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El origen del hombre

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El origen del hombre 
y la selección en relación al sexo
CHARLES
DARWIN
Prólogo de Rosaura Ruiz G.
Edición y estudio histórico de Francisco Pelayo y Miguel Ángel Puig-Samper
Traducción de José del Perojo y Enrique Camps
LOS LIBROS DE LA CATARATA 
2020
Darwin Chile.indb 3Darwin Chile.indb 3 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
BIBLIOTECA DARWINIANA
DIRECTORA: Rosaura Ruiz Gutiérrez (UNAM)
SECRETARIO: Armando García González y Arturo Argueta Villamar (UNAM)
COMITÉ EDITORIAL:
Francisco Ayala (Universidad de California, Irving), Heloisa María Bertol Domingues 
(Instituto de Astronomía de Río de Janeiro), Alción Cheroni (Universidad de Montevideo), 
Xosé A. Fraga Vázquez (Museos Científicos A Coruña), Álvaro Girón (CSIC), 
Thomas F. Glick (Universidad de Boston), Alberto Gomis Blanco (Universidad de Alcalá), 
Ricardo Guerrero (Universidad de Barcelona), Jaume Josa Llorca (CSIC), 
Carlos López Beltrán (UNAM), Marisa A. Miranda (IIB Intech-Conicet, Argentina), 
Mauricio Nieto (Universidad de los Andes, Colombia), Ricardo Noguera Solano (UNAM), 
Juan Núñez Farfán (UNAM), Adolfo Olea Franco (UAM), Francisco Pelayo López (CSIC), 
Susana Pinar, Pedro M. Pruna (Academia de Ciencias de Cuba), 
Miguel Ángel Puig-Samper (CSIC), Magali Romero Sá (Casa de Oswaldo Cruz, 
Río de Janeiro), Rafael Sagredo Baeza (Biblioteca Nacional de Chile), 
Gustavo G. Vallejo (IIB Intech-Conicet, Argentina), Graciela Zamudio Varela (UNAM).
El origen del hombre y la selección en relación al sexo
© Del prólogo, Rosaura Ruiz G.
© Del estudio histórico, Francisco Pelayo y Miguel Ángel Puig-Samper
Edición técnica y maquetación al cuidado 
de Miguel Ramírez Santillán y María Torre Sarmiento
Catálogo general de publicaciones oficiales
http://www.publicacionesoficiales.boe.es
© Los Libros de la Catarata. Reimpresión 2020
Fuencarral, 70
28004 Madrid
Tel. 91 532 20 77
www.catarata.org
ISBN: 978-956-244-472-9
IBIC: PS/PSAJ/PSX
Depósito Legal: M-33.226-2019
Núms. Proyectos de Investigación:
AEI/UE-FEDER
(HAR2016-75331-P) 
Este libro ha contado con el apoyo económico 
del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural de Chile
Este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores 
es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos 
originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir 
partes, se hagan constar el título y la autoría.
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Índice
Prólogo, de Rosaura Ruiz G. .......................................................................................................... VII
Estudio histórico, de Francisco Pelayo y Miguel Ángel Puig-Samper .............................................XIX
EL ORIGEN DEL HOMBRE Y LA SELECCIÓN EN RELACIÓN AL SEXO
Prefacio, de José del Perojo ................................................................................................................ 3
Prólogo de la segunda edición ............................................................................................................. 5
Introducción ...................................................................................................................................... 7
PRIMERA PARTE. EL ORIGEN DEL HOMBRE
Capítulo 1. Testimonios de que el hombre procede de alguna forma inferior .......................................15
Capítulo 2. Sobre la manera de desarrollarse el hombre de un tipo inferior .........................................29
Capítulo 3. Comparación entre las facultades mentales del hombre 
y las de los animales inferiores ......................................................................................................57
Capítulo 4. Continúa la comparación entre las facultades mentales del hombre 
y de los animales inferiores ...........................................................................................................81
Capítulo 5. Desarrollo de las facultades intelectuales y morales en los tiempos 
primitivos y en los civilizados .....................................................................................................103
Capítulo 6. Afinidades y genealogía del hombre ...............................................................................117
Capítulo 7. Las razas humanas.........................................................................................................133
Nota sobre las semejanzas y diferencias en la estructura y el desarrollo del cerebro en el hombre 
 y los simios, de Thomas Henry Huxley .......................................................................................155
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SEGUNDA PARTE. SELECCIÓN SEXUAL
Capítulo 8. Principios de la selección sexual .....................................................................................167
Capítulo 9. Los caracteres sexuales secundarios en las clases inferiores del reino animal ...................205
Capítulo 10. Caracteres sexuales secundarios de los insectos .............................................................215
Capítulo 11. Insectos (continuación) ...............................................................................................237
Capítulo 12. Caracteres sexuales secundarios de los peces, anfibios y reptiles ....................................255
Capítulo 13. Caracteres sexuales secundarios de las aves ..................................................................273
Capítulo 14. Aves (continuación) ....................................................................................................299
Capítulo 15. Aves (continuación) .....................................................................................................325
Capítulo 16. Aves (conclusión) .........................................................................................................339
Capítulo 17. Caracteres sexuales secundarios de los mamíferos .........................................................365
Capítulo 18. Caracteres sexuales secundarios de los mamíferos (continuación) .................................381
TERCERA PARTE. SELECCIÓN SEXUAL EN RELACIÓN AL HOMBRE
Capítulo 19. Caracteres sexuales secundarios del hombre ................................................................403
Capítulo 20. Caracteres sexuales secundarios del hombre (continuación) ..........................................423
Capítulo 21. Resumen general y conclusión ......................................................................................437
Nota suplementaria sobre la selección sexual en relación a los monos ...............................................447
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1 En adelante, El origen de las especies.
2 Phillip Sloan (2019): “Darwin: From Origin of Species to Descent of Man”, Stanford, Stanford Encyclopedia of 
Philosophy Archive.
Prólogo 
RosauRa Ruiz G.
Univesidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
VII
PUBLICADO en 1871, El origen del hom­bre y la selección en relación con el sexo se puede pensar como una obra culminante 
de Charles Robert Darwin (1809-1882). En este 
libro, al aplicar su teoría de la evolución a la 
especie humana, Darwin muestra una mayor 
radicalidad de la que se evidencia en El origen de 
las especies por medio de la selección natural, o la 
preservación de las razas preferidas en la lucha por 
la vida (1859)1, ya que su ruptura con la visión 
victoriana es total. Para Darwin, toda caracterís-
tica de la especie tiene su origen en la evolución. 
En este punto se diferencia de Alfred Russel Wa -
llace (1823-1913), el llamado codescubridor de la 
selección natural, quien deja fuera de su teoría 
el origen de la humanidad por una convicción 
profunda y de antaño sobre la imposibilidad de 
la aparición naturaldel ser humano. Como se 
verá más adelante, esta diferencia entre Darwin 
y Wallace es tan importante que incluso se podría 
debatir que la teoría que defienden es la misma, 
aunque presenta importantes similitudes, ya que 
la independencia de cualquier fuerza metafísica del 
mecanismo de la selección natural es central para 
la teoría darwiniana.
En El origen de las especies Darwin renuncia a 
analizar la evolución de la especie humana como 
un movimiento estratégico, anticipándose a las 
grandes críticas que sabía que se avecinaban. 
No es sino hasta el libro que tiene en sus manos 
cuando Darwin aplica por completo su teoría a 
la explicación de la aparición de nuestra especie. 
Como señala Philip Sloan2, en El origen del hom­
bre Darwin lleva sus reflexiones más radicales al 
extremo. Hay en su pensamiento un gran avance, 
un cambio, y les parece a muchos de sus lectores 
(incluso a aquellos que estuvieron previamente 
de acuerdo con las ideas planteadas en El origen 
de las especies) que Darwin se pone del lado de los 
pensadores materialistas y antirreligiosos más 
abiertamente contestatarios, como el médico y 
filósofo alemán Friedrich Karl Christian Ludwig 
Büchner (1824-1899), conocido por defender a la 
ciencia como fuente de conocimiento sobre toda 
Darwin Chile.indb 7Darwin Chile.indb 7 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
VIII
ROSAURA RUIZ G.
3 Phillip Sloan (2019): op. cit.
4 Charles Darwin (1859): On the origin of species by means of natural selection, or the preservation of favoured races in the stru­
ggle for life, Londres, John Murray, p. 331.
forma de saber teológico y metafísico; el fisiólogo 
holandés Jacob Moleschott (1822-1893), mecani-
cista consagrado; el biólogo inglés Edward Aveling 
Bibbins (1849-1898), quien fue socialista, porta-
voz del ateísmo y ávido divulgador de la teoría 
darwiniana, y el zoólogo alemán Ernst Hæckel, 
promotor destacado de las ideas de Darwin sobre 
la evolución biológica. En su introducción (en este 
libro) Pelayo y Puig-Samper mencionan a Carl 
Vogh y a Buchner entre los citados por Darwin en 
la introducción a El origen del hombre.
La cuestión humana ya había sido tratada antes 
de la publicación de El origen del hombre3, cuando 
menos en parte, por Thomas Huxley (1825-1895) 
en Evidence as to Man’s place in Nature (1863); por 
Charles Lyell (1797-1875) en Geological Evidences 
of the Antiquity of Man (1863); por Alfred Russel 
Wallace en The Origin of Human Races and the 
Antiquity of Man Deduced from the Theory of “Natural 
Selection” (1864) y Contributions to the Theory of 
Natural Selection: A Series of Essays (1870), y por 
Ernst Hæckel (1834-1919), en La historia de la crea­
ción natural (1868). Sin embargo, ninguno de estos 
autores se atrevió a abordar los problemas más 
profundos que presenta el incluir al ser humano en el 
proceso evolutivo. Para Lyell, por ejemplo, el habla 
humana era una diferencia insuperable que reque-
ría de la participación de Dios; en el mismo sentido 
Wallace incluye a la mente humana. Sólo Hæckel 
elaboró una modesta explicación científica de la 
humanidad desde la teoría evolutiva, pero no llegó a 
desarrollar una justificación de la ética ni de la orga-
nización social. Menos aún los orígenes de las razas 
humanas y la relación de las propiedades mentales 
del ser humano con las de los demás animales. El 
único que lo hizo fue Darwin, partiendo de su plan-
teamiento anterior (la transformación de las especies 
por medio de la selección natural) y agregando nue-
vos elementos, como indica Sloan. Conviene enton-
ces recordar brevemente el planteamiento central de 
la teoría darwiniana de la evolución.
En El origen de las especies Darwin explica el 
surgimiento de la diversidad biológica mediante una 
teoría científica basada en la idea de “descendencia 
con modificación”4. Darwin reconoció que existen 
diferencias entre los organismos y propuso el 
mecanismo de selección natural como fuerza 
orientadora de la evolución, que favorece las 
variantes con mayor adecuación. Para Darwin, el 
proceso de transformación de las especies sucede 
porque unos organismos viven y otros mueren. 
Aquellos que sobreviven se reproducen y trans-
miten sus características a la siguiente genera-
ción. Mediante modificaciones sucesivas, una 
especie se convierte gradualmente en otra dife-
rente a la que le dio origen. Darwin admite que, 
en su actuar, la selección natural diseña órganos, 
estructuras y nuevas especies. Es creativa e inno-
vadora: la arquitecta que adapta los organismos a 
las condiciones ambientales; pero, al mismo tiem-
po, depende de la variación —en especial de la 
variación espontánea—, ya que la selección natu-
ral por sí sola no produce modificaciones. Las varia-
ciones que ocurren por la herencia de modificaciones 
adquiridas o por la acción directa del ambiente son 
adaptaciones que, por ser favorables, serán mante-
nidas. Es así como, a partir de variaciones al azar 
(variaciones que no surgen para resolver un proble-
ma en la adaptación) y de la acción positiva (favo-
reciendo) o negativa (eliminando) de la selección 
natural, ocurre la transformación de las especies en 
el tiempo. Una de las herramientas más eficaces que 
tenemos para entender la selección natural es la 
metáfora de la selección artificial que utilizó el pro-
pio Darwin. La forma en la que los ganaderos y 
agricultores producen nuevas variedades es análo-
ga a la selección natural, que actúa preservando las 
variaciones favorables y eliminando las perjudicia-
les. Un ganadero selecciona las vacas que producen 
más leche y las reproduce generación tras genera-
ción. Al cabo de un tiempo razonable, tiene una 
población de vacas lecheras. Sin plan preconcebido 
—a diferencia de la selección artificial—, la selec-
ción natural preserva las variedades mejor adapta-
das. Al paso de miles o millones de años, se tiene 
una nueva especie.
VIII
Darwin Chile.indb 8Darwin Chile.indb 8 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
IX
PRÓLOGO
5 Charles Darwin (1859): op. cit., 
p. 488.
6 Sandra Herbert (1974): “The Place 
of Man in the Development of Darwin’s 
Theory of Transmutation”, Journal of 
the History of Biology, 7, 2, pp. 217-258.
7 Charles Darwin (1871): The des­
cent of man and selection in relation to 
sex, Londres, John Murray, p. 21.
8 Phillip Sloan (2019): op. cit.
9 Robert J. Richards (2003): “Dar -
win on Mind, Morals and Emotions”, 
The Cambridge Companion to Darwin, 
ed. Jonathan Hodge y Gregory Ra -
dick, Cambridge, Cambridge Uni -
versity Press, pp. 92-115.
Aunque Darwin no parte de la selección artifi-
cial para el desarrollo de su teoría, sí la utiliza en 
muchos y muy variados ejemplos para explicar 
cómo una especie puede transformarse en otra con 
el paso del tiempo. Si pensamos en el origen de la 
vida misma, en el surgimiento de todas y cada una 
de las especies que nos rodean y en las relaciones 
de ancestría que existen entre ellas es previsible 
que lleguemos, más temprano que tarde, a la pre-
gunta por el ser humano. ¿Cuál es nuestro papel 
en la naturaleza? ¿Cómo surge el ser humano? 
Pensarnos a nosotros mismos es un problema que 
toca muy de cerca y genera una gran contradicción 
con la tradición eclesiástica, sólo equiparable a 
las teorías sobre el origen del universo. Darwin lo 
sabía. Por eso, en El origen de las especies deja fuera 
al organismo que más nos interesa como personas. 
Sólo hacia el final de su libro menciona:
En el futuro lejano veo campos abiertos para 
muchas más investigaciones importantes. La 
psicología se basará en una nueva fundación, la 
de la necesaria adquisición de cada poder mental y 
capacidad por gradación. La luz será arrojada sobre 
el origen del hombre y su historia5.
Y vaya si tenía razón en tomar precauciones. 
Las reacciones a su obra fueron diversas, pero los 
estudios muestran que el grueso de las polémicas se 
dio en torno al origen natural del ser humano y su 
relación de parentesco con otras especies animales. 
Desde el viaje del Beagle, Darwin tuvo interésen la especie humana y fue extremadamente pro -
gresista, como lo fue también su abuelo Erasmus 
Darwin. Aun con una visión fijista de la naturaleza, 
tuvo grandes discusiones e incluso conflictos con el 
capitán del barco, Robert FitzRoy (1805-1865), 
por la defensa que éste hacía de la esclavitud. Tras 
visitar Tierra del Fuego, calificó a sus habitan -
tes como personas muy inteligentes. Conocía a los 
llamados por los ingleses “fueguinos”, que fueron 
llevados a Inglaterra en un viaje anterior del 
Beagle y después devueltos a su lugar de origen. 
En Londres aprendieron inglés y adquirieron algu-
nos de los comportamientos de los británicos. Se 
dijo, también, sorprendido por la ignorancia de 
los habitantes de la Tierra del Fuego, así como 
de su tecnología poco desarrollada. No obstante, 
al poco tiempo le quedó claro que las diferencias 
entre los grupos humanos son culturales y no bio-
lógicas. Entonces entendió que todos los grupos 
humanos pertenecen a una sola especie. Sandra 
Herbert6 desarrolla un espléndido análisis de cómo 
el contacto de Darwin con dichos grupos marcó 
el planteamiento de su teoría. Darwin era adepto 
al gradualismo lyelliano, lo que le llevó a pensar 
que las diferencias culturales entre las poblaciones 
humanas son una prueba de la gradualidad de la 
evolución. Estaba convencido de que la evolución 
en grandes poblaciones está favorecida por la exis-
tencia de un número elevado de variantes, una idea 
que sería revindicada más tarde en el planteamien-
to teórico del biólogo estadístico Ronald Aylmer 
Fisher (1890-1962) con la fundación de la genética 
de poblaciones. 
Las observaciones de Darwin en humanos, 
incluidos sus amigos y familiares, lo llevaron a 
sostener que no hay diferencias sustanciales entre 
los humanos y otros animales: “las diferencias 
son sólo de grado”7, consideró. Desde sus primeras 
notas sobre la transmutación de las especies —por 
ejemplo, en el cuaderno B— sostuvo que incluso 
la mente y los instintos son resultado de la adap-
tación a nuevas circunstancias8. Los cuadernos 
M y N (1838-1840) registran muchas de sus ideas 
centrales sobre la evolución de la especie humana9.
En El origen del hombre Darwin radicaliza su 
lenguaje y, a diferencia de los contemporáneos que 
escribieron también sobre la evolución humana, 
no deja ninguna duda acerca del origen, por 
Darwin Chile.indb 9Darwin Chile.indb 9 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
X
ROSAURA RUIZ G.
10 F. Pelayo y M. Á. Puig-Samper 
(1991): “Gestación”, de la obra The 
Descent of Man, and the Selection in 
Relation to Sex.
11 Adrian Desmond y James Moore 
(1994): Darwin: The Life of a Tormented 
Evolutionist, Nueva York, W.W. Nor -
ton & Company.
12 Ernst Mayr (1976): Evolution 
and the Diversity of Life: Selected 
Essays, Systematic Zoology, vol. 26, 
Cambridge MA, Harvard University 
Press, p. 77; Mark Pagel (ed.) (2002): 
Encyclopedia of evolution, vol. 2, 
Oxford y Nueva York, Oxford Uni -
versity Press, p. 688.
completo natural, de nuestra especie y todas sus 
características. El origen del hombre y la selección en 
relación con el sexo salió a la venta por 24 chelines 
el 24 de febrero de 1871. Una segunda impresión 
se agotó tres semanas más tarde y para finales de 
marzo se imprimieron 4.500 copias adicionales10.
La primera versión traducida al español de este 
libro se publicó en Barcelona en 1876. La presente 
edición corresponde a la traducción de José del 
Perojo y Enrique Camps, publicada por primera 
vez en Madrid nueve años más tarde (1885) por la 
Administración de la Revista de Medicina y Cirugía 
Plásticas.
Desde la primera vez que el libro salió a la 
venta las respuestas a la obra fueron impresionan-
tes. Todo el mundo hablaba sobre el planteamiento 
de Charles Darwin y la aceptación entre el público 
fue rotunda. Se presentaron tan pocas críticas que 
Darwin le pidió a John Murray, su editor, revisar 
todas las reseñas (especialmente las religiosas), 
esperando confirmar sus peores miedos. Pero es to 
nunca ocurrió. La mayoría de los opositores expre-
saron una pequeña queja. Y eso fue todo. La prin-
cipal oposición fue la negación de que hubiese una 
diferencia sólo de grado entre las propiedades fun-
damentales de los humanos y las de los animales. 
Fuera de ello, pesaba todavía la negación del papel 
divino en el surgimiento de la especie y el carácter 
no teleológico de la teoría de la selección natural, 
como fue presentada en la quinta y sexta edición 
de El origen de las especies. Darwin, por supuesto, 
se sintió inmensamente aliviado. Consideró que la 
falta de ataques hacia su persona y su trabajo (o de 
nuevos ataques, por lo menos) era señal de que se 
gozaba de mayor libertad en Inglaterra11.
Si comparamos El origen de las especies con 
El origen del hombre, la mayor diferencia, en la 
teoría en general, es el énfasis que Darwin hace 
en el segundo trabajo sobre la importancia de los 
procesos secundarios de selección sexual para la 
evolución de los animales. La selección sexual es, a 
grandes rasgos, la selección de las hembras por los 
machos o viceversa para propósitos reproductivos. 
Este tipo de selección había jugado un papel menor 
en el argumento original de El origen de las especies y 
su importancia fue negada por los contemporáneos 
de Darwin, siendo el más relevante entre ellos 
Alfred Russel Wallace. En El origen del hombre 
Darwin desarrolla esta forma secundaria de 
selección con un detalle extenso. Considera que 
se trata de un factor crítico en la evolución que 
puede incluso trabajar contra la selección natural 
ordinaria. La selección sexual es fundamental 
para explicar el dimorfismo sexual y aquellos 
caracteres y propiedades de los organismos que no 
pueden ser justificados en la adaptación al medio, 
como por ejemplo órganos de reproducción muy 
elaborados, los colores brillantes en peces y aves 
y caracteres aparentemente maladaptativos, 
como el gran cuerno del escarabajo rinoceronte. 
Estructuras que pudieran parecer resultados 
anómalos de la selección natural, que trabaja 
por la sobrevivencia óptima de los organismos 
en la naturaleza, pero que en realidad ayudan 
a la reproducción de los organismos que las 
portan y son, por lo tanto, conservadas en el 
proceso evolutivo. Una dramática extensión de 
esto a los seres humanos explica para Darwin el 
origen de nuestra especie: la combinación de la 
selección natural y la sexual llevó a la evolución 
del dimorfismo sexual exhibido por los humanos, 
al origen de las razas humanas y, en última 
instancia, a la evolución del ser humano a partir de 
ancestros simiescos12.
El surgimiento de la ética
Otro tema central en El origen del hombre es el de la 
ética (el origen biológico de las capacidades morales). 
En el capítulo tercero de El origen del hombre 
Darwin explica en detalle su teoría sobre el origen 
Darwin Chile.indb 10Darwin Chile.indb 10 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XI
PRÓLOGO
13 Phillip Sloan (2019): op. cit.
14 Charles Darwin (1871): op. cit., p. 49.
15 Robert J. Richards (1991): “On Mind, Morals and Emotions”, en J. Hodge y G. Radick, op. cit., pp. 92- 115. 
de la ética, ofreciendo ideas desde su posición como 
naturalista que contrastan con los postulados éti-
cos tradicionales, formulados desde el utilitaris-
mo y la deontología kantiana13. Tanto una como 
la otra se centran en la oposición constante entre 
lo bueno y lo malo como resultado de las accio-
nes de cada persona, mientras que para Darwin 
el problema central es cómo surge en la historia 
evolutiva de la especie la capacidad para realizar 
juicios de valor. 
Aunque no hay duda de su origen biológico, la 
capacidad moral del ser humano es de una mag -
nitud extraordinaria en relación con el al truismo 
y la empatía que se observan en otros animales, 
como los perros y los simios. Esto es algo que 
Darwin sabía muy bien, por eso durante el proceso 
de recepción y discusión de la teoría darwiniana de 
la evolución de las especies se mantuvo al margen 
de las discusiones, yguardó sus reflexiones más pro-
fundas sobre el origen del ser humano y sus capacida-
des morales para la obra que hoy nos ocupa. En ésta, 
no sólo presentan “pruebas de que el hombre des-
ciende de una forma inferior”, en el primer apartado, 
sino que explora el surgimiento de las capacidades 
mentales del ser humano mediante procesos natu-
rales —particularmente la moral—, rompiendo con 
cualquier tipo de explicación religiosa o sobrenatural 
sobre el surgimiento de la facultad humana para dis-
tinguir entre el bien y el mal.
Para el padre de la teoría de la evolución, el 
proceso de surgimiento de las capacidades men -
tales del ser humano es completamente gradual 
y empieza en los animales. Ejemplo de ello son 
los perros domésticos que, aunque descienden 
de los lobos y los chacales (que de acuerdo con 
Darwin los superan en astucia), poseen cualidades 
morales —como el cariño, la confianza y una 
cierta inteligencia general— de las que carecen sus 
ancestros. Sobre la inteligencia sostiene, además, 
que otros animales han llegado a desarrollarla en 
grado suficiente para hacer a unas especies más 
astutas que otras, lo que confiere una ventaja para 
la supervivencia. Como ejemplo utiliza el caso de 
la rata común, que triunfó sobre varias especies 
de ratas nativas en América del Norte y Nueva 
Zelanda.
Tras hablar de la inteligencia Darwin aborda al 
uso de herramientas, señalando que este rasgo no 
sólo se encuentra en el ser humano, sino también 
en especies como el chimpancé, que rompe con el 
auxilio de una piedra la cáscara dura de ciertos 
frutos e incluso puede aprender a romper la cáscara 
de una nuez si se le enseña.
Para Darwin no existe una diferencia funda -
mental entre las capacidades mentales de los ani-
males inferiores y las del ser humano. Cualquier 
animal podría alcanzar los atributos del sentido 
moral y la conciencia si se dieran las condiciones 
necesarias. En palabras del propio Darwin: “Un 
animal cualquiera, dotado de instintos sociales 
pronunciados, adquiriría inevitablemente un sen -
tido moral o una conciencia tan pronto como sus 
facultades intelectuales se hubiesen desarrollado 
tan bien, o casi tan bien, como en el hombre”14. 
Sostiene que hay una diferencia más grande entre 
las capacidades mentales de un pez y un simio que 
entre las del simio y un humano, y que este inter-
valo puede ser cubierto por infinitas gradaciones. 
Lo que Darwin defiende, en resumidas cuentas, 
es una gradualidad estricta en la evolución del 
intelecto, humano y animal, y de la moralidad, 
igual a la de cualquier otra característica cuyo 
surgimiento pueda ser explicado mediante causas 
naturales.
Aunque El origen del hombre no se publica hasta 
1871, la teoría de Darwin sobre el origen biológico 
de la moral precede incluso a la publicación de El 
origen de las especies. Robert Richards sostiene, en 
un análisis detallado de la forma en la que Darwin 
construyó sus ideas sobre el origen de la ética, que los 
antecedentes históricos más cercanos al pensamiento 
de Darwin se encuentran en la tradición escocesa, 
particularmente en el sentido moral de Adam Smith 
(1723-1790) y David Hume (1711-1776), como fue 
desarrollado por sir James Mackintosh (1765-1832), 
pariente distante de Darwin15.
Darwin Chile.indb 11Darwin Chile.indb 11 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XII
ROSAURA RUIZ G.
16 Robert J. Richards (2003): op. cit.
17 Ibid., pp. 97-99. 
18 Ibid.
En una etapa temprana de su teoría sobre el 
origen biológico de la moral, una de las mayo-
res influencias de Darwin fue Moral and Poli­
tical Philosophy, de Willam Paley (1743-1805). 
Acep tando la regla central de Paley de que las 
normas conductuales que son de “utilidad” o 
“convenien cia” a largo plazo para un grupo o 
para un individuo se conservan, Darwin elabora 
una interpretación biológica de la propuesta en 
septiembre de 1838. Sugiere que aquellos hábitos 
que preservan los animales, tales como la cama-
radería y el cuidado parental, deben haber sido 
practicados por muchas generaciones y así, con 
el paso del tiempo, se convirtieron en instintivos. 
Lo que llamamos “bueno”, entonces, correspon-
de a esos instintos benéficos duraderos que han 
probado ser necesarios para la cohesión social y 
el desarrollo. Darwin, señala Richards, supone 
que lo que Paley tomó como una regla de acción 
posterior (actuar para alcanzar una utilidad ge-
neral en el futuro) podía transformarse en una 
regla que describiera los instintos que surgen de 
comportamientos sociales que han sido benéficos 
en grandes períodos de tiempo. Sin embargo, des-
pués de examinar el pensamiento expresado por 
sir James Mackintosh en Dissertation on Progress 
or Ethical Philosophy (1836), Darwin modifica su 
temporal aceptación de la regla de la utilidad de 
Paley, pues le convence la objeción de Mackin-
tosh a la noción de que el placer egoísta (de sa-
tisfacer un instinto, por ejemplo) pueda al final 
motivar la acción correcta. Mackintosh más bien 
se posiciona con aquellos que creen que la natura-
leza humana viene acompañada de un profundo 
sentido de rectitud moral. Para él, los seres hu-
manos son altruistas. Actúan es pontáneamente 
por el bienestar de sus colegas e inmediatamente 
aprueban tales acciones cuando se presentan en 
otros. No obstante, Mackintosh no niega la uti-
lidad de la conducta moral. En un determinado 
momento uno podría valorar el comportamiento 
moral y calcular racionalmente sus ventajas, pero 
tales cálculos no son, en opinión de Mackintosh, el 
impulso inmediato de la acción, que más bien se 
encuentra en el alma humana.
Mientras Mackintosh considera que las facul -
tades mentales son innatas y que el conocimiento 
de lo correcto e incorrecto es instintivo, Darwin 
se pregunta de dónde vienen los instintos morales. 
Desde su razonamiento, éstos debieron de haber si-
do desarrollados a partir de instintos útiles para ci-
mentar las relaciones entre los individuos de las tri-
bus ancestrales16. Darwin distingue el criterio para 
la conducta correcta (utilidad) del motivo para tal 
conducta (una disposición innata). Tras la lectura 
de Thomas Malthus (1766-1834) razona que si los 
hábitos de cuidado parental, la cooperación grupal 
y otros comportamientos similares fueron conser-
vados a lo largo de las generaciones, pudieron ha-
berse incorporado como un legado hereditario de la 
especie y se manifiestan actualmente como instin-
tos para la conducta moral. Cada vez que un indi-
viduo con inteligencia suficiente recuerda después 
de la acción un comportamiento provocado por 
las disposiciones innatas, siente renovada satis-
facción y puede percibir la utilidad social de dicho 
comportamiento (me porto bien, me siento bien, 
soy aceptado). Darwin, concluye Richards, resol-
vió el problema de la coincidencia entre el motivo 
moral y el criterio moral, y fue en 1840 cuando, a 
partir de los estudios de himenópteros, se planteó 
por primera vez la selección grupal17. Desde esta 
perspectiva, los comportamientos morales tienen 
el potencial de hacer a un grupo humano más apto 
que otro. Los impulsos altruistas y empáticos otor-
gan ventajas a una tribu sobre otra y por lo tanto 
se convierten en una característica de la evolución 
de las comunidades humanas18.
Sin la lectura de Malthus Darwin difícilmente 
hubiera alcanzado esta conclusión. Para Malthus 
es to muestra la necesidad de controlar el crecimien-
to poblacional, por ejemplo, con políticas públicas 
de cero apoyo a las personas de escasos recursos. 
Para Darwin esto implica el descubrimiento de una 
forma de competencia hasta entonces desconocida 
por la historia natural: la competencia al interior 
Darwin Chile.indb 12Darwin Chile.indb 12 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XIII
PRÓLOGO
19 Robert J. Richards (2003): op. cit., p. 108.
20 Charles Darwin (1859): op. cit., p. 209.
21 Ernst Mayr (1976): op. cit., p. 74.
de una especie, en la que triunfan los individuos 
(o en este caso los grupos) con las variaciones me-
jor adaptadas a las circunstancias.La cohesión 
social (el trabajo en equipo) que se fomenta con el 
comportamiento moral es una de estas variaciones 
favorables que otorgan ventajas a las poblaciones 
cuyos individuos desarrollan comportamientos so-
ciales y, sobre todo, éticos. 
La sociabilidad, clave para entender el proceso 
de evolución humana, es otro rasgo que evidencia 
para Darwin la gradualidad en el surgimiento de 
las capacidades morales. Los comportamientos 
sociales son favorecidos por la selección natural. 
Para vivir en comunidad los animales sociales de-
ben ser fieles entre sí. Los que siguen a un je fe deben 
contar con cierto grado de lealtad. La vida social, di-
ce Darwin, representa una ventaja para escapar de 
los peligros. Por su organización, las especies socia-
les requieren el desarrollo de comportamientos que 
permitan la vida en grupo; los individuos que en-
cuentran placer en estar juntos son favorecidos por 
la selección natural. Este tipo de comportamientos 
son conservados por una selección de carácter gru-
pal durante el proceso evolutivo de la especie. 
Las tribus que cuentan con un alto estándar de 
moralidad (es decir, aquéllas en las que las acciones 
de los individuos siguen los principios básicos de 
fidelidad, patriotismo, obediencia, valentía, em-
patía y autosacrificio, no sólo para con sus familia-
res, sino también hacia otros miembros del grupo) 
tienen mayores posibilidades de sobre vivencia que 
las tribus donde los individuos no ayudan a otros o 
sólo protegen a sus familiares. La selección natural 
favorece la reproducción de tales grupos y, por en-
de, el avance en la moralidad. 
El problema en este razonamiento se encuentra 
cuando pensamos en la reproducción de cada uno 
de los miembros del grupo. Es probable que un in-
dividuo con instintos altruistas de autosacrificio 
pierda la vida protegiendo a sus compañeros. Como 
consecuencia, éste no se reproduce, mientras que un 
individuo egoísta sí lo hace. Al darse cuenta de es-
te problema, Darwin propone la idea del altruismo 
recíproco, según la cual los miembros de la comuni-
dad aprenden que si ayudan, serán ayudados. Tam-
bién reconoce que mientras algunos comportamien-
tos producen orgullo, otros generan vergüenza. Para 
Darwin, es en esta combinación de emociones donde 
se encuentra el incentivo para adoptar acciones al-
truistas. Los humanos buscamos la admiración y 
evitamos el rechazo19. De acuerdo con Darwin, la 
capacidad moral del ser humano fue favorecida por 
la selección natural y deriva directamente de los ins-
tintos sociales. Es, en suma, una herramienta que 
nos permite vivir en comunidad.
¿Es Wallace el codescubridor, con Darwin, 
de la teoría de la selección natural?
A pesar de que el tema de la selección sexual ya 
había sido abordado por Darwin en El origen de 
las especies, una parte importante de El origen 
del hombre está dedicada a explicar las caracterís-
ticas de los animales que no se pueden entender 
ex clusivamente a partir de la selección natural, 
en particular algunas relacionadas con el dimor-
fismo sexual (las diferencias físicas observables 
entre hem bras y machos de la misma especie). De 
acuerdo con Darwin, la selección sexual es aque-
lla selección que depende de la ventaja que algu-
nos individuos de la misma especie y sexo tienen 
sobre otros para la reproducción20.
Para Darwin, no todas las diferencias entre los 
sexos son resultado de la selección sexual. Muchas 
de ellas están asociadas con la reproducción (como 
los órganos sexuales primarios y secundarios) y con 
las especializaciones de cada uno de los sexos a los 
nichos donde habitan. En estos casos, existen mo-
dificaciones que han sido guiadas por la selección 
natural. La selección sexual sólo se involucra con 
aquellos componentes que fueron adquiridos como 
resultado de una ventaja reproductiva21. Ejemplo 
de ello es la cornamenta de los ciervos que los ma-
chos de la especie utilizan para competir entre ellos 
por las hembras. De acuerdo con el autor, los 
Darwin Chile.indb 13Darwin Chile.indb 13 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XIV
ROSAURA RUIZ G.
22 Mark Pagel (2002): Encyclopedia 
of evolution, Oxford, Oxford University 
Press, p. 688.
23 Alfred Russel Wallace (1891): 
Natural selection and tropical nature: 
essays on descriptive and theoretical bio­
logy, Londres, Macmillan.
24 Norman Johnson (2008): “Di rect 
selection for reproductive isolation: the 
Wallace effect”, en Natural Selection 
and Beyond The Intellectual Legacy of 
Alfred Ru ssel Wallace, ed. Charles Smith 
y Georges Beccaloni, Oxford, Oxford 
University Press, pp. 114-124.
25 Alfred Russel Wallace (1889): 
Darwinism; an exposition of the theory of 
natural selection with some of its applica­
tions, Londres, Macmillan. 
efectos de la selección sexual pueden ser funcio-
nalmente similares a aquellos que existen en po-
blaciones con un superávit de machos. Si cada 
macho asegura dos o más hembras, muchos ma-
chos no podrán aparearse. En este caso, los carac-
teres que promueven la poligamia son transmiti-
dos a la siguiente generación, lo que provoca que 
los machos sean cada vez más diferentes de las 
hembras.
Estudios de campo recientes en aves y ma míferos 
muestran que los caracteres asociados con el dimor-
fismo sexual, acentuado en la morfología o en el com-
portamiento de aves y mamíferos, se utilizan para 
atraer a las hembras. En estos casos, sólo un peque-
ño porcentaje de los machos se aparea. Los estudios 
también indican que, en algunas especies de aves, las 
hembras son relativamente libres de escoger a sus 
parejas22. Sin embargo, el tema se sigue discutiendo 
pues también se han encontrado evidencias en con-
trario, sustentando la opinión de Wallace.
Dicho mecanismo fue un punto de desacuerdo 
fundamental entre Darwin y Alfred Russel Wa -
llace, quien consideró innecesario hablar de un tipo 
de selección adicional a la selección natural. Para 
él, todas las características asociadas con la re-
producción pueden ser explicadas como resultado 
de la selección natural. En el caso de las aves, por 
ejemplo, Wallace considera que la selección natu-
ral favorece a las hembras más discretas, pues son 
las que generalmente cuidan a las crías. Los colores 
de su plumaje son menos vistosos que los de los ma-
chos porque esto les permite ocultarse fácilmen-
te23. Para Darwin, en cambio, las hembras escogen 
a los machos más vistosos y que presentan deter-
minados desplantes conductuales. Ellos son los 
que logran el éxito para el apareamiento. Por eso, 
los plumajes coloridos se preservan a lo largo de las 
generaciones a pesar de representar un riesgo para 
los individuos, que son detectados con mayor faci-
lidad por los depredadores.
Otra diferencia significativa entre los pen -
samientos de Darwin y Wallace es su visión sobre 
el aislamiento reproductivo24. Wallace afirma que 
la selección natural puede favorecer la aparición de 
formas que impiden la reproducción entre dos espe-
cies (los actualmente denominados “meca nismos de 
aislamiento”) en determinadas condiciones:
El caso más simple en el que podemos pensar es 
aquél en el que dos formas o variedades de una 
especie, que ocupan un área extensa, están en pro-
ceso de adaptación a dos modos diferentes de vida 
en la misma área. Si estas dos formas se cruzaran 
libremente y produjeran descendencia mestiza 
fértil, la diferenciación de éstas en dos especies 
distintas se vería retardada o quizá se imposibili-
taría del todo, pues los productos del cruce serían, 
tal vez, más vigorosos por efecto de la unión, 
aunque menos perfectamente adaptados a las 
condiciones de existencia que cualquiera de las va -
riedades originales. Esto establecería, sin duda, 
fuerzas antagónicas para la diferenciación en dos 
formas distintas25.
En contraste, Darwin piensa que los meca nis -
mos que evitan la reproducción entre dos especies 
son resultado de la acumulación de cambios provo-
cados por la selección natural:
La opinión comúnmente mantenida por los 
naturalistas es que lasespecies han sido dotadas 
de esterilidad cuando se cruzan, a fin de impedir su 
confusión. Esta opinión realmente parece a primera 
vista probable, pues las especies que viven juntas 
difícilmente se hubieran conservado distintas si 
hubiesen sido capaces de cruzarse libremente. El 
asunto es, por muchos aspectos, importante para 
nosotros, especialmente por cuanto la es terilidad 
de las especies cuando se cruzan por vez primera y 
la de su descendencia híbrida no pueden haber 
Darwin Chile.indb 14Darwin Chile.indb 14 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XV
PRÓLOGO
26 Charles Darwin (1859): op. cit., 
p. 264.
27 Georges Canguilhem (1959): 
“Les concepts de ‘lutte pour l’existence’ 
et de ‘sélection naturelle’”, 1858: Char­
 les Darwin et Alfred Russel Wa llace, 
Palais de la décou verte.
28 Janet Browne (1996): Char les 
Darwin: voyaging, vol. 40, Nueva 
Jersey, Prin ceton University Press, 
p. 388.
sido adquiridas, como demostraré, mediante la 
conservación de sucesivos grados útiles de es -
terilidad. Es un resultado incidental de diferen -
cias en los aparatos reproductores de las especies 
madres26. 
Es decir que, para Wallace, el aislamiento re-
productivo se genera cuando la selección sexual 
elimina a los híbridos favoreciendo a los indivi-
duos que no se reproducen con la población veci-
na (efecto Wallace); mientras que Darwin afirma 
que es consecuencia de la separación para la re-
producción que se produce debido a la acumula-
ción de va riaciones dentro de las poblaciones, lo 
que resulta a la larga en la generación de dos o 
más especies que son incapaces de reproducirse 
entre ellas. 
Aunque ambas ideas han resultado importan-
tes para la biología, no se puede ignorar el hecho de 
que son fundamentalmente distintas, como lo es 
también su visión de las diferencias entre la selec-
ción artificial y la selección natural. Para Wallace, 
ambos fenómenos son absolutamente distintos. 
Sostiene que lo que es válido para una, por lo gene-
ral, no es válido para la otra; más aún, considera 
que la analogía de la selección artificial personifica 
a la selección natural, lo cual en su opinión es erró-
neo. Darwin, en cambio, opina que la selección ar-
tificial es una evidencia de la existencia de la selec-
ción natural. Por ello la utiliza como ejemplo 
ex plicativo. Es, a fin de cuentas, la aplicación prác -
tica del ser humano del mecanismo de la selección 
natural. 
Las concepciones de Darwin y Wallace son 
similares en tanto que se basan en el modelo eco-
nómico de Malthus27, pero estas tres diferencias 
fundamentales (la selección sexual, el aislamiento 
reproductivo y la selección artificial y, sobre to-
do, la participación de fuerzas sobrenaturales en 
la evolución humana) hacen imposible pensar que 
la teoría de la evolución de las especies que ambos 
sostienen sea la misma.
Un gran momento de Darwin, punto cul -
minante en la formulación de su teoría de la evolu-
ción por medio de la selección natural, fue cuando 
a partir de la lectura de los principios de la pobla-
ción comprendió que los organismos que mueren 
no son necesariamente los más débiles y los que 
sobreviven no siempre son los más fuertes, sino los 
mejor adaptados en un tiempo y espacio precisos; 
y, sobre todo, que esa diferencia se debe a las va-
riaciones heredables en la estructura y en el com-
portamiento de los individuos de la especie. Como 
parte de la selección natural, la muerte puede ser 
creativa, ya que permite preservar las adaptacio-
nes útiles de algunos organismos mientras que eli-
mina las perjudiciales. Al transferir el sistema mal-
tusiano de equilibrios y balances en las poblaciones 
humanas al mundo natural, Darwin encontró una 
manera de explicar cómo las especies pueden cam-
biar o perecer. La lucha por la supervivencia pro-
duce y explica la adaptación. La muerte y la sobre-
vivencia diferenciales mantienen en la población 
las diferencias favorables, pero también otras que, 
sin ser favorables (son neutras en relación con la 
adaptación), se conservan y como resultado con-
tribuyen a la variabilidad de la población28. Es-
ta crucial influencia de Malthus en Darwin es la 
misma que el economista provocó en Wallace. Por 
ello, el propio Darwin aceptó la visión de Wallace 
como extremadamente similar a la suya; es la lu-
cha por la existencia malthusiana llevada a la na-
turaleza. Por otro lado, son indudables las grandes 
aportaciones que Wallace hizo a la biología evolu-
tiva probando la lógica de la teoría darwiniana y 
extendiendo su rango. El conocimiento de Wallace 
de la distribución y las complejidades de la adap-
tación le permitieron explorar la teoría de la evo-
lución en formas nuevas y diferentes. Su trabajo 
sobre la coloración animal y el proyecto que abrió 
con la publicación de Geografical Distribution of 
Animals, en 1876, e Island Life, en 1881, disparó 
las investigaciones sobre biogeografía a finales del 
siglo XIX. Sin embargo, en su último libro, World 
Darwin Chile.indb 15Darwin Chile.indb 15 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XVI
ROSAURA RUIZ G.
29 Charles Smith (2008): “Wallace, 
Spiritualism, and Beyond: ‘Change’ 
or ‘No Change’?”, Natural Selection 
and Beyond The Intellectual Legacy 
of Alfred Russel Wallace, ed. Charles 
Smith y George Beccaloni, Oxford, 
Oxford University Press, pp. 391-424.
30 Ted Benton (2008): “Wallace’s 
Dilemmas: The Laws of Nature and the 
Human Spirit”, Natural Selection and 
Beyond The Intellectual Legacy of 
Alfred Russel Wallace, ed. Charles 
Smith y Georges Beccaloni, Oxford 
University Press, pp. 368-390.
31 Alfred Russel Wallace (1905): 
My Life: a Record of Events and 
Opinions, Londres, Chapman and 
Hall.
32 Ibid.
33 Adrian Desmond y James Moore 
(1994): op. cit.
34 Roger Smith (1972): “Alfred 
Russel Wallace: Philosophy of Nature 
and Man”, The British Journal for the 
History of Science, 6, núm. 2, pp. 177-
199.
35 Alfred Russel Wallace (1889): 
op. cit.
36 Charles Smith (2008): op. cit.
of Life (1911), describió el proceso de la evolu-
ción como un desenvolvimiento del plan divino29. 
Darwin y Wallace estuvieron de acuerdo en que el 
ser humano debió de haberse originado a partir de 
un antepasado común con los simios, pero Wallace 
estaba convencido de que una “inteligencia supe-
rior” había contribuido al desarrollo de la capaci-
dad moral y la inteligencia humanas30. De acuer-
do con el propio autor, sus opiniones habían sido 
modificadas después de estudiar la existencia de 
fuerzas e influencias todavía no reconocidas por la 
ciencia (fuerzas espirituales)31. El rechazo categó-
rico de Wallace a los orígenes materiales de la men-
te humana, ligado a su creciente entusiasmo por el 
espiritualismo, lo llevaron a formar parte de la co-
rriente del pensamiento victoriano que resistía el 
avance del naturalismo científico. No así Darwin, 
quien se mostró consternado ante la perspectiva de 
leer los puntos de vista de Wallace sobre la evolu-
ción humana. Así lo expresó en una carta de 1869 
dirigida a Wallace, cuando escribió: “deseo que no 
hayas asesinado por completo a tu propio hijo y 
también mío”32.
Por desgracia, al leer la revisión de Wallace a la 
décima edición de los principios de Lyell, Darwin 
confirmó la muerte de su hijo común y entendió 
que había perdido al más grande e importante de 
sus aliados en la lucha por defender la completa 
aplicación de la teoría de la evolución a la especie 
humana. Tal fue su desesperación que en su copia 
del texto de Wallace escribió al margen, con triple 
subrayado y marcas de exclamación, la palabra 
“¡¡¡NO!!!”33. 
Wallace había desterrado por completo a la 
conciencia humana del reino de la selección natu-
ral. Consideraba imposible que la selección, que 
trata el uso inmediato de los caracteres, pudiera 
haber dotado a los salvajes de una alta capacidad 
intelectual que fuera más allá de sus necesidades 
inmediatas. Existía para Wallace una gran brecha 
con el resto de los animales que sólo podía ser expli-
cada por el otorgamiento de la concienciaa la espe-
cie humana a través de fuerzas espirituales. Ha-
biendo vivido con los nativos en el Amazonas y el 
lejano Oriente, Wallace tenía a los salvajes en gran 
estima. Escribió que cuanto más veía a la gente in-
civilizada, mejor pensaba de la especie humana. El 
cerebro era una cualidad superior que algunas tri-
bus habían utilizado para desarrollar una moral 
más alta que la de los colonialistas que trataban de 
exterminarlos. El gran cerebro, entonces, era un 
requisito esencial para el desarrollo de la civiliza-
ción34; pero la selección no podía prever necesida-
des futuras, sólo podía proveer —decía Wallace— 
lo necesario para el día a día35. La selección no 
tendría poder para mejorar la civilización, a juzgar 
por el barbarismo rampante de la Inglaterra victo-
riana y la crueldad del capitalismo. Para Wallace, 
los altos poderes espirituales conducían el destino 
humano. Ellos eran los responsables del surgimien-
to del cerebro y podrían también ser la salvación 
del hombre. Ello no representaba, en su pensa-
miento, una ruptura con la teoría de la selección 
natural, pues estaba convencido de que todas las 
leyes —incluida la selección natural— eran expre-
siones de la actividad espiritual buscando realizar 
el ideal del hombre perfecto36. 
Los naturalistas británicos del siglo XIX ope-
raban desde el marco teórico de la teología natural, 
cuya demolición es una de las mayores aporta -
ciones del darwinismo; y, sin embargo, Wallace in-
corporó una visión teológica en todas sus teo rías. 
En contraste, Darwin mantuvo siempre un profun-
do compromiso con la visión materialista de la 
Darwin Chile.indb 16Darwin Chile.indb 16 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XVII
PRÓLOGO
37 Charles Darwin y Francis 
Darwin (1888): “The life and letters of 
Charles Darwin: Including an autobio-
graphical chapter”, The Life and Letters 
of Charles Darwin: Including an 
Autobiographical Chapter, 1888, 1-418, 
en https://doi.org/10.1017/CBO9780 
511702914
38 Adrian Desmond y James Moore 
(1994): op. cit., p. 570.
39 Charles Smith (2008): op. cit.
evolución (incluida la de la especie humana) e in-
terpretó las declaraciones de Wallace como la rup-
tura teórica que realmente representaban, escri-
biendo con pesar a su colega: “difiero fuertemente 
de ti y lo siento mucho. No veo necesidad de una 
causa próxima adicional en relación con el ser 
humano”37. Fue triste para Darwin, verdadera-
mente extraño, ver a quien había sido el más serio 
defensor del evolucionismo darwiniano inexplica-
blemente apelando a otras inteligencias. Expresó 
incluso que podría haber jurado que el pasaje sobre 
el cerebro había sido introducido por la mano de 
alguien más38. Una mano invisible, espiritual, co-
mo Wallace hubiera podido creer. 
Hoy resulta importante reconocer que las teo-
rías de Darwin y de Wallace no son tan parecidas 
como se creyó en un principio. Wallace nunca acep-
tó la analogía entre la selección artificial y la selec-
ción natural, y permaneció escéptico sobre la exten-
sión del modelo al área de la selección sexual. Estos 
debates ayudaron a Darwin y Wallace a redefinir y 
afinar sus ideas, pero jamás concordaron del todo. 
A la luz de las diferencias conceptuales entre él 
y Darwin, es prácticamente imposible afirmar que 
haya sido el “codescubridor de la evolución”, ya 
que la teoría que él y Darwin sostienen no es la mis-
ma. No se trata de una ruptura puntual, sino de 
una gran diferencia conceptual, de principio, entre 
las teorías de ambos autores. La conversión de 
Wallace al espiritismo y su abandono del mate-
rialismo han sido debatidos ampliamente; no obs-
tante, autores como Charles Smith y Ted Benton 
afirman que las ideas filosóficas, morales, cientí-
ficas y políticas de Wallace forman un marco con-
ceptual coherente que ya se encontraba clara-
mente delimitado entre 1843 y 1845. Smith, por 
ejemplo, realiza un análisis detallado de los escri-
tos de Wallace en el que se muestra que no hubo 
un gran cambio de pensamiento en este autor pos-
terior al desarrollo de la teoría de la selección na-
tural. No existió, por lo tanto, una conversión de 
Wallace al espiritualismo. Esta convicción siem-
pre estuvo presente en sus creencias tempranas, 
de manera que la aparente convergencia de Wa-
llace con el darwinismo evolucionista fue sólo 
parcial desde un principio39. 
El mayor legado de Darwin es aquel que ni si-
quiera las declaraciones contrarias de quien fuera 
en algún momento su más grande aliado (quien aún 
hoy es nombrado el “codescubridor de la evolu-
ción”) pudieron destruir, el que tiene su máxima ex-
presión en El origen del hombre y la selección con rela­
ción al sexo: la inclusión del ser humano en el esquema 
de la naturaleza y la creación de una teoría materia-
lista que da cuenta del surgimiento gradual de todas 
sus características, a través de un proceso evolutivo. 
Desde el bipedismo hasta las capacidades superiores 
de la moral y el pensamiento complejo.
Darwin Chile.indb 17Darwin Chile.indb 17 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
XVIII
ROSAURA RUIZ G.
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essays on descriptive and theoretical biology, 
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Darwin Chile.indb 18Darwin Chile.indb 18 15/1/20 9:5615/1/20 9:56
Estudio histórico11
FRanCisCo Pelayo y miGuel ÁnGel PuiG-samPeR
Instituto de Historia (CSIC)
XIX
Gestación de la obra The Descent of Man, 
and Selection in Relation to Sex
La “industria Darwin”, el conjunto de los innu-
merables trabajos que han abordado la vida y obra 
de Charles Darwin, ha sido el resultado de las inves-
tigaciones realizadas sobre el naturalista británico, 
y su entorno científico y social, llevadas a cabo por 
especialistas en diferentes campos del conocimiento. 
El estudio que se presenta a continuación forma parte 
de este gran proyecto internacional que reconoce la 
importancia de la labor científica de Darwin y su 
decisiva aportación al conocimiento de la evolución 
biológica. En concreto, y con relación a su teoría de 
la descendencia con modificación, la publicación de 
The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex 
fue la obra en la que Darwin expuso sus ideas acerca 
de la evolución humana, el lugar de la humanidad en 
la naturaleza, las estrechas relaciones biológicas con 
los parientes primates no humanos y la importancia 
de la evolución sexual (Herbert, 1974, 1977; Moore y 
Desmond, 2004; Ros, 2009).
Así, el 24 de febrero de 1871 el editor John 
Murray publicaría en Londres los dos volúmenes 
que ocuparon la obra The Descent of Man, and 
Selection in Relation to Sex, de Charles Darwin. Se 
editaron 2.500 ejemplares. Al agotarse la tirada, se 
reimprimieron ese mismo año otros 5.000 nuevos 
ejemplares. Darwin cobró por la publicación de su 
libro 1.470 libras. Sería la primera de las obras de 
Darwin en proporcionar un buen beneficio edito-
rial (Browne, 2009: 450).
En algunas páginas de su autobiografía y de su 
correspondencia, Darwin describe cómo fue la 
génesis y el desarrollo de la redacción de esta obra. 
De este modo, en su autobiografía señaló que tan 
pronto como llegó a estar convencido, en el año 
1837 o 1838, de que las especies eran tipos modifi-
cables, no había podido evitar considerar que el 
hombre debía estar sujeto a la misma ley. En con-
secuencia, recopiló las notas sobre el tema que 
había guardado durante mucho tiempo sin la 
intención de publicarlas. Darwin reconocería que 
en su On the Origin of Species (1859) no se discutía 
cómo tenía lugar la descendencia con modificación 
de ninguna especie en particular. Pensó que para 
ser honrado y evitar que se le acusara de ocultar sus 
puntos de vista, era necesario añadir en dicho libro 
1 Trabajo realizado en el marco del Proyecto de Investigación HAR2016-75331-P (AEI/FEDER, UE).
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FRANCISCO PELAYO Y MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER
que “se arrojaría luz sobre el origen del hombre y 
su historia”. Además, creía que podía perjudicar al 
éxito de su libro sobre el origen de las especies si no 
exponía su convicción evolutiva en relación con el 
género humano. Tras percatarse de que había 
muchos naturalistas que aceptaban la doctrina de 
la evolución de las especies, le pareció aconsejable 
trabajar con las notas que poseía y publicar un 
tratado especial dedicado al origen del hombre. 
Esto le daba la oportunidad además de debatir a 
fondo sobre la selección sexual, un tema que siem-
pre le había interesado mucho. Así que, utilizando 
los materiales recopilados, comenzó a preparar, en 
febrero de 1868, su The Descent of Man. Tardó tres 
años en terminar la redacción de la obra ya que, 
como venía siendo habitual, Darwin perdió parte 
del tiempo a causa de su mala salud, y otra parte la 
dedicó a preparar nuevas ediciones y otras obras 
menores (Darwin, 1887a: 93-94). 
Darwin adelantaría a Alfred R. Wallace y 
Alphonse De Candolle que había decidido publicar 
un ensayo sobre el origen del hombre. Así, en una 
carta de febrero de 1867 le comentaría a Wallace 
que la razón de su interés por la selección sexual 
era que había resuelto publicar un pequeño tratado 
sobre el origen de la humanidad. Aunque no había 
logrado convencer a Wallace sobre la importancia 
de la selección sexual, pensaba que este proceso 
había sido el agente principal en la formación de las 
razas humanas (Darwin, 1887b: 95).
Al año siguiente, en julio de 1868, Darwin escri-
biría a De Candolle para decirle que, tras mucho 
tiempo interesado en el origen del hombre, había 
decidido publicar un breve estudio sobre ese tema. 
El problema, decía, era que dicha monografía 
se había ido diversificando hacia algunos temas 
colaterales, por lo que le iba a llevar más de un año 
completarlo (Darwin, 1887c: 98).
La última revisión de El origen del hombre se 
corrigió el 15 de enero de 1871, y Darwin escribió 
en los días siguientes a sus colegas más próximos, 
como Joseph Hooker y Asa Gray, para comuni-
cárselo. A Hooker le comentó que hacía unos días 
había terminado las últimas pruebas de su libro 
y que el trabajo lo había dejado medio muerto. 
Dudaba Darwin, le comentaría a Gray, si valía la 
pena publicar el libro (Darwin, 1887d: 131).
Finalmente el libro se publicó a comienzos 
de 1871. Fue dividido, como se ha dicho al 
principio, en dos volúmenes, de 424 y 475 páginas, 
complementándose el texto con 76 grabados. El 
primero incluía una introducción, siete capítulos 
dedicados al origen o descendencia del hombre. 
Junto a los capítulos del octavo al undécimo 
dedicados a la selección sexual, constituían la parte 
primera. El segundo volumen lo formaba la parte 
segunda, que integraba los restantes capítulos, del 
duodécimo al vigésimo primero, que completaban 
el discurso sobre la selección sexual. 
En una carta fechada el 28 de marzo de 1871 de 
Darwin a su hija Henrietta Emma, menciona la 
ayuda que ésta le había dado al leer el manuscrito 
y corregir el estilo. Le comenta que consideraba 
una gran suma de dinero las 1.470 libras que iba a 
cobrar por su libro. La obra había tenido éxito y 
no había sido maltratado por las críticas, además 
de que muchos revisores alababan su estilo lúcido 
y vigoroso. En este punto, Darwin hacía partícipe 
a su hija de la buena evaluación en ese aspecto, ya 
que ella había sugerido arreglos en la redacción e 
incluso en el razonamiento. En la despedida de su 
carta, Darwin se refería a su hija como su querido 
coadjutor y compañera de trabajo (Litchfield, 
1915, II: 202-203). 
La obra fue objeto de reimpresiones el mismo 
año en que se publicó, introduciéndose peque-
ños cambios en el texto, de forma que Darwin 
expondría en el prólogo de la segunda edición, que 
“durante las sucesivas reimpresiones de la primera 
edición de este trabajo... pude introducir varias 
correcciones importantes”. 
En 1874 salió una segunda edición, revisada y 
ampliada, con un prefacio y una nota adicional de 
Thomas Henry Huxley, acerca de la semejanzas y 
diferencias en la estructura y desarrollo de los 
cerebros de humanos y monos (Comas, 1971). En 
el prefacio de la segunda edición, fechado en Down 
en septiembre de 1874, Darwin explicaba que 
había introducido varias correcciones importan-
tes en las sucesivas reimpresiones de la primera 
edición. Por lo que, habiendo transcurrido más 
tiempo, se había aprovechado de “la fiera orda-
lía” de las reseñas por la que había pasado el libro 
y de las críticas sensatas que había recibido. 
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ESTUDIO HISTÓRICO
Agradecía a sus corresponsales por la enorme can-
tidad de nuevos hechos y observaciones que le 
habían hecho llegar, aunque sólo había podido 
utilizar unos pocos comentarios, los más impor-
tantes. Había introducido nuevos grabados y 
cuatro de los antiguos habían sido sustituidos por 
otros mejores, que habían sido ejecutados del 
natural por el ilustrador especialista en dibujos 
zoológicos T. W. Wood. 
Especialmente agradeció Darwin las obser-
vaciones proporcionadaspor Huxley, publicadas 
como suplemento al final de la primera parte, en la 
que se discutía sobre la naturaleza de las diferen-
cias entre los cerebros del hombre y de los simios 
superiores. Le había parecido importante publicar 
estas observaciones debido a que habían aparecido 
en países europeos varias memorias sobre el tema y 
en algunos casos su importancia se había exagera-
do por los escritores populares. 
Darwin sostenía que sus críticos con frecuencia 
asumían que él atribuía todos los cambios de la 
estructura corporal y de la capacidad mental 
exclusivamente a la selección natural de las varia-
ciones llamadas espontáneas. Pero ya en la prime-
ra edición de El origen de las especies claramente 
había indicado que debía atribuirse gran impor-
tancia a los efectos hereditarios del uso y desuso, 
tanto con respecto al cuerpo como a la mente. 
También había atribuido una cierta capacidad de 
modificación a la acción directa y prolongada del 
cambio de las condiciones de vida. Incluso comen-
tó que también se debían tener en cuenta las rever-
siones ocasionales de estructura. Tampoco había 
que olvidar lo que él había llamado “crecimiento 
correlativo”. Entendía por esto que varias partes 
de la organización se hallaban conectadas de forma 
desconocida, de manera que cuando una parte 
variaba, también lo hacían las demás; y que si en 
una parte se acumulaban variaciones por selec-
ción, otras partes se acabarían modificando. Varios 
críticos le habían acusado, seguía diciendo Darwin 
en el prefacio, de que cuando se encontró con 
muchos detalles de la estructura en el hombre que 
no podían ser explicados a través de la selección na -
tural, entonces él había inventado la selección 
se xual. Sin embargo, recordaba que ya había esbo-
zado este principio en la primera edición de El 
origen de las especies, en donde afirmó que era apli-
cable al hombre. Este tema de la selección sexual se 
trataba en toda su extensión en su The Descent of 
Man, simplemente porque fue una oportunidad 
que se le había presentado. A Darwin le había sor-
prendido el parecido de muchas de las críticas, 
algunas parcialmente favorables a la selección 
sexual, con las que habían aparecido anteriormen-
te en relación con la selección natural. Por ejemplo, 
que la selección sexual podría dar cuenta de algu-
nos detalles, pero no era aplicable como hecho 
explicativo de la evolución, con la extensión que él 
había empleado en su obra. 
Terminaba el prefacio Darwin manteniendo 
que, aunque su convicción sobre el poder evoluti-
vo de la selección sexual permanecía inalterable, 
era probable o casi seguro, que varias de sus con-
clusiones se considerasen erróneas más adelante. 
Estaba convencido de que cuando los naturalistas 
se familiarizaran con la idea de la selección sexual, 
ésta sería ampliamente asumida. Varios naturalis-
tas competentes ya la habían aceptado de forma 
completa y favorable.
La segunda edición de 1874 está dividida en tres 
partes —en lugar de las dos de la primera—, ya 
que la selección sexual en relación con el hombre se 
separa en una tercera parte. Esta segunda edición 
fue ampliamente revisada y, como se ha dicho, con-
tiene la nota sobre la comparación de los cerebros 
del hombre y los simios realizada por Huxley. En 
las reimpresiones posteriores se corrigieron erratas 
y se añadieron pequeños cambios textuales. A la de 
1877 se le agregó al final una nota suplementaria del 
propio Darwin, que se había publicado en la revista 
Nature el 2 de noviembre de 1876. Éste es el texto 
definitivo del libro de Darwin.
Contenido de la obra y discurso de Darwin
En la introducción de The Descent of Man, Darwin 
justificaba la elaboración de esta obra refiriendo que 
había acopiado durante muchos años notas sobre 
el origen y genealogía del hombre, sin intención en 
principio de publicar nada sobre este tema. Pero 
consideró que hubiera sido inútil para su trabajo, y 
perjudicial para el éxito de su libro sobre el origen 
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FRANCISCO PELAYO Y MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER
de las especies, exponer sin dar ninguna evidencia 
su convicción con respecto al origen del género 
humano. Por eso, cuando se convenció de que 
muchos naturalistas aceptaban la doctrina de la 
evolución de las especies, le pareció aconsejable 
publicar un trabajo especial sobre el origen del 
hombre. En este punto citaba a Carl Vogt. Este 
naturalista alemán, en su discurso presidencial en la 
apertura de la sesión general del Institut National 
de Genève, celebrada en abril de 1869, había dicho 
que “nadie, al menos en Europa, sostiene ya la 
teoría de la creación independiente, y única, de las 
especies” (Vogt, 1870: 7). 
Vogt, en su discurso, comenzaba refiriéndose al 
movimiento que imperaba entonces en las ciencias 
naturales que apelaba a la necesidad de poder 
expresar un pensamiento libre a través de la lucha 
incesante contra la autoridad y la creencia trans-
mitida, heredada y autoritaria. Era una corriente 
de libertad e independencia que subyacía en el 
fondo de las preguntas que surgían en todos los 
ámbitos: político, religioso, social, literario y cien-
tífico. En algunos de estos ámbitos se mostraba 
como una tendencia al autogobierno, en otros, 
como estudios críticos de los llamados textos sagra-
dos. Había quienes buscaban establecer las condi-
ciones de existencia de la sociedad y las diversas 
clases sociales mediante leyes similares a las que 
gobernaban el mundo físico, etc. En este marco se 
formaban dos campos: uno de resistencia, el otro 
de ataque. En el caso de las ciencias biológicas, así 
como en el de la antropología, la nueva dirección, 
en opinión de Vogt, se debía a Darwin. Era una 
nueva orientación que quería combatir opiniones 
transmitidas, autoritarias, dictadas por un orden 
anterior, cuyas ideas eran completamente diferen-
tes y aceptadas hasta ahora. Las especies, había 
dicho Linneo, eran tipos creados desde el principio, 
y esta definición presuponía la existencia de un 
creador, de un número considerable de tipos inde-
pendientes uno del otro, y de una renovación suce-
siva del mundo orgánico, según un plan fijado de 
antemano en las diferentes épocas de la historia 
de la Tierra. Para este axioma no había necesidad de 
examinar las relaciones de los diferentes organis-
mos entre sí, ni con sus predecesores. Establecía 
que cada especie era una creación independiente en 
sí misma, por lo que en el fondo era indiferente si el 
lobo se parecía al perro o a la ballena. Pero gracias 
a Darwin se había producido una revolución com-
pleta. Nadie, al menos en Europa, se atrevía a 
apoyar en ese momento la creación independiente 
y única de las especies (Vogt, 1870).
De manera que estas palabras de Vogt le trans-
mitían a Darwin que al menos un gran número de 
naturalistas admitían que las especies eran des cen -
dientes modificadas de otras y aceptaban la acción 
de la selección natural, y esto era válido especialmen-
te para los naturalistas más jóvenes y emergentes. 
De todas formas, Darwin reconocía que, desafor-
tunadamente, entre los más veteranos muchos aún 
se oponían a la evolución en todas sus formas. El 
tiempo diría quién tenía razón.
Resolvió Darwin, por tanto, repasar sus notas 
para comprobar si se podían aplicar al género 
humano las conclusiones generales de sus trabajos 
anteriores. Esto le pareció muy importante ya que 
nunca había aplicado sus puntos de vista a una 
especie considerada de forma aislada porque, al 
limitar un estudio a una forma cualquiera, se per-
dían los argumentos derivados de la naturaleza de 
las afinidades que conectaban grupos completos 
de organismos, tales como su distribución geográ-
fica, tanto en el pasado como en el presente, su 
sucesión geológica, las estructuras homólogas, el 
desarrollo embrionario o la existencia de órganos 
rudimentarios, fuera en el hombre o en cualquier 
otro animal. Todos estos hechos, tomados en con-
junto, proporcionaban pruebas concluyentesfavo-
rables al principio de la evolución gradual.
El objeto de su trabajo, continuaba Darwin, 
era considerar, en primer lugar, si el hombre, como 
cualquier otra especie, descendía de alguna forma 
preexistente; en segundo lugar, el modo en que se 
desarrollaba; y, por último, valorar las diferen-
cias existentes entre las llamadas razas humanas 
(Darwin, 1871: 2-3). 
Con relación a la antigüedad del género huma-
no, Darwin afirmaba que había sido probada 
anteriormente por Jacques Boucher de Perthes. 
Efectivamente, este prehistoriador amateur fran-
cés durante muchos años, reunió materiales de 
industria lítica, fruto de sus excavaciones paleon-
tológicas, que utilizaría para la publicación de los 
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ESTUDIO HISTÓRICO
tres volúmenes de su obra Antiquités celtiques et 
antédiluviennes (1847-1864). En ella, Boucher de 
Perthes defendió la existencia del hombre ante-
diluviano, planteando la existencia de dos crea-
ciones independientes, de manera que admitía al 
menos dos tipos humanos: el tipo antediluviano, 
aniquilado en su totalidad por un cataclismo dilu-
vial y que había sido contemporáneo de la fauna 
extinguida cuyos restos fósiles se encontraban en 
los yacimientos, y el tipo Adán, que había sido 
testigo del último gran diluvio y al que pertenecía 
la humanidad actual con sus diferencias raciales. 
En cuanto a la inmensa antigüedad de la huma-
nidad sobre la Tierra, Boucher de Perthes dejó 
reflejada su opinión sobre el tema en la frase final 
del segundo volumen de sus Antiquités celtiques 
et antédiluviennes: “Dieu est éternel, mais l’homme 
est bien vieux” [“Dios es eterno, pero el hombre es 
muy antiguo”] (Boucher de Perthes, 1857: 355). 
Dos años después, en 1859, el mismo año en que se 
publicaría On the Origin of Species, arqueólogos y 
geólogos británicos y galos visitaron el yacimiento 
francés de Abbeville (Somme) para comprobar las 
evidencias que Boucher de Perthes había atribuido 
al “hombre antediluviano”. La inspección in situ 
confirmó las pruebas que atestiguaban la realidad y 
existencia de industria lítica a ambos lados del canal 
de la Mancha, en Abbeville y en Brixham (Devon) 
respectivamente. Tras demostrarse la coexisten-
cia de humanos y fauna extinguida, se alcanzó un 
consenso sobre la gran antigüedad de la huma-
nidad. La discusión para consensuar una prácti-
ca y metodologías científicas propias de la nueva 
disciplina tuvo lugar en instituciones académicas, 
sociedades científicas, revistas especializadas y en 
los Congresos Internacionales de Antropología y Ar -
queología Pre histórica (CIAAP). 
Citaba también Darwin en este campo a cole-
gas británicos cercanos, como eran Charles Lyell, el 
geólogo actualista autor de The Geological Evidences 
of the Antiquity of Man (1863), a John Lubbock, 
arqueólogo y antropólogo, que había publicado 
Pre-historic Times (1865) y a Thomas H. Huxley, 
cuyo libro Evidence as to Man’s Place in Nature (1863) 
era el referente en cuanto a los estudios que aborda-
ban la comparación entre humanos y monos antro -
pomorfos. Huxley demostraba de forma concluyente 
que los caracteres de los humanos diferían menos de 
los de los simios superiores que los de éstos respecto a 
los de los monos inferiores, por lo que Darwin justifi-
caba que no se explayara en esta cuestión. 
La obra de Huxley derivaba de varias confe-
rencias dadas entre 1860 y 1862 y estaba estruc-
turada en tres grandes capítulos dedicados a la 
historia natural de los primates, a las relaciones 
del hombre y los animales inferiores y, por último, 
a los restos fósiles del hombre. En el primero hacía 
una breve historia de las descripciones antiguas 
para demostrar el parecido evidente de los gorilas o 
los chimpancés con el hombre, que culminaban con 
la excelente obra de Isidore Geoffroy Saint-Hilaire 
sobre el gorila. Asimismo se hacía eco de otras noti-
cias que hablaban de un hombre de los bosques que 
los indígenas indonesios llamaban “orang-outang” 
y que había sido objeto de un trabajo comparado 
con primates africanos en la Royal Society de 
Londres. Las comparaciones habían continuado 
con Linneo y sus discípulos, que habían recreado el 
conocimiento anterior sobre los chimpancés, oran-
gutanes, etc., continuado después por Buffon y por 
Peter Camper, hasta llegar a 1835, gracias a una 
excelente memoria de Owen sobre la osteología del 
chimpancé y el “orang”, imprescindible para cono-
cer la anatomía de los monos antropomorfos junto 
a las obras de Thomas Savage y Jeffreis Wyman 
ya en los años cuarenta, luego completadas por 
múltiples estudios sobre estos primates, entre otros 
por Wallace, los gorilas y los desconocidos gibo-
nes. Se completaba así un estudio necesario para 
comparar la anatomía de los grandes simios con la 
estructura del Homo sapiens. 
En el segundo capítulo, Huxley se planteaba 
lo que él llamaba la pregunta fundamental para la 
humanidad, el lugar que ocupaba en la naturaleza, 
cómo se relacionaba con el resto de los seres vivos, 
su origen, los límites de su poder sobre la propia 
naturaleza y de ésta sobre ella. Huxley analiza el 
desarrollo embrionario para concluir que era seme-
jante en todos los vertebrados, lo que indicaría una 
línea evolutiva común, algo ya visto anteriormen-
te por Geoffroy Saint-Hilaire, pero que sobre todo 
conectaba la anatomía humana con el resto de los 
vertebrados. En segundo lugar, el estudio ana-
tómico de los primates acercaba al hombre en su 
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XXIV
FRANCISCO PELAYO Y MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER
estructura a los grandes simios, aunque resultara 
evidente que había algunos pro cesos evolutivos 
que habían diferenciado a Homo de sus parientes, 
especialmente en el bipedalismo y la cerebraliza-
ción, pero no había una barrera tan sólida como 
para no aceptar la hipótesis darwinista en la for-
mación de la especie humana y su parentesco con 
otros primates en el árbol evolutivo mediante un 
proceso de selección natural. En opinión de Huxley, 
la plena pertenencia del hombre al mundo natural 
no atacaba su posible grandeza y el desarrollo de su 
inteligencia, por lo que su principal conclusión era 
la unidad natural de los humanos con el resto de los 
seres vivos sobre la Tierra.
Al final de la obra Huxley proclamaba:
En conclusión, puedo decir que los restos fósiles 
del hombre descubierto hasta ahora no me parecen 
acercarnos de manera apreciable a esa forma pithe-
coide inferior, cuya modificación probablemente se 
ha convertido en lo que es. Y considerando lo que 
se sabe de las más antiguas razas de los hombres; 
viendo que formaban hachas y cuchillos de pedernal 
y pinchos de hueso, muy parecidos a los fabricados 
por los salvajes en la actualidad, y que tenemos toda 
razón para creer que los hábitos y modos de vida 
que tales personas tienen se mantuvo desde la época 
del Mammoth y el Rhinoceros hasta ahora, este 
resultado no es diferente de lo que cabría esperar. 
¿Dónde, entonces, debemos buscar al hombre 
primigenio? ¿El Plioceno o Mioceno más antiguo del 
Homo sapiens, o aún más antiguo? En estratos aún 
más antiguos, ¿los huesos fosilizados de un simio 
más antropoide, o un hombre más pithecoide, que 
cualquiera todavía conocido aguardan las investi-
gaciones de algún paleontólogo no nacido? 
El tiempo lo dirá. Pero, mientras tanto, si algu-
na forma de la doctrina del desarrollo progresivo 
es correcta, debemos extender por largas épocas la 
estimación más liberal que se ha hecho todavía de la 
antigüedad del hombre (Huxley, 1863: 159).
En la introducción a su obra, Darwin reco-
nocía que él no había sido el primero en afirmar 
que el hombre, junto con otras especies, era el 
codescendiente de alguna remota forma inferior 
ya extinguida. Antes que él, ya habían defendido 
esto, aparte de los anteriormente citados Huxley, 
Lyell, Vogt y Lubbock, autores como Lamarck, 
Alfred R. Wallace, Ludwig Büchner, Friedrich

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