán Ernst Hæckel, promotor destacado de las ideas de Darwin sobre la evolución biológica. En su introducción (en este libro) Pelayo y Puig-Samper mencionan a Carl Vogh y a Buchner entre los citados por Darwin en la introducción a El origen del hombre. La cuestión humana ya había sido tratada antes de la publicación de El origen del hombre3, cuando menos en parte, por Thomas Huxley (1825-1895) en Evidence as to Man’s place in Nature (1863); por Charles Lyell (1797-1875) en Geological Evidences of the Antiquity of Man (1863); por Alfred Russel Wallace en The Origin of Human Races and the Antiquity of Man Deduced from the Theory of “Natural Selection” (1864) y Contributions to the Theory of Natural Selection: A Series of Essays (1870), y por Ernst Hæckel (1834-1919), en La historia de la crea ción natural (1868). Sin embargo, ninguno de estos autores se atrevió a abordar los problemas más profundos que presenta el incluir al ser humano en el proceso evolutivo. Para Lyell, por ejemplo, el habla humana era una diferencia insuperable que reque- ría de la participación de Dios; en el mismo sentido Wallace incluye a la mente humana. Sólo Hæckel elaboró una modesta explicación científica de la humanidad desde la teoría evolutiva, pero no llegó a desarrollar una justificación de la ética ni de la orga- nización social. Menos aún los orígenes de las razas humanas y la relación de las propiedades mentales del ser humano con las de los demás animales. El único que lo hizo fue Darwin, partiendo de su plan- teamiento anterior (la transformación de las especies por medio de la selección natural) y agregando nue- vos elementos, como indica Sloan. Conviene enton- ces recordar brevemente el planteamiento central de la teoría darwiniana de la evolución. En El origen de las especies Darwin explica el surgimiento de la diversidad biológica mediante una teoría científica basada en la idea de “descendencia con modificación”4. Darwin reconoció que existen diferencias entre los organismos y propuso el mecanismo de selección natural como fuerza orientadora de la evolución, que favorece las variantes con mayor adecuación. Para Darwin, el proceso de transformación de las especies sucede porque unos organismos viven y otros mueren. Aquellos que sobreviven se reproducen y trans- miten sus características a la siguiente genera- ción. Mediante modificaciones sucesivas, una especie se convierte gradualmente en otra dife- rente a la que le dio origen. Darwin admite que, en su actuar, la selección natural diseña órganos, estructuras y nuevas especies. Es creativa e inno- vadora: la arquitecta que adapta los organismos a las condiciones ambientales; pero, al mismo tiem- po, depende de la variación —en especial de la variación espontánea—, ya que la selección natu- ral por sí sola no produce modificaciones. Las varia- ciones que ocurren por la herencia de modificaciones adquiridas o por la acción directa del ambiente son adaptaciones que, por ser favorables, serán mante- nidas. Es así como, a partir de variaciones al azar (variaciones que no surgen para resolver un proble- ma en la adaptación) y de la acción positiva (favo- reciendo) o negativa (eliminando) de la selección natural, ocurre la transformación de las especies en el tiempo. Una de las herramientas más eficaces que tenemos para entender la selección natural es la metáfora de la selección artificial que utilizó el pro- pio Darwin. La forma en la que los ganaderos y agricultores producen nuevas variedades es análo- ga a la selección natural, que actúa preservando las variaciones favorables y eliminando las perjudicia- les. Un ganadero selecciona las vacas que producen más leche y las reproduce generación tras genera- ción. Al cabo de un tiempo razonable, tiene una población de vacas lecheras. Sin plan preconcebido —a diferencia de la selección artificial—, la selec- ción natural preserva las variedades mejor adapta- das. Al paso de miles o millones de años, se tiene una nueva especie. VIII Darwin Chile.indb 8Darwin Chile.indb 8 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 IX PRÓLOGO 5 Charles Darwin (1859): op. cit., p. 488. 6 Sandra Herbert (1974): “The Place of Man in the Development of Darwin’s Theory of Transmutation”, Journal of the History of Biology, 7, 2, pp. 217-258. 7 Charles Darwin (1871): The des cent of man and selection in relation to sex, Londres, John Murray, p. 21. 8 Phillip Sloan (2019): op. cit. 9 Robert J. Richards (2003): “Dar - win on Mind, Morals and Emotions”, The Cambridge Companion to Darwin, ed. Jonathan Hodge y Gregory Ra - dick, Cambridge, Cambridge Uni - versity Press, pp. 92-115. Aunque Darwin no parte de la selección artifi- cial para el desarrollo de su teoría, sí la utiliza en muchos y muy variados ejemplos para explicar cómo una especie puede transformarse en otra con el paso del tiempo. Si pensamos en el origen de la vida misma, en el surgimiento de todas y cada una de las especies que nos rodean y en las relaciones de ancestría que existen entre ellas es previsible que lleguemos, más temprano que tarde, a la pre- gunta por el ser humano. ¿Cuál es nuestro papel en la naturaleza? ¿Cómo surge el ser humano? Pensarnos a nosotros mismos es un problema que toca muy de cerca y genera una gran contradicción con la tradición eclesiástica, sólo equiparable a las teorías sobre el origen del universo. Darwin lo sabía. Por eso, en El origen de las especies deja fuera al organismo que más nos interesa como personas. Sólo hacia el final de su libro menciona: En el futuro lejano veo campos abiertos para muchas más investigaciones importantes. La psicología se basará en una nueva fundación, la de la necesaria adquisición de cada poder mental y capacidad por gradación. La luz será arrojada sobre el origen del hombre y su historia5. Y vaya si tenía razón en tomar precauciones. Las reacciones a su obra fueron diversas, pero los estudios muestran que el grueso de las polémicas se dio en torno al origen natural del ser humano y su relación de parentesco con otras especies animales. Desde el viaje del Beagle, Darwin tuvo interésen la especie humana y fue extremadamente pro - gresista, como lo fue también su abuelo Erasmus Darwin. Aun con una visión fijista de la naturaleza, tuvo grandes discusiones e incluso conflictos con el capitán del barco, Robert FitzRoy (1805-1865), por la defensa que éste hacía de la esclavitud. Tras visitar Tierra del Fuego, calificó a sus habitan - tes como personas muy inteligentes. Conocía a los llamados por los ingleses “fueguinos”, que fueron llevados a Inglaterra en un viaje anterior del Beagle y después devueltos a su lugar de origen. En Londres aprendieron inglés y adquirieron algu- nos de los comportamientos de los británicos. Se dijo, también, sorprendido por la ignorancia de los habitantes de la Tierra del Fuego, así como de su tecnología poco desarrollada. No obstante, al poco tiempo le quedó claro que las diferencias entre los grupos humanos son culturales y no bio- lógicas. Entonces entendió que todos los grupos humanos pertenecen a una sola especie. Sandra Herbert6 desarrolla un espléndido análisis de cómo el contacto de Darwin con dichos grupos marcó el planteamiento de su teoría. Darwin era adepto al gradualismo lyelliano, lo que le llevó a pensar que las diferencias culturales entre las poblaciones humanas son una prueba de la gradualidad de la evolución. Estaba convencido de que la evolución en grandes poblaciones está favorecida por la exis- tencia de un número elevado de variantes, una idea que sería revindicada más tarde en el planteamien- to teórico del biólogo estadístico Ronald Aylmer Fisher (1890-1962) con la fundación de la genética de poblaciones. Las observaciones de Darwin en humanos, incluidos sus amigos y familiares, lo llevaron a sostener que no hay diferencias sustanciales entre los humanos y otros animales: “las diferencias son sólo de grado”7, consideró. Desde sus primeras notas sobre la transmutación de las especies —por ejemplo, en el cuaderno B— sostuvo que incluso la mente y los instintos son resultado de la adap- tación a nuevas circunstancias8. Los cuadernos M y N (1838-1840) registran muchas de sus ideas centrales sobre la evolución de la especie humana9. En El origen del hombre Darwin radicaliza su lenguaje y, a diferencia de los contemporáneos que escribieron también sobre la evolución humana, no deja ninguna duda acerca del origen, por Darwin Chile.indb 9Darwin Chile.indb 9 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 X ROSAURA RUIZ G. 10 F. Pelayo y M. Á. Puig-Samper (1991): “Gestación”, de la obra The Descent of Man, and the Selection in Relation to Sex. 11 Adrian Desmond y James Moore (1994): Darwin: The Life of a Tormented Evolutionist, Nueva York, W.W. Nor - ton & Company. 12 Ernst Mayr (1976): Evolution and the Diversity of Life: Selected Essays, Systematic Zoology, vol. 26, Cambridge MA, Harvard University Press, p. 77; Mark Pagel (ed.) (2002): Encyclopedia of evolution, vol. 2, Oxford y Nueva York, Oxford Uni - versity Press, p. 688. completo natural, de nuestra especie y todas sus características. El origen del hombre y la selección en relación con el sexo salió a la venta por 24 chelines el 24 de febrero de 1871. Una segunda impresión se agotó tres semanas más tarde y para finales de marzo se imprimieron 4.500 copias adicionales10. La primera versión traducida al español de este libro se publicó en Barcelona en 1876. La presente edición corresponde a la traducción de José del Perojo y Enrique Camps, publicada por primera vez en Madrid nueve años más tarde (1885) por la Administración de la Revista de Medicina y Cirugía Plásticas. Desde la primera vez que el libro salió a la venta las respuestas a la obra fueron impresionan- tes. Todo el mundo hablaba sobre el planteamiento de Charles Darwin y la aceptación entre el público fue rotunda. Se presentaron tan pocas críticas que Darwin le pidió a John Murray, su editor, revisar todas las reseñas (especialmente las religiosas), esperando confirmar sus peores miedos. Pero es to nunca ocurrió. La mayoría de los opositores expre- saron una pequeña queja. Y eso fue todo. La prin- cipal oposición fue la negación de que hubiese una diferencia sólo de grado entre las propiedades fun- damentales de los humanos y las de los animales. Fuera de ello, pesaba todavía la negación del papel divino en el surgimiento de la especie y el carácter no teleológico de la teoría de la selección natural, como fue presentada en la quinta y sexta edición de El origen de las especies. Darwin, por supuesto, se sintió inmensamente aliviado. Consideró que la falta de ataques hacia su persona y su trabajo (o de nuevos ataques, por lo menos) era señal de que se gozaba de mayor libertad en Inglaterra11. Si comparamos El origen de las especies con El origen del hombre, la mayor diferencia, en la teoría en general, es el énfasis que Darwin hace en el segundo trabajo sobre la importancia de los procesos secundarios de selección sexual para la evolución de los animales. La selección sexual es, a grandes rasgos, la selección de las hembras por los machos o viceversa para propósitos reproductivos. Este tipo de selección había jugado un papel menor en el argumento original de El origen de las especies y su importancia fue negada por los contemporáneos de Darwin, siendo el más relevante entre ellos Alfred Russel Wallace. En El origen del hombre Darwin desarrolla esta forma secundaria de selección con un detalle extenso. Considera que se trata de un factor crítico en la evolución que puede incluso trabajar contra la selección natural ordinaria. La selección sexual es fundamental para explicar el dimorfismo sexual y aquellos caracteres y propiedades de los organismos que no pueden ser justificados en la adaptación al medio, como por ejemplo órganos de reproducción muy elaborados, los colores brillantes en peces y aves y caracteres aparentemente maladaptativos, como el gran cuerno del escarabajo rinoceronte. Estructuras que pudieran parecer resultados anómalos de la selección natural, que trabaja por la sobrevivencia óptima de los organismos en la naturaleza, pero que en realidad ayudan a la reproducción de los organismos que las portan y son, por lo tanto, conservadas en el proceso evolutivo. Una dramática extensión de esto a los seres humanos explica para Darwin el origen de nuestra especie: la combinación de la selección natural y la sexual llevó a la evolución del dimorfismo sexual exhibido por los humanos, al origen de las razas humanas y, en última instancia, a la evolución del ser humano a partir de ancestros simiescos12. El surgimiento de la ética Otro tema central en El origen del hombre es el de la ética (el origen biológico de las capacidades morales). En el capítulo tercero de El origen del hombre Darwin explica en detalle su teoría sobre el origen Darwin Chile.indb 10Darwin Chile.indb 10 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XI PRÓLOGO 13 Phillip Sloan (2019): op. cit. 14 Charles Darwin (1871): op. cit., p. 49. 15 Robert J. Richards (1991): “On Mind, Morals and Emotions”, en J. Hodge y G. Radick, op. cit., pp. 92- 115. de la ética, ofreciendo ideas desde su posición como naturalista que contrastan con los postulados éti- cos tradicionales, formulados desde el utilitaris- mo y la deontología kantiana13. Tanto una como la otra se centran en la oposición constante entre lo bueno y lo malo como resultado de las accio- nes de cada persona, mientras que para Darwin el problema central es cómo surge en la historia evolutiva de la especie la capacidad para realizar juicios de valor. Aunque no hay duda de su origen biológico, la capacidad moral del ser humano es de una mag - nitud extraordinaria en relación con el al truismo y la empatía que se observan en otros animales, como los perros y los simios. Esto es algo que Darwin sabía muy bien, por eso durante el proceso de recepción y discusión de la teoría darwiniana de la evolución de las especies se mantuvo al margen de las discusiones, yguardó sus reflexiones más pro- fundas sobre el origen del ser humano y sus capacida- des morales para la obra que hoy nos ocupa. En ésta, no sólo presentan “pruebas de que el hombre des- ciende de una forma inferior”, en el primer apartado, sino que explora el surgimiento de las capacidades mentales del ser humano mediante procesos natu- rales —particularmente la moral—, rompiendo con cualquier tipo de explicación religiosa o sobrenatural sobre el surgimiento de la facultad humana para dis- tinguir entre el bien y el mal. Para el padre de la teoría de la evolución, el proceso de surgimiento de las capacidades men - tales del ser humano es completamente gradual y empieza en los animales. Ejemplo de ello son los perros domésticos que, aunque descienden de los lobos y los chacales (que de acuerdo con Darwin los superan en astucia), poseen cualidades morales —como el cariño, la confianza y una cierta inteligencia general— de las que carecen sus ancestros. Sobre la inteligencia sostiene, además, que otros animales han llegado a desarrollarla en grado suficiente para hacer a unas especies más astutas que otras, lo que confiere una ventaja para la supervivencia. Como ejemplo utiliza el caso de la rata común, que triunfó sobre varias especies de ratas nativas en América del Norte y Nueva Zelanda. Tras hablar de la inteligencia Darwin aborda al uso de herramientas, señalando que este rasgo no sólo se encuentra en el ser humano, sino también en especies como el chimpancé, que rompe con el auxilio de una piedra la cáscara dura de ciertos frutos e incluso puede aprender a romper la cáscara de una nuez si se le enseña. Para Darwin no existe una diferencia funda - mental entre las capacidades mentales de los ani- males inferiores y las del ser humano. Cualquier animal podría alcanzar los atributos del sentido moral y la conciencia si se dieran las condiciones necesarias. En palabras del propio Darwin: “Un animal cualquiera, dotado de instintos sociales pronunciados, adquiriría inevitablemente un sen - tido moral o una conciencia tan pronto como sus facultades intelectuales se hubiesen desarrollado tan bien, o casi tan bien, como en el hombre”14. Sostiene que hay una diferencia más grande entre las capacidades mentales de un pez y un simio que entre las del simio y un humano, y que este inter- valo puede ser cubierto por infinitas gradaciones. Lo que Darwin defiende, en resumidas cuentas, es una gradualidad estricta en la evolución del intelecto, humano y animal, y de la moralidad, igual a la de cualquier otra característica cuyo surgimiento pueda ser explicado mediante causas naturales. Aunque El origen del hombre no se publica hasta 1871, la teoría de Darwin sobre el origen biológico de la moral precede incluso a la publicación de El origen de las especies. Robert Richards sostiene, en un análisis detallado de la forma en la que Darwin construyó sus ideas sobre el origen de la ética, que los antecedentes históricos más cercanos al pensamiento de Darwin se encuentran en la tradición escocesa, particularmente en el sentido moral de Adam Smith (1723-1790) y David Hume (1711-1776), como fue desarrollado por sir James Mackintosh (1765-1832), pariente distante de Darwin15. Darwin Chile.indb 11Darwin Chile.indb 11 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XII ROSAURA RUIZ G. 16 Robert J. Richards (2003): op. cit. 17 Ibid., pp. 97-99. 18 Ibid. En una etapa temprana de su teoría sobre el origen biológico de la moral, una de las mayo- res influencias de Darwin fue Moral and Poli tical Philosophy, de Willam Paley (1743-1805). Acep tando la regla central de Paley de que las normas conductuales que son de “utilidad” o “convenien cia” a largo plazo para un grupo o para un individuo se conservan, Darwin elabora una interpretación biológica de la propuesta en septiembre de 1838. Sugiere que aquellos hábitos que preservan los animales, tales como la cama- radería y el cuidado parental, deben haber sido practicados por muchas generaciones y así, con el paso del tiempo, se convirtieron en instintivos. Lo que llamamos “bueno”, entonces, correspon- de a esos instintos benéficos duraderos que han probado ser necesarios para la cohesión social y el desarrollo. Darwin, señala Richards, supone que lo que Paley tomó como una regla de acción posterior (actuar para alcanzar una utilidad ge- neral en el futuro) podía transformarse en una regla que describiera los instintos que surgen de comportamientos sociales que han sido benéficos en grandes períodos de tiempo. Sin embargo, des- pués de examinar el pensamiento expresado por sir James Mackintosh en Dissertation on Progress or Ethical Philosophy (1836), Darwin modifica su temporal aceptación de la regla de la utilidad de Paley, pues le convence la objeción de Mackin- tosh a la noción de que el placer egoísta (de sa- tisfacer un instinto, por ejemplo) pueda al final motivar la acción correcta. Mackintosh más bien se posiciona con aquellos que creen que la natura- leza humana viene acompañada de un profundo sentido de rectitud moral. Para él, los seres hu- manos son altruistas. Actúan es pontáneamente por el bienestar de sus colegas e inmediatamente aprueban tales acciones cuando se presentan en otros. No obstante, Mackintosh no niega la uti- lidad de la conducta moral. En un determinado momento uno podría valorar el comportamiento moral y calcular racionalmente sus ventajas, pero tales cálculos no son, en opinión de Mackintosh, el impulso inmediato de la acción, que más bien se encuentra en el alma humana. Mientras Mackintosh considera que las facul - tades mentales son innatas y que el conocimiento de lo correcto e incorrecto es instintivo, Darwin se pregunta de dónde vienen los instintos morales. Desde su razonamiento, éstos debieron de haber si- do desarrollados a partir de instintos útiles para ci- mentar las relaciones entre los individuos de las tri- bus ancestrales16. Darwin distingue el criterio para la conducta correcta (utilidad) del motivo para tal conducta (una disposición innata). Tras la lectura de Thomas Malthus (1766-1834) razona que si los hábitos de cuidado parental, la cooperación grupal y otros comportamientos similares fueron conser- vados a lo largo de las generaciones, pudieron ha- berse incorporado como un legado hereditario de la especie y se manifiestan actualmente como instin- tos para la conducta moral. Cada vez que un indi- viduo con inteligencia suficiente recuerda después de la acción un comportamiento provocado por las disposiciones innatas, siente renovada satis- facción y puede percibir la utilidad social de dicho comportamiento (me porto bien, me siento bien, soy aceptado). Darwin, concluye Richards, resol- vió el problema de la coincidencia entre el motivo moral y el criterio moral, y fue en 1840 cuando, a partir de los estudios de himenópteros, se planteó por primera vez la selección grupal17. Desde esta perspectiva, los comportamientos morales tienen el potencial de hacer a un grupo humano más apto que otro. Los impulsos altruistas y empáticos otor- gan ventajas a una tribu sobre otra y por lo tanto se convierten en una característica de la evolución de las comunidades humanas18. Sin la lectura de Malthus Darwin difícilmente hubiera alcanzado esta conclusión. Para Malthus es to muestra la necesidad de controlar el crecimien- to poblacional, por ejemplo, con políticas públicas de cero apoyo a las personas de escasos recursos. Para Darwin esto implica el descubrimiento de una forma de competencia hasta entonces desconocida por la historia natural: la competencia al interior Darwin Chile.indb 12Darwin Chile.indb 12 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XIII PRÓLOGO 19 Robert J. Richards (2003): op. cit., p. 108. 20 Charles Darwin (1859): op. cit., p. 209. 21 Ernst Mayr (1976): op. cit., p. 74. de una especie, en la que triunfan los individuos (o en este caso los grupos) con las variaciones me- jor adaptadas a las circunstancias.La cohesión social (el trabajo en equipo) que se fomenta con el comportamiento moral es una de estas variaciones favorables que otorgan ventajas a las poblaciones cuyos individuos desarrollan comportamientos so- ciales y, sobre todo, éticos. La sociabilidad, clave para entender el proceso de evolución humana, es otro rasgo que evidencia para Darwin la gradualidad en el surgimiento de las capacidades morales. Los comportamientos sociales son favorecidos por la selección natural. Para vivir en comunidad los animales sociales de- ben ser fieles entre sí. Los que siguen a un je fe deben contar con cierto grado de lealtad. La vida social, di- ce Darwin, representa una ventaja para escapar de los peligros. Por su organización, las especies socia- les requieren el desarrollo de comportamientos que permitan la vida en grupo; los individuos que en- cuentran placer en estar juntos son favorecidos por la selección natural. Este tipo de comportamientos son conservados por una selección de carácter gru- pal durante el proceso evolutivo de la especie. Las tribus que cuentan con un alto estándar de moralidad (es decir, aquéllas en las que las acciones de los individuos siguen los principios básicos de fidelidad, patriotismo, obediencia, valentía, em- patía y autosacrificio, no sólo para con sus familia- res, sino también hacia otros miembros del grupo) tienen mayores posibilidades de sobre vivencia que las tribus donde los individuos no ayudan a otros o sólo protegen a sus familiares. La selección natural favorece la reproducción de tales grupos y, por en- de, el avance en la moralidad. El problema en este razonamiento se encuentra cuando pensamos en la reproducción de cada uno de los miembros del grupo. Es probable que un in- dividuo con instintos altruistas de autosacrificio pierda la vida protegiendo a sus compañeros. Como consecuencia, éste no se reproduce, mientras que un individuo egoísta sí lo hace. Al darse cuenta de es- te problema, Darwin propone la idea del altruismo recíproco, según la cual los miembros de la comuni- dad aprenden que si ayudan, serán ayudados. Tam- bién reconoce que mientras algunos comportamien- tos producen orgullo, otros generan vergüenza. Para Darwin, es en esta combinación de emociones donde se encuentra el incentivo para adoptar acciones al- truistas. Los humanos buscamos la admiración y evitamos el rechazo19. De acuerdo con Darwin, la capacidad moral del ser humano fue favorecida por la selección natural y deriva directamente de los ins- tintos sociales. Es, en suma, una herramienta que nos permite vivir en comunidad. ¿Es Wallace el codescubridor, con Darwin, de la teoría de la selección natural? A pesar de que el tema de la selección sexual ya había sido abordado por Darwin en El origen de las especies, una parte importante de El origen del hombre está dedicada a explicar las caracterís- ticas de los animales que no se pueden entender ex clusivamente a partir de la selección natural, en particular algunas relacionadas con el dimor- fismo sexual (las diferencias físicas observables entre hem bras y machos de la misma especie). De acuerdo con Darwin, la selección sexual es aque- lla selección que depende de la ventaja que algu- nos individuos de la misma especie y sexo tienen sobre otros para la reproducción20. Para Darwin, no todas las diferencias entre los sexos son resultado de la selección sexual. Muchas de ellas están asociadas con la reproducción (como los órganos sexuales primarios y secundarios) y con las especializaciones de cada uno de los sexos a los nichos donde habitan. En estos casos, existen mo- dificaciones que han sido guiadas por la selección natural. La selección sexual sólo se involucra con aquellos componentes que fueron adquiridos como resultado de una ventaja reproductiva21. Ejemplo de ello es la cornamenta de los ciervos que los ma- chos de la especie utilizan para competir entre ellos por las hembras. De acuerdo con el autor, los Darwin Chile.indb 13Darwin Chile.indb 13 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XIV ROSAURA RUIZ G. 22 Mark Pagel (2002): Encyclopedia of evolution, Oxford, Oxford University Press, p. 688. 23 Alfred Russel Wallace (1891): Natural selection and tropical nature: essays on descriptive and theoretical bio logy, Londres, Macmillan. 24 Norman Johnson (2008): “Di rect selection for reproductive isolation: the Wallace effect”, en Natural Selection and Beyond The Intellectual Legacy of Alfred Ru ssel Wallace, ed. Charles Smith y Georges Beccaloni, Oxford, Oxford University Press, pp. 114-124. 25 Alfred Russel Wallace (1889): Darwinism; an exposition of the theory of natural selection with some of its applica tions, Londres, Macmillan. efectos de la selección sexual pueden ser funcio- nalmente similares a aquellos que existen en po- blaciones con un superávit de machos. Si cada macho asegura dos o más hembras, muchos ma- chos no podrán aparearse. En este caso, los carac- teres que promueven la poligamia son transmiti- dos a la siguiente generación, lo que provoca que los machos sean cada vez más diferentes de las hembras. Estudios de campo recientes en aves y ma míferos muestran que los caracteres asociados con el dimor- fismo sexual, acentuado en la morfología o en el com- portamiento de aves y mamíferos, se utilizan para atraer a las hembras. En estos casos, sólo un peque- ño porcentaje de los machos se aparea. Los estudios también indican que, en algunas especies de aves, las hembras son relativamente libres de escoger a sus parejas22. Sin embargo, el tema se sigue discutiendo pues también se han encontrado evidencias en con- trario, sustentando la opinión de Wallace. Dicho mecanismo fue un punto de desacuerdo fundamental entre Darwin y Alfred Russel Wa - llace, quien consideró innecesario hablar de un tipo de selección adicional a la selección natural. Para él, todas las características asociadas con la re- producción pueden ser explicadas como resultado de la selección natural. En el caso de las aves, por ejemplo, Wallace considera que la selección natu- ral favorece a las hembras más discretas, pues son las que generalmente cuidan a las crías. Los colores de su plumaje son menos vistosos que los de los ma- chos porque esto les permite ocultarse fácilmen- te23. Para Darwin, en cambio, las hembras escogen a los machos más vistosos y que presentan deter- minados desplantes conductuales. Ellos son los que logran el éxito para el apareamiento. Por eso, los plumajes coloridos se preservan a lo largo de las generaciones a pesar de representar un riesgo para los individuos, que son detectados con mayor faci- lidad por los depredadores. Otra diferencia significativa entre los pen - samientos de Darwin y Wallace es su visión sobre el aislamiento reproductivo24. Wallace afirma que la selección natural puede favorecer la aparición de formas que impiden la reproducción entre dos espe- cies (los actualmente denominados “meca nismos de aislamiento”) en determinadas condiciones: El caso más simple en el que podemos pensar es aquél en el que dos formas o variedades de una especie, que ocupan un área extensa, están en pro- ceso de adaptación a dos modos diferentes de vida en la misma área. Si estas dos formas se cruzaran libremente y produjeran descendencia mestiza fértil, la diferenciación de éstas en dos especies distintas se vería retardada o quizá se imposibili- taría del todo, pues los productos del cruce serían, tal vez, más vigorosos por efecto de la unión, aunque menos perfectamente adaptados a las condiciones de existencia que cualquiera de las va - riedades originales. Esto establecería, sin duda, fuerzas antagónicas para la diferenciación en dos formas distintas25. En contraste, Darwin piensa que los meca nis - mos que evitan la reproducción entre dos especies son resultado de la acumulación de cambios provo- cados por la selección natural: La opinión comúnmente mantenida por los naturalistas es que lasespecies han sido dotadas de esterilidad cuando se cruzan, a fin de impedir su confusión. Esta opinión realmente parece a primera vista probable, pues las especies que viven juntas difícilmente se hubieran conservado distintas si hubiesen sido capaces de cruzarse libremente. El asunto es, por muchos aspectos, importante para nosotros, especialmente por cuanto la es terilidad de las especies cuando se cruzan por vez primera y la de su descendencia híbrida no pueden haber Darwin Chile.indb 14Darwin Chile.indb 14 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XV PRÓLOGO 26 Charles Darwin (1859): op. cit., p. 264. 27 Georges Canguilhem (1959): “Les concepts de ‘lutte pour l’existence’ et de ‘sélection naturelle’”, 1858: Char les Darwin et Alfred Russel Wa llace, Palais de la décou verte. 28 Janet Browne (1996): Char les Darwin: voyaging, vol. 40, Nueva Jersey, Prin ceton University Press, p. 388. sido adquiridas, como demostraré, mediante la conservación de sucesivos grados útiles de es - terilidad. Es un resultado incidental de diferen - cias en los aparatos reproductores de las especies madres26. Es decir que, para Wallace, el aislamiento re- productivo se genera cuando la selección sexual elimina a los híbridos favoreciendo a los indivi- duos que no se reproducen con la población veci- na (efecto Wallace); mientras que Darwin afirma que es consecuencia de la separación para la re- producción que se produce debido a la acumula- ción de va riaciones dentro de las poblaciones, lo que resulta a la larga en la generación de dos o más especies que son incapaces de reproducirse entre ellas. Aunque ambas ideas han resultado importan- tes para la biología, no se puede ignorar el hecho de que son fundamentalmente distintas, como lo es también su visión de las diferencias entre la selec- ción artificial y la selección natural. Para Wallace, ambos fenómenos son absolutamente distintos. Sostiene que lo que es válido para una, por lo gene- ral, no es válido para la otra; más aún, considera que la analogía de la selección artificial personifica a la selección natural, lo cual en su opinión es erró- neo. Darwin, en cambio, opina que la selección ar- tificial es una evidencia de la existencia de la selec- ción natural. Por ello la utiliza como ejemplo ex plicativo. Es, a fin de cuentas, la aplicación prác - tica del ser humano del mecanismo de la selección natural. Las concepciones de Darwin y Wallace son similares en tanto que se basan en el modelo eco- nómico de Malthus27, pero estas tres diferencias fundamentales (la selección sexual, el aislamiento reproductivo y la selección artificial y, sobre to- do, la participación de fuerzas sobrenaturales en la evolución humana) hacen imposible pensar que la teoría de la evolución de las especies que ambos sostienen sea la misma. Un gran momento de Darwin, punto cul - minante en la formulación de su teoría de la evolu- ción por medio de la selección natural, fue cuando a partir de la lectura de los principios de la pobla- ción comprendió que los organismos que mueren no son necesariamente los más débiles y los que sobreviven no siempre son los más fuertes, sino los mejor adaptados en un tiempo y espacio precisos; y, sobre todo, que esa diferencia se debe a las va- riaciones heredables en la estructura y en el com- portamiento de los individuos de la especie. Como parte de la selección natural, la muerte puede ser creativa, ya que permite preservar las adaptacio- nes útiles de algunos organismos mientras que eli- mina las perjudiciales. Al transferir el sistema mal- tusiano de equilibrios y balances en las poblaciones humanas al mundo natural, Darwin encontró una manera de explicar cómo las especies pueden cam- biar o perecer. La lucha por la supervivencia pro- duce y explica la adaptación. La muerte y la sobre- vivencia diferenciales mantienen en la población las diferencias favorables, pero también otras que, sin ser favorables (son neutras en relación con la adaptación), se conservan y como resultado con- tribuyen a la variabilidad de la población28. Es- ta crucial influencia de Malthus en Darwin es la misma que el economista provocó en Wallace. Por ello, el propio Darwin aceptó la visión de Wallace como extremadamente similar a la suya; es la lu- cha por la existencia malthusiana llevada a la na- turaleza. Por otro lado, son indudables las grandes aportaciones que Wallace hizo a la biología evolu- tiva probando la lógica de la teoría darwiniana y extendiendo su rango. El conocimiento de Wallace de la distribución y las complejidades de la adap- tación le permitieron explorar la teoría de la evo- lución en formas nuevas y diferentes. Su trabajo sobre la coloración animal y el proyecto que abrió con la publicación de Geografical Distribution of Animals, en 1876, e Island Life, en 1881, disparó las investigaciones sobre biogeografía a finales del siglo XIX. Sin embargo, en su último libro, World Darwin Chile.indb 15Darwin Chile.indb 15 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XVI ROSAURA RUIZ G. 29 Charles Smith (2008): “Wallace, Spiritualism, and Beyond: ‘Change’ or ‘No Change’?”, Natural Selection and Beyond The Intellectual Legacy of Alfred Russel Wallace, ed. Charles Smith y George Beccaloni, Oxford, Oxford University Press, pp. 391-424. 30 Ted Benton (2008): “Wallace’s Dilemmas: The Laws of Nature and the Human Spirit”, Natural Selection and Beyond The Intellectual Legacy of Alfred Russel Wallace, ed. Charles Smith y Georges Beccaloni, Oxford University Press, pp. 368-390. 31 Alfred Russel Wallace (1905): My Life: a Record of Events and Opinions, Londres, Chapman and Hall. 32 Ibid. 33 Adrian Desmond y James Moore (1994): op. cit. 34 Roger Smith (1972): “Alfred Russel Wallace: Philosophy of Nature and Man”, The British Journal for the History of Science, 6, núm. 2, pp. 177- 199. 35 Alfred Russel Wallace (1889): op. cit. 36 Charles Smith (2008): op. cit. of Life (1911), describió el proceso de la evolu- ción como un desenvolvimiento del plan divino29. Darwin y Wallace estuvieron de acuerdo en que el ser humano debió de haberse originado a partir de un antepasado común con los simios, pero Wallace estaba convencido de que una “inteligencia supe- rior” había contribuido al desarrollo de la capaci- dad moral y la inteligencia humanas30. De acuer- do con el propio autor, sus opiniones habían sido modificadas después de estudiar la existencia de fuerzas e influencias todavía no reconocidas por la ciencia (fuerzas espirituales)31. El rechazo categó- rico de Wallace a los orígenes materiales de la men- te humana, ligado a su creciente entusiasmo por el espiritualismo, lo llevaron a formar parte de la co- rriente del pensamiento victoriano que resistía el avance del naturalismo científico. No así Darwin, quien se mostró consternado ante la perspectiva de leer los puntos de vista de Wallace sobre la evolu- ción humana. Así lo expresó en una carta de 1869 dirigida a Wallace, cuando escribió: “deseo que no hayas asesinado por completo a tu propio hijo y también mío”32. Por desgracia, al leer la revisión de Wallace a la décima edición de los principios de Lyell, Darwin confirmó la muerte de su hijo común y entendió que había perdido al más grande e importante de sus aliados en la lucha por defender la completa aplicación de la teoría de la evolución a la especie humana. Tal fue su desesperación que en su copia del texto de Wallace escribió al margen, con triple subrayado y marcas de exclamación, la palabra “¡¡¡NO!!!”33. Wallace había desterrado por completo a la conciencia humana del reino de la selección natu- ral. Consideraba imposible que la selección, que trata el uso inmediato de los caracteres, pudiera haber dotado a los salvajes de una alta capacidad intelectual que fuera más allá de sus necesidades inmediatas. Existía para Wallace una gran brecha con el resto de los animales que sólo podía ser expli- cada por el otorgamiento de la concienciaa la espe- cie humana a través de fuerzas espirituales. Ha- biendo vivido con los nativos en el Amazonas y el lejano Oriente, Wallace tenía a los salvajes en gran estima. Escribió que cuanto más veía a la gente in- civilizada, mejor pensaba de la especie humana. El cerebro era una cualidad superior que algunas tri- bus habían utilizado para desarrollar una moral más alta que la de los colonialistas que trataban de exterminarlos. El gran cerebro, entonces, era un requisito esencial para el desarrollo de la civiliza- ción34; pero la selección no podía prever necesida- des futuras, sólo podía proveer —decía Wallace— lo necesario para el día a día35. La selección no tendría poder para mejorar la civilización, a juzgar por el barbarismo rampante de la Inglaterra victo- riana y la crueldad del capitalismo. Para Wallace, los altos poderes espirituales conducían el destino humano. Ellos eran los responsables del surgimien- to del cerebro y podrían también ser la salvación del hombre. Ello no representaba, en su pensa- miento, una ruptura con la teoría de la selección natural, pues estaba convencido de que todas las leyes —incluida la selección natural— eran expre- siones de la actividad espiritual buscando realizar el ideal del hombre perfecto36. Los naturalistas británicos del siglo XIX ope- raban desde el marco teórico de la teología natural, cuya demolición es una de las mayores aporta - ciones del darwinismo; y, sin embargo, Wallace in- corporó una visión teológica en todas sus teo rías. En contraste, Darwin mantuvo siempre un profun- do compromiso con la visión materialista de la Darwin Chile.indb 16Darwin Chile.indb 16 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XVII PRÓLOGO 37 Charles Darwin y Francis Darwin (1888): “The life and letters of Charles Darwin: Including an autobio- graphical chapter”, The Life and Letters of Charles Darwin: Including an Autobiographical Chapter, 1888, 1-418, en https://doi.org/10.1017/CBO9780 511702914 38 Adrian Desmond y James Moore (1994): op. cit., p. 570. 39 Charles Smith (2008): op. cit. evolución (incluida la de la especie humana) e in- terpretó las declaraciones de Wallace como la rup- tura teórica que realmente representaban, escri- biendo con pesar a su colega: “difiero fuertemente de ti y lo siento mucho. No veo necesidad de una causa próxima adicional en relación con el ser humano”37. Fue triste para Darwin, verdadera- mente extraño, ver a quien había sido el más serio defensor del evolucionismo darwiniano inexplica- blemente apelando a otras inteligencias. Expresó incluso que podría haber jurado que el pasaje sobre el cerebro había sido introducido por la mano de alguien más38. Una mano invisible, espiritual, co- mo Wallace hubiera podido creer. Hoy resulta importante reconocer que las teo- rías de Darwin y de Wallace no son tan parecidas como se creyó en un principio. Wallace nunca acep- tó la analogía entre la selección artificial y la selec- ción natural, y permaneció escéptico sobre la exten- sión del modelo al área de la selección sexual. Estos debates ayudaron a Darwin y Wallace a redefinir y afinar sus ideas, pero jamás concordaron del todo. A la luz de las diferencias conceptuales entre él y Darwin, es prácticamente imposible afirmar que haya sido el “codescubridor de la evolución”, ya que la teoría que él y Darwin sostienen no es la mis- ma. No se trata de una ruptura puntual, sino de una gran diferencia conceptual, de principio, entre las teorías de ambos autores. La conversión de Wallace al espiritismo y su abandono del mate- rialismo han sido debatidos ampliamente; no obs- tante, autores como Charles Smith y Ted Benton afirman que las ideas filosóficas, morales, cientí- ficas y políticas de Wallace forman un marco con- ceptual coherente que ya se encontraba clara- mente delimitado entre 1843 y 1845. Smith, por ejemplo, realiza un análisis detallado de los escri- tos de Wallace en el que se muestra que no hubo un gran cambio de pensamiento en este autor pos- terior al desarrollo de la teoría de la selección na- tural. No existió, por lo tanto, una conversión de Wallace al espiritualismo. Esta convicción siem- pre estuvo presente en sus creencias tempranas, de manera que la aparente convergencia de Wa- llace con el darwinismo evolucionista fue sólo parcial desde un principio39. El mayor legado de Darwin es aquel que ni si- quiera las declaraciones contrarias de quien fuera en algún momento su más grande aliado (quien aún hoy es nombrado el “codescubridor de la evolu- ción”) pudieron destruir, el que tiene su máxima ex- presión en El origen del hombre y la selección con rela ción al sexo: la inclusión del ser humano en el esquema de la naturaleza y la creación de una teoría materia- lista que da cuenta del surgimiento gradual de todas sus características, a través de un proceso evolutivo. Desde el bipedismo hasta las capacidades superiores de la moral y el pensamiento complejo. Darwin Chile.indb 17Darwin Chile.indb 17 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XVIII ROSAURA RUIZ G. Bibliografía Benton, Ted (2008): “Wallace’s Dilemmas: The Laws of Nature and the Human Spirit”, en C. Smith y G. Beccaloni (eds.), Natural Selection and Beyond the Intellectual Legacy of Alfred Russel Wallace, Oxford University Press, pp. 368-390. 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Darwin Chile.indb 18Darwin Chile.indb 18 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 Estudio histórico11 FRanCisCo Pelayo y miGuel ÁnGel PuiG-samPeR Instituto de Historia (CSIC) XIX Gestación de la obra The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex La “industria Darwin”, el conjunto de los innu- merables trabajos que han abordado la vida y obra de Charles Darwin, ha sido el resultado de las inves- tigaciones realizadas sobre el naturalista británico, y su entorno científico y social, llevadas a cabo por especialistas en diferentes campos del conocimiento. El estudio que se presenta a continuación forma parte de este gran proyecto internacional que reconoce la importancia de la labor científica de Darwin y su decisiva aportación al conocimiento de la evolución biológica. En concreto, y con relación a su teoría de la descendencia con modificación, la publicación de The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex fue la obra en la que Darwin expuso sus ideas acerca de la evolución humana, el lugar de la humanidad en la naturaleza, las estrechas relaciones biológicas con los parientes primates no humanos y la importancia de la evolución sexual (Herbert, 1974, 1977; Moore y Desmond, 2004; Ros, 2009). Así, el 24 de febrero de 1871 el editor John Murray publicaría en Londres los dos volúmenes que ocuparon la obra The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex, de Charles Darwin. Se editaron 2.500 ejemplares. Al agotarse la tirada, se reimprimieron ese mismo año otros 5.000 nuevos ejemplares. Darwin cobró por la publicación de su libro 1.470 libras. Sería la primera de las obras de Darwin en proporcionar un buen beneficio edito- rial (Browne, 2009: 450). En algunas páginas de su autobiografía y de su correspondencia, Darwin describe cómo fue la génesis y el desarrollo de la redacción de esta obra. De este modo, en su autobiografía señaló que tan pronto como llegó a estar convencido, en el año 1837 o 1838, de que las especies eran tipos modifi- cables, no había podido evitar considerar que el hombre debía estar sujeto a la misma ley. En con- secuencia, recopiló las notas sobre el tema que había guardado durante mucho tiempo sin la intención de publicarlas. Darwin reconocería que en su On the Origin of Species (1859) no se discutía cómo tenía lugar la descendencia con modificación de ninguna especie en particular. Pensó que para ser honrado y evitar que se le acusara de ocultar sus puntos de vista, era necesario añadir en dicho libro 1 Trabajo realizado en el marco del Proyecto de Investigación HAR2016-75331-P (AEI/FEDER, UE). Darwin Chile.indb 19Darwin Chile.indb 19 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XX FRANCISCO PELAYO Y MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER que “se arrojaría luz sobre el origen del hombre y su historia”. Además, creía que podía perjudicar al éxito de su libro sobre el origen de las especies si no exponía su convicción evolutiva en relación con el género humano. Tras percatarse de que había muchos naturalistas que aceptaban la doctrina de la evolución de las especies, le pareció aconsejable trabajar con las notas que poseía y publicar un tratado especial dedicado al origen del hombre. Esto le daba la oportunidad además de debatir a fondo sobre la selección sexual, un tema que siem- pre le había interesado mucho. Así que, utilizando los materiales recopilados, comenzó a preparar, en febrero de 1868, su The Descent of Man. Tardó tres años en terminar la redacción de la obra ya que, como venía siendo habitual, Darwin perdió parte del tiempo a causa de su mala salud, y otra parte la dedicó a preparar nuevas ediciones y otras obras menores (Darwin, 1887a: 93-94). Darwin adelantaría a Alfred R. Wallace y Alphonse De Candolle que había decidido publicar un ensayo sobre el origen del hombre. Así, en una carta de febrero de 1867 le comentaría a Wallace que la razón de su interés por la selección sexual era que había resuelto publicar un pequeño tratado sobre el origen de la humanidad. Aunque no había logrado convencer a Wallace sobre la importancia de la selección sexual, pensaba que este proceso había sido el agente principal en la formación de las razas humanas (Darwin, 1887b: 95). Al año siguiente, en julio de 1868, Darwin escri- biría a De Candolle para decirle que, tras mucho tiempo interesado en el origen del hombre, había decidido publicar un breve estudio sobre ese tema. El problema, decía, era que dicha monografía se había ido diversificando hacia algunos temas colaterales, por lo que le iba a llevar más de un año completarlo (Darwin, 1887c: 98). La última revisión de El origen del hombre se corrigió el 15 de enero de 1871, y Darwin escribió en los días siguientes a sus colegas más próximos, como Joseph Hooker y Asa Gray, para comuni- cárselo. A Hooker le comentó que hacía unos días había terminado las últimas pruebas de su libro y que el trabajo lo había dejado medio muerto. Dudaba Darwin, le comentaría a Gray, si valía la pena publicar el libro (Darwin, 1887d: 131). Finalmente el libro se publicó a comienzos de 1871. Fue dividido, como se ha dicho al principio, en dos volúmenes, de 424 y 475 páginas, complementándose el texto con 76 grabados. El primero incluía una introducción, siete capítulos dedicados al origen o descendencia del hombre. Junto a los capítulos del octavo al undécimo dedicados a la selección sexual, constituían la parte primera. El segundo volumen lo formaba la parte segunda, que integraba los restantes capítulos, del duodécimo al vigésimo primero, que completaban el discurso sobre la selección sexual. En una carta fechada el 28 de marzo de 1871 de Darwin a su hija Henrietta Emma, menciona la ayuda que ésta le había dado al leer el manuscrito y corregir el estilo. Le comenta que consideraba una gran suma de dinero las 1.470 libras que iba a cobrar por su libro. La obra había tenido éxito y no había sido maltratado por las críticas, además de que muchos revisores alababan su estilo lúcido y vigoroso. En este punto, Darwin hacía partícipe a su hija de la buena evaluación en ese aspecto, ya que ella había sugerido arreglos en la redacción e incluso en el razonamiento. En la despedida de su carta, Darwin se refería a su hija como su querido coadjutor y compañera de trabajo (Litchfield, 1915, II: 202-203). La obra fue objeto de reimpresiones el mismo año en que se publicó, introduciéndose peque- ños cambios en el texto, de forma que Darwin expondría en el prólogo de la segunda edición, que “durante las sucesivas reimpresiones de la primera edición de este trabajo... pude introducir varias correcciones importantes”. En 1874 salió una segunda edición, revisada y ampliada, con un prefacio y una nota adicional de Thomas Henry Huxley, acerca de la semejanzas y diferencias en la estructura y desarrollo de los cerebros de humanos y monos (Comas, 1971). En el prefacio de la segunda edición, fechado en Down en septiembre de 1874, Darwin explicaba que había introducido varias correcciones importan- tes en las sucesivas reimpresiones de la primera edición. Por lo que, habiendo transcurrido más tiempo, se había aprovechado de “la fiera orda- lía” de las reseñas por la que había pasado el libro y de las críticas sensatas que había recibido. XX Darwin Chile.indb 20Darwin Chile.indb 20 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XXI ESTUDIO HISTÓRICO Agradecía a sus corresponsales por la enorme can- tidad de nuevos hechos y observaciones que le habían hecho llegar, aunque sólo había podido utilizar unos pocos comentarios, los más impor- tantes. Había introducido nuevos grabados y cuatro de los antiguos habían sido sustituidos por otros mejores, que habían sido ejecutados del natural por el ilustrador especialista en dibujos zoológicos T. W. Wood. Especialmente agradeció Darwin las obser- vaciones proporcionadaspor Huxley, publicadas como suplemento al final de la primera parte, en la que se discutía sobre la naturaleza de las diferen- cias entre los cerebros del hombre y de los simios superiores. Le había parecido importante publicar estas observaciones debido a que habían aparecido en países europeos varias memorias sobre el tema y en algunos casos su importancia se había exagera- do por los escritores populares. Darwin sostenía que sus críticos con frecuencia asumían que él atribuía todos los cambios de la estructura corporal y de la capacidad mental exclusivamente a la selección natural de las varia- ciones llamadas espontáneas. Pero ya en la prime- ra edición de El origen de las especies claramente había indicado que debía atribuirse gran impor- tancia a los efectos hereditarios del uso y desuso, tanto con respecto al cuerpo como a la mente. También había atribuido una cierta capacidad de modificación a la acción directa y prolongada del cambio de las condiciones de vida. Incluso comen- tó que también se debían tener en cuenta las rever- siones ocasionales de estructura. Tampoco había que olvidar lo que él había llamado “crecimiento correlativo”. Entendía por esto que varias partes de la organización se hallaban conectadas de forma desconocida, de manera que cuando una parte variaba, también lo hacían las demás; y que si en una parte se acumulaban variaciones por selec- ción, otras partes se acabarían modificando. Varios críticos le habían acusado, seguía diciendo Darwin en el prefacio, de que cuando se encontró con muchos detalles de la estructura en el hombre que no podían ser explicados a través de la selección na - tural, entonces él había inventado la selección se xual. Sin embargo, recordaba que ya había esbo- zado este principio en la primera edición de El origen de las especies, en donde afirmó que era apli- cable al hombre. Este tema de la selección sexual se trataba en toda su extensión en su The Descent of Man, simplemente porque fue una oportunidad que se le había presentado. A Darwin le había sor- prendido el parecido de muchas de las críticas, algunas parcialmente favorables a la selección sexual, con las que habían aparecido anteriormen- te en relación con la selección natural. Por ejemplo, que la selección sexual podría dar cuenta de algu- nos detalles, pero no era aplicable como hecho explicativo de la evolución, con la extensión que él había empleado en su obra. Terminaba el prefacio Darwin manteniendo que, aunque su convicción sobre el poder evoluti- vo de la selección sexual permanecía inalterable, era probable o casi seguro, que varias de sus con- clusiones se considerasen erróneas más adelante. Estaba convencido de que cuando los naturalistas se familiarizaran con la idea de la selección sexual, ésta sería ampliamente asumida. Varios naturalis- tas competentes ya la habían aceptado de forma completa y favorable. La segunda edición de 1874 está dividida en tres partes —en lugar de las dos de la primera—, ya que la selección sexual en relación con el hombre se separa en una tercera parte. Esta segunda edición fue ampliamente revisada y, como se ha dicho, con- tiene la nota sobre la comparación de los cerebros del hombre y los simios realizada por Huxley. En las reimpresiones posteriores se corrigieron erratas y se añadieron pequeños cambios textuales. A la de 1877 se le agregó al final una nota suplementaria del propio Darwin, que se había publicado en la revista Nature el 2 de noviembre de 1876. Éste es el texto definitivo del libro de Darwin. Contenido de la obra y discurso de Darwin En la introducción de The Descent of Man, Darwin justificaba la elaboración de esta obra refiriendo que había acopiado durante muchos años notas sobre el origen y genealogía del hombre, sin intención en principio de publicar nada sobre este tema. Pero consideró que hubiera sido inútil para su trabajo, y perjudicial para el éxito de su libro sobre el origen Darwin Chile.indb 21Darwin Chile.indb 21 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XXII FRANCISCO PELAYO Y MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER de las especies, exponer sin dar ninguna evidencia su convicción con respecto al origen del género humano. Por eso, cuando se convenció de que muchos naturalistas aceptaban la doctrina de la evolución de las especies, le pareció aconsejable publicar un trabajo especial sobre el origen del hombre. En este punto citaba a Carl Vogt. Este naturalista alemán, en su discurso presidencial en la apertura de la sesión general del Institut National de Genève, celebrada en abril de 1869, había dicho que “nadie, al menos en Europa, sostiene ya la teoría de la creación independiente, y única, de las especies” (Vogt, 1870: 7). Vogt, en su discurso, comenzaba refiriéndose al movimiento que imperaba entonces en las ciencias naturales que apelaba a la necesidad de poder expresar un pensamiento libre a través de la lucha incesante contra la autoridad y la creencia trans- mitida, heredada y autoritaria. Era una corriente de libertad e independencia que subyacía en el fondo de las preguntas que surgían en todos los ámbitos: político, religioso, social, literario y cien- tífico. En algunos de estos ámbitos se mostraba como una tendencia al autogobierno, en otros, como estudios críticos de los llamados textos sagra- dos. Había quienes buscaban establecer las condi- ciones de existencia de la sociedad y las diversas clases sociales mediante leyes similares a las que gobernaban el mundo físico, etc. En este marco se formaban dos campos: uno de resistencia, el otro de ataque. En el caso de las ciencias biológicas, así como en el de la antropología, la nueva dirección, en opinión de Vogt, se debía a Darwin. Era una nueva orientación que quería combatir opiniones transmitidas, autoritarias, dictadas por un orden anterior, cuyas ideas eran completamente diferen- tes y aceptadas hasta ahora. Las especies, había dicho Linneo, eran tipos creados desde el principio, y esta definición presuponía la existencia de un creador, de un número considerable de tipos inde- pendientes uno del otro, y de una renovación suce- siva del mundo orgánico, según un plan fijado de antemano en las diferentes épocas de la historia de la Tierra. Para este axioma no había necesidad de examinar las relaciones de los diferentes organis- mos entre sí, ni con sus predecesores. Establecía que cada especie era una creación independiente en sí misma, por lo que en el fondo era indiferente si el lobo se parecía al perro o a la ballena. Pero gracias a Darwin se había producido una revolución com- pleta. Nadie, al menos en Europa, se atrevía a apoyar en ese momento la creación independiente y única de las especies (Vogt, 1870). De manera que estas palabras de Vogt le trans- mitían a Darwin que al menos un gran número de naturalistas admitían que las especies eran des cen - dientes modificadas de otras y aceptaban la acción de la selección natural, y esto era válido especialmen- te para los naturalistas más jóvenes y emergentes. De todas formas, Darwin reconocía que, desafor- tunadamente, entre los más veteranos muchos aún se oponían a la evolución en todas sus formas. El tiempo diría quién tenía razón. Resolvió Darwin, por tanto, repasar sus notas para comprobar si se podían aplicar al género humano las conclusiones generales de sus trabajos anteriores. Esto le pareció muy importante ya que nunca había aplicado sus puntos de vista a una especie considerada de forma aislada porque, al limitar un estudio a una forma cualquiera, se per- dían los argumentos derivados de la naturaleza de las afinidades que conectaban grupos completos de organismos, tales como su distribución geográ- fica, tanto en el pasado como en el presente, su sucesión geológica, las estructuras homólogas, el desarrollo embrionario o la existencia de órganos rudimentarios, fuera en el hombre o en cualquier otro animal. Todos estos hechos, tomados en con- junto, proporcionaban pruebas concluyentesfavo- rables al principio de la evolución gradual. El objeto de su trabajo, continuaba Darwin, era considerar, en primer lugar, si el hombre, como cualquier otra especie, descendía de alguna forma preexistente; en segundo lugar, el modo en que se desarrollaba; y, por último, valorar las diferen- cias existentes entre las llamadas razas humanas (Darwin, 1871: 2-3). Con relación a la antigüedad del género huma- no, Darwin afirmaba que había sido probada anteriormente por Jacques Boucher de Perthes. Efectivamente, este prehistoriador amateur fran- cés durante muchos años, reunió materiales de industria lítica, fruto de sus excavaciones paleon- tológicas, que utilizaría para la publicación de los Darwin Chile.indb 22Darwin Chile.indb 22 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XXIII ESTUDIO HISTÓRICO tres volúmenes de su obra Antiquités celtiques et antédiluviennes (1847-1864). En ella, Boucher de Perthes defendió la existencia del hombre ante- diluviano, planteando la existencia de dos crea- ciones independientes, de manera que admitía al menos dos tipos humanos: el tipo antediluviano, aniquilado en su totalidad por un cataclismo dilu- vial y que había sido contemporáneo de la fauna extinguida cuyos restos fósiles se encontraban en los yacimientos, y el tipo Adán, que había sido testigo del último gran diluvio y al que pertenecía la humanidad actual con sus diferencias raciales. En cuanto a la inmensa antigüedad de la huma- nidad sobre la Tierra, Boucher de Perthes dejó reflejada su opinión sobre el tema en la frase final del segundo volumen de sus Antiquités celtiques et antédiluviennes: “Dieu est éternel, mais l’homme est bien vieux” [“Dios es eterno, pero el hombre es muy antiguo”] (Boucher de Perthes, 1857: 355). Dos años después, en 1859, el mismo año en que se publicaría On the Origin of Species, arqueólogos y geólogos británicos y galos visitaron el yacimiento francés de Abbeville (Somme) para comprobar las evidencias que Boucher de Perthes había atribuido al “hombre antediluviano”. La inspección in situ confirmó las pruebas que atestiguaban la realidad y existencia de industria lítica a ambos lados del canal de la Mancha, en Abbeville y en Brixham (Devon) respectivamente. Tras demostrarse la coexisten- cia de humanos y fauna extinguida, se alcanzó un consenso sobre la gran antigüedad de la huma- nidad. La discusión para consensuar una prácti- ca y metodologías científicas propias de la nueva disciplina tuvo lugar en instituciones académicas, sociedades científicas, revistas especializadas y en los Congresos Internacionales de Antropología y Ar - queología Pre histórica (CIAAP). Citaba también Darwin en este campo a cole- gas británicos cercanos, como eran Charles Lyell, el geólogo actualista autor de The Geological Evidences of the Antiquity of Man (1863), a John Lubbock, arqueólogo y antropólogo, que había publicado Pre-historic Times (1865) y a Thomas H. Huxley, cuyo libro Evidence as to Man’s Place in Nature (1863) era el referente en cuanto a los estudios que aborda- ban la comparación entre humanos y monos antro - pomorfos. Huxley demostraba de forma concluyente que los caracteres de los humanos diferían menos de los de los simios superiores que los de éstos respecto a los de los monos inferiores, por lo que Darwin justifi- caba que no se explayara en esta cuestión. La obra de Huxley derivaba de varias confe- rencias dadas entre 1860 y 1862 y estaba estruc- turada en tres grandes capítulos dedicados a la historia natural de los primates, a las relaciones del hombre y los animales inferiores y, por último, a los restos fósiles del hombre. En el primero hacía una breve historia de las descripciones antiguas para demostrar el parecido evidente de los gorilas o los chimpancés con el hombre, que culminaban con la excelente obra de Isidore Geoffroy Saint-Hilaire sobre el gorila. Asimismo se hacía eco de otras noti- cias que hablaban de un hombre de los bosques que los indígenas indonesios llamaban “orang-outang” y que había sido objeto de un trabajo comparado con primates africanos en la Royal Society de Londres. Las comparaciones habían continuado con Linneo y sus discípulos, que habían recreado el conocimiento anterior sobre los chimpancés, oran- gutanes, etc., continuado después por Buffon y por Peter Camper, hasta llegar a 1835, gracias a una excelente memoria de Owen sobre la osteología del chimpancé y el “orang”, imprescindible para cono- cer la anatomía de los monos antropomorfos junto a las obras de Thomas Savage y Jeffreis Wyman ya en los años cuarenta, luego completadas por múltiples estudios sobre estos primates, entre otros por Wallace, los gorilas y los desconocidos gibo- nes. Se completaba así un estudio necesario para comparar la anatomía de los grandes simios con la estructura del Homo sapiens. En el segundo capítulo, Huxley se planteaba lo que él llamaba la pregunta fundamental para la humanidad, el lugar que ocupaba en la naturaleza, cómo se relacionaba con el resto de los seres vivos, su origen, los límites de su poder sobre la propia naturaleza y de ésta sobre ella. Huxley analiza el desarrollo embrionario para concluir que era seme- jante en todos los vertebrados, lo que indicaría una línea evolutiva común, algo ya visto anteriormen- te por Geoffroy Saint-Hilaire, pero que sobre todo conectaba la anatomía humana con el resto de los vertebrados. En segundo lugar, el estudio ana- tómico de los primates acercaba al hombre en su Darwin Chile.indb 23Darwin Chile.indb 23 15/1/20 9:5615/1/20 9:56 XXIV FRANCISCO PELAYO Y MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER estructura a los grandes simios, aunque resultara evidente que había algunos pro cesos evolutivos que habían diferenciado a Homo de sus parientes, especialmente en el bipedalismo y la cerebraliza- ción, pero no había una barrera tan sólida como para no aceptar la hipótesis darwinista en la for- mación de la especie humana y su parentesco con otros primates en el árbol evolutivo mediante un proceso de selección natural. En opinión de Huxley, la plena pertenencia del hombre al mundo natural no atacaba su posible grandeza y el desarrollo de su inteligencia, por lo que su principal conclusión era la unidad natural de los humanos con el resto de los seres vivos sobre la Tierra. Al final de la obra Huxley proclamaba: En conclusión, puedo decir que los restos fósiles del hombre descubierto hasta ahora no me parecen acercarnos de manera apreciable a esa forma pithe- coide inferior, cuya modificación probablemente se ha convertido en lo que es. Y considerando lo que se sabe de las más antiguas razas de los hombres; viendo que formaban hachas y cuchillos de pedernal y pinchos de hueso, muy parecidos a los fabricados por los salvajes en la actualidad, y que tenemos toda razón para creer que los hábitos y modos de vida que tales personas tienen se mantuvo desde la época del Mammoth y el Rhinoceros hasta ahora, este resultado no es diferente de lo que cabría esperar. ¿Dónde, entonces, debemos buscar al hombre primigenio? ¿El Plioceno o Mioceno más antiguo del Homo sapiens, o aún más antiguo? En estratos aún más antiguos, ¿los huesos fosilizados de un simio más antropoide, o un hombre más pithecoide, que cualquiera todavía conocido aguardan las investi- gaciones de algún paleontólogo no nacido? El tiempo lo dirá. Pero, mientras tanto, si algu- na forma de la doctrina del desarrollo progresivo es correcta, debemos extender por largas épocas la estimación más liberal que se ha hecho todavía de la antigüedad del hombre (Huxley, 1863: 159). En la introducción a su obra, Darwin reco- nocía que él no había sido el primero en afirmar que el hombre, junto con otras especies, era el codescendiente de alguna remota forma inferior ya extinguida. Antes que él, ya habían defendido esto, aparte de los anteriormente citados Huxley, Lyell, Vogt y Lubbock, autores como Lamarck, Alfred R. Wallace, Ludwig Büchner, Friedrich
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