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Sabiduría e ilusiones de la filosofía

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l. Relato y análisis de una desconversión
No hay duda de que la filosofía ha perseguido conti­
nuamente una doble meta, cuya unificación, más o menos1completa, ha buscado de diferentes maneras a través de¡
diversos sis�em�s,: una meta de conocimie1:to y una me•� ta de coordmac1on de los valores. Una primera manera J · 
es precrítica: la filosofía alcanza un conocimiento inte­
gral y coordina así directamente los valores morales, 
""'K etc., con los conocimientos particulares o científicos. Una� )segunda manera caracteriza la crítica kantiana: el cono­
-� cimiento propiamente filosófico consiste, por una parte, 
'� en. determinar los',d�it€s1 �tgjlotconocimiento _ _ YLQQ!' 
·� otra, en Rroporcionar una teoría del conocimiento cien-
� iínco·;··a:ef'1ndo-aT-est�blec1m1entoae-Tafes11mi_§i���1!1�
polibre··a· fa('coori:lfüacióiCéfe-1os ·valorei,Uii tercer gru-\ 
poae··soluciones (sin-trafar, por·anora; de ser exhausti- / 
vo) presenta dos tendencias: por una parte, una disocia-/ 
ción de determinadas ramas de la filosofía elevadas all 
rango de disciplinas· autónomas (la psicología, la socio-\ /í 
logía, la lógica y, cada vez más, la epistemología que ·· 
se hace interna a las ciencias); por otra, una coordina­
ción de los valores fundada sobre una reflexión organi­
zadora que procede (y aquí las variedades son innumera-' 
bles) por examen crítico de la ciencia y por búsqueda de 
un modo específico de· conocimiento, inmanente a dicha · 
crítica o voluntariamente situado al margen o por enci­
ma del conocimiento científico. 
A) Cuando un adolescente aborda la filosofía, se
siente ati-aído el} general··de manera dominante por la 
necesidad· de·· -coordinación de los valores: · conciliar la 
fe y la ciencia, cda razón, etc. En lo que se refiere al co­
nocimiento científico, no conoce sino unos cuantos re­
sultados superficiales mediante la �enseñanza, pero aún 
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_cons_tituye.....un_ comJ2Qrta��f!!.O_ so�lal iilt�Li?�izado: una'; discusión o deliberación consigo mismo, tal como hemos/ aprendido a llevarla con interlocutores exteriores,_ a lo ( largo de la cual es, pues, muy posible usar de las mismas f' astucias para decidir al Yo, que �as que s_e emp_lean pa�a persuadir a los demás. En realidad, la situacion e� aun ) peor ya que, llevando la ventaja sobre el adve�sano e?/ una discusión ( o sobre el público en un coloqmo doctri­nal) uno es muy consciente de sus estrategias, mientras que, acabando por convencerse a sí mismo en el cu:s� de una reflexión, corre siempre el riesgo de ser victima de sus deseos inconscientes. Ahora bien, en el caso de la reflexión filosófíca esos deseos inconscientes están liga­dos a los-valores--intelectuales y morales a los que esta­mos vinculados y que son o parecen ser los más desint�­resados, de modo que la nobleza de las causas �ulti­plica el riesgo de autopersuasión, en detrimento eviden­te de la objetividad y de la veracidad de los resultados alcanzados. Finalmente, la primera razón de mi naciente desafe�­ción hacia los métodos tradicionales de la filosofía, arrai­ga en el conflicto, experimen!��() :primero �n mí ��smo, entre las costumbres de comprobábión.propias al b10logo y al psicólogo, y la reflexión especulativa que no dejaba de tentarme, pero_ que era imposible someter a un con­trol, como percibía cada vez más claramente: f�cunda y hasta imprescindible a título de introd
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cció�stica de toda investigación, no puede llevar smo a ciaborar unas cuantas hipótesis, lo amplias que se quieran, pero que, mientras no se logre su comprobación mediante un conjunto de hechos establecidos experiment�lmente o �or una deducción conducida según un algoritmo preciso (como en lógica), no conducirá más que a un cr_iterio_ �e verdad subjetivo, bajo las formas de una satisfacc10n i intuitiva de una «evidencia», etc. Cuando se trata de)' problem�s metafísicos que se refieren a la coordinación/ de los valores juzgados esendaJ�2 y que implican, pues,¡D ,, determinados elementos de fe o de convicción, la refle-! \?Ción especulativa es, claro está, el único método posible;) 
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pero cuando queda ligada a la personalidad de los pen­sadores conduce a lo que llamamos sabiduría o fe razo­nada, lo cual nada tiene que ver con un conocimiento desde el punto de vista de los criterJos obj�tivose inter­individuales de verdad. Cuanuo, al contrario� se trafa-·de unos ·p:roblémás más limitados o delimitables de episte­mología, etc., entonces es posible recurrir a los hechos o a la deducción lógico-matemática: el método histórico­crít·1··co Oemis irfaeslfos'B�tunscñvicg y Reymo1:d, el análi­sis psicogenético de la fo mación de las noc10nes y de las operaciones�- el análisis lógico de los fundamentos, etc., proporcionan unos controles que la reflexión indivi­dual es incapaz de proporcionar. En resumidas cuentas, dos convicciones cada vez más',)profundas ,,s�lE:�_impusieron en aquellos principios d� enseñanza.,Ui;ia, e� { que existe una especie de deshonesti- ) dad intelectual al afirmar lo que sea en un terreno to-
1 cante a ciertos hechos, sin un control metodológico com- / probable para cada uno de ellos, o bien en los terrenos/ formales cuando se carece de un control lógico. La otra '-,� es que debe prevalecer la separación más clara entre lo , que proviene de la improvisación personal, de la verdad de escuela o de cuanto está centrado en el uno mismo o en un grupo delimitado, y los terrenos en los que el acuerdo de los. investigadores es posible independiente­mente de las creencias metafísicas o de las ideologías. · De aquí la regla fundamental de plantear los problemas únicamente en términos tales que permitan la compraba- ': ción y el acuerdo, pues una verdad existe en cuanto, verdad sólo a partir del momento en que ha sido com-,, probada (y no simplemente aceptada) por otros investi::' gadores. .. __ ._, ¡fLa-·segurida/ razón de mi desafección podrá parecer mls- extrana_a,· los filósofos puros. Se refiere a algo que es muy significativo desde el punto de vista psicosocioló­gico: es la sorprender1te dependencia de las corrientes filo­sóficascon re§J2ecto a 7:a�_Tiansformaciones -�pciales e in­cluso políticas. En la época de que hablo yo no conocía llada del marxismo, ni de sus hipótesis sobre las relacio-
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